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Izquierda partidaria y movimiento social Alejandro Encinas Rodríguez “La izquierda enfrenta un reto mayúsculo: una estrategia incorrecta puede poner en entredicho una causa justa. No hay duda de que la elección fue desigual, pero hay diversas formas de elaborar políticamente la injusticia.…Quien es vencido por las malas dispone de la fuerza moral. No es lo mismo resignarse que aprovechar una derrota injusta para construir y confirmar que se tenía razón”. Luis Villoro, Semanario Proceso, septiembre de 2006 A lo largo de nuestra historia, los avances democráticos y el desarrollo de los partidos políticos de izquierda en México, han estado indisolublemente ligados al surgimiento de importantes movimientos sociales. Si bien en los años 50 y 60, a la par de los movimientos sindicales que reivindicaron diversas demandas gremiales, como el movimiento ferrocarrilero de 1958 y el magisterial de los años sesenta, la izquierda mexicana enfrentó duros reveses, que implicaron su expulsión del movimiento obrero y sindical, así como su dispersión orgánica y aislamiento ideológico.1 Pese a estas derrotas y alentada por los vientos libertarios que representaron el triunfo de la Revolución Cubana, los movimientos pacifistas contra la guerra de Vietnam, contra la invasión a República Dominicana, y el surgimiento de diversos movimientos de liberación contra el colonialismo en el mundo, la izquierda cobró nuevos bríos. 1 Asumo que la izquierda mexicana –las izquierdas mexicanas- esta conformada por una diversa gama de corrientes, organizaciones políticas y sociales, por lo que debo acotar que las referencias que hago acerca de la izquierda mexicana a lo largo del presente texto, se refieren a la llamada izquierda partidaria o lo que recientemente se ha denominado la “izquierda mayoritaria”. 1 En 1961 se creó el Movimiento de Liberación Nacional, lo que representó la primera alianza entre grupos ligados al cardenismo y al nacionalismo revolucionario, con los comunistas mexicanos y distintos sectores de espectro democrático del país. Más adelante, en 1964, la izquierda emprendió nuevas experiencias. En la elección presidencial de ese año, se conformó el Frente Electoral del Pueblo, que postuló al dirigente campesino, Ramón Danzós Palomino como candidato independiente a la Presidencia de la República, así como candidatos a diputados y senadores, lo que constituyó la primera incursión electoral de la izquierda en el ámbito nacional. 1968-1979: de la represión al reconocimiento legal 1968 marcó un hito en la historia de nuestro país. El movimiento estudiantil popular de ese año fue la expresión de una energía social contenida que puso en crisis a un régimen que había fundado su hegemonía en la represión contra los movimientos sociales, el control corporativo de las organizaciones gremiales y la cancelación de los espacios de participación democrática El movimiento estudiantil, al igual que los movimientos sociales que le antecedieron en las décadas anteriores, chocaron con la estructura autoritaria del Estado, que no dudó en reprimirlo. Tras la represión al movimiento estudiantil, en los años setenta se registraron diversos movimientos políticos y sociales en confrontación permanente con un régimen que lejos de abrir cauce al desarrollo democrático en el país, siempre busco la salida autoritaria. La guerra sucia contra los movimientos armados, derivada de la radicalización de diversos grupos que no encontraron espacios de participación política, y el surgimiento de diversos movimientos sindicales, como los de la Tendencia Democrática del 2 SUTERM y el sindicalismo universitario; la coordinadora del magisterio; la lucha por la tierra; los movimientos por la defensa de los derechos humanos, son expresión de una sociedad ávida de espacios de participación. En particular, la emergencia espontánea de una acción ciudadana ejemplar, derivada de la respuesta popular en el rescate de víctimas y la reconstrucción tras los sismos de 1985, puso al descubierto la debilidad de un sistema incapaz de atender la emergencia y dio lugar al surgimiento de una sociedad solidaria y participativa; que más adelante permitiría avanzar hacia la democratización del Distrito Federal. En este contexto, impulsada por la movilización social, la izquierda mexicana experimentó un conjunto de transformaciones, que le permitieron dejar atrás las visiones sectarias y dogmáticas que la habían mantenido subordinada al movimiento comunista internacional, y avanzar hacia su reconocimiento legal, alcanzar importantes niveles de competencia electoral y representación política, y desarrollar un discurso y un proyecto político que, de manera creciente, ha ido ganando simpatías y apoyos, como lo veremos a lo largo del presente texto. El Partido Comunista Mexicano Un primer proceso de transformación inició en 1967 durante el XV Congreso Nacional del Partido Comunista Mexicano (PCM), donde se aprueba el “Programa de la Revolución Democrático Popular y Antiimperialista”, y se da un primer paso para transitar de un “partido de cuadros” hacia un “partido de masas”, buscando la transformación social de México con base en “fortalecer el partido, reorganizar el movimiento de masas y unir a las fuerzas democráticas”. 3 En 1968, el Partido Comunista Mexicano condenó la invasión soviética a Checoslovaquia y los crímenes del stalinismo -más adelante hizo lo propio con la invasión a Afganistán-, y reivindicó su autonomía frente al bloque soviético, con lo que inicia un proceso de rescate e identidad con los valores nacionales, en la conformación de un proyecto socialista propio. Para 1975, la preocupación central consistió en convertir al PCM en un instrumento de las fuerzas democráticas y para ello sostenía, como punto medular, encontrar formas unitarias que permitieran articular una fuerza amplia de la izquierda, lo que condujo en 1976, a la postulación de Valentín Campa Salazar como candidato sin registro, a la Presidencia de la República, en lo que constituiría una nueva incursión electoral y otro intento unitario de la izquierda en una alianza en la que concurrieron el Movimiento de Organización Socialista y la Liga Socialista. Campa, contendió contra José López Portillo, candidato único registrado tras la decisión del Partido Acción Nacional de no participar en el proceso, ante la falta de garantías para una elección democrática. Los dirigentes comunistas de entonces, sostienen que en una reunión después del proceso electoral con el entonces Secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heróles, éste reconoció una inesperada votación a favor de Campa Salazar, estimada entre 800 mil y un millón de votos, lo que aunado a la creciente inconformidad social y al evidente agotamiento del sistema político, que expresaba su crisis en la candidatura única de López Portillo, abrió paso a una reforma política que incorporó a nuevos partidos al espectro político y en particular a los comunistas a la lucha legal.2 2 Retomo las versiones sobre dicha reunión de Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta Lorenzana y Gilberto Rincón Gallardo. 4 En 1977, el PCM demandó una consulta nacional para definir el contenido y los alcances de la reforma política propuesta por el Gobierno Federal, en la que se presentaron las propuestas de diversas organizaciones políticas. 1979-1988: hacia la unificación de la izquierda La reforma política permitió a diversas organizaciones participar electoralmente bajo la figura de registro condicionado y tras las elecciones intermedias de 1979, alcanzar el registro legal y con ello las primeras representaciones en órganos legislativos federales y locales, y más adelante a los primeros triunfos en ayuntamientos del país. 3 / 4 En 1979, después de tres décadas en las que se mantuvo cerrado el registro a nuevos partidos, el PCM, alcanzó 688 mil 978 votos, 5 por ciento de la votación total, y con ello su registro legal y la integración del primer grupo parlamentario, el de la Coalición de Izquierda, con 18 diputados por el principio de representación proporcional.5 Aunado a ello, los comunistas mexicanos desarrollaron una redefinición ideológica y programática. En 1980, durante su XIX Congreso Nacional, el PCM rompió con los viejos paradigmas que habían regido su discurso durante décadas. Dogmas como el de “dictadura del proletariado”, el “centralismo democrático”, la “revolución proletaria”, cedían paso a la reivindicación democrática 3 El primer diputado comunista en el congreso mexicano fue Hernán Laborde. Diputado electo en 1928 por mayoría en el Distrito XIV de Orizaba, Veracruz, por el Partido Ferrocarrilero Unitario. Laborde fue desaforado el 27 de mayo de 1929 “por comunista” tras un discurso en solidaridad con Cesar Augusto Sandino, con motivo de la visita del presidente Hoover, cuando muestra una bandera americana arrancada en combate tras la invasión yanqui que Sandino regaló al PCM. 4 El primer Ayuntamiento gobernado por el Partido Comunista Mexicano, fue el del Municipio de Alcozauca, en la montaña de Guerrero, presidido por el Prof. Abel Salazar Salazar en 1980. 5 En este proceso alcanzan también su registro el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido Demócrata Mexicano de filiación sinarquista. 5 y a la búsqueda de las transformaciones políticas y sociales por la vía legal y electoral. Tras el fracaso del camino de las armas y la discusión acerca de la violencia revolucionaria, la izquierda optó por la vía democrática y la competencia electoral, pese a las limitaciones de la legalidad vigente y el precario desarrollo democrático de las instituciones públicas.6 Paralelamente el Partido Comunista Mexicano propició el inicio de un proceso de unificación de diversas organizaciones políticas. Así, tras la Coalición de Izquierda que participó en las elecciones de 1979, en octubre de 1981, el XX Congreso Nacional del PCM, en un hecho sin precedente, decidió disolver el partido y poner su registro a disposición de las fuerzas de izquierda para dar origen a una nueva organización política: el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), constituido el 5 de noviembre de 1981 por la fusión del PCM; el Partido del Pueblo Mexicano; el Partido Socialista Revolucionario; el Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de Acción Popular.7 El Partido Socialista Unificado de México Con la creación del PSUM se registró un avance en la democratización de las fuerzas de izquierda, las cuales ratificaron su ruptura con las visiones sectarias tradicionales y con los métodos autoritarios heredados en la izquierda. En el marco del proceso de fusión, el nuevo partido refrendó su compromiso con la legalidad. 6 35 Tesis para la política del PCM. Boletín de discusión preparatoria del 19 Congreso Nacional del PCM, octubre de 1980. 7 Cabe señalar que en los primeros trabajos de unidad participó el Partido Mexicano de los Trabajadores, PMT, encabezado por Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, quien pese a suscribir el“Comunicado de unidad” el 15 de agosto de 1981, no acompaña la formación del PSUM. El PMT, al igual que el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, obtendrían su registro legal en las elecciones de 1985. 6 En el Informe de la Comisión Organizadora ante la “Asamblea Nacional de Unificación”, se planteó como una necesidad “de la clase obrera y las masas trabajadoras” unir fuerzas, pues la unidad de estas organizaciones elevaría el peso de la izquierda, atrayendo nuevos sectores al partido que, por su programa y su política, se asumió como “un partido obrero... y al mismo tiempo popular por su composición social”, manteniendo sus “objetivos socialistas y comunistas”. 8 El esfuerzo de unidad se asumió como “una posición de principios, que supone una lucha constante por acercar las posiciones, por eliminar las desconfianzas mutuas, por imponer el trato respetuoso de los problemas en la discrepancia en medio de la discusión franca”. Para el PSUM, la unificación correspondió al creciente movimiento social que se presentaba en México en esos momentos, frente al rumbo de la política económica y social antipopular de los gobiernos priístas, expresada entonces en la Ley de Fomento Agropecuarioantecedente de la reforma al artículo 27 Constitucional-; el alza en las tarifas del transporte público –que condujo a la estatización del mismo en el Distrito Federal-; la corrupción gubernamental en el marco de una política de austeridad que limitaba los recursos a los programas sociales, pero en especial, al “incremento de la lucha huelguística a partir del último decenio”. Para el naciente partido, “(...) la democratización del movimiento obrero no sólo es un problema interno de sus organizaciones, tiene que ver con el Estado, con la legislación, con las estructuras jurídico-políticas que sustentan el dominio sobre los trabajadores, es una cuestión ligada a la libertad sindical”. 8 Las citas del presente capítulo fueron tomadas del “Informe de la Comisión Coordinadora del PCM, PPM, PSR, MAUS y MAP a la Asamblea Nacional de Unificación”. Documento, 5 de noviembre de 1981 7 A partir de ello encaró el nuevo ámbito de su participación política, que marcaría el desarrollo de la izquierda en las décadas siguientes: “(...) un partido revolucionario no puede ignorar la importancia de que la izquierda intervenga en las mejores condiciones posibles en el proceso electoral presente, a menos que pretenda marginarse de la actividad política”. “(...) debemos asimilar la tradición del movimiento revolucionario de nuestro país de no desechar ninguna forma de lucha; ...la decisión de participar en las próximas elecciones es un componente de la línea política que considera la lucha por la democracia como un elemento central en el camino al socialismo”. “(...) Hace sólo unos años se dudaba que la actividad electoral pudiera servir a los objetivos revolucionarios. La experiencia de las organizaciones que hoy se fusionan, muestra que las campañas electorales pueden servir al desarrollo de la conciencia y la organización de los trabajadores y que se puede hacer actividad parlamentaria de contenido clasista y revolucionario”. Así, el PSUM acude a la disputa electoral, para mostrar que la izquierda no es solo una fuerza contestaria o defensiva, sino portadora de una alternativa frente al rumbo impuesto por el partido oficial que “alienta el desarrollo de una burguesía monopólica”, y busca propiciar “la posibilidad de una ruptura democrática y organizar un movimiento capaz de cambiar de gobierno para instaurar uno popular y democrático”. Al mismo tiempo define su posición frente a los otros partidos contendientes, en especial con el Partido Acción Nacional, PAN, “De los otros partidos burgueses, debemos tomar en cuenta al PAN, que se presenta ante sectores importantes del pueblo como la oposición al sistema político actual: ideológicamente es una opción más reaccionaria, incapaz siquiera de asumir la tradición nacional de la clase dominante”. 8 Con esta visión, asiste por primera ocasión con reconocimiento legal a una elección presidencial, postulando, en noviembre de 1981, a Arnoldo Martínez Verdugo como candidato a la Presidencia de la República, dando inicio, en diciembre de ese año, a una campaña electoral que por su contenido programático se denominó “Marcha por la democracia”, en la que se cuestiona el “continuismo y la profundización de la política promonopólica y antipopular representada en la candidatura de Miguel de la Madrid”. El PSUM y su candidato, Arnoldo Martínez Verdugo, obtienen en 1982: 925 mil 848 votos, 4.4 por ciento del total de la votación nacional. El Partido Mexicano Socialista En la segunda mitad de los años ochenta, se retomó el proceso de unificación de la izquierda mexicana. En marzo de 1987 se suscribió el convenio de fusión para crear el Partido Mexicano Socialista (PMS), que representa uno de los mayores esfuerzos de unificación de diferentes organizaciones políticas y el último partido que oficialmente se reivindicó como socialista.9 En este proceso participaron el PSUM, el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Patriótico Revolucionario, el Movimiento Revolucionario del Pueblo y la Unidad de Izquierda Comunista. En el Convenio de Fusión, los partidos establecieron que era una necesidad política su integración en un solo partido, con el propósito de acrecentar la fuerza organizada de los partidarios de una nueva sociedad basada en la democracia, el socialismo y la defensa de la independencia de México. Los partidos fusionantes buscaron el 9 En la creación del PMS, ya no participa el grupo vinculado a Alejandro Gazcón Mercado, otrora dirigente del Partido del Pueblo Mexicano, quien tras abandonar las filas del PSUM organiza el Partido de la Revolución Socialista, PRS. 9 establecimiento de “un nuevo poder, democrático y popular, cuyas características sean que represente a la mayoría constituida por la clase obrera, los campesinos y el conjunto del pueblo trabajador”. El nuevo partido reafirmó su compromiso democrático: “(...) Luchará consecuentemente por los derechos y libertades democráticas, por el desarrollo de una cultura democrática y por un poder basado en una democracia desarrollada”, y “con los movimientos de masas del pueblo trabajador..., mediante la participación democrática de sus miembros, la incansable defensa de los derechos e intereses de las masas y el respeto a su autonomía”. El PMS se asumió como una organización “(...) independiente del poder público, de otras organizaciones sociales o políticas, así como de cualquier gobierno o partido extranjero, y no establecerá pactos de subordinación con organizaciones internacionales (...) y seguirá luchando por la mayor unidad posible de la izquierda mexicana, tanto en un mismo partido, como a través de alianzas y convergencias de diverso tipo”.10 1988-1997: el primer frente amplio de la izquierda y el nacionalismo revolucionario Una nueva transformación de la izquierda se dio a partir de la ruptura de la Corriente Democrática con el PRI; la postulación del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y la formación del Frente Democrático Nacional (FDN). La Corriente Democrática del PRI En 1987 surgió la Corriente Democrática del Partido Revolucionario Institucional (CD), que planteó la necesidad de impulsar un cambio 10 Convenio de fusión para la creación del Partido Mexicano Socialista. Documento, 29 de marzo de 1987. 10 en la política económica del país y la democratización de los procesos de selección de candidatos del partido oficial. A mediados de ese año, la CD propuso al Ing. Cuauhtémoc Cárdenas como precandidato a la Presidencia de la República, lo que provocó una abierta confrontación interna, que convulsionó al partido oficial y al sistema presidencialista tradicional, generando simpatías y tensiones. A principios del 1988 la presión fue tal que devino la ruptura con el PRI, tras el intento fallido de registrar a Cárdenas como precandidato. La Corriente Democrática estableció entonces relaciones con otros partidos, como el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y analizó diversas posibilidades de participación, desde una campaña sin candidato, una candidatura independiente sin registro, o bien participar a través de otro partido registrado. Finalmente, el 14 de octubre de 1987, Cuauhtémoc Cárdenas se registró como candidato a la Presidencia de la República por el PARM, y se inició la conformación del Frente Democrático Nacional, en el que participaron además del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y el Partido Popular Socialista; el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional -que había obtenido su registro en 1979 bajo las siglas del Partido Socialista de lo Trabajadores-; el Partido Social Demócrata; el Partido Verde -hoy Partido Ecologista Mexicano-, el Partido Liberal; Fuerzas Populares; el Consejo Obrero Campesino de México y otras organizaciones sociales y políticas, a las que se sumó, iniciada ya la campaña electoral, el PMS, tras la declinación que el Ing. Heberto Castillo Martínez hizo de su candidatura a favor de Cárdenas Solórzano. 11 En el Convenio de Unidad entre la Corriente Democrática y el PMS, ambas organizaciones se comprometieron a “emprender una reforma democrática del Estado, eliminando el ejercicio extraconstitucional de las facultades presidenciales y el corporativismo,... a eliminar la fusión de los órganos del Estado con el partido oficial y las organizaciones sociales en un mecanismo único”. 11 La candidatura de Cárdenas levantó amplias simpatías y con ellas una movilización electoral y un apoyo popular sin precedentes, que levantó la expectativa de derrotar al PRI. Sin embargo, tras la copiosa afluencia de electores durante la jornada electoral del 6 de julio de 1988, se realizó un fraude electoral. Las limitaciones orgánicas del movimiento que generó el FDN, la operación del aparato de Estado, que se soportó en una enorme cantidad de recursos y el apoyo de los medios de comunicación, que realizaron una campaña de desprestigio de Cárdenas, así como un marco jurídico que permitía el control de gobierno de los órganos electorales, posibilitó al gobierno el control absoluto sobre las elecciones, lo que dejó al FDN en una suerte de indefensión jurídica.12 Sin embargo, los cuestionados resultados oficiales de la elección presidencial de 1988 confirmaron, el fin del dominio del partido de Estado. Los cómputos oficiales reconocieron al PRI el 50.9 por ciento de los sufragios, 30.8 por ciento al FDN y 17 por ciento al Partido Acción Nacional. El Frente obtuvo la votación más alta 11 Por parte de la CD firmarían Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cesar Buenrostro. Por el PMS Heberto Castillo Martínez, Gilberto Rincón Gallardo, Graco Ramírez Garrido Abreu y Eduardo Valle. 12 En 1988, la Comisión Federal Electoral no contaba con autonomía y era presidida por el Secretario de Gobernación en turno, con una mayoría de funcionarios federales y representantes del PRI. 12 hasta ese momento para la oposición y la mayoría en diversas entidades y en alrededor de 200 distritos electorales. El Partido de la Revolución Democrática Tras el proceso electoral y al borde de una crisis política, el 21 de octubre de 1988, Cárdenas convocó a la formación de un nuevo partido, lo que canalizó en gran medida al movimiento popular que acompañó la campaña y si bien no logró mantener la cohesión del FDN, permitió enfrentar una ofensiva que pretendía impedir la formación del Partido de la Revolución Democrática, PRD. El gobierno de Carlos Salinas de Gortari negó el registro legal al nuevo partido, frente a esta situación, el Partido Mexicano Socialista, decidió disolverse y ceder su registro legal y su patrimonio al PRD. Con ello continuaba un proceso de una década de unificación y modernización de la izquierda y de distintas fuerzas progresistas que buscaba, dentro del marco legal democrático, incidir en el desarrollo de una sociedad inequitativa, regida por una economía de mercado. En el PRD se reencuentran el cardenismo y los socialistas, al sumarse al nuevo partido la Corriente Democrática; la izquierda socialista, representada por el Partido Mexicano Socialista; y la llamada izquierda social, integrada por diversas organizaciones como la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo; la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos; la Asamblea de Barrios; la Unión de Colonias Populares, la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata; el Movimiento al Socialismo, e incluso organizaciones que habían sido contrarias a la participación electoral, como la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, la Organización Revolucionaria Punto Crítico y la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas, a las que 13 se suman miles de ciudadanos que no habían tenido ninguna militancia partidaria anterior. Pese a la adversidad y la violenta ofensiva del gobierno de Salinas, que derivó en 1994 -momento en que entra en vigor el Tratado de Libre Comercio y surgió en el sureste el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional-, en uno de los años de mayor descomposición política, 13 el PRD se acreditó en la política nacional, amplió su presencia territorial y los resultados electorales favorables en los municipios, se tradujeron pronto en victorias en distintas entidades de la República, de manera particular el triunfo en 1997 en la Ciudad de México le dio un posicionamiento fundamental14 /15 . 1997-2006: la izquierda en el gobierno Entre 1997 y 2006 la izquierda se consolida como una fuerza nacional, el PRD dejó de ser un partido opositor y contestario para convertirse en opción de gobierno. Poco se ha valorado el gran potencial que representa su actual posicionamiento en el gobierno de 6 entidades de la República, 405 municipios y la mayor representación legislativa de la izquierda en su historia -127 diputados federales, 26 senadores y 230 diputados locales- que no se ha sabido aprovechar. Al cierre de 2006, el PRD gobierna a más de 25 millones de mexicanos, lo que lo constituye 13 Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fueron asesinados alrededor de 600 militantes del Partido de la Revolución Democrática. 14 1994 fue uno de los años de mayor descomposición política en el país. Tras la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, se registró el levantamiento armado del EZLN en Chiapas y más adelante el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio y más adelante el del Secretario General de ese Partido, José Francisco Ruiz Massieu. 15 En realidad el primer gobierno local ganado por la izquierda puede atribuirse a Alejandro Gazcón Mercado, quien en 1975 bajo las siglas del PPS obtuvo la mayoría de votos en el estado de Nayarit, resultado que no fue reconocido por el gobierno de Luis Echeverría y que fue objeto de una negociación en la que se entregó una senaduría al dirigente nacional de ese partido Jorge Crushiank. 14 como el partido más importante e influyente que la izquierda mexicana haya conformado. 16 Pese a sus avances significativos, la izquierda en general, y en especial el PRD, enfrenta inercias y viejos problemas que le impiden no sólo capitalizar este enorme potencial político, sino incluso reconocerse como un factor fundamental para la gobernabilidad y la conducción del país. No me detengo a valorar con detalle la experiencia y resultados de los gobiernos de la izquierda en el Distrito Federal y en otras entidades, ello requiere de una análisis especial. Sin embargo debo señalar, que la gestión de los gobiernos de izquierda en el Distrito Federal, puede resumirse en dos grandes rasgos: 1. Por el acoso y confrontación permanente con el Ejecutivo Federal. Desde el primer gobierno democrático, con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, se le limitaron recursos federales y de deuda pública en el Congreso de la Unión y fue objeto de diversas campañas de descrédito, que quisieron presentar un gobierno incapaz para resolver los problemas de la ciudad, en particular, en el tema de seguridad pública tras la ejecución del conductor de televisión Francisco Stanley; hasta los sucesivos enfrentamientos con la administración de Andrés Manuel López Obrador y las campañas mediáticas, soportadas en los videos escándalos que involucraron a miembros del PRD; distintos litigios legales ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resultado de acciones fraudulentas contra el patrimonio público de la Ciudad, que buscaron inhabilitar a López Obrador para contender por la Presidencia de la República, y que derivaron en su desafuero en marzo de 2005 y más adelante, en la abierta intervención del Estado 16 El PRD ha gobernado Baja California Sur (1999-2005 y 2005-2011), Chiapas (2006-2012), Distrito Federal (1997-2000, 2000-2006 y 2006-2012), Guerrero (2004-2011), Michoacán (2002-2008), Tlaxcala (1999-2005) y Zacatecas (1998-2004 y 2004-2010) 15 y los grupos de poder que consumaron el fraude en el proceso electoral de 2006; y 2. Por el impulso de un proyecto de gobierno desde la izquierda, que en una primera etapa (1997-2000) edificó el entramado institucional del gobierno local, ya que pasó de ser una dependencia del gobierno federal –el Departamento del Distrito Federal-, a la elección de un gobierno propio y de la primera elección de autoridades delegacionales en julio de 2000; y en un segundo momento (2000-2006), se instrumentó un proyecto político y de gobierno sustentado en principios y valores democráticos, así como en una audaz y exitosa política social, que permitieron el manejo austero y eficaz de las finanzas públicas, el incremento sustancial de las inversiones públicas y privadas para el equipamiento e infraestructura de la ciudad, lo que permitió construir una base social que permitió soportar la confrontación con la autoridad federal y alcanzar un amplio respaldo al proyecto social impulsado. En este contexto, más allá de la valoración de la campaña electoral en la que se desplegó un operativo de Estado y una sucia guerra mediática, en alianza con los grupos económicos de poder, los medios de comunicación y los sectores más conservadores del país; del fraude en los resultados electorales, del conflicto postelectoral y de la regresión política que representó este proceso en la transición a la democracia en nuestro país, 2006 marca un hito, y plantea a la izquierda la necesidad de avanzar en una redefinición de su perfil y del papel que cumple hoy en la vida política y social de México. 2006: el nuevo rumbo La izquierda vive un momento paradójico. Por un lado, ha alcanzado la más amplia representación formal de su historia y un vasto apoyo popular, pero al mismo tiempo, muestra vulnerabilidad en su discurso y en la conducción de los partidos que la representan. 16 Aunado a ello, el resultado oficial de la elección federal dejó en muchos un sabor a derrota y la sensación de una oportunidad histórica perdida, A diferencia de lo que sucedió en 1988 con la disolución del Frente Democrático Nacional17 , la Coalición por el Bien de Todos ha mantenido un mínimo de cohesión, a partir de su conformación como Frente Amplio Progresista (FAP), agrupación que pretende articular las acciones de los partidos políticos que integraron originalmente la Coalición, junto con organizaciones sociales y ciudadanos para conformar un bloque de fuerzas democráticas, ante el bloque conservador que han conformado el PAN y el PRI con los grupos de poder en el país. El FAP, se concibe además como el brazo político-institucional de la Convención Nacional Democrática, que articula las acciones de los gobernantes y legisladores, locales y municipales, de los distintos partidos, y si logra superar el ámbito de las alianzas electorales coyunturales, este Frente puede conformarse en un proyecto político duradero y de largo plazo. A la par, la Convención Nacional Democrática y el Gobierno Legítimo, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, encauzan un movimiento ciudadano que ha rebasado las estructuras partidarias y articula nuevas formas de organización social y territorial, que plantea la transformación radical del sistema político, como un movimiento de resistencia cívico y pacífico. La Convención Nacional Democrática La Convención Nacional Democrática (CND), representa una fórmula novedosa en la que concurren partidos y ciudadanos que en 17 El FDN no solo se disolvió, sino que con excepción del PMS y la CD, los partidos que lo integraron – incluso algunos militantes del recién formado PRD- se sumaron al gobierno de Carlos Salinas de Gortari. 17 gran medida no se reconocen en las burocracias partidistas y que demandan un espacio de participación distinto al desgastado mundo institucional. En torno a la Convención participa un espectro social, dispuesto a entrar de lleno en la transformación del país; que no confía en los modos tradicionales de hacer política y que busca un reencuentro con el movimiento social. En la convocatoria emitida el 15 de agosto de 2006, la Convención Nacional Democrática se plantea “construir las bases de un verdadero estado social democrático de derecho y llevar a cabo las transformaciones profundas que el país necesita. Esto implica combatir la pobreza y la monstruosa desigualdad imperante; defender el patrimonio de la nación; impedir la enajenación de los bienes nacionales y la privatización del petróleo, la electricidad, la educación pública, la seguridad social y los recursos naturales”. “(...) implica hacer valer la democracia y los derechos ciudadanos; defender el derecho público a la información; acabar con la corrupción y la impunidad de unos cuantos y de los poderosos; y renovar a fondo todas las instituciones civiles para ponerlas al servicio de pueblo y sujetarlas genuinamente a los principios constitucionales”.18 En este sentido, la Convención busca dar una dimensión social al movimiento de resistencia, adoptando además de la agenda política de renovación de las instituciones públicas del país, la agenda social pendiente. El 20 de noviembre, la CND se propuso defender el patrimonio nacional y no permitir la privatización del petróleo ni de la electricidad: defender la autonomía sindical; atender el grave 18 Convocatoria a la Convención Nacional Democrática, 15 de agosto de 2006. 18 problema migratorio; proteger a los productores nacionales ante la apertura comercial; defender el derecho constitucional a un salario justo; no permitir el desmantelamiento del régimen de protección social, entre otras propuestas.19 A diferencia de la militancia partidaria tradicional, la adhesión a la Convención implica, más que la afiliación a una organización, la adhesión a una causa, donde los integrantes de la convención asumen la representación del Gobierno Legítimo en su lugar de residencia y el compromiso de fortalecer un movimiento que busca construir un Estado de bienestar; combatir la pobreza y la desigualdad; defender el patrimonio de la Nación; hacer valer el derecho público a la información; rechazar el Estado patrimonialista; y la transformación radical de las instituciones públicas.20 Repensar la izquierda Frente a este nuevo escenario la izquierda, y en especial sus partidos, deben reconocer y cobrar conciencia de la necesidad de una nueva transformación, cuyo objetivo, además de enfrentar, al igual que en 88, la ofensiva de una derecha que pretende prolongar su estadía en el poder, debe ser dar un paso definitivo para conformar una mayoría incuestionable y conducir al país. Desde la caída del muro de Berlín hay una discusión pendiente en la izquierda mexicana, que tiene que ver con los nuevos paradigmas de la izquierda: la ética, la lucha contra la desigualdad, la tolerancia, el reconocimiento a la diversidad, el respeto a la naturaleza, la democratización del conocimiento, el ejercicio de las libertades; y su posición frente a la globalización, el papel del Estado, las nuevas realidades que enfrentan la sociedad y la familia, la propiedad y la empresa privada, entre otros asuntos. 19 20 tareas del Gobierno Legitimo. Convención Nacional Democrática, 20 de noviembre de 2006. La afiliación como representante del “Gobierno Legítimo” implica la suscripción de una “Carta compromiso” para defender estos postulados, donde el adherente estampa su firma y huella digital. 20 19 Esta reflexión pasa necesariamente por la revisión del papel que vienen cumpliendo sus partidos y los problemas que enfrentan. La conformación de un sistema de partidos, tras una era de partido hegemónico, ha sido un largo proceso de nuestra transición. Los partidos han fortalecido sus estructuras y presencia política y en gran medida se han democratizado. Desaparecieron los partidos paraestatales y los partidos han creado todo tipo de alianzas y coaliciones, no siempre del todo congruentes. Sin embargo, en los partidos prevalecen y se reproducen prácticas heredadas del viejo sistema. El clientelismo, el corporativismo, acuerdos poco claros con las distintas formas de poder e incluso como es del dominio público, signos de corrupción. Repensar a la izquierda requiere avanzar en el rediseño de sus partidos y de sus vínculos y relaciones con las demandas y los movimientos sociales. Se trata de definir un nuevo rumbo y acreditar un discurso y una práctica política que permita afianzar una mayoría y garantizar su derecho a conducir los destinos del país. El propósito es ir más allá de los procesos electorales y edificar una izquierda con liderazgo, credibilidad, vocación de poder y capacidad de gobierno; que retome sus alianzas con el movimiento social y las aspiraciones democráticas de nuestra sociedad. Hay que reconocer que si bien la izquierda ha avanzado en su unificación y ampliado su presencia electoral, esto último ha sido a cambio de la pérdida de muchos de sus valores, y que el modelo partidario seguido en su principal partido, el PRD, se encuentra en una fase de agotamiento. Uno de estos problemas, es que el PRD ha perdido en esencia su carácter de organización partidaria para dar paso a una “federación de corrientes”. Las corrientes concebidas originalmente como un importante avance democrático, al permitir la organización de los 20 militantes para impulsar el debate ideológico y programático, han dado lugar a una estructura paralela, con órganos de dirección, reglas y financiamiento propios, que no sólo han desplazado a los órganos de dirección, sino que además han conllevado a la pérdida de valores democráticos. Esto se refleja esencialmente en dos aspectos: el pragmatismo en sus alianzas políticas y electorales; y en el hecho de que la militancia partidaria ha sido relevada por las prácticas corporativas tradicionales, que si bien le ha permitido una clientela útil para dirimir sus formas de gestión interna, lo han distanciado del movimiento social. Todo ello da cuenta de que el modelo en el que ha devenido el PRD, muestra señales de agotamiento y que sostener un modelo de esta naturaleza, mantendría el pragmatismo y la corrupción de manera consustancial. Resulta indispensable transformar de forma radical esta situación, y si bien su participación electoral tiene que seguir formando parte central de su quehacer cotidiano, ésta no puede inhibir su acción gremial, por el contrario, el PRD y la izquierda deben retomar la iniciativa en la agenda social del país. La mayor parte de los partidos políticos y frentes de izquierda que han llegado al gobierno en América Latina, tienen su origen en movimientos políticos y sociales que a lo largo de más de tres décadas, enfrentaron el autoritarismo gubernamental e hicieron un replanteamiento de su posicionamiento ideológico y de su discurso. El distanciamiento con el bloque soviético, años antes de la caída del muro de Berlín, trajo consigo dos consecuencias fundamentales: asumir la democracia como la vía para lograr las transformaciones necesarias y un discurso que retomó los valores distintivos del nacionalismo y los valores culturales en cada país. 21 El ejemplo más sensible de estos cambios lo representó el triunfo de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, que marcó en definitiva el vuelco de la izquierda a la legalidad, pese al feroz golpe militar que hundió a Chile en una de las más violentas dictaduras del continente. En este contexto, la izquierda inició un proceso de unificación que abrió paso a la conformación de nuevos partidos o frentes políticos, con lo que se empezaba a superar un espíritu de sectarismo fuertemente arraigado. Así surgieron, el Frente Amplio de Uruguay, el PSUM, el PMS y más adelante, el PRD en México. A la par de estos cambios, la emergencia de diversos movimientos cívicos y sociales frente al fracaso de los modelos económicos impuestos por las políticas de ajuste y el neoliberalismo, rebasaron la demanda reivindicativa para sumarse a la lucha por la democracia, el reconocimiento de los derechos sociales, la defensa del patrimonio nacional, el respeto a la naturaleza y a los derechos humanos. La convergencia de estos elementos permitió a la izquierda además de alcanzar los primeros triunfos electorales, generar una cultura de gobierno y madurar un discurso que adoptó valores democráticos en la gestión de los asuntos públicos: austeridad, eficiencia, rendición de cuentas, ética en el servicio público. Hoy, la acción de la izquierda está indisolublemente ligada a la dinámica electoral, lo que la mantiene en una disputa permanente por el liderazgo político; ello la conduce, en la lógica de toda competencia, a encontrar un equilibrio para ganar a los sectores sociales que no simpatizan con esta corriente y a la disyuntiva de colocarse en el centro político para garantizar estabilidad y gobernabilidad. 22 Si bien la disputa electoral y el ejercicio gubernamental exige moderación –lo que no significa renuncia a principios e ideales-, así como atención al conjunto de intereses del conglomerado social, también exige certeza en la conducción, en el discurso y en la identificación de los cambios que permitieron el arribo de la izquierda al gobierno. Si se reconoce que estos cambios derivaron del agotamiento de un sistema autoritario, de políticas económicas que propiciaron una mayor marginación y de un movimiento social que busca mejor calidad de vida, la izquierda no tiene por qué abandonar esa ruta. Ello significa mantener líneas puntuales que hacen diferente un proyecto de esta naturaleza. Entre éstas se pueden identificar al menos cuatro ejes que pueden articular una nueva identidad en la izquierda: La reforma democrática del Estado, que admita la conducción de una política económica que, inmersa en la globalidad, permita cumplir con las responsabilidades sociales del Estado, favorezca el mercado interno y el desarrollo de la región; el impulso de una política de justicia social que abata la desigualdad; la construcción de una ciudadanía más participativa y corresponsable; y el establecimiento de mecanismos que garanticen el ejercicio de una gobernabilidad democrática, basada en el reconocimiento a la pluralidad política y a la diversidad social, la garantía de la seguridad pública de los ciudadanos, y el ejercicio pleno de las libertades. Una izquierda societaria Mientras una derecha voraz y sin escrúpulos está dispuesta a perpetuarse en el poder, la izquierda mexicana no puede seguir medrando con una visión doméstica y coyuntural, escondida en rincones del aparato de los partidos, ni concentrarse exclusivamente 23 en el trabajo electoral. Requiere retomar la iniciativa y fortalecer de manera decidida sus relaciones y alianzas con el movimiento social. La izquierda enfrenta hoy a una derecha organizada que detenta -por ilegítimo que sea- el gobierno nacional y que ha asumido una posición de fuerza y confrontación ante el desconocimiento que se ha hecho de su legitimidad. Por ello, la izquierda debe reivindicar su espíritu democrático, poner en juego sus capacidades y la fuerza alcanzada para lograr una transformación radical de las instituciones públicas que sustentan al actual régimen, incorporando una dimensión social a sus acciones. No se debe perder de vista la naturaleza del adversario y que la disputa política se ubica como nunca antes, en el marco de una polarización social que ha trascendido el ámbito electoral. Mucho se ha dicho acerca de las diferencias entre izquierda y derecha, pero más allá de los aspectos ideológicos y de sus posicionamientos frente a la responsabilidad social del Estado, el ejercicio de libertades, el papel del mercado y la desigualdad; existe una diferencia substancial: la izquierda defiende ideas, la derecha intereses. Por eso, la izquierda se dispersa con facilidad, mientras la derecha se une por encima de las estructuras partidarias, en las cúpulas empresariales y eclesiásticas, las escuelas privadas, las asociaciones de padres de familia, los grandes medios de comunicación y en todos los espacios que detentan el interés de lo privado. Para la izquierda es necesaria la organización partidaria y gremial, pues ese es el ámbito que le permite articularse en torno a un proyecto político. Por lo que su preocupación debe orientarse hacia como transitar de una izquierda partidaria a una izquierda societaria, que conduzca el movimiento popular que acompañó el 24 proceso electoral del 2006, y estructure el contrapeso a los excesos de la derecha en el poder, que sea capaz de construir ciudadanía, cuente con un proyecto de nación, promueva y retome la iniciativa de los movimientos sociales, los sindicatos, las organizaciones campesinas, populares, los jóvenes, es decir: los espacios que representan el interés de lo público. Se trata de desarrollar una capacidad de transformación acorde con la responsabilidad que representa la defensa de lo público en una sociedad segmentada y desigual. Con lo que la izquierda puede demostrar su capacidad de renovación en un escenario de adversidad. 25