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PALABRA QUE DA VIDA
-Reflexionemos-
¡QUE NO SE NOS APOLILLE!
CORTEMOS ESAS ANSIAS DE TENER, GUARDAR Y CONSERVAR QUE NO
SIRVEN PARA NADA. Y MENOS PONER EL CORAZÓN EN LAS COSAS QUE SE
GUARDAN.
VIERNES 21 DE JUNIO DE 2013
Del Evangelio según san Mateo 6, 19-23
Dijo Jesús a sus discípulos: -«No atesoren tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Atesoren tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro
allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu
cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a
oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
2CORINTIOS 11,18.21B-30 - APARTE DE TODO LO DEMÁS, LA
DÍA, LA PREOCUPACIÓN POR TODAS LAS IGLESIAS
SALMO 33 - EL SEÑOR LIBRA A LOS JUSTOS DE SUS ANGUSTIAS
CARGA DE CADA
CONTEXTO – El Sermón de la Montaña presenta dos recomendaciones: no acumular bienes y cuidar la lámpara del cuerpo humano.
La primera recomendación cuestiona la fe depositada en los bienes
materiales. Son tan perecederos que no resisten ni las polillas. La
segunda recomendación: la lámpara del cuerpo es la coherencia de
vida que da salud a toda nuestra vida. Un cuerpo sano a través de
una vida sana es el mejor testimonio de la luz de Dios ante los
hermanos. – ¿Cuáles son los verdaderos tesoros en nuestra vida?
¿Es nuestra vida luz u oscuridad para los demás?
EL MAESTRO NOS ENSEÑA DÓNDE ESTÁ NUESTRO TESORO - Hoy día creemos en Jesucristo y en el dinero, pero no en
el prójimo. Practicamos una religión sin amor, sin compasión, pues
nuestra medida es el placer y la satisfacción individual, pero no
atendemos al dolor de nuestros semejantes y mucho menos a los
gemidos de la creación. No estamos dispuestos a dejar las seguridades que el capital nos ofrece por el mandato del amor. Si el fundamento de nuestra existencia son los bienes materiales, corremos
el peligro de perder lo acumulado; pero si nuestro fundamento es
la fe en Dios, nadie podrá destruirnos, y tendremos el deseo interior de compartir con nuestro prójimo todo lo que tenemos.
PARA REFLEXIONAR
¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO CORAZÓN?
El Evangelio de este día me recuerda casi siempre una
historia que escuché hace muchos años. Es la de aquellos
dos chinos que están enfrente de una montaña de arroz ya cocinado. El aroma es excelente. Y los dos tienen hambre. Pero para
comer, para meterse el arroz que tanto desean en la boca sólo
disponen de unos enormes palillos. Son tan largos que cada vez
que lo intentan, fracasan estrepitosamente. Son más largos que
sus brazos. Así pasa el tiempo. El hambre arrecia y el arroz sigue allí como una promesa inalcanzable. Hasta que uno de ellos
tiene una idea. Deja de pensar en sí mismo y en su hambre.
Ante la sorpresa del otro, esta vez no intenta llevarse el bocado
de arroz a su propia boca sino que con sus largos palillos lleva el
bocado –tan apetitoso y deseado– a la boca del otro. Y alcanza
su objetivo. El otro comprende rápidamente la lección. Hace lo
mismo. El final es ya sabido. A través de la colaboración los
consiguieron su objetivo: calmar su hambre con aquella montaña de apetitoso arroz. A través de la colaboración y de pensar
en las necesidades del otro antes que en las suyas propias.
Digo que me acuerdo de esta historia porque veo que hay
mucha gente que sigue pensando sólo en sus propios intereses, en su propia seguridad, en tener como medio para sentirse mejor. Y claro, para proteger lo propio, hacen falta
cerraduras, candados, guardias, perros... Algo así como la casa
del señor Burns en la serie de Los Simpsons. Enorme y llena de
riquezas, pero llena también de muerte. Nada que ver con la
casa de Homer y Margie Simpson, llena de problemas pero llena
también de vida.
Más allá de los ejemplos, el Evangelio nos dice algo que es obvio. Guardar y conservar no sirve para nada. Y menos poner el corazón en las cosas que se guardan. Al final la felicidad y la seguridad se encuentra mucho más en la relación con
las demás personas, en el descubrimiento gozoso de que somos hermanos y hermanas y no amenazas unos para
otros, que en las altas vallas, electrificadas y llenas de cámaras
de televisión, que encierran edificios que no tienen nada que ver
con un hogar.
Donde esté nuestro tesoro estará siempre nuestro corazón. Eso
es inevitable. Por eso, donde tenemos que afinar bien es en lo
que creemos que es realmente nuestro tesoro. Para no equivocarnos. Porque nos jugamos mucho en acertar con el verdadero
tesoro.
PARA ORAR
Señor Dios nuestro:
De las palabras y de la presencia misteriosa de Jesús
aprendemos que no hay nada más precioso
que tu amor hacia nosotros
y el Reino que tú quieres construir con nosotros.
Queremos que seas nuestra alegría y nuestro tesoro.
Te damos gracias, porque nos has encontrado.
Que nosotros también
sigamos siempre encontrándote a ti
en las diferentes formas en las que te manifiestas,
en la bondad de la gente,
y en los tesoros de nuestra fe.
Nuestras sinceras gracias a ti, Padre,
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PARA ACTUAR – El Papa Francisco nos advierte diariamente contra lo que se ha llamado CAPITALISMO ESPIRITUAL:
esas tendencias a acumular méritos cultuales y piadosos, es
decir, a mayor participación en actos de culto -puertas adentro del templo- y a mayor cantidad de oraciones repetidas a
ultranza, mejor y más elevado será nuestro status espiritual.
QUE NO SEA ASÍ ENTRE NOSOTROS.
EL TESORO CERCANO
Un hombre soñó con un gran tesoro bajo el puente. Se puso de
camino y empezó a cavar febrilmente. Un viejo pasó por allí:
"¿Qué hace ahí cavando?". "He soñado que había aquí un tesoro". "Yo también soñé con un gran tesoro..." Y le describió la
casa y la aldea soñada.
El hombre que cavaba bajo el puente reconoció su propia casa
en la descripción del viajero. Corrió a su aldea y empezó a cavar
bajo su propia casa. Allí había estado siempre su tesoro. No
busques el tesoro lejos ni fuera. Búscalo en tu casa, entre los
tuyos, en tu corazón. Y pide a Dios la gracia de saber encontrarlo.
«Y si la única luz que tienes está oscura,
¡cuánta será la oscuridad!»
Cuando alguien se lamenta por
conseguir algo lejano, cierra sus ojos
a todas las pequeñas cosas que
pueden hacerlo feliz y que están
a su alrededor cada día.
Anónimo