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El fortalecimiento de la Democracia Participativa como condición para una efectiva Descentralización Julio Chávez Achong Red Perú- Centro IDEAS1 Nuestro tema Estimados participantes en el VI Encuentro Nacional de la Red Perú de Iniciativas de Concertación para el Desarrollo Local y II Encuentro de la Red de Municipalidades Rurales de Perú. En esta breve estación de nuestra reunión queremos resaltar que una de las tareas más urgentes de realizar en nuestra condición de autoridades, líderes o ciudadanos, consiste en construir el lenguaje y los objetivos comunes acerca de la gobernabilidad democrática en el Perú. Todos nosotros, en las diferentes funciones que nos toca desempeñar, somos actores de un proceso de transición democrática que aún no termina de consolidarse pero que, como responsabilidad intergeneracional, tenemos que lograr. En la Red Perú, en la REMURPE, en las alianzas que construimos para favorecer la concertación y la participación ciudadana, estamos formando una comunidad interesada en la gestión pública como parte de la gobernabilidad democrática. Para ello dialogamos, coordinamos acciones, aprendemos mutuamente de nuestras experiencias, debatimos y conversamos cara a cara con las autoridades nacionales, intermediamos intereses de diversas instituciones, grupos sociales y personas y trabajamos juntos por intereses comunes. Al impulsar los procesos de concertación para el desarrollo local nos incorporamos al sistema político peruano, tratando de propiciar y ejercer una ciudadanía activa y propositiva. Sumando capacidades, expectativas, demandas, sueños y proyectos estamos contribuyendo a definir la agenda de la democracia del Siglo 21 en el Perú. Desde nuestra perspectiva, los procesos de concertación locales, que tienen más de una década propiciando la participación ciudadana, están ampliando el contenido y los alcances de la democracia en el Perú. Surgieron en años de grandes privaciones económicas y sociales y coyunturas de emergencia, disputando espacios de control al régimen autoritario de Fujimori. Autoridades municipales, líderes y dirigentes de organizaciones sociales de base, funcionarios de instituciones públicas y privadas, representantes de organismos descentralizados del Estado, en ocasiones algunas empresarios, fueron dando ejemplo de como hacer gestión local mediante la lógica del diálogo y del acuerdo, juntando recursos locales y los de la cooperación internacional, evitando caer en los viejos clientelismos y manipulaciones. Los espacios de concertación local fueron una pequeña pero firme cadena virtuosa en la que se preservó la dignidad de la gente y se respetó la autonomía de las organizaciones, se afianzaron lazos cooperativos y solidarios entre personas e instituciones El presente documento ha sido elaborado tomando como base una reflexión conjunta en el marco de la Red Perú, con la participación de Julio Díaz Palacios, Luis Zarauz, Walter Varillas, Jorge Huapaya y Julio Chávez, y los aportes de Rosa Agama, Carlos Rivera y Alejandro Chirinos. 1 1 que anteriormente no coordinaban entre sí, se solucionaron algunas necesidades básicas de sobrevivencia, se elaboraron planes que contribuyeron a definir consensualmente la vocación estratégica de poblaciones y territorios, tratando de aprovechar inteligentemente fortalezas y oportunidades. En ese marco han surgido nuevos liderazgos, se ha incluido a más personas e instituciones en las decisiones públicas, se ha formado capacidades de gestión local, se ha canalizado las diferencias de opinión y ha disminuido la superposición de recursos en función de atender problemas concretos. Con la participación y negociación entre diversos actores se han dado mejores condiciones para la equidad en los beneficios de las acciones para el desarrollo. Cuando la transición democrática se hizo viable en el nivel nacional, a partir del derrumbe del fujimorismo el año 2000, las experiencias de concertación local fueron una fuente de inspiración para el diseño de políticas públicas como la lucha contra la pobreza. Las experiencias de concertación, y sobre todo los esfuerzos de las redes sociales comprometidas en impulsarla, han influido en la elaboración de leyes y normas relativas a la modernización del Estado, la descentralización, en el proyecto de reforma constitucional. Y en este período, en el que nuevas autoridades asumen la gestión del desarrollo regional y local, los espacios de concertación como los que participan en la Red Perú y la REMURPE, que hemos suscrito acuerdos de gobernabilidad o de buen gobierno, estamos comprometidos en apoyar una exitosa gestión descentralizada y participativa. Gobernabilidad democrática y democracia representativa Tenemos nuevas leyes y procesos que pueden conducir a la gobernabilidad democrática, pero también un conjunto de trabas institucionales y culturales que dificultan y amenazan el éxito de una transición que nos interesa a todos los peruanos. Preocupa que, a pesar de las experiencias que hemos vivido en el pasado, volvamos a cometer los mismos errores y nos entrampemos en interminables contradicciones. Por ello en esta oportunidad queremos insistir en una idea central: la democracia participativa debe ser un componente vital de la gobernabilidad que queremos. La democracia participativa, y su expresión más avanzada la concertación institucionalizada, debe ser recogida plenamente en los procesos constitucionales e institucionales en curso, pero también debe interiorizarse como parte de una cultura política diferente en el Perú. El cambio institucional y el cambio cultural son dos dimensiones inseparables. La democracia es un régimen político que asume una idea fundamental: el pueblo y no las élites es el soberano de su destino. En sus orígenes, en las pequeñas ciudades donde surgió, y tomando en cuenta a la población con derechos, la antigua democracia se construyó como un sistema político de democracia directa donde todos los ciudadanos participaban sin intermediación en las funciones públicas, siendo las grandes asambleas de la ciudad los mecanismos de decisión y control. Posteriormente, la moderna democracia, tomando como unidad a las naciones y no sólo las ciudades, y debiendo dirigirse a un universo más amplio de personas con derechos, se ha guiado por un conjunto de planteamientos aprendidos en experiencias históricas concretas, llegando a formularse como democracia representativa. 2 La democracia representativa se define como un sistema político en el que todas las personas adultas son consideradas ciudadanas, con igualdad de derechos y responsabilidades ante la ley, con posibilidad de elegir y ser elegidas, con libertad para expresar sus ideas y reunirse, un sistema que se basa en la separación y equilibrio de poderes. La democracia representativa acepta y promueve la representación de intereses de grupos sociales y delega las responsabilidades de unos ciudadanos en otros ciudadanos, sean hombres y mujeres. El control ciudadano sobre el sistema político se ejerce mediante el voto universal y secreto. En el transcurso de los años el régimen democrático ha ido legislando sobre derechos civiles, sociales y políticos, en nuestros días se habla también de derechos económicos, ambientales, derechos específicos de mujeres, niños, etc. En el Perú republicano, como muchos estudios han destacado, hemos tenido durante décadas una democracia formal, existente en los libros del derecho, pero no una democracia real. Y ello se ha debido principalmente a que se excluía del ejercicio de los derechos de ciudadanía a la mayoría de la población.. Desde hace medio siglo estamos cambiando esta realidad, incorporando cada vez más y más personas a las decisiones públicas. Pero este esfuerzo no lograr culminar : persisten brechas económicas tan grandes que aunque muchas personas tienen derechos no pueden realmente ejercerlos. En ocasiones los regímenes autoritarios o dictatoriales ha negado derechos a sus detractores. En otro momento de nuestra historia vivimos la paradoja de que se reconocieran importantes derechos sociales pero dentro en un régimen dictatorial militar. De otro lado, la escasa formación democrática de los ciudadanos ha generado una conciencia de derechos pero no de responsabilidades, y hemos visto o hemos participado en experiencias de sobre exigencias al Estado sin comprender que la gobernabilidad democrática no es un asunto que le compete exclusivamente al gobierno sino también a la sociedad civil. Ha sido tan errática la vida democrática y tan ineficiente y poco transparente la manera de ejercer la política que muchas personas perdieron la esperanza en ellas, y entonces experimentamos una dolorosa guerra interna cuyas razones y consecuencias aún tenemos que asimilar. Algunas personas sencillamente nunca han tenido una educación y vivencia democrática y por ello no creen absolutamente en la importancia de las leyes y las instituciones, tienen sus propias reglas de comportamiento sin respeto alguno por los demás. Diversos factores adicionales nos hacen ver los límites de la democracia representativa en el Perú: las personas desconfían de las instituciones, el Estado no ha logrado legitimidad o reconocimiento entre los y las ciudadanas, los partidos políticos no están representando adecuadamente los diferentes intereses sociales y periódicamente, por sus enfrentamientos, tienden a resquebrajar los precarios equilibrios de nuestra democracia. Persisten viejos vicios del sistema socio político como el clientelismo y el caudillismo, habiendo alcanzado simpatía algunos líderes que se definen a sí mismos como “antipolíticos”. Un sector importante de la ciudadanía todavía está a la espera pasiva del líder mágico que solucione todo, y, lo que es sumamente grave, la cultura política peruana ha alcanzado niveles muy altos de intolerancia donde lo competidores son vistos como enemigos que deben ser liquidados. Se ha generalizado como estilo de vida la actitud de burlar la ley y finfir acatarla. Los medios masivos de comunicación tienden a convertir las viejas taras políticas en un espectáculo para el consumo. Los arreglos sociales en el marco de la democracia 3 representativa peruana son de dudosa eficacia, es difícil pensar que sean sostenibles. Incluso muchos acuerdos firmados en aparente consenso se chocan con la cultura de la ventaja cortoplacista que considera normal la sujeción del interés general al cálculo de grupo. La gobernabilidad democrática tiene que encontrar nuevas fuentes de construcción. No puede regresar o limitarse a las experiencias y mecanismos de la democracia directa sin sufrir el riesgo de caer en el asambleismo reivindicacionista que termina desbordando cualquier intento de autoridad mayor al de una sóla comunidad. Pero tampoco puede agotarse en las instituciones representativas clásicas de cuyos límites somos testigos mas de una generación de peruanos. La democracia participativa La democracia participativa se constituye en una perspectiva (un modo de ver la realidad) y en un conjunto de experiencias vitales que pueden contribuir a ampliar nuestros criterios y mecanismos democráticos. La democracia participativa no la entendemos como una nueva utopía y tampoco creemos que se trate de un sistema político alternativo al representativo. Es más, pensamos que las ideas que resultan de tal perspectiva se complementan con los aportes de la democracia representativa y enriquecen el conjunto. Pero tenemos que valorar su significado. Con el propósito de provocar una reflexión conjunta sobre su valor queremos destacar lo siguiente: Las experiencias locales de concertación, vigilancia y en general de participación ciudadana en la gestión del desarrollo, nos hacen ver que en ellas los ciudadanos ejercen derechos y responsabilidades todo el tiempo y no sólo en los breves momentos de comicios electorales; que la implicación de las personas es más intensa pues la democracia participativa incluye las decisiones vinculadas a la vida cotidiana, la dimensión individual y familiar, el reconocimiento de necesidades y derechos específicos, valora el ámbito local, fomenta vinculaciones entre distintas localidades y por lo tanto ayuda a dar un nuevo valor al territorio; las experiencias participativas parecen ser más fieles al principio de que el pueblo es el soberano debido a que se puede ejercer el control ciudadano sobre la gestión pública, y entonces más personas pueden asumir tareas y compromisos con dicha gestión; las experiencias participativas permiten que más personas estén realmente informadas, conozcan y aprendan sobre sus derechos, lo que las transforma de pobladoras en ciudadanas; mediante la participación y la concertación la esperanza de las personas se convierte en actitudes impregnadas de optimismo y se desarrollan capacidades propositivas que expresan adecuadamente los distintos grupos de interés; en las experiencias participativas tiende a disminuir la excesiva jerarquización entre gobernantes y gobernados y las distancias de estatus; las experiencias participativas han permitido crear lazos de confianza y formas organizativas que al sostenerse en el tiempo permiten la acumulación de capital social, que es uno de los mayores recursos con los que cuenta la democracia en el Perú. Por ello pensamos que la democracia participativa educa y requiere de ciudadanos de mayor calidad, amplía el espacio público al establecer lazos más intensos entre sociedad 4 civil, Estado y mercado, contrarresta mediante la concertación la vieja actitud de fácil confrontación y eterna división, permite una mejor respuesta del sistema político a las demandas e intereses de los ciudadanos y ciudadanas, contribuye a la legitimación del Estado y la legislación. Todo ello es sin duda una contribución a la gobernabilidad democrática. Con frecuencia escuchamos que el país requiere grandes reformas institucionales. Estamos convencidos de que ello es cierto. Pero quisiéramos que dichas reformas tomen en cuenta aquello que desde los más profundo del Perú se viene haciendo, de modo que las nuevas instituciones consoliden procesos participativos reales y no vuelva a pensarse en instituciones formales o creaciones que resulten de simples negociaciones de cúpulas ilustradas pero impregnadas de la antigua cultura contraria a la concertación, la participación, la vigilancia, la co-responsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, desvalorizante de las iniciativas locales y poco abierta a reconocer derechos específicos. La democracia participativa tiene también limitaciones. En ocasiones se ha confundido con la simple fiscalización desde fuera de los procesos, impidiendo la co-responsabilidad en la gestión, produciéndose enfrentamientos innecesarios con la autoridad local. Por otro lado, al no estar suficientemente institucionalizada ha sido impactada por los cambios en la voluntad de los gobernantes, fortaleciéndose allí donde la autoridad era concertadora y debilitándose o restringiendo sus efectos allí donde la autoridad no tenía tal vocación o carecía de experiencia en la negociación de intereses sociales, por lo que a la primera diferencia paralizaba los procesos.. Algunas personas confunden la democracia participativa con democracia directa, dificultando la adecuada delegación de autoridad y descuidando la necesaria formación y continuidad de los funcionarios públicos, cayendo en lo que se conoce como asambleismo basista, que es muy poco eficaz. En la experiencia concreta se ha visto que dificultades para llegar a un equilibrio adecuado entre las funciones y competencias de la autoridad municipal y las de autoridades comunales, por lo que la democracia participativa en ocasiones olvida la presencia de organizaciones comunales o de organizaciones a nivel de microcuencas, o no logra procesar las necesidades e intereses de la población no organizada. Democracia participativa y descentralización La modernización de la gestión del Estado y la descentralización propician un marco legal e institucional favorable al ejercicio de la democracia participativa. Pero si bien tenemos conceptos, objetivos y nuevos mecanismos reconocidas en las leyes, se sabe de la voluntad participativa de algunos gobernantes y líderes, y contamos con un importante marco para ello, como es el Acuerdo Nacional de Gobernabilidad, sin embargo subsiste una cultura política y relaciones sociales contrarias a la participación. Debido a ello observamos leyes y normas de menor nivel que dejan de incorporar disposiciones expresas de otras de mayor nivel que sí favorecen la participación y la concertación, seguimos observando conductas contrarias a la consulta ciudadana a cargo de autoridades “mandonas”, escuchando a líderes que se refieren sólo a los niveles nacional y regional del gobierno y se olvidan o minimizan el nivel local, seguimos viendo instituciones que aún se muestran renuentes a aceptar la vigilancia ciudadana o funcionarios y profesionales para quienes basta la viabilidad técnica 5 de los proyectos y se interesan muy poco por el acuerdo y la priorización realizada con participación de las organizaciones sociales, o tienen dificultades para considerar derechos específicos como los de las mujeres o los niños. También seguimos conservando actitudes de oposición por oposición, murmuración sin sustento que generan desconfianza, incrementan el pesimismo, fomentan conductas poco solidarias y por lo tanto desestabilizan la transición democrática. La descentralización requiere de la democracia participativa para cumplir la finalidad de desarrollo integral, armónico y sostenible del país. Y requiere tomar en cuenta las experiencias concretas de cómo se lleva a cabo la participación y la concertación para hacer el diseño institucional y llevar a cabo el mandato de construir un sistema nacional de participación ciudadana. Es tal la importancia de la democracia participativa en los procesos de descentralización, que podemos afirmar categóricamente que la descentralización, por buenas que sean las intenciones de sus promotores, quedará trunca, a medio camino, si no se valora adecuadamente la participación ciudadana. Quienes promovemos las experiencias de gobierno participativo favoreciendo la concertación y vigilancia ciudadana tenemos responsabilidades locales, pero también somos responsables en conjunto por la creación de una nueva institucionalidad y cultura democrática, que involucran las dimensiones regionales y nacionales. Siempre será recomendable considerar que nuestra ciudadanía debe expresarse en esas tres escalas: nacional, regional y local. Al concluir nuestra intervención sobre el fortalecimiento de la democracia participativa como condición para la gobernabilidad democrática y la descentralización, queremos convocar el compromiso de quienes participan en este evento para asumir las siguientes responsabilidades de manera conjunta: 1. Difundir y educar a las autoridades, líderes, ciudadanos y ciudadanos en una nueva cultura democrática participativa. 2. Realizar una gestión local impecable en términos de participación, concertación, transparencia y disposición favorable a la vigilancia ciudadana. 3. Sumar esfuerzos para que a nivel nacional, regional y local exista un sistema de participación ciudadana que se institucionalice. 4. Seguir desarrollando acciones de incidencia para que la legislación y normatividad sobre descentralización, modernización del Estado y otras leyes que norman el ejercicio gubernamental tengan claros dispositivos que aseguren la participación, la concertación y la vigilancia ciudadana en todos los niveles de gobierno. 5. Hacer propuestas que lleven a mejorar sustantivamente el funcionamiento y estructura de las instituciones representativas del sistema político nacional (partidos, congreso, etc). 6 6. Hacer propuestas para una adecuada regulación del uso de los medios de comunicación masivos, sin afectar la libertada de prensa, con el objetivo de lograr la difusión de las experiencias y las enseñanzas de la democracia participativa. 7. Establecer mecanismos para la comunicación en red de todas las autoridades, líderes, funcionarios y ciudadanos y ciudadanas que promueven la democracia participativa, haciendo uso de modernos medios (internet). Lima, 22 de Abril de 2003 7