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Domingo XIX del Tiempo Ordinario. Ciclo C. domingo 18 de agosto de 2013
Sabiduría 18, 3.6-9; Hebreos 11, 1-2.8-19; Lucas 12, 32-48
Evangelio
Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido
darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y
acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque
allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidos y con las
lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una
boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor
encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la
mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los
encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no
dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del
hombre llegará a la hora menos pensada». Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices
para nosotros o para todos?» El Señor le dijo: « ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el
Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará
administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se
dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los
infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró
conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél que sin saberlo, se hizo
también culpable, será castigado menos severamente.
Comentario
Un tesoro imposible de robar
Es este domingo el Señor nos invita a acumular un tesoro en el cielo, como fruto de la
generosidad, de la limosna, de la buenas obras hechas por amor a Dios y en favor de los hermanos. Y
esto se puede obtener cuando nuestro corazón ha sido conquistado por el Señor y su gracia ha tocado
nuestra vida, para estar dispuesto a la entrega, al servicio, al desprendimiento. Ni el ladrón se acerca
ni la polilla puede destruirla. Este es el mejor banco que existe, el cielo, porque en nuestra caja de
ahorros se van sumando, cuando vivimos en su gracia, todo lo bueno que Dios permite que realicemos.
El pecado resta, la virtud suma.
Para un hijo de Dios, no cabe el temor, como miedo, porque el Padre de los cielos ha prometido
el Reino. No solo tener las manos limpias de pecados, sino llenas de obras de misericordia. Por eso
decía muy bien San Alberto Hurtado: Esta bien no hacer el mal, pero esta mal no hacer el bien.
El tiempo de esta vida, es un tesoro, es gloria. Desaprovecharlo, desperdiciarlo, sería un valor
perdido. Si la avaricia, es acumular sin dar, la generosidad es dar lo acumulado. Es dar y darse. Dar
tiempo, talento, trabajo, dinero y caridad. Este es el tesoro.
Un corazón vigilante
La vigilancia es el cuidado y la atención exacta en las cosas que están a cargo de uno. El Señor
nos dice, que para tener esta actitud vigilante, hay que llevar ceñidas las cinturas, como signo de
preparación para un viaje y disposición al trabajo, y las lámparas encendidas, como velando en la
noche esperando confiado el retorno del Señor.
Para graficar la necesidad de la vigilancia, como contraria a la negligencia, dejo tres parábolas:
la del dueño, la del ladrón y la de los servidores, donde cada una pone el acento en algún aspecto de
esta actitud cristiana. Nos dice la primera, que la espera no debe ser algo enfermizo, sino digno de un
justo premio, pues su Señor recompensará generosamente a sus servidores con un banquete, debido a
su laboriosidad y esmero.
La segunda nos habla, de la incertidumbre en la hora de llegada del Señor, como la de un
ladrón que no avisa cuando entra a robar en una casa. Por eso si uno tiene todas las cosas en regla,
ordenadas y según la ley, no temerá una inspección. Algo similar ocurre cuando venga el Señor a
llamarnos a su encuentro en el momento de la muerte, como el fin de nuestra historia, o en su segunda
venida, el fin de la historia. Espera que tengamos el alma limpia, buena, llena y preparada. Como
enseña la Iglesia, lo razonable es vivir siempre en gracia de Dios para caminar hacia la salvación. Vivir
en pecado es como jugar a la ruleta rusa, con el peligro de la condenación, ya que la muerte fija el
estado del alma.
La tercera parábola nos habla que esta vigilancia no es una espera ociosa sino llena de trabajo,
como eso servidores fieles y previsores, y no como aquellos que maltrataron a sus hermanos y se
emborracharon. De ahí razón de su castigo
Un corazón vigilante es un corazón enamorado, un corazón vigilante es un corazón alegre, que
espera a su Señor, como el novio a su novia, el esposo a su esposa, o la madre a sus hijos, para
compartir el gozo del regreso.
Siempre es tiempo de preparación
Estén preparados, repite dos veces el Señor en este texto, y con las cosas preparadas nos
advierte, en este viaje de la vida. Si para muchas cosas nos tenemos que preparar, cuanto mas en la
vida espiritual. El peligro es quedarse dormido. El evangelio nos quiere despertar del sueño del
pecado, y de la siesta de la tibieza. Es una llamada a revisar el corazón y a tener espíritu de examen,
mirando las piedras malas y los rincones sucios de la casa. Dice San Josemaría Escrivá
"Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a
los que te rodean. Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos
errores, esas equivocaciones -como se cultivan los microbios en el laboratorio-... Y, después, esos focos
infectan el ambiente".
Oración: Señor, gracias por tu palabra y tu Reino, por tu banquete y tus bodas. Aquí estoy Señor,
quiero ser un simple servidor. Ayúdame a vigilar por fuera y por dentro del corazón. Cada día que me
regalas, es una preparación, cada noche un examen. Espero un día, con tu gracia, estar contigo. Ya te
anticipas en la eucaristía. Y ahora es tiempo de orar y trabajar. Amen
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario