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Plantas de tomate injertadas en Chile
Rafael Elizondo Pastén, asesor privado y profesor Escuela de Agronomía PUCV
Colaboradores: Patricia Peñaloza, docente; Olaya Jaldín, estudiante; Regina Brito, periodista.
La producción de tomates en nuestro país está viviendo un cambio en los últimos
años, lo que ha coincidido con varias situaciones. Particularmente, el cambio tecnológico
en la zona de Arica ha sido notable, aumentando ostensiblemente la producción bajo
malla antiáfido, llegando actualmente a 450 hectáreas aproximadas. Como es lógico, esto
sigue creciendo, ya que es una zona de alta presión de plagas vectores de virus. Junto con
esto, la entrada con fuerza de la producción con plantas injertadas, que este año superaría
las 3 millones de plantas, para cultivar cerca de 300 ha, han cambiado la realidad
productiva de esta región. El 90% de estas plantas han sido abastecidas por dos viveros,
habiendo mercado para el desarrollo de nuevos oferentes, así como para la producción de
plantas injertadas por parte de algunos productores que cuenten con las capacidades para
hacerlo.
Dicha zona se caracteriza por producir sólo un cultivo al año en ciclo largo, con 14 a
26 racimos por planta. Estos cultivos se establecen entre los meses de enero a abril,
concentrándose la mayor superficie en el mes de marzo. El abastecimiento de tomates
hacia el mercado central termina entre fines de noviembre hasta la primera quincena de
diciembre. Es una zona donde un solo híbrido tiene el 90% del mercado de semillas y los
portainjertos que dominan el mercado están dados por Maxifort, de la empresa
Monsanto, y luego viene Emperador, de Rijk Zwaan.
Han aparecido nuevos materiales de portainjertos que se han evaluado en la zona
y que deberían crecer en superficie. La experiencia internacional señala que las variedades
de portainjertos deben ser rotados de manera de no generar una presión de selección de
los agentes causales de enfermedades de suelo. Por esta razón es necesario caracterizar
los materiales disponibles.
Las principales enfermedades de suelo de la zona de Arica están dadas por el
nemátodo agallador (Meloidogyne spp.). Los materiales de portainjertos no presentan
buena resistencia a ellos, debido a que se rompen con temperaturas de suelo superiores a
los 28ºC y el establecimiento de los cultivos es justamente en la época estival. La
combinación de portainjerto junto con algún tratamiento de desinfección de suelo es una
alternativa que permite generar buenas expectativas de sustentabilidad económica. Allí, el
uso de bromuro de metilo como fumigante de suelo, desde hace ya unos años ha
disminuido, entrando otras opciones como es la combinación de 1,3 dicloropropeno más
cloropicrina, el fumigante de suelo más usado actualmente. También está en uso y con
perspectivas de crecimiento el Metam sodio.
Otra de las opciones que tienen los productores, y con mayor sustentabilidad
ambiental, es la biosolarización, que consiste en incorporar los restos del cultivo anterior,
mezclado con guanos de diferente origen, permitiendo una desinfección biológica de los
suelos, potenciada por la acción de la radiación solar al ser cubierto el suelo por un film
plástico. Esta técnica se adecúa bastante al ciclo de cultivo que se realiza en esa zona y
debería crecer en superficie dadas las bondades y costos reducidos de su implementación,
cercano a los 4.000 dólares/ha, que si se descuenta que el guano es un insumo muy
utilizado en la zona, como costo extra solo sería cerca de 1.500 dólares/ha. Hay esfuerzos
desarrollándose en la zona para fomentar este tipo de manejo, donde proyectos con
fondos internacionales y nacionales están trabajando para su difusión.
La zona de Quillota – Limache - Olmué, así como otros sitios importantes en
superficie como Pichidegua en la región de O’Higgins o Colín en la región del Maule, se
caracteriza por producir en estructuras bajo cubierta de polietileno, donde las plantas
llegan a alturas de 1,8 a 2,2 metros de altura. Estas zonas productoras de tomate
abastecen al mercado central y sur del país 10 de 12 meses del año, no produciéndose
prácticamente oferta en los meses de agosto y hasta la primera quincena de septiembre.
Esta situación está dada por una condicionante climática. Estas zonas han sido por años
dependientes del bromuro de metilo como fumigante de suelo y salvo en la zona de Colín,
-donde Metam sodio se usa masivamente-, no ha entrado con fuerza otra alternativa
química. Tiene buenas perspectivas de crecer fumigantes como Metam sodio y la mezcla
de 1,3 dicloropropeno y cloropicrina, que ya tiene presencia hace varios años en la zona
de Quillota-Limache, pero por la disponibilidad en el mercado de bromuro de metilo no se
ha incentivado su uso. Actualmente el costo de fumigar está llegando a valores que
superan con facilidad los 6.000 dólares/ha, aparte de la escases evidente del producto
para productores más pequeños.
En esta zona, el desarrollo de las plantas injertadas lleva más de 12 años, pero por
diferentes motivos no prosperó hasta los últimos tres. El desarrollo de esta tecnología
llegó para establecer ciclos medios de producción de 14 racimos, buscando producir en un
sólo ciclo. Empresarios que entregan tomate a supermercados han adaptado parte de su
superficie productiva, construyendo estructuras más altas y alambres de conducción sobre
los 2,4 m. No hay más de 4 empresas que han entrado a este sistema productivo. ¿Por qué
no ha habido más interés del sector en hacer ciclos largos en la zona central? Las razones
son varias, la limitada disponibilidad de mano de obra es la principal. Al hacer ciclos de
más de 8 racimos, se requiere bajar las plantas, que es una labor adicional no considerada
en los cultivos de ciclo corto. Debe además tenerse en cuenta en la época estival, -que es
cuando se cosecha este ciclo-, la velocidad de crecimiento del cultivo es muy alta y con
sistemas de conducción bajos requiere aún más necesidades de personal en un período
reducido de tiempo, lo que hace prácticamente inviable la posibilidad de realizar este ciclo
y por ende su masificación. Las pocas empresas que han entrado a esto están buscando
opciones para mantenerlo, porque les sirve para abastecer con tomates la época estival.
Los alambres de conducción deben estar al menos a 2,7 metros de altura y deben
reducirse las densidades de plantación a cerca de 22.000 plantas/ha y establecer el cultivo
temprano, como a inicios del mes de agosto, para terminar en el mes de abril, antes que
comiencen los problemas clásicos de la época invernal, como son las enfermedades
fungosas.
¿Las plantas injertadas aumentarán su superficie en la zona central? La respuesta
es sí, pero no en ciclos largos. La opción para masificar su uso, atendiendo que son parte
de un sistema de producción alternativo al uso de bromuro de metilo, - donde se combina
el uso de planta injertada junto con algún desinfectante de suelo-, es el cultivar con mas
de dos ejes por planta. Experiencias de los últimos tres años a nivel comercial con cuatro
ejes en establecimientos de otoño permiten cultivar y obtener rendimientos comparables
a un cultivo fumigado usando planta franca.
Así el futuro de las plantas injertadas en la zona de Arica seguirá siendo la
realización de ciclos largos en un solo cultivo al año con dos ejes por planta y con el uso de
portainjertos vigorosos. Para la zona central, el uso de plantas injertadas a cuatro ejes
para obtener 7 racimos por cada uno, con el uso de portainjertos de vigor medio, es una
opción de desarrollo real que se adapta a invernaderos bajos y debe seguir
desarrollándose.