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Ortorexia: enfermar por comer demasiado sano
Este trastorno alimenticio afecta al 28% de la población en los países
desarrollados y lleva a una angustia perpetua por comer sano.
SALOMÉ GARCÍA07 DE ABRIL DE 201407:30 H.
Te entra hambre a media
mañana. Vas a la máquina del
café y, de paso, sacas un bollo
de chocolate. De pronto
alguien clama con voz de
profeta: “¡No le pongas
azúcar! Es malísimo por la
glicación" (un proce
proceso químico
debido al exceso de azúcar
que lleva al envejecimiento
prematuro). "¿Sacarina?
"¡Peor aún! ¡Es veneno! Y el
bollo ese es masa industrial,
lleno de aditivos artificiales y
químicos cancerígenos”.
Acto seguido le hinca el diente a una manzana de agricultura ecológica y se
va tan campante, convencido de ser el último baluarte de una dieta
saludable. Aunque, tal vez, sea un caso de persona ortoréxica
ortoréxica. “A veces,
entre el esfuerzo por comer sano y la obsesión por los alimentos dista solo
un paso.
Desde el punto de vista médico hablamos de un tipo de trastorno
obsesivo que lleva al extremo la idea de una alimentación sana. La
persona que padece ortorexia desarrolla un control exhaustivo y cada
vez más estricto de los compontes de los alimentos, procura ingerir solo
comida orgánica, vegetal, no tratada con fertilizantes, sin conservantes,
ni grasas saturadas”, señala Rubén Bravo, especialista en Nutrición del
Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Un apostolado en pro
de la alimentación inmaculada que, en muchas ocasiones, hacen
extensivo a quienes les rodean, escandalizándose de ‘delitos’ alimenticios
como las patatas fritas, las salchichas o los refrescos azucarados.
En una sociedad que cada vez come más y peor es difícil detectar cuándo
alguien ha tomado responsablemente las riendas de su nutrición y
cuándo se le está yendo de las manos. La Organización Mundial de la
Salud cifra que la ortorexia afecta a un 28% de la población de los países
desarrollados y que su prevalencia podría ir en aumento en los próximos
años. Se empieza por huir de lo artificial, por contar calorías y por huir
de lo transgénico y se acaba por caer en lo patológico. “Las alarmas se
deben disparar cuando alguien dedica más de tres horas a organizar su
menú, cuando busca cualquier excusa para no comer fuera hasta el punto
de minimizar sus relaciones sociales e, incluso, cuando cuenta cuántas
veces mastica cada bocado”, explica Bravo. La ortorexiaafecta
principalmente a mujeres, adolescentes y deportistas, sobre todo,
quienes practican fisioculturismo. “Estos pacientes suelen presentar un
déficit de grasa, hipotensión y problemas cardiovasculares. Desde el
punto de vista psicológico, alternan estados de euforia con otros de
ansiedad. Y experimentan una falsa autoestima, basada en un
sentimiento de superioridad basado en la idea de que su modo de vida es
mejor que el del resto”.
El siguiente paso es demonizar ciertos alimentos. Empieza la cruzada
contra las carnes rojas, los azúcares simples, los lácteos con lactosa o las
grasas saturadas. O, más recientemente, el gluten. “Si no se es celíaco o
intolerante no hay por qué eliminarlo de la dieta. El gluten es una de las
principales proteínas del trigo. Aporta vitaminas del grupo B y minerales
como el hierro, calcio o zinc, entre otros nutrientes, por lo que no hay
motivo alguno para eliminarlo de una dieta equilibrada”, apunta la
doctora Cristina Bouza, médico especialista en Nutrición en la Clínica
Instimed. “No tiene ninguna base científica proscribir ningún alimento.
Siempre habrá unos más saludables que otros, unos que sean de ración
diaria y otros que sean un ‘extra’ o, incluso, o un ‘muy extra’. Cuando
detectas ideas radicales con respecto a la comida sabes que estás ante un
paciente inestable psicológicamente”, puntualiza la doctora Mar Mira, codirectora de la Clínica Mira + Cueto.
Alicia Silverstone, toda una 'gurú' del
vegetarianismo, desveló en su blog que
a su hijo le daba de comer al estilo
polluelo: primero mastica ella la comida
y después se la pasa boca a boca al
crío.
Ocurre que hay quienes llegan a la consulta del nutricionista, con ganas
de adelgazar o de someterse a una dieta détox, pero con una larga lista
de alimentos que supuestamente son ‘veneno’ para ellas. “Son los que se
saben al dedillo la composición de los alimentos y tienen su criterio
propio acerca de lo que deben o no comer. Nuestra misión como médicos
es aconsejar y recomendar aquellos alimentos que les ayuden a bajar
peso de una manera sana y beneficiosa para su salud”, apunta la doctora
Cristina Bouza, médico especialista en Nutrición en la Clínica Instimed. Sin
embargo, cuando alguien está convencido de que un alimento es tóxico
para su organismo puede tener reacciones somáticas indeseadas.
“Cuando nos autoconvencemos de que algo nos sienta mal, al final,
acaba haciéndolo”. El cerebro interpreta esa angustia como que
ciertamente se ha ingerido algo pernicioso, fantasea con los posibles
efectos adversos de esos contaminantes en el organismo y, lo más
probable, es que la digestión se complique o incluso se produzcan
episodios parecidos a una alergia.
En esa búsqueda angustiosa por ingerir todos y cada uno de los nutrientes
recomendados es frecuente echar mano de los suplementos
nutricionales. A veces, en exceso. “El consumo excesivo de suplementos
de proteínas a largo plazo puede contribuir a la desmineralización ósea, la
osteoporosis y la sobrecarga renal. El exceso de vitamina D provoca
niveles de calcio en sangre anormalmente altos que pueden dañar
gravemente los huesos, el tejido blando y los riñones. Abusar de la
vitamina A y el betacaroteno, frecuente en verano para lograr un
bronceado más duradero, puede tener efectos tóxicosa largo plazo en los
órganos que los metabolizan: ojos, hueso e hígado”, alerta Bravo.
La obsesión por sumar y restar calorías lleva a conductas peligrosas para
la salud. Una ramificación de la ortorexia es la alcohorexia(o drunkorexia,
en inglés). “Es compensar el exceso de calorías consumidas con el
alcohol reduciendo la ingesta calórica del resto de comidas. Este
desorden lo sufren, sobre todo, mujeres jóvenes, entre 15 y 30 años”,
advierte Bravo. “Es un trastorno alimenticio grave que muchas veces
termina en un doble deterioro del organismo provocado por la suma del
alcoholismo y la desnutrición. Suele ir acompañado de bulimia y las
consecuencias son pérdida de concentración, anemia, daño en órganos
vitales y un alto riesgo de muerte". Esta moda por matarse de hambre
para lanzarse en plancha a hacer botellón no es solo una locura de
colegios mayores americanos. Ya se da en España. “En el IMEO
atendemos en consulta un 8% más de pacientes debido a este
desorden”, asegura Bravo. Ante la más mínima evidencia los expertos
recomiendan un abordaje multidisciplinar con psicoterapia, control
nutricional, terapia por biorresonancia para equilibrar el funcionamiento
emocional y pauta farmacológica con antidepresivos, ansiolíticos o
anoréxicos. Para el resto: dieta mediterránea y disfrutar de la vida sin
obsesionarse por una caloría de más.