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JORGE VARGAS
Hegel y el cóndor indoamericano
Vamos a desarrollar algunas reflexiones acerca de la relación tardía o insuficiente entre
conocimiento y práctica social, en zonas que acerquen las premisas teóricas o propuestas
generales y/o estatales con situaciones sociales concretas en relación al devenir de la colectividad
boliviana en este país, para luego plantear algunos aspectos de la complejidad propia de la
colectividad como sujeto o actor social en su composición poblacional de forma diacrónica y
sincrónica y en su historia particular, compartiendo algunas experiencias organizativas y
territoriales, que nos ubican como parte de una historia común en términos nacionales y
continentales.
Para ello vamos a tomar un párrafo del filósofo alemán Hegel que nos permite abordar un
aspecto de la relación entre teoría y praxis, y luego, en un segundo momento, desde la metáfora
del búho de Minerva presente en ese texto, símbolo de la tradición grecolatina del pensamiento
occidental, realizar un desplazamiento hacia la figura del cóndor indoamericano, figura y
emblema de la cultura y cosmovisión de los pueblos originarios, planteado esto en un período
histórico que ofrece desafíos conceptuales e ideológicos desde diversos procesos políticos
actuales en el continente. Ambas simbologías están ligadas a tradiciones culturales tomadas a
manera de metáfora y concepto, del conocimiento y poder en occidente en un caso, de la
dignidad y la autoridad locales en el otro representados en el cóndor o kuntur mallku en aymara,
como parte del universo de concepciones del Abya Yala nombre con el que se reconocía
antiguamente al hoy continente americano.
Luego ejerceremos una suerte de reclamo reivindicación por el accionar represivo en nuestro
continente, en este caso también por haber tomado el nombre de esa figura emblemática de
nuestra identidad latinoamericana y de los pueblos originarios para un hecho represivo
continental como lo fue el Plan Cóndor, cuyas acciones criminales sobre militantes y políticos
latinoamericanos, tuvieron entre sus tantas víctimas al Gral. boliviano Juan José Torres,
asesinado en Buenos Aires, quien compartió momentos y sueños en la etapa inicial de su exilio
en un barrio que hace a nuestra historia como comunidad boliviana en Argentina, el Barrio
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Comunicaciones en la Villa de Retiro, aquel ligado al compromiso pastoral, social y político del
recordado Padre Carlos Mugica..
Bien vamos a la bella y profunda metáfora hegeliana:: “Para agregar algo más sobre la
pretensión de enseñar como debe ser el mundo, señalemos, por otra parte, que la filosofía llega
siempre tarde. En cuanto pensamiento del mundo, aparece en el tiempo sólo después que la
realidad ha consumado su proceso de formación y se halla ya lista y terminada. Lo que enseña el
concepto, lo muestra con la misma necesidad la historia, sólo en la madurez de la realidad
aparece lo ideal frente a lo real, y erige a este mismo mundo, aprehendido en su sustancia, en la
figura de un reino intelectual. Cuando la filosofía pinta con sus tonos grises ya ha envejecido una
figura de la vida que sus penumbras no pueden rejuvenecer, sino sólo conocer; el búho de
Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo.”
Sólo haremos dos aproximaciones a este párrafo, complejo y profundo en sí, aquella de la
cuestión de la filosofía o conocimiento científico en una relación tardía o insuficiente con los
acontecimientos sociales, ya resueltos en tanto procesos. Desearía abordar rápidamente ejemplos
concretos, como el caso de los talleres textiles, donde las interpretaciones y acciones sobre esta
dura realidad laboral surgen a posteriori de un hecho luctuoso, el incendio del taller de Caballito,
luego vienen las denuncias, investigaciones y la apelación en mayor grado y presteza a los
métodos represivos (clausuras, denuncias o tan sólo remiten a publicidades mediáticas como
aquella del “denuncie el trabajo esclavo mata”..), lo cual habla de una limitación en el concepto
integral de esta situación social, sin haber avanzado en forma sustantiva en el reconocimiento de
la magnitud del problema – variedad en el tipo de composición y relación social interna de los
talleres, formas de resolución del problema con participación organizada de los afectados, los
trabajadores y trabajadoras costureros- quienes terminaron en situación más complicada, con
mayor dificultad e inseguridad, viendo que las acciones tomadas no se hayan concretado en
medidas efectivas contra los grandes talleres y las marcas comerciales que están detrás de estas
formas de explotación laboral; al menos tal es hasta el momento la visión al interior del grupo
afectado, como percepción general.
Este tipo de acciones y reacciones surgen en momentos de crisis, cuando la manifestación
traumática de estos hechos sociales genera respuestas e indagaciones múltiples, sobre todo desde
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la esfera estatal, tendiendo luego a generalizar y a la vez reducir el concepto a los factores
emergentes de la situación o del momento. Con esto deseo señalar que el tema de los talleres no
era parte activa de las agendas antes del incendio, luego toma una intensidad que no sabemos si
termina desplazando otras cuestiones, por ejemplo la de las formas de integración o la de avanzar
en la participación social en esta sociedad profundizando en la condición de ciudadanía.
Si “hay un conocimiento crítico de la sociedad que sea una consecuencia de la manera
en que ocurren las cosas (estoy citando a René Zavaleta Mercado sociólogo boliviano) se trata
entonces de partir de la especificidad de la materia social dado que la naturaleza de la materia
debería determinar la índole de su conocimiento y entre tanto, la pretensión de una gramática
universal aplicable a formaciones ( y situaciones) diversas suele no ser más que una dog
matización”.
En el caso de los talleres u otras situaciones de crisis suele concluir en formas de
reduccionismo que configuran de manera parcial al sujeto colectivo, no atendiendo a su
complejidad y contradicciones, objeto antes que sujeto.
Si bien luego cuestionaremos la apoliticidad y matices reduccionistas del término
colectividad, podemos señalar ahora, como suele escucharse, que la llamada colectividad
boliviana es como una síntesis de “Bolivia en Argentina”, de ahí deviene lateralmente aquella
linealidad plana, casi mecánica, de bolivianidad y nueva bolivianidad, la pregunta es que
entendemos por Bolivia, si apelamos al fetichismo de la unidad será una Bolivia sin mayores
distinciones, la consideraremos una generalidad como al decir “los bolivianos”, O decimos que
es una síntesis de la Bolivia explotada, de aquella parte de su población que es obligada a tomar
la decisión de partir por carencias económicas agudas o razones de conflicto políticos, obligada a
abandonar la “llajta” como decimos nosotros o la “pacha” en tanto concepto articulado de
tiempo y lugar.
Pero como toda síntesis también hay que agregar que es una síntesis connotada, es decir
que es todo ello, como una suma de lo que sintetiza más su propia historia y complejidad, mas
sus contradicciones y desgarros, mas sus procesos de agregación y desagregación social.
Sujeto o sector social que para ser, debe producir la negación de aquella negación fundante de
todo sujeto migrante, de aquel desgarro primario y siempre forzado de la ruptura del tiempo y del
lugar original,.
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Y acá es donde planteamos otro interrogante: si ser migrante es una condición permanente,
esencial o hay un momento en que se deja de serlo o en que condiciones ocurre, bajo cuales
premisas concluye esa condición?.
Bien, retornemos a la relación teoría y práctica. Si bien puede parecer de perogrullo
afirmar que no es el ámbito académico quien deba resolver directamente las situaciones de crisis
o problemas sociales, en este conflicto o en aquel proceso, lo que subyace a esta cuestión, es
interrogarnos sobre el grado de vinculación efectiva que hay, o deba haber, entre la producción
intelectual, la investigación y diagnósticos diversos, que contribuyan a construir y aplicar
políticas públicas efectivas. O asumimos que son estancos separados y cada sector debe impulsar
su propia praxis de forma autónoma y separada.
Quede claro que no me estoy refiriendo a la producción de un conocimiento
instrumental, una suerte de “manual de cómo hacer bien las cosas” que subyace, por ejemplo, en
el discurso del macrismo en sus referencias a la gestión, a la eficiencia en el manejo del recurso
público, etc. , pensadas sólo en términos de gasto y recaudación.
Las celadas ideológicas pueden ser múltiples. Porque cuando se está en el ejercicio de una
función de gestión pública, en el nivel que sea, siempre se responde a determinadas líneas de
acción que se corresponden, inevitablemente, con determinadas filosofías o concepciones
ideológicas. Si estamos, por ejemplo, al frente de una asociación vecinal, también hay que
tomar este tipo de decisiones. Nunca se presenta un empirismo plano, salvo momentos de
situaciones en crisis agudas, donde la urgencia determina acciones.
Si decidimos basar acciones o gestiones en distribuir planes sociales, cajas de alimentos,
armar comedores, estamos optando por una concepción y una línea de acción que podemos
llamar asistencialista. Se puede considerar que es el Estado quien debe colocar sus propias
estructuras para definir esta línea de acción con lo cual se genera un determinado tipo de
relación intersocial.
Otra opción es decidir encarar la gestión buscando promover las actividades culturales y
educativas, pensando que son herramientas para que “la gente mejore y sea mas solidaria”.
Podríamos entonces inducir y realizar una distinción de mayor necesidad, la de que este tipo de
indagaciones, circulación o interrelación de conocimientos e información, superen la
fragmentación social propia de nuestras sociedades, tanto en relación a clases sociales, a
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distancias culturales, como en las distribuciones injustas de los recursos económicos, de servicios
y educativas, a fin de que lleguen a formar parte de los mismos sectores involucrados en sus
acciones y formas organizadas y reivindicativas, dado que el grado de organización y cohesión al
interior del grupo social afectado será mejor herramienta para avanzar en la resolución efectiva
de los problemas o ser interfase mas efectiva con los sectores que deben apoyar o participar en la
resolución de conflictos sociales, sea el estado u otros órganos sociales involucrados. Es un
camino posible partiendo de la premisa de la plena participación activa y conciente de los
sectores afectados con grados de organización alcanzados de modo integral, tanto en la
concepción y ejercicio de derechos y no ser objetos pasivos en espera de acciones de terceros,
muchas veces portando sesgos iluministas.
La construcción de una llamada alternativa popular, y sus fundamentos teóricos e ideológicos,
sólo surgen de las prácticas colectivas y populares, la praxis histórica señala que abrevan en esas
fuentes y no en iniciativas estatales o proyectos de investigación, por bienintencionados que
sean.
Otro tipo de proceso que plantea demandas en ambos sentidos, tanto al estado como a la
colectividad boliviana o al mundo andino residente en Buenos Aires, es un área de impacto
social de contenidos múltiples como es el acceso y utilización del espacio público, lugares
donde tienen su tiempo y espacio diversas expresiones culturales, rituales, donde se manifiestan
grados significativos de desconocimiento de los derechos humanos y sociales, incluso por parte
de la misma colectividad, donde están en consideración la aplicación o reconocimiento del
derecho a la recreación, al uso del espacio público o a las expresiones culturales propias, o la
asunción incipiente de los mismos, dicho esto en el sentido de ir incorporando estas premisas en
el enunciado y objetivos de las prácticas de representación sociales y culturales de agrupaciones
organizadas de la misma colectividad. Hoy caracterizaríamos que hay un accionar por sectores
de forma fragmentada y aislada.
En este sentido, para considerar ejemplos precisos y concretos en desarrollo, vamos a
incorporar en el análisis una tríada que me parece necesaria para un reconocimiento más
integral del sentido, cultura y origen étnico de la llamada colectividad boliviana: tríada
compuesta por comunidad, territorio y mediación hegemónica. Esta mediación múltiple está
presente en las prácticas y relaciones sociales en el territorio porteño y bonaerense, en el Parque
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Indoamericano, en el Cementerio de Flores, en Charrúa en dos momentos, el de la festividad y
como barrio, son ejemplos puntuales pero que se extienden a las realidades cotidianas,
territoriales y sociales en general, donde también aparecen cuestiones y conflictos ligados al
multiculturalismo y a otras concepciones del mundo en disputas de sentido y hegemonía.
El concepto comunidad se refiere a la presencia activa de la comunidad andina en una serie de
interacciones o tecnologías de relaciones sociales a partir de conceptos / acción como el ayni o
reciprocidad, el trabajo asociativo y colectivo o mink´a, de carácter económico como el
pasanaku, o la rotación obligatoria en las responsabilidades directivas en una comunidad
organizada, concepto último en relación estrecha con lo que podemos llamar democratización
social o formación de liderazgos locales.
Por territorialidad se entiende la medida que esta comunidad, agrupación de individuos de este
origen ocupan o se reconocen en un mismo marco territorial, y van dando diferentes sentidos
dominantes a un espacio, en forma permanente o cíclica. Un ejemplo de forma permanente está
ocurriendo en este Partido de La Matanza, en el caso de la localidad de Villa Celina, zona que
debe ser el espacio poblado con mayor densidad de ciudadanos de origen boliviano, si partimos
de la relación extensión territorial y densidad de habitantes, donde están en desarrollo múltiples
procesos de urbanización y territorialización mediante cooperativas, urbanización por loteos, de
iniciativa familiar, también en villas, con formas sociales, asociativas y culturales
contradictorias. De paso señalemos que la representación estatal del partido de La Matanza no
tiene ni tan solo un signo de interrogación acerca de esto que relato, dicho desde la perspectiva
de generar políticas públicas o apoyar esos procesos..
El tercer concepto de esta tríada es la mediación hegemónica, que en el caso de la llamada
colectividad boliviana para el presente es la mediación festiva, donde encontramos un amplio y
activo conjunto de acciones organizadas por agrupaciones de individuos en pos de objetivos
colectivos, preeminentes por cantidad y densidad, que aglutinan mayor cantidad de esfuerzos y
recursos coordinados. Nos referimos a aquellas que se corresponden con lo que caracterizamos
como la mediación festiva de la comunidad boliviana residente en Argentina. Si bien esta
mediación festiva es hegemónica en este período, es parte de la mediación fundamental y
determinante: la mediación comunitaria.
Por mediación festiva entendemos una concepción vital, de interrelación y reciprocidad
comunitaria con la sociedad y la naturaleza, con interposiciones míticas activas en contextos
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sociales ritualizados. Los grupos organizados que funcionan en esta dimensión festiva de su
realidad, lo hacen en contextos específicos como festividades patronales, prestes (festividades
micros), o en el abanico de celebraciones familiares como bautismos, casamientos, etc.; con
todo, esta mediación festiva también irradia, en mayor o menor grado, a todas las formas de
relación social al interior de este sector poblacional (económicas, culturales, etc). Son las más
numerosas en cantidad de eventos sociales y grupos organizados, en diversidad de esfuerzos y
recursos convocados, hasta convertirse en la mediación social actual preeminente de esta
comunidad migrante y propiciar las formas organizativas mas complejas y sofisticadas.
Veamos ejemplos de la mediación cultural, donde la relación con esas manifestaciones
son sólo como expresión folklórica, deshistorizada en tanto los conflictos culturales aparecen
folklorizados, mitificados en formas ausentes de un lejano idealizado como expresión
folklórica, como exotismo bajo el cual Occidente habitualmente representa a los otros. Estas
relaciones entre sectores migrantes y estado o representaciones quedan confinadas a
espectáculos, festivales multiculturales o ferias de colectividades sin considerar las
potencialidades para una relación que aproxime a formas de integración o políticas sociales y
públicas integrales desde la misma lógica y dinámicas organizativas territoriales Con todo, una
mirada un tanto más sutil que acompañe estas manifestaciones y prácticas debería ser mas
productiva que este empirismo intersocial, considerará que detrás de estas prácticas colectivas
se encuentra la comunidad andina, pero no como representación pastoril sino como mediación
plena de conflictos contemporáneos.
Y acá surge la simplificación conceptual de un término como colectividad, término
despolitizado, neutro, no antinómico. Pero igual veamos como se formula. Habitualmente este
término alude a “los migrantes bolivianos llegados al país, objetos usuales de discriminación,
xenofobia y racismo, indocumentados y que en mayor o menor grado perdieron su identidad,
por tales motivos son víctimas propicias para ser reducidos a esclavos, a la exclusión crónica”.
Volvamos a la tríada de territorio, comunidad y mediaciones festivas como especificidades
culturales y asociativas. Tomando una perspectiva diacrónica, asumamos que la comunidad
boliviana lleva cinco décadas como sujeto colectivo, que hay como tres estadíos en el tipo de
población: los migrantes iniciales y familia, una segunda compuesta por estos hijos de
migrantes y los llegados luego mas un tipo de población producto del exilio político, debido a
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las luchas sociales de la época y una tercera, llegada a partir de las crisis neoliberales, que fue
objeto de algunas campañas mediáticas en los noventa, y objeto de estudio a partir del cual
generalizan y simplifican la composición social de este sujeto social en ciernes, que fue
“bautizada como colectividad boliviana“ hace alrededor de veinte años. Pensar que una persona
que reside hace cuarenta años tiene problemas de documentación o anda perdido con su
identidad es como simplificar la cuestión.
Por otro lado en sentido sincrónico se encuentran no sólo los nacidos en Bolivia, también los
hijos de bolivianos nacidos en este país y aún las mismas parejas de origen criollo, modo de
problematizar este universo poblacional como lo describe Fulvio Rivero Sierra, investigador del
Conicet, para la realización de un censo realizado en Lules, en la provincia de Tucumán, donde
incluso se consideró la forma de Organización Comunitaria como división política, como ente
jurídico.
No consideramos aquí los grados o niveles de inserción o agregación social, cultural y
económica logrados hasta el presente, de forma individual, familiar o colectiva. En todo caso
este sector de la colectividad boliviana, que considero mayoritario, padece los mismos
problemas que cualquier familia o vecino de los barrios donde habita: la falta de empleo digno,
el tema de la seguridad, que el consumo de drogas como “el paco” afectan en mayor grado a los
jóvenes, la droga no hace distinciones si son o no hijos o nietos de migrantes, sumemos la falta
de perspectivas laborales en los jóvenes, etc. En todo caso podemos agregar que son los
problemas y dilemas que plantean la integración, agregación social o adjunción, buscando un
concepto adecuado, donde la pregunta no es si va a haber integración, sino que formas van
adquiriendo esos procesos. Procesos como los señalados en Villa Celina se desarrollan porque
hay un superposición de los estadíos señalados, son las premisas que los hacen posibles. En el
caso de Charrúa todo esto es mucho más claro, por la extensión territorial acotada pero no por
ello menos densa.
También se percibe esta distancia conceptual, cultural, social, en las percepciones de la
colectividad boliviana, hay que presumir que en mayor o menor grado también para con los
otros grupos migrantes que provienen del continente, en los planteos y recomendaciones del
Compromiso sobre Migraciones y Desarrollo de los Jefes de Estado y de Gobierno de la
Comunidad Iberoamericana, realizado en el marco de la XVI Cumbre Iberoamericana en
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Montevideo, el 4 y 5 de este mes. Veinticinco puntos y veinticuatro recomendaciones donde no
aparece una aproximación a las dinámicas reales de nuestra población. en la medida de
mediaciones públicas, hay una falta de percepción o adecuación entre este tipo de declaraciones
que encuentre correspondencias operativas en la aplicación de políticas públicas o acciones
estatales. Resulta un tanto arduo encontrar correlaciones entre este tipo de Declaraciones o
recomendaciones como la de la Cumbre Iberoamericana y procesos colectivos concretos como
los que se desarrollan por ejemplo en Villa Celina, hay distancias conceptuales y son diferentes
las configuraciones discursivas del sujeto social, reducidas a lo que consideramos la tercera
etapa de los contingentes migratorios, la de sujetos siempre en emergencia, meros oyentes o
receptores pasivos de sus derechos.
Esta es la relación asincrónica e insuficiente entre teoría y práctica, volviendo al párrafo de
Hegel, buscando superarla desde la constitución de contextos más flexibles para la articulación,
ejercicio y asunción del conocimiento, difusión y aplicación en la práctica de los derechos
humanos, sociales y de las formas de participación democrática en los procesos de constitución
de una ciudadanía activa.
Dos. Retornemos al párrafo de Hegel, esta vez desde la alusión al búho de Minerva para
luego pasar a considerar el cóndor americano, en un caso como metáfora y como símbolo de un
continente en la otra. Y esto, que no pretende ser “una metáfora a vuelo de pájaro”, permítanme
jugar un poco con las ironías, es también salir de las raíces europeas y pasar a reflexionar desde
nuestra territorialidad continental. Este traslado no significa ejercer o ser militantes de algún tipo
de aintieuropeísmo sino sólo cuestionar manifestaciones del eurocentrismo, que es cosa distinta,
pues se trata de no ignorar las “creaciones de nuestros abuelos espirituales del Mediterráneo”
citando la expresión de Pedro Henríquez Ureña, aquel dominicano tan entrañable como ignorado
en este país, en el cual vivió y murió de un ataque al corazón en un tren en Constitución, camino
a la Universidad de La Plata, donde enseñó por veinte años.
El cóndor o mallku es sinónimo de autoridad y dignidad en las comunidades y culturas
andinas. El Mallku simboliza la máxima autoridad comunal entre los aymaras. El cóndor
representa con toda legitimidad a los pueblos originarios, está presente en las banderas y los
escudos de varios países andinos y los pueblos originarios de esa región, que lo han representado
en todas las épocas en sus relatos y concepciones. También su nombre, kuntur mallku, está
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relacionado con la ritualidad sobre la fertilidad como productor y reproductor de la papa, el
alimento por excelencia de los pueblos andinos.
Bien, no voy a abundar mucho en estas cuestiones, pero en la historia reciente hay un hecho que
indigna, el bastardeo del concepto y el símbolo, dado que
se bautizó el más perverso articulación represiva estatal que haya existido en Sudamérica con el
nombre de "Plan Cóndor". Además de asesinar a dirigentes y militantes, robaron uno de los
símbolos más nobles para bautizar un plan por el cual se cometieron crímenes, torturas y
secuestros en otra muestra de la ignominia de la sistémica opresora en América Latina.
Entre los víctimas de dicho plan se encuentra el del Gral. Juan José Torres, quien por un lado
nos refiere la segunda etapa de migrantes que señalaba con anterioridad, de mucho exilio, que
nos remite a una territorialidad e historia un tanto oculta de la comunidad boliviana en este país.
También como parte de un tiempo y período que aún permanece en las penumbras de la memoria
y un tiempo que no es considerado parte de una historia de la comunidad boliviana en este país.
La remisión a la Villa de Retiro en las décadas del sesenta y setenta es índice preciso de
otra historia pues hay una construcción que tiende a anclar la constitución de la colectividad en
las décadas del noventa / ochenta, ligar la imagen a “discriminación - xenofobia - exclusión”
como matices relevantes.
Justamente, al tomar el nombre de Carlos Mugica nos remite a otro enfoque, como parte de un
sector social con historia, no como excluidos, no como marginales o sometidos, sino como parte
de una historia mucho más compleja y resistente como cuando en esos años se compartieron
tiempos experiencias, militancia y la alegría de la vida intensa de esos años, o a tantos seres
queridos u otros de los tantísimos héroes anónimos como el tucumano José Valenzuela, expresidente del barrio Comunicaciones y el MVP fallecido en la voluntad organizadora y solitaria
de los años noventa en Villa Soldati
Si bien esta cita nos traslada a una referencia precisa, la práctica y ejemplo del
compromiso pastoral, político e ideológico del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo
(MSTM), esta forma decidida de integridad comprometida del ser humano fue un matiz
sustantivo de esas generaciones, en especial de la juventud.
Convengamos ahora que las hegemonías no son permanentes ni de un solo signo, ni la
fragmentación social sólo afecta a las clases mayoritarias como método de la dominación. En
este sentido el testimonio de estos sacerdotes y la concepción del rol de la iglesia que postulaban
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es ejemplar en su integridad y convoca a reflexionar sobre otros matices acerca del rol de la
institución eclesial, tanto en su propia historia como en la de la región, planteado en tanto
mecanismo histórico de la dominación en el devenir de nuestro continente, así como en relación
al rol específico en los contextos particulares sobre los que venimos tratando desde nuestras
indagaciones: las mediaciones festivas y comunitarias.
Opciones de compromiso que abarcaban al ser humano en su integridad, en decisiones
colectivas e individuales, búsquedas ideológicas, en las estructura de poder, a lo cual hay que
sumar espacios, territorios y barrios.
Desde estas matrices la época pudo posibilitar el ser y estar compartido de un Mugica Echagüe
junto con un Mamani o Quispe, o un Valenzuela o López llegados del interior del país,
caminando los pasillos, fraternizando ideales y labores en las casillas de la villa, compartiendo el
vino de la nueva vida, debatiendo en la acción la construcción de una cosmovisión integral, de
otra concepción del mundo.
No fue cosa del azar que en uno de los barrios, Comunicaciones, de la villa de Retiro, el “barrio
boliviano” de ese período, confluyeran Carlos Mugica, el ex presidente boliviano, el Gral. Juan
José Torres, el mismo Rodolfo Walsh junto a otros presidentes como Héctor J. Cámpora o Juan
Domingo Perón, así como tantísima persona de los más variados sectores sociales, políticos,
culturales. Posee su lógica entonces y no resulta cosa de azar que Comunicaciones y la Villa de
Retiro hayan sido uno de los primeros asentamientos sometidos a la represión y a la erradicación,
que Carlos Mugica haya sido el primer sacerdote asesinado de ese movimiento, que de los 524
sacerdotes que llegó a tener el MSTM, el 8, 89 % del clero argentino, nueve religiosos fueron
asesinados y cuatro desaparecidos.
A modo de conclusión, si nombramos este barrio y a los sacerdotes villeros, en tanto otro
paradigma territorial y otro núcleo social, es porque forman parte de la historia de la comunidad
de origen boliviano en este país, porque los límites y categorías suelen fragmentar y reificar en
compartimientos separados, sin considerar que forman parte de una historia común, historia que,
también, como tantas otras en este país, continúa menoscabada y oculta.
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