Download El agua virtual, 7 de julio de 2010

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Transcript
El agua virtual
Ricardo Correa Robledo
[email protected]
Con los asombrosos avances de Internet muchos eventos de la vida diaria
se dan de manera virtual, es decir, sin un sustrato material o sin una
evidencia física, a no ser que se imprima un documento que de fe de lo que
pasó en la red. Discurre un mundo paralelo al de tres dimensiones, el cual
ha transformado la sociedad de manera radical en los últimos quince años,
y cada día con cambios más revolucionarios.
El agua virtual, contrario a lo que se podría pensar, no pertenece al mundo
de Internet, es de la realidad física. Sin embargo, no la vemos, es invisible.
Pero está presente en todo aquello que a diario utilizamos.
El agua virtual hace relación a la cantidad de este líquido que se requiere
usar en toda la cadena productiva para llegar a un determinado bien final.
Este concepto fue creado por el geógrafo Tony Allan del King’s College de
Londres a principios de los 90. Más tarde el científico holandés Arjen
Hoekstra y otros investigadores de la UNESCO calcularon en una buena
gama de productos la cantidad de agua virtual consumida. Por ejemplo,
respecto a la carne de res o de cerdo, el concepto de agua virtual incluye la
usada en la producción de los alimentos que dichos animales consumen, el
mantenimiento de potreros, el lavado de establos, el agua bebida
directamente y en su aseo. Para productos manufacturados como la ropa se
tiene en cuenta el agua usada en los cultivos, por ejemplo de algodón, y la
utilizada en la elaboración.
La producción de una libra de carne de res consume 7.428 litros de agua
virtual, la de una de carne de cerdo 3.024, la de una de pollo 1.876.
Levantar una res, durante un promedio de 3 años, implica usar 3’266.400
litros de agua. El queso procesado, por ejemplo el holandés o el parmesano,
requiere por libra 2.356 litros, una de queso fresco, como el campesino,
1.484, una de huevos 1.400, una de yogurt 552. En cuanto a frutas una
libra de bananos necesita 412 litros, de duraznos 772, de uvas 312, de
naranjas 222, de manzanas 336. Para obtener una libra de aguacate se
empelan 616 litros de agua, para una de maíz 436 y para una de frijoles
173. En cuanto a bebidas lograr un vaso de leche necesita de 212 litros de
agua, una tasa de café 148, una copa de vino 128, una cerveza 80, y una
tasa de té 36. Una libra de hamburguesa utiliza 2.536 litros de agua para
llegar a la mesa. En cuanto a textiles, un bluyín demanda 11.600 litros para
su confección final, una camiseta 3.064 y una sábana para cama 11.200.
Estos valores escondidos, nunca pensados, nos tienen que conducir a una
muy seria reflexión sobre la manera en que usamos el agua, el primer
requisito para que exista vida y primera condición para que las sociedades
tengan bienestar. Y el ejercicio no puede limitarse a sorprenderse, o sentir
una momentánea preocupación mientras se conoce esta información. Tiene
que movernos a modificar patrones de comportamiento, y muy
especialmente de consumo. Esta y otras reflexiones adicionales pueden ser
un motor de gran utilidad para que ganemos en conciencia sobre el uso que
le damos a tantos bienes cotidianos y que damos por sentados, en la mesa o
en el ropero, sin detenernos a pensar sobre los recursos de la naturaleza y el
trabajo humano necesarios para que llegaran a nuestras manos.
Es obvio el bienestar que nos ha traído el progreso material en las últimas
décadas, por ejemplo el computador y el celular han cambiado y facilitado
nuestra vida. Sin embargo, la otra cara de la moneda es un consumismo
desenfrenado, inconsciente. Una carrera demencial por adquirir y mal usar
bienes materiales.
Como sería muy larga la lista de las conductas inconscientes e
irresponsables en que incurrimos todos los días en nuestra relación con los
recursos puestos a nuestra disposición, invito a los lectores a que hagamos
una profunda reflexión sobre cómo usamos los alimentos y la cantidad de
agua empleada para tenerlos a mano.
En el norte de Kenia, las mujeres de la tribu Gabra caminan cinco horas
diarias para obtener y llevar a casa un bidón de agua. ¿ No podemos acaso
nosotros lavarnos los dientes con un vaso de agua y no con la llave abierta
derrochando este tesoro?
La fuente de toda la información incluida en esta columna es la edición de
abril de 2010 de la revista National Geographic, dedicada totalmente al
agua.