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crítica de libros
crítica de libros
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principios
Nº 8/2007
Barry Eichengreen
The European Economy since 1945:
Coordinated Capitalism and Beyond
Princeton University Press, Princeton NJ y Oxford, 2007, 495 págs.
Jonas Pontusson
Inequality and Prosperity.
Social Europe vs. Liberal America
Cornell University Press, Ithaca NY y Londres, 2005, 242 págs.
Domènec Ruiz Devesa
Banco Mundial1
B
arry Eichengreen ha escrito una notable obra que combina hábilmente la narración
de la historia económica de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial
(incluyendo la formación de las Comunidades Europeas) con el análisis comparado de
la evolución de las coyunturas y políticas económicas nacionales en la tradición de David P. Calleo2. La aparición de esta importante contribución al debate intelectual y político en torno a los cimientos económicos del modelo social europeo tiene lugar apenas poco después de la publicación de otros tres libros imprescindibles para entender la
originalidad europea. En 2005 Tony Judt publicaba su monumental Postwar. A History
of Europe Since 1945. Ese mismo año aparecía Inequality and Prosperity. Social Europe
vs. Liberal America, de Jonas Pontusson, y en 2006 la obra The Primacy of Politics. Social Democracy and the Making of Europe´s Twentieth Century, de Sheri Berman. Estos cuatro libros tienen en común, aparte de llevar «Europa» en el título, el hecho de
analizar el mismo tema (el modelo social europeo) desde distintos y complementarios
ángulos. Judt realiza un brillante relato (e interpretación) de la historia social y política
de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, incluyendo
un detallado análisis de la interacción de fuerzas sociales y políticas en la creación del
1
2
Las opiniones vertidas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor del mismo y en modo alguno representan la posición del Banco Mundial.
Véase, en particular, Calleo, D. P. y Morgenstern, C. (eds.) (1990): Recasting Europe´s Economies. National
Strategies in the 1980´s, Washington, DC.
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estado social de la posguerra, basado en el pacto de las rentas del capital y del trabajo y
en el acuerdo básico de socialdemócratas y cristianodemócratas. Sheri Berman, desde la
historia intelectual, analiza los orígenes de la que considera la ideología más exitosa de
la historia europea, la socialdemocracia, reafirmando su carácter distintivo y su vigencia3. Finalmente, Pontusson realiza un análisis empírico comparado sobre el rendimiento económico y social de los modelos sociales continentales y liberales anglosajones, lo que es parte también de la narración de Eichengreen.
La obra de Eichengreen considera que la evolución de la economía europea se distingue por dos etapas bien diferenciadas. En la primera, que él denomina de «crecimiento extensivo», éste se basó en la reconstrucción del capital destruido durante la
guerra y caracterizado por ofertas de trabajo elásticas, salarios acordes con el crecimiento de la productividad y determinados por concertación social, protección en el
empleo, tasas de ahorro elevadas, crédito dirigido y banca industrial, planificación
orientativa, énfasis en la formación profesional, y en general dominado por un proceso
de convergencia y adaptación de la tecnología existente, lo que permitió a Europa occidental crecer a un ritmo superior al de Estados Unidos, alcanzar el pleno empleo y desarrollar los estados del bienestar. En la segunda, a partir de los años setenta, se pasa a
una fase de «crecimiento intensivo», agotada la primera fase de convergencia y mano
de obra barata, y basado en la educación superior de tipo generalista, la innovación
–más que en la adaptación– tecnológica, la desigualdad salarial para proporcionar incentivos atractivos, la flexibilidad del mercado de trabajo, el desarrollo de activos financieros frente a la banca industrial y el papel del mercado frente al estado en la determinación de prioridades de inversión. El menor crecimiento y el desempleo observados en Europa occidental a partir de 1970 se explicaría por el mantenimiento de instituciones propias de la primera fase, lo que el autor denomina «neocorporativismo» o
«capitalismo coordinado». Eichengreen se adentra con este argumento en un terreno
resbaladizo, y su diagnóstico, a pesar de encajar bien con la sabiduría convencional de
nuestros tiempos, encuentra difícil soporte en sus otros, y más acertados, análisis. Eichengreen proporciona sólida evidencia relativa a una serie de factores macroeconómicos y no estrictamente institucionales que pusieron en crisis el modelo social europeo,
en particular el repunte inflacionario como consecuencia del colapso de las políticas de
rentas en países con baja o fraccionada afiliación sindical y deficiente concertación social, y de las crisis energéticas de 1973 y 1979, así como el final del sistema de tipos de
cambio fijos en 1971-1973. De ahí que el país más afectado durante la década de los setenta fuera Gran Bretaña, un país fuertemente atomizado en su representación sindical
y proclive a políticas de demanda de tipo procíclico. El autor también reconoce que los
problemas fiscales de los estados de bienestar son más bien la consecuencia del aumento
del desempleo, tesis en la que coincide Pontusson, más que en atribuir a los altos niveles
de protección social el incremento del paro. Sólo en los años noventa entrará en crisis
Alemania, país fuertemente caracterizado por los rasgos institucionales que Eichengreen
3
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Para más detalles en esta obra, véase mi reseña en la revista Temas para el Debate, n.º 149, abril 2007.
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atribuye a la fase de crecimiento extensivo, tales como la concertación social, la cogestión, la formación profesional y el papel de los bancos industriales. Atribuir a estos factores la recesión alemana en lugar de a los efectos de la reunificación con la antigua República Democrática resulta cuanto menos aventurado. El determinismo tecnológico y
financiero de Eichengreen es un punto débil importante del libro. El autor recita una
serie de convencionalismos sobre la necesidad de contar con mercados de trabajo flexibles y activos financieros como bonos y acciones para impulsar la innovación, sin
aportar el más mínimo soporte empírico, más allá de atribuir a Estados Unidos una
ventaja tecnológica derivada de estas características. Cabe preguntarse además si en
efecto la mayoría de los trabajadores van a ocuparse en sectores tecnológicos en los
cuales supuestamente la protección en el empleo es un obstáculo al cambio y la innovación. En todo caso este autor no se posiciona tampoco con la tan en boga literatura declinista sobre Europa, al reconocer la capacidad exportadora del continente y la solidez
de sus fundamentos en cuanto a capital humano.
La otra gran carencia de la obra de Eichengreen es su excesivo uso de estadísticas
agregadas para comparar Europa con Estados Unidos, lo que esconde una gran varianza en el caso del Viejo Continente, y un enfoque en países como Francia, Alemania e
Italia que vienen padeciendo problemas económicos importantes, lo que transmite la
impresión de una crisis generalizada del modelo europeo. Holanda e Irlanda, en cambio, son presentados como los modelos exitosos, en función de la introducción de contratos a tiempo parcial en el primer caso y de desregulación y competencia fiscal y laboral en el segundo.
Estas carencias se suplen con creces con la obra de Pontusson Este libro analiza sistemáticamente, mediante el uso de una gran riqueza empírica4, el rendimiento de las
economías de la OCDE agrupadas por su tipo de estado de bienestar, ya sea éste el liberal anglosajón, el social continental o el social escandinavo. El análisis de Pontusson es
concluyente en el sentido de que los estados sociales han mostrado un mejor rendimiento durante todo el período de posguerra, en particular los nórdicos, que han combinado
altas tasas de crecimiento y empleo, internacionalización económica, igualdad y bienestar sociales. Ni que decir tiene que estas economías se caracterizan por un alto grado de
desarrollo tecnológico al tiempo que mantienen bajos diferenciales salariales, altos impuestos sobre la renta, alta afiliación sindical, y una legislación del trabajo más generosa
que la de los países liberales, lo que desmentiría la tesis determinista de Eichengreen sobre la incompatibilidad de las instituciones de posguerra y la «nueva economía».
Pontusson identifica también correctamente el problema demográfico (mencionado
muy de pasada por Eichengreen en el último capítulo de su obra) como el principal
reto de los estados sociales, ya que una cantidad creciente del gasto social se destina a la
población que ya no está en la fuerza de trabajo. También reconoce Pontusson que si
bien los países escandinavos observan bajas tasas de desempleo, las correlaciones esta-
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Su mayor debilidad radica en el uso algo recurrente e innecesario de regresiones múltiples con menos de veinte observaciones.
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dísticas sí que muestran que los estados sociales, tanto continentales como nórdicos,
tienen tasas menores de creación de empleo en comparación con los liberales, lo que se
atribuye a desincentivos a la contratación relacionados con altos costes laborales (incluyendo cotizaciones a la seguridad social) y protección en el empleo. Estos retos, si
bien importantes, no implican el fracaso teórico o práctico del proyecto del estado social. El factor estructural es desde luego el demográfico, por lo que las políticas públicas deben centrarse en la recuperación de las tasas de natalidad, lo que implica servicios
sociales que permitan a la mujer trabajar y tener hijos, y en la gestión de los flujos migratorios. En cuanto a la creación de empleo, Pontusson apunta a la necesidad de reducir costes laborales trasladando la presión impositiva hacia el impuesto sobre la renta,
lo que supone una reforma progresiva del estado del bienestar, aunque puede tener evidentes costes políticos. En todo caso, Pontusson recuerda que no hay que olvidar que
Europa viene aplicando durante los últimos veinte años políticas macroeconómicas
contraccionarias, lo que se ha reforzado con el sesgo monetarista del Banco Central
Europeo celoso de ganarse una reputación similar a la del antiguo Bundesbank, lo que
obviamente ha tenido un impacto en la generación de empleo.
De la lectura de Pontusson se concluye que los problemas de la Europa carolingia
no provienen tanto de ser estados sociales, sino de no serlo en la medida adecuada. El
debate pasa a ser no sobre si el estado social es sostenible, sino sobre qué tipo de estado
social es el que proporciona mayor crecimiento con equidad. Países como Francia, Italia y Alemania han reducido su fuerza de trabajo por no facilitar la incorporación de la
mujer al mercado laboral, y han favorecido la salida del mercado de trabajo de muchos
individuos por centrarse más en la transferencia de rentas que en la provisión de servicios, al contrario de las políticas seguidas en los países nórdicos. El futuro presenta un
amplio abanico de posibilidades, y entre ellas, la permanencia del estado del bienestar
europeo, reformado y expandido parece una de las más ciertas.
Referencias
BERMAN, Sheri (2006), The Primacy of Politics. Social Democracy and the Making of Europe´s Twentieth Century,
Cambridge University Press, Cambridge.
CALLEO, David P. y MORGENSTERN, Claudia (eds.) (1990), Recasting Europe´s Economies. National Strategies in
the 1980´s, Washington, D.C.
JUDT, Tony (2005), Postwar. A History of Europe Since 1945, Penguin Books, Nueva York NY.
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