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Noticias sobre el castillo de frontera de Vilvestre (Salamanca)
en el último cuarto del siglo XV
Antonio Lorenzo Vélez
Las noticias que vamos a proporcionar sobre el castillo de frontera de
Vilvestre datan de finales del siglo XV, poco antes del descubrimiento de
América, y se enmarcan dentro del conflicto sucesorio acaecido entre
1475 y 1479 a raíz de la proclamación paralela de Isabel y de Juana como
reinas de Castilla.
Como es ampliamente conocido, el monarca castellano Enrique IV ratificó a su hermanastra Isabel, la futura Isabel la Católica, como princesa de
Asturias y heredera al trono en el pacto de Los Toros de Guisando (1468),
lo que implícitamente era un reconocimiento de la bastardía de su hija
Juana, apodada la Beltraneja, pues los enemigos del monarca atribuían su
verdadera paternidad al consejero del rey y valido don Beltrán de la Cueva. La designación de Isabel como heredera dejaba fuera de la línea de
sucesión a Juana.
El conflicto dinástico entre los partidarios de Isabel y aquellos que propugnaban la legitimidad de Juana, hija del monarca, tuvo un carácter internacional debido a los diferentes intereses que cada candidatura al trono podía significar para los reinos de Aragón, Portugal o Francia.
La boda entre Isabel de Castilla y el heredero del trono aragonés don
Fernando, celebrada casi en secreto en Valladolid (1469), indignó sobremanera a Enrique IV, que no había sido consultado y se había reservado el
derecho de sancionar su matrimonio, pues pretendía casar a Isabel con
don Alfonso, rey de Portugal. Su disgusto fue tan grande que revocó el
compromiso alcanzado en el pacto de Los Toros de Guisando restableciendo los derechos sucesorios a su hija Juana como princesa de Asturias
(1470) en la ceremonia de Val de Lozoya. Allí, tras la jura de los monarcas
de que Juana era hija legítima, ordenaba a sus súbditos que, de ahí en
adelante, consideraran a la princesa Juana como heredera directa y suce-
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sora legítima en lugar de Isabel. Estas decisiones contradictorias tomadas
en Guisando y en Val de Lozoya, obligaban a la nobleza a tomar partido
por una de las dos opciones.
Al morir Enrique IV (1474) sin otorgar un claro testamento sucesorio,
Isabel fue proclamada reina en Segovia apoyada por ciertos sectores de la
nobleza. Juana, por su parte, lo fue en Plasencia en mayo de 1475 al desposarse, con apenas trece años, con su tío y rey Alfonso V de Portugal. El
enfrentamiento entre los partidarios de Isabel y de Juana estaba servido.
Esta guerra de sucesión tenía indudables consecuencias políticas: Isabel
estaba casada con don Fernando, heredero de la corona de Aragón, y Juana, de apenas trece años, casada con su tío Alfonso V, rey de Portugal.
Francia, a su vez, estaba interesada en apoyar la candidatura de Juana,
pues peligraba su dominio en Italia si Aragón se unía a Castilla.
Este conflicto dinástico finalizó en 1479 con la firma del Tratado de Alcaçobas, el 4 de septiembre de 1479, y en Trujillo, el día 27 de este mismo
mes, y confirmado por Isabel y Fernando en Toledo, el 6 de marzo de
1480. El Tratado de Alcaçovas fue, en realidad, un conjunto de cuatro tratados en virtud de los cuales no solamente se daba fin a la guerra, mediante la solución de las cuestiones en litigio, sino que se procedía al pleno
restablecimiento de las relaciones entre ambos reinos. En este tratado se
reconocía a Isabel y a Fernando como reyes de Castilla y se aceptaba la
hegemonía portuguesa en el Atlántico, excluidas las islas Canarias. El
acuerdo incluía también la renuncia de Portugal al trono castellano, al
tiempo que se acordaba la boda de la infanta Isabel, hija de los Reyes
Católicos, con Alfonso, heredero al trono portugués.
Durante todo este periodo de consolidación de la monarquía a favor de
los llamados Reyes Católicos y antes de la firma del tratado no dejaron de
producirse contiendas y escaramuzas a lo largo de la frontera portuguesa.
Son estas hostilidades las que nos interesa destacar a continuación para
situar, dentro de dicho contexto, las noticias que hoy sacamos a la luz sobre el castillo fronterizo de Vilvestre.
Las referencias que ahora presentamos, como modesta contribución a
la historia de la Villa de Vilvestre, vienen recogidas en la monumental Ges-
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ta Hispaniensia ex annalibus suorum diebus colligentis, de Alonso de Palencia, conocida habitualmente bajo el nombre de Décadas por estar divididas de esta forma, al modo de Tito Livio. Cada Década se divide en 10
libros y cada uno de ellos en 10 capítulos, de ahí su nombre, lo que no debe confundirse con que cada una comprenda diez años de sucesos.
Las noticias sobre el castillo de Vilvestre vienen recogidas en la Cuarta
Década de Alonso de Palencia II, traducida por primera vez del latín por
don José López de Toro y editada por la Real Academia de la Historia. 1
El cronista Alonso de Palencia, nacido en 1423, se formó junto al obispo
de Burgos, don Alonso de Cartagena. Posteriormente marchó a Italia,
donde estuvo hasta 1453 al servicio del cardenal Besarión, adquiriendo
una formación humanística exquisita al relacionarse con los hombres más
sabios del Renacimiento italiano. A su regreso de Italia, en 1456, entró al
servicio del arzobispo de Sevilla, don Alonso de Fonseca. Por recomendación de este último, fue nombrado Secretario de Cartas latinas en los comienzos del reinado de Enrique IV, lo que le dio ocasión privilegiada de ser
testigo de vista de los acontecimientos de tan convulso reinado, así como
de los inicios del reinado de Isabel la Católica, de quien llegó a ser nombrado Secretario y Cronista Oficial tras su subida al trono. Aparte de su
tarea de historiador participó activamente en la guerra de sucesión castellana a favor de Isabel. Murió en 1492 dejando esta Cuarta Década sin
concluir. Dicha obra, perdida durante mucho tiempo e ignorada por la
mayoría de los historiadores, se publicó por primera vez por don José
López del Toro en latín original y traducida al castellano en 1971 con el
título de Cuarta Década I. Pero las noticias de las que damos cuenta proceden de la Cuarta Década II, publicada en 1974 sin que su traductor y
editor pudiera alcanzar a verla, ya que don José López de Toro falleció repentinamente en 1972, aunque la edición que manejamos ya había sido
entregada afortunadamente a la imprenta.
El cronista se hace eco de la toma del alcázar de Vilvestre por los castellanos en estos términos:
1
Cuarta Década de Alonso de Palencia II, traducción por José López de Toro, Tomo XXV del Archivo Documental Español, Real Academia de la Historia, Madrid, 1974, pág. 96.
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[…] Porque, además de otras calamidades, no les era posible a los portugueses retener el alcázar de Vilvestre, fronterizo con ellos, del cual se
habían apoderado furtivamente, en la parte donde el Duero, en plena corriente, separa el reino de León de los dominios de Portugal. Dos alcázares
hay en esta región atravesada por el Duero, uno en Portugal, Freixo da Espada-à-Cinta; otro, Vilvestre, en León jurisdicción de Compostela. Los castellanos sitiaron esta plaza fortificada en extremo por la naturaleza y construcciones, que sus jefes dejaron perder o por cobardía o por negligencia; y
tras grandes esfuerzos y alternativas de suerte en la pelea, levantaron una
torre en el mismo cruce del Duero, único sitio por donde el enemigo podía
navegar y aprovisionar a sus soldados que ocupaban Vilvestre. Así, cuando
ya se supo que estaba aislada la guarnición y angustiada por la escasez de
víveres, pudieron los castellanos establecer el cerco completo bajo el mando de los valerosos capitanes Fernando de Acuña, nobilísimo hijo de Pedro
de Acuña, conde de Buendía, y Martín de Alarcón, con soldados de la Hermandad popular. Mas, el prolongado trabajo del asedio atormentaba asimismo a la gente castellana; y por ello necesitaba también el auxilio de cañones y máquinas de guerra y otros suplementos de material bélico. A todo
lo cual proveyó con suma diligencia Alfonso de Quintanilla, gobernador de
Ronda. Empezó por quebrantar con poderosos disparos de bombardas las
murallas inexpugnables a juicio de todos. Y tan destrozadas quedaron las
fortificaciones, que los que antes rehusaban salir con las armas, caballos y
todo su ajuar juntamente con los dineros con que los asaltantes los indemnizaban, al día siguiente tan sólo negociaban a base de salvar la vida con la
libertad plena de trasladarse a la otra orilla del Duero. Este revés disipó por
completo en los portugueses la esperanza de extender su poderío desde
aquel sitio hasta las provincias de Salamanca y de Zamora.”
La crónica nos da cuenta de lo bien fortificada que se hallaba la plaza,
no sólo por su situación orográfica privilegiada, sino también por las construcciones de que disponía. También menciona su pertenencia, entonces,
a la jurisdicción leonesa y al arzobispado de Compostela. Hace referencia,
a su vez, a los capitanes Fernando de Acuña y Martín de Alarcón. Ambos
pertenecían a la nobleza y contaban con la máxima confianza de la reina.
El primero, Fernando de Acuña, era sobrino del Alonso Carrillo, arzobispo
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de Toledo. Sus éxitos militares le valieron el nombramiento de Guarda
Mayor y Gran Privado de los Reyes Católicos, siendo nombrado posteriormente virrey de Sicilia, donde falleció en 1494.
Martín de Alarcón, por su parte, pertenecía igualmente a un acreditado
linaje. Prueba de la importancia que en su momento tuvo el castillo fronterizo de Vilvestre fue la participación de tan insignes personajes en su
defensa y conquista.
El castillo de Vilvestre fue poco a poco perdiendo interés como enclave
en los años sucesivos, aunque se mantuvo como punto fronterizo de vigilancia y defensa hasta un renovado aunque efímero protagonismo en los
siglos posteriores como baluarte de cierta importancia en la Guerra de
Restauración portuguesa (1640-1668).
Las noticias que hemos expuesto en las líneas precedentes sólo pretenden establecer un corte sincrónico en la dilatada vida de esta fortificación
fronteriza, pero son, sin duda, de innegable interés para un mejor conocimiento de los castillos de frontera, y en especial del de Vilvestre.