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Trabajos y
ensayos
Publicación de los alumnos del programa de
doctorado Cooperación, Integración y Conflicto en la
Sociedad Internacional Contemporánea
Número 3 (enero de 2006)
Estado – nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
Marco Cobino
1.
INTRODUCCIÓN
Los Estados modernos se han desarrollados como Estados-naciones, es decir cuerpos
políticos separados tanto del gobernante como del gobernado, con suprema jurisdicción sobre
un área territorial demarcada, respaldado por el derecho de monopolio del poder coercitivo y
con la legitimidad que les otorga la lealtad o el consentimiento de sus ciudadanos.
Las principales innovaciones del Estado-nación moderno (territorialidad que fija
fronteras precisa, control monopolístico de la violencia, estructura impersonal del poder
político y reclamación de legitimidad sobre la base de la representación) marcaron sus
propiedades definitorias, aunque a veces frágiles.
La consolidación del poder de los Estados-naciones europeos más avanzados fue parte
de un proceso en el que se creó la sociedad internacional de los Estados. Los orígenes de este
orden a menudo se fechan en la Paz de Westfalia (1648). No obstante, el sistema de poder
codificado en Westfalia se considera más bien como un sistema que crea una trayectoria
normativa en el derecho internacional, el cual no consigue su más plena articulación hasta
finales del siglo XVIII, principios del XIX1. Es en el siglo XX que el Estado, como entidad,
se hizo global; consecuencias del final de todos los grandes imperios, que permitió a muchos
pueblos unirse y crear comunidades políticas independientes aunque desiguales2.
1
D., HELD, y A., MC GREW, Globalización /Antiglobalización. Sobre la reconstrucción del orden mundial,
Barcelona, Paidos, 2003, p. 23.
2
La influencia del comercio, la industria y la organización política de las ex potencias coloniales sobrevivió al
gobierno directo de los nuevos Estados, manteniendo una posición hegemónica sobre los antiguos territorios
mediante la sustitución de una presencia “visible” de gobierno con una “invisible” de las corporaciones, los
bancos y las organizaciones internacionales. Veáse M., FERRO, Colonization: A global History, Londres,
Routledge, 1997, pp. 349 – 350.
1
TRABAJOS Y ENSAYOS
Marco Cobino:
Número 3, marzo de 2006
Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
El concepto de soberanía fue crucial para el desarrollo de los Estados, pues incorporaba
ya una pretensión especial del legítimo derecho del poder político sobre un dominio
circunscrito; es decir, el derecho a la dominación exclusiva en un territorio delimitado.
Dentro de la teoría de las Relaciones Internacionales, ha sido el Realismo el que más ha
explorado las implicaciones que para los asuntos internacionales tiene el Estado como
principal elemento de la política3. Sin embargo, otras corrientes tienen una postura distinta a
la realista. Según éstas, el impacto de la globalización sobre el Estado-nación ha determinado
la pérdida del rol central que éste tenía en la Economía Política Internacional (EPI). La
multinacionalización de la producción ha influido negativamente en la capacidad de decisión
de los gobiernos sobre políticas macroeconómicas y ha favorecido el auge de actores “no
estatales”4 que han dado lugar a distintas interpretaciones, entre otras la de la “soberanía en
jaque”5.
La tesis de este artículo es que la soberanía no está amenazada, simplemente evoluciona
y busca la fórmula jurídico política – hasta hoy, encarnada en el Estado en sus distintas
formas - más adaptada para hacer frente a los nuevos retos a fin de construir un mecanismo
más perfecto para restablecer el orden y el mando en el sistema internacional.
La soberanía ya no reside sólo en el Estado, como demuestran la presencia de
organizaciones internacionales y supranacionales. Aunque hay opiniones diferentes sobre el
papel del Estado en la economía mundial –los que apuestan por el declive y los que por una
nueva centralidad del Estado– todos comparten el mismo convencimiento: que la
3
El realismo considera el Estado como una entidad unificada cuyo principal empeño es promover y defender su
interés nacional. Es un vehículo para garantizar el orden nacional e internacional mediante el ejercicio del poder.
En consecuencia, el sistema de Estados soberanos es de naturaleza anárquica y esto, en ausencia de un árbitro
que haga respetar las reglas internacionales, obliga los Estados a perseguir sus intereses vitales. Así, el orden
internacional está condicionado por los Estados más poderosos y, según esta visión, los otros actores tienen
influencia dentro de un marco político y económico – a pesar de la globalización - decidido y dominado por los
Estados. K., N., WALTZ, The Theory of International Politics, New York, Addison-Wesley, 1979, p. 94.
4
Entre los “actores no estatales” que suscitan discusiones, están las Empresas Multinacionales cuyo papel en la
economía mundial lleva a distintas conclusiones. Actualmente las empresas multinacionales se presentan como
sujetos que operan a escala internacional, vinculadas entre sí por una compleja red de relaciones (de propiedad,
institucionales, de producción, comercial, administrativo – financieras y tecnológicas, con una sede matriz y una
gran estrategia común). No representan un tipo nuevo de organización, pero sí notablemente renovado en su
complejidad, volumen, número y capacidad de adaptación a un mundo globalizado. Algunos retienen que han
ayudado, y ayudan, el desarrollo de países subdesarrollados a través de las Inversiones Directas en el Extranjero.
A próposito, veáse P., KRUGMAN, y M., OBSTFELD, International Economics, III ed., New York, Harper
College, 1994; trad. It., Economia Internazionale, Milano, Hoepli, 1999, pp. 377 – 378 y 803 – 809.
Otros, acusan las Empresas Multinacionales de ser la causa del subdesarrollo, fruto de decisiones que no tienen
en cuenta los intereses de los ciudadanos sino sólo los propios. Véase U., BECK, ¿Qué es la globalización?
Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Barcelona, Paidos, 1998, p.166 y J., STIGLITZ, Los
felices 90. La semilla de la destrucción, Madrid, Taurus, 2003, p. 249.
5
Véase R., VERNON, Sovereignty at bay, New York, Basic Book, 1971.
2
TRABAJOS Y ENSAYOS
Marco Cobino:
Número 3, marzo de 2006
Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
globalización ha sido el quid de este cambio. Presentaremos estas posturas a través de dos
“autoridades” de la EPI: Susan Strange y Robert Gilpin. Además, aprovecharemos de las tesis
de ambos autores para reflexionar sobre algunos aspectos, como: ¿Qué podría implicar la
perdida de soberanía por parte de los Estados?, ¿Es una perdida permanente o provisional?,
¿Quién detiene la soberanía sobre el territorio? ¿La comparte con los Estados o la ejerce por
su cuenta? ¿La visión realista del Estado cómo nos influye?
Pero, antes de confrontar las dos visiones –Strange y Gilpin– y contestar a las
preguntas, nos parece oportuno una breve reflexión del papel de la globalización sobre el
Estado.
2.
EL IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN SOBRE EL ESTADO – NACIÓN
Uno de los sucesos que han caracterizado en mayor medida los últimos años – y que ha
afectado los Estados - ha sido, sin lugar a dudas, la apertura de un proceso de imparable
interconexión entre varios rincones del planeta. Este fenómeno, que denominamos
globalización, ha traído consigo múltiples consecuencias; algunas de ellas claramente
positivas6, otras de un tono más ambiguo y, por último, algunas de carácter negativo. Dentro
del último grupo destaca, en nuestra opinión, la más preocupante: el paulatino predominio de
la economía sobre la política.
La globalización ha sido establecida como uno de los conceptos que influyen la
discusión económico política contemporánea. El término apunta hacia la idea que una
sociedad cohesiva y aislada y una economía doméstica ya no se sostienen; somos testigos de
la creación de una economía y de una sociedad verdaderamente globales. Entonces, se hace la
aseveración de que la globalización ha determinado una transformación cualitativa del
capitalismo y que se ha desarrollado una nueva relación de interdependencia más allá de los
Estados nacionales.
6
Entre las ventajas de la globalización se cuentan: la disminución de una situación de aislamiento experimentada
por numerosos países en vías de desarrollo; la posibilidad real de un intercambio entre estos y otros países
desarrollados en un mercado internacional; la globalización ha permitido crecer a numerosos países mucho más
rápidamente que en otras épocas; ha permitido que un número mayor de personas disfruten de un nivel de vida
superior al pasado, que tengan acceso a un grado de conocimientos que solo hace un siglo era impensable. A
todo ello ha sin duda colaborado el acceso a las fuentes de información, entre ellas, la más poderosa: Internet.
3
TRABAJOS Y ENSAYOS
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Número 3, marzo de 2006
Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
Los elementos de la globalización pueden resumirse de la siguiente manera: creciente
importancia de la estructura financiera y de la creación global del crédito que lleva al dominio
de las finanzas sobre la producción7; la importancia en aumento de la estructura del saber; el
aumento en la rapidez de la redundancia de ciertas tecnologías y el crecimiento en la
transnacionalización de la tecnología; el ascenso de los oligopolios globales en la forma de
corporaciones multinacionales; la globalización de la producción, del conocimiento y de las
finanzas8. Según Celestino del Arenal “la globalización es como un movimiento planetario en
el que las sociedades renegocian su relación con el espacio y el tiempo por medio de
concatenaciones que ponen en acción una proximidad planetaria bajo su forma territorial (el
fin de la geografía), simbólica (la pertenencia a un mismo mundo) y la temporal (la
simultaneidad)”9.
Muchos de los autores que se han ocupado del tema de la globalización han llegado a
una conclusión: ya que este fenómeno tiene un carácter inequívocamente supranacional, es
inevitable que el poder político olvide su estructura actual, marcada por el Estado-Nación,
para dar origen o bien a una situación muy parecida a la del estado de la naturaleza, o bien a
organizaciones supranacionales que puedan ejercer adecuadamente el poder político. En lo
que ya no coinciden los diversos autores es en la forma que adoptarán estas instituciones
supranacionales10. Hay quien afirma que el Estado seguirá existiendo como tal, aunque la
soberanía pasará a residir en esos futuros superestados, convirtiéndose en parte de una red
más amplia. Otros, consideran que el auge de lo local –favorecido por la globalización11–
puede hacer que los Estados desaparezcan, siendo sustituidos por otra forma de
representación ciudadana que dé pie a una integración mundial fundada sobre el Derecho12.
Este tipo de consideraciones son lógicas si consideramos que la globalización trae como
consecuencia una pérdida notoria de poder por parte del Estado. A fin de cuentas, si la
fragmentación del poder político produce una inevitable indefensión frente al ámbito de lo
7
La intensificación de los costes del cambio tecnológico es importante. El coste de la nueva tecnología en la
estructura de producción ha subrayado la importancia del dinero en la economía política internacional. Esto no se
habría podido realizar sin un cambio en la estructura del crédito mundial. Véase S., STRANGE, La retirada del
Estado, Barcelona, Intermón Oxfam, 2001, pp. 29 –30.
8
Véase BONEFELD, W., (29-4-2005), “Las Políticas de la Globalización: Ideología y Crítica” en
www.rcci.net/globalizacion/fg041.htm, pp. 1 – 2.
9
C., ARENAL, “La nueva sociedad mundial y las nuevas relaciones internacionales: un reto para la teoría y la
política”, Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz, UPV, Bilbao, 2001.
10
Cfr. G., JÁUREGUI, La democracia planetaria, Oviedo, Nobel, 2000, pp. 62 y ss.
11
Cfr. M., KEATING, “The invention of region: political restructuring and territorial government in Western
Europe”, Government and Policy, www.pion.co.uk/ep, 1998.
12
G., JÁUREGUI, op. cit., pp. 60 y ss.
4
TRABAJOS Y ENSAYOS
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Número 3, marzo de 2006
Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
económico, parece inevitable pensar a una futura unificación internacional. La globalización y
la creciente profundidad y complejidad de las relaciones de gobernación han abierto el debate
sobre cuáles son las características formales, si es que hay alguna, que debería tener la
gobernación mundial13. Las ideas van desde el surgimiento de una sociedad civil
transnacional14 hasta la consolidación de un programa de actuación cosmopolita15. Estas
corrientes de pensamiento mantienen la posibilidad de que las redes globales que vinculan a
diferentes grupos e instituciones locales, nacionales e internacionales llegarán a representar y
a hacer efectivas las responsabilidades y los valores humanos compartidos. En los programas
políticos cosmopolitas las redes globales se presentan como capaces de asumir el papel de un
Estado internacional, de restablecer el monopolio de la violencia y de defender el Estado de
derecho. Pero, hay también quien duda de este modelo y nos advierte de los peligros que se
esconden detrás de los – aparentes - buenos intentos.
Danilo Zolo (Cosmopolis, 1995), por ejemplo, encarna una critica elaborada, dura, hacía
el “modelo cosmopolita” que, aunque se represente a sí mismo como la novedad para
solucionar los problemas políticos, económicos y sociales del mundo actual, en realidad es un
“modelo viejo” (afirma incluso que es el modelo de la Santa Alianza) que, con una atenta
operación de comunicación, deja entender que aspira a crear una democracia cosmopolita16,
eliminar la violencia entre los Estados, defender los derechos humanos; en práctica, realizar la
“Paz perpetua” de memoria kantiana pero, con un uso –más que discutible– de la fuerza
militar y económica17.
A parte de esto, otro problema que se olvida es que los efectos de la globalización no
son simétricos18. Hay algunos países que han salido ganando y otros, al revés, perdiendo19.
13
Cfr. D., HELD, Democracy and the global order, Polity Press, Cambridge, 1995.
Vease M. GASCÓ HERNÁNDEZ, El Gobierno de un Mundo Global. Hacía un nuevo orden internacional,
Intermón Oxfam, Barcelona, 2004, pp. 101 – 113.
15
Véase M. KALDOR, New and Old Wars: Organised violence in a Global Era, Cambridge, Polity Press, 1999.
16
Implica la creación de normas y procedimientos internacionales para intervenir a nivel internacional e interno.
Es diferente de la democracia internacional que, al revés, no entra en cuestiones internas a los estados.
17
Es la recuperación de la doctrina medieval del “justum bellum”. Sobre el uso propagandístico de algunos
valores como los derechos humanos, véase D., ZOLO, “La riabilitazione della guerra e il ruolo delle istituzioni
internazionali” en http://dex1.tsd.unifi.it/juragentium/it/surveys/wlgo/ingrao.htm
18
Sobre las consecuencias de la interdependencia se vean los análisis de Keohane y Nye, Power and
Interdependence (1977). Para realizar el análisis utilizaron dos instrumentos: a) sensitivity; b) vulnerability. El
primero, indica la velocidad y amplitud de cambio que un Estado puede inducir sobre otro; el segundo, indica la
capacidad de resistencia, por ejemplo, del Estado “X” a los cambios inducidos por el Estado “Y”. Véase, además
del libro citado de Keohane y Nye, también B., RUSSETT, y H., STARR, V ed., World Politics: the Menu for
Choice, New York, W. H. Freeman & Company, 1996; trad. It, La Politica Mondiale. Introduzione allo studio
delle Relazioni Internazionali, Bologna, Il Mulino, 1997, pp. 134 y 135
19
En Asia la globalización no ha conseguido reducir la pobreza y tampoco ha favorecido su estabilidad
económica. La crisis del Este asiático de 1997 pareció arrastrar a toda la economía mundial. J., STIGLITZ, Los
felices 90. La semilla de la destrucción, Madrid, Taurus, 2003, p. 263-265.
14
5
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Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
Así, la cuestión es saber ¿cuáles son los factores que hacen que la globalización cree
asimetría20?
Susan Strange, en La retirada del Estado, afirma que “... al abrir sus economías al
mercado mundial, los países en desarrollo han aumentado sin duda sus oportunidades de
competir con éxito en las industrias de exportación, pero al precio de aceptar una creciente
dependencia de los servicios financieros y de comercialización que ofrecen las grandes
empresas de los países desarrollados”21.
Concluyendo, el impacto de la globalización sobre el Estado-nación redefine la tarea
que este ejerce dentro y fuera de sus fronteras. Pone de manifiesto las deficiencias del
pensamiento ortodoxo sobre la política, economía y cultura que presumía una estricta
separación entre asuntos internos y externos. En un mundo más interdependiente, los sucesos
en el extranjero tienen impacto inmediato en casa, así como los acontecimientos internos
repercuten en el exterior.
Estamos en presencia de una recomposición del poder político. El “modelo de
Westfalia”22 parece ceder el paso a un nuevo modelo que afecta no sólo con la organización
interna de los Estados sino de las relaciones internacionales en general.
20
En un interesante articulo de Iñigo de Miguel (¿Hacia el fin del Estado-Nación?), el autor individualiza las
tres causas que impiden una integración de tipo superestatal para hacer frente a problemas globales. Estas son:
1.existencia de una única superpotencia (Estados Unidos), que no está dispuesta a llegar a ningún tipo de
acuerdo que suponga una cesión de soberanía; 2. importancia del poder económico sobre lo político, que para
los liberales es un escenario ideal. La mayoría de los Estados se ven cada vez más reducidos a meros garantes del
orden público; 3. el triángulo de Krugman, que explica el incremento de poder de unos Estados en un escenario
de liberalización internacional del mercado de capitales. Los Estados capaces de garantizar la confianza de sus
monedas tienen una libertad en un marco de liberalización de los mercados de capitales de la que no gozan todos
los demás. Las crisis provocadas por un ataque especulativo a una moneda sólo afectan a según qué tipo de
países, mientras que otros permanecen siempre a salvo. A largo plazo, todo esto favorece la acumulación de
ingente capital para estos países afortunados que, claramente, defienden la liberalización del mercado porque
saben que su moneda está a salvo. La creación de una entidad superestatal podría poner fin a esta ventaja de los
Estados más desarrollados, y por eso se resisten a cualquier proyecto que límite su soberanía. I., DE MIGUEL,
“ ¿Hacia el fin del Estado Nación?” en
Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho,
www.uv.es/CEFD/5/estadonacion/htm, n. 5, 2002, pp. 4 – 6.
21
S., STRANGE, La retirada del Estado, Barcelona, Intermón Oxfam, 2001, pp. 83 – 84.
22
El modelo Westfalia es el modelo clásico. Los estados se relacionan entre ellos a través de los tratados. El
modelo se basa en tres principios: 1. sociedad de estados; 2. coexistencia entre estados; 3. instauración de un
sistema mutuo sin necesidad de recurrir a Organizaciones Internacionales. Las características son: los estados
son los únicos entes a los que se reconoce la subjetividad internacional; no existe ningún legislador
internacional; no existe autoridad jurisdiccional con competencia a castigar los estados; la soberanía es absoluta
en ámbito interno y limitada fuera por sus tratados; todos los estados son iguales; tienen pleno derecho a recurrir
a la guerra en defensa de su soberanía y/o sus intereses.
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3.
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Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
LA AUTORIDAD DECLINANTE DE LOS ESTADOS
En 1996, Susan Strange, en The retreat of the State, contrastaba la postura
estatocéntrica. Punto central de su pensamiento es el poder estructural23, que define como la
capacidad de condicionar las estructuras del sistema económico internacional donde actúan
los Estados y las empresas.
La tesis de la autora es que la creciente integración de los mercados ha creado un
sistema productivo que va más allá de las fronteras nacionales y que limita la autonomía de
decisión de los Estados.
La globalización económica está provocando la desnacionalización de las economías
mediante el establecimiento de redes transnacionales de producción, comercio y finanzas. En
esta economía sin fronteras, los gobiernos nacionales se están convirtiendo en poco más que
correas de transmisión de las fuerzas del mercado global. Según interpreta Strange “donde
una vez fueron los Estados los señores del mercado, ahora es el mercado el que, en muchas
cuestiones decisivas, es el señor de los gobiernos de los Estados (...); la autoridad declinante
de los Estados queda reflejada en la creciente difusión de la autoridad a otras instituciones y
asociaciones (...)”24.
Claramente, no todos estarán de acuerdo sobre la erosión del poder estatal, en particular
pensando en Estados Unidos. Pero, la autora, contesta que “la retirada del Estado” no depende
de la cantidad de autoridad ejercida por los gobiernos de la mayoría de los Estados, sino de la
calidad de esa autoridad. La baja calidad de sus políticas encuentra siempre mayor dificultad
para garantizar cuatro valores indispensables en el funcionamiento de la sociedad. Estos son:
justicia, seguridad, libertad, riqueza.
La tesis se sustenta en dos premisas. La primera es que la necesidad del Estado como
bien público, surgió –según Strange– con la emergencia de una economía de mercado
desarrollada. El nacionalismo moderno fue en buena parte la creación del capitalismo
moderno. La economía de mercado no podía funcionar debidamente sin el marco político.
23
El poder estructural no está presente en una única estructura, sino en 4, distintas aunque relacionadas. Las 4
dimensiones del poder estructural son: 1. quién está en condiciones de ofrecer o amenazar la seguridad; 2. quién
está en condiciones de ofrecer o quitar crédito; 3. quién controla el acceso al conocimiento y a la información; 4.
quién puede ejercer poder sobre lo que se produce, dónde, quién, y a qué condiciones. STRANGE, op. cit., p. 48
y ss.
24
Íbidem, p. 23.
7
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Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
La segunda premisa es que el diagnóstico de la EPI, hasta hoy, ha sido escrito de
manera errónea. La prueba es una retahíla de palabras vagas, como: globalización,
interdependencia, multinacional, gobernación mundial25.
Considerando todas las precisiones sobre estos términos de la autora, consideramos
interesante subrayar la idea expresada sobre las multinacionales y sobre la gobernación
mundial. En el primer caso, porque nos parece el actor “no estatal” que ha suscitado más
polémicas; en el segundo, porque tiene que ver con un ejercicio propio del Estado. Parece
que el término multinacional fue acuñado por el departamento de relaciones públicas de
International Business Machines (IBM) a principios de los años sesenta para ocultar o al
menos para desviar la atención de un hecho: que IBM era una empresa estadounidense. La
empresa no era en ningún sentido multinacional, aunque sus operaciones lo fuesen. Por lo que
tiene que ver con la gobernación mundial, la autora mantiene que las organizaciones
internacionales son una herramienta del gobierno nacional, un instrumento para la obtención
del interés nacional a través de otros medios26.
A través del estudio de la EPI, Strange declara que hay que reconsiderar algunas de las
premisas de las ciencias sociales, en particular: límite de la política como actividad social; la
naturaleza y la fuente del poder en la sociedad; necesidad e indivisibilidad de la autoridad en
una economía global; la naturaleza anárquica de la sociedad internacional y el
“comportamiento racional” de los Estados27.
¿Cómo explica los cambios en la economía mundial? Sólo gracias a la interacción de
tres variables: tecnología28, mercado y política; cada una influye en las otras dos. ¿Cuál es el
origen del cambio? El razonamiento que propone es “...las fuerzas impersonales de los
mercados mundiales, integrados a lo largo del periodo de posguerra en el ámbito de las
finanzas, de la industria y del comercio más por la empresa privada que por las decisiones
25
Ibidem, pp. 11 - 13.
Los regímenes internacionales no son la consecuencia de un proceso de harmonización, sino el resultado de
una estrategia de un Estado hegemónico, o de un grupo de Estados. Esta estrategia expresa el mayor poder
estructural de unos Estados respecto a otros. Íbidem., pp. 231 - 255.
27
Íbidem, p. 22
28
El ritmo acelerado del cambio tecnológico es la causa principal del vuelco en el equilibrio de poder entre
Estados y mercado. Lo que cuenta, en opinión de Strange, no es la competencia por el territorio o por el control
sobre los recursos naturales del territorio, sino la competencia por las cuotas de mercado mundial. La tecnología
es a menudo olvidada como factor determinante. Otro factor olvidado son las finanzas, de las cuales hemos
hablado a propósito de las características de la globalización. Ibidem, pp. 26 – 28.
26
8
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Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
gubernamentales de cooperación, son ahora más poderosas que los Estados a los que se
supone corresponde la autoridad política sobre la sociedad y la economía”29.
El hecho de que el Estado esté muy presente en la vida de los ciudadanos no nos debe
engañar. Es una de las paradojas consecuentes con su pérdida de poder; en el momento que el
Estado pierde poder respecto a los actores no estatales, su influencia en la vida de los
ciudadanos aumenta (exceso burocracia)30.
Las consecuencias de la falta de presencia de los gobiernos en la EPI crea un “vacío de
poder” que causa el surgimiento de: a) una “zona gris” de no autoridad y de no gobierno
habitualmente ocupadas por actores “no estatales”; b) afirmaciones de los “nuevos valores”
(declive de las políticas Keynesianas, eficiencia, reducción del Estado del bienestar, reducción
de las políticas de I + D, reducción de la autonomía fiscal como consecuencia de la movilidad
de los capitales) que ponen el interés público al mismo nivel que los resultados de los
mercados.
Las razones del traspaso de poder son principalmente dos: a) las políticas estatales. Los
gobiernos han compartido el declive de la participación renunciando a algunas prerrogativas,
como la propiedad y control de la industria, servicios, comercio, investigación y desarrollo; b)
actividades de las Empresas multinacionales. Se han sustituido en tareas como la
redistribución de la riqueza, creación de empleo, mejorar el nivel de vida.
El Estado ve su legitimidad reducirse. La razón es que carece en unos ámbitos de sus
propias competencias, como: gestión de la economía nacional, empleo, control de la tasas de
interés, crecimiento económico. Sin embargo, en la postura de la autora, hay dos aspectos que
nos parecen incoherentes. Primero, sí las Organizaciones Internacionales son expresión de la
voluntad de los Estados poderosos, ¿ por qué estos seguirían teniendo un cierto control sobre
las decisiones a nivel internacional? Segundo, sí la entidad Estado está en declive, ¿por qué
hay pueblos que aspiran a crear su propio Estado?
No todos, dentro la EPI, comparten los análisis de Strange que redimensiona el rol del
Estado en la economía internacional. Entre otros, Robert Gilpin.
29
Ibidem, 22.
Las paradojas indicadas por Strange son tres. Parece crecer el poder estatal, en realidad este es menos efectivo
en aquellos asuntos básicos que el mercado, por si mismo, nunca ha sido capaz de asegurar, como: seguridad,
estabilidad monetaria para el comercio, un sistema legislativo, un mínimo de bienes públicos como el suministro
de agua. La II paradoja es que los gobiernos pierden autoridad pero crece la cola de sociedades que quieren tener
su propio Estado. La III se refiere a la capacidad de los Estados asiáticos a resistir a la erosión de su poder por
parte de la economía mundial; según la autora, una concesión hecha en la época de la Guerra Fría da Washington
que ahora ya no se justifica. Ibidem, 2001, pp. 23 –26.
30
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Estado-Nación y Soberanía: entre el declive y la transformación
UNA NUEVA CENTRALIDAD DEL ESTADO
Gilpin adopta conscientemente una perspectiva realista o estatocéntrica de análisis de la
EPI31. Distingue la posición realista – a la que se adscribe – de la del “nacionalismo” y reitera
su posición favorable al libre comercio, indicando que en un mundo anárquico puede haber
cooperación de instituciones.
A diferencia de muchos escritos contemporáneos sobre la economía global, sostiene
que el Estado–nación continúa siendo el actor principal, tanto en los asuntos económicos
internos como en los internacionales32, aunque reconozca la existencia de actores no estatales.
Mientras los economistas consideran que la economía es un mercado compuesto de
fuerzas económicas impersonales, especialistas en economía política internacional la
interpretan como un “sistema sociopolítico en el que participan numerosos actores”33.
Para Gilpin la existencia paralela y la interacción del “Estado” y el “mercado” en el
mundo moderno generan la “economía política34. Constata que desde el siglo XVI el principio
organizativo del orden político mundial se ha basado en el Estado-nación (que ha sustituido
las ciudades–estados, las tribus, los imperios) y que el mercado se ha convertido en el medio
principal de organización de las relaciones económicas (sustituyendo otros medios de
intercambio como la reciprocidad, la redistribución y los sistemas económicos imperiales)35.
A pesar del optimismo de fines del siglo XX, la desaparición de la URSS y de la
bipolaridad no ha dado lugar a un nuevo orden mundial o al “fin de la historia”36.
Economía de mercado y democracia aparecen en los inicios del siglo XXI como
palabras claves en el discurso ordinario de la política y en los análisis de política
internacional.
El autor afirma que “desde el fin de la Guerra Fría, la globalización ha sido la
característica más sobresaliente de los asuntos económicos internacionales y, en gran medida,
31
R., GILPIN, Global Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 2001, p. 4.
Ibidem, p.4.
33
Ibidem, p. 38.
34
R., GILPIN, The Political Economy of International Relations, Princeton, Princeton University Press, 1987;
trad. It., Politica ed Economia delle Relazioni Internazionali, Bologna, Il Mulino, 1990 p. 23.
35
Ibidem, p. 17.
36
F. Fukuyama publicó en el verano de 1989 un articulo - con ese titulo - en la revista Americana National
Interest que le hizo famoso tres años más tarde cuando publicó el libro The End of the History and the Last Man.
La tesis del estadounidense era que, con la caída de la URSS, la conversión de China a un “socialismo de
mercado” y la derrota de regímenes dictatoriales, la democracia – como sugerían Hegel o Marx - constituía el
punto final de la evolución ideológica y la “forma última de gobierno”. Esta evolución dejaba entender que el
mundo ya no estaba a la merced de la violencia, porque la expansión planetaria de la democracia delegitimaba el
uso de la fuerza. Cfr. F., FUKUYAMA, The End of the History and the Last Man, New York, Free Press, 1992.
Veáse también, F. J., PEÑAS, “Liberalismo y Relaciones Internacionales: La Tesis de la Paz Democrática y sus
Críticos”, Isegaria, n. 16, 1997, pp. 119 – 140.
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también de los asuntos políticos”. Sin embargo, y a pesar de que es la “característica
definitiva de la economía internacional”, sus efectos han sido malentendidos y exagerados. De
hecho, “este es aún un mundo en que las políticas nacionales y las economías internas son las
determinantes principales de los asuntos económicos”37.
Tanto la economía neoclásica como las interpretaciones de la EPI son ingredientes
importantes en el esfuerzo por entender cómo funciona la economía38. La interpretación
económica neoclásica es que la economía es un mercado o conjunto de mercados compuestos
por fuerzas económicas impersonales sobre las cuales los actores individuales, incluyendo
Estados y empresas, ejercen un control escaso o nulo. Tal universo económico es un sistema
autorregulado y autosostenido compuesto de precios cambiantes y cantidades a las que
responden los distintos actores económicos. Por otro lado, la EPI define la economía como un
sistema sociopolítico compuesto de poderosos actores económicos o instituciones, tales como
empresas gigantes, sindicatos poderosos, grandes agroindustrias, que compiten entre ellas
para la formulación de políticas gubernamentales en impuestos, aranceles aduaneros y otras
materias, para alcanzar sus propios intereses. Hay muchos actores sociales, políticos y
económicos cuya conducta tiene un fuerte impacto en la naturaleza y en el funcionamiento de
los mercados. El más importante de estos actores es, según Gilpin, el gobierno nacional39.
El gobierno, los grandes intereses y las experiencias históricas determinan el propósito
de la economía y establecen los parámetros dentro de los cuales funciona el mercado
(mecanismo de precios)40. Las formas en que funciona la economía mundial se determinan
tanto por los mercados como por las políticas de los Estados–naciones, específicamente los
Estados poderosos. Por sí solos, los mercados y las fuerzas económicas no pueden dar cuenta
de la estructura y funcionamiento de la economía global41.
Al comparar a los estudios de la EPI y la economía neoclásica, Gilpin postula que
mientras que a esta última le interesan principalmente la eficiencia y los beneficios mutuos
que surgen del intercambio económico, la EPI incluye, además, aspectos más amplios como la
distribución de las utilidades provenientes de las actividades del mercado. En este marco, a
los especialistas de la EPI les interesa el hecho de que la economía mundial tiene un impacto
considerable sobre el poder, valores y autonomía política de las sociedades nacionales. Los
Estados tienen fuertes incentivos para adoptar medidas que salvaguarden sus propios valores e
37
R. GILPIN, Global Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 2001, p. 3.
R. GILPIN, The Challenge of Global Capitalism, Princeton, Princeton University Press, 2000; trad. Esp., El
reto del capitalismo global. La economía mundial en el siglo XXI, Madrid, Turner Publicaciones, 2003, p. 40.
39
R., GILPIN, Global Political Economy, op. cit., p. 38.
40
Ibidem, p. 41.
41
Ibidem, p. 23.
38
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intereses, especialmente su poder y libertad de acción, e intentan también manipular las
fuerzas del mercado para incrementar su poder e influencia sobre Estados rivales o a
favorecer a Estados amigos42.
Las instituciones internacionales y los “regímenes internacionales”43 que regulan los
mercados y las actividades económicas son un campo de interés de la EPI. Gilpin sostiene que
en tanto los regímenes puedan afectar significativamente la distribución de las utilidades de
la actividad económica y la autonomía político–económica de los Estados individuales, los
Estados – en particular los más poderosos – intentan influir en el diseño y el funcionamiento
de las instituciones con el fin de promover sus propios intereses políticos, económicos y de
otra naturaleza. Así, el estudio de la EPI parte de la base de que los Estados, las Empresas
multinacionales y otros actores poderosos intentan utilizar su poder para influir en la
naturaleza de las instituciones internacionales44.
Gilpin no parece compartir la opinión de los proponentes de la “soberanía amenazada”
por parte de las Empresas multinacionales45 y hace notar que el éxito de éstas depende de un
ordenamiento político favorable. Es el Estado el que favorece, mediante su posición
dominante (Estado hegemónico), la expansión de las empresas al exterior46.
42
Ibidem, p. 77.
Gilpin define el concepto de “regímenes internacionales” - citando a S. Krasner – como el conjunto de
principios, normas, reglas y procedimientos de toma de decisiones, implícitos o explícitos, en los que convergen
las expectativas de los actores en un área determinada de las relaciones internacionales. Cfr. S., KRASNER,
International Regimes, Ithaca, Cornell University Press, 1983. Gilpin aclara que, mientras los “regímenes” se
relacionan de manera más directa con reglas y las “instituciones” con organismos más formales, él los utiliza
indistintamente. R., GILPIN, Global Political Economy, op. cit., p. 82
44
Ibidem, p. 77.
45
Ray Vernon está considerado uno de los primeros autores en sostener esta posición. Según él, el futuro se
habría caracterizado por el conflicto entre las fuerzas políticas del nacionalismo y las fuerzas económicas que
presionaban por la integración mundial. La creciente interdependencia económica y los avances tecnológicos
estaban convirtiendo al Estado-nación en un anacronismo. Las empresas multinacionales parecían ser
suficientemente fuertes como para sobrevivir por sí mismas, gracias a conseguir que la producción, el marketing
y la inversión se organizase a escala global. Además, mientras las multinacionales siempre tenían la oportunidad
de cambiar sus instalaciones a otros países, el estado habría perdido – en ese evento – empleo, recursos
productivos. Las multinacionales trasladarán las industrias manufactureras a países en vías de desarrollo. Véase
R., VERNON, Sovereignty at bay, New York, Basic Book, 1971.
46
La teoría del ciclo productivo, de Vernon, explica por qué las empresas salen al extranjero. Aunque ahora se
admite que esta teoría, tal y como fue presentada al final de los sesenta, estaba demasiado influenciada por la
experiencia americana y era un modelo bastante simplificado del comportamiento empresarial real, lo cierto es en opinión de Susan Strange - que contenía una idea central muy sólida. En breve, el ciclo del producto empieza
cuando la empresa crea un nuevo producto o desarrolla un nuevo proceso en su mercado nacional. Pero, cuando
las rentas monopolísticas temporales resultantes de la innovación se ven reducidas por la competencia, la
empresa empieza a exportar el producto a nuevos mercados en los que la competencia es muy poca o nula.
Cuando las rentas monopolísticas también se ven reducidas por la competencia de los exportadores, la empresa
amplia el ciclo produciendo en el mercado extranjero a un coste menor y con mayor eficiencia. La reinversión de
todas estas rentas monopolísticas en la siguiente innovación tecnológica inicia un nuevo ciclo de producto. R.,
VERNON, “International Investment and International Trade in the Product Cycle”, Quarterly Journal of
Economic, n. 80, 1966, pp. 190 – 207., en S., STRANGE, op. cit., pp. 31 – 32.
43
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En fin, la globalización, como fenómeno, aparece como una realidad y los Estados
como entes afectados por el proceso, pero también como actores con capacidad de diseñar y
definir políticas nacionales que influyan en el sistema y en la economía internacional, según
sus opciones, poder y grados de autonomía.
5.
CONCLUSIONES
Las distintas posturas que acabamos de ver, son muy interesantes, sugestivas. Ambos
autores coinciden en que hay un cambio debido a la globalización aunque interpreten de
manera diferente la presencia y acción de los actores del sistema internacional. Comparto la
idea de que estamos frente a nuevos valores que postulan la primacía de la economía sobre la
política. Asimismo comparto la presencia de una interdependencia que va más allá de los
Estados y que da vida a una red compleja de sujetos privados y públicos, que constituyen la
verdadera novedad del orden internacional, artífices de una “recomposición” del poder
político que pasa por una reinvención de la soberanía.
Debido a que la mayoría de los Estados de hoy dependen en diversos grados de los
flujos comerciales y financieros internacionales para asegurar el crecimiento económico
nacional, se han hechos más visibles, especialmente en los Estados democráticos, los límites y
las constricciones de la autonomía económica nacional y de la soberanía. Visto desde una
perspectiva histórica, estas constricciones no son mayores que en épocas anteriores47.
Sin embargo, incluso en aquellos contextos en los que la soberanía del Estado parece
estar seriamente comprometida por la internacionalización - como es el caso de la Unión
Europea - los gobiernos nacionales hacen eficazmente acopio común de soberanía a fin de
acrecentar su control, mediante la acción colectiva, sobre las fuerzas externas. En este sentido,
los Estados son arquitectos y súbditos de la economía mundial.
No creo que la soberanía esté amenazada y menos en vías de desaparición, como
alguien sostiene48. En sentido amplio, el concepto político – jurídico de soberanía sirve para
indicar el poder de mando en última instancia. La soberanía pretende ser una racionalización
jurídica del poder, en el sentido de transformar la fuerza en poder legítimo; el poder de hecho
47
Cfr. H., SCHULZE, Estado y Nación en Europa, Barcelona, Crítica Grijalbo, 1997, pp. 13 – 84.
Richard Haass argumenta que, entre las cosas que desaparecerán en los próximos 30 años, está la soberanía
que define como “...la libertad que los gobiernos tienen para hacer lo que quieren en su territorio”. El autor
argumenta que la soberanía morirá victima del tráfico de personas, ideas, gases invernadero, mercancías, euros,
drogas, virus y correos electrónicos. En su contra se unirán poderosas fuerzas y amenazas de nuevo cuño. Cfr.
R., HAASS, “La Soberanía” en Foreign Policy (Ed. Española), n. 11, Octubre / Noviembre 2005, pp. 38 – 39.
48
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en poder de derecho. Obviamente, se configura de distintas maneras según las distintas
formas de organización del poder que se han dado en la historia; en todas podemos encontrar
una autoridad suprema. Aunque la soberanía sea una categoría central en la teoría clásica del
Estado, no quiere decir que los dos no puedan evolucionar por separado. Las posiciones de
Strange y Gilpin, si bien diferentes, tienen, entre otras cosas, un elemento en común: una
visión realista del Estado. Es decir, un Estado indispensable a la comunidad internacional y
plenamente soberano. Las teorías clásicas del Estado son tres: el liberalismo, el marxismo y el
realismo. Existe una similitud fundamental entre el modo en que el liberalismo y el marxismo
contemplan el Estado: ambos lo ven como un fenómeno secundario, y suponen que su
carácter y su fuerza resulten de la influencia que ejercen sobre él las fuerzas de la sociedad.
En contraste con esto, los autores que - quizá arbitrariamente – reunimos bajo el término de
realistas, no comparten en modo alguno esta concepción. Para estos últimos, el poder de un
Estado está estrechamente vinculado a su riqueza y las estrategias estatales frecuentemente
tratan de maximizar esta para incrementar aquel. La doctrina clásica que expresa esta posición
fue el mercantilismo, que disfrutó de gran éxito a finales de los siglos XVII y XVIII; hoy, los
trabajos más recientes en este área se conocen como EPI49.
En mi opinión, la visión realista del Estado sigue teniendo una gran influencia y no
ayuda a entender los cambios. El declive, o la transformación, del Estado-nación no quiere
decir declive de la soberanía; los controles, la producción normativa que disciplina los
intercambios económicos siguen. Como en el pasado, el poder se reinventa a sí mismo; si el
Estado no responde ya a su lógica, o responde sólo en parte, el poder cambia, busca nuevas
soluciones. ¿En función de qué? De la economía, verdadero motor del cambio jurídico y
social.
La soberanía ha asumido una nueva forma, compuesta por una serie de organizaciones
nacionales y supranacionales unidas en una única lógica de poder. La nueva soberanía no
tiene límites territoriales y temporales, se basa en la paz – aunque no renuncia a la guerra
preventiva – y no se limita a disciplinar las relaciones humanas sino que aspira a dominar la
naturaleza humana (biopoder). Es un producto de las “redes” (compuesta también por el
Estado o sus partes), que se encarna en el modelo neo-liberal. Desde esta perspectiva, la
democracia no tiene como meta el fomento y la participación popular en la sociedad política.
Lo que está en juego no es poco; es la esencia de la democracia que, hoy en día, se debate
siempre más entre “estrategia de dominación” y “filosofía de vida”50.
49
J., HALL y G. J., IKENBERRY, El Estado, Madrid, Alianza Editorial, 1993, p. 27.
Cfr. M., VARGAS AGUIRRE, (29-04-2005), “La Gobernabilidad democrática como estrategia de
dominación versus la Democracia como filosofía de vida” en www.rcci.net/globalizacion/2003/fg365.htm.
50
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