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III.- FACTORES DE PATOGENICIDAD MICROBIANA Patogenicidad es un término general que se utiliza para describir las infecciones microbianas. Las propiedades que contribuyen a que un patógeno infecte y dañe los tejidos del huésped se llaman factores de virulencia. La virulencia (invasión y toxicidad microbiana) puede deberse a uno o a múltiples factores. En algunos microorganismos las causas de la virulencia están claramente establecidas mientras que en otros no lo están tanto. A continuación vamos a describir los factores de patogenicidad y virulencia. Mecanismos de patogenicidad Partiendo de los conocimientos básicos sobre cómo causan los microorganismos las enfermedades, revisaremos algunas de las propiedades específicas de los microorganismos que contribuyen a su patogenicidad, la capacidad de causar enfermedad en el huésped y virulencia, el grado de patogenicidad. Hay que tener en cuenta que muchas de las propiedades responsables de la patogenicidad y virulencia de los microorganismos no están claras o son desconocidas. Sabemos, sin embargo, que si la capacidad de ataque del microbio supera las defensas del huésped se produce enfermedad. Entrada del microorganismo en el huésped La mayoría de los patógenos tienen que acceder al huésped, adherirse a sus tejidos, vencer sus defensas y dañar sus tejidos para producir enfermedad. Algunos microbios, como los responsables de las caries dental y del acné, pueden causar enfermedades sin penetrar en el cuerpo. Los patógenos que logran entrar en el cuerpo humano o de otros huéspedes lo hacen a través de diversas rutas que llamamos vías de entrada. Mucosas Muchas bacterias y virus pueden penetrar en el cuerpo atravesando las mucosas que revisten el tracto respiratorio, gastrointestinal y genitourinario, o la conjuntiva, la delicada mucosa que cubre el globo ocular y reviste los párpados. La mayoría de los patógenos entran a través de las mucosas de los tractos gastrointestinal o respiratorio. El tracto respiratorio ofrece la vía de más fácil acceso y más frecuentemente utilizada por los microorganismos. Los microbios se inbalan por la boca y nariz en las partículas de polvo o en las gotas de humedad. Algunas enfermedades. que se contraen por el tracto respiratorio son el resfriado común, las neumonías, la tuberculosis, la gripe, la viruela y el sarampión. Los microorganismos presentes en los alimentos y el agua pueden acceder al tracto gastrointestinal. Llevarse los dedos contaminados a la boca es otra forma de facilitar su entrada. La mayoría de los microbios que entran por estas vías son destruidos por el ácido clorhídrico y las enzimas del estómago, o por la bilis y las enzimas del intestino delgado. Aquellos que sobreviven pueden provocar enfermedades como poliomielitis, hepatitis A, fiebre tifoidea, disentería amebiana, disentería bacilar (shigelosis) y cólera. Estos patógenos se eliminan por las heces y pueden ser transmitidos a otros huéspedes a través del agua, los alimentos o los dedos contaminados. Un patógeno importante capaz de penetrar a través de la mucosa del tracto genitourinario es Treponema pallidum, el agente causal de la sífilis. Piel Aunque la mayoría de los microorganismos no pueden atravesar la piel intacta esta barrera es a veces vulnerable. Algunos microbios logran el acceso al organismo a través de aberturas de la piel, tales como los folículos pilosos y los conductos sudoríparos. Está demostrado que el anquilostoma Necator americanus realmente consigue taladrar la piel intacta y algunos hongos son capaces de crecer sobre la queratina de la piel o incluso infectar la piel misma. Vía parenteral Otros microorganismos consiguen acceder al cuerpo cuando son depositados directamente en los tejidos, bajo la piel o las mucosas al perforarse o lesionarse estas barreras. Esta ruta se conoce como vía parenteral. Los pinchazos, inyecciones, mordeduras, cortes, heridas, cirugía y grietas resultantes de inflamación o desecación, pueden establecer una vía de acceso parenteral. Vía preferente de entrada Incluso después de que los microorganismos han penetrado en el organismo no necesariamente causan enfermedad. Esto depende de varios factores, uno de los cuales es la vía de entrada. Muchos patógenos tienen una vía de entrada preferencial cuyo uso es un prerrequisito para que sean capaces de causar enfermedad. Si acceden al cuerpo por otra vía la enfermedad puede no producirse. Por ejemplo, la bacteria causante de la fiebre tifoidea, Salmonella typhi, produce todos los signos y síntomas de la enfermedad al ser ingerida (ruta preferente). Pero si las mismas bacterias son inoculadas en la piel no ocurre ninguna reacción, o tan sólo una ligera inflamación. Los estreptococos que son inhalados (ruta preferente) pueden provocar neumonía, pero los que son ingeridos generalmente no producen síntomas. Algunos patógenos, como la bacteria causante de la peste, pueden iniciar la enfermedad desde más de una ruta de entrada. Las vías de entrada de algunos patógenos comunes se encuentran en la tabla 14-1. Dosis infecciosa Si sólo unos pocos microbios penetran en el organismo es probable que sean fácilmente controlados por las defensas del huésped. En cambio si un gran número de microbios consigue entrar es entonces probable que se desarrolle la enfermedad. Así la probabilidad de sufrir una enfermedad aumenta con el número de patógenos. La virulencia de un microbio, o la potencia de sus toxinas, se expresa a menudo como LD50 (dosis lelal), el número de microbios que producen la muerte al 50 % de los animales de experimentación inoculados en condiciones normalizadas. La dosis necesaria para producir una infección demostrable en el 50 % de los animales se llama ID50 (dosis infecciosa). Adherencia Casi todos los patógenos poseen determinados mecanismos que facilitan su unión a los tejidos del huésped. Para la mayor parte de los patógenos la adherencia es un paso previo necesario para la patogenicidad (desde luego los microorganismos no patógenos también tienen estructuras para su adhesión). La adhesión entre el patógeno y el huésped tiene lugar por medio de moléculas de superficie del patógeno, llamadas adhesinas, que se unen a receptores superficiales complementarios que existen en las células del huésped (figura 14-1). La presencia o ausencia de receptores celulares complementarios en los diversos tejidos del huésped determina qué tejidos son colonizados. Las adhesinas pueden estar situadas en el glucocálix microbiano o en otras estructuras superficiales, como las fimbrias (ver capítulo 4). La mayor parte de las adhesinas estudiadas hasta el momento son glucoproteinas o lipoproteinas, mientras que los receptores de las células del huésped son generalmente azúcares, como la manosa. Las adhesinas de diferentes cepas de la misma especie del patógeno pueden variar en su estructura. Diferentes tipos de células del mismo huésped pueden tener distintos receptores con estructuras diferentes. Si se logran alterar las adhesinas, los receptores o ambos, para bloquear la adhesión, se podría prevenir o controlar la infección. Los siguientes ejemplos ilustran la diversidad de adhesinas existentes. Streptococeus mutans, una bacteria que juega un papel fundamental en el desarrollo de la caries dental, se adhiere a la superficie de los dientes por medio de su glucocálix. Una enzima (dextruno sucarasa) producida por S. mutans transforma la glucosa en un polisacárido pegajoso llamado dextrano, que forma el glucocálix y facilita la adhesión del microorganismo a los dientes. Las cepas enteropatógenas de E. coli (que producen enfermedades gastrointestinales) tienen adhesinas en sus fimbrias, que se adhieren solamente a células específicas de determinadas regiones del intestino delgado. Neisseria gonorrhoeae, el agente causal de la gonorrea, posee también fimbrias con adhesinas, que en este caso le permiten la unión a células del tracto genitourinario, ojo y laringe. Staphylococcus aureus, que puede producir infecciones cutáneas, se adhiere a la piel por un mecanismo que recuerda al que emplean los virus (véase el capítulo 12). Cómo vencen los patógenos a las defensas del huésped Aunque algunos patógenos pueden dañar la superficie de los tejidos, la mayoría de ellos deben penetrar en los tejidos para causar enfermedad. Consideraremos a continuación varios factores que contribuyen a la capacidad de los microorganismos para invadir al huésped. Cápsulas Como se señaló en el capítulo 4, algunas bacterias poseen un glucocálix que forma una cápsula alrededor de su pared celular (figura 14-2); esta propiedad incrementa la virulencia de esas especies. Las cápsulas facilitan la resistencia a las defensas del huésped al impedir la fagocitosis, un proceso por el que ciertas células del cuerpo engloban y destruyen microbios (que se tratará en el capítulo 15). La composición química de la cápsula dificulta que la célula fagocitaria se adhiera a la bacteria. Sin embargo, el cuerpo humano es capaz de producir anticuerpos contra la cápsula y cuando éstos se unen a ella las bacterias capsuladas son fácilmente destruidas por fagocitosis. Una bacteria que debe su virulencia a la presencia de una cápsula de polisacárido es Streptococcus pneumouiae, el agente causal de la neumonía lobar (ver figura 4-5). Algunas cepas de este microorganismo poseen cápsula y otras no. Las cepas capsuladas son virulentas mientras que las que no la poseen son avirulentas porque son susceptibles a la fagocitosis. Otras bacterias que producen una cápsula implicada en su virulencia son Klebsiella pnemoniae, uno de los agentes causales de la neumonía bacteriana; Haemophilus infiuenzae, causante de neumonía y meningitis en niños; Bacillus anthracis, que produce el carbunco, y Yersiuia pestis, el agente etiológico de la peste bubónica. Hay que recalcar, sin embargo, que las cápsulas no son el único atributo de virulencia. Muchas bacterias no patógenas producen cápsula y la virulencia de algunos patógenos no está relacionada con la presencia de cápsula. Componentes de la pared celular La pared celular de ciertas bacterias contienen sustancias químicas que contribuyen a su virulencia. Por ejemplo, Streptococcus pyogenes contiene una proteína resistente al calor y a ácidos, llamada proteína M. Esta proteína se encuentra tanto sobre las fimbrias como en la superficie celular y facilita la adhesión de S. pyogenes a las células epiteliares del huésped y le ayuda a resistir la fagocitosis por los leucocitos. La proteína M, por tanto, incrementa la virulencia del microorganismo. La inmunidad frente a S. pyogenes depende de la producción por parte del huésped de anticuerpos específicos para la proteína M. Las ceras que forman parte de la pared celular de Mycobacterium tuberculosis también aumentan su virulencia al conferirle resistencia a la fagocitosis. De hecho M. tuberculosis puede incluso multiplicarse en el interior de los fagocitos. TABLA 14-1. Agentes etiológicos de algunas enfermedades comunes, según su via de entrada. Via de entrada Tracto respiratorio Agente etiológico Corynebactenum diphtheriae Neisseria ineningitidis Streptococcus pneumoniae Mycobacterium tuberculosis ** Bordetella pertussis Mixovirus Paramixovirus Togavirus Virus de Epstein-Barr (herpesvirus) Virus Varicela-Zóster (herpesvirus) Enfermedad Difteria Meningitis meningocócica Neumonía neumocócica Tuberculosis Tosferina Gripe Sarampión Rubéola Mononucleosis infecciosa Varicela Periodo de incubación 2-5 días 1-7 días Variable Variable 12-20 días 18-36 horas 11-14 días 2-3 semanas 2-6 semanas 14-16 días Tracto gastrointestinal Tracto genitourinarió Piel o ruta parenteral Poxvirus Coccidioides immitis (hongo) Histoplasma capsulatum (hongo) Shigella spp. Viruela Coccidioidomicosis Histoplasmosis Disentería bacilar (shigelosis) Brucella melitensis Brucelosis (fiebre ondulante) Vibrio cholerae Cólera Salmonella enteritidis Salmonella Salmonelosis typhimurium, Salmonella cholerasuis Salmonella paratyphi Fiebre paratifoidea Salmonella typhi Fiebre tifoidea Virus hepatitis A (picornavirus) Hepatitis A Paramixovirus Parotiditis Poliovirus Poliomielitis Trichinella spiralis (helminto) Triquinosis Neisseria gonorrhoeae Gonorrea Treponema pallidum Sífilis Clostrídium perfringens Gangrena gaseosa Clostridium tetani Tétanos Leptospira interrogans Leptospirosis Yersinia pestis Peste Rickettsia rickettsii Fiebre exantemática de las Montañas Rocosas Virus hepatitis B** Hepatitis B Rabdovirus Rabia Togavirus Fiebre amarilla Plasmodium spp. (protozoos) Malaria * Todos los agentes causales son bacterias a menos que se indique otra cosa. 12 días 1-3 semanas 5-18 días 1-2 días 6-14 días 1-3 días 7-22 horas 7-24 días 5-14 días 15-50 días 2-3 semanas 4-7 días 2-28 días 3-8 días 9-90 días 1-5 días 3-21 días 2-20 días 2-6 días 3-12 días 6 semanas- 6 meses 10 días-l año 3-6 días 2 semanas En el caso de los virus se indica solamente el grupo, salvo cuando el virus tiene un nombre distinto del de la enfermedad. ** Estos patógenos pueden producir también enfermedad cuando entran a través del tracto gastrointestinal. Enzimas La virulencia de algunas bacterias parece verse incrementada por la producción de enzimas extracelulares (exoenzimas) y otras sustancias relacionadas. Estos productos tienen, entre otras propiedades, la capacidad de destruir células, disolver materiales intercelulares y provocar la formación o disolución de coágulos sanguíneos. Sin embargo, la importancia de la mayoría de estas enzimas en la virulencia bacteriana todavía no ha sido probada de forma concluyente. Otras sustancias producidas por algunas bacterias, las leucocidinas, tienen la capacidad de destruir neutrófilos, un tipo de glóbulos blancos (leucocitos) que son muy activos en la fagocitosis. Las leucocidinas actúan también contra los macrófagos, células fagocitarias presentes en los tejidos. Entre las bacterias que secretan leucocidinas se encuentran los estafilococos y los estreptococos. Las leucocidinas producidas por estreptococos producen degradación de los lisosomas de los leucocitos y, por tanto, causan la muerte de los glóbulos blancos (véase el recuadro del capítulo 15). Las enzimas hidrolíticas liberadas de los lisosomas lencocitarios pueden dañar otras estructuras celulares y así aumentar las lesiones producidas por los estreptococos. Esta destrucción de los glóbulos blancos de la sangre disminuye la capacidad de resistencia del huésped. Las hemolisimas son otro gupo de enzimas producidas por bacterias que podrían contribuir a su virulencia. Las hemolisinas provocan la lisis de los glóbulos rojos. Las bacterias producen diversas hemolisinas que se diferencian por la clase de glóbulos rojos que lisan (humanos, de cordero, de conejo, etc.) y el tipo de lisis que provocan. Importantes productores de hemolisinas son los estafilococos, estreptococos y Clostridium perfringens, el agente etiológico más común de la gangrena gaseosa. Las coagulasas son enzimas bacterianas que coagulan el fibrinógeno de la sangre. El fibrinógeno, un aproteína plasmática producida por el hígado, es convertida por la coagulasa en fibrina, las fibras que forman el entramado del coágulo sanguíneo. El coágulo de fibrina provocado por la coagulasa puede proteger a las bacterias de las fagocitosis y aislarlas de otras defensas del huésped. La coagulasa es producida por algunos miembros del género Siaphylococcus y podría estar involucrada en los procesos de enquistamiento de los torúnculos producidos por estafilococos. Sin embargo, algunos estafilococos no productores de coagulasa son virulentos. La cápsula y no la coagulasa, puede ser el factor más importante en la virulencia de estas bacterias. Las quinasas bacterianas son otro grupo de enzimas que pueden contribuir a la virulencia. Rompiendo la fibrina disuelven los coágulos formados por el Organismo para aislar la infección. Una de las quinasas mejor conocida es la estreptoquinasa (fibrinolisina), producida por estreptococos, como Streptococcuspyogenes. Otra es la estafiloquinasa producida por estafilococos, como Staphylococcus aureus. La estreptoquinasa se ha usado con éxito para disolver algunos tipos de coágulos sanguíneos, inyectándola directamente en sangre en casos de ataques cardíacos debidos a la obstrucción de arterias coronarias. La hialuronidasa es aún otra enzima segregada por ciertas bacterias, como los estreptococos y posiblemente relacionada con la virulencia microbiana. Disuelve el ácido hialurónico, un polisacárido que mantiene unidas ciertas células del organismo, en particular las del tejido conectivo. Se cree que esta acción disolvente está implicada en el ennegrecimiento de las heridas infectadas y ayuda a la diseminación del microorganismo desde el punto de infección. La hialuronidasa es producida también por algunos clostridios que causan gangrena gaseosa. Para uso terapéutico esta enzima puede mezclarse con fármacos para facilitar su diseminación a través de los tejidos. La colagenasa, producida por varias especies de Clostridium, también facilita la extensión de la gangrena gaseosa rompiendo el colágeno, proteína que forma el tejido conectivo de los músculos y otros tejidos y órganos. Otras sustancias bacterianas que se cree contribuyen a la virulencia son los factores necrotizantes, que causan la muerte de las células del cuerpo; los factores hipotermizantes, que disminuyen la temperatura corporal; la DNasa y estreplodornasa, que mejoran la movilidad bacteriana al reducir la viscosidad del pus; la lecitinasa, que destruye las membranas citoplasmáticas, especialmente la de los glóbulos rojos, y las proteasas, que degradan proteínas, especialmente del tejido muscular. Lesiones producidas en las células del huésped Cuando un microorgantsmo invade un tejido se enfrenta en primer lugar con los fagocitos del huésped. Si éstos tienen éxito en la destrucción del invasor no se producirán más lesiones en el organismo. Pero si el patógeno vence las defensas puede entonces dañar las células del huésped básicamente de tres formas: (1) causando una lesión directa en la zona cercana al lugar de invasión; (2) produciendo toxinas que son transportadas por sangre y linfa y producen daños en lugares situados lejos de la zona de invasión inicial, y (3) induciendo reacciones de hipersensibilidad. Este tipo de reacciones se detallan en el capítulo 18; de momento consideraremos sólo los dos primeros mecanismos. Lesiones directas Una vez que un patógeno se ha unido a las células del huésped puede pasar a través de ellas para invadir otros tejidos. Durante esta invasión los patógenos se multiplican y matan a las células del huésped. Algunas bacterias, como E. colí, Shigella, Salmonella y Neisseria gonorrhoeae, pueden inducir a células epiteliales del huésped para que las engloben en un proceso parecido a la fagocitosis. Estos patógenos también pueden volver a salir de las células por un proceso de fagocitosis inversa para penetrar en otras. Algunas bacterias pueden también penetrar en las células del huésped mediante la secreción de enzimas y por medio de su propia movilidad. Este tipo de penetración lesiona de por sí a las células del huésped. Sin embargo, la mayor parte de las lesiones producidas en las células del huésped por las bacterias se llevan a cabo mediante toxinas. Toxinas Las toxinas son sustancias tóxicas producidas por ciertos microorganismos. Son a menudo el principal factor responsable de las propiedades patogénicas de los microbios que las producen. La capacidad de los microorganismos para producir toxinas se denomina toxigenicidad. Las toxinas transportadas por la sangre o linfa pueden provocar daños muy graves, que a veces pueden llegar a ser fatales. Algunas toxinas producen fiebre, trastornos cardiovasculares, diarrea y choque. Pueden también inhibir la sintesis proteica, destruir células y vasos sanguíneos o el sistema nervioso causando espasmos. De las 220 toxinas bacterianas conocidas cerca del 40 % producen enfermedad lesionando las membranas de las células eucariótícas. El término toxemia se refiere a los síntomas causados por la presencia de toxinas en la sangre. Las toxinas se dividen en dos tipos: exotoxinas y endotoxinas. Exotoxinas Algunas bacterias producen exotoxinas como consecuencia de su crecimiento y metabolismo y las liberan al medio que las rodea. Las exotoxinas son proteínas y la mayoría son enzimas que catalizan sólo determinadas reacciones bioquímicas. La mayoría de las bacterias que producen exotoxinas son gram-positivas. La mayoría de los genes de exotoxinas (quizás los de todas) se encuentran en plásmidos bacterianos o fagos. Las exotoxinas, al ser solubles en fluidos corporales, difunden fácilmente en la sangre y se transportan rápidamente a través del cuerpo. Las exotoxinas funcionan destruyendo determinadas partes de las células del huésped o inhibiendo ciertas funciones metabólicas. Se encuentran entre las sustancias más letales conocidas; por ejemplo, 1 mg de la toxina botulínica es suficiente para matar un millón de cobayas. La herida infectada por Clostridium tetani no necesita ser mayor o más dolorosa que el pinchazo de un alfiler para que los microorganismos presentes en ella puedan producir suficiente toxina como para matar a un ser humano sin vacunar. Afortunadamente sólo unas pocas bacterias producen exotoxinas tan potentes. Las enfermedades causadas por bacterias que producen exotoxinas son en muchos casos el resultado de la actividad de la exotoxina y no de las bacterias por sí mismas; es decir, son las exotoxinas las que producen los signos y síntomas de la enfermedad. Por lo tanto cada exotoxina es específica de una enfermedad determinada. El organismo del huésped produce anticuerpos, llamados antitoxinas, que les confieren inmunidad frente a las exotoxinas. Cuando éstas se inactivan por calor, formaldehído, yodo u otras sustancias químicas ya no causan enfermedad pero todavía son capaces de estimular la producción de antitoxinas. Estas exotoxinas alteradas se llaman toxoides. Cuando los toxoides se inyectan en el cuerpo estimulan la producción de antitoxinas y así se puede conseguir inmunidad frente a la enfermedad correspondiente. La difteria y el tétanos son enfermedades comunes que pueden prevenirse vacunando con toxoides. Se describirán brevemente a continuación algunas de las exotoxinas más notables (de las antitoxinas se tratará en el capítulo 7). Las exotoxinas se agrupan en tres clases principales atendiendo a su mecanismo de acción: (1) citotoxinas, que matan a las células del huésped o alteran sus funciones; (2) neurotoxinas, que interfieren con la transmisión normal de los impulsos nerviosos y (3) enterotoxinas, que afectan a las células que resisten al tracto gastrointestinal. Toxina diftérica Corynebacterium diphteriae produce la toxina diftérica sólo cuando está infectado por un fago lisogénico portador del gen tox. Esta citotoxtna inhibe la síntesis proteica en células eucarióticas. Su mecanismo de acción es un excelente ejemplo de cómo interacciona una exotoxina con las células del huésped (figura 14-3). La toxina diftérica es una proteína formada por dos polipéptidos distintos llamados A (activo) y B (de unión) (recuérdese del capitulo 2 que los polipéptidos son largas cadenas de aminoácidos). Aunque sólo el polipéptido A es el componente activo que causa los síntomas en el huésped, es necesario el polipéptido B para que el A ejerza su acción. El polipéptido B se une a receptores de la superficie de la célula huésped y es responsable del transporte de toda la proteína a través de la membrana citoplasmática hasta el interior de la célula. Allí el polipéptido A inhibe la síntesis de proteínas (este modelo es también aplicable a la toxina colérica, que se verá más adelante). Toxinas eritrogénicas Streptococcus pyogenes posee los genes necesarios para sintetizar tres tipos de citotoxinas, que se designan A, B y C. Estas toxinas eritrogénicas lesionan los capilares sanguíneos que hay bajo la piel produciendo un exantema cutáneo. La escarlatina, causada por S. pyogenes, debe su nombre a este exantema rojo característico. Toxina botulínica La toxina botulínica, producida por Clostidium botulinum, no es una exotoxina típica ya que se almacena en la célula y no se libera al medio hasta que tiene lugar la muerte de la bacteria. Es una neurotoxina que actúa sobre la unión neuromuscular (la unión entre la célula nerviosa y la muscular) y bloquea la transmisión de los impulsos nerviosos que van de lós nervios a los músculos. La toxina actúa uniéndose a la célula nerviosa e inhibiendo la liberación de un neurotransmisor llamado acetilcolina. Como resultado se produce una parálisis con falta de tono muscular (parálisis flácida). Clostridium botulinum produce ocho tipos distintos de toxina botulínica, cada una de distinta potencia. Toxina tetánica Clostridium tetani produce la neurotoxina tetánica conocida también como tetanospasmina. Esta toxina alcanza el sistema nervioso central y se une a las células nerviosas que controlan la contracción de varios músculos esqueléticos. Normalmente estas células nerviosas envían impulsos inhibitorios que impiden las contracciones al azar y finalizan las contracciones completas. La unión de la tetanospasmina bloquea los impulsos nerviosos que inhiben a un músculo esquelético mientras se está contrayendo el músculo antagonista. El resultado son contracciones musculares incontroladas que producen las convulsiones (contracciones espasmódicas) características del tétanos. Enterotoxina colérica. Vibrio cholerae produce una enterotoxina llamada colerágeno. Como la toxina diftérica, está formada por dos polipéptidos, A (activo) y B (de unión). El componente B se une a la membrana citoplasmática de las células epiteliales que revisten el intestino delgado y el componente A induce la formación del AMP cíclico a partir de ATP en el citoplasma (ver capítulo 8). Como resultado la célula epitelial líbera grandes cantidades de agua y electrolitos (iones). Se alteran las contracciones normales produciéndose una diarrea grave que puede ir acompañada de vómitos. Algunas cepas de E. coli producen una toxina termolábil (llamada así porque es más sensible al calor que la mayoria de las toxinas), que tiene un mecanismo de acción idéntico al de la toxina colérica. Enterotoxina estafilocócica Staphylococcus aureus produce una enterotoxina que afecta al intestino con los mismos resultados que la toxina colérica. Algunas cepas de S. aureus también producen una exotoxina que causa los síntomas del síndrome del choque tóxico, que se discutió en el capítulo 1. En la tabla 14-2 se presenta un resumen de las enfermedades producidas por exotoxinas. Endotoxinas Las endoloxinas difieren de las exotoxinas en varias de sus características. Forman parte de la porción externa de la pared celular de la mayoría de las bacterias gramnegativas. Debe recordarse que, según se vio en el capítulo 4, las bacterias gram-negativas tienen una membrana externa que envuelve la capa de peptidoglucano de la pared celular. Esta membrana externa está compuesta por lipoproteinas, fosfolípidos y lipopolisacándos (LPS) (ver figura 4-11). La porción lipídica del LPS, llamada lípido A, es la endotoxina. Las endotoxinas son, pues, lipopolisacáridos mientras que las exotoxinas son proteínas. Las endotoxinas producen sus efectos cuando las bacterias gram-negativas mueren y sus paredes se lisan liberando la endotoxina. Los antibióticos usados para tratar enfermedades causadas por bacterias gram-negativas pueden lisar las células bacterianas, con lo que se liberan las endotoxinas y puede producirse un empeoramiento inmediato de los síntomas, aunque después el efecto del antibiótico conduzca a la mejoría. Todas las endotoxinas producen los mismos signos y síntomas, independientemente de la especie de microorganismo de que se trate, aunque no en el mismo grado. La respuesta del huésped incluye fiebre, debilidad, dolor generalizado y en algunos casos choque. Las endoxinas pueden también conducir al aborto e impedir la coagulación sanguínea. La producción de fiebre por endotoxinas (respuesta pirógena) se cree que tiene lugar como se muestra en la figura 14-4. Cuando las bacterias gram-negativas son ingeridas por los fagocitos y degradadas en sus vacuolas se liberan los lipopolisacáridos (LPS) de la pared celular bacteriana. Los lipopolisacáridos inducen en los macrófagos la producción de una pequeña molécula de proteína llamada interleuquina 1 (IL-1), conocida antes como pirógeno endógeno, que es conducida por el torrente sanguíneo al hipotálamo, un centro regulador de temperatura del cerebro. La IL-l estimula al hipotálamo para que libere unos lípidos llamados prostaglandinas, que reajustan el termostato del hipotálamo a una temperatura más elevada. El resultado es la aparición de fiebre. La muerte de las células bacterianas por lisis o por antibióticos puede también producir fiebre a través de este mecanismo. Tanto la aspirina como el paracetamol disminuyen la fiebre al inhibir la síntesis de prostaglandinas. La función de la fiebre se discutirá en el capítulo 15. El choque producido por las bacterias gramnegativas se llama choque séptico o choque endotóxico. Este choque, como la fiebre, es debido a la secreción de sustancias por parte de los macrófagos. La fagocitosis de las bacterias gram-negativas induce en los fagocitos la secreción de un polipéptido llamado factor de necrosis tumoral (FNT) o caquectina. Esta sustancia se une a muchos tejidos corporales y altera su metabolismo de diversas formas. Un efecto del FNT es la lesión de los capilares sanguíneos; su permeabilidad aumenta y pierden grandes cantidades de fluido. El resultado es una caída de la presión sanguínea que conduce al choque. La baja presión sanguínea produce grandes efectos sobre los riñones, pulmones y tracto gastrointestinal. El FNT altera también el metabolismo lipídico, incrementándose la concentración de glucosa en sangre (hiperglucemia). Las endotoxinas no inducen la formación de antitoxinas eficaces. Se producen anticuerpos pero no contrarrestan el efecto de las toxinas; a veces induso pueden aumentarlo. TABLA 14-2. Enfermedades producidas por exotoxinas. Enfermedad Bacteria Mecanismo Botulismo Clostridium botulinum Su neurotoxina impide la transmisión de los impulsos nerviosos; origina parálisis flácida. Tétanos Clostridíum tetani Su neurotoxina impide la transmisión de los impulsos nerviosos que permiten la relajación de un músculo esquelético cuando se contrae su antagonista. Grangrena gaseosa e intoxicación alimentaria Clostridium perfringens y otras especies de Clostridium Una exotoxina (citotoxina) causa la destrucción masiva de los glóbulos rojos (hemólisis); otra exotoxina (enterotoxina) está implicada en intoxicaciones alimentarias y provoca diarrea. Difteria Corynebacterium diphtheriae Su citotoxina inhibe la síntesis de proteínas, especialmente en nervios, corazón y células del riñón. Síndrome de la piel escaldada, intoxicaciones alimentarias y síndrome del choque tóxico Staphy/ococcus aureus Una exotoxina causa descamación de la piel, otra exotoxina (enterotoxina) provoca diarrea y vómitos y una tercera exotoxina produce síntomas propios del síndrome del choque tóxico. Cólera Vibrio cholerae La enterotoxina provoca diarrea. Su citoroxina causa vasodilatación que da lugar a un exantema característico. Escarlatina Streptococcus pyogenes Diarrea del viajero Cepas enterotoxigénicas La enterotoxina provoca la secreción de E. coli y excesiva de iones y agua causando diarrea. Campylobacter jejuni Son microorganismos representativos productores de endotoxinas Salmonella typhi (el agente causal de la fiebre tifoidea), especies de Proteus (que causan frecuentemente infecciones del tracto urinario) y Neisseria meningitidis (el agente causal de la meningitis meningocócica). La tabla 14-3 compara las características de endotoxinas y exotoxinas.