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Factótum 12, 2014, pp. 1-18
ISSN 1989-9092
http://www.revistafactotum.com
El pragmatismo
Sara Barrena
Universidad de Navarra (España)
E-mail: [email protected]
Resumen: Este artículo ofrece una síntesis del pragmatismo. Primero analizamos tanto sus orígenes históricos
como sus características más generales, destacando la máxima de Peirce por la cual concebir un objeto es
concebir sus consecuencias prácticas. En segundo lugar centramos nuestra atención en la teoría de la verdad del
pragmatismo. Finalmente exponemos las filosofías de los primeros pragmatistas (Peirce, James, Dewey, Schiller) y
valoramos el pragmatismo en la actualidad.
Palabras clave: pragmatismo, Charles S. Peirce, William James, John Dewey, F. C. S. Schiller
Abstract: This article offers a synthesis of pragmatism. First we analyze its historical origins as well as its more
general traits, with an emphasis on Peirce's maxim by which to conceive an object is to conceive its practical
consequences. Secondly we focus on the pragmatic theory of truth. Finally we expose the philosophies of the first
pragmatists (Peirce, James, Dewey, Schiller) and evaluate the pragmatism at present.
Keywords: pragmatism, Charles S. Peirce, William James, John Dewey, F. C. S. Schiller
Reconocimientos: Artículo basado en “Tema 75: El pragmatismo”, que iba a publicarse en Julio Ostalé (dir.),
Temario de Oposiciones para Secundaria. Rama de Filosofía (Temarios de 2011), Centro de Estudios Académicos
S.A., Madrid, 2012. El libro no llegó a publicarse. El temario que desarrollaba, aprobado en BOE 278 (Orden
EDU/3138/2011, de 15 de noviembre), se anuló en BOE 32 (Orden ECD/191/2012, de 6 de febrero).
1. Introducción
Se llama pragmatismo a la corriente
filosófica iniciada a finales del siglo XIX a raíz
de la denominada «máxima pragmática»,
propuesta
por
el
lógico
y
científico
norteamericano Charles S. Peirce. Lejos de
acepciones coloquiales y de interpretaciones
erróneas, que ponen el énfasis en lo útil o en lo
práctico, el pragmatismo original propugna que
la validez de cualquier concepto debe basarse
en los efectos experimentales del mismo, en
sus consecuencias para la conducta.
La máxima pragmática original no es una
teoría del significado o de la verdad, como a
veces se piensa, sino un método filosófico para
clarificar
conceptos
a
través
de
sus
consecuencias. No busca tampoco un beneficio
inmediato e individual, sino un acercamiento
progresivo a una representación exacta y
verdadera de la realidad.
El pragmatismo llegó a convertirse en la
corriente
filosófica
más
importante
en
Norteamérica durante el último tercio del siglo
XIX y el primero del XX, y llegó a incluir
RECIBIDO: 28-10-2013 ACEPTADO: 21-05-2014
diversas formulaciones del significado y de la
verdad. Aunque, como el mismo William James
afirmaba, el pragmatismo puede ser un “nuevo
nombre para viejas maneras de pensar”, y
pueden encontrarse algunas de sus principales
ideas en autores como Aristóteles o Mill, es
también una corriente que responde a
circunstancias intelectuales concretas de su
época.
Constituye
además
la
primera
contribución original de Estados Unidos a la
filosofía occidental.
El
pragmatismo
fue
desarrollado
y
difundido por muchos autores, entre los que
destacan (además de Peirce) William James,
John Dewey y el británico Ferdinand C. S.
Schiller. Comprende una pluralidad de doctrinas
que, aunque encierran características comunes,
tienen también una gran diversidad: desde una
forma más metafísica (sostenida por autores
como James o Schiller) hasta una forma más
metodológica (sostenida por Peirce, Mead y
Dewey entre otros). Como decía Lovejoy, la
palabra “pragmatismo” se usa para doctrinas
diferentes, a veces incluso en conflicto. Es
necesario por tanto aclarar qué se entiende por
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pragmatismo, y acudir a sus orígenes para
caracterizar de la forma más exacta posible
una corriente filosófica que ha estado sujeta
a controversias en distintos ámbitos.
2. Crítica al formalismo y al
racionalismo
2.1.
El club metafísico de Cambridge
El origen del pragmatismo puede
situarse en las reuniones del Cambridge
Metaphysical Club, que Charles Sanders
Peirce (1839-1914) había creado junto a
otros intelectuales en Harvard entre 1871 y
1872. Además de Peirce, en esas reuniones
participaba William James, junto con otros
estudiosos como Joseph Warner, Nicholas
St. John Green, Chauncey Wright y Oliver
Wendell Holmes Jr. En gran medida, la idea
común en torno a la que se desarrollaban las
discusiones del Metaphysical Club, como
ellos mismos lo denominaban, era la
definición de creencia del filósofo y psicólogo
escocés Alexander Bain como “aquello a
partir de lo cual un hombre está dispuesto a
actuar”.
De
esta
definición,
diría
posteriormente
Peirce,
se
deduce
el
pragmatismo casi como un corolario. A pesar
de ese origen oral del pragmatismo, los
primeros textos escritos sobre él no fueron
publicados por Peirce hasta 1878, bajo el
título genérico de Illustrations of the Logic of
Science. Los seis artículos que componen
esa serie se consideran como los primeros
textos escritos sobre el pragmatismo,
aunque en ellos no se menciona ni una sola
vez el término “pragmatismo”, ni fue usado
por Peirce hasta mucho después, lo que ha
sido considerado como un cierto enigma.
2.2.
de pragmatismo, sino más bien el término
alemán kantiano pragmatisch y su distinción
con
praktisch.
El
primer
término,
pragmatisch, se refiere a lo experimental, a
lo empírico, al pensamiento que se basa en
la experiencia y se aplica a ella. Ese énfasis
en la experiencia será una de las
características
comunes
a
todos
los
pragmatistas. En cambio, praktisch, lo
práctico, aludiría a la tendencia a hacer de la
acción un fin en sí mismo y, en
consecuencia, haría referencia a ese ámbito
del pensamiento en el que ninguna mente de
índole experimental –dice Peirce– puede
estar segura de pisar terreno firme. Frente a
lo práctico, pragmático enfatiza para Peirce
la necesaria relación de la conducta humana
con los fines como paso necesario para la
clarificación del pensamiento racional.
Evidentemente, como afirmaba William
James, el pragmatismo no es del todo
nuevo; la novedad de una idea filosófica,
afirma Peirce, es precisamente uno de los
signos más seguros de que es falsa. Y
pueden encontrarse diversas influencias en
la aparición del pragmatismo. Peirce afirma
tener una deuda con Chauncey Wright
(1830-1875),
filósofo
y
matemático
americano de espíritu empirista, inspirado a
su vez por el examen crítico de Mill del
intuicionismo escocés de Hamilton. En
general podrían citarse como influencias del
pragmatismo dos fuentes principales:
1. El empirismo británico (John Stuart
Mill, Alexander Bain, John Venn), y
en concreto la noción de experiencia
de Bain como regla o hábito de
acción. El empirismo ponía el énfasis
en el papel de la experiencia en el
conocimiento y en el análisis de la
creencia como íntimamente unida a
la acción. O sostenía, como en el
caso de Berkeley, una teoría de la
naturaleza práctica e inferencial del
conocimiento.
2. La filosofía alemana moderna: Kant,
con sus ideas regulativas que guían
el entendimiento; Hegel, con su
concepción de desarrollo; y los
idealistas románticos, que sostenían
que toda razón es práctica al
expandir y enriquecer la experiencia
humana.
Fuentes del pragmatismo
Sus primeros defensores no pensaban
que el pragmatismo fuera una doctrina o un
sistema filosófico cerrado, sino más bien el
método filosófico por excelencia practicado
desde la antigüedad. Quizá por eso William
James puso “Un nombre nuevo para viejas
maneras de pensar” como subtítulo de su
libro Pragmatismo (1907), y el propio Peirce
explicó de manera sencilla la máxima
pragmática como una versión actualizada del
dicho evangélico “por sus frutos los
conoceréis” (Mt 7, 16). Ese nombre nuevo,
tal como lo denomina James, procede de la
palabra griega pragma (acción), de la misma
palabra griega, explicaba James, de la que
viene “práctico”. Parece sin embargo que
Peirce no tenía en mente el griego al hablar
2.3.
La “filosofía americana”
Respecto al origen del pragmatismo,
conviene
también
aclarar
que,
evidentemente, esta corriente fue influida
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por las circunstancias históricas y locales,
por la experiencia social de la América del
siglo XIX, que incluía la rápida expansión de
la industria y el comercio, la aparición de las
agrupaciones obreras y un trasfondo
religioso de que el trabajo duro y virtuoso
sería recompensado. Charles Morris señala
en su libro The Pragmatic Movement in
American Philosophy (1970) cuatro factores
históricos que influyeron en el surgimiento
del pragmatismo: el auge del método
científico, la fuerza del empirismo en la
filosofía, la aceptación de la evolución
biológica y la aceptación de los ideales de la
América democrática.
El pragmatismo
fue
una filosofía
dominante en América y tuvo una amplia
influencia en derecho, teoría política y social,
arte y religión. Sin embargo, es preciso
señalar que el pragmatismo va mucho más
allá de ser una mera filosofía nacional, esto
es, la expresión filosófica del carácter
nacional de los Estados Unidos, entendiendo
por tal una glorificación de la acción por la
acción y del individualismo. A veces, como
decía el propio James, se piensa que el
pragmatismo
es
un
movimiento
característicamente
americano
para
el
hombre de la calle que odia de forma natural
la teoría y quiere beneficios inmediatamente.
Pero el pragmatismo no es eso, concluye el
mismo
James.
Es
cierto
que
en
determinadas ocasiones el tono popular y
literario que James adoptó para la
divulgación del pragmatismo ante grandes
audiencias, así como algunas afirmaciones
particulares, quizá en exceso apasionadas,
por
parte
de
algunos
pragmatistas,
contribuyeron a fortalecer ese prejuicio. No
obstante, ni el pragmatismo es una
manifestación exclusivamente local de una
manera de pensar alejada de la discusión
filosófica tradicional, ni las acusaciones
hacen justicia al propósito consciente y deliberado de los pragmatistas de ofrecer una
filosofía más humana, capaz de combatir la
visión corta de miras –«barbárica», la llamó
Peirce– dominante después de la guerra de
Secesión americana.
Los pragmatistas aceptaban algunos
logros americanos, pero criticaban otros
aspectos negativos del espíritu nacional,
aplicables también en gran medida a la
Europa de la época. Por ejemplo, Peirce
criticaba lo que denominaba el “evangelio de
la avaricia”, esto es, el utilitarismo que se
regía por el bien propio, por el egoísmo.
Critica la convicción del siglo XIX de que el
progreso tiene lugar en virtud de que cada
individuo luche por sí mismo con todas sus
fuerzas y pise a su vecino cuando tenga
3
oportunidad de hacerlo. Frente a ello,
proclama el evangelio del Amor, que afirma
que
el progreso
viene
de
que
la
individualidad de cada individuo se funda en
simpatía con su prójimo. James, por su
parte, criticaba también el imperialismo
político de su tiempo. Ni el poder, ni el
placer ni las riquezas pueden constituir un
fin último para los pragmatistas.
Lejos de ser un pensamiento local, con
limitaciones culturales o nacionalistas, el
pragmatismo tiene en su mismo centro una
vocación universal, tal como muestran las
nociones de comunidad, de continuidad y de
relación con otros que se encuentran en el
mismo centro del pensamiento de muchos
pragmatistas. La investigación que propugna
el pragmatismo es por supuesto una
investigación contextualizada, realizada en
un tiempo y lugar, desde un determinado
punto de partida. Sin embargo, intenta
siempre trascender las limitaciones de ese
contexto. El pragmatismo es mucho más que
la
expresión
de
unas
circunstancias
históricas, e incluye preguntas universales
por la esencia y el fin del hombre, por su
modo de conocer y por su forma de
relacionarse con lo que le rodea.
2.4.
Definición y características comunes
No hay criterios estrictos para identificar
unas características
comunes tras
la
multiplicidad de enfoques pragmatistas. Es
difícil decir qué características comparten los
que han sido considerados fundadores del
pragmatismo, Peirce y James, y no digamos
ya otros representantes.
Schiller
decía
que
hay
tantos
pragmatismos
como
pragmatistas.
De
hecho, la relación de los pragmatistas entre
sí se parece más a la diversidad propia de
una familia que a un cuerpo homogéneo de
doctrinas y vocabularios compartidos. Podría
decirse que no hay una esencia pragmatista,
sino una serie de características de las que
unos toman unas y otros toman otras. Los
pragmatistas no son un grupo de discípulos
centrados en un maestro, sino un grupo de
pensadores
creativos
interactuando
y
desarrollando distintas facetas de una misma
empresa común.
William James describió gráficamente
esa variedad de características con una
metáfora del italiano Giovanni Papini. El
pragmatismo, dice, viene a ser:
[C]omo un pasillo en un hotel al que
dan innumerables habitaciones. En una
puede
encontrarse
a
un
hombre
escribiendo un libro ateo; en la siguiente,
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Sara Barrena
alguien de rodillas pidiendo fe y fortaleza;
en la tercera, un químico investigando las
propiedades de un cuerpo. En la cuarta se
está elaborando un sistema de metafísica
idealista; en la quinta se demuestra la
imposibilidad de la metafísica. Pero el
pasillo pertenece a todos, y todos deben
pasar por él si quieren encontrar una vía
práctica de entrar o salir de sus respectivas
habitaciones. (William James, G. Papini y el
movimiento pragmatista en Italia, 1906)
Podría decirse que el pasillo del hotel, es
decir, el foco común del pragmatismo,
estaría en el hombre considerado como un
ser activo que busca inteligentemente
controlar su futuro en la dirección de sus
valores, pero en torno a ese foco unos dan
más importancia a unos aspectos que a
otros, de modo que de alguna manera podría
considerarse
como
complementario
el
trabajo de los primeros pragmatistas.
El pragmatismo surge inicialmente como
un método lógico para clarificar conceptos
con la siguiente formulación de Peirce:
Considérese qué efectos, que
pudieran
tener
concebiblemente
repercusiones prácticas, concebimos
que tiene el objeto de nuestra
concepción.
Entonces
nuestra
concepción de esos efectos es la
totalidad de nuestra concepción del
objeto. [How to Make our Ideas
Clear, 1878]
Para Peirce nuestra idea de algo es
nuestra idea de sus efectos sensibles, y el
significado
de
una
concepción
viene
determinado por las consecuencias prácticas
de esa concepción. El reconocer un concepto
bajo sus distintos disfraces o el mero análisis
lógico no es suficiente para su comprensión,
sino que es necesario alcanzar un tercer
grado de claridad que sólo puede obtenerse
a través de los efectos prácticos del
concepto. Basado en esa primera máxima, el
pragmatismo se convertirá después en una
corriente filosófica, o más bien en un estilo
de
pensamiento
con
numerosas
ramificaciones, a veces bastante alejadas de
la idea inicial y que no se limitan a un
estudio de la realidad en sentido formal. El
pragmatismo no presta atención sólo a los
aspectos ideales, sino que aspira a conocer
la realidad en sí misma.
¿Bajo qué definición puede encajarse
entonces el pragmatismo en general?
Podemos tomar una primera definición de la
Encyclopedia Britannica. El pragmatismo,
nos dice, es una “Escuela de filosofía
dominante en Estados Unidos basada en el
principio de que la utilidad, la practicidad y
el buen funcionamiento de las ideas son los
criterios para aceptarlas.” Otra definición, en
este caso del diccionario on-line MerriamWebster, dice: “Movimiento americano de
filosofía fundado por Charles Sanders Peirce
y William James caracterizado por las
doctrinas de que el significado de las
concepciones se debe buscar en las
repercusiones prácticas, de que la función
del pensamiento es guiar la acción y de que
la
verdad
se
debe
examinar
preeminentemente por medio
de
las
consecuencias prácticas de la creencia.”
Según las definiciones, el significado de
una noción reside en las consecuencias
prácticas o experimentales que resultan de
la aplicación de esa noción, y una diferencia
en el significado consistirá en una posible
diferencia
práctica.
Serán
verdaderas
aquellas ideas que sean fortalecidas por las
consecuencias en la práctica.
El pragmatismo por tanto sí tiene que
ver con lo práctico, pero no se puede
equiparar con ello sin más, o al menos hay
que hacerlo recordando siempre que lo
práctico no es lo útil, lo exitoso o lo que nos
permite ejercer un poder con vistas a un
objetivo. El pragmatismo no es utilitarista en
el sentido común de la palabra; por el
contrario, puede decirse que sus principales
representantes apelaron a algo que no tiene
que ver con el interés ni con lo material:
James trató de restaurar la fe religiosa en
una época materialista y cientista; Peirce
hizo observaciones similares cuando se
refirió al materialismo como el evangelio de
la avaricia; Dewey prestó mucha atención a
la estética.
El pragmatismo tiene que ver con lo
práctico en el sentido de lo que es
experimental o capaz de ser probado en la
acción, de aquello que puede afectar a la
conducta,
a
la
acción
voluntaria
autocontrolada, esto es, controlada por la
deliberación adecuada; el pragmatismo tiene
que ver con la conducta imbuida de razón;
tiene que ver con el modo en que el
conocimiento se relaciona con el propósito.
Los pragmatistas ven la vida en términos de
acción dirigida a fines. El pragmatismo es
práctico en el sentido de que da prioridad a
la acción sobre la doctrina y a la experiencia
sobre los primeros principios prefijados.
Tiene el propósito de guiar el pensamiento,
un pensamiento que está orientado siempre
a la acción y que encuentra en ella su
prueba más fiable. Para el pragmatismo el
significado y la verdad pueden ser
efectivamente
definidos
en
términos
relacionados con la acción: La inteligencia no
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consiste en sentir de una determinada
manera, sino en actuar de una determinada
manera, afirma Peirce.
Se sostiene así una conexión intrínseca
entre significado y acción, pero es una
conexión general, que lleva a afirmar que si
se producen tales circunstancias sucederá tal
cosa. Las ideas toman su significado de las
posibles consecuencias y se convierten en
planes de acción. La legitimidad de las ideas
no se derivará del lugar de donde vienen,
sino de lo que podemos llegar a hacer con
ellas, y por lo tanto el pragmatista tomará
decisiones sopesando las consecuencias y no
deduciendo qué hacer a partir de algo
precedente.
Sin embargo, esa prioridad de la acción
no conlleva una supremacía absoluta de la
acción sobre el pensamiento, pues no se
trata de la acción por la acción. Los
pragmatistas no afirman que el fin sea la
acción, sino más bien al revés, que la acción
debe tener un fin. Se trata de una idea de la
acción, y quizá aquí radica la verdadera
revolución pragmatista, que no sólo se
refiere a lo actual sino que incluye la manera
en que puede desarrollarse la razón.
Refiriéndose a su máxima pragmática
original:
Todavía puede obtenerse un grado
mayor
de
claridad
de
pensamiento
recordando que el único fin último para el
que los hechos prácticos a los que dirige la
atención pueden ser útiles es para
proseguir el desarrollo de la razonabilidad
concreta; de manera que el significado del
concepto no reside en absoluto en ninguna
reacción individual, sino en la manera en
que esas reacciones contribuyen a ese
desarrollo (Peirce, CP 5.4, 1902)
Se trata por tanto de la acción no por sí
misma sino orientada a un fin superior. En
ese sentido no le basta al pragmatista con la
claridad del concepto, con aplicar la máxima
pragmática, sino que hace falta también ver
el concepto en una perspectiva más amplia,
ver en qué contribuye a la verdad y al
significado que perseguimos en cuanto
especie y, en definitiva, al desarrollo de la
razonabilidad.
2.5.
Anti-racionalismo
El fundador del pragmatismo, Charles S.
Peirce,
manifestó
abiertamente
sus
diferencias hacia otros pragmatistas. En
numerosas
ocasiones
expresó
su
desaprobación del carácter nominalista que
estaban adquiriendo las posiciones de
5
algunos de sus colegas, a los que
reprochaba su escaso conocimiento de
lógica. Era, según Peirce, en ese ámbito
restringido donde debía probarse la utilidad
y el provecho de la máxima pragmática.
Aunque la idea central del pragmatismo
peirceano quedaba establecida en 1878, sin
embargo, a lo largo de la vida de Peirce el
pragmatismo fue sufriendo una serie de
transformaciones y necesitaba, según él,
una definición más exacta para enfrentarse a
ciertas
objeciones
y
evitar
algunas
aplicaciones erróneas. Peirce se desmarcó
explícitamente
del
camino
que
el
pragmatismo había tomado en manos de
James, de Ferdinand Schiller y de otros que
habían popularizado esa doctrina, y en sus
últimos años de vida hizo un enorme
esfuerzo por clarificar el significado de la
máxima original. Por ese motivo, en 1905 se
sintió obligado a cambiar el nombre de
“pragmatismo” por el de “pragmaticismo”,
una palabra “suficientemente fea como para
estar a salvo de secuestradores”.
En
su
esfuerzo
por
perfilar
correctamente
el
pragmatismo,
Peirce
explica los tres puntos que según él
caracterizan al pragmaticismo. En su texto
Qué es el pragmatismo (1905) afirma Peirce
que se caracteriza por retener sólo los
problemas
capaces
de
investigación
mediante métodos de observación, por
aceptar nuestras creencias instintivas, esto
es, que no debemos abandonar lo que ya
sabemos, y por no rechazar la metafísica.
Precisamente son esos tres puntos los que, a
pesar de las diferencias evidentes entre sus
representantes, pueden señalarse como
puntos comunes a diversas vertientes de la
teoría pragmatista: el rechazo sólo a una
peculiar
metafísica
—al
racionalismo
representado
principalmente
por
el
cartesianismo— y no a toda ella, la
importancia de la experiencia, es decir, la
continuidad entre nuestro saber instintivo, lo
que percibimos a través de los sentidos y la
teoría, y el énfasis en la ciencia y su método.
En primer lugar, para comprender de
forma acertada el contexto en el que
aparece el pragmatismo, es preciso señalar
que surge frente al trasfondo de la filosofía
cartesiana, y como reacción a cerrados
sistemas idealistas que interpretaban la
realidad en categorías fijas y abstractas. Los
pragmatistas tienen en común la idea de
liberar a la filosofía de excesos metafísicos, y
en concreto de los límites artificiales de la
teoría cartesiana. La ciencia en auge en el
siglo XIX y la teoría de la evolución, recién
formulada,
demandaban
una
nueva
interpretación de la naturaleza y de la razón
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que,
más
allá
de
las
pretensiones
absolutistas de Descartes, admitiera el
hecho del crecimiento y del cambio.
Hay evidentes diferencias y oposiciones
entre Descartes y el pragmatismo, aunque
paradójicamente los dos parten de un deseo
común, el de encontrar un método adecuado
de investigación que supere el método de
autoridad que caracteriza a mucha de la
filosofía medieval. Existen también puntos
de contacto en el origen de ese método.
Algunos pragmatistas, como Peirce, afirman
al igual que Descartes que el punto de
partida del método científico y adecuado de
investigación es la duda, pero a diferencia de
Descartes no puede ser una duda fingida y
metódica.
Peirce
afirma
en “Algunas
consecuencias de cuatro incapacidades” que
no podemos dudar en filosofía de aquello
que no dudamos en nuestros corazones. La
mente sólo puede partir del estado en el que
se encuentra realmente en el momento en el
que parte, un estado en el que ya hay una
gran cantidad de conocimiento de la que uno
no puede desprenderse a voluntad. Dice
Peirce: “¿Llama usted dudar a escribir en un
pedazo de papel que duda?” (Peirce, CP
5.416, 1905).
La duda universal de Descartes no es
experiencialmente posible —no se puede
dudar de todo—, y por lo tanto no es
aceptable para los pragmatistas. La duda
auténtica, en cambio, surge en un contexto
específico, aunque a veces sea también
buscada, pues forma parte de la actividad
del investigador el cuestionarse lo que hace
y el buscar anomalías. Sin embargo, la duda
real es involuntaria e incómoda, y no
autoimpuesta por sistema. Cuando se
produce esa duda genuina, el organismo
trata de volver a su equilibrio mediante un
proceso de búsqueda que se detiene cuando
se forma un hábito, una creencia verdadera
y revisada. Para que el conocimiento avance
hace falta dudar y reconocer que no se sabe,
sin que eso signifique caer en una duda
absoluta y paralizante.
Por otra parte, en el pragmatismo hay
un constante cuestionamiento de la filosofía
moderna y de su pretensión de unos
fundamentos
necesarios
para
el
conocimiento. Los pragmatistas no buscan
un sistema total y completo, un sistema que
contenga en sí sus propios fundamentos.
Van contra los absolutos y las verdades
eternas, y buscan una concepción del
conocimiento más acorde a lo que somos.
Para los pragmatistas no es necesario que
las ideas descansen sobre fundamentos
seguros. La investigación desde el punto de
vista pragmático no requiere un fundamento
Sara Barrena
último, sin que por ello conduzca a un
relativismo. Lo que el pragmatismo afirma
es más bien el carácter falible, pluralista y
finito de toda investigación, pues sin un
fundamento necesario toda investigación
puede ser errónea, y sólo nos conducirá a la
verdad entre errores y aciertos. Se
abandona todo propósito de razón infalible,
aunque no la aspiración a una razonabilidad
que pueda ser articulada y públicamente
discutida. Se trata de aprender a vivir y a
pensar con la contingencia y el error.
A
diferencia
de
Descartes,
los
pragmatistas no admiten la intuición, un
conocimiento infalible e interno al individuo,
separado de las consecuencias en el mundo
real. Para ellos tampoco hay introspección,
autoconocimiento intuitivo. La intuición
cartesiana no se corresponde con las
prácticas científicas reales que propugna el
pragmatismo, ni con la idea de investigación
como tarea en comunidad que sostienen
algunos
de
sus
representantes.
El
investigador pragmatista no puede ser el
pensador aislado de Descartes, separado del
mundo y de los demás individuos.
El rechazo de la intuición y de la certeza
supone también el rechazo pragmatista del
dualismo cartesiano, de esa separación entre
mente y mundo, entre cuerpo y espíritu,
derivada del aislamiento al que el yo se ve
sometido en su búsqueda de un fundamento
cierto. Frente a las tendencias dualistas de la
filosofía moderna, Peirce proclamó su
sinejismo, una tendencia a considerar todo
como un continuo. El sinejismo no significa
uniformidad ni unicidad, sigue habiendo
varios, sigue habiendo pluralidad, sigue
habiendo diferencias; sin embargo, entre los
diversos
elementos
hay
siempre
continuidades subyacentes. La naturaleza y
el hombre no están aislados. El hombre
puede acceder al entorno que le rodea. La
experiencia le permite a la mente, como
afirma Dewey, penetrar en la naturaleza:
Naturaleza y experiencia no son [...]
enemigos. La experiencia no es un velo que
aísle al hombre de la naturaleza. Es un
medio de llegar continuamente más lejos
en el corazón de la naturaleza. (Dewey,
The Later Works 1: 5)
Por último, el ser humano puede
también comunicarse con otras personas.
Puede —y de hecho necesita, como se ve en
el caso de la ciencia para Peirce— formar
comunidades que son algo más que
agregados de individuos aislados. Dice
Peirce: “En primer lugar, tus vecinos son, en
cierta manera, tú mismo, podemos estar en
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comunicación con ellos” (Peirce, CP 7.571,
1893). Otros pragmatistas, como Mead, han
señalado también que el yo se constituye
sólo en interacción con otros individuos,
llegando a ser autoconsciente a través de la
interacción, tomando las perspectivas de
otros. Habría así intereses comunes, a la vez
que se preserva la identidad de cada uno.
Por lo tanto, puede concluirse que el
pragmatismo desarrolla el hábito de pensar
en términos de continuidad y ofrece una
alternativa a los dualismos. Desde el punto
de vista cartesiano, el hombre sería una
cosa pensante a la que se le añade un
cuerpo. Sin embargo, la persona es para los
pragmatistas
una
continuidad,
una
coordinación de ideas. El cuerpo es una
parte natural del yo, que no llega al mundo
terminado sino que crece y se desarrolla, y
está sujeto a una auto-realización.
Para los pragmatistas, por lo tanto, no
son aceptables los dualismos tradicionales
sujeto-objeto,
mente-mundo,
teoríapráctica, sino que los conceptos tienen una
continuidad
con
la
experiencia,
constituyendo ésta como se verá a
continuación otro de los pilares básicos de
esta forma de pensamiento.
3. Conocimiento y verdad
3.1.
El énfasis en la experiencia
Como se ha dicho ya, los pragmatistas
consideran que hay una continuidad entre la
mente y el mundo que nos rodea a través de
la experiencia. No aceptan una separación
absoluta entre pensamiento y acción, sino
que esa continuidad es precisamente la clave
de sus teorías. Para ellos la actividad
experimental se combina en el conocimiento
con la especulación teórica.
El mundo para los pragmatistas es un
mundo al que reaccionamos, un mundo de
acciones y reacciones reales, que tiene que
ver con sensaciones y con transacciones, con
los resultados de las ideas, y no sólo con sus
orígenes, que es lo que preocupaba a
Descartes. Mientras que para Descartes el
problema es
cómo inferir
desde el
conocimiento intuitivo la existencia de otras
mentes y objetos, para los pragmatistas se
parte precisamente de la existencia de otros
a través de la experiencia, una experiencia
que
el
hombre
transforma.
Si
el
conocimiento sólo tuviera que ver con ideas
eternas o con sensaciones que estuvieran
más allá de su control, nunca podría
descubrirse nada nuevo, lo cual es opuesto
al espíritu del pragmatismo.
7
Sin embargo, la idea pragmatista de
experiencia es peculiar. No equivale a un
experimentalismo. El pragmatismo rechaza
la noción de experiencia como primeras
impresiones de los sentidos, que, como
decía Peirce, no serían sino creaciones
hipotéticas de la metafísica nominalista. La
experiencia surge cuando se presta atención
a la relación entre distintas sensaciones o
ideas, esto es, no sólo a lo inmediatamente
presente sino también a las posibilidades a
las que esos elementos juntos pueden dar
lugar. El significado de un concepto no son
sólo sus efectos sensoriales, no es sólo un
acto o experiencia singular, sino que tiene
que ver con lo que puede suceder. El
pragmatismo no tiene que ver tanto con la
percepción actual sino con la concebilidad.
Se trata de una experiencia más amplia de
lo que se entiende a veces. Como escribía
Peirce en su artículo “Un argumento olvidado
en favor de la realidad de Dios”:
Por experiencia debe entenderse la
producción mental completa. Algunos
psicólogos a los que respeto me pararán
aquí para decir que, aunque ellos admiten
que la experiencia es más que la mera
sensación, no pueden extenderla a toda la
producción mental, ya que eso incluiría
alucinaciones,
engaños,
imaginaciones
supersticiosas y falacias de todo tipo; y que
ellos limitarían la experiencia a las
percepciones de los sentidos. Pero yo
respondo que mi afirmación es la única
lógica. Las alucinaciones, los engaños, las
imaginaciones supersticiosas y las falacias
de todo tipo son experiencias, pero
experiencias malentendidas; mientras que
decir que todo nuestro conocimiento se
relaciona meramente con la percepción
sensorial es decir que no podemos conocer
nada —ni siquiera equivocadamente—
sobre cuestiones más altas, como el honor,
las aspiraciones y el amor. (Peirce, CP
6.492, 1908)
Que nuestra idea de una cosa sea
nuestra idea de sus efectos sensibles o
experimentales no implica que el significado
resida
en
una
experiencia
sensorial
particular. El significado está relacionado con
posibles experiencias futuras, con cómo
afecta a la conducta deliberada, con cómo
los
efectos
prácticos
contribuyen
al
desarrollo de la razón y de las ideas. Un
experimento no es una operación particular
sobre algo particular, sino lo que le pasaría a
todo el mundo dadas ciertas condiciones.
La experiencia pragmatista tiene una
importancia fundamental, y podría llegar a
decirse
que
de
alguna
manera
el
pragmatismo es la forma que ha adoptado el
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8
Sara Barrena
empirismo en la filosofía contemporánea,
pues la experiencia viene a ser para los
pragmatistas la única fuente segura para
juzgar nuestras creencias. Sin embargo, así
como
el
empirismo
hacía
referencia
fundamentalmente
a
una
experiencia
pasada, concebida como algo cerrado, como
un dominio privado mental, para el
pragmatismo
la
experiencia
es
sustancialmente apertura hacia el futuro,
pues no se trata del inventario de algo
acumulado, sino de la anticipación de
posibles desarrollos. Las ideas derivadas de
la experiencia son susceptibles de usos
posibles en el futuro: la determinación de las
condiciones, límites y efectos de esas
posibles
consecuencias
constituye
propiamente la verdad para el pragmatismo.
El pragmatismo por tanto insiste en una
experiencia plural y más amplia, rechazando
las dicotomías fijas, lo a priori, lo mental,
privado y subjetivo de la experiencia
empirista. Los pragmatistas sostienen una
noción de experiencia que no es un ámbito
mental diferente del resto del cosmos, sino
que forma parte de él y es continuo con él.
Como escribe William James:
El pragmatista rechaza la abstracción y
la insuficiencia, las soluciones verbales, las
malas razones a priori, los principios fijos,
los sistemas cerrados y los pretendidos
orígenes y absolutos. Se vuelve hacia lo
concreto y lo adecuado, hacia los hechos,
hacia la acción …se refiere al aire libre y a
las posibilidades de la naturaleza como
contrarias al dogma, a la artificialidad.
(James, Pragmatismo, II)
Para los pragmatistas es necesario
descartar lo que pragmáticamente no tiene
un significado, es decir, aquello que no tiene
un efecto práctico y experimental (en el
peculiar sentido que ellos le dan a
experimental), pero eso no quiere decir que
se descarte toda filosofía o toda metafísica.
Este énfasis en la experiencia —en una
experiencia que es más amplia que lo
sensorial— no significa que los pragmatistas
caigan en un experimentalismo o en un
positivismo científico. La experiencia puede
ser aplicada a otras áreas que no son la
ciencia, por ejemplo a la filosofía o la
cosmología. Muchos de los representantes
pragmatistas admiten una filosofía científica
que parte de la experiencia: Peirce por
ejemplo
sostiene
numerosas
teorías
metafísicas y cosmológicas, y para Dewey
toda la filosofía está orientada a enriquecer y
dar dirección a la experiencia humana.
3.2.
La noción de investigación científica
El conocimiento en los pragmatistas está
marcado por la gran relevancia que
conceden a la investigación científica y por la
confianza que tienen en ella, en gran parte
debido al espíritu cientista que dominaba la
sociedad estadounidense de la época. En el
ambiente intelectual norteamericano de
principios del siglo XIX se experimentaba la
fuerte influencia del realismo escocés y de la
inducción baconiana, y se vivía un creciente
entusiasmo hacia la ciencia natural.
La ciencia es para los pragmatistas una
cosa viva, una actividad que tiene que ver
con conjeturas que se prueban, se aceptan o
se rechazan. Más que un conjunto de
conocimientos
sistematizados
o
una
metodología rígida y muerta, la ciencia sería
algo vivo que permitiría el continuo
crecimiento del pensamiento hacia la
verdad. Lo que es esencial para el
pragmatista es el espíritu científico, que está
determinado a no descansar satisfecho con
las opiniones vigentes, sino a continuar
hasta llegar a la verdad real de la
naturaleza.
La ciencia es algo que se va
construyendo, un proceso que lleva a
cambiar un estado de duda real por otro de
creencia. El método científico es el único que
nos permite conocer esa realidad externa
que afecta a nuestros sentidos siguiendo
leyes regulares, es el único que nos permite
avanzar
desde
hechos
conocidos
y
observados hacia lo desconocido, a través de
la observación y el razonamiento. En el
método científico pragmatista hay lugar para
el
razonamiento
formal
y
para
la
investigación empírica, para el racionalismo
y para el empirismo. El conocimiento no es,
como se ha visto, intuición cartesiana, ni
tampoco una síntesis a priori kantiana, sino
una búsqueda que parte de la duda real y
que avanza mediante el método científico.
En ese proceso, los juicios perceptuales de la
experiencia se acomodan en un entorno
explicativo. El pragmatismo, por lo tanto,
intrínsecamente unido al método de la
ciencia que nos permite investigar las
repercusiones prácticas de las ideas, supone
una guía para el pensamiento y nos ayuda a
clarificarlo.
Por otra parte, en el mismo centro de
esa noción de investigación está la idea de
una comunidad crítica de investigadores. La
ciencia no es algo que pueda desarrollar uno
solo. Como afirma Peirce, el investigador es
sólo alguien que contribuye a una vasta
empresa que al ser continuada a lo largo de
generaciones alcanzará la verdad, ya que la
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adaptación evolutiva ha dotado a los seres
humanos de un instinto para adivinar
correctamente. Para Peirce la verdad sería el
resultado final de la investigación científica
en
comunidad
si
se
continúa
indefinidamente. De modo que en la misma
esencia del pragmatismo está la apertura, la
necesaria relación con los demás, que nos
permite crecer y hace que se desarrolle el
conocimiento.
La noción de ciencia tiene por tanto una
importancia
fundamental
para
el
pragmatismo, pero se trata de una forma no
reductiva de considerar la práctica científica.
No es que la ciencia por sí misma resuelva
todos los problemas, pero proporciona
conocimientos necesarios y ofrece un
método que puede utilizarse para tratar con
los problemas. La ciencia no lo es todo,
simplemente nos muestra una forma exitosa
de investigar que puede aplicarse a otros
ámbitos. Para el pragmatista la inteligencia
humana es “científica” porque tiene sus
raíces en las conductas instintivas y porque
es capaz de aprender de la experiencia,
porque la mente está dotada de plasticidad,
y esa inteligencia científica ha de aplicarse
en todos los ámbitos.
Puede concluirse este apartado diciendo
que el pragmatismo no es propiamente un
cuerpo de doctrinas, ni puede considerarse
una teoría de la verdad. La unión de lo
verdadero a lo práctico y experimental sería
una consecuencia, más que su característica
definitoria. El pragmatismo es más bien una
manera de concebir la investigación, una
manera común (científica) de enfrentarse a
los problemas, examinando las posibles
consecuencias de forma creativa, y uniendo
de esa manera la teoría a la acción.
El pragmatismo es una actitud de
búsqueda, es, como escribía William James,
una disposición a apartar la mirada de las
cosas primeras, de los principios, de las
categorías y de las pretendidas necesidades
para contemplar en cambio las cosas
últimas, los resultados, las consecuencias y
los hechos. El pragmatismo consiste en una
actitud hacia los problemas filosóficos, una
actitud que se aleja de abstracciones y tiene
en cuenta los propósitos y los contextos de
la acción, una actitud de anclar la razón en
la experiencia y en la vida práctica. Que el
pragmatismo sea principalmente una actitud
no le resta importancia, pues con esa
manera de pensar podemos enfrentarnos a
los principales problemas del pensamiento y
repensar conceptos claves como el de
verdad o mente. Lo novedoso de la
metodología pragmática es el intento de
tratar con los problemas tradicionales de una
9
forma nueva, dentro del contexto de una
teoría de la investigación.
4. Panorámica del pragmatismo: de
Dewey a Rorty
4.1.
Charles S. Peirce
Charles S. Peirce (1839-1914) nació en
Cambridge
(Massachusetts)
en
1839.
Aunque la formación académica de Charles
Peirce
fue
eminentemente
científica,
demostró sin embargo a lo largo de toda su
vida una constante fascinación por las
cuestiones filosóficas, a las que se introdujo
principalmente a través de la filosofía
kantiana y de la filosofía escocesa del
sentido común. Entre 1865 y 1891, Peirce
desarrolló su actividad profesional en la
United Coast and Geodetic Survey yrealizó
aportaciones de interés en diversos ámbitos
científicos. Aunque pronunció numerosas
series de conferencias, sólo durante cinco
años tuvo un puesto como docente en una
universidad: entre 1879 y 1884 explicó
lógica en la Johns Hopkins University, de
donde fue despedido después de varios
conflictos. Tras su despido también de la
Geodetic Survey cuando tenía 48 años, se
retiró con su segunda esposa a Milford,
Pennsylvania, donde vivió a lo largo de
veintisiete años. Durante ese tiempo, Peirce
trabajó y escribió afanosamente, aunque la
mayor parte de lo que escribía no llegaba a
ser publicado. Peirce falleció en 1914,
dejando más de 80.000 páginas de
manuscritos, en su mayor parte inéditos,
que fueron vendidos ese mismo año a la
Universidad de Harvard.
Aunque el pragmatismo de William
James puede considerarse el más afortunado
de su época, quizá es el de Peirce el que
más influencia ha continuado ejerciendo a la
larga y ha de considerarse sin duda como el
pragmatismo original, tal y como el mismo
William James reconocía en 1900. “¿Quién
originó el término pragmatismo, tú o yo?
¿Qué entiendes tú por él?” (Peirce, CP
8.253), le escribe Peirce a James cuando
recibe una petición de J. M. Baldwin, editor
del Dictionary of Philosophy and Psychology,
para redactar las definiciones del diccionario
correspondientes a las cuestiones lógicas.
James le respondió entonces que ya hacía
tiempo le había dado todo el crédito por su
invención.
El pragmatismo de Peirce es parte de
una amplia teoría del pensamiento y de los
signos, una teoría que comprende una
metodología científica y una semiótica. La
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10
metodología científica nos ayuda a producir
creencias verdaderas, que son comprobadas
en la práctica. La semiótica, según la cual
todo lo que existe es un signo, hace del
pragmatismo un método para traducir cierta
clase de signos en signos más claros
determinando sus efectos o consecuencias.
El pragmatismo de Peirce llega por tanto a
ser una teoría del significado que emerge de
su trabajo científico y de su concepción de la
lógica, y que se basa en la convicción de que
la función de la investigación no es sólo
representar la realidad sino permitirnos
actuar de forma más efectiva.
Como
ya
se
ha
mencionado
anteriormente, Peirce formuló la máxima
original del pragmatismo en 1878, según la
cual el significado de los conceptos no es
sino la suma de sus consecuencias prácticas.
El significado de algo viene a ser un conjunto
de hipótesis condicionales, lo que sucedería
si se dieran tales circunstancias, y ese
conjunto para Peirce está siempre abierto,
pueden descubrirse nuevas condiciones,
nuevas posibles consecuencias. De este
modo, y quizá es éste el punto central del
pragmatismo peirceano, podemos decir que
el significado crece en tanto que nuestro
conocimiento
se
hace
mayor.
Esta
característica será decisiva a la hora de
comprender al ser humano, a quien Peirce
considera también como un signo y por lo
tanto siempre abierto y en constante
crecimiento.
Por otra parte, el pragmatismo se
convierte para Peirce en la prueba definitiva
de su peculiar concepción de ciencia. Según
Peirce, el proceso científico envuelve tres
pasos que conforman el método encaminado
al descubrimiento de la verdad: la
abducción, la deducción y la inducción. Los
tres son igualmente necesarios, aunque la
distinción de los pasos del método científico
no es estrictamente temporal. Se trata de
clases de razonamiento que no discurren de
modo independiente o paralelo, sino
integrados y cooperando en las fases
sucesivas del método científico. La abducción
incluye todas esas operaciones por las que
los conceptos y las teorías son engendrados;
la deducción debe revisar las posibles
consecuencias
experienciales
que
se
seguirían de la verdad de la hipótesis, y la
inducción a su vez incluye las pruebas para
expresar un juicio final sobre el resultado
total. La abducción constituye para Peirce el
punto central del método: sería imposible
tener ningún conocimiento nuevo si no fuera
por ella, pues es la única operación lógica
que introduce una idea nueva. La máxima
pragmática de Peirce permite diferenciar las
Sara Barrena
hipótesis significativas, es decir, aquellas
que tienen consecuencias empíricamente
probables, de las que no lo son. El
pragmatismo se constituirá de ese modo en
la prueba final de la hipótesis, ya que la
última prueba reside en la vuelta a la
experiencia.
En
este
sentido,
Peirce
considera el pragmatismo no como una
doctrina filosófica sino como la expresión del
método científico genuino, en el que todo
conocimiento parte de la experiencia y tiene
en la práctica su confirmación última.
4.2.
William James
William James (1842-1910) nació en
Nueva York el 11 de enero de 1842. En 1864
ingresa en la Facultad de Medicina de
Harvard, donde completará sus estudios de
medicina después de varias interrupciones.
La formación científica de James en la
universidad se alternaba con su estudio e
interés por la filosofía, alentado por sus
propias lecturas y por el contacto con
algunas de sus amistades. Realizó además
numerosos viajes a Europa que fueron
decisivos para su desarrollo intelectual y
vocacional. William James fue un intelectual
reconocido en su tiempo. No sólo se le
conoce por ser el más destacado divulgador
de la filosofía pragmatista sino también por
ser el primer americano en reconocer la
psicología
como
una
disciplina
independiente. William James es quizá el
pragmatista clásico mas conocido. Aunque
ya se ha visto cómo él mismo daba el crédito
del pragmatismo a Peirce, James fue sin
embargo el primero en usar la palabra
“pragmatismo” de forma impresa: el 26 de
agosto de 1898 la empleó en una
conferencia ante la Philosophical Union of
Berkeley University que después apareció
publicada en The University Chronicle bajo el
título
“Philosophical
Conceptions
and
Practical Results”, un texto en el que James
daba su versión de la máxima original de
Peirce.
En William James el pragmatismo tomó
una forma psicológica, moral y religiosa que
Peirce no pretendía. Mientras que Peirce se
fija en el significado en general, James
presta más atención a las contribuciones que
las creencias y las ideas hacen a las formas
específicas de la experiencia humana. Su
versión de la máxima pragmática hace
hincapié en la praxis. Mientras que Peirce
habla de consecuencias concebibles y no
quiere subordinar el concepto al acto ni el
saber
al
hacer,
para
James
las
consecuencias de una creencia no son sólo
las consecuencias de la verdad de la
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Factótum 12, 2014, pp. 1-18
proposición
creída,
sino
también
las
consecuencias de que la persona lo crea. De
ese modo, hay creencias, por ejemplo
religiosas, que aunque no pueden ser
verificadas se legitiman por su efecto
beneficioso en la vida del que cree, mientras
que para Peirce sería un crimen contra la
integridad de la razón justificar una creencia
sólo porque es agradable o buena, y no
mediante observación y razonamiento.
Para James el pragmatismo no es
principalmente un método lógico sino una
teoría del significado y de la verdad, una
teoría ligada al uso de las ideas, a la
diferencia que hacen en la experiencia, algo
más amplio que se extiende a la evaluación
de creencias particulares, incluyendo tanto la
adopción de hipótesis en la ciencia como el
compromiso con las creencias morales y
religiosas. De esta manera James da una
importancia central a las consideraciones de
valor y satisfacción: es verdadero lo que
tiene efectos positivos en nuestras vidas, lo
que nos permite avanzar, lo que nos permite
tener una relación satisfactoria con las
demás partes de la experiencia. James llama
a su filosofía “empirismo radical” y afirma
que las únicas cosas que deben ser
consideradas por los filósofos son las cosas
definibles en términos obtenidos de la
experiencia; no pueden eliminar ni pasar por
alto nada que haya sido confirmado por la
experiencia. Lo que no es experimentable no
tiene significado, algo que Peirce comparte,
pero
James
entiende
por
efecto
experimentable el efecto de creer una
proposición en la vida del que cree.
Es decir, la aplicación de la máxima
pragmática por parte de James encerraba
también una teoría más amplia de la verdad
no
en
términos
de
adecuación
o
correspondencia con la realidad, sino en
términos de la utilidad que reporta al sujeto,
de aquello que resulta conveniente o
beneficioso para la acción. La verdad no es
para él una representación exacta de cómo
son las cosas en sí mismas, sino “lo
conveniente en el camino de nuestro
pensamiento”,
lo
que
funciona.
“Lo
verdadero, dicho brevemente, es sólo lo
ventajoso en nuestro modo de pensar, de
igual forma que lo justo es sólo lo ventajoso
en el modo de conducirnos” (El significado
de la verdad, prefacio). Las creencias, más
que copias o representaciones de objetos
externos, son instrumentos plásticos y
modificables que deben proporcionar un
beneficio moral y psicológico al que cree. La
experiencia personal, de algún modo, se
convierte en fuente y prueba suficiente de la
verdad.
11
James concibe por tanto la verdad en
términos de guía, lo que es una clara
característica pragmatista —el acuerdo con
la realidad es el ser guiados por ella—, pero
esa teoría de la verdad adquiere en él claros
tintes nominalistas: las ideas tienen su
significado en su ocurrencia particular
existente. Para Peirce, en cambio, lo general
es tan real como lo concreto. James se fija
en lo particular, en verdades específicas y
satisfactorias,
en
proposiciones
ahora
confirmadas más que en la verdad como tal.
De este modo concede más relevancia a la
aportación del individuo, mientras que Peirce
da más importancia al papel de la
comunidad.
Algunas de las consecuencias de la
fusión de la máxima pragmática con el
empirismo radical de James son, en primer
lugar, su oposición al dualismo cartesiano a
través de la corriente continua que para él
es la experiencia. La experiencia pura no es
ni mental ni física, no se pueden separar
consciencia y contenido, cognoscente y
objeto. Se conoce algo si nos permite actuar
con éxito. En segundo lugar, hay una
defensa a ultranza del pluralismo en
oposición al monismo metafísico de los
racionalistas. Así, si ciertas creencias
conducen a consecuencias que constituyen,
en última instancia, una diferencia práctica
en la conducta concreta de los individuos, no
hay evidencia más allá de esa experiencia
radicalmente plural y personal que legitime
la adopción definitiva de una u otra creencia.
En consecuencia, y dado que estamos
siempre obligados a actuar, James reclamó
el derecho de cada ser humano a elegir y
adoptar sus creencias, siempre y cuando
supusieran una diferencia práctica en la
experiencia. Para James no tenemos derecho
a excluir los problemas metafísicos y
religiosos de la discusión filosófica, pues
pueden suponer una diferencia práctica real.
4.3.
John Dewey
John Dewey (1859-1952) nació en
Burlington, Vermont. Formado en la Johns
Hopkins University fue después profesor en
las universidades de Chicago y Columbia.
Filósofo y pedagogo, luchó incansablemente
por una mejora en la educación, y se le
conoce como una de las figuras más
relevantes de la pedagogía progresista en
Estados
Unidos.
Dewey
reformuló
el
pragmatismo de Peirce y James reajustando
algunas de sus doctrinas en conflicto. La
gran intuición de Dewey frente a otros
pragmatistas fue aplicar la inteligencia, la
razón humana —la misma que se había
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12
aplicado con éxito a la ciencia— a las
cuestiones éticas y sociales, y en concreto a
la educación. Para Dewey el problema más
profundo de la vida moderna era integrar las
creencias del hombre sobre el mundo y sus
creencias sobre los valores y propósitos que
deberían dirigir su conducta. Tenía la
convicción de que, mientras que en los siglos
XVII, XVIII y XIX el papel de los filósofos era
favorecer la investigación científica, en el
siglo XX su papel era extender esa
investigación al estudio del hombre.
Dewey aplica por tanto su orientación
metodológica, y en concreto la máxima
pragmática, a un universo más amplio, al
campo de los valores, y ejemplifica la parte
social y política del pragmatismo. Para
Dewey —como para Peirce— el pragmatismo
es también un método, y éste ha de llevarse
de la ciencia a otros ámbitos, de forma que
se aplique del modo más amplio posible.
El rasgo principal del pragmatismo no es
para
Dewey
la
identificación
entre
pensamiento y acción, sino la conexión
inseparable entre cognición y propósito
racional. La acción humana, racional, es
siempre una acción que persigue un fin y
que —al igual que sostenía Peirce— está
sujeta a autocontrol. Para Dewey es
fundamental la noción de acción inteligente,
y los valores son precisamente placeres que
son consecuencia de la acción inteligente.
Dewey sostiene también la idea de
utilidad presente en James, distinta de un
puro interés: “Un concepto de la verdad que
hace de ella un simple instrumento de
ambición y exaltación privada es tan
repulsivo que causa asombro que haya
críticos que hayan atribuido ese concepto a
unos hombres en su sano juicio”. Para
Dewey, la utilidad se refiere a aquello que
sirve para organizar el modo de pensar. Este
es el peculiar instrumentalismo de Dewey,
surgido de su reajuste del pragmatismo, que
trataba de abarcar a la vez sus aspectos
lógicos
y
humanistas.
Según
el
instrumentalismo, el pensamiento da lugar a
actos que modifican los hechos futuros
haciéndolos más razonables y adecuados a
los fines que nos proponemos. En realidad,
verdad como utilidad significa que las ideas
y las teorías contribuyen a la reorganización
de la experiencia para que se ajuste mejor a
sus propósitos. No se mide la utilidad de una
carretera, afirma Dewey, por el grado en
que se presta a los designios de un salteador
de caminos. Se mide por cómo funciona en
la realidad como tal carretera, como medio
fácil
y
eficaz
de
transporte
y
de
comunicación pública. Lo mismo ocurre con
Sara Barrena
la aprovechabilidad de una idea o de una
hipótesis como medida de su verdad.
La verdad, por tanto, está para Dewey,
como buen pragmatista, en el futuro, en las
consecuencias, en aquello que puede ser
descubierto y verificado, en una manera de
emplear la inteligencia para mejorar el
mundo.
Por otra parte, Dewey rechaza, al igual
que los demás pragmatistas, la búsqueda de
certeza cartesiana y la necesidad de unos
fundamentos primeros. Para él, al igual que
para Peirce, la verdad es el resultado de la
investigación competente, una investigación
que
se
desarrolla
determinando
experimentalmente
las
consecuencias
futuras. Dewey tiene, al igual que Peirce,
una lógica amplia, una teoría de la
investigación, aunque Peirce le critica que su
teoría es sólo descriptiva, una historia de la
investigación. Sin embargo, las nociones de
investigación de los dos pensadores son en
el fondo muy similares. Los dos están de
acuerdo en que es necesario actuar sobre las
hipótesis para verificarlas, y en que en el
desarrollo de la investigación, que es un
proceso,
pueden
generarse
nuevos
problemas.
Ese
proceso
supone
una
superación de las viejas dicotomías, y
defiende
la
relación
intrínseca
entre
experiencia y razón. El pragmatismo de
Dewey, al igual que el de Peirce, va en
contra de una racionalidad separada: la
verdad es algo intrínseco a la investigación,
no algo trascendente: no se puede separar
el conocimiento del contexto en el que
surge, sino que tiene que ver siempre con la
situación. Sin embargo, el pragmatismo de
Dewey, aunque situado en un contexto
social, es más individualista que el de Peirce.
Y así, en su idea de investigación Dewey
tiende a enfatizar más la situación específica
en la que se produce y la necesidad de que
esa situación deje de ser problemática,
mientras que Peirce enfatiza más el papel de
la comunidad y la continuidad indefinida de
la investigación. Para Dewey, el individuo es
el sujeto del pensamiento creativo y el autor
de la acción.
En esa investigación, los ideales y los
fines funcionan para Dewey como medios
que guían el proceso deliberativo para
controlar la experiencia y obtener futuros
bienes, el crecimiento en sí mismo, el
human flourishing, aparece como el único fin
moral de ese proceso. Es esa importancia del
crecimiento algo que también comparte
Peirce, quien sostiene que el crecimiento de
la racionalidad es lo único deseable por sí
mismo, y por tanto el fin último al que todas
las actividades humanas deben aspirar.
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Factótum 12, 2014, pp. 1-18
El método de investigación de Dewey, un
proceso auto-correctivo de crecimiento, se
aplica en la ciencia, pero es también el
paradigma de la actividad moral. El ideal del
crecimiento se sitúa en Dewey en un
contexto social y educativo: ese proceso de
crecimiento es lo que ha de conducir a la
clase de vida humana que es posible en una
sociedad
libre,
democrática,
tolerante,
igualitaria, una sociedad en la que las
ciencias y las artes proliferen y haya
progreso, una sociedad que trate de ir más
allá de sus límites. La investigación no sólo
nos lleva a encontrar lo que hay, sino
también a averiguar qué necesidades
tenemos, qué pueden llegar a ser los seres
humanos.
4.4.
F.C.S. Schiller
El pragmatismo no se quedó sólo en un
fenómeno estadounidense, sino que traspasó
las fronteras y se extendió por otros lugares.
Podemos destacar a Ferdinand Cunning
Scott
Schiller
(1864-1937)
como
el
pragmatista más famoso nacido en Europa,
aunque vivió también en Estados Unidos y
fue profesor en las Universidades de Cornell
y California.
Nacido el 16 de agosto de 1864 en
Altona,
cerca
de
Hamburgo,
Schiller
considera su propio pensamiento, al que
denominaba
humanismo,
como
un
pragmatismo más amplio, que se extiende a
todas las disciplinas filosóficas. Como los
demás
pragmatistas
clásicos,
Schiller
sostiene que la verdad depende de las
consecuencias prácticas, pero para él los
fines de la vida mental son los del hombre, y
todo conocimiento queda subordinado a la
naturaleza humana y a sus necesidades
fundamentales. El humanismo, dice Schiller,
es simplemente la comprensión de que el
problema filosófico concierne a seres
humanos que intentan comprender un
mundo de experiencia humana con los
recursos de la mente humana.
Schiller era un humanista en el sentido
de que tanto la realidad como el
conocimiento eran para él reflejos de la
actividad
humana.
Entiende
que
transformamos realmente las realidades
mediante nuestros esfuerzos cognitivos, y
que, por tanto, nuestros deseos e ideas son
fuerzas reales en la configuración del
mundo. Ha de suprimirse, sostiene, una
razón pura separada de las exigencias de la
acción. Así, tanto la realidad como la verdad
son plásticas, están hechas por el hombre y
son relativas a los propósitos privados de
una persona particular.
13
La verdad depende de nosotros y es
mutable, al igual que la realidad. Para
Schiller, como para Protágoras, el hombre es
la medida de todas las cosas, construye para
llegar a un resultado satisfactorio, y toda la
ciencia se deriva y está guiada por el
proceso
psicológico
del
pensamiento
humano: hay una identificación de verdad y
verificación. De esta manera, Schiller
transformó el pragmatismo en un relativismo
revolucionario.
4.5.
Otros pragmatistas
El
pragmatismo
se
extendió
rápidamente, y podemos mencionar otros
miembros de lo que llegó a ser una extensa
familia. Entre los pragmatistas americanos
podemos destacar en primer lugar a George
H. Mead (1863-1931), que desarrolló un
pragmatismo orientado a la psicología social
y una de las teorías pragmatistas más
completas de la mente. Para él la autoconsciencia emerge de las interacciones
sociales a través del uso de símbolos. A
través del acto social se dirigen las
actividades y se controla el futuro, y así
Mead coincide con Dewey en que el individuo
y la comunidad son correlativos. Entre los
pragmatistas americanos podemos destacar
también a Clarence Irving Lewis (18831964), que desarrolló una teoría del
pragmatismo conceptual. Lewis se fija en los
conceptos y categorías a través de los cuales
se interpreta la experiencia. Esos conceptos
constituyen un elemento a priori del
conocimiento, que tiene sin embargo una
finalidad.
En Europa, uno de los movimientos
pragmatistas más importantes tuvo lugar en
Italia, defendido por autores como Giovanni
Papini
y
Prezzolini,
que
veían
el
pragmatismo como una ruptura radical con
el positivismo, o Mario Calderoni y Giovanni
Vailati, que lo veían como una extensión y
mejora del positivismo. Todos ellos eran
colaboradores de la revista Leonardo, en la
que también escribieron Peirce, James y
Schiller. Papini, quizá el más conocido de
todos los pragmatistas italianos, sostiene un
pragmatismo mágico y lleva a cabo una
exaltación romántica de la acción: a través
de la acción creativa, sumergiéndose en la
realidad e identificándose con ella, no sólo
describiendo la realidad como es sino
también conformándola de acuerdo a
nuestros ideales, el hombre lograría una
especie de divinidad.
Durante las dos primeras décadas del
siglo XX, el pragmatismo fue objeto de
notable interés en los círculos intelectuales
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14
Sara Barrena
europeos, e incluso llegó a atraer la simpatía
de personalidades filosóficas muy dispares,
entre las que podría incluirse en España a
Miguel de Unamuno y Eugenio d’Ors.
Obtendremos sabiduría de nuestros actos y
no de nuestras contemplaciones, escribió
Unamuno.
Puede señalarse que otras corrientes de
sello muy diverso han sido caracterizadas
como tendencias pragmatistas: desde los
movimientos antiintelectualistas de Bergson,
Blondel
o
Spengler,
el
biologismo
epistemológico o intento de interpretar los
procesos cognoscitivos en términos de
actividad y sobre todo de utilidad biológica,
hasta los trabajos semióticos de Charles
Morris o el llamado totalismo u holismo
pragmático de Quine, para quien algunos
aspectos de la evolución, organización y
funcionamiento de la estructura conceptual
de la ciencia son cercanos a Schiller, James
y Dewey. Se ha llegado incluso a identificar
en la segunda etapa de Ludwig Wittgenstein
algunas
afinidades
con
la
tradición
pragmatista.
4.6.
El pragmatismo en nuestros días
Tras los pragmatistas clásicos, el
pragmatismo se estancó en la década de los
30, a medida que se fue implantando en las
universidades la filosofía analítica. Sin
embargo, esa visión aceptada de que la
filosofía analítica rompía profundamente con
el pragmatismo americano clásico ha sido
cuestionada. Richard Berstein ha señalado
que existen tendencias pragmatistas en
algunos representantes de la filosofía
analítica como Quine o Sellars, llegando a
constituir el movimiento analítico un legado
pragmático que no ha cesado. Sea como
sea, puede decirse que el pragmatismo
clásico revive después del positivismo, de la
fenomenología, del análisis lógico, de la
epistemología
naturalista
y
de
la
deconstrucción. A finales del siglo XX el
pragmatismo volvió a recibir una atención
destacada
gracias
a
la
renovación
pragmatista que algunos autores llevaron a
cabo en el seno de la tradición analítica, y al
trabajo de Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas
en la filosofía continental europea.
Los principales pragmatistas de nuestros
días, Hilary Putnam y Richard Rorty, niegan
la verdad absoluta para hacer sitio a una
ciencia y a una moral humanizadas. No hay
verdades
absolutas
esperando
ser
descubiertas, no hay fundamentos absolutos
para las disciplinas, algo que rescatan de los
pragmatistas clásicos, particularmente de
Peirce y de la importancia que concede al
error.
Sin
embargo,
aparecen
claras
diferencias entre los dos pensadores:
Putnam sostiene un realismo pragmático y
moral, y pone el énfasis en la razón; en
algún sentido podría situarse dentro de una
línea pragmatista religiosa —presente en los
pragmatistas clásicos como Peirce, James o
Dewey— que afirma que para vivir
plenamente como ser humano es preciso
elegir cómo vivir. Putnam sostiene un
pluralismo derivado de oponerse a la noción
de verdad como correspondencia: no hay
una única descripción del mundo. Por su
parte, Rorty es un materialista. Para él todo
es producto del tiempo y del azar, y puede
decirse que en general su pensamiento tiene
carácter escéptico. Pone el énfasis en los
valores de la vida individual y privada. Para
Rorty, de modo similar a Schiller, la filosofía
no es una forma de investigación sino algo
literario, simplemente una continuación de la
conversación de la cultura occidental, algo
convencional, conversacional.
Pueden mencionarse brevemente otros
representantes del pragmatismo en nuestros
días: Stanley Fish, que convierte en central
para su teoría pragmática la noción
peirceana de comunidad interpretativa,
aunque a diferencia de Peirce afirma que la
verdad está enteramente constituida por la
comunidad, no dejando lugar para nada
fuera de la interpretación. Al igual que Rorty,
Fish tiende a un pragmatismo idealista en el
que el mundo desaparece en una multitud
de perspectivas, sin que haya nada que nos
guíe para movernos entre ellas; Nelson
Goodman, fallecido en 1998, desarrolló un
pragmatismo metodológico y un relativismo
en cuestiones ontológicas. Para él la realidad
tenía carácter plástico y era expresable en
una variedad de sistemas de símbolos. No se
puede buscar la naturaleza de los objetos,
sino que realidad es todo lo que se dice
verdaderamente que es, en cualquier
lenguaje o sistema de símbolos; Sydney
Hook ha desarrollado técnicas críticas de
análisis de algunas ideologías.
Un ala más científica del pragmatismo
contemporáneo —o podríamos mejor decir
cientista, pues es fuertemente reduccionista
— cuenta con representantes como Paul y
Patricia Churchland o Stephen Stich, y
afirma que la verdad no es el fin de la
investigación, sino que tiene un carácter
meramente
instrumental.
Otros,
como
Joseph Margolis, tratan de hacer una
reconciliación,
lo
que
denominan
un
“pragmatismo sin fundamentos”, en el que
los elementos plausibles del realismo se
reconcilien con los elementos plausibles del
relativismo.
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Factótum 12, 2014, pp. 1-18
En todo caso puede afirmarse que
surgen en el siglo XX nuevas formas de
pensar acerca de los problemas filosóficos en
las que aparece lo práctico y lo humano, y
que por lo tanto tienen las características
centrales del pragmatismo. Aparecen nuevas
formas de pensamiento que tratan de
reconciliar lo real con un falibilismo y un
pluralismo, de encontrar un punto medio
entre dogmatismo y escepticismo, de llegar
a una noción de verdad a la que se pueda
aspirar, que no sea inalcanzable y que a la
vez responda a ese nombre. El pragmatismo
ha cambiado la escena filosófica, que ya no
busca sistemas de verdades eternas, y nos
ha enseñado a confiar en una razón de
relativo valor, falible, pero humana y eficaz.
El pragmatismo es la noción de una filosofía
que avanza hacia el futuro con confianza.
4.7.
Una filosofía de la imaginación y del
crecimiento
Aunque se inicia como un método lógico
para clarificar conceptos, el pragmatismo
llega a ser toda una manera de concebir la
investigación, el conocimiento y el avance
del ser humano hacia la verdad. En esa
concepción, nos encontramos con que ni el
universo ni la vida humana son algo ya
realizado o terminado, sino algo abierto que
ha de desarrollarse en el futuro. Para los
pragmatistas el significado reside en el
futuro. El significado de una idea reside
exclusivamente en su efecto concebible
sobre la conducta, y la única conducta sobre
la que podemos influir es la futura. El
significado no está en un experimento o una
práctica
determinada,
sino
en
los
“fenómenos experimentales”, en algo de
carácter general, en el instaurarse un hábito
de acción, en lo que sucederá en el futuro si
llega a actuarse de una cierta manera, en la
forma en que una proposición deviene
aplicable a la conducta humana. Para
entender el significado de un concepto hay
que ver por lo tanto las consecuencias
posibles a las que daría lugar. El significado
no consiste sólo en aquellas consecuencias
que realmente tiene el comportamiento, sino
en
todas
aquellas
que
pudiera
concebiblemente tener. El énfasis en el
orden de lo posible lleva a la comprensión
del pragmatismo no sólo como una teoría de
lo práctico, sino como una teoría que abre
posibilidades de acción. Se rechaza así un
determinismo mecánico moderno y se deja
espacio para algo que es más acorde a
nuestra propia experiencia: los seres
humanos pueden influir en su propio destino.
15
El
pragmatismo
deja
abierta
la
posibilidad y la legitimidad de muy creativos
métodos de investigación y descubrimiento.
Tiene que ver con el examen y la creación de
posibilidades,
con
los
vuelos
de
la
imaginación, que está en el centro mismo
del pragmatismo, puesto que es necesaria
para investigar las consecuencias posibles y
para idear los cursos de acción. El
pensamiento tiene una función constructiva,
creativa,
orientada
al
futuro.
Somos
participantes
activos
en
un
universo
inacabado. Hay un continuo entre la mente y
el entorno que experimentamos, un proceso
temporal y creativo. Existe una respuesta
creativa de la mente al mundo que le rodea.
Las ideas no son copias del mundo sino
maneras de organizarlo.
Se ha visto que el pragmatismo no es
una mera exaltación de la acción por la
acción, ni es tampoco un mero positivismo o
un principio de verificación. Lejos de
limitarse a unas intuiciones iniciales,
propugna un desarrollo constante de nuevos
cursos prácticos de acción que sirven para
probar o desechar hipótesis, para aumentar
la inteligibilidad del universo y determinar la
opinión que culmine la investigación. El
pragmatismo tiene que ver con el futuro vivo
y establece una continuidad entre teoría y
práctica, entre ciencia y vida.
Las implicaciones del pragmatismo son
por tanto mucho más profundas de lo que
puede parecer a primera vista, y parece un
modo de pensar más adecuado a nuestra
naturaleza y a nuestra experiencia que el
absolutismo
moderno.
Su
concepción
plástica del universo y del pensamiento
humano suponen una respuesta a posiciones
idealistas, fijas, con pretensión de ser
absolutas. La acción y el cambio se
convierten en ingredientes esenciales de la
realidad.
5. Conclusión
Se han recorrido las características del
pragmatismo y las peculiaridades de los
principales pragmatistas. Con su unión de
conocimiento y acción y su flexibilidad
conceptual sin perder de vista la realidad,
con su correspondencia del individuo con lo
social y su noción de continuidad, el
pragmatismo está bien preparado para los
retos de nuestra época. Su legado, afirma
Richard Bernstein, tiene riqueza, diversidad
y vitalidad para ayudar a clarificar y resolver
problemas con los que nos enfrentamos
actualmente. El pragmatismo puede verse
por tanto como una conversación que no ha
cesado en la que hay voces diferentes e
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Sara Barrena
incluso disonantes, y que puede conducir
más allá de muchos de los debates estériles
de la modernidad y la postmodernidad. La
tradición pragmática no es una tradición
honrada y embalsamada sino que sigue viva,
es
constantemente
reinterpretada
y
proporciona nuevas fuentes de inspiración.
poder.
d) Aquello que es material.
6. Cuál de las siguientes características del
pragmatismo no es correcta:
a) Es anticartesiano.
b) Pone el énfasis en la experiencia.
6. Cuestionario de repaso
c)
1. El pragmatismo surgió como:
d) Concede mucha importancia al
a) Una teoría de la acción humana.
método cientifico.
b) Una teoría del significado.
c)
Rechaza toda metafísica.
7. El pragmatismo de Charles S. Peirce:
Una teoría metafísica.
a) Surge como teoría de corte social.
d) Un método lógico para clarificar
conceptos.
b) Puede considerarse como un
“humanismo”.
2. El pragmatismo tiene por tesis principal:
a) La conexión de pensamiento y
acción.
Sostiene una noción utilitarista de
la verdad.
d) Supone la prueba final de su
b) La supremacía de la acción.
c)
c)
metodo científico.
La búsqueda de la utilidad, el poder
y el beneficio.
8. John Dewey considera que:
a) La acción humana no tiene un fin
d) La supremacía del poder
determinado.
americano.
b) El único fin moral es el crecimiento.
3. Cuál de las siguientes afirmaciones sobre
el pragmatismo es verdadera:
b) Es un modo de pensar original y
9. Los principales representantes
pragmatismo en nuestros días son:
novedoso.
Sus fuentes son el empirismo
británico y la filosofía alemana
moderna.
b) Giovanni Papini y Mario Calderoni.
c)
individualismo norteamericano.
pragmática
original
Stanley Fish y Nelson Goodman.
d) George H. Mead y Clarence I.
Lewis.
fue
a) William James.
b) John Dewey.
c)
del
a) Hilary Putnam y Richard Rorty.
d) Es un reflejo del fuerte
4. La máxima
redactada por:
El fin universal es la verdad.
d) El fin es el éxito de la investigación.
a) Es una filosofía localista.
c)
c)
Charles S. Peirce.
d) F. C. S. Schiller.
5. El pragmatismo tiene que ver con lo
práctico entendido como:
10. Para el pragmatismo el significado de
una idea:
a) Es algo completamente cerrado.
b) Reside en un experimento o
práctica actual y determinada.
c)
Es incognoscible.
d) Tiene que ver con las posibilidades
futuras.
a) Aquello útil o exitoso.
b) Aquello que puede ser probado en
la experiencia.
c)
Aquello que nos permite ejercer el
Respuestas:
1.d, 2.a, 3.c, 4.c, 5.b,
6.c, 7.d, 8.b, 9.a, 10.d
Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014)
Factótum 12, 2014, pp. 1-18
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Centro perteneciente a la Indiana University que lleva a cabo la edición cronológica de los
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Annotated Catalogue, e información detallada sobre el trabajo de la edición cronológica.
The John Dewey Society: http://doe.concordia.ca/jds/
Sociedad fundada en 1935. Su página web incluye información bibliográfica y otros
recursos para el estudio de Dewey.
The Pragmatism Cybrary: http://www.pragmatism.org/
Sitio web coordinado por John Shook en el que puede encontrarse mucha información
sobre el pragmatismo americano, bibliografías de los pragmatistas americanos, enlaces a
otros proyectos y universidades, novedades bibliográficas, etc.
William James Society: http://www.wjsociety.org/
Web de la Sociedad fundada por Randall Allbright para el estudio de la figura y el
pensamiento de William James. Incluye artículos y bibliografía.
Licencia CC BY-NC-SA 3.0 ES (2014)