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Transcript
EL MAR:
LA NUEVA FRONTERA CENTROAMERICANA
Unidad de Investigación en Fronteras Centroamericanas
Proyecto de Cooperación Transfronteriza en Centroamérica
El mar, hasta hace muy poco tiempo un azul tenue del fondo de los mapas, ha sido
recientemente objeto de una revaloración. Esta ha sido el resultado de varios hechos
concomitantes. Primero, el creciente tráfico comercial que depende de rutas marinas y el
consecuente incremento de la importancia del mar como medio de transporte. Segundo, el
descubrimiento de nuevos recursos, particularmente en el fondo de los mares, y el aumento de las
posibilidades técnicas de explotarlos, en momentos en que estos tienden a agotarse en las áreas
continentales. Tercero, la comprensión del mar como un ecosistema frágil, que está siendo más y
más amenazado por las actividades económicas que suceden en el mar mismo y en el continente.
Al mismo tiempo, se han producido cambios en la doctrina internacional relativa al mar.
En efecto, se ha abandonado la doctrina del Mare Liberum, que limitaba la apropiación privada o
estatal del mar, y se ha abrazado el principio del Mare Clausum, según el cual el mar está
llamado a ser parte de la soberanía de los Estados. La Tercera Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Mar (UNCLOS III), realizada en Montego, Jamaica, en 1982, elevó este
principio a la categoría de convención internacional.
Así el mar, otrora azul indiviso, está
en proceso de fragmentación política,
incorporándose a la soberanía de los estados. UNCLOS III pone a disposición de los países un
40% de los océanos. Y estos, naturalmente, se han dado a la tarea de extender sus límites,
convirtiendo el mar en la nueva frontera.
La consideración de los límites en el mar plantea interrogantes en cuanto a los procesos
de apropiación. Estas inquietudes se encuentran vinculadas no sólo con las dificultades para la
demarcación de los límites en el mar, sino, además, con la transformación del concepto de
soberanía y su ejercicio, con las áreas de patrimonio común de la humanidad, con las áreas que
pertenecen a una comunidad de Estados, con la seguridad ambiental, y, por supuesto, con el
manejo de ecosistemas abiertos, como los mares y los océanos.
En Centroamérica, una de esas áreas del mundo en la que el mar predomina ampliamente
sobre la tierra, se ha impuesto, paradójicamente, una mentalidad continental. Como resultado de
la experiencia colonial, los centroamericanos han vivido física y mentalmente lejos del mar, han
utilizado poco sus riquezas, han visto el mar como el fin del dominio humano, han guardado poco
celo sobre su cuido y lo han pensado como una separación antes que como un vínculo con los
Estados vecinos.
Pero, en consonancia con los cambios mundiales, la actitud de los países
centroamericanos respecto al mar se ha transformado. Se ha comprendido que la nueva ley del
mar agrega a los países de la región enormes extensiones. Se ha advertido, también, que las aguas
1
del Mar Caribe y el Océano Pacífico son una fuente muy rica de recursos pesqueros y que los
fondos oceánicos guardan un gran potencial de recursos minerales.
La nueva ley del mar, y el proceso de delimitación que implica, ha llevado a una
inesperada ampliación del vecindario para los países de la región. Cuba, Jamaica, Inglaterra y
Ecuador son los nuevos vecinos de los centroamericanos.
En la medida que el acceso al patrimonio marino supone la delimitación de los espacios
de cada país, el potencial de conflicto internacional está presente. Si bien es cierto que las
definiciones limítrofes terrestres están prácticamente finalizadas, también lo es que en el mar la
mayoría de los límites esperan un esclarecimiento. Y estas definiciones serán muy complicadas,
por dos razones. Primero, porque Centroamérica, el Caribe y el Golfo de México constituyen la
zona del mundo con el mayor número de límites: la pequeña región incluye una quinta parte de
todos los límites marítimos del mundo. Segundo, por la gran cantidad de Estados (33), cuyas
aspiraciones territoriales con frecuencia se superponen.
Pero la historia de las fronteras marinas de Centroamérica aun está por escribirse, y los
Estados de la región no están condenados a reditar en el mar el largo expediente de conflictos que
implicó la fijación de los límites terrestres. El mar, cuyo dinamismo natural de flujo no respeta
barreras políticas, puede también ser un escenario de convergencia y cooperación internacional,
un laboratorio de diplomacia preventiva.
Existen 23 colindancias marítimas en el istmo centroamericano, y solamente 6 de estos
límites se encuentran resueltos mediante tratados debidamente ratificados. Esta condición hace
que el Mar Caribe y el Océano Pacífico sean más que el fondo azul del mapa, y se conviertan en
territorios donde se yuxtaponen soberanías, donde se enfrentan intereses y se encienden
conflictos. Pero, además, los cuerpos de agua que rodean Centroamérica, son más que un espacio
político, son ecosistemas diversos, abiertos e interdependientes. Y es en este punto, en la
conjunción de ambas consideraciones, que se pueden abrir las posibilidades de transformar estas
divisiones políticas del mar en oportunidades de colaboración, cooperación y manejo conjunto de
los recursos marinos.
El propósito de este ensayo es realizar una revisión del estado de las fronteras marítimas
centroamericanas, con el fin de contribuir a la resolución pacífica de las diferencias entre los
países de la región. Para ello se vuelve imperioso desistir de la idea de que el espacio de los
Estados finaliza en la costa y comprender que el mar es la prolongación natural de su territorio.
Es decir, caer en cuenta de que el mar es la próxima frontera de Centroamérica.
El mar Centroamericano, puente del mundo
Cuando Colón zarpó de Portugal jamás imaginó que abriría a los imperios europeos las
puertas de un mundo nuevo. Con su llegada a América, en 1492, los dominios europeos iniciaron
su expansión hacia el Oeste. Al son de las noticias sobre las riquezas que existían en las tierras
americanas, las potencias navales de la época, España, Portugal e Inglaterra, se hicieron a la mar.
Se inició así una disputa naval por el dominio del Océano Atlántico y del Mar Caribe, que se
2
prolongó durante cuatro siglos y que fue motivada por los intereses de cada imperio por poseer el
control de las rutas y el tráfico de mercancías de América hacia Europa.
Los imperios, como parte de sus estrategias, fueron tomando posesión de las islas y las
costas del Mar Caribe. Esto les permitía establecer puestos de abastecimiento para las
embarcaciones y proteger los territorios conquistados.
Con el descubrimiento del Océano Pacífico, en 1513, por Vasco Nuñez de Balboa, se
inició la búsqueda del Estrecho Dudoso o paso natural entre los mares. Esta búsqueda se
prolongó por tres décadas, hasta que se concluyó que no existía tal unión natural entre los mares.
Sin embargo, el interés por la unión de ambos océanos, no desapareció. Al contrario, las
expectativas de Estados Unidos, Francia e Inglaterra por la posibilidad de construir un canal
interoceánico se acrecentaron.
Las rutas canaleras que fueron identificadas en Centroamérica se encontraban en la
sección sur de Nicaragua y en el centro de Panamá. La ruta de Nicaragua fue la primera
considerada, por las condiciones geográficas, que parecían propiciar el establecimiento del canal.
La presencia del Lago de Nicaragua y el río San Juan dejaban como único obstáculo una angosta
faja de tierra. De hecho, desde mediados del siglo XIX, y como una consecuencia de la fiebre del
oro que se desató en California, se estableció la Ruta del Tránsito en Nicaragua, que era utilizada
por los inmigrantes del este de los Estados Unidos, que se embarcaban para emprender un viaje
por el Mar Caribe, subían por las aguas del río San Juan, cruzaban el lago y viajaban por tierra
hasta la costa del Pacífico donde volvían a embarcarse rumbo a California. Y, con la apertura del
canal en Panamá, el mar y el océano que bañan las costas centroamericanas reafirmaron la
condición de puentes que heredaron del pasado.
Ni mare liberum, ni mare clausum:
el ejercicio de la territorialidad de los estados en los mares y océanos
Hace cinco siglos se dividió el mundo no europeo entre España y Portugal. Este hecho fue
posible por la inspiración que provocó América como fuente de riqueza para las potencias
descubridoras. Estas recurrieron a la Iglesia Católica, con la finalidad de asegurarse la propiedad
sobre los nuevos territorios. Los papas Martín V, Nicolás V y Alejandro VI cedieron ante la
presión de España y Portugal y promulgaron las bulas pontificias, que repartían los mares y las
tierras del mundo no europeo entre las potencias. El reparto, que excluía las pretensiones
territoriales de los imperios navales rivales, se formalizó con el Tratado de Tordesillas, en 1494.
El descontento que provocó esta disposición papal propició que, en los años siguientes,
surgieran las ideas que sentaron las bases del derecho del mar. De tal forma, aparecieron
propuestas del teólogo español Francisco Vitoria, a mediados del siglo XVI, que sostenía que
debía existir la libertad de navegación y de atracar en las costas. La propuesta de Vitoria fue el
antecedente sobre el cual se acuñó la premisa del derecho al paso inocente, que es aceptada hoy
en día como parte del ordenamiento jurídico internacional.
3
La idea sobre la libertad de navegación en los mares fue secundada por el jurista holandés
Hugo Grocio. En el año de 1608 Grocio se manifestó a favor del Mare Liberum, según el cual
todos los Estados tienen derecho a la libre navegación para establecer actividades comerciales y
de comunicación. Como contraposición a la tesis anterior, surgió el Mare Clausum, cuyo mayor
exponente fue el jurista inglés John Shelsen, quien en 1635 expresó que existía la posibilidad del
ejercicio de la propiedad privada sobre los mares y señaló que este ejercicio recaía totalmente
sobre Inglaterra. Sin embargo, la Corona no adoptó esta posición en su totalidad e incluso declaró
que la navegación era libre, dado que el mar era común a todos los Estados y que ninguno
ostentaba la propiedad sobre sus aguas. Estas declaraciones tienen como trasfondo la oposición
de la Corona al Tratado de Tordesillas, dado que este le cedía el Océano Atlántico a España
(Murillo: 1990:29).
En definitiva prevaleció la tesis del Mare Liberum, y sobre ésta se comenzó a articular el
derecho marítimo internacional. Empero, de la reflexión que propició junto al Mare Clausum, se
inició el reconocimiento de dos zonas marítimas, a saber: una interna o mar territorial, que estaba
bajo el dominio del Estado, y una externa o alta mar, que era común a todos los Estados.
En el siglo XVII se propusieron como métodos para definir la distancia de las aguas
territoriales el alcance visual y el tiro de bala de cañón. Este último método fue el más aceptado
y consistió en la delimitación de 3 millas náuticas1, que era el alcance del disparo del cañón,
como aguas bajo jurisdicción estatal. A partir del siglo XVIII se utilizó está distancia no sólo
para delimitar un área y regular la pesca, sino también para los fines aduaneros del Estado
ribereño. Esta condición prevaleció durante el siglo XIX y los inicios del siglo XX (Murillo:
1990:31)
En las primeras décadas del siglo XX, durante el período entre guerras (1919-1939), se
gestó el cambio en la interpretación de los espacios marítimos. Esto sucedió a raíz de los avances
técnicos que permitían disponer de otros medios de transporte para el ataque, que hacían suponer
una pérdida de importancia estratégica del mar como zona de seguridad y como medio de
transporte. Esta transformación en la percepción del mar dio inicio a una serie de conferencias
que tenían por objeto crear una legislación de alcance mundial sobre los mares y los océanos.
Bajo este marco, tuvieron lugar las siguientes reuniones:
La Conferencia de la Haya (1930). Esta conferencia tenía como objetivo la codificación del
derecho internacional por la Sociedad de Naciones. Sin embargo, aunque la extensión del mar
territorial era uno de los aspectos que debía definirse, no se llegó a hacerlo. Esto indujo a los
Estados a realizar declaraciones unilaterales, con la finalidad de aumentar la extensión de las
aguas territoriales o establecer disposiciones adicionales en su beneficio.
La Conferencia de Panamá (1939). Fue convocada con el interés geopolítico de mantener al
continente americano fuera de la guerra europea. Como resultado se declaró una zona de
seguridad de 300 millas náuticas. Aunque Alemania y Japón nunca respetaron esta
declaración, esta fue trascendental porque fortaleció la creación de espacios bajo jurisdicción
estatal cada vez más amplios.
1
Medida de distancia equivalente a 1 852 metros.
4
Estas conferencias fueron seguidas por la declaración del Presidente Harry Truman (1945), en la
cual establecía una extensión de 200 millas náuticas como jurisdicción de los Estados Unidos
sobre la plataforma continental. A esta disposición, le siguieron las reivindicaciones
latinoamericanas, encabezadas por Chile y Ecuador, que proponían un mar territorial de 200
millas náuticas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, ya no sólo se miró al mar desde la perspectiva
geoestratégica y de transporte, sino que, dado el avance tecnológico que propiciaron las mejoras
en la aeronáutica y el armamento militar, surgieron nuevas expectativas para la utilización de los
recursos que antes parecían inaccesibles, particularmente los minerales de los fondos marinos.
Hacia una nueva territorialidad marítima
Las oportunidades para realizar la explotación de los ambientes marinos y oceánicos, y los
intentos de muchos Estados, particularmente latinoamericanos, por declarar extensas zonas
marítimas, alentaron a la Organización de Naciones Unidas a realizar, sobre la base de la
Conferencia de la Haya, una codificación del derecho internacional del mar. Con este propósito
la ONU convocó a tres conferencias denominadas como United Nations Conference on the Law
of the Sea, conocidas por sus siglas como UNCLOS:
UNCLOS I: se realizó en Ginebra en 1958. Esta reunión logró obtener acuerdos sobre el
mar territorial (pero sin llegar a una declaración definitiva), sobre la plataforma
continental, la zona de alta mar y la pesca.
UNCLOS II: fue realizada en Ginebra en 1960. Intentó definir el mar territorial, pero no
logró obtener ningún acuerdo al respecto.
UNCLOS III: se realizó de 1973 a 1982. Logró la redacción de la Convención de las
Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, también conocida como Ley del Mar. Según la
asignación de las áreas por categoría, UNCLOS III puso bajo jurisdicción de los Estados
ribereños el 40% de los océanos del mundo.
La nueva legislación sobre el mar entró en vigencia el 16 de noviembre de 1994 y ha sido
firmada por más de 158 Estados y ratificada por más de 130, es decir, por cerca de un 68% de los
países del globo (United Nations: 1999). La Convención sobre la Ley del Mar establece cuatro
zonas que pueden ser susceptibles al ejercicio de la territorialidad de los Estados ribereños, con
una extensión que es creciente y traslapante: el mar territorial, la zona contigua, la zona
económica exclusiva y la plataforma continental. El mar restante fue definido como zona de alta
mar, y declarado como patrimonio común de la humanidad. Para la administración de esta zona,
la Convención, en la sección XI, propuso la entrada en vigencia de la Autoridad de los Fondos
Marinos. Esta propuesta ha sido ratificada por más de 90 Estados.
Los nuevos espacios marítimos
5
Los espacios que conforman la nueva territorialidad marítima fueron establecidos por la
Convención sobre la Ley del Mar de la siguiente forma:
- El mar territorial
El mar territorial fue definido como el espacio donde la soberanía de los Estados costeros es
absoluta y se extiende más allá del territorio emergido y las aguas internas. La soberanía abarca
el cuerpo de agua, el espacio aéreo, el lecho y el subsuelo. La extensión del mar territorial se
establece en la sección 2, artículo 2 de la Ley del Mar: "Todos los Estados tienen derecho a
establecer un mar territorial cuya anchura no exceda las 12 millas náuticas, medidas desde las
líneas de base determinadas de acuerdo con esta convención" (Figura 1).
Figura 1
Zonas marítimas bajo jurisdicción de los Estados
Espacio Aéreo
Aguas
Internas
MT
Alta Mar
ZEE
ZC
lud
Ta ntine
Co
12 mn
l
nta
Borde
Continental
24 mn
200 mn
Fuente: Beate W. Ratter y Gerhard Sadner, 1993.
Simbología
MT Mar Territorial
ZC Zona Contigua
ZEE Zona Económica Exclusiva
Línea de base (recta y normal)
Plataforma Continental
Piso Oceánico
Las líneas base, desde las cuales debe realizarse la medida del mar territorial, pueden señalarse
de dos maneras: ya sea utilizando líneas de base normal o las líneas de base recta. Las líneas de
base normal son las que establecen la medición de la anchura del mar territorial a partir de la
línea de bajamar a lo largo de la costa. Estas deben ser marcadas en un mapa de escala grande
oficialmente reconocido por el Estado ribereño.
Las líneas de base rectas se usan en los sitios donde la línea de costa es muy accidentada y
cortada, o si se encuentra una franja de islas a lo largo de la costa e inmediatamente vecinas. Las
líneas de base recta son una sucesión de puntos en la costa que, a través de líneas imaginarias
6
que conectan cada punto, establecen un perímetro más regular en la costa. A partir del trazado de
este nuevo perímetro se inicia la medición de la anchura de las aguas territoriales. Las líneas de
base rectas no podrán señalarse por el Estado hasta que reciban el reconocimiento internacional
(Figura 2).
Figura 2
Costa Rica: Líneas de base recta y normales
NICARAGUA
11°N
82°W
MAR
MAR
CARIBE
CARIBE
COSTA RICA
OCÉANO
PACÍFICO
Líneas de base normal
PANAMÁ
Líneas de base recta
Fuente de datos: US Naval, 1992.
Elaborado por:
Unidad de Investigación en Fronteras Centroamericanas
0
35
70
Kilómetros
Para la delimitación del mar con respecto a Estados opuestos o adyacentes se utiliza una línea
media marcada por puntos equidistantes. Estos puntos equidistantes se señalan tomando los
puntos más cercanos de las líneas de base de los Estados vecinos y proyectándolos en dirección
hacia la colindancia. De esta forma, se establece un área de traslape en cuyo centro se traza el
nuevo límite (Figura 3).
Figura 3
Ejemplo de una posibilidad de trazar una
línea de equidistancia entre Costa Rica y Nicaragua
7
NICARAGUA
COSTA RICA
OCÉANO
- Zona Contigua
La zona contigua al mar territorial no puede ser mayor a 24 millas náuticas, que se miden a partir
de las líneas de base que se utilizaron para definir la anchura del mar territorial y su función está
orientada a que el Estado ribereño pueda prevenir y castigar infracciones a las leyes y
regulaciones, tanto del territorio como del mar (United Nations: 1982).
- La Zona Económica Exclusiva
La Zona Económica Exclusiva (ZEE) es un área que está después y adyacente al mar territorial.
Según la Convención, esta área no debe exceder las 200 millas náuticas, que se miden a partir de
las líneas de base de las cuales se marcó el mar territorial.
- Plataforma Continental:
La Plataforma Continental comprende el fondo marino y el subsuelo después del mar territorial.
Se define siguiendo la prolongación natural del territorio emergido hasta el final del margen
continental, o hasta una distancia de 200 millas náuticas medidas desde las líneas de base que se
utilizaron para delimitar el mar territorial, sin embargo en algunas excepciones puede llegar a
medir 350 millas náuticas (United Nations: 1982).
La definición del mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma
continental estableció una nueva dimensión en la apreciación de los mares. Estos espacios
dejaron de ser simples escenarios de la explotación de los recursos naturales y el ejercicio de la
8
soberanía, porque la ley compromete a los Estados signatarios a velar por el medio ambiente
marino.
En el presente no cabe utilizar las expresiones Mare Clausum o Mare Liberum para definir la
forma como se realiza el ejercicio de la territorialidad de los Estados sobre los mares y océanos.
Ahora estos son espacios donde la soberanía y la jurisdicción sobre los recursos no son tan
absolutas, es decir, conforme crecen las zonas marítimas a que tiene derecho un Estado, la
Convención sobre la Ley del Mar otorga derechos y responsabilidades a otros Estados (Cuadro
1).
Cuadro 1
Soberanía y derechos de los Estados sobre mares y océanos
Zonas
Derechos del Estado ribereño
Derechos de los otros Estados
Aguas internas Soberanía completa
• Derecho al paso inocente.
Mar Territorial Soberanía completa
• Derecho al paso inocente.
Zona Contigua Soberanía limitada a la aplicación de medidas para
• Derecho al libre transporte marítimo.
prevenir y castigar infracciones a las leyes que rigen el
• Derecho al sobrevuelo, el tendido de cables y
mar territorial.
tuberías submarinas.
Derecho soberanos para:
Zona
• Derecho a la libre navegación.
Económica
•
Explotar y explorar, conservar y manejar los
• Derecho al sobrevuelo.
Exclusiva
recursos naturales vivos y ni vivos, las aguas, el
• Derecho a la pesquería solamente con
lecho Marino y el subsuelo, y regular las
autorización del Estado ribereño.
actividades productivas en esta zona.
• Derecho de tendido de cables y tuberías con
Jurisdicción para:
autorización del Estado ribereño.
•
El establecimiento y uso de islas artificiales,
• Investigación científica marina con
instalaciones y estructuras.
autorización del Estado ribereño.
•
Investigación científica marina.
• Protección y preservación del medio ambiente
marino.
Plataforma
Derechos soberanos para explotar y explorar los
• Derecho a la libre navegación.
Continental
recursos naturales (minerales y organismos vivos de
• Derecho al sobrevuelo.
especies sedentarias)
• Derecho a la pesca, excluyendo especies
sedentarias.
• Derecho al tendido de cables y tuberías
submarinas.
• Derecho a la investigación científica en el
cuerpo de agua.
Fuente: ONU, 1982
Este nuevo sentido de la apropiación es comprensible en un espacio donde la mayoría de los
recursos están caracterizados por una gran movilidad, es decir, que el manejo racional o la
degradación de dichos recursos depende más de asumir los mares y los océanos como un sistema
integral, que de la demarcación de las fronteras entre Estados. Esta visión de la territorialidad y la
soberanía en los mares y océanos abre las posibilidades a la cooperación entre los Estados.
Las fronteras centroamericanas en el mar
9
Centroamérica, por su condición de istmo, es una región rica en diversidad biológica y
cultural. Esta angosta faja de tierra, bordeada por el Océano Pacífico al Este y por el Mar Caribe
al Oeste, es un puente natural que ha propiciado el contacto entre las dos masas continentales de
América del Norte y América del Sur. En esta región, que mide aproximadamente 523 160
kilómetros cuadrados, se encuentran siete países, separados por diez límites. Esto la configura
como un territorio sumamente fragmentado políticamente. El peso de está fragmentación es más
evidente si se dirige la mirada hacia el mar. Centroamérica posee 6 603 kilómetros de líneas de
costas (CIA: 1999). Es decir, por cada 79 kilómetros de territorio hay un kilómetro de costa.
El aumento de Estados vecinos se debe a que los límites marítimos son marcados no sólo por el
punto de encuentro entre Estados, que está señalado por el final de la línea limítrofe terrestre en
la costa, sino también por la proyección de la línea de costa hacia el oriente o el occidente del
istmo. De esta forma, como resultado de los intentos de apropiación del mar por los países
centroamericanos, se tienen 23 diadas o fronteras entre dos Estados, de las cuales 13 se
encuentran en el Mar Caribe y 10 en el Océano Pacífico (Cuadro 2 y 3).2
Cuadro 2
Centroamérica: Diadas
en el Océano Pacífico
Colindancias Océano Pacífico
México – Guatemala
Guatemala - El Salvador
El Salvador – Honduras
Honduras – Nicaragua (Pacífico)
Honduras – Nicaragua (Golfo de Fonseca)
Nicaragua - Costa Rica
Costa Rica – Ecuador
Costa Rica – Colombia
Costa Rica - Panamá
Panamá - Colombia
Los límites sin establecer
Los límites con acuerdos firmados
Los límites ratificados
Cuadro 3
Centroamérica: Diadas
en el Mar Caribe
Colindancias Mar Caribe
Belice - México
Belice - Guatemala
Guatemala - Honduras
Honduras - Cuba
Honduras - Jamaica
Honduras - Islas Caimán (RU)
Honduras - Colombia
Honduras - Nicaragua
Nicaragua - Colombia
Nicaragua - Costa Rica
Costa Rica - Colombia
Costa Rica - Panamá
Panamá - Colombia
Los límites sin establecer
Los límites con acuerdos firmados
Los límites ratificados
El país con mayor número de vecinos en el mar es Honduras, que posee 2 colindancias en el
Pacífico (con Nicaragua y El Salvador) y 6 en el Caribe (con Guatemala, Nicaragua, Reino
2
El número de diadas depende de las pretensiones de cada país y de la forma en que se vayan consolidando los
límites, de forma, que este dato es aproximado. El límite entre Nicaragua y Colombia en el caribe fue acordado por
el Tratado Esguerra-Bárcenas, de 1928, que Nicaragua impugna en el presente
10
Unido, Colombia, Cuba y Jamaica). Los países con la menor cantidad de límites son Belice y El
Salvador. Ambos comparten la característica de tener sólo una costa, en el Mar Caribe y en el
Océano Pacífico, respectivamente, y poseer uno de sus límites marítimos en una bahía histórica.
Así, Belice colinda con Honduras y Guatemala en el Golfo de Honduras, y El Salvador limita con
Nicaragua y Honduras en el Golfo de Fonseca (Cuadro 4).
País
Cuadro 4
Centroamérica: línea de costas y colindancias según país
Colindancias
Línea de costa Colindancias en el Océano
Pacífico
en el Mar Caribe
(en Km).ª
Belice
386
No tiene costa en el Pacífico.
Costa Rica
1290
El Salvador
307
Guatemala
400
Honduras
820
d) Ecuador
e) Colombia
f) Panamá
Nicaragua
j) En el Golfo de
Fonseca con Honduras*.
Guatemala
k) México
El Salvador
En el Golfo de
Fonseca con El Salvador
y Nicaragua *.
Nicaragua
910
Panamá
2 490
q) Costa Rica
En el Golfo de
Fonseca con Honduras
*.
u) Colombia
Costa Rica
c) México
En el Golfo de Honduras
con Guatemala
g) Colombia
h) Panamá
i) Nicaragua
Número de
colindancias
por país
2
7
No tiene costa en el Caribe.
2
En el Golfo de Honduras
con Belice y Honduras
l) En el Golfo de Honduras
con Guatemala *.
m) Nicaragua
n) Reino Unido
o) Colombia
p) Cuba
Jamaica
r) Colombia
s) Costa Rica
t) Honduras
4
v) Colombia
Costa Rica
8
5
4
ª Fuente: CIA: 1999.
w) Estas colindacias pueden variar según se definan los límites marítimos en estos golfos.
La incorporación de la dimensión marítima hace variar notablemente la complejidad limítrofe
centroamericana. En tierra, Guatemala limita con cuatro países, Honduras con tres y los restantes
países de la región con dos. Al agregar las fronteras marítimas el cuadro varía notablemente:
Honduras tiene once límites, Costa Rica nueve, Nicaragua y Guatemala siete, Panamá seis, y
Belice y El Salvador cuatro.
Reclamos del mar en Centroamérica
11
Los reclamos de los países centroamericanos en el mar empezaron en 1878 y originaron las
colindancias marítimas centroamericanas con el Reino Unido, Colombia, Cuba, Ecuador, Jamaica
y México. Este primer reclamo de derechos marítimos en el istmo fue muy temprano, si se toma
en cuenta que para esa fecha solo se había establecido el límite terrestre entre Costa Rica y
Nicaragua (1858). Esta primera proclamación estableció para Belice, a la sazón colonia inglesa,
un mar territorial de 3 millas náuticas (US Naval: 1992).
A la disposición de la Corona en Belice, le sucedió el reclamo de 12 millas náuticas realizado por
Guatemala en 1939. Posteriormente Costa Rica reclamó una franja de tres millas náuticas y El
Salvador otra de 200. Panamá y Honduras reclamaron 12 millas náuticas, mientras que
Nicaragua solicitó 200 millas (Cuadro 5).
Cuadro 5
Centroamérica: reclamos originales sobre el mar territorial
País
Primer reclamo del mar territorial
Área reclamada
(millas náuticas)
Belice
1878
3
Guatemala
1939
12
Costa Rica
1950
3
El Salvador
1950
200
Panamá
1958
12
Honduras
1965
12
Nicaragua
1979
200
Fuente: US Naval, 1992.
Los reclamos sobre el mar en Centroamérica se realizaron antes de que el derecho internacional
sobre los mares y océanos quedara codificado, en 1982. A partir de esa fecha el mar territorial
quedó establecido en 12 millas náuticas. Sin embargo, en Centroamérica esta distancia había sido
acogida en el pasado por Costa Rica, Guatemala y Honduras y, después de la Ley, por Belice.
Los Estados de Panamá, Nicaragua y El Salvador continuaron demandando las 200 millas
náuticas como la extensión del mar territorial (Cuadro 6).
País
Belice
Costa Rica
El Salvador
Guatemala
Honduras
Nicaragua
Panamá
Fuente: US Naval, 1992.
Cuadro 6
Extensión del mar territorial actual
Fuente
Año
Distancia
(millas
náuticas)
1992
12
Maritime Areas Act
1972
12
Decreto N° 2303
1983
200
Constitución, Art. 84
1976
12
Decreto Constitucional N° 20-76
1982
12
Decreto 131
1979
200
Act N° 205
1967
200
Ley N° 31
De estos tres Estados que reclaman 200 millas náuticas, solamente Panamá participó y ratificó la
Convención sobre el Derecho del Mar, lo que, según el derecho internacional, la obliga a regirse
por las distancias establecidas en la Convención. Del resto de los países centroamericanos, el
12
primero en ratificar la Convención fue Belice, en 1983, seguido por Costa Rica, Honduras,
Guatemala y Panamá, una década después, y Nicaragua en el 2000. En el cuadro siguiente se
observa el estado de la ratificación de la Ley del Mar por los países centroamericanos y de sus
vecinos marítimos (Cuadro 7).
Cuadro 7
Centroamérica y sus vecinos marítimos:
Ratificación de la Convención sobre Derecho del Mar hasta mayo del 2000
Países
Fecha de ratificación de la
Convención sobre Derecho del Mar
Belice
Cayman Islands (UK)
Colombia
Costa Rica
Cuba
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Honduras
Jamaica
México
Nicaragua
Panamá
* Estados que han firmado la UNCLOS pero sin ratificarla
Fuente: United Nations, 2000.
13 agosto 1983
25 julio 1997
Sin ratificar *
21 septiembre 1992
15 agosto 1984
Sin ratificar
Sin ratificar *
11 febrero 1997
5 octubre 1993
21 marzo 1983
18 marzo 1983
2000
1 julio de 1996
Como se aprecia en el cuadro anterior, de los 6 vecinos centroamericanos en el mar, sólo dos no
han participado en las conferencias y no ratificaron la Convención. Sin embargo, el hecho de que
no hayan asistido al proceso de establecimiento de la Ley del Mar no implica que el tema no
formara parte de sus agendas nacionales. Al contrario, algunos de estos países hicieron su
expansión hacia el mar mucho antes que los países centroamericanos, tales son los casos de
Colombia, que en 1923 reclamó 12 millas, Ecuador, que en 1930 solicitó 3 millas y México, que
en 1935 reclamó 9 millas.
Las otras zonas marítimas de Centroamérica
Los reclamos no se limitaron a la extensión del mar territorial. Los países del istmo han expuesto
sus pretensiones sobre la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma
continental. No todos los países centroamericanos pretenden todas las zonas bajo jurisdicción
estatal que establece la Convención sobre la Ley del Mar. Además, algunos de los reclamos
utilizan zonas no contempladas dentro de la Convención, como las zonas de pesca de 200 millas
náuticas establecidas por El Salvador en 1950 y por Nicaragua en 1965 o la zona contigua o de
seguridad que reclama Nicaragua de 25 millas náuticas en el mismo año. Pero, en la medida que
se ratifique la ley del mar, estos reclamos deberán ajustarse al contenido de la misma.
De los siete países, solamente Honduras ha reclamado los derechos y el territorio
correspondiente a la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma continental.
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Igual tipo de pretensiones tiene Nicaragua, que estableció bajo su tutela tres zonas: una zona
contigua o de seguridad, la plataforma continental y una zona de pesca exclusiva. Los países con
dos áreas adicionales al mar territorial son Guatemala, y El Salvador que reclaman la
jurisdicción sobre la plataforma continental y la zona económica exclusiva, Costa Rica y Belice
establecieron una zona económica exclusiva en 1975 y 1992 respectivamente(Cuadro 8 y 9),
mientras que Panamá, reclama la plataforma continental. Este último país es el que posee menos
pretensiones de áreas bajo su jurisdicción.
Cuadro 8
Centroamérica: Reclamos de Zona Económica Exclusiva
País
Fecha
Distancia
(millas
náuticas)
Belice
1992
200
Costa Rica
1975
200
Guatemala
1976
200
Honduras
1980
200
Fuente: US Naval, 1992.
Cuadro 9
Centroamérica: Reclamos de Plataforma Continental
País
Fecha
Distancia
Guatemala
1949
Prolongación natural
El Salvador
1950
200 millas náuticas
Panamá
1963
200 millas náuticas
Nicaragua
1979
Prolongación natural
Honduras
1987
Prolongación natural
Fuente: US Naval, 1992.
Mares de conflictos
Si se consideran los tratados limítrofes firmados y los ratificados (cuadros 2 y 3) se observa que
un 39% de los límites han sido resueltos o están próximos a serlo. Este es particularmente el caso
del sur del istmo, en el que Costa Rica y Panamá han definido sus fronteras, a la vez que han
logrado acuerdos con Ecuador y Colombia. Al norte la situación es diferente: casi todos los
límites esperan una definición y la mayoría son objeto de disputa. Un reflejo de esta situación son
las controversias más antiguas en Centroamérica: la del Golfo de Fonseca y la de Nicaragua con
Colombia, por la posesión de las islas de San Andrés y Providencia.
Las fronteras marítimas centroamericanas pueden agruparse en varias categorías, a saber:
Colindancias que no originan disputas:
Hay dos tipos de colindancias que no originan conflictos. Las primeras son aquellas entre países
para los cuales los límites ya están resueltos por medio de acuerdos o tratados. Estas son el límite
Panamá - Colombia en el Océano Pacífico, el límite Panamá - Colombia en el Mar Caribe, el
límite Costa Rica - Ecuador en el Océano Pacífico, el límite Costa Rica - Colombia en el Océano
Pacífico y el de Nicaragua y Honduras, en el Golfo de Fonseca.
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El segundo grupo lo componen aquellas colindancias que, aún estando sin delimitar, presentan un
potencial de conflicto muy bajo. En está situación se encuentran los límites de Guatemala México y Guatemala - El Salvador, que no provocan situaciones de tensión para ninguno de los
países involucrados. En el primer caso, la gestión de los límites marítimos tiene más de 20 años
de estarse realizando, mientras que en el segundo caso no se han iniciado las conversaciones.
Las colindancias que originan conflictos
Los conflictos que afectan las colindancias en el mar centroamericano pueden clasificarse como
las que son de origen terrestre, las que son creadas por el acceso al mar en golfos compartidos,
las motivadas por reclamos territoriales frente a frente y las que surgen por tratados marítimos
que afectan a terceros (figura 4).
a) De origen terrestre: son los que se producen por la imprecisión que posee el punto final del
límite en tierra, que es a su vez el punto de inicio del límite marítimo. Este caso sucede en:
En el límite de Costa Rica con Nicaragua en la costa del Océano Pacífico,
específicamente en Punta Castilla, debido a que el tratado Cañas-Jerez (1858) y el Laudo
Cleveland (1888) ubican el punto final del límite terrestre de forma diferente (Sadner, 1990:
12).
En el límite de Nicaragua con Costa Rica en la costa del Mar Caribe, cuyo punto final ha
variado a consecuencia de los procesos de sedimentación que provocan cambios en la
desembocadura del río San Juan (Sadner, 1990: 12). Esta última situación se agrava, ya que la
Ley del Mar no prevé recursos jurídicos para la resolución de conflictos debidos a cambios
geomorfológicos en las desembocaduras de los ríos.
b) Originados por el acceso al mar en golfos compartidos: Son las disputas por el derecho a
poseer un mar territorial dentro de los golfos y la posibilidad de obtener una zona económica
exclusiva, en el océano o en el mar. Hay dos casos de este tipo de disputa. Ambos se producen
por la confluencia de tres límites terrestres en el Golfo de Honduras y el Golfo del Fonseca.
El Golfo de Honduras es compartido por Belice, Guatemala y Honduras, y la controversia
radica en los reclamos de Guatemala por poseer aguas territoriales dentro del golfo. Esto le
daría la posibilidad a Guatemala de tener acceso a una zona económica exclusiva en el Mar
Caribe (Sadner, 1990:7).
El Golfo de Fonseca es compartido por El Salvador, Honduras y Nicaragua. El
conflicto se debe a los reclamos de soberanía sobre las aguas por los tres Estados. Nicaragua,
en 1901, trazó el límite de sus aguas sobre el Golfo de Fonseca. El Salvador y Honduras aún
no han definido la extensión de su mar territorial en el golfo y, dependiendo de esa
demarcación, Honduras podría ser afectada en las aspiraciones a una zona económica
exclusiva en el Océano Pacífico (Herrera, 1990:31).
Figura 4
Conflictos limítrofes en el mar centroamericano
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x) Originados por los reclamos territoriales frente a frente: Son los que buscan ampliar las
áreas sobre las que pretenden el ejercicio de la soberanía, mediante la expansión del límite
hacia el frente de sus costas, afectando, por supuesto, al vecino que tiene de frente. Este es el
caso del límite marítimo en el Mar Caribe de Colombia con Nicaragua, donde la segunda
reclama la invalidez del Tratado Esguerra-Bárcenas, de 1928. Fue mediante este tratado,
16
denominado Tratado sobre Cuestiones Territoriales entre Colombia y Nicaragua, que
Nicaragua concedió a Colombia la soberanía sobre las islas de San Andrés, Providencia,
Santa Catalina y todas las demás islas, islotes y cayos que forman parte del Archipiélago de
San Andrés, con sus aguas territoriales correspondientes (Uribe, D. 1980: 111).
d)
Originados por límites establecidos entre dos Estados que afectan a terceros: Esta
situación es la que ocurre entre Nicaragua y Honduras. Surgió como una consecuencia de la
ratificación del límite marítimo entre Honduras y Colombia. Este límite, fue sometido a
ratificación del Congreso Nacional de Honduras el 30 de noviembre de 1999, es decir, después de
14 años de haberse firmado el acuerdo entre ambos países. Nicaragua sostiene que con la
ratificación de este tratado, se le arrebatan 30 000 kilómetros del territorio marítimo que le
corresponde.
En resumen, hay toda una variedad de causas que provocan el conflicto en las delimitaciones
marítimas. Estas involucran, en mayor o menor grado, a casi todos los Estados de la región. De
hecho, la mayoría de los países no han resuelto sus delimitaciones y tienen frente a sí un camino
difícil.
Hacia una correcta dimensión marítima
Una simple observación del mapa del mundo nos permite percatarnos de un rasgo capital de la
geografía del planeta: la desigual distribución de tierra y mar en el orbe. En efecto, mientras que
en unas partes la tierra predomina sobre el mar (África, Asia y Europa), en otras, como en
América, sucede lo contrario. Centroamérica es una de esas áreas del mundo en donde el mar se
impone ampliamente a la tierra. La mayoría de las culturas centroamericanas, sin embargo, han
desarrollado una mentalidad continental. La experiencia colonial hizo que los centroamericanos
perdieran la dimensión marítima, y no ha sido sino hasta muy recientemente que esta actitud ha
empezado a cambiar. Pero las modificaciones suceden en una dimensión muy restringida, puesto
que lo que se busca es simplemente ampliar los espacios de soberanía, enfrentándose el tema
desde el punto de vista puramente jurídico. Al hacerse esto, se deja un tema de interés general en
el limitado espacio de las Cancillerías y se le convierte en materia de nacionalismos encendidos y
litigios. Y, aunque por supuesto el mar debe ser visto desde una perspectiva diplomática, una
verdadera recuperación de la dimensión marítima supone considerar varios aspectos de otra
índole, a saber:
• Primero, que la economía mundo en que vivimos es, y seguirá siendo en el futuro
previsible, marítima. La mayor parte del comercio mundial transita por los mares, y
Centroamérica se ubica en uno de los nodos estratégicos del comercio mundial. Los
centroamericanos, sin embargo, no han hecho debido uso de su magnífica posición. En
Panamá funcionó durante el siglo XX el canal, que en sentido estricto fue un canal de los
Estados Unidos en Panamá. Y los restante países del istmo nunca sacaron ventaja de su
envidiable geografía. Los sueños de un canal interoceánico estimularon la competencia antes
que la cooperación, y se convirtieron en uno de los factores clave del fracaso de la unión
centroamericana, en la primera mitad del siglo XIX. Pero la comprensión de la estratégica
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posición del istmo también podría dar pie a proyectos regionales
explotación conjunta de este recurso sin igual.
tendientes a una
• Segundo, observar con detenimiento la dimensión caribe. Ha sido una práctica histórica
en países como Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica el negar esta dimensión. Por
una parte, se le ha restado importancia a las influencias culturales de las islas del Caribe en el
territorio de los Estados centroamericanos. Hace uy poco que esta actitud ha empezado a
cambiar, pero todavía es común que se califique como "atlántico" lo que en rigor debería ser
"caribe". Por otra parte, al pensar tanto en los Estados Unidos y en Europa, nos hemos saltado
las islas del Caribe, que son nuestras vecinas. Los recientes acercamientos entre la región y
República Dominicana parecen señalar un alentador cambio de rumbo en este aspecto.
• Al mismo tiempo que se plantea la apropiación del mar, debe entenderse que los Estados
Unidos, un vecino mediato pero omnipresente, mira el mar, el Caribe en particular, con un
celo especial. Las razones económicas son simples: las tres principales rutas que atraviesan
el canal de Panamá tienen como origen o destino los Estados Unidos (de la costa Este a la
costa Oeste el país y viceversa, de la costa Este a Asia, y de la costa Oeste a Europa).
Conflictos marítimos entre Estado,s o políticas que de algún modo amenacen la circulación,
serían inmediatamente percibidos como una amenaza para la seguridad nacional de los
Estados Unidos.
• Tercero, las posibilidades y el riesgo del uso de los recursos. El uso, que seguramente será
mayor en el futuro, acarrea el riesgo de la sobre - explotación. Ya otros países caribeños han
experimentado este problema. El caso más notorio es Cuba, país que, gracias a una superior
tecnología pesquera, casi extinguió el recurso pesquero, y que hoy implementa ambiciosas
políticas correctivas. Está además el problema de la contaminación de los mares, fenómeno
ya muy avanzado en todo el litoral y en los Golfos de Fonseca y Honduras.
• Finalmente, se impone conocer el mar y sus recursos, para practicar una adecuada política
de apropiación y explotación. En el Mar Caribe, por ejemplo, el recurso pesquero es mucho
menos abundante de lo que a veces se cree. Quizás si se estimara correctamente lo existente,
y no se exagerara la riqueza de los mares, los Estados tendrían una actitud más flexible a la
hora de negociar sus intereses.
CONCLUSIONES
Los centroamericanos, después de siglos de indiferencia, han vuelto la vista al mar.
Lamentablemente en algunas ocasiones, haciendo una interpretación estrecha de la Ley del Mar,
han tendido a verlo como una prolongación del continente. Es decir, como un espacio susceptible
a una clara división y disponible para el ejercicio de la soberanía. Al hacer esto incurren en dos
errores. En primer lugar, ignoran la naturaleza misma del mar, que es un medio fluido y en
constante movimiento, como en movimiento están también las criaturas que lo habitan. En
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segundo lugar, pasan por alto la cambiante noción de soberanía que la Ley del Mar entraña. En
efecto, más allá del mar territorial los Estados ejercen derechos soberanos, es decir, una
soberanía con límites. Incluso en el mar territorial, donde la soberanía es plena, se contempla el
derecho de todos los Estados al paso inocente. Lo que es más, a la vez que se otorgan derechos,
se establecen obligaciones a los Estados en el resguardo y el manejo de los mares.
El mar, la nueva frontera de Centroamérica, plantea ciertamente posibilidades de conflicto. Este
es el camino por el que, desgraciadamente, algunos desean transitar. Quienes así decidan,
deberían preguntarse cuánto tiempo y cuánto esfuerzo están dispuestos a gastar para fijar los
límites marítimos. Si en el año 2000, 177 años después de iniciados los litigios por los diez
límites en tierra, no ha sido posible resolverlos todos, ¿cuánto se podrían demorar los Estados en
establecer más de 20 en el mar?
Pero los países centroamericanos no están condenados a repetir en el mar la triste historia de los
límites terrestres. El mar bien podría ser un escenario de cooperación transfronteriza. Eso
supondría varias cosas. Primero que todo, comprender que el concepto de soberanía del siglo
XIX es insuficiente para las condiciones del XXI, particularmente en el mar. Por una parte, en
Centroamérica se observa un desfase creciente entre el territorio, la sociedad y la economía de
los países, lo que debe llevar a una modificación del papel de los Estados. Por otra, el mar, si es
que habrá de preservarse, demanda de un enfoque ecológico antes que geopolítico: solo un
enfoque integral y un manejo conjunto podrán mantener la riqueza económica y la belleza
paisajística de los mares centroamericanos.
En segundo lugar, es necesario aprender a negociar de otras maneras. La mayoría de los Estados
han procedido a plantear sus reclamos unilateralmente. Es decir, no han empezado a negociar.
Otros han iniciado el proceso bilateralmente. Esto sin ninguna duda es un paso. Pero, como la
experiencia reciente lo demuestra, las negociaciones bilaterales tienen serias limitaciones,
particularmente en el Caribe, donde los acuerdos de dos generalmente afectan a terceros. Las
negociaciones regionales, entonces, deberán estar más temprano que tarde en la agenda
centroamericana.
En tercer lugar, también es necesario aprender a conciliar de otras maneras. El mar, dado que no
es un territorio habitado, sino transitado y usado, permite nuevas geometrías. En él es más
posible que en tierra el señalamiento de áreas de uso compartido, o de no uso, o de protección o
de cualquier otro estatus que la imaginación y la buena fe puedan descubrir.
Finalmente, tal vez los centroamericanos deberíamos pensar más en conocer que en poseer los
vastos mares que nos circundan. Al hacer esto descubriríamos qué es en realidad lo que tenemos
y las limitaciones de la soberanía tradicional para el manejo de los mares. Quizás en el mar la
clave es el uso y no la posesión.
Los centroamericanos de inicios del siglo XXI enfrentamos un gran reto. Podemos hacer del mar
un nuevo capítulo de la amarga historia limítrofe de Centroamérica. Pero también podemos
convertir el mar en un laboratorio de cooperación trasnsfronteriza y regional, y tal vez lograr que
19
Eliminado: e
una nueva mentalidad, como una ola de paz y entendimiento, se vuelque sobre tierra y fortalezca
la cooperación entre Estados. Ese es el reto que impone la nueva frontera.
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