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KARL MARX 1.- Antecedentes. 1.1. Marx y Hegel Una fuente indiscutible del pensamiento de Marx es Hegel, a quien, por una parte sigue, asumiendo como suyos importantes conceptos hegelianos, pero a quien, al mismo tiempo, critica profundamente, como veremos. A lo que, en términos generales, se opone Marx es al idealismo que impregna todo el pensamiento de Hegel. Un idealismo que se manifiesta en todas las facetas de su filosofía. Marx va a enfrentarse a Hegel desde un planteamiento materialista. Así, tendremos que: - - - - - Mientras que para Hegel la esencia del hombre es la “autoconcienca”, el “espíritu”, la “razón”, Marx se opone y piensa que hay que superar esa antigua concepción del hombre como ser teórico, concepción que proviene de la Grecia esclavista, que despreciaba el trabajo manual. Nos dirá que el hombre es un ser activo, práctico, siendo su actividad principal el trabajo. Si hay que hablar de esencias, la esencia del hombre es la laboriosidad, el trabajo, la producción, a través de la cual se hace a sí mismo, entra en relación con la naturaleza y con los otros hombres. “El hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida” (“Ideología alemana”, 19). Mientras que Hegel entendía la historia como el proceso de conquista de la libertad, pero una libertad espiritual, la consecución de la autonomía de la razón; Marx requiere que la historia debe ser el proceso de una liberación real, no sólo en el pensamiento, la cual sólo se logrará a través del trabajo, pero de un trabajo en el que el hombre no se aliene, sino que realice su propia esencia. Mientras que Hegel afirmaba que todo es racional, significando esto que todo concordaba con la razón, Marx nos va a decir que no, que en absoluto todo lo que hay es justificable racionalmente. En muchas ocasiones hay situaciones que la razón no puede justificar. Hegel defendió que la realidad es móvil, que se desenvuelve a lo largo de la historia. En este punto estarían de acuerdo, aunque señalen condiciones distintas de tal desarrollo. Para Hegel la realidad era de naturaleza dialéctica. También para Marx. Pero la contradicción, motor de ese devenir dialéctico no es ideal, sino real. El motor del cambio de la realidad es la lucha del hombre ante la naturaleza y de unos hombres frente a otros en el trabajo. En coherencia con todo lo anterior, si la filosofía para Hegel es la expresión de modo sistemático, en conceptos, del desenvolvimiento de la realidad, es decir, la interpretación teórica de la realidad, una interpretación que en absoluto corregía la realidad, sino que la justificaba, para Marx no es ése el papel de la filosofía, más bien es un falseamiento de la misma. En la 11ª tesis contra Feuerbach, dice: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo” (Filosofía 1 - de la acción). En efecto, como veremos, cualquier teoría que pretenda dejar las cosas como están y decir que son racionales o que están bien, sin serlo o estarlo, piensa Marx que no es una buena teoría o una teoría científica, sino una mera ideología que falsea la realidad. Hegel defendía que la dialéctica era el modo apropiado para intentar describir la realidad, que también era de naturaleza dialéctica. Marx también defendería esto. Pero interpretando de modo distinto ese método, quitándole el enfoque idealista que tiene en Hegel. Según Marx, el hecho por el que el método dialéctico en Hegel da lugar a una filosofía idealista está en que trata las realidades como algo espiritual, como algo abstracto, alejado de la auténtica realidad concreta y material. Marx va a darle la vuelta al método dialéctico hegeliano y va a hacer que “pise con los pies el suelo”. En la “Ideología Alemana” (1845) se queja del mal enfoque que afecta a la filosofía hegeliana: “A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad alemana, por el entronque de su propia crítica con el propio mundo material que le rodea”. Piensa Marx que para no caer en el idealismo que él critica, toda filosofía ha de partir de la realidad social concreta en que el filósofo vive y piensa. Es esa la premisa fundamental de la que debe partir toda filosofía. “La producción de ideas y representaciones de la conciencia aparece al principio, directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real… Totalmente lo contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo… No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia… Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico del desarrollo de los hombres” 1 2 1.2. Feuerbach y Marx El pensador más importante de la izquierda hegeliana en su variante de crítica de la religión, es Feuerbach (1804-1872), el cual va a influir profundamente en el joven Marx y en Engels. Feuerbach centra su crítica a Hegel en el tema de la religión. A ella dedica su obra más famosa: “La esencia del cristianismo”, cuya tesis fundamental es que la esencia de la religión es la esencia del hombre. En la religión, el hombre crea a dios a su imagen y semejanza, de acuerdo con sus necesidades, deseos o angustias y, por ello, todos los atributos de dios (omnisciencia, bondad,…) son, en realidad, atributos que corresponden al hombre, aunque sin los límites del individuo humano. La religión, pues, es la esencia humana convertida en dios; lo que prueba el hecho de que todos sus dogmas y creencias apuntan en definitiva al hombre. “La ideología alemana”, cita tomada de Dussell, pág. 143. Por decirlo de otro modo: Hegel va de las ideas a lo real y concreto, mientras que Marx va de lo concreto a las ideas. 1 2 2 Por eso, Feuerbach condena la religión como “alienación” o “enajenación”, ya que el hombre religioso no es consciente de esta verdad y adora a dios como a un ser “ajeno”, distinto, extraño al hombre. En lugar de reconocer al hombre como el creador de dios, lo concibe como algo separado y ajeno, hasta el punto de que el hombre aparece incluso dominado y rebajado ante aquello que no es más que una representación superlativa de sí mismo. Para Feuerbach, la alienación es esa penosa situación en la que la esencia del hombre es vista por éste como algo que le es ajeno y extraño para sí mismo, y, en consecuencia, en esa situación el hombre queda desposeído de su propia esencia. No obstante, la religión no debe suprimirse, según Feuerbach, pues en ella está la verdad del hombre, aunque escondida bajo un ropaje teológico: el hombre es el verdadero dios del hombre. Basta con esta crítica para caer en la cuenta o tomar conciencia de la verdad de la religión: la esencia de la religión no es dios, sino el hombre. Si descubrimos tras la máscara de dios al hombre, la crítica de la religión no conduce a un ateísmo, sino a un humanismo. En otras dos obras, “Tesis provisionales para la reforma de la filosofía” y en “Principios de la filosofía del futuro” de desmarca aún más de Hegel. En líneas generales, Feuerbach, acusa a Hegel de haber hecho de la filosofía una teología disfrazada, cuyo concepto fundamental es el de espíritu (que no es sino dios, bajo un nombre laico). Pues bien, piensa Feuerbach que la filosofía debe empezar por lo real, lo finito, es decir, la naturaleza y el hombre como ser natural. El hombre y la naturaleza son los dos únicos objetos legítimos de nuestro pensar. Hay que partir del hombre, pero no sólo como ser pensante, sino del ser total del hombre que no es sólo pensamiento, sino también sensibilidad, sentimiento, pasión, deseo, amor, relación con los demás hombres. La filosofía de Feuerbach significa, pues, una reivindicación de la sensibilidad, de la corporeidad. Lo primario es, pues, lo sensible. Ahora bien, los sentidos no nos ponen en contacto sólo con los objetos, sino también con los hombres. De esta comunicación con los otros hombres surgen las ideas. De modo que el pensamiento, que Hegel consideraba lo primario, es en verdad algo derivado, pues surge de la comunicación con los otros hombres. Feuerbach confiere tal importancia a esa comunicación entre los hombres que llega a decir que el hombre sólo es verdadero hombre entre los hombres. Dicho de otra manera, destaca como algo esencial del hombre las relaciones sociales. En resumen, esta segunda tanda de críticas de Feuerbach a Hegel se puede interpretar como un ataque al idealismo de éste, frente al que propone una filosofía más materialista. 3 Todas estas ideas y críticas entusiasmaron al joven Marx: Crítica de la alienación religiosa, la primacía del hombre, el materialismo, la potenciación de la corporalidad humana, la importancia de las relaciones sociales… En los “Manuscritos” hay un reconocimiento explícito de Marx a las contribuciones de Feuerbach. 3 Sin embargo, pronto Marx va a separarse críticamente también de Feuerbach. Especialmente en las “Tesis sobre Feuerbach” (1845) y en “La ideología alemana” se contienen las principales críticas de Marx a Feuerbach, que podemos resumir en los siguientes puntos: 1. Aunque Feuerbach afirme que hay que partir de las cosas sensibles, las toma como objeto simple de contemplación del hombre. Y el mundo no es algo dado desde la eternidad, sino producto también de la actividad del hombre. La relación del hombre con la naturaleza no es meramente contemplativa, sino de actividad práctica, transformadora. 2. Aunque Feuerbach afirme que la esencia divina es la esencia humana, no se da cuenta de que no hay esencia humana, no hay la humanidad o el hombre en general, sino hombres concretos y determinados por las circunstancias sociales en que viven. Es decir, no se da cuenta de que la alienación religiosa es un reflejo de la situación alienante en que se desenvuelve su vida terrenal. Por eso, es preciso criticar y revolucionar ese mundo terrenal del que la religión es reflejo; no basta con criticar y disolver ese mundo religioso conceptualmente, sino atacar la raíz. 3. Feuerbach nos habla de un hombre abstracto, ahistórico y, por ende, inexistente. Por ello, olvida también la trayectoria histórica por la que el hombre ha llegado a ser lo que hoy es y pone al hombre fuera de la historia, en la cual el propio hombre, al actuar y transformar la naturaleza y la sociedad, se crea a sí mismo. 4. Feuerbach considera fundamental la “relación del hombre con el hombre”; sin embargo, considera dichas relaciones sociales de modo idealista, sin tener en cuenta la historia, es decir, cómo se han ido desarrollando a través de la historia, y sin tener en cuenta las condiciones materiales de dichas relaciones. En definitiva, Feuerbach sólo ha captado la situación de alienación en que vive el hombre en el terreno religioso, pero no en el mundo concreto. Y ahí es donde va a dirigir Marx todo su empeño crítico. 2. EL PENSAMIENTO DE KARL MARX 2.1. El concepto de alienación (Alienación e ideología). Marx se interesó, teórica y prácticamente, por la esfera de lo humano, por la historia, la economía, la sociología, la política, el derecho… Digo teórica y prácticamente porque nunca fue un teórico puro, sino que en él siempre 3 Ver “Manuscritos”, pág. 184. 4 fueron unidas la teoría y el compromiso revolucionario práctico: recordemos aquella 11ª Tesis sobre Feuerbach: Hay que transformar el mundo. Por otro lado, y coherentemente con lo que hemos visto, Marx se interesa por comprender la realidad histórica en la que le tocó vivir. La filosofía, la reflexión debe tomar como premisa (o punto de partida) ineludible la vida real, analizarla y criticarla. Debe partir del individuo real. Y esa realidad en la que vive Marx es la de la sociedad capitalista de la industrialización, una sociedad contradictoria, deshumanizada… En este análisis crítico de la realidad concreta juegan un papel importantísimo en el pensamiento de Marx tres conceptos: el de hombre, el de trabajo y el de alienación, conceptos que aparecen perfilados ya desde sus obras de juventud y subyacentes a lo largo de toda su obra y conceptos íntimamente conectados entre sí. El pensamiento de Marx es un pensamiento crítico y en esa dimensión crítica juega un papel muy importante el concepto de alienación. Este concepto lo toma Marx fundamentalmente de Hegel y Feuerbach. “Alienación” viene del latino “alienus” (ajeno, que pertenece a otro), que a su vez, viene de “alius” (otro). Es sinónimo de “enajenación” y en Hegel significa también “extrañamiento”. Con este concepto se refiere Marx a la situación en que vive la persona que no es dueña de sí misma ni responsable de sus acciones y pensamientos. Es, como veremos, el estado en el que se encuentra el proletariado en la sociedad capitalista, pues es una sociedad de explotación que se basa en la propiedad privada de los medios de producción. En Marx, frente a Hegel, el concepto de alienación no es una categoría metafísica, un concepto lógico (de la razón), sino que señala a una situación real concreta en la que hay tensión y lucha. No se trata, como en Hegel, de la necesaria autoobjetivación del espíritu en diferentes manifestaciones, sino de una situación real de negación y de unas ilusiones engendradas por dicha situación. De ahí que para Marx este concepto tenga un valor crítico volcado fundamentalmente a la práctica. Marx analiza y usa este concepto especialmente en el seno de su antropología (tanto en su dimensión individual, como social). Como ya hemos señalado, la esencia del hombre es el trabajo, la actividad prácticoproductiva. Pues bien, pensando un poco en la noción de trabajo, quizá logremos entender mejor el concepto de alienación marxiano. Veamos: En la actividad práctico-productiva se produce una exteriorización, es decir, en el trabajo y a través de él el hombre se exterioriza, se proyecta fuera de sí, sobre la naturaleza. Todos reconocemos que esta exteriorización parece esencial al mismo proceso del trabajo. También, en cierto modo, a través de la actividad práctico-productiva, el sujeto se va “desposeyendo o expropiándose”. Ambos matices de 5 exteriorización y desposesión, pueden traducirse con la palabra enajenación y ambos aspectos no parecen tener sentido peyorativo, ni negativo, sino que son necesarios, esenciales e inevitables en el proceso del trabajo, pues trabajar es exteriorizar y proyectar lo que en nosotros hay, de esta manera el producto de esa actividad se podrá reconocer como mi producto, como mi obra. Si la esencia del hombre es el trabajo, trabajar es realizarse y uno se realiza cuando se reconoce en lo que ha hecho. Sin embargo, se da en la realidad la situación de que el resultado o el producto del trabajo no le pertenece al hombre que lo produce, sino a otro (alius); se da la situación en la que el trabajo no realiza al que lo lleva a cabo porque no se reconoce en su obra, la cual se le muestra como extraña; se da la situación de que el trabajo no realiza al que trabaja sino a otro, al que no trabaja… A esta situación es a la que llama Marx alienación. Resumiendo, el concepto de enajenación u objetivación se entiende como un aspecto necesario implícito en el mismo concepto de trabajo, de actividad; mientras que el concepto de alienación hace referencia a situaciones reales que no han de ser, que no deberían darse. La alienación, como veremos más adelante, tiene diversas manifestaciones o formas, siendo la principal y originaria para Marx la económica, la que se produce en el trabajo, mejor dicho, en determinada manera de establecer las relaciones de producción.. 2.2. Las diversas formas de alienación: a) La alienación en el trabajo. (Alienación económica). Como hemos visto, el análisis de lo que sea el ser humano nos ha conducido al concepto de trabajo como su principal constituyente. Hemos visto también que en la mercancía se materializa el trabajo de hombres concretos en unas circunstancias concretas y, sin embargo, aquella se valora abstractamente (trabajo social abstracto, se intercambia también mediante otra abstracción, el dinero…) En definitiva, el análisis de la mercancía indica que en el régimen productor de mercancías se produce una escisión, separación o alienación. Para Marx, en el régimen capitalista de producción se da una situación paradójica, se da el hecho de que “el obrero es más pobre cuanta más riqueza produce” (Manuscritos, 105). Y esto es así, porque el producto de su trabajo le es “extraño”, no es su producto, produce para otros. La tesis general de Marx es que el sistema de producción fundado en la propiedad privada de los instrumentos de producción, implica la alienación del trabajo y del trabajador: 1º) Implica la pérdida del producto del trabajo y del trabajo mismo. El sistema de producción, fundado en la propiedad privada, consiste en que el obrero percibe un salario y, a cambio, ha de ceder el producto de su trabajo al propietario. Por tanto, el producto pasa a manos de su rival, el capitalista. Pero no sólo cede el producto sino también su propio trabajo. Porque el producto encarna el trabajo, ya que, producir es verter el trabajo en el objeto, 6 al que podemos considerar la auténtica encarnación del trabajo. La alienación del producto es, así, alienación del trabajo mismo. 2º) Implica la alienación del hombre, de la persona. Marx tiene un concepto dinámico de la persona, en cuanto actividad racional. El trabajo es la esencia del hombre. Pero ese trabajo, encarnado en el producto, pasa a manos del capitalista. El trabajador se convierte en UN SER PARA OTRO. Él sólo queda dueño de las actividades animales (comer, dormir,…) El sistema capitalista roba la personalidad y sólo deja al hombre la animalidad. El producto del trabajo y el trabajo en él encarnado se convierte en capital, que esclaviza al trabajador. Es la tragedia del obrero: cuanto más trabaja más capital produce y más se esclaviza. Aquí radica el análisis que Marx hace de la economía. La causa de la explotación está en la PLUSVALÍA, que pasa a manos del capitalista. El capitalista paga el valor del trabajo, pero el valor del producto del trabajo es mayor, por tanto hay una diferencia de valor (que se convierte en dinero) que queda en manos del propietario de los medios de producción, eso es la plusvalía. De ella viene el enriquecimiento del capital. b) La alienación social. La sociedad resultante de un trabajo alienado es una sociedad alienada o dividida. Como ya hemos visto en el punto anterior, el trabajo alienado conduce a que haya dos clases de personas, las que trabajan, a las que no pertenece el producto de su trabajo, y aquellas a quienes pertenecen tanto los productos, como el trabajo mismo de los otros seres humanos. La alienación social consiste en la ilusión de que la sociedad es un todo en el que los intereses y las contradicciones de los hombres se reúnen y concilian o la ilusión de que no hay siquiera clases. La verdad es que puede decirse que en todas las épocas la sociedad ha estado dividida y no sólo en la sociedad moderna capitalista, pero la forma de división de la sociedad ha sido distinta en las diferentes etapas de la historia y esas diferentes formas de división no eran más que el reflejo del modo de producción. La estructura de una sociedad es siempre, para Marx, reflejo del modo como se trabaje en dicha sociedad, de cómo se estructuren las relaciones de producción. Pues bien, la sociedad moderna se encuentra escindida en dos clases sociales antagónicas: la burguesía y el proletariado. Marx no definió directamente el concepto de “clase social”, pero podríamos definir “clase social” como un grupo de personas que tienen unas condiciones de existencia y unos intereses comunes, procedentes de sus relaciones con el modo y los medios de producción (factor objetivo) y de lo cual son conscientes de alguna manera (factor subjetivo). 7 Como hemos señalado, la sociedad moderna está dividida en dos clases que son producto social histórico y como tales aparecen en un momento determinado de la historia. Una de ellas es la burguesía. La burguesía se caracteriza por: 1. El individualismo. La libertad del individuo dentro del ámbito de la competencia universal es la ley fundamental del capitalismo. 2. El utilitarismo. El único criterio es el interés particular, el máximo beneficio y la mínima exposición. 3. El alma burguesa es esencialmente crematística. Su dios es el dinero. En consecuencia, supone una desvalorización del hombre que es considerado sólo como capacidad de producir. 4. La burguesía se basa en la invención y el progreso. 5. Universalismo y cosmopolitismo. El afán insaciable de beneficio económico rompe las fronteras geográficas políticas y religiosas. Sólo se sacia con el mundo entero. 6. Contiene en sí misma una grave contradicción. Por un lado es una fuerza de expansión irresistible, por otro tiene una fuerte tendencia a concentrarse. Pero sobre todo descansa sobre su negación, el proletariado. La otra clase típica de la sociedad moderna es el proletariado. Es la cara antagónica de la burguesía. Nace a la par que ésta. Engels lo define así: “El proletariado es aquella clase de la sociedad que obtiene los medios de subsistencia única y solamente de la venta de su trabajo y no del beneficio de cualquier clase de capital; su destino, su vida y su muerte, toda su existencia está a merced de la demanda de trabajo; por tanto, de las alternativas de las épocas comerciales buenas o malas, de las fluctuaciones de una concurrencia sin freno. El proletariado o la clase proletaria, es, en una palabra, la clase trabajadora del siglo XX”. También, de modo esquemático, podríamos decir que sus características son: 1. Alienación y deshumanización: el proletariado es una clase que se determina por su relación con los medios y modo de producción, los cuales, como ya hemos visto, le son ajenos; son de otro. Incluso su propia fuerza de trabajo la vende para conseguir sus medios de subsistencia. La plusvalía, que está claro que es producida por el trabajador, pasa a engrosar el capital que a su vez le oprime y explota. 2. Incertidumbre y contingencia. Trabajar o no trabajar, ganar más o ganar menos, depende no del trabajador, incluso, a veces tampoco del empresario, sino de las inexorables leyes del mercado. El trabajador vive en la inseguridad e incertidumbre. 3. Vocación universal. El proletariado, coproducto de la burguesía tiene también su misma universalidad, si bien una universalidad negativa (pues el proletariado es la negación de la burguesía). Por ello, los problemas de los trabajadores de un país u otro son básicamente los mismos. La lucha proletaria, pues, es universal. En 8 esa lucha, la clase obrera nada tiene que perder, pues nada tiene. ¡Proletarios del mundo, uníos! c) La alineación política. No es difícil comprender, como hemos visto, que la situación de alienación en lo económico se proyecte en la sociedad dentro de la cual se trabaja. Pero hay más, en función de cómo se trabaje en una sociedad, esa misma sociedad genera sus instituciones. Es decir, del mismo modo que el trabajo se proyecta en la estructura de la sociedad, también lo hace en las instituciones que esa sociedad genera. Para Marx, el estado no es más que el órgano mediante el que la clase dominante oprime a la clase débil. Más aún, bajo la apariencia de universalidad y racionalidad del estado, lo que se esconden son mezquinos y particulares intereses. El estado, tal como lo concebía Hegel, y como funcionaba en el régimen capitalista no era, para Marx, más que un aparato de dominio al servicio de la clase dominante. De ahí que Marx acuse a Hegel de haber mistificado e invertido la realidad en este asunto también. En realidad no es el estado el que determina y da forma a la sociedad, sino ésta la que determina a aquél. La existencia POLÍTICA del hombre se caracteriza por la escisión entre la vida del ciudadano y la vida del hombre comprometido en el mundo de las necesidades y del trabajo. El Estado se presenta como la reconciliación de estas dos vidas. Pero tal conciliación es ilusoria. La raíz de esta conciliación hay que buscarla en la realidad de las clases sociales opuestas entre sí. Así, la exterioridad del Estado es el signo de la influencia exclusivista que ejerce sobre él una de las clases, en contra de las demás. El Estado es la encarnación de la explotación del hombre por el hombre. Para realizar la democracia (ideal político) hay que suprimir la particularidad del Estado. Al DOMINIO DE COACCIÓN que tiene el Estado hay que añadir el DOMINIO DE CONVICCIÓN, creando ideologías (filosofía y religión), que dominan la conciencia desde dentro. El Estado, pues, aparece como una conciliación ilusoria entre el hombre privado y el ciudadano. La ilusión procede de que el Estado es un instrumento de clase. Y esto, porque los hombres reales, fuera de toda relación política, están divididos en clases que luchan entre sí. Las clases son grupos sociales particulares a los que se adhieren los hombres por razón de ciertas cualidades. La clase representa sólo una parte de la que el hombre es, en cuanto hombre; la otra parte se identifica con la otra clase. La sociedad se caracteriza por la oposición de clases y su lucha. d) La alienación filosófica. Para Marx la filosofía hegeliana era la más descarada justificación de un injustificable estado de cosas y para colmo, se presenta como la detentadora de la verdad de lo real. 9 Sin embargo, recordemos que para Marx no bastaba con interpretar la realidad, sino que es menester “cambiar” el mundo. No es criterio de verdad la teoría misma, sino que es la práctica la que decide la verdad de una teoría. (2ª tesis). 4 Por todo ello, Marx califica la filosofía hegeliana de: 1. Ideología; 5 es decir, una teoría no científica. Es meramente contemplativa (interpretación) y reflejo de una realidad invertida. LA filosofía contemplativa racionaliza y justifica y, por ende, “conserva” el estado de cosas. 2. Ineficaz. Al ser meramente teórica, contemplativa, desconectada de la praxis, es estéril e ineficaz para transformar la realidad. 3. Por todo ello, es alienación. En realidad, la filosofía así entendida no es captación de las cosas, de la realidad, sino una huída de lo real hacia el pensamiento abstracto. En ella se produce una separación radical de lo real y del pensamiento y se afirma que este último es lo real y determinante. e) La alienación religiosa. Marx, en su época de madurez, no se preocupó directamente por el problema religioso, a lo sumo criticó la alianza o unión que en muchas épocas históricas se ha dado entre lo religioso y lo político. Feuerbach creía encontrar la esencia del hombre en la esencia de dios. Bastaba con la toma de conciencia de ese hecho para eliminar la alienación religiosa. Marx, sin embargo, no se conforma con esa toma de conciencia, pues, en definitiva, Feuerbach sustituye a un dios abstracto, por una no menos abstracta esencia del “hombre” y a Marx no lo gustaba hablar de esencias, sino de hombres concretos que viven y se relacionan en circunstancias históricamente determinadas. La alienación religiosa proyecta al hombre a un mundo de realidades ilusorias, creando un sistema de “valores” contrarios a la vida humana y que obstaculizan la “praxis liberadora”. La religión aparece como el máximo consuelo ante la máxima opresión, el “opio del pueblo” (lo adormece), “el suspiro de la criatura oprimida” (lo consuela) y “las rosas de la cadena” (lo atenaza). La esperanza religiosa es un espejismo que paraliza la voluntad El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórica, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico”. (2ª Tesis sobre Feuerbach). 5 Ideología, este término tiene, el menos, dos usos: a) Conjunto de ideas sobre la realidad, el hombre, el mundo y la historia que tiene el hombre o una clase social. b) Conjunto de ideas que dan una imagen falseada y justificadora de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres. Sobre todo, se suele usar esta segunda acepción: como visión falsa y falseadora. 4 10 liberadora del hombre en esta vida, llegando a consagrar, a veces, regímenes injustos y opresores. El cristianismo, religión mas extendida en la Europa en que vive Marx, contiene una moral de la resignación, según la cual todo se compensará en un más allá, con lo cual, la crítica y solución a los problemas de la vida real se relegan para otro momento. Por otro lado, esa moral se convierte en una justificación trascendente de las injusticias sociales y de todo tipo. De esta manera, la religión se convierte en el complemento celeste de una sociedad opresiva. El problema consiste en entender por qué el hombre crea la religión. “La miseria religiosa, en cierto sentido, es expresión de la miseria real, y en otro sentido es una protesta contra la miseria real. La religión es el anhelo de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de situaciones en las que está ausente el espíritu. Es el opio del pueblo”. Para Marx, el hombre que produce religión es un hombre alienado de antemano. La religión es un producto o reflejo de una situación alienada anterior. La religión, como otras instituciones sociales, reproduce la alienación o escisión en que viven los hombres. De ahí que la postura de Marx no es que sea directamente antirreligiosa, sino irreligiosa. No se solucionan los problemas atacando la religión, sino que hay que ir a la raíz que la genera. Quitada la causa, quitado el efecto. 2.3. Análisis de la sociedad capitalista (Materialismo histórico y comunismo). Como ya hemos dicho, toda reflexión acerca de la realidad debe partir de la realidad concreta en la que se vive, y Marx va a arrancar de la hipótesis de que lo que mejor define a una época es la forma en que se trabaja. Y el modo de producción capitalista era el característico de su época. Esta es la concreción más clara de su materialismo histórico, analiza la historia como la evolución en las relaciones de las fuerzas de producción, por lo tanto como la evolución en la lucha d clases, toda la historia, de hecho, es la historia de la lucha de clases. Frente a los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Mill, …) que veían en el modo de producción capitalista un modo de producción natural y espontáneo, Marx va a señalar que es tan sólo un modo histórico, cuyas claves y leyes va a intentar desentrañar y criticar. Pues bien, el concepto clave de la economía capitalista es el de “mercancía”. Nos dice Marx en las primera líneas en su “Contribución a la crítica de la economía política” (1859): “A primera vista la riqueza de la sociedad burguesa aparece como una inmensa acumulación de mercancías, siendo la mercancía aislada la forma elemental de esa riqueza” (pág. 45). 11 Como se ve, Marx encuentra en el concepto de mercancía la clave del sistema capitalista y habrá de ser a través de su análisis, por donde inicie el estudio de ese fenómeno más amplio que llamamos “capitalismo”. Veamos algunos puntos de ese análisis: - - - - Toda mercancía es producto de la actividad o del trabajo de hombres concretos que trabajan en una circunstancia determinada y que presenta dos caras: su valor de uso y su valor de cambio. En cuanto valor de uso, la mercancía “adquiere realidad sólo en el proceso de consumo”. En este aspecto, la mercancía no es más que un objeto útil, pues es un objeto que sirve para satisfacer una necesidad. Por ejemplo, un pan es una mercancía que tiene para mí un valor de uso, que es el de alimentarme. (El aire no es mercancía, pues no es producto de la actividad humana, aunque tenga un valor de uso: el respirar). Ni que decir tiene que no todas las mercancías tienen el mismo valor de uso, pues las cualidades materiales de cada mercancía las diferencian y también las necesidades que satisfacen son distintas. El valor de cambio aparece primeramente como una relación cuantitativa en la que los valores de uso son intercambiables. Efectivamente, dos mercancías podemos intercambiarlas si consideramos que hay una proporción conveniente entre ellas. Ese intercambio es lo que llamamos comercio o mercado. Así pues, una mercancía es algo útil (tiene valor de uso) y es intercambiable (valor de cambio). ¿Pero cuál es el origen del valor de cambio de una mercancía? El trabajo objetivado en esa mercancía. Una mercancía vale tanto como trabajo haya costado producirla. Sin embargo, no se trata aquí, en cuanto valor de cambio, de un trabajo personal, de fulanito…, sino de “trabajo general abstracto”. Una fanega de trigo o una tonelada de hierro son mercancías con un determinado valor de cambio, que no varía porque los hayan producido los labradores mecanizados de Canadá o los mineros con técnicas rudimentarias en Nigeria. El valor de cambio que tiene un diamante hace abstracción de quién lo haya encontrado, es decir, es fruto de un trabajo abstracto o anónimo, social. Sin embargo, ello no quita para que realmente toda mercancía sea confeccionada por individuos concretos, en situaciones concretas. Y es que el valor de cambio de una mercancía es el resultado de un trabajo social. Es decir, el baremo para establecer el valor de cambio entre dos mercancías es un cálculo del tiempo de trabajo empleado en producir dichas mercancías. Si digo que un libro de Torrente Ballester es intercambiable con un jarrón de porcelana de Talavera, quiero decir que en producir ambos objetos se ha empleado un tiempo similar. Marx propone que, aunque hayamos distinguido entre valor de uso y valor de cambio en el seno de la mercancía, no hemos de olvidar que ésta es una unidad, que puesta en relación con otras es lo que permite el proceso de cambio. 12 Este proceso de cambio es posible porque la mercancía es un valor de uso (si no, no sería mercancía). Pero no es valor de uso para su poseedor. Para éste es un no-valor-de-uso, sino medio de cambio. Por el contrario, para los demás ha de ser un valor de uso, ya que si no, no permitiría la satisfacción de ninguna necesidad, sería inútil (y lo inútil no se compra o cambia). Precisamente, a través de este proceso de cambio es por donde el trabajo acumulado en la mercancía se convierte en trabajo útil. Marx analiza detenidamente las distintas expresiones del proceso de cambio desde sus formas más sencillas, como el trueque (mercancía por mercancía) hasta llegar a la forma más abstracta y sin embargo más extendida de valorar las mercancías: el dinero que no es sino “una cristalización del valor de cambio de las mercancías producido por ellas en el mismo proceso de cambio”. El dinero es con lo que se va a calcular de modo estable y homogéneo el valor de la mercancía. Pues bien, en el régimen productor de mercancías, el capitalismo, se da la particularidad de que también es mercancía la fuerza de trabajo. En este régimen, la fuerza de trabajo es una mercancía más. Es el régimen en el que se puede vender la fuerza de trabajo o cambio del salario. A este fenómeno, una vez explicado el concepto de plusvalía, le llama Marx explotación del proletariado. ¿Cuál es el valor de esta mercancía que hemos llamado fuerza de trabajo? Se calcula igual que cualquier otra mercancía: el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla: es decir, el tiempo de trabajo que se requiera para producir las mercancías que sean precisas para mantenerla y reproducirla. De modo que el proletariado ofrece su fuerza de trabajo para producir mercancías. A cambio recibe un salario. Las mercancías que produce no son suyas, ni como materia prima antes de modificarlas, ni tras su acabamiento. El patrón le paga lo “justo” para restituir la fuerza de trabajo y recrearla (reproducirla) y en paz. Desde ahora, el patrón dispone de las mercancías a su antojo. Lo que sucede es que el valor producido por la fuerza de trabajo es mayor que la fuerza de trabajo mismo; a esta diferencia es a lo que se llama plusvalía. Y éste es el origen de la ganancia capitalista. Ahora bien, este modo de producción en el que la fuerza de trabajo es una mercancía más, como hemos visto, y que conduce a la negativa “explotación del proletariado”, es para Marx un modo histórico de producción que no habría sido posible sin la conquista previa de la libertad (libertad del capitalista para invertir o no y libertad del siervo respecto al señor y a los gremios) y de la igualdad jurídico-política. Se trata, como veremos más adelante, de unas conquistas nominales, más que reales. Pero el régimen capitalista evoluciona hacia su destrucción o transformación, de acuerdo con dos leyes: 13 - - Ley de concentración: al concentrar la riqueza en pocas manos resultará una sociedad dividida en minoría de grandes capitalistas y una mayoría de depauperados. Pero los “expropiadores serán expropiados”. Ley de crisis: la producción sigue un proceso incesante pero la demanda sigue un proceso descendente. Así, en el sector de la oferta brota la superproducción pero en el sector de la demanda surge el subconsumo. Por tanto, la marcha del régimen capitalista conduce inexorablemente a la crisis. La única solución para la lucha de clases es que el proletariado tome el poder y pueda constituir la sociedad comunista, liberando, asimismo, a la clase burguesa de ese enfrentamiento y eso sólo se producirá cuando las fuerza del trabajo y la propiedad de los medios de producción coincidan en las mismas manos, de tal forma, que la plusvalía queda en manos de los propios trabajadores. 14