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Atenas
Tradición del Boyeo
y la Carreta
Índice
Introducción 3
Monumento Nacional al Boyero 4
El Boyeo 6
El siglo de la carreta 7
Carretera Nacional de Carretas 9
Caravanas de carretas 11
El conjunto 13
Polifuncionalidad 15
Los boyeros y la iglesia parroquial 17
Economía y comercio 19
Construcción y reparación 22
Pintura y vida 24
Leña, piedras, tucas y teja 26
Aprendizaje y saberes 28
De dónde venimos 32
Obra Maestra 34
Imágenes 36
Centro de Estudios de la Cultura Ateniense
Introducción
En la formación del pueblo ateniense la tradición del boyeo y la carreta guarda una significativa gravitación. En realidad en todo el país,
aunque en algunos pueblos más que en otros.
Atenas está entre los pueblos en que el influjo
del boyeo y la carreta fue de los mayores.
Esa tradición hace referencia a una época fascinante de nuestra historia que moldeó nuestro
carácter y forma de ser. ¿Cómo y en qué forma?
Todavía no lo hemos documentado y estudiado lo suficiente. Tal vez ello le dota de mayor
curiosidad.
Este trabajo procura reconocer nuestra tradición del boyeo y la carreta y el papel y el legado del boyero en nuestra historia, en nuestra
formación. Hablamos de una faceta cultural de
enorme riqueza.
Conociendo mejor nuestras tradiciones podremos preservarlas y divulgarlas. Al tiempo que
nos identificamos con ellas.
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Monumento Nacional al Boyero
Todo pueblo desea expresar su aprecio a la figura del boyero. Es
explicable. Por eso existen diversos monumentos en diversos cantones.
En la administración Pacheco de la Espriela, 2002-2006, siendo
ministro de Cultura don Guido Saenz, se concordó en eregir un
monumento al boyero que tuviese el carácter y el espíritu de nacional. Para lo cual era preciso seleccionar un lugar que reuniera las
condiciones históricas y geográficas que lo hicieran representativo a
nivel nacional.
Se escogió a Los Ángeles de Atenas, donde hoy se encuentra emplazado, en el vértice de la Y Griega. Por ahí transcurrió la antigua
ruta o carretera nacional de carretas. La primera carretera digna de
ese nombre que se dio el país en la década de 1840, la cual representó una verdadera revolución en los transportes. Por ella pasaron
miles y miles de carretas a cuyo frente estaban los boyeros. Aquella
conjunción de circunstancias hizo posible el desarrollo inicial de un
país que apenas unos pocos años atrás, en 1821, había iniciado su
vida independiente, en medio de grandes penurias, atrasos y rezagos de todo tipo.
Un escultor español, Manolo, residente en Atenas, fue el encargado
de hacer aquel monumento, en el cual dejó estampado sus especiales dotes de artista, para goce del pueblo ateniense y de toda Costa
Rica.
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Atenas, Los Ángeles, Monumento al Boyero
El Boyeo
Bueyes, boyeros y boyeo. Forman una familia de
palabras. Bueyes y boyeros son palabras sustantivas
cuyo significado captamos de inmediato. Pero con la
palabra boyeo tenemos problemas.
El boyeo alude a una tradición, a una forma de vida,
de ser, de estar en este mundo. A la tradición de
boyear o bueyear, de vivir, convivir y trabajar con
los bueyes. A la práctica, a los conocimientos, a las
enseñanzas, a las destrezas, al oficio que de esa tradición se genera. A las costumbres, leyendas, historias
y anécdotas que se van configurando al bueyear. A
las palabras y expresiones que nacen de su práctica:
¡Esa! ¡Yea!. Eso es el boyeo.
Una tradición básicamente intangible, en virtud de
que responde a un conjunto o trama de conocimientos, de valores, experiencias, símbolos, destrezas,
conductas, prácticas, usos, leyendas y saberes que se
viven y se transmiten de generación en generación
dentro de determinado medio cultural. El boyeo, en
consecuencia, es la acción y la práctica de boyear o
bueyear, o sea, de trabajar con bueyes, de conducirlos, criarlos, conocerlos, adiestrarlos y convivir con
ellos, como un oficio, una forma de vida y de existencia.
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El siglo de la carreta
Las tradiciones experimentan sus épocas doradas. Constantino Láscariz decía que el período que va de 1850 a 1950 fue en Costa Rica
el siglo de la carreta. En él nacieron o se desarrollaron la mayoría de
poblados y de cantones del país. Y lo más importante: lo hicieron al
compás de la carreta, de los bueyes y el boyero.
Recordemos que Atenas se hizo cantón en 1868, cuando por entonces ya estaba bien establecido el reinado de los bueyes y la carreta.
Fue una época particular de nuestro desarrollo en que la misma
naturaleza de la carreta fue imponiendo su ritmo, sus pausas, sus
posibilidades a la sociedad de tipo rural, campesina que entonces
prevalecía.
Ese ritmo se caracterizó por el traqueteo y la forma lenta y despaciosa de desplazarse de la carreta. Dando lugar a personas solidarias, calmadas, pacientes, que sabían esperar y no desesperar.
Después de 1950 ese don de la paciencia comienza a perderse. Se
va imponiendo el automóvil como símbolo de la nueva década. Su
velocidad, su prisa y el individualismo, soberbia e impaciencia que
de él se derivan imponen un nuevo estilo de vida. Comenzabamos
a observar con mayor frecuencia a persona impacientes, desesperadas, estresadas y conflictivas.
La historia había dado un giro, un golpe de timón.
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Siglo de la carreta: La presencia y
el influjo de la carreta varió entre
las zonas del país. Atenas se hallaba en una zona de alta prevalencia del boyeo y la carreta.
La tradición nos
arropó en todos los
aspectos que cabía
esperar de ella.
Carretera Nacional de Carretas
La mula, el principal medio de transporte en nuestros tiempos
tempranos. ¡Cuánto le debemos a este noble animal!. Sin duda que
estamos en deuda con él. El camino de mulas, más que camino eran
trillos y veredas.
No hay crecimiento ni desarrollo sin adecuadas vías de comunicación. Después de que el país se independizó en 1821, para desarrollarnos necesitábamos mejorar nuestras lamentables vías de transporte. A ello dedicaron grandes esfuerzos nuestros gobernantes.
Fue en la década de 1840 que pudimos, con la creación de la Sociedad Económica Itineraria, darnos una carretera en piedra y
cascote que significó un apreciable avance. Con la suplantación de
las carretas por las mulas multiplicamos significativamente nuestra
capacidad de transporte de carga. Mientras con las mulas podíamos
transportar determinada cantidad, con las carretas transportábamos esa cantidad multiplicada por tres o cuatro veces. Aunados, la
nueva carretera y las carretas, dieron origen a una revolución en los
transportes .
El país iniciaba el ascenso hacia niveles superiores de progreso,
sobre todo por medio de la exportación del café.Los pueblos que estaban en la ruta de aquella carretera quedaron mejor posicionados
en el mapa del país: San José, Heredia, Alajuela, Atenas, San Mateo,
Esparza y Puntarenas.
Esa carretera para mediados del siglo XIX estaba desplegando sus .
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réditos a los pueblos a su paso. Entre otros, el que Atenas alcanzara
el cantonato en 1868. Lo mismo que San Mateo.
La carretera en piedra y cascote, la época y el estado de los transportes le concedieron al boyero la gran oportunidad para sobresalir. Hasta ahora se ha tratado de historia anónima y relegada. Por
mucho tiempo el aporte de la carreta, los bueyes y el boyero al
desarrollo del país fue marginado. En los últimos años ha habido un
interés por rectificar esa marginación y reconocer al César lo que es
del César.
San José
Camino de carretas
a Puntarenas
Heredia
Alajuela
Atenas
San Mateo
Puntarenas
Esparza
Caravanas de carretas
En el siglo XIX fueron frecuentes. El viaje de San José a Puntarenas
para transportar café duraba cuatro días en verano, en invierno hasta seis. El café se exportaba durante enero, febrero, marzo y abril.
Cada carreta en promedio transportaba 10 quintales. Cuando el
país llegó a exportar 440.000 quintales anuales de café, se requerían
más de 40.000 viajes de carreta hacia Puntarenas en cada cosecha,
para transportar en cuatro meses esa cantidad.
El boyero entonces haría unos 6 u 8 viajes por temporada; es decir
se requerían de cientos de boyeros para poder atender la exportación anual de café. Esto produjo caravanas de carretas que en aquellos meses desfilaban hacia Puntarenas, demandando el servicio de
fondas y sesteos.
Esas caravanas lucieron como uno de los hechos más pintorescos
para los viajeros. Y dio margen para que surgieran personas con
sentido empresarial y de la oportunidad. Viero, en la creciente
necesidad de movilización que estaba originando la economía del
café, una oportunidad para crear empresas de transporte de carretas, hacerse de capital y enriquecerse.
Esos mismos empresarios llevaron a cabo hazañas casi novelescas,
como el transporte de una locomotora de ferrocarril del Puerto
hasta Alajuela, cruzando los difíciles Montes del Aguacate, para lo
que requirieron de gran cantidad de yuntas de bueyes, de mucho
ingenio y de 4 a 5 meses en el traslado.
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Esta foto de Atenas en el siglo XIX muestra lo que es el ingreso a la
ciudad por donde está Coopeatenas, que era la ruta de las carretas
hacia Puntarenas. Por ahí pasaron las famosas caravanas de carretas. Se le conoció como Calle Real.
El conjunto
El boyero no se explica sin la carreta, esta sin los bueyes y estos sin
el primero, o sin el yugo o el chuzo. El boyero representa la parte humana, pensante, conductora y organizadora. Los bueyes la
fuerza, la potencia, obedientes aninales de tiro. El yugo, de una sola
pieza de madera, constituye la unión entre los bueyes, entre la pareja que debe de jalar parejo. El chuzo, varita de madera coronada con
una punta de metal, el instrumento para dar órdenes y guiar. Y la
carreta, ensamble de madera y de piezas de metal, el vehículo para
cargar y transportar.
La carreta, y con ella la rueda, era desconocida en nuestro medio
como vehículo de trabajo. Nos vino con los españoles. Aquí sufrió
un importante proceso de adaptación a nuestro medio. Producto de
esos procesos creativos de los usuarios enfrentados a la necesidad
de mejorar y superar problemas que se experimentan en el diario
vivir, a la hora de hacer y ejecutar el trabajo, en este caso el trabajo
de los boyeros. A alguien se le ocurrió hacer esto para mejorar la
rueda, otro concibió tal corte o variación, aquel ideó y experimentó
con tal cosa, de modo que en conjunto, en forma colectiva, se derivaron conocimientos, técnicas, variantes y mejoras que condujeron
a un producto muy nuestro.
Sin patentes ni aspavientos fue creándose, sobre una base universal,
la carreta costarricense. Más adelante vendría el asunto de la pintura y así le daríamos un toque más tico a nuestra carreta, que con el
tiempo se convirtió en emblema turístico del país.
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Un eficaz conjunto
Polifuncionalidad
La asociación entre bueyes, carreta y boyero produjo una de las formas más versátiles de efectuar trabajos y actividades diversas. Fue
una feliz y eficaz asociación entre hombre, animal y tecnología, en
el entendido de que la carreta es un engendro tecnológico correspondiente a una determinada fase de desarrollo de la civilización.
En una sociedad agraria y de escaso desarrollo industrial como fue
la Costa Rica en que la carreta y el boyero ejercieron su mayor protagonismo, la especialización y la existencia de instrumentos y de
máquinas para fines y funciones puntuales era escasa. Se requerían
de medios básicos, al alcance de nuestros campesinos, que fueran
polifuncionales, siendo los bueyes y la carreta la mejor expresión de
dicha condición.
En la Atenas de antaño bueyes, boyeros y carretas estaban por doquier a toda hora del día, ejerciendo las más diversas labores. Arando la tierra y sembrando. Trabajando en los trapiches. Transportando caña de azúcar. tucas, madera, maíz y cafe. Traslando enfermos.
Acarreando materiales para la construcción y mantenimiento de
calles y caminos. Vendiendo carretadas de leña y productos agrícolas. Recogiendo y transportando piedra. Recogiendo los desechos
sólidos o basura de la ciudad. Haciendo fletes a Río Grande, Palmares, San Ramón, a donde se requiriera. Hasta transportando el
ataúd de un difunto en un entierro.
Carretas y bueyes por el mercado municipal, por la Calle Ronda,
por la Calle Real, por tomatales, maizales, cafetales, etc.
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Versátil, polifuncional
Los boyeros y la iglesia parroquial
La época clásica del boyeo y la carreta se caracterizó por ser profundamente religiosa. Ligado al campo, solidario, identificado con
su parroquia, con su iglesia, el boyero era muy religioso. Devoto y
practicante. Los domingos, puntualmente, se le veía asistir a misaluciendo lo mejor de su ropero. Siempre dispuesto a contribuir y
colaborar con la iglesia, En efecto, su participación fue determinante para levantar la actual iglesia parroquial.
La principal edificación del pueblo, su máximo emblema fue construida con un aporte muy notable del boyero. Había que construir
la mejor edificación de la ciudad. Una edificación en la que los
feligreses se pudieran congregar con comodidad y orgullo a fin de
cumplir con sus sagradas devociones religiosas. Estaban imbricadas
en ello la fe y las creencias más queridas del pueblo.
Se comenzó a construir en 1906 y se concluyó en 1916. En esa década de esfuerzos y de participación comunal desinteresada, muchos
feligreses se desprendieron de entrañables objetos personales con el
objeto de ver aquella obra acabada.
La participación del boyero fue continua, desde el principio hasta el
final. Con su característica polifuncionalidad y su trabajo de hormiguita. Y de equipo. El propio cura párraco, Ricardo Rodríguez,
líder e impulsor de la obra, se convirtió en un boyero más. Adquirió
una carreta y al lado de los boyeros se fajó como uno más de ellos,
arrollándose la sotana, trayendo piezas y materiales desde Río
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Grande transportadas hasta ahí en tren, para seguir luego en carreta
por caminos lamentables. Dos años después de ver concluida esa
magna obra moría el padre Rodríguez, empeñoso y decidido.
Los boyeros trabajaron sin quejas ni lamentos. Sabían que la labor
que estaban realizando se proyectaría en la vida del pueblo a través
de una de sus obras más emblemáticas.
Economía y comercio
El reinado de la carreta se sustenta en una determinada fase de
nuestro desarrollo histórico que a su vez se caracteriza por determinado tipo de economía.
Si tomamos el siglo completo de que nos habló Constantino Láscariz (1850-1950), hay un gran período en que la carreta, los bueyes
y el caballo ejercieron su hegemonía. Luego vendría el ferrocarril
que, en nuestro caso, el del Pacífico, se inaugura en 1910, pasando
por Atenas. A partir de la década de los 30 se nota una presencia
todavía leve del camión y el automóvil, dando mucho margen a la
carreta. Aunque esa presencia fue creciendo, en 1950 aún disponíamos de más carretas que de automóviles.
El hecho es que, a grandes rasgos, nuestra economía se movió por
medio de la carreta y los caballos. Vale decir por medio de las ruedas de la carreta y las cuatro patas del caballo. Luego, complementándose, sobre las ruedas del ferrocarril y del automóvil.
A mediados de los cincuenta las carretas y los caballos pululaban
en torno del mercado municipal, epicentro comercial del pueblo. La
distribución, el modo de abastecerse el pueblo estaban en manos de
las pulperías y el mercado municipal. La mercadería y los productos
llegaban a ellos por medio de carretas, de boyeros que ejercían a
cabalidad la función de transportes por medi de fletes. El ferrocarril vino a transportar mucha mercadería, pero no podía llegar a la
ciudad y a los distritos. La transportaba hasta la estación de Rio
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Río Grande y de ahí el acarreo era función de los boyeros.
Evolucionamos de una economía de subsistencia a una excedentaria
que dinamizó el comercio y el desarrollo. Luego a una de consumo
cada vez más creciente y plural. Hasta masificarse y globalizarse.
El reinado de la carreta era historia. Alrededor del mercado, de los
supermercados, de los minisuper, autoabastecedores, y de las pocas
pulperías que nos quedan, hoy pululan los camiones repartidores,
de la más extensa y variada cantidad de productos y mercancías a
que hoy tenemos opción.
Carretas, caballos y zopilotes tuvieron amplia presencia en torno a
nuestro antiguo mercado municipal.
Esta espléndida y hermosa foto de Manuel Gómez Mirallles nos
muestra la febril actividad de carretas en la antigua estación de Rio
Grande en los años 20.
Construcción y reparación
Antaño lo corriente era ser artesano de lo propio. Se aprendía a
hacer y arreglar las cosas que teníamos, que necesitábamos. Así que
si teníamos una carreta y sufría algún desperfecto procurábamos
arreglarlo por nosotros mismos. Pero a veces el arreglo era mayor o
resultaba más conveniente llevar la carreta a un taller, donde alguien especializado prestaba el servicio.
Tengamos presente un hecho relevante. Las carretas se hacían con
maderas de primera calidad, que por aquellos tiempos abundaban,
para que duraran lo máximo posible. A pesar de la rudeza del trabajo en carreta, de los malos caminos y sitios en que se desempeñaba, no nos extraña encontrarnos con carretas de más de cien años.
Por otra parte, para que surgiera un taller de reparación, se requería que hubiese un mercado que lo justificara, o sea, que hubiesen
suficientes carretas. En Atenas las habían, de modo que el taller de
carretas de Julio Sánchez, camino a El Boquerón, era sostenible.
Puede decirse que el taller de carretas de Julio Sánchez era como el
equivalente a lo que son hoy los talleres de reparación de automóviles. Con ciertas e importantes diferencias. Hoy ya no tratamos de
reparar lo propio. Si se nos jode algo simplemente lo llevamos al
taller. Por otra parte, cosas como el automóvil, son de gran complejidad, no tienen la estructura sencilla de una carreta. En consecuencia, hoy hay talleres para todo. Además, a diferencia de las carretas
una mayoría de las cosas que ahora utilizamos son importadas.
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Julio Sánchez dedicó su
vida a la madera y a la
reparación de carretas.
También las construía.
Prestó un gran servicio
a la economía local de
Atenas, que trascendió las
fronteras del cantón.
Atenas
Camino
a Boquerón
Pintura y vida
En un principio toda la carreta fue de madera. Hasta los mismos
clavos, que se les llamaban zunchos. Y toda ella sin pintar. La pintura no solo era un lujo sino que entonces no se había desarrollado ni
se conseguía con la facilidad que se hace ahora. Las casas, de madera, por lo común no se pintaban. Juzgada aquella situación con los
criterios estéticos hoy imperantes, nos parece monótoma, aburrida
y hasta triste. El influjo de los colores en nuestro estado de ánimo
ha sido muy bien estudiado.
El boyero era un hombre sencillo y de gran austeridad. Pero de ahí
a que careciera de gustos, de vanidad y de deseos de progresar hay
un gran trecho. Las primeras carretas pintadas en un medio en que
todas eran opacas debe de haber causado una enorme sensación entre los vecinos. El primero que así lo hizo probablemente fue objeto
de envidias. Por supuesto al boyero le interesaba progresar, para eso
trabajaba tan duro. Al final fueron las generaciones siguientes las
que se beneficieron más de ese trabajo.
Entre los gustitos que procuraba darse el boyero estaba el de ver a
su carreta pintada. La carreta y los bueyes no solo eran instrumentos de trabajo para él, sino sus compañeros inseparables, su forma
de vida y de existencia.
En los años veinte del siglo XX, Esmeraldo (Lalo) Salas Cabezas fue
un magnífico pintor de carretas, oficio que luego abandonó. Posteriormente en el taller de Julio Sánchez, años cincuenta y sesenta,
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laboró otro magnífico pintor de carretas: Toyo Artavia.
Así que de nuestro taller de carretas podía salir una carreta al natural, o pintadita si eso deseaba el cliente.
El estilo Sarchí
se impuso con el
tiempo en nuestra
región
Leña, piedras, tucas y teja
Se cocinaba con leña. El ICE inició su gran proyecto hidroeléctrico
de aquel momento, Planta La Garita, en las vecindades del cantón
de Atenas, en el año de 1953, y lo concluyó en 1958. Poco a poco
fue extendiendo la cobertura eléctrica a todo el país, hasta llevarla décadas después a su universalización. Pero mientras tanto en
Atenas, años cincuenta y sesenta, era común cocinar con leña. Se
compraba la leña de diversas formas, pero la más recomendable
era la carretada, sobre todo en la ciudad, para lo cual se construían
galeras donde se estibaba.
Con su infinita benevolencia se veía por las calles de la ciudad a
Lando Castillo, con su carretada de leña. Siempre de buen humor.
Estaba en su charco cuando andaba con sus queridos bueyes. En un
tiempo transportó carretadas de tejas, cuando su familia tuvo el tejar de los Castillo, en Los Ángeles, junto al río Cacao. La teja como
cubierta de las casas, igual que la leña, eran muy corrientes.
La piedra bruta se utilizaba mucho en los cimientos y los drenajes
de las casas. A Jesús Ávila se le miraba en su carreta recogiendo piedra por caminos y senderos, que luego vendía para fines constructivos. Gran aficionado a las mascaradas también se le veía dirigiendo
estas actividades. Con pantalón blanco y colorida camisa manga
larga, para que no cupiera duda de que estábamos de fiesta.
Sacando y transportando tucas de madera en cureña nadie igualaba
a Alfredo Rodríguez. Alto, muy fuerte y laborioso. De una fortaleza
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que competía con sus propios bueyes. Con metro y noventa y dos
centímetros de estatura jugó al futbol en un medio en que la mayoría de jugadores eran de mediana estatura o pequeños. Nunca
aminoró su pasión por los bueyes, lo cual es una pauta invariable de
todo boyero de corazón.
Abajo: Lando Castillo y su carretada de leña.
Aprendizaje y saberes
El buen aprendizaje de un oficio entraña muchas cosas. Con la
práctica y la experiencia se llega a dominar mucha letra menuda.
Según C. Dobles, C.Murillo y G Chang, el boyero debe dominar
estos saberes:
“Saber seleccionar:
-Para una buena yunta es indispensable de previo haber hecho una
correcta selección de los candidatos a esta trabajo.
-Distinguir los distintos detalles, inadvertidos para el lego.
- Uno de ellos: el tipo de chachamenta que desarrollara desde que
son terneritos.
-Otro: el temperamento del animal que lo haga apto para el trabajo.
-Y, por supuesto, el tipo de razas.
-Se debe distinguir también según el trabajo a ejecutar: variará si es
para trabajar en un trapiche o para jalar madera u otras actividades.
Saber castrar:
-El torete, novillo o ternero requiere ser castrado para adquirir la
condición de buey.
-En qué época, con qué instrumentos, la posición en qué se debe
castrar.
-El animal castrato garantiza un trabajo regular y constante.
Saber amansar:
-El adiestramiento es un elemento determinante en la calidad del
trabajó que desarrollará la yunta de bueyes.
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-Implica saber hacer bien el enyugado, con los amarres y nudos
correctos.
-Saber comunicarse con el animal, enseñarle a conocer gestos, frases; mostrarle cariño y comprensión, conformar una santa alianza
que por medio del amansamiento conduzca a la obtención de una
buena yunta.
-Cariño con firmeza.
-Sometimiento de la yunta a diversos procesos de adiestramiento y
de trabajos con fines diferentes, de modo que al final se obtenga un
resultado integral.
Saber de los cuidados:
-En el boyeo, si bien el animal tiene un fin pragmático y de cumplir
con una función útil, con un trabajo, el boyero crea una relación
que va más allá.
-Se establece una relación simbólica, el animal llega a ser una especie de mascota, un miembro de la familia.
-Estas relaciones deben cuidarse y protegerse.
-El boyero debe reconocer cuando un animal está enfermo y suministrarle los cuidados requeridos. Debe saber interpretar diferentes
señales, cuando el buey está triste, no rumea, se mantienes erizo y
no bebe agua.” Tomado del libro “Boyeros, bueyes y carretas. Por la
senda del patrimonio intangible”, de las autoras antes citadas.
Bien, sin saberes no se puede ejercer un oficio o una profesión. Son
el núcleo, la base, de un buen desempeño. El boyero aprendía su
oficio haciendo, desde muy pequeño con la familia o en el lugar de
trabajo. Quien no ama a su oficio, quien no se identifica con este
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hasta el final de su vida, difícilmente podrá ejercerlo a cabalidad.
Lo ejercerá por un compromiso, por una responsabilidad pasajera,
y luego se olvidará de su ejercicio. Con el boyero se fundían oficio y
forma de vida, para siempre. Muchas veces lo que se aprende en la
aulas se olvida y pasa a mejor vida; en cambio lo que se aprende en
la universidad de la vida perdura. Ejercitándose en esa universidad,
sin horarios, sin peros, el boyero llegaba a convertirse en un eficiente artesano. Cuando eran muchos los boyeros que actuaban de esa
forma, la sociedad se enriquecía y avanzaba.
Álvaro Arguedas es de los mejores amanzadores del cantón, todavía activo
Luis Paulino (Pilo) y Álvaro
Arguedas son dos hermanos que han destacado en
la tradición del boyeo y la
carretas.
Toda una vida viviendo y
conviviendo con bueyes,
poseen en este campo gran
experiencia y extradordinarios conocimientos.
Su padre Nino fue un boyero de antaño que, entre otras
cosas, le tocó hacer aquellos
viajes legendarios en carreta
a Puntrenas.
Álvaro destaca por sus conocimientos como amanzador.
Pilo le prestó un gran servicio al pueblo cuando tuvo a
su cargo el servico de recolección de basura del pueblo,
en un principio por medio
de los bueyes.
¿De dónde venimos?
Hemos mejorado los conocimientos sobre nuestro pasado. Pero
continúa siendo más lo que desconocemos que lo que conocemos.
Persisten las nebulosas. Rectificamos antiguos mitos, por ejemplo,
el que los costarricenses éramos un pueblo blanco de gran pureza.
Hoy sabemos y aceptamos que somos una mezcolanza mucho más
fértil que el mito de la blancura.
Sobre nuestro cantón empezamos a ver algunas luces. Procedemos de unos colonos que vinieron a asentarse en este territorio, en
mayor grado a principios del siglo XIX. Gente que vino a vivir de la
tierra, que sabía cultivarla y hacerla producir. Y que fueron dando origen al campesino ateniense. Una fuente central de nuestros
orígenes. En el desarrollo del cantón luego llegaron más inmigrantes que se radicaron en nuestra tierra y crearon familias atenienses.
Gente que emigró de Alajuela, Heredia, Barva, San José, Cartago,
Grecia, Poás, Zarcero, Santo Domingo, Guanacaste, y hasta de otros
países. Una gran mayoría con nombres y apellidos castizos, que son
los que hoy predominan en el cantón.
Dentro de ese conglomerado general de campesinos fue surgiendo
un personaje especial, con un perfil propio: el boyero. A ratos era
campesino porque estuvo muy ligado a la tierra, pero como era
polifuncional y andaba por todo lado, no tuvo ese ligamento inextinguible que tuvo el campesino con la tierra. El caso es que, como
el campesino, se constituyó en uno de nuestros antecedentes obligados.
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Sabemos que el campesino y el boyero guardan en nuestros árboles
genealógicos un lugar especial, aunque a veces, ya sea porque no
disponemos de los registros o memoria del caso, perdidos en la
lejanía y el caos de la historia, o por cualquier otra razón, nos sea
difícil precisar ese lugar.
Abajo una foto, datada en 1879, de algún lugar de Atenas que se
en que aparece un ateniense con sus bueyes. El boyero descalzo nos
parece lejano, mientras los bueyes podrían ser parte de una escena
actual.
Obra Maestra
El 25 de noviembre del 2005 la UNESCO declaró la tradición del
boyeo y la carreta de nuestro país: “Obra Maestra del Patrimonio
Oral e Intangible de la Humanidad.” Frente al fenómeno de la globalización surgió en todo el mundo un marcado interés por rescatar
y preservar este tipo de tradiciones propias de cada pueblo.
En los años cincuenta se observa una transición entre nuestra anterior sociedad de tipo vecinal, campesina, rural, aislada, religiosa
y ensimismada y la actual, urbana, abierta, consumista, secular y
dinámica. Veíamos en nuestra sociedad vecinal dos baluartes: el
campesino y el boyero. El boyero con sus bueyes, su carreta y sus
ruedas cantarinas, le infligieron el ritmo lento, sosegado, paciente y
sosegado que conoció nuestra sociedad vecinal.
El reinado de la carreta se había prolongado por un siglo. Como en
toda transición, aquel estilo de vida no desapareció estrictamente
en los años cincuenta, continuó conviviendo con el nuevo mundo
que advenía. Pero año tras año se debilitaba y su vigencia era sustituida por toda suerte de cambios e innovaciones que traía el nuevo
mundo, apresurado, pisando el acelerador de la historia sin pausa,
derribando antiguos hitos y querencias de la población. Todo lo
que exhalara un tufo antañoso parecía destinado a ser derribado y
suplantado.
A ese paso nuestras más queridas tradiciones irremediablemente
tendían a ser borradas. La corriente globalizadora poseía todos los
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visos de ser el fenómeno que diera el puntillazo final. Afortunadamente la fuerza contraria que desató y que revaloró lo local y sus
tradiciones, ha tendido a cierta transacción: abrazar lo global sin olvidarnos de lo local, de lo autóctono y singular, de aquello que nos
ha dado identidad y que ha probado a través del tiempo sus efectos
benéficos. El amor por la paz, el trabajo, la paciencia, la solidaridad,
el espíritu de compañerismo, de mutua ayuda, simbolizados por la
yunta de bueyes, la carreta y el boyero, requieren ser revividos.
Es lógico que procuremos preservar ese universo de valores y de
principios contenidos en la tradición del boyeo.
Por eso la declaratoria de la Unesco de la tradición del boyeo como
“Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”
fue un acierto que el pueblo ateniense continúa celebrando.
Atenas
El boyeo y
la carreta
Imágenes
Tácito Rodríguez
Arturo Arroyo y amigos
boyeros de otros cantones
Señor Alpízar y sus bueyes
Alfredo Rodríguez
Víctor Garcia y su padre
Tobías Garita
Rigo Trejos
Chari Rodríguez
Billo Alpízar