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LABORATORIO No. 8 MAXILAR SUPERIOR, SENOS PARANSALES Y
FOSAS NASALES
Cara externa del hueso maxilar superior. El hueso maxilar superior está
formado por un cuerpo y cuatro apófisis: ascendente, piramidal, alveolar y
palatina. Esta última es la única apófisis que no puede verse desde la cara
externa del hueso. La superficie anterolateral del maxilar superior (la superficie
malar) forma el esqueleto de la parte anterior de la mejilla. En la línea media, las
apófisis alveolares de los dos maxilares se unen en la sutura intermaxilar, desde
donde divergen lateralmente para formar la abertura de la fosa nasal (abertura
piramidal). En la línea media del borde inferior de la abertura piramidal, se
encuentra una proyección denominada espinal nasal anterior. La superficie
malar del cuerpo del maxilar superior es cóncava y forma la fosa canina. Por
arriba, la superficie malar se continúa con la lámina orbitaria del maxilar
superior y forma el suelo de la órbita. Por delante de la lámina orbitaria, ala
apófisis ascendente se extiende por encima de la abertura piramidal para unirse a
los huesos nasal y frontal. Por debajo del reborde infraorbitario se encuentra el
agujero infraorbitario, por el que emergen hacia la cara la rama infraorbitaria del
nervio maxilar superior y la arteria infraorbitaria, rama de la arteria maxilar
interna.
La superficie posterolateral del maxilar superior (superficie infratemporal) forma
la pared anterior de la fosa infratemporal. Las superficies maxilar e infratemporal
se unen en un reborde óseo que se extiende desde la apófisis piramidal al alvéolo
adyacente al primer molar. Este reborde recibe el nombre de cresta
infracigomática. La convexidad posterior de la superficie infratemporal se
denomina tuberosidad del maxilar y presenta varios agujeros pequeños asociados
a los nervios dentarios superiores posteriores (que inervan los dientes
posteriores). La apófisis piramidal se extiende tanto desde la superficie malar
como desde la superficie infratemporal del maxilar superior. De la totalidad de la
superficie inferior del cuerpo del maxilar superior nace loa apófisis alveolar, que
sirve de sostén a los dientes superiores.
Cara superior del maxilar superior. Esta parte del maxilar forma la pared
externa de la nariz. El hueco central del cuerpo del maxilar (el seno o antro
maxilar) se encuentra dividido por un tabique óseo. Frente al seno maxilar existe
un profundo surco vertical llamado surco lagrimal. Este surco se une al borde
inferior del hueso unguis para formar el conducto lacrimonasal. Por detrás del
seno maxilar se encuentra la fosa palatina que, al quedar cerrada por la porción
vertical del hueso palatino, se convierte en un conducto por el que discurren el
nervio palatino mayor y la arteria palatina mayor. La apófisis palatina del maxilar
superior se extiende horizontalmente a partir de la superficie interna del maxilar,
donde el cuerpo se une a la apófisis alveolar.
Página
1
SENOS PARANASALES
1.
Nombre los senos paranasales.
Existen cuatro pares de senos paranasales: frontales, maxilares, etmoidales
y esfenoidales.
2
Página
2.
¿Dónde se localizan los senos frontales?
Los senos frontales se localizan en la porción vertical del hueso frontal. Son
piramidales, su base formando el suelo del seno. La porción apical de cada
seno se proyecta hacia la parte superior.
3.
¿Dónde se localizan los senos maxilares?
Los senos maxilares ocupan el cuerpo del maxilar. Medialmente, contactan
con la pared nasal lateral, en la parte superior con el suelo de la órbita, en
la parte anterior con la fosa canina y en la parte inferior con el proceso
alveolar del maxilar.
4.
¿Dónde se localizan los senos etmoidales?
Los senos etmoidales, un grupo de pequeñas celdas aéreas, se localizan en
la mitad superior de la pared nasal lateral. Conectan en su parte superior
con la base del cráneo en la región de la lámina cribosa y lateralmente con
la lámina papirácea, formando la pared medial de la órbita.
5.
¿Dónde se localizan los senos esfenoidales?
Los senos esfenoidales se localizan en el cuerpo del hueso esfenoides. Están
rodeados posterior, superior y lateralmente por estructuras importantes
incluyendo la protuberancia, la glándula pituitaria, la arteria carótida, el
nervio óptico y los senos cavernosos. En la parte anteroinferior, la pared del
seno contacta con las coanas y la cavidad nasal.
6.
¿Cómo drena cada seno hacia la cavidad nasal?
Cada seno paranasal comunica con la cavidad nasal a través de una
apertura conocida como ostium. (fig. 15-1).
7.
¿Dónde se localizan los ostia de los senos frontales, maxilares y
esfenoidales?
El ostium del seno frontal se abre hacia el receso frontal en la porción
inferior del meato medio. Puede drenar directamente hacia el infundíbulo
etmoidal lateral a la apófisis unciforme o medial a la apófisis unciforme si
ésta se inserta en la lámina papirácea. El ostium del seno maxilar se localiza
en el infundíbulo etmoidal del meato medio. El ostium del seno esfenoidal se
abre hacia el receso esfenoetmoidal por encima del cornete superior.
8.
¿Dónde se localizan los ostia de los senos etmoidales?
Los ostia de los senos etmoidales no tienen una localización consistente. Las
celdas etmoidales anteriores generalmente drenan hacia el infundíbulo
etmoidal o hacia la región de la bulla etmoidal para alcanzar el meato medio.
Las celdas etmoidales posteriores drenan hacia el meato superior.
FOSAS NASALES
Son dos cavidades situadas en el centro de la cara que sirven de puerta de
entrada al aparato respiratorio.
Delante de las fosas nasales se encuentra una prominencia que es la nariz.
Presenta dos orificios anteriores, las ventanas de la nariz, cada una de ellas
limitada medialmente por un cartílago (cartílago del tabique) y externamente por
el ala de la nariz. El apéndice nasal presenta un esqueleto osteocartilaginoso; la
parte superior de la nariz está sostenida por huesos (los dos huesos nasales y las
ramas ascendentes de los maxilares superiores) y la parte inferior por cartílagos.
Sobre este esqueleto osteocartilaginoso se dispone una capa muscular que, a su
vez, está recubierta de piel.
Las fosas nasales son dos corredores muy sinuosos que se dirigen de delante a
atrás y se hallan separados uno del otro por un tabique medio o tabique nasal; se
extienden desde las ventanas de la nariz hasta las coanas. Las primeras
comunican la parte anterior de las fosas nasales con el exterior, y las segundas
son unos orificios que comunican la parte posterior de las fosas con la faringe. En
cada fosa nasal distinguimos cuatro paredes:
Pared superior o bóveda: está formada de delante a atrás por los siguientes
huesos:

Huesos nasales.

Frontal.

Etmoides.

Esfenoides.
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La mayor parte de la bóveda está constituida por el etmoides.
Pared inferior o suelo: está constituida por el paladar duro. Esta estructura ósea
se interpone entre las fosas nasales y la cavidad bucal, por lo que constituirá el
suelo de las primeras y el techo de la segunda.
Pared interna o tabique nasal: está constituida en su parte anterior por el
cartílago (cartílago del tabique) y en su parte posterior por hueso (lámina perpendicular del etmoides y vómer).
Pared externa: está formada por varios huesos. Desde ella se proyectan hacia el
interior unas estructuras osteomucosas con forma de lámina enrollada que son
los cornetes; se distinguen tres: superior, medio e inferior (los dos primeros son
parte del hueso etmoides y el tercero es un hueso independiente). Entre cada
cornete y la pared externa de la fosa nasal queda un espacio que recibe el nombre
de meato. Como hay tres cornetes habrá también tres meatos: superior, medio e
inferior; en este último desemboca el conducto lacrimonasal, que comunica las
fosas nasales con el saco lagrimal. Por lo tanto, este conducto sirve de vía de
salida para las lágrimas.
La cavidad nasal se puede dividir en tres partes: vestíbulo, región respiratoria y
región olfatoria.
1.
Vestíbulo: es una zona dilatada junto al orificio nasal externo. Se halla recubierta de piel con sus correspondientes glándulas sebáceas, sudoríparas y
pelos. Estos últimos sirven para tamizar el aire, es decir, para detener
cuerpos extraños que podrían alterar el funcionamiento de las fosas nasales.
2.
Región respiratoria: comprende los dos tercios inferiores de las fosas
nasales; en esta región se encuentran los cornetes medio e inferior. Está
tapizada por la mucosa nasal o pituitaria, que a este nivel se halla muy
vascularizada y tiene como misión calentar y humedecer el aire inspirado.
Debido a la coloración que presenta por su riqueza en vasos sanquíneos se
le ha denominado pituitaria roja.
3.
Región olfatoria: corresponde al tercio superior de las fosas nasales y en ella
se encuentra el cornete superior. La pituitaria de esta región tiene una coloración amarillenta y por eso ha recibido el nombre de pituitaria amarilla.
Esta mucosa se halla constituida por células epiteliales y por células
olfatorias; estas últimas se intercalan entre las anteriores y son células
nerviosas o neuronas, concretamente quimiorreceptores que se impresionan
por sustancias volátiles. Las dendritas de las células olfatorias alcanzan la
superficie de la mucosa y se extienden por ella.
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Los axones de estas células se dirigen hacia la lámina cribosa del etmoides, la
atraviesan por los numerosos orificios que presenta y establecen sinapsis o
conexiones con las neuronas de los bulbos olfatorios. Los bulbos (derecho e
izquierdo) son unas formaciones ovoideas constituidas por sustancia gris que se
encuentran sobre la lámina cribosa del etmoides. De ellos parten las vías
olfatorias que se dirigen a la corteza cerebral.
Para percibir el olor de una sustancia ésta debe hallarse en estado gaseoso o bien
en forma de partículas muy finas. Al llegar sustancias volátiles a las fosas nasales
se estimulan las células olfatorias y se inicia un impulso nervioso. Éste se
propaga por los axones de las células olfatorias, llega al bulbo olfatorio y de aquí
parte por las vías olfatorias hacia la corteza cerebral.
Los receptores olfatorios se estimulan por cantidades muy pequeñas de sustancia
olorosa, es decir, son muy sensibles. Ahora bien, se fatigan rápidamente y, al
cabo de unos minutos, se puede dejar de percibir un determinado olor, aunque si
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llega un nuevo estímulo oloroso procedente de otra sustancia reacciona con toda
normalidad.