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CURSO I: HISTORIA Y PENSAMIENTO SOCIAL SOBRE LA FAMILIA
QUINTA UNIDAD: EL ENFOQUE DE GÉNERO EN EL ABORDAJE HISTORICO SOBRE
LA FAMILIA
TEMA 1: LAS RELACIONES DE GENERO EN LA FAMILIA Y EL MATRIMONIO.
Uno de los aspectos más importantes de las investigaciones sobre las relaciones de
género1, es aquel que permite poner en evidencia el discurso hegemónico y las
subjetividades que lo encarnan.
1
Genero– como dice Gloria Bonder- no es una propiedad de sujetos ni es un constructo fijo y
terminado, condenado a una perpetua repetición. Es decir, el género no es el estudio del hombre y
la mujer diferenciados por sexo, en la ejecución de roles, se trata del análisis acerca de participar
de una red complejísima de discursos y practicas institucionalizadas, históricamente situadas, que
le otorgan sentido y valor a la definición de si mismos y de su realidad.
Joan W. Scott, define el género; primero, como un elemento constitutivo de las relaciones sociales
basadas en las diferencias que distinguen los sexos que se expresan a través de sus cuatro
elementos; primero, los símbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones múltiples
(mitos justificadores); segundo, conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los
significados de los símbolos, en un intento de limitar y contener sus posibilidades metafóricas
(definiciones fijas y determinadas); tercero, nociones políticas y referencias de las instituciones y
organizaciones sociales (limitadas a relaciones de parentesco); y por último, identidad subjetiva
(construida históricamente).
Y su segunda definición es ver el género como una forma primaria de relaciones significantes de
poder, en donde, es un control por los recursos materiales y mentales (división sexual del trabajo,
espacio público y privado).
Bonder y Scott plantean la deconstrucción de estos modos de pensar y nos invitan a reconocer
nuestras subjetividades. Las relaciones de género se enriquecen con los estudios ínter subjetivos
se trata de denunciar y deconstruir la dominación simbólica del falo-logo-centrismo que está
inmersa el mundo social.
Judith Butler, nos dice que la historia del género bien pudiera revelar la liberación gradual del
género de sus restricciones binarias. Las identidades de género no se remiten exclusivamente al
cuerpo sexuado; según esta autora es el principio de la performatividad (el individuo en permanente
actuación) el que enriquece el debate en las relaciones de género. Uno de los aspectos más
importantes cuando hablamos desde una perspectiva de género en la familia es la relación que se
establece con la institución matrimonial. Los estudios sociales y antropológicos sobre la pareja
humana nos permiten deducir que en las culturas más primitivas la participación e influencia de la
mujer en la actividad familiar es medular, siempre y cuando se reduzca al espacio domestico, su
Por su parte en culturas con fuerte predominio masculino, la construcción social de la
masculinidad pasa por una serie de ritos de iniciación, para separar el futuro hombre
respecto del mundo femenino en el que fue engendrado. En cuanto a la función del varón,
esta se vincula preferentemente a la defensa y ayuda de la familia desde el entorno
exterior. Su campo de acción es la esfera pública, proveedor de pan, agresivo, protector
de las mujeres; la masculinidad social privilegia, la razón, sobrevalorando los rasgos
instrumentales sobre los emocionales.
Ser fuerte e individualista, adquiere una aparente representación única para el imaginario
social de lo que es el varón. Esta representación social es el correlato subjetivo del
principal actor del sistema patriarcal 2y capitalista y no es casual que esta imagen esté en
crisis, pues es la ruptura de este modelo hegemónico de varón dentro del sistema
patriarcal lo que en los últimos tiempos se revela con más fuerza. Todo lo anterior se
vincula al concepto de hombre y de "poder" trabajado por Foucault "que establece que
donde existe el poder hay resistencia", de esta manera podemos señalar que no sólo
existe de parte de las mujeres dicha resistencia al modelo patriarcal, sino de los propios
hombres al ver que ya no es posible cumplir con un modelo tan exigente de asumir en la
época actual en que la situación socioeconómica y política ha obligado a la transición en
los roles de género asignados. La evidencia del quiebre y la redefinición de los discursos
hegemónicos sobre la masculinidad y la feminidad desafían y cuestionan la continuidad
del modelo de familia tal como lo conocemos. La pregunta entonces es
¿Cómo
contrarrestar el modelo de reproducción de los roles y discursos que se perpetúa al
interior de la familia?
valía radicaba en cumplir satisfactoriamente la procreación y cría de los hijos, así como el cuidado
de la casa y la atención del esposo.
2
Si esos términos –patriarcado y matriarcado- asumieron un enlace tan considerable en el
discurso antropológico de la segunda mitad del siglo XIX, no fue tanto porque sirvieran para definir
un modo de funcionamiento real de las sociedades como porque daban cuenta de las dos
modalidades de la nueva soberanía burguesa: una fundada en la autoridad paterna y otra, en el
poder de las madres. Por eso es preciso atribuirles una función de sexualización del lazo social.
Permitían pensar la historia de la familia dentro de la categoría, no solo de la diferencia sexual- lo
masculino contra lo femenino y a la inversa-, sino también de la contradicción entre dos formas de
dominación económica y psíquica: paternocentrismo de un lado, maternocentrimo del otro. En.
Roudinesco Ob. cit. Pp. 38
La idealización de los roles que deben cumplir la pareja está en la base de los
desencuentros que afectan a la familia y al matrimonio. Los discursos hegemónicos de ser
hombre o mujer son impuestos por los contextos culturales, que presentan una falsa
homogeneidad en los colectivos sociales, que por lo general tienen muchas diferencias al
interior.
Es frecuente no reconocer la participación interesada del estado y la iglesia en la
reproducción y sostenimiento de estos discursos, por ejemplo al descalificar y resistirse a
nuevos espacios de reflexión propuestos. Siguiendo el planteamiento de Norbert Elías 3,
las sociedades avanzan, se desarrollan en un proceso civilizatorio que está anclado en el
desarrollo de la sexualidad, por eso es importante analizar cómo la sociedad controla los
impulsos sexuales, cómo se interioriza en la gente esos mecanismos coactivos que las
hace cada vez menos naturales. El rol de las instituciones como el Estado es fundamental
pues los sujetos le ceden prerrogativas delegándole poder. El impulso jamás desaparece,
sino que se reubica en el proceso con el advenimiento de la civilización a través del
ejercicio del poder. En la civilización, las personas tienen una conducta adaptada no por
una amenaza de un castigo sino por la interiorización de una norma; la pregunta es: De
qué depende que se internalice la norma.
Con las instituciones hay una privatización de las funciones sociales, la familia se
transforma en el espacio para desarrollar ciertos roles, se convierte en nuclear,
encapsulada en la casa para proteger la intimidad y garantizar la represión de los
impulsos en aras de una gratificación que asegure la convivencia
Por otro lado la Industrialización y urbanización han contribuido a modificar las relaciones
familiares, en la medida en que la mujer ha logrado ocupar espacios antes vedados, en
base a su capacidad
Observamos que parte de los cambios que atraviesan a la familia tiene que ver con el
papel que cumplen los padres varones. Queda claro que la crisis del patriarcado (en la
experiencia vivida por los hombres que hoy no cuentan con los medios para sustentar
materiales y contextuales para vivir una masculinidad patriarcal) marca el inicio de una
3
Elías Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones socio genéticas y psicogenéticas. ED
Fondo de Cultura Económica. México 1987
nueva forma de paternidad distinta a la tradicional, se habla así de la crisis del padre o de
la paternidad tradicional, el avance de la cultura post-modernista y la investigación
psicológica, marcan el surgimiento de una imagen de padre y de su función, totalmente
diferente, sobre todo, en lo referido a la relación con los hijos.
La familia humana está enraizada en principios
éticos fundamentales, como son la
prohibición del incesto y la norma de la exogamia, así también la exigencia de fidelidad al
cónyuge. Este planteamiento tiene consecuencias complejas de aceptar para la pareja
moderna, pues la premisa en que se apoya es que hombre y mujer son diferentes en
naturaleza, pero compatibles socialmente.
Es evidente que el compromiso a largo plazo entre los géneros o el mejoramiento de las
relaciones entre hombres y mujeres favorecida por la incorporación sistemática de
enfoques que propenden la equidad de género e igualdad de oportunidades, contribuiría a
la estabilidad social. Esto implica que las diferencias son simplemente imposiciones que
provienen de la educación, del entorno familiar, y que por lo tanto son afectables o
modificables.
La institución del matrimonio tiene formas culturales de canalizar la expresión de la
sexualidad, el amor, la fecundidad de acuerdo a las interpretaciones que conforman la
tradición de cada pueblo.
Si la familia y el matrimonio son en primer lugar realidades sociales que se imponen por sí
mismas, son a la vez objeto del pensamiento social. Junto con el nacimiento y desarrollo
de la cultura se elabora formulaciones acerca de los fines del matrimonio y de la familia.
El matrimonio considerado tradicionalmente como un enlace permanente, inmune a las
tentaciones que vengan desde fuera, en el cual todo ser humano trata de paliar su
fragilidad, es a fin de cuentas vulnerable a las transformaciones de la intimidad.