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A los 7 años su madre se puso enferma y entonces él le cocinó un
plato de judías con patatas (plato tradicional catalán), junto con un
pescado al vapor. Y su madre dijo: “serás cocinero”. “Y vi que se me
daba bien, que tenía facilidad”, dice con una amplia sonrisa y mirada
cómplice Jordi Cruz. “Provengo de una cocina donde había una madre y
una abuela que cocinaban muy bien”, explica con un palpable orgullo.
“Ahora mismo trabajo en una cocina muy lúdica, muy completa: que
trata por igual toda la información para poder generar cosas propias.
Trata por igual tradición y creatividad teniendo como eje, como base, un
producto de máxima calidad. Que no tiene que ser muy caro, sino
bueno”, explica el cocinero del ABaC. A los 11 años ingresó en una
escuela de hostelería y a los 14 comenzó a trabajar de camarero. Al
año de trabajar, el propietario le dijo “estoy buscando cocinero”. Y la
respuesta fue directa: “yo soy cocinero”.” Y así entré a las cocinas”
recuerda Jordi divertido, “y entré con muchas ganas.”
Con 18 años ya era jefe de cocina de una gran casa con más de 10
chefs, donde el más joven tenía 30 años. Y a los 24 ganó su primera
estrella Michelin en “L’Estany Clar”.
“Cuando cocino me propongo primero hacer cosas que estén
buenas y segundo que sean singulares. Buscar emocionar es
complicado, yo busco transmitir algo. Una emoción, una sonrisa,
que sea…singular. Pero lo más importante es que lo que yo cocine
muy bueno.”
muy
muy
algo
esté
Y esta es también parte de la esencia de Cruz: un inconformismo
consciente que genera nuevas recetas que proponen al visitante el
desafío de despertarle nuevas emociones o reencontrarse con antiguas
sensaciones olvidadas.
A los 27 años Cruz se planteó la posibilidad de abrir un restaurant
propio, en Sant Benet de Bages. “A mis 28 abrimos, y a los siete
meses nos dieron la primera estrella Michelin”, cuenta sin dejar de
sonreir, y con una humildad apabullante. “A los 32 se me da la
oportunidad de coger el proyecto ABaC “, que ya cuenta con dos
estrellas Michelin. O sea: con solo 33 años, ya tiene cuatro estrellas
Michelin en su carrera.
“Para mí cocinar es el hecho de transformar un producto. Transformar
algo no solo para que se pueda comer y ser ingerido por el ser humano
y facilitar su digestión, sino para transmitir algo: una sensación, una
emoción, un placer”.
Y en este momento, en esta búsqueda apasionada e insaciable, en
este desafío provocador que propone al comensal, es donde su cocina
se transforma en arte: efímero, sutil, hedonista. Y único.
El mundo de Jordi Cruz
El equipo
“Mi equipo tiene una gran importancia. Materializa las ideas que tengo,
mi equipo hace que la cocina que me sale del corazón se la pueda
comer mucha gente con la calidad que yo quiero.”
La vocación
Lo mejor de cocinar es que mi hobbie es mi oficio. Es así: tengo la gran
suerte de dedicarme a mi oficio. A mi hobbie.
Influencias
Cuando la figura de un cocinero que admiras pasa a ser la figura de un
amigo pasa de ser “Berasategui” a ser Martín. Yo tengo la suerte de
que grandes cocineros que yo he admirado, ahora puedo decir que son
amigos míos. La influencia de Ferran (Adrià) es bestial. Ferran Adrià me
ha influenciado más, pero he tenido más contacto con Martín y lo
considero más amigo.
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