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Tuya y mía
El intercambio entre músicos de España y de Sudamérica tiene una larga tradición. La
mayoría de las veces el viento musical sopla desde suroeste a noreste, es decir, son más los
artistas que llegan desde Argentina, Perú, Chile, Brasil o Uruguay a la península ibérica que
los que hacen el camino inverso. Pero igualmente la interacción se ha sostenido en el tiempo
y se ha ido enriquecido. Los aviones de Iberia han llevado y traído músicos e instrumentos
en infinitas oportunidades y en ese proceso unos y otros aprenden, se admiran, crecen y
crean.
Solo para citar algunos ejemplos, el uruguayo Jaime Roos pasó un tiempo en Madrid en
1975, su compatriota Jorge Drexler (quien hoy luce con orgullo un premio Oscar en la
estantería de su casa) vive en España desde 1995 gracias al “padrinazgo” de Joaquín Sabina,
el argentino Andrés Calamaro, quien vivió en Madrid y dio vida a su proyecto Los
Rodríguez o el recientemente fallecido músico peruano William García Rodríguez, que
formó el grupo Karicia.
En el sentido contrario, cabe recordar la enorme devoción que han generado en las últimas
décadas en Uruguay o Argentina, Joan Manuel Serrat, Ismael Serrano o el propio Sabina.
Justamente él es un buen ejemplo de esto, ya que en 1998 hizo junto con al argentino Fito
Páez el recordado disco “Enemigos íntimos” que, si bien en términos contractuales y
amistosos finalizó a puro palo, en términos artísticos nos dejó un bellísimo disco.
Antes, en los 80, las calles de Montevideo y Buenos Aires vieron circular los cassettes de
Loquillo, La Polla Records, El último de la Fila o Gabinete Caligari que sacudieron la
modorra posdictadura de gran parte del continente. Sin ir más lejos, Loquillo grabó con la
potente y legendaria banda uruguaya Buitres un video llamado “Mincho Bar”, una canción
homenaje a un recordado bar de la movida nocturna montevideana. En Buenos Aires, el
triste episodio de la guerra de Las Malvinas, en 1982, hizo que los espacios radiales, donde
se prohibió la música en inglés, se inundaran de “música en español”, por lo que entre la
gran movida local se logró colar mucha música española.
Antes, en los 70, los aplausos sudamericanos fueron para Julio Iglesias, más tarde para
Raphael, y más adelante para Mecano o Rosario. Cada uno a su tiempo, España le ha dado a
Sudamérica sus buenos motivos para aplaudir. Y Sudamérica le ha devuelto, claro está, la
gentileza. La lista no deja de crecer y la música ha ido y venido – en discos de vinilo,
cassettes, CD’s o archivos MP3, según la época - sobrevolando el Atlántico.
El Chamuyo recoge lo mejor de esa tradición de intercambio y de “tuya y mía, campeón”.
Son cuatro españoles a los que se sumaron un uruguayo, un peruano y dos argentinos que se
traen, para volcar en su música y estilo, lo aprendido en las calles de Buenos Aires, Lima o
Montevideo. Los residentes le agregaron una pizca grande de música forjada en los garajes
de España.
Manuel Ventura, el bajista de la banda, era un estudiante de Economía en Perú cuando en
1998 – como casi todos los que pretenden ser músico – se juntó con amigos de la academia
de inglés y un primo y le empezó a sacar furiosos riffs a su guitarra. Formó una banda de
rock alternativo de nombre GAVIA, con la que tocó algunas veces en su país. Luego trabajó
como técnico de escenario de los hermanos Gaitán Castro, un dúo de folcloristas al que
acompañó por todo el interior profundo peruano. En 2004 llegó a España, estudió bajo,
formó parte de una banda de rock (Kimera) con la que rodaron por la ciudad de Castellón de
la Plana. Su impronta incaica se sumó al Chamuyo en 2007.
El aporte argento del Chamuyo es Deivid Argüello (voz) y Federico Jesús Pomar (batería).
El primero nació en Buenos Aires Buenos – la ciudad rollinga - , donde integró el grupo
Strangford, pasó por la guitarra de un grupo castellonense apenas llegó a España para luego
formar El Chamuyo. Pomar, por su parte, nació hace 29 años en Rosario. Toca la batería
desde los 12, cuando empezó a aprender los secretos de los platos, bombo y redoblante en
una escuela municipal. Luego afinó el oído y siguió estudiando solo, a la vez que escuchaba
a sus héroes musicales: Sumo, Divididos, Los Redonditos de Ricota, Los Piojos, Las
Pelotas, La Renga y – de pie, señores – al maestro de maestros Luis Alberto Spinetta. Pero
también a The Beatles, Queen, Led Zeppelin, Nirvana y Pink Floyd. Tocó mucho en
Argentina, primero, y tocó mucho en España, después. Hasta que aterrizó, palos al hombro,
en el Chamuyo, para aportar el rock urbano / callejero de Buenos Aires. Cuando le
preguntan, no duda en decir que admira al genial baterista uruguayo (fallecido) Osvaldo
Fattoruso, creador junto a su hermano Hugo de los inolvidables Shakers.
El Chamuyo también tiene pedazos de Uruguay. El percusionista Hugo Ruiz Díaz – “más
que percusionista, un yorugua candombero”, dice él – tuvo como primer acercamiento a la
música el seguir a una batea de candombe por las calles de su Montevideo natal. Una tarde,
presa de la hipnosis que le generaba el llamado de las lonjas de una “cuerda de tambores” de
negros viejos que, con las manos sangrantes, iban marcando el ritmo, se sorprendió cuando
uno de ellos le dio un tambor chico y le dijo: “empezá con éste, botija”. Aunque en la
adolescencia se compró un bajo, el tambor se le había colado en la sangre y lo perseguía
como el zumbido de un moscardón. Finalmente, escuchó el llamado ancestral de las
comparsas que suelen atronar los legendarios barrios Sur y Palermo de Montevideo, y
decidió tomar algunas clases de percusión latina en el Taller Uruguayo de Música Popular
(TUMP). El TUMP es un conglomerado que reúne a varios de los grandes nombres de la
música uruguaya y tiene como objetivo difundir y enseñar música. También estudió con
Nicolás Arnicho – quien fuera seleccionado por Jennifer López para su programa de música
latina – y formó parte de una banda de amigos llamada La Cafetera. El grupo fue finalista,
en los 90, en un concurso organizado por la alcaldía de Montevideo y perdió ante, nada
menos, la hoy exitosa banda No Te Va Gustar. También se dio el gusto de participar en los
tradicionales y largos carnavales de Uruguay como integrante de la comparsa Kanela y su
Barakutanga. Ya en España estuvo un año en la Escuela de Música para mayores en el
Conservatorio de Música de Getafe y participó en talleres de percusión cubana con el
cubano Joel Pérez y cajón flamenco con el español Juan Carlos Martínez. Hace siete años
que chamuya. Y en este tiempo ha colaborado en discos de músicos locales como el
cantautor Borja Casado (Murcia) o el dúo Desiguales (Castellón).
Ángel Izquierdo (viola principal), Luis Alguacil Rodríguez (trompeta), Laia López Valls
(teclas) y José Manuel Domínguez Vivas (saxo tenor), son los anfitriones españoles de la
banda. Los “bienvenido, tío, vamos a tocar”.
Ángel estudió en el conservatorio Joaquim Rodrigo de Valencia hasta Grado Medio y luego
continuó su formación en guitarra eléctrica con profesores como Joan Soler o José Luis
Pardo. Ha tocado en diferentes formaciones de Valencia como Decanto, Jaleo the band o
Tinglao. Al Chamuyo le aporta “riffs rockfunkylones y el groove de sus guitarras”.
Luiggi se calzó su primera trompeta a los 8 años. Fue a un conservatorio y terminó la carrera
14 años después, en 2013. Estudió con Jordi Albert, Vicente Campos y Luis González, con
quienes acumula “más de 400 horas de práctica en cursillos”. Siendo aún pequeño, subió a
algunos escenarios como parte de la banda Almazora, y también es miembro de la BIG
BAND UJI. Antes puso su instrumento al servicio de grupos como La Caja Negra, Macaco,
Mohinos Escocios, Raimundo Amador, etc. También fue parte – durante dos temporadas –
de la Orquesta Costa Azahar.
Laia López Valls (Lai), nació en Castellón de la Plana y durante 10 años de estudio en el
Conservatorio de Música de Castellón. A los 16 años empezó con un grupo de rock / celta /
folk, en el que estuvo un año. Después estuvo dos en Pujah’l-to, gran banda de reggae de la
provincia de Castellón que duró tres años. Al principio solo colaboró con unas canciones de
El Chamuyo, pero luego se incorporó como integrante estable de la banda.
Otro que estuvo en Pujah’l-to fue José Manuel Domínguez Vivas (El reggae), quien estudió
desde los cuatro años en la Escuela de Música de Almazora, donde dedicó horas a lenguaje
musical (Salvador Llorens, José Alfredo, Manuel Balada) y saxofón (Manuel Balada y
Verónica Ruiz Claramonte). Ellos lo introdujeron para siempre en la pasión del saxo. Acabó
el grado elemental y pasó al Conservatorio Profesional de Castellón donde cursó el grado
medio de saxofón con Jesús Oron. Luego formó parte de BRJ Skareggae, reconocido grupo
en el under de los 90's de Castellón, que fue disuelto para formar Contratempo, grupo de
reggae que llevamos más de 10 años en activo y cuatro discos editados. Fue en esa época en
la que llegó a Pujah’l-to. Hace seis años que está en el Chamuyo.
Ellos le han dado vida a este proyecto / colectivo musical en el que confluyen desde el rock
chabón y urbano parido en el cemento bonaerense hasta la mística incaica, con las siestas de
sol, vino y lonjas de las comparsas montevideanas y la música fogueada en múltiples
escenarios españoles.
Si usted tiene la fortuna de que el disco “A pulmón” llegue a sus manos, no deje de pasar la
enorme oportunidad de disfrutar y demostrarse que cuando el arte y el talento quieren
encontrarse, no hay océano que lo impida.
Mauricio Rodríguez
Periodista cultural / Montevideo, Uruguay