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El enigma del pragmatismo
en la economía venezolana
Alfredo Serrano Mancilla
Publicado por Matxingune taldea en 2014
Los eufemismos están de moda. Se usa cualquier término para esconder o tergiversar cualquier
otro significado. Libre mercado para hablar de unas pocas empresas que tienen poder para fijar las
condiciones de venta; seguridad jurídica cuando realmente se quiere decir que es obligatorio asegurar
la tasa de ganancia del capital privado; atraer capitales para buscar la manera de establecer condiciones
que faciliten la fuga de los mismos a través de la remesa de utilidades netas. Vale todo en esta sociedad
de las prisas, en la que el matiz o la precisión queda fuera de rating televisivo. Decía Rist en su libro El
Desarrollo: Historia de una Creencia Occidental, que el desarrollo ya significa cualquier cosa, tanto
edificar un rascacielos como construir una letrina para una población necesitada. Algo parecido está
ocurriendo con otro concepto en boga de todos: el pragmatismo. Se escucha por todas partes. Expertos
economistas proclaman la importancia del pragmatismo en la política económica para no caer en el
colapso; la oposición lleva exigiendo pragmatismo desde hace más de una década; los organismos
internacionales afirman que son tiempos para que la economía sea una ciencia pragmática; la banca
también se suma a esa fiesta solicitando algunas medidas de pragmatismo económico. Así se podría
estar rellenando todas las páginas que se antoje con estos titulares que no permiten adivinar muy bien
qué se pretende, qué se demanda, hacia dónde quieren empujar, por dónde desean transitar.
No es nada ingenioso acudir al diccionario y a la etimología en caso de necesidad para saber qué
quiere decir tan recurrente vocablo. Según el primero, pragmatismo es aquella actitud y pensamiento
que valora sobre todo la utilidad y el valor práctico de las cosas. Su etimología indica que la palabra
pragmatismo proviene del vocablo griego pragma que significa «hecho» o «acto» (situación concreta).
Hasta aquí cualquier interpretación es valida. Poco ayuda esta ambigua definición. Vayamos, entonces,
al pragmatismo como movimiento filosófico norteamericano, creado a fines de siglo XIX, a ver si
se aclara algo más. Esta corriente de carácter empirista encuentra en los efectos prácticos de una
teoría el único criterio válido para juzgar su verdad. Su concepción de base es que sólo es verdadero
aquello que funciona, enfocándose así en el mundo real objetivo. Dicho así, tampoco facilita una
interpretación única ni diáfana. Parece que el uso de esta bandera recurrente depende más del criterio
sobre el que se valida. Se podría ser pragmático para eliminar la deuda social, o en contraposición, ser
pragmático en reducir deuda financiera ilegítima aunque sea a costa de una deuda para una mayoría
social. Es tan valido afirmar que un modelo económico presume de pragmatismo en mejorar la nota
crediticia concedida por una agencia internacional de (des)calificación como garantizar pragmatismo
en la reducción de la pobreza y desigualdad económica y social. Todo depende del lugar desde donde
se mire.
Sin lugar a dudas, la importancia está más en el foco económico de atención para valorar cuán
pragmático se es que en el propio pragmatismo en sí mismo. Por ello, para discutir la economía
venezolana, lo más honesto y saludable es evitar cierto velo de ignorancia que origina más confusión
que otra cosa. Lo mejor es continuar con la claridad con la que siempre se manifestó Chávez para
explicar, dilucidar e identificar en qué se quiere ser pragmático, y que es aquello, complementario
o accesorio, que queda absolutamente subordinado a lo primero. La economía para Chávez debía
ser pragmática como ciencia social y no como ingeniería física. En otras palabras, Chávez consideró
que la revolución bolivariana, en esta larga pero necesaria primera etapa, debió ser pragmática en la
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El enigma del pragmatismo
en la economía venezolana
consecución de una economía humanista, nacional-popular, democratizadora, más soberana, que se
cristalice en una década ganada para la mayoría social, como sostén del cambio de época. No entender
este pragmatismo es apostar a otras dimensiones del mismo; lo cual es legítimo y coherente desde la
no adhesión a la corriente económica del chavismo.
Chávez fue absolutamente pragmático asumiendo plenamente esa tesis de Marx que defendía que
«los filósofos se han limitado a interpretar el mundo; de lo que se trata ahora es de transformarlo».
Así fue. Así se dedicó a transformar la realidad, las condiciones reales de vida de la población. Pero
además tuvo una influencia varsavskiana muy reconocida en la ofuscación de Chávez por hacer viable
cualquier proyecto económico. Si no es viable, no sirve. Así lo pensó y así lo hizo. Chávez fue
pragmático en cada propósito que se marcó: reapropiándose de los sectores estratégicos; llevando
a cabo políticas efectivas de redistribución –vía misiones- a favor de una ampliación democrática
de los derechos sociales y económicos; construyendo una nueva arquitectura regional. ¿No es eso
pragmatismo? Esos constituyeron los retos de esta década ganada que pragmáticamente fueron
logrados y percibidos concretamente en la vivienda, salud, educación, empleo, poder adquisitivo, etc.
A veces hay confusión –intencionada- en aplicar el termómetro de pragmatismo sobre los medios o
herramientas, descuidando el pragmatismo sobre los objetivos estratégicos trazados. El reto fue la
humanización y democratización de la economía. Esto, hasta el momento, se ha logrado mal que le
pese al orden económico neoliberal que pretende hegemonizar el sentido de la palabra pragmatismo.
En adelante, tal como marca el nuevo mapa estratégico establecido en el Plan de la Patria 2013-2019,
los objetivos históricos se actualizaron según las nuevas circunstancias políticas y sociales. El cambio
de época prosigue en Venezuela buscando lograr irreversibilidad de lo conquistado y revertir todo
lo que queda por andar hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI. En este Salto Adelante, se
exige la revolución productiva que asiente la base material para alcanzar la independencia definitiva
que reduzca la dependencia importadora en manos de un privilegiado sector privado. Se demanda
eficiencia o nada en las políticas públicas. En este sentido, este pragmatismo habrá que evaluará cuando
pasen esos años para comprobarlo.
Discutir sobre economía es justo y necesario siempre y cuando se realice sin el empleo de excesivos
subterfugios. Mejor las cartas boca arriba. La economía es de todos, y no coto cerrado para unos
pocos que hablan desde la técnica para acabar imponiendo pragmáticamente sus tesis políticas. La
disputa reside en el sentido político que se quiera dar al orden económico; o seguir transitando hacia
el socialismo bolivariano o una salida neoliberal o apostar a la tercera vía capitalista socioliberal,
también llamada socialdemocracia. Que cada uno elija lo que quiera. El pueblo venezolano por ahora
sigue eligiendo más chavismo. Y el chavismo como identidad económica no es ni socialdemocracia
ni neoliberalismo del blando. En definitiva, ¿pragmatismo? sí. Pero ¿para qué?
Alfredo Serrano Mancilla
Director Línea Investigación Economía Coyuntural y Desafíos Estratégicos, GISXXI
Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
27 de julio de 2014
Fuente: http://www.gisxxi.org/
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