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UN SUEÑO PARA VENEZUELA (extracto) Gerver Torres, 2001 PARTE III ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿ Cómo llegamos los venezolanos a esta situación Por qué hemos declinado tanto como sociedad Somos nosotros los únicos perdedores en el mundo de hoy ? El factor desencadenante Cuando buscamos respuestas para las preguntas anteriores, la primera que viene a nuestra mente es la caída del precio del petróleo, y hay razones para verlo así. Al mirar su comportamiento desde la década de los treinta hasta el presente, comprobamos que, luego de un ascenso más o menos ininterrumpido hasta 1974, el precio del petróleo comenzó un fuerte descenso que apenas empezó a revertirse recientemente. Hay una manera de verlo más claramente aún. En 1934 el ingreso fiscal petrolero per cápita fue 42 dólares. Para 1973, ese ingreso había alcanzado 583 dólares. Un año más tarde, en 1974, casi se triplicó para subir a 1.540 dólares. Desde entonces, comenzó a declinar hasta llegar a 315 dólares en 1998. En ese año el ingreso fiscal petrolero per cápita había descendido al mismo nivel que teníamos en 1955; es decir, 33 años atrás. La acentuada declinación que hemos experimentado durante los últimos veinte años calza bastante bien con el período de caída sostenida de los precios del petróleo. El País y el Gobierno se acostumbraron a un ingreso que por muchos años no hizo sino crecer. La economía no parecía entonces requerir ningún tipo de gerencia. Las reglas con las cuales se la manejaba eran muy simples: el Gobierno gastaba todo lo que ganaba y ganaba más*1. *1 Durante el período de prosperidad, operaban también otras reglas sagradas: las tasas de interés eran bajas y el dólar tenía un valor fijo. Era como si la economía volara con piloto automático. Hacía buen tiempo. La economía mundial vivía un prolongado período de expansión. A finales de los setenta empezó la turbulencia en la economía mundial. Las tasas de interés internacionales empezaron a subir considerablemente. Como no ajustamos las nuestras, los capitales se empezaron a fugar en busca de mejores rendimientos en el exterior. El precio del petróleo empezó también a caer y lo mismo le ocurría al ingreso del gobierno. Frente a ese cuadro, se intensificó aún más la fuga de capitales. Pero tampoco reaccionamos a tiempo. Manteníamos fijo el valor del dólar porque era lo que siempre habíamos hecho, hasta que ya no pudimos hacerlo más y empezaron las devaluaciones un viernes “negro” de 1983. Desde entonces, no hemos podido, 1 Visto lo anterior, uno bien podría concluir que nuestra decadencia de las últimas dos décadas se debe a la caída de los precios del petróleo. Sin embargo, ésta es una respuesta demasiado sencilla. El descenso de los precios del petróleo no es sino el factor desencadenante de la crisis y no su causa. Para encontrar esta causa tenemos que preguntarnos: ¿Por qué hemos debido vivir una declinación tan prolongada? ¿Por qué no hemos sido capaces de reaccionar? ¿Por qué nos hemos preparado para hacer frente a las fluctuaciones del precio del petróleo? ¿Por que no hemos desarrollado fuentes alternativas de Ingreso? A nuestro juicio, existen tres factores que pueden ayudar a explicar el origen del nuestra prolongada y profunda declinación como país y que van más allá de la caída del precio del petróleo. El primero de ellos es la manera como nos hemos relacionado con el petróleo. Ésta es una relación en la que el venezolano ha jugado un papel totalmente pasivo. Hasta 1975 la industria estuvo en manos de transnacionales y desde entonces ha pasado a ser un monopolio absoluto del Estado. Ello ha marcado profundamente las instituciones, la mente y la economía de los venezolanos. El segundo factor es la estrategia de desarrollo económico que adoptamos en los años sesenta. Esta estrategia, conocida como de "crecimiento hacia adentro" y "sustitución de importaciones", luego de estimular nuestro crecimiento económico por algún tiempo, terminó generando graves distorsiones en la economía y la sociedad venezolanas. La discusión de esta estrategia de los años sesenta es particularmente relevante hoy, dadas algunas tendencias y presiones para aplicarla de nuevo. El tercer factor es el notable deterioro de nuestra educación. Luego de un considerable desarrollo del sistema educativo durante las primeras décadas de la democracia, éste cayó en barrena, impidiéndonos mantener la formación de la gente, tan critica para el crecimiento y el desarrollo. En este Capítulo discutiremos los dos primeros factores, dejando el tercero para el Capítulo 4, dedicado especialmente al tema de la gente. I. NUESTRA RELACIÓN CON EL PETRÓLEO Venezuela fue hasta hace apenas setenta años un país muy pobre, analfabeta, plagado de enfermedades, poco poblado, eminentemente rural, dirigido por caudillos militares y nada relevante en la geografía mundial. ¡Entonces apareció el petróleo! Desde los años veinte, cuando este producto sobrepasó al resto de las exportaciones venezolanas (café, cacao, cueros, carne), hasta el día de hoy, el petróleo ha sido el gran factor organizador de toda nuestra vida económica, política y social. EI Estado moderno venezolano se formó sobre la base del petróleo y ello nos marcó de manera profunda. Mientras que otras sociedades han visto aparecer al Estado moderno como una institución que fija y hace cumplir reglas para crear riqueza, el nuestro nació para distribuir una renta que durante mucho tiempo no hizo sino crecer. El control de la renta petrolera por parte del Estado le permitió a éste darle un gran impulso inicial a nuestro crecimiento y desarrollo. Durante las primeras décadas de su aparición y hasta los años setenta aproximadamente, el petróleo sirvió de base para grandes transformaciones en el País. Crecimos de manera continua, nos urbanizamos aceleradamente, expandirnos la educación, mejoramos los índices de salvo en períodos muy cortos, retomar el camino del crecimiento. Para profundizar en este punto, se recomienda leer el Capítulo 10 de Schocks Externos y Ajuste Macroeconómico, de Ricardo Hausmann. 2 salud, desarrollamos una de las mejores infraestructuras de América Latina, comenzamos a establecer un parque industrial moderno, creamos y fortalecimos la democracia. Sin embargo, ese modelo de crecimiento basado en el monopolio absoluto del Estado sobre la industria y la renta petrolera contenía también las semillas de su fracaso. Se requería hacer ajustes que nunca hicimos y que todavía no hemos hecho. Se requería, a partir de un determinado momento, transformar la relación del venezolano con el petróleo para que aquél asumiera un papel mucho más activo, tomara el control de la industria y la desarrollara a plenitud. Se requería despetrolizar al Estado para que éste cumpliera con todas las tareas que un Estado moderno debe cumplir. No lo hicimos ni lo hemos hecho. No hemos logrado construir un Estado eficiente, ni industrializar el petr6leo, ni diversificar la economía. Es así como todavía en la actualidad. el petróleo y sus derivados representan alrededor de 80 por ciento de nuestras entradas en divisas (monedas extranjeras) y cerca de 50 por ciento de los ingresos del Gobierno. Igualmente, el petróleo genera directa e indirectamente alrededor de 40 por ciento de la actividad económica nacional. ¡Todo eso concentrado en un solo producto! Es tan preponderante el peso del petróleo en nuestra economía y en nuestra sociedad que algunos nos califican como un petro-Estado. Estamos atrás, pero no somos los únicos En el Capítulo 1 concluimos que el mundo nos ha dejado atrás. Sin embargo, como siempre ocurre, no somos los únicos. Nos hemos quedado atrás junto a otros países que también hasta la década de los sesenta y los setenta habían hecho progresos importantes. Se trata -y no es por casualidad- de otros petro-Estados: Irán, Argelia, Irak, Libia, Nigeria. Todos estos países, sin excepción, vieron sus indicadores económicos y sociales deteriorarse significativamente -unos más, otros menos- en las últimas dos décadas, y algunos de ellos han caldo incluso en profundas crisis políticas e institucionales. ¿Qué tenemos en común? A primera vista aparece el petróleo. Por encima de las enormes diferencias geográficas, culturales, políticas, religiosas y de otra índole que nos separan de esos países, ya éstos entre sí, todos ellos tienen algo en común con Venezuela: se trata de naciones en cuyas economías el petróleo tiene un peso aplastante. Pero más importante aún, son sociedades en las cuales la relación entre el Estado y el petróleo es básicamente la misma: el Estado moderno se ha formado a partir del petróleo; ha monopolizado el control de la industria y se ha convertido en el gran distribuidor de la renta que éste genera. En otras palabras, el Estado es una gran empresa de petróleo. ¿Es acaso el petróleo mismo la maldición? Muchos lo han creído así. Adam Smith. uno de los más grandes economistas que ha conocido la humanidad, se refirió a las rentas provenientes de los minerales como "el ingreso de los hombres que aman cosechar lo que no han sembrado"*2. También nuestro ya desaparecido compatriota Juan Pablo Pérez Alfonzo llamó al petróleo “el excremento del diablo”, advirtiéndonos muchas veces que nos hundiríamos en él. La mayoría de los venezolanos, por nuestra parte, nos debatimos a diario entre pensar que el producto es una bendición o considerarlo el mayor obstáculo para nuestro desarrollo. Por ello, frecuentemente tenemos sentimientos contradictorios en relación con el petróleo. 2 Adam Smith, citado por Terry Karl en “Paradoxes of Plenty”, Journal of International Affairs, Fall 1999, 53, N° 1. 3 Pero el petróleo en sí mismo no es el problema. Tenemos para demostrarlo el ejemplo de Noruega, un importante productor de petróleo que ha logrado altos niveles de desarrollo y prosperidad. ¿Cuál es la diferencia con Noruega? Allí el Estado se había constituido y desarrollado sólidamente antes del descubrimiento de los grandes pozos petroleros. Allí había ya una sociedad rica y próspera antes de la llegada del petróleo, una sociedad que tenía una cultura de la producción y de la generación de riqueza muy sólidamente implantada. 1 ¿Qué tienen en común las petro-naciones? Las petro-naciones presentan, en cambio, algunas características en común que pueden ayudar a explicar su incapacidad para desarrollarse. Entre estos rasgos comunes destacan: a) La pobreza de las instituciones*3 El rasgo más distintivo de las petro-naciones es, como ya dijimos, que el Estado moderno es producto del petróleo y mantiene el control absoluto de la actividad y de la renta petrolera. En una economía que produce básicamente petróleo, esta característica lo hace desproporcionadamente poderoso en relación con el resto de la sociedad. El Estado lo es todo. Petróleo, Estado, nación y sociedad son prácticamente lo mismo. Los individuos, las organizaciones y las instituciones que no son parte del Estado son extremadamente débiles, en algunos casos insignificantes. Su debilidad proviene del hecho de que dependen siempre y en última instancia del acceso a la renta petrolera que está en manos del Estado. Por ello no pueden ser nunca plenamente independientes o autónomas frente a el. A menudo estas instituciones son creaciones artificiales del mismo Estado que intenta -con la renta petrolera- crear una nación y una sociedad. Al estar todo el poder concentrado en el Estado, se hace muy difícil el surgimiento de otras instituciones que operen como mecanismos de balance o contrapeso. No hay forma de resolver conflictos sociales que no sea a través del Estado, y éste no sabe hacerlo de otra manera que no sea mediante el uso de la renta petrolera, o sea, repartiendo dinero. Por eso el Estado requiere montos crecientes de ingresos para operar y entonces, se vuelve adicto a la renta petrolera. Si la renta deja de fluir se endeuda, apostando a que en algún momento ésta retornará. El Estado no es nada sin ella (gráfico 29). Con todo el poder concentrado en sí mismo, el Estado actúa discrecional y arbitrariamente. No se desarrollan ni valoran reglas de juego, pues el Estado interviene y decide a discreción, es decir, sin criterios preestablecidos. La existencia y el bienestar el resto de los actores económicos y sociales, de las empresas y de los gremios, depende de la relación con el Estado, y por ello éstos deben ajustarse a los intereses y propósito de quienes lo controlan. La gente recibe favores y beneficios dependiendo de su afiliación o cercanía a los que dominan el Estado. Se conforma así una sociedad clientelar, en la cual la capacidad para prosperar depende de la cercanía al Estado. Paradójicamente, el gran desbalance entre el poder del Estado y el resto de las instituciones se convierte al final en una debilidad también para el Estado. Dado que éste lo es prácticamente todo, el objetivo de todos los grupos de interés pasa a ser El concepto de instituciones se explica más ampliamente en el Capítulo 6. El lector puede revisarlo antes de proceder con la lectura de este punto. 3 4 su captura. De esta manera, el Estado capturador de la renta petrolera resulta a su vez capturado por grupos de intereses privados. Todos los grupos de interés luchan por controlar el estado porque esa es la manera más eficaz de controlar la riqueza y la sociedad. El Estado convierte en un botín. El Estado es poderoso porque controla toda la economía y la socíedad, pero es al mismo tiempo débil porque dada su presencia sobreextendida resulta fácilmente penetrable por intereses privados de todo tipo. El control del Estado sobre toda la economía se convierte en una doble vía: el Estado invade el sector privado, pero éste a su vez invade el Estado. Cuando el Estado, por ejemplo, se convierte en empresario y se asocia a capitales privados para invertir en determinadas áreas (aluminio, petroquímica, etc.), se produce el doble movimiento. De un lado, el Estado interviene la economía, pero del otro, intereses privados (los socios privados del Estado) controlan la agenda pública. Por otra parte, el control directo de la renta petrolera permitió a los Estados de petro-naciones funcionar y desarrollarse durante mucho tiempo sin necesidad de !apelar a impuestos internos sobre sus ciudadanos. De esta manera, el esquema tradicional de la relación Estado-ciudadano se invierte. En vez de aparecer los ciudadanos financiando al Estado, aparece el Estado financiando a los ciudadanos. Este hecho ha contribuido a formar una cultura en la cual el Estado no rinde cuenta de sus actuaciones, ni el ciudadano siente el derecho o la necesidad de reclamarla. b) Capitalismo, pero de Estado Con el poder que le da el ingreso petrolero, el Estado se convierte en el gran empresario del país, dando lugar a un "capitalismo de Estado". Se trata de un sistema capitalista, pero donde el gran capitalista, el que hace las principales inversiones y decide dónde se colocan los recursos en la economía, es el Estado. Se desarrollan así numerosas empresas del Estado en cuyas decisiones predominan multiplicidad de objetivos pocas veces asociados a criterios técnicos y económicos. Por ello vemos cómo en los petro-Estados se han acometido grandes proyectos de inversión que han terminado en inmensos fracasos: un río artificial en Libia, una industria aeroespacial en Indonesia, un automóvil nacional de pasajeros en Irán, una gran empresa naviera en Venezuela*4. Como consecuencia de la intensa actividad empresarial del Estado se producen tres graves perversiones: El Estado se convierte en jugador y árbitro a la vez. Como decimos comúnmente, el Estado" paga y se da el vuelto". Compite con el sector privado y al mismo tiempo lo regula. También produce servicios para un público que, de no encontrarlos satisfactorios, no tendrá ante quien quejarse si no es ante el mismo Estado. El Estado empresario le impide al sector privado invertir en los sectores donde el País tiene mayores oportunidades de desarrollo. condenándolo de esa manera a actividades menos rentables. La marginalidad del sector privado se vuelve también un círculo vicioso dado que aquél sólo opera en negocios poco productivos no llega a desarrollarse, y como no se desarrolla no parece nunca preparado para asumir ningún 4 Terry Lynn Karl, Paradoxes of Plenty , University of California Press, 1977. 5 papel protagónico, siendo condenado a la marginalidad. Este sector privado débil tiene dificultades para internacionalizarse, para competir en los mercados mundiales, y requerirá en muchos casos continua protección y subsidios estatales. Finalmente, pero no menos importante, el petro-Estado. distraído por sus funciones como empresario, no asume las funciones verdaderamente criticas que sólo puede asumir el Estado. La calidad de sus políticas y el mantenimiento de su burocracia se vuelven cada vez más precarios, impactando negativamente a la sociedad. El Estado no regula actividades y servicios críticos como la educación y la salud. Esto afecta de manera particular a los más pobres. c) Excesiva vulnerabilidad y volatilidad de la economía Las petro-naciones dependen desproporcionadamente de los ingresos provenientes de un solo rubro, el petróleo. Por esta razón, sus economías son muy vulnerables a los movimientos de precios de este producto en los mercados internacionales, los cuales presentan continuamente acentuadas alzas y bajas. Esta volatilidad afecta toda la economía. Por ello, las petro-economías crecen mucho en un período e inmediatamente después entran en fuerte estancamiento. Esta volatilidad representa un obstáculo tanto para las empresas como para el Gobierno cuando intentan planificar sus gastos e inversiones (gráficos 30, 31, 32;33 y 34). 2. ¿Cuáles creencias desarrollamos los venezolanos por la presencia del petróleo ? Los impactos del petróleo no se reducen solamente a la forma como se organizan el Estado, la sociedad y la economía. Además, el petróleo ha tenido una profunda influencia en nuestra forma de pensar y actuar, dando lugar a creencias, actitudes y valores que determinan nuestro desempeño como sociedad. La relación del venezolano con el petróleo es muy distante, a pesar de todo lo que éste significa en su vida. Para empezar, dado que el petróleo es una actividad que genera poco empleo y su producción ha estado principalmente dirigida a los mercados externos, muy pocos venezolanos hemos tenido la oportunidad de tener algún contacto con el producto o la industria petrolera. Un caso muy distinto es, por ejemplo, el de la producción del banano en Centroamérica. Siendo el banano uno de los principales rubros de exportación de la zona, se trata de una actividad que no sólo utiliza mucha mano de obra, sino que además todo el mundo la conoce muy bien porque ha sembrado o ha visto una planta de bananos alguna vez en su vida. En cambio, la inmensa mayoría de los venezolanos estamos muy lejos del petróleo y en consecuencia, conocemos muy poco de él. Para el venezolano común el petróleo es un gran misterio. Adicionalmente, hay otro hecho decisivo que contribuye a oscurecer aún más nuestra relación con el petróleo. Se trata de la presencia de un intermediario -el Estado- que gasta o invierte la renta en nuestro nombre. Ese intermediario no es un ente financiero o administrativo cualquiera al que le podemos dar instrucciones de qué hacer con nuestra renta. Más bien, se trata de un ente que está por encima de nosotros y que es de naturaleza eminentemente política. Ello quiere decir que la administración de esa riqueza que todos percibimos como nuestra y ya ganada, está sometida a las visiones, ideologías e intereses de quienes dominan el Estado Esa enorme distancia que hay entre el venezolano y el petróleo ha facilitado la generación de muchas de las creencias que hoy nos impiden progresar, y entre las cuales destacamos las siguientes:. 6 a) Somos un País muy rico La mayoría de los venezolanos estamos convencidos de que Venezuela es un extraordinariamente rico. Esa es una creencia que se fue apoderando de nosotros progresivamente desde la aparición del petróleo en la década de los veinte. Aún más, esta idea se ha reforzado con las significativas alzas de precio que el producto ha experimentado en diferentes momentos de nuestra historia reciente. La verdad es que no somos un país rico. Estamos muy lejos de serlo. Venezuela usualmente clasificada por los organismos internacionales como un país de ingresos medios, ocupando para el año 1998 el lugar 88 en una lista de 206 países, con fundamento en el producto nacional por persona* 5. Para ese año nuestro producto por persona, equivalente a US$5.706, estaba por debajo del promedio latinoamericano (US$6.340) y mundial (US$6.300). Esto quiere decir que no estamos entre los diez, ni los veinte, los treinta o los cuarenta países más ricos del planeta. Ni siquiera estamos entre los ochenta países más ricos del mundo. Nosotros formamos parte de los llamados países en desarrollo que por definición no son ricos. Una cosa es que tengamos mucho con qué poder llegar a ser ricos y otra cosa distinta es que seamos verdaderamente ricos. Una cosa es que el territorio sea en recursos naturales y otra muy distinta es que el país o la sociedad sean ricos. Hay países que no tienen abundantes recursos naturales y sin embargo son muy ricos, como Japón. Mientras que muchos otros, como Nigeria o Zimbabwe, son poseedores de abundantes recursos naturales y aún así son muy pobres. De hecho, una gran cantidad de países pobres poseen abundantes recursos naturales*6. b) La riqueza no la genera la gente, la genera la naturaleza Como extensión de nuestra primera creencia, tendemos a pensar que el ser ricos no depende de la capacitación o el esfuerzo de los individuos, de la calidad de la gente, sino más bien de un acto de suerte o de bondad de la naturaleza. Creemos que somos ricos porque tuvimos la suerte de contar con esta naturaleza que Dios nos dio, dotada de abundantes recursos. Si a nuestra manera de ver el mundo, la calidad de la gente no cuenta como un factor crítico para generar riqueza, entonces la educación no puede ser percibida tampoco como un factor fundamental para el progreso. Así pues, la educación la entendemos más como parte de una costumbre social que como una manera de hacernos más productivos y eficientes. Bajo esta concepción, la educación la clasificamos como un gasto y no como una inversión, tal como se expresa en nuestra contabilidad nacional actualmente. c) No debe haber individuos más ricos que otros: o todos somos ricos, o todos somos pobres El que la propiedad de nuestra principal fuente de ingresos, el petróleo, sea de carácter público crea las bases para otra creencia: la riqueza sólo puede ser colectiva. No puede haber riqueza individual. O la riqueza es de todos, o no es de nadie. La percepción de la riqueza como algo colectivo nos conduce a pensar que Esta es la clasificación que publica anualmente el Banco Mundial en sus indicadores de desarrollo mundial. Los lugares aquí mencionados corresponden al Informe del año 2000. 5 Algunos han llegado incluso a creer que si para algo sirve la abundancia de recursos naturales, es para generar pobreza. Dijo Eduardo Galeano: “La pobreza de la América Latina se debe a la gran riqueza de sus recursos naturales”. 6 7 ningún individuo debe tener más que otro, porque los esfuerzos o méritos de los individuos no cuentan. La riqueza se percibe como una herencia que nos pertenece a todos, y por lo tanto, nadie puede tener derecho a una mayor cantidad de ella, sin importar cuáles sean sus méritos individuales. Sentimos que si algún individuo gana más es porque alguna otra persona recibe menos, o que si alguien se enriquece debe ser porque otro se empobrece. En otras palabras, nos resulta difícil concebir situaciones en las cuales todo el mundo aumente su riqueza y su bienestar al mismo tiempo. Nos resulta difícil imaginar situaciones en las cuales todo el mundo salga ganando. Esta creencia genera serias consecuencias. En primer lugar, nos es más difícil aceptar o colaborar con el crecimiento o la prosperidad de otros porque pensamos que eso va en nuestro propio perjuicio. Si concebimos la riqueza como una gran torta, es obvio que si ayudamos a alguien a picar un pedazo más grande será en contra de nuestra propia ración. En resumen, nuestra disposición a la cooperación se reduce. En segundo lugar, promovemos, consciente o inconscientemente , una censura a los que más progresan en la sociedad. Censuramos el éxito económico. d) Lo que es de todos, es de nadie Siendo la riqueza petrolera de todos, tendemos a actuar frente a ella de la misma manera que tendemos a hacerlo frente a los bienes públicos: tomar lo máximo que sea posible, sin dar nada a cambio*7. Se forma así una sociedad extractiva y depredadora, de cazadores de renta, en la cada uno busca la mejor manera de apoderarse de la mayor parte posible de esa riqueza real o imaginaria. En esta situación, el papel de las organizaciones gremiales y sindicales se exacerba. El objetivo más importante de su existencia se convierte en obtener la tajada más grande del botín petrolero. El principal incentivo para organizarse pasa a ser la captura de una mayor parte de la renta. e) El Estado es la solución a todos los problemas Dado que la propiedad del petróleo la detenta y administra el Estado, tendemos a desarrollar una visión también perniciosa en relación con su papel en la sociedad y en la economía: nos hemos acostumbrado a ver al Estado básicamente como un repartidor y como la posible solución a todos nuestros problemas. Le asignamos al Estado la responsabilidad casi absoluta por todo lo que nos pasa como individuos y como colectividad, dejando en un muy lejano lugar el papel que nos corresponde directamente a cada uno de nosotros en la construcción de nuestro propio futuro. Renunciamos a nuestra propia responsabilidad sobre nuestro futuro. Se vuelve propia en nosotros la visión del Estado como un ente todopoderoso, inmensamente rico, frente al que nada podemos o del que todo debemos esperar. Pensamos en el Estado como el responsable de darnos todo: salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad. En la literatura económica esa conducta se conoce como la del “free rider”, o sea, la conducta de aquel que desea disfrutar de un bien sin pagar nada a cambio. Como los bienes públicos (alumbrado público, seguridad) no se les puede cobrar individualmente a las personas según los consuman, éstos se prestan para este tipo de conducta. 7 8 f) Si eliminamos la corrupción, se resuelven todos nuestros problemas Si creemos en la existencia de una inmensa riqueza perteneciente a todos por igual, es muy fácil concluir que, si no estamos bien, es por que otro se está robando nuestra parte. Por esta razón, la corrupción se convierte prácticamente, para la mayoría de nosotros, en el único problema a solucionar. Una creencia ampliamente compartida en la sociedad venezolana es que basta con eliminar la corrupción para que cada uno de nosotros reciba lo suyo y todos vivamos muy bien. Esto se demuestra cuando vemos que, de acuerdo con una encuesta reciente, el 80 por ciento de la población mayor de 18 años cree que el problema de la pobreza en Venezuela se debe a, la corrupción*8. Por supuesto, la idea de que la corrupción es el principal problema del País tiene bases numerosos hechos reales de corrupción que todos los venezolanos hemos vivido o conocido. Por lo tanto, la idea de la corrupción no es una creencia fantasiosa que se ha apoderado de la mente de la población. Pero de allí a pensar que si se eliminase totalmente la corrupción desaparecería la pobreza, hay una enorme distancia. g) No se necesita gente capaz, sino simplemente gente que equitativamente lo que existe, que es suficiente y nos corresponde a todos reparta Bajo la ilusión de una enorme riqueza, pensamos que lo que necesitamos no es tanto contar con gente capaz de ejecutar políticas para crear más riqueza y prosperidad. La prioridad es más bien contar con gente honesta que distribuya lo que es suficiente y nos corresponde a todos. Como no podemos contar con garantías absolutas sobre la honestidad de la gente encargada de repartir la riqueza desde los cargos públicos, el estar cerca de ellos se nos convierte entonces en algo muy deseable. La proximidad a los repartidores de la renta es un importante objetivo a alcanzar. h) Los contactos son más importantes que los méritos Tendemos a pensar que no es educación, calificaciones o méritos lo que se requiere para ascender y mejorar la situación económica individual o familiar. La riqueza está allí y lo que se necesita es estar lo suficientemente próximo a ella ("yo no pido que me den, sino que me pongan donde haiga"). Por eso es mas importante el contacto adecuado con quienes están en los cargos desde donde se distribuye la riqueza, que los méritos propios. El "contacto" se vuelve crítico para aumentar nuestras posibilidades de éxito económico. Sobre el particular resulta interesante notar que 60 por ciento de los venezolanos creemos que la riqueza es producto " de la corrupción, el robo o los contactos con el Gobierno"*9. II. LA ESTRATEGIA DE DESARROLLO ECONÓMICO El segundo factor al que le atribuimos considerable peso en la declinación que ha sufrido nuestro País en las últimas décadas es la estrategia de desarrollo económico que pusimos en marcha desde finales de los años cincuenta, la cual se conoce Encuesta sobre los determinantes culturales de la pobreza. IIES-UCAB 1997-98, citado en “Pobreza, un mal posible de superar”, Universidad Católica Andrés Bello, vol. 1, 1998. 8 Encuesta sobre los determinantes culturales de la pobreza. IIES-UCAB 1997-98, citado en “Pobreza, un mal posible de superar”, Universidad Católica Andrés Bello, vol. 1, 1998. 9 9 popularmente como “crecimiento hacia adentro” y “sustitución de importaciones”. Aun cuando se ha escrito y discutido mucho sobre ella, conviene refrescarla pues las presiones para reimplantarla no cesan. La estrategia de sustitución de importaciones buscaba reemplazar progresivamente la importación de bienes traídos del exterior por bienes hechos en el País. Su lógica parecía impecable: si producimos en el País lo que hasta ahora venimos importando, crearemos nuevos empleos para compatriotas venezolanos, quienes entonces ganarán dinero que a su vez gastarán en productos que serán producidos por nuevas empresas, las que a su vez darán más empleo a más venezolanos que a su vez ganarán más dinero. ..constituyéndose así un típico circulo virtuoso. Esta estrategia, que estuvo en boga en toda América Latina durante la década de los cincuenta y los sesenta, contemplaba dos etapas. En la primera etapa traeríamos del exterior las máquinas con las cuales produciríamos en el País los artículos de consumo final: ropa, electrodomésticos y muchos otros más. En la segunda etapa, construiríamos aquí en el País las máquinas para producir esos productos. De esta manera lograríamos industrializarnos. Para lograr que la producción de los bienes que antes se importaban se realizara en el País, era necesario bloquear las importaciones de los productos importados. De esa manera se les garantizaba a los productores locales un mercado seguro, al menos mientras se desarrollaban las industrias nacionales. Se les aseguraban los mercados internos. Adicionalmente, para evitar exceso de productores locales, se utilizaba el principio del "mercado abastecido", de acuerdo con el cual si un determinado inversionista quería comenzar la producción de algún bien en el País, correspondía al Ministerio de Fomento darle la autorización para hacerlo, teniendo muy en cuenta que no hubiese competencia para el mismo producto en mercados nacionales. De esta manera se protegía también a los productores ya establecidos de la competencia local. 1. ¿Qué resultó de la estrategia? Mientras la renta petrolera creció, los mercados internos pudieron expandirse a través del dinamismo que generaba el gasto público. Con mercados internos creciendo, la estrategia de sustitución de importaciones aparecía como exitosa. Pero, la protección que los empresarios locales recibieron del Estado para colocar sus productos en los mercados domésticos se convirtió en una protección indefinida, que los resguardaba tanto de la competencia internacional como de aquella que pudieran hacerle otros inversionistas locales. Estos productores locales se desarrollaron, por lo tanto, como monopolios u oligopolios que no tenían ninguna presión para ser eficientes. En la medida en que envejecieron y se hicieron más ineficientes aún, fueron necesitando más protección y apoyo estatal para mantenerse.*10 En este sentido, actuamos de manera diferente a como lo hicieron algunos otros países en desarrollo -como los del sudeste asiático- que, si bien utilizaron la estrategia de sustitución de importaciones durante algún tiempo, establecieron esquemas de reducción gradual de la protección y en general, mantuvieron la competencia interna Algunos países del sureste asiático emplearon modalidades de sustitución de importaciones con resultados distintos a los obtenidos en América Latina. Dos características diferenciadoras de lo que esos países hicieron son el carácter limitado de las protecciones provistas a las industrias nacionales y la promoción de la competencia interna. 10 10 como una especie de entrenamiento para lo que sería posteriormente la competencia internacional*11. En nuestro caso, dado que el Estado le ofrecía un mercado cautivo a todo el que se dedicase la sustituir importaciones sin competencia de ningún tipo, aparecieron numerosos empresarios industriales y agrícolas que optaron por producir bienes para los cuales ni el País ni ellos tenían !ningún tipo de ventaja. De esa manera terminamos produciendo bienes a costos mucho mayores y de menor calidad que la competencia internacional, pero que podían sobrevivir en los mercados nacionales gracias a la protección estatal. Eso, por supuesto, lo hacíamos a costa del consumidor (quien debía adquirir productos más caros y de menor calidad) y del presupuesto público (que tenía que otorgar todo tipo .de subsidios). La estrategia impedía que el País se convirtiera en algún momento en exportador de algo distinto al petróleo. El ingreso petrolero lo utilizábamos para dar más subsidios y ¡protección a una industria ya una agricultura que no eran viables en el largo plazo, que no podían sostenerse por sí mismas. De esta manera, la alta dependencia de los hidrocarburos que ya mencionamos en la sección anterior, se reforzaba. En la medida en que el resto del mundo se hacía más eficiente y competitivo, y que se abrían e integraban más los mercados, en esa misma medida nuestro aislamiento iba resultando mayor. Estábamos condenados a permanecer volcados hacia los mercados internos y depender crecientemente del apoyo estatal. Pero, los mercados internos son muy reducidos y los recursos del Estado tienen un límite. Llegó un momento en que el crecimiento bajo esa estrategia ya no era posible. En 1989 comenzó en el País un programa de reformas estructurales que incluyó el abandono progresivo de la protección indiscriminada como estrategia de desarrollo. Se buscaba abrir progresivamente la economía para permitir el desarrollo de industrias eficientes que pudiesen competir en los mercados nacionales e internacionales. De esta manera, podía haber sustitución de importaciones, pero no basada en subsidios y protección estatal indefinida sino en especialización y productividad. Lamentablemente, eventos e intereses políticos frenaron esas reformas al punto que hoy existen presiones para volver a ella. Este hecho hace mucho más relevante su conocimiento y discusión. 2. La reedición de la estrategia o lo que no aprendimos de la historia Los peligros de una vuelta a la estrategia de sustitución de importaciones están planteados. Desde diversos sectores de la producción se levantan voces que reclaman protección. Aprovechan cualquier cambio que se produzca en el cuadro político o económico para intentarlo. Ello es normal que ocurra así. Todos queremos obtener siempre la mayor protección que sea posible y si ella está disponible la tomamos. El problema es que ello perjudica al final al la sociedad en su conjunto. Por eso, corresponde al Estado promover e imponer la mayor competencia que sea posible en toda la actividad económica. Las excusas que se utilizan para reclamar protección son miles. Así, por ejemplo, aquellos que producen alimentos para los cuales nuestra naturaleza tiene poca La literatura económica reconoce que existen casos en los cuales algunas industrias requieren de protección. Es el caso de las llamadas industrias nacientes o en estado de infancia. Se les protege temporalmente mientras alcanzan la madurez necesaria para poder competir. Sin embargo, la forma y el período de protección deben ser definidos en términos tales que ellas no se conviertan en una carga para la sociedad. 11 11 vocación y que, por tanto, resultan de poca calidad o muy costosos, argumentan que se les debe proteger en razón de una , estrategia de " seguridad alimentaría " .Con ello quieren decir que el País debe tratar de producir! dentro de sus fronteras el mayor número de los productos que consume, seamos buenos o no para producirlos. Al final, lo que eso significa es que el pueblo venezolano tiene que pagar más caro por sus alimentos. Mientras tanto, nuestro verdadero potencial agrícola no se desarrolla plenamente, pues los inversionistas agrícolas preferirán siempre optar por los productos que es protegidos y no por aquellos que, aunque tengan más potencial de desarrollo y exportación, impliquen mayores riesgos. En el área industrial existe también el peligro de que se quiera seleccionar algunos sectores para otorgarles protección estatal y beneficios especiales para su desarrollo. Esto significa que el Estado decide a priori cuáles industrias tienen potencial y cuáles no, en vez de concentrarse en crear condiciones generales que permitan desarrollarse a todos los sectores que verdaderamente tengan posibilidades de hacerlo. Resulta paradójico que el Estado por un lado deteriore las condiciones generales en las que se desenvuelve toda la actividad económica y por el otro, intente escoger algunos sectores para darle protección especial. Mientras asfixia toda la actividad económica trata, por otra parte, de darle respiración artificial a algunos sectores seleccionados. 12