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Transcript
A 500 años del descubrimiento del Río de la Plata
Encuentro de Culturas
en la
Banda Oriental
1
2
Intendente Departamental de Maldonado
Ing. Enrique Antía
Secretario General
Dr. Diego Echeverría
Director General de Cultura
Prof. Jorge Céspedes
Sub Director General de Cultura
Dr. Fernando Cairo
Director de Programación
Prof. Valentín Trujillo
Director de Educación
Prof. Andrés Rapetti
Encargado Departamento de Bienes Culturales
Lic. Martín Ferrario
3
© 2017, Intendencia de Maldonado
Diseño: Martín Ferrario
Corrección: Lic. Nadia Pereira
Coordinador General: Dr. Fernando Cairo
Ilustración tapa: Mapa Paraguay o Prov. de Rio de la Plata cum
regionibus adiacentibus Tucuman et Sta. Cruz de la Sierra,
Amstelodami Excudebat Ioannes IanBonius, c. 1600.
Prohibida la reproducción total o parcial del presente libro sin
autorización expresa y por escrito de la Intendencia de Maldonado
(Uruguay).
4
Introducción
Durante el año 2016 se conmemoró el quinto centenario
del descubrimiento del Río de la Plata, también
denominado «Encuentro de culturas en el Río de la Plata».
La Intendencia de Maldonado quiso adherir a tan
importante conmemoración, promoviendo actividades
culturales que sirvieran —a la vez— para rendir homenaje
a tan magno aniversario y para reflexionar sobre un hecho
histórico que cambió para siempre la situación de nuestra
región.
El Río de la Plata y sus circunstancias sirven como
excusa, una vez más, para vincularnos y profundizar
nuestros conocimientos sobre nuestra propia identidad.
No debemos olvidar que este encuentro de culturas,
ambas tan viejas como ricas en pasado, provocó una
simbiosis en la que primó la aculturación de la más débil.
En todo caso fue este mestizaje que originó nuestra actual
cultura dándole carácter e identidad propios a un
conglomerado humano protagonista de muchos de los
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cambios que la humanidad ha experimentado en los
últimos cinco siglos.
Fue así que, a partir de febrero de 2016 hasta el presente,
la Intendencia, a través de la Dirección General de Cultura,
organizó una interesante muestra museográfica sobre la
Isla Gorriti en uno de los locales de la ex estación Ancap
de la avenida Gorlero. En dicha exposición se exhiben
objetos históricos hallados en la Isla Gorriti y que son
demostrativos de hechos ocurridos en los últimos siglos en
la misma. Dicha muestra ha sido visitada por cientos de
personas interesadas en nuestro patrimonio cultural.
El 2 de febrero de 2016 —fecha del descubrimiento—,
se organizó una visita guiada a la isla, a la cual concurrieron
más de 600 personas. La Intendencia previamente limpió,
recuperó y hermoseó la isla, recicló los sitios históricos y
naturales; luego costeó el cruce, un refrigerio y
proporcionó guías profesionales a los visitantes. Vecinos y
turistas disfrutaron la isla, recorrieron los lugares
históricos, visitaron sus bosques, gozaron de sus playas, y
conocieron su interesante historia.
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Durante los meses de febrero y marzo de 2016 se
organizó una exposición denominada «500 años», que
convocó obras de destacados artistas nacionales (Nelson
Ramos, José Gamarra, Rimer Cardillo, Anhelo Hernández,
Nazar Kazanchian, Pablo Uribe, Gustavo Tabares y
Marcelo Puglia), así como también la exposición de
materiales indígenas y europeos del siglo XVI. Todo como
forma de dar a conocer las distintas culturas que fueron
protagonistas de los hechos, y también distintas posturas
de artistas que los interpretaron.
También durante el año 2016 se convocó a 500 artistas
plásticos a confeccionar entre todos un gran mural. Fue así
que la Intendencia le entregó a cada artista un lienzo para
que —en tema libre— reflejara su creación artística. Fue
así que se logró —mediante la unión de los lienzos—
conformar un magnífico mural que se exhibió durante
varios meses en el salón de exposiciones del edificio de la
ex Ancap. La exposición permitió conocer el nivel artístico
de nuestra sociedad a través de sus representantes y de
distintas técnicas. Dicha muestra será exhibida en otros
departamentos del país.
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La Intendencia también apoyó el hermanamiento
realizado entre las ciudades de Lebrija y Punta del Este,
forjando un vínculo espiritual y cultural muy enriquecedor.
Como corolario de las actividades culturales previstas, la
Intendencia de Maldonado ha realizado esta publicación.
La misma contiene distintas visiones e interpretaciones
académicas sobre un hecho histórico acontecido en
nuestra región y que resultó determinante para su futuro. Y
pretende
enriquecer
la
reflexión
en
torno
al
descubrimiento y a sus consecuencias.
Vaya pues en este trabajo colectivo, no solo nuestro
agradecimiento
a
los
autores
que
generosamente
contribuyeron con sus conocimientos a conformarlo, sino
también
nuestro
anhelo
de
que
sirva
para
que
reflexionemos sobre nuestro origen, nuestra identidad y el
futuro de nuestra sociedad.
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Las disputas entre dos imperios coloniales y
el Río de la Plata.
Prof. Andrés Noguez Reyes
San Carlos, 1977. Egresado de profesorado de Historia del Instituto
de Profesores
«Artigas» (2002) y de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la UdelaR en 2012. Docente del CERP del
Este en Maldonado. Subdirector del Liceo Nº 1 de San Carlos
(Maldonado). Ha publicado varios trabajos sobre historia local.
La Época Moderna fue tiempo de cambios significativos
para lo que hoy conocemos bajo la denominación de
Europa Occidental y también para un continente que esos
europeos cristianos no conocían: América.
Ese continente, que fue denominado con el nombre de
Américo Vespucio, sintetiza el encuentro de culturas que
no se conocían hasta el 12 de octubre de 1492, cuando
Cristóbal Colón encontró nuevas tierras creyendo que
había descubierto una ruta marítima que permitía arribar a
las Indias, tierras muy valoradas por los europeos.
9
Intereses
conjugaron
políticos,
para
económicos
que
dos
y
unidades
religiosos
se
políticas
en
construcción, España y Portugal, se disputaran el control
de rutas marítimas, tierras y riquezas.
En tiempos en que las decisiones de orden político y
militar se justificaban en nombre del Dios Cristiano, los
portugueses y españoles encabezados por sus monarcas,
impulsaron los viajes de descubrimiento.
En busca de nuevas rutas
En
este contexto es
que navegantes
europeos,
impregnados por el espíritu aventurero característico del
Renacimiento, se lanzaron en busca de nuevos horizontes
que les permitieran alcanzar riquezas y honor. Los
adelantos científicos y tecnológicos financiados por
burgueses dedicados a actividades mercantiles y bancarias,
explican que los europeos rompieran el cerrojo de temor a
navegar
fuera
del
área
correspondiente
al
Mar
Mediterráneo y se fueran acumulando conocimientos en
referencia a la navegación.
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Portugal desde fines de la Edad Media e inicios de la
Época Moderna fue construyendo un imperio comercial
dominando las costas de África para llegar a la India y a las
islas de las Especias. Pero el cambio sustantivo en la
competencia
por
los
descubrimientos
geográficos
europeos lo propició el descubrimiento de América en
1492. Este significativo hecho ejemplifica en forma
excelente
la
conjunción
de
factores
económicos,
científicos, tecnológicos, culturales y políticos. Ellos se
acumularon para favorecer la concreción del pensamiento
del navegante genovés Cristóbal Colón, quien sostenía que
navegando hacia el oeste llegaría al Sudeste Asiático. Para
viabilizar la expedición que demostraría la teoría de Colón
fue fundamental el proceso político que permitió la
unificación de los reinos de Aragón y Castilla por medio de
la unión por matrimonio. En 1497 Fernando de Aragón e
Isabel de Castilla accedieron a sus respectivos tronos y
unificaron esfuerzos para competir con Portugal por el
descubrimiento de nuevas rutas comerciales que aportaran
riquezas a sus reinos. La recompensa fue el encuentro de
un continente no conocido por los europeos y que
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transformaría a partir de fines del siglo XV a dos tierras y
en especial a sus habitantes, Europa y América.
El Tratado de Tordesillas
Las disputas emprendidas entre Portugal y Castilla por
los derechos jurídicos sobre las tierras descubiertas por
Colón hicieron intervenir a la autoridad pontificia,
llegándose luego de negociaciones a la firma de lo que se
denominó Tratado de Tordesillas.
Las decisiones papales no convencieron y se debió hacer
uso de la negociación directa, lográndose que el 7 de junio
de 1494 en Tordesillas se firmara el acuerdo entre las
autoridades de Portugal y Castilla. En lo sustancial, el
Tratado de Tordesillas resolvió en forma jurídica la
controversia sobre los futuros descubrimientos. Se
estableció una línea de demarcación a 370 leguas al oeste
de las islas de Cabo Verde, quedando la parte occidental
para Castilla y la oriental para Portugal. Se estableció que
los descubrimientos realizados o a realizarse por los
portugueses hacia el este de esta línea les correspondería,
así se hallasen en los parajes norte o sur de la demarcación
12
y lo propio ocurriría con los efectuados o a efectuarse por
los castellanos hacia el oeste. El tratado fue sometido a la
Santa Sede, y el Papa Julio II lo consagró en la bula Ea quae
pro bono paxis, del 24 de enero de 1506.
En el derecho internacional se contraponen dos teorías:
la del hallazgo o descubrimiento y la resultante de la previa
demarcación fijada por un tratado de límites, en este caso
el de Tordesillas, de 1494. Teniendo en cuenta esta
puntualización que realiza el investigador Varese y las
negociaciones y tratados mencionados, la realidad histórica
indica que las disputas continuaron y que el marco jurídico
establecido no logró ordenar la expansión que por «tierras
desconocidas» portugueses y castellanos realizaron durante
el siglo XVI. En especial este tratado no fue obedecido por
los portugueses, ejemplo de ello fue la expansión ilegal que
realizaron en tierras de Brasil, corriendo hacia el oeste el
límite establecido por Tordesillas entre tierras de Portugal
y España en América.
13
Carrera de Indias
En el empeño por organizar la expansión emprendida en
el año 1503 se creó la Casa de Contratación, organismo
estatal encargado del comercio con las nuevas tierras
descubiertas (además de América incluía Canarias y
Berbería) en régimen de monopolio para la Corona
española. Se estableció en Sevilla porque era un puerto
interior salvaguardado de los ataques marítimos extranjeros
y de los piratas, donde se podía alistar con comodidad las
embarcaciones y donde había numerosas casas de negocio
extranjeras. Lo expresado refleja la significación económica
que adquirieron las nuevas tierras descubiertas para la
Corona española e indirectamente para el resto de la
burguesía europea que centraba fuertes expectativas con
respecto al potencial de explotación de riquezas de estas
tierras. A su vez es muestra de la competencia leal y desleal
que experimentó el imperio español durante los siglos
XVI, XVII y XVIII por otros países europeos.
La Casa de Contratación también se ocupó de autorizar y
transportar los pasajeros que iban al «Nuevo Mundo»,
desde los altos funcionarios hasta los emigrantes, con la
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intención de realizar un control de carácter estatal. Y en
especial, para el tema que nos encontramos estudiando,
asumió el control de la llamada «Carrera de Indias».
Esta institución se encargó de organizar los «nuevos
descubrimientos» con la intención de que las empresas
emprendidas tuvieran éxito. Para ello debía buscar los
barcos adecuados, los pilotos más expertos y las
tripulaciones idóneas. Se creó el cargo de piloto mayor,
funcionario que tenía como misión evaluar a los pilotos
para probar su idoneidad para realizar las empresas de
ultramar.
El hombre europeo se obsesionó por encontrar oro y
plata en la inmensa geografía de los nuevos territorios que
les deparaban un mundo absolutamente desconocido. El
Río de la Plata fue zona de competencia entre los dos
grandes imperios coloniales, debido a que el encuentro de
un canal o estrecho interoceánico permitiría superar la
barrera continental de América interpuesta en la ruta
occidental hacia la India y las islas de la Especiería.
En la competencia entre estos imperios coloniales existía
un continuo espionaje, donde agentes intentaban lograr
15
información
trabajando
al
servicio
de la Corona
portuguesa o de Castilla. El logro de información fidedigna
era muy codiciada por asesores de los gobierno para poder
planificar las empresas con el objetivo de lograr nuevas
rutas comerciales y el encuentro de nuevas riquezas.
El investigador Rolando Laguarda Trías estableció que la
primera expedición con destino al Río de la Plata partió de
Lisboa en el último trimestre de 1511 decidida por el
monarca portugués Manuel I, quien había sido informado
de los planes de expedición de Juan Díaz de Solís al
servicio de la Corte de Castilla, por la ruta del Cabo de
Buena Esperanza hasta las Molucas, con el fin de afirmar
en ellas el dominio castellano teniendo en cuenta las
jurisdicciones hemisféricas resultantes del Tratado de
Tordesillas.
La expedición portuguesa estuvo compuesta por dos
carabelas al mando del Capitán Diego Ribeiro, llevando
como pilotos a Rodrigo Álvarez y a Juan de Lisboa.
Ribeiro desembarcó con un grupo de tripulantes en la
bahía de Todos los Santos, falleciendo a manos de los
nativos del lugar. El mando de la expedición lo asumió el
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escribano Esteban Froes o Flores, quien continuando con
el viaje llegó a Punta del Este, que denominó Cabo del
Buen Deseo, siguiendo hasta lo que luego sería Colonia del
Sacramento. De ese viaje quedará el topónimo de isla de
Flores como vestigio de aquella primera presencia europea
en esta zona geográfica. Flores con la nave capitana en el
viaje de regreso llegó a la isla de Santo Domingo
impulsado por los vientos, siendo apresado por las
autoridades españolas. Juan de Lisboa, en cambio, pudo
regresar a Portugal en octubre o noviembre de 1512.
Un nuevo descubrimiento sirvió de argumento de peso
para que Portugal y Castilla continuaran con sus
intenciones de encontrar un canal que lograra salvar la
barrera del continente americano en la ruta marítima hacia
Oriente. El 25 de setiembre de 1513 Vasco Núñez de
Balboa al servicio de la Corona de Castilla, descubrió el
Océano Pacífico que él denominó Mar del Sur. Este
hallazgo demostró que Asia era una unidad geográfica
diferente a América.
Es de significativa importancia establecer que en estos
tiempos de viajes exploratorios, de espionaje entre
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Coronas, de espíritu aventurero y afán de riqueza, el
hombre europeo del Renacimiento se encontró también
impulsado por la necesidad del conocimiento científico
basado en un paradigma racional, estando abocado a la
construcción de una cartografía integral del planeta Tierra.
En esa búsqueda por encontrar un paso entre los
océanos Atlántico y Pacífico, los portugueses volvieron a
planificar un viaje secreto al Río de la Plata. En esta
oportunidad fue el piloto Juan de Lisboa que llegó a estas
latitudes en 1514.
Juan de Lisboa expresó en sus apuntes: «… una punta o
lugar que se adentra en el mar...». Ese lugar al cual se hacía
referencia se encontraba situado al sur del cabo del
continente africano de Buena Esperanza, es decir que Juan
de Lisboa hacía referencia a Punta del Este, ubicada a los
34º 58’ Sur. La expedición siguió hasta Colonia del
Sacramento, retornando luego a tierras lusitanas.
La invención y utilización de la imprenta permitió que
los nuevos conocimientos y noticias logradas por los
hombres
imbuidos
en
la
atmósfera
europea
del
Humanismo se difundieran con relativa rapidez. Es de esta
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forma que, junto al espionaje, los círculos que rodeaban a
las autoridades de gobierno de Lisboa y de Castilla se
enteraran de las novedades de ultramar y que éstas
sirvieran de insumo para planificar nuevas expediciones. El
viaje al Río de la Plata liderado por Juan de Lisboa apareció
nombrado en el boletín denominado Nuevas Noticias de la
Tierra del Brasil. Teniendo en cuenta esta información es
que Juan Schöner diseñó en su globo terráqueo, aparecido
en 1515, al continente americano dividido por un canal
interoceánico a la altura del Río de la Plata, dando un
enfoque equivocado de la geografía de la región.
Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río de la
Plata
Las noticias llegadas a la Corte de Castilla de dos viajes
realizados por tripulaciones al servicio de la Corte de
Lisboa, hizo decidir a Fernando de Aragón a realizar una
expedición con destino al Río de la Plata.
Esta expedición de carácter secreto, comenzó a
planificarse luego de resolverse los problemas dinásticos
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generados por el fallecimiento de Isabel de Castilla,
sucedido a fines del año de 1504.
Se conoce como Junta de Toro a la celebración de las
reuniones de las Cortes sucedidas en enero de 1505 en la
localidad de Toro, donde se aprobó el testamento de Isabel
y se reconoció a Fernando de Aragón como Príncipe
Regente de la Corona de Castilla. En la Junta de Toro se
decidió nombrar una junta de pilotos para retomar y
acelerar las expediciones, teniendo en cuenta el rezago en
la competencia frente a la Corona de Lisboa. Para ello se
logró la participación del florentino Américo Vespucio y
de Vicente Yáñez Pinzón.
La Junta de Pilotos encomendó a Yáñez Pinzón y a
Vespucio instrumentar una expedición cuyo objetivo sería
encontrar un pasaje entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Esta decisión avalada por Fernando de Aragón se
encontraba fundamentada en la teoría esgrimida por
Américo Vespucio de que las tierras descubiertas por
Cristóbal Colón constituían un nuevo continente, en
oposición a lo sostenido por el marino genovés, que murió
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expresando que había llegado a las Indias. La realidad
indicó que el acertado era Vespucio.
La real cédula del 13 de marzo de 1505 dictada por
Fernando de Aragón estableció el carácter de la expedición
de la cual se encargarían de planificarla y organizarla
Américo Vespucio y Yáñez Pinzón. A mediados del año
1507 la Corte de Castilla fue trasladada a la localidad de
Burgos, donde Fernando convocó a una nueva junta de
pilotos, a la cual junto a Américo Vespucio y Yáñez
Pinzón se integraron Juan de la Cosa y Juan Díaz de Solís.
A principios de febrero de 1508 en presencia de
Fernando de Aragón, su secretario Lope de Conchillos, el
obispo de Plasencia Juan Rodríguez de Fonseca y los
pilotos con anterioridad nombrados, se tomaron las
siguientes resoluciones:
- la creación del cargo de piloto mayor de la Casa de
Contratación, asumiéndolo Américo Vespucio.
- la creación de dos gobernaciones en tierra firme: la de
Urabá, al mando de Alonso de Ojeda y la de Veragua, a
cargo de Diego de Nicuesa.
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- el envío de una expedición al norte de Veragua en
busca de un canal interoceánico entre los continentes de
América y Asia, al mando conjunto de Juan Díaz de Solís
como piloto y Vicente Yáñez Pinzón como capitán en
tierra.
El 8 de octubre de 1515 zarparon del puerto de Bonanza
en la barra de Guadalquivir, tres pequeñas naves que
transportaban aproximadamente a sesenta hombres,
expedición al mando de Juan Díaz de Solís y que llegaría el
2 de febrero de 1516 a lo que él denominó Puerto de
Nuestra Señora de la Candelaria, conocida en la actualidad
como Puerto de Punta del Este. La denominación se basó
en el calendario litúrgico según el cual la Virgen de la
Candelaria tiene su festividad el 2 de febrero, y por
entonces se celebraba especialmente en las islas Canarias,
en especial en Tenerife. El nombre de Candelaria deriva
del término candelero o candela y hace referencia a la luz
que guía el camino de la redención.
La expedición tocó tierra en América a la altura del cabo
San Roque en Brasil, continuando su recorrido hacia el sur,
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llegando a lo que denominó Juan Díaz de Solís Cabo de
Santa María, la actual Punta del Este.
Juan Díaz de Solís creyó haber encontrado el tan ansiado
canal interoceánico, navegando por lo que los nativos del
lugar denominaban Paraná Guazú que significa «río ancho
como mar». Díaz de Solís atendiendo a las características
del agua «tan espaciosa y no salada», lo denominó Mar
Dulce.
El 2 de febrero de 1516 Juan Díaz de Solís dio orden de
anclar las naves integrantes de la expedición en aguas de
Nuestra Señora de la Candelaria. Luego de su paso por
Punta del Este prosiguió la marcha, costeando la orilla
norte del río hasta una isla que llamó de San Gabriel,
trasladándose luego a otra a la cual denominó Martín
García en honor a un despensero de la tripulación que
falleció y que sepultó allí.
Es importante destacar que Juan Díaz de Solís se dio
cuenta que el canal interoceánico, objetivo de su
expedición, no se hallaba en esa zona y que la realidad
indicaba que se encontraba en un río. Junto con dos
oficiales reales y seis marineros, se trasladó desde la isla a la
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costa para conocer a los nativos del lugar, pues había
observado de acuerdo a lo expresado por el cronista
Antonio de Herrera y Alcedo: «muchas casas de indios y
gente, que con mucha atención estaba mirando pasar el
navío y con señas ofrecían lo que tenían poniéndolo en el
suelo; quiso en todo caso ver qué gente era esta y tomar
algún hombre para traer a Castilla».
En tierra en inmediaciones del arroyo denominado de las
Vacas, de acuerdo a lo expresado por los historiadores
Reyes
Abadie
y Vázquez
Romero, los
guaraníes
emboscaron, atacaron y dieron muerte a Juan Díaz de Solís
y a sus acompañantes, quedando con vida el grumete
Francisco del Puerto quien viviría varios años entre los
nativos.
Ante la muerte de Juan Díaz de Solís, Francisco de
Torres asumió el mando de la expedición, decidiendo el
regreso, pero deteniéndose en la Isla de Lobos para hacer
charque con sesenta y seis lobos que cazaron y llevándose
sus pieles.
El 14 de octubre de 1516 la tripulación llegó a Sevilla
luego de experimentar un nuevo accidente.
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El después de la muerte de Juan Díaz de Solís
Con esta expedición liderada por Juan Díaz de Solís, con
final fatal para él y ocho europeos, se inició el encuentro de
culturas en las costas del Río de la Plata. Las certezas
acerca de esta expedición en términos históricos son pocas
debido a la muerte de Solís y a que hasta la actualidad se
encuentra extraviado el libro de bitácora. Lo significativo
es que a partir de este momento y en un lento proceso, las
tierras de la Banda Oriental fueron frecuentadas primero
por navegantes, luego por faeneros y por último se
establecieron poblaciones que se fueron radicando
especialmente en las costas del territorio.
La posibilidad de que en estas tierras pudieran existir
metales preciosos hizo que se buscara en posteriores
expediciones una sierra o montaña de plata que fue
producto de las averiguaciones realizadas por europeos
con nativos del lugar, que hacían referencia a lo que luego
se concluyó era el cerro Potosí.
Fue Hernando de Magallanes en expedición exploratoria
de circunvalación de la Tierra, el responsable de establecer
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que el Mar Dulce o Mar de Solís es fluvial. Partiendo de
Sanlúcar de Barrameda el 20 de setiembre de 1519, los
expedicionarios costearon África hasta Sierra Leona, desde
donde emprendieron viaje a Brasil, para luego llegar al Río
de la Plata y durante varios días explorar sus costas.
Corresponde al capitán Juan Rodríguez Serrano descubrir
para conocimiento de los europeos el que en la actualidad
denominamos río Uruguay y que los nativos del lugar
llamaban Uruay.
La expedición abandonó las costas del Río de la Plata
para viajar hacia el sur, descubriendo el estrecho que lleva
el nombre de Magallanes, quien luego murió producto del
ataque sufrido a manos de los nativos de la isla de Mactán
ubicada en Filipinas. El 7 de setiembre de 1522 la única
nave que logró regresar al mando de Juan Sebastián
Elcano, remontaba el Guadalquivir desde Sanlúcar. La
expedición encabezada por Magallanes arrojó los siguientes
resultados: confirmó la esfericidad del planeta Tierra,
estableció una nueva ruta a las Islas de la Especiería y
condicionó la necesidad de afianzar el dominio castellano
en tales regiones.
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De tierras de «ningún provecho» a «minas de carne»
Las disputas entre portugueses y españoles por el
dominio de las tierras del Plata, en especial de lo que se
denominó la Banda Oriental se desarrollaron pese al
marcado
desinterés
expuesto
por
las
autoridades
castellanas al saberse que en esta región no existían metales
preciosos. Fueron los portugueses los que dotaron de
significado a este territorio, valorando su riqueza ganadera
y sus puertos naturales ideales para el tráfico comercial. En
los hechos y desconociendo el plano jurídico que establecía
el Tratado de Tordesillas, los lusitanos siguieron
avanzando, fundando en 1680 Colonia del Sacramento en
tierras pertenecientes a la Corona castellana.
Estas tierras de la Banda Oriental denominadas «sin
ningún provecho», por no contener metales preciosos,
símbolo de riqueza para los europeos de inicios de la
Época Moderna, comenzaron a tener utilidad para la
Corona española en el siglo XVIII, y en especial en su
segunda mitad en el marco de las denominadas Reformas
Borbónicas, donde de «tierras de ningún provecho»
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pasaron a tener una significación geopolítica para detener
el avance portugués sobre el sur del Imperio colonial
español en América y ser concebidas por los europeos
como «minas de carne». En este contexto se desarrolló un
proceso de poblamiento que se inició con la fundación de
San Felipe y Santiago de Montevideo (proceso fundacional
que abarcó los años 1724 a 1730), San Fernando de
Maldonado (1755) y San Carlos (1763).
Todas estas fundaciones implicaron grandes sacrificios
de los primeros pobladores y fundadores de estos
poblados que en nombre del rey se asentaron en estos
lugares dejando sus tierras de origen, sin saber que eran el
germen de pueblos que con el paso de los años y siglos
lograrían sobrevivir para luego mantenerse y desarrollarse,
siendo identidades colectivas con una fuerte impronta
local.
28
Resignificación de la memoria y valoración de
nuestro patrimonio
Lo expresado lo debemos vincular con lo planteado por
el historiador británico Eric Hobsbawm quien expresó:
«… Después de todo, la relación del pasado y el presente
es esencial en las preocupaciones tanto de quienes escriben
como de los que leen historia. Ambos desean, o deberían
desear, comprender de qué forma el pasado ha devenido
en el presente y ambos desean comprender el pasado,
siendo el principal obstáculo que no es como el presente
(…). En todos nosotros existe una zona de sombra entre la
historia y la memoria, entre el pasado como registro
generalizado, susceptible de un examen relativamente
desapasionado, y el pasado como una parte recordada o
como trasfondo de la propia vida del individuo...».
Lo expuesto lo debemos relacionar con lo que plantea el
historiador francés Pierre Norá quien en breves palabras
define las relaciones entre memoria e historia: «… La
memoria es la vida. Siempre reside en grupos de personas
que viven y, por tanto, se halla en permanente evolución.
Está sometida a la dialéctica del recuerdo y el olvido,
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ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo
tipo de uso y manipulación. A veces permanece latente
durante largos periodos, para luego revivir súbitamente. La
historia es la siempre incompleta y problemática
reconstrucción de lo que ya no está. La memoria pertenece
siempre a nuestra época y constituye un lazo vivido con el
presente eterno; la historia es una representación del
pasado».
Los seres humanos por naturaleza integramos colectivos
y en esos grupos de forma individual o asociada,
realizamos acciones que cuando se desarrollan de manera
positiva, generan un legado para futuras generaciones.
Ejemplos hay miles en la historia de la humanidad que
incidieron en el desarrollo de comunidades. Citemos tres
ejemplos que sintetizan lo expuesto: llegada de la
expedición de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata (1516),
la introducción de ganado vacuno a la Banda Oriental
realizada por Hernando Arias de Saavedra (1611-1617),
fundaciones de San Fernando de Maldonado realizada por
José Joaquín de Viana (1755) y San Carlos por Pedro de
Cevallos (1763). Cada uno de los hechos históricos citados
implicó la visión individual o grupal de hombres que
30
dejaron un legado para nuestra comunidad basado en el
sacrificio, esfuerzo y capacidad de superación personal.
Ubicados en las primeras dos décadas del siglo XXI y
separados por la distancia en el tiempo, hoy como
ciudadanos integrantes de una comunidad en desarrollo y
proyección al futuro, debemos de rememorar los hechos y
procesos históricos que han ido cimentando nuestro
presente con la intención de resignificar nuestra identidad
local.
En tiempos en que la información del presente nos
abruma, producto del desarrollo tecnológico, donde con
gran facilidad nos podemos comunicar con diferentes
partes del mundo e interactuar, es necesario valorar y
resignificar nuestro pasado para fortalecer nuestra
identidad.
Hombres como Juan Díaz de Solís deben de ser
valorados en su contribución para lo que luego con el paso
del tiempo, se constituyó en una comunidad que se ha
empeñado por desarrollarse en los planos cultural y
material. Por eso es necesario teniendo presentes las
palabras del historiador Hobsbawm establecer un diálogo
31
entre presente y pasado, interrogando a ese pasado, siendo
conscientes que la labor de los historiadores es
fundamental a la hora de construir la memoria colectiva,
pero también estando atentos al decir del historiador Norá
que «la historia es la siempre incompleta y problemática
reconstrucción de lo que ya no está».
Los colectivos humanos al igual que los individuos con el
paso del tiempo, recuerdan y olvidan y es necesario
conservar y divulgar el patrimonio en el presente y también
para las generaciones del futuro. Con respecto al
patrimonio cultural, la UNESCO expresa: «… El
patrimonio cultural no se limita a monumentos y
colecciones de objetos, sino que comprende también
tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros
antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como
tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales,
rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos
a la naturaleza y el universo, saberes y técnicas
contemporáneas vinculadas a la artesanía tradicional...».
32
La UNESCO señala que el patrimonio cultural es
viviente y al mismo tiempo, representativo y basado en la
comunidad.
Es necesidad que nuestra comunidad salvaguarde
nuestro patrimonio como forma de fortalecer nuestra
identidad. La construcción de la memoria colectiva
contribuye en forma determinante a la construcción y
reconstrucción de nuestra identidad que es algo vivo, en
continua transformación y que se debe de vivificar
apelando a nuestro patrimonio.
Teniendo en cuenta lo expresado, es necesario hacer
mención al monumento a Juan Díaz de Solís, obra del
escultor José Luis Zorrilla de San Martín que se encuentra
ubicado entre las paradas 23 y 24 de playa Mansa. También
es importante recordar que el 2 de febrero de 2016 el
Municipio de Maldonado desarrolló en la playa de Las
Delicias, la recreación del desembarco de Juan Díaz de
Solís sucedido el 2 de febrero de 1516 en lo que él bautizó
como Nuestra Señora de la Candelaria.
Tanto la obra escultórica citada como la recreación del
desembarco, son formas de construir nuestro patrimonio
33
que nos identifican como comunidad y que contribuyen a
desarrollar nuestra memoria colectiva.
Es trabajo de todos los días tanto a nivel público como
privado elaborar estrategias para conservar y revitalizar
nuestro patrimonio que es fundamental para construir,
reelaborar y fortalecer nuestra memoria colectiva y nuestra
identidad local.
BIBLIOGRAFÍA
Hobsbawm, Eric. La era del Imperio. 1875-1914. Buenos Aires:
Crítica, 1998.
Lucena, Manuel. Atlas histórico de Latinoamérica. Desde la
34
Los dos descubrimientos del Río de la Plata
Dr. Mario A. Scasso Burghi
Doctor en Medicina (UdelaR), posgrado en Medicina Interna
(UdelaR), Miembro de la Comisión de Patrimonio del departamento
de Maldonado desde el año 2000. Concejal del Municipio de
Maldonado. Historiador, ha realizado numerosas investigaciones
referidas a la historia local y nacional.
Se expondrán dos hechos históricos relevantes para la
integración global de estas tierras y se dejarán planteadas
interrogantes al lector sobre la repercusión de los mismos
en su quehacer cotidiano. Es explícita la no neutralidad del
35
autor frente a las posiciones adoptadas, ahora será tiempo
de la reflexión del ciudadano del siglo XXI.
El primer descubrimiento del Río de la Plata
¿Quién fue el primer «descubridor» europeo del Río
de la Plata?
Es decir, ¿quién fue el primer navegante o mejor dicho el
primer comandante de una expedición que proveniente de
Europa nos integró al mundo conocido? El inicio de la
globalización mundial.
¿El mundo conocido por quién? Por la civilización que
originó nuestra cultura, la cultura europea mediterránea y
latina, de la cual proviene nuestra lengua, nuestra etnia
enormemente mayoritaria, nuestra forma de comer, de ser,
de pensar, de sentir, de razonar, nuestras religiones, todas
originarias en torno al Mar Mediterráneo.
36
El primero sin duda fue Américo Vespucio, un italiano,
pero él en realidad se reconocía como florentino. La Italia
del Renacimiento, o sea la de su época era una expresión
geográfica, no política.
Había nacido en Florencia el 9 de marzo de 1454, su
nombre era Amerigo Mateo Vespucci. En latín se leería
como Americus Vesputius. Su apelativo era el de su abuelo
paterno, deriva del godo: Amalarico (Amaury, Aymerillot).
La Florencia del Renacimiento en plena eclosión del
capitalismo y la economía monetaria apoyada en el florín,
gobernada por los Médicis, banqueros, comerciantes,
industriales
en
textiles,
terratenientes,
tuvieron
el
monopolio de la alumbre, con intereses y sucursales en
toda Europa. Además de la economía y de la banca, fueron
los gobernantes de Toscana, mecenas y protectores de las
artes y de las ciencias, manejaban todos los resortes del
poder, fueron militares, eclesiásticos (obispos y papas), sus
mujeres sirvieron de enlace con las casas reinantes
europeas, en especial con Francia.
Américo Vespucio provenía de una familia ligada a los
Médicis. Su padre Nastagio era notario público (escribano)
37
y lo fue de la Signoria (Señoría: el gobierno de Florencia).
Su tío abuelo Giuliano Vespucci fue gonfaloniero. Su
educación se vio influenciada por sus tíos: Fray Giorgio
Antonio, hombre humanista, instruido, que lo puso en
contacto con el ambiente de la cultura florentina, con el
latín, con la astronomía y la cartografía; su otro tío Guido
Antonio era jurista y político, fue embajador de Lorenzo
de Médicis ante el Rey Luis XI de Francia y ante la Santa
Sede.
A la embajada en París lo llevó como secretario, lo que lo
puso en contacto con la diplomacia florentina y francesa
(1478-1482).
En una Florencia en plena transformación económica,
artística, cultural, humanística, protagonista del ascenso de
la burguesía, que tenía solo una población en el entorno a
los 40.000 habitantes, se codeó en sus calles con diversos
personajes florentinos de trascendencia mundial: Donato
di Betto Bardi (Donatello) (1386-1466), escultor; Paolo
Uccello (1396-1475), pintor; Paolo dal Pozzo Toscanelli
(1397-1482), geógrafo; León Battista Alberti (1404-1472),
arquitecto; Piero della Francesca (1416-1492), pintor;
38
Antonio dal Pollaiuolo (1432-1498), pintor y escultor;
Andrea Verrocchio (1435-1488), escultor y pintor; Sandro
Botticelli (1444-1510), pintor; Lorenzo de Médicis (14491492), el Magnífico, su gobernante; Doménico Ghirlandaio
(1449-1494), pintor; Leonardo da Vinci (1452-1519),
pintor, escultor e inventor; Jerónimo Savonarola (14521498), místico y gobernante; Juan Pico della Mirándola
(1463-1494), humanista, director de la Academia; Miguel
Ángel
Buonarotti
arquitecto;
(1475-1564),
Francesco
escultor,
Guicciardini
pintor
y
(1483-1540),
historiador, Juan de Verrazzano (1485-1528), navegante.
A la vuelta de Francia entró al servicio de Lorenzo de
Médicis (el Popolano), primo del Magnífico, casado con
una Appiano, parienta de los Vespucci. Fue el «intendente
de su casa», en su nombre y por su encargo recorre Italia
en pos de sus intereses comerciales y en 1489 es enviado a
Sevilla, para supervisarlos. Nuevamente en 1491 es enviado
allí junto al representante de Lorenzo, Juanoto Berardi.
Sevilla era una importante plaza comercial, intermediaria
del eje: Lisboa (puerto atlántico) y Valencia (puerto
mediterráneo) del comercio africano (oro, marfil, pimienta,
esclavos), exportación de lana, punto de partida del
39
comercio con las islas Canarias, recién finalizada la
conquista entre 1402 y 1496.
Asiste al nacimiento de la España unificada, modelo del
estado moderno, de la mano de sus reyes Fernando e
Isabel (los Reyes Católicos)
Berardi y su empresa se encargan de la financiación de
parte del aprovisionamiento de las flotas que armó
Cristóbal Colón en 1492 y 1493 (la primera y la segunda
expedición) para explorar la ruta marítima hacia el oeste
del Atlántico. Se conoce que mantuvo una estrecha y
cordial amistad con el marino genovés y se tiene noticia de
prolongadas conversaciones sobre la navegación y los
territorios descubiertos contagiándose con el fogoso
espíritu de Colón.
La muerte de Berardi en diciembre de 1495, el principal
socio comercial de la firma y el fracaso económico de las
empresas colombinas, que al no encontrar las riquezas en
metales preciosos que se auguraban, ni tampoco estados
económicamente significativos para el comercio y que los
«indios» que se remitían a Europa no se pudieron
comercializar como esclavos por la prohibición de los
40
Reyes Católicos, quebraron las empresas que habían
invertido «a cuenta» de los logros económicos y
comerciales previstos inicialmente.
Paralelamente en Florencia había sido derrocado el
gobierno de los Médicis por la prédica de Savonarola,
contra el espíritu materialista de acumulación de riquezas y
disminución
de
los
valores
cristianos
medievales,
rompiéndose los vínculos político-económicos con la sede
de su empresa.
A los 43 años no había nada que lo atara al comercio y
en 1497, contagiado del entusiasmo colectivo que reinaba
en España, se embarca en una expedición organizada por
el rey Fernando para la exploración de las tierras
descubiertas en las Indias, al mando de Vicente Yánez
Pinzón y en forma conjunta con Juan de la Cosa. ¿En qué
papel integró Vespucio esta expedición con un marino
avezado y con un cartógrafo? ¿Fue como cosmógrafo y
piloto? Con ella recorrió la costa de Centroamérica, fueron
los primeros que avistaron la «tierra firme» del continente y
determinaron que Cuba era una isla.
41
En 1499 en otra expedición con patrocinio real
(Fernando no se estaba fiando de las exploraciones
colombinas y quería tener información independiente) se
embarca con Alonso de Hojeda y Juan de la Cosa. En esta
ocasión recorrieron la costa norte de Sudamérica:
Guayanas, Venezuela y Colombia.
Durante
esta
expedición
Vespucio
realizó
determinaciones de las longitudes geográficas en el Cabo
de la Vela (Venezuela), valiéndose de observaciones
astronómicas: la conjunción de la Luna con Marte (23 de
agosto de 1499). Comparando la hora en que la vio y la
hora que estaba registrada en que ocurriría la conjunción
en el almanaque de Regiomontano para el meridiano de
Nuremberg, había una diferencia de más de cinco horas y
media, determinando entonces que la distancia era de 82°
entre los dos puntos. Colón había efectuado una
determinación similar en La Española durante un eclipse
de sol. Pero las conjunciones de los planetas con la Luna
son mucho más frecuentes.
Vespucio efectuó también interesantes descripciones
sobre los habitantes de la «tierra firme», de tipo
42
antropológico y etnográfico, y sobre las costas y
adyacencias de tipo geográfico y cartográfico, que lo
revelan como un espíritu sensible e instruido.
El tercer viaje
De regreso a Sevilla en 1500 fue llamado por el Rey
Manuel I de Portugal «el Afortunado».
¿Por qué Portugal requirió los servicios de Vespucio?
Portugal era el país europeo que había apostado a un
desarrollo tecnológico similar en nuestro tiempo a la
computación. Había establecido a instancias de un príncipe
de la Casa Real de Avís, Enrique «el Navegante» (13941460), una escuela de navegación en Sagres, cerca del Cabo
de San Vicente en el extremo sur del frente atlántico del
país. Allí se reunieron marinos genoveses y florentinos,
navegantes del Mediterráneo, cartógrafos y geógrafos y
astrónomos alemanes. Éstos desarrollaron técnicas de
navegación que en conjunto con la utilización de
embarcaciones con innovaciones en el diseño: quilla, timón
articulado, con aparejo doble en el velamen; velas
cuadradas para marchar con viento en popa y triangulares
43
para navegar con viento en contra; la utilización de la
brújula, el cuadrante, el astrolabio y mayor volumen de
carga; les permitieron lograr el dominio del Océano
Atlántico. Ésto impuso una revolución en las técnicas de
navegar, antes limitadas por la violencia o la falta de los
vientos, la pequeñez de los navíos, la poca seguridad de los
mapas, que imponían una navegación costera y la posesión
de una cadena de puertos de avituallamiento, es decir de
ulteriores bases. Impusieron la navegación de altura. Así
alcanzaron las Islas Azores y las Madeira, bordearon la
costa desértica del África del norte, alcanzando el Cabo
Verde en 1445, las islas de Cabo Verde en 1460, llegaron al
Golfo de Guinea pasando el Ecuador en 1471 y doblaron
el Cabo de Buena Esperanza con Bartolomé Días en 1486,
llegando finalmente a la India con Vasco da Gama en
1498.
En el hemisferio norte se determinaba la latitud (posición
norte-sur) por la altura de la Estrella Polar.
Al cruzar el Ecuador y no ser visible esta estrella se
planteó el problema de cómo determinar la latitud. El Rey
Juan II de Portugal designó una junta presidida por el
44
astrónomo de Nuremberg Martín Behaim, quien bajó hasta
el hemisferio sur bordeando África. Determinaron el
cálculo de la latitud por la altura angular del sol al mediodía
(en su punto más alto). Pero al variar el sol en altura fuera
del Ecuador según las estaciones, se determinaron tablas
de declinación en las cuales se calcularon previamente para
cada latitud la altura angular del sol en cada día del año.
Conocían entonces la latitud, la dirección y evaluaron la
velocidad. Más difícil de evaluar era la longitud (posición
este-oeste).
Al conocerse que Vespucio conocía un método que
permitía determinarla con relativa frecuencia se les
presentó la solución de un problema.
El 7 de junio de 1494, España y Portugal concertaron en
Tordesillas un meridiano que significó una partición de
«caminos en el mar», es decir de rutas marítimas. Esta línea
de Tordesillas pasaba a 370 leguas al oeste de las islas de
Cabo Verde.
Luego que Vasco da Gama regresara de la India en 1499,
se preparó una segunda expedición al mando de Pedro
Álvares de Cabral. Éste para evitar las calmas ecuatoriales
45
navegó al oeste de las islas de Cabo Verde, encontrando
una tierra el 22 de abril de 1500 a la que llamó Tierra de la
Santa Cruz, por ser el día del Viernes Santo, en lo que hoy
es Porto Seguro en Brasil. Según sus determinaciones de
las distancias con el tiempo de navegación estimaron que
estaban dentro de las 370 leguas de las islas de Cabo
Verde.
Desde allí enviaron una nave a Lisboa para dar aviso de
este descubrimiento.
El meridiano de Tordesillas ya no separaba aguas,
separaba también tierras.
Es así que el Rey de Portugal decide convocar a Américo
Vespucio, que respondió al llamado del monarca
abandonando Sevilla, ¿sin tener presente la rivalidad
hispano-portuguesa?
De
cualquier
forma
para
un
florentino el compromiso con el adversario era habitual. El
llamado real era para integrar una expedición que ya estaba
conformada y que partió casi inmediatamente de Lisboa el
10 de mayo de 1501 al mando de Gonzalo Coelho o de
Gaspar de Lemos, integrada por tres carabelas. Ésta no
consta en los documentos oficiales, Portugal quería
46
averiguar primero hasta dónde llegaban sus posesiones en
ese territorio descubierto, ¿isla o tierra firme? y segundo
cuán lejos estaban los «castellanos» de sus apostaderos de
la India.
Extrañamente la expedición no se dirige en forma inicial
hacia la Tierra de la Santa Cruz, hacia fuera de las islas de
Cabo Verde, sino que se dirige costeando África hacia el
Cabo Verde, fondeando en el Puerto de Bezeneghe (actual
Dakar) en junio de 1501, donde aguardaron a las naves de
Álvares de Cabral que retornaban de la India. Seguramente
recibieron informaciones en particular de Gaspar da
Gama, un judío converso con vasta experiencia geográficas
en la navegación del Océano Indico. Hizo determinaciones
de la longitud de las islas de Cabo Verde, indispensables
para sus futuras mediciones.
Partieron desde este punto hacia el territorio a explorar y
luego de una prolongada navegación por causas climáticas
adversas arriban a la costa del actual Brasil a la altura del
cabo San Roque, el 16 de agosto de 1501, día de San
Roque, en el extremo nororiental del Brasil, nombre que se
47
conserva, al igual que los siguientes en la costa brasileña,
señal de que fueron determinados oficialmente.
Se dirigen hacia el sur alcanzando el 28 de agosto el Cabo
San Agustín (día del Santoral) donde se realizan
determinaciones de la latitud y se nota que la costa se
dirige hacia el oeste. El 4 de octubre se llega a la boca de
un río que se denomina San Francisco (por el día de este
santo) y el 1° de noviembre arriba a la Bahía de Todos los
Santos (actual Bahía).
El 21 de diciembre llegan al Cabo de Santo Tomé (día de
Santo Tomás) y el 1° de enero a la Bahía de Río de Janeiro
(río de enero) y el 6 de enero (Día de Reyes) a Angra dos
Reis.
Continuando hacia el sur la costa se dirigen más
pronunciadamente hacia el oeste y llegan a la isla de San
Sebastián (el 20 de enero) y al Puerto de San Vicente (el 22
de enero) junto al actual Puerto de Santos (ambos días
correspondientes del Santoral).
En un lugar al sur del actual estado de San Pablo en un
punto que denominaron Cananor, hoy llamado Cananeia
(Cananea), Vespucio efectuó mediciones que seguramente
48
había ido repitiendo durante su travesía costeña, para
determinar la longitud geográfica del lugar por su cálculo
astronómico. Allí llegó a la conclusión de que por ese lugar
pasaba la línea de Tordesillas, el meridiano a 370 leguas de
Cabo Verde. Lo admirable es que la determinación tiene
diferencias menores al grado con la línea real. Allí se erigió
un padrón (padraõ), es decir un hito demarcatorio, de
mármol, con el escudo portugués tallado, que actualmente
se conserva en el Instituto Histórico y Geográfico
Brasileño.
Se tuvo conocimiento de que hacia el sur se estaría
navegando en aguas españolas.
La orden del rey Manuel era viajar hacia el sur «tanto
como puedan aguantar las naves».
Entonces los capitanes y el comandante de la expedición
acordaron trasladar el mando a Américo Vespucio. La
situación era clara, una expedición portuguesa navegaría en
aguas españolas, si iba comandada por un portugués, si
eran avistados por navíos hispanos, las represalias de la
cancillería española serían diferentes si el comandante
fuera un florentino.
49
El interés de Vespucio era claramente de investigar esas
dilatadas costas y también buscar la comunicación con el
«Sinus Magnum» (Golfo Grande) que Ptolomeo decía que
bañaba las costas orientales del Asia.
Estuvieron en Cananor varios días, con el fin de realizar
las observaciones astronómicas y los cálculos para
determinar la longitud geográfica del lugar y para
reaprovisionar las naves para proseguir la exploración hacia
el sur.
El 15 de febrero comenzaron a descender frente a la
costa que mantenía una leve inclinación hacia el oeste,
hasta que llegaron a una punta rocosa en que la costa se
dirigía por primera vez claramente en dirección este-oeste,
desde el inicio del viaje. Se encontraban a 35° de latitud
sur, casi a la misma altura que el Cabo de Buena Esperanza
en África. Probablemente éso les hizo pensar de que se
encontraban frente a la misma situación geográfica, es
decir en un pasaje que les comunicaba con el mar hacia el
oeste y le pusieron el nombre de Cabo del Buen Deseo
(actual Punta del Este). Seguramente se detuvieron en la
bahía que se encuentra al oeste del Cabo y con la
50
protección de la isla en aguas tranquilas descendieron en
nuestra costa para cargar agua fresca en la Cañada de la
Aguada entre las dunas de arena. Serían aproximadamente
los últimos días del mes de febrero de 1502.
Al adentrarse en el estuario y comprobar que se trataba
de una gigantesca corriente fluvial le pusieron el nombre
de Río Jordán. Esto que es sostenido por Roberto Levillier
y por Germán Arciniegas, no está de acuerdo Rolando
Laguarda Trías. Tampoco este último está de acuerdo con
lo que Américo Vespucio describe en su carta como el
Pináculo Detentio (en latín) o Pinachullo Detentio (en
toscano) o Pináculo da Tentacao (portugués), se refiera al
Cerro de Montevideo (que sí lo sostiene Levillier y
Arciniegas). Si se refiriera al Pináculo de la Tentación,
puede relacionarse con la tentación de Satanás a Cristo: «lo
llevó a un monte alto y le mostró los reinos del mundo y la
gloria de ellos» y en verdad como accidente geográfico el
cerro se destaca en la planicie circundante, siendo un
excelente punto de observación y desde el río es un hito
notable. Este relato evangélico está mencionado en la
liturgia del primer domingo de Cuaresma (mediados de
febrero a principios de marzo). Coincide con un tiempo de
51
navegación a vela estimado en 15 días desde Cananor. Pero
la otra acepción en latín es detención, lugar donde se
detuvieron (en la bahía junto al cerro).
Buenaventura Caviglia y Laguarda Trías refieren que el
origen del nombre Montevideo, se encuentra en una
inscripción que dejara Vespucio en una roca en la falda del
cerro (cosa habitual en los navegantes), que decía:
V(esputius) I(nvenit) DI 1501. Es decir Vespucio
descubrió en 1501. Por esto los navegantes que lo
sucedieron, llamaron al cerro Monte Vidi. ¿Por qué 1501 y
no 1502? Américo Vespucio era florentino y en Florencia
el año civil comenzaba el 25 de marzo, es decir que en los
primeros días de marzo para él estaba a fines de 1501
(Calendario de la Encarnación: 25 de marzo día de la
festividad religiosa).
Había recorrido en su viaje paralelo a la costa unas 750
leguas romanas, es decir unos 5.000 km., según su
estimación. En el estuario del Plata cumplió 48 años.
Frente a nuestras costas caviló seguramente que dada la
extensión de lo recorrido, ésto era un continente.
52
Desde aquí se dirige hacia el sur y recorre siguiendo la
costa en una dirección cada vez más sudoeste, 500 leguas
romanas más, es decir 3.300 km., por las inhóspitas costas
patagónicas hasta el 3 de abril, a la altura de los 50 o 52° de
latitud sur. Difiere en las cartas esta determinación,
probablemente por la nubosidad del cielo debe haber sido
difícil hacer observaciones astronómicas. En este punto las
tormentas y los vientos fríos y contrarios y la ausencia de
puertos naturales lo obligan a retornar el 7 de abril. Anotó
observaciones ese día, sobre que la noche duró 15 horas,
constatando el otoño austral desde un punto jamás
alcanzado por un navegante europeo hasta ese momento.
Toma un rumbo hacia el noreste atravesando el Atlántico
hasta la costa africana a la altura de Sierra Leona, a donde a
arriban el 10 de mayo de 1502, seguramente facilitado por
vientos del sur, ya bajo el mando portugués nuevamente.
Allí se reabastecen y queman una de las carabelas que
estaba en mal estado luego de la dilatada navegación.
Desde allí surcan hasta las Islas Azores y retornan a Lisboa
el 7 de setiembre de 1502.
53
Américo Vespucio le informa a don Manuel sobre la
extensión de la tierra que podían reclamar los portugueses
y que las costas recorridas estaban situadas muy lejos de la
India.
El primer informe no pudo complacer al rey al conocer
que el territorio se prolongaba por lo menos hasta los 50°
latitud sur sin que tuviera fin, es decir que no podía
reclamar la posesión completa de las tierras descubiertas
por Cabral. Se le retuvieron los diarios y las cartas. Los
conocimientos geográficos eran la clave del comercio y la
riqueza de Portugal, eran secretos de Estado. Manuel tenía
en su memoria el Tratado de Tordesillas: todo lo que uno
de los monarcas encuentre en las exploraciones en el
territorio del otro, serán posesión del otro.
Es entonces, en 1503, que envía una carta en latín a
Lorenzo di Pier Francesco de Médicis (el Popolano), la que
posteriormente denominaron del «Mundus Novus». Este
personaje había retornado a Florencia luego de la ejecución
de Savonarola en 1498 y estaba de nuevo al frente de sus
negocios. En esta carta le relata su viaje y la conclusión de
que el territorio que recorrió es un Nuevo Mundo, se trata
54
de la cuarta parte del mundo «la quarta pars mundi»:
Europa, Asia, África y la Cuarta. Luego de recorrer una
costa de más de 8.000 km.(1250 leguas romanas) ésto era
un continente, lejos del Asia por los datos recibidos de
Gaspar da Gama. Las conclusiones fueron importantes,
por primera vez se mencionaba ésto.
España no tenía interés en hacer constataciones de este
tipo en vida de Colón y de sus descendientes directos que
le podían reclamar a su gobierno, amparados en las
capitulaciones firmadas antes del primer viaje. Le siguieron
diciendo obstinadamente «Las Indias».
Portugal quería ocultar la información en su beneficio.
El nombre de América
Américo Vespucio realiza otro viaje para Portugal en
1503, al mando de Fernando de Norohna, en la que se
descubre la isla que lleva este nombre, frente a las costas
del Brasil y recorrieron en forma mucho más limitada su
costa. También en este caso los mapas de anotaciones
quedaron en el poder de los portugueses en 1504.
55
Una segunda carta: «la lettera» (la carta, en toscano), fue
enviada desde Lisboa luego de este segundo viaje
portugués (su cuarto viaje trasatlántico). Su destinatario era
un amigo de Vespucio: Pedro Soderini, Gonfaloniero
Perpetuo de Florencia, que ejercía el poder luego de la
caída de Savonarola. En esta segunda carta relata sus
cuatro viajes. Ambas cartas fueron impresas, la segunda
traducida al latín y se divulgaron por toda Europa,
difundiendo las conclusiones de Vespucio. El florentino
respaldado por una Florencia que quería honrarse
honrando a un compatriota, logra dar a conocer al mundo
sus descubrimientos.
En 1507 en el monasterio de Saint Dié en los Vosgos, en
la Lorena (San Deodatus de Ververs), en la actual Francia,
en ese tiempo en el Sacro Imperio Romano Germánico,
los monjes cartógrafos al componer los nuevos mapas con
los descubrimientos conocidos y a la vista de las
descripciones y conclusiones del escrito traducido al latín
de Americus Vesputius, escriben sobre las nuevas tierras el
nombre de América. Este nombre de las tierras
continentales que fue colocado sobre lo que actualmente
es América del Sur, en el plano del monje cartógrafo
56
Martín Waldseemuller, se hace popular y a partir de 1538
en mapas sucesivos se extiende a toda la tierra continental.
En 1505 Vespucio retornó a Sevilla, sin recibir las
esperadas recompensas portuguesas. Había muerto la reina
Isabel en 1504. Colón muere en 1506, antes le recomienda
a su hijo Diego a Vespucio como «mucho hombre de
bien». Se hace ciudadano de Castilla con el objeto de poder
embarcarse en una nueva expedición. La muerte de Felipe
I «el Hermoso» (setiembre de 1506), esposo de Juana «la
Loca», frustró sus planes. El Rey Fernando, que reasume
como regente, lo nombra en 1507 en la Casa de la
Contratación de Sevilla para preparar las armadas que
partían
hacia
nombramiento
«Las
de
Indias».
piloto
En
mayor
1508
de
la
recibe
el
Casa
de
Contratación. Su trabajo consistía en examinar y graduar
los pilotos, en censurar las cartas e instrumentos de
navegación y confeccionar el Padrón Real: modelo por el
cual se debían regir las cartas de navegación.
Tenía constituido un hogar con una sevillana, María
Cerezo. Falleció en Sevilla el 22 de febrero de 1512. Tenía
57 años.
57
Fue un hombre que nunca aspiró a la fama ni a la gloria
como Colón, más parece un burgués con apetencia a
disfrutar de la vida como experiencia, un hombre del
Renacimiento.
¿Cómo se definiría a Vespucio en el siglo XXI? No fue
un notable marino italiano, otros fueron más famosos:
Cristóbal Colón (genovés), los Gaboto o Caboto o Cabot,
Juan y Sebastián (venecianos) al servicio de Inglaterra y
España, Juan de Verrazano (florentino) al servicio de
Francia. El método astronómico que utilizara para
determinar longitudes fue olvidado. No fue un exitoso
comerciante, ni acumuló riquezas, vivió sus últimos años
de un cargo administrativo. Fue una mezcla de todos sus
oficios: cartógrafo, astrónomo, navegante, comerciante,
empresario, conductor de hombres en la búsqueda de sus
objetivos. Participó del capitalismo comercial de los
Médicis (el trueque de mercaderías por numerario) y luego
envuelto en el capitalismo de estado de Portugal y España.
Fue un florentino, un italiano, un europeo occidental de
fines del siglo XV, del Cuatrocento, un hombre diferente
al medieval, individualista, con la aspiración más o menos
58
conciente que en la plenitud de su razón, poderío y goce
material y físico, confía su desarrollo a sus propias fuerzas
y se preocupa más en conocer y conquistar la naturaleza y
su entorno por la ciencia y la técnica puestas a su alcance,
que en alcanzar los fines absolutos medievales (salvación,
bondad). Tiene también otro sentido de la trascendencia
individual.
Este hombre y su generación continental, dotados del
espíritu, de los métodos y de la aspiración de
conocimientos universales, emprendieron el camino que
los llevarían en el devenir de los siglos subsiguientes (XVI
al XIX), a conseguir la unión de los miembros de la gran
familia humana, hasta entonces dispersos y evolucionando
en forma independiente los unos de los otros. Ésto llevaría
al predominio europeo en el mundo y consiguientemente a
globalizarlo.
Ninguno de los exploradores de su época comprendió
jamás
el
significado
frecuentemente
los
completo
confundieron,
de
sus
sus
logros,
motivos
fundamentales no iban más allá de las veces de la riqueza y
el poder. Su impulso era el deseo de triunfar y una
59
ambición implacable, conducidos por una destreza de
navegación de primera magnitud.
Vespucio en su lugar, fue un hombre del Renacimiento,
con aspiración de conocimientos universales, que le
llevaron a deducir y divulgar una conclusión que a otros se
les escapaba por razones políticas, intelectuales o
tecnológicas. Por esto el cura que lo bautizó en Florencia
el 18 de marzo de 1554 le puso un nombre a un
continente, que en realidad los monjes de Saint Die lo
inventaron. Desde entonces nuestro continente se llama
América.
A pesar de ésto y que además es el nombre del estado
más poderoso de nuestro mundo, Estados Unidos de
América, no conozco que en lugar alguno de él se
encuentre una estatua de Américo Vespucio.
A pesar de que fue el descubridor del Río de la Plata y el
primer marino que comandó una escuadra que visitó la
Bahía de Maldonado y descubrió la Punta del Este y
¿nombró? a Montevideo, solo existe una calle de una
cuadra que desemboca en la Avda. Millán en nuestra
capital.
60
En los 500 años del descubrimiento del Río de la Plata
(marzo del 2002) nadie lo recordó, seguramente el
vendaval económico se llevó el recuerdo.
En el entorno de los 260 años de la fundación de
Maldonado y de los 500 años del viaje de Solís que
realmente dio noticias al mundo de la existencia del que se
llamaría posteriormente Río de la Plata, merecería
recordárselo.
El segundo descubrimiento del Río de la Plata
Quinientos años del dos de febrero de 1516.
El dos de febrero de 1516, una flota española integrada
por tres carabelas, arriba a esta bahía al mando de don Juan
Díaz de Solís. Éste había nacido en Lebrija, Sevilla, de
familia asturiana. Tenía por entonces unos sesenta años y
era un experimentado marino designado piloto mayor de
Castilla. Había zarpado de Sanlúcar de Barrameda en la
boca del Guadalquivir, el 8 de octubre de 1515 con 60
tripulantes. Había realizado la travesía en 117 días, todo un
récord para la navegación a vela. El mandato real de la
61
expedición era descubrir las tierras al sur de las
portuguesas, por las que debía pasar sin desembarcar en
ellas, llegar al paso del Océano Atlántico al Mar del Sur
(Océano Pacífico), «a espaldas de la Castilla del Oro»
(Panamá).
Esta bahía está formada por la costa arenosa, dos puntas
rocosas y una isla poblada de palmeras, enmarcadas en
extremos rocosos y restingas. Este espejo de aguas
tranquilas, protegidas del oleaje del mar, permitió con
suficiente profundidad, anclar a la «armada», precedida de
botes con sondas. Descubren en la costa una corriente de
agua dulce, próxima al fondeadero, que formaba una
laguna entre los médanos costeros y la barra de arena
formada por el oleaje. Desembarcan en esa playa con botes
que podían ser embicados en la arena, evalúan el agua
apropiada para rellenar las barricas de la provisión de los
navíos.
La costa que venían siguiendo, desde la isla de Santa
Catalina, no le había procurado ninguna situación similar
de protección para estas tareas. A los 35 grados de latitud
sur, y «por dentro» de «las Islas de Lobos»; encuentran una
62
afilada punta llana y rocosa que se adentraba en el mar,
constituyendo un accidente notable. Percibieron que desde
ella, el perfil de la costa que tenía una dirección oblicua
desde el norte hacia el sur hacia el oeste, cambiaba para
orientarse desde este –oeste, en forma horizontal. Ésto fue
suficientemente notable para que en el día de Nuestra
Señora de la Candelaria se denominase con ese nombre a
la bahía y a la punta rocosa, cabo de Santa María.
Se decidió, en este lugar, tomar posesión de estos
territorios, por las buenas características del puerto con
aguas protegidas y profundas. El país aledaño se mostraba
como una interminable sucesión de médanos de arena
costeros, que precedían a praderas verdosas y al fondo, en
el horizonte, se veían sierras redondeadas, que se
adivinaban como pedregosas.
La ceremonia por la que se reclamaban las tierras a
nombre de los reyes de España, doña Juana, reina
propietaria de Castilla; y de don Fernando, su padre, rey de
Aragón (en realidad había fallecido en enero de 1516, pero
era ignorado por los marinos), era presidida por el
comandante de la armada don Juan Díaz de Solís y el
63
estado mayor de su armada. El escribano Alarcón, asentó
en los documentos el acto de posesión, mientras los
marinos erigieron una cruz, en un médano de arena
elevado frente a la playa, tocaron las trompetas, dispararon
los cañones de las carabelas, desplegaron las banderas y
estandartes. Los tripulantes desembarcaron, reclamaron
gritando los nombres de sus reyes, estas tierras para ellos y
cortaron a golpe de espadas ramas (que en este caso serían
matorrales de espina de cruz, que eran la principal
vegetación costera).
Los charrúas que presenciaron el desembarco y la
ceremonia, en bandas de alrededor de 40 individuos, tenían
sus paraderos en la base de la península, cerca de la actual
cañada de La Pastora y en las Piedras del Chileno, junto a
la Laguna del Diario. Si fueron sorprendidos por el aspecto
de los marinos, éstos los fueron aún más, al presenciar la
salutación lacrimosa con la cual los recibieron, el barbote
en el labio inferior de los hombres semidesnudos y la
amputación de los dedos de las manos de las mujeres, por
el luto de los familiares.
64
La ceremonia de colocación de una cruz, fue refrendada
por una misa, celebrada por el capellán de la armada. Eso
era inevitable, pues la expansión ultramarina del Reino de
España, a pesar de constituirse de una empresa nacional
propia, tenía el apoyo, en su «título de conquista», de la
justificación de la expansión de la fe cristiana. Es decir, que
cuando España levanta la cruz para fijar sus dominios,
también lo hace como justificación de la conquista. La
Iglesia, colaboró
con
la conquista, evangelización,
poblamiento y educación de las Indias.
Este hecho significativo que se ha tratado modernamente
de olvidar y menospreciar, a pesar de que se hayan
utilizado argumentos, a lo largo del siglo XX y del XXI,
como: «custodia del patio trasero», «conquista del espacio
vital», «defensa del mundo libre», «defensa del socialismo»
o «defensa contra el terrorismo».
Sin embargo la fe cristiana, aportó al Nuevo Mundo,
ideas básicas insustituibles y fundamentales, como que
todos los hombres son iguales ante Dios, la tolerancia y el
amor al prójimo (al próximo), la esperanza de un mundo
mejor, la idea de que el hombre tiene un libre albedrío para
65
actuar en su vida, del que luego debe rendir cuentas a la
divinidad.
¿Encuentro de dos culturas?
En estas tierras, la promocionada idea del encuentro de
dos culturas, es falso. Nuestra cultura es europea, el idioma
que hablamos es el castellano, que nos une desde el sur de
los Estados Unidos, a la Tierra del Fuego, la tecnología que
utilizamos se basó en un desarrollo primigenio europeo. La
conquista de estos países significó la primera vez que la
humanidad se integró, desde su dispersión inicial. No
estamos hablando aquí de civilizaciones como la mejicana,
la maya o la andina. De la cultura indígena local, los
charrúas, apenas nos quedan las boleadoras como
características de estos cazadores - recolectores que la
habitaban y ya no se utilizan. He oído falsamente hablar de
miles de indígenas que habitaban este suelo, la cultura
nómade de subsistencia, de cazadores de venados, ñandúes
y mulitas, recolectores de brotes de ceibos y en la costa
pescadores, recolectores de mariscos y cazadores de lobos,
hacían imposible que la población total fuera mayor de
4.000 o 5.000 individuos extendidos entre el sur del río
66
Ibicuí y la costa platense atlántica, con un promedio de
vida inferior a 30 años, en un estado de civilización de
8.000 años de diferencia con respecto a la que traía la
civilización mediterránea que descubría nuestras costas.
Los marinos advirtieron aquí que el color del agua del
mar empezaba a cambiar y que perdía salobridad,
evidenciando la desembocadura de un gran curso de agua
fluvial. A pesar de que no se veía la costa opuesta lo
concibieron como río y le pusieron el nombre de Río de
Santa María, verdadero «Mar Dulce» al que luego se
llamará Río de la Plata.
De las denominaciones que colocó Juan Díaz de Solís
durante su viaje de descubrimiento, unas pocas han llegado
hasta nuestros días, purgadas por los siglos, éstas son las
islas de Castillos, las islas de Torres, que era uno de sus
pilotos, ambas en las costas rochenses, las barrancas de
San Gregorio en la costa de San José, avistadas el día
correspondiente del santoral 12 de marzo y la isla de
Martín García ubicada en el Río de la Plata, entre Colonia y
Buenos Aires, quien era el despensero de la expedición que
fue allí enterrado. El 15 o 16 de marzo Solís y algunos de
67
sus marinos morirían en el primer tributo de sangre al
«encuentro cultural» en las costas del actual departamento
de Colonia a la altura de Punta Gorda.
Desde el descubrimiento esta bahía solo fue un punto de
escala de los viajes marítimos que se internaban en la
cuenca o salían de ella hacia el océano o de los que seguían
hacia el sur a rodear el continente. La introducción de
ganados vacunos por Hernandarias, en 1611, es decir 100
años después del descubrimiento, fue para poder asentar
pobladores en el territorio y sostenerlos económicamente.
Paralelamente las vacas y los caballos cambiaron la
subsistencia y la motilidad de los indígenas locales.
La Candelaria
¿Por qué la denominación de «Bahía de la Candelaria»?
Al ser descubierta el 2 de febrero, día de la Virgen de la
Candelaria, en el santoral cristiano ¿Qué significa esto? Se
trata de una fiesta con significación judeocristiana muy
antigua, porque en realidad es la fiesta de la purificación de
la Virgen, es decir, 40 días median desde el 25 de
diciembre, día en que se conmemora el nacimiento de
68
Cristo, al 2 de febrero. En realidad son los 40 días del
puerperio ritual judío. La purificación era el rito que
marcaba el final del puerperio, en el cual la mujer se
presentaba al templo con su hijo, como lo determinaba la
tradición judía, llevando el rescate por el hijo varón
primogénito. Desde el Éxodo, la última plaga para Egipto
significó la muerte de todos los primogénitos egipcios. En
su lugar los judíos sacrificaron un cordero y señalaron con
sangre el dintel de sus casas para mostrar que el cordero
había sido inmolado y así el ángel exterminador no pasaría
por ellos. Desde entonces el hijo varón era rescatado con
un cordero por las familias pudientes; las familias pobres lo
hacían con una tórtola, es decir, con una palomita. La
representación más antigua de la Virgen de la Candelaria
muestra a María con el Niño en brazos y una canasta con
dos palomitas. La otra palomita que lleva era para el
sacrificio de la purificación. Esta fiesta litúrgica fue
instituida en el año 492 por el Papa Gelasio I.
El nombre la Candelaria alude a que cuando Simeón
toma al niño en brazos en el Templo dice «Tú serás la luz
que alumbre a las naciones». Por esto, en los primeros
siglos de la era cristiana se conmemoraba con una
69
procesión de velas, representando la luz que iluminaría el
mundo. Por eso en otras representaciones el Niño lleva
una vela y a veces la Virgen también. Es la representación
que nos viene de las islas Canarias, donde es su patrona.
En toda nuestra la cuenca del Plata y en toda la América
española, la Virgen de la Candelaria tiene significaciones
muy especiales. Es la patrona de Cartagena de Indias,
denomina al barrio colonial más hermoso de Santa Fe de
Bogotá, es la Virgen de Copacabana, en una península
espectacular sobre el lago Titicaca, (precisamente en
aymara, Copacabana quiere decir «vista hermosa»), y ella
misma es la representación que está en el barrio de
Copacabana, sobre una playa de Río de Janeiro, y en
Paraguay en uno de los más antiguos templos franciscanos
de la periferia de Asunción está como Nuestra Señora de
Capiatá. Candelaria, cerca de Posadas, en la provincia de
Misiones (Argentina) era la capital y centro geográfico de
las misiones jesuíticas occidentales y orientales. Como se
puede ver encontramos a esta Virgen de antiquísima
tradición en toda la América española.
70
Los guaraníes, nuestro verdadero pasado indígena
Otro capítulo diferente sería el de los guaraníes, que se
habían introducido como una cuña, siguiendo los ejes de
los ríos Paraná y Uruguay, entre los pámpidos, charrúas al
este y querandíes al oeste. Tenían una organización cultural
muy superior, fueron los responsables de la muerte de
Solís y sus compañeros, en un ataque por sorpresa. La
antropofagia ritual a la que fueron sometidos era una
forma idealizada de adquisición de las virtudes de los
enemigos vencidos. Eran fundamentalmente agricultores,
tenían un desarrollo urbano fijo, habían desarrollado la
alfarería y el tejido del algodón.
Sobre ellos se desarrolló en el curso de la conquista, la
actividad misionera, fundamentalmente de los jesuitas, «la
Compañía de Jesús», que fue en realidad un ejército de
misioneros. San Ignacio de Loyola, señalaba que: «el
objetivo último de toda misión es la evangelización, su
requisito básico es el fomento del progreso económico y
social, y como tal su más poderoso instrumento es la
educación espiritual, temporal, rural e industrial». El éxito
de los jesuitas se debió además a su genio administrativo y
71
que los misioneros reclutados de todos los países de
Europa, eran a su vez expertos educadores, ingenieros,
arquitectos,
agricultores,
artesanos,
médicos,
farmacéuticos, militares, músicos y en fin, artistas.
También, que la consideración de que la evangelización
exigía la previa promoción de mejores condiciones de vida
de los indígenas, y por otra parte su defensa contra las
bandeiras paulistas, para capturar esclavos para las
plantaciones de caña de azúcar y cafetales, y contra los
encomenderos asunceños y correntinos, para los cuales los
indígenas constituían una fuente de mano de obra barata y
servil. A ello se debe la adopción del idioma guaraní como
el instrumento de catequización, y su escritura. Los jesuitas
fueron los primeros cartógrafos del interior de nuestro
país, al que llamaban «la Vaquería del Mar», y a ella es a
dónde venían a realizar los arreos de ganado para provisión
de las misiones, que en el siglo XVIII llegaron a alcanzar
los 150.000 habitantes. De ellos nos vienen los nombres de
nuestros ríos, cerros y cuchillas: Yaguarón, Yí, Daymán,
Arapey, Queguay, Tacuarembó, Paysandú, Cuñapirú,
Tupambaé, Aceguá, Carapé, Aiguá. No existe ningún
nombre charrúa en nuestra geografía.
72
Luego de la expulsión de los jesuitas, los guaraníes
fueron el principal contingente de las fuerzas artiguistas
acaudillados por Andresito, contra su enemigo secular, los
portugueses. A principios del siglo XIX, la población la
Banda Oriental alcanzaba los 30.000 habitantes, las
Misiones eran cinco veces más pobladas. Los lusitanos
durante la extensa guerra, entre 1816 y 1820, destruyeron y
arrasaron los pueblos cristianos de las Misiones Orientales,
incluidas las iglesias: San Francisco de Borja, San Nicolás,
San Luis Gonzaga, San Lorenzo, San Juan Bautista, San
Miguel y Santo Ángel y las occidentales del río Uruguay,
Santo Tomé, Santos Reyes de Yapeyú, San Carlos, La
Cruz, Apóstoles, San Francisco Javier y Santa María la
Mayor. Cometieron el verdadero genocidio indígena de
guaraníes cristianos, que se llevó a cabo en nuestras tierras,
tan olvidado políticamente. Sí conviene políticamente
achacarle a Rivera el exterminio de 300 charrúas «hombres
de lanza», olvidando los centenares de muertos anotados
en los partes de victoria de los portugueses como
combatientes, ejecutando a los prisioneros y heridos, en las
olvidadas batallas de Ibiracoy, Carumbé, Arapey, Catalán,
Itacurubí, Santa María y Tacuarembó. Pero éso puede
73
englobar a los brasileños, que aún se llevaron como
esclavos a los prisioneros paraguayos en la guerra de la
Triple Alianza, lo que, además de las matanzas, llevó al
despoblamiento del Paraguay, como los portugueses lo
hicieron con las Misiones.
Los guaraníes fueron la base de nuestra población
indígena, fundamentalmente en los departamentos de
Artigas, Tacuarembó y Durazno, que fue donde se
asentaron en las poblaciones fundadas por Rivera, Bella
Unión, Tacuarembó y Durazno, con los que cruzaron el
Ibicuí hacia el sur luego de la Campaña de las Misiones de
1828. Además constituyeron el núcleo de las fuerzas de
Rivera que actuaron en Salsipuedes.
Del contingente de población guaraní que trajo el
mariscal De Viana al reubicar la población de Maldonado
en 1757, ninguno sobrevivió a las epidemias de viruela que
los diezmaron junto a un puerto ultramarino y a un lugar
de concentración de tropas, expuestos a los contagios. Para
1780 ya no quedaban indios aquí, a pesar de que alguna
historiadora mencionara la «Indiana Maldonado». Ignoro el
destino de los indios misioneros (llamados por los
74
españoles «tapes») que trajo Viana para los puestos de su
estancia «La Mariscala», pero aún persisten arroyos con el
nombre «de los Tapes» en el departamento de Lavalleja.
A los 500 años
¿Qué significó la llegada del europeo para nosotros?
Significó la entrada a la historia y que desde ese momento
comenzó a llegar gente de nuestra civilización, de nuestra
lengua: desde Europa y particularmente desde las islas
Canarias, las que constituían el escalón entre nosotros y
Europa. De ahí es que viene nuestro idioma característico,
por ejemplo el hablar con la «y» griega, al decir llueve. Fue
el ingreso del sur del continente americano a la
globalización geográfica y económica que nos integró al
mundo conocido a través de las vías marítima y fluvial.
Punta del Este es la puerta del Río de la Plata, es la
entrada a la desembocadura de todos los ríos de la cuenca
platense. También somos la entrada y la salida de la
75
Hidrovía. Pensemos que el agua de Punta del Este está
formada por la mezcla del Océano Atlántico con la que ha
bajado de los Andes por el Pilcomayo, entre Potosí y Sucre
recorriendo tierra boliviana, pasando entre Argentina y
Paraguay desembocando en el Río Paraguay frente a
Asunción. Pensemos que el Río Paraguay viene por el
Pantanal, desde el corazón del Mato Grosso; el Río Paraná
viene desde el Planalto brasileño bajando por la llanura
mesopotámica argentina y desde la Sierra Do Mar baja el
río Uruguay; todas estas aguas se juntan aquí con el
océano. Esta es la reflexión, ¿adónde tenemos que mirar
para colocar nuestros objetivos turísticos, nuevas gentes
que lleguen a nuestras costas? Tenemos regiones en
nuestra propia cuenca del Plata que hemos ignorado,
tenemos ciudades como Santa Cruz de la Sierra cuya meta
turística es el Caribe o el Brasil y no somos nosotros que
estamos más cerca. Tenemos países como Chile, cuyos
destinos turísticos extra fronteras no somos nosotros y es
por ello que tenemos que plantearnos salir a buscar otros
mercados turísticos.
En esta época de descreimiento, que nos quejamos de
ausencia de valores, de falta de respeto a las normas, de
76
que solo tenemos objetivos materiales, con ausencia de
trascendencia espiritual y temporal.
Conmemoramos con Solís a la primera misa en nuestra
tierra, el primer acto de fe cristiana, de donde partió el
mensaje: todos somos iguales, lo importante es la verdad y
la justicia, la tolerancia, la vida es un don divino, no
codiciarás los bienes ajenos, no robarás y no matarás, no
mentirás ni levantarás falso testimonio, tuvo en sí un valor
cultural intrínseco.
¿Tiene valor cultural para nosotros festejar Iemanjá? La
diosa del mar, divinidad de los negros africanos
esclavizados en Brasil, que la conmemoraban en la playa de
Salvador de Bahía, frente a la iglesia de Nuestra Señora de
la Candelaria.
En fin, es cuestión de valores conmemorar los 500 años
del
descubrimiento,
de
la
evangelización.
77
globalización,
de
la
La Banda Oriental en el sistema de
Tordesillas
El viaje del Juan Díaz de Solís, descubrimiento
español en la trama de intrigas internacionales
Lic. Alicia B. Otero Mera
Mag. José María Olivero Orecchia
Alicia B. Otero Mera, Licenciada en Historia, Universidad de la
República (UdelaR). Miembro del Departamento Técnico del Museo
Nacional de Artes Decorativas (1985-91) y del Museo Nacional de
Artes Visuales (1991-96), investigadora de la División Historia del
Depto. de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército (1996 en
adelante). Ha participado de diferentes conferencias y seminarios sobre
museología, conservación e historia militar. Socia fundadora de la
Asociación de Amigos de las Fortificaciones. Autora de numerosos
artículos, así como diferentes libros sobre historia uruguaya. En el año
78
2011 obtuvo en coautoría el premio de ensayo histórico 200 años del
Ejército Nacional y el premio Ensayo Histórico Literario 1811 +200 de
El País con el ensayo Artigas Esquivo, una nación en busca de un héroe,
publicado en 2012.
José María Olivero Orecchia. Licenciado en Historia, Universidad de
la República (UdelaR) y Magíster en Historia (Universidad de
Montevideo), profesor de Historia Militar y Conflictos Armados
(IMES) y profesor Militar (IMES). Jefe de la División Historia del
Depto. de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército (1997 en
adelante). Miembro correspondiente del IHMA. Ha participado de
diferentes conferencias y seminarios sobre museología, conservación e
historia militar. Autor de numerosos artículos así como diferentes
libros sobre historia uruguaya, entre ellos Campaña Militar de 1897 y Del
Portulano a la Carta esférica: Cartografía y Navegación. En el año 2011
obtuvo en coautoría el premio de ensayo histórico 200 años del Ejército
Nacional, y el premio Ensayo Histórico Literario 1811 +200 de El País
con el ensayo Artigas Esquivo, una nación en busca de un héroe, publicado
en 2012.
El cronista español Antonio de Herrera en Historia
General de los hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme
del Mar Océano, obra también conocida como las Décadas,
79
publicada entre 1601 y 1615, refería en su Década 2, libro
1, capítulo 7 en forma simple el arribo de Solís a
Maldonado, donde establecía la posesión española de estas
tierras por primera vez en la historia:
«dando vifta a la Isla de San Sebaftian de Cádiz, adonde
citan otras tres Islas, que dixeron de los Lobos, i dentro el
Puerto de Nueftra Señora de La Candelaria, que hallaron
en 35- Grados: i aqui tomaron pofefion por la Corona de
Caftilla; fueron á furgir al Rio de los Patos, en 34 Grados ,
i vn tercio : entraron luego en vn Agua, que por fer tan
efpaciofa , i no falada , llamaron Mar Dulce, que pareció
defpues fer el Rio , que oi llaman de la Plata, i entonces
dixeron de Solis»
La expedición de Juan Díaz de Solís dejó una memoria
indeleble en el Río de la Plata, fue el primer explorador
español en la región, recaló en Maldonado, reconoció a
Punta del Este como una referencia geográfica insoslayable
para los navegantes, y luego continuó su ruta hasta su
muerte aparentemente en la costa del actual departamento
de Colonia.
80
Este viaje no fue una pieza única, sino una parte de un
proceso mayor, la bahía de Maldonado ocupó un rol
destacado, signado por la lucha de imperios que intentaban
encontrar el pasaje interoceánico entre el Atlántico al
Pacífico. Fue éste un proceso anterior, contemporáneo y
posterior al propio viaje de Solís, donde éste dejó su huella.
Desde el descubrimiento de América por los españoles
hasta la década de los treinta en el siglo XVI pasamos de
un desconocimiento absoluto del Río de la Plata a los
intentos de ocupar el nuevo territorio, encontrándose en el
centro cronológico de este proceso la expedición de Juan
Díaz de Solís.
La búsqueda del paso hacia las Especierías
Una vez descubierta una nueva ruta al oeste a través del
Atlántico, poco a poco, y en sucesivas expediciones se
concluye que se llegó a un nuevo continente cuando ya
estaba firmado el Tratado de Tordesillas. Tanto España
como Portugal realizan en este entorno una política de
exploraciones que dieran contenido al gran vacío de
informaciones que había sobre este espacio.
81
Esto no es solo una necesidad geográfica, poco a poco se
conoce
con
un
nuevo
continente, que se expresa
oficialmente
como
una
realidad separada de Asia.
Este proceso se inicia con el
mapa realizado por Martin
Waldseemuller en 1507 para
acompañar una Introducción a la
Geografía.
Allí por primera vez, parte
del nuevo continente es referido como «América», su mapa
resulta revelador pues al realizarlo este cartógrafo franco
alemán no tomó en cuenta, para dividir las zonas de
soberanía, establecidas en las Bulas de Alejandro VI ni en
el Tratado de Tordesillas, sino que toma en cuenta las
zonas descubiertas respectivamente por castellanos y
portugueses. A los primeros adjudica el Caribe, sus islas, y
la zona de tierra firme que está situada al norte de
Sudamérica hasta la línea aproximada del paralelo de 20º.
Al sur de esta línea, en la cual podemos incluir la Banda
Oriental del Uruguay aún por descubrir, considera que se
82
trata de territorio lusitano, lo que simboliza con banderas y
buques de esta nacionalidad. Es precisamente a esta última
zona que denomina específicamente «América». Este tipo
de consideración, que imaginaba la posesión de cada país
según lo descubierto efectivamente y no en relación a
derechos adquiridos por un tratado, dejaba las zonas no
exploradas en libre acceso de otros competidores. Se
indicaba claramente que el problema de fronteras de
América, que si bien se centró en la pugna de España y
Portugal, no dejó de lado posibles intereses de terceros
países, que a su vez buscaban sus propias ventajas.
Desde el punto de vista de España y Portugal, el
emergente continente americano se encontraba dividido
por una línea divisoria exclusiva, sobre el cual sin embargo
se discutía el lugar por donde pasaba.
En las etapas iniciales, ambos países centralizaron el
conocimiento
geográfico
de
sus
exploraciones,
manteniendo sus documentos secretos, o al menos
intentándolo. La mejora de los métodos de navegación,
para optimizar el uso de las rutas y la localización certera
de los lugares que se exploran, y la cartografía, para
83
trasladar los datos a un mapa bidimensional, hacían de los
conocimientos adquiridos elementos imprescindibles.
El conocimiento cartográfico: un arma de poder
El primero en organizarse fue Portugal, quien se
aprovechó que desde 1482 contaba con la «Casa de Gime,
Mina e India», que atesoraba el «Padrâo Real», o mapa
realizado en base a los datos traídos por los exploradores u
obtenidos por espionaje de viajes realizados por otros
gobiernos, el cual continuamente era renovado.
Para España, se debió esperar al año 1503, con la «Casa
de Contratación», 11 años después de realizado el viaje
descubridor de Cristóbal Colón, 9 años desde el Tratado
de Tordesillas, inspirada en la experiencia portuguesa. Esta
nueva institución estaba encargada del control técnico,
judicial, fiscal y científico de todas las relaciones entre
América y España. Situada en Sevilla, a partir de 1717 pasa
a Cádiz, siendo finalmente suprimida en 1790. Entre sus
funcionarios llegó a contar con un cosmógrafo mayor,
encargado, a partir de 1523, con la contratación del
84
portugués Diogo Ribeiro, de la confección y conservación
de la cartografía, indicando en las cartas la versión española
de la línea de Tordesillas, y un piloto mayor de Indias, el
cual debía formar navegantes y expedir títulos para los
mismos. En esta institución, Amerigo Vespucci fue el
primer piloto mayor en marzo de 1508 como consecuencia
de las Juntas de Navegantes de Toro y Burgos, donde se
trató la posibilidad de explorar un paso que llevara a las
islas de la Especiería. Esta Casa es parte de un proceso que
llevará al descubrimiento y conversión en frontera de la
zona del Río de la Plata. El piloto mayor, en origen, era el
encargado de realizar el Padrón Real, mapa oficial y secreto
que incorporaba los nuevos descubrimientos, estando todo
barco español obligado a enviar copias de sus documentos
a la vuelta de sus viajes a la región. Debemos marcar que
los tres primeros Pilotos Mayores, estuvieron en directa
relación con el conocimiento del Río de la Plata, pues
luego de Vespucci, quien aparentemente recorrió la zona al
servicio de Portugal, fue nombrado nuestro reconocido
Juan Díaz de Solís, español o portugués, no se tiene
seguridad de su origen, quien oficialmente descubrió esta
región. A su vez a Solís, le sucedió el veneciano Sebastián
85
Gaboto, quien exploró en profundidad la cuenca inferior
del Río de la Plata.
Desde 1572 se estandariza el sistema, los pilotos y
cosmógrafos de la Casa de Contratación se reunían los
lunes y viernes para tratar sobre las novedades que se
tuvieran en las exploraciones a través de los diarios de
navegación. Si se acordaba que resultaban de valor, los
nuevos datos se incorporaban al Padrón Real.
Lamentablemente los primeros Padrones Reales, tanto
los de Portugal como de España, no han llegado hasta la
actualidad, en cambio sí nos llegaron copias y bocetos de
los mismos, obtenidas por regalo, espionaje o mera
casualidad al sobrevivir el paso del tiempo. Ejemplos
destacables son el mapa «Cantino», pieza portuguesa
obtenida por espionaje, así como el boceto de Padrón de
Juan Vespucci de 1526, o el planisferio «Salviati»
conservado en la Biblioteca Laurenciana de Florencia,
pieza c. 1527, regalada por el emperador Carlos V al
cardenal epónimo. A este podemos sumar una fuente de
1513 basada en información portuguesa y española, como
su mismo autor lo establece, pero que resulta a primera
86
vista más que exótica, dando origen a numerosas
interpretaciones:
la
sección
que
se
conserva
del
mapamundi del almirante turco Piri Reis.
Mapa de Cantino - Siglo XV
Las primeras exploraciones
Las exploraciones en el área del Río de la Plata
comenzaron por dos causas fundamentales:
87

Descubierta la condición de América como un
continente interpuesto entre Europa y Asia, se debía
encontrar un paso interoceánico. Esta búsqueda era
especialmente urgente para España, que no contaba con la
posibilidad de circunnavegar África.

La otra causa relacionada con la anterior, fijar qué
territorios correspondían a cada Corona, elemento esencial
para dilucidar, de localizarse, a quién pertenecía el referido
paso interoceánico.
A estos elementos originales se agregó rápidamente la
búsqueda de riquezas, en especial de la «Sierra de la Plata»,
versión para esta región de las leyendas de fabulosas
riquezas minerales, oro, plata y piedras preciosas según el
caso que se repitieron en todo el continente. Como
consecuencia de los aspectos considerados, no pasaron
muchos años sin que comenzaran los viajes de
exploración.
A esta primera etapa siguieron los asentamientos iniciales
y muy precarios en el Río de la Plata, buscando una vía de
acceso a las minas de plata que se creía existían en esta
región, origen del sugestivo nombre Río de la Plata.
88
No fueron los españoles los primeros visitantes de la
región, los portugueses consideraron que esta zona se
encontraba
dentro
de
sus
posesiones,
realizando
expediciones que en muchos casos tenían un carácter
secreto, tanto para reservarse la información sobre la
riqueza y viabilidad de la toma de posesión efectiva, como
para evitar reclamos españoles. El secreto de las
exploraciones portuguesas no indica necesariamente que se
considerara que estos territorios no les correspondían, sino
que se buscaba fijar si estos en realidad estaban dentro de
su soberanía. En este sentido, los mismos españoles
también dudaban con respecto a su soberanía sobre
extensas zonas. Este tipo de posibilidades se observa,
convertida en una aparente realidad en el mapa Cantino,
donde se marca una línea de Tordesillas que beneficia a los
portugueses en cuanto expresa su abrupto viraje de la costa
sudamericana hacia el este en un área en la cual en realidad
se orienta hacia el suroeste, entrando en el hemisferio
español.
En este ámbito, se pueden considerar una unión de
razones, en la que convergían los intereses particulares con
la necesidad de explorar si realmente los territorios
89
quedaban fuera o dentro de su demarcación. Súmese a esto
el siempre conveniente uti possidetis iuris, no aceptado por el
Tratado de Tordesillas y no utilizado por muchos años en
las negociaciones posteriores, pero que en casos
específicos podía servir para negociar, como ocurrió en el
tratado de 1750
El cuestionado viaje vespuciano
Se ha discutido largamente sobre la expedición
portuguesa, considerando su ruta real, en la cual participó
Amérigo Vespucio de 1501-1502. Modernamente se ha
considerado que el florentino habría pasado por el Río de
la Plata y llegado hasta las costas patagónicas, visión
enfrentada a la interpretación basada en la célebre Lettera
vespuciana, según la cual en latitud 35º sur, que es la del
citado río, habría tomado rumbo sureste alejándose océano
adentro para luego de pasadas estas latitudes retornar a la
costa.
La presencia de esa expedición en tierras rioplatenses fue
utilizada por los mismos portugueses en el temprano siglo
XVII en su defensa de la legalidad de la fundación de la
90
Colonia do Sacramento, a la cual consideraron dentro de
las fronteras de Tordesillas: al derecho legal por el tratado
se sumaba la toma de posesión efectiva de la zona platense
realizada a partir del descubrimiento vespuciano.
Considerando
el
interés
que
el
tema
tomó
modernamente, tenemos en especial la ya clásica e
influyente obra del investigador y geógrafo argentino
Roberto Levillier que ha formado discípulos y seguidores.
En 1948, publicó un extenso libro en dos tomos América la
bien llamada, utilizando una abundante documentación y
cartografía antigua como respaldo del trabajo realizado. Al
principio su obra fue bien recibida por los entendidos,
pero
un
estudio
más
exhaustivo
mostró
ciertas
incongruencias, empezando a surgir así las críticas. Se llegó
a cuestionar la objetividad del autor, diciendo que adaptaba
algunos mapas y corregía sin fundamento crítico
documentos buscando que estos coincidieran con sus
ideas. De esta forma Levillier identifica al Río Jordán como
Río de la Plata y al Pinácullo Detentio como el cerro de
Montevideo, el río San Antonio es el cabo San Antonio, el río
Cananea, punto sur de la expedición de Vespucio se
encontraría entre 45 y 47º sur.
91
Demostrando sin embargo que la discusión no está
cerrada, otros investigadores, a pesar de criticar la obra de
Levillier, consideran que la presencia vespuciana en el Río
de la Plata fue real. Entre ellos se destaca el investigador
uruguayo Rolando Laguarda Trías, que en su obra El
hallazgo del Río de la Plata por Amérigo Vespucci en 1502,
publicada inicialmente en 1982 avala la teoría, pero
partiendo de parámetros metodológicos diferentes, donde
se acentúa el estudio de los mapas de comienzos del siglo
XVI en base a su estructura y su contenido, en especial la
toponimia.
Continúan las expediciones
Retomando el hilo cronológico, la siguiente expedición
europea al Río de la Plata, realizada entre los años 1511 y
1512 en búsqueda de un pasaje interoceánico, también
habría sido portuguesa. Al mando accidental de Esteban
Froes, y documentada en el libro realizado sobre el tema
por el historiador Rolando Laguarda Trías, habría pasado
por estas costas, dejando como posible recuerdo el
topónimo que define la isla de Flores, cerca de
92
Montevideo, nombre atribuido tradicionalmente a la
expedición de Gaboto.
Esta expedición, cuyos integrantes fueron aprehendidos
por autoridades españolas en su retorno, pudo a su vez
haber sido la fuente de la información transcrita en La
Nueva Noticia de la Tierra del Brasil, de carácter anónimo,
publicado en alemán a comienzos del siglo XVI. Por otro
lado, este mismo documento sería la fuente de
información que aparece en la Loqulentissima quedam térrea
totius descriptio y en el globo terráqueo del geógrafo alemán
Juan Schöner de 1515, donde se observa un pasaje
interoceánico a 42º sur, en el área cercana al Río de la
Plata.
Para ese momento, el conquistador español Vasco
Nuñez de Balboa había demostrado —en los hechos— el
hasta ese momento hipotético océano que se interponía
entre Asia y América.
Puede existir aún otro viaje secreto al Río de la Plata
pues tradicionalmente las noticias del mapamundi de
Schöner también se han atribuido a la expedición
portuguesa a cargo de Juan de Lisboa en 1514. Armada
93
por el comerciante Cristóbal de Haro, éste actuó en
Portugal previo a su pasaje a España en 1517, donde
constituirá un importante apoyo de la expedición de
Hernando de Magallanes. Precisamente, la información
obtenida por esta expedición, que quedó solo a la entrada
del Río de la Plata, precisamente en el área de Maldonado,
habría dado fundamentos al proyecto de Magallanes que
esperaba encontrar un canal interoceánico, que finalmente
halló bastante más al sur.
Luego de esta sucesión de acciones lusas, encontramos la
primera referencia de una expedición española que tocara
la región del Río de la Plata en el viaje del piloto mayor
español Juan Díaz de Solís, quien suscribió con la Corona
española una Capitulación, por la cual debía llegar al paso
del Sur y rodear América hacia la Castilla de Oro, o sea la
actual Centroamérica. Este es el descubrimiento oficial del
río de la Plata como tal y de la aparición del Cabo Santa
María de la Candelaria como referencia del viraje que debía
realizarse para entrar a él.
Expedición compuesta por tres pequeñas naves, zarpó
del puerto de Bonanza el 8 de octubre de 1515, luego de
94
tocar el cabo San Roque en el actual Brasil llegó a lo que
hoy conocemos como Punta del Este, que fue llamada
Cabo de Santa María, el 2 de febrero de 1516, el vecino
puerto de Maldonado fue denominado como Nuestra
Señora de la Candelaria. La expedición costera continúo hasta
la localidad donde luego se fundó la Colonia del
Sacramento, sin que quedaran referencias de su pasaje por
Montevideo. En esa zona, justamente, luego de nombrar a
las islas de Piedras (hoy San Gabriel y otras menores
aledañas) y Martín García (la última por su despensero,
muerto y enterrado en ese lugar), Solís desembarcó en
tierra firme con dos oficiales reales y seis marineros, siendo
muerto por los nativos, salvándose solo el grumete
Francisco del Puerto. Éste se incorporó a la vida de los
indígenas uniéndose luego a la expedición de Gaboto.
Una vez finalizada esta fallida expedición, se debió
esperar hasta el viaje de Hernando de Magallanes para que
pisasen esta banda nuevamente, la expedición magallánica
buscaba un paso a través del Nuevo Mundo para
establecer si las Molucas se encontraban en el lado español
del antimeridiano de Tordesillas. Partió de Sanlúcar de
Barrameda el 20 de septiembre de 1519, el 10 de enero de
95
1520 divisaron una elevación a la que le pusieron el
nombre de Monte Vidi, primera referencia al cerro de
Montevideo, altura topográficamente relevante para los
marinos que siguen la costa y buscan puntos de referencia.
La expedición ancló en el actual arroyo San Pedro, desde
donde la nave Santiago, al mando de Juan Rodríguez
Serrano navegó por el río que los nativos llamaban con un
nombre que para oídos europeos sonaba a Uruguay, el cual
ha dado nombre a este país.
Luego de corroborar la expedición de Magallanes que el
Río de la Plata no es el pasaje interoceánico, se continuó la
exploración al sur saliendo de nuestro foco de atención.
El comienzo de la actividad española, no implicó que los
portugueses
abandonasen
sus
operaciones
de
reconocimiento de la región. Antes de la visita de la
expedición de Sebastián Gaboto, por lo menos arribaron
una vez más con la exploración al mando de Cristóbal
Jaques, en 1521, que dejó en la toponimia identificatoria de
la región la repetida isla de Jaques que apareció
posteriormente en numerosos mapas de esta zona.
96
Ante el fracaso de las conversaciones en Elvas-Badajoz
entre España y Portugal por la situación de las islas
Molucas, el 24 de julio de 1525 partía desde La Coruña la
expedición de siete naves y 450 hombres al mando del
designado capitán general de la Armada y capitán general y
gobernador de las Islas Molucas fray García Jofre de
Loaisa, e integrada también como piloto mayor por
Sebastián Elcano. Ambos personajes morirán en la
expedición. De ella prácticamente no ha quedado memoria
en la historia del Río de la Plata, signada por un fugaz
pasaje por la región en diciembre de 1525 bajando desde la
costa del Brasil y avanzando hacia el pasaje transoceánico
descubierto previamente por Magallanes.
Al año siguiente, los españoles penetraron nuevamente
en esta región. El 3 de abril de 1526 partió también de
Sanlúcar de Barrameda con tres naves la expedición al
mando del piloto mayor Sebastián Gaboto para intentar la
circunnavegación
de
América
intentando
repetir
nuevamente el viaje de Magallanes. Desviada la expedición
una vez conocidas las historias referidas a grandes riquezas
en el interior del continente al recalar en la isla de Santa
Catalina (Gaboto le da el nombre por su esposa), el jefe de
97
la expedición desobedeció las órdenes de la Corona
española A partir de ese momento, y hasta su retorno a
España, los integrantes de la expedición se dedicaron a
explorar el territorio platense en búsqueda de la Sierra de la
Plata. En este ámbito, el 6 de abril de 1527 Gaboto arribó
al actual arroyo de las Vacas, en la costa de la Banda
Oriental, al cual llamó puerto de San Lázaro, fundando allí
un fortín y punto para reparación de las naves, primer
asentamiento permanente, si bien efímero en ese territorio.
A continuación pasó a explorar especialmente la zona del
Paraná donde fundó el fuerte de Sancti Spiritus sobre el
Carcarañá.
A esa expedición también corresponde el honor de haber
bautizado como Río de la Plata a este estuario mientras
profundizaba la exploración de los ríos Paraná y Uruguay.
Sebastián Gaboto al cual se le había sumado la empresa del
portugués al servicio de la Corona española Diego García
de Noguer, volvió a España en 1530 para justificar su
desobediencia, reforzando la leyenda referidas a la riqueza
de la zona, a pesar de los pobres productos que llevaba a
su retorno.
98
Sobre el territorio recién recorrido y explorado, y el
conocimiento real del mismo, nos queda un elemento
cartográfico de gran valor, realizado por el cosmógrafo
mayor Alfonso de Santa Cruz, quien participó de la
expedición de Gaboto, que presenta algunos aspectos de
particular interés.
Luego de este breve análisis queda interrogarse si se tenía
real idea de la zona por donde pasaba la frontera hispanoportuguesa.
Por lo estudiado hasta el momento podemos considerar
que la situación seguía en una nebulosa en la cual ni
siquiera cada estado había tomado una posición definitiva.
Como un buen ejemplo de esta situación tomemos al
99
ámbito de la cartografía y la definición, por ella, de las
soberanías española y portuguesa. En el mapamundi de
1544, aparentemente el único que se conservaría de la
importante obra de Sebastián Gaboto, queda claramente
establecido que consideraba al territorio del Río de la Plata
dentro de la demarcación española. Sin embargo, no
debemos olvidar que esta zona, aún en las fuentes
españolas, presenta dudas sobre su soberanía. Tomando
un documento de origen español, de carácter oficial, en el
mapamundi, boceto de Padrón Real, realizado por Juan
Vespucci, sobrino de Américo, en 1526, si se traslada las
370 leguas desde las islas Cabo Verde, toda la región del
Río de la Plata quedaría bajo soberanía portuguesa.
Podemos comprender mejor, luego de estas referencias, las
dudas que asaltaron al propio Magallanes con respecto a la
posesión de las nuevas tierras en 1520.
Sin embargo estas dudas iniciales rápidamente se
resuelven para España con una demarcación que establece
la frontera en una zona lejana a esta región. Ya a
comienzos del siglo XVII, en las Décadas de Herrera
quedaba clara una frontera que pasaba por la zona de San
Vicente. Sin embargo, las autoridades españolas, llegado el
100
momento
aceptaban
otras
opciones: frente a las
reclamaciones portuguesas fundadoras de la Colonia do
Sacramento en 1680, negaron sus planteos, pero aceptaron
una frontera en la actual Punta del Este en Maldonado.
Retornando a las primeras décadas del siglo XVI, el otro
protagonista de las exploraciones, Portugal, no se mantuvo
inactivo.
Como
se
ha
referido
las
exploraciones
portuguesas habían actuado al borde del secreto,
intentando demarcar sus territorios, así como hallar
posibles riquezas y zonas estratégicas por las cuales valiera
la pena litigar. Para este momento se dieron los primeros
intentos de toma de posesión.
Casi en el mismo año en que parte la expedición de
Sebastián Gaboto de retorno a España, se produce la
misión portuguesa al mando de Martín Alfonso de Souza
(1530), acompañado por su hermano Pero Lopes.
Compuesta por cinco naves y 400 soldados y marinos, se
realizaba bajo el nombre del rey de Portugal, que para ese
momento había realizado la primera división en capitanías
de
sus
posesiones
americanas.
Con
esta
medida
administrativa, unida a la exploración y toma de posesión
101
de Martín Alfonso, se intentaba revertir la casi inexistente
ocupación del Brasil por un Portugal que había estado
concentrado en Asia. Al efectivizar su dominio en los
territorios americanos, incluso poblar donde fuese posible,
los lusitanos evitaban la piratería de palo Brasil y la
tentación de que otra nación, se temía especialmente por
los franceses, se estableciera en ellos.
Llegada la expedición a las costas platenses el 8 de
octubre de 1531, su misión incluía delimitar los territorios
portugueses
según
el
Tratado
de
Tordesillas,
considerándose que esta región se encontraba dentro de
sus fronteras. Costeando el litoral hacia el sur, y luego de
sufrir una fuerte tormenta cuando se encontraban cerca de
la boca del Río de la Plata, la flota fue obligada a realizar
operaciones de reparación en las naves utilizando como
base de operaciones la Isla Gorriti. Allí, en el puerto de
Maldonado, ante esta situación, en el consejo de pilotos y
maestres convocado por Martin Alfonso se consideró que
el Río de la Plata era muy peligroso debiendo continuar
una sola nave. Como consecuencia el resto de la
expedición permaneció en la zona. La colocación de los
padrones de posesión portugueses en la costa de la Banda
102
Oriental debía ser llevada a cabo solo por un bergantín con
30 hombres al mando de Pero Lopes. Como ya
expresamos, la función de la nave enviada quedaba muy
clara: establecer los símbolos de la soberanía portuguesa en
la zona, con lo cual parten «… a poner unos padrones y
tomar posesión de dicho río por el Rey nuestro señor…».
Cerrando esta sección se debe considerar cómo se
desarrolló a partir de esta expedición el tema platense en la
Corona portuguesa. Considerando que este período
constituye un punto de referencia en el marco de la
interpretación geohistórica realizada por los portugueses a
lo largo de su confrontación con los intereses españoles se
consideró que la margen oriental del Río de la Plata
constituía la demarcación sur de sus posesiones. Este
límite se complementaba hacia el interior siguiendo el
curso de los ríos Uruguay o Paraná.
La expedición de Martín Alfonso de Souza, no solo fue
importante para las reivindicaciones portuguesas, sino que
marcó un momento de inflexión en la política española del
momento, llevando a la época de los adelantados. La
información de la importante expedición portuguesa de
103
Martín Alfonso, unida a datos previos de otras que habían
penetrado en una región que la Corona española
consideraba como propia, había llevado, a nivel de la
diplomacia entre ambos países, a una situación de tensión
en la cual España decide la toma de posesión efectiva de la
región. El 31 de agosto de 1531 se suscribe la Real Cédula
destinada al embajador español Lope Hurtado de
Mendoza, para que se informe si es cierto que de las
carabelas que el rey de Portugal envió al Brasil y Río de la
Plata, dos volvieron con oro. En ese año 1531, sin fecha,
un requerimiento enviado por el embajador español Lope
Hurtado de Mendoza a la corte portuguesa en nombre de
su soberano, establece claramente que por los viajes de
Solís, García y Gaboto, los dos últimos con una
permanencia de tres años en el Río de la Plata explorando
el río y sus afluentes, su estado tenía prelación en esta
región que consideraban propia. Como consecuencia se
solicita que no se envíen más armadas a esta región y si en
ese momento hay alguna allí, se la haga retornar. La
respuesta del monarca portugués en ese momento, enviada
a través de embajador de esa nación en España, Álvaro
Méndez de Vasconcelos, intenta crear la duda con respecto
104
a las aseveraciones españolas, considerando que la región
había sido descubierta hacía muchos años por vasallos
portugueses, si bien establece que le han dicho que un tal
Solís lo hizo para España hace muchos años. Se busca en
consecuencia complejizar la discusión y no dar los alegatos
españoles como certeros. Buscando detener una escalada
diplomática sin embargo el monarca lusitano acepta que se
retiraría si la precedencia fuera española.
Esta actitud no significó un retroceso en la posición
portuguesa.
A su vez, llegado el momento por parte de los
portugueses
de
plantear
estos
territorios
a
nivel
cartográfico, indudablemente el territorio quedaba en su
porción de América, realizando incluso, algunos de los
cartógrafos, un activo «enderezamiento» de la costa
americana para asegurar esta situación. Tomemos tres
expresiones de este país, considerando en dos de ellos la
división política.
Un ejemplo clásico es el del portugués Fernando Vaz
Dourado, que en sus diferentes cartas presenta las
características de la cartografía de su país de origen, donde
105
el Río de la Plata se considera dentro de las fronteras
propias.
Políticamente, el territorio de la Banda Oriental era
incorporado al sistema territorial portugués, englobaban
dentro de la capitanía de San Vicente, que correspondía a
los hermanos Alfonso y Lope de Souza o la separaban de
ésta bajo la denominación de Capitanía del Rey.
Para el primer caso tenemos el conocido mapa realizado
hacia 1574 por el cartógrafo Luis Texeira, perteneciente a
la conocida familia que sirvió tanto al rey de Portugal
como de España (donde era conocida como Tejera). Esta
pieza, que se conserva en la Biblioteca de la Ajuda en
Portugal, nos muestra una estructura de capitanías que se
extiende hacia el interior utilizando el Paraná como
frontera hasta ser incluido en los territorios portugueses al
bifurcarse con el río Paraguay. Con respecto a la capitanía
do Rey, ésta no aparece, pero el cartógrafo debe extender de
3 a 4 veces, según el caso, la extensión de la capitanía de
Lopo (sic) de Souza sobre la costa con respecto a las otras
capitanías.
106
Con respecto a la capitanía do Rey, como establece el ex
gobernador de la Colonia de Sacramento Sebastiâo de
Veiga Cabral:
«Conforme a carta Geral do Orbe q’ fez o Cosmographo
Bartolomeu Velho no anno de 1562 por orden do Sor. Rey
D. Joâo 3º, e o Atlas Universal, se divide o Brazil em 15
capitanías, das cuais a ultima se chama de El Rey q’
incluino as fertillissimas terras, fundamento total do meo
assumpto, corre seg,do Guilhermo Blaeu, Pedro Planio e
moitos autros, des.le o Rio de Cananea the ao Cabo das
Areas ou Bahya de S. Mathias como resolveo Philippe 3º.»
Resulta importante también la referencia al cartógrafo
portugués Bartolomeo Velho pues en su mapamundi de
1561-62 encontramos una de las expresiones de la Isla
Brasil en relación a la línea de Tordesillas, envolviendo en
su marco el Río de la Plata.
Si bien las disputas tratadas continuaron con variantes, es
a partir de los adelantados que España toma un nuevo
impulso en el dominio del Río de la Plata, y obliga a
Portugal a tomar medidas contrarias.
107
Las disputas hispano portuguesas, como sabemos,
continuaron hasta el inicio del siglo XIX, disputa en la cual
el viaje de Solís, que pautó el Cabo de Santa María, hoy
Punta del Este, como punto de referencia de todos los
navegantes, no fue olvidado, convirtiéndose cada tanto en
una referencia de dominio por los españoles y de rechazo
por parte de los portugueses. Cuando se funda la Colonia
del Sacramento y ésta es tomada por los españoles,
obligando a una reunión de lusitanos e hispanos para
defender sus derechos, sobre la propiedad del Río de la
Plata y sus tierras aledañas, Portugal hacía retrotraer al
período inmediatamente anterior a la expedición de Martín
Alfonso en 1531, un consenso hispano – portugués inicial
que en realidad nunca existió, por el cual Solís y su viaje,
había sido rechazado por la Corona española. En el Alegato
portugués anónimo por la posesión de la Colonia del
Sacramento se da un sentido vindicativo de la posesión
portuguesa a las acciones tomadas por la expedición de
Gaboto. Según esta versión, tan alejada de la realidad
según la visión española, éste habría llegado con la expresa
orden de reparar la violación de soberanía cometida por
108
Juan Díaz de Solís quien había hecho actos de posesión
soberana, según decían, en la isla de San Gabriel:
«Continuando su viaje llegó Gavoto con efecto a el rio /
de la plata; subio a San Gabriel, y reconociendo que eran
tierras de Portugal, y la prohibición que llevaba en su
regimiento / paso adelante y edifico una fortaleza en la
mar / gen occidental del rio de la plata, que aún oy
conserva el mismo nombre de su fundador».
A pesar de los deseos y protestas portugueses, la toma de
posesión por España realizada por Juan Díaz de Solís en
Maldonado, inició una sucesión de eventos que llevaron a
que hoy el Uruguay sea lo que es, y el departamento de
Maldonado ocupe el puesto de importancia que merece en
este hecho.
La persistente persecución del poniente
Arq. Francisco Bonilla
Nacido en Pan de Azúcar y viviendo alternativamente entre esa
ciudad y la de Maldonado, se traslada a Montevideo, donde se graduó
como arquitecto y actualmente reside.
109
Fue secretario ejecutivo de la Comisión Especial Permanente de la
Ciudad Vieja de Montevideo y posteriormente, director de la Unidad
del Patrimonio de la Intendencia de Montevideo.
Actuó como coordinador de la primera y la tercera edición de la
Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo, publicación de la AECI y
la IMM.
Algunos de sus trabajos han sido publicados en el extranjero,
destacándose el capítulo sobre la Ciudad Vieja de Montevideo en el
libro Centros Históricos de América Latina y el Caribe, publicación de
UNESCO, BID, Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia y
FLACSO – sede Ecuador (2001).
En los últimos años su actividad se ha centrado en una investigación
en torno al Tratado de Madrid de 1750, sus consecuencias y la
problemática de sus elementos demarcatorios.
Es consultor Senior de UNESCO para temas de patrimonio.
El presente trabajo pretende aportar antecedentes que
aunque en ocasiones remotos, entendemos contribuyen a
una mejor comprensión de los hechos que tienen su centro
en el arribo de Solís a estas latitudes. Se da cuenta de la
incertidumbre general que rodea el asunto de los
descubrimientos y sus protagonistas, intentando a su vez
dar una idea de los riesgos que implicaba lanzarse al mar
110
con
medios
precarios,
instrumental
elemental,
documentación muchas veces engañosa y sabiendo de
relatos fantásticos capaces de amedrantar a varios. Pero
también y sobre todo, se bucea en las motivaciones que
dieron lugar a los hechos. Privilegiando lo contextual
frente a lo episódico. Se trata de Solís y sus circunstancias.
«… el Maluco, adonde se dice que vamos, el
clavo, la pimienta, el azafrán, la canela,
para regresar lo más ricos y títulos y
gobernaciones, y hasta honores sin cuento...».
Baccino, Napoleón. Maluco: la novela de los
descubridores.
Mitos, leyendas, ilusiones. La esquiva verdad
Las crónicas de los descubridores contienen en ocasiones
relatos harto fantasiosos donde abundan enormes
monstruos marinos capaces de destruir una nave de una
sola dentellada, terribles dragones y seres de aspecto
humano pero con un solo ojo o con orejas tan grandes que
111
podrían
ser
usadas
como
saco
de
dormir.
No es raro que detrás de esta actitud se encuentre la
intención de atraer la atención de un relato, agigantar
arteramente los méritos de los expedicionarios que
regresaban de largos viajes y también generar temores que
desalentaran a quienes se mostraran de alguna manera
como competidores en esta carrera por llegar antes donde
se suponía o se tenía certeza había algo de valor.
Para el caso que nos ocupa, no resulta ocioso advertir
que también la ausencia de documentación suficiente o al
menos consistente, hace posible que aún hoy permanezcan
en el misterio la forma en que se desarrollaron
determinados hechos o simplemente acceder a un dato
específico. Solo por entender que se presta para
112
presentarlo como ejemplo de lo dicho, podemos ver lo
dificultoso
que
puede
resultar
conocer
cosas
aparentemente tan sencillas como el lugar de nacimiento
de algunos descubridores, hecho que suponemos en
ocasiones promovido por los propios protagonistas. Como
veremos más adelante, Juan Díaz de Solís es un ejemplo de
esta circunstancia y nos resulta suficientemente singular
como para mencionarlo. Más aún el caso de Cristóbal
Colón donde la creencia más extendida lo da como
genovés, aunque en los últimos tiempos ha crecido la
hipótesis que lo cree nacido en la isla de Ibiza. Se asegura
sí que hablaba en castellano «con cierto acento portugués»
y escribía en esa misma lengua pero usando «giros propios
del catalán». Otro tipo de situación, bastante reiterado, lo
constituye el de Américo Vespucio, quien a pesar de
tenérsele como poseedor de tan grandes méritos navales
como para influir en el nombre de un país y aún dar
nombre a todo un continente, sus relatos a menudo
notoriamente fantasiosos e incongruentes, han sido
puestos bajo sospecha, añadiendo también su cuota de
confusión.
113
De quedarnos con las versiones simplificadas y dadas por
totalmente ciertas de algunas historias que desde época
escolar venimos escuchando, arriesgamos caer en creer en
lo que nunca aconteció. El carácter secreto que llegaron a
tener algunas expediciones, sobre todo de Portugal, hacen
todavía más denso el velo que oculta también lo que en
realidad ocurrió por desconocer o al menos poseer escasa
información y no siempre de fiar.
Una cartografía que estuvo durante siglos lejos de la
realidad y las limitaciones derivadas del escaso e impreciso
instrumental de navegación disponible, hicieron algo más
imprecisas situaciones en las cuales a menudo no se sabía
cómo llegar donde se pretendía, ni se podía especificar
dónde se había llegado. La navegación se debió hacer
primero «costa a la vista» o mediante la llamada
«navegación por estima», sistema complejo basado en
cálculos logarítmicos de las distancias recorridas que daba
pobres resultados tanto por la forma en que se obtenían
los datos, como por la incidencia de vientos y corrientes.
Por último cabe citar a la navegación astronómica, la que
gracias a la creciente introducción de instrumentos, fue
aportando sucesivas mejoras. De todos modos, por mucho
114
tiempo no fue posible por ejemplo la determinación de la
longitud de manera fiable y además para ello se dependía
de
que
se
astronómicas.
dieran
Para
muy
particulares
establecer
condiciones
completamente
las
coordenadas de un punto determinando la necesaria y
esquiva longitud, hacía falta encontrar un mecanismo
preciso y posible de ser utilizado bajo cualquier
circunstancia. Ello recién vino a ocurrir con la fabricación
de un reloj de precisión o cronómetro por parte del
relojero inglés John Harrison en 1761, aunque la extensión
de su uso se hizo esperar un poco.
El llamado de Asia: El valor de las especias
Colón aseguraba haber llegado a destino solo gracias a las
sagradas escrituras, aseveración que podemos poner en
duda. Resulta improbable no conociera al menos los
relatos de Marco Polo o los escritos del sabio griego
Ptolomeo. Cuando en las Capitulaciones de Santa Fe, que
formalizaron la aventura de Colón, se dice que se le envía
para explorar «lo que (se) ha descubierto en las mares
oçéanas», parece darse pie a la llamada teoría del prenauta, en
115
la cual nuestro personaje habría contado a su vez con
cierta información dada por un moribundo marino
portugués o vizcaíno al que una serie de circunstancias
fortuitas habrían hecho derivar su nave hacia unas islas
muy alejadas de Europa, refiriéndose tal vez a las del
Caribe. Agreguemos que se presume con razón que
también tenía una copia del mapamundi de Toscanelli
(1474), a quien se considera pudo haber incluso conocido.
Toscanelli, que no sabía ni imaginaba la existencia del
continente americano y suponía que el mundo era más
pequeño, representó a Japón (Xipango) aproximadamente
cerca de América Central. Por tal motivo, Colón habría
creído que había arribado no solo al continente asiático el
116
12 de octubre de 1492, sino además a la propia Xipango
cuando tuvo oportunidad de viajar a Cuba a poco de su
llegada a una de las islas de las Bahamas (Guanahaní).
Buscaba en esa otra isla mayor el oro que se decía allí
abundaba. Para su decepción en esa isla no encontró tal
cosa. Y por supuesto, tampoco especias. Como es sabido,
el almirante de la Mar Océana, murió sin saber el continente
que había descubierto.
La preferencia por el uso de especias en la gastronomía
venía creciendo en Europa desde la Edad Media y su
precio era significativamente alto debido al largo viaje que
se debía hacer para llegar al Viejo Mundo desde la lejana
Asia. Para ello se había establecido una ruta en gran parte
terrestre, que en algunos sectores se vinculaba con la de la
seda. La caída de Constantinopla en manos de los turcos
otomanos en 1453 complicó la situación y la ruta quedó
prácticamente en manos de los árabes que cuidaban
celosamente de la misma, repercutiendo esto en un
encarecimiento de unos productos que eran muy caros. La
pimienta negra venía de la India y el precio de una bolsa
pequeña de la misma podía equivaler a lo que ganaría un
trabajador a lo largo de toda su existencia. De las Islas
117
Molucas llegaba el clavo de olor la nuez moscada. Con el
clavo traído por la expedición Magallanes–Elcano que
completó por primera vez la vuelta al globo terráqueo, aún
con sus costosísimas pérdidas, logró obtenerse saldo
económico positivo. En esas mismas islas crecía la nuez
moscada, cuyo precio era superior al oro en peso.
Buena parte de las expediciones, entre las cuales en
principio la de Colón, tuvieron su origen en llegar a la
India, a la China y a las Islas Molucas o de la Especiería
(también conocidas como Islas del Maluco) a través de rutas
alternativas a través del mar. Para efectivizar estas
118
empresas era necesario establecer una suerte de contrato
entre la corona y el navegante responsable, lo cual daba
lugar a las llamadas capitulaciones, de cuyos extensos y
siempre complejos textos surge como factor común un
claro interés por la obtención de bienes traídos de las
tierras destino de dichas expediciones. En las ya
mencionadas Capitulaciones de Santa Fe, vinculadas al primer
viaje de Colón, se establece traer de Oriente mercancías,
especies, oro y seda. Para el viaje de Solís, del que nos
ocuparemos más adelante, se expresa como objetivo
principal la búsqueda en América de un paso a la
Especiería navegando hacia el oeste. En el caso del viaje
que emprende Magallanes y que completa Elcano, se
menciona en las respectivas capitulaciones que «en las islas
del Maluco hay la especiería», de donde obviamente se
esperaba se regresase, como aconteció, con un cargamento
de los preciados aderezos. A Gaboto se le indica volver
cargado de especies, piedras preciosas, oro y seda,
reiterando
ambiciones
sin
demasiadas
puestas
de
variaciones
manifiesto
las
en
mismas
anteriores
capitulaciones. Las especias, siempre presentes. Obsérvese
la enorme influencia que llegaron a tener unas costumbres
119
gastronómicas afianzadas en Europa en los viajes de los
llamados descubridores.
Las empresas impulsadas por la Corona española que
hemos mencionado, forman en muchos casos parte de una
carrera para llegar a las tierras donde se encontraban los
citados objetos de deseo antes que los portugueses,
quienes ya habían logrado avances en llegar a iguales
destinos rodeando el continente africano. Vasco da Gama
alcanzó una primera meta al arribar no sin pocas
dificultades a la India en 1498, logrando así modificar en
parte las reglas de juego que regían hasta entonces en el
tráfico de algunas especias, en especial el de la ya citada
pimienta, obteniéndose así ganancias del 400 %. Pero para
los españoles la carrera no había concluido.
La referencia del meridiano de Tordesillas. Sus
antecedentes
Tras el viaje de Colón y aprovechando la circunstancia
que había sido elegido papa el valenciano Ricardo Borgia,
el que había tomado el nombre de Alejandro VI, los reyes
católicos influyeron sobre el mismo para que emitiera una
120
bula que concediera derechos a éstos en cuanto al
descubrimiento realizado. Existían compromisos mutuos
entre las partes que favorecían lo pretendido. Se ha dicho
que fue un acuerdo entre un papa corrupto y unos reyes
ambiciosos. Bajo la presión y posterior fiscalización de los
reyes católicos, el papa emitió en 1493 una serie de bulas,
conocidas como bulas alejandrinas, de las cuales la
denominada Breve Inter caetera II es la que nos interesa por
fijarse en ella un meridiano distante 100 leguas de
cualquiera de las islas de Azores y Cabo Verde, al oeste del
cual lo descubierto o a descubrir será de los reyes de
Castilla y León. En dicha bula no se menciona a Portugal.
El antecedente inmediato de dicho documento lo
constituye una cédula real donde dicho meridiano pasaba
por las islas nombradas y no a 100 leguas de allí.
Obsérvese que el meridiano a que refería el texto papal,
adolecía de una notoria imprecisión para su fijación.
La bula fue firmemente rechazada por el rey Juan II de
Portugal, quien aducía que la misma desconocía el Tratado
de Alcaçobas de 1479 en el que se había acordado un
reparto de las zonas de influencia del Océano Atlántico
muy diferente, reclamando por tanto para Portugal lo que
121
quedara por debajo de las islas Canarias. Los reclamos
lusitanos forzaron una negociación de varios meses en la
localidad de Tordesillas, España.
Durante ese período se puso en funcionamiento una red
de espionaje por parte de Portugal para conocer cómo iba
evolucionando la opinión de los monarcas españoles en
dichas negociaciones. No fue la primera ni la última actitud
de este tipo que tomaron cualquiera de estas coronas a lo
largo de los años, implicando para ello a veces a personajes
tan célebres como Juan de la Cosa. Finalmente el 4 de julio
de 1494, los representantes de ambas coronas firmaron lo
122
que se conoce como Tratado de Tordesillas, por el cual
básicamente se desplaza el meridiano establecido por la ya
descrita bula alejandrina, situándola ahora a 370 leguas al
oeste de las islas de Cabo Verde, comprometiéndose cada
una de las partes a no invadir la zona correspondiente a la
otra, otorgándose sin embargo como excepción el derecho
a las naves españolas de transitar por el área portuguesa,
siempre que dichas naves se dirigiesen a las tierras del
Nuevo Mundo. Se solicitó al papa la ratificación del
tratado, lo que no hizo Alejandro VI sino Julio II en 1506,
aunque a nadie pareció inquietar dicha postergación.
A modo de resumen, podríamos decir que el Tratado de
Tordesillas
significó
una
ganancia
para
Portugal,
adentrando sus dominios en tierras de Brasil. Pero
mantuvo imprecisiones similares a las que adolecía la bula
que le precedía al no especificar cuál de las islas de Cabo
Verde se debía tomar como referencia ni qué tipo de
leguas debían utilizarse. A ello se deben agregar los
problemas
que
se
mantenían
para
determinar
adecuadamente distancias en alta mar. No obstante las
dificultades técnicas que presentó en su aplicación y de sus
reiteradas violaciones generalmente intencionales, el
123
tratado tuvo una vigencia de 256 años. En efecto, con la
intención de poner fin a las largas las disputas que suscitó,
recién fue sustituido por el Tratado de Madrid de 1750,
por el que se decidió proceder a tomar referencias físicas
de carácter geográfico y a la instalación de marcos
fronterizos, de los cuales se conservan en nuestro país
vestigios de tres de ellos.
Si bien el mapa de Juan de la Cosa de 1500 (testigo
presencial de la llegada de Colón a América) es el primer
documento cartográfico donde se representan las nuevas
tierras descubiertas con aparente independencia de Asia,
no puede decirse a ciencia cierta que la línea que algunos
creen corresponde al meridiano de Tordesillas realmente
represente ese límite, entre otras razones por ausencia de
cualquier explicitación al respecto.
No es el caso del llamado mapa de Cantino de 1502, a
veces admirado sobre todo por su valor artístico. En el
mismo, el citado meridiano está expresado de manera
destacada y acompañada de un texto al respecto. Se
destaca además en ese documento un continente africano
dibujado con un considerable acercamiento a la realidad,
124
así como la costa de Brasil con vistosas referencias a su
flora y fauna, continuando la tradición de los llamados
mapas portulanos.
El buscado paso hacia el continente asiático. Los
intentos de Solís.
Dos hechos podrían haber sido las principales causas
para que el rey Fernando tomara nuevo impulso en la
búsqueda del paso entre el Mar del Norte y el Mar del Sur
por occidente, según las denominaciones usadas entonces
para los océanos Atlántico y Pacífico, respectivamente: la
llegada del portugués Vasco da Gama a la India y los
rumores que hacían mención del hallazgo de tal
comunicación interoceánica por parte de dos navegantes
125
portugueses, lo que nunca pudo ser confirmado. Reunidos
por el monarca en 1508 un grupo de geógrafos y marinos
en Burgos, se organizó una expedición al Caribe ese
mismo año que en la que participó Solís, no logrando el
objetivo perseguido.
La noticia del descubrimiento del Océano Pacífico por el
experimentado marino español Vasco Núñez de Balboa en
1513 a la altura de Panamá, debe haber reanimado
nuevamente el interés del rey Fernando para retomar la
hasta
ahora
iniciativa.
Vicente
fallida
Fallecidos
Yáñez
Pinzón, Juan de la
Cosa
y
Américo
Vespucio, el monarca
español
como
candidato
visualiza
único
para
retomar las acciones a
Juan Díaz de Solís, a
quien pone al mando
126
de la nueva expedición con el cargo de piloto mayor que
hasta entonces detentaba el florentino.
Su
experiencia
como
marino
debe
haber
sido
especialmente valorada para sobreponerse a la fama que
pesaba sobre él. Estando el servicio de Portugal cometió
algunos delitos que produjeron su huida para siempre de
allí, participó en negocios más bien turbios en las costas
del sur de España y según el célebre historiador británico
Hugh Thomas, habría mandado asesinar a su esposa. Era
conocido además por su carácter irascible y haber
participado en varias rencillas con gente de mar, entre ellos
con Vicente Yáñez Pinzón.
Sabemos que Solís se hizo a la mar con tres naves en
Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515 con la
principal misión de descubrir el tan buscado paso para
llegar a Asia navegando con rumbo al oeste, pero también
entre otros, para tratar de determinar con mayor precisión
la posición del meridiano de Tordesillas al que antes nos
referimos. La crónica oficial de esta expedición estuvo a
cargo del cronista e historiador Antonio de Herrera y
127
Tordesillas a partir de las declaraciones de Francisco de
Torres, uno de los pocos sobrevivientes del nada agraciado
viaje. Tal crónica la constituye la Historia general de los hechos
de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano. El diario
de viaje de Solís jamás fue encontrado.
Por aquella época, se daba prioridad a la navegación
costera, no mostrándose en general interés en adentrarse ni
colonizar los territorios que se iban observando durante el
viaje. El descubrimiento del Río de la Plata con su
correspondiente acto de toma de posesión, constituye una
excepción que podemos relacionar con la búsqueda del
citado paso o bien asociado a razones de índole práctica
que más adelante se detallan. Cabe preguntarse cuál sería la
documentación que poseía Solís para su viaje, que
suponemos en principio provista por la Casa de
Contratación de Sevilla. Si bien es probable que haya
tenido a la vista los antes mencionados planos de Juan de
la Cosa (1500), así como el más perfeccionado de Cantino
(1502), nos permitimos suponer contaba con un ejemplar
o copia del muy difundido en su momento mapa de
Waldseemüler de 1513, en el que aparecen por primera las
tierras descubiertas como un continente separado de Asia,
128
al que se le asignaba el nombre de América, en honor al
célebre marino florentino, denominación que curiosamente
desaparece en un trabajo posterior del mismo cartógrafo
alemán.
Podríamos incluso citar el enigmático plano de Piri Reis,
también de 1513, de origen otomano, donde parece
mostrarse a Sudamérica, aunque sin comunicación con el
Océano Pacífico y aparentemente unido a otros territorios,
aspecto que en el más técnico de Waldseemüler se deja sin
aclarar.
Además de lo dicho hasta ahora, nos detendremos en
pocos aspectos de la epopeya de Solís, en especial en
129
aquellos que además de haber tenido una especial
trascendencia, han dado lugar a más de una interpretación,
así como en otros especialmente llamativos.
La localización del desembarco en el puerto que
bautizaron «de la Candelaria» el día 2 de febrero de
1516
Salvo la hipótesis de que el desembarco se realizó en la
bahía de Montevideo, dos lugares se muestran como
posibles puntos de llegada y no podemos ocultar que ello
generó algunas diferencias al momento de conmemorar los
500
años
de
este
acontecimiento
asociado
al
descubrimiento oficial del Río de la Plata que Solís llamó
Mar Dulce. Uno de esos sitios es Punta del Este, mientras
que el otro es frente a la Cañada de la Aguada, a metros de
la parada 23 de la llamada Playa Mansa.
Solo se tienen registros de abastecimiento de agua
potable anteriores a la llegada a estos parajes por parte de
la expedición en tres lugares: a su partida, en las islas
Canarias y en la Bahía de Guanabara. Recordemos a su vez
la escasa capacidad que poseían las naves para el depósito
130
de toneles o «pipas» y que si tomamos como respetada en
este caso la tradición largamente conservada de que un
porcentaje de esos toneles se reservaba para transportar
vino, podemos hacernos una idea de la necesidad de un
nuevo reabastecimiento. Y así se hubiera dado para ello
otra oportunidad y la necesidad no hubiese quizá sido tan
perentoria, difícilmente se desaprovecharía. Si los cronistas
cuentan que en la llegada al lugar descubierto se llevó a
cabo tal tarea y considerando que el curso de agua citado
es el único en esos parajes, resulta bastante sensato
presumir que el mentado reabastecimiento se efectuó en el
mismo lugar donde el protocolo básicamente indicaba una
declaración de toma de posesión, corte de vegetación
circundante y colocación de una horca como símbolo de
ostentación de poder. La localización antes mencionada
cuenta además con la ventaja de protección frente a los
vientos predominantes (de ahí el topónimo «Playa
Mansa»). Un solo desembarco para los dos hechos.
131
La muerte de Solís
Si los relatos y comentarios hasta acá consignados tienen
en muchos casos la particularidad de referirse a hechos
más bien confusos y dar lugar a interpretaciones diversas,
la muerte de Solís es de los ejemplos donde más se
observan esas circunstancias, constituyendo un verdadero
compendio de hipótesis que se ramifican y difieren
significativamente entre sí, algunas de ellas con tinte de
fábula.
Luego de llegado Solís a una isla que bautizó Martín
García en recuerdo del despensero de mismo nombre al
que allí se dio sepultura, se quiso desembarcar en tierra
firme. Y aquí comienzan a surgir nuevas discrepancias
entre las historias, ya que si bien la versión históricamente
más aceptada ha sido que tal desembarco se produjo en las
cercanías del paraje conocido como Punta Gorda en el
departamento de Colonia, ha tomado fuerza la versión
defendida por el antropólogo Daniel Vidart que tal
desembarco se efectuó en la orilla de enfrente. Luego se
produce una inusitada floración de versiones de lo que
ocurrió, bajados a tierra firme Solís con alguno de sus
132
hombres ese fatídico 20 de enero de 1516, día en que al
decir del escritor argentino José Luis Borges con negra
ironía, «Solís ayunó y los indios comieron». Hoy es
ampliamente aceptado que tales indios no fueron charrúas
como se dijo durante mucho tiempo, sino guaraníes. Hay
investigadores que se alinean con el antropólogo Renzo Pi
Hugarte, quien supone que bien pudo tratarse no
exactamente de guaraníes, sino de pueblos guaranizados.
Solo nos detendremos en dos de las tantas versiones
relacionadas con lo ocurrido en aquella ocasión, por
revestir
ambas
curiosidad
y
hasta
inverosimilitud,
advirtiendo que desde ellas se abren a su vez diversidad de
historias con diversidad de interpretaciones. Un árbol
particularmente frondoso.
Al grumete Francisco del Puerto, bajado a tierra con
Solís y otros marinos, los indios le habrían perdonado la
vida en virtud de su corta edad y por no ser un guerrero,
en la exitosa emboscada que se dice tendida por aquellos
con posterior ritual de antropofagia. Con una imaginable
desesperación, Del Puerto queda en tierra contra su
voluntad ante el abandono de quienes pudieron regresar a
los botes de manera despavorida. Llama mucho la atención
133
el hecho de que quien vivió en un territorio prácticamente
deshabitado tuviera la suerte de ser encontrado por la
expedición de Gaboto más de diez años después de los
luctuosos hechos antes citados. En contra de lo que podría
suponerse, nunca fue llevado a España por haber
nuevamente desaparecido, siendo sospechado de traición
con quien lo encontró, en favor de unos indios con los
cuales al parecer se encontraba ya identificado. Este
personaje no figura en la crónica de Antonio de Herrera y
Tordesillas pues allí se expresa que del ataque de los indios
no hubo sobrevivientes y es recién por el citado Gaboto
que se sabe del mismo.
Guardamos para el final, más bien por su carácter más
bien pintoresco, la desconcertante versión dada por el
jesuita irlandés Lucas C. Marton en su obra Yumaranei en el
siglo XVIII, donde asegura que Solís nunca bajó a tierra
cuando el trágico episodio —aunque sí algunos de sus
hombres— y que luego de una discusión con su cuñado
Francisco de Torres (segundo al mando) y con toda la
tripulación, Solís fue abandonado en una pequeña
embarcación. Luego habría convivido con una indígena
junto a la cual dice Marton tuvo descendencia. Según este
134
relato, Solís habría recién fallecido en 1552 con 82 años y
sus restos descansarían en el Cerro Piedras de Afilar, a
pocos metros de lo que se conocía entonces como «El
Cono».
Volvamos a las naves, donde el cuñado de Solís,
Francisco de Torres, habiendo o no sido muerto y
despiezado nuestro piloto mayor por parte de los indios, se
hizo cargo de la expedición y se decidió colectivamente la
vuelta a España, donde se arribó el 4 de setiembre de 1516.
El regreso fue por demás azaroso, contribuyendo a que
esta expedición se convirtiera en una de las más penosas y
frustrantes que haya acometido la Corona española.
Cabe citar que el hallazgo del tan buscado paso
interoceánico, se concretaría recién el 1º de noviembre de
1520 durante la expedición de Magallanes (1519 – 1522),
quien continuó con rumbo al oeste. Muerto el marino
portugués al servicio de la corona española en Filipinas,
queda a cargo Elcano para, como ya antes quedó
consignado, completar la primera circunvalación al mundo,
demostrando ya de manera irrefutable la redondez de
nuestro planeta.
135
El predescubrimiento del Río de la Plata
Algunos investigadores, entre los que corresponde
destacar especialmente al uruguayo Rolando Laguarda
Trías, han puesto marcado empeño en dilucidar un asunto
que quizá no haya tenido la difusión que parece merecer: el
predescubrimiento del Río de la Plata. Si bien prestó en
principio particular atención a un viaje realizado por
Vespucio en 1501 – 1502, este autor así como otros, han
también hecho mención a otras visitas a este estuario antes
que Solís. Haremos a continuación una breve enumeración
de estas expediciones, en el entendido de que en este
trabajo colectivo se desarrollará el tema in extenso por parte
de autores con amplio conocimiento del mismo.
1501 – 1502. Viaje de Américo Vespucio en una
expedición al servicio de Portugal y bajo el mando de
Gonzalo Coelho, en el cual bautiza al Río de la Plata como
Río Jordán. En esta expedición, a la cual el historiador
antes mencionado le dedicó el libro Pre descubrimiento del Río
de la Plata por la expedición portuguesa de 1501 -1502 (1973), el
navegante italiano habría incluso alcanzado las Islas
136
Malvinas. Tales méritos se los atribuye Vespucio a sí
mismo en una carta al también italiano Pietro Soderini,
fechada en Lisboa en 1504. No podemos de todos modos
dejar de recordar que en sus relatos, Vespucio no siempre
resulta creíble, entre otros aspectos por lo confuso de sus
textos y la inclusión de algunos rasgos fantasiosos.
1512 – 14. Por iniciativa del rey Manuel I de Portugal,
parte de Lisboa el Heraldo Real Diogo Ribeiro. Muerto
éste por indígenas, la expedición queda bajo la jefatura de
Esteban Froes (o Flores) quien habría llegado al Río de la
Plata. Más concretamente, se cita al Cabo Santa María
(Punta del Este) en la boca de dicho estuario. Se dice que
de este viaje tuvo noticias el rey Fernando, lo que habría
agregado una nueva razón para encaminar el viaje que
iniciaría luego Solís. El propio Laguarda Trías hace
mención al libro Lendas da India (siglo XIX) de Gaspar
Correia, en el que curiosamente se consigna que el piloto
portugués João de Lisboa (que también habría estado
presente en el viaje antes citado), previamente a participar
en la expedición de Magallanes, hizo algunos viajes a Brasil
en los que pudiera haber llegado al Cabo Santa María en
fechas no demasiado separadas de las de Froes. Siempre
137
según el libro mencionado, João de Lisboa habría
alcanzado una latitud que dista de la correspondiente a lo
que se conocía como Cabo Santa María. El historiador
portugués Texeira da Motas ha puesto en duda el valor
documental de lo dicho por Correia, entendiendo que no
es posible dar certezas de nombres, fechas ni longitudes
sobre lo supuestamente hecho por João de Lisboa en ese
supuesto viaje.
El carácter secreto y sigiloso que tuvieron estos viajes,
responde a que con los mismos se superaba el límite
impuesto por el Tratado de Tordesillas para la navegación
de embarcaciones portuguesas. Estos viajes tenían carácter
exploratorio y solo el de Solís debe tomarse como el del
verdadero descubrimiento del Río de la Plata, por ser la
primera expedición documentada, denunciada y hecha con
toma de posesión. O sea que si bien podría llevar en el
fondo razón la aseveración de algunos historiadores acerca
de que tanto Colón como Solís «fueron los últimos en
llegar», ello no quita la dimensión histórica que les
corresponde a cada uno de estos navegantes.
138
Comentarios finales
Permítasenos a modo de epílogo enunciar unas
conclusiones que implican una mirada reflexiva sobre todo
lo vertido en este trabajo.
Efectos que se vuelven causas (como productos que se
transforman en insumos en una cadena productiva) y que
más tarde vuelven a ser efectos, forman parte de una
recurrente secuencia dialéctica que puede observarse no
solo en los episodios acá referidos, sino a lo largo de toda
la historia de la humanidad. La incorporación y mejora de
instrumentos para la navegación astronómica y de la
cartografía, permitieron avances en los viajes que a partir
de las experiencias obtenidas en los mismos, y significaron
progresos en la navegación. Para saber dónde se estaba y
cómo llegar a los destinos que planteaban algunas
misiones, las que hemos podido observar marcaban una
reiterada intención de llegar a lugares de los cuales extraer
productos para vender a buen precio. Un mercado que
surtió siempre de ideas así como de ambiciones a los
hombres.
139
A riesgo de ser interpretado como producto de un
irreverente reduccionismo histórico, nos permitiremos
parafrasear en parte a Churchill y aventurar la idea que
nunca un limitado grupo perteneciente a clases pudientes
de algunas regiones del continente europeo, por su
refinado gusto en cuanto al uso de condimentos, tuvo
consecuencias tan vastas y trascendentes a lo largo del
mundo.
La economía, a través del comercio de las especies y la
política, mediante las condiciones impuestas por el Tratado
de Tordesillas en un reparto planetario del mundo entre
España
y
Portugal,
marcaron
profundamente
los
derroteros seguidos por las embarcaciones salidas de
aquellos reinos, con todas las implicancias que hemos visto
ello significó, entre otras la llegada de Solís a nuestras
costas hace 500 años.
Al pasarse de los descubrimientos a la conquista, los
metales preciosos como el oro y luego la plata, toman la
posta en el primer puesto de relevancia, dejando bastante
de lado la significación que habían tenido las especias.
140
El tender a observar los hechos referidos de manera
fragmentaria y simplista, puede llevar a que no nos sea
posible percibir las cuerdas que movieron a hombres y
naves como parte de un complejo proceso regido por esas
dos causas de permanente presencia en la dinámica de las
sociedades, contribuyendo a perdernos en un engañoso
laberinto de novelescas aventuras desprovistas de ataduras
con su correspondiente contexto histórico.
141
142
La expedición de Juan Díaz de Solís en la
bahía de la Candelaria
Juan Antonio Varese
[email protected]
Nació en Montevideo (Uruguay) el 11 de Junio de 1942. De
profesión escribano público. Periodista, investigador, fotógrafo,
escritor. Miembro de la Academia Uruguaya de Historia Marítima y
Fluvial, de la Liga Marítima y de ICOM. Autor de los siguientes libros:
El candombe (1992) y Memorias del tamboril (1996), en coautoría con
Tomás Olivera Chirimini; De naufragios y leyendas en las costas de Rocha
(1993); Las recetas del Valiza (1994); Viaje al antiguo Montevideo (1997), en
coautoría con el pintor Carlos Menck Freire; Memorias de José María
Silva, el fotógrafo de Gardel (1997); Memorias de Aguas Dulces, Valizas y Cabo
Polonio (1998), en coautoría con Humberto Ochoa Sayanes; El naufragio
de la Vigilante (1999); Historias y leyendas de la isla de Flores (2000), en
coautoría con Eduardo Langguth; Rocha, tierra de aventuras (2001); De
náufrago a pionero (2002); Faros del Uruguay (2006); ADES. Medio siglo de
salvamento en aguas uruguayas (2006); Montevideo bajo bandera británica
(2007), A orillas del descubrimiento (2012), en coautoría con Valerio Buffa
y Alejo Cordero; Los viajes de Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río
de la Plata (2016), entre otros.
143
Con motivo de cumplirse el quinto centenario del hecho
histórico de la llegada del piloto mayor Juan Díaz de Solís
al Río de la Plata y de la toma de posesión del puerto de
Nuestra Señora de la Candelaria, bahía de Maldonado, en
nombre de la corona de Castilla, emprendí la tarea de
enfocar la atención en la figura del piloto y su tiempo, sus
viajes, sus compañeros de ruta, logros y fracasos, en
especial respecto de la expedición emprendida en el año
1515 con rumbo al sur del continente americano con la
finalidad de encontrar un pasaje hacia el suroeste.
Lo que en principio parecía una tarea simple, porque se
trataba de un personaje sobre quien estaba casi todo dicho
y no había, salvo la gloria del descubrimiento y su
ignominiosa muerte a manos de los indígenas, episodio
casi único en la época y la zona, nada interesante que
agregar, se fue transformando a lo largo de los textos y
documentos de época, de una visita a Sevilla y demás
localidades andaluzas vinculadas con el tema y del contacto
con historiadores españoles y portugueses, estos últimos
vinculados al Archivo de la Torre do Tombo, en una
investigación apasionante. Las dudas y los interrogantes se
colorearon con los matices del rico entorno de los
144
personajes y de las luchas hegemónicas entre España y
Portugal por alcanzar el legendario Maluco, La Meca de las
especias, por una ruta distinta a la tradicional, lo que
terminó por desembocar en un mundo nuevo.
Vemos entonces que Juan Díaz de Solís, oriundo del
Reino de Portugal, partió dos veces a refugiarse en Castilla
donde construyó una nueva vida ―incluso se decía
orgulloso de haber nacido en la villa de Lebrija― donde
fue nombrado piloto mayor del reino el 25 de febrero de
1512 a la muerte de Américo Vespucio, por decisión
directa de Fernando el Católico.
Como marco de referencia podemos decir que Díaz de
Solís tuvo el privilegio de vivir en uno de los momentos
más emocionantes de la historia: el pasaje de la época
medieval a la moderna, cuando se ampliaron los horizontes
geográficos conocidos a la par que se descubrían nuevas
tierras y se entraba en contacto con otras civilizaciones.
Lo maravilloso de este tipo de investigación es que, una
vez enfocado el estudio en un personaje y su tiempo y
analizado en el contexto de quienes lo rodearon, empiezan
a aparecer datos y motivaciones poco conocidas y
145
acontecimientos que se hilvanan unos con otros como las
cuentas de un collar. Y a veces se llega a conclusiones
distintas a las del punto de partida, con lo que la historia se
enriquece y colorea como la más bella e imprevista de las
aventuras.
Vamos a centrar nuestro capítulo en la expedición que
partió del puerto de Lepe el 8 de octubre de 1515 y llegó al
Río de la Plata en enero de 1516 y lo haremos en base a
dos conceptos fundamentales:
- Que no fue la primera en llegar al Paraná Guazú, como
llamaban los indígenas al Río de la Plata, por cuanto le
habían precedido al menos dos expediciones enviadas en
secreto por cuenta del Reino de Portugal: la de Gonzalo
Coelho y Américo Vespucio de 1501/02 y la de Esteban
Froes y Juan de Lisboa de 1511/12. Esto no impide que
podamos considerar a Juan Díaz de Solís como el
«descubridor» oficial, por cuanto fue el primero en hacer
público el descubrimiento. Según el historiador Rolando
Laguarda Trías, el concepto descubrir se integra con dos
elementos: el hallar y el darlo a conocer públicamente. Juan Díaz
146
de Solís selló con su propia muerte la noticia del hallazgo y
el viaje realizado.
- Que en base a modernos conceptos historiográficos
es preferible no emplear el término descubrimiento sino el
de encuentro de culturas. Lo que habilita una visión más
amplia para interpretar la llegada de los europeos al
continente americano y el contacto con sus variadas
civilizaciones, en un contexto antropológico de contacto
e interacciones.
Capitulaciones
En realidad, más que capitulaciones, en este caso se trató
de un asiento, un texto más directo y vertical redactado y
preparado por Fernando el Católico en su carácter de
regente y su secretario Lope de Conchillos con fecha 24 de
noviembre de 1514. Posteriormente el piloto Díaz de Solís
aceptó y firmó dicho documento, siendo curiosamente esta
firma la única fidedigna que se le conoce.
En un documento aparte el monarca nombraba dos
funcionarios que integrarían la expedición y que cumplirían
la misión de controlar los intereses reales: el factor
147
Francisco de Marquina y el contador y escribano Pedro de
Alarcón.
El libro de bitácora
El libro de bitácora que debió llevar el piloto mayor
durante el viaje, tanto como su continuación de la mano y
letra de su cuñado Francisco de Torres, su sucesor en el
mando, fue buscado durante siglos por historiadores
antiguos y modernos, españoles y americanos. Lástima la
pérdida, porque debió contener valiosas anotaciones sobre
la travesía, las distancias recorridas, la posición de los
astros y la descripción de accidentes geográficos, fechas y
nombres del santoral y hasta alguna observación de
carácter privado que hubiera pintado con vida y color el
relato de la expedición.
Seguramente se encuentre traspapelado en alguna de las
miles de carpetas que ocupan los archivos de Simancas o
de Indias, producto de alguna travesura de los duendes que
suelen pulular en los repositorios y bibliotecas. Para colmo
tampoco se han encontrado las actas de inspección y los
interrogatorios que los oficiales de la Casa de Contratación
148
efectuaban a las expediciones que retornaban, medida
rigurosamente cumplida con toda nave que volvía de
regreso y anclaba en las aguas del Guadalquivir.
Tal vez algún día la casualidad permita que aparezcan la
bitácora o las actas entreveradas en alguna carpeta de
nombre distinto, pero mientras tanto debemos recurrir a la
descripción de los cronistas de Indias, en especial a la del
cronista mayor don Antonio de Herrera y Tordesillas,
autor de la Historia general de los hechos de los castellanos en las
islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales,
conocido como Décadas y a la descripción del historiador y
recopilador Martín Fernández de Navarrete, autor de la
monumental Colección de los Viages y Descubrimientos que
hicieron por mar los españoles, dividida en cinco tomos y en
cuyo tercer libro (capítulos 44 y 45) comenta la expedición
de Solís tomando como base la descripción de Herrera. Sin
embargo no se trata de una mera transcripción sino que
Navarrete precisa y amplía algunos detalles con la
perspectiva de quien ha podido cotejar una vasta sucesión
de documentos.
149
La versión de Herrera, a diferencia de las de cronistas
anteriores, resulta más completa y con detalles que
permiten suponer que pudo haber tenido a la vista la
bitácora original del piloto o la narración de alguno de los
tripulantes, o por lo menos las actas levantadas al regreso
de la expedición, documentos que debieron extraviarse
desde entonces, tal como lo suponemos nosotros y lo
entienden a texto expreso el historiador chileno José
Toribio Medina y el americanista español Julián María
Rubio.
150
Conforme al texto de Herrera, la expedición de Solís se
hizo a la vela desde la villa de Lepe el 8 de octubre de
1515. Más precisamente debe entenderse que zarpó de la
localidad de El Terrón, recodo del río Piedras próximo a
Lepe y cercano a su desembocadura en el Atlántico.
Curioso el hecho de que no haya partido del puerto de
Sevilla o de Sanlúcar de Barrameda, donde se contaba con
mayores facilidades de maniobra y cargamento, pero se
explica y justifica en la necesidad de evitar el espionaje de
los embajadores portugueses en la figura de Solís, tanto
que ya habían hecho fracasar una expedición anterior hacia
el Maluco en el año 1512, terrible afrenta que todavía
resonaba en los oídos de Fernando el Católico y de Díaz
de Solís, por obra de las quejas y reclamaciones de Manuel
el Afortunado de Portugal, quien a instancias de su
embajador Mendes de Vasconcelos se había enterado del
viaje y utilizó todos los medios disuasorios para cancelarlo.
El Terrón era una pequeña localidad de pescadores y por
lo tanto era fácil de vigilar la llegada de espías o de
extranjeros.
Otro argumento a favor de la partida desde allí puede
haber sido la cercanía de Lepe, lugar de nacimiento de Ana
151
de Torres, segunda esposa de Solís, y de Francisco de
Torres, su cuñado y segundo en el mando de la expedición.
El día anterior a la partida todo Lepe participó de la
fiesta que suponía un acontecimiento como el de despedir
una expedición. La pequeña capilla batió las campanas a
vuelo y el sacerdote ofició una misa solemne donde
comulgaron los tripulantes a coro junto con sus familiares
y amigos. Don Fernando había enviado un representante
para saludar y despedir en forma personal a todos los
expedicionarios, en compañía del oficial de la Casa de la
Contratación que ese día había dejado su adusto semblante
de controlador para sumarse a los adioses. Ana de Torres,
con un hijo prendido de la falda y el otro en sus brazos, y
la señora de Francisco de Torres con sus numerosos niños,
continuaron agitando la mano en señal de despedida hasta
que las pequeñas naves se perdieron en el horizonte.
La primera escala, como era habitual, se cumplió más de
veinte días después en el puerto de Santa Cruz de la isla
Tenerife. De allí, según Antonio de Herrera, tomaron
rumbo al oeste, hacia la costa de Brasil, en demanda de
Cabo Frío, situado en 22 grados y medio de la equinoccial.
152
No se mencionan fechas, por lo que es menester
suponerlas por el santoral. Llegados al río de Genero (de
Janeiro), que hallaron en 22 grados y un tercio,
continuaron hasta el cabo de Navidad en costa del
nordeste al sudeste con tierra baja, no parando hasta el río
de los Inocentes, que está en 23 grados y un cuarto y luego
fueron en demanda del cabo de la Cananea, que está en 25
grados.
De allí tomaron la derrota hacia la isla de la Plata
(seguramente Santa Catalina) que está en 25 grados, de
donde prosiguieron hasta la llamada bahía de los Perdidos,
donde durante el regreso naufragó una de las naves.
Pasaron luego por el cabo de las Corrientes y fueron a
surgir en una tierra a los 29 grados.
¿Habrá tenido Solís presente algún comentario que
suponemos pudo haberle hecho Américo Vespucio sobre
su viaje de 1501/02? De seguro que en la Junta de Burgos
de 1508, o tal vez en algún encuentro posterior, hayan
conversado del tema y el viejo piloto haya contado su
vivencia anterior. O tal vez años después, cuando Solís fue
nombrado piloto mayor, haya podido revisar los papeles y
153
anotaciones de Américo en compañía de Juan Vespucio, su
sobrino, en la que existirían referencias sobre el gran río
que su expedición bautizó como Jordán, en homenaje al
río sagrado de la Tierra Prometida. Seguramente contaba
también con alguna confidencia o adelanto sobre el río y
cabo de Santa María de labios de Juan de Lisboa o de
alguno de los marineros que integraron la expedición
portuguesa secreta de 1511. No lo sabemos oficialmente,
pero es posible suponerlo porque también en aquellos
tiempos, además de las precauciones oficiales de cada
corona, los datos corrían con abundancia en los bodegones
y mancebías, tanto de Sevilla como de los otros puertos
castellanos.
154
Desembarco en la Candelaria
Hacia fines de enero de 1516 la pequeña flota navegaba
en las proximidades de las costas de Rocha. Después de
casi cuatro meses en altamar se imponía la necesidad de
hacer un alto antes de continuar la búsqueda del estrecho
hacia la Mar del Sur.
Era una radiante tarde de verano cuando divisaron,
frente a una amplia ensenada, la imponencia granítica de
una isla que parecía un castillo abandonado, la que por su
similitud con el islote ubicado frente a la ciudad gaditana
155
mereció ser bautizada con el nombre de San Sebastián de
Cádiz.
En la lejanía norte se divisaba la línea de la playa, un
cinturón de arena y aún más lejos la presencia verde oscura
de la vegetación. De un lado del horizonte sorprendía la
elevación de un médano y del otro, hacia el poniente, se
erguía un cabo de recostadas rocas de granito; según la
toponimia actual el cerro de la Buena Vista y el Cabo
Polonio, al que protegían tres islotes habitados por lobos
marinos y gaviotas. Probablemente se hayan detenido
algunos días para explorar la zona, puesto que en enero la
placidez del clima se proyecta en la tranquilidad de las
aguas, pero carecemos de datos al respecto.
En la madrugada del 2 de febrero pasaron cerca de otra
isla, más extensa que las anteriores y también habitada por
huestes de lobos que se recostaban al sol, peligrosa durante
la noche y más por estar precedida de una peligrosa línea
de
restingas,
que
afortunadamente
delataban
las
rompientes. Nos referimos a la Isla de Lobos.
Desde allí la costa se orientaba decididamente en
dirección al poniente. Hacia tierra firme se observaba una
156
punta rocosa protegida por una isla cubierta de palmas, las
actuales Punta del Este e Isla Gorriti. La península entre
rocas y arena que hallaron en 35 grados de latitud sur se
prolongaba a lo largo de una bahía semicircular de largo
seno que iba a rematar en otra punta que se orientaba hacia
el sur con decidido aspecto de cetáceo. Entre ambos
extremos divisaron una ensenada al abrigo del este y
sudeste y con buen fondeadero, el primero que
encontraban después de centenares de millas recorridas
desde el llamado puerto de los Patos, frente a la isla de
Santa Catalina. Un regalo del suelo, un refugio natural
después de largas jornadas de costas planas y arenosas sin
entrantes ni salientes que permitieran un cobijo contra
temporales y tormentas. Ya habían pasado 117 días desde
la partida de Lepe, tiempo razonable por tratarse de una
travesía afortunada, con alto porcentaje de vientos
propicios y poca demora en las aguas ecuatoriales.
La voz del piloto mayor se hizo sentir estentórea en la
orden de dirigirse a tierra tras haber anotado con mano
firme el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria en el libro
de bitácora, donde anotaba religiosamente las mediciones,
las distancias recorridas, las profundidades y los detalles
157
más salientes de la tierra y el mar. Según el calendario que
colgaba de la recámara, la fecha correspondía la festividad
de la Virgen de la Candelaria, nombre que eligió para
bautizar el privilegiado lugar y del que tomarían posesión
en nombre de la Corona de Castilla.
De las tres carabelas descendieron varios hombres, más
de una veintena en total, deseosos de tomar contacto con
la tierra, pisar suelo firme y hundir las plantas en la arena.
Una necesidad ancestral el deseo indefinido de estirar las
piernas, buscar agua natural, practicar la caza o recolectar
frutas frescas, las que a esta altura del viaje equivalían a su
peso en oro.
En la playa se reunieron en grupo improvisado el capitán
Díaz de Solís, su cuñado Francisco de Torres, el capellán,
el factor Francisco de Marquina y el contador y escribano
Pedro de Alarcón, estos últimos funcionarios elegidos por
el rey y de obligada presencia en todo desembarco, de
buena gana tres marineros a los que se les había
encomendado la tarea de portar e izar el pendón real, que
traían cuidadosamente plegado en un arcón, y el ayudante
de cámara, que por su buena voz le habían encomendado
158
los cánticos religiosos y ahora la de recitar los pregones.
Una docena de marineros, algunos con armas y otros con
barriles completaban el cuadro. Pedro de Alarcón, en
nombre y representación de los intereses del rey y como
escribano, era el encargado de controlar la ceremonia de
toma de posesión. En un arcón cubierto de pedrería
guardaba una copia de las instrucciones recibidas,
redactada con toda la cuidada caligrafía y minucia de su
espíritu burocrático. Dada la solemnidad del acto, de
seguro el más importante de su misión, le recordó a Díaz
de Solís los pasos que debía cumplir conforme a las
capitulaciones:
«La manera que habéis de tener en el tomar de la
posesión de las tierras é partes que descubriéredes ha
de ser que estando vos en la tierra ó parte que
descubriéredes, hagáis ante escribano público, y el
más número de testigos que pudieres é los más
conoscidos que hubiere, un acto de posesión en
nuestro nombre cortando árboles é ramas é cavando
é haciendo, si hobiere disposición, algún pequeño
edificio e que sea en parte donde haya algún cerro
señalado o árbol grande, é decir cuantas leguas está
159
de la mar, poco más o menos, é a que parte é que
señas tiene[…]».
La ceremonia comenzó con la bendición del capellán que
clavó una cruz de madera seguida de una misa solemne. A
continuación Solís, Marquina y Alarcón se encargaron del
acto de toma de posesión en nombre de Fernando de
Aragón y de la Corona de Castilla. Como en el entorno no
había cerro destacado ni árbol que sobresaliera, hubo de
levantarse un mojón de piedras a modo de padrón y
extremar la anotación de las coordenadas, lo que
verificaron en ajustado croquis con descripción del lugar, a
lo que siguió el izamiento del pendón real y el recitado del
pregón al son de una trompeta. No fue posible la
construcción de edificio alguno, salvo el referido mojón
que se improvisó con piedras del lugar y sobre el que se
clavó una cruz y una espada en señal de dominio.
Después de todo ello, Díaz de Solís, como capitán y juez
de su majestad, hizo construir una horca para reafirmar la
posesión que le estaba ordenada, como símbolo de
autoridad y justicia sobre los súbditos:
160
«[…] e haced allí hacer una horca é que algunos
pongan demanda ante vos é como nuestro capitán o
juez lo sentenciéis é determinéis de manera que en
todo toméis la dicha posesión, la cual ha de ser por
aquella parte donde la tomarédes é por todo su
partido é provincia o isla, e déllo sacaréis testimonio
signado del dicho escribano en manera que faga fée».
La ceremonia finalizó con la redacción del acta levantada
por el escribano Alarcón y firmada por todos los presentes,
con lo que quedaba cumplido otro de los requisitos de la
ceremonia: la firma de varios y reconocidos testigos. El
acta, documento de indudable valor histórico, tampoco ha
aparecido en los archivos españoles no obstante la intensa
161
búsqueda
a
la
que
fue
sometida.
Esa misma noche, a bordo de las carabelas, hubo cena
con general regocijo a pesar los precarios medios de los
que disponían. Seguramente haya corrido una doble ración
de generoso vino de Andalucía como festejo del que
fueron partícipes todos los tripulantes, conforme a su
rango y condición.
162
Pocos días después Díaz de Solís ordenó que las dos
naves de mayor calado quedaran fondeadas en la bahía de
la Candelaria y partió a bordo de una carabela de velas
latinas y menor porte, rumbo a explorar las aguas del río
como mar que se abría ante ellos. Como buen piloto no
quería arriesgar la totalidad de las naves ante un destino
incierto y unas aguas que se iban tornando demasiado
tranquilas para tener rango de océano o mar abierto. Tomó
entonces rumbo al interior del río, a cumplir su fatídico
destino.
Después de saborear el agua y haber tomado cuenta de
su falta de salinidad y pérdida de profundidad, intuyeron
que estaban ingresando en un gran río inmensamente
ancho al que llamaron Mar Dulce. Años después y en
honor a su descubridor el nombre sería cambiado por el de
río de Solís y finalmente, después de la expedición de
Caboto, pasaría a llamarse Río de la Plata.
163
¿Quién era Juan Díaz de Solís?
Dr. Fernando Cairo Sola
Nació en Maldonado el 10 de julio de 1961. Profesión: abogado. Ha
realizado diversos trabajos de investigación sobre historia local y
regional (Maldonado). Ha publicado las siguientes obras: Comentario
Histórico-Jurídico de la Ley de Creación del Pueblo de Punta del Este (1987);
Conmemoración de los Cuatrocientos Años del Descubrimiento de América (1892)
en Maldonado, Pan de Azúcar, Rocha y Castillos (1992), Sucedió en Punta del
Este…y otros aportes para la historia del Balneario (1994); Punta del
Este…más de 100 veranos (2007) Libro oficial de los Cien Años de Punta del
Este; Retrospectiva. Crónicas de Maldonado (2009); Retrospectiva. Crónicas de
San Carlos (2014). Desde el año 2015 se desempeña como Subdirector
General de Cultura de la Intendencia de Maldonado.
«La mayor cosa, después de la creación del
mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es
el descubrimiento de Indias.»
164
Francisco López de Gómara (1511-1560)
Efectivamente, tal como lo afirma la cita de López de
Gómara, el hallazgo del Nuevo Mundo fue un
acontecimiento excepcional, que revolucionó la historia del
mundo conocido hasta entonces. Notables cambios en las
ciencias (en la geografía, en la astronomía, en la cartografía,
en la navegación, en los conocimientos de nueva flora y
fauna), en la filosofía (ante la aparición de un nuevo ser: el
aborigen americano y su inclusión en el sistema
cristocentrista europeo), en la política y en el derecho
(preeminencia en la apropiación y pertenencia de las
nuevas tierras), en la economía (mediante la abundancia del
oro y de la plata circulante).
En el marco de la conmemoración de los quinientos
años del descubrimiento oficial del Río de la Plata -un
enorme hito en la historia americana y regional- nos
interesa conocer la vida del piloto mayor Juan Díaz de
Solís, jefe de la expedición que realizó el viaje
transocéanico que determinó el encuentro de culturas en
nuestra comarca.
165
A diferencia de otros conquistadores y célebres
navegantes, poco se sabe de su persona.
Nacimiento
Se ignora exactamente el año y el lugar de su
nacimiento. Se cree que nació en el año 1470.
Tradicionalmente se lo considera oriundo de Lebrija (en
la provincia española de Sevilla), aunque en ese lugar no se
ha podido encontrar su partida de bautismo (lo cual no
resulta
extraño,
ya
que
las
partidas
parroquiales
comenzaron a ser obligatorias a partir de 1564 por orden
del Concilio de Trento). Por esta posición se inclinan los
cronistas de indias: Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo
Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara,
Bartolomé de Las Casas y Antonio de Herrera.
Sin embargo a partir de fines del siglo XIX nuevas
investigaciones sostuvieron documentadamente que su
nacionalidad era portuguesa. Tal lo que surge de cuatro
documentos determinantes en este cambio de posición. El
primero de los documentos es del 29 de octubre de 1495, y
por el mismo los Reyes Católicos Isabel y Fernando,
cumpliendo con un pedido del Rey de Portugal Juan II,
166
ordenan la detención y secuestro de todos los bienes de
«… Juan Díaz, piloto, llamado Bofes de Bagazo, natural
de su reino de Portugal, andando en compañía de ciertos
franceses, robaron una carabela del dicho Rey, que venía
de la Mina, en que robaron más de 20.000 doblas, al cual
dicho piloto se dice que cupo su parte de este dinero, y que
ha sabido que está en nuestros reinos…».
El segundo de los documentos resulta de los Comentários
do grande Afonso de Albuquerque, quien fuera virrey de la
India. Afonso d´Alborquerque era el capital del navío
Cirne, en el que figuraba como piloto Joam de Solis. El
capitán dejó constancia que, el 5 de abril de 1506, estando
pronto para partir a la India del puerto de Belém
(Portugal), el piloto Joam de Solis no se presentó para el
viaje como debía hacerlo (el viaje se retrasó por dicha
razón). Tal lo recogido por el historiador portugués
Luciano Pereira da Silva en 1922: «… e ficou Afonso
d´Alboquerque que era capitán do Cirne em Belem,
esperando por um piloto que nam tinha, por aver dous
dias que Joam de Solis, que con elle avia dir por seu piloto,
fogiera pera Castella, por matar sua moler…».
167
El tercer documento (en realidad son tres pero que
tienen una unidad temática) lo constituyen tres cartas: dos
de Joao Mendes de Vasconcelos, embajador de Portugal
ante la corte de España, y dirigidas al Rey Manuel de
Portugal; y otra de este último dirigida al Rey Fernando de
España. Mendes de Vasconcelos, quien, tras reunirse con
Díaz de Solís en 1512, intentó infructuosamente que
regresara a Portugal y se pusiera al servicio de su Rey,
frustrando así el viaje previsto por entonces por la Corona
española al Nuevo Mundo. En ambas epístolas, y la
enviada por el Rey Manuel a su suegro el Rey Fernando, se
establece que «Joao Diz» (o también nombrado como «Jam
Dias de Solis») era súbdito portugués (a quien el ofuscado
embajador consideraba además un portugués ruin y
traidor), y que no quería regresar a Portugal porque temía
ser capturado por los crímenes cometidos.
El cuarto documento a considerar, lo es la Real Cédula
del 22 de febrero de 1517 dictada por el nuevo rey Carlos I
que ordenaba realizar un informe sobre la expedición de
Juan Díaz de Solís, a pedido del rey de Portugal (que
ignoraba el acaecimiento de la muerte del piloto), que
aseguraba que «Joán Diez de Solis, portugués, vino
168
huyendo a estos reinos de Castilla desde Portugal por
muchos crímenes y excesos que allá había hecho» (tomado
de la obra de Juan Antonio Varese) y que había invadido
sus dominios y que en sus tierras había cargado «palo
Brasil», reclamando su devolución. Efectivamente, ya
asesinado Díaz de Solís en el Río de la Plata, al regreso de
la expedición ésta había recalado en una factoría
portuguesa ubicada en el litoral atlántico —dominios de
Portugal—
y había cargado quinientos quintales de
madera (palo Brasil, caesalpinia echinata) en forma
ilegítima.
Cabe destacar los documentos analizados, y algunos de
ellos parcialmente transcriptos, provienen todos de
Portugal o son respuestas a provenientes de ese reino, y
tienen especial interés que la nacionalidad del piloto fuera
la portuguesa, ya que, al ser súbdito de esa Corona, le
permitiría a ese Estado tener jurisdicción sobre su persona,
y, a la vez, en el intrigante ambiente diplomático de
entonces, ejercer mayor presión sobre los reyes españoles
(los reyes de ambos reinos estaban emparentados, el rey
Fernando era suegro del rey Manuel). Conviene también
señalar que Díaz de Solís había cumplido servicios de
169
navegación en Portugal, poseyendo conocimientos sobre
las rutas portuguesas y sobre su flota y estrategias (datos
estos que eran secreto de Estado).
También es posible que el piloto se declarara oriundo de
Lebrija en España para ocultar su pasado y evitar ser
extraditado a Portugal.
Vida familiar
Aparentemente Díaz de Solís estuvo casado dos veces.
La primera vez lo hizo con una portuguesa cuyo nombre
se ignora, y a la cual —aparentemente—
dio muerte,
debiendo huir de Portugal por esa razón. La segunda vez
lo hizo con Ana de Torres Marmolejo, procedente de
Lepe, habiéndose casado a fines del año 1511 o principios
de 1512. Con ella tuvo dos hijos: Diego, nacido el 7 de
marzo de 1513, y Luis, nacido en 1516. Ana era hermana
de Francisco de Torres, que participó en la expedición de
1515 de Díaz de Solís, y fue quien asumió el mando de
regreso a España una vez que aquel fuera asesinado.
En documentos de época surge que Díaz de Solís tenía
dos hermanos: Blas y Francisco.
170
Blas Díaz era también piloto, trabajó en la Casa de la
Contratación, y se preparaba para participar de la
expedición a América en 1515, pero falleció el 28 de abril
de 1514.
Francisco De Coto, era medio hermano de Díaz de Solís,
inicialmente iba a participar de la expedición de 1515, pero
finalmente
permaneció
en
Sevilla.
Fue
nombrado
interinamente piloto mayor el 27 de julio de 1515, y se
desempeñó en dicho cargo hasta febrero de 1518, cuando
fue sustituido por Sebastián Gaboto.
Expediciones
Díaz de Solís trabajó en Portugal por cuenta de la Casa
de India, habiendo navegado por las costas de África y
Asia a su servicio.
En 1508 el rey Fernando decidió el envío de una
expedición al Nuevo Mundo a cargo de Juan Díaz de Solís
como piloto y de Vicente Yáñez Pinzón como capitán de
tierra. Su misión consistía en hallar un canal interoceánico
171
que le permitiera a la flota española llegar a las islas de las
Especias.
¿Cómo surge el nombre de Díaz de Solís para integrar
esta expedición? Aparentemente por recomendación de los
oficiales reales de la Casa de la Contratación. Estos
conocían que se trataba de un experimentado marino, y
que había navegado por las costas de África y Asia oriental
por cuenta de la Casa de India en Portugal. Según consta
en Real Cédula del 2 de marzo de 1508 (en Archivos
Oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla) era
«persona de mucha ysperiencia».
El 29 de junio de 1508 partieron del puerto de Sanlúcar
de Barrameda Juan Díaz de Solís y Vicente Yañez Pinzón,
en las carabelas Magdalena y San Benito. Una vez
atravesado el Océano Atlántico y llegados al mar Caribe,
siguiendo las instrucciones de las capitulaciones de 23 de
marzo de 1508, se dirigieron «al norte y hacia occidente en
busca de un pasaje o canal abierto», fue así que la
expedición recorrió las costas de Honduras, Guatemala,
Belice, y parte de México (llegaron hasta los 23 grados y
medios de latitud norte). Al regreso del viaje a Sevilla, Díaz
172
de Solís fue tomado prisionero (había regresado sin su
carabela y había fundido sin autorización objetos de oro,
sin haberlos llevado para el reparto real). Varios cargos le
fueron instruidos, y el piloto permaneció en prisión más de
dos años (noviembre de 1509 a agosto de 1511), hasta que
fue absuelto e indemnizado.
Tras su liberación Díaz de Solís comenzó a trabajar en la
Casa de la Contratación en Sevilla, en tareas de cartografía.
El 25 de marzo de 1512, tras la muerte de Américo
Vespucio, Díaz de Solís ocupó el cargo de piloto mayor
(fue el segundo en hacerlo desde la creación del cargo). Por
entonces residía en la localidad de Lepe.
Ese mismo año el rey Fernando, en nombre de su hija
Juana, le encomendó la demarcación de las fronteras con
Portugal en los mares de Asia sudoriental, suscribiendo las
correspondientes
capitulaciones.
Lamentablemente
la
expedición se suspendió en setiembre de 1512, ante las
presiones diplomáticas y políticas de Portugal.
Sin embargo, historiadores de la talla de Francisco Bauzá,
seguramente basándose en la referencia realizada por
Francisco López de Gómara en su Historia natural de las
173
Indias de 1552, afirmó que pese a la cancelación del viaje,
se llevó a cabo otro secreto y sustitutivo, con destino al sur
del continente americano. Y en esa oportunidad Díaz de
Solís habría predescubierto el Río de la Plata. Por tres
peticiones formuladas por Díaz de Solís al rey Fernando
podemos conocer parte de su conducta y aspiraciones.
Curiosas peticiones
En 1513 solicitó al rey los bienes de un hombre que se
había suicidado sin dejar descendientes. Al igual que en la
actualidad, cuando una persona fallece sin herederos
(herencia yacente), sus bienes pasan al Estado. El rey
accedió a su solicitud por Real Cédula del 24 de diciembre
de 1513 y le concedió los bienes del difunto.
Una segunda solicitud fue que lo autorizara a sacar
libremente de Granada o Andalucía 300 cahíes (conjunto
de fanegas) de trigo para venderlas en otras regiones.
La tercera de las mercedes solicitada en 1513 —la más
extraña— consistió en la posibilidad de administrar un
prostíbulo en la ciudad de Segovia.
174
¿Será que el rey lo compensó con estas mercedes por su
prisión injusta durante dos años y la suspensión de su viaje
de 1512?
La expedición al Río de la Plata
En 1513 Díaz de Solís vivió en Lepe, y en 1514 se mudó
a Lebrija.
En abril de 1514 se conoció que Vasco Núñez de Balboa
había descubierto en 1513 un océano desconocido, que
denominó «Mar del Sur», y que no era otro que el Océano
Pacífico. Urgía entonces encontrar un pasaje que uniera
ambos océanos. El rey Fernando decidió entonces, el 24
de noviembre de 1514, una serie de «instrucciones» que
ordenaba una nueva expedición: «El Rey. Lo que es
asentado y concertado con vos, Juan Díaz de Solís, mi
piloto mayor en el viaje que por mi mandato habéis de
hacer es ir a descubrir por las espaldas de castilla del Oro y
175
de allí en adelante es lo siguiente…». (A continuación
empezaban a enumerarse las instrucciones).
Claramente Díaz de Solís debía descubrir nuevas tierras y
hallar el tan buscado pasaje que permitiera a España una
nueva ruta a las islas de la Especiería.
«… La manera que habéis de tener en el tomar de la
posesión de las tierras y partes que descubriereis ha de ser
que estando vos en la tierra o parte que descubriereis,
hagáis ante escribano público, y el más número de testigos
que pudiereis y los más conocidos que hubiere disposición,
un acto de posesión en nuestro nombre, cortando árboles
y ramas y cavando y haciendo, si hubiere disposición, algún
pequeño edificio, y que sea en parte donde haya algún
cerro señalado o árbol grande, y decid cuántas leguas está
de la mar, poco más o menos, y a qué parte y qué señas
tiene y haced allí hacer una horca y que algunos pongan
demanda ante vos y como nuestro capitán y juez lo
sentenciéis y determinéis de manera que en todo toméis
dicha posesión, la cual ha de ser por aquella parte donde la
tomaréis y por todo su partido y provincia o isla, y de ello
176
sacaréis testimonio signado de dicho escribano, en manera
que haga fe…».
Luego de los intensos preparativos —que se realizaron
en secreto—, el 8 de octubre de 1515 desde Lepe, partió la
expedición que descubriría el Río de la Plata. También se
produciría, en febrero de 1516, su trágica muerte en las
costas de Colonia (Uruguay).
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178
La patria de Juan Díaz de Solís
Cultura artística en el Reino de Sevilla entre
1470 y 1516
Lic. Ignacio J. López Hernández
Lic. Manuel Gámez Casado
Ignacio J. López Hernández: Licenciado en Historia del Arte por la
Universidad de Sevilla -España- (2012), Máster en Patrimonio Artístico
por la misma universidad (2013) y Titulado Profesional de Música por
el Conservatorio Profesional de Música Francisco Guerrero de Sevilla
(2010), actualmente cursa el doctorado de la Universidad de Sevilla,
siendo contratado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
dentro del programa de Formación del Profesorado Universitario
(FPU) como miembro del Departamento de Historia del Arte de la
universidad hispalense, donde imparte docencia. Ha dictado diversas
conferencias y publicado trabajos sobre temas histórico-patrimoniales.
Manuel Gámez Casado: Graduado en Historia del Arte por la
Universidad de Sevilla. Máster en «Patrimonio artístico andaluz y su
proyección Iberoamericana». Actualmente cursa el doctorado en
Historia en dicha institución, donde desarrolla una tesis doctoral sobre
179
los sistemas defensivos españoles del Caribe sur durante la segunda
mitad del siglo XVIII, centrándose fundamentalmente en el estudio de
la ingeniería militar de las principales ciudades de Tierra Firme. Forma
parte de proyectos y grupos de investigación coordinados por el
Catedrático Dr. D. Alfredo J. Morales, participando en diversos
congresos y seminarios sobre la materia americanista. Ha pronunciado
diversas conferencias y publicado trabajos sobre temas históricopatrimoniales.
De entre las muchas consideraciones que se congregan
en esta publicación conmemorativa en torno a la figura del
gran descubridor del Río de la Plata, no podemos dejar
atrás la referida al estudio de la tierra que lo vio nacer y en
cuyo contexto se darían todos y cada uno de los
condicionantes
que
motivarían
tan
destacado
acontecimiento. Hablar de la Sevilla de Díaz de Solís es
referirse a uno de los principales centros políticos,
comerciales, económicos y culturales de todo el orbe, cuya
entidad jurisdiccional se extendía por las actuales
provincias de Huelva, Sevilla, Cádiz, Badajoz y parte de
Málaga. Aunque en estas líneas nos ocuparemos
principalmente de Sevilla y Lebrija, como principales
centros vivenciales del descubridor, debemos advertir
180
como todo el territorio se vería marcado con huella
indeleble a partir de la nueva realidad que se impuso en el
mundo en el crucial año de 1492. Así, ha de apreciarse el
desarrollo general que supuso para las poblaciones que
jalonaban el curso navegable del Guadalquivir y las
inmediaciones de su desembocadura, en torno a cuyas
costas se apostaron numerosos marinos buscando una
oportunidad de integrar algunas de las expediciones rumbo
al Nuevo Mundo. Igualmente, en ciudades de tradición
marinera, caso de Lepe, habitaron experimentados nautas
que acompañaron a los oficiales en las expediciones
indianas (1). Varios serían de hecho los leperos que
integrarían la expedición de Díaz de Solís rumbo al ignoto
paso transoceánico, en cuya derrota hallaría el que
denominó «Mar Dulce», allá donde encontraría la muerte
en 1516.
181
Lebrija, cuna del descubridor
Todavía hoy no queda cerrado completamente el debate
en torno al origen de Juan Díaz de Solís, cuyo nacimiento
la historiografía ha ubicado tanto en Portugal, corona a la
que sirvió desde joven, como en Lebrija. Es así que,
mientras nuevas pesquisas no desvelen documentos más
concluyentes, en este trabajo damos por buenas las citas de
cronistas de Indias como López de Gómara o Gonzalo
Fernández de Oviedo, quienes tuvieron a Solís por
lebrijano (2). Esta antigua consideración parece refrendarse
con las conclusiones a las que llegó Julián María Rubio
según el estudio del testamento otorgado en Lebrija en
1499 por Fernando García, quien lega un carabelón a Juan
Díaz, a quien podemos identificar con el ilustre marino (3).
Según el cruce de datos aportados por diferente
182
documentación, se data por consenso su nacimiento en
torno al año de 1470.
La Lebrija de Solís fue por tanto aquella aún ligada a los
esquemas sociales y culturales del mundo bajomedieval, en
la que sin embargo comenzaban a despuntar signos de una
madurez intelectual propia de la advenidera cultura del
Renacimiento, introducida en el Reino de Sevilla por
contacto directo con el mundo italiano. Sin duda, el mayor
representante de esta nueva intelectualidad castellana será
el también ilustre lebrijano Elio Antonio de Nebrija,
nacido apenas treinta años antes que Solís, y al que le
sobrevivió otros seis más. A Antonio de Nebrija le
debemos la redacción y publicación de la primera
gramática de la lengua castellana, impresa en Salamanca en
1492. A la fama de tratarse del autor de la primera
reglamentación de una lengua vulgar en Europa se le añade
la de ser docto en estudios de cosmografía, filosofía,
teología e incluso botánica, lo que lo constituyó como uno
de los primeros humanistas de Castilla (4). No es este
espacio para tratar de esta figura universal, quien a pesar de
partir pronto de Sevilla hacia Salamanca y Bolonia, siempre
183
quedó vinculado a su Lebrija natal, de la que tomó su
nombre.
La patria de Nebrija fue asimismo la de Díaz de Solís, la
del paso del siglo XV al quinientos, etapa marcada por un
paulatino crecimiento demográfico que la hará rebasar los
límites de la antigua ciudad medieval. Su origen
fundacional lo hallamos en la Nebrisa que Plinio y Silio
Itálico ubicaron en el límite de los esteros del estuario del
Betis (5), en la ladera norte del cerro de San Benito, allá
donde Nebrija ubicó un primitivo culto a Baco, cuyos
vestigios arqueológicos permiten hoy remontarnos a
culturas turdetanas (6). Por su parte, el germen urbano de
la ciudad del XV se asienta en la Lebrija romana, a la que
debemos presuponer un desarrollo importante dado su
privilegio de municipio de derecho romano con ceca
propia. Aún pervivían en pie restos de esta ciudad en
tiempos de Solís, según refiere indirectamente desde
Nebrija Juan de Mal Lara al ocuparse de la ciudad dentro
de los fastos por el recibimiento que hizo Sevilla a Felipe
II: «Fue celebrada de los romanos con muchos edificios y
piedras antiguas, que se han hallado de los Elios y Elianos,
clarísimas familias de Roma, como afirma Antonio de
184
Lebrija en el prólogo que hizo sobre su arte, a la serenísima
reina doña Isabel. Y hasta ahora hay un arco y figuras en la
plaza de la mesma villa» (7). Probablemente estos vestigios
se circunscribían a la primitiva cerca romana reformada en
época almohade, que hasta finales del XV ceñía la estrecha
trama urbana, y entre cuyas puertas se encontraba el
referido arco, posiblemente coincidente con la que salía
hacia Sevilla (8). Por ella debieron entrar los Reyes
Católicos en su camino desde Sevilla hacia Sanlúcar de
Barrameda en 1477, para lo cual se engalanaron calles y se
remozaron los espacios por donde había de transitar la
comitiva real (9). No sería aventurado pensar que un Solís
aún niño asistiera a tan destacado acontecimiento.
Por entonces Lebrija comenzaba a despertar del letargo
medieval, impulsada por el nuevo desarrollo agrícola de la
comarca que la convertirá demográficamente en una
población en expansión: desde el padrón de 1484, cuando
contaba la vecindad con 3.244 habitantes, y hasta la muerte
de Solís, el censo ascenderá hasta los 3.600, en una
superficie de poco más de ocho hectáreas acotadas por la
muralla (10). Por entonces se comenzará a rebasar este
límite con la formación de un cinturón de parcelaciones
185
adheridas al contorno norte, sur y oriental de la cerca,
tanto por el interior como al exterior de la villa, tranzando
así el sentido de la expansión de la ciudad extramuros a lo
largo del siglo XVI (11).
Quedaba por su parte imposibilitada la extensión por
occidente por donde cae bruscamente el terreno hacia la
cuenca del Guadalquivir. Aprovechando este desnivel y la
posición dominante sobre todo el valle se erigía el castillo
de la ciudad sobre un saliente rocoso. A falta de noticias
hemos de presuponer aquí la primitiva defensa romana
sobre la que se configuraría la obra medieval de tapial, con
intervenciones almohades y sobre todo de época de
Alfonso X (12). Tan solo contamos hoy día con restos del
aljibe y un pequeño lienzo de muralla, que en origen
recorría jalonado de torreones el perímetro de la montaña.
El conjunto, muy deteriorado ya en la segunda mitad del
siglo XVIII por efecto del terremoto de 1755, sería
parcialmente derruido a fin de reaprovechar sus materiales
para la construcción del nuevo campanario de la torre de la
iglesia parroquial (13). Muchos de los muros y torreones
que permanecieron serían reaprovechados por las tropas
francesas durante la Guerra de la Independencia para
186
atrincherarse (14). Cuatro décadas más tarde sería
demolido la mayor parte del conjunto por peligro de
derrumbe.
Hoy aislada, aunque inicialmente formando parte de este
recinto, se levanta la iglesia de Santa María del Castillo,
cuyo origen remonta la tradición a la antigua mezquita de
la alcazaba islámica, que sería cristianizada tras la conquista
de la ciudad por Alfonso X (15). La iglesia mudéjar actual
se data en el último cuarto del siglo XIV, y aunque se
desarrollaron obras y reformas en siglos posteriores, sobre
todo en la cubierta, debió ser la fábrica actual análoga a la
de tiempos de Solís (16). Se trata de una construcción de
tres naves separadas por arcos de herradura apuntados y
enmarcados por alfiz apoyados sobre pilares.
187
Cada una de las naves se corresponde con una capilla de
la triple cabecera de la iglesia, a las que se acceden por
sendos arcos de medio punto para las laterales y uno
apuntado para la central, espacio donde se venera la virgen
del Castillo, obra del último cuarto del siglo XIV, aunque
muy retocada en fecha posterior. Esta imagen, junto a un
interesante Crucificado articulado del siglo XVI, son las
únicas de la iglesia que hoy reciben culto desde época de
Solís. Se trató de la primitiva parroquia de la villa, estatus
que perdería en favor de la iglesia de Santa María de la
Oliva, motivo por el cual, poco después de la muerte del
descubridor, la diócesis instaba a la parroquia a realizar
labores de limpieza y consolidación de sus muros, dado el
abandono del que fue víctima a comienzos del siglo XVI
(17). Precisamente la iglesia parroquial de Nuestra Señora
de la Oliva se constituye desde entonces como el principal
hito artístico y monumental de la ciudad. Junto con la
ermita del Castillo, supone uno de los principales
exponentes
de
la
arquitectura
mudéjar
sevillana
configurada en torno al arco de herradura apuntado, una
tipología edilicia que, pese a tener un referente tan directo
en la antigua aljama de Sevilla, en pie hasta mediados del
188
siglo XV, apenas generaría unos pocos ejemplos, solo
presente también en la provincia en Sanlúcar la Mayor y
Carmona, además de en la iglesia de San Marcos de la
capital (18). La fábrica primitiva se construyó en el siglo
XIII en tiempos de la repoblación de la ciudad por
Alfonso X, aunque transformada y remodelada entre el
último cuarto del siglo XV y finales del siglo XVI. De la
iglesia mudéjar del XIII y principios del XVI se conservan
hoy los cuatro primeros tramos de las tres naves,
configurados
por
la
intersección
de
arcadas
perpendiculares que arrancan de pilares cruciformes,
generando así 16 espacios independientes cubiertos por
bóvedas sobre trompas con labor de lacería de ladrillo (19).
La solución resulta especialmente interesante por no
concebir un espacio longitudinal a la usanza tradicional,
conectando, como apreciaría Velázquez Bosco, con una
tipología cercana, salvando la escala, a la mezquita-iglesia
del Cristo de la Luz de Toledo (20). Desde 1475 y durante
la mayor parte del siglo XVI se sucederán los trabajos de
ampliación de la cabecera, donde se añadió un tramo más
por cada una de las naves laterales y dos en la central,
conformando el último la capilla mayor.
189
Este
nuevo
sector es el que
mejor
representa
tránsito
los
el
desde
últimos
resabios de la
arquitectura
gótica
al
Renacimiento,
con la presencia
aquí
de
nervaduras
en
la capilla mayor
conviviendo con bóvedas vaídas casetonadas. Las obras se
iniciarán a instancias del Arzobispado por su maestro
mayor Francisco Rodríguez, sucediéndole a partir de 1503
otros maestros como Miguel Ayllón y Hernán Ruiz II, a
quien se debe la proyección de la sacristía concluida en
1583 (21). Completaba el conjunto en tiempos de Solís el
claustro de planta cuadrada, obra iniciada y concluida
durante el último cuarto del siglo XV, aunque muy
190
reformada en épocas posteriores (22). Redefinen el aspecto
actual de la fábrica las obras llevadas a cabo con motivo de
los destrozos ocasionados por el terremoto de 1755
llamado de Lisboa, momento en el que se construirá el
campanario siguiendo el modelo de la Giralda de Sevilla.
El crecimiento poblacional y la paulatina importancia de
la ciudad desde el último cuarto del siglo XV se traduciría
en otras fundaciones religiosas que irían tomando forma a
lo largo del siglo XVI. Así desde 1493 se expidió cédula
para la fundación de un convento de la Orden Tercera de
penitencia de San Francisco, germen de la actual iglesia de
Santa María de Jesús, filial de la Parroquia de la Oliva.
Igualmente, por entonces se oficiaba en la iglesia de San
Sebastián, donde el mismo año de la muerte de Solís se
pide licencia para la habilitación de un emparedamiento de
penitencia por parte de varias religiosas de la ciudad (23).
La Sevilla humanista de Juan Díaz de Solís
Difícil tarea resulta describir la Sevilla conocida por Juan
Díaz de Solís, habida cuenta de la trascendencia histórica y
cultural de las personalidades allí concentradas. Todavía en
191
el despuntar del quinientos, refieren los anales de la ciudad
que representantes de las familias nobiliarias hispalenses
acompañaban al rey católico en su lucha contra los últimos
levantamientos musulmanes (24). Esta empresa política de
tradición bajomedieval, contrastaba con la modernidad
gubernamental requerida para controlar el territorio de
ultramar recién descubierto por el almirante Cristóbal
Colón. Del mismo modo, la economía feudal fue sustituida
por un naciente capitalismo, basado en intercambios
comerciales entre la península y el Nuevo Mundo. Este
creciente mercado permitió adquirir productos hasta ahora
desconocidos en uno y otro lado del Atlántico, iniciando
un tráfico mercantil en el que las únicas monedas eran el
oro y la plata (25). Precisamente, dichos metales eran
abundantes en América, por lo que la explotación de sus
minas por los españoles supuso el enriquecimiento de la
Corona. Este beneficio se particularizó en Sevilla, cuyo
puerto, al ser interior y el principal del Guadalquivir, fue
designado como puerta de Indias. Asimismo, la fundación
por los Reyes Católicos en 1503 de la Casa de la
Contratación
convirtió
a
dicha
urbe
en
el
eje
administrativo de todo el país, obteniendo el monopolio
192
del comercio indiano y consolidando una transformación
cultural que la asomaba al Siglo de Oro (26). Prueba de ese
renacer humanístico fue la fundación dos años más tarde
de la Universidad de Sevilla por Maese Rodrigo Fernández
de Santaella tras la promulgación de una bula por el papa
Julio II, convirtiéndose en una de las primeras instituciones
docentes de toda la nación (27). A ella se le sumaron los
Estudios de San Miguel, Santo Tomás y, ya a fines de siglo,
las fundaciones de enseñanza jesuitas, completando un
entramado
de
instituciones
universitarias
que
contribuyeron al acercamiento del Humanismo a las élites
sociales.
Este cúmulo de novedades generó un ambiente tan
diverso como enriquecedor en la ciudad hispalense. Tras
las arribadas de los galeones, se descargaban en el muelle
los productos exóticos que eran vendidos a una clientela
procedente de todos los rincones del imperio. No
obstante, Sevilla no fue únicamente un puerto de entrada.
Desde aquí salieron numerosos viajeros, conquistadores y
aventureros que, con la intención de emular a Cristóbal
Colón, pretendían descubrir nuevos territorios para la
Corona. Para ello, se organizó un sistema de flotas que
193
regulase la partida de las cuantiosas expediciones, caso de
la ordenada por los Reyes en 1493 a Juan Rodríguez de
Fonseca, quien debía realizar los preparativos desde Sevilla.
También desde el puerto hispalense partió Nicolás de
Ovando en 1502 junto a treinta y dos naves y acompañado
por el dominico Fray Bartolomé de las Casas (28). Es el
mismo caso de la expedición capitaneada por Pedrarias
Dávila con destino a la «Castilla del Oro» en 1514, de la
que formaban parte los mercaderes genoveses Agustín
Vivaldo y Nicolás Grimaldo, el hidalgo Diego Márquez o
el portugués Juan de Tavira (29). Esta confluencia de
personajes generó una sociedad heterogénea y caótica,
inabordable para el visitante y engorrosa para el sevillano,
que evocaba a la «Nueva Babilonia» que más tarde
describiría Lope de Vega.
Este nuevo panorama condicionaría la llegada de
novedades técnicas y corrientes de pensamiento que
generarían un amanecer cultural proyectado a todos los
ámbitos del arte. Desde mediados del siglo xiv, la sociedad
hispalense inició un acercamiento a diversas corrientes
estéticas llegadas desde otros puntos de Europa, con la
intención de devolver a la ciudad el orgullo civil logrado en
194
otros tiempos. Esta burguesía, enriquecida gracias al
comercio y representada por los Enríquez de Ribera,
sustituyó a familias como los Ponce de León en los cargos
de gobierno, necesitando de una proyección de su poder
mediante el uso de la imagen. Por ello, protegieron a
artistas foráneos formados en la estética alla antica y
promovieron la introducción de un nuevo estilo en un
contexto acostumbrado a la tradición gótica. Esta
modernización fue favorecida por un incesante tráfico de
estampas, relatos y descripciones que detallaban las últimas
creaciones de los grandes artistas del Renacimiento
italiano, pues el propio don Fadrique Enríquez de Ribera
mantuvo una estrecha vinculación con la familia Médici, se
integró en los círculos neoplatónicos florentinos y visitó
Jerusalén y Roma, alcanzando un refinamiento visible en
las obras locales por él patrocinadas. En Sevilla germinaba
un ambiente alejado de la concepción del viajero alemán
Jerónimo Munzer, quien en 1495 afirmó que la ciudad
estaba llena de recuerdos árabes. Tan solo varios lustros
más tarde, el embajador veneciano Navagero calificó el
ambiente sevillano como el más semejante al de las
ciudades italianas, denotando un distanciamiento de lo
195
medieval como génesis de una centuria fructífera para las
artes (30). Este cambio de mentalidad se manifestó en
reuniones en las que artistas, oradores, músicos,
humanistas y aristócratas intercambiaban pareceres e ideas,
como germen de las tertulias que frecuentaron a lo largo
de la centuria intelectuales como Mal Lara, Arias Montano
o Fernando de Herrera.
No obstante, no deja de ser paradójico que a pesar de la
transformación cultural que se atisbaba desde los últimos
años del siglo XIV, la principal construcción fuese la
Catedral gótica.
El edificio fue iniciado en 1402 para sustituir al antiguo,
instalado en las naves de la mezquita almohade,
196
concibiéndose en planta de salón, de cinco naves cubiertas
con bóvedas de crucería, siendo la central más alta y ancha,
capillas entre los contrafuertes, tres entradas en los pies,
dos en el crucero y otras dos en la cabecera. En el exterior,
se suceden una serie de arbotantes y contrafuertes en
consonancia con la estética gótica predominante en todo el
conjunto (31). Al frente de las obras se sucedieron varios
arquitectos durante el cuatrocientos, destacando la
producción del maestro Carlín, constructor de las portadas
menores del templo. En el tránsito hacia el siglo XVI,
otros culminaron las labores principales, como Simón de
Colonia, quien finalizó la capilla de la Virgen de la Antigua,
o Alonso Rodríguez, el cual cerró el cimborrio en 1506.
No obstante, pasado cinco años, la caída de uno de los
pilares produjo el derrumbe del crucero, encargándose de
su reconstrucción el arquitecto Juan Gil de Hontañón, para
cuya empresa fue asesorado por Enrique Egas y Juan de
Álava. Junto a estos trabajos, Hontañón trazó las capillas
de alabastro de la Inmaculada y la Encarnación, parejas a
las que años más tardes realizó Diego de Riaño utilizando
los modelos clásicos (32).
197
A esta línea estética respondían las obras efímeras de las
fiestas organizadas por las instituciones locales, cuyos
diseños supusieron un adelanto en la renovación producida
desde los primeros años del siglo XVI. Al utilizarse
materiales baratos para la construcción de los arcos
triunfales, exequias o monumentos, los artistas tenían la
posibilidad de experimentar con nuevos esquemas y
motivos tomados de libros y grabados llegados desde otros
puntos. De entre todas las celebraciones, destaca la entrada
del rey Fernando en 1508, para cuyo recibimiento se
alzaron una serie de arcos triunfales a través del recorrido
desde la puerta de la Macarena hasta la Catedral. Estas
arquitecturas temporales no solo ofrecían novedades en su
composición, sino que acogían un programa iconográfico
que alababa al rey católico mediante multitud de relieves y
pinturas debidas a varios creadores. Entre ellos destaca un
desconocido pintor apellidado Villegas, a quien se deben
varios de los pendones que decoraron las naves utilizadas
por Magallanes en sus viajes, y por cuya actitud ha sido
considerado como uno de los primeros pintores de la
ciudad en reclamar su arte como de categoría liberal según
la tradición humanista italiana (33).
198
Singular protagonismo tuvieron algunos escultores
llegados desde Francia a fines del siglo XV. Es el caso de
Lorenzo Mercadante de Bretaña, quien al realizar los
relieves para las portadas catedralicias del Bautismo y del
Nacimiento demostró un dominio superior de la técnica en
relación a otros escultores locales, caso de Pedro Millán
(34). Igualmente, el sepulcro del cardenal Cervantes, sito
en la capilla de San Hermenegildo, es ejemplo del dominio
del alabastro por parte de este escultor. La obra ofrece un
programa iconográfico en el que se unen los escudos
heráldicos, imágenes de profetas y temas alusivos al
difunto. De forma paralela, los artistas italianos favorecían
los encargos de las familias hispalenses con sepulcros,
retratos y portadas renacentistas que debieron suponer una
novedad en los primeros años del quinientos. Entre ellos,
destaca el del cardenal Diego Hurtado de Mendoza,
esculpido por Domenico Fancelli en 1508 e instalado en la
capilla de la Virgen de la Antigua. A partir de este hito, se
inició una continua importación de piezas de mármol de
Carrara, financiadas por destacadas familias sevillanas en
emulación de los grandes humanistas europeos. Prueba de
ello son los sepulcros de don Pedro Enríquez y su esposa
199
doña Catalina de Ribera, realizados por los escultores
italianos Pacce Gazzini y Antonio Maria Aprile da Carona
(35). A este último, se debe la portada del palacio familiar,
denominado comúnmente como Casa de Pilatos, resuelta
según los modelos conocidos por el marqués de Tarifa en
su viaje por Italia entre 1518 y 1520. En su trayecto visitó,
entre otros edificios, la Cartuja de Pavía, donde el
repertorio decorativo clásico es empleado sobre una
estructura gótica. Este mismo esquema sigue el frente del
palacio sevillano, tomado como punto de partida de la
escuela renacentista local y precedente de la producción de
arquitectos como Hernán Ruiz II a fines del siglo (36).
A la generalización de la estética italiana contribuyeron
otros encargos nobiliarios, caso de los relieves y azulejos
pintados debidos a Francisco Niculoso Pisano que se
encuentran en conventos y parroquias hispalenses. Entre
ellos destacan la portada del monasterio de Santa Paula o el
sepulcro de Íñigo López en la iglesia de Santa Ana de
Triana. La producción de Pisano se consolidó tras la
ejecución del oratorio privado de los Reyes Católicos en el
Cuarto Real Alto del Alcázar, considerada como una pieza
clave en el cambio de siglo (37). Estas obras, junto a los
200
relieves llegados a la catedral procedente del taller de los
Della Robbia, produjeron una ruptura con la antigua
tradición mudéjar en favor de una nueva técnica de
cerámica pintada (38). A partir de aquí, fueron abundantes
los talleres locales que se dedicaron a fabricar objetos cuyas
decoraciones asentaron la estética italiana.
La presencia de Pisano supuso una renovación de las
formas pictóricas sevillanas, pues se preocupó no solo de
cuestiones técnicas, sino también de avanzar en otras de
referentes a las proporciones y perspectivas. Precisamente
de esto último carecían las composiciones de los artistas
locales hasta principios del siglo XVI, pues las pinturas de
Juan Hispalense aún incluían fondos dorados que
acentuaban la falta de volumen y eliminaban la idea de
espacio. No obstante, y partiendo nuevamente de lo visto
en Italia, pintores como Juan Sánchez de Castro o Alejo
Fernández introdujeron fondos de arquitectura a través de
las normas de perspectivas derivadas de la tradición
libresca italiana, contribuyendo a abrir un nuevo horizonte
estético que después ampliarían pintores como Pedro de
Campaña y Luis de Vargas (39). Fue precisamente el
carácter multicultural de la Sevilla de principios del siglo
201
XVI lo que permitió esta confluencia de estéticas y
creaciones. La apertura de la ciudad, su vinculación con el
Nuevo Mundo y su interés por evocar un pasado mítico
glorioso, explica que Carlos I la eligiese para celebrar su
matrimonio con Isabel de Portugal, momento de singular
trascendencia en la vida sevillana, pues logró reunir a
políticos,
literatos,
artistas
y
músicos
prodigiosos,
representantes del Humanismo europeo.
NOTAS
(1) PAREJA ORTIZ, María del Carmen. Aspectos de la vida
cotidiana de mujeres de Huelva en las Indias: relación entre
Lepe y América. Siglo XVI. En: AA.VV. Huelva y América.
Actas de las XI Jornadas de Andalucía y América. La Rábida,
1993, pp. 361-385.
(2) FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Historia general y
natural de las Indias, Islas y Tierra-Firme del Mar Océano. Madrid,
1852, tomo II, p. 167; BECCO, Horacio Jorge. Cronistas del Río
de la Plata. Caracas, 1994, p. 2.
(3) BELLIDO, José. La Patria de Nebrija (Noticia Histórica).
Madrid, 1945, pp. 131-132. El autor asimismo cita como fuente
202
de la información la obra de RUBIO, Julián María. La
Exploración y conquista del Río de la Plata. Paraguay, 1942.
(4) PERONA, José. Antonio de Nebrija: Lebrija (Sevilla) 1441 ó
1444 - Alcalá de Henares 1522. Murcia, 2010.
(5) CORTÉS Y LÓPEZ, Miguel. Diccionario geográfico-histórico de
la España Antigua Tarraconense, Bética y Lusitana. Madrid, 1836,
vol. 3, p. 218.
(6) CARO BELLIDO, Antonio. Lebrija. La ciudad y su entorno. I
(Prehistoria y Protohistoria). Lebrija, 1991, pp. 30-31.
(7) MAL LARA, Juan de. Recibimiento que hizo la muy noble y muy
leal Ciudad de Sevilla a la C.R.M. del Rey D. Felipe… Estudio,
edición y notas Manuel Bernal Rodríguez. Sevilla, 1992, p. 115.
(8) BARROSO VÁZQUEZ, Mª Dolores. Patrimonio Histórico
Artístico de Lebrija. Lebrija, 1992, p. 11.
(9) BELLIDO, José. La Patria de… op. cit., pp. 43-44.
(10) Véase CARO CALS, Juan Antonio. La población de
Lebrija (Sevilla) en el último cuarto del siglo XV. Seguimiento
del padrón de vecinos de 1484. Cuadernos de Genealogía, nº15,
2014, pp. 9-32; El segundo censo corresponde al realizado en
1534. FERNÁNDEZ CHAVES, M. F. La Villa de Lebrija a
203
finales del reinado de Felipe III. El padrón de Bula de Santa
Cruzada de 1620. Revista de Humanidades, 2009, nº 16, p. 64.
(11) CARO CALS, Juan Antonio. El crecimiento urbano de
Lebrija (Sevilla) en el siglo XVI. Revista de Estudios Andaluces, nº
28, 2011, pp. 97-99.
(12) BARROSO
VÁZQUEZ, Mª Dolores.
Patrimonio
Histórico… op. cit., p. 17.
(13) BELLIDO, José. La Patria de…op. cit., pp. 66-67.
(14) Plano del Castillo de Lebrija, Cartoteca del Centro Geográfico del
Ejército. Ar.G-T.7-C.3-456. (15) BARROSO VÁZQUEZ, Mª
Dolores. Patrimonio Histórico… op. cit., p. 35.
(16) MORALES, Alfredo J., et al. Guía Artística de Sevilla y su
Provincia. Sevilla, tomo II, 2004, p. 102.
(17) BARROSO
VÁZQUEZ, Mª Dolores. Patrimonio
Histórico… op. cit., p. 35.
(18) ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego. Arquitectura mudéjar sevillana
de los siglos XIII, XIV, y XV. Sevilla, 1983, pp. 98-102.
(19) Véase CÓMEZ RAMOS, Rafael: Arquitectura Alfonsí.
Sevilla, 2001, pp. 27-30.
(20) VELÁZQUEZ BOSCO, Ricardo. El Monasterio de Nuestra
Señora de la Rábida. Reed. Valladolid, 2008, pp. 79-87.
204
(21) MORALES, Alfredo J. Hernán Ruiz el Joven. Madrid, 1996,
p. 77.
(22) MORALES, Alfredo J.; et al. Guía Artística… op.cit., pp.
92-93.
(23) BELLIDO, José. La Patria de… op. cit., pp. 87 y 91.
(24) ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego. Anales eclesiásticos y seculares.
Tomo III. Reed. Sevilla, 1988, pp. 177- 179.
(25) DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. Orto y ocaso de Sevilla.
Sevilla, 1974, pp. 21-22.
(26) LADERO QUESADA, Miguel Ángel. La Casa de la
Contratación de las Yndias en sus comienzos: la tesorería de
Sancho de Matienzo (1503-1511). En: AA.VV. La Casa de la
Contratación y la navegación entre España y las Indias. Sevilla. 2003,
pp. 53- 65.
(27) SÁNCHEZ HERRERO, José. Julio II y la fundación de
la Universidad de Sevilla. En: AA.VV. La Universidad de Sevilla,
1505-2005: V centenario. Sevilla. 2005, pp.19-39. Sobre Maese
Rodrigo Fernández Santaella, véase HAZAÑAS Y LA RÚA,
Joaquín. Maese Rodrigo Fernández Santaella, fundador de la
Universidad de Sevilla. Sevilla, 1900.
205
(28) ESLAVA GALÁN, Juan. Una encrucijada humana. En:
MARTÍNEZ SHAW, Carlos (ed.). Sevilla. Siglo XVI. El corazón
de las riquezas del mundo. Sevilla, 1993, pp. 28-29.
(29) MENA GARCÍA, Mª del Carmen. Pedrarias Dávila o «la
ira de Dios»: una historia olvidada. Sevilla, 1992, pp. 37-39.
(30) LLEÓ CAÑAL, Vicente. Nueva Roma. Mitología y
Humanismo en el Renacimiento sevillano. Sevilla. 2011, pp. 6-31.
(31) FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro. El edificio gótico. En:
AA.VV. La Catedral de Sevilla. Sevilla, 1991, pp. 133-171.
(32) RODRÍGUEZ ESTÉVEZ, Juan Clemente. El maestro
Alonso Rodríguez. En: ALONSO RUIZ, Begoña (ed.). Los
últimos arquitectos del gótico. Madrid. 2010, pp. 271-363.
(33) LLEÓ CAÑAL, Vicente: Recibimiento en Sevilla del Rey
Fernando el Católico (1508). Archivo Hispalense, nº 188, 1978. pp.
9-23. Este pintor desconocido ha sido considerado por Serrera
como el padre de Pedro Villegas Marmolejo. SERRERA, Juan
Miguel: Pedro Villegas Marmolejo. Sevilla, 1976. p. 11.
(34) Véase PÉREZ EMBID, Florentino. Pedro Millán y los
orígenes de la escultura en Sevilla. Madrid, 1972.
(35) MORALES CHACÓN, Alberto. Escultura funeraria del
Renacimiento en Sevilla. Sevilla, 1996, pp. 34-42. En este sentido, se
206
destaca el enterramiento de Baltasar del Río en la Capilla Scala,
pues a pesar de pertenecer a una fecha más reciente, supuso el
culmen de la estatuaria funeraria renacentista sevillana.
HERNÁNDEZ DÍAZ, José. Retablos y esculturas. En:
AA.VV. La Catedral… op. cit., p. 263.
(36) Consúltese ARANDA BERNAL, Ana María. Una
Mendoza en la Sevilla del siglo XV: el patrocinio artístico de
Catalina de Ribera. Atrio: revista de historia del arte. nº 10-11. 2005,
pp. 5-16. La traza «a la romana» de esta portada contrasta con las
formas mudéjares del interior del palacio. Se cita esta casa como
ejemplo de las otras coetáneas que jalonan el urbanismo
sevillano. Más información aporta FALCÓN MÁRQUEZ,
Teodoro. Casas Sevillanas desde la Edad Media hasta el Barroco.
Sevilla. 2014.
(37) MORALES, Alfredo J. Francisco Niculoso Pisano. Sevilla,
1991, pp. 49-62.
(38) HERNÁNDEZ DÍAZ, José. Retablos… op. cit., p. 257.
(39) VALDIVIESO, Enrique. Historia de la pintura sevillana.
Sevilla, 1992, pp. 26-55.
207
208
Visión geopolítica de Europa en el inicio del
siglo XVI
Dr. Jorge Enrique Méndez
Nacido en Montevideo en 1940. Es abogado, docente universitario,
periodista y conferencista. Fundador de la Academia de Geopolítica y
Estrategia. Autor de las siguientes obras: La Guerra de las Malvinas
(1982), Iberoamérica: angustia del futuro (2001), La Guerra que se viene
(2003), Macroética y Microética (2005), Geopolítica de la Guerra
(2011), y 50 preguntas sobre Geopolítica y sus posibles respuestas (2016).
Europa hacia el Nuevo Mundo
La política de Holanda se concentró a lo largo de los
siglos XVI y XVII en extenderse por todo el mundo a
través de la navegación, a la vez que los portugueses con
Enrique El Navegante iniciaban desde el sur de Portugal la
navegación por la costa occidental de África como primer
paso de sus aspiraciones de conquistar el Lejano Oriente.
En sus objetivos, Holanda llegó a disponer de una
enorme flota comercial y militar; esta última igualaba y aún
209
superaba a todas las demás flotas del resto de las naciones
de Europa Occidental hasta que la Inglaterra de Oliverio
Cromwell decidió que el dominio de los mares debía ser el
principal objetivo estratégico del Imperio Británico, lo que
así sucedió desde el 1694.
No obstante, Holanda se convirtió en una gran potencia
mundial antes que Inglaterra, sobremanera luego de crear
la Compañía de la Indias Orientales primero, y poco
después la de las Indias Occidentales, ambas en el correr
del siglo XVI y con el objetivo de apropiarse de cuantas
tierras pudiera en todo el planeta, combatiendo para ello
con los demás países europeos. Fueron las primeras
empresas integradas con capitales del Estado y de los
ciudadanos.
Portugal y Holanda hacia Brasil
Luego del Tratado de Tordesillas de 1494, los
portugueses organizaron la conquista y colonización de
Brasil, comprendiendo a cabalidad que tenían todas las
posibilidades de ir extendiéndose o con la diplomacia o
210
con los cañones hacia territorios respecto de los cuales
ellos sabían que no les pertenecían.
Para tales conquistas, fue un elemento fundamental del
Imperio Portugués Enrique El Navegante y la Escuela de
Navegación de Sagres, que permitió a Bartolomé Díaz en
1488 llegar al sur de África y desde allí hacia las Indias
Orientales. En 1498 Vasco da Gama arribó a Calcuta, lo
que dio inicio al Imperio colonial de Portugal por todo el
mundo.
En el 1500, Alvares Cabral descubrió Brasil y el monarca
portugués Juan II comenzó la colonización de estas tierras,
estableciéndose en San Salvador de Bahía en 1549. Ya en
1502 Américo Vespucio había descubierto Río de Janeiro.
En 1623 los holandeses desembarcaron en el norte de
Brasil, de donde fueron expulsados poco después por los
portugueses (lo que aun hoy se continúa festejando cada
año en todo Brasil).
Pero ante la reacción militar de Portugal y la necesidad
de retirarse consecuentemente de Bahía, los holandeses se
fueron hacia el norte de la América meridional y se
instalaron en Guayana, cumpliendo así su larga y decidida
211
vocación colonialista, que la llevó a poseer tierras en esta
América, en África y en Asia (de donde fueron echados
por los japoneses durante la 2ª Guerra Mundial).
España hacia América Meridional
Durante el reinado de Felipe II (mediados del siglo XVI),
se inició la ocupación de los territorios de América del Sur,
se fundaron las ciudades más importantes (Asunción,
Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo) y se produjo
la expansión naval en el Pacífico.
Cuando por el Tratado de Tordesillas España y Portugal
se repartieron el Nuevo Mundo, las demás potencias
europeas no aceptaron quedar fuera del reparto de la
«torta» de la riqueza, por lo que Inglaterra y Francia
organizaron la Guerra de Corsos con el objetivo de
apoderarse de cuanto pudieran del Nuevo Mundo, lo que
lograron con creces con la directa colaboración de grandes
piratas, como Drake y Morgan. En realidad, la piratería fue
el común denominador de la mayoría de las expediciones
organizadas por las monarquías de Holanda, Inglaterra,
Portugal y Francia. Lo malo es que tal política, pero con
212
más naciones, no ha variado mucho en los primeros 16
años del siglo XXI.
Trascendencia de la teoría mercantilista
La apetencia de poder por las riquezas —sobre todo de
América— se basó en la teoría mercantilista, según la cual
la posesión de metales preciosos —oro y plata— constituía
la base de la prosperidad de una nación, y así posibilitarle
el autoabastecimiento con el fin de evitar las importaciones
de productos imprescindibles. Se caracterizó por una
fuerte
intervención
coincidiendo
con
del
el
Estado
desarrollo
en
del
la
economía,
absolutismo
monárquico. Esta teoría llevó a las potencias europeas al
control de la moneda y de los recursos naturales, naciendo
entonces la protección de la producción local de la
competencia extranjera, lo que en los primeros 16 años del
siglo XXI también continúa a través de aranceles externos
y de la Organización Mundial de Comercio. Con estas
instituciones, las grandes potencias desarrollaron —y
desarrollan— políticas proteccionistas de sus manufacturas
desde aquella época, pero también en el siglo XX y lo que
213
va del XXI, en perjuicio de las incipientes naciones de
Hispanoamérica y de África.
La teoría mercantilista partía de la base de que la riqueza
de las naciones debía impedir la exportación de metales
preciosos, a la vez de posibilitar la multiplicación de los
ingresos fiscales con el fin de llegar a la formación de
Estados-nación poderosos, como finalmente sucedió hasta
después de la 2da. Guerra, en que el mundo se dividió
entre Estados Unidos dominando a Occidente y Rusia
(URSS entonces) haciendo lo propio en Oriente. En vez
de cinco grandes potencias controlando al mundo
(Inglaterra, Holanda, España, Francia y Portugal), cuatro
siglos después lo lograron solo dos.
Esta forma de ver la economía de las naciones a través
de la teoría mercantilista prosperó en Europa Occidental
durante 300 años, lo que significa que fue la base de los
conflictos entre las grandes potencias entre los siglos XVI,
XVII y XVIII, cuando se comprendió que la riqueza de las
naciones podía derivar de otras circunstancias más allá de
los metales preciosos (fisiocracia y neoliberalismo: no
214
intervención del Estado en la economía, la mano invisible
de Adam Smith).
España fue la nación que mayor cantidad de oro y plata
recibió del Nuevo Mundo, y fue la única de la Europa
dominante que no solo no se enriqueció sino que permitió
—por una especie de ceguera intelectual de sus
estrategas— que esos metales pasaran de España hacia
Inglaterra y Francia, por consecuencia de haber priorizado
los españoles con ambos metales la construcción de
Iglesias, de grandes mansiones y enormes monumentos,
cuando debieron ser la base de una industrialización, como
en cambio lo lograron sobremanera los ingleses y los
holandeses, siendo los iniciadores del Segundo Orden
Económico Mundial (Historia de la Globalización, Tomo II,
Aldo Ferrer).
Ello les permitió pasar por encima de una España que se
fue quedando sin su imperio por el avance arrollador de
Gran Bretaña y Francia.
Las tierras sin ningún provecho
215
Los territorios del Río de la Plata, que carecían de oro y
plata, fueron considerados por mucho tiempo como
«tierras sin ningún provecho» hasta 1616 (exactamente 100
años después de la llegada de Díaz de Solís al Río de la
Plata), cuando Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias,
primer gobernador criollo por haber nacido en tierras
americanas), introdujo ganado vacuno en la Banda Oriental
dando comienzo así a la «Vaquería del Mar», con lo que se
designó a la nueva riqueza que aportó el negocio de los
cueros y luego el de las carnes saladas.
La conquista del Río de la Plata se inició hacia 1534 y
estuvo motivada en la necesidad de los portugueses de
encontrar un camino hacia Perú desde la región platense
que les permitiera explotar las riquezas que los españoles
lograron con la captura del inca Atahualpa, que asombró a
toda Europa. Para impedir el objetivo portugués, la
Corona envío al Plata una expedición a cargo de Pedro de
Mendoza como Adelantado. En 1536 Mendoza fundó
Buenos Aires, y para llegar al corazón de América
navegando por los ríos Uruguay y Paraná en busca de
metales preciosos, designó a Juan de Ayolas, quien fundó
Asunción, primer centro de la colonización del Río de la
216
Plata, siendo Buenos Aires su puerto de salida, ciudad esta
última que culminó su fundación en 1580.
A partir del siglo XV finalmente las culturas de Europa y
de América se vincularon, pero a través de la conquista, de
los valores culturales europeos y del sometimiento de los
indios. Y mientras los pueblos originales de esta América
más desarrollados se adaptaron a la cultura española, los
menos evolucionados fueron desapareciendo.
Sin embargo, el mestizaje de Mesoamérica determinó el
nacimiento de una nueva sociedad diversa de la europea,
en que se hizo sentir la influencia de la cultura indígena en
el folklore, la religión, las artes y las creencias. Estas
prácticas llegaron a influir en el cristianismo, dando lugar al
surgimiento de Hispanoamérica como una entidad
político-social-cultural que se fue implantando poco a
poco a través de la injerencia de un elemento novedoso,
como fueron los criollos. Estos eran descendientes de
españoles nacidos en América Meridional, que se sintieron
desplazados y marginados por la Corona, la que otorgó
todos los privilegios a los nobles llegados de España,
relegando injustamente a los españoles americanos. Ellos,
217
en consecuencia, decidieron reivindicar sus derechos,
dando lugar finalmente al proceso de la independencia de
estas colonias de España a partir de los primeros años del
siglo XIX.
De manera similar esto aconteció en Brasil, donde la
identidad de ese pueblo —mezcla de blancos con indios y
con negros, y de estos entre sí— llevó a la independencia
de Portugal en 1822.
Europa en los siglos XV y XVI
A partir del siglo XV, comenzó el auge de las grandes
monarquías, la consolidación capitalista, el Renacimiento y
la Reforma de Lutero y Calvino. Esta última creó el mayor
cisma religioso dentro de la cristiandad.
Los descubrimientos geográficos de ese siglo fueron el
resultado de condiciones económicas determinadas por el
nacimiento del capitalismo en Europa (Historia de la
Globalización, Aldo Ferrer).
218
Por su lado, el Renacimiento de los siglos XII y XIII
generó enormes beneficios, y los capitales consiguientes
fueron aportados para las empresas que giraban alrededor
de la navegación hacia el Nuevo Mundo, así como para
satisfacer los reclamos provenientes de las elites europeas,
que colmaban sus refinados gustos con piedras preciosas,
sedas del Lejano Oriente, perfumes y especias.
El comercio de estos productos estaba en manos de
venecianos y turcos. Estos últimos controlaban las zonas
de abastecimiento, que eran el Océano Índico, el Mar Rojo
y Egipto, mientras que los venecianos controlaban la zona
mediterránea hacia Europa Occidental.
Los romanos habían designado a este espejo de aguas
como «Mare Nostrum» para darle el gran significado
estratégico que tuvo después de la creación de Roma (año
753 AC) hasta el descubrimiento del Nuevo Mundo por
Colón (1492), cuando la historia del mundo se desplazó
hacia el Océano Atlántico.
Tanto el oro, la plata, como las especias fueron los
principales recursos que determinaron los viajes para el
descubrimiento de nuevas rutas hacia las Indias Orientales,
219
con el objetivo de impedir la intermediación de los turcos y
posibilitar a las monarquías europeas poseer la mayor parte
de las riquezas que les permitieran continuar financiando a
los viajes marítimos hacia el Nuevo Mundo, por un lado, y
llegar al autoabastecimiento por otro. Para ello, las
Coronas española, portuguesa, inglesa, holandesa y
francesa respaldaron a los navegantes dispuestos a
enfrentar los riesgos que significaba entonces hacerse hacia
un mar aún desconocido.
Pero fue la monarquía española de Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón la que vio, con más claridad que los
demás reyes europeos, el ofrecimiento de Colón. La
aceptación por estos monarcas de las ideas del genovés
acerca de un mundo redondo que llevaría al Oriente
navegando hacia Occidente, fue a la postre lo que permitió
a España llegar a América antes que sus competidores y
organizar a través de la conquista y colonización de estas
tierras, el imperio donde «…jamás se pone el sol», en
épocas de Carlos V y su hijo Felipe II (Aldo Ferrer.
Historia de la Globalización, T. I.).
220
No obstante, como hemos visto, ingleses y franceses se
las ingeniaron para quedarse en el transcurso del tiempo
con las riquezas que iban llegando a España, mientras esta
nación comenzaba lenta pero seguramente un declive que
culminó con la Guerra Civil de 1936 al 1939, cuando la
recientemente creada república española fue derrotada por
el fascismo franquista, que retornó a la monarquía.
La importancia de la técnica naval
Los descubrimientos sobre la navegación (brújula, timón,
astrolabio, sextante), fueron de origen chino. Simplemente
los
europeos
se
trajeron
todos
esos
inventos
revolucionarios para Occidente desde el siglo XVI, sin
pagar un solo centavo por los derechos de patentes de
invención a sus reales inventores. Y lograron derrotar a
China durante las Guerras del Opio desde la primera en
1838, gracias al uso de la pólvora y de los cañones
instalados sobre los buques de guerra. Pero ambos
inventos también fueron de origen chino. Con ellos
Inglaterra se hizo dueña de los mares y Europa pudo
ingresar en el Renacimiento. Y por efecto de los
221
nacionalismos racistas, llegaron sin más al eurocentrismo,
con el que dominaron al resto del mundo desde el siglo
XV hasta después de la 1ª Guerra Mundial (1914-1918),
momento en que fueron sustituidos (hasta ahora) por el
naciente y poderoso Imperio norteamericano.
El Nuevo Mundo
Con las carabelas —navíos rápidos y seguros— luego de
1492 Colón continuó la búsqueda de las especias (aún
ignoraba que lo que había descubierto era un nuevo
continente).
De esa época data el descubrimiento de Norteamérica
por Juan Gaboto, veneciano que navegó en nombre del
monarca inglés, por lo que esas tierras pertenecieron al
Imperio británico.
Fue durante esos viajes que comenzaron a constatarse las
diferencias geográficas entre los territorios americanos con
el de las Indias. El primero en expresarlo fue Américo
Vespucio (en cuyo homenaje estos territorios fueron
bautizados como «América»), quien los definió como
«Nuevo Mundo». Ello fue confirmado por Vasco Núñez de
222
Balboa al atravesar el istmo de Panamá en el año 1513 y
llegar al Océano Pacífico, lo que permitió concluir en que
era posible continuar la ruta hacia Oriente por mar. Esta
circunstancia hizo concluir a algunos españoles que estos
nuevos territorios constituían un obstáculo en la ruta hacia
las Indias.
En estas circunstancias, el Río de la Plata es descubierto
por Solís, quien ingresó por el Plata creyendo que podía
ser el canal interoceánico, llegó a la isla Martín García (se le
puso tal nombre en homenaje a un marinero de Solís que
falleciera entonces) y se supone que llegó a la actual
Colonia (el libro de bitácora de ese viaje se extravió),
donde fue atacado y muerto por los indígenas.
Pero desde entonces la región comenzó a ser explorada
por los españoles, en especial por Hernando de Magallanes
y Sebastián Elcano (1519-1522), siendo este último el que
por primera vez en la historia efectuó la circunnavegación
de la tierra.
Al descubrirse el oro y la plata en tierras mexicanas y
peruanas (con Cortés y Pizarro), ello determinó que esa
región del Nuevo Mundo se convirtiera en una
223
importantísima
fuente
de
riquezas
para
España,
iniciándose poco después la conquista de América de
manera sistemática.
Pero el viaje de Juan Díaz de Solís fue considerado como
un intento fallido de encontrar un canal interocéanico
hacia las Indias, aunque el viaje de Magallanes incorporó a
la historia del Río de la Plata una descripción detallada de
nuestras costas (Lincoln Maiztegui. Orientales).
Magallanes también exploró el Río de la Plata en 1520,
llegando uno de sus oficiales a la actual Fray Bentos
navegando por el río Uruguay.
El viaje de Gaboto en 1526 señaló el inicio de la
conquista, porque este navegante se internó por los ríos de
la Plata y Uruguay. Al cabo de tres años regresó a España,
informando a la Corona sobre las enormes riquezas de
estas tierras, lo que determinó el inicio del dominio
español sobre el Plata y las culturas autóctonas. La
conquista española fue un hecho continental que afectó en
un lapso de 50 años del siglo XVI a la casi totalidad de los
pobladores originales de América. Y dio lugar además al
prejuicio racial, en la medida que los conquistadores
224
exhibieron como modelo único de cultura la de Europa y
sus valores, despreciando a las indígenas. Lo mismo
hicieron en el resto del mundo ingleses, franceses y
holandeses (L. Maiztegui, ob. cit.).
El prejuicio racial distinguía a los blancos, a los indios, a
los negros y a los mestizos, sistema discriminatorio en que
los blancos disponían de todos los privilegios, mientras
que los indios quedaron detrás y los negros en el fondo
por su condición de esclavos (Antropología de los pueblos
iberoamericanos, Juan Comas, España).
Las misiones jesuíticas
De todas las órdenes religiosas que llegaron a América
(domínicos, franciscanos, jesuitas, agustinos), fueron los
jesuitas
los
que realizaron
una verdadera misión
evangelizadora de enorme trascendencia en esta parte de
América,
sobre
permitieron
a
todo
los
en
Paraguay.
indios
organizar
Las
su
misiones
propia
administración, trabajar la tierra de manera colectiva,
limitar la jornada de trabajo y hasta aprendieron a
defenderse de las incursiones de los bandeirantes, bandidos
225
brasileños cuyos objetivos eran obtener indios para
esclavizarlos y todo el oro que pudieran.
Las principales producciones en las misiones fueron el
algodón y la yerba mate, que se comercializaban con
grandes beneficios para la Compañía de los Jesuitas.
Además hubo imprentas, escuelas y enseñanza del arte,
escultura y pintura, lo que posibilitó la construcción por
parte de los indios de grandes obras arquitectónicas. Las
misiones fueron el mayor esfuerzo de los jesuitas para
impedir los abusos de los colonizadores respecto de los
indígenas, cuyo antecedente más directo fue la obra de
Fray Bartolomé de las Casas a favor de los indios y en
contra de los encomenderos. La misión más antigua fue la
de San Borja, en territorio actual de Brasil (1625), que en
esa época correspondía a las Misiones Orientales,
reivindicadas por Artigas en las Instrucciones de 1813
como territorio de la Provincia Oriental.
La Administración desde España de las colonias
americanas
226
La Corona española en el inicio no envió a sus ejércitos
ni comprometió sus riquezas para la conquista y
colonización de América, sino que en vez permitió un
sistema por el que los particulares contrataban con la
monarquía las Capitulaciones para el cumplimiento de
ciertos servicios públicos, siempre en nombre de la
Corona. Ésta solo se hacía cargo del control de la empresa
privada, mientras que los particulares debían hacerse cargo
de financiar las expediciones corriendo con todos los
riesgos, armar sus barcos y marineros, y avituallar las
naves. El título de Adelantado les permitía recibir cargos
políticos y militares, derecho a construir fortalezas,
gobernar los territorios descubiertos, repartir tierras e
indios, acuñar moneda y eximir del pago de ciertos
impuestos, todo lo cual les otorgaba a los Adelantados un
enorme poder. A cambio, los Adelantados debían ceder a
la monarquía la quinta parte de todas las riquezas que
pudieran descubrir, que se llamó el «quinto real».
Esta forma de encarar la conquista y colonización del
Nuevo Mundo se basó en la visión entonces vigente en
Europa de convertir a la Corona en una institución
absolutista, lo que se extendió hasta que a inicios del siglo
227
XIX. Napoleón «barrió» prácticamente con todas las
monarquías (salvo la británica), las que desde entonces
hasta hoy dejaron la impronta absolutista para convertirse
en constitucionales, es decir, limitadas por normas jurídicas
de rango superior, en que los reyes ya no reinan sino solo
representan simbólicamente al Estado.
Cuando España comprendió la enorme trascendencia
económica de los territorios conquistados desde el siglo
XVII en adelante, sustituyó el sistema de las Capitulaciones
por uno nuevo de funcionarios directamente designados
por la Corona para actuar en América en su exclusivo
nombre.
No obstante el nuevo régimen de administración
colonial, lo cierto fue que los conquistadores debieron
enfrentar selvas, pantanos, montañas, ríos de gran caudal,
salvajes que resistieron la conquista y que tenían a su favor
el conocimiento de la región, además de ser mucho más
numerosos que los españoles. Pero éstos disponían de tres
herramientas formidables: el caballo, las armas de fuego y
la táctica militar derivadas de una larga tradición europea.
228
La Guerra de Secesión
En 1700 falleció Carlos II, último rey de la dinastía de los
Habsburgo. Los pretendientes al trono fueron Felipe de
Borbón —apoyado por la Francia de la misma dinastía— y
Carlos de Habsburgo, a quien apoyaron Inglaterra,
Portugal, Austria y Holanda, lo que dio lugar a la Guerra
de Secesión entre 1702 y 1713. La guerra terminó con el
Tratado de Utrecht y determinó que el trono de España
fuera asumido por Felipe V de Borbón. Pero Inglaterra se
tomó entonces debidas compensaciones: España debió
cederle Gibraltar (aun hoy el Peñón pertenece a Gran
Bretaña) así como el monopolio del tráfico de esclavos
hacia América (ambos terribles negocios), mientras que
Portugal volvió a recuperar la Colonia del Sacramento. Es
simple así saber quién ganó esa guerra.
Por su parte, Felipe V introdujo reformas basadas en la
liberalización del comercio entre España y sus colonias:
sustituyó el sistema de flotas y galeones por el de navíos de
registro y autorizó el tráfico comercial entre los virreinatos,
(el del Río de la Plata con capital en Buenos Aires fue
creando en 1776 por el rey Carlos III). Pero sin embargo,
229
pese al libre comercio así implantado, España logró que el
comercio con las colonias permaneciera como antes, es
decir, dentro del monopolio exclusivo y excluyente. Pero
esta política falseadora llevó a la larga —inicios del siglo
XIX— a la independencia de las colonias americanas en
base a las reivindicaciones de las burguesías portuarias
criollas (L. Maiztegui ob. cit.).
Los puertos de América
El monopolio requería puertos únicos en América, de tal
forma que la Corona habilitó a Veracruz en Nueva España,
a Cartagena de Indias en Nueva Granada y a Portobelo en
el istmo de Panamá.
Para fines del siglo XVI, Sevilla había logrado que se
prohibiera el comercio entre las ciudades de la costa del
Pacífico y Oriente, así como el comercio entre Europa y
América del Sur vía Buenos Aires. Por consecuencia, para
arribar al Río de la Plata era necesario llegar por barco
atravesando el Océano Atlántico a los tres puertos antes
nombrados (Veracruz, Cartagena y Portobelo), viajar desde
Perú por tierra llevando las mercaderías por lugares
230
inhóspitos a lomo de burro, cuando ello pudo solucionarse
navegando por el Atlántico desde Sevilla directamente
hasta Buenos Aires o Montevideo. Pero todo fue en aras
de las pingües ganancias para los comerciantes de Sevilla, y
luego para los de Cádiz (Sevilla debió ser sustituida por
Cádiz cuando el río Guadalquivir comenzó a hacerse
innavegable por el lodo).
Sin embargo, Sevilla, Sanlúcar y Cádiz tuvieron el
monopolio de la navegación atlántica debido a que la
Corona y sus asesores calcularon muy bien que si los
barcos hubieran zarpado desde el norte de España, por
ejemplo desde La Coruña, el viaje hubiera demorado más
tiempo, de tal manera que la elección de Sevilla como
puerto de salida respondió a una lógica geográfica.
Además, Andalucía era una zona muy rica en agricultura y
apta para aprovisionar a las flotas.
Toda la infatigable actividad de los conquistadores para
llegar hacia el corazón de América meridional durante los
siglos XV, XVI y XVII determinó en el largo plazo la
determinación del Imperio británico de apoderarse de las
riquezas que España extraía de América. Para ello, crearon
231
el «Plan para la Política Exterior en Occidente» (John
Elliott, Los Imperios del Mundo Atlántico).
Los duros términos de Evo Morales en 2013
En la reunión de jefes de Estado de la Comisión
Europea celebrada el 20 de julio de 2013 (Bruselas), el
Presidente de Bolivia Evo Morales tuvo palabras muy
duras para los europeos, quienes quizás por primera vez en
500 años, lo escucharon decir entre asombrados e
indignados estas realidades:
«El hermano europeo me explica que toda
deuda se paga con intereses, aunque sea
vendiendo seres humanos y países enteros sin
pedirles
consentimiento.
Yo
los
voy
descubriendo. También yo puedo reclamar pagos
e intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel
sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre
firma, que solamente ENTRE LOS AÑOS 1502
y 1660 LLEGARON A SAN LUCAR DE
BARRAMEDA 185 MIL KILOS DE ORO Y
16 MILLONES DE KILOS DE PLATA»
232
(mayúscula nuestra). Agrega luego: «Esos 185 mil
kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben
ser considerados como el primero de muchos
otros
préstamos
amigables
de
América,
destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario
sería asumir la existencia de crímenes de guerra,
lo que daría derecho no solo a exigir la
devolución inmediata, sino la indemnización por
daños y perjuicios». Y más adelante expresó:
«Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del
Empréstito,
podremos
preguntarnos:
¿Han
hecho los hermanos europeos un uso racional,
responsable o por lo menos productivo de los
fondos tan generosamente adelantados por el
Fondo
Indoamericano
Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo
dilapidaron en las batallas de Lepanto, en
armadas invencibles, en terceros Reichs y otras
formas de exterminio mutuo, sin otro destino
que terminar ocupados por las tropas gringas de
la OTAN, como en Panamá pero sin canal».
233
Conclusiones
Es posible concluir que la llegada de Juan Díaz de Solís
en 1516 al Río de la Plata —pese a su temprana muerte en
manos de los indios— y la información posterior sobre las
riquezas de esta región y sus posibilidades comerciales,
posibilitó su conquista y colonización, poblada por tribus
que no solo no se sometieron sino que incluso llegaron a
luchar junto con Artigas en la gesta autonómica iniciada en
1811 (Artigas y su hijo el Caciquillo. Carlos Maggi, 2000).
Quizás si hiciéramos justicia, el Río de la Plata debiera
llamarse en adelante Río de Solís.
BIBLIOGRAFÍA
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235
236
Encuentro de culturas y algo más
Mtro. Gonzalo Abella
Montevideo 1947. Docente y escritor. Maestro de escuela desde
1967. Maestría en Educación con mención en Investigación Educativa
(CIEP-IDRC) 1994. Exiliado entre 1976 y 1984. Ha publicado las
siguientes obras: Artigas mitológico, Historia diferente del Uruguay, Educación,
resistencia y cambio social, Mitos, leyendas y tradiciones de la Banda Oriental,
Aparicio Saravia, el traicionado, Desde otros ojos, Profética, La Leyenda de
Soledad Cruz, Orientalitos, Páginas del Año 11, Bolívar: independencia y lucha
social, Educación Ambiental; entre otros.
Antes de 1492 nuestra tierra no era un rincón aislado y
desconocido. Podían serlo en aquellos tiempos un valle
oculto entre altas montañas o un rincón selvático de difícil
acceso; pero las praderas platenses eran, y habían sido por
milenios, zonas de confluencia y encuentros. Hay huellas
de peregrinaciones andinas y de visitas constantes de los
237
pueblos de la selva húmeda subtropical, especialmente
parcialidades de la macro etnia guaraní.
Y si somos más precisos en cuanto a migraciones
antiguas, nuestros pueblos originarios del ecosistema de
pradera, incluyendo la macroetnia charrúa que incluye
bohanes y minuanes, y también los no charrúas como
chanás, arachanás y yaros, alguna vez, hace quizás 10.000
años, también fueron inmigrantes. Se les llamó pueblos
originarios porque su cultura se desarrolló o se adecuó en
interacción con el ecosistema local.
El encuentro de culturas fue, entonces, algo usual y
permanente en esta tierra que era de fácil acceso por mar,
por tierra y por el sistema fluvial.
Miremos el mapa continental. Si le llamamos «América
Latina» ya estamos excluyendo a los pueblos originarios y
los afroamericanos, precisamente porque su origen no es
latino. Podría argumentarse la raíz latina de las lenguas hoy
dominantes, pero eso excluiría al Caribe anglófono y a
inmensas multitudes que usan el castellano como segunda
lengua, o ni siquiera la entienden. Es mejor llamar a
nuestra tierra continental, incluyendo sus archipiélagos, por
238
uno de sus nombres originarios: la Tierra de Abyayala.
Pero el nombre no es lo esencial.
Lo esencial es saber que había vínculos permanentes
entre los pueblos de la montaña, de la selva, de las islas y
de los llanos. Y sin duda, contactos intercontinentales, más
regulares por el Pacífico que por el Atlántico. Los
españoles ya en 1515 aprovecharon el conocimiento de las
corrientes
oceánicas
que
tenían
nuestros
pueblos
originarios para inaugurar un viaje comercial anual, regular,
entre la costa peruana y Filipinas. De este comercio
provienen los «mantones de Manila» que lucían las damas
de la aristocracia madrileña y colonial.
La estética maya y azteca es totalmente diferente a la
andina. Las serpientes emplumadas de los templos mayas
tienen mucho mayor parentesco cultural con el barroco de
los dragones chinos que con el sobrio monumentalismo
preincaico en Tiwanaku o Machu Picchu. Y sin embargo
en pleno corazón andino, las «diabladas» de Oruro son
festivales chinos apenas modificados.
En Australia se encontraron relictos de tabaco Virginia,
que llegaba hasta los nativos de Queensland. Y la Isla de
239
Pascua, llamada Rapa Nui por los isleños vecinos, era
llamada te pi t te ho’ o (ombligo del mundo) por los
aborígenes australianos, que la recuerdan en leyendas sobre
los dreaming times de sus ancestros, y que describen los
enormes mohái de la isla con hogueras en sus cumbres,
faros para el intercambio de semillas y del territorio
adecuado para las prácticas de reciprocidad.
Los intercambios precolombinos por el Atlántico son
más conocidos. Desde los aztecas a los pueblos del sur,
todos conservaban leyendas de hombres rubios y mujeres
hechas con luz de luna y leche, cuyo cabello evoca los
penachos de la espiga del maíz. En la cultura guaraní, se
mantiene la leyenda del jasy jateré, el duende hijo de la Luna,
de cabellos de Sol.
Las relaciones entre los pueblos eran fraternas. El
intercambio y la reciprocidad eran la norma. Así el maíz se
adoptó como planta sagrada desde el far west hasta la selva
austral, y el tabaco desde Norteamérica al mundo guaraní,
y la papa del sur de Chile se adaptó a los Andes. La yerba
mate llegó a la pradera oriental por reciprocidad hace 4.000
240
años y se re-sembró en la sierra del Yerbal olimareña. La
coca, cultivo tropical, fue muy utilizada en la montaña.
Solo los imperios, como el Inca o el Azteca, o el
terrorismo de estado de la última época maya ya en su
declive, cambiaron esta fraternidad por la opresión y la
violencia. Pero las comunidades y sus federaciones
siguieron
siendo
las
relaciones
de
producción
predominantes en la selva, en el llano, en los archipiélagos
y aún en gran parte de las altas montañas.
Y desde 1492 todo cambió. Pero no fueron las culturas
europeas las que trajeron la opresión, el genocidio y la
esclavitud. Cultura viene de cultivo, y los verdaderos
cultivadores inmigrantes no vinieron a oprimir sino a
edificar nuevos horizontes para sus familias. La cultura
inmigrante nos trajo el trigo, la manzana, técnicas de
construcción campesina, hábitos y vestidos, rueca y arado,
verbo y músicas nuevas. Y todo se puso a dialogar y a
intercambiar con las culturas nativas y la de los
esclavizados.
La barbarie la trajeron los conquistadores europeos, no
los inmigrantes. Los conquistadores venían dejando una
241
estela de muerte y horror que había empezado 500 años
atrás con el saqueo de la llamada Tierra Santa en las
primeras cruzadas, que había seguido en la región francesa
de Languedoc contra bons chrétiennes y albigenses, y que
había hecho arder en la hoguera a templarios y hombres y
mujeres con pensamiento libre. La Iglesia a su servicio
había creado la Inquisición. Llamada realmente la
Congregación del Santo Oficio, la Inquisición se instaló
tempranamente en Lima y desde allí ejerció su temida
vigilancia. Pero su objetivo principal en Abyayala no era
quemar indios infieles en la hoguera, lo que también hizo
cuando lo juzgó necesario para la salvación de sus almas.
Su objetivo principal era que las tierras, las minas, los
frutos de Abyayala, quitadas a los pueblos originarios, no
cayeran en manos de herejes, ni de árabes y judíos
disfrazados de cristianos, ni de personas poseídas que
hacían tratos secretos con el Diablo. El propio virrey de
Lima temía al Inquisidor, especialmente si debía ocultar en
su árbol genealógico algún «cristiano nuevo» convertido en
tiempos lejanos.
En el siglo XVIII los tratados europeos establecían que
la mayor parte de Abyayala era territorio español o
242
portugués. Pero en los hechos los conquistadores
controlaban menos de la tercera parte de Abyayala. Había
zonas de montaña y de selva donde la invasión no había
llegado.
Los
imperios
precolombinos
sucumbieron
rápidamente, ante la indiferencia de los pueblos oprimidos,
pero las comunidades resistieron y resisten. En las
praderas, que era el ecosistema más desprotegido ante la
acción militar invasora, los pueblos adoptaron rápidamente
elementos de los invasores. Así, por ejemplo, los pueblos
de la pampa, de la pradera oriental-entrerriana y el far west,
adoptaron rápidamente el caballo a su vida y a su guerra
defensiva.
Hubo grandes zonas donde las culturas se encontraron
pero por fuera de la ley colonial. Los llanos del Orinoco y
el mundo gaucho fueron ejemplos de estos encuentros en
libertad. Recuérdese que el alambrado de los campos,
freno y control del colectivismo difuso y multiétnico de
estas zonas, solo fue posible por 1870, en tiempos de José
Pedro Varela.
Por eso el cristianismo rural de este mundo mestizo tiene
elementos indígenas y africanos escondidos en la doctrina
243
y en el ritual, y hasta creencias europeas precristianas que
los inmigrantes humildes trajeron casi de contrabando.
El Río Paraguay desemboca en el Paraná, y éste a su vez
en el Paraná Guasú que ahora llamamos Río de la Plata
porque por él viajaba la plata del Potosí boliviano hacia «la
Mar Océana» y hacia España. Los paraguayos dicen que
hacia el mar van las lágrimas de toda la entraña continental,
pero que los costeños ya no sabemos verlas.
Quizás en verdadero encuentro de culturas se de cuando
volvamos a advertirlas.
Por el Río de la Plata, relatos y paisajes.
Arq. Fernando Britos Di Clemente
Egresa como Arquitecto de la Facultad de Arquitectura de la
UdelaR. Egresa como Técnico en Diseño de jardines de la Escuela
Municipal de Jardinería de la Intendencia de Montevideo. Desde 1996
244
es Docente en la Escuela Municipal de Jardinería. Es Miembro
fundador de la Asociación Uruguaya De Arquitectura De Paisaje
(AUDADP).Miembro de la Internacional Federation of Landscape
Architects (IFLA). Miembro de la International Council on
Monuments and Sites (ICOMOS). Miembro Experto del Comité
Internacional Científico sobre Paisajes Culturales. Desde 2013 es
Presidente de la Comisión Asesora Patrimonial del Municipio de Santa
Lucía.
Río de la Plata: nuestra geografía, nuestro paisaje
«Somos lo que la geografía ha querido que fuéramos»,
nos expresa Isidro Más de Ayala (Montevideo, 1899-1960)
(1).
Indudablemente el Río de la Plata y su litoral son una
permanente referencia de todo aquel que se acerca a
nuestro país, a nuestros paisajes. Diferentes relatos y
descripciones que los involucran, buscan caracterizar y
definir la mayoría de las cualidades locales.
También expresa que «… nuestra existencia la hemos
vivido a lo largo de la costa oriental del Río de la Plata,
viendo pasar a los grandes barcos y, a veces, subiendo a
245
ellos para ver cómo eran las costas de otros países y de
otros hemisferios».
En el prólogo de su libro Y por el sur el Río de la Plata (1)
comparte una interrogante en la cual adjudica al Río de la
Plata ciertas influencias en nuestros comportamientos:
«¿Cómo queréis que nosotros, los que tenemos al sur el
Río de la Plata, mar nervioso, que se sacude como un león
atado a la costa, cómo queréis, repito, que tengamos la
serenidad —madre del orden y de la euritmia— que
tuvieron los griegos, cuyo mar —medida de todas las
cosas— no se altera jamás…».
Nuevamente refiriéndose al Río de la Plata nos dice que
es «… amigo y enemigo, a un tiempo, él es a la vez,
nuestro orgullo y nuestro destino. En él esta la razón de
nuestra independencia como nación. Por el mar han
llegado los conquistadores, los colonizadores, la cultura y
los sabios».
José María Reyes (Córdoba del Tucumán 1803 Montevideo 1864) (2) en el comienzo de su publicación
Descripción geográfica del Territorio de la República del Uruguay
246
comparte una interesante descripción paisajística que la
expresa de esta manera:
«Embellecen ese panorama horizontes más vastos que se
renuevan sin cesar en su largo trayecto, y en donde la
perspectiva se presenta unas veces, matizada con selvas y
praderas, de entre las cuales salen de la tierra, picos y
colinas, de que surgen luces y sombras con tal simetría de
colores y de líneas, ligados con tan afortunada
combinación en medio de una bóveda celeste, serena y
templada, cual la que caracteriza la atmósfera de las
márgenes del Plata, y se verá que nada hay comparable a
un suelo semejante más que el de la Italia o de la Grecia».
Una particular realidad geográfica descripta a través de
sensibles apreciaciones de carácter paisajístico. Donde al
final se otorga a esta descripción una notable relevancia,
comparándola con apreciadas realidades «de la Italia o de
la Grecia».
Algunos años más adelante, el antropólogo Daniel Vidart
(Paysandú,
1920)
(3)
a
través
de
sus
pioneras
publicaciones, destacados artículos y libros en los que
aparecen valiosos conceptos y definiciones sobre el paisaje
247
uruguayo, expresa que: «el paisaje uruguayo es una entidad
geográfica, confluencia de la geografía física y la geografía
humana, como el escenario de un gran diálogo que como
dice Hegel, entre la Naturaleza y el Espíritu. Existen
elementos primarios del paisaje, relieve, flora, fauna, estado
peculiar de la atmósfera».
Estas «peculiaridades» o «elementos primarios» de
nuestro paisaje llamaron siempre la atención de los viajeros
que navegaron frente a nuestras costas, en especial las del
Río de la Plata, y de otros más audaces que se desplazaron
por sus suaves y ondulados paisajes. Estos viajeros nos
dejaron por escrito, impresiones y relatos en los que desde
sus culturas intentaron describir nuestro paisaje,
en la
mayoría de las situaciones desde la costa montados en sus
embarcaciones.
Vidart define (4) que «el relieve del Uruguay comparado
con el del resto de América resulta atípico y marginal. La
nuestra no es una tierra dramática sino una tierra apacible.
Todo el país o casi todo, es una penillanura, una sucesión
de ondulaciones suaves, gráciles, de plasticidad femenina.
Dicha penillanura configura el horizonte familiar de las
248
cuchillas. Los geólogos hablan en este caso de un relieve
senil o epilogal, limado por el desgaste de los milenios.
Nuestras serranías de color apagado no sobrepasan los
500 metros de altura, no son una barrera para el paso de
los hombres, los animales o los meteoros. No configuran
obstáculos. Llanuras y penillanuras configuran un relieve
manso, a la medida del hombre».
En enero de 1767, Antoine-Joseph Pernety (Francia,
1716-1796), conocido como Dom Pernety, se acerca a
nuestras costas formando parte de la expedición a la
Patagonia del francés Louis Antoine de Bougainville
(1711-1829).
Dom Pernety observa y expresa que «el terreno de los
alrededores de Montevideo es una llanura que se pierde de
vista. El suelo es de tierra negra, fuerte y produce
abundantemente no bien se realiza el más ligero cultivo
(…)
… sin embargo no hay árboles, los que únicamente se
encuentran en las márgenes de los ríos».
Si bien podemos afirmar que un gran porcentaje de la
superficie de nuestro territorio era el dominio indisputado
249
de la pradera, al igual que lo observación que realizó Dom
Pernety, podemos afirmar que los árboles se concentraban
en los montes de los ríos y en las hendiduras de las sierras.
Uruguay del punto de vista de su geología es una
«encrucijada», un «muestrario de eras», un muestrario de
terrenos. Estas definiciones se comparten con la flora, la
fauna, el clima, todos «insignes decoradores» de los
aspectos morfológicos del paisaje como lo expresa Vidart.
Todo el territorio uruguayo es una zona de transición
entre «los macizos del sur brasilero y las llanuras de la
Pampa». Y esto sorprendió a los viajeros.
Nuestro cielo, nuestra bóveda celeste, nos regala paisajes
que pueden deslumbrar a cualquier viajero. Auguste Saint
Hilarie (Francia, 1779-1853) botánico y explorador francés
en sus relatos Viagem ao Río Grande do Sul (1820-1821)
describe nuestro cielo de la siguiente manera:
«… El aire de alegría que reina en esta región se debe, tal
vez y en parte, a la idea de riqueza y abundancia que
sugieren tan excelentes praderas y en parte, también, al
color del cielo que es de un azul suave extremadamente
agradable a la vista, y a la luz, que sin deslumbrar como en
250
los trópicos, tiene un esplendor y un brillo desconocidos
en el norte europeo».
Los paisajes que el relieve determina y que la flora
caracteriza, poseen un definido cromatismo sensorial que
los hacen destacar. Amarillo en las dunas del Atlántico y el
cinturón de playas platenses; diferentes tonos de verdes en
los bañados, en los pastos más duros, en los campos; gris y
ocre en las serranías peladas.
Vidart (4) comparte que nuestro paisaje no brilla con
«estridencias tropicales», no existen contrastes de colores,
sino como él mismo expresa «es un país de matices y
rincones».
Podemos por lo tanto definir que nuestro paisaje, sobre
todo el del litoral platense, «son sobre todo vivencia,
cotidianidad, escenario de nuestra aventura humana».
Los aventureros viajeros que llegaron a nuestras costas,
así lo vivieron, así lo expresaron.
Río de la Plata: «Descubrimiento y encubrimiento»
251
«En medio de tan vasto escenario inanimado, podríase
ser llevado a decir que la tierra, como en los días primeros
del Génesis, está desordenada y vacía. Todo era yermo,
inánime, solitario» (5).
Tzvetan Todorov (6) afirma que «lo divino, lo natural y
lo humano, fueron los ejes sobre los que giró la empresa
del llamado descubrimiento de América».
Explica que lo divino será ante todo «el prisma del cual
Colón interpreta lo Natural y lo Humano».
Colón «no va al encuentro de lo desconocido, sino al
encuentro de sus preconcepciones».
Él observa e interpreta a través de sus creencias y solo
en función de ellas.
Así «descubre el paraíso terrenal».
Cristóbal Colón (muere en 1506) nos expresa que, aún
cuando no hubiera ninguna recompensa material para sus
travesías, la sola posibilidad de observar las bellezas de
estas tierras, lo verde de sus bosques y los diversos colores
de los pájaros, ya constituía en sí una recompensa. La
pasión por la naturaleza de este navegante europeo
252
quedará de manifiesto en sus diarios de viaje, llenos de
descripciones detalladas de animales y plantas.
Sus «preconcepciones» determinan que Colón percibiera
al «Otro» de una manera etnocéntrica, proveniente de la
convicción de superioridad que el europeo tenía.
«Colón descubrió América, pero no a los americanos».
Para Colón los nativos no eran más que parte del paisaje
natural del Nuevo Mundo, una determinante convicción
europea de su superioridad cultural.
Sus «preconcepciones» son el paraíso terrenal.
Daniel Vidart (7) nos expresa que «el tema del Otro, es
esa temible y a la vez despreciable criatura configurada por
el extranjero, el enemigo, el infiel, el bárbaro o el salvaje,
instalados en escenarios desmesurados o malignos —la
selva, el desierto, la estepa interminable—...».
Vidart
remarca el papel protagónico de naciones
«centrales», del punto de vista político y cultural ya que
descubrimiento,
conquista
y
colonización
fueron
impulsados por el protagonismo de Occidente. Él mismo
formaliza la expresión «encuentro-desencuentro».
253
«… Escenario físico de una peripecia humana signada
por el encuentro-desencuentro entre los naturales de
América y los navegantes llegados desde la Península
Ibérica.».
En nuestro continente se desarrolla una «historia de los
centripetismos reclamados por los pueblos que se sienten
elegidos por Dios para imponer 'su' orden en el mundo».
A partir de estas circunstancias da comienzo un intenso
«proceso de develamiento por parte de los exploradores,
invasores y emigrantes transatlánticos» que al arribar a
nuestras costas nos dejaron un conjunto de documentos
escritos.
Más allá de la «utilidad cronológica y geográfica» que
poseen estos documentos escritos,
«permiten comprobar, a poco que se les analice desde el
punto de vista antropológico, la carga de imprecisiones,
fantasías y falsas ideas que se interpusieron entre la
realidad de las cosas y las mentes de aquellos testigos
foráneos.
Dichos
suposiciones,
preconceptos,
como
veremos
errores
luego,
o
meras
deformaron,
tergiversaron y al cabo descalificaron lo visto y lo oído en
254
la Banda Oriental del río Uruguay. La mirada de occidente
tergiversó la realidad nativa en los inicios de la penetración
europea», expresa Daniel Vidart.
El «descubrimiento» y «encubrimiento» se desarrolla a la
misma vez.
Quizás
la
mirada
de
estos
aventureros
estaba
acostumbrada «a la luz de otros cielos y a la realidad de
otras culturas». Ésto, en algunas situaciones no le permitió
detenerse en detalles fundamentales. En otras situaciones
«vio lo que quiso o pudo 'ver', en el sentido de que 'ver' es
la posibilidad de captar lo esencial de esa realidad que se
ofrece en una simple mirada».
Vidart
afirma
que
estos
relatos
y
valoraciones
paisajísticas son la visión de quienes embarcados
solamente recorrieron nuestros litorales sin atreverse a
recorrer los diferentes paisajes que tierra adentro se le
ofrecían.
Río de la Plata: «Mar dulce»
«En busca de los precursores, figura la desafortunada
expedición de Solís, cuyo nombre fue Juan Díaz, si era
255
español, o Dias, si era portugués, ya que este es aún un
tema controvertido.» (7)
Antes de la expedición de Juan Díaz de Solís (14701516), otros marinos llegaron a nuestro «río como mar».
Prueba de ello es el nombre de las «islas de Flores»,
nominada en 1511 por la expedición del capitán Edgardo
Ribeiro a cargo de Esteban Flores. También el mapa de
1520 debido al cartógrafo alemán Johannes Schöner (14771547), pionero en la elaboración de mapas de globos
terrestres, evidencia esta afirmación. En este mapa aparece
dibujado el Río de la Plata y escrito el nombre Pinaachullo
Detentio, primera denominación que recibe el cerro de
Montevideo.
El florentino Américo Vespucio (1454-1512) en 1502
llega primero al estuario y lo nomina como río Jordán.
Tras la muerte de Vespucio en 1512, Juan Díaz de Solís
es nombrado piloto mayor de la Casa de Contratación del
reino de Castilla.
«Juan Díaz de Solís es un avezado marino y es escogido
por la corona española para efectuar un viaje secreto en
256
busca del paso entre los grandes océanos. Había que
ganarle de mano a los portugueses». (7)
En el estuario que se conocería como Río de la Plata,
durante el siglo XVI y después del viaje de Sebastián
Gaboto (1477-1557), los intereses de los reinos de España
y Portugal sufrieron una serie de fracasos.
Las
expediciones de Juan Díaz de Solís, de Sebastián Gaboto y
de Juan Ortiz de Zárate (1510-1576) fueron un fracaso.
No pudieron encontrar lo que venían a buscar: un paso
hacia «las espaldas de Castillo del Oro» o un camino hacia
la Sierra de Plata.
Tampoco pudieron organizar la ocupación de estos
territorios americanos.
La expedición de Fernando de Magallanes (1480-1521),
al no encontrar el canal interoceánico en esta zona del
continente americano, se alejó rápidamente de estas aguas.
La expedición de los hermanos Martim Afonso de Souza
(1500-1564) y Pero Lopes de Souza (1530-1578) fue
derrotada por las tempestades del «río como mar».
Daniel Vidart (7) nos relata que «Indios bravos,
tempestades marinas y 'tierras de ningún provecho'
257
cortaron las manos largas de los aventureros españoles y
portugueses que amenazaban hacer pie en el territorio de la
Banda Oriental para 'colonizarlo'.
La expedición de Solís no constituye un eslabón suelto.
Forma parte de una cadena de navegaciones que los
portugueses
y
españoles,
en
celosa
competencia
emprendieron para buscar el paso hacia el Maluco, el
paraíso asiático de las especies.
Pimienta de la India, nuez moscada y canela de Ceilán,
clavo de las Molucas y jengibre era lo demandado por
Europa. Provenían de las zonas tropicales de Asia, y sus
precios
se
dispararon
después
de
la
toma
de
Constantinopla por los otomanos en 1453».
La pequeña flota de Solís, 3 barcos y solo 60 hombres,
zarpó el 8 de octubre del año 1515 desde Sanlúcar de
Barrameda en España. Previa escala en las islas Canarias
tocó la costa americana a la altura del cabo San Roque en
Brasil.
Luego la flota se dirigió al sur, viajó y exploró la costa
hasta Punta del Este en Uruguay, donde dejó dos de sus
naves. Con la de menor calado siguió bordeando el litoral
258
costero, llegando en febrero de 1516, al estuario del Plata,
que llamó «Mar Dulce».
Solís llegó por primera vez a Punta del Este un 2 de
febrero de 1516 para tomar posesión de estas tierras en
nombre del Rey de España y bautizando el lugar bajo el
nombre de Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria.
Finalmente en 1907 recibe en forma oficial el nombre de
Punta del Este, denominación atribuida por ser la punta
este de la bahía de Maldonado.
Solís, que lleva el real encargo de encontrar «el paso hacia
el Maluco», navegó hacia el oeste por el misterioso río
Jordán, primera denominación cartográfica del Río de la
Plata y que figura en mapas de la época.
Exploró la costa norte del río hasta la desembocadura del
Uruguay, descubriendo una isla, que fue denominada
Martín García debido a que en ella fue enterrado el cadáver
del cocinero de la expedición, que llevaba ese nombre.
La flota navegó hasta las costas del actual departamento
de Colonia, aunque algunos autores han interpretado los
imprecisos datos astronómicos y geográficos y sitúan el
259
desembarco en diversos puntos de la costa, en Maldonado,
en Montevideo o en el arroyo Solís Grande.
La información de estos sitios de desembarco no se
parece a lo relatado por Francisco de Torres, sobreviviente
de la expedición de Solís, en España.
Vidart (7) nos relata «que la historia tradicional, pese a las
variantes, coincide en que la isla de Martín García fue
llamada así porque en ella sepultaron a un miembro de la
expedición. También tiene unánime acuerdo en el
posterior desembarco de Solís acompañado de un puñado
de hombres. Todo esto desemboca en el dramático
episodio de su muerte a manos de los aborígenes. Esta
muerte y la parcialidad indígena que lo ultimó así como el
tratamiento que recibieron los cadáveres, fueron motivo
de controversia en base a escuetos datos o fantasiosas
narraciones que transmitían los exploradores primerizos
del mundo americano.
Pero esta expedición es una historia de decepciones y
fracasos, que retrasó por casi dos siglos la presencia de los
soldados hispánicos en nuestro territorio».
260
Ante el fracaso de la expedición de Solís, se preparó una
nueva para explorar las costas americanas y encontrar el
paso que abriera el deseado camino a las Indias.
Fue Fernando de Magallanes (Portugal, 1480 – Filipinas,
1521), portugués al servicio de España, quien el 20 de
setiembre de 1519 partió de Sanlúcar de Barrameda al
mando de 5 naves con una tripulación de 265 hombres.
Los portugueses se embarcaron y atravesaron las aguas
del Atlántico y se abrieron camino hacia el Sur,
encontrando condiciones diferentes. No había navegantes
tradicionales que pudieran informar acerca de vientos y
corrientes, ni sobre el paisaje de la costa donde extensiones
considerables carecían de carácter distintivo y estaban
erizadas de ocultos peligros, además de la población hostil
que no invitaba a acercarse.
«La flota siguió el camino recorrido por Solís; exploro
minuciosamente el Río de la Plata y
descubrió el río
Uruguay, navegando frente a Buenos Aires. Finalmente
descubrieron una profunda entrada en la costa sur del
continente. Se estaba frente al anhelado paso hacia el
Océano Pacífico». (7)
261
Vasco Núñez de Balboa (España, 1475- Panamá, 1519)
atravesando el territorio del istmo de Panamá, descubrió
un mar el 25 de setiembre de 1513. Lo denominó «mar del
Sur». Éste se ubicaba detrás de las tierras descubiertas por
Colón, ratificando por lo tanto que la tierra descubierta
por aquel era un nuevo continente.
Unos años más tarde, Magallanes durante su expedición
a Filipinas y las Molucas, le dio el nombre de Pacífico por
encontrar aguas tranquilas durante la mayor parte de su
viaje desde el estrecho de Magallanes.
Gregorio Funes (Argentina, 1749-1829), conocido como
el Deán Funes, en 1816 expresa que no pudo ser más
acertado el nombramiento de Solís como piloto mayor.
«Solís se entregó sin precaución en los brazos de una
amistad aún no probada, y dio a costa de su vida una
lección, con que deben escarmentar los temerarios. Con
pocos compañeros, y todos desarmados, saltó en tierra,
más bien como si fuese a insultar la fortuna, que a
reconocer el terreno. Se hallaba ya fijado el período de sus
días. (…) Los mataron y comiéndolos a la vista de la
carabela, gustaron todo el fruto de su perfidia».
262
Vidart considera que Funes nos ofrece «una peculiar
versión de aquella trágica jornada».
En cuanto al sitio de desembarco Funes acepta la versión
de Félix de Azara (España, 1742-1821). Éste indica el
desembarco a orillas de un arroyo entre Maldonado y
Montevideo, que por ese acontecimiento se llama de Solís.
El historiador argentino Juan Manuel De la Sota (muerto
en 1858) expresa que «… quiso Solís reconocer el país y
bajó a tierra: los indios, que tenían emboscados muchos
flecheros, cuando lo vieron desviado del mar, dieron en
ellos, mataron a Solís, al factor Marquina, al contador
Alarcón y a otras seis personas, a quienes cortaron las
cabezas, las manos y los pies; y asando los cuerpos se los
comían con horrenda inhumanidad».
Las primeras expediciones de Solís y Magallanes, fueron
seguidas por las del español Gaboto y la del portugués
García de Moguer, que continuaban buscando la Sierra de
Plata.
«Ambos armaron sus expediciones al Maluco y ambos
torcieron su rumbo en procura de la Sierra de Plata, cuyo
acceso estaba facilitado, así lo creían, por los tributarios
263
fluviales del Mar de Solís, que tenían sus fuentes en el
corazón de América.»
García de Moguer y Gaboto elaboran relatos en muchos
documentos, sobre las tierras y habitantes indígenas del
área. Esto nos permite considerar un vasto panorama
paisajístico y humano del área.
Debemos considerar que Solís no fue el primero en
llegar, sino el descubridor oficial del Río de la Plata. Fue el
primero que lo hizo en forma oficial y pública, tomando
posesión para la Corona de Castilla y en nombre de
Fernando el Católico, como lo comenta Antonio Varese
(8).
El relato sobre el viaje de Solís en los primeros días de
febrero de 1516 expresa que «la costa dobla hacia el oeste
dando lugar a un inmenso estuario de unas aguas que
cambian
del verdoso al color rubio barroso, el piloto
mayor ordena probar el líquido, y tiene un sabor dulce y
esta condición le otorga el nombre de Mar Dulce, más
tarde cambiado por río de Solís.»
Esta denominación no triunfa o permanece, al
imponerse el mítico nombre de Río de Plata.
264
Finalmente dice el relato que Solís desembarca en la
margen izquierda del arroyo de las Vacas en Carmelo o en
inmediaciones de Punta Gorda.
Solís descubrió y designó con sus actuales nombres,
diversos accidentes geográficos, tales como el «Cabo de
Santa María» (puerto de Punta del Este), y las «Islas de
Torres, Martín García y San Gabriel» frente a la costa del
actual departamento de Colonia. Solís denomina «río de los
Patos» al río Santa Lucía.
Sebastián Gaboto entre 1526 y 1527 remontó el curso
del río de Solís, al que bautizó Río de la Plata en virtud de
la ilusión perseguida.
Finalmente después de todas estas peripecias y aventuras,
la colonización de nuestro territorio fue emprendida por
los animales y no por los hombres.
Los ganados enviados por Hernando Arias de Saavedra
(Asunción, 1561 – Santa Fe, 1634), conocido como
Hernandarias, desde la otra banda del río Uruguay entre
1611 y 1617 y escapados de las estancias misioneras en
1638, generaron el primer impacto en nuestro paisaje y su
posterior transformación.
265
Río de la Plata: mapas y nominaciones
Los mapas son una representación geográfica de una
parte de la tierra, o parte de ella, en una superficie plana.
Un mapa es un conjunto de particularidades que presenta
un terreno según su configuración superficial.
La elaboración de mapas exactos del mundo es el
resultado de la íntima colaboración de astrónomos,
matemáticos y topógrafos. Representación geográfica, en la
que se da información relativa a esta ciencia.
La topografía se define como arte de describir y delinear
detalladamente la superficie de un terreno.
En la Edad Media, por falta de instrumentos precisos la
navegación se realizaba principalmente a lo largo de las
costas. Se preferían las direcciones escritas a las cartas,
sobre todo porque éstas no podían ser muy exactas.
«Los mapas medievales
no eran un ejercicio de
cartografía sino un libro de pintura por las deformaciones
de países, mares, ríos y montañas. El mapa estará lleno de
dibujos y descripciones de monstruos y maravillas. Esta
práctica continúa hasta fines del siglo XVII. (9)
266
Los
primeros
mapas
del
continente
americano
presentaban una amplia información expresada en sus
líneas de costas. El resto del continente al igual que los
actuales
océanos,
eran
vacíos
que
presentaban
ilustraciones de seres mitológicos o monstruosos.
La imaginación o el desconocimiento del viajero inventa
temerosos paisajes.
Un mito obsesionó la imaginación en la Antigüedad y a
la Edad Media, y persistió hasta los tiempos modernos.
Una tradición que se refiere a que en el horizonte o más
allá había islas en las que se disfrutaba un clima perfecto y
tenía recursos de oro y plata, donde los hombres vivían en
una paz utópica.
Los romanos creyeron que los Campos Elíseos se
localizaban en las Islas Canarias o Afortunadas. Los
Campos Elíseos eran una de las partes de los Cielos. Por
extensión a dicho lugar mitológico, se llama también así a
cualquier sitio delicioso. Es una de las denominaciones que
recibe lo paradisíaco en la mitología griega; el lugar sagrado
donde las «sombras» (las almas inmortales) de los hombres
y mujeres virtuosos y los guerreros heroicos han de pasar
267
la eternidad en una existencia dichosa y feliz, en medio de
paisajes verdes y siempre floridos, bajo el sol, por
contraposición al Tártaro (donde los condenados sufrían
eternos tormentos).
Otra denominación en la mitología griega para la región
de los Campos Elíseos es la de Islas Afortunadas o de los
Bienaventurados.
Siglos más tarde la leyenda de la existencia de la isla
Antilia, relacionada también con una isla de las Siete
Ciudades, rica en metales preciosos y habitada por
descendientes de refugiados que huían de las invasiones
bárbaras intrigó a los portugueses que viajaron en busca
de ella.
Antilia era una de las metas secundarias de Colón en su
primer viaje.
Hacia 1300, como consecuencia del gran progreso
alcanzado en las cartas de navegación, la cartografía
empieza a salir de la «edad tenebrosa».
La expansión ultramarina, generó reales avances de la
cartografía.
268
Entre 1492 y 1498 se abrió ruta marítima hacia las Indias,
Vespucio aportó más información sobre el nuevo
continente y en 1500, Pedro Alvares Cabral (Portugal,
1467 -1520) descubrió Brasil.
Nos expresa Germán Arciniegas (Colombia, 1900-1999)
(10), que los mapas «son un espejo de quienes lo crearon».
Reiteramos: los europeos inventan América desde su
perspectiva eurocéntrica.
Los nativos tenían una perspectiva antropocéntrica, «los
mapas indígenas se conciben y se realizan a partir del
punto donde se encuentra el informante: él es el centro.»
Para los nativos «los sitios geográficos así como los seres
humanos y la fauna, no están arriba, debajo, o a sus lados,
simplemente los rodean.»
Las distancias están indicadas en día de trayecto a pie. La
escala humana es la medida única y realista del espacio.
«Los europeos se afanaron
por cubrir todo lo que
pudiera ser una expresión de hombre americano. Proceso
de cubrimiento se basaba en imponer sistema económico,
un dogma religioso, un tipo de arquitectura. Se suprime al
269
hombre mismo. Se sepultaron las piedras. Cambio de color
en el paisaje».
Los europeos al llegar conocieron apenas uno de los
variados paisajes que los indígenas construyeron, «el de los
últimos 500 años» (11).
«Nuestro nativo ha sido especialmente gráfico en la
toponimia de su escenario.
(…) ha hecho las denominaciones de los lugares
geográficos de acuerdo con sus sentidos, y ¡qué sencillos y
humildes resultan estos nombres!
Nombres ligados con la fauna o al nombre de simples
pobladores o muchas veces señala una acción. Nombres
sencillos y que carecen de énfasis».
Finalmente «los conquistadores que vinieron después
llegaban con la obsesión de minas y metales, y en los
nombres que dieron a estuarios, ríos, regiones e islas
aparecen sus apetitos y ambiciones: Río de la Plata».
La etimología es la rama de la lingüística encargada de
estudiar y descifrar las palabras. La etimología tiene la
difícil tarea de encontrar el significado, razón de ser, forma
de expresarse y adaptación a las diferentes culturas.
270
Isidro Más de Ayala (12) expresa que «la primera
denominación culta recibida por el Río de la Plata fue la de
Río Jordán, dada por la expedición de Coelho en la que
venía Vespucio en 1502, y por ello Varnhagen sugiere que
debieron entrar en sus aguas el 13 de enero, día del
bautismo de Cristo» en el río Jordán.
La primera denominación en nuestro territorio fue la de
Pinaculo Detentio en 1520, puesta al cerro de Montevideo.
Era el pináculo ante el cual se detuvieron las carabelas.
En 1521 aparece por nuestras costas el noble y marino
portugués Cristóvão Jaques (1480-1530), tras el Mito de las
Sierras de Plata.
El embajador español en Lisboa en 1524 le envía un
informe al emperador Carlos V. En dicho informe le relata
que hacía tres años un piloto castellano había navegado
por la costa del Brasil y 350 leguas más, «hallando un río de
agua dulce, maravilloso, de anchura de 14 leguas y que allí
los indígenas le dieron noticia del lugar donde extraían
oro, plata y cobre, que era una montaña que se extendía
300 leguas…».
271
En 1527 Gaboto denomina isla de las Palmas a la actual
isla Gorriti, por el dominio del único vegetal de porte
existente en la misma. En el mismo año García de Moguer
denomina al Río de la Plata como Río de Aos (ao: perro de
agua).
«Esta tierra descubrió Juhan de Solís en el año de 1515 ö
1516 donde ahora está Sebastián Caboto en una casa fuerte
que allí hizo. Es tierra muy dispuesta para dar pan y vino
en mucha abundancia. El río es muy grandísimo y de
mucha pesquería. Creen que hay oro y plata en la tierra
adentro». En 1529 lo expresa Edgardo Ribeiro en su diario
de viaje, piloto mayor del Reino por mandato del rey
Carlos V.
«Espantados de la hermosura de esta tierra y tan
pasmados que no nos acordábamos de volver», expresa en
su diario de viaje López de Souza en 1531.
En 1578 el corsario inglés Francis Drake recala en la
Bahía de Maldonado para abastecerse y denomina a Punta
del Este como Cabo de la Alegría. Su hermano John Drake
encalla su barco en un banco de arena del Río de la Plata y
ese banco se denomina Banco Inglés.
272
Una Real Orden de Felipe II de 1608, decide «reducir»
los indígenas en vez de eliminarlos.
En 1611 Hernandarias desembarca vacunos en las bocas
del río Negro, islas del Vizcaíno y Lobos. En 1617
desembarca vacunos, cabras y chivos en las zonas de San
Gabriel y Colonia.
También en 1617 Buenos Aires fue designada capital de
la Gobernación del Río de la Plata.
Y en 1638, 1.500 vacas se abandonan en las Misiones.
El paisaje que los aventureros viajeros observaron y
relataron, comienza una etapa de transformaciones
culturales. Esas «tierras sin ningún provecho» no serán las
mismas. Tampoco será lo mismo lo que vieron desde sus
barcos, o lo que fue relatado o descripto.
Unos años después Félix de Azara, un buen observador
que transita por el paisaje al borde del Río de la Plata, en
sus partidas por la campaña desde 1781 y hasta 1801, lo
describe así: «como el país es llano, podía con frecuencia
fijar con la brújula el rumbo directo de un punto a otro
entre dos latitudes observadas, lo cual me permitía calcular
cómodamente la diferencia de longitud. De esta manera es
273
como he procurado determinar siempre la posición de
todas las alturas o puntos notables, porque marcando a
continuación, con la brújula, estos lugares cuya latitud me
era conocida encontraba fácilmente, por el cálculo, su
diferencia de longitud».
NOTAS
(1) Más de Ayala, Isidro. Y por el Sur el Río de la Plata.
Montevideo: Arca, 1969.
(2) Reyes, José María. Descripción geográfica del territorio de la
República del Uruguay, Tomo 1. Montevideo: Biblioteca Artigas –
Colección de clásicos uruguayos, 1960.
(3) Vidart, Daniel. Uruguay 67, El Paisaje uruguayo. Montevideo:
Alfa, 1967.
(4) Vidart, Daniel. La Trama de la Identidad Nacional, Tomo 1:
Paisaje uruguayo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental,
1997.
(5) Más de Ayala, Isidro. Y por el Sur el Río de la Plata. Capítulo:
Los nombres de nuestra geografía, p.28. Montevideo: Arca, 1969.
274
(6) Garduño, Everando. La Conquista de América. El problema del
otro. Tzvetan Todorov. Artículo. México, SciELO. Unam, 2010.
(7) Vidart, Daniel. Cuando el Uruguay era sólo un río. Montevideo:
Ediciones B, 2016.
(8) Varese, Juan Antonio. Los viajes de Juan Díaz de Solís y el
descubrimiento del Río de la Plata. Montevideo: Ediciones de la
Banda Oriental, 2016.
(9) Crone, G. R. Historia de los mapas. Madrid: Fondo de
Cultura Económica, 2000.
(10) Arciniegas, Germán. América, Tierra Firme. Buenos Aires:
Sudamericana, 1966.
(11) Consens, Mario. El Pasado extraviado. Montevideo: Linardi
y Risso, 2003.
(12) Más de Ayala, Isidro. Y por el Sur el Río de la Plata.
Montevideo: Arca, 1969.
275
Algunas consideraciones poco frecuentes
sobre la relación entre la navegación y la
conformación de la sociedad uruguaya
Dr. Antonio Lezama Astigarraga
Nació el 17 de agosto de 1955 en Montevideo. En 1979 obtuvo el
título de profesor de Educación Media en la especialidad de Historia,
en el Instituto de Profesores «Artigas» y en el año 1983 su doctorado
en Arqueología en la Êcole des Hautes Ètudes en Sciences Sociales de
Paris. Docente investigador de Nivel II de la ANII, con dedicación
exclusiva en la Universidad de la República, profesor agregado del
276
Departamento de Arqueología del Instituto de Antropología. Allí crea
en el año 2000 el Programa de Arqueología Subacuática. Desde
setiembre de 2009 organiza, en el Centro Universitario de la Región
Este de la Universidad de la República, un Centro para la Investigación
del Patrimonio Costero, a través del cual impulsa una experiencia
renovadora para la academia por su integración de actividades de
investigación, docencia, extensión y gestión patrimonial.
La historia del territorio uruguayo está fuertemente
determinada por sucesos que se vinculan con la navegación
de sus aguas, tanto oceánicas como de la cuenca del Río de
la Plata.
He dicho «territorio uruguayo» y no «Uruguay», porque la
ciencia histórica consiste en el esfuerzo por encadenar
lógicamente causas y consecuencias y, como buena parte
de esas causalidades sucedieron antes —e incluso mucho
antes— de que nos conformáramos como nación, no es
apropiado utilizar ese último término.
Comenzaré, muy rápidamente porque tengo que recorrer
12 mil años de historia, por el principio, cuando se inicia la
ocupación humana del territorio. Aquí, como al resto de
América llegaron, en esos lejanos tiempos en que la tierra
277
estaba sometida a lo que se conoce como el último período
glaciar (el Pleistoceno) y, cuando en estos territorios
todavía habitaba la llamada «megafauna», animales de
grandes dimensiones: como el mamut, el mastodonte, el
gliptodonte, el perezoso gigante, el tigre de dientes de sable
y el caballo. Esos primeros pobladores eran grandes
cazadores y se aprovecharon de una fauna que no estaba
preparada
para
enfrentar
un
enemigo
altamente
especializado.
El resultado es doble y cargado de consecuencias. Por un
lado el rápido poblamiento —con bajísimas densidades de
población— de un continente vacío de humanos y,
simultáneamente con el cambio climático caracterizado por
el recalentamiento del planeta y el comienzo de una nueva
era (el Holoceno), y, por el otro, la extinción, hace unos 9
mil años, de la megafauna que les había servido de
alimento principal.
La extinción llevó a la necesidad de explorar nuevos
recursos y, por esa vía, se empiezan a conformar en el
escenario sudamericano dos grandes regiones con
278
desarrollos desiguales, regiones que, a la larga, serán
determinantes de nuestro destino.
Empecemos por nuestro territorio. Los habitantes de
esta región prehistórica —que denominaremos «atlántica»
y que se extiende desde la provincia de Buenos Aires hasta
el Caribe y desde el Atlántico a los contrafuertes andinos—
se caracterizarán por asegurar su subsistencia, en un lento
proceso que lleva milenios de desarrollo, mediante una
combinación de recursos que provienen de la pesca, la
recolección, la caza y cultivos de tipo hortícola. Según las
características del medio en que se encuentren (selvas,
praderas, costas) unos grupos pondrán el acento más en un
recurso que en otro. La clave de ese desarrollo es que se
basa en un equilibrio muy fino entre la cantidad de
recursos obtenidos y el esfuerzo social necesario para
lograrlo. Con el esfuerzo puesto en juego para obtenerlos,
los recursos son limitados —como los recursos son
limitados la sociedad que los obtiene no puede pasar de
ciertos límites—, como no pasa de ciertos límites, sus
esfuerzos tampoco y, por consiguiente, los recursos que
obtiene son limitados, y etc.
279
La otra región prehistórica es la «andina», refiriéndome
esencialmente a los Andes del centro y norte. Allí la
búsqueda de nuevos recursos pondrá su acento en la
domesticación de plantas, de la que lograrán el desarrollo
de una verdadera agricultura basada en el maíz y la papa.
Pero también en la domesticación de animales, lo que les
permitirá contar con una verdadera ganadería en base a la
cría de llamas y alpacas. Estos avances tecnológicos
generan las condiciones para un desarrollo permanente de
las fuerzas productivas: a más esfuerzo, más producción,
más
gente,
más
esfuerzo,
etc.
Condiciones
que,
probablemente estimuladas por desde algunas zonas en
que la concentración de recursos posibilitó la vida
sedentaria y el aumento de la demografía, provocaron,
desde hace unos 4 mil años, el surgimiento y desarrollo de
sociedades estratificadas —las llamadas «altas culturas»—
las cuales, ya en una dinámica que podríamos llamar
«moderna», en la que se retroalimentan los estímulos
sociales con los ideológicos, generaron un desarrollo de las
técnicas y de las artes, capaces de sustentar un crecimiento
del sistema en todos los planos. De esas técnicas, porque
será determinante de nuestra historia, destaco solamente
280
aquí la metalurgia, en la que alcanzaron, con la salvedad de
no haber dominado la fundición del hierro, un dominio
completo.
Así, gracias al trabajo de las herramientas de bronce y al
amparo de las armas del mismo metal, las élites andinas,
disfrutarán de joyas de oro y de una extraordinaria vajilla y
esculturas de plata que harán que, en las distantes regiones
de la región «atlántica», circularan las leyendas de «el
Dorado» y del rey «Blanco».
También, hace alrededor de 4 mil años, las cosas
cambian en la región «atlántica». Allí, seguramente
impulsados por la omnipresencia del agua —sumen
ustedes a los miles de kilómetros de costa oceánica la
existencia de inmensas cuencas que vinculan todo el
subcontinente, Magdalena, Orinoco, Amazonas y Río de la
Plata— se generaliza el uso de la navegación de cabotaje
—sin alejarse de las costas— fundamentalmente en canoas
monoxilas —trabajadas en el tronco de un solo árbol—.
Es ya, a partir de ese momento, que la navegación
empieza a actuar como un factor determinante de nuestra
historia. En primerísimo lugar porque es un factor que
281
pesa a lo largo de toda la consiguiente historia del
territorio,
porque,
de
una
manera
revolucionaria,
transforma lo que hasta entonces eran obstáculos —las
grandes cuencas fluviales que mencionamos— en vías de
comunicación. Toda esa vasta región será, siempre a
grandes rasgos, el territorio de las lenguas arawakas. En
particular —y ya refiriéndome en particular a la región
sudatlántica— posibilitando la existencia de lo que los
colonizadores llamarán la «lengua general», el tupí-guaraní,
una herramienta de comunicación que permite, como el
inglés actual, que los habitantes se comuniquen, aunque
tengan sus propias lenguas, a través de toda la región.
No hay «lengua general» sin comunicación fluida y no
hay comunicación fluida, en una región donde todo son
costas o cursos de agua, sin la navegación. Esa
comunicación será, a su vez, la clave de lo que podemos
llamar la identidad cultural de la región, aspecto que será
fundamental cuando queramos entender el proceso de
inserción de los invasores europeos. Esa identidad cultural
se reconoce arqueológicamente en la relativa uniformidad
de las tradiciones cerámicas a lo largo de las grandes
cuencas (siempre hablando en términos generales); o en la
282
presencia de objetos exóticos a centenares de kilómetros
de distancia como nuestro «antropolito de Mercedes». Pero
también se descubre a través de los testimonios
etnohistóricos (las descripciones que hicieron los primeros
habitantes europeos de estas regiones). Pondré un ejemplo
recogido de la expedición de Sebastián Caboto, quién fue
el primero en circular extensamente por la cuenca del Plata
entre 1527 y 1530, cuando éste, encontrándose en el río
Paraguay, recibe información de una canoa de indios que
venían del río «Uruay» (Uruguay), a donde habían ido a
«contratar» (comerciar) sus productos.
Ya había señalado que, económicamente, en la región, en
términos generales, todos hacen más o menos lo mismo.
El intercambio que posibilita la navegación refuerza esa
situación y, de alguna manera permite la complementación
de recursos y los necesarios intercambios genéticos para la
reproducción de la especie. A su vez, ese mismo
intercambio, al equilibrar -proveyendo de recursos- las
tensiones sociales, refuerza la estabilidad del sistema y
genera un fuerte contraste entre la casi inmutabilidad
arqueológica (son mínimos los cambios en los artefactos y
en los tipos de asentamientos que se pueden reconocer) de
283
esta región en comparación con el extraordinario
desarrollo de la región «andina».
Esa comunicación, a su vez, supone el permanente
intercambio de informaciones haciendo que, como ya
mencioné, en toda la región se conociese la existencia del
fabuloso reino de los incas y su mitológico «Rey Blanco».
Los habitantes de la región «atlántica» son casi todos
«guerreros», ese es el nombre que se auto adjudican
guaraníes, tupíes o charrúas, si a esto sumamos que poco
pueden obtener como botín de los combates entre ellos —
ya señalamos su relativa pobreza— y que la circulación en
canoas permite llegar hasta los contrafuertes andinos,
pronto se producirá una mezcla explosiva que determina la
reiterada organización de expediciones de saqueo de los
dominios del Inca, como testimoniaron los primeros
europeos que, como náufragos, desertores o desterrados,
vivieron en estas costas antes de que se produjeran, en la
década de 1530, las primeras expediciones conquistadoras.
La principal ruta fluvial para aproximarse a los dominios
incaicos —y de allí tomará su nombre actual— es nuestro
284
Río de la Plata y, ese hecho, signará nuestro destino
histórico.
En 1527 llega a las costas sudatlánticas la expedición de
Sebastián Caboto. Éste, desde que toca las costas del
Brasil, entra en contacto con alguno de los pobladores
europeos que mencionamos anteriormente y, gracias a
éstos, se entera de la existencia del «Rey Blanco» al interior
del continente. Su estadía en Santa Catalina en donde se
encuentra con los conocidos como «náufragos de Solís»,
sobrevivientes a la pérdida de una embarcación de aquél
—en algún punto entre el Plata y Santa Catalina— quienes
no solo disponían la misma información, sino que poseían
algunos objetos de plata y oro, producto de una de las
expediciones de saqueo al incario organizadas por los
guaraníes.
Con las pruebas a la vista y el argumento de que,
entrando por el Paraná Guazú, que los españoles llamaban
«de Solís» y los portugueses ya habían empezado a llamar
«de la plata», iba a poder cargar directamente la plata en sus
barcos, no le faltó más a Caboto para desobedecer sus
órdenes (debía seguir la ruta de Magallanes) y dedicar 3
285
años a intentar, infructuosamente, llegar hasta la «Sierra de
la Plata» por la vía de la cuenca del Plata. Agrego que las
joyas que le proporcionaron los náufragos fueron las
únicas que obtuvo en su intento y que, agradecido por
haber sobrevivido, donó a la iglesia de Sevilla a su regreso
a España, donde quizás se encuentren hasta el día de hoy.
La fracasada expedición de Caboto, determinará, sin
embargo, al confirmar que esa es una vía posible de acceso
a los metales preciosos, el destino de la región que, desde
entonces, deberíamos llamar «la cuenca de la plata».
Inmediatamente a la llegada de Caboto, en el mismo
1530, los portugueses, que ya tenían su sospecha de la ruta
fluvial vía el Plata, envían la expedición de Martim Affonso
de Sousa, con el descarado propósito de fundar un
establecimiento para controlar la entrada al río. La pérdida
a la entrada del Plata de la «Nave Capitana», en la que iba el
propio De Sousa, motivará el abandono de esa localización
y su cambio, ni más ni menos, por la localidad de «San
Vicente», el puerto más cercano al lugar donde luego
surgirá la ciudad de San Pablo, el único punto estratégico
en el que, con alguna dificultad (hay 700 metros de
286
desnivel) puede, desde el Atlántico, alcanzarse la cuenca
del Río de la Plata.
La expedición portuguesa desencadena la inmediata
reacción española —la desembocadura del Río de la Plata
caía claramente en la parte castellana del tratado de
Tordesillas— alarmados por la posibilidad de perder una
nueva fuente de riquezas y, porque todavía ignoraban que
la «Sierra de la Plata» y el recién descubierto «Perú», eran la
misma cosa. Para ello destacan la expedición de Pedro de
Mendoza, primer «adelantado» del Río de la Plata, que, con
la ineficiencia típica del reino castellano, recién llegará a
nuestras costas en 1536.
Para que se entienda mejor la gravedad de las
circunstancias en juego en los dos reinos, ambas
expediciones, la portuguesa y la española, fueron las más
importantes que enviaron a América durante el proceso de
descubrimiento y conquista. Martím Affonso y Pedro de
Mendoza fueron los únicos personajes de la alta nobleza
en participar de esta aventura y ambos, sobretodo
Mendoza, contaron con importantes recursos humanos y
materiales.
287
Pero lo más singular es que ambas fracasan, ninguna
llega a la «Sierra de la Plata», Affonso debe contentarse con
dejar un puñado de hombres al pie del planalto —a cargo
de Joao Ramalho, desertor portugués que desde hacía
décadas vivía en el lugar y estaba emparentado con los
caciques locales— y Mendoza, peor aún, muere en el
intento junto con 1400 de los 1800 hombres que había
embarcado, obligando a los 400 sobrevivientes a buscar
refugio junto a los indios guaraníes de la localidad indígena
de Lambaré, en donde ahora está la ciudad de Asunción.
La navegación y sus fracasos siguen marcando la
conformación histórica de la región. Los sobrevivientes de
ambas expediciones constituirán una curiosa sociedad
mestiza —que obnubilados por el discurso de la
«conquista», hasta ahora hemos visto como «española» y
«portuguesa»—
en
la
que
predomina
el
carácter
prehispánico y en las cuales, durante décadas, en un
aislamiento casi absoluto del mundo europeo, ambos
contingentes culturales coincidirán en el propósito de
intentar llegar a las riquezas de los Andes.
288
Por el lado español, esas expediciones que partían de la
rebautizada «Asunción», terminarán por encontrarse con
las avanzadas españolas de la conquista del Perú,
encuentro que tuvo como efecto, en palabras de los
propios paraguayos, el de «desencantar la tierra». No sería
por allí que se conquistaría al «Rey Blanco».
Por el lado portugués, la alianza con los indios de
Piratininga —donde se ubica la actual Sao Paulo—
desencadenará un proceso de trascendentes consecuencias,
tanto para el Río de la Plata como para la conformación
del propio Brasil, con las llamadas bandeiras (la acción de
levantar banderas para convocar un ejército, potestad real
que los paulistas, en una clara muestra del escaso valor que
aquella tenía, se auto adjudicaron). Estos ejércitos privados
se dirigirán hacia el oeste, siguiendo en canoas los cursos
de agua de la cuenca del Plata, teniendo siempre, como
objetivo último, la llegada a la fuente de metales preciosos.
Pero, mucho más trascendente para la historia del Brasil, es
que consolidarán allí, gracias a ese permanente ejercicio
militar y al botín (bajo la forma de indios esclavizados) que
van logrando, un centro de alta densidad demográfica —en
la relativa despoblación de la región— al que deberán
289
recurrir todos los expedientes portugueses para instalarse
en la serie de localidades portuarias que caracterizarán a la
que, entonces, se conocerá como Costa del Brasil.
A su vez, la navegación de la Costa del Brasil será clave
para entender la siguiente fase del desarrollo histórico
rioplatense. Allí se conjugarán los diversos intereses que
van entrando en juego.
Por un lado, como ya lo he mencionado, no debe
perderse de vista que esta costa forma parte del circuito de
circulación náutica prehistórica, que era recorrida en
canoas de norte a sur y de sur a norte y que serán esas
mismas poblaciones indígenas las que habiliten, bajo
diversas formas de alianza el uso de sus extraordinarios
puertos naturales por parte de los portugueses. Como en
toda Iberoamérica, sin población indígena, no hay
«colonización»
europea.
Por
otro
lado,
para
los
portugueses de Portugal, fracasado el intento de llegar a la
«Sierra de la Plata», no solo la «Costa del Brasil», el
territorio sudamericano en su conjunto, carece de interés
económico frente a lo que para ellos significa el «Estado de
la India», el comercio de las especias que hacían dándole la
290
vuelta al África. Sin embargo, es por la propia importancia
de la ruta africana (la «vuelta de África») que, en su viaje de
ida, se pega peligrosamente a la costa sudamericana, que
Portugal debe, imperativamente ocupar los puertos del
Brasil que, de otro modo, serían ocupados por potencias
navales enemigas.
Para ello, contando con un estado económicamente débil
que ha basado su extraordinaria expansión territorial en la
participación de intereses privados, debe motivar la
instalación de éstos en la «Costa del Brasil». Fracasado el
intento de lo que se conoce como «Capitanías», descubre,
en una afortunada coincidencia, la posibilidad de la
explotación del «oro blanco», el azúcar, que no solo crece
extraordinariamente bien, sino que, a relativo bajo costo,
puede producirse gracias a los esclavos negros que se traen
del África. Comienza entonces el ciclo del azúcar,
introduciendo la navegación del tráfico de esclavos, de
azúcar y de mercaderías vinculada a ésta.
Es entonces, a fines del siglo XVI, y a raíz del
establecimiento de ese tráfico en la Costa del Brasil, que la
navegación vuelve a determinar nuestras circunstancias
291
históricas. Sucede que, mientras se desarrollan estos
procesos, la región andina, que habíamos abandonado en
la prehistoria, es ocupada por los invasores españoles.
Éstos, luego de repartirse un inmenso botín, buscarán el
origen de esos metales y descubrirán, en 1545, las minas
del «cerro rico de Potosí». Potosí era, literalmente, una
montaña de plata y, casualmente, está situada sobre un
afluente del Río de la Plata.
La puesta en explotación del Potosí, hará que sus
mineros, interesados en sacar la plata hacia Europa,
procuren «abrir las puertas a la tierra», es decir encontrar el
camino más corto hacia el océano. El conocimiento del
establecimiento español en Paraguay y de la (relativa)
proximidad geográfica de Potosí con el Río de la Plata,
hará que sea hacia allí que se organice esa búsqueda.
Ésta motiva la exploración del trazado de posibles
caminos entre Córdoba, hasta donde se transitaba por los
«caminos del Inca» y el Plata y la fundación, organizada
desde Asunción, de Santa Fe, en 1573, sobre el Paraná y la
refundación de Buenos Aires, en 1580. Queda así abierta la
ruta de la Plata.
292
Ruta que, tan rápidamente como fue abierta, será
prohibida por las autoridades españolas. Sin entrar en
detalles, diré que las cantidades de metales preciosos que se
sacaron del Perú y el descubrimiento de la existencia de
minas que podían mantener ese abastecimiento, trastornó a
la monarquía española que creyó que aquel manantial
inagotable era la solución definitiva a su crónico déficit
fiscal. La estrategia elegida para asegurarse que esa plata
llegue hasta el gobierno es el control estricto de toda su
ruta, control que, con los rudimentarios medios de la
época, solo puede intentarse haciéndola pasar toda por el
Callao, el puerto de Lima, sede del gobierno colonial y
dirigirla hacia el Caribe en donde es transportada a España
por el sistema de flotas y galeones.
Ruta marítima que condena la posible salida por Buenos
Aires y vuelve a determinar nuestro destino histórico. Es
que, al igual que los portugueses y la costa del Brasil,
España, sabiendo que desde Buenos Aires se llega
fácilmente al Potosí, ya no podrá abandonar ese puerto
que sería inmediatamente ocupado por otro. A su vez, la
existencia de una ciudad puerto y su ventaja económica en
relación al circuito oficial determina, por las inexorables
293
leyes de la economía, que por aquí, clandestinamente,
nunca deje de fluir la plata.
Pero, si bien hay una ley económica que así lo determina,
la realidad histórica de ese contrabando debe adoptar, para
concretarse, facetas reales. Alguien lo hace, lo carga, lo
lleva, lo distribuye, lo intercambia por algo que debe ser
cargado, distribuido, etc. Es aquí que entra en juego,
fundamentalmente, sin perjuicio de otros actores venidos
directamente de Europa, la Costa del Brasil y la
producción de azúcar.
Sucede que, en el mismo año que se produce la
refundación de Buenos Aires, la monarquía portuguesa
queda acéfala y serán los reyes de España que, hasta 1640,
asuman esa función. Si bien nunca se fusionaron en un
solo reino, los asuntos sudatlánticos quedarán en ese
período
esencialmente
a
cargo
de
Portugal.
La
«flexibilidad» en los controles que de ello deriva permitirá
que los portugueses del Brasil se instalen masivamente en
Buenos Aires, localidad que, de hecho, pasa a ser el último
(o primero) puerto de la Costa del Brasil.
294
Es que el negocio del azúcar brasileño, que necesita
destinar buena parte de sus beneficios a los recursos
necesarios para el abastecimiento de esclavos, se
beneficiará notablemente con la incorporación al circuito
comercial de la plata del Potosí, relativamente mucho más
barata que la que se obtiene por la venta del azúcar en el
mercado europeo.
A su vez, Potosí —que ya se beneficia utilizando el
puerto de Buenos Aires por ser el camino más corto y por
la elusión de las cargas fiscales— situado en un páramo a
4.200 metros de altura, en donde no hay nada más que
mineral de plata, necesita todo para su funcionamiento. En
ese «todo», en particular de productos derivados de la
industria del azúcar, como son las aguardientes y los
dulces, necesarios para enfrentar los rigores del clima, pero
también de otros productos que provienen del Brasil.
Dentro de ellos, el más importante es el hierro,
imprescindible para mantener funcionando al «Cerro
Rico», ya que no solo se precisa en forma de herramientas
constantemente utilizadas para hacer los socavones y
extraer el mineral, sino que también debe usarse, en
295
cantidades significativas, en el proceso de purificación de la
plata mediante el método de la amalgama.
De este modo, durante dos siglos, el hierro de la Costa
del Brasil, incipientemente producido localmente o
importado a mejores precios desde Europa; el azúcar de
los ingenios que se extienden desde Recife hasta San
Vicente, y sus derivados, fundamentalmente producidos en
el área paulista; así como los esclavos negros demandados
para el servicio de las élites coloniales hispanoamericanas;
circularán, de norte a sur, en una navegación de cabotaje,
recorriendo sus múltiples puertos, en embarcaciones de
tamaño medio, con dos mástiles y poco calado, que pronto
se conocerán como «zumacas», hasta alcanzar el puerto de
Buenos Aires, de donde retornarán a sus puertos de
origen, cargadas de plata, harinas y cueros.
Es esa navegación, sin perder de vista la ocasional
presencia y demanda de productos similares por parte de
otros actores, principalmente holandeses, ingleses y
franceses, la que delinea los trazos fundamentales de la
sociedad rioplatense. Es por ella —oficialmente por
impedirla— que se desarrolla localmente el aparato
296
administrativo colonial, con sus jefes y sus funcionarios.
Es por ella que se construyen fortificaciones y se
mantienen cuerpos de ejército. Es teniéndola por objetivo
que se organizan empresas comerciales. Que se crían mulas
y bueyes para el traslado de los productos desde y hacia
Potosí y que se asientan estancias con ese propósito. Es
por ella que se plantan trigales y se muele harina. Es por
ella que se talan árboles para hacer tablas para fabricar
carretas y embarcaciones. Por ella que se construyen
depósitos, supuestamente para contener solo cueros. Es
por ella que se organizan las grandes vaquerías, la caza del
ganado salvaje por su cuero, práctica que fomenta el
desarrollo del gaucho y otros habitantes de la campaña. Es
ella que dinamiza la actividad del pequeño comercio, que
requiere animales para el abasto, ropas, etc.
Toda una dinámica económica cuyos extremos —y sus
grandes beneficios— solo están claros para unos pocos
pero de la que, consciente o inconscientemente, participa
toda la sociedad rioplatense. Son sus circunstancias
particulares las que explican, como veremos, la ocupación
colonial del territorio uruguayo y la forma en que ésta se
dio.
297
Es que, a partir de 1640, cuando Portugal se independiza
de España y los portugueses vuelven a convertirse en
«enemigos», las cosas se complican para que la población
de ese origen —y es bueno recordar que estamos hablando
muy mayoritariamente de «portugueses del Brasil» y no de
Portugal— siga organizando el contrabando desde el
propio puerto de Buenos Aires. Es necesario encontrar
otra alternativa y ésta se decanta con la fundación, en 1680,
de Colonia del Sacramento, en la otra orilla del Río de la
Plata, en el puerto natural más cercano a la propia Buenos
Aires.
La Costa del Brasil incorpora así un nuevo puerto. La
importancia de la «Colonia» y, tras ella, del significado e
importancia de ese comercio clandestino, se demuestra con
la energía que pusieron unos en erradicarla y otros en
conservarla, pese a encontrarse, en este último caso, a
miles de kilómetros de su base de apoyo más cercana. La
absurda discusión sobre el verdadero emplazamiento de la
línea de Tordesillas o los argumentos sobre las «fronteras
naturales» buscada por Portugal, pierde sentido cuando
recordamos que España ofreció, mediante el tratado de
«Permuta» o de «Madrid», de 1750, todas las tierras hasta
298
Santa Catalina, que le correspondían por el Tratado de
Tordesillas, incluidas las «Misiones del Paraguay» a cambio
de la famosa «Colonia» y que Portugal, en el mismo
episodio, hizo todo lo posible para que ello no sucediera,
como no sucedió.
Es para impedir que los portugueses consoliden su
situación en la «Colonia» que se fundan, en los otros dos
puntos de la costa en que hay puertos naturales utilizables,
Montevideo y Maldonado. Y esto recién sucederá en 1725,
en clara demostración de la permanente connivencia de las
autoridades locales con los contrabandistas, cuando el
gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala
fue amenazado por propio rey con mandarlo engrillado a
España.
Desde entonces se pretenderá la misión imposible de que
Montevideo sea un enclave español, encargado del control
del Río de la Plata y de su navegación, inserto en una
región estructurada en torno al tráfico clandestino. Algo se
avanzará en ese sentido con la instalación allí del
apostadero naval, del servicio de correos y, sobre todo, con
el decreto de la «libertad de puertos», que permite el
299
comercio directo entre los principales puertos de América
y de España, pero todas esas medidas son tardías y no
fueron suficientes para evitar el desenlace provocado por
las guerras napoleónicas.
Nuevamente, con las guerras de la independencia que se
suceden como consecuencia de la invasión de España por
parte de Napoleón Bonaparte y la desaparición de su
capacidad de controlar los territorios americanos, la
navegación vuelve a ser la clave de nuestro destino.
Para entenderlo es imprescindible recordar que la
relajación de los controles coloniales que suponía un
ambiente volcado al contrabando no solo determinó una
creciente preponderancia brasileña —Brasil no era en su
origen más que una delgada línea de costa que se extendía
entre Santa Catalina y el Amazonas y durante ese período
extendió su dominio hasta el arroyo Chuy— sino que
permitió
que
todas
las
potencias
navales,
fundamentalmente ingleses y franceses, frecuentaran estos
puertos y se ligaran, de una manera u otra a la posibilidad
de explotar sus ventajas comerciales.
300
La primera en reaccionar a la participación española en
las guerras napoleónicas es Inglaterra, ya en 1806, cuando
España y Francia todavía eran aliadas y ambas participan
juntas en la batalla de Trafalgar, de la que resultará el
dominio británico de los mares, cuando lleva adelante una
expedición de conquista del Río de la Plata, nuestras
conocidas «invasiones inglesas»; expedición a la que se
asocian cerca de un centenar de embarcaciones mercantes.
Fracasada la empresa por causa del inesperado patriotismo
de los rioplatenses, los ingleses se deciden por lo que es ya
su principal estrategia de desarrollo, el libre comercio, en la
que los precios y no las armas deciden de los beneficios
comerciales. El libre comercio requiere, como base
imprescindible para poder sostenerse, la independencia de
estas regiones del Reino de España y, como complemento
directo, la libre navegación de los ríos.
No es el lugar aquí de entrar en detalles sobre la
injerencia de Inglaterra en el proceso de independencia, lo
fundamental es tener claro que siempre fue guiada por los
dos principios que acabo de mencionar y que su
colaboración u oposición con los diferentes protagonistas
301
locales dependió siempre de las chances que veía a la
aplicación de aquellos.
De la sucesión de acontecimientos y de la diversa suerte
de sus propósitos resulta la evidencia, para los ingleses,
ahora
acompañados
por
los
franceses
y
los
norteamericanos, de que el control de la navegación de la
cuenca del Plata, si se quiere circular libremente por sus
ríos, no puede quedar en manos de un solo país. De ello
resultará
primero
el
apoyo
a
la
intervención
portuguesa/brasileña y, fracasada ésta, el apoyo a la
creación de un país independiente en su desembocadura
(ya habían apoyado la independencia de Paraguay, aguas
arriba), la República Oriental del Uruguay, nosotros.
No entro en cuestiones sobre si, sin el apoyo de
Inglaterra no hubiésemos sido igualmente independientes
—me consta que tanto argentinos como brasileños estaban
cansados de nuestra rebeldía y consiguiente permanente
fábrica de costosos conflictos y, sobre todo, la certeza de
Buenos Aires de que no iba a poder conservar sus ventajas
económicas y políticas si seguían existiendo dos puertos en
la propia Argentina— pero no hay dudas que, otra vez, la
302
navegación fue, en aquellas circunstancias, determinante en
la conformación de nuestro devenir histórico.
Volvamos a la navegación, ahora ya con el Uruguay
independiente. Todavía conocerá algunas décadas de
florecimiento hasta finales del siglo XIX. La navegación
permitirá la comunicación con las poblaciones del litoral,
de Rocha a Salto y la circulación de productos y gentes.
Asimismo, el puerto de Montevideo será, durante algunos
años más, un centro de distribución de productos hacia las
regiones cercanas. Ese aparente desarrollo naval nos
llevará, en un arranque de entusiasmo basado en la
suposición de que íbamos a ser una de las puertas de
entrada al continente, a reformar el puerto de Montevideo,
dándole dimensiones, para entonces, continentales.
Eso era no ver que, con el transcurso del siglo XIX, pese
a las dispendiosas guerras civiles que los afectaron, todos
los, hasta entonces, pretendidos países de la región, fueron
transformándose en tales. Esto es contar con una
administración que llega a todo el territorio, una moneda,
unas leyes y un sistema de comercio e inversiones que se
va amoldando a ella. El desarrollo del ferrocarril, que
303
como
elemento
de
comunicación/cohesión
interna
acompaña este proceso, hará el resto. En cada una de las
naciones los productos concurren cada vez más hacia SUS
—con mayúscula— puertos, donde el Estado controla la
entrada y salida de productos. Cada una moderniza sus
terminales portuarias. Cada vez más los productos del
litoral argentino se encaminan hacia Buenos Aires,
mientras que los productos «gaúchos» van hacia el puerto
de Río Grande.
Montevideo, con su propia flota de cabotaje arruinada
por el ferrocarril, se transforma así en el gran puerto del
pequeño comercio exterior uruguayo. Las dificultades que
para nuestro desarrollo hemos conocido a lo largo de todo
el siglo XX son un buen testimonio de ello.
304
Una mirada al Río de la Plata desde el
patrimonio industrial
Prof. María Julia Burgueño
Nació el 23 de diciembre de 1958 en Montevideo (Uruguay).
Profesora de Historia. Historiadora. Egresada del Instituto de
Profesores «Artigas» de Montevideo. Cursó en Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación (UdelaR). Obtuvo Diploma
en Historia, Cultura y Patrimonio del Centro Latinoamericano de
Economía Humana (CLAEH). Especializada en Patrimonio Industrial.
Integrante del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Docente
de Historia y Ciencias Sociales en Institutos de Formación Docente, de
Educación Secundaria pública y privada de Uruguay. Docente de
Patrimonio Cultural y Diseño de Circuitos histórico-culturales en la
Universidad del Trabajo del Uruguay- Instituto Tecnológico Superior.
Conferencista y ponente en Congresos y Seminarios en Uruguay,
Argentina, Cuba, México y España, sobre temas históricos y
patrimoniales. Ha publicado trabajos de investigación histórica,
turística y patrimonial.
«El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza».
Leonardo Da Vinci
305
El Río de la Plata y el patrimonio industrial es un dúo
poco común de considerar y hasta podría decirse que se
suele mirar con indiferencia. Pero en verdad necesita de
una valoración significativa para entender la identidad del
Uruguay desde la «Banda Oriental pradera, frontera y
puerto» a la actualidad.
Algunas aclaraciones iniciales
La noción de patrimonio se problematiza en nuestra
sociedad globalizada, porque no solo se refiere a la
administración territorial de los bienes culturales, sino
también a la puesta en valor de ellos, incluidos en procesos
de apropiación muy significativos para la sociedad, que van
siendo entendidos como referencias culturales. Tanto ha
sido así, que el deseo de preservar el patrimonio se ha
extendido a todo el mundo como nunca antes había
sucedido en la historia de la humanidad. Todo ello a pesar
de las amenazas constantes para el legado del patrimonio
mundial que llegan de la mano de la globalización, de la
economía y la revolución tecnológica e informática,
306
acompañadas por delirios de dominación de diferentes
manifestaciones.
Documento pionero y fundamental para la definición,
caracterización, gestión y preservación del patrimonio es la
Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y
natural, adoptada por la Conferencia General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la
Educación, la Ciencia y la Cultura de 1972.
Junto a otro de los organismos de referencia en estos
temas, como lo es el Consejo
Internacional de
Monumentos y Sitios (ICOMOS), que planteaba por 1999:
«En
estos
tiempos
de
creciente
globalización,
la
protección, conservación, interpretación y presentación de
la diversidad cultural y del patrimonio cultural de cualquier
sitio o región es un importante desafío para cualquier
pueblo en cualquier lugar».
La conciencia patrimonial es un fenómeno antiguo —
desde los griegos en adelante— que ha llevado a los
distintos pueblos del mundo a adoptar distintas estrategias
de preservación. En la medida que ésta se ha ido
difundiendo, se ha descubierto que la conservación por la
307
conservación es un absurdo. Por lo que se ha debido
pensar en nuevos usos para el legado preservado. Un tema
de discusión permanente en el ámbito académico.
Patrimonio ha adquirido un carácter polisémico, aunque
tiene una raíz común de su origen etimológico latino.
Proviene de patrimonium, que significa «bien heredado, que
se transmite de padres y madres a hijos». Vinculado
también al otro concepto de la civilización romana, el de
pater familias, del cual derivarán los conceptos de padre y
patronímico. Desde el punto de vista jurídico, se entiende
por patrimonio los bienes que se poseen, que se heredan de
los ascendientes, por lo que significaría todo aquello que se
traspasa en herencia. Pueden ser objetos materiales o no,
espirituales y abstractos.
«En definitiva se trata del eje axiológico que une el ánima
del ser sensitivo con el animus ideativo y volitivo del deber
ser».
Hoy no se puede desconocer la necesidad de un
aggiornamento del concepto. ¿Se tendría que hablar de
patrimonio o patrimonios? Esto se debe a la consideración
y el respeto a la diversidad cultural, porque el patrimonio
308
es el relato de los diferentes grupos, las diferentes historias
que van dando también diferentes sociedades en el ámbito
mundial. También porque se lo diferencia en material e
intangible.
Al decir del historiador francés Pierre Nora: «En veinte
años el patrimonio ha experimentado una inflación o,
mejor dicho, una explosión que ha desembocado en una
metamorfosis de la noción».
En conclusión llana y lisa, la definición de patrimonio
está sin duda en constante cambio.
A estas básicas consideraciones teóricas se suma que en
diferentes ámbitos, tanto académicos como empresariales,
comienzan a interrelacionarse algunos conceptos como
son los de patrimonio, historia y territorio.
El tema del patrimonio siempre está vinculado al
concepto temporal, de transferencia en el tiempo. Allí está
la asociación directa con la historia. Vinculación por la
acción del hombre en el tiempo. La historia es la que
contribuye a cuestionar, promover
y legitimar la
multiplicidad de lecturas que un bien patrimonial puede
tener.
309
También en el análisis del tema patrimonial, se hace
imperioso una revisión del concepto de territorio y su
vinculación directa a aquél.
Porque tanto a escala internacional, nacional o local, el
concepto de patrimonio aparece indisolublemente ligado a
la interacción a lo largo del tiempo, de las comunidades,
con el soporte físico en el que se asientan
Partiendo del concepto de que «El territorio en sí, como
dimensión física y como construcción cultural es
patrimonio», entendemos que aparece indisolublemente
ligado el soporte físico a la interacción de las comunidades
que en él se asientan a lo largo del tiempo.
La primera acción en esta vinculación patrimonioterritorio, es la de interrogar a este último, para que desde
su comprensión se puedan ir estableciendo criterios que
permitan ordenarlos y así fortalecerlos para poder recibir
nuevos desafíos.
«Re proyectar el territorio exige conocer su código
genético, entenderlo a partir de su estructura formal, de su
imagen física y de su construcción histórica. La forma del
territorio constituye un compendio de la historia de su
310
transformación y en ella conviene fundamentar su
proyecto».
Con la finalidad de agrupar los distintos tipos de bienes
patrimoniales, y así hacer más fácil su reconocimiento,
estudio y valoración, se clasifican en diferentes tipos.
Básicamente en cultural, natural y cultural/natural.
Patrimonio tangible e intangible.
El patrimonio industrial es mucho más que fábricas
A finales del siglo XVIII surge en Francia el término
patrimonio
industrial,
como
reacción
al
«vandalismo
revolucionario», con un fuerte aire del Romanticismo.
En el siglo XIX fueron incorporándolo Inglaterra, Suecia
y Portugal (en este último es donde aparece la expresión
«arqueología industrial» en 1896).
311
En Inglaterra por 1950 comienza el debate de distintas
expresiones del patrimonio, tal el caso de bien cultural para
no seguir identificándolo solamente con «monumento».
Aquí es de destacar al fotógrafo especializado en obras
arquitectónicas Eric de Maré y a los investigadores Michel
Rix, Arthur Raistrick y por supuesto Kenneth Hudson, a
quien se le debe la definición clásica de arqueología
industrial: «el descubrimiento, catalogación y estudio de los
restos físicos del pasado industrial y de los medios de
comunicación» (1963).
Así como al otro pionero y estudioso del tema, August
Buchanan, quien centra el análisis conceptual del
patrimonio industrial en la valoración del significado de
sus vestigios en el contexto de la historia social y
tecnológica.
En la década de 1970 Italia irá consolidando su
preocupación del patrimonio industrial
con estudios
sistemáticos referidos a su conservación y recuperación.
La creación en 1978 del Comité Internacional para la
Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH) dará su
312
definición más acabada. En la Carta de Nizhny Tagil
definió:
«Patrimonio industrial se compone de los restos de la
cultura
industrial
que
tengan
un
valor
histórico,
tecnológico, social, arquitectónico o científico. Estos restos
consisten en edificios y maquinaria, talleres, molinos y
fábricas, minas y sitios para procesar y refinar, almacenes y
tiendas, lugares donde se genera la energía, transmite y se
usa, el transporte y toda su infraestructura, así como los
lugares utilizados para actividades sociales relacionados
con la industria, tales como la vivienda, el culto religioso o
la educación».
A partir de los años ’70 (siglo XX) comenzaron a
desarrollarse nuevas concepciones museísticas con el fin de
recuperar
el
patrimonio
industrial
europeo.
Fundamentalmente en Gran Bretaña, Bélgica, Alemania,
Francia y España (especialmente en Cataluña, País Vasco y
Asturias).
Así también comenzaron las jornadas, encuentros y
congresos relativos a este tema. Académicos de todas
partes del mundo y de distintas disciplinas comenzaron a
313
investigar y discutir sobre esta temática. También se
iniciaron las experiencias turístico-patrimoniales, de tipo
minero- industrial y de los ferrocarriles.
Al respecto las Jornadas Internacionales de Industria,
Cultura y Naturaleza (INCUNA) realizadas en Gijón
(Asturias-España) han sido pioneras y determinantes en
esta problemática, con la edición de «… boletines, libros,
revistas, soportes multimedia y cualquier otro tipo de
medios audiovisuales e impresos», pues entre sus objetivos
está «el estudio, la conservación, la preservación y
valorización de los patrimonios en su interrelación e
historia con las personas y el territorio». Así como
«fomentar actividades que contribuyan al conocimiento de
la historia técnica, económica y social, de la arquitectura,
arte y de la memoria del trabajo, a partir del estudio y
puesta en valor del patrimonio industrial tangible e
intangible o inmaterial, tales como congresos, seminarios,
cursos y todo tipo de eventos». En donde se ha conocido,
discutido y acordado sobre patrimonio marítimo, fluvial y
pesquero, paisajes culturales y patrimonio industrial,
patrimonio inmaterial e intangible de la industria, en la
industria cinematográfica, del agroalimentario, metalúrgico,
314
arquitecturas, ingenierías y culturas del agua, entre tantos
otros, desde su inicio en 1999.
En el campo de la valoración del patrimonio industrial es
por demás pertinente la apreciación de quien fuera
presidente de TICCHI y director por más de tres décadas
del Museu de la Ciència i de la Tècnica de Catalunya, el
ingeniero industrial Eusebi Casanelles, al expresar: «La
importancia del patrimonio industrial se basa en dos
grandes valores: el de ser testimonio del mundo del trabajo
y de la vida cotidiana de una época que cambió la
humanidad y el de ser un documento que sirve para
entender mejor como se vivía y se trabajaba en esta época.
La información que disponemos de ellos es la que
determina su valor de testimonio y de documento».
La investigación y valoración del patrimonio industrial en
Uruguay comienza en las últimas décadas del siglo XX. El
establecimiento de un marco institucional y legal para esta
temática patrimonial aún está en sus inicios.
Se
podría
decir
que
es
subvaloramos».
315
«un
patrimonio
que
La Declaratoria de Unesco como Patrimonio de la
Humanidad al Paisaje Cultural Industrial Fray Bentos es
una puesta en valor real del patrimonio industrial, en la
región del bajo río Uruguay
El Paisaje Cultural Industrial Fray Bentos que «incluye el
Frigorífico Anglo y el llamado Padrón 70, que abarca la
planta fabril, el muelle desde donde partían hacia el mundo
los productos cárnicos, el barrio obrero, los corrales de
ganado, los campos de pastoreo, casa de los gerentes con
su casa de visitas, el entorno donde están enclavadas la
cancha de golf y el club de tenis, los predios naturales de
gran extensión por donde cruza la ruta panorámica que
une Fray Bentos y al barrio con el más importante
balneario de agua dulce —Las Cañas— y lugares naturales
de reserva de fauna y flora nativa, es uno de los más
importantes hitos históricos y patrimoniales del Uruguay».
El Río de la Plata: un enclave estratégico en el
Atlántico Sur
El Río de la Plata sigue siendo estudiado con detalle y
acierto por diferentes investigadores, desde diferentes
316
disciplinas.
Sus
características
geomorfológicas
y
geográficas con su valor histórico y sociológico así como
su importancia geopolítica en esta región de América del
Sur nos llevan a una reflexión constante en todos los
campos del saber académico pero también económico y
político.
Recibió distintas denominaciones a lo largo del tiempo,
cargadas de contenido económico y cultural. Así lo
conocemos como «río ancho como mar», «Mar Dulce»,
«Río
de
la
Plata».
Denominaciones
variadas
y
enriquecedoras para un mismo accidente geográfico, que
con rigor geográfico es un estuario.
El Río de la Plata es un fuerte elemento geográfico que
debe ser considerado como el principal tema subyacente
en cualquier tipo de investigación de los procesos
humanos que se han dado en esta zona de América del
Sur.
Con el río Uruguay —el «espinazo» de la región
rioplatense—
constituyen
los
nervios motores
del
poblamiento, del comercio y la industria en la articulación
317
de un sistema de vida institucional de los dos territorios
que ocupan sus márgenes: Argentina y Uruguay.
Hoy es una demanda poner en valor al Río de la Plata
desde el patrimonio industrial en directa vinculación como
patrimonio fluvial.
Para lo cual la siguiente definición es muy pertinente: «el
concepto patrimonio industrial ha incorporado en los
últimos tiempos la necesidad de una visión del paisaje, del
espacio, de los procesos y sistemas, del patrimonio
inmaterial y de las redes lineales históricas, por tanto no se
habla exclusivamente en los trabajos de un objeto aislado
en su aplicación al territorio, bien de un edificio fabril o de
una máquina o de un espacio portuario meramente, sino
de una globalidad de aspectos que atiendan a una visión
diacrónica y sincrónica para conocer causas, procesos de la
producción y de la industria en términos más rigurosos y
precisos».
En este sentido, la globalidad de aspectos nos la brinda el
Río de la Plata, al considerarlo la «boca de entrada» al
corazón de América del Sur. En un proceso comercial y
318
productivo desde su descubrimiento a principios del siglo
XVII hasta hoy.
Esta región platense, particularmente la Banda Oriental,
respondió a una economía «mirando hacia afuera», ante las
demandas del comercio internacional que siempre la vio
como abastecedora de materia prima. Un tema de larga
duración en su historia.
Es aquí donde se ha plasmado a partir de mediados del
siglo XIX, una íntima relación entre Europa y el Río de la
Plata en lo económico y social como consecuencia de la
explotación de recursos agroalimentarios.
Patrimonio industrial y Río de la Plata, un dúo
demandante
El Río de la Plata posee una muy rica variedad de
patrimonio industrial.
Sus atracaderos, muelles y ciudades-puertos, con los
establecimientos fabriles de toda índole en distintos
momentos históricos, amerita una mayor intervención para
identificar, registrar, clasificar y ponerlo en valor mediante
319
estudios históricos, arqueológicos, recuperación de la
memoria popular, etc.
Palabras claves que podríamos identificar en patrimonio:
natural-cultural-industrial-tangible e intangible.
Todo ello de la mano de los inmigrantes, diferenciados
en el tiempo, en dos etapas, por el número de sus
integrantes, la condición socio-económica con la que
llegan, las causas de su emigración y hasta su saber, sea
artesanal o académico.
Es así que podemos considerar también al Río de la Plata
como «un río vivo», que recibe miles de inmigrantes que
llegan desde los inicios del siglo XVI —particularmente
españoles y portugueses—, pero que desde la segunda
mitad del siglo XIX —el empuje decisivo fue a partir
1860—, británicos, italianos, franceses, catalanes, vascos y
más tarde rusos, judíos, alemanes, sirios-libaneses, entre
tantas otras colectividades de todos los rincones de Europa
y el Mediterráneo oriental.
En esta segunda etapa se conjugan inmigrantes y
población local hospitalaria con un Estado proteccionista
pero ávido de modernización, impulsores del nacimiento
320
de industrias vinculadas a la producción ganadera como los
saladeros y frigoríficos, así como la industria textil.
Ejemplos abundan a lo largo de sus márgenes. Uno de
ellos, el saladero de Samuel Lafone de 1841 en la ciudad de
Montevideo en relación directa con el Pueblo Victoria,
conocido popularmente como La Teja, puede considerarse
paradigmático.
En las últimas décadas del siglo XIX, el patrón de
comercio internacional que predominaba ofreció la
oportunidad de que Uruguay se convirtiera en un
proveedor de bienes primarios como carne, cueros y lana,
y surgieran también otras industrias, como aquellas
vinculadas al consumo doméstico.
Estos desarrollos industriales ampliaron, diversificaron y
acumularon tanto experiencia como recursos, utilizando
materia prima nacional (como en las industrias que
procesaban el vino, curtiembres o calzado) o extranjera
(como en las tejedurías, fábricas de papel o mueblerías)
con mano de obra de inmigrantes europeos, en su gran
mayoría. Porque los maestros y oficiales italianos, alemanes
y suizos, dominaban todos los oficios, resultando una
321
comprobable proliferación de talleres y de toda clase de
industrias en el ámbito rioplatense.
Así, la producción de harina, el gran complejo
productivo que integraban molinos, panaderías y fábricas
de fideos como golosinas, fósforos, jabones, bebidas sin
alcohol y tabacos.
Aquí Colonia puede ser un ejemplo muy evidente a
través del estudio y puesta en valor de las actividades en
Nueva Helvecia-Colonia Suiza con la producción cervecera
que es para la región un recurso cultural de gran
significado en la memoria colectiva, tanto los testimonios
materiales como inmateriales. Siendo una de las primeras
actividades productivas de comercialización de sus
procesos económicos regionales desde 1868 según algunos
historiadores locales.
Pero lo es sin duda en Puerto Sauce – Juan Lacaze, desde
los Saladeros a las industrias de agroalimentación, las
textiles –principalmente la antigua fábrica La Industrial y la
papelera. Por todo lo que se puede afirmar que las fábricas
en Juan Lacaze son «el alma del lugar».
322
No menor es el tema de las industrias que crecieron al
servicio de las demandas y necesidades del ferrocarril. «La
producción uruguaya encontró en los rieles y el puerto un
canal privilegiado de vinculación con el mercado mundial».
Todas estas industrias antes mencionadas, se pueden
considerar una industria temprana que aseguraron la
existencia de condiciones de viabilidad física y económica,
así como una estructura social en el Uruguay, que
posibilitó el de la industrialización consolidada de
mediados de la década de 1930.
El fuerte impulso industrial que recibió el Río de la Plata
por las guerras mundiales y la coyuntura internacional
demandante de materia prima de alimentación y consumo
de necesidades básicas, que en particular una Europa en
guerra no podía ofrecer, se suma, terminada la Segunda
Guerra Mundial —al diluirse los obstáculos para un
normal abastecimiento de insumos, materias primas y
maquinarias— a un crecimiento del mercado interno y a
una política de incentivos y transferencias de recursos del
Estado uruguayo. Período que recibe en la historiografía
nacional la denominación de «neobatllismo».
323
Sin duda en el período 1930-1955 se dio un proceso de
industrialización que cambió estructuralmente la economía
del Uruguay.
Este «boom industrializador» se ubicó particularmente en
Montevideo, Colonia y Paysandú.
En el ámbito del Río de la Plata, un ejemplo a tener en
cuenta en este período es la fábrica Sudamtex (acrónimo
de Sudamérica Textiles) en Colonia del Sacramento, que
finalizó su producción en el 2007.
Fue una empresa textil, especializada en la elaboración de
tejidos e hilados a partir de la combinación de materias
primas naturales y sintéticas, inaugurada a fines del año
1945, como consecuencia del proyecto de expansión de la
firma
norteamericana
United
Merchants
and
Manufacturing Co (UM & M) que a los dos años, el 15 de
noviembre de 1947, lanzó al mercado la producción del
primer metro de tela.
Su edificio fue construido por Christiani & Nielsen,
empresa que tuvo varias obras de este tipo industrial en
Uruguay, donde por ese tiempo de la construcción de
Sudamtex trabajaba el ingeniero civil Eladio Dieste .
324
La fábrica Sudamtex llegó a ocupar 45.000 metros
cuadrados de superficie, con una ubicación estratégica, por
su cercanía al Río de la Plata, tanto a su costa como al
puerto. Lo que le permitió abastecerse de agua para su
producción así como de fuel-oil, a través de cañerías
conectadas directamente a los barcos que llegaban al
puerto de Colonia.
Con personal local —que en períodos de bonanza llegó a
ser
de
1.900—,
técnicos
de
origen
europeo
y
norteamericano.
El Río de la Plata y el río Uruguay serían —otra vez
como en siglos anteriores— las vías de comunicación e
intercambio de la región platense con el mundo.
Este nuevo modelo económico, caracterizado como
industrialista, pre-agrícola y re-distributivista, tenía su éxito
y sustentabilidad en los logros de productividad y a la
dinámica del sector exportador.
El Río de la Plata continúo convirtiéndose en «boca de
entrada» de población y trabajo.
325
A modo de conclusión
El epígrafe de este trabajo nos sugiere una «reflexión en
voz alta» sobre la importancia significativa de la valoración
del patrimonio industrial y el Río de la Plata.
La puesta en valor —que es sin duda una construcción
social muy importante en el proceso de patrimonio— va
de la mano de su activación. Es un proceso que depende
de varios actores buscando un consenso, un acuerdo. Es
una negociación al fin, de varias partes o «espacios claves».
Éstos son la academia y los especialistas, el Estado, la
sociedad civil, la comunidad que convive con el bien
patrimonial.
El conocimiento crítico y la apropiación consciente por
las
comunidades
de
su patrimonio, son
factores
indispensables en el proceso de preservación sustentable
de esos bienes, así como en el fortalecimiento de los
sentimientos de identidad y ciudadanía
En el patrimonio industrial se necesita un trabajo de
equipo multidisciplinario serio y comprometido, en el que
326
cada comunidad donde se encuentra ese bien patrimonial
se vea identificada y se sienta involucrada.
«La educación patrimonial es un instrumento de
'alfabetización cultural' que hace posible en el individuo
hacer la lectura del mundo que lo rodea, llevándolo a
comprender el universo sociocultural y la trayectoria
histórico-temporal en que está inserto. Este proceso lleva
al refuerzo de la autoestima de los individuos y
comunidades, y a la valorización de la cultura…
comprendida como múltiple y plural».
Por demás pertinente es la expresión de Paulo Freire:
«Educar no es someter, es concienciar», por lo que se
considera un compromiso el abordar la enseñanza del
patrimonio
de
una
manera
significativa
para
el
reconocimiento, toma de conciencia y sensibilización de su
valor. Con el objetivo de fortalecer la identidad cultural.
Convencidos que la transformación de un bien en un signo
social
es
un
fenómeno
que
nace
de
múltiples
interpretaciones, siendo la construcción colectiva de una
determinada cultura y durante un determinado periodo de
tiempo. Pero no pensando en pasado sino en futuro.
327
Al decir del economista Miguel Ángel Álvarez Areces
«tratando, como es una constante en las activaciones
patrimoniales de 'dar futuro' a nuestro pasado».
Haciéndonos eco de las investigaciones de patrimonio
del arquitecto Nery González, entendemos como pasos
fundamentales el conocer, aprehender y valorar el
patrimonio.
Así entonces, la puesta en valor del Río de la Plata como
patrimonio fluvial industrial, integrador de sociedades
humanas, de actividades económicas y culturales, lo
convierte en un elemento de la necesaria afirmación de
nuestra identidad.
328
329
Las artes visuales en los 500 años
Martín Ferrario
Martín Ferrario (Maldonado, 1982) Diplomado en Gestión Cultural
del Centro Latinoamericano de Economía Humana, especializado en
gestión patrimonial e historia del arte. Formado en gestión de
proyectos, Museología y Producción creativa audiovisual. Responsable
de cultura del Municipio de Garzón y José Ignacio hasta 2015. Desde
2015, responsable del área de Bienes Culturales de la Dir. Gral. de
Cultura de la Intendencia de Maldonado. Integró el Consejo
Departamental de Cultura hasta 2016. Desde 2008 es productor
independiente, locacionista y asistente de producción de proyectos
audiovisuales. Organizador y productor de eventos culturales, como
conferencias y festivales de música, cine y cortometrajes, entre otros.
Curador y montajista de muestras y exposiciones como el “Gran Mural
de los 500” de la que participaron 500 artistas plásticos y fotógrafos.
Co-curador de la exposición “500 años” (Feb. 2016). Curador de la
exposición sobre los “160 años de la Masonería en el Uruguay” (Nov.
2016).
Con motivo de conmemorarse los 500 años de la llegada
de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata, en el marco de lo
330
que se dio en llamar «Encuentro de Culturas», desde el
área de Bienes Culturales de la Dirección General de
Cultura de la Intendencia de Maldonado surgieron dos
propuestas que buscaron privilegiar a las artes plásticas y
visuales como protagonistas en esta conmemoración.
Ellas fueron la exposición «500 años» y el «Gran mural de
los 500».
La exposición «500 años», que se llevó a cabo entre el 19
de febrero y el 31 de marzo de 2016 en Casa de la Cultura
de la ciudad de Maldonado, propuso desde el punto de
vista expositivo, conjugar tres conceptos distintos en un
solo escenario: lo nativo, lo foráneo y lo contemporáneo.
Pero dicha propuesta no solamente radicó en el concepto
expositivo, sino que buscó privilegiar la mirada reflexiva
del arte contemporáneo y la revalorización de elementos
histórico patrimoniales. Todo lo cual habilitó a
contemplar, dentro de un mismo espacio de exposición,
tres dimensiones temporales diferentes, desdibujando la
tradicional visión museística, donde predomina la
clasificación
sistematizada
que
desvincula
estas
expresiones entre sí, dejando de lado la riqueza del
331
diálogo que existe entre las diferentes expresiones
culturales y artísticas.
La mirada del arte contemporáneo interroga o dialoga
con las diferentes versiones sobre el proceso histórico
que nos agrupa. Para ello se invitó a participar a artistas
que con su obra se acercan a alguno de los temas
generales de la propuesta expositiva: la cartografía, lo
nativo, lo foráneo, lo natural, el pensamiento crítico, o la
recuperación histórica.
La exposición propició un marco pedagógico a través de
visitas guiadas que fueron programadas durante las
semanas siguientes al comienzo de clases con más de
quince escuelas de Maldonado participantes.
La exposición fue visitada por más de 2.300 personas,
siendo una de las más concurridas en la historia del
museo San Fernando.
La curaduría de esta exposición fue realizada en conjunto
con el Lic. Gabriel Lema, Coordinador de la Escuela de
Artes
Plásticas
y
Visuales
Departamental de Maldonado.
Artistas intervinientes:
332
de
la
Intendencia
Anhelo Hernández nació en 1922 en Montevideo,
Uruguay. Entre 1935 y 1941, estudió escultura y dibujo
con Alberto Savio, discípulo de Aristide Maillol. En 1941,
ingresó a la Escuela de Artes Aplicadas y estudió con
Antonio Pena, Edmundo Pratto y Federico Moller De
Berg. En 1942 ingresó como alumno de cuarto año a la
recién formada Escuela Nacional de Bellas Artes y asistió
al taller del escultor Severino Pose. A finales de 1942
ingresó al Taller de Joaquín Torres García, del que formó
parte hasta la muerte del maestro en 1949.
En 1947 realizó su primera exposición individual como
miembro del Taller Torres García en el Club Tacuarembó
(Tacuarembó). En 1969 obtuvo por concurso, la beca de
la Unión de Artistas Plásticos de Uruguay para estudiar y
trabajar en la Escuela Superior de Arte de Berlín, donde
su mentor en los estudios de grabado fue el Profesor
Arno Mohr.
Entre 1944 y 1953 trabajó como profesor de dibujo en el
Liceo Departamental de Tacuarembó. Entre 1954 y 1957,
como profesor de dibujo en la Escuela Industrial de San
Ramón, Canelones.
333
En 1976 partió al exilio en México donde, durante 11
años, Anhelo trabajó como portadista para Siglo XXI
Editores. De 1983 a 1987 fue también profesor de la
División de Postgrado de la Escuela Nacional de Artes
Plásticas, UNAM, México.
En 1989 ingresó por concurso como profesor Grado 5 al
Taller Fundamental de Libre Orientación de Estética del
Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes – IENBA,
Montevideo.
En 2003 recibió el Premio Figari a la trayectoria. El 2 de
diciembre de 2005 fue declarado Ciudadano Ilustre por la
Junta Departamental de Montevideo.
Falleció en Montevideo el 11 de marzo de 2010.
Gustavo Tabares
nació en 1968 en Montevideo,
Uruguay. Artista visual, curador y docente. Estudió en la
Escuela Nacional de Bellas Artes, Universidad del
Trabajo del Uruguay (UTU) en Artes Gráficas; con Hugo
Longa, Rafael Courtoisie, Carlos Capelán. Codirector de
la galería Marte Upmarket (2005-2010), posteriormente
Centro Cultural Marte. Expuso desde 1990 de manera
individual y colectiva en el medio local y en el exterior:
334
Museum of Latin American Art, California (EEUU),
Colección Engelman-Ost, Montevideo, entre otras.
Recibió el Premio Paul Cézanne y el Premio Salón
Municipal (1992). Fue diseñador de montaje en la Bienal
de Venecia (2009) y director artístico de la Bienal de
Montevideo (2012). Ha obtenido premios y menciones
como: Premio a la Formación, 1992; Salón Municipal,
Museo Juan Manuel Blanes, Montevideo; Nuevo Premio
«Paul Cezzane», 1992-Museo Nacional de Artes Visuales,
Montevideo.
Sus obras figuran en colecciones públicas como el Museo
de Arte Contemporáneo de Montevideo y la Embajada de
Francia en Uruguay, y la Colección Engelman-Ost; y en
colecciones privadas en Argentina, Uruguay, Brasil,
España, Francia y Estados Unidos.
José Gamarra nació en 1934 en Tacuarembó, Uruguay.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes donde recibió
enseñanzas de Vicente Martín. En 1959 obtuvo la beca
del Museo de Arte de Río de Janeiro para trabajar en
grabado con Johnny Friedlaender e Ibere Camargo. En
1960 se instaló en Brasil trabajando como profesor de
335
pintura y frescos en el Instituto de Arte Contemporáneo.
En 1963 se instaló en Francia donde vive y trabaja desde
entonces.
Tuvo su primera exposición individual en el Ateneo de
Montevideo en 1947.
Desde 1959 ha realizado numerosas exposiciones
personales en galerías y museos en Montevideo, Buenos
Aires, Rio de Janeiro, San Pablo, Santiago de Chile, New
York, Londres, Manchester, Vermont (USA), Haarlem
(Holland), Amsterdam, Rotterdam, Tourcoing (Francia),
Santa Fe de Granada (España), La Habana, Bogotá, Cali,
Birmingham, Michigan, Coral Gables (USA) y Panamá.
Su obra se encuentra en museos en Rockefeller
Foundation en New York, Collection Banque Rotschild
en Zurich, Museum of Modern Art en New York,
University of Texas Art Museum en Austin, Museo d’Art
Moderne en Paris, Museum Hedendaags Kunst Utrecht
en Holanda, Museo de Artes Visuales en Montevideo,
Museos de Arte Moderno de Río de Janeiro y de San
Pablo. Fundación Torcuato di Tella y Fundación Pipino y
Marques de Buenos Aires, Museo de las Américas de
Managua, y en prestigiosas colecciones públicas y
336
privadas en Uruguay, Chile, Argentina, Brasil, Colombia,
Venezuela, Perú, Cuba, Panamá, Francia, Inglaterra,
Holanda, España, Italia, Estados Unidos, México,
Nicaragua.
Nazar Kazanchian nació en 1939 en Montevideo,
Uruguay. Estudió en la Facultad de Arquitectura y
Facultad de Humanidades y Ciencias. Cursó historia del
arte con Romero Brest en Buenos Aires, Argentina. En el
Instituto del Diseño el Arte Textil con Ernesto Arostegui
y en la Escuela Superior de Bellas Artes (Polonia). En
1989 Textil en Metales (Arline Fish) en la Universidad
Skidmare College Saratoga Spring, Nueva York.
Tuvo su primera exposición importante en el año 1972 en
la Universidad de la República de Montevideo y en el
mismo año en la 1era Bienal de Textil en Montevideo.
Otras exposiciones importantes en Galería Guingnard de
Porto Alegre, Galería Sol en Buenos Aires. Bienal de
Lausanna en sus ediciones VI-VII-XI-XII-XIV, en Suiza.
En el año 1975 participó del 1er Encuentro Textil
Uruguayo-Brasilero en Montevideo. En 1978 formó parte
de los artistas invitados a participar de la exposición
337
ARENA organizada por la Liga de Fomento de Punta del
Este.
Ha obtenido diversos premios y distinciones entre los que
se destacan Beca Artes Jóvenes C.A.P. (Comisión de
Artes Plásticas), Concurso Knoll, Bienal de Salto y en
varias ediciones del Salón Municipal de Montevideo.
Su obra se encuentra en diversas colecciones en Uruguay,
Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Londres,
París, Paraguay y Chile.
Nelson Ramos nació en 1932 en Dolores departamento
de Soriano, Uruguay. En 1951 ingresó a la Escuela
Nacional de Bellas Artes donde recibió la formación de
Ricardo Aguerre, José María Pagani, Felipe Seade y
Vicente Martín. En 1953 creó, junto a Raúl Catellani,
Glauco Teliz, Bolívar Gaudín, Yamandú Aldama,
Silvestre Peciar y Pascual Gríppoli, el grupo La Cantera,
cuyo nombre alude a las canteras del ferrocarril de Las
Piedras.
En 1959 obtuvo una beca para formarse en Río de
Janeiro con Iberé Camargo y el grabador Johnny
Friedlaender y colaboró como ilustrador de diarios y
338
publicaciones brasileños. En 1962 recorrió España,
Francia e Italia gracias a una beca del Ministerio de
Educación y Cultura de Uruguay.
Desde los años 1960 comenzó a explorar los objetos
cotidianos por medio de instalaciones. Fundó en 1971 el
Centro de Expresión Artística (CEA) donde durante más
de 30 años formó a numerosos artistas. En los años 1970
su investigación se centró en pinturas blancas cortadas
por líneas hasta que, en los años 1980, la línea se
transformó en materia: palitos, papeles, cajas, en
composiciones volumétricas. En 1963 y 1985 representó
a Uruguay en la Bienal de San Pablo, en 1991 en la IV
Bienal de La Habana y en 1997 en la XLVII Bienal de
Venecia. En 1996 recibió de parte del Banco Central del
Uruguay el Premio Figari por su destacada trayectoria y
aporte al arte visual uruguayo. Falleció en Montevideo en
el año 2006.
Pablo Uribe nació en 1962 en Montevideo, Uruguay.
Estudió arquitectura en la Universidad de la República y
artes visuales con Guillermo Fernández. Participó de
diversos talleres, entre los que se destacan: Intervenciones
339
urbanas, dirigido por Antoni Muntadas; Teoría de la
imagen, a cargo de Vincent Delpeux; Taller de video,
dictado por Marcel Odenbach; y de la clínica Informe de
campo, a cargo de Justo Pastor Mellado.
Ha
realizado
catorce
exposiciones
individuales
y
participado en más de cincuenta muestras colectivas en
Uruguay, Perú, Brasil, Argentina, México, Suecia,
Venezuela, Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos.
Representó a Uruguay en varias oportunidades, entre las
que se destacan: 53º Bienal de Venecia, Italia; Afuera!
Arte en Espacios Públicos, Córdoba, Argentina; II y IV
Bienal del Mercosur, Porto Alegre, Brasil; Bienal de
Grabado de Buenos Aires, Argentina; VII Bienal de La
Habana, Cuba; Bienal Internacional de Estandartes,
México; V Bienal Vento Sul, Curitiba, Brasil.
En el año 2001 el Ministerio de Educación y Cultura le
otorgó el Gran Premio Nacional de Artes Visuales por el
tríptico Prueba de cielo.
Fue invitado al II Festival de Arte Multimedia en Belfort,
Francia; al Intermodem Intermedia Festival en el Modem
Art Centre, Debrecen, Hungría; a la residencia del Latin
American Roaming Art (LARA) en Colombia, y
340
recientemente al 33º Panorama da Arte Brasileira en el
Museo de Arte Moderno de San Pablo, Brasil.
Rimer Cardillo nació en 1944 en Montevideo, Uruguay.
Se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes de
Uruguay en 1968, realizó estudios de posgrado en
Alemania en la Escuela de Arte y Arquitectura
Weissenssee de Berlín y en la Escuela de Arte Gráfico de
Leipzig entre 1969 y 1971.
La labor docente ha estado presente en su carrera artística
desde la década de 1970 en el Club de Grabado de
Montevideo y diversos talleres en Uruguay y Estados
Unidos, fue maestro de artistas que han logrado
desarrollar una sólida trayectoria personal como Gladys
Afamado, Margaret Whyte y Marco Maggi, entre otros.
Es profesor titular de la Universidad del Estado de Nueva
York en New Paltz, donde tiene a su cargo la dirección
del Departamento de Artes Gráficas.
En 1997 le fue otorgada la Beca Guggenheim. En 2001
representó a Uruguay en la Bienal de Venecia. En 2002
recibió el Premio Figari en reconocimiento a su
trayectoria. En 2004 fue galardonado con el Chacelor's
341
Award y el Premio a la Investigación Artística y
Científica. Expuso en el Binghamton University Art
Museum (2013), Medieval Trinitarian Templespace del
Museo Kiscell, Budapest, Hungría (2010), entre otros
destacados museos y galerías en diversos países.
En 2003 fue invitado por la Tate Modern de Londres a
dar una conferencia y presentar un video sobre sus
creaciones. En 2004 el Museo de Arte Samuel Dorsky de
SUNY New Paltz organizó la primera retrospectiva de la
obra de Cardillo. En 2011 el Nassau County Museum of
Art de Long Island realizó la exposición retrospectiva
«Jornadas de la memoria», que incluyó obras realizadas
por el artista a lo largo de cuatro décadas.
Marcelo Puglia, Nació en Maldonado, 1956.
Exposiciones Individuales-2016 Frontera Seca, Museo
“R. Francisco Mazzoni”, Maldonado. Arquitectura LusoBrasileña
en
Maldonado.
Uruguay,
2015
AMEC
Arquitectura
Espacio
Cultural,
Luso-Brasileña
en
Uruguay. La Lupa Libros, Montevideo, Museo del
Patrimonio Regional, Rivera. Frontera Seca. Escuela
Rural N° 85, Altos del Perdido, Soriano. Museo
342
Municipal “Dr. L. Roselli”, Nueva Palmira. Museo
Histórico Casa de Rivera, Durazno. Museo del
Patrimonio Regional, Rivera. AMEC Espacio Cultural.
2014- Frontera Seca. Al Pie de la Muralla Espacio
Cultural. Arquitectura Luso-Brasileña en Uruguay. Museo
Regional Carolino. 2013- Arquitectura Luso-Brasileña en
Uruguay (Fotograma 2013)
Museo “R. Francisco
Mazzoni”. De cerca y de lejos, Museo “R. Francisco
Mazzoni”. 2012- De las vaquerías al alambrado. Galería
Jacksonville. Al mismo tiempo. Galería Jacksonville.
2011- Al mismo tiempo. Al Pie de la Muralla Espacio
Cultural. Museo “R. Francisco Mazzoni” (Fotograma
2011) De las vaquerías al alambrado. Museo Dr.
Fernando Gutiérrez, Trinidad. Escuela Rural N° 85, Altos
del Perdido, Soriano. Teatro Gral. Artigas, Cardona.
Escuela Hogar, Miguelete. Liceo Daniel Armand Ugón,
Valdense. Casa de la Cultura, Mercedes (Bicentenario).
Faros del Uruguay, Casa de la Cultura. 2010- De las
vaquerías
al
alambrado,
CERP,
Rivera.
Centro
Universitario, Rivera. Faros del Uruguay, Al Pie de la
Muralla Espacio Cultural 4793 km2, Galpón del Molino
Espacio Cultural, Garzón. Casa de la Cultura, Maldonado
343
(Día del Patrimonio) Arboretum Lussich, Punta Ballena.
2009, 4793 km2 Al Pie de la Muralla Espacio Cultural. De
las vaquerías al alambrado, Museo Regional “R. Francisco
Mazzoni”. Museo Municipal “Dr. L. Roselli”, Nueva
Palmira, Casa de las Artes, Fray Bentos. 2008- De las
vaquerías al alambrado. Al Pie de la Muralla Espacio
Cultural, Casa de la Cultura, Artigas. 2007- De cerca y de
lejos, Discount Bank, Punta del Este. 2006- Patagonia
Sur, La Lupa Libros. Colaboraciones: El País Cultural: N°
890 / Noviembre 2006. Revista Dossier: N° 20/2010 N°
17/2009 N° 7/2008 N° 6/2008 N° 5/2007. Libro: “400
años de Historia de la Ganadería en el Uruguay”. Aníbal
Barrios Pintos. Ediciones Cruz del Sur, Montevideo 2011.
344
345
El «Gran mural de los 500»
Otra de las iniciativas fue la idea de confeccionar una
gran mural mosaico compuesto por 500 obras, donde se
invitó a participar a 500 artistas plásticos de todo el país y
la región para que —con total libertad temática y de
técnica—
plasmaran
su
impresión
sobre
este
acontecimiento.
Por parte de la organización se le proveyó a cada uno de
los artistas un lienzo de 30x40 donde debieron realizar el
trabajo, contando incluso con escultores que apelando a
la creatividad buscaron dar versatilidad a ese soporte para
llevar a cabo su obra.
Dado que fue una tarea de largo aliento, en febrero 2016
se realizó el lanzamiento de la propuesta y se presentó —
ya terminado— en fecha del 109 aniversario de la ciudad
de Punta del Este —5 de julio de 2016— en el Complejo
Cultural Gorlero (Ex ANCAP). Es plan es que el mural
recorra el resto de los departamentos de la República. El
montaje final abarcó una superficie de aproximadamente
70 metros cuadrados, pudiendo adoptar diferentes
conformaciones según el lugar de exposición, lo que lo
torna muy versátil.
346
Se
trató
de
un
importante
ejercicio
colectivo
demostrativo del actual nivel de nuestros artistas en
nuestra sociedad, y que permite dar a conocer su arte y
creaciones en una muestra muy especial.
Es de destacar el trabajo que realizó desde la Dirección
General de Cultura un equipo de funcionarios liderado
por el Subdirector General de Cultura Dr. Fernando
Cairo, el autor de esta nota Martín Ferrario (curador) y el
galerista Sr. Sebastián Manuele Guria que actuó como
coordinador general, que hicieron posible la concreción
del proyecto y la exhibición del mural.
También es de destacar muy especialmente la buena
disposición de los artistas que, expresándose libremente,
asumieron el desafío y compartieron generosamente su
creación, y que también donaron sus obras a la
Intendencia de Maldonado para que formaran parte del
singular mural. También se recibió un amplio respaldo y
colaboración de parte del Municipio de Punta del Este.
La Dirección General de Cultura está orgullosa de haber
podido concretar este ambicioso proyecto y hoy exhibirlo
a la comunidad.
347
348
349
ÍNDICE
Introducción………………………………………5
Las disputas entre dos imperios coloniales y el Río
de la Plata.
Prof. Andrés Noguez Reyes………………………..9
Los dos descubrimientos del Río de la Plata.
Dr. Mario A. Scasso Burghi………………….…...36
La Banda Oriental en el sistema de Tordesillas.
El viaje del Juan Díaz de Solís, descubrimiento
español en la trama de intrigas internacionales.
Lic. Alicia B. Otero Mera y Mag. José María Olivero
Orecchia…………………………………………....81
350
La persistente persecución del poniente.
Arq. Francisco Bonilla……………………………113
La expedición de Juan Díaz de Solís en la bahía de
la Candelaria.
Juan Antonio Varese……………………….……..145
¿Quién era Juan Díaz de Solís?
Dr. Fernando Cairo Sola…………………….……165
La patria de Juan Díaz de Solís.
Cultura artística en el Reino de Sevilla entre 1470 y
1516.
Lic. Ignacio J. López Hernández y Lic. Manuel Gámez
Casado……………………………………………181
Visión geopolítica de Europa en el inicio del siglo
XVI.
Dr. Jorge Enrique Méndez…………………..……211
351
Encuentro de culturas y algo más.
Mtro. Gonzalo Abella……………………..……...241
Por el Río de la Plata, relatos y paisajes.
Arq. Fernando Britos Di Clemente………………..249
Algunas consideraciones poco frecuentes sobre la
relación entre la navegación y la conformación de la
sociedad uruguaya.
Dr. Antonio Lezama Astigarraga……………….…283
Una mirada al Río de la Plata desde el patrimonio
industrial.
Prof. María Julia Burgueño………………..………313
Las artes visuales en los 500 años.
Martín Ferrario………………………….………….339
352
353