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La mediación del "higienismo" en la
génesis del Servicio Social en el
Uruguay
Luis Acosta
Assistente Social. Doutorando em Serviço Social no Programa de Pós-graduação da
Escola de Serviço Social da Universidade Federal do Rio de Janeiro.
E-mail: [email protected]
Home-page: http://www.chasque.apc.org/leacosta
Professor Assistente do Departamento de Fundamentos do Servicio Social da Escola
de Serviço Social da Universidade Federal do Rio de Janeio.
Introducción
Una revisión de los estudios realizados (1) en relación a la génesis del Servicio Social
nos lleva a procurar en los procesos de racionalización de la vida social constitutivos de
la modernidad capitalista, las condiciones que explican la emergencia de nuestra
profesión. Pero los procesos de racionalización que singularizan la modernidad
capitalista no son ajenos al proceso de mercantilización de la vida social (y de
resistencia a ella) que metamorfosea trabajo concreto en trabajo abstracto (2). La
resistencia a la mercantilización de la vida social constituye el contenido al que alude la
expresíon, originada en las clases dominantes, "cuestión social" (3).
Será la política sanitária y su correlato el "higienismo", entre las varias políticas sociales
que tratan de forma fragmentaria la "cuestión social", que se constituirá en una
determinación propia de la sociabilidad burguesa uruguaya al inicio deste siglo XX,
dando legitimidad a la intervención social en la vida vida cotidiana de las clases
sociales subalternas.
Prestamos especial atención a esta política sanitaria, debido a que fue aquí donde
surgió la demanda por Asistentes Sociales, así como también las primeras respuestas
a esta demanda. En esa política sanitaria, secularizada radicalmente en las manos de
la institución médica, tenemos también el predominio del espíritu científico-natural
propio del positivismo.
La constitución de ordenamiento social burgués, tiene como correlato un cambio en lo
que respeta al estilo de pensamiento que pasa a predominar en la construcción de las
instituciones modernas. Este nuevo estilo de pensamiento puede ser analizado en
términos de avance del pensamiento positivista o científico-natural. Como es sabido el
pensamiento positivista o razón positiva surge como respuesta al poder "destructor" de
la razón crítica o negativa con la cuál se habian orientado los principales líderes de la
Revolución Francesa en su tarea de criticar (y destruir) las instituciones del "antigo
regimen". La substitución de la razón crítica por la razón positiva significó un viraje en la
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actitud de la burguesia que luego de haber encabezado los procesos revolucionarios
que pusieron fin a las instituciones del "antigo regimen" pasó a adoptar una actitud
conservadora (aunque a veces puede llegar a ser reformista) en relación con la nuevas
instituciones y dejó de lado la tentativa de terminar con las antiguas instituciones a
través de procesos revolucionarios. Este cambio fue debido a que en los procesos
revolucionarios que pusieron fin a las instituciones del orden feudal (fundamentalmente
las revoluciones en los paises europeos de 1848), la clase obrera emergió como clase
independiente (clase para-si) que además de querer, como la propia burguesia,
terminar con las antiguas instituciones (con los enemigos de sus enemigos), queria
también abortar la constitución de una nueva forma de explotación y dominación. De
aquí en más la transición para el capitalismo se desarrollará por la vía "junker" (o
"revolución sin revolución", esto es, a través de una alianza (sin duda que repleta de
contradiciones) entre la burguesia y las viejas clases dominantes (4).
Al mismo tiempo este estilo de pensamiento va al encuentro de una realidad social que
se presenta bajo una forma de objetividad cosificada o reificada como consecuencia de
la mercantilización de la vida social, así como esa realidad social precisa de ese estilo
de pensamiento como forma de autoconciencia. El positivismo es la autoconciencia
necesaria de una realidad social que se transformó en una "cosa" que puede ser
administrada o manipulada. En este sentido el positivismo es parte del "sentido
comúm" de los individuos sociales aislados que viven en esta forma de organización de
la vida social y se corresponde con una forma de práxis manipulatoria que caracteriza
la vida cotidiana en la sociedad burguesa.
A los efectos de este trabajo observamos como este estilo de pensamiento científiconatural se materializará en la institución médica (5), desde donde será difundido como
una forma "infra-estructural" de poder estatal en el práctica del "higienismo". En el
"higienismo" tenemos la difusión de una racionalidad técnica (o instrumental) como una
forma de tratamiento de la "cuestión social", una vez que esta deja de ser solamente un
problema "policial" o de "orden público". Es una de las formas que asume la
intervención sistemática, estratégica y contínua del Estado (Netto, 1992) cuando el
capitalismo ingresa en la etapa monopolista. Se trata también del proceso de
secularización de la moral, por la cuál esta se torna una moral laica (la conducción
"ética" de la vida se transforma en una conducción "técnica").
Podemos sostener, siguiendo a Barrán (1993a) que en una sociedad tempranamente
secularizada como la uruguaya, el sacerdote fue substituido por el médico en el
gobierno de las conciencias individuales. La colocación de la Salud como un bien a ser
alcanzado significó "dar muerte a Dios y dar vida al cuerpo". Fue así que la vida larga
se tornó un objetivo de la existencia individual y la Salud Pública una política del
Estado. Esta muerte de Dios es sin duda también una característica de la modernidad;
hasta podría decirse que con su muerte (en las manos de sus creadores) se inaugura
la modernidad.
"Higienismo" y "productivismo"
Este impulso al cuidado individual y colectivo de la propia vida, en una sociedad con
escasez de fuerza de trabajo calificada como la uruguaya, fue parte del proceso de
"proletarización activa de la fuerza de trabajo" (Offe, 1984) que significó además del
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fomento a la inmigración, su disciplinamiento, la cuál a su vez fue parte de un proceso
más amplio de implantación del "padrón productivista" (Giddens, 1996) o "industrialista"
de trabajo (6). Este es definido por Giddens, como un "ethos" en el cual el trabajo
asalariado posee un papel central. Max Weber demostró como es poco común
históricamente la postura en relación al trabajo característica del orden moderno y
reveló algunas de las principales causas culturales del productivismo en la ética
protestante. De acuerdo con Weber a través de la ética protestante el trabajo deja de
ser un medio para la satisfacción de las necesidades pasando a ser un fin en si mismo,
esto es, una actividad compulsiva (un "vicio" llega a decir Giddens) (7). El trabajo
asalariado se torna un portaestandarte de significado moral - él define si los individuos
se sienten dignos y socialmente valorizados o no; y la motivación para trabajar gana
autonomía en relación a otras actividades sociales.
La voluntad para asalariarse, no es una actitud natural, por el contrario, es parte del
proceso por el cual la mayor parte de la fuerza do trabajo fue desapropiada
violentamente de los medios de existencia y fue proletarizada "activamente". La
relación entre el orden "industrial" o "productivista" y el orden "médico-sanitario", está
en el hecho que los trabajadores encuentran los mismos parámetros de pensamiento y
acción científicos-técnicos del mundo de trabajo (el disciplinamiento"taylorista") en el
"higienismo".
Este padrón "produtivista" al que se refiere Giddens vivirá su momento cumbre durante
los 30 años gloriosos del periodo posterior de la 2ª. Guerra Mundial. En esos "años
dorados" -como dice Hobsbawm (1998)- se generalizará un padrón tecnológico y
productivo que tiene sus raices en la Segunda Revolución Industrial cujas bases se
instalaron en el último cuarto del siglo XIX (Mattoso, 1995). Este padrón tecnológico y
productivo se generalizará de la mano de los EUA cuando después de la 2ª. Guerra
Mundial pase a ser la principal potencia económica y militar del mundo capitalista. Este
padrón productivo y tecnológico será primero taylorista, luego fordista y en su momento
culminante keynesiano.
"Higienismo" y poder disciplinar
Para Giddens (1989) las doctrinas de Taylor no son más que una formulación tardia del
poder disciplinario que acompañó al ascenso de la grande industria. Se trata de la
organización (mapeamento) del espacio, así como de la serialización del tiempo.
El poder disciplinar según Foucault tiene como foco la manipulación del cuerpo (la
coordinación de los movimientos del cuerpo en el tiempo y el espacio). Este proceso
tiene su origen en la disciplina monástica que se basaba en el confinamiento, en la
separación de los individuos del resto de la populación y en la regulación cuidadosa del
tiempo. En estos espacios "cerrados" (compartimentados) en la que cada uno tiene su
"lugar propio" es posible la administración cuidadosa de los movimientos (8).
Según Giddens (op. cit.) existe una semejanza obvia entre la visión de Foucault del
poder disciplinar y el análisis de Max Weber de la burocracia moderna. Mientras que
Foucault analisa al Estado en forma indirecta, "sintomática", a través de los
"hospitales", "manicomios" y "prisiones"; el foco de interés de Weber es precisamente
el de la burocracia del Estado. El control del tiempo es característico de la burocracia,
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así como también la separación espacial entre el hogar y el local de trabajo.
A mismo tiempo Giddens critica a Foucault en lo que se refiere al papel de las
instituciones que este último utiliza como referencia para estudiar el "poder": hospitales,
manicomios, y prisiones. Por ejemplo la cárcel es caracterizada por Foucault como una
institución que
não tem exterior nem brechas; não pode ser interrompida, exceto quando a tarefa está
totalmente concluída; sua ação sobre o indivíduo deve ser ininterrupta: uma disciplina
crescente [...] confere poder quase total sobre os prisioneiros; possui seus mecanismos
internos de repressão e punição: uma disciplina despótica. (Foucault in Giddens, op.
cit. 1989: 124-125)
Para Giddens estas últimas instituciones no son la regla y sí la excepción; y este es el
error de Foucault. Las instituciones analisadas por Foucault son aquellas que Goffman
estudió como "instituciones totales". Efectivamente en estas instituciones el poder
disciplinario es maximizado. Pero la vida cotidiana de la mayoría de la población en las
sociedades modernas no transcurre continuamente dentro de estas instituciones
"totales". Por el contrario la eficacia de la disciplina administrativa es mayor cuando
otros aspectos de la vida de los individuos son separados de ella. Los agentes se
someten a este tipo de disciplina sólo únicamente durante algunos períodos del dia, y
aún así, a cambio de alguna recompensa en función de que será liberado de esa
disciplina en otros períodos. El problema de Foucault es que los "cuerpos" no son
verdaderos agentes con capacidades cognoscitivas y de realización (ellos sólo puden
resistirse al "poder"). Estos "cuerpos" serian más bien "soportes" de relaciones sociales
como decia Althusser y no agentes que participan de la praxis social. Para Giddens el
poder es constitutivo de la praxis (junto con el lenguaje). Aquí (para Giddens) "poder"
significa obtener resultados que dependen de la acción de los otros agentes (acción
sobre la acción de los otros: inter-acción). Por eso para Giddens el camino de Goffman
es más fértil que el camino de Foucault en lo que se refiere al análisis de las
instituciones "totales". En estas los individuos no poseen esferas separadas de
actividad. Estas instituciones para Goffman son incompatibles con la estructura básica
de la sociedad moderna: el trabajo asalariado y la familia.
La medicalización de la sociedad
El proceso socio-cultural que torna el cuidado del cuerpo un bien inestimable es
habitualmente designado como medicalización (9) de la sociedad; su contracara es la
socialización del saber médico, por lo cuál los valores dominantes son internalizados en
la racionalidad del médico (10).
Veamos un ejemplo de este último planteo. Decía el médico Joaquín de Salterian en el
boletín de la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis, en relación a los "malos" hábitos de
los obreros que los llevaban a estar enfermos:
en esos dos medios en que vive el obrero, habitación malsana y taberna, es donde
fermentan sus malas pasiones que pervierten su espíritu, y es donde se hace
comunista, soñando con soluciones utópicas de mejoramiento social (in Barrán, 1993b.:
183).
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Aquí se puede ver como un hábito, una costumbre, es objeto de intervención médicosocial (medicalización de la sociedad), y como el saber médico está atravesado por la
ideología dominante (socialización del saber médico); esto es, la asociación entre el
"higienismo" y el padrón "productivista" de trabajo.
Si la asistencia pública es el producto de la laicización de la caridad, ya no es el
sacerdote el responsable por el servicio, la responsabilidad ahora está en las manos de
los médicos, representantes de la ciencia que podían decir con Víctor Hugo que "el
hombre sólo tiene que ser gobernado por la ciencia" (esto ejemplifica la idea de
conducción "técnica" de la vida).
Con este cambio cultural comienzan a tornarse relevantes ciertos problemas sociales,
que hasta entonces no eran percibidos como tales. Así sucede con las enfermedades
como la tuberculosis y la sífilis. Ambas, ya existían y eran la causa de muerte de
muchas personas (entre 9 y 28 0e la mortalidad general de los montevideanos en los
años 1851 hasta 1880). Sin embargo aún no eran considerados un problema social.
Veamos el proceso de medicalización en el Hospital de Caridad. En este hospital Kruse
(1994) encontrará una de las protoformas del Servicio Social, de ahí nuestro interese
en analizarlo.
La Hermandad de la Caridad nació en Montevideo en 1775 y sus estatutos fueron
aprobados en 1789. Esta hermandad fundó el Hospital de Caridad. Su finalidad era
mas que nada cuidar que curar a sus internados.
En 1855 la administración del Hospital pasó a depender de la Junta EconómicoAdministrativa de Montevideo a través de una Comisión de Caridad y Beneficencia
presidida por Juan Ramón Gómez. Los médicos en este período ocupaban un lugar
subordinado. Diríamos, tomando prestado conceptos del Análisis Institucional (11), que
el agente interno privilegiado eran las Hermanas de Caridad, y el agente interno
subordinado eran los médicos. De ahí el predominio de la tarea de cuidar frente a la
tarea de curar. Así por ejemplo durante la epidemia de fiebre amarilla en 1857 la
vigilancia de la asistencia quedaba en las manos de un lego, lo que demuestra que los
médicos eran aún agentes subordinados, aún cuando ya se estaban movilizando para
tornarse "clase médica", esto es, profesionales que no continuaran en una relación de
subalternidad. Entonces hasta este momento los médicos (la "ciencia", la "razón") eran
aún un agente institucional subordinado a las Hermanas de la Caridad (la "fe").
Estamos utilizando dos conceptos diferentes: subordinación y subalternidad. El primero
hace referencia al espacio institucional y el segundo al espacio societal (interinstitucional). Socialmente los médicos estaban luchando por tornarse la "clase
médica", esto es, un grupo social privilegiado en razón del monopolio del saber sobre la
salud en una sociedad donde la salud se había tornado un valor social apreciable.
Pero, en las obras de caridad ellos aún eran un agente subordinado, siendo agentes
privilegiados aquellos que cuidaban (pero no curaban) del alma y del cuerpo de sus
internados.
En el Reglamento Interno de este Hospital de 1857 aún se puede percibir claramente la
condición de agente subordinado del médico. La administración del hospital quedaba
en las manos de las Hermanas de la Caridad, esto es:
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vigilancia y dirección del servicio, despensas, cocinas y roperías; elegía la personal de
servicio y lo podía despedir, requiriendo en este extremo el acuerdo del Presidente de
la Comisión de Caridad y Beneficencia. Visaba todas las órdenes u oficios que expedía
el Secretario encargado de la Oficina, no pudiendo el Boticario ausentarse sin su
permiso. Los enfermos estaban bajo su directa vigilancia, por lo cual "serán siempre
respetuosos y solícitos a obedecer sus menores indicaciones». La supervisión de las
Hermanas atañía también a los enfermos: ningún empleado les suministraría alimentos
o remedios "por más inocentes que sean" sin que fueran prescritos por el médico y
ordenados por la Hermana de servicio (Barrán, 1993a: 51).
En este hospital, hasta 1860, convivían los pacientes "mentalmente sanos" con los
"locos" (aún cuando en verdad ellos aún podían andar por la calle sin que tuvieran que
ser internados). En ese año se inaugura el primer manicomio y los internados "locos"
son llevados al Hospital de la quinta de Miguel Antonio Vilardebó. Pero también aquí,
aún el médico era agente subordinado. Los pacientes eran mas cuidados que curados.
Los "tratamientos" mas utilizados eran el calabozo y el cepo.
Esta misma lógica estaría operando en las sociedad de socorro mutuo orgánicamente
vinculadas al movimiento obrero de extracción anarquista, que inician su desarrollo
institucional en 1853, a partir de los inmigrantes europeos. En estas organizaciones
institucionales tenían mayor relevancia las funciones no-asistenciales, aún cuando ellas
estaban presentes. Aquí junto, pero subordinadamente, a la atención de la enfermedad,
estaba colocada la finalidad de la asociación.
Por ejemplo, la Asociación Española de Socorro Mutuo de la ciudad de Salto,
establecía en 1888 la obligación entre sus socios de asistir al entierro de sus pares y
contribuir en los gastos de los funerales. En el caso de la Sociedad Francesa de
Socorros Mutuos de la ciudad de Trinidad establecía en sus estatutos de 1891 el
objetivo de fundar o proteger un colegio donde los hijos de los socios reciban una
sólida formación y se dicten clases de lengua francesa, así como establecer un
Tribunal de Paz con la finalidad de conciliar a los socios en las controversias que se
suscitaban entre ellos.
Kruse (op. cit.) ha subrayado la existencia de una "bolsa de trabajo" en la Asociación
Española de Socorros Mutuos. Este servicio operaba a través de los listas, una de
trabajo solicitado y otra de trabajo pedido. Un socio - el andador - cumplía la función de
avisar a los desempleados las oportunidades de trabajo ofrecidas. También otras
mutualistas tenían este personaje. Kruse menciona las tareas que estos andadores
desarrollaban en la fiscalización de los enfermos y de los servicios sociales. Kruse
encuentra que la utilización de la visita domiciliaria por parte de este socio - el andador
- hace que pueda ser considerado como una de las protoformas de la profesión (12).
Pero lo que nosotros queremos enfatizar es la existencia de otras funciones junto con
la atención de las enfermedades.
Barrán dice a este respecto que:
Es como si la sociedad del siglo XIX no hubiera podido concebir espacios del curar
puros y ellos se hubieran originado dentro de otros en que predominó la caridad, el
socorro mutuo o el mero espíritu de asociación, en ocasión de la enfermedad o fuera
de ella (op. cit.: 55).
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Pero estas organizaciones institucionales con finalidades caritativas y de asociación, en
las cuales la cura de la enfermedad era una finalidad más y el médico un agente
institucional subordinado, serán en el siglo XX medicalizadas.
El Estado "Batllista" (una forma de "populismo" según algunos autores) está por detrás
del proceso de medicalización de la enfermedad, la muerte, los nacimientos. La
creación de hospitales es un indicador de este proceso y de esta articulación entre el
Estado asistencial y la medicalización de la sociedad. Entre 1860 y 1907 sólo se
agregan dos nuevos hospitales (el manicomio y el Fermín Ferreira) al hospital de la
Caridad fundado en la época colonial. Entre 1908 y 1930 se fundan diez nuevos
hospitales todos en Montevideo. Un proceso semejante ocurre en el interior del país.
Así entre 1889 había 3 hospitales; entre 1889 y 1910 se agregan 6 más; 15 entre 1911
y 1915; sólo dos entre 1916 y 1926; y 15 en el final del período (1927-1930). La
existencia de estos establecimientos posibilitaba la internación de los pacientes y así
obtener un mejor control sobre sus vidas. Parecería que no fue menor la importancia
que también tuvo el hecho que la internación facilitaba el estudio y la enseñanza de las
enfermedades en la medicina. Con la creación de estos hospitales en las tres primeras
décadas de este siglo, la asistencia pública se medicaliza.
En lo que respeta a las mutualistas de los trabajadores fundamentalmente inmigrantes,
en ellas también es perceptible su medicalización, una vez que en sus objetivos y en
sus finalidades la atención médica a las enfermedades pasa a ser la preocupación
principal. Por ejemplo, la Asociación Española de Socorros Mutuos en 1917 contará
con servicios médicos permanentes en 1926, en ese mismo año inaugurará su
sanatorio con 40 camas y en 1927 los servicios médicos de emergencia.
Así dice Barrán que
Hospitales y sociedades de socorros mutuos fueron las dos caras que asumió la
medicalización masiva de la enfermedad (op. cit.: 75).
El desarrollo institucional
Asistencia y la Beneficencia
de
la
Los hospitales públicos, cuya evolución cuantitativa analizamos anteriormente, pasaron
a estar, a partir de 1889, bajo la administración de la Comisión de Caridad y
Beneficencia Pública, integrada por legos, hasta la creación del Consejo de Asistencia
Pública en 1910 (Rivero, 1998).
Esta Comisión de Caridad y Beneficencia Pública delegaba aspectos esenciales de la
administración de las organizaciones institucionales a las Hermanas de Caridad, cuya
Superiora era de hecho la directora de los establecimientos. Una sucesión de cambios
acumulativos generará que en 1905 los liberales anticlericales ("librepensadores" como
se decían), obtuvieran la mayoría de esta comisión y designaran al médico José
Scosería como director. Este imprimió un carácter "moderno" y "científico" a su gestión,
lo que según Barrán, quiere decir, una dirección médica y anticlerical.
Derivados de esta nueva conducción sucederán hechos que son todo un símbolo de
este cambio. El primero fue el cambio del emblema religioso de la comisión (corazón,
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7
cruz y áncora) por el escudo nacional. El segundo fue la supresión de las prácticas
religiosas y el retiro de los crucifijos de las salas de los hospitales. Este fue un gran
triunfo de la secularización de la sociedad y de la actitud científico-natural (el estilo de
pensamiento positivista).
Este cambio se completó con la Ley 3724 del año 1910 por la cual se creó el Consejo
de Asistencia Pública en substitución de la Comisión de Asistencia y Beneficencia
Pública. Esta Comisión tenía como atribuciones la asistencia a los enfermos, a los
alienados, a los viejos, a los inválidos, a los niños abandonados, a las mujeres
embarazadas y parturientas, y a la infancia en general. Se asentaba en esta ley el
derecho a la asistencia pública:
todo individuo indigente o privado de recursos tiene derecho a la asistencia gratuita por
cuenta del Estado (citado in Barrán, op. cit.: 97).
Con la consagración del derecho a la asistencia se substituía el principio de la caridad
como obligación moral.
Este consejo tenía una participación de 21 miembros en su mayoría médicos. El
director no tenia porque ser también médico, pero el Poder Ejecutivo designó al mismo
José Scosería para este cargo.
El inicio de las actividades de esta comisión significó una alteración en la jerarquía de
la dirección de los hospitales de todo el país. Las comisiones de vecinos y las
Hermanas de Caridad fueron substituidas por médicos. Todo un símbolo de este
proceso es el cambio de nombre del viejo Hospital de la Caridad que pasó a
denominarse Hospital Maciel como corresponde a su nuevo estatuto de hospital laico.
Había cambiado la relación entre los agentes institucionales. Ahora las Hermanas de
Caridad eran un agente subordinado y el médico el agente principal. Anteriormente el
objeto institucional (la salud) había sido apropiado por la "clase médica".
Este consejo será fundido al Consejo Nacional de Higiene Pública en el año 1933,
creándose el Ministerio de Salud Pública. El Consejo Nacional de Higiene Pública creado por ley en 1895 - tenía intervención en la elaboración de reglamentos y
ordenanzas en lo que respeta a la invasión y propagación de cualquier enfermedad
infecciosa, opinaba en lo relativo a la higiene de los establecimientos públicos y
también con la construcción de locales industriales y conjuntos habitacionales. También
hacia propuestas de ley y reglamentos al Poder Ejecutivo sobre el ejercicio de la
medicina y profesionales afines, cuidando su cumplimiento.
Una institución relevande por la significación que la sociedad atribuyó a la tuberculosis
fue la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis, fundada en 1902 y que en 1913 quedó de
hecho en las menos de la Asistencia Pública. Tenia como objetivos evitar la
propagación de esta enfermedad y dar ayuda económica a los pacientes. Para llevar
adelante esta última tarea contaba con un cuerpo de inspectores que visitaban a los
pacientes que recibían ayuda económica y tenían la posibilidad de retirar esa ayuda a
los que no cumplían con las indicaciones institucionales.
Todo este desarrollo de la estructura sanitaria a cargo de especialistas médicos y con
alcance nacional lleva a Barrán (op. cit.) a sostener que fue parte del proceso de
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construcción del Estado moderno en el Uruguay, junto con el monopolio legitimo de la
coacción física y la universalización de la enseñanza primaria. Los inspectores
departamentales de higiene, y los hospitales eran agentes transmisores de pautas
culturales y normas morales modernas (la higiene es la moral laica, o como decía un
médico de la época: gobernar es como higienizar) a los sectores populares, tanto como
a los profesores de la escuela. El desarrollo de todo este aparato institucional sanitario
era también parte del esfuerzo "civilizatorio" que, además de curar, difundía una forma
de vida mas moderna (urbana, científica, higiénica), amoldada a la orden social
burguesa.
Esta densa y compleja estructura sanitaria, expresión del avance de la ciencia en una
sociedad secularizada, no se sustenta sólo con los médicos (que habían substituido a
los sacerdotes en el gobierno de las instituciones y también, con su saber, en el
gobierno de las almas). Ellos precisaban de un conjunto de auxiliares.
La policía sanitaria o los inspectores de
los pobres
Frente a las dos grandes enfermedades infecciosas que alarmaban a la sociedad en
los primeros años de este siglo - nos referimos a la sífilis y a la tuberculosis -, la
intervención medicalizadora tenia dos componentes: la internación o reclusión forzada,
y la inspección en el domicilio (también podría ser en los consultorios o en los
dispensarios).
En relación a la sífilis el trabajo inspectivo quedó en las menos de los médicosinspectores que apoyados por la policía controlaban a las prostitutas. Este trabajo
inspectivo estaba orientado fundamentalmente al examen del cuerpo de la mujer y mas
concretamente a sus órganos genitales.
Ya en el final de los años 20 la Comisión de Higiene Pública percibe la necesidad de
dejar de lado la forma fundamentalmente represiva de atención de este problema
social. Así por ejemplo se puede interpretar esta respuesta a un comisario que
solicitaba la inscripción en el Registro de Prostitución de meretrices clandestinas que
trabajaban en "cabarés" muy conocidos en la sociedad montevideana de aquellos días:
la "conveniencia de buscar en otro lado la solución de este problema social [...] El
problema [...] de la lucha [...] contra las enfermedades venéreas puede considerarse
desvinculado del régimen policía. [Había] que sustituir los medios coercitivos contra la
prostitución [para someter a las prostitutas] a una obra asidua de profilaxis moral [y
educación a fin de que] ellas mismas traten de no representar un peligro continuo para
la sociedad" (in Barrán, 1993b: 96).
Vemos aquí ejemplificada la forma de tratar las refracciones de la "cuestión social", que
no sólo tenia que ser tratada "científicamente" por los médicos-inspectores, como
también sin utilizar los "medios coercitivos", esto es, - en el contexto de esta cita - sin la
intervención de la policía, impulsando el desarrollo de la capacidad de auto-gobierno de
los individuos.
La otra enfermedad que apavoraba a la sociedad uruguaya, era la tuberculosis. Ya
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9
subrayamos anteriormente la creación en el inicio del siglo de la Liga Uruguaya contra
la Tuberculosis que a partir de 1913 será prácticamente incorporada a la Comisión de
Asistencia Pública. También vemos que la intervención de los inspectores, que en este
caso a diferencia del anterior, no eran médicos.
Vamos a detenernos en este punto, porque para nosotros aquí está efectivamente uno
de los embriones del Servicio Social.
Esta institución proporcionaba a los pacientes: consejo profiláctico, atención médica
gratuita, medicamentos, alimentos y ropa. También tenia la facultad de pagar el alquiler
de la vivienda a la familia, así como para hacer frente a otros gastos.
Para conseguir esta ayuda económica era necesario que el inspector evaluase in situ
las necesidades y los medios de vida del paciente, aconsejando la conducta a seguir
en cada caso. Las damas da Liga contraloreaban discretamente en los hogares de los
enfermos las provisiones y demás efectos que [se] suministraban [y llevaban] al seno
de esos hogares la palabra de alivio y la cariñosa prédica del bien aunando así su
acción a la del médico y sus auxiliares (in Barrán, op. cit.: 109).
Estos inspectores tenían que comparecer cada quince días al domicilio del pensionista
para vigilar la higiene de la habitación así como el cumplimiento de las medidas
profilácticas indicadas. De esta forma se esperaba terminar con la suciedad de la
vivienda, la falta de aire y de luz natural. Los inspectores también indicaban dietas
adecuadas y pautas de comportamiento para evitar el "gasto de energía" innecesario
para así conseguir que los pacientes tuviesen más fuerza en la lucha contra el bacilo
que había invadido su cuerpo.
Se puede observar claramente que la mirada de este inspector es diferente de aquel
otro. Este está mas interesado en las condiciones sociales de vida de los enfermos,
mientras que el otro inspector sólo estaba interesado en observar el cuerpo y en él,
sólo en sus órganos genitales. Aquí a través de la pensión o subsidio se presionaba
para conseguir cambios en las pautas de comportamiento de las camadas pobres. Con
esta arma se conseguía vencer la resistencia del paciente a internarse - debido a que
por su condición de jefe de familia quería continuar trabajando para garantir el sustento
de ella. Con esta estrategia la institución cuidaba (material y moralmente) de la familia
habilitando la internación y aislamiento del paciente para conseguir así su curación.
El inspector controlaba los gastos de la familia, analizando el presupuesto, cuidando
para que no comprasen bebidas alcohólicas, y en general cuidando de que no
existieran "vicios". Cualquier transgresión generaba la pérdida de este beneficio. Esta
tutela por parte de la institución sobre la conducta de los pobres en la opinión del
Inspector General de la Liga "no exige mas sacrificio que la sumisión por algún tiempo
del arbitrio propio a la decisión de la ciencia".
Las "enfermeras visitadoras" son otro antecedente de los Asistentes Sociales. Ellas son
formadas en la Cruz Roja a partir del año 1925. Esta institución había creado una
escuela de enfermería en el año 1919, en ese año la Liga Uruguaya contra la
Tuberculosis solicitó su colaboración y, a partir de ahí, sus voluntarias pasaron a ser
"enfermeras visitadoras". El modelo que se trataba de desarrollar era el Europeo, que
según decía en 1928 el médico Joaquín Caldeiro, estaba constituido así:
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En todos los dispensarios, así como en los servicios especiales para tuberculosos en
los hospitales generales funciona el servicio social, creación relativamente reciente y ya
bastante extendida y organizada. El médico que pasa visita en su servicio de
tuberculosos, es acompañado además de su interno y de la enfermera, por la asistente
social, quien deberá preocuparse de todo lo relativo a la parte social del enfermo, es
decir, su familia, sus hijos, su medio y condiciones de vida, la posibilidad de
encontrarles trabajo, recursos, etc. La asistente social es una cosa distinta de la
enfermera visitadora, es su complemento y creada al principio para los casos de
tuberculosos, sus beneficios se extenderán en breve a todos los hospitalizados (in
Kruse, op. cit.: 100).
En 1946 ya en el "segundo batllismo" o "neo-batllismo" será creada otra institución (la
Comisión Honoraria para la Lucha contra la Tuberculosis) para luchar contra esta
enfermedad. Su forma de intervenir será muy semejante a esta que acabamos de ver.
Hasta ahora continua operando, sólo que en su oficina Visitadora Social (los exinspectores referenciados por Barrán), ahora trabajan Asistentes Sociales. Tenemos la
impresión que entre aquellos inspectores, las visitadoras sociales y los actuales
asistentes sociales existe una clara línea de continuidad. La tarea que estos
profesionales realizan es muy semejante a aquella descripta anteriormente. Ellos
visitan los domicilios de los pacientes regularmente, hacen la evaluación
socioeconómica de la familia, pueden aconsejar la suspención del pago del subsidio,
utilizan la pensión como arma para conseguir cambios en los comportamientos, etc.
Obviamente el periodo de intervención es muy menor ahora debido al progreso en el
tratamiento de la enfermedad. Antes demoraba años, ahora sólo algunos meses. El
monto, la cantidad de dinero, también no es como antes, ahora las pensiones son
menores, y de ahí también la presión que se puede ejercer sobre los comportamientos
es menor. Pero fundamentalmente, ya no es un medio de disciplinamiento masivo de
las "clases bajas" porque el perfil epidemiológico ha cambiado, y la incidencia de esta
enfermedad en el total de las enfermedades es casi insignificante aún entre las capas
populares.
Las visitadoras sociales
Barrán (op. cit.) dice que entre 1925 y 1930 comenzó a desarrollarse entre los médicos
la idea de crear un:
cuerpo de visitadoras sociales [...] para emprender las modernas luchas profilácticas,
[que concurrirían] a los hogares a vigilar el cumplimiento de las medidas higiénicas más
elementales [y levantar] la ficha social, tan necesaria y tan importante como la ficha
médica, contando las deficiencias en materia de vivienda, despistando los contagios,
estudiando los factores de miseria y las condiciones de trabajo. [Ellas serian]
"encargadas de enseñar cómo debe hacerse de un modo razonado y apropiado" la
distribución del socorro que el Estado daría en medicamentos, abrigo y dinero a las
familias de los tuberculosos pobres (op. cit.: 105).
En 1920 el médico Julio E. Bauzá planteaba la necesidad de crear un cuerpo de nurses
inspectoras encargadas de la visita a todos los niños recién nacidos de familias pobres
o de baja instrucción. La visita posibilitaba vincular rápidamente a la madre y su hijo
con el consultorio médico para así "substituir a la madre por el médico en la dirección
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de la alimentación y desarrollo del niño".
Cinco años después otro médico - Julio Etchepare - retomó la propuesta de las "nurses
inspectoras" que para él sería mejor denominar como enfermeras-visitadoras que
serían inspectoras a domicilio del crecimiento de los niños de los hogares pobres.
También para el control del comportamiento de las prostitutas enfermas fue sugerida la
idea de crear un cuerpo sanitario independiente del jefe de la policía. Esta misma idea
seria retomada con el nombre de "brigada de higiene social" inspirada en la "police des
noeurs" francesa.
De estas iniciativas se habría concretado la formación de los "guardias sanitarios"
dependientes del Consejo Nacional de Higiene. Su tarea - según un reglamento de
1916 - era aislar absolutamente a los enfermos o las casas de los enfermos de
enfermedades infeco-contagiosas, desinfectar las ropas, cuidar del amortajamiento y
entierro de los pobres fallecidos como consecuencia de estas afecciones, así como
vigilar a los extranjeros que llegaban del exterior en períodos de epidemia en sus
países de origen.
También se habría constituido una "brigada de la policía de focos" para combatir a los
mosquitos como consecuencia de la fiebre amarilla que imperaba en Río de Janeiro.
Los primeros cursos de Servicio Social
En otro lugar (13) hacíamos algunas indicaciones del avance del pensamiento
positivista durante el proceso de modernización capitalista. Con la ley de reforma de la
enseñanza primaria en 1877 por un lado y la creación de la Facultad de Medicina en
1876 por otro (en cuyo seno se creará en 1893 el Instituto de Higiene Experimental), el
pensamiento positivista se tornó dominante en el medio universitario. Así por ejemplo,
se expresaba el médico Francisco Soca en esta Facultad:
En Medicina, al menos, soy un positivista resuelto y extremado. No tengo doctrinas,
abordo los hechos brutal y sinceramente, los miro de frente, los estudio, los peso, los
mido, sin prejuicios de ningún género, con una entera independencia, con una libertad
de espíritu que igual habrá, pero que no la hay mayor [...], todo para los hechos, nada o
casi nada para las teorías (citado por Barrán, 1995: 10).
Esta actitud "clínica", y la necesidad de contar con material empírico para los estudios
científicos, se articulaba funcionalmente con la política del Estado Batllista de crear
hospitales donde justamente los médicos y los estudiantes podían encontrar,
ordenadamente, según las enfermedades, su objeto de estudio.
Ya vimos como el hospital dejó de ser un lugar para cuidar o guardar y se tornó un
lugar para curar, estudiar y enseñar. Recordemos que esto sucedió, no sólo cuando la
Política Asistencial quedó en las manos del Estado, sino cuando además ella fue
secularizada absolutamente, entre los años 1905 y 1910. Estamos diciendo esto en
función de aquella hipótesis que sostiene que:
... el Trabajo Social se institucionaliza y legitima en la medida en que el Estado
centraliza la Política Asistencial para enfrentar la Cuestión Social más allá de las
formas caritativa y represiva, ampliando consecuentemente, el campo laboral para los
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trabajadores sociales (CELATS, 1983: 91).
La centralización de la política asistencial fue una condición necesaria pero no
suficiente para enfrentar la "cuestión social" "científicamente". Una vez que la política
asistencial quedó en las manos de la "ciencia" es que se inicia la tecnificación de esta
política social. Evidentemente el modelo de ciencia es el de la ciencia positivista que
naturaliza y "administra" las secuelas de la "cuestión social".
Será en este cuadro que en el año 1927 tentemos la primera tentativa de enseñanza
del Servicio Social en la Facultad de Medicina. Estos cursos funcionarán hasta 1934,
formándose 161 visitadoras (Di Carlo in Gerpe et. alli., 1980).
En 1936 la formación de visitadoras de higiene queda bajo la responsabilidad del
recientemente creado Ministerio de Salud Pública (recordemos que en este Ministerio
se unificaban la Comisión de Salud Pública y la Comisión de Asistencia Pública en
1934). En este Ministerio fue creada la Escuela de Sanidad Pública y Servicio Social
donde funcionaban los cursos para visitadoras de higiene.
La concepción de esta escuela en relación a esta formación de Asistentes Sociales
sostenía que:
La visitadora social cuyo rol hoy es imprescindible en la lucha contra la enfermedad, los
vicios sociales, y en tantas otras actividades precisa una preparación especialísima, no
solamente científica, sino también moral y psicológica para el buen desempeño de su
gestión. [...] Se podría decir que hasta ahora, con exclusión de los conocimientos
científicos, pocas exigencias de otro orden eran necesarias para incorporarse como
funcionario de Salud Pública. La Escuela de Sanidad y Servicio Social viene a colmar
esa laguna y a establecer en forma absoluta, definitiva y universal la necesidad previa
de demostrar o adquirir capacidad, tecnicismo, aptitud para incorporarse al Cuerpo de
funcionarios del M.S.P.... Es pues una Universidad lo que hoy inauguramos; con un
vasto local, un extenso cuerpo de Profesores, una reglamentación adaptada a cada
sección, un hospital-escuela que el Pasteur formando, por así decirlo, cuerpo con este
Instituto (Ministerio de Salud Pública - Escuela de Servicio Social -1935- in Kruse,
1994: 102).
Por decreto del Poder Ejecutivo se funda en 1954 la Escuela de Servicio Social
dependiente del Ministerio de Salud Pública. Esta escuela pasará luego, en 1960, a
depender del Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social, y será cerrada en
1967, pasando todos sus estudiantes y profesionales a revalidar sus estudios y títulos
en la Escuela Universitaria de Servicio Social. Esta última había sido creada en el seno
de la Universidad de la República en 1957 y expedía el título de Asistente Social
Universitario.
Del lado de la iniciativa católica en 1937 se inician los cursos de Visitadoras Sociales
en la Escuela de Servicio Social del Uruguay, creada con el apoyo de la Unión Católica
Internacional de Servicio Social. A partir del año 1953 cambiará el nombre del título
expedido por esta escuela pasando de Visitador Social a ser Asistente Social. Con el
título de Visitadora Social se formaron en esos quince primeros años 87 profesionales
(Bralich, 1993).
Parecería ser que fue a partir de los año cincuenta que se comenzó a utilizar la
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denominación de Asistente Social en substitución del de Visitadora Social. En esa
década (en el año 1953) se realizó el primer Congreso Nacional de Servicio Social, que
podría haber tenido influencia en la generalización de la denominación de Asistente
Social.
Las visitadoras sociales de higiene
Los cursos dictados por la Facultad de Medicina a través del Instituto de Higiene
Experimental, se inician por solicitud del Consejo de Enseñanza Primaria que tenia
previsto en su presupuesto la creación de 12 cargos de Visitadoras Escolares. Las
autoridades de esta institución solicitan que la Facultad de Medicina fuese la
responsable por esta formación, lo que fue aceptado por las autoridades universitarias.
La denominación de los títulos es de "visitadora social de higiene" y eran expedidos por
la propia universidad.
Los aspirantes tenían que tener finalizado la enseñanza secundaria, o tener formación
de maestros, o sino tenían que dar un prueba de admisión.
Las materias del plan de estudios de dos años de duración eran: anatomía, fisiología,
patología general, higiene general, enfermedades transmisibles, higiene social, higiene
escolar, maternologia, puericultura, tuberculosis y práctica médica.
En los seis años que funcionaron estos cursos se formaron aproximadamente 150
profesionales.
He aquí lo que nosotros queremos resaltar en este punto de la investigación: la
visitadora social emerge en las organizaciones institucionales de la Asistencia
Pública como agente subordinado al médico y no a las Hermanas de la Caridad.
Será cuando los médicos pasen a ser agentes privilegiados en estas instituciones
secularizadas que también se colocará la demanda de este agente subordinado - la
visitadora social - y no antes. Este movimiento que lleva a que los médicos se
constituyan en agente privilegiado en estas instituciones, es parte de la medicalización
de la sociedad (y su contracara la socialización de la medicina), que por su vez está
relacionado con la implantación del padrón "productivista" de trabajo.
Conclusiones
El higienismo fue parte de un proyecto socio-cultural de gobernar por hegemonía a las
"clases peligrosas", en el marco del "industrialismo" o de la implantación del ethos
"productivista", acostumbrándolas a ser constantemente vigiladas y controladas en
nombre de la salud, obteniendo por otro lado de ellas la información necesaria para
este control.
Este papel del higienismo, como mediación del proyecto de hegemonía de las clases
dominantes, es coherente con la hipótesis que sostiene que la génesis del Servicio
Social se explica como parte de un proyecto socio-político de las clases dominantes
(Montaño y Pastorini, 1998).
Obviamente el "higienismo" no agota todas las determinaciones que explican esta
génesis. Esta es una determinación que queremos resaltar por su relevancia en la
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jerarquia de determinaciones que explican el proceso de génesis del Servicio Social en
Uruguay. La actitud científico-natural de la "ciencia" médica marcó fuertemente a las
inicipientes ciencias sociales, a través del modelo de diagnóstico-tratamiento (el
llamado "modelo clínico-normativo"), de tan larga influencia en el Servicio Social
(Porzecanski, 1993).
El catolicismo reaccionó frente al avance de la secularización de la sociedad y también
desarrolló sus instituciones, incluyendo al Servicio Social. Pero en esta formación social
su papel fue subordinado al papel burgués, iluminista, de tono fuertemente anticlerical
que se tornó dominante y se expresa en el papel que a la ciencia y sus cultores - en
este caso los médicos - desempeñaban en substitución a los sacerdotes en la gestión
del aparto sanitario a través del cuál se atendían las refracciones de la "cuestión social"
y se difundía una nueva moral: el higienismo, o la vieja moral, pero ahora laica.
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Notas
1 Fundamentalmente por H. Kruse (1965, 1994) que fueron analizados por nosotros
junto con J. P. Bentura en un trabajo inédito titulado "Bosquejo para uma critica a tese
da gênese do Serviço Social no Uruguai de Herman Kruse" (1995).
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2 Trabajo abstracto es trabajo susceptible de cálculo racional.
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3 De ahí la relevancia en aprehender la política social del Estado en la sociedad
capitalista en los términos de transformación duradera de la fuerza de trabajo en su
forma-mercancia. El Estado de la sociedad capitalista actúa para generalizar y
asegurar las relaciones de cambio en todo el tejido social a través de las políticas
sociales (Offe, 1984).
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4 También el pensamiento o el "espíritu" seguirá un desarrollo prusiano. Así el
positivismo establece con relación a la religión un división de campos de validación del
saber que acaba relegitimando el papel de la "fé" (ver Cápitulo 4 de la tesis de m aestria
que fundamenta este artículo).
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5 Para desarrollar nuestra tesis nos apoyaremos en los estudios sobre la
medicalización de la sociedad uruguaya llevados adelante recientemente por Barrán
(Barrán 1993a, 1993b, 1995).
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6
VoltarDicho sea de paso, es este padrón "productvista" (y la relación salarial en la que
se asienta) que hoy está en crisis, y no en el "trabajo" como categoria onto-genética del
ser social.
7 Es la llamada personalidad anal-obsesiva clásica de los análisis de los freudianomarxistas como Marcuse y Erich From. En estos análisis el personaje central es el
debilitamiento del papel del padre autoritario de la sociedad victoriana. Así en la
sociedad moderna (post- victoriana) tenemos como consecuencia de estas familias "sin
padre", un yo debilitado y un superyó protofascita. La relación entre esta personalidad
anal-obsesiva y el higienismo está para ser estudiada.
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8 Es la estructura del panóptico propuesta por Bentham. Es una estructura carcelaria
en la que el guardia puede ver dentro de cada celda sin él ser visto por los prisioneros.
Esta es una técnica que permite controlar grandes contigentes de personas.
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9 Mitjavila y Etcheveste (1992) sostienen que "con el término medicalización suele
precisamente designarse la creciente intervención de la medicina (Illich, 1987) y del
Estado (Foucault, 1977) en diversas áreas de la vida humana. La medicalización
implica la ampliación ideológica y técnica de los parámetros dentro de los cuales se
codifican, en términos de salud y de enfermedad (Menéndez, 1985), problemas que en
otro momento exhibían un mayor grado de externalidad respecto a las prácticas
médico-sanitarias." (op. cit.: 9).
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10 Una derivación de la medicalización de la sociedad y el predominio de la moral del
higienismo, es que cuerpo pasa a ser un objeto de control reflexivo por parte de los
individuos y las instituciones. El cuerpo se constituye en unos de los elementos en la
conformación de la auto-identidad individual en la modernidad (Giddens, 1992).
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11 Los agentes internos son aquellos que hacen la institución, desarrollando
positivamente su ación en el cuadro de un aparato determinado. Ellos son la clientela y
los mandatarios (o agentes funcionales). Estos últimos son los agentes que tienen el
mando. Pueden, por su vez, ser «privilegiados» cuando realizan plenamente la ación
institucional (tiene el conocimiento perito de la institución, ej. los médicos en las
instituciones de la salud), y «subordinados» cuando sólo sustentan la ación
institucional, ej. el Asistente Social en una institución de salud. Los agentes externos no
tiene acción directa en el "hacer" de las instituciones, ellos tienen una relación negativa
en el sentido que pueden prohibir hacer, mas ellos no hacen (los que hacen son los
internos). Los agentes externos son el público que encarna el principio del control
democrático sobre las instituciones, y el mandante que representa los intereses de los
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grupos dominantes a quien la institución debe prestar cuentas de su actuación (es en
nombre de quien se actúa). Los mandantes pueden ser «patrimoniales» - dueños de
los medios de reproducción material -, «funcionales» - basados en la apropiación de los
medios de reproducción social - y «mandante institucional propiamente dicho» - dueño
de la «verdad» institucional, como por ejemplo el Papa en relación a la Iglesia - (la
infalibilidad del Papa fue establecida en el Concilio del Vaticano - 1869 - 1870 definiéndose que el Papa no puede errar en cuestiones de fe y de moral). (Weisshaupt,
1988).
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12 En nuestra opinión es el trabajo inspectivo quién puede ofrecer una mejor
explicación de la singularidad del Servicio Social. A través de la inspección se
conseguía tornar "pública" la vida privada de las capas populares. La constitución de
esta esfera privada (íntima, en el límite) es parte constitutiva del proceso de
modernización. Así entonces, a través del trabajo de la visitadora, aquello que había
sido apartado de la mirada público podía volver a través de una mirada "técnica",
consiguiendo así mantener a privacidad de los comportamientos íntimos.
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13 Nos referimos al capítulo 4 de la ya mencionada Tesis de Maestria: Modernidad y
Servicio Social: un estudio sobre la génesis del servicio social en el Uruguay. MimeoUFRJ/ESS: Rio de Janeiro. 1997.
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