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La Reforma Protestante y la contrareforma católica
Autor:Paulo Arieu
Auto de fe
La palabra ''Reforma'' implica también la referencia a la reación católica, reacción que no sólo es un
contraataque (Contrarreforma), sino también, y quizá en mayor medida, una Reforma alternativa que en
algunos casos tiene sus raíces antes que la otra y está animada de valores positivos con independencia
de cualquier polémica exterior. La obra se centra, sin embargo, en la primera faceta. Se trata por tanto,
de la Reforma protestante y de las iniciativas católicas propiciadas por el nacimiento de aquélla.
En lo que se refiere a las causas, hay una verdadera ruptura con lo que la espiritualidad de la Edad
Media había puesto en primer plano, la moral. Las reformas pedidas, y asumidas por la propia Iglesia, se
encuadraban en la conducta de sacerdotes y fieles, en la fidelidad a las normas, no en innovaciones de
carácter teológico. La gran masa de los creyentes desconocían las sutilezas de ese orden y miraban más
las implicaciones derivadas de los malos ejemplos; esa misma masa mezclaba, además, con las
creencias ortodoxas prácticas supersticiosas más o menos consentidas. Por otro lado, la ortodoxia era
un terreno abierto en muchas cuestiones, lo que permitía a los teólogos discrepar en ciertos asuntos sin
que ello les llevase a enfrentarse con la autoridad pontificia (caso de Wyclif, que no fue molestado y
murió en el seno de la Iglesia, cosa que no hubiera sucedido medio siglo más tarde), y, si había conflicto
(como con Huss), se debía a factores extrarreligiosos, protonacionalistas. Por el contrario, la Reforma
viene a poner el interés en lo teológico, como había pasado en el antiguo Oriente durante los primeros
siglos de la Cristiandad, y en el tema de la autoridad papal, que los orientales resolvieron mediante el
cisma (siglo XI).
Tres son, a juicio del autor, los puntos básicos que van a mover el espíritu reformista: el problema del
pecado, la tendencia al sacerdocio universal y la revalorización de la Biblia. El primero alcanza cada vez
más un aspecto personal y angustia al hombre, que se siente culpable en un mundo donde la muerte
hace continuo acto de presencia y que amenaza con los terrores de la vida eterna. Por otro lado, el
desprestigio de los sacerdotes, los progresos del individualismo y la participación creciente de los laicos
en las actividades de tipo religioso rompió la rígida barrera que separaba las dos condiciones. En el caso
de la Biblia, la imprenta había multiplicado las posibilidades de acceso a su lectura; los textos, revisados
sobre las fuentes originales, mejoran la hasta entonces indiscutible versión de San Jerónimo (la
''Vulgata''); esta exégesis, en principio al servicio de nuevas traducciones al latín, orienta también un
nuevo fenómeno, las versiones en lengua vulgar, que proliferan en toda Europa sin que en sus inicios
haya una expresa prohibición; la labor de los humanistas (y a su frente Erasmo) había sido decisiva para
este renacer de los textos sagrados y el interés por conocerlos directamente los laicos, pero estos
humanistas no representan ninguna postura que afecte a la veracidad de los dogmas admitidos; se
decantan más bien hacia lo que hoy llamamos ''libertad de conciencia'', tolerancia, confianza en el
individuo; no buscan obediencias separadas, alternativas institucionales.
Lutero es el desencadenante de la Reforma. Impotente ante el pecado, a pesar de la severa disciplina a
que se sometía, este fraile agustino alemán ve en las palabras de San Pablo la solución: la misericordia
de Dios es tal que basta la fe para salvarnos. Esta función de la fe, producto de la gracia, entronca a su
vez con el pensamiento agustiniano, tan alejado de la racionalización propiciada por Santo Tomás. Lo
que en sus inicios podría haber sido simplemente una revitalización de la corriente agustiniana - nunca
vencida por la teología tomista -, pasó a mayores, cuando, rotas las vías de diálogo con Roma y con el
Emperador, la misma lógica del planteamiento (personalización del problema de la fe) puso en
entredicho el aparato dogmático y la jerarquía sacerdotal. La inmediata repercusión que estas ideas
tuvieron en el plano político y social, en Alemania, prueba que existía un ambiente propicio para ellas;
pero la distinta interpretación que se hizo en uno y otro caso (Príncipes beneficiados con la
secularización de los bienes eclesiásticos, campesinos que veían la oportunidad de hacer realidad la
igualdad evangélica), dejará perplejo a Lutero, obligado a elegir y a dictaminar acerca de ambas
posiciones. Al solidarizarse con los príncipes introduce de nuevo un modelo jerárquico, con una Iglesia
subordinada al poder civil (cuius regio, eius religio), con lo cual no sólo va a tener que contender con sus
objetores católicos sino también con algunos compañeros y seguidores. Ello significa que el luteranismo
no va a monopolizar ya la Reforma, y su fuerza disminuye salvo allí donde los príncipes lo imponen.
La segunda personalidad eminente del protestantismo es Calvino. Su formación teológica era tan sólida
como la de Lutero y, del mismo modo, perteneció al clero. También pasó por una etapa de dudas e
indecisiones antes de separarse de la Iglesia católica, para iniciar un camino, también algo sinuoso hacia
una reinterpretación de la Reforma que iba más allá de lo dicho por Lutero, pero a éste, a Zuinglio, a
Ecolampadio o a Bucero debe bastante, sobre todo en el terreno organizador, en el que tanto éxito tuvo.
Siguiendo a Zuinglio, centra el problema en la gracia, causa de salvación, gracia que Dios da a quien
quiere - no es meritoria -; es el agustinismo llevado al plano más restrictivo. No hay una clara referencia a
la predestinación (que será afirmada por el calvinismo posterior); tampoco Calvino rompe con el valor
sacramental de la eucaristía (en lo que resulta más conservador que Zuinglio y se alinea con Lutero);
pero acentúa más que éste le idea del sacerdocio universal e intenta, sin conseguirlo, la autonomía
frente al Estado.
Localizada la Reforma al principio en Alemania y Suiza, no tardará en llegar a otros países. En Inglaterra,
al cisma de Enrique VIII sucede la fase calvinista de Eduardo VI, que, tras la reacción católica de María
Tudor, dará paso al eclecticismo de Isabel, la Iglesia Anglicana; diferente es la trayectoria de Escocia,
precozmente presbiteriana. También en Francia, tras una primera etapa de luteranismo más o menos
tolerado, el zuinglio-calvinismo se impone entre los reformados (hugonotes), al tiempo que se produce la
reacción católica por voluntad de Enrique II. Por esas mismas fechas el calvinismo y, en general, el
protestantismo suizo desplaza al luteranismo en Alemania y arraiga en los Países Bajos, lugar de
conflicto agudo con el catolicismo.
La Contrarreforma no esperará a la terminación del Concilio de Trento. Es más, frente a las tesis
conciliaristas de los moderados, especialmente los erasmistas o los seguidores de Melachton, se opta,
desde el poder político, por la lucha directa, la ''reconquista por las armas'', que está a punto de triunfar
después de Mülberg (1547). Fracasado este camino, la Reforma católica, de la mano sobre todo de
jesuitas y capuchinos, buscará la ''reconquista de las masas'', y lo logrará en algunos lugares (sur de
Flandes, sur de Alemania). El Concilio de Trento, lejos de acercar posiciones, las radicaliza, pero al
menos clarifica el dogma y establece las bases para crear un modelo de sacerdote más ejemplar e
instruido.
Por países, no hay duda de que fue Francia aquél en el que la pugna entre hugonotes y católicos dio
lugar a mayores tensiones. Toda la segunda mitad del siglo XVI es una época de ''guerras de religión'',
con breves intervalos de paz. La monarquía, tras la muerte de Enrique II, intenta la vía del diálogo, de la
tolerancia (Catalina de Médici, Miguel de L'Hôpital); se creía posible la convivencia ''política'' junto al
respeto a la conciencia de cada uno; se evidencia, sin embargo, que este ideal era solo el proyecto de
una minoría de formación humanista no compartido ni por católicos (dirigidos por los Guisa) ni por
hugonotes (defendidos por Borbones y Condés). La paz consiguiente al Edicto de Nantes no resolvió la
cuestión, pues era una peligrosa fórmula al dividir a Francia en dos Estados confesionales bajo la teórica
autoridad real; Richelieu se limitó a reducir los privilegios de los hugonotes, pero, ya en los últimos años
del siglo XVII Luis XIV se sentirá lo bastante fuerte para revocar el Edicto y poner a los hugonotes en la
alternativa de abjurar o irse de Francia. El protestantismo militante estaba, por otra parte, casi agotado, y
una especie de resignación llevó a la mayoría de sus fieles a volver a la Iglesia Católica; a partir de
entonces seguirá habiendo en Francia protestantes, pero se habrá acabado su influencia política como
tales.
En los Países Bajos la oposición católico-reformista va a solaparse con la lucha política a partir del
reinado de Felipe II, intransigente, como su padre, en la defensa de la religión romana. El éxito se lo
reparten: el sur permanece católico, el norte calvinista y rebelde luego independiente. Del mismo modo,
la firme adhesión a Roma - vía jesuitas - del emperador aplastará los focos protestantes en los Estados
Patrimoniales, pero no podrá evitar la consolidación, en los principados más septentrionales, de una
Reforma que volverá a sus orígenes al predominar el elemento luterano sobre el calvinista. La línea
divisoria coincidirá bastante con el antiguo ''limes'' romano.
La recuperación del luteranismo es consecuencia de su espíritu abierto, de su voluntad de establecer
unos principios comunes por encima de diferencias no esenciales; así se llegó a la ''Fórmula de
Concordia'' que ha perdurado hasta ahora. No hay que olvidar tampoco el protagonismo que en su
triunfo tuvieron los príncipes y reyes, por egoísmo o por convicción (caso este último de Gustavo Adolfo,
que estuvo a punto de crear un verdadero ''Imperio luterano'' durante la Guerra de los Treinta Años).
Entre los calvinistas van a surgir discrepancias que afectarán a lo doctrinal (problema de la
predestinación) y a lo organizativo (relaciones con el Estado). Las posturas más definidas fueron las de
gomaristas (radicales) y arminianos (más flexibles). Mayor era la distancia doctrinal en Inglaterra y
Escocia, lo que dio lugar a la crisis de los años cuarenta, resuelta primero a favor de los presbiterianos
(Cromwell) y finalmente en beneficio de los anglicanos, pero con cierta tolerancia para aquéllos.
Tras la paz de Westfalia parece que la tensión secular producida por las luchas religiosas desaparece. El
cansancio resultante en unos y otros crea un clima nuevo; para unos, había que relativizar los problemas
de índole religiosa y buscar otros caminos (es la ''crisis de la conciencia europea'' de que habla Paul
Hazard); para otros, el sentimiento religioso se transfiere al plano interior; aparecen las nuevas
modalidades de protestantismo que enlazan especialmente con corrientes anteriores de independientes
(como los anabaptistas moderados); de entre ellas destaca el autor el pietismo y el metodismo,
predominantes en los mundos germánico y anglosajón respectivamente (aunque minoritarios frente a las
iglesias oficiales). De este modo el protestantismo se consolida y alcanza una posición definitiva, hasta
ahora, en gran parte del mundo cristiano.
La validez del proceso descrito no impide que los investigadores sigan planteándose hipótesis y
discrepando sobre los aspectos concretos de la Reforma. Varias son las cuestiones más debatidas: la
primera de ellas que aborda Delumeau es la de las causas; como no podía ser menos, el marxismo ha
dado su explicación al fenómeno desde la perspectiva económica, explicación que el autor no asume
ante la evidencia de tratarse la Reforma de un hecho interclasista (no hay una divisoria que pase por las
clases sociales o la posición económica). También rechaza la tradicional y reavivada tesis católica de los
''abusos disciplinarios'', del exceso de rigorismo (como tampoco era cierto que fuera lo contrario, la
relajación de costumbres del clero). Parece, piensa Delumeau, que hay que centrarse en lo teológico
como punto esencial (el pecado y la salvación).
La figura de Lutero es otra cuestión aún pendiente. Su perfil es ambiguo todavía. Hoy se busca más en
su etapa formativa la razón de su posterior actitud; se ha dado una explicación psicológica de tipo
freudiano; se le ha considerado, asimismo, como un hombre de espíritu medieval, enfrentado al
Humanismo y al Renacimiento. Pero no se puede negar su sincera piedad ni tampoco su contribución
positiva al pensamiento teológico, hoy más fácilmente observable.
También se ha hecho famosa, desde la aparición del libro de M. Weber (''El protestantismo y el espíritu
del capitalismo''), la tesis que relaciona estrechamente ambos fenómenos, siendo el segundo deudor del
primero en su versión calvinista. Hasta ahora, sin embargo, no parece claro el pensamiento económico
de Lutero o de Calvino, pero sí se constata que el calvinismo derivó más tarde hacia la aceptación plena
de la figura del capitalista, lo que avala las líneas generales de la aportación de Weber.
Aún queda por estudiar mucho; profundizar, por ejemplo, en las figuras tenidas por secundarias
(Zuinglio, Bullinger, Bucero, Ecolampadio, Capitón, Teodoro de Beza); conocer mejor los métodos
utilizados en la predicación, valorar documentos todavía inéditos...
La Reforma y la Contrarreforma han llegado hasta nuestros días. La Cristiandad sigue dividida. Pero el
espíritu que mueve a católicos y protestantes es distinto. Ahora se procura ver más las cosas que unen
que las que separan. Este ecumenismo procede de los dos lados y procura una perspectiva que puede
resultar fructífera. El ejemplo más significativo es el tratamiento del tema calvinismo-jesuitas; siempre se
ha visto tal binomio como la prueba de la radicalización de las posturas, ejerciendo en cada campo el
papel de intransigentes. Ahora es posible ver paralelismos, que resultan sorprendentes: semejanzas
entre los hombres (incluso entre Calvino y San Ignacio), puritanismo (medidas contra el teatro, el
alcoholismo y la mendicidad), mayor importancia de los laicos...Los teólogos se influyeron mutuamente:
los arminianos tendían a matizar la doctrina de la gracia limitada a los escogidos; los jansenistas acercan
posiciones a la justificación por la fe mediante la gracia. En ambos casos la postura a adoptar ante el
capitalismo fue vacilante e intercambiable. Unos y otros querían ser independientes del Estado. Y, lo
más positivo en la historia de la cultura: los libros de espiritualidad varían para unos y otros (como
demostró Wesley, el fundador del metodismo), y compositores protestantes enriquecieron y dignificaron
la liturgia católica.
Para el siglo XV, los abusos cometidos por los Papas, obispos y clérigos los expuso a críticas severas y
a una abierta oposición por parte del pueblo. Esto era herejía (estar en desacuerdo contra las normas
establecidas por la Iglesia), desde luego, la herejía no era tolerada por la Iglesia.
Las personas que cometían este delito eran castigados como criminales, algunas veces la condena
conllevaba tortura o posible pena de muerte. La religión Católica era reconocida como la religión oficial
de Europa y por lo tanto se consideraba un crimen, no únicamente contra el Estado, sino con más
repercusión, ante Dios. Los líderes católicos habían caído en un estado espiritual pernicioso el cual
promovía el absentismo y el abandonó de sus deberes pastorales.
Por otra parte, el nepotismo papal culminó cuando el Papa Sixto IV convirtió a todos sus sobrinos en
cardenales o en gobernantes. Para el siglo XV se habían producido disputas importantes en el interior de
la Iglesia estableciéndose la sede del Papa en Aviñón, bajo la influencia del rey de Francia.
Conflictos de tipo político entre los reyes y la Iglesia crearon fricciones que alcanzaron una intensidad
excepcional. La reforma religiosa de tipo protestante surge precisamente como resultado de estos
conflictos entre Iglesia y Estado.
Dos personajes que iniciaron el movimiento reformista contra la Iglesia Católica fueron el inglés Juan
Wiclef y el checoslovaco Juan Huss. Wiclef comenzó a denunciar las irregularidades cometidas por los
líderes católicos y sostenía que la Biblia y no el Papa, era la autoridad máxima en la Tierra.
El líder espiritual de la Reforma fue Martín Lutero (1483-1546), aunque él personalmente no se
consideraba así. Lutero nació en Alemania y desde muy joven se obsesionó por su propia salvación
espiritual. Su creencia religiosa partía de que Dios era un juez severo y no un padre bondadoso.
Lutero empleaba gran parte de su tiempo en duros actos de penitencia asi como constantes y completas
confesiones de sus pecados. Lutero obtuvo su ordenación sacerdotal en el Convento de los Agustinos.
Luego de su graduación viajó a Roma para resolver algunos asuntos internos en relación con la orden
Agustina.
A su regreso de Roma, tras observar lo que sucedía en la capital de la cristiandad, comenzó a censurar
a la Iglesia Católica por su desorden administrativo y los abusos cometidos por los clérigos. El concepto
de justicia tomó otra perspectiva, la del perdón y no castigo, como único medio para la reconciliación de
los humanos con Dios.
Lutero colocó noventa y cinco tesis en la puerta del castillo de Wittenberg donde divulgaba que la última
autoridad en materia religiosa no era el Papa, sino las Sagradas Escrituras, los sacramentos quedaban
reducidos a tres; bautismo, comunión y penitencia, rechazada la creencia de que el pan y el vino se
convirtieran en el cuerpo y la sangre de Cristo. El sensacional efecto de la ideas de Lutero comenzó un
movimiento de protestas públicas denunciando los abusos cometidos por la Iglesia. Este movimiento
tocó al centro y norte de Europa y como resultado Lutero fue acusado de herejía por la Iglesia.
Lutero fue excomulgado de la Iglesia, aun así él prosiguió condenando las prácticas religiosas de la
época por muchos años. Los príncipes alemanes endosaron la actitud de Lutero y lo apoyaron entrando
con él en protesta en contra del establecimiento religioso. Desde este entonces, todo los disidentes de la
Iglesia Católica Romana se han conocidos como protestantes.
Concilio de Trento : Orígenes (1518-1534)
El origen del Concilio de Trento se encuentra en la llamada al ‘Concilio Universal’ en territorio alemán
que hizo Martín Lutero (iniciador de la reforma protestante) el 28 de noviembre de 1518.
En un claro ataque a la infalibilidad del pontífice León X, Lutero como principio sobreponía la
superioridad del Concilio.
El pontífice Adriano VI en 1521 aceptó la convocatoria del Concilio, aunque la guerra que enfrentaba al
emperador Carlos V y a Francisco I de Francia no permitía la convocatoria a un corto plazo.
El 18 de noviembre de 1523 el cardenal Julián de Médicis era elegido nuevo papa con el nombre de
Clemente VII.
Clemente VII (1523-1534) fue contrario a la convocatoria del Concilio y precursor de una alianza entre
España, Inglaterra y Portugal para luchar contra la herejía luterana.
El Concilio pasaba a un segundo plano, por el agravamiento de la guerra entre España y Francia,
cuando Italia (asustada por los éxitos del emperador Carlos V en Europa) entró en la ‘Liga de Cognac’ o
Liga Clementina al lado de Francia.
Esta política, en mayo de 1527, llevó a Carlos V a tomar y saquear Roma y a la cautividad del pontífice.
El Tratado de Barcelona (29 de mayo de 1529) restableció la paz entre Clemente VII y Carlos V, por el
que el emperador se comprometía a restituir a la Iglesia sus antiguos dominios y, a cambio, Clemente VII
otorgaba a Carlos V la investidura del reino de Nápoles.
Por distintas razones, católicos y protestantes se encontraban de acuerdo para reunir al Concilio, los
católicos para aislar a los protestantes definitivamente, los protestantes como un medio dilatorio para no
someterse hasta que el Concilio se hubiera pronunciado.
A principios de 1532, Carlos V decidió intervenir, consultó el problema a Francisco I y presionó a
Clemente VII para que aceptase convocar el Concilio.
Clemente VII aceptó convocar el Concilio con la condición de que los protestantes volviesen a la fe y a
las prácticas católicas, mientras que el rey francés Francisco I retrasó su respuesta varios meses.
Por otro lado, Carlos V hizo concesiones con los protestantes, asignándoles un “status quo”, en la ‘Dieta
Imperial de Ratisbona (17 de abril de 1532)’ y con la ‘Paz de Nuremberg (23 de julio de 1532)’.
Las concesiones ofrecidas a los protestantes en Nuremberg –
(a) Asegurando que no podría haber guerra entre los estados del Imperio por motivos religiosos.
(b) El emperador se encargaría de convocar el Concilio en plazo de seis meses – hicieron que los
protestantes cambiasen de política, dando incluso largas a la convocatoria del Concilio.
A la muerte de Clemente VII, Alessandro de Farnesse fue elegido nuevo pontífice con el nombre de
Paulo III (1534-1549). Su pontificado fue muy fecundo, con él se llevó a cabo una auténtica reforma en la
Iglesia, nombró varias comisiones de prelados y cardenales, designó comisiones especiales para la
reorganización de la Cámara, la Cancillería, la Penitenciaría y el Tribunal de la Rota.
Es considerado un papa entre el Renacimiento y la Contrarreforma, encargado de potenciar la
magnificencia de la corte, gestionó varios trabajos de Miguel Ángel (entre otros, las pinturas de la Capilla
Sixtina).
En política exterior, su mediación entre el emperador español Carlos V y el rey francés Francisco I llevó
al Tratado de Nicea (1538), así como a la excomunión de Enrique VIII de Inglaterra.
Paulo III trabajó para establecer la concordia entre los príncipes cristianos y unirlos contra la amenaza
turca. Autorizó varias órdenes religiosas, como la de los Jesuitas (1540).
En 1542 restableció la Inquisición en Italia.
Bajo su pontificado se convocó el Concilio de Trento (1543), a pesar de la negativa de Francisco II de
Gonzaga ‘Duque de Mantua’.
En pleno Concilio de Trento, Paulo III tuvo que trasladarse a Bolonia a causa de una enfermedad
contagiosa que se declaró en aquella ciudad.
En el terreno personal, cedió importantes territorios de la Iglesia a su hijo Pier Luigi Farnesse – ‘Duque
de Parma y Piacenza’, asesinado el 10 de septiembre de 1547 en su Palacio de Piacenza, víctima de
una conjura tramada por Ferrante de Gonzaga (gobernador de Milán) y el emperador Carlos V – lo que
generó gran hostilidad hacia el pontífice.
Paulo III falleció en 1549. En el pontificado le sucedió Giovani María Ciocchi del Monte (Julio III).
Concilio de Trento : Orígenes (1518-1534)
Ciudad para celebrar el Concilio.- A mediados de febrero de 1537 se elaboró un documento donde se
denunciaban los principales males que sufría la Iglesia (entre otros: ordenación de sacerdotes mal
preparados, mala elección de obispos, abandono de la predicación, decadencia de las órdenes religiosas
y gran acumulación de beneficios).
La primera reunión del Concilio fue fijada para el 23 de mayo de 1537.
Los nuevos obstáculos de Lutero fueron denominados ‘Coloquios’ (Colloquios), reunión por la vía de las
discusiones, tratando cuestiones puramente disciplinares, tales como la comunión bajo las dos especies
y el matrimonio de los sacerdotes.
La posición de Martín Lutero era intransigente en lo doctrinal, con la que perdía terreno la posibilidad de
un Concilio en Alemania.
Entretanto, Francia se encontraba más preocupada por obtener el Ducado de Milán.
Dado que la política de los Coloquios excluía la del Concilio, el 21 de mayo de 1539 se suspendió el
‘Concilio sine die’.
Los Coloquios más importantes fueron: La Dieta de Spira (6 de junio de 1540), trasladada el 12 de junio
a Haguenau y prorrogada el 28 de octubre a Worms.
La Dieta de Ratisbona, que fracasó el 22 de mayo de 1541, remitiendo toda decisión en el terreno
dogmático al futuro Concilio fijado en el plazo de dieciocho meses.
Comenzó la discusión sobre el lugar de celebración, el pontífice Paulo III defendió de Vicenza. Al no
admitir Venecia la ciudad de Vicenza para el Concilio, Fernando I de Habsburgo (rey de Hungría y
Bohemia (1526) y rey de Alemania (1531)) y Carlos V propusieron la ciudad de Trento.
Paulo III volvió a proponer nuevas ciudades (Bolonia, Cambrai, entre otras). Finalmente, el 22 de mayo
de 1542 el Consistorio convocó el Concilio en Trento para el 1 de noviembre de 1542.
La ciudad de Trento fue elegida como Sede del Concilio porque los alemanes la consideraban como
ciudad alemana, aunque de alguna manera era ciudad italiana.
El Concilio de Trento se convocó por Bula del 29 de junio de 1542:
Los conflictos bélicos entre el emperador Carlos V y el rey francés Francisco I acabaron suspendiendo el
Concilio el 6 de julio de 1543.
El Concilio fue suspendido el 6 de julio de 1543.
La guerra franco-española finalizó el 17 de septiembre de 1544 con la ‘Paz de Crépy’, que ratificaba
prácticamente la ‘Paz de Cambrai (1529)’, en donde Francisco I reconocía la soberanía de Carlos V
sobre Artois y Flandes y retiraba sus pretensiones sobre Milán y Nápoles, mientras que el emperador
abandonaba Borgoña.
A partir de la ‘Paz de Crépy’, Francisco I continuaba en guerra con Inglaterra y necesitaba del pontífice
Paulo III para conseguir su colaboración financiera y militar, por lo que solicitaba la reunión del Concilio.
Por su parte, Carlos V también necesitaba la colaboración del pontífice.
Se solicitaba, pues, derogar la supresión del Concilio. Se estipuló una nueva reunión para el 15 de marzo
de 1545.
Paulo III designó delegados y presidentes del Concilio el 16 de febrero de 1645. La escasa asistencia de
obispos (algunos de ellos eligieron representantes) retrasó la apertura.
El 17 de abril de 1545 el pontífice emitía la ‘Bula Decet Nos’ que prohibía la representación de los
obispos, si no era por fuerza mayor.
Concilio de Trento (1545 – 1563)
El Concilio de Trento abarca desde la Iª sesión (13 de diciembre de 1545) hasta la XXVª sesión (4 de
diciembre de 1563).
La actividad conciliar estuvo suspendida durante diez años – desde la XVIª sesión (28 de abril de 1552)
hasta la XVIIª sesión (18 de enero de 1562).
El Concilio de Trento fundamentalmente se divide en tres períodos:
4 Primer Período.- Desde el 13 de diciembre de 1545, fecha de la apertura oficial de Concilio, hasta el 17
de septiembre de 1549, con la muerte de Paulo III.
La última sesión de este período, Xª sesión, se celebró el 2 de junio de 1547.
La muerte de Paulo III dio paso al segundo período del Concilio de Trento.
4 Segundo Período.- Desde el 1 de mayo de 1551 (fecha en que comenzaba la XIª sesión del Concilio) al
28 de abril de 1552.
El II período se inauguró con el pontificado de Julio III (1550-1555).
Con la Bula ‘Cum ad tollenda’ (14 de noviembre de 1550) se establecía la reanudación de los trabajos
conciliares de la XIª sesión (1 de mayo de 1551).
La XVIª sesión (28 de abril de 1552) suspendía toda actividad del Concilio, que no se recobraría hasta el
tercer período, con la XVIIª sesión (18 de enero de 1562).
6 Período Conciliar Interrumpido.- Desde el 28 de abril de 1552 (sesión XVI) hasta el 18 de enero de
1562 (sesión XVII). En este espacio ocurrieron varios hechos:
El pontífice Julio III falleció el 23 de marzo de 1555.
El 10 de abril de 1555 fue elegido nuevo papa Marcelo II, aunque su breve pontificado no se extendió
más que unos días (falleció el 1 de mayo).
El 23 de mayo de 1555 fue elegido nuevo papa Paulo IV. Su pontificado se caracterizó por querer poner
fin a las injerencias de los soberanos, especialmente de los españoles, en los asuntos de la Iglesia. La
historia ha venido a demostrar la aversión de Paulo IV hacia los Habsburgo como opresores de la Iglesia
y de Italia.
A pesar de todo Paulo IV desplegó una alta actividad reformadora, sin contar con el Concilio, hasta su
muerte el 18 de agosto de 1559.
La elección de Pío IV (26 de diciembre de 1559) tuvo el mérito de suscitar de nuevo el problema del
Concilio y su papel.
El panorama internacional era parcialmente favorable a su reanudación, el rey español Felipe II
aceptaba, el rey de Francia contemplaba la posibilidad de crear un nuevo Concilio sin continuar el
anterior (bajo la presión de los hugonotes) y el emperador del Sacro Imperio Fernando I de Habsburgo
mostraba cierta vacilación, más próxima a la supresión del Concilio.
4 Tercer Período.- Desde el 18 de enero de 1562 en que comenzó la XVIIª sesión hasta que concluyó la
XXVª sesión del Concilio el 3 de diciembre de 1563.
Concilio de Trento: Primer Período
Comprende desde el 13 de diciembre de 1545, fecha de la apertura oficial de Concilio, hasta el 17 de
septiembre de 1549, con la muerte de Paulo III.
El inicio del Concilio no tuvo una buena asistencia de participantes.
Las primeras congregaciones se ocuparon de las prioridades del Concilio: Si se trataba de analizar el
dogma como defendía Paulo III, o si se trataba del estudio de la reforma como defendía el emperador
Carlos V.
Finalmente, se decidió tratar a la vez ambos asuntos, los puntos referentes al dogma y a la disciplina,
publicándose un decreto para cada apartado.
En el primer período hubo diez sesiones. Las tres primeras sesiones trataron de la Organización del
Concilio – Iª sesión (13 de diciembre de 1545), IIª sesión (7 de enero de 1546) y IIIª sesión (4 de febrero
de 1546). A partir de la IIIª sesión, las congregaciones estudiaron las fuentes de la doctrina revelada
(Sagrada Escritura y Tradición), tratándolas como fuentes relativas a la fe y costumbres.
En cuanto a la Reforma, se trató de la utilización de las Sagradas Escrituras, especialmente de ‘La
Vulgata’ que fue declarada sin error en materia de fe o de costumbre, aunque con erratas materiales
proclives a ser rectificadas en posteriores ediciones.
& La Vulgata (Divulgada u Oficial) es la traducción latina de la Biblia, llevada a cabo en su mayor parte
por San Jerónimo.
Con anterioridad ya se habían realizado versiones latinas de los Libros Sagrados, entre los que destaca
‘Vetus Latina’.
El papa Dámaso en el año 382 encargó a San Jerónimo una revisión de los Evangelios. Posteriormente
se amplió una revisión de la totalidad de los libros bíblicos.
La mayoría de los libros del Antiguo Testamento fueron traducidos del original hebreo, aunque para los
libros de Salmos y otros deuterocanónicos continuó el texto en griego.
Se conocen numerosas variantes de ‘La Vulgata’, hasta el punto en que es difícil reconocer el texto
originario de San Jerónimo. En 1590 Sixto V hizo que se preparara en Roma una edición de confianza,
reemplazada en 1592 por una nueva encargada por Clemente VIII.
En 1979, Pablo VI hizo editar ‘La Nova Vulgata’ conforme a los conocimientos textuales y exegéticos
actuales.
El 27 de enero de 1546 el emperador Carlos V abría con los protestantes el ‘II Coloquio de Ratisbona’.
El 8 de abril de 1546 se reunían las congregaciones para la IVª sesión, para tratar asuntos disciplinares,
en especial de la enseñanza y predicación de las Sagradas Escrituras. La necesidad de crear cátedras
(en iglesias mayores, catedrales o colegiatas) y maestros de gramática (en iglesias de renta escasa).
Las discusiones referentes a la predicación de las Enseñanzas Escrituras fueron muy violentas, sobre
todo en lo que atañía a la predicación en los monasterios.
El 13 de mayo de 1546, a instancias de Paulo III, comenzó la Vª sesión tratando temas relacionados con
el Pecado Original, desde la definición de la ‘Inmaculada Concepción de María’ hasta la consecuencia y
propagación del pecado original y su remedio con el Bautismo.
Finalizada la Vª sesión (17 de junio de 1546) aparecieron numerosos obstáculos en los trabajos del
Concilio. Hubo dificultades para justificar la materia concerniente del Bautismo: el paso del estado de hijo
de Adán al estado de hijo de adopción.
Por otra parte, los protestantes suscitaron numerosos problemas. Entre otros, la ‘Liga de Esmalcada’
iniciada contra Carlos V y las discusiones sobre la supresión o traslación del Concilio.
Al finalizar la VI sesión (13 de enero de 1547), el Concilio de Trento pasó a analizar errores generales
que venían sucediéndose (diecisiete en el Bautismo, catorce en los Sacramentos y cuatro en la
Confirmación), además de otros problemas relacionados con la residencia de los obispos.
En la VIIª sesión (3 de marzo de 1547) se aprobaron decretos y materias pendientes, además de tratar la
epidemia aparecida en Trento y la necesidad de trasladar la sede del Concilio a la Bolonia u otra ciudad,
con la oposición de los obispos españoles.
En la VIIIª sesión (11 de marzo de 1547) se decidió la ciudad de Bolonia como nueva sede del Concilio.
La IXª sesión (21 de abril de 1547) y Xª sesión (2 de junio de 1547) trataron del Sacramento de la
Penitencia, los cánones de la extremaunción y el orden, y los juicios sobre los artículos luteranos
referentes a la misa y el sacramento del matrimonio.
Concilio de Trento: Segundo Período
Se inauguró con el pontificado de Julio III (Giovan Maria de Ciocchi del Monte).
La Bula 'Cum ad Tollenda', del 14 de noviembre de 1550, restablecía la reanudación de los trabajos
conciliares.
La XIª sesión (1 de mayo de 1551) tuvo una apertura con un número escaso de participantes, sin la
participación de Francia debido a la guerra iniciada por el rey francés Enrique II (1519-1559) contra Italia
septentrional.
En la XIIª sesión (1 de septiembre de 1551) se admitieron las credenciales de los embajadores de Carlos
V (1500-1558) y Fernando I de Habsburgo (1503-1564) - rey de Bohemia (1526) y Emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico desde la abdicación de su hermano Carlos V en 1556.
Entre otros asuntos, se trató de la Eucaristía y de las facultades propias de los obispos (jurisdicción,
instancias de las apelaciones, etc).
La XIIIª sesión (11 de octubre de 1551) trató de la Eucaristía en el aspecto dogmático, con ocho
capítulos precedidos de una introducción y once cánones, sancionando principalmente las herejías y
señalando la verdadera, real y substancial presencia del cuerpo y sangre de Cristo bajo las especies de
pan y vino, junto a los requisitos para la comunión antes y después de la consagración.
El decreto de reforma aludía al poder de los obispos en lo referente a la lucha contra los abusos residencia y el derecho del obispo a corregir a sus súbditos.
La XIVª sesión (25 de noviembre de 1551) trató de los errores de la Penitencia y la Extremaunción
analizados en las obras de Martín Lutero, Juan Calvino (teólogo francés, reformador de la Iglesia, sin
duda el más grande de los teólogos protestantes), Ulrico Zuinglio (teólogo suizo, personaje destacado
durante la Reforma. Animado por la actitud de Lutero frente a la jerarquía eclesiástica alemana,
convenció al Consejo de Zurich para que prohibiera toda enseñanza religiosa que no estuviera basada
en las Escrituras) y Philipp Melanchthon (amigo de Martín Lutero y profesor de Nuevo Testamento de la
Universidad de Wittenberg).
El decreto dogmático se componía de una introducción, nueve capítulos y quince cánones para la
Penitencia y cuatro cánones para la Extremaunción.
En el decreto se definía la Penitencia como un sacramento formado por tres partes (dolor, confesión y
satisfacción), en contra de la concepción luterana que defendía que la Penitencia consistía en el
recuerdo del Bautismo. La unción era un sacramento instituido por Jesucristo y promulgado por el
apóstol Santiago.
El decreto contemplaba que los obispos debían iniciar una profunda reforma de la Iglesia, suprimiendo
abusos, bajo la predicación con el ejemplo.
En el decreto (capítulo XIV) se recogieron nuevos temas para tratar: Sacrificio de la Misa y Sacramento
del Orden y Matrimonio.
La XVª sesión (25 de enero de 1552) trató del Sacrificio de la Misa y el Sacramento del Orden y
Matrimonio (temas recogidos en la sesión anterior).
En paralelo un acontecimiento cambió el rumbo de las congregaciones, la 'Dieta de Augsburgo' decidió
que Alemania tomase parte en el Concilio de Trento.
La entrada de los representantes de los príncipes protestantes cambió la marcha del Concilio, exigieron
la paralización del Concilio hasta la llegada de los teólogos protestantes, la nulidad de los trabajos hasta
entonces realizados y la reafirmación de la superioridad del Concilio Ecuménico sobre el poder del
pontífice.
Por otro lado, surgieron otros elementos desestabilizadores, como la alianza del rey francés Enrique II de
Valois con la Liga de Esmalcalda (príncipes luteranos) para luchar contra Carlos V en la segunda guerra
de Esmalcalda (marzo de 1552), obligando a los Electores de Colonia, Maguncia y Tréveris a marcharse
de Trento.
Enrique II de Valois, aliado con los protestantes alemanes, tomó las plazas imperiales de Metz, Toul y
Verdún, al tiempo que los turcos tomaban Trípoli. Por otra parte, el Elector Mauricio de Sajonia
traicionaba la confianza del emperador atacándole en Innsbruck, donde estuvo a punto de caer
prisionero el emperador.
La segunda guerra de Esmalcalda terminó con la 'Paz de Augsburgo (1555)' que reconocía la libertad
religiosa en Alemania. De otra parte, se firmó con Enrique II la 'Tregua de Vancelles'.
Como los conflictos bélicos no brindaban ninguna seguridad al Concilio de Trento, en la XVIª sesión (28
de abril de 1552) fue suspendida toda actividad del Concilio, a pesar de la oposición de los prelados
españoles.
Interrupción del Concilio de Trento (1552-1562)
Carlos V con continuas amenazas y una pésima situación financiera, el 25 de octubre de 1555 ante los
Estados Generales, decidió dejar la soberanía de los Países Bajos en manos de su hijo Felipe II.
El 16 de enero de 1556, el emperador renunciaba a las coronas de Aragón, Castilla, León, Cerdeña y
Sicilia a favor de Felipe II.
En septiembre de 1556, abdicaba el Sacro Imperio Romano Germánico en su hermano Fernando I de
Habsburgo.
Los trabajos del Concilio de Trento estuvieron interrumpidos durante diez años, mientras que los
pontífices sucesivos tampoco dieron muchas muestras de reanudar las sesiones.
El pontífice Julio III falleció el 23 de marzo de 1555, le sucedió Marcelo II falleciendo a los pocos días.
Cuando Paulo IV llegó al pontificado el 23 de mayo de 1555 quiso terminar con las inferencias de los
soberanos europeos en los asuntos de la Iglesia. Sin contar con el Concilio, con una gran aversión hacía
los Habsburgo como opresores de la Iglesia e Italia, Paulo IV llevó hasta su muerte (18 de agosto de
1559) una gran actividad reformadora
Por otra parte, la guerra entre el monarca español Felipe II y el rey francés Enrique II tampoco facilitaba
la reanudación del Concilio.
El conflicto franco-español terminó en abril de 1559 con la ‘Paz de Cateau-Cambresis’.
La Paz de Cateau-Cambrésis, considerada como un primer acercamiento entre España y Francia, fue
rubricada entre los días dos y tres de abril de 1559.
Las negociaciones preliminares se iniciaron en 1558 en Marcoing (junto a la ciudad de Lille).
El rey español estuvo representado por Antonio Perrenot de Granvela ‘Cardenal Granvela’ y el monarca
francés por Enrique de Lorena ‘Duque de Guisa’.
A las sesiones acudieron también representantes de Inglaterra y Saboya (aliadas de España).
El Tratado de Cateau-Cambrésis estipulaba:
El Ducado de Milán y Nápoles eran devueltos a España.
La isla de Córcega (conquistada por los franceses en 1553) era devuelta a Génova.
Saboya y El Piamonte fueron entregados al Duque de Saboya, Manuel Filiberto, vencedor de Gravelinas.
Estos territorios serían un colchón entre Francia y los Estados italianos.
Inglaterra se quedaba con la plaza de Calais.
Francia conservaba los obispados de Metz, Toul y Verdún. Además de algunas fortalezas cisalpinas del
Duque de Saboya.
El acuerdo contemplaba una serie de compromisos matrimoniales: El 2 de junio de 1559 Isabel de
Valois, hija de Enrique II, se casaba con el rey español Felipe II (su tercera esposa). Margarita de Valois
(hermana de Enrique II) se casaba con Manuel Filiberto de Saboya.
Para España, la paz significó el inicio de su período de preponderancia europea, en pugna continua con
el poder emergente de Inglaterra y Francia.
El 26 de diciembre de 1559, Giovanni Angelo de Médicis fue elegido pontífice con el nombre de Pío IV.
El nuevo papa tuvo el mérito de suscitar la reanudación del Concilio de Trento.
Durante esta época, el ambiente europeo para proseguir con el Concilio de Trento se encontraba
rodeado de un ambiente de poca hostilidad, el rey español Felipe II aceptó, el rey francés Francisco I era
partidario de crear un nuevo Concilio sin continuar con el anterior (siempre bajo la presión de los
hugonotes), el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando I de Habsburgo, mostraba
cierta vacilación tirando a la supresión.
Se planteó de nuevo las sedes de Trento, Colonia, Constanza y Ratisbona para la celebración del
Concilio.
El 29 de noviembre de 1660, Pío IV proclamó una Bula con la que el Concilio quedaba otra vez
convocado en la ciudad de Trento, reuniéndose la primera congregación general el 18 de enero de 1562.
(Tercer período)
Concilio de Trento: Tercer Período
Ver Enlaces relacionados con La Reforma Protestante
Comprende la última fase de las congregaciones (1562-1563). Se abrió el 18 de enero de 1562
reuniéndose la primera congregación general y continuó hasta su clausura el 4 de diciembre de 1563.
Fue el período conciliar más importante de los tres.
El emperador Fernando I de Habsburgo, al igual que en 1521 hiciera su hermano Carlos V con la Dieta
de Worms (Martín Lutero fue excomulgado por no justificar sus drásticas palabras sobre la Iglesia
Católica y rechazar las acusaciones de herejía que se le formularon), para que el Concilio fuese
verdaderamente ecuménico, intentó que estuvieran representados los protestantes.
Los delegados protestantes, que sólo tenían derecho a la palabra y no al voto al haber sido
excomulgados, unido a las guerras en Alemania, terminaron por no acudir al Concilio.
La XVIIª sesión (18 de enero de 1562) se encargó de elaborar un Índice de Libros Prohibidos.
Los representantes del Sacro Imperio Romano Germánico llevaban tres directrices a seguir:
No hacer mención alguna a que el Concilio era continuación del anterior.
Que se hiciera un salvoconducto a los protestantes.
Retrasar la siguiente sesión hasta la llegada de los representantes protestantes.
Que en la sesión se tratasen cuestiones disciplinares y no dogmáticas.
Que el Índice de Libros no hiciera mención alguna a la ‘Confesión de Fe de Augsburgo’.
1a. Confesión de Fe de Augsburgo (25 de julio de 1530)
El emperador Carlos V, para conseguir la unidad del Sacro Imperio Romano Germánico ante la amenaza
del enemigo turco, convocó en 1530 a los príncipes y ciudades alemanas en la Dieta de Augsburgo.
Para conseguirlo, y poner fin a las controversias suscitadas en la Reforma, Carlos V solicitó a la nobleza
la exposición de sus creencias religiosas.
El teólogo Philipp Melanchthon (amigo de Martín Lutero y profesor del Nuevo Testamento de la
Universidad de Wittenberg ) fue designado para elaborar un texto donde se expresase las convicciones
religiosas de los príncipes luteranos y territorios libres.
El documento ‘Confesión de Fe de Augsburgo (Confessio o Glaubensbekenntnis)’, primera de las
grandes confesiones protestantes, fue presentado al emperador en la Dieta el 25 de julio de 1530.
El escrito reclamaba al emperador la necesidad de convocar un Concilio cristiano y libre.
La Confesión de Fe de Augsburgo queda estructurada en dos partes (veintiún artículos dogmáticos en la
primera parte y siete artículos sobre abusos eclesiásticos corregidos por la Reforma en la segunda
parte).
En la IIª parte de la Confesión de Fe de Augsburgo, los siete artículos sobre abusos eclesiásticos, tratan
temas sobre la comunión bajo las dos especies, el casamiento de los sacerdotes, la misa, la confesión,
distinción de los alimentos, votos monásticos y el poder de los obispos.
En la XVIIIª sesión (26 de febrero de 1562) se publicó el Decreto sobre la Reforma del ‘Índice de Libros
Prohibidos’.
Se debatieron temas relacionados con la residencia episcopal, con una gran polémica entre españoles e
italianos, dividiendo incluso a lo legados de la Santa Sede.
Se concedió un salvoconducto para los protestantes (4 de marzo de 1562) y fueron invitados a participar
en la próxima sesión del 14 de mayo de 1562.
En la XIXª sesión (14 de mayo de 1562) ante la confusión del Concilio sobre el derecho divino de la
residencia, se fijo la sesión posterior para el 4 de junio de 1562.
En la XXª sesión (4 de julio de 1562) se trabajó sobre el uso de la Eucaristía, especialmente sobre el
cáliz laico bajo las dos especies (pan y vino) y la edad de los niños para recibir la comunión.
En la sesión, Fernando I de Habsburgo presentó un proyecto de Reforma sobre el cáliz laico y el
matrimonio de los sacerdotes.
La XXIª sesión (16 de julio de 1562) estableció que en la Eucaristía se recibía a Cristo en su totalidad en
cada especie (pan o vino). Por lo que se decretó un dogma estableciendo que los laicos y clérigos no
estaban obligados a la comunión bajo las dos especies. Los niños pequeños no estaban obligados a la
Comunión.
El 19 de julio de 1562 se presentó a los teólogos una propuesta de trece artículos sobre la Misa. Para
ello, se crearon dos comisiones de Obispos, una se encargó de redactar un informe sobre los principales
abusos, y la otra comisión se encargó de establecer los capítulos y cánones doctrinales. El 22 de agosto
de 1562 se abordó el tema del cáliz laico.
Respecto a la Reforma, el principal objetivo del Concilio fue hacer desaparecer del clero el menor
vestigio de codicia, se trató de las Santas Órdenes, se analizaron las exenciones de Monasterios y
Abadías, la venta de las indulgencias y el carácter de las limosnas.
La XXIIª sesión (17 de septiembre de 1562) trató del santo sacrificio de la Misa. Se establecieron nueve
capítulos (conjunto de cosas que habría que observar, cuidar o evitar) respecto a la celebración de la
Misa.
Estableciendo que la base del culto de la Misa se encontraba en la fe, se analizaron los errores de los
‘novatores’ opuestos a la doctrina católica sobre la Misa.
Respecto a la Reforma, se estableció la vigilancia de los Obispos, respecto a la superstición, la codicia,
el vestido, etc. Se redactaron once capítulos sobre la forma de elegir a los clérigos, de controlar su
conducta, de su modo de vida y de las propiedades que debían tener.
Al finalizar la XXIIª sesión se precipitaron ciertos acontecimientos que hicieron prorrogar la siguiente
sesión hasta el 15 de julio de 1563, aislando la residencia y la jurisdicción (dos temas polémicos).
Entre los acontecimientos que hicieron retrasar el Concilio, se abordó el tema problemático de la
residencia (con una estrecha relación entre el derecho divino y la autoridad episcopal).
Hubo una gran tensión entre los prelados españoles e italianos, a la que después se unieron los
franceses. Los españoles, encabezados por Pedro Guerrero ‘Arzobispo de Granada’ defendían que
Jesucristo daba a cada Obispo la potestad de orden y jurisdicción, debate relacionado con la supremacía
que tenía el papa ante el Concilio, y viceversa.
De otra parte, las agitaciones de la servidumbre de los prelados y la falta de dinero para continuar con el
Concilio.
En la XXIIIª sesión (15 de julio de 1563) se trató sobre el sacramento del Orden (el sacerdocio había sido
instituido por Jesucristo). La potestad del sacerdote de consagrar y administrar la Eucaristía, de perdonar
los pecados.
Respecto a la Reforma, se aprobó un decreto sobre el deber de residencia, de cómo habían de recibir y
conferir las diversas órdenes y las cualidades del ordenado, sobre la educación e instrucción del futuro
sacerdote.
Al finalizar la sesión, el papa Pío IV y los legados pensaron en terminar el Concilio.
Después de la intervención del embajador español Claudio de Quiñones ‘Conde de Luna’ proponiendo la
participación de los protestantes para las siguientes congregaciones, el Concilio se prolongó dos
sesiones más.
En la XXIVª sesión (11 de noviembre de 1563) se promulgó un decreto sobre el Matrimonio. Se
prohibieron los matrimonios clandestinos. Se estudiaron los impedimentos matrimoniales, las penas
contra los concubinatos, los raptos, etc.
También se promulgó un decreto de reforma general, analizando la provisión de obispos y la elección de
cardenales, la celebración de sínodos provinciales y diocesanos, procedimientos judiciales contra los
obispos, la facultad de dar dispensas, la visita de la diócesis y la instrucción del pueblo sobre los
Sacramentos y la Misa.
La enfermedad de Pío IV precipitó los acontecimientos, abriendo la posibilidad de un Cisma en el seno
del Concilio, al quedar abierta la polémica si la elección del nuevo pontífice concernía la Concilio o al
Colegio Cardenalicio de Roma.
En la XXVª sesión (3 de diciembre de 1563) se trabajó sobre las Indulgencias. Se leyeron decretos sobre
el Purgatorio y sobre la veneración de las reliquias de los santos.
Se dio lectura al decreto de reforma general sobre quienes debían dar a conocer públicamente los
decretos del Concilio, sobre la templanza y sencillez de las casas de los cardenales y obispos, sobre la
moderación de las excomuniones, sobre la administración de hospitales, etc.
Finalmente, se trató de la clausura del Concilio de Trento y la confirmación de los decretos del pontífice
Pío IV.
El Concilio Ecuménico de Trento abierto el 13 de diciembre de 1545, con el primer legado Cardenal de
Monte, en el pontificado de Paulo III, quedaba clausurado al finalizar la XXVª sesión por el primer legado
y presidente Cardenal Morón, en el pontificado de Pío IV.
Concilio de Trento: Representación de España
La representación española en el tercer período del Concilio Ecuménico de Trento (1562-1563):
Cardenales y Legados.- Hércules Gonzaga y Gerónimo Seripando.
Embajadores Eclesiásticos - Martín Roxas de Portarubio, Fernando de Avalos y Claudio de Quiñones
‘Conde de Luna’.
Arzobispos.- Gaspar Cervantes de Gaeta, Pedro Guerrero y Antonio Tarragués de Castillejo.
Obispos.- Antonio Agustín (Lérida), Melchor Alvarez de Vosmediano (Guadix), Martín de Ayala (Segovia),
Juan Antolinez Bricianos de Cibera (Jovenazo), Gonzalo Arias Gallego (Gerona), Francisco Blanco
(Orense), Guillermo Cazador (Barcelona), Diego Covarrubias (Ciudad Rodrigo), Andrés de Cuesta
(León), Francisco Delgado (Lugo), Diego Enriquez de Almansa (Coria) , Ecisclo Moya de Contreras
(Vique), Martín de Córdoba y Mendoza (Tortosa), Santiago Gilberto de Nogueras (Alife en Nápoles),
Pedro González de Mendoza (Salamanca), Antonio Gorrionero (Almería), Pedro Jaque (Niochi), Diego
de León (Coimbra), Juan de Mañatones (Segorbe y Albarracín), Lope Martínez de Lagunilla (Elna), Juan
Quiñones (Calahorra), Diego Ramírez Cedeño (Pamplona), Antonio de San Miguel (Monte Marano),
Diego Sarmiento de Sotomayor (Astorga) y Gerónimo Velázquez Gallego (Oviedo).
Teólogos Pontífice Pío IV.- Pedro de Soto (confesor de Carlos V, primer teólogo del Papa), Gerónimo
Brabo, Alfonso Salmerón, Francisco de Torres y Antonio Solís.
Doctores de Felipe II.- Miguel Bayo, Alonso Contreras, Antonio Covarrubias, Cosme Damián de Ortola,
Tomás Dasio, Juan Gallo, Pedro Fernández, Juan Hesels, Cornelio Jansenio, Miguel de Medina,
Fernando Menchaca, Cosme Palma de Fuentes, Juan Ramírez, Desiderio de San Martín, Fernando
Ticio, Fernando Velosillo (de Ayllón en Segovia).
Teólogos – Doctores canonistas.Benito Arias Montano, Juan de Barcelona, Juan Chacón, Antonio García, Alonso Fernández de Guerra,
Juan de Fonseca, Pedro Fuentidueñas, Miguel Itero, Pedro Mercado, Miguel de Oroucuspe, Joseph
Puebla, Francisco Sancho, Diego Sobaños, Francisco Trujillo y Luis Juan Villeta.
Fuentes:
 http://www.fuenterrebollo.com/Heraldica-Piedra/concilio-trento.html
 http://personales.ya.com/rpmg/cga/libcomhis/node78.html