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De vital importancia para el fortalecimiento de
comunidades urbanas, el espacio público es,
sin lugar a dudas, uno de los territorios más
relevantes en la construcción de identidades
colectivas. Este artículo analiza la evolución del
concepto de espacio durante los siglos XIX y XX,
desde Semper hasta Koolhaas. Se argumenta que
la irrelevancia del rol del arquitecto y diseñador
urbano en la producción contemporánea del
espacio urbano está muy relacionada con las
confusiones que rodearon al concepto de “espacio”
durante el siglo XX.
Reflexiones sobre el espacio público
REFLECTIONS ON PUBLIC SPACE
El texto corresponde a la conferencia dada por Christian Hermansen Cordua al inaugurar
el Sexto Foro de Ciudades Mexicanas Patrimonio de la Humanidad (UNESCO), realizado en
la Ciudad de Oaxaca a comienzos de octubre del 2012. Organizada por el Director General
de Desarrollo Urbano y Suelo de la dependencia federal, José Luis Llovera Abreu, esta es
una reunión anual de académicos y arquitectos que trabajan en el área de conservación de
Being of vital importance for the strengthening of
urban communities public space is one of the most
relevant aspects of the construction of collective
identities. This article analyses the evolution of
the concept of space during the nineteenth and
twentieth centuries, from Semper to Koolhaas.
The argument is that the irrelevance of the role
of both the architect and urban designer in the
contemporary production of the urban space is
closely related to the confusion that surrounds the
concept of “space”.
Espacio _ patrimonio urbano _ modernismo _
determinismo espacial _ espacio social _ no-lugar _
junk-space.
Urban space _ urban culture _ modernism _
spatial determinism _ social space _ non-place _
junk-space.
centros urbanos históricos.
1
2
Cuando recibí esta invitación a participar en el 6to Foro de Ciudades Mexicanas
Patrimonio de la Humanidad, y viendo que el tema era “Espacio público en los centros
históricos”, pensé que como mi último libro es sobre la transformación de centros
históricos europeos, podría hacer una contribución relacionada con algún aspecto
de la experiencia de Europa. Al comenzar a investigar los espacios públicos mexicanos
me di cuenta de que el valor de esta “exportación” de experiencias no era tan obvia, que
en cierto sentido era como llevar naranjas a Sevilla, o, si ustedes quieren, como traer
maíz a México.
Los espacios públicos mexicanos tienen una gran tradición y están a la par con los
mejores espacios públicos del sur de Europa y son bastante más vivos que aquellos del
norte. El ciudadano mexicano parece estar más dispuesto que otros a participar en la vida
de los espacios públicos, incluso cuando le piden que se desnude.
Tomando en cuenta estas consideraciones, decidí que mi ponencia trataría sobre la
evolución del concepto “espacio público” durante el siglo pasado. Argumentaré que la
irrelevancia del rol del arquitecto y diseñador urbano en la producción contemporánea
del espacio urbano está muy relacionada con las confusiones que rodearon al concepto de
“espacio” durante el siglo XX.
«We live in spacious times» (vivimos en tiempos espaciosos), escribió Ford Madox Ford1
a principios del siglo XX; sin embargo, como esta charla pretende mostrar, nos ha tomado
la mayor parte del siglo XX comenzar a comprender la naturaleza del espacio en que
vivimos y trabajamos; o, dicho de otra manera, llegar a una comprensión del concepto
de espacio que nos permitiera abordar una de las preguntas más importantes en este
tema: ¿cuáles son las relaciones entre el espacio como continente de las actividades
humanas y las actividades humanas que contiene? Voy a argumentar que la falta de
comprensión de esta relación fue, y sigue siendo, una de las causas principales de los
fracasos del urbanismo del siglo XX.
La falta de claridad sobre el concepto “espacio” durante este período no es
sorprendente si recordamos que la modernidad ha privilegiado de manera inequívoca el
tiempo por sobre el espacio. Como David Harvey escribe:
Christian Hermansen Cordua
Profesor de Arquitectura en el
Arkitektur og designhøgskolen i
Oslo, Noruega. Su último libro es
Manifestoes and Transformations in
the Early Modernist City, (ed. Ashgate,
2010).Está por terminar un proyecto
de investigación financiado por la
Comunidad Europea llamado SCIBE
acerca de la relación entre la escasez/
abundancia y la creatividad.
Professor of Architecture at The Oslo
School of Architecture and Design,
Norway. His last book is called
Manifestoes and Transformations in the
Early Modernist City, (ed. Ashgate, 2010).
He is finishing a research project funded
by the European Union called SCIBE
about the relation between scarcity/
abundance and creativity.
«(...) Ya que la modernidad consiste en la experiencia de progreso durante la
modernización, los escritos sobre ese tema han tendido a enfatizar la temporalidad,
el proceso de llegar a ser, en vez de estar en el espacio y el lugar» (1990).
Como arquitectos nos han enseñado, y por lo general aceptamos, que el “espacio” es lo
más puro, la sustancia más irreducible de que se ocupa la arquitectura, o dicho de otro
modo, que modelar el espacio con fines de habitación es una actividad exclusiva de la
arquitectura, lo que la distingue de otras disciplinas.
1
1. Cuadrángulo de las Monjas en Plaza Uxmal.
2. El Zócalo, Ciudad de México.
3. Plaza Oaxaca, Oaxaca.
88 DISEÑA DOSSIER
3
Nota del editor: Ford
Madox Ford (1873 –1939)
fue un escritor y editor
inglés. Es autor de
El buen soldado (1915).
89
Glaciar Aletsch, Suiza = 600
Viena, Austria = 2.008
Sydney, Australia = 5.200
Santiago, Chile = 4.500
Barcelona, España = 7.000
El Zócalo, México = 18.000
El arte de Spencer Tunick, número de voluntarios por ciudad.
Sin embargo, el término espacio no existía en el vocabulario arquitectónico hasta
hace poco. Los arquitectos del siglo XVIII hablaban de volúmenes y vacíos dentro y entre
ellos. Fue en la última década del siglo XIX cuando el término espacio se incorporó al
vocabulario arquitectónico, y su adopción general por la profesión está íntimamente
relacionada con el desarrollo del modernismo en el siglo XX.
Desde su adopción en los campos de la arquitectura y el urbanismo, el concepto de
espacio se ha visto afectado por una ambigüedad que surge de su uso anterior en otras
disciplinas. El más importante entre estos diversos usos es el espacio como una categoría
filosófica a priori que lo concibe como una parte integral del sistema a través del cual
entendemos el mundo. El contraste no podría ser mayor: en arquitectura el espacio es
algo que amoldamos, en filosofía el espacio es un prerrequisito necesario para ordenar y
así conocer el mundo.
El primer uso importante del concepto de espacio en la arquitectura surgió en el
libro Der Stil (El estilo) que Go"fried Semper 2 publicó en 1860. Siendo partícipe en un
período de discusiones acerca del espacio dentro de la filosofía estética en Alemania,
Semper argumentó que la arquitectura nace de un impulso humano innato por cercar
(enclose) el espacio. Esta idea se arraigó rápidamente y en 1889 Camillo Si"e 3 publica su
libro Urbanismo de acuerdo a principios artísticos, en el que sostenía que el diseño urbano
era «el arte del espacio» (Raumkunst), extendiendo así la idea del espacio desde los
interiores a la ciudad.
Además de los argumentos de Semper que colocaron al espacio en los orígenes de la
arquitectura hubo otros factores que hicieron atractiva la incorporación de este concepto
al vocabulario de los arquitectos modernistas. Hasta el siglo XX la arquitectura tenía el
estatus social de un oficio manual o, a lo sumo, de un negocio; el concepto de espacio, en
su abstracción, elevaba a la arquitectura de un oficio manual a una actividad intelectual.
Además, para los modernistas, la concepción de la arquitectura en términos de espacio
permitía reforzar las diferencias formales entre la arquitectura tradicional, que
enfatizaba la masa y el volumen, y el modernismo emergente. En la arquitectura de Mies
van der Rohe vemos que el espacio fluye ininterrumpidamente, predominando sobre
la masa, y con los elementos que definen el espacio reducidos a un mínimo de “piel y
huesos”. Una diferenciación adicional se podía lograr haciendo hincapié en la naturaleza
abstracta del espacio, una que no requería ninguno de los elementos simbólicos que
figuraban de forma tan destacada en la arquitectura tradicional.
La idea de que la arquitectura y el diseño urbano eran las “artes del espacio” ya se
había establecido en la década de 1920, pero las primeras obras de arquitectura en que
el espacio predomina aparecieron cuando Mies van der Rohe construyó el Pabellón de
Alemania en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 y la casa Tugendhat en
Brno, Checoslovaquia, en 1930.
La emigración a los EE.UU. de arquitectos modernistas alemanes a finales de la década
de 1930 y principios de la década de 1940 introdujo el concepto del espacio arquitectónico
al mundo anglo-sajón, un proceso consolidado por la publicación en 1941 de Espacio,
tiempo y arquitectura: origen y desarrollo de una nueva tradición por Sigfried Giedion4, que
es una historia de la arquitectura como el arte del espacio.
A mediados del siglo XX, el espacio se había consolidado como el elemento más
importante de la arquitectura, tanto es así que Venturi, Sco" Brown e Izenour, en su libro
de 1972 Aprendiendo de Las Vegas (que es una crítica del modernismo urbano), escribieron
«Tal vez el elemento más tiránico en nuestra arquitectura actual es el espacio...».
Si entendemos al espacio como una sustancia a moldear, la pregunta acerca de
las relaciones entre el espacio y las actividades que alberga no tiene relevancia.
Desde 1960 en adelante se pueden identificar dos tendencias que intentaron
abordar esta pregunta. Una surgió de adentro de las ciencias sociales que acusaban
a la arquitectura de determinismo espacial, una teoría que enfatiza una relación
causal entre el entorno construido y el comportamiento social. La segunda tendencia
surgió de adentro de la arquitectura como reacción a la acusación de determinismo
espacial. Los proponentes de esta última concluyeron que si era cierto que no había
ninguna relación significativa entre espacio y actividades sociales, no había ningún
impedimento para declarar a la arquitectura una disciplina autónoma.
Aunque los proyectos urbanos de Ebenezer Howard5, Frank Lloyd Wright y
Le Corbusier son muy diferentes, cada uno suponía una relación entre el diseño urbano
Formas elementales: Pirámide, Esfera, Cubo, Hexágono, Cono.
Uso de formas elementales en arquitectura.
2
3
4
Nota del editor: Go"fried
Semper (1803 –1879) fue un
arquitecto alemán. Una de
sus obras más famosas es la
Ópera de Dresde, conocida
como la Semperoper.
Además de El estilo en las
artes técnicas y tectónicas
(1860-63), escribió Los cuatro
elementos de la arquitectura
(1851) y Ciencia, industria y
arte (1852).
Nota del editor: Camillo Si"e
(1843-1903) fue un arquitecto
austríaco. Como teórico
del urbanismo tuvo gran
influencia en la planificación
urbana y el desarrollo de las
normativas de construcción.
Nota del editor: Sigfried
Giedion (1888–1968) fue
un historiador y crítico de
arquitectura de origen suizo
(nacido en Praga) que trabajó
en EE.UU., donde publicó
sus obras más importantes:
Espacio, tiempo y arquitectura
(1941) y La mecanización
toma el mando (1948). Fue el
primer Secretario General
del Congreso Internacional
de Arquitectura Moderna.
Fue en la última década del siglo XIX cuando el término espacio se incorporó al vocabulario arquitectónico, y su
adopción general por la profesión está íntimamente relacionada con el desarrollo del modernismo en el siglo XX.
90 DISEÑA DOSSIER
91
En la arquitectura de Mies van
der Rohe vemos que el espacio
fluye ininterrumpidamente,
predominando sobre la masa,
y con los elementos que
definen el espacio reducidos a
un mínimo de “piel y huesos”.
Pabellón de Barcelona (Mies van der Rohe, 1929).
y el estilo de vida que esa ciudad sustentaba: ruralismo autosuficiente en el caso de
Wright, sub-urbanismo burgués en el caso de Howard, y chic urbano en el caso de
Le Corbusier.
Le Corbusier, por ejemplo, escribió una serie de artículos entre 1920 y 1923 en la revista
L’Esprit Nouveau en los que sostenía que para evitar una revolución proletaria similar a
la de 1917 en Rusia, los países industriales europeos tenían que ser transformados y la
arquitectura tenía que estar al centro de esta transformación.
«La cuestión de la edificación es la causa de los disturbios sociales de hoy:
arquitectura o revolución» (Vers une architecture6, 1923).
En la opinión de aquellos que entendían la sociedad en términos de relaciones sociales,
la sugerencia de que el entorno físico pudiera imponer, o incluso dirigir, las actividades
sociales era inaceptable. La crítica al determinismo espacial osciló entre acusar a estos
proyectos urbanos modernistas de no proporcionar el tipo de vivienda que el público
deseaba, ilustrada en la declaración de Peter Hall:
Urban Utopias in the Twentieth Century.
5
Nota del editor: Ebenezer
Howard (1850-1928) fue
un pensador británico.
Disconforme con el
desarrollo urbano, en 1898
publicó Ciudades-jardín
del mañana, la descripción
de una utopía donde la
gente vive en armonía con
la naturaleza. Su tratado
dio origen al concepto de
“ciudad-jardín”.
6 Nota del editor: En Vers
une architecture (1923) se
publicaron los ensayos
aparecidos en la revista
L’Esprit Nouveau.
92 DISEÑA DOSSIER
«El pecado de Corbusier y los corbusianos no estaba en sus diseños,
sino en la arrogancia irreflexiva con que se los imponían a personas que
no los podían acoger, y que dado un poco de reflexión, nunca los habrían podido
adoptar» (1992).
... y acusar a todo el diseño urbano modernista de ingenuidad al creer que una
configuración espacial podía originar un comportamiento social. La reacción contra el
determinismo espacial que los sociólogos urbanos veían en las propuestas de diseño
urbano modernistas los llevó a afirmar que no había ninguna relación significativa entre
la estructuración espacial y la actividad social. Esta opinión se basaba en la concepción
de que el espacio no era más que un continente dentro del cual sucedían los procesos
sociales y económicos. De acuerdo con esta opinión el único papel social otorgado al
espacio era producir fricción al movimiento de personas, bienes e información.
Un ejemplo de esta posición lo encontramos en un artículo publicado en 1964 por
Melvin Webber titulado “Urban Place and the Non-Place Urban Realm” (“Lugar urbano y el
no-lugar en la esfera urbana”), en el que sostenía que con el crecimiento en sofisticación y
disponibilidad de las comunicaciones, la localización de las personas perdía importancia, ya
que podrían llevar a cabo sus actividades independientemente de la distancia entre ellos.
A nivel superficial, esta observación de Melvin Webber hacía sentido si tomamos
en cuenta elementos como el costo y la facilidad de las comunicaciones telefónicas.
Por ejemplo, una llamada telefónica de tres minutos entre Londres y Nueva York costaba
500 libras en 1927, 63 libras en 1945, 13 libras en 1970, 0,52 libras en 1996 y 0,00 libras por
Skype desde 2003 en adelante.
Dos reacciones diferentes a la crítica de determinismo espacial surgieron desde dentro
de la arquitectura.
Una forma de abordar el problema de la relación entre el espacio y la sociedad era
pronosticar la irrelevancia o la “muerte” de la arquitectura. Esto fue propuesto por
Reyner Banham en un ensayo de 1965 llamado “A Home is not a House” (Un hogar no
es una casa), en el que sostenía que la tecnología estaba llegando a tales niveles de
sofisticación que hacía a la arquitectura innecesaria e irrelevante, ya que nuestras
necesidades de vivienda podían satisfacerse sin recurrir a edificios. Esta idea la
expresó en un dibujo que llegó a ser conocido como “Banham’s Bubble” (La burbuja
de Banham). En ella vemos a Reyner Banham con una pequeña máquina capaz de
satisfacer sus necesidades ambientales.
La otra reacción a la incertidumbre acerca de las relaciones entre espacio y sociedad
fue declarar a la arquitectura una disciplina autónoma, una que no guarda relación
con consideraciones externas a ella. El debate sobre la autonomía de la arquitectura
alcanzó su cenit en los 41 números de la revista Assemblage, “una revista de crítica de
la cultura arquitectónica y el diseño” publicada por MIT Press de 1986 a 2000.
El partidario más vociferante de la autonomía de la arquitectura fue Peter Eisenman,
quien en “Autonomy and the Will to the Critical” escribió:
«Al eliminar el contexto y sujeto, la arquitectura se reduce a sus propios
elementos: puntos, líneas y planos... abriendo los procesos internos de la
arquitectura a sus propias posibilidades internas».
Sin embargo, la idea de que no hay relación entre el espacio y los actos sociales, y
que por lo tanto la producción del espacio es autónoma de la vida social, era demasiado
simplista para durar.
Desde la década de 1960 en adelante, una sucesión de estudios comenzó a erosionar
esta posición al escribir sobre casos en los cuales había una indudable interacción entre
el espacio urbano y los actos sociales.
El estudio clásico !e Image of the City (La imagen de la ciudad), publicado por Kevin
Lynch en 1960, nos enseñó que la ciudad alienada es sobre todo un sistema de espacios
urbanos dentro de los cuales la gente no puede concebir a la ciudad como un todo, ni
establecer su propia posición dentro de ella.
Jane Jacobs, en su libro !e Death and Life of Great American Cities (La muerte y vida
de las grandes ciudades americanas), de 1961, hizo una fuerte crítica a las políticas
de renovación urbana de la década de 1950 y en su lugar promovió la rehabilitación
local de vecindarios tradicionales. Al formular este argumento, Jacobs afirma que los
cambios en la configuración del espacio urbano jugaban algún papel en la continuidad
de la vida urbana.
El argumento del libro de Oscar Newman Defensible Space (Espacio defendible), de
1972, y el de Alice Coleman Utopia on Trial (Juzgando la utopía), de 1985, fue que las
configuraciones espaciales tenían un papel que desempeñar en la seguridad de los
conjuntos de viviendas sociales.
La idea de !e Architecture of the City (La arquitectura de la ciudad), que Aldo Rossi
publicó en 1966, fue que la estructura física de una ciudad incorporaba la cultura de su
población, y por esto hacía la ciudad comprensible a sus habitantes. La interrupción de
este proceso histórico de constitución de la ciudad mediante la introducción de un nuevo
orden espacial modernista interrumpía el proceso histórico y enajenaba al público del
nuevo orden espacial.
En Learning from Las Vegas (Aprendiendo de Las Vegas), de 1972, Venturi, Sco" Brown
e Izenour argumentaron que la cultura popular se manifestaba en aquellos entornos
urbanos construidos sin la intervención de arquitectos, por lo cual eran comprensibles a
sus usuarios.
Todas estas publicaciones, de distintas maneras, socavaron la idea de que no
había relaciones significativas entre las configuraciones espaciales y las actividades
Desde la década de 1960 en adelante, una sucesión de estudios comenzó a erosionar esta posición al escribir sobre
casos en los cuales había una indudable interacción entre el espacio urbano y los actos sociales.
93
sociales. Sin embargo, fue Bernard Tschumi, en su libro de 1990 Questions of Space,
el primero en declarar inequívocamente que el espacio y el lugar eran componentes
sustanciales de los actos sociales. Como escribió en este ejemplo ahora famoso:
«Asesinato en la calle difiere de Asesinato en la catedral (T. S. Eliot) de la
misma manera como amor en la calle difiere de “Calles de amor” (Rolling Stones).
Radicalmente».
Al establecer una dialéctica “socioespacial” en la que la sociedad da
forma a los espacios de acuerdo
a sus necesidades, pero en la que,
igualmente, el espacio juega un
papel formativo en la construcción
de la vida social, Lefebvre abrió un
campo extenso de especulación
teórica e investigación que ha
sido desarrollado desde la última
década del siglo XX principalmente
por geógrafos urbanos.
Si bien estas obras erosionaban la idea de que el espacio no era más que un recipiente
vacío sin relación significativa con la vida social, ninguno de sus autores intentó formular
una teoría que explicara la relación entre la sociedad y los espacios que ocupaba.
Este desafío fue tomado por Henri Lefebvre en su libro de 1974 !e Production of Space
(La producción del espacio) y en un grado menor y más difuso por Michel Foucault en
su artículo “Of Other Spaces” (“Sobre otros espacios”), de 1986. Ellos fueron los primeros
en poner de relieve la importancia de considerar no sólo lo que podría llamarse “la
geometría” del espacio, sino también sus prácticas sociales y significados simbólicos.
Ambos insistieron en que el espacio no debe ser entendido como una cosa dada, sino
como un producto social. De esta manera llamaron la atención sobre su rol en la
construcción y transformación de la vida social.
El argumento de Lefebvre es que el espacio es un producto social que afecta a las
prácticas espaciales y las formas en que éstas son percibidas. Si entendemos el espacio de
esta manera, nuestro foco cambia de mirar el espacio como una construcción geométrica
a mirar el proceso de la producción del espacio.
Lefebvre escribe que desde el siglo XVIII en adelante el espacio ha tenido un
significado estrictamente geométrico, y por lo tanto ha sido entendido exclusivamente
en términos formales y cuantitativos, como un vacío que se llena y se subdivide por
medio de intervenciones materiales, como las que realiza la arquitectura. Lefebvre
llama a esto “espacio abstracto”, y sostiene que el predominio de esta concepción
del espacio resulta en la homogeneización del espacio social. En otras palabras, una
concepción puramente geométrica del espacio excluye lo social, y por lo tanto excluye
preguntas acerca de la relación entre las características físicas del espacio y su
influencia sobre las actividades sociales.
En contraste con el concepto de “espacio abstracto”, Lefebvre propone el concepto
de “espacio social” que no excluye las características geométricas del espacio, sino que
las complementa con preguntas acerca de la sociedad, la historia y la política. Lefebvre
sugiere que deberíamos distinguir entre tres categorías del espacio social (1974):
1. Prácticas espaciales, son los espacios en los cuales transcurre nuestra vida
cotidiana (le perçu o lo percibido).
2. Representaciones del espacio, que se refiere a cómo se conceptualiza y representa
el espacio; sobre todo a las formas en que las autoridades conciben el espacio
como herramienta de control social (le conçu o lo concebido).
3. Espacios de representación, son los espacios que la imaginación pretende cambiar
y apropiar; espacios en que se desafían las prácticas sociales establecidas con el
fin de introducir cambio social democrático (le véçu o lo vivido).
Estas tres categorías están generalmente conectadas y se traslapan en un mismo
espacio urbano.
Al establecer una dialéctica “socio-espacial” en la que la sociedad da forma a los
espacios de acuerdo a sus necesidades, pero en la que, igualmente, el espacio juega un
papel formativo en la construcción de la vida social, Lefebvre abrió un campo extenso de
especulación teórica e investigación que ha sido desarrollado desde la última década del
siglo XX principalmente por geógrafos urbanos.
Algunas de sus figuras principales son:
Michel de Certeau, en !e Practice of Everyday Life (La invención de lo cotidiano),
critica a las ciencias sociales por haber representado a ciudadanos como
“consumidores” pasivos de cultura, descuidando su papel como transformadores de la
cultura, incluyendo el espacio.
94 DISEÑA DOSSIER
Calle de Oaxaca, México.
David Harvey, en !e Condition of Postmodernity (La condición de la posmodernidad),
argumenta que nuestra percepción de la ciudad incluye importantes elementos
espaciales y que éstos influyen sobre nuestra concepción de dónde y cómo
estamos situados en el mundo, y por lo tanto cambian nuestra forma de pensar y
actuar políticamente.
Fredric Jameson, en “Future City” (“Ciudad futura”), describe la posmodernidad
como la espacialización de la cultura bajo la presión del capitalismo organizado. Su idea
es crear un concepto de mediación para construir un modelo que pueda ser articulado
en, y descriptivo de, una serie de fenómenos culturales diferentes; partiendo de lo visual,
pasando por lo temporal, y luego volviendo a una nueva concepción del espacio.
Edward Soja, en !irdspace, partiendo de la observación de la ciudad de Los Angeles, es el
más enfático en argumentar en favor de la importancia de una perspectiva espacial para
interpretar el mundo:
Georges-Eugène Haussmann, París.
«Yo defino a !irdspace como otra forma de entender y actuar para cambiar la
espacialidad de la vida humana, un modo distinto de conciencia espacial crítica
que sea apropiada al nuevo alcance y significado que surge de una trialéctica
re-equilibrada de los conceptos de espacialidad-historicidad-socialidad».
¿Cuáles son las consecuencias de todo esto?
Una visión de la sociedad que da prioridad al espacio no por la simple razón de que
todo sucede en el espacio, sino porque el lugar dónde suceden las cosas es fundamental
para saber cómo y por qué suceden, es sin duda una buena noticia para las personas que
trabajan en dar forma al entorno construido. Sin embargo, esto no es una reivindicación
del determinismo espacial, pues las relaciones de espacio-tiempo-historia no operan en
una sola dirección, no son deterministas, sino más bien interactivas.
Si es que la conceptualización ingenua de la relación entre lo social y lo espacial es una
causa importante del fracaso de muchas de las proposiciones urbanísticas del siglo XX,
el rol futuro de los arquitectos y diseñadores urbanos dependerá de su capacidad de
comprender y poner en funcionamiento las relaciones entre el espacio-tiempo-historia.
Plaza Tahrir, El Cairo.
95
«La materialidad es aquí un mero pretexto para nuestro ejercicio de placer
mental. (...) Ir de compras no requiere comprar, es una actuación que puede
hacerse sin dinero, con tal de que se cuente con los espacios adecuados, o en otras
palabras, que el junk-space haya sido provisto» (2003).
No lugar.
Aviones despegando.
Terminal Heathrow.
La situación actual no parece muy brillante. Dos descripciones de la producción del
espacio urbano contemporáneo sirven para ilustrar mis preocupaciones.
En Non-Places: Introduction to an Anthropology of Supermodernity (No-lugares:
introducción a una antropología de la supermodernidad), de 1992, Marc Augé sostuvo
que la era posmoderna estaba produciendo una nueva categoría de espacio urbano que
calificó de “non-place” (“no-lugar”), para referirse a los espacios de circulación, consumo y
comunicación que no tienen suficiente significado para ser considerados como “lugares”.
Los no-lugares son en gran parte resultado de la globalización, la creciente demanda
por viajar y los espacios asociados que esto ha generado: aeropuertos, estaciones de
ferrocarril, autopistas y cadenas hoteleras internacionales.
Estos lugares requieren códigos de comportamiento comunes que los hacen mucho más
democráticos que el mundo fuera de ellos. De esta manera estos espacios ofrecen a los
ocupantes transitorios la ilusión de formar parte de algún gran esquema global igualitario.
Koolhaas propone el concepto de “junk-space” (“espacio-basura”), que tiene ciertas
similitudes con “non-space”, pero es más global y menos definido. Koolhaas nos recuerda
que en 2025 el número de habitantes urbanos llegará a cinco mil millones. Entre las diez
megalópolis más grandes, sólo Tokio será parte de lo que se llama el mundo desarrollado.
La tasa de crecimiento de estas megalópolis es explosivo. Shanghái, por ejemplo, ha
construido más de diez mil rascacielos en las últimas dos décadas. El producto de este
desarrollo urbano acelerado es lo que Koolhaas denomina junk-space.
La causa de esta expansión explosiva de las ciudades es lo que los marxistas llaman la
“mercantilización” de la vida, que en el artículo de Fredric Jameson titulado “Future City” se
resume como: «Al final, no habrá nada más que hacer que ir de compras».
El proceso de “mercantilización” de la vida se manifiesta más claramente en aquellas
instituciones que originalmente no tenían propósitos mercantiles pero que han
considerado necesario incorporar actividades comerciales para sobrevivir.
¿Qué es junk-space?
ρ &*/*$*"$0/-026&40#3"fƒ*&-Šspace-junk” es la basura humana que puebla al universo,
el junk-space es el residuo que la humanidad deja en el planeta», comenta Koolhaas.
ρ &3&LJ&3&""26&--04&41"$*0426&4&&/$6&/53"/&/3&$*$-"+&$0/5*/60f-130.&%*0%&
vida de un rascacielos en Tokio es de sólo quince años.
ρ ""326*5&$563"a"-*(6"-26&05304130%6$504$6-563"-&4ais commodified
(es comercializada), y sufre el destino de todos los productos de consumo, se convierte
en junk-space.
ρ Junk-space, sin embargo, no es sólo una acumulación histórica accidental del mercado,
sino el resultado de la producción social.
Estas dos explicaciones de producción del espacio urbano en la sociedad
contemporánea, los non-places y el junk-space, pretenden ser descripciones de nuestra
condición actual. Ellas no deben verse como definición de un problema a resolver, sino
como descripción de una realidad que debe ser entendida. La descripción de esta realidad
podría dar lugar a una voluntad política que proponga cambios en nuestras prácticas
de producción del espacio. Si estas prácticas cambiaran, los arquitectos y diseñadores
urbanos podrían, quizás, recuperar su relevancia en la producción del entorno construido.
Esta voluntad política de cambio no debe intentar resucitar el llamado de Le Corbusier
“arquitectura o revolución”, sino más bien debe basarse en el entendido de que la
construcción, el significado y la organización del espacio público sólo pueden llevarse a
cabo exitosamente cuando el proceso involucre a los diversos elementos constitutivos
del espacio social, como por ejemplo los tres que propone Lefebvre: prácticas espaciales,
representaciones del espacio y espacios de representación.
Apilamiento de neumáticos.
DNA
La construcción, el significado y la organización del espacio público sólo pueden llevarse a cabo exitosamente
cuando el proceso involucre a los diversos elementos constitutivos del espacio social, como por ejemplo los tres que
propone Lefebvre: prácticas espaciales, representaciones del espacio y espacios de representación.
Referencias
ρ 0/4*%&3&.04"-"&3016&350.0%&3/0a26&")03"&46/$&/530$0.&3$*"-$0/6/"1*45"
de aterrizaje adjunta. Sus actividades mercantiles generan más ganancias que lo que
pagan las líneas aéreas por usar el aeropuerto.
ρ -'3&/5&%&50%0.64&0.0%&3/0&/$0/53".04-"(3"/5*&/%"a26&&4-"Ʈ/*$"1"35&%&-
museo que una cantidad cada vez mayor de personas visita. En respuesta, el diseño de
estas tiendas se vuelve cada vez más indistinguible del propio museo.
ρ &$0/0$*&/%0&45"5&/%&/$*"a""5$)*^""5$)*)*;06/"$".1"Ə"16#-*$*5"3*"1"3"&-
Museo Victoria and Albert de Londres, anunciándolo como “un muy buen café con un
museo bastante bueno adyacente”.
Eisenman, Peter (2000).
Autonomy and the Will to the
Critical. Assemblage n.° 41 (abril),
págs. 90-91.
Hall, Peter (1992). Cities of
Tomorrow. Oxford: Blackwell.
Harvey, David (1990).
The Condition of Postmodernity.
Oxford: Blackwell.
Jameson, Fredric (2003).
Future City. New Left Review
n.° 21 (mayo-junio), pág. 71.
El consumismo es un nuevo estilo de vida que va más allá de la compra de bienes. Lo
que se consume son imágenes que satisfacen deseos. La visita al centro comercial puede
o no resultar en una compra; en caso de que la compra se materialice, es muy probable
que el comprador rápidamente pierda interés en el objeto comprado, y simultáneamente
adquiera una nueva urgencia por encontrar un nuevo objeto que desear. Lo que vale es
la persecución de la imagen, no la captura del objeto. Pensemos, por ejemplo, en la orden
de dos millones de iPhone 5 un día antes de que ese teléfono saliera a la venta. Esto refleja
una búsqueda de imagen, no de un objeto útil para hacer llamadas telefónicas. Como
Jameson escribe:
Koolhaas, Rem (2002).
Junkspace. October, vol. 100
(primavera), págs. 175-190.
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architecture. (s.i.).
Lefebvre, Henry (1974).
La production de l'espace.
París: Anthropos.
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Venturi, Robert; Scott Brown,
Denise & Izenour, Steven
(1972). Learning from Las Vegas.
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1972, pág. 148.
96 DISEÑA DOSSIER
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