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COMUNIDADES EDUCATIVAS
CONCEPTO Y TIPOS DE COMUNIDADES EDUCATIVAS
RALACION PEDAGOGICA Y COMUNIDAD EDUCATIVA
La educación es siempre una relación. Se realiza en la comunidad del educador
con el educando. Por eso la simple relación del alumno con el maestro constituye,
de por sí, una comunidad educativa. Sin embargo, no es esta comunidad de dos
personas lo que aquí nos interesa, sino las sociedades mismas como educadoras,
los grupos humanos e institucionales, los realizadores sociales de la educación.
De esta manera, los términos individuales del acto pedagógico se integran
al seno de las comunidades a que naturalmente perteneces y por las cuales
imparten o reciben educación.
FACTORES SOCIALES DE LA EDUCACION Y COMUNIDADES EDUCADORAS
Hablar de los “realizadores sociales de la educación” supone el
conocimiento de los factores sociales de la educación. Solo a partir de ese
conocimiento será posible obtener una idea clara de las comunidades educadoras.
Son factores sociales de la educación aquellas fuerzas que en la vida de la
comunidad luchan para configurar espiritualmente al individuo y adaptarlo a las
formas típicas del grupo. ¿Cuáles son estos factores? Muchos, como muchos son
los intentos de hacer de ellos una enumeración exhaustiva.
Hernández Ruiz y Tirado Benedí consideran que los factores sociales de la
educación son:
1)
2)
3)
4)
La familia
La escuela
Las organizaciones específicamente culturales de la sociedad;
Los poderosos medios de información, de comunicación y de difusión que
el progreso ha acumulado en nuestro tiempo;
5) El aporte que las organizaciones culturales, no específicamente educativas,
llevan a la formación del hombre, siempre que ese aporte sea sistemático,
deliberado y consciente.
Por su parte, Ernst Krieck distingue los siguientes factores:
1) La familia:
2) Comunidad popular (aldea, pueblo o villa)
3) Estado;
4) Comunidades religiosas
5) Asociaciones gremiales
Con un criterio semejante al de Krieck, Lorenzo Luzuriaga señala tres factores
socioeducativos principales:
1) La comunidad domestica :
2) La comunidad local:
3) La comunidad nacional:
Podrían seguirse citando diversas enumeraciones, pero esto se hace inútil ante la
existencia del amplio concepto de la comunidad educativa que se envuelve a
todos los factores sociales de la educación.
COMUNIDADES EDUCATIVAS Y AGENTES EDUCADORES
Para explicar el significado de la comunidad educativa conviene tomar a la
educación sistemática como punto de partida.
Hay una expresión atinada de Jonas Cohn: “La educación es la acción de un
hombre cabal sobre un hombre total”. Quiere decir con ello que es la influencia de
un ser consciente, poseedor de cultura y experiencia, sobre otro que carece de
esa cultura y de esa experiencia, pero que aspira a alcanzarlas. Ya hemos visto
que esa relación se concreta en el “acto educativo” pero aquí importa proyectarlo
sobre el terreno social, en el cual también se encontrarán dos términos: la
generación adulta y la generación joven. El maestro trata de formar al ser
inmaduro pero no lo hace por capricho o arbitrariedad sino como representante de
una generación adulta, que busca incorporar a su tipo de vida a los que recién se
incorporan a la comunidad.
Tanto en el plano individual como en el social, la educación es una relación,
un encuentro, entre individuos o entre generaciones, y con ello hemos logrado
aproximarnos al primer concepto de la comunidad educativa: encuentro y relación
entre personas de la cual brota una circunstancia educativa ordenada por un
propósito pedagógico, que es con ligeras variantes, la definición que formula
Flitner.
Pero la comunidad educativa no puede ser solo eso, pues de esta manera
no habría más comunidad educativa que la escuela, que es la que se ordena
según un “propósito pedagógico” deliberado y consciente.
Mejor refleja la realidad la idea más amplia de la comunidad educativa que
nos propone Cohn: grupo humano que educa por derecho propio o por mandato
ajeno. Para entenderlo podríamos preguntarnos si la escuela, que evidentemente
es una comunidad educadora, educa por derecho propio o por mandato ajeno. La
escuela es una institución que esta incrustada en la vida social y al servicio de las
instituciones sociales, como el Estado que le fija fines y medios; la familia; las
instituciones que colaboran en su sostenimiento. En cambio estas instituciones
que acabamos de nombrar (Estado, familia, iglesias, etc.) educan “por derecho
propio”, lo que significa que además de imponer normas a la escuela, ellas
mismas realizan educación porque en su seno se forman, consciente o
inconscientemente, sus miembros.
Lo dicho nos lleva a hacer una distinción fundamental. Las comunidades
educadoras, en general, se dividen en dos grandes grupos cuyos caracteres se
superponen: las comunidades educativas propiamente dichas, y los agentes
educadores. Las primeras son aquellas que realizan educación (la escuela, por
ejemplo, sería una comunidad educativa propiamente dicha, pero también lo
serian el Estado, la familia, etc.). Los agentes educadores, en cambio, son los que
imponen normas de educación. Desde este punto de vista, todos los grupos
sociales son agentes educadores, con excepción de la escuela que es una
institución mandataria de los agentes educadores.
TIPOS DE COMUNIDADES EDUCADORAS
La separación hecha nos incita a intentar otras divisiones de las
comunidades educativas en su más amplia acepción.
Se puede hacer esa división conforme a la “ubicación” de la comunidad
educativa en la vida social. Toda comunidad educativa se mueve entre dos
fuerzas: el espíritu colectivo y el interés o propósito pedagógico, que no siempre
coinciden. En otras palabras: por un lado está la “voluntad pedagógica” de formar
al hombre; por el otro la presión del grupo social que limita o acompaña ese fan
formativo. Si se tiene en cuenta esta dualidad de fuerzas, pueden hablarse de dos
tipos de comunidades educativas: las específicas y las no específicas. Cuando
predomina la voluntad pedagógica o cuando la comunidad ha nacido del imperio
de esa voluntad – como en el caso de la escuela- estamos ante una comunidad
educativa especifica. La escuela se define por ese propósito formativo pero no la
familia o el Estado. En la familia se da la fuerza pedagógica porque los padres son
y deben ser los educadores de sus hijos, pero junto a ella hay otras finalidades y
otras funciones que también hacen a la esencia del grupo doméstico. Las
comunidades educativas, con excepción de la escuela, son no específicas, es
decir con predominio de otras funciones por sobre la pedagógica.
El de la “ubicación no es el único criterio para clasificar las comunidades
educativas. También se las puede dividir según su “origen” en naturales (la familia
y en artificiales (la escuela; y según su “duración” en transitorias o episódicas y en
duraderas o permanentes como lo son, respectivamente, la escuela, y la sociedad,
por ejemplo.
De entre las diversas comunidades educativas, ocuparan nuestra atención
únicamente la sociedad, El Estado, la familia y la escuela.
LA SOCIEDAD EDUCADORA
DEFINICIONES DE LA SOCIEDAD.
Para algunos sociólogos, la sociedad no es más que una relación, un
conjunto de procesos diferentes que se involucran bajo esa expresión genérica.
Otros, hacen de la sociedad el conjunto de hechos que resultan de acciones e
interacciones espirituales. Hay, pues, dos conceptos capitales, y hasta opuestos
de la sociedad que han motivado más de una polémica.
Por un lado se llama sociedad al conjunto de acciones recíprocas que se
cumplen entre los miembros y elementos de la vida social. El sociólogo alemán
Georg Simmel fue uno de los primeros en llamar la atención sobre esta “forma
naciente” de la sociedad, en virtud de la cual los hombres se encuentran ligados
los unos con los otros. Según Simmel, la sociología imitaba hasta hace poco a la
antigua medicina interna que se ocupaba de los órganos, sin darse cuenta de que
ellos no son suficientes para construir un organismo, sino que es preciso un
número de pequeños elementos para que se dé la vida. Estos procesos están
primitivamente desorganizados y hasta que lleguen a fijarse en órganos a más o
menos permanentes, son los que encarnan la vida social autentica. “los hombres
se miran unos entre si simpáticos o antipáticos. El agradecimiento sera vínculos
sólidos y estables; se visten y se adornan los unos para los otros. A cada
momento se crean estos vínculos se atan y se desatan. Del conjunto de estos
hechos infinitesimales nace la unidad, el abigarramiento de la vida social. Es lo
que se llama sociedad en estado naciente”
Por otro lado, se llama sociedad a la sociedad institucionalizada, fija,
permanente,. Es la tesis de Durkheim para quien las instituciones constituyen la
parte visible de la sociedad. De esta manera la sociedad, los hechos sociales,
viven fuera del individuo y lo coaccionan, como sucede en el lenguaje, con la
moral, con la moda, etc.
Las dos concepciones no son incompatibles, sino dos momentos sucesivos
en la constitución de la sociedad. De ahí que Alfredo Poviña defina a la sociedad
como “el conjunto de los procesos sociales y de las estructuras o productos”. De
cualquier modo, el debate se ha suscitado porque no puede hablarse de una
sociedad, sino de varias sociedades, razón por la cual muchos autores prefieren
clasificar antes que definir.
Tal es el caso de Ferdinand Tonnies para quien se distinguen la
“comunidad” y la “sociedad”. Hay “comunidad” donde existe una unión natural,
espontánea y fundada en tendencias innatas del hombre (familia, aldea). Hay
“Sociedad” cuando existe una relación voluntaria y recíproca, es decir, consciente
deliberada y teleológica. Se basa en el contrato y en el intercambio entre sus
miembros. Ejemplo de “sociedades” son las grandes asociaciones particularmente
el Estado.
La división de Tonnies ha servido de punto de partida para otras divisiones,
entre las que se destaca la de Charles H. Cooley que dentro de la sociedad
distingue los “grupos primarios” y los ”grupos Secundarios”. Pertenecen a los
“grupos primarios” aquellos cuyos miembros “se ven” (por ejemplo, la familia) y a
los “secundarios” aquellos cuyos integrantes “no se ven” (POR EJEMPLO, LA
COMUNIDAD NACIONAL)
EN LA DIVISION DE Cooley hay un elemento aprovechable para nosotros:
la sociedad existe aun cuando los individuos que la componen no se vean entre sí.
Este elemento ha sido empleado por un pedagogo, Ernst Krieck, cuya opinión
resulta para nosotros otros de sumo interés. Krieck no da un concepto único de la
sociedad, sino que enumera, gradualmente, las notas que lo caracterizan:
1. Comunidad es la “convivencia próxima y duradera de un número
determinado de hombres.
2. En la comunidad todos sus miembros “están comprendidos en una
unidad vital superior por un orden objetivo una norma ordena dadora
que somete a los individuos a su coacción”.
3. Esa unidad vital superior que liga los integrantes de la comunidad no
afecta solo a los hombres que viven en un mismo tiempo, sino también a
series enteras de generaciones que se suceden.
Resumiendo los tres rasgos, es posible obtener una idea amplia de la
sociedad o comunidad (no hagamos diferencias) comunidad es convivencia y
sujeción a una norma superior que uno las generaciones pasadas con las
presentes. Casi sin darnos cuenta hemos caído en una definición pedagógica de
la comunidad, pues el mismo Krieck ha enseñado que una de las leyes
fundamentales de la educación es la de la “asimilación típica de los miembros a
las ordenaciones y normas de la comunidad.
LA SOCEDAD COMO EDUCADORA
La educación ha sido definida como el instrumento que asegura la
subsistencia de la comunidad. Si ello es así debe entenderse que todos los
procesos sociales, en la medida en que necesitan de los individuos para
cumplirse, son al mismo tiempo procesos educativos. La renovación social se
realiza constantemente gracias a la participación y a la comunicación, y esto no es
difícil de entender porque la sociedad existe, porque existe la posibilidad de que
los hombres se comuniquen y al comunicarse participen de interés comunes.
Por este camino se llaga a la identificación de las funciones sociales con las
funciones educativas. En efecto, si la sociedad se mantienen se renueva por
comunicación, y la educación es comunicación, la sociedad es hija de un proceso
educativo. Según Dewey la sociedad está “en” la comunicación, “es”
comunicación. No hay sociedad por la simple cercanía de dos hombres en el
espacio, sin que el uno tenga nada que ver con el otro, sino cuando ambos están
identificados con ciertos ideales, cuando pueden comunicarse, cuando la
experiencia de uno pueda der lugar a mejores experiencias en el otro. La
comunicación no es un mero contacto físico, sino esencialmente espiritual, y a
través de ese contacto es que la sociedad busca propagarse.
En lo dicho, los términos se nos entrecruzan en tal forma que no queda otra
salida que una expresión a primera vista de un juego de palabras: la educación es
socializadora y la sociedad educadora. Pero aunque esto deba aceptarse corre
también parejo el deber de no dejarse arrastrar por un exagerado psicologismo. La
educación no es solo un proceso social, ni tampoco la búsqueda de la
uniformidad, de la socialización completa y avasalladora. Seremos auténticamente
sociales, cuanto más capaces seamos de vivir nuestra experiencia individual. El
hombre que no tiene la capacidad de cultivar su singularidad, que nada tiene
para proyectar sobre los demás será apenas un ser “asociado” nunca un
“hombre social”.
La sociedad cumple así sus funciones de comunidad educadora
presionando sobre el hombre desde múltiples ángulos, y dictando normas para la
ejecución de la educación sistemática. Como agente educador, la comunidad
juego un doble papel: por un lado es renovadora, por el otro, conservadora.
Impulsa a sus miembros a alcanzar el nivel cultural por ella aceptado, pero en
cuanto estos pasan la línea la sociedad busca la manera de atenuarlos o de
separarlos. Es por eso que los grandes reformadores sociales piensan siempre
para el futuro, es por eso que una reforma educativa de fondo, necesita una
intensa propaganda que convenza al grupo que ha de sufrirla, de su estricta
necesidad.
LAS INSTITUCIONES SOCIALES Y LA EDUCACION
Dentro de la sociedad conviven múltiples instituciones que, en la mayoría
de los casos, entran en conflicto, sobre todo para la posesión del individuo que,
casi siempre, forma parte de más de una de ellas. Esta situación se ha agravado
en la época contemporánea y resulta exacta la descripción de Krieck. “Todo
individuo –dice- pertenece a un gran número de complejos sociales. Nadie es solo
miembro de un estado o de una iglesia sino ambas cosas a la vez. Estudiemos un
hombre de la moderna cultura occidental. Es miembro de una familia, forma parte
de su ciudad, de su región y de su pueblo, pertenece a una iglesia, a un gremio o
a una asociación profesional, esta adherido a un partido político y a varias
asociaciones libres. La vida de este hombre tiene, pues, tantas partes y aspectos
como lazos sociales existen en el complejo social”.
Todas las instituciones nombradas son, al mismo tiempo poderes
educadores que lucha por conquistar al individuo. De ahí la necesidad de que la
escuela juegue el papel de integradora de las diferentes influencias afirmando la
personalidad unitaria del hombre, y el Estado coordine básicamente las líneas
generales de la comunidad nacional, sin exclusivismos ni xenofobias.
EL ESTADO EDUCADOR
¿QUÉ ES EL ESTADO?
EL Estado ha sido definido como la “superestructura de la sociedad en la
cual, mediante el ordenamiento jurídico, se regula la voluntad de poderío para
satisfacer las necesidades políticas de la vida del grupo” (Poviña). En esta
definición se dan cabida a los tres grupos de elementos fundamentales del Estado:
“constitutivo” “atributivos” y “activo”. El elemento “constitutivo” del Estado, o sea lo
que lo constituye, esa sociedad, jurídicamente organizada, de la cual aquel no es
más que una expresión política. El segundo elemento (“atributivo”) comprende los
atributos del Estado que son dos: el poder y el derecho. El Estado tiene poder,
pero su poder fundamental es el de crear derecho, el que, a la vez constituye el
límite de todo poder. Finalmente los elementos “activos” o funcionales” del Estado
no son otros que los que el Estado cumple y que son de muy diversa índole: de
servicio social políticos, administrativos, etc. Entre estos actos están, por cierto,
los educativos, mejor dicho los políticos educativos a través de los cuales el
Estado impulsa y regula la vida cultural de la comunidad.
LA INTERVENCION PEDAGOGICA DEL ESTADO.
El Estado es la expresión jurídico-política de la sociedad. Aunque mas no
sea por esa sola causa el Estado debe considerarse un agente educador, porque
si la educación es un fenómeno social, e instrumento para la conservación de la
sociedad, ha de interesar al Estado su protección y su vigilancia. Hace muchos
siglos, Aristóteles escribió estas palabras que podrían ser suscriptas, sin
modificaciones, por nosotros, hombres de siglo XX “no puede negarse que la
educación de la niñez debe ser uno de los objetos de que cuidara el legislador.
Dondequiera que la educación ha sido descuidada el Estado ha recibido un golpe
funesto” el filósofo griego nos coloca así en el centro mismo de las relaciones
entre la educación y la política o lo que es lo mismo, convierte a la educación en
un problema de policía.
Queda dada la primera causa de la intervención pedagógica del Estado.
Hay en ella latente la necesidad de la auto conservación. Si no cuida de la
educación, se derrumbará la sociedad que es su base y su razón de ser.
Claro es que la “autodefensa” no constituye la única causa de la
intervención estatal en materia educativa. Hay otros fundamentos de orden jurídico
político y hasta filosófico. Por ejemplo, el Estado ha de velar por el bienestar
general, y este bienestar no puede traducirse solo en comodidades materiales,
sino en condiciones espirituales favorables para el desarrollo de los ciudadanos. El
estado “organiza” el bienestar público y lo hace entre otras cosas, creando
instituciones que no pueden procurarse los individuos por sus propios medios.
Otra de las razones de la intervención estatal –y esta es definitiva. Es el de
carácter público, no privado de la educación que, como la salud y la defensa
nacional, interesa a toda la comunidad y no solo a uno de sus sectores. No es
privada, porque rebasa lo meramente individual para transformarse en un
elemento de orden social.
Faltaría agregar que en una democracia, la responsabilidad educativa
del Estado se acrecienta en la medida en que debe preocuparse por formar
los hombres que pueden llegar a dirigir la nación.
Lo expuesto no significa que el Estado ha de concretar todas las funciones
educativas –no es un órgano pedagógico puro. Pero si regular y coordinar los
intereses particulares teniendo en cuenta el bien común.
La acción pedagógica del Estado se realiza a través de la política
educativa. Y da origen a la educación pública.
LA FAMILIA EDUCADORA
¿QUÉ ES LA FAMILIA?
La familia es el núcleo básico de la comunidad humana. Puede definírsela
como el grupo formado por un hombre y una mujer y por los hijos que nacen de
esa unión. O, de manera más completa, como la unidad efectiva de padres e hijos
que resulta de la reunión de elementos instintivos naturales con la resolución
autónoma de la voluntad”
Claro es que esas definiciones corresponden a la familia contemporánea
occidental y monogamica, pues el estudio histórico del grupo domestico
demuestra que hay una gran variedad de formas familiares que no tienen mucho
que ver con la definida, y que la familia está siempre ligada a las estructuras
sociales, evoluciona con ellas obedeciendo, según dice Fernando de Azevedo a
una “ley de diferenciación y condensación progresivas”.
Dos teorías pretenden explicar el origen de la familia: la doctrina “patriarcal”
y la doctrina “matriarcal. De acuerdo a la primera familia existió desde siempre
como un grupo independiente. Es decir que existían familias separadas unas de
otras y cada una de las cuales reconocía como jefe a un ascendiente paterno,
dueño, al mismo tiempo, de la autoridad familiar, (patria potestad). La teoría
matriarcal en cambio cree que el primer momento de la humanidad es el de la
horda desorganizada, el estado de promiscuidad en el que se reconocía como
único vínculo directo a la madre centro de la organización familiar y por ende
social.
Ambas teorías buscan sus pruebas en dos momentos distintos de la historia
humana. Los “patriarcalistas” toman como modelo a la familia romana; mientras
que los “matriarcalistas” lo buscan mucho más allá. De cualquier manera, ambas
teorías reconocen que la forma actual de la familia occidental, es la monogamica o
lo que es lo mismo, que en su evolución histórica la familia ha arribado al modo
monográfico de existencia.
Sin embargo –y reconociendo que el patriarcado es la forma originaria de la
familia monogamica- esta familia ha sufrido muchos cambios con el tiempo,
cambios que permiten afirmar que en nuestros días, al menos en los grandes
centros urbanos, la sólida familia patriarcal con fuerza no solo social sino también
económica, se ha roto para dar paso a un grupo familiar inestable, donde no
puede haber más vínculo de unión que el consanguíneo y el efectivo.
FUNCIONALIDAD PEDAGOGICA DE LA FAMILIA
Esa historia de la familia como estructura, repercute en lo que podríamos
llamar su “historia pedagógica” su evolución como comunidad o como agente
educador.
En las sociedades primitivas la educación de la primera infancia estaba en
manos de la familia, o por lo menos, de la madre. Pero muy pronto el espíritu
colectivo rompió la influencia familiar. Es innegable que en los primeros tiempos
de la humanidad la función educativa era difusa y corría por cuenta de la
comunidad. A medida que la familia fue organizándose, cobro fuerza su
funcionalidad educativa, hasta alcanzar la cúspide, en ese sentido, con la gens
romana. Pero este apogeo duro relativamente poco pues ya en la Roma clásica se
paró la función educativa que era familiar, de la enseñante o instructiva, que se
encomendaba a un grupo especializado (maestros). La familia seguía cumpliendo
funciones formativas que planeaba en lo moral y en lo sentimental pero la función
docente fue traspasada a los grupos profesionales que actuaban en instituciones
especiales (escuelas). Se ha llegado así paulatinamente a una situación en la que
la familia cede cada vez más sus derechos pedagógicos, presionada por la
aceleración y complejidad del progreso cultural, por las necesidades económicas,
por el resquebrajamiento del significado clásico de la autoridad, en beneficio de
otras instituciones, como el estado y la escuela.
Esto sucede, además, porque con su estructura actual la familia presenta
muchas de ellas que le impiden cumplir acabadamente con la formación de los
hijos. Entre estas fallas pueden indicarse como importantes las siguientes:
1) Desde el punto de vista de la comunidad humana, o de la nacional, cada
familia representa intereses particulares, ideales múltiples y formas
peculiares de vida que necesitan integrarse a formas e ideales
superiores.
2) El carácter cerrado –aunque cada vez menos- del grupo familiar no es el
indicado para asegurar la autonomía moral e intelectual del individuo.
3) Las limitaciones económicas –más comunes. Que provocan conflictos
de orden material, afectivo y formativo en el espíritu de los hijos.
4) La existencia de familias anormales que no pueden cumplir ninguna
función educativa.
No obstante, lo expuesto no debe llevar a negar que cuando las
condiciones normales están dadas, la familia es un agente y una comunidad
educadores de primer orden. Es el núcleo donde se presentan a las generaciones
jóvenes los primeros elementos educativos. Mediante ella actúan las costumbres,
la tradición, la moral es ella quien crea los primeros lazos que unen al hombre con
su comunidad. Mantiene la herencia cultural fundamental y la lleva a la conciencia
de sus descendientes. Por eso tiene tanta fuerza es difícil luchar contra ella, contra
su poder conservador.
“La potestad educativa de la familia” –sostiene Hernández Ruiz y Tirado
Benedí- “se deriva claramente de su finalidad intrínseca en la continuidad material
y biológica de la obra de la generación. Los hijos vienen a ser como una
continuación o prolongación fisiológica y psíquica de los padres. Por eso se ha
llamado a la educación segunda generación o generación moral, consecuencia
lógica e inmediata de la generación biológica.
Los mismos autores, con esos fundamentos han precisado el valor
educativo de la familia en seis puntos que sintetizamos a continuación:
1. “la familia sanamente organizada, edifica su actuación educativa en las
fuerzas vivas del afecto y la confianza, de la comprensión y de la finalidad”
2. “La familia tiene la posibilidad, mucho más y mejor que la escuela, de
atender armónicamente el desarrollo de todas las energías humanas. En
ella se provee a las necesidades del cuerpo, sin abandonar las exigencias
del espíritu”.
3. “la educación de la familia es, por su naturaleza misma, una educación
básica, fundamental, que imprime un sello bien marcado que se mantiene
indeleble e imborrable en todas las edades de la vida”.
4. “Una buena educación familiar podría ser más completa y equilibrada de
cualquiera otra forma de educación, por fundarse en fuerzas y contrastes
que mutuamente se complementan: la paternidad, que emplea en la
educación la severidad y el rigor, cuida de las eventualidades y de la
seguridad de la vida y posee y transmiten el conocimiento y la experiencia
del mundo y de la época: y la maternidad, que encarna el efecto y la
bondad, prodiga los más exquisitos cuidados y comprende amable y
delicadamente todas las necesidades del cuerpo y del espíritu.
5. “La educación familiar, más que ninguna otra, representa una forma de
educación sentida y natural, fundada en el amor e instintos naturales de los
padres, y en su deseo de acomodarse plenamente a las necesidades del
niño y las leyes internas de su desarrollo”.
6. “La educación familiar tiene un carácter preparatorio, puesto que se ordena
a las otras formas orgánicas de la sociedad”
Es muy difícil encontrar estas condiciones pedagógicas ideales en una familia
determinada. La situación en que se encuentra la familia contemporánea le
impide reunirlas, pero esto no significa que no sean necesarias para la
completa formación del hombre. Mas como no se dan en la familia, la escuela
busca colaborar con ella en la educación de sus hijos, e incluso busca
convertirse cada vez con mayor intensidad en un “ambiente formativo” total que
satisfaga las necesidades materiales y espirituales del educando.
LA ESCUELA
LA ESCUELA, CENTRO DE LA EDUCACIÓN SISTEMATIZADA
La escuela, es la comunidad educativa específica, el órgano de la
educación sistematizada, el lugar donde esa educación se cumple y se ordena.
De este centro educativo específico pueden darse muchas definiciones. En
primer término y tomando en cuenta los miembros que la componen y la finalidad
que cumple, la escuela debe concebirse como la reunión voluntaria de un grupo
profesional pedagógico con individuos inmaduros, teniendo los primeros la misión
de instruir y educar, y los segundos, la de aprender y educarse. Esta definición es
muy vieja y tiene la ventaja de abarcar explícitamente los dos grupos personales
que constituyen la escuela, además del carácter intencional que determina su
organización y la distingue de las restantes comunidades educadoras.
A presar de ello resulta más exacta y más ajustada a la realidad una
definición sociológica de la escuela que la presente como una institución
enclavada en las entrañas mismas de la comunidad humana. Este enfoque
sociológico de la escuela es común a casi todas las direcciones de la pedagogía
contemporánea, y toma como punto de apoyo el valor de la educación como
proceso social general. Desde este punto de vista la escuela puede considerarse
como:
1) “La forma de vida de la comunidad en la cual se han concentrado todos los
medios más eficaces para llevar al joven a participar en los recursos
heredados de la raza y a utilizar sus capacidades para fines sociales”.
2) “uno de los medios de adaptación o ajuste de que la sociedad se vale para
su subsistencia”
3) “una institución social, destinada como campo especifico de la educación a
administrar la educación sistemática, común o especial, y que condiciona
como esfera de actividad específica, la formación y organización de grupos
representados por educadores y educandos”.
Cualquiera de esas definiciones está construida con criterios similares y
contiene los elementos que “hacen” la escuela. En ésta se encuentran maestros y
alumnos; ambos se supeditan a un orden social y cultural superior,
supraindividual, del que la escuela misma toma su organización. El contenido es
provisto por la vida cultural de la comunidad y el alumno lo recibe del maestro,
representante de las fuerzas sociales y culturales. De esta manera la escuela
constituye “el puente entre el hombre culto, que está en posesión del tesoro
cultural, y el hombre por formar, que sólo se lora en esa posesión” o como con
Warner sostiene Mannheim, es “la sociedad intermedia entre la familia y el Estado
que sirve para preparar a los niños para las formas de la vida social adulta.
LA ESCUELA “MEDIO AMBIENTE ESPECIAL”
Si la escuela debe definirse como una institución social, ¿cuál es la forma
de relación de este núcleo pedagógico sistemático con la sociedad a que
pertenece?
Ya se ha estudiado la importancia que la sociedad en general, y los factores
sociales en particular, tienen como procesos educativos. Pero esto entra en los
dominios de la educación inconsciente; aquí importa la educación sistematizada
que es la que se imparte en la escuela, y por la cual se busca la “incorporación de
los seres inmaduros a la forma de vida adulta”. La incorporación no puede hacerse
directamente por medio de una profesión física, ni siquiera espiritual de hombre a
hombre, sino indirectamente, a través del ambiente. “Nosotros nunca educamos
directamente sino indirectamente por medio del ambiente” dice Dewey. Y continúa:
“constituye una gran diferencia el que permitamos al ambiente realizar su obra o
que organicemos ambientes con ese propósito. Todo medio ambiente es casual si
no se le regula deliberadamente con referencia a su efecto educativo.
Resulta obvio que la escuela es un “medio ambiente especial”
deliberadamente preparado para ejercer influencia sobre la subjetividad de los
individuos que se le someten. No puede desprenderse de la sociedad a que
pertenece, sino que por el contrario es una de sus manifestaciones en la cual se
concentran todas las fuerzas socio-culturales con una finalidad pedagógica.
Incorporar al sujeto inmaduro a la corriente histórica de su grupo humano.
LEYES DE LA EVOLUCION DE LA ESCUELA
Podríamos ahora preguntarnos por el momento de la historia de la sociedad
en que fue necesario encomendar a un órgano específico pedagógico lo que
aquella no podía ya realizar un “Medio ambiente especial” que sirviera de
transición hacia formas más altas de cultura y de sociabilidad.
Las preguntas suponen la convicción de que la escuela actual no existió
siempre, sino que es el fruto de un largo desarrollo histórico.
En efecto, primitivamente la educación fue una función difusa de la familia y
de la comunidad. Pero no tardaron mucho en construirse ciertas manifestaciones
de educación sistemática que significaron una concentración de fuerzas con un
objetivo que puede considerarse educativo. Así en las sociedades remotas se
encuentra, como germen de la escuela, la preparación sistemática para la guerra o
para los ritos religiosos propios de cada tribu (ceremonias de iniciación). Estas
formas rudimentarias de educación sistematizada no tenían carácter institucional,
pero eran un “cierto tipo de educación regular” de honda raigambre en la historia
de esos pueblos.
Los pueblos orientales perfeccionaron esos “sistemas” educativos y los
pusieron al servicio de su cerrada organización social: la preparación de los nobles
y guerreros por un lado, y de los letrados, por el otro. Grecia y Roma continuaron
ese tipo de educación adecuado a los estamentos sociales, correspondiendo a la
segunda la instauración de verdaderas escuelas, como instituciones pedagógicas.
Roma es así uno de los momentos culminantes en el desarrollo de la escuela,
pues con ella se produce el desprendimiento definitivo de la función formativa,
todavía a cargo de la familia, de la instructiva a cargo de un grupo profesional
reunido en un núcleo educador específico.
Primero como sistema empírico y tradicional, luego como institución, la
escuela fue creciendo hasta cristalizar en las grandes universidades medievales,
organizaciones perfectas de alumnos y de maestros. Mucho más tarde, ya entrada
la edad moderna se piensa en la formación humanista de la adolescencia y se
echan las bases de la que después habría de ser la enseñanza media. Por último,
y como consecuencia de los nuevos principios político-educativos de la Revolución
Francesa se impuso la escuela primaria difundida y definitivamente afirmada
durante el siglo XIX y lo que va del XX
No se trata de hacer aquí una historia detallada de la evolución de la
escuela, sino solamente de señalar algunos principios y leyes que pueden
descubrirse en esa evolución. En primer término se observa que la forma
originaria de la escuela es la profesional. “La primera misión del maestro” –dice
Find- lay- “Fue reproducir su propio tipo, asegurar la sucesión dentro de su casta”.
La escuela general es una conquista tardía de la humanidad, hija de una serie de
posibilidades culturales que no se daban en los tiempos lejanos.
En segundo lugar, se puede afirmar que en la aparición y desarrollo de la
escuela han incidido dos fuerzas primordiales: una de carácter social manifiesta en
la división del trabajo, en la especialización creciente de los quehaceres del
hombre en la comunidad; la otra cultural, relativa a una complicación también
creciente de la cultura. Una cultura compleja no lo es solo por la cantidad de
símbolos y convenciones que maneja y que la expresan. Los símbolos no pueden
transmitirse por la sola acción difusa de la comunidad o del grupo domestico sino
mediante un esfuerzo sistematizado y consciente. Por ese motivo, la división del
trabajo está condicionada por el acrecentamiento de la cultura y no a la inversa. A
medida que el hombre amplía sus horizontes culturales, menos posible resulta que
un individuo abarque esos horizontes sin la ayuda de un sistema de un método. El
hombre, a lo largo de la historia, ha creado bienes y valores que se van perdiendo
en el tiempo, y a pesar de que laten en el presente, para conocerlos se necesitan
que se los transmitan explícitamente. La escuela tiene en ese rasgo de la
evolución cultural el germen de organización y si en los primeros tiempos no tuvo
ni aproximadamente la forma que adopta en el nuestro, existió como relación
educativa y sistemática desde el momento mismo en que el mundo de los adultos
debió apelar a los símbolos y a las convecciones abstractas para sobrevivir.
FUNCIONES DE LA ESCUELA
Las funciones de la escuela, son en cierta manera, las de la educación
sistemática. Pero como la escuela tiene directamente una significación
institucional y se halla inserta dentro de una comunidad y de una época, interesa
sobremanera ver como juega su papel frente a las influencias y a los mandatos del
grupo humano al cual sirve.
Si se toman las funciones esenciales de la educación podría decirse, como
hacen la mayoría de los autores, que esas funciones son dos: transmitir y renovar
la cultura. Sin embargo limitar las funciones escolares a esas dos actividades tan
formalmente enunciadas, no transita el verdadero tipo de relación de la escuela en
la sociedad.
Como comunidad educativa específica la escuela obedece a un propósito, a
una voluntad pedagógica predominante, pero no por eso deja de recibir la presión
de la voluntad colectiva, independiente de la voluntad pedagógica propiamente
dicha. En verdad, son las fuerzas colectivas las que dan contenido a la comunidad
escolar, pero a esta le queda el derecho de regular y jerarquizar los elementos
sociales antes de inculcarlos a los alumnos.
Son los alumnos, como siempre, los que han de servir de base o, si se
quiere de punto de referencia, para establecer las funciones particulares de la
escuela, las maneras en que ella transforma y emplea las influencias sociales,
culturales e históricas.
En primer término, la escuela tiene una función condensadora o
concentradora, puesto que reúne las influencias que ha de transferir al educando.
Mas al transferir influencias, lo hará purificándolas, dando que no toda la influencia
social es educativa. La escuela es purificadora de influencias, seleccionadora,
conforme a un fin y aun concepto del hombre.
Las dos funciones señaladas concentración y purificación) se refieren a la
manera en que la escuela elabora las influencias para transferirlas al alumno, pero
no tiene directamente en cuenta el bagaje personal que el alumno, que ha vivido y
viven en otros ambientes, trae la escuela. Desde este punto de vista, la escuela no
debe olvidar que el niño pertenece a una familia, a una clase social, a una
comunidad religiosa, a un grupo profesional. Todos estos grupos ejercen
presiones, cada uno por su lado, presiones ante las cuales el sujeto corre el riesgo
de sufrir un proceso de desintegración, si no posee una individualidad y una
personalidad firmes. Como estas no se dan en el niño ni en el adolescente, es
tarea de la escuela “coordinar, dentro de los diferentes ambientes en que se
introduce”. Coordinar para estabilizar e integrar es, así la tercera gran función de
la escuela.
Ahora bien; si la escuela simplifica y purifica influencias, si las coordina, lo
hace para sacar al individuo de los ambientes exclusivistas y expandir sus
capacidades sociales. “Es misión del ambiente escolar” –manifiesta Dewey“contrarrestar diversos elementos del ambiente social y tratar de que cada
individuo logre una oportunidad para librarse del grupo social en que ha nacidos y
para ponerse en contacto vivo con un ambiente más amplio.” Esta función podría
denominarse amplificadora y no persigue solo llevar al alumno de un ambiente a
otro, sino también ampliar su experiencia, su capacidad empírico-social y cultural.
LA GRAUDACION Y LOS CICLOS ESCOLARES.
El cumplimiento de sus funciones impone a la escuela una sistematización,
una organización perfectamente pensada y fundada. Tanto que algunos autores
han llegado a hacer de la organización el principio esencial de la escuela. Lo
expresado es exacto siempre y cuando se reconozca que la organización de la
escuela esta, a la vez, a regida por la ley de la graduación es decir, no únicamente
el descenso del maestro a las capacidades del educando, sino también el ascenso
paulatino de éste hacia las formas y los bienes culturales que debe aprehender.
Es por esa razón que la escuela gradúa los conocimientos y se organiza en
ciclos didácticos continuos, cada uno arquitecturado según las necesidades e
intereses de las distintas edades de la vida, y según las exigencias de un
escalamiento ordenado de la cultura humana.
Los dos elementos expuestos (edad del educando y contenidos) más los
objetivos a cumplir, proporcionan las bases para una definición de los grandes
ciclos escolares. Los grados de escolaridad ya clásicos entre nosotros, son el
primario, el medio y el superior, a los que se agregan, cada vez con mayor
jerarquía, el preescolar y el postuniversitario. A simple vista se comprueba que las
denominaciones de “primario”, “medio” y “superior”, tomadas al pie de la letra, son
inexactas por la presencia de los otros periodos nombrados. No obstante nos
manejamos aun con la terminología tradicional.
El grado preescolar recibe al individuo en los años finales de su segunda
infancia, es decir entre los cuatro y los seis años y solo se propone darle algunas
normas reguladoras de sus intereses primordiales. También intenta dirigir la
actividad infantil proporcionándole medios adecuados de expresión y facilitando el
proceso de socialización. En nuestro país, como en los demás países, este ciclo
se cumple en los jardines de infantiles (kindergartens) y es un tipo de institución
que recién en los últimos treinta años ha despertado un real interés, como
colaboradora de la familia, particularmente de la familia de los grandes centros
urbanos.
La escuela primaria es cursada durante la niñez propiamente dicha o
puericia, esto es de los seis o siete años a los doce o trece. Los contenidos de
saber que en ella se transmiten son generales y elementales y se los imparte en
calidad de instrumentos para que el niño pueda desenvolverse en la vida. Esta
escuela es también denominada común, elemental o popular.
El tercer ciclo o sea el ciclo medio forma al púber y al adolescente. Podría
decirse que se extiende desde los doce a trece años hasta los diecisiete o
dieciocho. En cuanto al saber que en el mismo se transmite las complicaciones
son mayores. La adolescencia puede ser educada en múltiples direcciones. Así
podemos hablar de escuela secundaria entre nosotros identificada con el Colegio
Nacional que es genera y humanista y preparatoria para la universidad. Pero ésta
es solo un tipo dentro del ciclo medio. Entre otros tipos se nota ya una orientación
especializada: comercial, normal, industrial, artística, etc. Todos los institutos de
enseñanza que responden a estos tipos pertenecen, por dirigirse a la
adolescencia, al ciclo medio, al mismo tiempo que, por su carácter profesional
escapan de sus cuadros. En efecto, si definiéramos a la enseñanza superior como
apuntada a una formación especial, podríamos decir que corresponden a ese
ciclo.
La enseñanza superior se da, por lo general, en las universidades. Forma a
la juventud y en ella el saber alcanza a problematizarse, a la vez que la
investigación personal de profesores y alumnos constituye el centro de su labor.
La sistematización del ciclo postuniversitario esta aun en ciernes. Tiene por
fin la formación de especialistas y de investigadores de alta escuela. Su
cumplimiento corre por cuenta de las academias filosóficas, científicas y artísticas
y de los cursos de perfeccionamiento que las universidades preparan para sus
graduados.
LA ESCUELA Y EL TIEMPO
Las funciones de la escuela deben fijarse teniendo en cuenta su estructura
de institución social específicamente pedagógicas, es decir como parte de una
determinada comunidad. Pero toda comunidad es histórica, se encuentra en una
época precisa cuyo espíritu forma parte de las presiones que se ejercen sobre la
escuela. Desde este punto de vista la escuela no solo ha de estar al día en el
manejo de las técnicas y de los recursos que la ciencia más nueva haya obtenido,
sino que también ha de ser testigo atenta de todas las manifestaciones del tiempo
a que pertenecen sus alumnos.
Sin embargo, la exacta correspondencia de la escuela con la época suele
ser más un ideal que una realidad. La mayoría de las escuelas parecen aspirar a
ser islotes que nada tienen que ver con problemas de la época, que mantienen el
pasado en un cofre y hacen de él el objeto de un verdadero culto. La
consecuencia de esta actitud es que los alumnos ingresan diariamente a la
escuela como si pasaran de un modo completamente distinto al suyo real e
incapaz de prepararlos para la vida autentica. La escuela ha de recoger la vida y
ser su fie reproducción aunque purificada y organizada de acuerdo a las
posibilidades de cada uno de los que a ella incurren.
LA ESCUELA Y NUESTRO TIEMPO
La escuela a lo largo de su historia, ha ido realizando los mismos valores
que en su marcha iba postulando la sociedad. Cada época ha tenido o ha
merecido su escuela, y la mayor o menor solidez de una época tiene como
consecuencia una escuela más o menos sólida. Frente a nuestro tiempo,
desorientado y en crisis, la escuela ofrece el espectáculo de un núcleo que no
puede encontrar su propia forma, que lucha sin poder afirmarse, contra una cada
vez mayor cantidad de influencias que están fuera de su alcance y que son más
fuertes que ella.
La escuela contemporánea vacila, como la época en que vive. Pero cómo
ésta saldrá del paso, manteniendo siempre su carácter de instrumento que sirve a
la sociedad para su subsistencia y su recuperación aunque ya no sea posible,
como antes, esperarlo todo de ella sin la colaboración que pueden prestarle los
demás ambientes sociales y las otras fuerzas culturales.