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Discursos, ponencias y entrevistas
Carta a los señores accionistas
Manuel Espinosa Yglesias
Autor: Manuel Espinosa Yglesias
Tipo de documento: carta
Título: Carta a los señores accionistas
Fecha: mayo de 1972
Lugar: México d.f.
Fuente: Revista Nuestro Sistema Bancomer, mayo 1972, p.1
Clave de clasificación: II.A.3.a/1972-5
Caja: 39
Palabras clave: desarrollo económico; banca; Sistema Bancos
de Comercio, logros; desarrollo
regional.
En la historia del desarrollo económico mexicano, estos tres últimos años van a
figurar, a no dudarlo, con el calificativo de difíciles. Lo dijimos en su momento a
propósito de 1969. De 1970 afirmamos algo parecido. Debemos consignar ahora
que el año pasado, ha sido un año de verdadera prueba para la economía mexicana. Las presiones inflacionarias internas, al comenzar el año, parecían incontenibles; se abrió un vacío, una pausa en el ritmo de la inversión, y en mayo, estalló
una crisis monetaria internacional luego traducida en peligrosas restricciones
comerciales que sigue sin encontrar una solución adecuada.
Frente a esa constelación tan desalentadora de signos adversos, llegó a
pensarse que el fin de la estabilidad estaba muy próximo, y que otro tanto podría
pasarle a nuestro desarrollo: que en 1971, en lugar de avanzar, retrocederíamos.
Llegó a temerse, inclusive la suerte que correría el peso mexicano.
A la postre, sin embargo, no materializó ninguna de las previsiones negativas.
La inflación se controló —la tasa se situó en 3.7% al finalizar el año—, el crecimiento no se detuvo, y el peso mexicano acreditó su firmeza.
En la parte pertinente de este informe, se destacan algunos de los elementos
que hicieron posible ese comportamiento.
Me gustaría detenerme, aquí, en la consideración de algunos de los elementos que hicieron posible ese comportamiento.
En repetidas ocasiones hemos sostenido que la vitalidad de una economía
guarda una relación muy estrecha con el desarrollo de sus instituciones financieras. Hay por ahí un índice, un indicador que da, hasta cierto punto, la medida de
la fortaleza económica, y es llamado coeficiente bancario o financiero; coeficiente
que en nuestro país se acerca ya al 50%. Eso significa que los pasivos financieros
equivalen a la mitad del producto interno bruto mexicano.
Pero no es la evolución de este coeficiente, que de 33% en 1960 pasó a cerca
de 50% en 1971, lo que mayormente interesa subrayar aquí. Lo pertinente a nuestros fines es todo lo que tiene que ver con la misión de promoción y de fomento
económicos que cumple la banca; con la asistencia financiera y aún técnica que
proporciona; con la generación directa e indirecta de empleos que realiza: con el
mejora miento de la productividad —del dinero y de la economía en su conjunto— que favorece; con el abaratamiento del financiamiento que supone, y con el
apoyo que ofrece a los programas de desarrollo regional.
En lo personal, yo no abrigaba ninguna duda sobre este quehacer económico
y social de la banca privada, porque lo hemos llamado nuestro Sistema Bancos de
Comercio, me lo había hecho evidente. Pero de haber tenido —alguna duda—, se
habría ido disipando en la medida en que se ampliaba a más áreas nuestro recorrido de 1971 por el país.
Estimo muy importante dejar constancia de lo estimulante que resultó ese recorrido. Según es del conocimiento de todos ustedes, en 1971 nos ajustamos a una
política de trabajo que siempre hemos considerado de la más alta prioridad: esta-
©Centro de Estudios Espinosa Yglesias • Discursos, ponencias y entrevistas
Carta a los señores accionistas • Manuel Espinosa Yglesias • Mayo de 1972
blecer contacto personal, contacto directo con los consejeros, consultores, funcionarios y empleados de nuestro Sistema, a todo lo largo y ancho de la República.
Y ya se sabe que, en nuestro Sistema, hablar de consejeros y de consultores
es hablar de los hombres de empresa —industriales, comerciantes, agricultores,
ganaderos, etcétera— que son, en todas y cada una de las regiones del país, los
promotores del desarrollo; los hombres que contribuyen con su capital, con su
visión, con su aceptación al riesgo, a crear fuentes de trabajo y de ingreso; a crear
mayor riqueza; a propiciar el aprovechamiento de los recursos del país —naturales, humanos, técnicos y financieros—; a hacer posible, en suma, el desarrollo
regional, y con el desarrollo regional, el nacional.
Ese recorrido, esa peregrinación por todos los rumbos del país, me permitió
—nos permitió, supuesto que siempre se trató de una representación plena del
Sistema— comprobar que el Sistema pasa lista de presente en la atención de las
necesidades financieras regionales de México, y de muchas de sus necesidades de
orden social.
También fue particularmente alentador advertir el entendimiento, la cordialidad de las relaciones que se mantienen con las autoridades de todos los niveles:
federal, estatal y municipal. Verificar que el Sistema es permeable y sensible a los
problemas económicos y sociales que confrontan regionalmente la República.
De todos esos encuentros surgirán nuevos motivos de inspiración para cumplir cada vez con mayor eficiencia y racionalidad, el cometido que corresponde a
las instituciones financieras privadas. Algunas iniciativas en marcha reconocen
ese origen.
Es todo eso, sin duda, lo que explica que, así como el país no ha detenido su
marcha hacia estadios más avanzados de desarrollo, a pesar de todas las adversidades, tampoco lo haya echo nuestro Sistema. Porque, según tendremos oportunidad de comprobar con la lectura del informe, las cifras de 1971 demuestran,
con sobrada elocuencia la fortaleza de nuestras instituciones y la afirmación de su
posición de vanguardia.