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Transcript
Izquierda partidaria y movimiento social
Alejandro Encinas Rodríguez
“La izquierda enfrenta un reto mayúsculo: una estrategia incorrecta puede poner en
entredicho una causa justa. No hay duda de que la elección fue desigual, pero hay
diversas formas de elaborar políticamente la injusticia.…Quien es vencido por las
malas dispone de la fuerza moral. No es lo mismo resignarse que aprovechar una
derrota injusta para construir y confirmar que se tenía razón”.
Luis Villoro, Semanario Proceso, septiembre de 2006
A lo largo de nuestra historia, los avances democráticos y el
desarrollo de los partidos políticos de izquierda en México, han
estado indisolublemente ligados al surgimiento de importantes
movimientos sociales.
Si bien en los años 50 y 60, a la par de los movimientos sindicales
que reivindicaron diversas demandas gremiales, como el
movimiento ferrocarrilero de 1958 y el magisterial de los años
sesenta, la izquierda mexicana enfrentó duros reveses, que
implicaron su expulsión del movimiento obrero y sindical, así como
su dispersión orgánica y aislamiento ideológico.1
Pese a estas derrotas y alentada por los vientos libertarios que
representaron el triunfo de la Revolución Cubana, los movimientos
pacifistas contra la guerra de Vietnam, contra la invasión a
República Dominicana, y el surgimiento de diversos movimientos
de liberación contra el colonialismo en el mundo, la izquierda cobró
nuevos bríos.
1
Asumo que la izquierda mexicana –las izquierdas mexicanas- esta conformada por una diversa gama de
corrientes, organizaciones políticas y sociales, por lo que debo acotar que las referencias que hago acerca de
la izquierda mexicana a lo largo del presente texto, se refieren a la llamada izquierda partidaria o lo que
recientemente se ha denominado la “izquierda mayoritaria”.
1
En 1961 se creó el Movimiento de Liberación Nacional, lo que
representó la primera alianza entre grupos ligados al cardenismo y al
nacionalismo revolucionario, con los comunistas mexicanos y
distintos sectores de espectro democrático del país.
Más adelante, en 1964, la izquierda emprendió nuevas experiencias.
En la elección presidencial de ese año, se conformó el Frente
Electoral del Pueblo, que postuló al dirigente campesino, Ramón
Danzós Palomino como candidato independiente a la Presidencia de
la República, así como candidatos a diputados y senadores, lo que
constituyó la primera incursión electoral de la izquierda en el ámbito
nacional.
1968-1979: de la represión al reconocimiento legal
1968 marcó un hito en la historia de nuestro país. El movimiento
estudiantil popular de ese año fue la expresión de una energía social
contenida que puso en crisis a un régimen que había fundado su
hegemonía en la represión contra los movimientos sociales, el
control corporativo de las organizaciones gremiales y la cancelación
de los espacios de participación democrática
El movimiento estudiantil, al igual que los movimientos sociales que
le antecedieron en las décadas anteriores, chocaron con la estructura
autoritaria del Estado, que no dudó en reprimirlo.
Tras la represión al movimiento estudiantil, en los años setenta se
registraron diversos
movimientos políticos y sociales en
confrontación permanente con un régimen que lejos de abrir cauce al
desarrollo democrático en el país, siempre busco la salida
autoritaria. La guerra sucia contra los movimientos armados,
derivada de la radicalización de diversos grupos que no encontraron
espacios de participación política, y el surgimiento de diversos
movimientos sindicales, como los de la Tendencia Democrática del
2
SUTERM y el sindicalismo universitario; la coordinadora del
magisterio; la lucha por la tierra; los movimientos por la defensa de
los derechos humanos, son expresión de una sociedad ávida de
espacios de participación.
En particular, la emergencia espontánea de una acción ciudadana
ejemplar, derivada de la respuesta popular en el rescate de víctimas
y la reconstrucción tras los sismos de 1985, puso al descubierto la
debilidad de un sistema incapaz de atender la emergencia y dio lugar
al surgimiento de una sociedad solidaria y participativa; que más
adelante permitiría avanzar hacia la democratización del Distrito
Federal.
En este contexto, impulsada por la movilización social, la izquierda
mexicana experimentó un conjunto de transformaciones, que le
permitieron dejar atrás las visiones sectarias y dogmáticas que la
habían mantenido subordinada al movimiento comunista
internacional, y avanzar hacia su reconocimiento legal, alcanzar
importantes niveles de competencia electoral y representación
política, y desarrollar un discurso y un proyecto político que, de
manera creciente, ha ido ganando simpatías y apoyos, como lo
veremos a lo largo del presente texto.
El Partido Comunista Mexicano
Un primer proceso de transformación inició en 1967 durante el XV
Congreso Nacional del Partido Comunista Mexicano (PCM), donde
se aprueba el “Programa de la Revolución Democrático Popular y
Antiimperialista”, y se da un primer paso para transitar de un
“partido de cuadros” hacia un “partido de masas”, buscando la
transformación social de México con base en “fortalecer el partido,
reorganizar el movimiento de masas y unir a las fuerzas
democráticas”.
3
En 1968, el Partido Comunista Mexicano condenó la invasión
soviética a Checoslovaquia y los crímenes del stalinismo -más
adelante hizo lo propio con la invasión a Afganistán-, y reivindicó su
autonomía frente al bloque soviético, con lo que inicia un proceso de
rescate e identidad con los valores nacionales, en la conformación de
un proyecto socialista propio.
Para 1975, la preocupación central consistió en convertir al PCM en
un instrumento de las fuerzas democráticas y para ello sostenía,
como punto medular, encontrar formas unitarias que permitieran
articular una fuerza amplia de la izquierda, lo que condujo en 1976,
a la postulación de Valentín Campa Salazar como candidato sin
registro, a la Presidencia de la República, en lo que constituiría una
nueva incursión electoral y otro intento unitario de la izquierda en
una alianza en la que concurrieron el Movimiento de Organización
Socialista y la Liga Socialista.
Campa, contendió contra José López Portillo, candidato único
registrado tras la decisión del Partido Acción Nacional de no
participar en el proceso, ante la falta de garantías para una elección
democrática.
Los dirigentes comunistas de entonces, sostienen que en una reunión
después del proceso electoral con el entonces Secretario de
Gobernación, Jesús Reyes Heróles, éste reconoció una inesperada
votación a favor de Campa Salazar, estimada entre 800 mil y un
millón de votos, lo que aunado a la creciente inconformidad social y
al evidente agotamiento del sistema político, que expresaba su crisis
en la candidatura única de López Portillo, abrió paso a una reforma
política que incorporó a nuevos partidos al espectro político y en
particular a los comunistas a la lucha legal.2
2
Retomo las versiones sobre dicha reunión de Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta Lorenzana y
Gilberto Rincón Gallardo.
4
En 1977, el PCM demandó una consulta nacional para definir el
contenido y los alcances de la reforma política propuesta por el
Gobierno Federal, en la que se presentaron las propuestas de
diversas organizaciones políticas.
1979-1988: hacia la unificación de la izquierda
La reforma política permitió a diversas organizaciones participar
electoralmente bajo la figura de registro condicionado y tras las
elecciones intermedias de 1979, alcanzar el registro legal y con ello
las primeras representaciones en órganos legislativos federales y
locales, y más adelante a los primeros triunfos en ayuntamientos del
país. 3 / 4
En 1979, después de tres décadas en las que se mantuvo cerrado el
registro a nuevos partidos, el PCM, alcanzó 688 mil 978 votos, 5
por ciento de la votación total, y con ello su registro legal y la
integración del primer grupo parlamentario, el de la Coalición de
Izquierda, con 18 diputados por el principio de representación
proporcional.5
Aunado a ello, los comunistas mexicanos desarrollaron una
redefinición ideológica y programática. En 1980, durante su XIX
Congreso Nacional, el PCM rompió con los viejos paradigmas que
habían regido su discurso durante décadas. Dogmas como el de
“dictadura del proletariado”, el “centralismo democrático”, la
“revolución proletaria”, cedían paso a la reivindicación democrática
3
El primer diputado comunista en el congreso mexicano fue Hernán Laborde. Diputado electo en 1928 por
mayoría en el Distrito XIV de Orizaba, Veracruz, por el Partido Ferrocarrilero Unitario. Laborde fue
desaforado el 27 de mayo de 1929 “por comunista” tras un discurso en solidaridad con Cesar Augusto
Sandino, con motivo de la visita del presidente Hoover, cuando muestra una bandera americana arrancada en
combate tras la invasión yanqui que Sandino regaló al PCM.
4
El primer Ayuntamiento gobernado por el Partido Comunista Mexicano, fue el del Municipio de Alcozauca,
en la montaña de Guerrero, presidido por el Prof. Abel Salazar Salazar en 1980.
5
En este proceso alcanzan también su registro el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido
Demócrata Mexicano de filiación sinarquista.
5
y a la búsqueda de las transformaciones políticas y sociales por la
vía legal y electoral.
Tras el fracaso del camino de las armas y la discusión acerca de la
violencia revolucionaria, la izquierda optó por la vía democrática y
la competencia electoral, pese a las limitaciones de la legalidad
vigente y el precario desarrollo democrático de las instituciones
públicas.6
Paralelamente el Partido Comunista Mexicano propició el inicio de
un proceso de unificación de diversas organizaciones políticas. Así,
tras la Coalición de Izquierda que participó en las elecciones de
1979, en octubre de 1981, el XX Congreso Nacional del PCM, en un
hecho sin precedente, decidió disolver el partido y poner su registro
a disposición de las fuerzas de izquierda para dar origen a una nueva
organización política: el Partido Socialista Unificado de México
(PSUM), constituido el 5 de noviembre de 1981 por la fusión del
PCM; el Partido del Pueblo Mexicano; el Partido Socialista
Revolucionario; el Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el
Movimiento de Acción Popular.7
El Partido Socialista Unificado de México
Con la creación del PSUM se registró un avance en la
democratización de las fuerzas de izquierda, las cuales ratificaron su
ruptura con las visiones sectarias tradicionales y con los métodos
autoritarios heredados en la izquierda. En el marco del proceso de
fusión, el nuevo partido refrendó su compromiso con la legalidad.
6
35 Tesis para la política del PCM. Boletín de discusión preparatoria del 19 Congreso Nacional del PCM,
octubre de 1980.
7
Cabe señalar que en los primeros trabajos de unidad participó el Partido Mexicano de los Trabajadores,
PMT, encabezado por Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, quien pese a suscribir el“Comunicado de unidad”
el 15 de agosto de 1981, no acompaña la formación del PSUM. El PMT, al igual que el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, PRT, obtendrían su registro legal en las elecciones de 1985.
6
En el Informe de la Comisión Organizadora ante la “Asamblea
Nacional de Unificación”, se planteó como una necesidad “de la
clase obrera y las masas trabajadoras” unir fuerzas, pues la unidad
de estas organizaciones elevaría el peso de la izquierda, atrayendo
nuevos sectores al partido que, por su programa y su política, se
asumió como “un partido obrero... y al mismo tiempo popular por su
composición social”, manteniendo sus “objetivos socialistas y
comunistas”. 8
El esfuerzo de unidad se asumió como “una posición de principios,
que supone una lucha constante por acercar las posiciones, por
eliminar las desconfianzas mutuas, por imponer el trato respetuoso
de los problemas en la discrepancia en medio de la discusión
franca”.
Para el PSUM, la unificación correspondió al creciente movimiento
social que se presentaba en México en esos momentos, frente al
rumbo de la política económica y social antipopular de los gobiernos
priístas, expresada entonces en la Ley de Fomento Agropecuarioantecedente de la reforma al artículo 27 Constitucional-; el alza en
las tarifas del transporte público –que condujo a la estatización del
mismo en el Distrito Federal-; la corrupción gubernamental en el
marco de una política de austeridad que limitaba los recursos a los
programas sociales, pero en especial, al “incremento de la lucha
huelguística a partir del último decenio”.
Para el naciente partido, “(...) la democratización del movimiento
obrero no sólo es un problema interno de sus organizaciones, tiene
que ver con el Estado, con la legislación, con las estructuras
jurídico-políticas que sustentan el dominio sobre los trabajadores, es
una cuestión ligada a la libertad sindical”.
8
Las citas del presente capítulo fueron tomadas del “Informe de la Comisión Coordinadora del PCM, PPM,
PSR, MAUS y MAP a la Asamblea Nacional de Unificación”. Documento, 5 de noviembre de 1981
7
A partir de ello encaró el nuevo ámbito de su participación política,
que marcaría el desarrollo de la izquierda en las décadas siguientes:
“(...) un partido revolucionario no puede ignorar la importancia de
que la izquierda intervenga en las mejores condiciones posibles en el
proceso electoral presente, a menos que pretenda marginarse de la
actividad política”.
“(...) debemos asimilar la tradición del movimiento revolucionario
de nuestro país de no desechar ninguna forma de lucha; ...la decisión
de participar en las próximas elecciones es un componente de la
línea política que considera la lucha por la democracia como un
elemento central en el camino al socialismo”.
“(...) Hace sólo unos años se dudaba que la actividad electoral
pudiera servir a los objetivos revolucionarios. La experiencia de las
organizaciones que hoy se fusionan, muestra que las campañas
electorales pueden servir al desarrollo de la conciencia y la
organización de los trabajadores y que se puede hacer actividad
parlamentaria de contenido clasista y revolucionario”.
Así, el PSUM acude a la disputa electoral, para mostrar que la
izquierda no es solo una fuerza contestaria o defensiva, sino
portadora de una alternativa frente al rumbo impuesto por el partido
oficial que “alienta el desarrollo de una burguesía monopólica”, y
busca propiciar “la posibilidad de una ruptura democrática y
organizar un movimiento capaz de cambiar de gobierno para
instaurar uno popular y democrático”.
Al mismo tiempo define su posición frente a los otros partidos
contendientes, en especial con el Partido Acción Nacional, PAN,
“De los otros partidos burgueses, debemos tomar en cuenta al PAN,
que se presenta ante sectores importantes del pueblo como la
oposición al sistema político actual: ideológicamente es una opción
más reaccionaria, incapaz siquiera de asumir la tradición nacional de
la clase dominante”.
8
Con esta visión, asiste por primera ocasión con reconocimiento legal
a una elección presidencial, postulando, en noviembre de 1981, a
Arnoldo Martínez Verdugo como candidato a la Presidencia de la
República, dando inicio, en diciembre de ese año, a una campaña
electoral que por su contenido programático se denominó “Marcha
por la democracia”, en la que se cuestiona el “continuismo y la
profundización de la política promonopólica y antipopular
representada en la candidatura de Miguel de la Madrid”.
El PSUM y su candidato, Arnoldo Martínez Verdugo, obtienen en
1982: 925 mil 848 votos, 4.4 por ciento del total de la votación
nacional.
El Partido Mexicano Socialista
En la segunda mitad de los años ochenta, se retomó el proceso de
unificación de la izquierda mexicana. En marzo de 1987 se suscribió
el convenio de fusión para crear el Partido Mexicano Socialista
(PMS), que representa uno de los mayores esfuerzos de unificación
de diferentes organizaciones políticas y el último partido que
oficialmente se reivindicó como socialista.9
En este proceso participaron el PSUM, el Partido Mexicano de los
Trabajadores, el Partido Patriótico Revolucionario, el Movimiento
Revolucionario del Pueblo y la Unidad de Izquierda Comunista.
En el Convenio de Fusión, los partidos establecieron que era una
necesidad política su integración en un solo partido, con el propósito
de acrecentar la fuerza organizada de los partidarios de una nueva
sociedad basada en la democracia, el socialismo y la defensa de la
independencia de México. Los partidos fusionantes buscaron el
9
En la creación del PMS, ya no participa el grupo vinculado a Alejandro Gazcón Mercado, otrora dirigente
del Partido del Pueblo Mexicano, quien tras abandonar las filas del PSUM organiza el Partido de la
Revolución Socialista, PRS.
9
establecimiento de “un nuevo poder, democrático y popular, cuyas
características sean que represente a la mayoría constituida por la
clase obrera, los campesinos y el conjunto del pueblo trabajador”.
El nuevo partido reafirmó su compromiso democrático: “(...)
Luchará consecuentemente por los derechos y libertades
democráticas, por el desarrollo de una cultura democrática y por un
poder basado en una democracia desarrollada”, y “con los
movimientos de masas del pueblo trabajador..., mediante la
participación democrática de sus miembros, la incansable defensa de
los derechos e intereses de las masas y el respeto a su autonomía”.
El PMS se asumió como una organización “(...) independiente del
poder público, de otras organizaciones sociales o políticas, así como
de cualquier gobierno o partido extranjero, y no establecerá pactos
de subordinación con organizaciones internacionales (...) y seguirá
luchando por la mayor unidad posible de la izquierda mexicana,
tanto en un mismo partido, como a través de alianzas y
convergencias de diverso tipo”.10
1988-1997: el primer frente amplio de la izquierda y el
nacionalismo revolucionario
Una nueva transformación de la izquierda se dio a partir de la
ruptura de la Corriente Democrática con el PRI; la postulación del
Ing. Cuauhtémoc Cárdenas por el Partido Auténtico de la
Revolución Mexicana (PARM), y la formación del Frente
Democrático Nacional (FDN).
La Corriente Democrática del PRI
En 1987 surgió la Corriente Democrática del Partido Revolucionario
Institucional (CD), que planteó la necesidad de impulsar un cambio
10
Convenio de fusión para la creación del Partido Mexicano Socialista. Documento, 29 de marzo de 1987.
10
en la política económica del país y la democratización de los
procesos de selección de candidatos del partido oficial.
A mediados de ese año, la CD propuso al Ing. Cuauhtémoc
Cárdenas como precandidato a la Presidencia de la República, lo que
provocó una abierta confrontación interna, que convulsionó al
partido oficial y al sistema presidencialista tradicional, generando
simpatías y tensiones.
A principios del 1988 la presión fue tal que devino la ruptura con el
PRI, tras el intento fallido de registrar a Cárdenas como
precandidato.
La Corriente Democrática estableció entonces relaciones con otros
partidos, como el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y analizó diversas
posibilidades de participación, desde una campaña sin candidato,
una candidatura independiente sin registro, o bien participar a través
de otro partido registrado.
Finalmente, el 14 de octubre de 1987, Cuauhtémoc Cárdenas se
registró como candidato a la Presidencia de la República por el
PARM, y se inició la conformación del Frente Democrático
Nacional, en el que participaron además del Partido Auténtico de la
Revolución Mexicana y el Partido Popular Socialista; el Partido del
Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional -que había obtenido
su registro en 1979 bajo las siglas del Partido Socialista de lo
Trabajadores-; el Partido Social Demócrata; el Partido Verde -hoy
Partido Ecologista Mexicano-, el Partido Liberal; Fuerzas Populares;
el Consejo Obrero Campesino de México y otras organizaciones
sociales y políticas, a las que se sumó, iniciada ya la campaña
electoral, el PMS, tras la declinación que el Ing. Heberto Castillo
Martínez hizo de su candidatura a favor de Cárdenas Solórzano.
11
En el Convenio de Unidad entre la Corriente Democrática y el PMS,
ambas organizaciones se comprometieron a “emprender una reforma
democrática del Estado, eliminando el ejercicio extraconstitucional
de las facultades presidenciales y el corporativismo,... a eliminar la
fusión de los órganos del Estado con el partido oficial y las
organizaciones sociales en un mecanismo único”. 11
La candidatura de Cárdenas levantó amplias simpatías y con ellas
una movilización electoral y un apoyo popular sin precedentes, que
levantó la expectativa de derrotar al PRI. Sin embargo, tras la
copiosa afluencia de electores durante la jornada electoral del 6 de
julio de 1988, se realizó un fraude electoral.
Las limitaciones orgánicas del movimiento que generó el FDN, la
operación del aparato de Estado, que se soportó en una enorme
cantidad de recursos y el apoyo de los medios de comunicación, que
realizaron una campaña de desprestigio de Cárdenas, así como un
marco jurídico que permitía el control de gobierno de los órganos
electorales, posibilitó al gobierno el control absoluto sobre las
elecciones, lo que dejó al FDN en una suerte de indefensión
jurídica.12
Sin embargo, los cuestionados resultados oficiales de la elección
presidencial de 1988 confirmaron, el fin del dominio del partido de
Estado. Los cómputos oficiales reconocieron al PRI el 50.9 por
ciento de los sufragios, 30.8 por ciento al FDN y 17 por ciento al
Partido Acción Nacional. El Frente obtuvo la votación más alta
11
Por parte de la CD firmarían Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cesar
Buenrostro. Por el PMS Heberto Castillo Martínez, Gilberto Rincón Gallardo, Graco Ramírez Garrido Abreu
y Eduardo Valle.
12
En 1988, la Comisión Federal Electoral no contaba con autonomía y era presidida por el Secretario de
Gobernación en turno, con una mayoría de funcionarios federales y representantes del PRI.
12
hasta ese momento para la oposición y la mayoría en diversas
entidades y en alrededor de 200 distritos electorales.
El Partido de la Revolución Democrática
Tras el proceso electoral y al borde de una crisis política, el 21 de
octubre de 1988, Cárdenas convocó a la formación de un nuevo
partido, lo que canalizó en gran medida al movimiento popular que
acompañó la campaña y si bien no logró mantener la cohesión del
FDN, permitió enfrentar una ofensiva que pretendía impedir la
formación del Partido de la Revolución Democrática, PRD.
El gobierno de Carlos Salinas de Gortari negó el registro legal al
nuevo partido, frente a esta situación, el Partido Mexicano
Socialista, decidió disolverse y ceder su registro legal y su
patrimonio al PRD.
Con ello continuaba un proceso de una década de unificación y
modernización de la izquierda y de distintas fuerzas progresistas que
buscaba, dentro del marco legal democrático, incidir en el desarrollo
de una sociedad inequitativa, regida por una economía de mercado.
En el PRD se reencuentran el cardenismo y los socialistas, al
sumarse al nuevo partido la Corriente Democrática; la izquierda
socialista, representada por el Partido Mexicano Socialista; y la
llamada izquierda social, integrada por diversas organizaciones
como la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo; la
Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos; la
Asamblea de Barrios; la Unión de Colonias Populares, la Unión
Popular Revolucionaria Emiliano Zapata; el Movimiento al
Socialismo, e incluso organizaciones que habían sido contrarias a la
participación electoral, como la Asociación Cívica Nacional
Revolucionaria, la Organización Revolucionaria Punto Crítico y la
Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas, a las que
13
se suman miles de ciudadanos que no habían tenido ninguna
militancia partidaria anterior.
Pese a la adversidad y la violenta ofensiva del gobierno de Salinas,
que derivó en 1994 -momento en que entra en vigor el Tratado de
Libre Comercio y surgió en el sureste el levantamiento del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional-, en uno de los años de mayor
descomposición política, 13 el PRD se acreditó en la política
nacional, amplió su presencia territorial y los resultados electorales
favorables en los municipios, se tradujeron pronto en victorias en
distintas entidades de la República, de manera particular el triunfo
en 1997 en la Ciudad de México le dio un posicionamiento
fundamental14 /15 .
1997-2006: la izquierda en el gobierno
Entre 1997 y 2006 la izquierda se consolida como una fuerza
nacional, el PRD dejó de ser un partido opositor y contestario para
convertirse en opción de gobierno.
Poco se ha valorado el gran potencial que representa su actual
posicionamiento en el gobierno de 6 entidades de la República, 405
municipios y la mayor representación legislativa de la izquierda en
su historia -127 diputados federales, 26 senadores y 230 diputados
locales- que no se ha sabido aprovechar. Al cierre de 2006, el PRD
gobierna a más de 25 millones de mexicanos, lo que lo constituye
13
Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fueron asesinados alrededor de 600 militantes del Partido
de la Revolución Democrática.
14
1994 fue uno de los años de mayor descomposición política en el país. Tras la entrada en vigor del Tratado
de Libre Comercio, se registró el levantamiento armado del EZLN en Chiapas y más adelante el asesinato del
candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio y más adelante el del Secretario General de ese Partido,
José Francisco Ruiz Massieu.
15
En realidad el primer gobierno local ganado por la izquierda puede atribuirse a Alejandro Gazcón Mercado,
quien en 1975 bajo las siglas del PPS obtuvo la mayoría de votos en el estado de Nayarit, resultado que no fue
reconocido por el gobierno de Luis Echeverría y que fue objeto de una negociación en la que se entregó una
senaduría al dirigente nacional de ese partido Jorge Crushiank.
14
como el partido más importante e influyente que la izquierda
mexicana haya conformado. 16
Pese a sus avances significativos, la izquierda en general, y en
especial el PRD, enfrenta inercias y viejos problemas que le impiden
no sólo capitalizar este enorme potencial político, sino incluso
reconocerse como un factor fundamental para la gobernabilidad y la
conducción del país.
No me detengo a valorar con detalle la experiencia y resultados de
los gobiernos de la izquierda en el Distrito Federal y en otras
entidades, ello requiere de una análisis especial. Sin embargo debo
señalar, que la gestión de los gobiernos de izquierda en el Distrito
Federal, puede resumirse en dos grandes rasgos:
1. Por el acoso y confrontación permanente con el Ejecutivo
Federal. Desde el primer gobierno democrático, con Cuauhtémoc
Cárdenas a la cabeza, se le limitaron recursos federales y de deuda
pública en el Congreso de la Unión y fue objeto de diversas
campañas de descrédito, que quisieron presentar un gobierno
incapaz para resolver los problemas de la ciudad, en particular, en el
tema de seguridad pública tras la ejecución del conductor de
televisión Francisco Stanley; hasta los sucesivos enfrentamientos
con la administración de Andrés Manuel López Obrador y las
campañas mediáticas, soportadas en los videos escándalos que
involucraron a miembros del PRD; distintos litigios legales ante la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, resultado de acciones
fraudulentas contra el patrimonio público de la Ciudad, que
buscaron inhabilitar a López Obrador para contender por la
Presidencia de la República, y que derivaron en su desafuero en
marzo de 2005 y más adelante, en la abierta intervención del Estado
16
El PRD ha gobernado Baja California Sur (1999-2005 y 2005-2011), Chiapas (2006-2012), Distrito Federal
(1997-2000, 2000-2006 y 2006-2012), Guerrero (2004-2011), Michoacán (2002-2008), Tlaxcala (1999-2005)
y Zacatecas (1998-2004 y 2004-2010)
15
y los grupos de poder que consumaron el fraude en el proceso
electoral de 2006; y
2. Por el impulso de un proyecto de gobierno desde la izquierda,
que en una primera etapa (1997-2000) edificó el entramado
institucional del gobierno local, ya que pasó de ser una dependencia
del gobierno federal –el Departamento del Distrito Federal-, a la
elección de un gobierno propio y de la primera elección de
autoridades delegacionales en julio de 2000; y en un segundo
momento (2000-2006), se instrumentó un proyecto político y de
gobierno sustentado en principios y valores democráticos, así como
en una audaz y exitosa política social, que permitieron el manejo
austero y eficaz de las finanzas públicas, el incremento sustancial de
las inversiones públicas y privadas para el equipamiento e
infraestructura de la ciudad, lo que permitió construir una base
social que permitió soportar la confrontación con la autoridad
federal y alcanzar un amplio respaldo al proyecto social impulsado.
En este contexto, más allá de la valoración de la campaña electoral
en la que se desplegó un operativo de Estado y una sucia guerra
mediática, en alianza con los grupos económicos de poder, los
medios de comunicación y los sectores más conservadores del país;
del fraude en los resultados electorales, del conflicto postelectoral y
de la regresión política que representó este proceso en la transición a
la democracia en nuestro país, 2006 marca un hito, y plantea a la
izquierda la necesidad de avanzar en una redefinición de su perfil y
del papel que cumple hoy en la vida política y social de México.
2006: el nuevo rumbo
La izquierda vive un momento paradójico. Por un lado, ha alcanzado
la más amplia representación formal de su historia y un vasto apoyo
popular, pero al mismo tiempo, muestra vulnerabilidad en su
discurso y en la conducción de los partidos que la representan.
16
Aunado a ello, el resultado oficial de la elección federal dejó en
muchos un sabor a derrota y la sensación de una oportunidad
histórica perdida,
A diferencia de lo que sucedió en 1988 con la disolución del Frente
Democrático Nacional17 , la Coalición por el Bien de Todos ha
mantenido un mínimo de cohesión, a partir de su conformación
como Frente Amplio Progresista (FAP), agrupación que pretende
articular las acciones de los partidos políticos
que
integraron
originalmente la Coalición, junto con organizaciones sociales y
ciudadanos para conformar un bloque de fuerzas democráticas, ante
el bloque conservador que han conformado el PAN y el PRI con los
grupos de poder en el país.
El FAP, se concibe además como el brazo político-institucional de la
Convención Nacional Democrática, que articula las acciones de los
gobernantes y legisladores, locales y municipales, de los distintos
partidos, y si logra superar el ámbito de las alianzas electorales
coyunturales, este Frente puede conformarse en un proyecto político
duradero y de largo plazo.
A la par, la Convención Nacional Democrática y el Gobierno
Legítimo, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, encauzan
un movimiento ciudadano que ha rebasado las estructuras partidarias
y articula nuevas formas de organización social y territorial, que
plantea la transformación radical del sistema político, como un
movimiento de resistencia cívico y pacífico.
La Convención Nacional Democrática
La Convención Nacional Democrática (CND), representa una
fórmula novedosa en la que concurren partidos y ciudadanos que en
17
El FDN no solo se disolvió, sino que con excepción del PMS y la CD, los partidos que lo integraron –
incluso algunos militantes del recién formado PRD- se sumaron al gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
17
gran medida no se reconocen en las burocracias partidistas y que
demandan un espacio de participación distinto al desgastado mundo
institucional.
En torno a la Convención participa un espectro social, dispuesto a
entrar de lleno en la transformación del país; que no confía en los
modos tradicionales de hacer política y que busca un reencuentro
con el movimiento social.
En la convocatoria emitida el 15 de agosto de 2006, la Convención
Nacional Democrática se plantea “construir las bases de un
verdadero estado social democrático de derecho y llevar a cabo las
transformaciones profundas que el país necesita. Esto implica
combatir la pobreza y la monstruosa desigualdad imperante;
defender el patrimonio de la nación; impedir la enajenación de los
bienes nacionales y la privatización del petróleo, la electricidad, la
educación pública, la seguridad social y los recursos naturales”.
“(...) implica hacer valer la democracia y los derechos ciudadanos;
defender el derecho público a la información; acabar con la
corrupción y la impunidad de unos cuantos y de los poderosos; y
renovar a fondo todas las instituciones civiles para ponerlas al
servicio de pueblo y sujetarlas genuinamente a los principios
constitucionales”.18
En este sentido, la Convención busca dar una dimensión social al
movimiento de resistencia, adoptando además de la agenda política
de renovación de las instituciones públicas del país, la agenda social
pendiente.
El 20 de noviembre, la CND se propuso defender el patrimonio
nacional y no permitir la privatización del petróleo ni de la
electricidad: defender la autonomía sindical; atender el grave
18
Convocatoria a la Convención Nacional Democrática, 15 de agosto de 2006.
18
problema migratorio; proteger a los productores nacionales ante la
apertura comercial; defender el derecho constitucional a un salario
justo; no permitir el desmantelamiento del régimen de protección
social, entre otras propuestas.19
A diferencia de la militancia partidaria tradicional, la adhesión a la
Convención implica, más que la afiliación a una organización, la
adhesión a una causa, donde los integrantes de la convención
asumen la representación del Gobierno Legítimo en su lugar de
residencia y el compromiso de fortalecer un movimiento que busca
construir un Estado de bienestar; combatir la pobreza y la
desigualdad; defender el patrimonio de la Nación; hacer valer el
derecho público a la información; rechazar el Estado patrimonialista;
y la transformación radical de las instituciones públicas.20
Repensar la izquierda
Frente a este nuevo escenario la izquierda, y en especial sus
partidos, deben reconocer y cobrar conciencia de la necesidad de
una nueva transformación, cuyo objetivo, además de enfrentar, al
igual que en 88, la ofensiva de una derecha que pretende prolongar
su estadía en el poder, debe ser dar un paso definitivo para
conformar una mayoría incuestionable y conducir al país.
Desde la caída del muro de Berlín hay una discusión pendiente en la
izquierda mexicana, que tiene que ver con los nuevos paradigmas de
la izquierda: la ética, la lucha contra la desigualdad, la tolerancia, el
reconocimiento a la diversidad, el respeto a la naturaleza, la
democratización del conocimiento, el ejercicio de las libertades; y su
posición frente a la globalización, el papel del Estado, las nuevas
realidades que enfrentan la sociedad y la familia, la propiedad y la
empresa privada, entre otros asuntos.
19
20 tareas del Gobierno Legitimo. Convención Nacional Democrática, 20 de noviembre de 2006.
La afiliación como representante del “Gobierno Legítimo” implica la suscripción de una “Carta
compromiso” para defender estos postulados, donde el adherente estampa su firma y huella digital.
20
19
Esta reflexión pasa necesariamente por la revisión del papel que
vienen cumpliendo sus partidos y los problemas que enfrentan.
La conformación de un sistema de partidos, tras una era de partido
hegemónico, ha sido un largo proceso de nuestra transición. Los
partidos han fortalecido sus estructuras y presencia política y en gran
medida se han democratizado. Desaparecieron los partidos
paraestatales y los partidos han creado todo tipo de alianzas y
coaliciones, no siempre del todo congruentes.
Sin embargo, en los partidos prevalecen y se reproducen prácticas
heredadas del viejo sistema. El clientelismo, el corporativismo,
acuerdos poco claros con las distintas formas de poder e incluso como es del dominio público, signos de corrupción.
Repensar a la izquierda requiere avanzar en el rediseño de sus
partidos y de sus vínculos y relaciones con las demandas y los
movimientos sociales. Se trata de definir un nuevo rumbo y acreditar
un discurso y una práctica política que permita afianzar una mayoría
y garantizar su derecho a conducir los destinos del país.
El propósito es ir más allá de los procesos electorales y edificar una
izquierda con liderazgo, credibilidad, vocación de poder y capacidad
de gobierno; que retome sus alianzas con el movimiento social y las
aspiraciones democráticas de nuestra sociedad.
Hay que reconocer que si bien la izquierda ha avanzado en su
unificación y ampliado su presencia electoral, esto último ha sido a
cambio de la pérdida de muchos de sus valores, y que el modelo
partidario seguido en su principal partido, el PRD, se encuentra en
una fase de agotamiento.
Uno de estos problemas, es que el PRD ha perdido en esencia su
carácter de organización partidaria para dar paso a una “federación
de corrientes”. Las corrientes concebidas originalmente como un
importante avance democrático, al permitir la organización de los
20
militantes para impulsar el debate ideológico y programático, han
dado lugar a una estructura paralela, con órganos de dirección,
reglas y financiamiento propios, que no sólo han desplazado a los
órganos de dirección, sino que además han conllevado a la pérdida
de valores democráticos.
Esto se refleja esencialmente en dos aspectos: el pragmatismo en sus
alianzas políticas y electorales; y en el hecho de que la militancia
partidaria ha sido relevada por las prácticas corporativas
tradicionales, que si bien le ha permitido una clientela útil para
dirimir sus formas de gestión interna, lo han distanciado del
movimiento social.
Todo ello da cuenta de que el modelo en el que ha devenido el PRD,
muestra señales de agotamiento y que sostener un modelo de esta
naturaleza, mantendría el pragmatismo y la corrupción de manera
consustancial. Resulta indispensable transformar de forma radical
esta situación, y si bien su participación electoral tiene que seguir
formando parte central de su quehacer cotidiano, ésta no puede
inhibir su acción gremial, por el contrario, el PRD y la izquierda
deben retomar la iniciativa en la agenda social del país.
La mayor parte de los partidos políticos y frentes de izquierda que
han llegado al gobierno en América Latina, tienen su origen en
movimientos políticos y sociales que a lo largo de más de tres
décadas, enfrentaron el autoritarismo gubernamental e hicieron un
replanteamiento de su posicionamiento ideológico y de su discurso.
El distanciamiento con el bloque soviético, años antes de la caída del
muro de Berlín, trajo consigo dos consecuencias fundamentales:
asumir la democracia como la vía para lograr las transformaciones
necesarias y un discurso que retomó los valores distintivos del
nacionalismo y los valores culturales en cada país.
21
El ejemplo más sensible de estos cambios lo representó el triunfo de
la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, que marcó en
definitiva el vuelco de la izquierda a la legalidad, pese al feroz golpe
militar que hundió a Chile en una de las más violentas dictaduras del
continente.
En este contexto, la izquierda inició un proceso de unificación que
abrió paso a la conformación de nuevos partidos o frentes políticos,
con lo que se empezaba a superar un espíritu de sectarismo
fuertemente arraigado. Así surgieron, el Frente Amplio de Uruguay,
el PSUM, el PMS y más adelante, el PRD en México.
A la par de estos cambios, la emergencia de diversos movimientos
cívicos y sociales frente al fracaso de los modelos económicos
impuestos por las políticas de ajuste y el neoliberalismo, rebasaron
la demanda reivindicativa para sumarse a la lucha por la democracia,
el reconocimiento de los derechos sociales, la defensa del
patrimonio nacional, el respeto a la naturaleza y a los derechos
humanos.
La convergencia de estos elementos permitió a la izquierda además
de alcanzar los primeros triunfos electorales, generar una cultura de
gobierno y madurar un discurso que adoptó valores democráticos en
la gestión de los asuntos públicos: austeridad, eficiencia, rendición
de cuentas, ética en el servicio público.
Hoy, la acción de la izquierda está indisolublemente ligada a la
dinámica electoral, lo que la mantiene en una disputa permanente
por el liderazgo político; ello la conduce, en la lógica de toda
competencia, a encontrar un equilibrio para ganar a los sectores
sociales que no simpatizan con esta corriente y a la disyuntiva de
colocarse en el centro político para garantizar estabilidad y
gobernabilidad.
22
Si bien la disputa electoral y el ejercicio gubernamental exige
moderación –lo que no significa renuncia a principios e ideales-, así
como atención al conjunto de intereses del conglomerado social,
también exige certeza en la conducción, en el discurso y en la
identificación de los cambios que permitieron el arribo de la
izquierda al gobierno.
Si se reconoce que estos cambios derivaron del agotamiento de un
sistema autoritario, de políticas económicas que propiciaron una
mayor marginación y de un movimiento social que busca mejor
calidad de vida, la izquierda no tiene por qué abandonar esa ruta.
Ello significa mantener líneas puntuales que hacen diferente un
proyecto de esta naturaleza. Entre éstas se pueden identificar al
menos cuatro ejes que pueden articular una nueva identidad en la
izquierda:
La reforma democrática del Estado, que admita la conducción de
una política económica que, inmersa en la globalidad, permita
cumplir con las responsabilidades sociales del Estado, favorezca el
mercado interno y el desarrollo de la región; el impulso de una
política de justicia social que abata la desigualdad; la construcción
de una ciudadanía más participativa y corresponsable; y el
establecimiento de mecanismos que garanticen el ejercicio de una
gobernabilidad democrática, basada en el reconocimiento a la
pluralidad política y a la diversidad social, la garantía de la
seguridad pública de los ciudadanos, y el ejercicio pleno de las
libertades.
Una izquierda societaria
Mientras una derecha voraz y sin escrúpulos está dispuesta a
perpetuarse en el poder, la izquierda mexicana no puede seguir
medrando con una visión doméstica y coyuntural, escondida en
rincones del aparato de los partidos, ni concentrarse exclusivamente
23
en el trabajo electoral. Requiere retomar la iniciativa y fortalecer de
manera decidida sus relaciones y alianzas con el movimiento social.
La izquierda enfrenta hoy a una derecha organizada que detenta -por
ilegítimo que sea- el gobierno nacional y que ha asumido una
posición de fuerza y confrontación ante el desconocimiento que se
ha hecho de su legitimidad.
Por ello, la izquierda debe reivindicar su espíritu democrático, poner
en juego sus capacidades y la fuerza alcanzada para lograr una
transformación radical de las instituciones públicas que sustentan al
actual régimen, incorporando una dimensión social a sus acciones.
No se debe perder de vista la naturaleza del adversario y que la
disputa política se ubica como nunca antes, en el marco de una
polarización social que ha trascendido el ámbito electoral.
Mucho se ha dicho acerca de las diferencias entre izquierda y
derecha, pero más allá de los aspectos ideológicos y de sus
posicionamientos frente a la responsabilidad social del Estado, el
ejercicio de libertades, el papel del mercado y la desigualdad; existe
una diferencia substancial: la izquierda defiende ideas, la derecha
intereses.
Por eso, la izquierda se dispersa con facilidad, mientras la derecha se
une por encima de las estructuras partidarias, en las cúpulas
empresariales y eclesiásticas, las escuelas privadas, las asociaciones
de padres de familia, los grandes medios de comunicación y en
todos los espacios que detentan el interés de lo privado.
Para la izquierda es necesaria la organización partidaria y gremial,
pues ese es el ámbito que le permite articularse en torno a un
proyecto político. Por lo que su preocupación debe orientarse hacia
como transitar de una izquierda partidaria a una izquierda
societaria, que conduzca el movimiento popular que acompañó el
24
proceso electoral del 2006, y estructure el contrapeso a los excesos
de la derecha en el poder, que sea capaz de construir ciudadanía,
cuente con un proyecto de nación, promueva y retome la iniciativa
de los movimientos sociales, los sindicatos, las organizaciones
campesinas, populares, los jóvenes, es decir: los espacios que
representan el interés de lo público.
Se trata de desarrollar una capacidad de transformación acorde con
la responsabilidad que representa la defensa de lo público en una
sociedad segmentada y desigual. Con lo que la izquierda puede
demostrar su capacidad de renovación en un escenario de
adversidad.
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