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Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe Homilía pronunciada por Mons. Dr. Enrique Glennie Graue, Rector de la Basílica de Santa María de Guadalupe, Vicario General y Episcopal de Guadalupe, Presidente del Cabildo , en el VI Domingo de Pascua. 10 de mayo de 2015 La Palabra de Dios nos ubica hoy en lo que podemos decir es el corazón del mensaje del Evangelio que fue, además, la motivación central de la vida de Jesús es decir: El amor. Tanto la primera carta como el Evangelio, con un enfoque de fondo plenamente coincidente, nos hablan del amor. Ambas lecturas concuerdan en subrayar que el origen de todo amor se encuentra en el Padre y a través de Jesús se manifiesta y se transmite a los creyentes, que hemos de responder a este don amándonos mutuamente, según el Evangelio. El mensaje que hoy nos da la Palabra de Dios, más que decir algo sobre él, tendríamos que meditarlo profundamente en silencio y de rodillas. La primera lectura nos hace ver cómo el amor de Dios no conoce fronteras y se da a todos los hombres sin distinción a través de su Espíritu. Este pasaje que escuchamos lo podemos considerar como el Pentecostés de los paganos. Continúa lo que veíamos el domingo pasado. Proceso de intimidad de Jesús con sus Discípulos, que nos invita en un permanecer con Él. Ahora dice: 'permanezcan en mi amor'. Ahora nos explica en qué consiste permanecer en Él. En relación al Discípulo lo expresa en términos de amistad e intimidad: 'Les he dado a conocer lo que le he oído a mi Padre', ustedes son mis amigos. Es la participación a través de esto del amor del Padre: 'Como el Padre me ama... así yo los amo… Este mismo amor. ‘Ésta es la definición del verdadero Discípulo. Hay un dinamismo y una corriente de amor que viene del Padre a través de Cristo, por eso san Juan dice: 'Él nos amó primero'. El texto de la segunda lectura viene siendo el mejor comentario al texto del Evangelio. Entonces el verdadero Discípulo, el verdadero cristiano es el que se sabe amado por Dios y el que ama a sus hermanos. La experiencia por tanto fundamental de cada uno de nosotros es: 'Mi Dios me ama', 'Se ha fijado en mí', 'Soy alguien importante para Él', 'Soy su amigo', 'Por eso, yo también amo a mis hermanos'. Para entender este amor maravilloso que Dios nos da a nosotros, Él mismo nos permite experimentar el amor de nuestra propia madre. ¿Por qué? La madre ocupa un lugar especial en la existencia de todo hombre. La maternidad es la posibilidad del paso hacia la vida, que da además sentido y orientación a la vocación fundamental de toda mujer, es su identidad esencial; por eso, la interrupción del embarazo (aborto), independientemente de la motivación que lo provoque, es la más absurda aberración humana que pueda existir. Que nunca más nadie se convierta en asesino de su propio hijo en el seno de su madre. Que luchemos todos con valentía contra las leyes inicuas que propician el aborto en nuestro México. Que seamos un país que apueste por la vida. La maternidad puede inspirar la experiencia también del encuentro con Dios. Las mujeres embarazadas tienen la capacidad de ser -para el mundo- signos vivientes de Dios que se entrega y se encarna en Cristo, como María, que aceptó ofrecer su propio cuerpo para que el Hijo de Dios se hiciera hombre, dando así un testimonio del amor de Dios para toda la creación. Así, a través de la maternidad, cada mujer está llamada a ser signo del Cristo Niño que Dios da al mundo, cada hombre, cada mujer que nace es un don de Dios para el mundo. Contrario a esto, muchas mujeres experimentan su propia fecundidad como una maldición, por los problemas que tienen que enfrentar. La valentía de llevar a término un embarazo, aún muy problemático, puede ser entendida como un signo de solidaridad con los más débiles; no hay nadie más débil que un bebito indefenso. Maravillosa coincidencia, y no podía ser de otro modo, María nos ha expresado gratuitamente el amor y la predilección de Dios. ¿Somos nosotros conscientes de lo que significa que María de Guadalupe, nuestra Madre, haya venido a quedarse con nosotros? ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Fijémonos: 'No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí' nos dice el Evangelio, es la hermosa coincidencia de María de Guadalupe y el Evangelio. Agradezcamos desde lo profundo del corazón el don de la vida y correspondamos con obras que estén inspiradas por el amor. Seamos defensores de la vida y agradezcamos al don de nuestra propia vida que recibimos de nuestros padres. Hoy, de manera especial, nos alegramos y felicitamos a nuestras mamás en su día y felicitamos de corazón desde aquí desde el Tepeyac a todas las mamás de México, para cada una un beso y un abrazo con todo el cariño. Así nos dice el Señor: 'Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena'. ¡Felicidades a todas las mamás!