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Í
Ñ
La filosofía para niños busca
fomentar y conservar en los niños
y adolescentes la actitud que
tienen en común los filósofos
con la infancia: la curiosidad por
todo lo que les rodea y el no dar
nada por sentado.
La
inacabable
cadena
de
preguntas “¿Y por qué? ¿Y por
qué? ¿Y por qué?” que caracteriza
una determinada etapa del
desarrollo del niño se convierte en
modo de vida para el filósofo, y esa
es la actitud que se busca
salvaguardar.
¿Hacer filosofía para niños significa presentarles los contenidos de la disciplina en
miniatura, adaptados a su edad? No en absoluto. Pero entonces, ¿los programas
de filosofía para niños no tienen nada que ver con la disciplina histórica que
conocemos de los programas de secundaria y bachillerato? Sí tienen que ver, por
el tipo de problemas que plantean, tratados tradicionalmente por la filosofía, y las
herramientas utilizadas para ello: el lenguaje, el pensamiento lógico y la reflexión
crítica.
Entre los programas de filosofía para niños existentes, se destaca el de MATTHEW
LIPMAN, por ser el método más estructurado y con mayor implantación en todo el
mundo.
LA FILOSOFÍA PARA NIÑOS DE MATTHEW LIPMAN
Matthew Lipman, a finales de los años setenta, fue el primero en abordar la idea de
una filosofía planteada como UN PLAN DE FORMACIÓN GLOBAL PARA NIÑOS
Y ADOLESCENTES, a la que llamó filosofía para niños.
Junto a Lipman, Ann Sharp contribuyó a la elaboración de los manuales y a la
configuración de los cursos de formación.
El método de Lipman responde a una necesidad fácilmente constatable a poco que
visitemos las aulas de secundaria e incluso de niveles universitarios: los estudiantes
tienen que saber de muchas materias (contenido), para lo cual se les presuponen
ciertas capacidades lógicas como el análisis, la síntesis, la formación de
conceptos o la competencia investigadora (procedimientos). Pero, ¿qué ocurre
si, de hecho, no poseen estas habilidades?
El programa de Lipman responde a esta pregunta desde una disciplina concreta, la
filosofía, que incluye, entrelazado con su contenido específico, estas habilidades
generales.
El programa de FpN aspira a enseñar destrezas de razonamiento, pero, y esto
marca la diferencia con otras escuelas pedagógicas, sin “vaciarlas” de contenido ni
segregarlas de su contexto original.
Y el lugar de la filosofía, para la FpN, es la clarificación de los problemas de la vida.
De ahí que se haga énfasis en que “las técnicas cognitivas deben enseñarse en el
contexto humanista de la filosofía; separadas de este contexto, se convierten en
instrumentales y amorales” (Matthew Lipman, 1985), y en que el programa de FpN
no está orientado a mejorar el rendimiento académico de los estudiantes (aunque
este sea un efecto secundario de su aplicación), sino a formar mejores
ciudadanos, conscientes de las implicaciones de la vida comunitaria en
democracia.
Así pues, junto con el desarrollo de las destrezas de razonamiento, y de modo
inseparable, encontramos en el programa los problemas filosóficos originales, así
como las destrezas prácticas que van asociadas al ejercicio filosófico: el asombro,
la empatía, la tolerancia, etc. Todo ello puesto en escena a través de la pieza clave
del programa, la comunidad de investigación, cuyo objetivo es FORMAR
PERSONAS COMPROMETIDAS EN INVESTIGAR Y PENSAR POR SÍ MISMAS.
En el programa de filosofía para niños se aprende e investigar participando en
colectividad, con los demás, lo que no constituye un objetivo secundario sino
fundamental.
MATERIALES Y RECURSOS: LAS NOVELAS
El éxito del programa de FpN, más allá de sus
planteamientos humanistas y su compromiso con una
democracia real, radica en el hecho de que es de los pocos
programas de formación integral que cuenta con un material
concreto y acabado para su puesta en práctica.
Uno de los puntos fuertes del programa es la existencia de
un material ampliamente desarrollado, sólido y bien
estructurado, que se extiende a lo largo de toda la edad
escolar, desde los cuatro o cinco años y llegando hasta los
dieciséis o diecisiete.
El material está compuesto por una serie de novelas, en las
que los protagonistas son niños y niñas de la misma edad
que aquellos a los que van dirigidas, por lo que se enfrentan
a situaciones e inquietudes cercanas a la vida cotidiana del
lector.
En las primeras novelas se enfatiza la importancia de la comunicación, el
pensamiento lógico y las habilidades del lenguaje (Elfie, Kio y Gus, Pixie y El
descubrimiento de Harry), mientras que las dirigidas a los adolescentes (Lisa y Suki
y Mark) ponen el acento en la reflexión ética y los problemas sociales. De este modo
se potencian poco a poco las capacidades y destrezas del niño, al mismo tiempo
que se le introduce progresivamente, novela a novela, en discusiones y reflexiones
más complejas y más profundas.
El profesor, en este proceso, cuenta con un manual “asociado” en el que encuentra
una guía para llevar a cabo la “investigación filosófica” con sus alumnos.
De este modo se localizan las cuestiones
filosóficas subyacentes al texto, y se
conecta la formación filosófica para niños
con la tradición filosófica, pues se señalan
problemas que forman parte de la historia
del pensamiento, e incluso se manejan
ejemplos propuestos originalmente por sus
representantes más destacados.
LA FORMACIÓN DEL PROFESORADO
Como señala Félix García Moriyón, uno de los pioneros del programa en España,
“sería incoherente proponer un programa cuyo objetivo es conseguir que los niños
piensen por sí mismos en el seno de una comunidad de investigación o
cuestionamiento, pero que redujera el papel del profesor al de un mero aplicador
técnico del programa”.
En FpN, el profesor recibe el nombre de facilitador, pues su función
es ayudar a los niños a expresar sus ideas, pidiéndoles que las
formulen aportando razones y ejemplos.
Es una verdadera inversión del papel tradicional del profesor, al abandonarse
cualquier actitud expositiva para convertirse en un animador del discurso de los
niños: les invita a considerar un problema desde otra perspectiva o a construir sus
ideas a partir de las aportaciones de los demás, además de llevar a cabo la
importante tarea de traducir lo que los niños están diciendo y ayudarles a que
expresen con claridad y de manera razonada sus ideas.
Por tanto, el facilitador no expone sus propias ideas, sino que ayuda a los
niños a construir las suyas propias.
Este acompañamiento del profesor ha sido siempre una prioridad para Lipman, que
entiende que sólo así se puede garantizar la “calidad” filosófica de la enseñanza.
Más información: página web del Centro de Filosofía para niños