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KARL MARX
1.- Antecedentes.
1.1.
Marx y Hegel
Una fuente indiscutible del pensamiento de Marx es Hegel, a quien, por una
parte sigue, asumiendo como suyos importantes conceptos hegelianos, pero a
quien, al mismo tiempo, critica profundamente, como veremos.
A lo que, en términos generales, se opone Marx es al idealismo que impregna
todo el pensamiento de Hegel. Un idealismo que se manifiesta en todas las
facetas de su filosofía. Marx va a enfrentarse a Hegel desde un planteamiento
materialista.
Así, tendremos que:
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Mientras que para Hegel la esencia del hombre es la “autoconcienca”, el
“espíritu”, la “razón”, Marx se opone y piensa que hay que superar esa
antigua concepción del hombre como ser teórico, concepción que
proviene de la Grecia esclavista, que despreciaba el trabajo manual. Nos
dirá que el hombre es un ser activo, práctico, siendo su actividad principal
el trabajo. Si hay que hablar de esencias, la esencia del hombre es la
laboriosidad, el trabajo, la producción, a través de la cual se hace a sí
mismo, entra en relación con la naturaleza y con los otros hombres. “El
hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que
comienza a producir sus medios de vida” (“Ideología alemana”, 19).
Mientras que Hegel entendía la historia como el proceso de conquista de
la libertad, pero una libertad espiritual, la consecución de la autonomía de
la razón; Marx requiere que la historia debe ser el proceso de una
liberación real, no sólo en el pensamiento, la cual sólo se logrará a través
del trabajo, pero de un trabajo en el que el hombre no se aliene, sino que
realice su propia esencia.
Mientras que Hegel afirmaba que todo es racional, significando esto que
todo concordaba con la razón, Marx nos va a decir que no, que en
absoluto todo lo que hay es justificable racionalmente. En muchas
ocasiones hay situaciones que la razón no puede justificar.
Hegel defendió que la realidad es móvil, que se desenvuelve a lo largo de
la historia. En este punto estarían de acuerdo, aunque señalen condiciones
distintas de tal desarrollo.
Para Hegel la realidad era de naturaleza dialéctica. También para Marx.
Pero la contradicción, motor de ese devenir dialéctico no es ideal, sino
real. El motor del cambio de la realidad es la lucha del hombre ante la
naturaleza y de unos hombres frente a otros en el trabajo.
En coherencia con todo lo anterior, si la filosofía para Hegel es la expresión
de modo sistemático, en conceptos, del desenvolvimiento de la realidad,
es decir, la interpretación teórica de la realidad, una interpretación que en
absoluto corregía la realidad, sino que la justificaba, para Marx no es ése el
papel de la filosofía, más bien es un falseamiento de la misma. En la 11ª
tesis contra Feuerbach, dice: “Los filósofos se han limitado a interpretar el
mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo” (Filosofía
1
-
de la acción). En efecto, como veremos, cualquier teoría que pretenda
dejar las cosas como están y decir que son racionales o que están bien, sin
serlo o estarlo, piensa Marx que no es una buena teoría o una teoría
científica, sino una mera ideología que falsea la realidad.
Hegel defendía que la dialéctica era el modo apropiado para intentar
describir la realidad, que también era de naturaleza dialéctica. Marx
también defendería esto. Pero interpretando de modo distinto ese
método, quitándole el enfoque idealista que tiene en Hegel. Según Marx,
el hecho por el que el método dialéctico en Hegel da lugar a una filosofía
idealista está en que trata las realidades como algo espiritual, como algo
abstracto, alejado de la auténtica realidad concreta y material. Marx va a
darle la vuelta al método dialéctico hegeliano y va a hacer que “pise con
los pies el suelo”. En la “Ideología Alemana” (1845) se queja del mal
enfoque que afecta a la filosofía hegeliana: “A ninguno de estos filósofos
se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía
alemana con la realidad alemana, por el entronque de su propia crítica
con el propio mundo material que le rodea”.
Piensa Marx que para no caer en el idealismo que él critica, toda filosofía ha
de partir de la realidad social concreta en que el filósofo vive y piensa. Es esa
la premisa fundamental de la que debe partir toda filosofía.
“La producción de ideas y representaciones de la conciencia aparece al
principio, directamente entrelazada con la actividad material y el comercio
material de los hombres, como el lenguaje de la vida real… Totalmente lo
contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo
sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo… No es la conciencia la
que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia… Allí donde
termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y
positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico del
desarrollo de los hombres” 1 2
1.2.
Feuerbach y Marx
El pensador más importante de la izquierda hegeliana en su variante de crítica
de la religión, es Feuerbach (1804-1872), el cual va a influir profundamente en
el joven Marx y en Engels.
Feuerbach centra su crítica a Hegel en el tema de la religión. A ella dedica su
obra más famosa: “La esencia del cristianismo”, cuya tesis fundamental es que
la esencia de la religión es la esencia del hombre.
En la religión, el hombre crea a dios a su imagen y semejanza, de acuerdo con
sus necesidades, deseos o angustias y, por ello, todos los atributos de dios
(omnisciencia, bondad,…) son, en realidad, atributos que corresponden al
hombre, aunque sin los límites del individuo humano. La religión, pues, es la
esencia humana convertida en dios; lo que prueba el hecho de que todos sus
dogmas y creencias apuntan en definitiva al hombre.
“La ideología alemana”, cita tomada de Dussell, pág. 143.
Por decirlo de otro modo: Hegel va de las ideas a lo real y concreto, mientras que
Marx va de lo concreto a las ideas.
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Por eso, Feuerbach condena la religión como “alienación” o “enajenación”,
ya que el hombre religioso no es consciente de esta verdad y adora a dios
como a un ser “ajeno”, distinto, extraño al hombre. En lugar de reconocer al
hombre como el creador de dios, lo concibe como algo separado y ajeno,
hasta el punto de que el hombre aparece incluso dominado y rebajado ante
aquello que no es más que una representación superlativa de sí mismo.
Para Feuerbach, la alienación es esa penosa situación en la que la esencia del
hombre es vista por éste como algo que le es ajeno y extraño para sí mismo, y,
en consecuencia, en esa situación el hombre queda desposeído de su propia
esencia.
No obstante, la religión no debe suprimirse, según Feuerbach, pues en ella está
la verdad del hombre, aunque escondida bajo un ropaje teológico: el hombre
es el verdadero dios del hombre.
Basta con esta crítica para caer en la cuenta o tomar conciencia de la
verdad de la religión: la esencia de la religión no es dios, sino el hombre. Si
descubrimos tras la máscara de dios al hombre, la crítica de la religión no
conduce a un ateísmo, sino a un humanismo.
En otras dos obras, “Tesis provisionales para la reforma de la filosofía” y en
“Principios de la filosofía del futuro” de desmarca aún más de Hegel.
En líneas generales, Feuerbach, acusa a Hegel de haber hecho de la filosofía
una teología disfrazada, cuyo concepto fundamental es el de espíritu (que no
es sino dios, bajo un nombre laico).
Pues bien, piensa Feuerbach que la filosofía debe empezar por lo real, lo finito,
es decir, la naturaleza y el hombre como ser natural. El hombre y la naturaleza
son los dos únicos objetos legítimos de nuestro pensar. Hay que partir del
hombre, pero no sólo como ser pensante, sino del ser total del hombre que no
es sólo pensamiento, sino también sensibilidad, sentimiento, pasión, deseo,
amor, relación con los demás hombres. La filosofía de Feuerbach significa,
pues, una reivindicación de la sensibilidad, de la corporeidad. Lo primario es,
pues, lo sensible.
Ahora bien, los sentidos no nos ponen en contacto sólo con los objetos, sino
también con los hombres. De esta comunicación con los otros hombres surgen
las ideas. De modo que el pensamiento, que Hegel consideraba lo primario, es
en verdad algo derivado, pues surge de la comunicación con los otros
hombres. Feuerbach confiere tal importancia a esa comunicación entre los
hombres que llega a decir que el hombre sólo es verdadero hombre entre los
hombres. Dicho de otra manera, destaca como algo esencial del hombre las
relaciones sociales.
En resumen, esta segunda tanda de críticas de Feuerbach a Hegel se puede
interpretar como un ataque al idealismo de éste, frente al que propone una
filosofía más materialista.
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Todas estas ideas y críticas entusiasmaron al joven Marx: Crítica de la
alienación religiosa, la primacía del hombre, el materialismo, la potenciación
de la corporalidad humana, la importancia de las relaciones sociales… En los
“Manuscritos” hay un reconocimiento explícito de Marx a las contribuciones de
Feuerbach. 3
Sin embargo, pronto Marx va a separarse críticamente también de Feuerbach.
Especialmente en las “Tesis sobre Feuerbach” (1845) y en “La ideología
alemana” se contienen las principales críticas de Marx a Feuerbach, que
podemos resumir en los siguientes puntos:
1. Aunque Feuerbach afirme que hay que partir de las cosas sensibles,
las toma como objeto simple de contemplación del hombre. Y el
mundo no es algo dado desde la eternidad, sino producto también
de la actividad del hombre. La relación del hombre con la
naturaleza no es meramente contemplativa, sino de actividad
práctica, transformadora.
2. Aunque Feuerbach afirme que la esencia divina es la esencia
humana, no se da cuenta de que no hay esencia humana, no hay la
humanidad o el hombre en general, sino hombres concretos y
determinados por las circunstancias sociales en que viven. Es decir,
no se da cuenta de que la alienación religiosa es un reflejo de la
situación alienante en que se desenvuelve su vida terrenal. Por eso,
es preciso criticar y revolucionar ese mundo terrenal del que la
religión es reflejo; no basta con criticar y disolver ese mundo religioso
conceptualmente, sino atacar la raíz.
3. Feuerbach nos habla de un hombre abstracto, ahistórico y, por
ende, inexistente. Por ello, olvida también la trayectoria histórica por
la que el hombre ha llegado a ser lo que hoy es y pone al hombre
fuera de la historia, en la cual el propio hombre, al actuar y
transformar la naturaleza y la sociedad, se crea a sí mismo.
4. Feuerbach considera fundamental la “relación del hombre con el
hombre”; sin embargo, considera dichas relaciones sociales de
modo idealista, sin tener en cuenta la historia, es decir, cómo se han
ido desarrollando a través de la historia, y sin tener en cuenta las
condiciones materiales de dichas relaciones.
En definitiva, Feuerbach sólo ha captado la situación de alienación en que
vive el hombre en el terreno religioso, pero no en el mundo concreto. Y ahí es
donde va a dirigir Marx todo su empeño crítico.
2. EL PENSAMIENTO DE KARL MARX
2.1.
El concepto de alienación (Alienación e ideología).
Marx se interesó, teórica y prácticamente, por la esfera de lo humano, por la
historia, la economía, la sociología, la política, el derecho… Digo teórica y
prácticamente porque nunca fue un teórico puro, sino que en él siempre
3
Ver “Manuscritos”, pág. 184.
4
fueron unidas la teoría y el compromiso revolucionario práctico: recordemos
aquella 11ª Tesis sobre Feuerbach: Hay que transformar el mundo.
Por otro lado, y coherentemente con lo que hemos visto, Marx se interesa por
comprender la realidad histórica en la que le tocó vivir. La filosofía, la reflexión
debe tomar como premisa (o punto de partida) ineludible la vida real,
analizarla y criticarla. Debe partir del individuo real. Y esa realidad en la que
vive Marx es la de la sociedad capitalista de la industrialización, una sociedad
contradictoria, deshumanizada…
En este análisis crítico de la realidad concreta juegan un papel importantísimo
en el pensamiento de Marx tres conceptos: el de hombre, el de trabajo y el de
alienación, conceptos que aparecen perfilados ya desde sus obras de
juventud y subyacentes a lo largo de toda su obra y conceptos íntimamente
conectados entre sí.
El pensamiento de Marx es un pensamiento crítico y en esa dimensión crítica
juega un papel muy importante el concepto de alienación. Este concepto lo
toma Marx fundamentalmente de Hegel y Feuerbach.
“Alienación” viene del latino “alienus” (ajeno, que pertenece a otro), que a su
vez, viene de “alius” (otro). Es sinónimo de “enajenación” y en Hegel significa
también “extrañamiento”.
Con este concepto se refiere Marx a la situación en que vive la persona que
no es dueña de sí misma ni responsable de sus acciones y pensamientos. Es,
como veremos, el estado en el que se encuentra el proletariado en la
sociedad capitalista, pues es una sociedad de explotación que se basa en la
propiedad privada de los medios de producción.
En Marx, frente a Hegel, el concepto de alienación no es una categoría
metafísica, un concepto lógico (de la razón), sino que señala a una situación
real concreta en la que hay tensión y lucha. No se trata, como en Hegel, de la
necesaria autoobjetivación del espíritu en diferentes manifestaciones, sino de
una situación real de negación y de unas ilusiones engendradas por dicha
situación. De ahí que para Marx este concepto tenga un valor crítico volcado
fundamentalmente a la práctica.
Marx analiza y usa este concepto especialmente en el seno de su
antropología (tanto en su dimensión individual, como social). Como ya hemos
señalado, la esencia del hombre es el trabajo, la actividad prácticoproductiva. Pues bien, pensando un poco en la noción de trabajo, quizá
logremos entender mejor el concepto de alienación marxiano.
Veamos: En la actividad práctico-productiva se produce una exteriorización,
es decir, en el trabajo y a través de él el hombre se exterioriza, se proyecta
fuera de sí, sobre la naturaleza. Todos reconocemos que esta exteriorización
parece esencial al mismo proceso del trabajo.
También, en cierto modo, a través de la actividad práctico-productiva, el
sujeto se va “desposeyendo o expropiándose”. Ambos matices de
5
exteriorización y desposesión, pueden traducirse con la palabra enajenación
y ambos aspectos no parecen tener sentido peyorativo, ni negativo, sino que
son necesarios, esenciales e inevitables en el proceso del trabajo, pues
trabajar es exteriorizar y proyectar lo que en nosotros hay, de esta manera el
producto de esa actividad se podrá reconocer como mi producto, como mi
obra. Si la esencia del hombre es el trabajo, trabajar es realizarse y uno se
realiza cuando se reconoce en lo que ha hecho.
Sin embargo, se da en la realidad la situación de que el resultado o el
producto del trabajo no le pertenece al hombre que lo produce, sino a otro
(alius); se da la situación en la que el trabajo no realiza al que lo lleva a cabo
porque no se reconoce en su obra, la cual se le muestra como extraña; se da
la situación de que el trabajo no realiza al que trabaja sino a otro, al que no
trabaja… A esta situación es a la que llama Marx alienación.
Resumiendo, el concepto de enajenación u objetivación se entiende como
un aspecto necesario implícito en el mismo concepto de trabajo, de
actividad; mientras que el concepto de alienación hace referencia a
situaciones reales que no han de ser, que no deberían darse.
La alienación, como veremos más adelante, tiene diversas manifestaciones o
formas, siendo la principal y originaria para Marx la económica, la que se
produce en el trabajo, mejor dicho, en determinada manera de establecer las
relaciones de producción..
2.2. Las diversas formas de alienación:
a) La alienación en el trabajo. (Alienación económica).
Como hemos visto, el análisis de lo que sea el ser humano nos ha conducido al
concepto de trabajo como su principal constituyente. Hemos visto también
que en la mercancía se materializa el trabajo de hombres concretos en unas
circunstancias concretas y, sin embargo, aquella se valora abstractamente
(trabajo social abstracto, se intercambia también mediante otra abstracción,
el dinero…) En definitiva, el análisis de la mercancía indica que en el régimen
productor de mercancías se produce una escisión, separación o alienación.
Para Marx, en el régimen capitalista de producción se da una situación
paradójica, se da el hecho de que “el obrero es más pobre cuanta más
riqueza produce” (Manuscritos, 105). Y esto es así, porque el producto de su
trabajo le es “extraño”, no es su producto, produce para otros.
La tesis general de Marx es que el sistema de producción fundado en la
propiedad privada de los instrumentos de producción, implica la alienación
del trabajo y del trabajador:
1º) Implica la pérdida del producto del trabajo y del trabajo mismo. El
sistema de producción, fundado en la propiedad privada, consiste en que el
obrero percibe un salario y, a cambio, ha de ceder el producto de su trabajo
al propietario. Por tanto, el producto pasa a manos de su rival, el capitalista.
Pero no sólo cede el producto sino también su propio trabajo. Porque el
producto encarna el trabajo, ya que, producir es verter el trabajo en el objeto,
6
al que podemos considerar la auténtica encarnación del trabajo. La
alienación del producto es, así, alienación del trabajo mismo.
2º) Implica la alienación del hombre, de la persona. Marx tiene un
concepto dinámico de la persona, en cuanto actividad racional. El trabajo es
la esencia del hombre. Pero ese trabajo, encarnado en el producto, pasa a
manos del capitalista. El trabajador se convierte en UN SER PARA OTRO. Él sólo
queda dueño de las actividades animales (comer, dormir,…) El sistema
capitalista roba la personalidad y sólo deja al hombre la animalidad.
El producto del trabajo y el trabajo en él encarnado se convierte en capital,
que esclaviza al trabajador. Es la tragedia del obrero: cuanto más trabaja más
capital produce y más se esclaviza. Aquí radica el análisis que Marx hace de la
economía. La causa de la explotación está en la PLUSVALÍA, que pasa a
manos del capitalista. El capitalista paga el valor del trabajo, pero el valor del
producto del trabajo es mayor, por tanto hay una diferencia de valor (que se
convierte en dinero) que queda en manos del propietario de los medios de
producción, eso es la plusvalía. De ella viene el enriquecimiento del capital.
b) La alienación social.
La sociedad resultante de un trabajo alienado es una sociedad alienada o
dividida. Como ya hemos visto en el punto anterior, el trabajo alienado
conduce a que haya dos clases de personas, las que trabajan, a las que no
pertenece el producto de su trabajo, y aquellas a quienes pertenecen tanto
los productos, como el trabajo mismo de los otros seres humanos.
La alienación social consiste en la ilusión de que la sociedad es un todo en el
que los intereses y las contradicciones de los hombres se reúnen y concilian o
la ilusión de que no hay siquiera clases.
La verdad es que puede decirse que en todas las épocas la sociedad ha
estado dividida y no sólo en la sociedad moderna capitalista, pero la forma de
división de la sociedad ha sido distinta en las diferentes etapas de la historia y
esas diferentes formas de división no eran más que el reflejo del modo de
producción.
La estructura de una sociedad es siempre, para Marx, reflejo del modo como
se trabaje en dicha sociedad, de cómo se estructuren las relaciones de
producción.
Pues bien, la sociedad moderna se encuentra escindida en dos clases sociales
antagónicas: la burguesía y el proletariado.
Marx no definió directamente el concepto de “clase social”, pero podríamos
definir “clase social” como un grupo de personas que tienen unas condiciones
de existencia y unos intereses comunes, procedentes de sus relaciones con el
modo y los medios de producción (factor objetivo) y de lo cual son
conscientes de alguna manera (factor subjetivo).
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Como hemos señalado, la sociedad moderna está dividida en dos clases que
son producto social histórico y como tales aparecen en un momento
determinado de la historia. Una de ellas es la burguesía.
La burguesía se caracteriza por:
1. El individualismo. La libertad del individuo dentro del ámbito de la
competencia universal es la ley fundamental del capitalismo.
2. El utilitarismo. El único criterio es el interés particular, el máximo
beneficio y la mínima exposición.
3. El alma burguesa es esencialmente crematística. Su dios es el dinero.
En consecuencia, supone una desvalorización del hombre que es
considerado sólo como capacidad de producir.
4. La burguesía se basa en la invención y el progreso.
5. Universalismo y cosmopolitismo. El afán insaciable de beneficio
económico rompe las fronteras geográficas políticas y religiosas. Sólo
se sacia con el mundo entero.
6. Contiene en sí misma una grave contradicción. Por un lado es una
fuerza de expansión irresistible, por otro tiene una fuerte tendencia a
concentrarse. Pero sobre todo descansa sobre su negación, el
proletariado.
La otra clase típica de la sociedad moderna es el proletariado. Es la cara
antagónica de la burguesía. Nace a la par que ésta. Engels lo define así: “El
proletariado es aquella clase de la sociedad que obtiene los medios de
subsistencia única y solamente de la venta de su trabajo y no del beneficio de
cualquier clase de capital; su destino, su vida y su muerte, toda su existencia
está a merced de la demanda de trabajo; por tanto, de las alternativas de las
épocas comerciales buenas o malas, de las fluctuaciones de una
concurrencia sin freno. El proletariado o la clase proletaria, es, en una palabra,
la clase trabajadora del siglo XX”.
También, de modo esquemático, podríamos decir que sus características son:
1. Alienación y deshumanización: el proletariado es una clase que se
determina por su relación con los medios y modo de producción, los
cuales, como ya hemos visto, le son ajenos; son de otro. Incluso su
propia fuerza de trabajo la vende para conseguir sus medios de
subsistencia. La plusvalía, que está claro que es producida por el
trabajador, pasa a engrosar el capital que a su vez le oprime y
explota.
2. Incertidumbre y contingencia. Trabajar o no trabajar, ganar más o
ganar menos, depende no del trabajador, incluso, a veces tampoco
del empresario, sino de las inexorables leyes del mercado. El
trabajador vive en la inseguridad e incertidumbre.
3. Vocación universal. El proletariado, coproducto de la burguesía
tiene también su misma universalidad, si bien una universalidad
negativa (pues el proletariado es la negación de la burguesía). Por
ello, los problemas de los trabajadores de un país u otro son
básicamente los mismos. La lucha proletaria, pues, es universal. En
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esa lucha, la clase obrera nada tiene que perder, pues nada tiene.
¡Proletarios del mundo, uníos!
c) La alineación política.
No es difícil comprender, como hemos visto, que la situación de alienación en
lo económico se proyecte en la sociedad dentro de la cual se trabaja. Pero
hay más, en función de cómo se trabaje en una sociedad, esa misma
sociedad genera sus instituciones. Es decir, del mismo modo que el trabajo se
proyecta en la estructura de la sociedad, también lo hace en las instituciones
que esa sociedad genera.
Para Marx, el estado no es más que el órgano mediante el que la clase
dominante oprime a la clase débil.
Más aún, bajo la apariencia de universalidad y racionalidad del estado, lo que
se esconden son mezquinos y particulares intereses. El estado, tal como lo
concebía Hegel, y como funcionaba en el régimen capitalista no era, para
Marx, más que un aparato de dominio al servicio de la clase dominante.
De ahí que Marx acuse a Hegel de haber mistificado e invertido la realidad en
este asunto también. En realidad no es el estado el que determina y da forma
a la sociedad, sino ésta la que determina a aquél.
La existencia POLÍTICA del hombre se caracteriza por la escisión entre la vida
del ciudadano y la vida del hombre comprometido en el mundo de las
necesidades y del trabajo. El Estado se presenta como la reconciliación de
estas dos vidas. Pero tal conciliación es ilusoria. La raíz de esta conciliación hay
que buscarla en la realidad de las clases sociales opuestas entre sí. Así, la
exterioridad del Estado es el signo de la influencia exclusivista que ejerce sobre
él una de las clases, en contra de las demás. El Estado es la encarnación de la
explotación del hombre por el hombre. Para realizar la democracia (ideal
político) hay que suprimir la particularidad del Estado. Al DOMINIO DE
COACCIÓN que tiene el Estado hay que añadir el DOMINIO DE CONVICCIÓN,
creando ideologías (filosofía y religión), que dominan la conciencia desde
dentro.
El Estado, pues, aparece como una conciliación ilusoria entre el hombre
privado y el ciudadano. La ilusión procede de que el Estado es un instrumento
de clase. Y esto, porque los hombres reales, fuera de toda relación política,
están divididos en clases que luchan entre sí. Las clases son grupos sociales
particulares a los que se adhieren los hombres por razón de ciertas cualidades.
La clase representa sólo una parte de la que el hombre es, en cuanto hombre;
la otra parte se identifica con la otra clase. La sociedad se caracteriza por la
oposición de clases y su lucha.
d) La alienación filosófica.
Para Marx la filosofía hegeliana era la más descarada justificación de un
injustificable estado de cosas y para colmo, se presenta como la detentadora
de la verdad de lo real.
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Sin embargo, recordemos que para Marx no bastaba con interpretar la
realidad, sino que es menester “cambiar” el mundo. No es criterio de verdad la
teoría misma, sino que es la práctica la que decide la verdad de una teoría.
(2ª tesis). 4
Por todo ello, Marx califica la filosofía hegeliana de:
1. Ideología; 5 es decir, una teoría no científica. Es meramente
contemplativa (interpretación) y reflejo de una realidad invertida. LA
filosofía contemplativa racionaliza y justifica y, por ende, “conserva”
el estado de cosas.
2. Ineficaz. Al ser meramente teórica, contemplativa, desconectada
de la praxis, es estéril e ineficaz para transformar la realidad.
3. Por todo ello, es alienación. En realidad, la filosofía así entendida no
es captación de las cosas, de la realidad, sino una huída de lo real
hacia el pensamiento abstracto. En ella se produce una separación
radical de lo real y del pensamiento y se afirma que este último es lo
real y determinante.
e) La alienación religiosa.
Marx, en su época de madurez, no se preocupó directamente por el problema
religioso, a lo sumo criticó la alianza o unión que en muchas épocas históricas
se ha dado entre lo religioso y lo político.
Feuerbach creía encontrar la esencia del hombre en la esencia de dios.
Bastaba con la toma de conciencia de ese hecho para eliminar la alienación
religiosa. Marx, sin embargo, no se conforma con esa toma de conciencia,
pues, en definitiva, Feuerbach sustituye a un dios abstracto, por una no menos
abstracta esencia del “hombre” y a Marx no lo gustaba hablar de esencias,
sino de hombres concretos que viven y se relacionan en circunstancias
históricamente determinadas.
La alienación religiosa proyecta al hombre a un mundo de realidades ilusorias,
creando un sistema de “valores” contrarios a la vida humana y que
obstaculizan la “praxis liberadora”. La religión aparece como el máximo
consuelo ante la máxima opresión, el “opio del pueblo” (lo adormece), “el
suspiro de la criatura oprimida” (lo consuela) y “las rosas de la cadena” (lo
atenaza). La esperanza religiosa es un espejismo que paraliza la voluntad
El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es
un problema teórica, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre
debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su
pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado
de la práctica- es un problema puramente escolástico”. (2ª Tesis sobre Feuerbach).
5 Ideología, este término tiene, el menos, dos usos:
a) Conjunto de ideas sobre la realidad, el hombre, el mundo y la historia que
tiene el hombre o una clase social.
b) Conjunto de ideas que dan una imagen falseada y justificadora de la
realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres.
Sobre todo, se suele usar esta segunda acepción: como visión falsa y falseadora.
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liberadora del hombre en esta vida, llegando a consagrar, a veces, regímenes
injustos y opresores.
El cristianismo, religión mas extendida en la Europa en que vive Marx, contiene
una moral de la resignación, según la cual todo se compensará en un más
allá, con lo cual, la crítica y solución a los problemas de la vida real se relegan
para otro momento. Por otro lado, esa moral se convierte en una justificación
trascendente de las injusticias sociales y de todo tipo. De esta manera, la
religión se convierte en el complemento celeste de una sociedad opresiva.
El problema consiste en entender por qué el hombre crea la religión. “La
miseria religiosa, en cierto sentido, es expresión de la miseria real, y en otro
sentido es una protesta contra la miseria real. La religión es el anhelo de la
criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de
situaciones en las que está ausente el espíritu. Es el opio del pueblo”.
Para Marx, el hombre que produce religión es un hombre alienado de
antemano. La religión es un producto o reflejo de una situación alienada
anterior. La religión, como otras instituciones sociales, reproduce la alienación
o escisión en que viven los hombres.
De ahí que la postura de Marx no es que sea directamente antirreligiosa, sino
irreligiosa. No se solucionan los problemas atacando la religión, sino que hay
que ir a la raíz que la genera. Quitada la causa, quitado el efecto.
2.3.
Análisis de la sociedad capitalista (Materialismo histórico y
comunismo).
Como ya hemos dicho, toda reflexión acerca de la realidad debe partir de la
realidad concreta en la que se vive, y Marx va a arrancar de la hipótesis de
que lo que mejor define a una época es la forma en que se trabaja. Y el modo
de producción capitalista era el característico de su época. Esta es la
concreción más clara de su materialismo histórico, analiza la historia como la
evolución en las relaciones de las fuerzas de producción, por lo tanto como la
evolución en la lucha d clases, toda la historia, de hecho, es la historia de la
lucha de clases.
Frente a los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Mill, …) que veían en el
modo de producción capitalista un modo de producción natural y
espontáneo, Marx va a señalar que es tan sólo un modo histórico, cuyas
claves y leyes va a intentar desentrañar y criticar.
Pues bien, el concepto clave de la economía capitalista es el de
“mercancía”.
Nos dice Marx en las primera líneas en su “Contribución a la crítica de la
economía política” (1859): “A primera vista la riqueza de la sociedad
burguesa aparece como una inmensa acumulación de mercancías, siendo la
mercancía aislada la forma elemental de esa riqueza” (pág. 45).
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Como se ve, Marx encuentra en el concepto de mercancía la clave del
sistema capitalista y habrá de ser a través de su análisis, por donde inicie el
estudio de ese fenómeno más amplio que llamamos “capitalismo”.
Veamos algunos puntos de ese análisis:
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Toda mercancía es producto de la actividad o del trabajo de hombres
concretos que trabajan en una circunstancia determinada y que presenta
dos caras: su valor de uso y su valor de cambio.
En cuanto valor de uso, la mercancía “adquiere realidad sólo en el
proceso de consumo”. En este aspecto, la mercancía no es más que un
objeto útil, pues es un objeto que sirve para satisfacer una necesidad. Por
ejemplo, un pan es una mercancía que tiene para mí un valor de uso, que
es el de alimentarme. (El aire no es mercancía, pues no es producto de la
actividad humana, aunque tenga un valor de uso: el respirar). Ni que decir
tiene que no todas las mercancías tienen el mismo valor de uso, pues las
cualidades materiales de cada mercancía las diferencian y también las
necesidades que satisfacen son distintas.
El valor de cambio aparece primeramente como una relación cuantitativa
en la que los valores de uso son intercambiables. Efectivamente, dos
mercancías podemos intercambiarlas si consideramos que hay una
proporción conveniente entre ellas. Ese intercambio es lo que llamamos
comercio o mercado.
Así pues, una mercancía es algo útil (tiene valor de uso) y es
intercambiable (valor de cambio). ¿Pero cuál es el origen del valor de
cambio de una mercancía? El trabajo objetivado en esa mercancía. Una
mercancía vale tanto como trabajo haya costado producirla. Sin
embargo, no se trata aquí, en cuanto valor de cambio, de un trabajo
personal, de fulanito…, sino de “trabajo general abstracto”. Una fanega de
trigo o una tonelada de hierro son mercancías con un determinado valor
de cambio, que no varía porque los hayan producido los labradores
mecanizados de Canadá o los mineros con técnicas rudimentarias en
Nigeria. El valor de cambio que tiene un diamante hace abstracción de
quién lo haya encontrado, es decir, es fruto de un trabajo abstracto o
anónimo, social. Sin embargo, ello no quita para que realmente toda
mercancía sea confeccionada por individuos concretos, en situaciones
concretas.
Y es que el valor de cambio de una mercancía es el resultado de un
trabajo social. Es decir, el baremo para establecer el valor de cambio
entre dos mercancías es un cálculo del tiempo de trabajo empleado en
producir dichas mercancías. Si digo que un libro de Torrente Ballester es
intercambiable con un jarrón de porcelana de Talavera, quiero decir que
en producir ambos objetos se ha empleado un tiempo similar.
Marx propone que, aunque hayamos distinguido entre valor de uso y valor de
cambio en el seno de la mercancía, no hemos de olvidar que ésta es una
unidad, que puesta en relación con otras es lo que permite el proceso de
cambio.
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Este proceso de cambio es posible porque la mercancía es un valor de uso (si
no, no sería mercancía). Pero no es valor de uso para su poseedor. Para éste
es un no-valor-de-uso, sino medio de cambio. Por el contrario, para los demás
ha de ser un valor de uso, ya que si no, no permitiría la satisfacción de ninguna
necesidad, sería inútil (y lo inútil no se compra o cambia). Precisamente, a
través de este proceso de cambio es por donde el trabajo acumulado en la
mercancía se convierte en trabajo útil.
Marx analiza detenidamente las distintas expresiones del proceso de cambio
desde sus formas más sencillas, como el trueque (mercancía por mercancía)
hasta llegar a la forma más abstracta y sin embargo más extendida de valorar
las mercancías: el dinero que no es sino “una cristalización del valor de cambio
de las mercancías producido por ellas en el mismo proceso de cambio”. El
dinero es con lo que se va a calcular de modo estable y homogéneo el valor
de la mercancía.
Pues bien, en el régimen productor de mercancías, el capitalismo, se da la
particularidad de que también es mercancía la fuerza de trabajo. En este
régimen, la fuerza de trabajo es una mercancía más. Es el régimen en el que
se puede vender la fuerza de trabajo o cambio del salario. A este fenómeno,
una vez explicado el concepto de plusvalía, le llama Marx explotación del
proletariado.
¿Cuál es el valor de esta mercancía que hemos llamado fuerza de trabajo? Se
calcula igual que cualquier otra mercancía: el tiempo de trabajo socialmente
necesario para producirla: es decir, el tiempo de trabajo que se requiera para
producir las mercancías que sean precisas para mantenerla y reproducirla.
De modo que el proletariado ofrece su fuerza de trabajo para producir
mercancías. A cambio recibe un salario. Las mercancías que produce no son
suyas, ni como materia prima antes de modificarlas, ni tras su acabamiento. El
patrón le paga lo “justo” para restituir la fuerza de trabajo y recrearla
(reproducirla) y en paz. Desde ahora, el patrón dispone de las mercancías a su
antojo.
Lo que sucede es que el valor producido por la fuerza de trabajo es mayor que
la fuerza de trabajo mismo; a esta diferencia es a lo que se llama plusvalía. Y
éste es el origen de la ganancia capitalista.
Ahora bien, este modo de producción en el que la fuerza de trabajo es una
mercancía más, como hemos visto, y que conduce a la negativa “explotación
del proletariado”, es para Marx un modo histórico de producción que no
habría sido posible sin la conquista previa de la libertad (libertad del capitalista
para invertir o no y libertad del siervo respecto al señor y a los gremios) y de la
igualdad jurídico-política. Se trata, como veremos más adelante, de unas
conquistas nominales, más que reales.
Pero el régimen capitalista evoluciona hacia su destrucción o transformación,
de acuerdo con dos leyes:
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Ley de concentración: al concentrar la riqueza en pocas manos
resultará una sociedad dividida en minoría de grandes capitalistas y
una mayoría de depauperados. Pero los “expropiadores serán
expropiados”.
Ley de crisis: la producción sigue un proceso incesante pero la
demanda sigue un proceso descendente. Así, en el sector de la
oferta brota la superproducción pero en el sector de la demanda
surge el subconsumo. Por tanto, la marcha del régimen capitalista
conduce inexorablemente a la crisis.
La única solución para la lucha de clases es que el proletariado tome el poder
y pueda constituir la sociedad comunista, liberando, asimismo, a la clase
burguesa de ese enfrentamiento y eso sólo se producirá cuando las fuerza del
trabajo y la propiedad de los medios de producción coincidan en las mismas
manos, de tal forma, que la plusvalía queda en manos de los propios
trabajadores.
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