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SERMÓN DEL VIERNES 04-02-2011 El Sagrado Corán ordena a los creyentes aconsejar el bien y prohibir el mal. “Sois el mejor pueblo exaltado para el bien de la humanidad; ordenáis lo bueno, prohibís lo malo y creéis en Al-lah. Y si el pueblo del libro hubiese creído, en verdad hubiese sido mejor para ellos. Algunos de ellos son creyentes, pero en su mayoría son desobedientes” ( Ál Imrán, 111) El versículo que acaban de escuchar, lo he mencionado varias veces con anterioridad y engloba temas, consejos y evocaciones, que merecen ser recordados repetidas veces desde perspectivas diferentes. En él, Dios ha encargado una gran responsabilidad a aquéllos creyentes, que no sólo proclaman la fe de palabra, sino que la preservan y la mantienen de forma regular. Estos, procuran proteger y fortalecer la fe de sus descendientes, y su esfuerzo no se limita en preservar y aumentar la fe de sus allegados, sino que aconsejan a los seguidores de las demás religiones de su entorno, incluso a los ateos, para que crean en Dios y consigan su agrado a través de buenas obras. Estos son los verdaderos creyentes, los que demuestran su fe firme en Dios y en el Imam de la época, fiel amante del Santo Profeta (s.a.w.). Al igual que los musulmanes de la primera época del Islam, observaron continuamente los mandamientos coránicos, y los consejos y recomendaciones del Santo Profeta (s.a.w.) y aunaron esfuerzos para aplicar en sus vidas los preceptos de la Shari´a y del Corán, y de esta forma alcanzar el agrado de Al-lah. Su éxito se fundamentó gracias a los favores de Dios. Hoy día, nuestra obligación como áhmadis, -los que proclamamos tener una fe firme y completa en el Sagrado Corán y en el Santo Profeta (s.a.w.), y los que hemos aceptado al Imam de esta época, para producir una revolución en nuestras vidas y aplicar sobre nosotros los mandatos del Corán- es que debemos reflexionar sobre nuestra 1 situación, y ver hasta qué punto estamos cumpliendo nuestro deber de ser “el mejor pueblo”. ¿Estamos cumpliendo nuestro compromiso con la humanidad, y de cómo padecemos por su sufrimiento, hasta qué punto ordenamos el bien a través de nuestras palabras y hechos, e intentamos salvar el mundo del mal ofreciendo consejos y siendo un modelo para ello? No podemos hacer este análisis según nuestro criterio fijando nosotros mismos las normas, sino que debemos medirnos a la luz de los baremos que ha establecido el Santo Profeta (s.a.w.), y que más adelante mencionaré. Siempre que intentemos realizar esta autoreflexión, haciendo cambios positivos en nosotros mismos y reformándonos, permaneceremos en las sendas del progreso, Insha-allah (Dios mediante). La decadencia de las naciones comienza cuando se basan en sus propias normas, seducidos por los deseos fútiles y olvidan su objetivo principal. El Sagrado Corán evoca a los profetas pasados, y llama nuestra atención en este respecto. Cuando los pueblos anteriores olvidaron sus enseñanzas, y se desviaron de sus objetivos, fueron o bien destruidos, o pervertidos a tal extremo, que sustituyeron sus enseñanzas fundamentales por innovaciones y banalidades, y esa fue la causa de su destrucción espiritual y de su inmoralidad. Consideraban a los viciosos como virtuosos, mientras que el pudor y la pureza eran consideradas enseñanzas arcaicas. Explicaban su religión según sus deseos, y de esta forma cambiaron por completo las instrucciones de sus profetas. Introdujeron en los libros sagrados enseñanzas falsas e inventadas, y considerándolo parte de ellos, se lo atribuyeron a los profetas, lo que les condujo a la pérdida de la santidad de Dios y de sus profetas de sus corazones, y a su muerte espiritual. Éste es el estado actual de las naciones de occidente, y de las religiones anteriores al Islam. Dios ha preservado su favor a los musulmanes salvaguardando el último libro de la ley religiosa, el Sagrado Corán, tal como prometió. 2 A pesar de que la mayoría de los musulmanes, antes de la venida del Mesías Prometido (a.s.) eran musulmanes sólo de palabra, y se les podía aplicar el dicho de que “no quedaba del Islam más que el nombre”, sin embargo siempre permaneció un grupo de entre ellos que se esforzaba en practicar los dictámenes del Sagrado Corán y proteger sus enseñanzas, y posteriormente en la última época, Dios mandó al Mesías Prometido (a.s.) y Mahd, según Su Promesa. Hoy día, todos los áhmadis proclamamos haber aceptado al Masih y al Mahdi, y proclamamos pertenecer y apoyar al hombre que vino para traer de nuevo la fe de las pléyades, y proclamamos ser los seguidores de este Imam que asumió el compromiso de llevar el verdadero mensaje de la fe de Hazrat Muhammad (s.a.w.) a los cuatro rincones del mundo, que será cumplido por su Yama´at, insha-al-lah (Dios mediante). Nosotros los áhmadis, somos afortunados al encargarnos de transmitir este mensaje a los rincones del mundo. Se nos dijo que debíamos apoyar este decreto divino. Dios le dijo al Mesías Prometido (a.s.): “ Yo llevaré tu mensaje hasta los confines de la tierra”, y vosotros como áhmadis, tenéis que conseguir la recompensa de Al-lah participando en este proyecto. Pero, ¿cómo formar parte de este decreto divino? Tendremos que generar en nosotros mismos una revolución con el fin de alcanzar el agrado de Al-lah, y consagrarnos sinceramente a Dios y abandonar cualquier tipo de pecado, de modo que exista coherencia entre nuestras palabras y nuestros actos. Si poseemos las cualidades citadas en esta revelación, si predicamos el mensaje que hay en ella, y hacemos Tabligh, atraerá a personas de buena naturaleza. No es necesario que nuestra predicación se limite siempre a temas religiosos, pues los temas que Dios cita en esta revelación, atraerán también a las personas que se inclinan por el materialismo. Cualquier persona, independientemente de su religión, desea las excelencias de la moralidad, ya que su naturaleza pura ama los altos valores, e incluso los ateos y agnósticos buscarán las virtudes y condenarán el mal. Dios Glorioso dijo: debéis ser conscientes de vuestra responsabilidad, ordenad el bien y prohibid el mal, por el bien del mundo y para obtener el agrado de Al-lah. Debéis atraer la atención de la gente hacia el cumplimiento de los derechos humanos, y aconsejad a los que 3 violan los derechos de los demás, mostrando vuestro enojo y desacuerdo con sus actos, prohibiéndoles llevar a cabo estas acciones. Pero antes de nada, surge la necesidad de hacer nuestro propio análisis de conciencia, como dije hace poco. Si reformamos nuestro sistema interno, nuestras palabras tendrán un efecto mayor. Y para reformar nuestro ser, debemos creer en cada instante que Dios conoce nuestros dichos y nuestros actos, y observa nuestras acciones. Un creyente debe decirse a sí mismo: explicaré al mundo los caminos del bien y del mal, enseñando primero las cualidades morales mundanas, les aconsejaré hacer el bien y les definiré el mal para que puedan evitarlo. En cuanto a mí, debo convertirme en seguidor de la directiva divina “Y creéis en Al-lah”… pues es así como actúan los que prodigan consejos a los demás. La verdadera fe en Al-lah no será completa, hasta que el agrado y amor de Dios no superen a todos los demás deseos y placeres, y como dijo Dios mismo: “Pero los creyentes son más fuertes en su amor por Al-lah” (Al Baqarah, 166) Normalmente, el hombre se preocupa más por aquello que ama. Si proclamamos creer en Dios, debemos dar supremacía a su amor, y cuando se siente amor por Al-lah Taala, se presta mayor importancia a la obediencia de sus órdenes. Cuando reflexionamos sobre nosotros, nace el sentimiento de que ser “Jaire Ummah” (el mejor de los pueblos), no es sólo una declaración de fe, pues ello no nos conducirá a alcanzar nuestro objetivo. Seremos “el mejor de los pueblos” cuando realicemos progresos en el amor por Al-lah, y para obtener el agrado de Dios, tendremos que recomendar el bien y prohibir el mal. En este caso, seremos considerados el mejor de los pueblos. Cuando un verdadero creyente progresa en esta esfera, lo primero que se preguntará es: ¿poseo realmente las virtudes que predico a la gente, y el mal que prohíbo a los demás, seré yo reo del mismo? Por un lado declaro que amo a Dios como resultado de mi fe en Él, y cuando se ama a alguien no se le oculta nada, sino que se le manifiesta todo y se le confiesan todos los secretos. Dios es el amado que conoce lo oculto, está por encima de que le informemos, pues Él es conocedor de lo visible e invisible. 4 Al-lah Taalá dice: por un lado declaráis que creéis en Mí y me amáis, y por otro, Yo como conocedor de vuestra interioridad, veo falsedad en vuestros corazones, pues decís lo que no hacéis. Este sistema interno de reforma que actúa automáticamente en un verdadero creyente, lo empujará hacia el camino recto, siempre y cuando tenga la certitud de que Dios conoce lo oculto y lo visible, y que Él contempla cada una de sus acciones. Si este sistema de autoprotección no se activa en nosotros, será motivo de preocupación, pues ello significa que nuestra fe no ha alcanzado el nivel deseado. Cada defecto que haya en la sociedad, nos refleja lo que hay en nuestro interior, pero el hombre sólo puede ver este espejo, cuando su corazón está atraído por el amor de Al-lah. En el caso de que no tenga este sentimiento, que su amor por Dios no supere a todos los demás deseos, y el mundo reina en su corazón, la escala que mide lo bueno y lo malo cambiará. Nuestra Comunidad tiene tradiciones y costumbres que fueron establecidas por el Mesías Prometido (a.s.) y tras él, sus sucesores lo hicieron a la luz de las enseñanzas del Islam. Acciones disciplinarias severas se tomaron en ocasiones para evitar la entrada de cosas nefastas al seno de nuestra Yama´at. La razón de esta severidad, es que un verdadero creyente, debe comprender que el objetivo de su vida es practicar buenas obras, pues sin esto no se pude recomendar el bien y prohibir el mal. Una vez que os habéis asociado al Imam de la época para producir cambios puros en vosotros, y ser parte del “Jaire Umma (el mejor de los pueblos)”, tendréis que abandonar los asuntos mundanos, y no podréis fijar vuestra propia escala de virtud. La norma que concierne las virtudes fue establecida por el Islam, y explicada por el Mesías Prometido (a.s.), que a su vez recibió esta guía por parte de Dios. Él (a.s.) aconsejó a su comunidad seguirle y practicar las buenas obras, pues este es un asunto muy importante que cada áhmadí debe comprender. Hace algunos días, durante la celebración de un matrimonio, algunos áhmadís cometieron actos contrarios a las enseñanzas de la comunidad musulmana áhmadí, por lo que tomé contra ellos medidas disciplinarias punitivas. Entre estas personas, había algunos que no 5 tenían gran comprensión de la religión, y no estaban al tanto de las costumbres de la Yama´at, pero eso no constituye una excusa. Es deber de todo áhmadí mostrar su verdadera fe en este tipo de ocasiones, e intentar llegar a esta posición. Pero entre los presentes en la boda, había otras personas que comprendían bien la religión, servían a la comunidad y conocían sus enseñanzas y tradiciones. Aún así, mostraron ostentación y debilidades varias. En vez de prohibir el mal, estas personas se limitaron a mirar como espectadores siguiendo el espectáculo. Observaron las banalidades permaneciendo indiferentes, y en vez de prohibir el mal, se convirtieron en parte de ello. Estas mismas personas me han escrito diciendo que han participado en la boda con el fin de reformar a esas personas. ¿Reformar a los demás significa no prohibir el mal, ni ordenar el bien? Incluso si han aconsejado el bien, el consejo fue inoperativo. ¿Reformar es participar en el mal siendo testigo, diciendo de palabra que estoy aconsejando el bien? No sé si han ordenado el bien o no, pero en cualquier caso, estas personas no hicieron nada para impedir el mal que se cometió en esa boda. Es como ver a un ladrón robando, y en lugar de impedírselo y detenerlo para que no perjudique a alguien, le ayudan en el robo. Luego le instan a que decir la verdad es bueno. En efecto, decir la verdad es bueno, pero en esa situación, "ordenar lo que es bueno y prohibir el mal" implica impedir que el ladrón cometa el robo y de esta forma, detenerlo. Si creéis en el Mesías Prometido (a.s.) entonces, como áhmadís no debéis ser intimidados por la sociedad, sino que debéis dar prioridad a la religión. El Mesías Prometido (a.s.) oró por sus descendientes y sus seguidores para que Dios les salve de la influencia del anticristo (Dayyal). Si las personas áhmadis que viven en Occidente caen en el dominio del Dayyal, entonces ¿qué quedará de su fe? Muchas personas se han visto implicadas en el incidente que acabo de mencionar. Muchos están involucrados en este asunto, y ello puede provocar cierto desasosiego y congoja en la Yama´at. He respondido recalcando que, sin duda, se tomarán medidas disciplinarias contra los implicados. Si ello genera molestias y algunos deciden separase de la Yama´at, tienen la puerta libre. Ello no me preocupa lo más mínimo. 6 Vamos a aplicar las enseñanzas del Islam, y lo que nos enseñó el Mesías Prometido (a.s.), es decir evitar las malas prácticas y la banalidad. La contradicción entre las palabras y las acciones, está condenada por Dios y por su Profeta (s.a.w.). He dicho varias veces, al igual que los Jalifas que me han precedido, que los invitados áhmadis deben abandonar aquellas celebraciones y bodas donde las familias cometen frivolidades. Por el contrario será una cobardía, y equivaldrá a apoyar el mal. Con este comportamiento, demostraréis que anteponéis el amor de la sociedad al amor de Al-lah. Ruego a Dios que ayude a todos los áhmadís para que puedan entender esta cuestión. Ahora voy a presentar un hadith del Santo Profeta (s.a.w.), que nos aclarará la posición que debe alcanzar un creyente. La verdad es que la lectura de este hadith nos hace un nudo en la garganta. Abdu-llah Bin Amr, relata que el Santo Profeta (s.a.w.) dijo: “Hay cuatro rasgos que, cuando se encuentran en una persona, lo convierten en un hipócrita absoluto, y el que posee una de estas características, es un hipócrita, a menos que abandone este hábito. Son: c¡uando está a cargo de algo, traiciona la confianza; cuando habla, miente; cuando promete, rompe la promesa; y cuando discute, utiliza un lenguaje grosero.”(Sahih Al Bujári, libro, La fe ). Hazrat Shah Sayed Waliul-lah Sáhib (quién compiló los dichos de Al Bujari en la Yama´at), escribió que “incluir la hipocresía en las cuestiones de fe, equivale a incluir el kufr (incredulidad), el shirk (asociar socios a Dios) y todo tipo de desmesura y de vulgaridad en este asunto”. Es decir que la hipocresía disminuye la fe. Cuando la persona posee una de las características citadas antes, su fe disminuye, y su hipocresía aumenta. La hipocresía significa la disparidad entre lo que es evidente y lo oculto, es decir manifestar opiniones opuestas al sentimiento interior, o contradecir la verdad. Las características que ha citado el Santo Profeta (s.a.w.), son la verdadera definición de la hipocresía. En la mentira, se oponen las palabras de la persona a la 7 verdad. Al romper las promesas, los hechos se confrontan con la verdad, y en el caso de la traición, la intención de la persona se aleja de la verdad. Estos son ejemplos simples y claros de la hipocresía, pues no poseer una fe firme y profesarla de palabra, constituye una contradicción con la realidad. En otros casos, puede que la fe verdadera esté presente, pero no se acompaña con la declaración verbal. Muchas personas dicen aceptar al Mesías prometido (a.s.) pero no quieren declarar su fe: esta es una forma de hipocresía. Hay otros que sí manifiestan su fe, pero que no actúan según sus preceptos, y sus actos son contrarios a su fe, ésta también es otra manera de hipocresía. Son los diferentes aspectos de la hipocresía. Todos los defectos que se han mencionado en este hadith son hoy en día muy comunes. Estas acciones se dan por todas partes en nuestro alrededor, y desgraciadamente al vivir inmersos en esta sociedad algunos de entre nosotros han sido afectados por ella y sus defectos. Según el Santo Profeta (s.a.w.), poseer una de estas características, significa proporcionar un lugar a la hipocresía en nuestro corazón. Quizás por esto el Mesías Prometido (a.s.) declaró que si los hipócritas que hubo en la época de Hazrat Muhammad (s.a.w.) sobrevivieran hasta nuestra época, serían considerados como personas piadosas y creyentes. Cuando el mal crece, la mínima cantidad de virtud adquiere gran valor. Aquéllos que fueron considerados hipócritas, lo fueron frente a los grandes compañeros del Santo Profeta (s.a.w.). Debemos recordar que después de aceptar al Mesías Prometido (a.s.), nuestro nivel debe ser mucho más elevado que el de los demás musulmanes. No debemos seguir el ejemplo de los débiles de fe durante la época del Santo Profeta (s.a.w.), sino que debemos tener presente el modelo de sus compañeros. Las personas a quien Dios dio la buena nueva del paraíso. Éste es el nivel requerido por Dios y su Profeta (s.a.w.) que debemos alcanzar. Tenemos que demostrar gran integridad. 8 Los áhmadís, deben cumplir sus responsabilidades a un gran nivel, tanto si el compromiso concierne a la sociedad, a los asuntos de la comunidad o a temas personales. En vuestro lugar de trabajo, no importa lo que hace el resto del personal, vuestra práctica os debe distinguir de los demás. Si trabajáis en una empresa privada, tenéis que destacar ante el resto de los compañeros y ser diferentes a los demás por el hecho de ser áhmadís. Hoy día, somos orgullosos de proclamar al mundo que el nivel de integridad de los áhmadís supera con creces al de los demás. Pero poseer honradez no es causa de orgullo, pues esta honestidad e integridad serán motivo de verdadero orgullo, cuando sean las más altas. En los países tercermundistas, donde el desarrollo está ausente, o donde el progreso va en sentido contrario, la causa se debe a la corrupción y a la traición que prevalece en cada esfera de sus vidas en todos los niveles. Por ejemplo, Pakistán se jacta de ser un país islámico, pero los últimos sondeos indican que está ocupando el primer puesto de entre los países más corruptos del mundo. El mismo caso es el de algunos países islámicos, o más bien, el estado de los musulmanes de algunos países, cuyos dirigentes aumentan en su traición, y avanzan en el mismo sentido. ¿Se presupone que por el solo hecho de ser musulmanes o anunciando que van a imponer las leyes islámicas, pueden llegar a ser “Jaire Umma” (el mejor de los pueblos)? No se trata de tener algunos defectos; estas personas tienen todos los vicios del mundo, y siguen considerándose creyentes, mientras que a los verdaderos creyentes les califican de “Káfir” (incrédulos). El Mesías Prometido (a.s.) dijo a propósito de los que se proclaman hoy creyentes, que los hipócritas de la época del Santo Profeta (s.a.w.) fueron mejores que estos supuestos musulmanes. Así pues hoy corresponde a los áhmadis alcanzar este nivel requerido, y preservar esta honestidad, cuya garantía y buen recaudo fue el Santo Profeta (s.a.w.). Únicamente el áhmadi podrá encargarse de sus deberes a este respecto, con el fin de ser considerado como un miembro del mejor de los pueblos. Para lograrlo tenemos que dar ejemplo a las sociedades corruptas, y prodigar consejos a los que 9 viven en nuestro entorno. La misión que se encargó a nuestro maestro Hazrat Muhammad (s.a.w.), fue la de llevar el mensaje de la unicidad de Dios a todo el mundo, y cumplir con los preceptos divinos y con los derechos humanos. Hoy, hemos sido encargados de cumplir esta misión, y por eso los áhmadis son los guardianes más adecuados de este compromiso. Para desarrollar esta responsabilidad debemos empezar primero por reformarnos, y por cumplir las órdenes de Al-lah y conceder los derechos que le corresponden a la humanidad, pues sólo así podremos cumplir con este compromiso. Para ello también tendremos que ofrecer a nuestros hijos una educación correcta, para que el espíritu de compromiso se transmita de generación en generación. Dios mencionó las características del hipócrita: “cuando habla, miente”, es decir que sus palabras son mentiras. ¡Cuán severa es esta advertencia para aquéllos que mienten! Si observamos el tema con detenimiento, veremos que la disparidad entre la palabra y la obra es la verdadera hipocresía. Por un lado, el hombre proclama creer en Dios, y por otro miente. Es como si estuviera equiparando la mentira con Al-lah Taala. Por eso Dios describió la mentira como la idolatría, es decir que mencionó la mentira y el Shirk, de forma conjunta. Si estos dos rasgos se reúnen en una persona, que tiene el hábito de mentir, es un Mushrik , un “idólatra”. Si alguien declara ser musulmán y al mismo tiempo miente, es una hipocresía como todos saben. Es decir que la persona se acerca a la idolatría más que a la fe a causa de su falsedad y de sus mentiras. Incluso si proclama ser musulmán de palabra, sus actos lo niegan. Es una lástima que hoy en día la mayoría de los musulmanes han olvidado la diferencia entre la verdad y la falsedad. Hoy día si los áhmadíes no ejercen la Yihad en contra de la mentira, y si no intentan purificarse de sus entornos de la falsedad, se inculcará una mancha en sus corazones y no tendrán ninguna relación con el Islam ni con la Comunidad del Mesías Prometido (a.s.) después de haber proclamado aceptar al Mesías Prometido (a.s.), que vino a establecer la reforma y la shari´a, y para que la gente adquiera 10 cualidades divinas. Vino como un obediente completo y un seguidor sincero de nuestro señor y maestro Hazrat Muhammad (s.a.w.). ¿Si la mentira sigue siendo una parte de nosotros, cómo podemos establecer la shari´a, y cómo podremos realizar todo lo que proclamamos? En lugar de mirar a los demás, hay una gran necesidad de auto-reflexión. Cada uno de nosotros debe juzgarse a sí mismo antes de mirar a los demás. El tercer signo de un hipócrita que el Santo Profeta (s.a.w.) dio es que el hipócrita rompe sus promesas y pactos. Este es el estado del mundo en la actualidad, que tanto en el comercio y en las relaciones cotidianas, las promesas no se respetan. A nivel nacional la deshonra de las promesas supera lo imaginable, pues algunos hombres de negocios hacen un pacto y luego lo traicionan sin contemplaciones. Un comerciante que exporta arroz de alta calidad (Basmati) de Pakistán al exterior, me dijo que lo mezclaba con arroz de calidad inferior de una manera totalmente indetectable. Esta persona no se preocupa por la reputación de su país, ni por el efecto que tendría sobre los negocios si llegasen a descubrir su engaño. Además ocurren cosas semejantes relacionadas con la deshonestidad, la traición y la mentira. Rompen los pactos para ganar nimiedades, y olvidan lo que esperaba de ellos el Profeta (s.a.w.) a quien pertenecen y el modelo que nos ofreció. Él (s.a.w.) cumplió con los pactos de guerra con una precisión infinita, cuyo parangón no existe en el mundo entero, por no hablar de los acuerdos comerciales. Por ejemplo, cuando el pacto del Al Hudaybiyya se estaba editando, y las negociaciones sobre algunas cláusulas se llevaban a cabo, llegó uno de los compañeros desde la Meca a Medina, pero el Santo Profeta (s.a.w.) le hizo volver cuando los kuffár (los incrédulos) lo exigieron. Él (s.a.w.) no les dijo que esa persona no volvería porque las condiciones del pacto no se han determinado aún. En ese momento el pacto sólo era verbal y sus condiciones se estaban escribiendo, pero el Santo Profeta (s.a.w.) le ordenó regresar sabiendo que constituía una amenaza para su vida. Estas son las altas normativas que estableció el Santo Profeta (s.a.w.), y hoy, los seguidores del fiel servidor del Santo Profeta (s.a.w.) deben aunar esfuerzos en practicar estas cualidades. Una vez el Santo Profeta 11 (s.a.w.) metió su mano en un recipiente de trigo o de maíz mientras pasaba por un mercado, y percibió que el interior los granos estaban húmedos. Dijo al comerciante que un musulmán no debe traicionar a la gente. Este es el nivel que debemos alcanzar, entonces seremos verdaderos consejeros, los que dan al mundo consejos que nacen de una fe completa en Dios. El cuarto signo de un hipócrita, es que cuando discute profiere insultos e injurias. Esto lo vemos en nuestros oponentes. Queda evidente en todos los canales de televisión y en las páginas web que diseñan en contra nuestra . Los áhmadís deben evitar siempre esto y nunca deben responder a la dureza de una manera que dé lugar a un lenguaje grosero. Debemos mantener el modelo del bendito Santo Profeta (s.a.w.) siempre a la vista, y recordar el ejemplo de su fiel servidor, el Mesías Prometido (a.s.), pues la gente ha dañado su imagen de todas las maneras, y en su misma cara. Pero nunca respondió a sus ataques de la misma forma, sino que los perdonó y los ignoró. El Santo Profeta (s.a.w.) fue "Misericordia para todos los mundos“. El mundo no obtuvo de él (s.a.w.) sólo afecto, sino incluso misericordia y compasión, frente a todo tipo de dureza y crueldad. Dios guarde a todos los áhmadis de estos males que corrompen la fe y destruyen la paz social, y que Dios haga que seamos los que obran (Al Imrán. 111). Desafortunadamente, hoy la mayoría de los musulmanes están inmersos en estas enfermedades y por eso manchan la reputación del Islam. La mentira, la traición, la infidelidad y el incumplimiento de los pactos han destruido las sociedades. Hoy en día la situación de guerra entre las masas, los dirigentes y los políticos de los países musulmanes, es el resultado de la hipocresía descrita en el hadith del Santo Profeta (s.a.w.). Esta situación de hipocresía existente en estos países, ha dado la oportunidad a los no musulmanes la ocasión de atacar el Islam, y deformar su cara. Un judío escribió en un periódico israelí que el Islam no contiene enseñanzas de paz, y que ello queda evidente por las acciones de los musulmanes. Añadió que las 12 enseñanzas pacíficas se encuentran en el cristianismo y judaísmo, y que si hay alguna mención de paz en las conversaciones de los musulmanes, es en una minoría. Es una tragedia, pues aquéllos cuya enseñanza es claramente dura y cruel, están apuntando con dedos acusadores al Islam, debido a las malas acciones de los musulmanes. Nosotros los áhmadis no podemos estar satisfechos si la indicación de la minoría pacífica, se refiere a nosotros, o a cualquier otro grupo de musulmanes. No es motivo de alegría que únicamente un grupo de musulmanes hablen de paz. Nuestra felicidad será cuando se mencione que la mayoría de los musulmanes son los embajadores del amor y la paz a causa de las enseñanzas del Islam. Son falsas acusaciones contra el Islam, y los enemigos no cesan en sus ataques, pero los musulmanes no prestan ningún interés al respecto. Nosotros los áhmadis, consideramos que es un asunto muy doloroso, y sólo nos alegraremos cuando se confiese que las enseñanzas de Hazrat Muhammad (s.a.w.) son capaces de traer amor, tolerancia y convivencia, y que no se pueden establecer las bases de la paz y la seguridad en el mundo sin estas enseñanzas. Debemos hacer plegarias para que Dios conceda sentido común a la Umma musulmana para que honren verdaderamente la descripción de ser “Jaire Ummah” y rogamos a Dios que nos ayude a cumplir con nuestra responsabilidad de la mejor forma. A continuación, debo hacer una corrección de una referencia del último sermón del viernes, y que concierne a Abu Lahab. Dije que éste había insultado al Santo Profeta (s.a.w.) por lo que fue muerto por animales salvajes. Hubo una confusión. Por lo general, yo reviso personalmente las referencias que cito del Sagrado Corán, de los ahádith o de los dichos del Mesías Prometido (a.s.), y a veces encargo la revisión a alguien. Leí esto en un artículo escrito por un erudito de la Yama´at. Gracias a este error, hemos conocido un detalle más. Este hecho no concierne a Abu Lahab, sino a su hijo Utayba. En cuanto a la muerte de Abu Lahab, una narración relata que siete días después de la 13 batalla de Badr, se cumplió la profecía contenida en surat Abu Lahab, y murió de peste. Su cuerpo permaneció tres días en ese estado, hasta que empezó a despedir un olor fétido, y temiendo la humillación, sus familiares lo empujaron con un palo, lo arrojaron en una fosa y lo cubrieron con piedras. Otro relato de Al Tabári cuenta que su muerte fue causada por unas úlceras que aparecieron en su cuerpo, sus dos hijos no lo enterraron hasta después de 3 días, su cuerpo empezó a despedir mal olor, por lo que fue enterrado muy lejos. En cualquier caso, su fin y el de su hijo Utayba fueron trágicos. Utayba se casó con la hija del Santo Profeta (s.a.w.) Umme Kulsum. Antes de partir en un viaje hacia Shám (Siria), fue a ver al Santo Profeta (s.a.w.) y le dijo: Oh, Muhammad, niego lo escrito en el Surat Al Nallm y niego “Luego se aproximó más a Dios“. Escupió delante del Santo Profeta (s.a.w.) y se divorció de su hija. El Profeta (s.a.w.) rezó contra él, y durante la expedición fue devorado por lobos o leones. Ahora debo anunciar que voy a dirigir la oración fúnebre póstuma por el señor Rasheed Ahmad Bat sahib, hijo de Mián Muhammad de Lahore, que falleció el 18 de octubre de 2010 a la edad de 71 años, por un ataque cardíaco. Inná lilahi Wa Inná Ilayhe Rálleún (Todos pertenecemos a Al-lah y todos hemos de volver a él). Había sido herido con una herida de bala en la pierna en Darul Zikr el 28 de mayo de 2010. Le trasladaron al hospital después de los atentados, donde permaneció un día. Había perdido mucha sangre por lo que se debilitó. Su corazón también fue vio afectado en el atentado. A lo largo de su vida sirvió a la Comunidad en distintos puestos. Fue secretario de Rishta Nata, Islahu Irshad, Zaim Ansarul-lah. Fue un hombre piadoso que amaba predicar el mensaje del Islam y del Ahmadía. También fue médico homeópata. Miles de personas se han beneficiado de sus cuidados. Tenía una relación muy sincera con el Jalifa. Todos sus éxitos los atribuía a las oraciones del jalifa. Después de los eventos del 28 de mayo, comentó que había visto una visión: vi un objeto flotaba en el espacio, y quise saber lo que era. Miré dentro y 14 vi estrellas. Este objeto estuvo delante de mí bastante tiempo, y luego subió al cielo. En mi corazón sentí que eran los mártires de Lahore. Dijo que después de este sueño, yo hablé en mi sermón sobre los mártires, y que ello fue motivo de consuelo para él. ¡Que Dios eleve su posición y conceda paciencia a sus hijos! 15