Download Dossier sobre Cambio Climático Nº 24

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Transcript
15 de febrero de 2012
1.
2.
3.
4.
Crisis en un nuevo orden mundial
El desafío del acceso universal al financiamiento climático, por Yannick Glemarec
Cambio climático: también desastroso impacto económico
La verdad más incómoda de todas: El cambio climático y los pueblos indígenas
Nº 24
1
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1. CRISIS EN UN NUEVO ORDEN MUNDIAL
En 2010, la magnitud de las crisis humanitarias, desde Haití a Pakistán, estuvo a punto de
desbordar la capacidad de respuesta del sistema internacional. A pesar de años de reformas, las
agencias de la ONU, los donantes y las ONG internacionales (ONGI) tuvieron dificultades
para hacer frente a estas crisis. En 2011, la respuesta en Somalia fue de nuevo insuficiente y
tardía, desencadenada por la atención de los medios en lugar de por una valoración imparcial
y oportuna de las necesidades humanitarias.
Al mismo tiempo, la acción humanitaria es más necesaria que nunca. El continuo incremento
del número de personas vulnerables, el aumento de los desastres y el hecho de no haber
conseguido que los Estados más frágiles se sitúen en la senda del desarrollo incrementarán
significativamente las necesidades.
Los donantes occidentales, las ONGI y la ONU son sólo una parte de la respuesta. Los nuevos
donantes y las ONG de todo el mundo ya aportan un porcentaje significativo de la ayuda
humanitaria. La futura acción humanitaria dependerá de ellos, pero sobre todo de los
gobiernos y la sociedad civil de los países afectados por las crisis. La ONU y las ONGI
seguirán siendo fundamentales, pero su aportación se valorará cada vez más en función tanto
de su capacidad para complementar y apoyar los esfuerzos de otros actores, como de
estimular a todos los actores humanitarios para que respeten los principios de la acción
humanitaria.
Queda mucho por hacer
Hace veinte años, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconocía, en una resolución
aprobada en diciembre de 1991, que eran los países afectados por las crisis, y no las
organizaciones internacionales, quienes debían desempeñar el “papel principal en materia
de... ayuda humanitaria”; dicha resolución dio un nuevo rumbo a la acción humanitaria y
sentó las bases de lo que hoy es la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios
(OCAH).
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Desde entonces, la ONU y otras organizaciones han salvado millones de vidas. En 2005, el
coordinador del Socorro de Emergencia Jan Egeland impulsó un paquete de reformas para
mejorar el liderazgo de la ONU, la coordinación y la financiación de las respuestas de ayuda
humanitaria.
Sin embargo, siete años después la acción humanitaria internacional sigue siendo insuficiente
o tardía, especialmente cuando las crisis no logran atraer la atención de los medios de
comunicación mundiales. Todavía no es capaz de hacer frente a varios “mega-desastres”,
como los de Pakistán o Haití, ni a una demanda que se irá incrementando a medida que
aumente el número de desastres relacionados con el clima y se resuelvan menos conflictos.
La ONU no ejerce sus labores de liderazgo y coordinación de manera sistemática. Sólo una
parte muy pequeña de la ayuda internacional maximiza su impacto trabajando con las
organizaciones locales sobre el terreno. Además, en muchos países, el sentimiento de rechazo
hacia las organizaciones humanitarias occidentales es cada vez mayor.
En gran medida, el futuro de la acción humanitaria no se encuentra en el Norte, sino en las
diferentes autoridades locales, nacionales y regionales, así como en la sociedad civil y las
organizaciones religiosas de los países en conflicto y asolados por los desastres. Fortalecer
sus capacidades debe ser prioritario para la acción humanitaria, como lo es desde hace años en
el ámbito del desarrollo.
Actualmente, las capacidades de los países afectados por las crisis difieren enormemente.
Algunos Estados son cada vez más eficaces en su preparación y respuesta frente a las
emergencias. Son conscientes de su responsabilidad ante los ciudadanos y tienen la voluntad
de asumirla.
Sin embargo, en casi todas las regiones hay algunos gobiernos que carecen de la capacidad
necesaria, o que la utilizan de forma partidista.
La sociedad civil también se caracteriza por una gran diversidad y se ha enfrentado a éxitos y
fracasos a la hora de desarrollar sus capacidades.
La combinación de un Estado eficaz y una sociedad civil activa no es demasiado frecuente en
los países vulnerables a las crisis. Afrontar el desafío que supone desarrollar ambos elementos
es fundamental tanto para responder de forma eficaz a las emergencias como para fortalecer la
resiliencia de las comunidades frente a los desastres, la violencia y otros posibles impactos.
En este contexto, la ONU y las ONG internacionales (ONGI) serán tan importantes como
hasta ahora, pero su aportación cada vez se valorará más en función de cómo complementen y
apoyen las capacidades y esfuerzos de los propios países afectados por las crisis.
En algunos países, la intervención de las ONGI seguirá siendo necesaria durante años. Sin
embargo, en otros su participación consistirá en trabajar como “mediadores humanitarios”:
actuando como facilitadores, dando apoyo y aunando a la sociedad civil local. Para lograrlo,
las ONGI - Oxfam entre ellas - se enfrentan a cinco grandes retos para superar las dificultades
inherentes a la mejora de la acción humanitaria.
Los desafíos clave para las ONGI son:
 desarrollar las capacidades de los Estados y de la sociedad civil, y al mismo tiempo
tomar decisiones difíciles, como la manera de trabajar con Estados cuyas capacidades y
nivel de compromiso con los principios humanitarios son muy diferentes y cuya
sociedad civil tiene capacidades muy diversas;
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 desarrollar resiliencia en las comunidades locales frente a los desastres, el cambio
climático, la violencia y los impactos económicos y políticos, y al mismo tiempo
mantener la capacidad operativa para responder cuando sea necesario;
 fomentar la defensa de los principios humanitarios por parte de los Estados y otros
actores, y a la vez aprender de las organizaciones no occidentales sobre cómo aplicarlos
en diferentes contextos, reconociendo que la ética en la acción humanitaria exige
defender principios y tomar decisiones difíciles en función de las consecuencias que
puedan acarrear las diferentes intervenciones;
 fomentar nuevas fuentes de financiación y de actuación procedentes de las economías
emergentes y las empresas privadas, entre otros, y al mismo tiempo fomentar que estos
actores respeten los principios humanitarios y den respuesta a las necesidades allí donde
se produzcan;
 fortalecer la calidad y la transparencia de las ONGI mediante algún tipo de certificación
que acredite la acción humanitaria eficaz, y a la vez reconocer el valor de la diversidad
de las organizaciones humanitarias.
Ninguno de estos retos es fácil. Oxfam y otras organizaciones están aprendiendo cómo
abordarlos. Llevará años, décadas en algunos lugares, desarrollar una auténtica acción
humanitaria mundial, basada en los países afectados por las crisis.
No obstante, de los éxitos y fracasos de las anteriores crisis se pueden extraer algunas
lecciones, que se expondrán a continuación. Algunas de ellas serán difíciles de llevar a cabo,
pero resultan fundamentales para mejorar la ayuda humanitaria, que suele prestarse en un
contexto a menudo peligroso y siempre difícil.
¿Olvidados por el G20?
El G20 se ha comprometido a apoyar un crecimiento equitativo y sostenible. Sin embargo,
datos recientes muestran que tienen que producirse muchos cambios si sus miembros quieren
cumplir con este compromiso. Hay mucho en juego: del análisis realizado en este informe se
desprende que, si no se tiene en cuenta una desigualdad cada vez mayor, ni siquiera un
crecimiento fuerte será suficiente para impedir que la pobreza se incremente en algunos países
del G20 durante la próxima década. La desigualdad de ingresos está aumentando en casi todos
los países miembros del G20, mientras que en muchos países de ingresos bajos y medianos
bajos está disminuyendo. Al mismo tiempo, una expansión económica medioambientalmente
insostenible nos está conduciendo a un cambio climático peligroso y está agotando los
recursos naturales de los que depende mayoritariamente la subsistencia de las personas que
viven en la pobreza. Si no se toman medidas, la desigualdad hará que los beneficios del
crecimiento sean inaccesibles para las personas pobres, a pesar de que son ellas quienes están
pagando el precio de esta expansión debido a los efectos de un clima cambiante y de la
degradación medioambiental. Es el momento de que el G20 practique lo que predica.
En 2010, los países miembros del G20 se comprometieron a fomentar un crecimiento
económico inclusivo y sostenible. Argumentaron que “para que la prosperidad pueda
mantenerse, debe ser compartida “y también respaldaron el “crecimiento verde”, que promete
disociar la expansión económica de la degradación medioambiental. No obstante, los países
del G20 todavía tienen mucho camino por recorrer para poder cumplir con este compromiso.
Este informe evalúa sus antecedentes y señala el camino a seguir.
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Hay mucho en juego: más de la mitad de las personas más pobres del mundo viven en países
del G20 y una desigualdad cada vez mayor amenaza con impedir que se beneficien del
crecimiento económico. La desigualdad de ingresos está creciendo en casi todos los países del
G20, a pesar de estar disminuyendo en la mayoría de países de ingresos bajos y medianos
bajos. Mientras tanto, los países del G20 consumen, por sí solos, casi todos los recursos
naturales que el planeta es capaz de reponer cada año. Las insostenibles pautas de uso de los
recursos nos están conduciendo a un cambio climático peligroso y están agotando los recursos
naturales de los que dependen las personas que viven en la pobreza para subsistir.
Esto significa que muchas de las personas que viven en la pobreza se verán privadas de los
beneficios del crecimiento, a pesar de que sobre ellas recaen los costes de esta expansión
económica, debido a los efectos del cambio climático y de la degradación medioambiental. Si
los países del G20 quieren garantizar un futuro próspero para todos sus ciudadanos deben
empezar, desde este momento, a practicar lo que predican y abordar la igualdad y la
sostenibilidad, dos retos vinculados pero distintos.
Fuente: Documento elaborado por Oxfam y disponible en el sitio Web: http://www.oxfam.org
2. EL DESAFÍO DEL ACCESO UNIVERSAL AL FINANCIAMIENTO CLIMÁTICO, POR YANNICK
GLEMAREC
Este primer capítulo revisa los requerimientos de capital para financiar la transición hacia una
sociedad verde, baja en emisiones y resiliente al clima; los lujos inancieros existentes; y la
importancia de proveer un acceso más justo al inanciamiento climático para todos los países
en desarrollo con el objeto de evitar impactos inmanejables del cambio climático y generar
dividendos para el desarrollo.
Requerimientos de capital para financiar la transición hacia una sociedad verde, baja en
emisiones y resiliente al clima
En ausencia de una reducción significativa de las emisiones globales desde los niveles actuales
hasta los niveles esperados en el año 2050, las temperaturas podrían subir 4°C y posiblemente
más hacia el año 2100 (IPCC, 2007). Como el mundo planea destinar aproximadamente $ 7
billones por año a inversiones en activos fijos para el año 2020 (Project Catalyst, 2010), se
debe tomar, urgentemente, medidas radicales de mitigación y adaptación a los cambios
climáticos antes de que quedemos encerrados en un proceso de transformaciones climáticas
potencialmente irreversibles, cuyos catastróficos impactos se prevé que cambiarán
sustancialmente el medio ambiente y nuestras vidas en este planeta (Mignone et al., 2007).
El Informe sobre el Desarrollo Humano de 2007/2008 (HDR) publicado por el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula que la comunidad internacional
deberá estabilizar la concentración de GEI en la atmósfera en 450 ppm (partes por millón) de
dióxido de carbono equivalente (CO2e) a in de limitar el incremento global promedio de
temperatura a los 2°C estipulados en los Acuerdos de Cancún, bajo la Convención Marco de
las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC). El Informe sobre el Desarrollo
Humano estima que esto requeriría de una reducción del 50 por ciento en emisiones de GEI
para el año 2050 en relación con los niveles del año 1990 (PNUD, 2007). A in de lograr este
objetivo, el Informe sobre el Desarrollo Humano recomienda que los países desarrollados
recorten las emisiones de GEI en por lo menos un 80 por ciento para el año 2050, con recortes
del 20–30 por ciento para el año 2020.
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Para los grandes emisores que están entre los países en desarrollo, éste recomienda apuntar
hacia una trayectoria de emisiones que llegaría a su pico en el año 2020 con recortes del 20
por ciento para el año 2050. Esto contrasta con la meta de 5,2 por ciento de reducción de
emisiones establecida en el Protocolo de Kyoto de la CMNUCC para finales del año 2012, en
relación con los niveles de emisiones del año 1990, solamente para los países desarrollados.
Dada la magnitud del esfuerzo requerido, una pregunta clave es cuánto tiempo más queda para
tomar medidas viables. La Figura 1.1 se ocupa de esta pregunta.
La Figura 1.1 muestra
que mientras más se
posponen los esfuerzos
de mitigación, mayor es
la tasa de disminución
porcentual de emisiones
requeridas para lograr el
mismo
nivel
de
concentración de CO2e.
Por tanto, el nivel de
concentración objetiva
de 450 ppm puede ser
logrado a través de
reducciones
de
emisiones de ~1,5 por
ciento por año siempre
que las reducciones empiecen en 2011. Sin embargo, si las acciones se retrasan en
aproximadamente de 8 a 10 años, entonces las disminuciones futuras requeridas para llegar al
nivel objetivo de concentración de 450 ppm deberán ser mayores al 3 por ciento, lo cual
representa una tasa de reducción que se encuentra más allá de los medios tecnológicos. Esto
implica que podríamos tener solamente de 100-150 meses desde hoy para cambiar
dramáticamente la trayectoria del suministro energético del mundo y evitar así un cambio
climático peligroso.
Podríamos incluso tener aún menos tiempo para adaptarnos a los impactos del cambio
climático. Un informe de 2007 del Hadley Centre, predice una temperatura de la superficie
para la década venidera sobre la base de un modelo climático global (Smith, 2007). Advierte
que cada año, desde 2010 hasta 2014, el mundo tiene una probabilidad de por lo menos el 50
por ciento de exceder la temperatura sin precedentes ijada en el año 1998 (las temperaturas
mundiales promedio alcanzaron 14,54°C en el año 1998).
Más allá del 2014, las probabilidades de superar este récord de temperatura suben aún más.
Conforme se desarrolla el cambio climático, los impactos de cambios climáticos a gran escala,
tales como sequías extendidas a lo largo de grandes áreas que afectan la disponibilidad de
agua y la seguridad alimentaria, se vuelven más probables. Adicionalmente al impacto
económico, los impactos sociales y políticos podrían ser devastadores, particularmente si el
riesgo de conflictos civiles va en escalada como consecuencia de la competencia sobre escasos
recursos naturales (WBGU, 2007). Los próximos años serán críticos para desarrollar la
capacidad de los países más vulnerables de adaptarse a los impactos del cambio climático y
evitar la reversión de los logros en desarrollo conseguidos a lo largo de los últimos 50 años.
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¿Podrá el mundo concretar dicha tarea? La reducción de emisiones globales de CO2e en el 50
por ciento de los niveles del año 1990 para el año 2050, y la adaptación a los impactos del
cambio climático, requerirán cambios revolucionarios en los patrones de producción y de
consumo dentro de todos los sectores económicos. Tales cambios globales son fundamentales
para salvaguardar los avances logrados en el desarrollo y también para mejorar la resiliencia al
clima de las trayectorias de desarrollo de los países en desarrollo. En especial, deberemos
diseminar rápidamente tecnologías de mitigación y de adaptación que sean comercialmente
viables y también acelerar los esfuerzos de investigación y desarrollo (R&D).
Lograr esta transformación requerirá de un cambio dramático en las inversiones públicas y
privadas, desde fuentes y tecnologías tradicionales de suministro energético, hacia alternativas
sostenibles más respetuosas del clima. La Organización Internacional de la Energía (IEA)
estima que el capital requerido para satisfacer la demanda energética proyectada hasta el año
2030 dentro de un mundo sin restricciones en las emisiones de carbono, alcanzaría la cantidad
de $ 1,1 billones por año en promedio. Aproximadamente la mitad de esta suma será requerida
por los países en desarrollo, más o menos distribuida equitativamente entre las grandes
economías emergentes (China, India, Brasil, etc.) y todos los países desarrollados remanentes.
Se requiere de cerca de $ 10,5 billones ($ 510 mil millones por año a lo largo de los próximos
20 años) en inversiones adicionales dentro de un escenario habitual de combustibles fósiles a
nivel global dentro del sector energético, para el período 2010-2030, a in de asegurar una
probabilidad del 50 por ciento de mantener la concentración de GEI a menos de 450 ppm de
CO2e (IEA, 2009).
Como lo ilustra la IEA (2009), muy a menudo las inversiones adicionales se entienden como
costos adicionales y por tanto, la gestión del cambio climático es percibida como una carga
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adicional al desarrollo. Sin embargo, la mayoría de estas inversiones adicionales podría
generar retornos comerciales atractivos. Las facturas energéticas del transporte, edificios e
industrias, podrían ser reducidas en más de $ 8,6 billones globalmente a lo largo del período
2010-2030, y en $ 17,1 billones a lo largo de la vida de las inversiones de acuerdo con la IEA.
Estas inversiones podrían además traducirse en ahorros provenientes del control de la
contaminación del aire, estimados en hasta $ 100 mil millones para el año 2030, en
comparación con un escenario sin cambios (IEA, 2009). No hay tecnología que pueda, por sí
misma, suministrar todo el potencial de mitigación de un sector, y los esfuerzos propuestos por
la IEA dentro del sector energético deberán ser complementados por acciones en todos los
sectores económicos para limitar el incremento de la temperatura global promedio a 2°C de un
modo efectivo en términos de costos. Como se muestra en la Figura 1.2, todos los sectores
económicos tienen algún potencial de reducción de emisiones de GEI, pero los mayores
potenciales están en los edificios y en los sectores agrícolas.
La curva global de costos de reducción de GEI preparada por McKinsey & Company (2009)
(Figura 1.1), indica que cerca de 10 GtCO e (gigatoneladas de CO2e) podrían, en teoría, ser
reducidas a costo negativo, y cerca de 30 GtCO2e podrían ser reducidas a costo cero, más allá
del mantenimiento del status quo para el año 2030. La figura 1.3 muestra que todas las
regiones pueden contribuir en este esfuerzo. Cabe descartar que algunas de las opciones de
reducción de GEI más efectivas en términos de costos, para edificios y para la agricultura, se
encuentren en los países en desarrollo.
En cada sector, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC),
ha identificado las tecnologías principales que deberán ser movilizadas (ver Tabla 1.1). Como
lo demuestra la IEA en su informe de las Perspectivas de Tecnología Energética para el año
2010, muchas de estas tecnologías ya se encuentran comercialmente disponibles, o estarán
disponibles, para ser desplegadas en la siguiente década. El IPCC llevó a cabo una revisión
similar de las tecnologías y medidas clave de adaptación (ver Tabla 1.2).
La información disponible acerca de los beneicios y costos de adaptación es
comparativamente limitada.
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Adicionalmente, hasta la fecha, hay estudios que han ofrecido un amplio rango de estimativos
para aquellos costos y beneicios, desde $ 4 mil millones a $ 109 mil millones por año (Banco
Mundial, 2010).
Existen tres razones para esto: (1) la incapacidad de atribuir muchos de los cambios
observados a escalas locales y regionales al cambio climático; (2) la diversidad de impactos y
de vulnerabilidades a lo largo de países y dentro de ellos; y (3) la cantidad relativamente
reducida de investigación que se enfoca en acciones de adaptación al cambio climático
(Academia de la Ciencia de Estados Unidos, 2010).
A pesar de que existen inversiones redituables en adaptación para la agricultura, los recursos
hídricos y otros sectores, las investigaciones preliminares muestran que costará adaptarse y
que el principal fundamento para las inversiones en adaptación será, con más frecuencia, evitar
costos mayores. El informe del Grupo de Trabajo sobre la Economía de la Adaptación al
Clima (ECA, por sus siglas en Inglés, 2009) estima que las pérdidas evitadas provenientes de
acciones tempranas de adaptación exceden considerablemente a los costos de adaptación
adicionales. En las localizaciones estudiadas, entre un 40% y casi el 100% de las pérdidas
esperadas hacia el año 2030 (bajo escenarios de grandes cambios climáticos) pueden ser
evitadas a través de medidas que tienen una buena relación costo-eficacia, y que ya son
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conocidas y han sido comprobadas. Por ejemplo, la figura 1.4 reproduce los resultados de la
evaluación de un rango de medidas para proteger el sector agrícola de Mali contra pérdidas por
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sequías y para promocionar el crecimiento agrícola resiliente al clima. Algunas medidas de
adaptación basadas en activos (tales como técnicas, sistemas de irrigación y provisión de agua
adicional para el ganado) ayudarían a crear resiliencia al clima en la producción y evitaría
pérdidas provenientes del cambio climático. El Grupo de Trabajo sobre la Economía de la
Adaptación al Clima estima que cerca de las tres cuartas partes del potencial de estas medidas
podría proveer beneficios más altos que los costos involucrados.
Sinergias entre la financiación de la mitigación, la adaptación y el desarrollo
Aunque a menudo es útil considerar separadamente las actividades de mitigación y de
adaptación dadas las diferencias en los grupos de interés, las opciones técnicas y las
oportunidades financieras, a veces también puede inducir a errores y resultar
contraproducente. Como se ilustra en los ejemplos y en los estudios de caso presentados en los
siguientes capítulos de esta guía, la frontera entre actividades de mitigación y adaptación
puede ser extremadamente delgada.
El desarrollo de energía no contaminante y la gestión de recursos hídricos ofrecen un buen
ejemplo de las sinergias y de las compensaciones recíprocas entre actividades de mitigación y
de adaptación que podrían ser pasadas por alto en una estricta separación de las acciones de
adaptación y mitigación. En la mayoría de los casos, el desarrollo de energías limpias es visto
como una actividad de mitigación, mientras que la gestión de recursos hídricos es considerada
una cuestión de adaptación. Sin embargo, la energía y el agua están inextricablemente
entrelazadas. De hecho, el agua es la fuente renovable más grande de electricidad. La energía
hidroeléctrica representa aproximadamente el 15 por ciento de la electricidad del mundo, y en
algunos países representa la principal fuente de electricidad: en Suiza (60 por ciento),
Venezuela (70 por ciento), Brasil (85 por ciento) y Noruega (98 por ciento). La figura 1.5
ilustra algunas de las interdependencias existentes entre el agua y la energía.
Como lo demuestra la Figura 1.5, aun cuando el agua no representa la principal fuente de
energía para la producción
de electricidad, es a
menudo esencial para la
tarea.
Tanto
los
combustibles fósiles como
las centrales nucleares
necesitan
de
grandes
cantidades de agua para su
enfriamiento. Durante las
sequías, las centrales
nucleares a lo largo de ríos
franceses como el Loire,
ocasionalmente han tenido
que cerrar.
Las centrales de energía
térmica, que convierten el
calor solar en vapor para
accionar turbinas, también
requieren de agua para
operar.
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La relación entre el desarrollo de la energía limpia y el agua fresca es recíproca, ya que la
electricidad también es crucial para el suministro de agua fresca. La desalinización de agua de
mar, ya sea a través de la evaporización o a de la osmosis inversa, es de alto consumo
energético. En Arabia Saudita, este proceso es el mayor consumidor de energía. El proceso de
bombear agua hasta donde ésta es requerida también se basa en electricidad.
La agricultura es otro ejemplo de una actividad humana clave que será severamente afectada
por el cambio climático. El secuestro del carbono en el suelo a través de prácticas sostenibles
de gestión de suelos no solamente contribuye a la mitigación del cambio climático, sino que
puede además fortalecer las capacidades adaptativas de comunidades vulnerables, reducir la
pérdida de la biodiversidad, mejorar la conservación del agua e impulsar la productividad
agrícola y el crecimiento económico. Al mismo tiempo, conforme se implementen estrategias
de adaptación y de mitigación en la agricultura, las modificaciones a las prácticas agrícolas
locales dirigidas a mantener la producción e ingresos para aliviar los efectos negativos
potenciales del cambio climático podrían dificultar los esfuerzos de mitigación (por ejemplo,
cambios en el uso de la tierra, fuerte dependencia en fertilizantes, etc.).
Un tercer ejemplo es el diseño de infraestructura y de ciudades. Dependiendo del diseño, una
ciudad será más o menos vulnerable a inundaciones (ya que ciudades de menor densidad
requieren de más tierra y son presionadas a utilizar toda la tierra disponible, incluyendo áreas
proclives a inundaciones) y a olas de calor (ya que una ciudad grande causa más calor urbano
que incrementa las temperaturas nocturnas). La manera en que una ciudad es diseñada afecta
las demandas del transporte. Algunos diseños atienden las necesidades de implementación de
un transporte público eficiente, mientras que otros plantean desafíos al proceso. Un sistema no
eficiente podría conllevar mayores emisiones, mientras que uno eficiente podría limitar la
cantidad de emisiones. Por tanto, es crucial para planificadores y quienes toman decisiones
que se tengan en cuenta tanto la adaptación cuanto la mitigación cuando se diseña una ciudad.
Centrarse demasiado en metas individuales de mitigación o adaptación sin considerar los
efectos colaterales y los vínculos con otras metas, podría conllevar a la pérdida de
oportunidades. Por ejemplo, promulgar nuevos códigos de la construcción a in de mejorar la
eficiencia energética (EE) de los edificios, ofrece también la oportunidad de incrementar la
resiliencia de las comunidades a eventos climáticos extremos (por ejemplo, olas de calor y de
frío, tormentas, terremotos, etc.) ya que las mejoras requeridas en el diseño de edificios y de
construcciones para mejorar su eficiencia térmica son muy similares a aquellas requeridas para
incrementar la capacidad de adaptación a eventos extremos. Incrementar la resiliencia de los
edificios a eventos extremos puede parecer prohibitivamente oneroso a la luz de la
incertidumbre sobre las condiciones climáticas futuras. Sin embargo, la inversión se vuelve
mucho más atractiva cuando se consideran los ahorros energéticos. Adicionalmente, las
inversiones en edificios energéticamente eficientes pueden movilizar el financiamiento de los
mercados del carbono, y esta fuente potencialmente rica de financiación no estaría disponible
si no se tomasen en cuenta los ingresos por reducción de emisiones de GEI cuando se
planifican los esfuerzos de adaptación de las viviendas.
La experiencia del PNUD demuestra que las medidas de cambio climático con mejor relación
costo-beneficio son aquellas que invariablemente brindan beneficios de mitigación y de
adaptación. Por tanto, es importante tratar el cambio climático de una manera integrada a in de
maximizar las sinergias y minimizar las disyuntivas entre las medidas de mitigación y
adaptación. Desafortunadamente, la mayoría de inversiones de cambio climático tiende a mirar
solamente a la mitigación o a la adaptación, no a ambas.
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Además, ellas raramente consideran los posibles efectos colaterales. Al momento, una gran
variedad de barreras desalienta una integración más estrecha de los esfuerzos de adaptación y
de mitigación. Por ejemplo, en dos comunidades distintas, funcionarios de la energía y el
desarrollo toman decisiones acerca de mitigación y de adaptación. Ambos protagonistas
operan a lo largo de distintos sectores y escalas espaciales, temporales e institucionales.
Además, administran distintos presupuestos y a veces compiten entre ellos por recursos. Un
objetivo clave de los esfuerzos públicos para catalizar los recursos de capital climático es la
introducción de incentivos de inversión que alienten la revisión sistémica de posibles sinergias
y compensaciones entre las opciones de mitigación y de adaptación.
La experiencia del PNUD demuestra además que la alineación de las metas de desarrollo con
aquellas de la gestión del clima es fundamental para aumentar las inversiones climáticas. Las
medidas políticas necesarias para tratar el cambio climático y catalizar el capital climático
tendrán un mayor consenso público y serán más efectivas si ayudan a tratar las cuestiones del
desarrollo local, tales como la provisión de servicios básicos, mayor seguridad energética y
alimentaria, y empleo. La gente en países en desarrollo que carece de servicios básicos y de
oportunidades económicas, se encuentra principalmente preocupada por mejorar sus
condiciones de vida. Un factor crítico que mejora su sustento es si tiene acceso o no acceso a
servicios energéticos asequibles y fiables para su uso en el hogar y la producción. La falta de
fuentes de energías limpias y eficientes puede limitar el acceso a agua limpia y evitar que los
niños asistan a la escuela con regularidad, exponen a la comunidad a peligros de salud,
restringen las opciones de la mujer y su capacidad de búsqueda de actividades que brinden
satisfacción. De las 1,2 mil millones de personas que viven con el equivalente de un dólar por
día, el 70 por ciento son mujeres. Debido a sus responsabilidades tradicionales de recolección
de combustibles y agua, en muchos países en desarrollo las mujeres y las niñas se
beneficiarían más que nadie de contar con acceso a servicios energéticos mejorados. El tiempo
y esfuerzo físico dedicados por mujeres y niñas para recoger combustible y para llevar agua,
limita seriamente su habilidad de involucrarse en actividades educativas y en aquellas que
generan ingresos (PNUD, 2004).
La mejora del acceso a la energía en áreas desprovistas y donde se utilizan tecnologías con
bajas emisiones, puede satisfacer las necesidades de desarrollo de poblaciones vulnerables
mientras se promociona una transición hacia un desarrollo verde, bajo en emisiones y
resiliente al clima. Por tanto, el acceso a la energía se encuentra fuertemente vinculado a los
logros de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (PNUD, 2010a). El incremento de la
eficiencia energética y el desencadenamiento del potencial local de energías renovables,
también puede incrementar la seguridad energética de países en desarrollo. De los 50 países
más pobres del mundo, 38 son importadores netos de petróleo (Rossi y Lambrou, 2009).
El petróleo y el diésel conforman del 10 al 20 por ciento del total de importaciones de 26
países africanos; los subsidios a combustibles fósiles representan una considerable carga en el
erario público para muchos de estos países.
Otro nexo clave desarrollo-clima es la gestión de los ecosistemas. Los ecosistemas saludables
y los servicios que ellos proveen son prácticamente tan importantes como lo es el acceso de
los pobres a la energía.
Los ecosistemas son la base de los procesos naturales de las regulaciones climáticas y son un
soporte vital para la calidad del agua, la seguridad alimentaria y la protección contra
inundaciones, entre otros (PNUMA, 2010; Ervin, et al., 2010). Los pobres tienen menor
capacidad de cambio, cuando su forma de vida se encuentre amenazada (por ejemplo, menor
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capacidad de reubicación, cambio en el uso de la tierra, alteración en las fuentes de ingresos,
entre otros), son los más vulnerables a la degradación de los ecosistemas. La conservación o el
uso sostenible de los ecosistemas naturales pueden ayudar a mitigar los impactos climáticos
potenciales a través de la provisión de servicios clave tales como la purificación del agua o la
estabilización del suelo. La inversión en la conservación de los ecosistemas y su
rehabilitación, ofrece beneficios tanto locales como globales, ayudando así a las comunidades
a preservar sus fuentes de sustento, a generar nuevas fuentes de ingresos, y a adaptarse a un
clima cambiante mientras éstas reducen sus emisiones de GEI provenientes de usos no
sostenibles de tierras. El financiamiento climático podría representar una fuerza poderosa para
la gestión de ecosistemas y el logro de los ODM en los años venideros (ver Capítulos 4 y 5).
Si bien es fundamental reconocer la ‘adicionalidad’ de la financiación climática sobre los
gastos existentes, no es menos importante desarrollar sinergias entre la financiación climática
y la del desarrollo para maximizar los retornos económicos y sociales de las inversiones en
torno al cambio climático. A la vez, estas sinergias fortalecerán el soporte público y de
políticas para inversiones climáticas. Una opción para identificar y promocionar tales sinergias
es la de incorporar las cuestiones del cambio climático dentro de los planes nacionales de
desarrollo y preparar estrategias de desarrollo, bajas en emisiones y resilientes al clima.
Flujos actuales de capital para financiar la transición hacia una sociedad verde, baja en
emisiones y resiliente al clima
La existencia de un potencial significativo, con muchas opciones ya disponibles y con una
buena relación costo-efectividad, debería ser argumento suficiente para que las empresas,
inversores privados y hogares adopten, de manera independiente, tecnologías prioritarias de
mitigación y adaptación. Sin embargo, y como se expone en los próximos capítulos de esta
guía, las inversiones en tecnologías aparentemente sencillas de mitigación y de adaptación, se
enfrentan a una serie de barreras.
Pese a poder potencialmente obtener un buen retorno sobre la inversión, la mayoría de las
inversiones en energías renovables y en eficiencia energética, requiere de grandes costos
iniciales. El cambio hacia una economía verde, baja en emisiones y resiliente al clima,
frecuentemente involucra importantes erogaciones al inicio, combinadas con costos operativos
menores. La CMNUCC (2007) estima que el 80 por ciento del capital requerido para tratar las
cuestiones del cambio climático provendrá del sector privado — tanto de los comercios,
cuanto de los consumidores. De forma similar, la Asociación Internacional de la Energía
(2009) estima que cerca del 40 por ciento de las inversiones globales adicionales requeridas
hacia el año 2020, provendrá de los hogares, el 40 por ciento de empresas y el 20 por ciento
restante directamente de los gobiernos.
Las inversiones iniciales para proyectos de energías limpias pueden ser prohibitivas. Las
restricciones que enfrentan los consumidores particulares, son a menudo mucho más severas
que lo que revela las tasas de descuento nacionales o las tasas de interés a largo plazo. Las
tasas de descuento implícitas en la industria son más que el 20 por ciento en comparación con
menos del 10 por ciento para tasas de descuento del sector público, y del 4 al 6 por ciento para
tasas de interés a largo plazo (Consejo Mundial de la Energía, 2004). Adicionalmente, los
hogares y los gobiernos locales podrían incluso encontrar más dificultades que las empresas en
acceder a préstamos limitados si decidiesen realizar tal inversión. Esta restricción se hace
sentir aún más fuertemente en los países en desarrollo, dado el limitado acceso a préstamos al
consumidor en los mercados financieros emergentes. Adicionalmente, los inversores
individuales a menudo carecen de acceso a información o de la suficiente pericia en el
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momento y el sitio oportunos como para evaluar las inversiones. Los segmentos más
vulnerables de una población tienden a contar con altas tasas de descuento particulares, así
como una aversión a tomar riesgos. Por tanto, los granjeros pobres probablemente no
adoptarán espontáneamente cultivos resistentes al clima en ausencia de servicios apropiados
de extensión agrícola o de instrumentos de mitigación de riesgo, como seguros contra la
pérdida de cosechas.
Debido a estos problemas específicos, se requiere de políticas públicas de apoyo a in de
facilitar la adopción de medidas de desarrollo altamente redituables, con bajo nivel de
emisiones y que mejoran la resiliencia al clima. Los mercados globales de capital, que
representan US$ 178 billones en activos financieros, tienen el tamaño y la profundidad como
para enfrentarse al desafío de las inversiones (McKinsey & Company, 2009). En lugar de ser
un problema de generación de capital, el desafío clave de la financiación de la transición hacia
una sociedad baja en emisiones es la superación de las barreras políticas, institucionales,
tecnológicas, conductuales y técnicas existentes, a in de reorientar los lujos de capitales
existentes y planeados, llevándolos de las inversiones tradicionales con alta intensidad de
carbono hacia inversiones bajas en emisiones y adaptadas al clima. La eliminación de estas
barreras puede complementar y maximizar el impacto del financiamiento del capital tal como
lo haría un financiamiento con un préstamo en términos favorables.
La comunidad internacional ha desarrollado una serie de instrumentos de políticas y
financiación complementarios para llevar las inversiones desde los combustibles fósiles hacia
alternativas de mayor respeto al clima a lo largo de los últimos años. La revisión de la
CMNUCC de las ‘Cuartas Comunicaciones Nacionales’ de los países pertenecientes al Anexo
I, se refiere a más de 1.000 políticas y medidas de mitigación de GEI (OCDE—Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 2009). El sector privado está reaccionando
positivamente ante
la
fuerte
probabilidad
de
contar con políticas
que
apoyen
al
desarrollo bajo en
emisiones, y con
presiones
e
incentivos
de
financiación
para
alentar
una
orientación en la
misma dirección. A
pesar de la agitación
que hubo en el
mundo
de
los
mercados
financieros durante
el año 2008, y de la
posterior crisis económica, los dos últimos años han sido testigos de una sostenidamente fuerte
inversión en tecnologías de energía limpia. De acuerdo con los Pew Charitable Trusts (2011),
durante el año 2010, el sector de la energía limpia creció un 30 por ciento por encima de los
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niveles de 2009 hasta lograr niveles sin precedentes alcanzando un equivalente de $ 243 mil
millones en financiación e inversiones. En el mediano a largo plazo, y con el apoyo apropiado
del sector público, se prevé que la inversión privada en tecnologías de energía limpia llegue a
$ 450 mil millones para el año 2012 y $ 600 mil millones para el año 2020 (PNUMA, 2010).
La adquisición de tecnologías a pequeña escala (menor a 1 megavatio) de energía limpia
representó un nuevo e importante impulso, llevando las inversiones de energía limpia hasta
una cantidad sin precedentes en el año 2010. Las inversiones en proyectos de pequeña escala
entre miembros del G-20 creció en 100%, duplicando las inversiones anuales hasta $ 56,4 mil
millones (Pew, 2010) y posiblemente apuntando hacia un nuevo paradigma en la generación
de energía renovable. Sin embargo, una cuestión clave para esta serie de nuevas e innovadoras
fuentes de financiación, es su aguda desigualdad regional y tecnológica en disponibilidad y
uso, con la mayoría de estos fondos que se dirigen hacia unas pocas grandes economías
emergentes y a una pequeña selección de tecnologías. La Unión Europea (UE), Estados
Unidos (EE.UU.), China, y algunas grandes economías emergentes reciben la mayoría de las
nuevas inversiones y de la actividad de adquisiciones.
En el año 2007, las inversiones en las regiones menos desarrolladas, como África, estuvieron
limitadas en su financiación de activos a una cantidad de $ 1,3 mil millones –principalmente
para plantas de biocombustible. A pesar de que cerca de 575 millones de personas aún se
basan en la biomasa tradicional en África (Asociación Internacional de Energía, 2006), la
región representó menos del 1% del total de inversiones privadas en energía limpia en 2007. A
pesar de la existencia de oportunidades altamente redituables en eficiencia energética, las
corrientes financieras hacia el Medio Oriente y Asia Central también resultan muy limitadas
(ver la Figura 1.7).
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Aún aquellos instrumentos financieros específicamente establecidos para impulsar y atraer
recursos financieros hacia los países en desarrollo, presentan los mismos sesgos geográficos y
tecnológicos. Un ejemplo notable es el Mecanismo para el Desarrollo Limpio (MDL). Este
mecanismo del carbono basado en proyectos fue establecido bajo el Protocolo de Kyoto para
promocionar el desarrollo sostenible y la reducción de emisiones de GEI en los países en
desarrollo.
El MDL cuenta con un enorme potencial en términos de permitir que los países en desarrollo
ganen créditos por sus proyectos de reducción de emisiones y para que vendan estos créditos a
países industrializados. Un estudio del Banco Mundial sobre el potencial del MDL en África
concluyó que 170 GW (gigavatios) de capacidad adicional de generación energética, podría
ser creada en el África Subsahariana a través de proyectos de bajo carbono elegibles para el
MDL (De Gouvello, Dayo y Thioye, 2008). Esto equivaldría básicamente a cuatro veces la
producción actual de energía. Sin embargo, el análisis del sistema existente del MDL revela
que solamente un número limitado de países está beneficiándose. Se espera que sólo cinco
países –China, India, Brasil, la República de Corea y México– generen más del 80 por ciento
del total de créditos MDL hacia el año 2012, y existe preocupación porque este mecanismo
pueda eludir a África.
Una situación similar enfrenta la mayor parte de la financiación nueva para enfrentar el
cambio climático basada en mercados (créditos a la exportación, créditos verdes, instrumentos
financieros derivados relacionados con el clima, entre otros). Este acceso desigual a los
recursos financieros podría empeorar en años venideros conforme la financiación climática
pase de enfoques basados en proyectos a enfoques ampliados como las MMAP (Medidas de
Mitigación Apropiadas para cada País), los Planes Nacionales de Adaptación, el MDL
programático, la generación de créditos por sectores y los sistemas de límites máximos de
emisiones y comercio de emisiones en países industriales y en desarrollo (sobre una base
voluntaria), y conforme se multiplique el número de fondos globales y fuentes innovadoras de
financiación.
Provisión de acceso justo a la financiación climática para todos los países en desarrollo
A veces se argumenta que las corrientes actuales de inversión se correlacionan razonablemente
bien con la distribución del potencial de mitigación. Sin embargo, el fracaso a la hora de
brindar un acceso justo a la financiación climática a todos los países en desarrollo tendrá
implicaciones económicas, sociales, políticas, financieras y de cambio climático, severas. En
muchos casos, los
países
que
recibirán la menor
financiación
climática
del
sector público son
los países más
vulnerables
al
cambio climático
y que cuentan con
la capacidad más
baja para acceder
a nuevas fuentes
de
financiación
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con el in de adaptarse. La desigualdad de esta situación es insostenible y no solamente pone en
riesgo el resultado exitoso de las negociaciones actuales en relación con el cambio climático,
sino todas las negociaciones globales de gobernanza.
Adicionalmente, el acceso universal a la financiación climática no solamente debería estar
limitado a la adaptación. Una falta de financiación de la mitigación para países en desarrollo
más pequeños, restringiría la capacidad que tienen las industrias de aprovechar las
oportunidades de bajos costos en los países más vulnerables a in de mejorar la eficiencia y
también para reducir las emisiones de GEI con una buena relación de costo-efectividad. La
eficiencia energética con buena relación de costo-efectividad en el sector de la construcción,
por ejemplo, no será aprovechada. Esto tendrá una particular importancia en los próximos 5 a
10 años conforme los países de bajos ingresos hacen fuertes inversiones en generación
energética e infraestructura urbana de larga duración. El limitado acceso a los lujos de
financiación para el clima encerrará a estos países en rutas de desarrollo con altas emisiones.
A la larga, esto dificultará su desarrollo económico, así como también restringirá
significativamente la capacidad del mundo de limitar el incremento global de la temperatura
por debajo de niveles catastróficos durante la segunda mitad del Siglo XXi.
La Figura 1.8, preparada por Climate Interactive, se basa en el modelo C-Roads, y enfatiza la
necesidad de contar con un acceso universal para la financiación de la mitigación y de la
adaptación. El estudio muestra que si solamente un número limitado de países en desarrollo
cuenta con acceso a la financiación de la mitigación, los países desarrollados (incluyendo a
algunos países con economías en transición) necesitarían recortar sus emisiones en un 95 por
ciento en relación con los niveles de 1990, hacia el año 2050 (y las grandes economías
emergentes en 75 por ciento) a in de limitar el calentamiento global a menos de 2°C.
Aun en el mejor de los casos, los recortes de emisiones de esta magnitud son claramente poco
realistas.
Las nuevas fuentes de financiación del cambio climático para la reducción de las emisiones de
GEI y la adaptación a los impactos climáticos, prometen apalancar un volumen mucho mayor
de recursos privados. Existe un riesgo significativo, sin embargo, de que solamente unas pocas
economías emergentes puedan desarrollar entornos habilitantes de políticas y propuestas de
inversión climática lo suficientemente fuertes como para establecer las bases para las
transferencias financieras internacionales; y también de que se verá una repetición de la
experiencia del MDL en ausencia de asistencia técnica adecuada para que los países en
desarrollo puedan establecer políticas e incentivos apropiados.
En la década venidera, el PNUD piensa que los países en desarrollo se enfrentarán a tres
desafíos relacionados con la financiación:
 el acceso a nuevas e innovadoras fuentes de financiación climática
 la promoción de sinergias entre el desarrollo y la financiación climática
 el uso y la distribución de los limitados recursos de financiación pública para catalizar y
dirigir flujos privados mucho más grandes
Los países en desarrollo requerirán de asistencia técnica sobre estas cuestiones para enfrentar
estos desafíos, mitigar los impactos del cambio climático y aprovechar nuevas
oportunidades asociadas con la transición hacia una sociedad baja en emisiones y resiliente al
clima. Esta guía deberá permitir que los países puedan evaluar mejor la asistencia técnica
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específica que necesitan para satisfacer sus requerimientos particulares a in de catalizar la
financiación climática.
Fuente: Yannick Glemarec, es director del PNUD para Finanzas del Medio Ambiente
(PNUD-FMAM). Este Artículo forma parte del documento Catalizando el financiamiento
para enfrentar el cambio climático, elaborado por el PNUD-FMAM y se encuentra disponible
en el sitio Web: http://www.beta.undp.org
3. CAMBIO CLIMÁTICO: TAMBIÉN DESASTROSO IMPACTO ECONÓMICO
El calentamiento global podría contraer la economía mundial en un 20 por ciento en las
próximas décadas, si la comunidad internacional no actúa urgentemente para detener el
cambio climático.
Tal la conclusión a la que se arriba en un estudio encargado por el gobierno británico y
presentado en Londres. El mundo podría sumirse en una depresión peor que la de principios de
los años 30. En el informe, coordinado por el ex economista jefe del Banco Mundial Nicholas
Stern, se urge a invertir el uno por ciento del producto económico mundial en la lucha contra
el cambio climático.
No obstante, es de dudar, en vista de la defensa cerrada de los propios intereses que realizan
varios grandes países, sin reparar en las consecuencias globales y de largo plazo, que los
llamados hagan mover alguna pestaña.
Tiempo habría. Stern, que recibió el encargo de elaborar el estudio del primer ministro Tony
Blair el año pasado, dijo que "todavía tenemos el tiempo y los conocimientos suficientes para
reaccionar, pero sólo si actuamos globalmente y con rapidez".
Blair apeló a la comunidad internacional a actuar contra la amenaza en ciernes. Las
consecuencias en caso de no detenerse las actuales tendencias serán "catastróficas", dijo Blair
en la presentación del estudio. "Y este desastre no es la amenaza de un lejano futuro de ciencia
ficción, sino de nuestra época", agregó.
Datos conocidos
Las sequías, las inundaciones y el aumento del nivel del mar que produce el calentamiento
global podrían convertir en refugiados a hasta 200 millones de personas. El derretimiento de
los casquetes polares agravaría dramáticamente el peligro de inundaciones y zonas cultivables
se transformarían en terrenos secos y estériles, se advierte en el estudio. Además podría
desaparecer el 40 por ciento de la flora y fauna.
En realidad, los datos no son nada nuevo, sino que se vienen manejando en diversos estudios
de la ONU y agencias nacionales de estudios del clima desde hace tiempo. Prácticamente
existe consenso general en que el cambio climático está en pleno desarrollo y que es causado
por el ser humano. Lo nuevo es que Gran Bretaña haya salido ahora tan decididamente a la
palestra a luchar contra la desidia.
Pero mientras países económicamente fuertes y con grandes emisiones de gases de efecto
invernadero, como EEUU, Australia, China y la India, no participen en los esfuerzos globales,
las perspectivas para el clima continuarán siendo oscuras.
Grandes diferencias por países
Estudiando las cifras se constata que la evolución de las emisiones de gases de efecto
invernadero se diferencia mucho por países. Mientras que en Alemania, por ejemplo, entre
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1990 y 2004 las emisiones disminuyeron un 17,2 %, en EEUU aumentaron en el mismo
periodo un 15,8 %.
Los mayores crecimientos en esos 14 años, según un estudio del Secretariado del Cambio
Climático, de la ONU, se registraron en Turquía (+ 72,6 %), España (+ 49 %) y Portugal (+ 41
%). En el informe no se tiene en cuenta el aumento de las emisiones de países de fuerte
crecimiento económico, como China y la India, porque no son Estados parte de la Convención
de la ONU para la Protección del Clima. Pero es de temer que en ellos el aumento no haya
sido menor.
El primer ministro australiano, John Howard, por su parte, volvió a subrayar que su país no
firmará el Protocolo de Kyoto a pesar del nuevo estudio climático británico. "Evidentemente,
el cambio climático está ocurriendo", dijo Howard al Parlamento. "Pero no voy a firmar algo
que impone cargas a mi país que no se imponen a nuestros competidores", agregó. Howard
reafirmó que Australia no romperá filas con Estados Unidos y que por lo tanto no firmará el
Protocolo de Kyoto.
Transporte: el gran contaminador
Australia y Estados Unidos se encuentran entre los países desarrollados que rechazaron el
Protocolo de Kyoto, negociado entre 140 países en 1997 y que entró en vigencia en febrero.
En el tratado se fija que 35 países industriales y la Unión Europea (UE) reduzcan las
emisiones de gases de efecto invernadero en un primer periodo de compromiso 2008-2012 un
5,2 por ciento con respecto a 1990.
Pero, según datos del secretariado de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio
Climático, con sede en Bonn, si bien las emisiones de los países industriales se redujeron entre
1990 y 2004 en un 3,3 por ciento, ello se debe sobre todo a la caída del 36,8 por ciento en las
emisiones en los países del centro y este de Europa por el colapso de muchas de sus industrias.
Desde el comienzo de esta década, la tendencia en esos países ya se ha revertido.
Las reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero son especialmente urgentes
sobre todo en el sector del transporte, en el que entre 1990 y 2004 crecieron en un 23,9 %. En
forma bastante aceptable se clasifican, no obstante, los países signatarios del Protocolo de
Kyoto, de los que se espera que, a pesar de un cierto aumento de las emisiones en algunos de
ellos, alcancen finalmente los compromisos de reducción fijados.
Fuente: Artículo publicado por el portal Deutsche Welle y disponible en el sitio Web:
http://www.dw.de
4. LA VERDAD MÁS INCÓMODA DE TODAS: EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Los pueblos indígenas están en la primera línea del cambio climático. Viven en lugares del
mundo donde su impacto es mayor y dependen en gran parte, o exclusivamente, del medio
ambiente natural para su medio de vida, su cultura y sus vidas, por lo que son los más
vulnerables de la tierra a sus efectos.
Según los informes, el impacto del cambio climático en los pueblos indígenas ya se está
viendo en todo el mundo: desde el Ártico a los Andes y al Amazonas, desde las islas del
Océano Pacífico a la cuenca canadiense oriental.
De igual importancia, aunque apenas se reconozca, es el impacto que están teniendo o podrían
tener en los pueblos indígenas las medidas para detener el cambio climático. Estas “medidas
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paliativas” violan sus derechos y facilitan que los gobiernos, las empresas y otros reclamen,
exploten y, en algunos casos, destruyan su tierra, como lo hace el propio cambio climático.
Este informe saca a la luz todas estas medidas paliativas, que incluyen:
 Biocombustibles
 Energía hidroeléctrica
 Conservación de los bosques
 Compensación de las emisiones de carbono
Este informe se publica con anterioridad a las cruciales conferencias sobre cambio climático
que tendrán lugar en Copenhague en diciembre de 2009. El objetivo de dichas conferencias,
organizadas por la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas
(CMNUCC), es lograr acuerdos sobre cómo combatir el cambio climático cuando el actual
acuerdo, el Protocolo de Kioto, termine en 2012.
¿Cuál es “La verdad más incómoda de todas”? Que los pueblos indígenas del mundo, que son
los que menos han contribuido al cambio climático y son los más afectados por él, ven ahora
violados sus derechos y su tierra destruida en nombre de los intentos por detenerlo.
¿Qué es el cambio climático?
El cambio climático hace referencia al aumento de las temperaturas medias de la tierra. El
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (PICC), organismo científico creado para
valorar el calentamiento global, dice que las pruebas sobre el mismo son “inequívocas”. Con
más de un 90% de seguridad “la mayoría del calentamiento global medio de los últimos
cincuenta años” es el resultado de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por
los humanos.
Según el PICC, la principal causa del cambio climático es el uso de los combustibles fósiles
que emiten gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono.
La deforestación, según dice el PICC, es otra fuente fundamental de emisiones de carbono.
Los árboles actúan como “sumideros” que absorben y almacenan el dióxido de carbono.
Además, el PICC enumera, con diferentes grados de certeza, una serie de impactos que el
calentamiento global está teniendo en el planeta. Entre éstos se incluyen:
 El deshielo de los glaciares
 El deshielo de los casquetes polares
 El deshielo de la capa de hielo [permanente]
 El aumento del nivel del mar
 El cambio en los patrones de lluvias
 Sequías más frecuentes
 Olas de calor más frecuentes
¿De qué manera los pueblos indígenas están ya afectados?
La Amazonia
En 2005 hubo una sequía muy grave en la selva amazónica, hogar de cientos de pueblos
indígenas como los yanomami. Los expertos predicen menos lluvia, sequías más frecuentes y
temperaturas más altas.
“Las lluvias llegan tarde. El sol se comporta de una forma extraña. El mundo está enfermo.
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Los pulmones del cielo están contaminados. Sabemos qué está ocurriendo. No se puede seguir
destruyendo la naturaleza. Todos moriremos, quemados y ahogados.” Davi Kopenawa, líder y
chamán yanomami, Brasil.
El Ártico
Los inuit llevan años diciendo que el cambio climático está afectando a su tierra . Todo su
modo de vida depende del hielo y ahora se está derritiendo. La caza y la pesca se han vuelto
más difíciles, los viajes entre comunidades peligrosos y la vida en sus hogares precaria. Según
los informes de los medios de comunicación, este año una comunidad de los yup'ik (un pueblo
indígena emparentado con los inuit) anunció que se vería obligada a buscar otro
emplazamiento tras las inundaciones.
“Los inuit tienen un juego tradicional de malabares. El tiempo hoy es un poco así. Se está
haciendo malabares con él. Está cambiando tan rápido y drásticamente...” N. Attungala.
“Se ha convertido en algo tan grave que varias comunidades de la costa están ya pensando en
dónde trasladar a comunidades enteras.” Patricia Cochran, mujer inuit y presidenta de la
Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático.
Los pastores de renos saami de Finlandia, Noruega, Rusia y Suecia informan de que sus
manadas están disminuyendo, a los renos les cuesta más obtener comida y cada vez son más
probables las caídas en un hielo cada vez más fino.
“Ya no se puede confiar en las técnicas tradicionales de interpretación del tiempo.
Antiguamente podías ver con antelación qué tipo de tiempo iba a hacer. Estos signos y
técnicas ya no sirven ahora. Los viejos indicadores ya no sirven, el mundo ha cambiado
demasiado.” Veikko Magga.
Los pastores de renos nenets del Ártico ruso dicen que se enfrentan a un tiempo cada vez más
impredecible. Según los informes de los medios de comunicación, su peregrinaje anual del año
pasado, que trasladaba a miles de renos, fue retrasado porque el hielo sobre un río que debían
cruzar no era suficientemente grueso.
“La nieve se derrite más pronto, veloz y rápidamente que antes. Los cambios no son buenos
para los renos y, en última instancia, lo que es bueno para los renos es bueno para nosotros.”
Jakov Japtik.
Canadá
Según un informe, las temperaturas en aumento en Canadá han causado lo que los científicos
han llamado la infestación más grande de insectos en la historia de Norte América. Destruyó
millones de hectáreas de pinos de los que dependen pueblos indígenas como los tl’azt’en.
“Se han destruido millones de hectáreas con un impacto directo, inmediato y grave en nuestra
seguridad y bienestar, en comunidades y en ecosistemas enteros, incluyendo el desove del
salmón, sus arroyos de cría y sus rutas migratorias.” Ed John, hombre tl’azt’en. Según los
informes, los gitga’at experimentan un tiempo cada vez más impredecible que afecta al modo
en que obtienen y preparan su comida “¡Ni siquiera saben qué hacer con este tiempo!. ”Mujer
gitga’at, Canadá.
Cómo afectan las medidas paliativas a los pueblos indígenas
Se están tomando medidas muy diversas en nombre de la lucha contra el cambio climático.
Algunas de éstas son medidas “formales” acordadas por los países firmantes del Protocolo de
Kioto de la CMNUCC. Otras son “voluntarias”, adoptadas por organizaciones multilaterales,
gobiernos y empresas.
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Biocombustibles: no tan “verdes” para los guaraníes
Los biocombustibles se están promoviendo como una fuente de energía “verde” alternativa a
los combustibles fósiles, pero mucha de la tierra destinada a cultivarlos es la tierra ancestral de
pueblos indígenas. Se estima que si continúa la expansión de los biocombustibles según está
planeada, sesenta millones de indígenas de todo el mundo están amenazados con perder su
tierra y sus medios de subsistencia.
Una de las principales víctimas de la locura de los biocombustibles es el pueblo indígena
guaraní de Brasil. Los guaraníes, algunos de los cuales actúan en la galardonada película
“Birdwatchers” , son el pueblo indígena más numeroso de Brasil y uno de los primeros en ser
contactados por los europeos hace quinientos años.
El presidente Lula de Brasil está expandiendo el cultivo de caña de azúcar para convertirlo en
etanol y poder responder a las demandas energéticas. El objetivo es hacer que Brasil sea, a
nivel energético, más autosuficiente y lograr reducir el consumo de biocombustible fósil como
forma de combatir el cambio climático.
“Los biocombustibles son un arma efectiva en la lucha contra el calentamiento global”,
declaró Lula en la Quinta Cumbre de las Américas celebrada este año en el Caribe. “Nuestra
sociedad demanda energías renovables, limpias y baratas.
La producción de etanol procedente de la caña de azúcar aumenta la seguridad energética.”
En septiembre, Lula intensificó su intento de conseguir biocombustibles “verdes” cuando
anunció una propuesta de prohibir la producción de caña de azúcar en la selva amazónica. Esto
convertiría al etanol brasileño fabricado a partir de caña de azúcar en “100% verde”, declaró
Carlos Minc, ministro de Medioambiente de Brasil, refiriéndose a que no sería necesario talar
más selva para dejar espacio libre para cultivos.
Pero los guaraníes, que ya han perdido mucha de su tierra a causa de las plantaciones de caña
de azúcar y de los ganaderos, están ahora amenazados por los planes de Lula de crear más de
cuarenta nuevas plantaciones. Muchas de ellas ocuparán la tierra ancestral reclamada por este
pueblo indígena.
Los efectos ya han sido catastróficos. En los últimos seis años, al menos 80 niños han muerto
de hambre.
Antiguamente eran los propietarios de 350.000 km2 del estado de Mato Grosso do Sul, pero
muchos guaraníes viven ahora acampados al lado de carreteras o en minúsculas parcelas de
tierra rodeadas de plantaciones.
“Las grandes plantaciones de caña de azúcar están ahora ocupando nuestra tierra. La caña de
azúcar está contaminando nuestros ríos y matando a nuestros peces. [Está haciendo que
aumenten] los suicidios, sobre todo entre la gente joven, el alcoholismo y los asesinatos”,
declaró el líder guaraní Amilton López durante una gira por Europa el año pasado.
Energía hidroeléctrica: “represando” a los cazadores-recolectores de Borneo
Como los biocombustibles, la energía hidroeléctrica ha sido señalada como una fuente
principal de energía alternativa a los combustibles fósiles. Pero la construcción de grandes
presas hidroeléctricas en nombre de la lucha contra el cambio climático está destruyendo las
tierras indígenas y expulsando a la gente de sus hogares.
En Borneo, el Gobierno de Malasia promovió la construcción de Bakun, una presa gigante,
como una fuente de “energía verde” y parte del esfuerzo del país por detener el calentamiento
global. La presa se terminará de construir el próximo año e inundará 700 km2 de tierra.
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La presa Bakun “concuerda con el objetivo de reducir y contener el calentamiento global,
además de reducir la lluvia ácida a nivel local y regional”, dice el informe “Energía Verde
para el Futuro”, publicado por la oficina del primer ministro de Malasia. “De esta forma el
proyecto es la contribución positiva del país a la protección y mejora del medioambiente
mundial, de acuerdo con la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones
Unidas (...), comparado con los combustibles fósiles la energía hidráulica es mucho más
limpia y menos dañina”. Pero la presa desplazó a 10.000 indígenas, entre ellos muchos
indígenas penan. Los penan realojados, cazadores-recolectores seminómadas, ahora no pueden
cazar o recolectar y tienen grandes dificultades para obtener su sustento en pequeñas parcelas
de tierra, algunas de las cuales incluyen ciénagas y escombros.
“En nuestros antiguos hogares era fácil encontrar comida, pero vivir aquí es muy doloroso”,
declaró un penan llamado Deling, uno de los desplazados por la presa Bakun, a un
investigador de Survival este año. “Solíamos comer tres veces al día, pero aquí es muy difícil.
Sólo una vez.”
Cientos de penan y otros indígenas se enfrentan al mismo destino, según los planes de
construir más presas que tiene el Gobierno de Sarawak y que se filtraron por Internet. La
primera de ellas, la presa Murum, se está construyendo: ya están dinamitando las colinas y se
les ha dicho a los penan que tienen que irse. Como con Bakun, los ministros del Gobierno
recurren a las credenciales “limpias” que tiene la energía hidroeléctrica para justificar el
proyecto. “La energía hidráulica es la energía renovable más limpia que hay en el mundo.
Ya que la tenemos, ¿por qué no desarrollarla?” declaró el ministro del Gobierno James Masing
justo después de que los planos se filtraran en Internet.
Seis miembros de los penan fueron arrestados en septiembre después de intentar expresar su
oposición a la presa Murum al jefe de Gobierno de Sarawak. “Las zonas de bosque y los
recursos que sustentan nuestras vidas serán destruidos”, según una declaración de los penan.
Conservación de la selva: miles de cazadores-recolectores serán expulsados
El primer ministro de Kenia, Raila Odinga, ha realizado un llamamiento internacional para
salvar la selva Mau de Kenia después de que se les haya dicho a miles de cazadoresrecolectores del pueblo indígena ogiek que deben abandonar sus hogares en ella. Años de
asentamientos ilegales han destruido gran parte de la selva, una fuente fundamental de agua
para millones de keniatas.
Pero los planes que el Gobierno tiene incluyen expulsar a cualquiera que resida allí, incluidos
los ogiek, que han vivido en la selva de forma sostenible durante cientos de años.
“El agua de la presa inundará nuestras tierras tradicionales incluyendo nuestras comunidades,
propiedades, jardines, arrozales y granjas, árboles frutales, sepulturas, etc. Nos veremos
obligados a trasladarnos a una zona que no conocemos y que no es compatible con nuestro
modo de vida.”
Este año Kenia ha vivido sequías devastadoras que han llevado a restricciones graves en la
energía y en la comida. “Años de exceso desenfrenado en la mala gestión local y mundial de
nuestro medio ambiente han contribuido al deshielo de las capas de hielo del Monte Kenia y a
la gran destrucción de nuestras antes bellas selvas”, según declaraciones de Odinga a la ONU
en septiembre.
Odinga declaró que Kenia estaba actuando para “invertir los estragos” del calentamiento
global y citó los esfuerzos del país por salvar la selva Mau como ejemplo. “Ningún asunto es
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tan importante hoy para el país como el cambio climático. La conservación es la primera
prioridad en la agenda de nuestro país”
Kenia también ha anunciado su intención de plantar 7.600 millones de árboles, algunos de
ellos en la selva Mau. El carbono almacenado en estos árboles podría volverse muy valioso en
el mercado del carbono, mientras que los habitantes ancestrales de la selva, los ogiek, se
quedan sin hogar. “Todos han vivido con miedo el último mes.
Esto es muy grave. Los ogiek no tienen ningún otro lugar al que ir. La gente llora por la
expulsión. El Gobierno dijo que no quedaría nadie”, declaró Kiplangat Cheruyot, del
Programa de Desarrollo del Pueblo Ogiek.
Compensación de las emisiones de carbono: los pueblos indígenas entre paréntesis (¿y sin
derechos?)
En los esfuerzos por detener la deforestación se han propuesto varios programas conocidos
como “Reducción de Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación Forestal”
(REDD).
La CMNUCC está actualmente trabajando sobre un plan REDD que podría estar listo para
Copenhague y se espera que juegue un papel clave en el acuerdo post Kioto para luchar contra
el cambio climático.
El principio básico de REDD es animar a los países “en vías de desarrollo” a que protejan sus
bosques a cambio de que los países “desarrollados” les paguen. Una forma de hacer esto es
que el carbono almacenado en estos bosques genere “créditos” que los países “desarrollados”
puedan comprar para compensar sus emisiones de carbono. Los pueblos indígenas han
expresado en múltiples ocasiones su preocupación sobre REDD porque otorgaría un valor
económico enorme a sus bosques y podría ser la chispa para que se apropiaran de sus tierras.
Una gran proporción de los bosques del mundo, susceptibles de ser incluidos en los planes
REDD, son territorios tradicionales indígenas.
“REDD aumentará la violación de nuestros derechos humanos, nuestros derechos a nuestras
tierras, territorios y recursos, robará nuestra tierra, provocará expulsiones forzosas, impedirá el
acceso y amenazará las prácticas agrícolas indígenas, destruirá la biodiversidad y la
diversidad cultural y causará conflictos sociales”, según declaraciones del Foro Internacional
de los Pueblos Indígenas sobre Cambio Climático (FIPICC).
REDD podría dificultar mucho más el reconocimiento de los derechos territoriales de los
pueblos indígenas o facilitar que sus derechos sean menoscabados o ignorados donde ya
estaba reconocido. Si no conduce a expulsiones, puede perfectamente restringir el uso
tradicional de la tierra o el acceso a los recursos naturales.
No está claro ni siquiera si REDD reconocerá los derechos indígenas. En el borrador actual de
la CMUNCC las referencias a la Declaración de la ONU sobre los Derechos Indígenas y los
derechos de los pueblos indígenas al consentimiento previo, libre e informado están entre
paréntesis. Si se incluirán o no en el texto final dependerá de la Cumbre de Copenhague.
“Si no hay un total reconocimiento y una total protección de los derechos de los pueblos
indígenas, incluyendo el derecho a los recursos, tierras y territorios, y no se reconocen ni
respetan libremente nuestros derechos de consentimiento previo, libre e informado, nos
opondremos a REDD”, declaró el FIPICC en septiembre. Según los informes, muchos
indígenas ya han sufrido a causa de los programas del mercado del carbono en su tierra. Estos
proyectos “voluntarios”, al margen de la CMUNCC, han ocasionado expulsiones de sus
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hogares ancestrales, destrucción de comunidades y recursos, conflictos violentos, acoso,
heridos e informes de muertes.
Recomendaciones
Si afectan a los pueblos indígenas, las medidas para mitigar el impacto del cambio climático
deben:
 Implicar completamente a los pueblos indígenas y hacer uso de su inigualable
conocimiento sobre su medio ambiente.
 Reconocer y respetar los derechos indígenas según se recoge en el derecho internacional
(Convenio 169 de la OIT) y en la Declaración de la ONU sobre los Derechos Indígenas,
en especial el derecho a la propiedad de su tierra y su derecho a dar o no su
consentimiento a los proyectos en sus territorios.
Fuente: Informe elaborado por Survival International que se encuentra disponible en el sitio
Web: http://www.survival.es/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz