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Centro Universitario Emmanuel Kant
Reflexiones sobre el caso del Hombre de los
Lobos
Irene Ximena Larios Chagas
En palabras de James Strachey (1979), el Hombre de los Lobos es sin duda
el historial clínico más elaborado e importante de los publicados por
Sigmund Freud.
Bajo el título De la Historia de una Neurosis Infantil (1918), Freud logra dar
explicación a una serie de fenómenos que ocurrieron durante los
primeros años de la vida del entonces adulto paciente Sergeï Pankeyév,
sucesos que pusieron en evidencia el atemporal efecto de los contenidos
del inconsciente, en este caso, derivando en una neurosis infantil.
El análisis con S. Freud dio inicio en el mes de febrero de 1910, y llegó a su
fin en julio de 1914, lo cual se consideraba un periodo de tiempo
extensísimo para esa época. Era imprescindible que el autor se dedicara
a redactar una pequeña parte de lo que constituyó el análisis, pues sólo
de esta forma se podría profundizar en las asociaciones y su consecuente
interpretación. Era además menester para Freud poner de manifiesto un
claro ejemplo de la sexualidad infantil y su importancia para el ulterior
desarrollo de la vida anímica, de esta manera podría aseverar que el
estudio de estos fenómenos constituían un pilar para el psicoanálisis.
Durante la cuidadosa investigación no pasó desapercibido para el
analista la peculiar mixtura de los síntomas y del carácter del paciente. Es
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sabido además que varios años más tarde Sergeï se vio movido a iniciar
un nuevo análisis, esta vez con Ruth Mack Brunswick, debido a ideas que
fueron consideradas como delirantes.
Para el primero de sus analistas, el paciente podría haber sido
comprendido como un caso de constelación neurótica, al menos
durante su infancia, mientras que la segunda afirma haberse encontrado
frente a un cuadro psicótico. Cabría entonces preguntarse si El Hombre
de los Lobos no es, en última instancia, un ejemplo de lo que las
posteriores propuestas psicoanalíticas han llamado estado fronterizo, o
borderline.
El presente estudio pretende recapitular algunas de las experiencias del
Hombre de los Lobos, con la finalidad de examinar los posibles puntos de
concordancia entre las características de este paciente y los estados
fronterizos.
Las dificultades que plantea emprender el camino del análisis del caso
del Hombre de los Lobos no son escasas, en primer término habrá que
enfrentarse ante la discrepancia que existe entre el enfoque que
mantenían los analistas de Sergeï y el enfoque en el cual se basa el
desarrollo de las teorías alrededor de los estados fronterizos; los primeros
con un interés primordial en el estudio de los contenidos inconscientes,
vinculados a la sexualidad infantil; mientras que los segundos dan
principal atención a las problemáticas derivadas del vinculo con el
objeto, las funciones del yo y las defensas que éste despliega.
Por tal motivo será más prudente plantear una serie de reflexiones que
permitan la apertura a una manera distinta de mirar este peculiar caso
clínico, sin llegar al extremo de encuadrar al paciente dentro de una serie
de parámetros que intenten, de manera forzada, encajarlo en un
psicodiagnóstico.
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Después de Freud, el desarrollo del psicoanálisis se vio impulsado por
importantes autores, a mediados del siglo XX el estudio de los llamados
trastornos de personalidad llamó la atención de algunos de estos
investigadores. Así comenzó a plantearse una nueva interrogante a partir
de la mixtura sintomática que presentaban algunos pacientes, los
llamados casos fronterizos.
Durante algún tiempo se consideró que los casos fronterizos implicaban
un tránsito de la neurosis a la psicosis, sin embargo esta idea se ha
modificado, pues se trata más bien de constelaciones psicopatológicas
estables donde la principal dificultad recae sobre la instancia yoica.
(Kernberg, 1975: 19).
La mayoría de los autores considera cuatro ejes de estudio para la
intelección de los funcionamientos fronterizos, el primero concierne al
síntoma, el segundo a las relaciones objetales y su manifestación en la
transferencia, el tercero a la contratransferencia y el cuarto al deterioro
de las funciones yoicas, sobre todo en cuanto a los mecanismos de
defensa.
La escuela inglesa, influenciada por los trabajos de Bion, Rosenfeld,
Winnicott y Klein, llama a estos casos psicosis limítrofe, y se definen por
una escisión del yo, llamada por Bion “censura”, que separa una parte
neurótica de otra psicótica de la personalidad.
Autores como Grinker, Kernberg y Searles, de la escuela norteamericana,
proponen una comprensión de estos casos como caracteropatías
graves, con fijaciones a defensas primitivas, siendo esencial la escisión del
yo. A su juicio son personalidades primitivas.
Ambas líneas pueden proveernos de teorías explicativas que iluminan
distintos ángulos de estos fenómenos.
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I.
EL SÍNTOMA
El análisis con Freud dio inicio en el mes de febrero de 1910, y llegó a su
fin en julio de 1914, lo cual se consideraba un periodo de tiempo
extensísimo para esa época. Era imprescindible que el autor se dedicara
a redactar una pequeña parte de lo que constituyó el análisis, pues sólo
de esta forma se podría profundizar en las asociaciones y su consecuente
interpretación. Era además menester para Freud poner de manifiesto un
claro ejemplo de la sexualidad infantil y su importancia para el ulterior
desarrollo de la vida anímica, de esta manera podría aseverar que el
estudio de estos fenómenos constituían un pilar para el psicoanálisis.
Durante la cuidadosa investigación no pasó desapercibido para el
analista la peculiar mixtura de los síntomas y del carácter del paciente.
“La génesis de la neurosis obsesiva en el suelo de la organización sexual
sádico-anal corrobora todo cuanto puntualicé en «La predisposición a la
neurosis obsesiva» (1913). Pero la existencia previa de una fuerte histeria
vuelve a nuestro caso menos trasparente en este aspecto.” (Freud, 1918:
106).
Es sabido además que años más tarde Sergeï se vio movido a iniciar un
nuevo análisis, esta vez con Ruth Mack Brunswick, debido a ideas que se
pueden calificar como delirantes. Para el primero de sus analistas, el
paciente se trataba de un caso de neurosis, mientras que para la
segunda el paciente era un psicótico. El Hombre de los Lobos que recibió
Freud en su consultorio (1910 a 1914) no parecía ser el mismo paciente
que recibiera Ruth Mac Brunswick en el año de 1926.
Las investigaciones psicoanalíticas han concordado en que las
apariencias engañan, los sujetos no dan rebotes de la neurosis a la
psicosis, se trata de algo más. La enigmática y variada sintomatología
que puede observarse y generar confusiones en los casos límite, generó
que en principio esta clasificación se convirtiera en un verdadero “cajón
de sastre” para los psicoanalistas, incluso se decía que limítrofe se refería
a “ese paciente no me gusta” (Pelegrín, 1992: 71), razón por la cual Otto
Kernberg (1975) propone una respuesta puntual de clasificación. Para
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este autor existen una serie de síntomas característicos de los estados
fronterizos, asevera que la presencia de dos o tres de los puntos clave
que señala serán suficientes para pensar que nos encontramos frente a
un caso límite.
Freud puntualiza el desarrollo de los síntomas de la neurosis infantil de la
siguiente manera: un primer momento que abarca desde la prehistoria
hasta la seducción de que su hermana lo hizo objeto (3 años) aquí incluye
la escena primordial. El segundo episodio se encuentra determinado por
la alteración del carácter, hasta el sueño de angustia (4 años). El tercero
es la zoofobia, hasta la introducción en la religión (4 y medio años). A
partir de entonces aparece la época de la neurosis obsesiva, hasta
después del décimo año (Freud, 1918: 58).
De acuerdo a Freud los fenómenos sintomáticos de la infancia del
paciente debían ser entendidos como “una histeria genuina a la que
además de los síntomas de angustia le corresponden fenómenos de
conversión” (1918: 103), observa que el intestino se comporta como un
órgano
histéricamente
fallado,
debido
a
una
homosexualidad
inconsciente reprimida. La fobia a los lobos la vinculó con la escena
primaria (observada o fantaseada), la zoofobia a las mariposas, caballos,
escarabajos, orugas y demás animales tenía para el analista un vínculo
directo con esto y por ende con la angustia de castración.
Uno de los síntomas borderline propuestos por Kernberg (1975: 26) se
refiere a la presencia de formaciones sustitutivas similares a las neuróticas,
pero con ciertas particularidades: en el caso de fobias, se encuentran
dirigidas hacia múltiples objetos o situaciones, concordante con lo
observado en el caso de Pankeyév. Sin embargo, este síntoma se redujo
a un breve periodo de su infancia, no sería prudente juzgarlo
determinante para dar por hecho que se trata de un caso fronterizo.
Conforme el niño crecía, síntomas de una neurosis obsesiva afloraban, la
introducción de la religión trajo al infante nuevos conflictos, que de
5
acuerdo a Freud (1918), dieron salida a las fantasías inconscientes de ser
poseído sexualmente por el padre; estas formaciones se extinguieron al
inicio de la pubertad.
Sabemos por los reportes de Mack Brunswick (1971: 182) que en el
carácter obsesivo del paciente permaneció en cuanto a algunos
aspectos: “El Hombre de los Lobos era muy rico, se mostraba neurótico
en su actitud con el dinero. Con la herencia de su padre acusa a su
madre de apropiarse del dinero que había dejado. A la muerte de su
hermana se alegra de saberse único heredero.” La revolución rusa y el
régimen bolchevique cambiaron esta situación, Pankeyév perdió su
fortuna, acudió a Freud, quien se ofreció a organizar una colecta entre
los psicoanalistas de esa época con el afán de ayudarlo. Al pasar los años
Sergeï ocultaba de Freud sus ganancias y algunas joyas de alto valor que
tenía, con la finalidad de que éste continuara prestando su apoyo
económico.
Sergeï acude a Freud debido a que llevaba años profundamente
deprimido, explica:
“mi mudanza a San Petersburgo había sido una cosa sin sentido (…) mi
ánimo deprimido empeoraba (…) se me hizo aún mas doloroso tomar
conciencia de mi falta de participación en sucesos y experiencias de
toda clase y de mi incapacidad para comunicarme con los demás”
(Pankeyév,1971: 61).
“(…) la vida me había parecido vacía y todo se me había presentado
como irreal, hasta el punto de que las personas se me aparecían como
muñecos de cera o marionetas con cuerda con quienes no podía
establecer el menor contacto” (op.cit: 67).
Al parecer la sensación de vacío lo acompañó hasta el final de su vida.,
de acuerdo a Muriel Gardiner, no se puede decir que las crisis depresivas
del Hombre de los Lobos mejoraran después de sus dos análisis, fueron
más bien frecuentes y algunas veces graves, llegándose a prolongar por
varias semanas (Jaccard, 1980: 84).
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Ni Freud, ni Mack Brunswick especifican el motivo específico de los
aspectos depresivos del paciente, quizá la respuesta concierne a una de
las propuestas de André Green (1999: 55), quien describe un mecanismo
que funciona en los estados límite, al que llama depresión, no tiene nada
que ver con la depresión clínica, sino algo del orden de una reducción
de tono, que aparece sin conflicto psíquico identificable, se pierde el
gusto por la vida, el decrecimiento de lo que constituye nuestro tono vital.
El motivo de su segundo análisis se centra en la preocupación del
paciente por su nariz. Comenzó a angustiarse por su nariz después de la
llegada de su madre a Viena, en 1923, ella tenía una verruga en la nariz
que le preocupaba y Teresa, su esposa, tenía el mismo defecto en el
mismo lugar. Su hermana Anna había tenido problemas en la piel, y antes
del suicidio, su aspecto físico la angustiaba. Que drama sería, pensaba,
si al igual que su madre y esposa tuviera una verruga. (Jaccard, 1980: 65)
En 1924 visita a un médico debido a una tos que lo aquejaba, ese médico
se había quejado de sufrir de una enfermedad en los riñones. Aunque lo
apreciaba mucho, en ese momento pensó “que suerte que yo esté bien,
mientras que él tiene una enfermedad grave”, acto seguido se pasó la
mano involuntariamente por la nariz y se arrancó una espinilla. Observó
en el espejo que en el lugar de la espinilla quedó un agujero diminuto
pero profundo. Apareció entonces su obsesión con la pregunta ¿se
cerrará este agujerito? (op.cit: 66).
Un día, recordando a su hermana, Hombre de los Lobos decide consultar
a un dermatólogo, éste le dice que la espinilla debe ser una glándula
sebácea infectada y que no desaparecerá. “La viga maestra de su vida
se derrumbó. Así mutilado no podía seguir viviendo”, escribe Ruth Mack
Brunswick (1971: 188)
Desesperado, se precipitó al consultorio de un dermatólogo, amigo de
Freud que le apretó la espinilla. Cuando esto ocurrió, el Hombre de los
Lobos dejó escapar un grito al ver correr su sangre bajo la mano del
médico. Había experimentado un éxtasis agudo. Días más tarde, una
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pequeña protuberancia rojiza fijó su atención. Regresó con el médico
diciendo que “su nariz ya no era la misma de antes”. Después de
reiteradas visitas con la misma queja, el doctor X le aseguró que su nariz
no tenía nada y lo dejó en manos de su asistente.
El Hombre de los Lobos decidió consultar a otro dermatólogo que vivía
en la misma calle que Freud. A él le extrañó que le hubieran tratado la
nariz con electrólisis y afirmó que las cicatrices no desaparecerían jamás.
Esto lo sumió en una desesperación sin límites. (Jaccard, 1980: 67).
Desde ese momento detestaba al doctor X como su más mortal
enemigo, pensaba que posiblemente lo hubiera dañado a propósito.
En
la
nariz
del
paciente
no
había
ninguna
marca
visible,
conscientemente reconocía el carácter desproporcionado, patológico,
de su reacción, pero no podía dejar de dedicar a esa nariz “mutilada” un
interés permanente. Descuidaba su vida y su trabajo por el estado de su
nariz (Mc Brunswick, 1971).
Ruth Mack Brunswick atribuye el desequilibrio del Hombre de los Lobos al
estado de enfermedad de Freud, un desequilibrio de tipo paranoico y
con forma hipocondriaca. La hipocondría encubría los sentimientos
persecutorios que sentía del profesor X, éste era sustituto de Freud, para
la segunda analista se trataba de una constelación psicótica; confiesa
no comprender cuál fue la evolución del proceso de cura, sugiere que
los cuatro meses de su análisis el paciente había “reelaborado” lo
suficiente las reacciones hacia su padre como para ahora poder
prescindir de ellas (Jaccard, 1980: 74). “Es difícil decir por qué el enfermo
desarrolló una paranoia en lugar de volver a su antigua neurosis” (Mack
Brunswick, 1971: 219).
Entre los síntomas a los que Kernberg se refiere, se encuentra uno al que
denomina como “tendencias paranoides definidas y relativamente
fuertes, y netos rasgos hipocondríacos” (1975: 25), esta especificación
está en sintonía con las observaciones de Mack Brunswick. También las
elucidaciones de André Green (199: 53) apuntan a un caso límite, pues
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en estos casos opina que existe un gran peso en la relación con el cuerpo
propio, esta se pone de relieve en la frecuencia y notoriedad de
fenómenos hipocondríacos en estos pacientes, que en última instancia
implican una falta de elaboración psíquica.
Por otro lado, Grinker, Werble y Drye (1968) consideraron clasificar a los
pacientes limítrofes en cuatro grupos, el grupo I denominado “el limítrofe
psicótico”, donde incluían a los pacientes que presentaban conductas
próximas a la desintegración, sin alucinaciones ni delirios organizados. El
grupo II, considerado “síndrome limítrofe central”, el más numeroso,
presentaba conductas impulsivas, depresión cuando no actuaba,
fragilidad en sus propósitos y un penetrante afecto negativo. El grupo III
incluía a las personas adaptativas, desafectivas, defendidas, “como si”,
semejantes a las descritas por Helen Deutsch en 1942. El grupo IV, llamado
el límite con las neurosis, presentaba neurosis polisintomáticas, sin
represión sexual; personas deprimidas que tienden a un aferramiento
infantil a quien las cuida y no les exige.
Pelegrín afirma que en su experiencia cada sujeto limítrofe, en diferentes
momentos, parecía pertenecer a cada uno de los grupos de Grinker.
“Por circunstancias exteriores e interiores, cambiaban su organización
fenoménica, llegando a salir aún de brotes psicóticos ‘como si’ no
hubiese pasado nada; cambio que podía relacionarse con la adecuada
interpretación de la psicosis de transferencia; también podía ser
espontáneo, sin intervención terapéutica. De la misma manera, neurosis
polisintomáticas se transformaban en estados ‘como si’ caracteropáticos
o episodios psicóticos.” (Pelegrín, 1992:74).
Las interpretaciones de Pelegrín pueden dar explicación a la variación
sintomática del paciente, así como a la extinción de las ideas delirantes
a los cuatro meses del segundo tratamiento. En cuanto a la obra de
Freud, concuerda con el enigma que se genera alrededor de la
desaparición espontánea de los síntomas neuróticos, tanto la histeria de
angustia en la primera infancia, como la neurosis obsesiva a los diez años.
9
Otro conflicto que le generaba una fuerte sensación de angustia al
paciente se ubicaba en su relación con los dentistas. El mismo año en el
que inició su preocupación cutánea, comenzó a tener complicaciones
en los dientes, tuvieron que extirparle dos piezas. El dentista profetizó que
se le caerían todos los dientes por su violenta manera de morder. El
especialista se llamaba Dr. Wolf (lobo en alemán) y su enunciado
impactó de sobremanera en el Hombre de los Lobos (Mack Brunswick,
1971:184).
Otro de los caracteres que figuran en las organizaciones fronterizas se
trata de desordenes caracterológicos descritos como “de nivel inferior”
(Kernberg, 1975: 27) ; que en términos generales, son conductas similares
a las del “nivel superior”, pero con un fondo concordante con cuestiones
más primitivas y que expresan mayor daño en el yo. Entre estas
características se ubica una excesiva identificación con los objetos que
evidencia cierta desesperación y agresión oral de tipo regresivo e infantil.
En este sentido, la expresión del dentista pudo haber tocado fibras
sensibles del Hombre de los Lobos, en cuanto a la agresión oral que
permanecía latente. La excesiva identificación con los objetos se pone
en evidencia en el temor a tener una verruga en la nariz, igual a la de su
madre, Teresa, o su hermana con problemas dérmicos.
Durante el análisis con Ruth Mack Brunswick, el paciente volvió a su
antiguo hábito de seguir mujeres por la calle y observarlas, también se
masturbaba frente a las prostitutas, dando cuenta de actos voyeristas y/o
exhibicionistas (Mack Brunswick: 1977: 187). La coexistencia de fantasías
pasivas y activas, relacionadas con el masoquismo y sadismo en
referencia al padre, encontraron como objeto de desplazamiento a la
persona de Freud y el resto de sus médicos. Para Kernberg las tendencias
sexuales
perverso-polimorfas,
donde
coexisten
varias
tendencias
perversas a la manera de un infante, constituirá otro posible síntoma de
los casos fronterizos de personalidad. “Cuanto más caóticas y múltiples
10
son las fantasías y los actos perversos y cuanto más relaciones objetales
vinculadas con esas interacciones, mayores motivos hay para sospechar
la presencia de un desorden fronterizo” (1975: 26).
II. Despliegue defensivo
De acuerdo a Rivelis (2009: 124) Freud reconoce tres mecanismos que
aluden al tratamiento de la ley, ideas que retomará Lacan para
fundamentar la concepción estructuralista. Estos mecanismos son:
desestimación, que consiste en un rechazo original a la inscripción a la
realidad, caracterizado por alucinaciones y delirios, es propio de la
psicosis. Desmentida, donde se desautoriza y transgrede la ley,
característico de la perversión, Freud lo explica como una escisión del yo,
en la que una parte acepta la evidencia de castración y la otra la
desmiente. Y la represión, mecanismo típico de la neurosis, donde se
presenta
un
esfuerzo
constante
por
mantener
los
contenidos
inconscientes fuera del alcance de la conciencia.
La peculiaridad del caso del Hombre de los Lobos recae en gran medida
sobre las múltiples afirmaciones incompatibles que convergen en el
mismo historial.
En un momento Freud explica que el paciente ha desestimado la
castración, en otro afirma que la represión ha surtido efecto, en otro
incluye la desmentida.
“(…) esta meta femenina cayó bajo la represión y se vio precisada a
dejarse sustituir por la angustia ante el lobo” (Freud, 1918: 45)
“En la duda de su Cristo puede tener un trasero, se insinúa la actitud
homosexual reprimida, pues tal cavilación no pudo significar más que
este interrogante: si el padre podía usarlo como a una mujer, como la
mare en la escena primordial. (…) Ahora bien, a la represión de la
homosexualidad pasiva correspondía el reparo de que era un ultraje
conectar a la Sagrada Persona con tales suposiciones. Notamos que se
11
empeñó en mantener su nueva sublimación despejada del suplemento
que recibía de las fuentes de lo reprimido. Pero no lo consiguió.
Todavía no comprendemos por qué ahora se revolvía también contra el
carácter pasivo de Cristo y el maltrato por el padre, empezando así a
desmentir, aún en su sublimación, el ideal masoquista que sustentaba
hasta entonces.” (Freud, 1918: 61)
“(…) Desestimó lo nuevo -en nuestro caso por motivos derivados de la
angustia frente a la castración- y se tuvo al antiguo. Se decidió a favor
del intestino y contra la vagina, de la misma manera y por los mismos
motivos que más tarde tomó partido contra Dios y a favor de su padre. El
nuevo esclarecimiento fue rechazado, la antigua teoría fue conservada;
esta última bien pudo presentar el material para la identificación con la
mujer, emergida luego como angustia ante la muerte intestinal, y para los
primeros escrúpulos religiosos sobre si Cristo había tenido trasero, etc.”
(op.cit: 73)
“Al final subsistieron en él, lado a lado, dos corrientes opuestas, una de las
cuales abominaba de la castración, mientras que la otra estaba pronta
a aceptarla y consolarse con la feminidad como sustituto. La tercera
corriente, más antigua y profunda, que simplemente habría desestimado
la castración, con lo cual no estaba todavía en cuestión el juicio acerca
de su realidad objetiva, seguía siendo sin duda activable.” (Freud, 1918:
78).
Brusset afirma que Freud daba a entender la múltiple existencia de dichas
corrientes (represión, desestimación y desmentida) a través de un
mecanismo de escisión del yo (1999: 49).
La preocupación por su nariz no fue la primera confusión con respecto a
la realidad objetiva en el caso del Hombre de los Lobos, ya en su análisis
con Freud había recordado una alucinación que tuvo cerca de los cinco
años de edad, por un momento miró su dedo seccionado, “tenemos
12
derecho a suponer que esa alucinación cayó en la época en que se
decidió a reconocer la realidad objetiva de la castración, y acaso estuvo
destinada a marcar precisamente ese paso” (Freud, 1918:79).
Además, durante muchos años Sergeï se mantiene en contacto con la
psicoanalista Muriel Gardiner, en su correspondencia figura un relato que
genera dudas en cuanto a su veracidad, la carta narra que en 1951 el
Hombre de los Lobos paseaba por la campiña vienesa, donde se
encontraba un molino abandonado al que decidió pintar. En ese
momento apareció una patrulla rusa, el molino era en realidad un cuartel
general soviético y lo detuvieron bajo sospecha de espionaje. Lo
mantuvieron incomunicado por más de dos días interrogándolo, hasta
que finalmente lo dejaron en libertad, exigiéndole que regresase dentro
de tres semanas. Recordemos que el Hombre de los Lobos era un
refugiado ruso, por lo que el temor lo invadió. Comenta que “esas tres
semanas de espera fueron la más atroz de las pesadillas” (1971: 227).
Compara su estado de ese momento con el de la época en la que inició
su análisis con Ruth Mack Brunswick; se sentía acosado por angustias
persecutorias. Llegado el momento se presentó con sus cuadros en el
cuartel general soviético, pero nadie lo esperaba, el oficial encargado
de interrogarlo no se encontraba, por lo que lo recibió un oficial que
también era afecto de la pintura, conversaron sobre este tema, dejando
de lado la hipótesis del espionaje, por lo que el incidente no tuvo ninguna
consecuencia. (Gardiner, 1971: 227).
En cuanto a la alucinación que tuvo a los cinco años de edad, Chabert
explica:
La emergencia en este modo alucinatorio del fantasma de castración da
testimonio de una falta de simbolización y de subjetivación típica de la
psicosis. En este mismo sentido, Lacan y sus discípulos volvieron a hacer
referencia al caso del Hombre de los lobos para hacer de la ‘forclusión’
el mecanismo característico de la psicosis, para justificar la distinción de
lo imaginario, de lo real y de lo simbólico, así como para ilustrar la teoría
13
de la función del padre y de la castración en la constitución de lo
simbólico. La noción de ‘forclusión del Nombre del padre’ designa
entonces el desconocimiento psicótico de la función simbólica del pene:
el rechazo primordial fuera del universo simbólico de un significante
fundamental, el falo en cuanto significante del complejo de castración
(Chabert, 1999: 50).
Muiel Gardiner (en Jaccard, 1980: 76) rebate el diagnóstico de psicosis
elaborado por Mack Brunswick. Opina que el hecho de que pudiera ser
tratado por el psicoanálisis en su técnica tradicional contradice el
diagnóstico. Alega que además el paciente había dado prueba de
poseer el insight suficiente como para admitir que el daño causado a su
nariz podía muy bien ser puramente imaginario y que el profesor X era sin
duda un sustituto de Freud. Esta clarividencia, esta predisposición para el
psicoanálisis son extrañas a las psicosis paranoides. También dice que la
megalomanía a la que alude Mack Brunswick con respecto a la persona
de Freud, era infundada, pues el análisis había sido extenso para la
época y Freud siempre lo había recibido con afecto, lo había ayudado
económicamente y se preocupaba por su porvenir.
Ante los diversos puntos de vista, podríamos atinar a admitir que no está
clara la posición del Hombre de los Lobos, al menos frente a la castración,
por lo que sería arriesgado hablar de una estructura psíquica.
Podemos admitir que la confusión que genera el entramado defensivo
parece apuntar a que no se trata de un caso de psicosis común, la misma
Mack Brunswick tenía dudas en cuanto a esto, pero tampoco es
acertado pensar en una neurosis, como lo comprendió Freud en su
momento.
Green (1999: 31) propone seguir una de las líneas del desarrollo teórico
de Freud para comprender los estados fronterizos, esta corresponde a las
extravagancias y la locura de los hombres, donde existen mecanismos
que afectan la unidad del yo, de manera tal que éste, para no hundirse,
14
sufre fisuras, grietas, cortes, esos mecanismos dejan una serie de cicatrices
de traumas antiguos. La locura de los hombres no es la psicosis, sino algo
mucho más general. Quizá a esto se refería Muriel Gardiner en cuanto a
las discordancias que surgen de suponer al Hombre de los Lobos como
un caso de psicosis.
En relación a esta idea, Green describe los mecanismos de los estados
fronterizos, el primero es el clivaje (en un sentido keniano), se refiere a que
es
posible
concernir
a
“diversas
entidades,
diversos
sectores:
psique/soma, bisexualidad masculino/femenino, pensamiento/acto,
etc.” (op.cit: 40). La coexistencia de masculino/femenino es algo no pasó
desapercibido ante los ojos de Freud, aún más en cuanto a la
actividad/pasividad, en un sentido regresivo. El historial entero gira en
torno al sueño de los lobos, determinado por la observación de la escena
primaria y la coexistencia de corrientes femeninas y masculinas, con sus
respectivos conflictos.
El segundo mecanismo descrito por Green es la depresión, ya lo hemos
citado y especificado en cuanto a la sintomatología del paciente.
El espacio psíquico enmarcado por soma y acto se encuentra
gobernado por los mecanismos de clivaje y depresión. Describe en estos
pacientes una fragilidad muy grande de mecanismos de defensa
completamente masivos y regresivos (op.cit. 55), observables en gran
medida en la transferencia, que trataremos en el capítulo siguiente.
Chabert (1999) explica la postura de Maurice Bouvert con respecto a
algunos pacientes, concibe la neurosis obsesiva como una organización
defensiva frente a la psicosis y ante todo, frente a la despersonalización.
Afirma que la neurosis obsesiva “constituye en sí misma una defensa
frente a la ambivalencia pulsional. Estos pacientes pasan por estados de
despersonalización y desorganización de tipo psicótico cuando la
distancia objetal se ve reducida.” (1999: 35). Para Chabert, esta
descripción corresponde con lo que hoy conocemos como estado límite,
15
que comporta una organización neurótica y que deja persistir un nivel de
organización psicótica.
Estas elucidaciones podrían apuntar a la explicación más precisa del
caso, si suponemos que la neurosis obsesiva que emergió en la segunda
infancia del paciente y que permaneció como rasgos de carácter
obsesivo durante toda su vida, son en realidad una manera de
defenderse ante la posible irrupción de una psicosis, emergería una
respuesta ante la pregunta ¿cómo es que un caso de neurosis obsesiva
se transforma en una constelación psicótica?. Ante la falla de las
defensas obsesivas el núcleo psicótico quedó expuesto, el yo frágil
(descrito por Green, 1999) comenzó a dar muestras de desfragmentación
en el delirio y la hipocondría, la falta de simbolización de los contenidos
inconscientes provocó que retornaran angustiosamente ante un evento
puntual (este evento correspondería a la enfermedad terminal de Freud
y la visita que le hizo el Hombre de los Lobos el mismo año que el delirio
se desarrolló), una parte depositados en el exterior (los médicos) y por
otro lado, en el propio cuerpo (la nariz).
III. Transferencia y relaciones objetales.
Para comprender lo que sucedía con Sergeï, es conveniente tomar en
consideración las características de los personajes que tuvieron un lugar
protagónico en su vida, ya que toda concepción del aparato psíquico
es una referencia a límites y los límites son zonas de elaboración, esas
zonas de elaboración son intrapsíquicas y entre el aparato psíquico y el
objeto, intersubjetivas. En la concepción de objeto hay que suponer el
objeto que está en el yo y también el que es exterior a él. Lo que marca
el objeto son por un lado las angustias de separación y por otro las de
intrusión. En los pacientes fronterizos o bien existe una extraordinaria
porosidad o una extrema sensibilidad a la intrusión (Green, 1999: 39).
16
Tres suicidios jalonaron la vida del Hombre de los Lobos, el de su hermana
Anna en 1906, el de su padre dos años después, y el de su esposa Teresa
en 1938. (Jaccard, 1990: 25).
Su padre sufría de periodos de depresión grave durante los cuales
necesitaba de hospitalización, su muerte se debió a una sobredosis de
veronal. La abuela paterna de Sergeï también se suicidó, ingiriendo una
cantidad excesiva de algún medicamento (Pankeyév,1971: 30). Su
hermana Ana se envenenó con mercurio durante un viaje al Cáucaso.
Con respecto a su madre, el paciente opinaba: “mi madre fue bastante
hipocondríaca y se imaginaba que tenía diversas enfermedades de las
que no sufría en absoluto” (Pankeyév, 1971: 23). Debido a los achaques
que los aquejaban, los padres de Sergeï no pasaban mucho tiempo con
sus hijos, la ñaña, cuyo único hijo había muerto, era la encargada de
criarlos y cuidarlos. El Hombre de los Lobos opina que él ocupaba el lugar
del hijo muerto de su ñaña (Pankeyév: 1971: 28).
Con respecto a esto, podemos conjeturar que posiblemente Sergeï sufrió
de carencias en afectivas en sus primeros años de vida. Green (199:30)
retoma las propuestas de Ferenczi en cuanto al trauma, el cual no
siempre está en lo sucedido, sino también en relación con lo no sucedido.
Cuando la madre no cubre las necesidades afectivas del niño, pueden
existir “heridas no cicatrizables del yo en el niño, que paralizan la
actividad de ese yo. Sus consecuencias en la esfera de la sexualidad son
(…) de menor importancia que lo que ocurre en el nivel del yo” (Green,
1999: 30)
El acceso a la transicionalidad (a la pertenencia a uno o el otro) sigue
siendo precario, transitorio, esporádico y efímero en los funcionamientos
fronterizos porque no hay seguridad de que el objeto sobreviva a los
ataques del sujeto. Las representaciones son de objetos inestables,
inciertas, difíciles de establecer debido al rechazo de la doble
pertenencia, al sueño y a lo real.
17
La pérdida del otro en los funcionamientos fronterizos tiene ciertas
características, “la pérdida del otro es susceptible de arrastrar con ella, a
la desaparición, la pérdida de sí mismo, ya que esa pérdida del otro
visible no permite que se mantenga su existencia como objeto interno
dentro de la psique, garantía por eso mismo del sentimiento de la
continuidad de existir.” (Chabert, 1999: 84). La problemática de la
pérdida de objeto es entonces central en los funcionamientos fronterizos,
en estos casos se pueden observar
“en la utilización de la realidad
externa estrategias defensivas desesperadas y costosas, movilizadas para
luchar contra las angustias depresivas” (op.cit: 85). Dicho esto, podemos
comprender las crisis de Sergeï, sus reacciones ante la pérdida eran de
total desolación, de la que nunca lograba reponerse, el objeto de amor
siempre estaba condenado a morir, en su fantasía puede que se debiera
a su intensa agresión oral. He ahí el por qué de su impacto ante la
enunciación del dentista Dr. Wolf, su mordida violenta aniquilaba a los
demás.
Además, el hecho de que la familia entera se suicidara ingiriendo
veneno, se enlaza con la fantasía de ser alimentado por un pecho
venenoso, lo cual nos indica que las problemáticas orales eran una
cuestión familiar común en los Pankeyév (Segal, 1964).
En 1938 comenzaron las persecuciones antisemitas, Teresa propuso un
“suicidio de dos”, el Hombre de los Lobos declamó que eso era un
disparate, pues no eran judíos. Ese mismo año Teresa se suicidó. El día de
la muerte de su esposa y los siguientes los pasó en un estado semejante
al delirio. Después del suicidio de Teresa se preguntaba cómo podía
seguir viviendo, ahora que había perdido el único elemento estable de
su existencia. Se sentía culpable por haber abandonado a Teresa en
Berlín, el haberla dejado sola, supuso, fue la causa de su depresión. A su
muerte, dejó como herencia a Fraulen Gaby, una mujer que se
encargaría del cuidado del Hombre de los Lobos (Jaccard, 1990: 79).
Él se sentía culpable del suicidio de Teresa, pero la fantasía en cuanto a
que el motivo fue dejarla sola, es mera evidencia su propia sensación de
18
abandono, el estado delirante que sobrevino, acompañado de angustia,
lo sumergía en una incertidumbre, no sabría qué hacer ahora que había
muerto el único pilar que sostenía su existencia (Pankeyev, 1971). Esto era
verdad, los vínculos del paciente eran casi fusionales, la pertenencia a
uno o a otro se presenta confusa. Los objetos reales, del exterior, se
muestran inciertos, desde sus padres enfermos y frágiles, hasta su
hermana y su esposa. El Hombre de los Lobos no tenía certeza de la
permanencia de esos objetos, al perderlos afuera, no hubo representante
psíquico que pudiera sustituirlos, perdió con ellos parte de sí mismo y la
angustia sólo pudo devenir en delirio.
La angustia de separación característica en los casos fronterizos (Green,
1999: 39) se había fundado en una realidad.
Pankeyév (1971: 155) opina que Teresa se suicidó porque se sentía
identificada con su hermana Anna. En realidad no sabemos el motivo del
suicidio de su esposa, pero el punto de vista de Sergeï puede expresar
sus propios motivos inconscientes para elegir a Teresa como esposa, tal
vez encontró semejanzas entre ella y su hermana, condenándose a vivir
nuevamente la tragedia del suicidio de sus objetos de amor. Green sigue
las ideas de Freud expuestas en Más allá del principio del placer, donde
descubre que algunos pacientes no se regían por el principio del
placer/displacer sino que estaban condenados a la inercia esterilizante
por medio de la compulsión a la repetición. Está concernía tanto las
experiencias dolorosas como a las agradables. Lo que prevalece ya no
es la realización del deseo, sino la tendencia al obrar. “La rememoración
cede su lugar a la actuación, el paciente repite en vez de acordarse”
(Freud, 1914). El autor afirma que los pacientes fronterizos lo que
predomina es justamente esto.
En los fenómenos transferenciales, las diversas formas de relación con los
objetos se ponen en evidencia. Kernberg opina que en los casos
fronterizos, se establece una “transferencia intensa, prematura y
19
rápidamente fluctuante, tienen a provocar el terapeuta fuertes
reacciones contratransferenciales que, en ocasiones, revelan la esencia
más significativa de las caóticas manifestaciones del paciente.” (1975:
58). Los pacientes fronterizos desarrollan una psicosis transferencial, existe
una prematura activación en la transferencia de relaciones objetales
muy tempranas y conflictivas, en el contexto de estados yoicos
recíprocamente disociados.
Si buscamos indicios de este tipo de transferencia en el Hombre de los
Lobos, los encontraremos en una carta que Freud envía a Ferenczi,
fechada en febrero de 1910, ahí relata que en la primera sesión de
análisis, el paciente solicitó a Freud el favor de un coito anal, instalándolo
asimismo a defecar colocándose de cabeza.
El paciente se había identificado histéricamente con su madre, pide a
Freud, por transferencia paterna, un tratamiento equivalente a aquel que
el padre infringiera a su madre. La identificación histérica se establece al
nivel del lenguaje del cuerpo, y es solo parcial: deja al sujeto cierto
margen de juego entre los roles masculino y femenino. La identificación
psicótica , por el contrario, inunda íntegramente la personalidad. En un
episodio relatado por Ruth Mack Brunswick, el Hombre de los Lobos ya no
representa a su madre, es su madre (Jaccard, 1980: 42).
Además, Pankeyév afirma haber sentido desde el primer día que conoció
a Freud un fuerte sentimiento: “yo había encontrado en la persona del
profesor Freud un nuevo padre con quien tendría una relación excelente”
(1971: 108).
En las elucidaciones expuestas por Freud en el historial del Hombre de los
Lobos, se interpreta el conflicto principal del paciente en cuanto a la falta
de una tendencia sexual viril triunfante, en vez de ello, se presenta una
tendencia pasiva y una lucha contra esta (Freud, 1918: 43).
Esta conclusión concuerda con una de las características que muchos
años después describió Otto Kernberg (1975: 50) con respecto a los
trastornos fronterizos: “lo que caracteriza la personalidad fronteriza, en
20
contraste con patologías más benignas, es una específica condensación
de conflictos pregenitales y genitales, y un prematuro desarrollo de los
conflictos preedípicos a partir del edad de dos a tres años.” Ante las
dificultades edípicas es frecuente encontrar en estos pacientes una
“posición femenina”, que representa una tentativa de someterse
sexualmente al padre para obtener del las gratificaciones orales que
fueron negadas por la madre peligrosa ilustradora (op.cit: 51).
La intensa transferencia del Hombre de los Lobos, no terminó con el fin
del análisis con Freud, además de continuar frecuentándose fuera del
contexto analítico, se encuentran residuos de esta transferencia en la
relación de Sergeï con el resto de sus médicos.
En el clímax de su preocupación por su nariz decide visitar a un
dermatólogo, amigo de Freud, este es el médico que aprieta la espinilla
de su nariz, momento en el cual el Hombre de los Lobos dejó escapar un
grito al ver correr su sangre bajo la mano del médico; aseguraba haber
experimentado un éxtasis agudo. Jaccard (1980: 67) opina que este fue
el punto culminante de la identificación con su madre, ya que ésta sufría
de perdidas de sangre vaginales, que el niño adjudicaba al coito con el
padre. Era como si un sustituto simbólico del padre lo satisficiera
sexualmente.
Después de visitar al doctor X, aquel que aseguraba le había arruinado
la vida, acudió con otro dermatólogo que vivía en la misma calle que
Freud, este opinó que las cicatrices de la electrolisis realizada por el
doctor X no desaparecerían, a partir de ese momento el paciente se
sumió en una desesperación sin límites (op.cit: 68).
La angustia por su nariz comenzó en el año de 1923, cuando su madre
volvió a Viena, pero ese mismo año había visitado a Freud, quien se
recuperaba de su segunda operación de mandíbula. Quizás la amenaza
de muerte de Freud, su sustituto paterno, fue determinante para el
desarrollo del posterior delirio. En los demás médicos, el Hombre de los
21
Lobos
podía
volcar
sus
emociones
con
respecto
a
Freud,
transferencialmente.
Para Kernberg (1975: 74), los mecanismos de defensa existentes en los
casos límite corresponden a aspectos primitivos: escisión, idealización
primitiva, formas precoces de proyección, identificación proyectiva,
negación y omnipotencia; las resistencias van hacer vehiculizadas por
estas maniobras defensivas, esto influye directamente en la manera en
que se relacionan con el objeto y con en analista.
El mecanismo de proyección aparece evidente en la relación con el
doctor X, al cual consideraba su peor enemigo, Mac Brunswick (1971: 70)
opina que el odio que sentía hacia este médico se trataba de una
proyección de sus sentimientos hostiles hacia la persona de Freud, el yo
no pudo aceptar ese odio, por lo que fue mudado de manera que no
pudiera notar que era él mismo quien detestaba a Freud.
La escisión también se pone de manifiesto, en tanto que Freud colocado
como un padre totalmente bueno e idealizado se salvaba de su severa
crítica, mientras que el resto de los médicos eran calificados como
malvados.
“La proyección de su hostilidad explicaba su desconfianza y su
percepción de los médicos como enemigos a los que, no obstante, se
sometía, pero de un modo tal que podía inducir a errores o a pronósticos
contradictorios qué alimentaban sus sospechas.” (Brusset,1999: 47).
Volcando su odio contra el doctor X podía mantener idealizado su
vínculo con Freud, Sergeï se jactaba de ser un hijo más para él, aún ante
las interpretaciones de Mack Brunswick, negaba que su relación fuera
meramente profesional; posteriormente se vio obligado a confesar que
no conocía a la familia de Freud y que su trato no era tan íntimo después
de todo. (Jaccard, 1980: 72).
22
Por último, la intensa identificación con su madre y con su hermana,
visible en el delirio nasal, hace cuestionar su capacidad para diferenciar
entre los límites del yo y el exterior; la existencia de una porosidad extrema
en cuanto al vínculo con los objetos del afuera y el adentro se vuelve
innegable.
IV. Contratransferencia
Mucho se le ha criticado a Freud con respecto al caso del Hombre de los
Lobos, expone Brusset (1999: 45) que “el hecho de que Freud se centrara
en la rememoración le llevó a desatender los síntomas de ese joven de
veintidós años, la historia de éstos y su contexto.”
No es posible comprender el historial que redacta Freud en cuanto al
caso de Sergeï Pankeyév, si no se lo ubica en el contexto histórico del
psicoanálisis de ese tiempo. En ese momento, Freud buscaba pruebas
que sustentaran su postura ante la polémica desatada con Jung, es por
esto que da una importancia crucial a factores filogenéticos en el
desarrollo de la patología del paciente.
No queda claro la cualidad de los sentimientos experimentados por Freud
durante el análisis del Hombre de los Lobos, pero podemos inferir que
sentía una intensa frustración ante la falta de resultados en cuatro años,
al menos la suficiente para determinar un plazo de terminación del
análisis. La intelección de Freud en cuanto a las metas sexuales pasivas
de Sergeï eran observables en la misma transferencia:
“El paciente de quien trato aquí se atrincheró durante largo tiempo tras
una postura inabordable de dócil apatía. Escuchaba, comprendía, pero
no permitía aproximación alguna. (…) Hizo falta una prolongada
educación para moverlo a participar de manera autónoma en el
trabajo, y cuando a raíz de este empeño emergieron las primeras
liberaciones, él suspendió al punto el trabajo a fin de prevenir ulteriores
alteraciones y mantenerse cómodo en la situación establecida. (…)
Resolví, no sin orientarme por buenos indicios en cuanto a la oportunidad,
23
que el tratamiento debía terminar en cierto plazo, independientemente
de cuan lejos se hubiera llegado” (Freud, 1918: 12).
Pero Freud no alcanzó a notar que quizá su decisión activa de poner un
plazo
de
terminación
para
el
análisis
era
una
respuesta
contratransferencial enganchada a la pasividad del paciente.
La identificación con la madre se manifestaba directamente en el
síntoma del delirio nasal, pero según Ruth Mack Brunswick: "El origen de
la enfermedad se encontraba en un residuo de transferencia que, al
cabo de catorce años, bajo la influencia de circunstancias particulares,
sirvió de base para la nueva forma de su antigua enfermedad" (Gardiner,
1971: 270). El residuo transferencial fue favorecido por las colectas que
organizaba Freud, quien cada año lo apoyaba económicamente,
asegurando que el psicoanálisis le debía mucho a este hombre. En
realidad era el propio Freud quien se sentía en deuda con el Hombre de
los Lobos, quizá porque sabía que poner un plazo de terminación al
tratamiento no fue lo mejor para el paciente. Green (1999: 58) apoya las
conceptualizaciones de Winnicott en cuanto al odio contratransferencial
que generan los pacientes con trastorno limítrofe, quizá la culpa que
movía a Freud a apoyar a Pankeyév se debiera al odio que sentía hacia
su persona en la situación analítica.
Es posible que la contratransferencia se movilizara a partir de la intensa
transferencia del paciente. Kernberg (1975: 58) opina que la prematura y
fluctuante transferencia que denotan los casos fronterizos, puede
provocar en el terapeuta fuertes reacciones contratransferenciales que,
en ocasiones, revelan la esencia más significativa de las caóticas
manifestaciones del paciente.
Acorde con las actitudes de Freud hacia el hombre de los lobos, Kernberg
explica algunos riesgos contratransferenciales que pueden ocurrir en el
tratamiento con pacientes borderline:
“Cuando las intensas reacciones contratransferenciales negativas se
prolongan durante un periodo considerable, cualquiera que sea su
24
origen, el analista puede volver, en su interacción con determinado
paciente, a antiguos patrones neuróticos que ya había eliminado de su
interacción con otros pacientes y de su vida fuera de las horas analíticas.
Por decirlo así, el analista se muestra en su peor aspecto en su relación
con un paciente en particular” (Kernberg, 1975: 61).
Conclusiones
Como lo hemos demostrado, es posible encontrar indicios concordantes
entre las propuestas de diversos autores con respecto a los trastornos
fronterizos y las cualidades de la patología del Hombre de los Lobos. Pero
es importante acentuar que ante la inmensa variedad de opiniones con
respecto a las características de los pacientes borderline, es sencillo
encontrar en casi cualquier paciente similitudes que puedan respaldar
un diagnóstico de este tipo.
Otro argumento que cuestiona el psicodiagnóstico de caso límite en
cuanto a Sergeï Pankeyév, es la escasa información en cuanto al discurso
en sus tratamientos. En el análisis de Freud, el relato gira en torno a la
neurosis infantil, la información que es enunciada por el paciente durante
el proceso queda obturada por la necesidad inmediata de argumentar
en contra de las opiniones de Jung.
En los textos de Mack Brunswick, podemos encontrar una detallada
descripción en cuanto al contenido del delirio, incluso se detiene a
especificar la interpretación de algunos sueños que relató el paciente en
sesión, pero no explica claramente cuál era el contenido de estos sueños
en las propias palabras de Sergeï Pankeyév. Le adjudica a la
transferencia, no resuelta con Freud, la presencia sintomática, pero no
queda claro cuáles son sus argumentos para afirmar esto.
Finalmente, la autobiografía que redacta Pankeyév, omite el contenido
de los cuatro años de análisis con Freud, sólo ofrece un par de opiniones
en cuanto a sus primeras impresiones sobre el analista.
25
Quizás la confusión que despierta el caso del Hombre de los Lobos
recaiga en realidad sobre la poca especificación de los procesos
analíticos por los que transitó el paciente. En palabras de Jaccard (1980:
49):
“Si no hubiese sido tratado por Freud, ¿habría proporcionado un material
idéntico? No. Y de haberlo hecho, ¿habría su analista prestado atención
a los mismos detalles asociativos? ¿a los mismos silencios? El análisis en
última instancia es el cuchillo con el cual el analista escarba en su interior,
diría Kafka”.
Freud optará por el diagnóstico de una neurosis obsesiva edificada sobre
una neurosis fóbica infantil, pero lo hará sin descuidar los rasgos histéricos,
perversos o paranoicos que más tarde señaló la segunda analista de
Pankeyév, Ruth Mack Brunswick.
En el historial de Freud domina un
polimorfismo sintomático, no reducible al polimorfismo propio de la
histeria, pero tampoco la segunda analista expresa claridad en cuanto a
su
psicodiagnóstico
hipocondriaco-paranoico
y
el
proceso
de
tratamiento.
La mayoría de los autores tomarán estas contradicciones como punto de
partida para sus nuevas propuestas psicodiagnósticas. Pero es arriesgado
pensar que la presencia o ausencia de síntomas pueden en realidad dar
explicación a toda una constelación psíquica, la organización fronteriza
sería nuevamente utilizada como un “cajón de sastre”.
En mi opinión, es más prudente mantener cierta cautela, pues las
formaciones sustitutivas no se vinculan exclusivamente con un único tipo
de problemática psíquica. Será necesario tomar estos parámetros en
consideración
como
meros
indicios
de
que
posiblemente
nos
encontremos estudiando un caso borderline. Más aún cuando se trata
de un paciente que no ha sido analizado por nosotros, por lo que todo lo
que podamos conjeturar se encuentra sujetado a las observaciones de
un tercero.
26
“Desde el punto de vista del diagnóstico freudiano de neurosis obsesiva
la identificación con la madre está vinculada con la posición edípica
invertida y con la escena primitiva del coito a tergo, con una regresión
sádico-anal ante la angustia de castración. Desde el punto de vista de la
psicosis, se trataría de una ausencia de acceso al Edipo, determinando
el rechazo primario de la castración el episodio alucinatorio del dedo
cortado. En la perspectiva lacaniana, al definirse la forclusión como el
mecanismo específico de la psicosis, no hay especificidad de los estados
límite los cuales, para muchos lacanianos, sencillamente no existen. Sin
embargo, es difícil poner en un mismo plano al Hombre de los lobos y a
Schreber. Otros autores invocan, como para la perversión o la
toxicomanía, una "forclusión parcial" o la existencia de un sector de
forclusión.” (Chabert, 1999: 51).
Como se planteó en clase, hablar de lo borderline en tanto estructura no
resulta congruente, dado que la concepción estructuralista no es propia
de Freud, sino de Lacan, teoría en la cual no hay cabida para pensar un
estado límite, pues el significante del nombre del padre no se puede
instaurar y a la vez no instaurar. La estructura se define en términos de
posiciones ante la castración, en la posibilidad de acceder a lo simbólico.
Algunos opinan que la existencia de los casos borderline ha venido a
cuestionar la validez de la teoría lacaneana, pero quizás sea al revés; la
incomodidad que genera el no poder enjaular a estos pacientes dentro
de un diagnóstico preciso, ya que no coinciden a la perfección en los
parámetros previamente propuestos, empuje a muchos a utilizar un
camino más sencillo, en el que el estado fronterizo se concibe como “ese
paciente que no me gusta”, y ante un cuestionamiento proveniente de
las elucidaciones propuestas por Lacan, afirmar que esas teorías son
obsoletas, que la existencia de una “cuarta estructura” es inminente, aún
cuando
estas
afirmaciones
no
sean
sustentables
mediante
los
argumentos coherentes, al menos hasta ahora.
27
Por estos motivos, no es conveniente pensar las organizaciones fronterizas
en cuanto a estructuras psíquicas, sino en referencia al yo. Una falla en el
yo, un hueco que causa una serie de desorganización psíquica, que se
pone
en
evidencia
en
la
sintomatología
del
paciente,
independientemente de su estructura. El vínculo con los objetos, tanto
internos como externos queda afectado, obstaculizado por esta falla
yoica. En estos términos, la conclusión que me parece más relevante es
la que plantea Klein con respecto a las neurosis obsesivas.
Melanie Klein jamás se centró en el Hombre de los Lobos para plantear
sus teorías, pero algunos de sus discípulos toman en cuenta sus
articulaciones para explicar el caso. En 1932, Klein afirma:
“la neurosis obsesiva es sólo un medio de curación más entre los que
utiliza el yo a fin de superar esa angustia psicótica de la primera infancia.
(…) las neurosis infantiles incluirían a la vez mecanismos obsesivos y
mecanismos propios de una fase anterior del desarrollo.” (en Rassial, 1999:
32).
Siguiendo esta línea de pensamiento y la teorización con respecto a la
fase sádico-anal vectorizada por el objeto fóbico que plantea la autora;
la insistencia repetitiva de los fenómenos primero alucinatorios y luego
delirantes que presenta el Hombre de los Lobos parece indicar la
persistencia de la posición esquizo-paranoide, mientras que la “depresión
de las cinco”, no reducible a una depresión dominada por el Edipo, se
emparenta con un retorno de la posición depresiva.
Considerando esta alternativa de respuesta ante el caso de Sergeï
Pankeyev, se pueden empatar las referencias que se han expuesto a lo
largo de todo este texto, para considerar al paciente como un posible
ejemplo de organización fronteriza. Siempre tomando en cuenta las
dificultades que he señalado y la cautela con la que deben analizarse
estas constelaciones.
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