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REVISTA ÂMBITO JURÍDICO ®
Las concepciones morales de la corriente utilitarista y su influencia en la Bio?ca
Sumario: Introducción. I. El utilitarismo. I.1. Jeremías Bentham (1748-1832). I.2. John Stuart Mill (1806-1873). I.3. Principales críticas realizadas al
utilitarismo. I.4. Alternativas desde el utilitarismo ante tales críticas. a) Utilitarismo de regla. b) Utilitarismo del interés. II. Las concepciones utilitaristas
sobre la moral y su aplicación en la Bioética. II.1. Influencia en la biomedicina. a. En el ámbito de la relación médico paciente. b. En el ámbito de las
investigaciones biológicas, biomédicas y científicas en general. II.2. Influencia en las políticas públicas. II.3. Influencia en materia de Bioética global,
específicamente de seguridad alimentaria. Conclusiones. Bibliografía.
Introducción
Bioética, término que surge en la década del 60 en los Estados Unidos de América, cuando Potter su creador, percibió la necesidad de crear un
nuevo saber a partir del cual se analizaran en conjunto, dos extremos que hasta el momento se habían mantenido aislados, por una parte los
conocimientos biológicos y adelantos en el área de la ciencia, y por otro los valores morales y humanos, propios de la ética como parte de la filosofía.
Señalando posteriormente este autor, ya en la década de los 70 en su obra Bioethics.The Science of Survival, que esta era la única vía a partir de la
cual el ser humano sobreviviría como especie, denominándola ciencia de la supervivencia, idea que se afianza aun más cuando un año después
publica Bioethics Bridge to de Future. A partir de ambas obras pretende reflejar el imperativo que significa para las ciencias naturales y los científicos,
el obrar bajo concepciones morales que les permitieran a la postre el uso adecuado, medido y respetuoso[1] de todos los descubrimientos y avances
biotecnológicos que de manera vertiginosa y acelerada iban apareciendo en la palestra científica.
Como es dable notar, para la conformación de este término, el connotado médico y científico norteamericano, une el prefijo bioque significa vida, con
la palabra ética, que es aquella parte de la filosofía cuyo objeto es el estudio de la moral, para con ello significar a nuestro juicio, la necesaria relación
que entre ambas habría de establecerse para alcanzar el ineludible equilibrio que proporcionaría a la especie humana, no solo su conservación, sino
también un estilo de vida más armónico con el entorno que le rodea.
Si hacemos énfasis en la fecha en que surge esta materia y analizamos su arraigo y la importancia que se le atribuye en la actualidad, podemos
percatarnos del impresionante desarrollo que ha experimentado en las tres últimas décadas, lo cual demuestra lo oportunos e imprescindibles que
eran –en el momento en que surgió- y aun en la actualidad, los debates y estudios que aporta como ciencia a la sociedad.
Resume magistralmente Diego Gracia lo antes señalado al expresar que: “No es exagerado decir que la Bioética constituye el nuevo rostro de la ética
científica. La ciencia es hoy, a la vez, la gran amenaza y la gran esperanza de la vida humana”[2].
Numerosas son las definiciones que se han dado a la Bioética, entre ellas destaca la que propone Warren T. Reich en la Introducción de la segunda
edición de la Enciclopedia of Bioethics[3], cuando señala que es: “El estudio sistemático de las dimensiones morales –incluyendo la visión moral, las
decisiones, las conductas y las políticas – de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, adoptando diversas metodologías éticas y en un
contexto interdisciplinario”.
Por su parte Ferrer destaca: “(...) que es ante todo un discurso ético, que se distingue de otros discursos éticos por el objeto material del que se
ocupa: los problemas morales que se plantean en esos campos de actividad humana que son las ciencias de la vida y las profesiones sanitarias”[4].
Ambas concepciones tienen como denominador común la consideración de que este nuevo saber tiene como base y punto de partida la ética y las
concepciones morales que de ella derivan, y su carácter sui generis le viene dado precisamente, por los problemas que serán objeto de esos juicios y
valoraciones morales, enmarcados esencialmente en el ámbito de las ciencias de la vida de manera general.
Para conseguir su fin fundacional, la Bioética ha tenido que beber mucho de la Filosofía y de la Ética, y especialmente de las teorías que en el seno
de esta última se han desarrollado desde su surgimiento. Ergo, no podríamos hablar de juicios o decisiones en bioética, sin afiliarnos a una u otra
corriente de esta índole, ya que de ellas parte a priori la consideración que adoptemos de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo justo o lo
injusto, etc.
Todo lo dicho anteriormente sirve como antesala, para la introducción del tema que traigo a colación, a partir del cual propongo realizar un análisis de
una de las teorías éticas que más se ha aplicado en el campo de la Bioética, y específicamente en la biomedicina, me refiero al utilitarismo. Esto ha
provocado que los estudiosos de esta materia hayan realizado un basto estudio en torno a este particular, pero siempre de manera general o a
contrario sensu en un tópico en particular, pero muy escasamente han abordado como tema central la sistematización de qué aspectos de la Bioética
son los que más se han visto influidos por la concepción utilitarista, y en ello radica precisamente la novedad del presente trabajo.
A partir de lo antes expuesto, pretendemos responder en lo sucesivo a las siguientes interrogantes: ¿Cuáles son las principales concepciones
morales del utilitarismo como corriente ética? y específicamente ¿Cómo han sido aplicadas en los diferentes tópicos de los que se ocupa la bioética?
I. El Utilitarismo
En la historia de la filosofía el utilitarismo se inserta dentro la denominada filosofía contemporánea[5], como una continuidad del Empirismo Británico
moderno tanto en sus vertientes gnoseológicas, como en las éticas[6]. Vale aclarar que solo abordaremos en este trabajo la última de las vertientes
enunciadas up supra, por cuanto lo que ha trascendido del utilitarismo a la Bioética son sus concepciones morales, las cuales son el objeto de estudio
de su dimensión ética.
Por otra parte podemos afirmar, que los autores que más aportaron a la conformación de esta corriente ética pertenecen mayoritariamente al mundo
anglosajón, entre ellos destacan Jeremías Bentham y John Stuart Mill, entre otros; pero solo nos referiremos detenidamente a estos dos, por ser los
principales exponentes del utilitarismo clásico, más allá de todas las formas que ha adoptado en la actualidad.
De manera general, podríamos definir al utilitarismo como el conjunto de teorías éticas que establecen la utilidad como el fundamento de la
moralidad, ya que para los seguidores de esta corriente, las acciones son buenas en la medida en que las consecuencias de estás provoquen la
máxima utilidad posible, para el mayor número de personas. Todas ellas poseen un centro común, y es la búsqueda de la felicidad, ya que
consideran que la utilidad de una conducta se valora en proporción al grado de felicidad que sea capaz de provocar en un mayor número de
personas.
La base de cualquier corriente ética responde a la pregunta ¿Qué aspectos son los que se tienen en cuenta para valorar como bueno o malo
determinado fenómeno? Y digo fenómeno, porque puede ser lo mismo la persona, el acto en sí mismo o sus consecuencias. Siguiendo esta lógica de
pensamiento, es acertado decir que existen dos aspectos fundamentales que caracterizan al utilitarismo:
- Lo que brinda la medida de lo bueno o lo malo es la felicidad y esta es igual a placer o lo que es lo mismo para estos autores, la ausencia de dolor.
- Lo que trasciende para ellos son las consecuencias del acto, no el acto en si mismo.
El último de estos aspectos es el que provoca que la filosofía utilitarista sea calificada como teleológica o consecuencialista[7].
Señala Seleme Conicet que: “Los dos conceptos principales de la ética son aquellos de lo correcto y lo bueno [...]. Entonces, la estructura de una
teoría ética está determinada, en gran parte, por el modo en que define y conecta estas dos nociones básicas. Ahora bien, parece que la manera más
simple de relacionarlas es la adoptada por las teorías teleológicas: el bien se define independientemente de lo correcto, y luego lo correcto se define
como aquello que maximiza el bien.”[8]Si seguimos esta lógica de pensamiento y la aplicamos al utilitarismo, lo bueno es lo que redunda en placer o
ausencia de dolor, y lo que maximice este bien, o sea la acción que provoque un mayor placer o menos dolor, será lo correcto.
Esta caracterización general sirve de antesala para analizar a continuación las concepciones fundamentales de sus principales exponentes, con el
objetivo de dilucidar que ha aportado cada uno de ellos a esta corriente, y poder considerar a posteriori en qué ámbitos de la Bioética han sido
aplicadas.
I.1. Jeremías Bentham (1748-1832)
Se le reconoce como el fundador del utilitarismo. Fue quien elaboró los aspectos sobre los que se erigieron las concepciones utilitaristas, y a partir de
las cuales se pronunciaron sus posteriores seguidores.
Este filósofo y jurista inglés, a partir de su basta obra, no solo en el orden filosófico sino también en el jurídico, desarrolló las bases fundamentales de
lo que se conoce como utilitarismo clásico, ya que tiene como antecedentes dentro de la filosofía griega a Epicuro y posteriormente a Francis
Hutcheson y a David Hume.
Las dos obras en las que Bentham desarrolla sus postulados en torno a las valoraciones morales son: Antología y sus Tratados de Legislación Civil y
Penal, y es el tomo I de la última donde se refleja de manera más consolidada su teoría, es por ello que la analizaremos brevemente a continuación.
Según Bentham el principio de utilidad era la base de su concepción ética, de ahí que señalara: “Por principio de utilidad se entiende el principio que
aprueba o desaprueba cualquier acción, sea cual sea, según la tendencia que se considere que tenga a aumentar o disminuir la felicidad de las
partes de cuyo interés se trata; o, lo que viene a ser lo mismo en otras palabras, a fomentar o combatir esa felicidad. Digo cualquier acción, sea cual
sea, y por lo tanto no se trata solo de cualquier acción de un individuo privado sino también de cualquier medida de gobierno.”[9]
Un primer acercamiento nos permite dilucidar que constituye para este filósofo inglés el principio de utilidad: “Para el partidario del Principio de la
utilidad, la virtud no es un bien, sino porque produce los placeres que se derivan de ella; y el vicio no es un mal, sino por las penas que son
consecuencia de él. El bien moral no es bien, sino por su tendencia a producir bienes físicos; y el mal moral no es mal, sino por su tendencia a
producir males físicos; pero cuando digo físicos entiendo las penas y los placeres del alma, igualmente que las penas y los placeres de los sentidos.
Yo considero al hombre tal cual es en su constitución actual.”[10]
Lo anterior nos permite aseverar que hay dos categorías que para Bentham conforman el principio de utilidad que rige toda la actuación moral: el
placer y la pena. De tal manera que la mayor o menor obtención de una u otra a partir de un acto determinado, es lo que nos dará a posteriori el juicio
de bien o mal moral. Concluyendo que este principio lo subordina todo a dos móviles: buscar el placer y evitar el dolor.
Lo contrario a este principio de utilidad es el ascetismo: “Este principio es precisamente el rival y antagonista del que acabamos de explicar. Sus
sectarios tienen horror á los placeres, y todo lo que adula los sentidos es para ellos odioso y criminal: fundan la moral sobre las privaciones, y la virtud
sobre el renunciamiento a si mismo; y en una palabra, al revés de los partidarios de la utilidad, aprueban todo lo que disminuye los goces, y
reprueban todo lo que los aumenta.”[11]
Reconoce además que existen muchos placeres y establece entonces cuatro circunstancias que determinan el valor de un placer para un solo
individuo, señalando que el valor de una pena depende ellas mismas:
- Su intensidad.
- Su duración.
- Su certeza.
- Su proximidad.
Si lo fuéramos a calcular entonces para un conjunto de personas entonces tendríamos que tomar en cuenta su extensión, o sea, el número de sujetos
beneficiados o afectados por éste[12].
A continuación, señala Bentham, un catálogo de 14 placeres simples y de 12 penas simples, que consideramos innecesario reproducir en este
trabajo, pero que es menester mencionar, por cuanto ha sido uno de los aspectos de su obra que más se ha criticado, en tanto pueden existir tantos
placeres o penas como sensaciones de este tipo tengan las personas, por ello es un tanto irracional intentar catalogarlos. Más delante señala que
junto a éstos, existen placeres y penas complejos, en tanto serán sensaciones formadas por varios placeres y penas simples. Prosigue con la
consideración de que los placeres y las penas pueden ser puramente personales o relativos a otro[13].
Podemos concluir que la lógica de la utilidad según este filósofo utilitarista, consiste en: “(...) partir del cálculo o de la comparación de las penas y de
los placeres en todas las operaciones del juicio, y en no comprender en ellas alguna otra idea”[14].
Todo este andamiaje teórico se concreta finalmente en la última de las ideas esbozadas, ya que en el momento de su aplicación práctica, debemos
para tomar una decisión sobre la base del principio de utilidad, calcular y comparar los placeres y las penas que se generan, y tener en cuenta las
circunstancias abordadas anteriormente, de tal manera que si los primeros superan a los segundos, la decisión será valorada como un bien moral y a
contrario sensu si hay más penas que placeres, entonces será un mal moral. Debemos significar, que este método puede ser aplicado tanto para
decisiones de índole personal, como para las de trascendencia comunitaria o social en general, solo agregándole un criterio adicional que sería la
extensión de los efectos, en el sentido de cuántos beneficiados o perjudicados provocó el acto.
I.2. John Stuart Mill (1806-1873)
Otro de los más importantes exponentes del utilitarismo lo constituye Mill, filósofo y funcionario británico. En sus concepciones éticas, pasa por tres
etapas, primeramente fue seguidor del utilitarismo y las ideas de Bentham, posteriormente lo critica y se pronuncia abiertamente contra sus
postulados, para finalmente regresar al utilitarismo, pero reformado y enriquecido con sus propios aportes.
Como filósofo utilitarista considera que lo útil y por consiguiente lo moralmente correcto es la búsqueda de la felicidad, la cual se manifiesta en el
placer cualificado, siendo este un primer aspecto que lo diferencia sustancialmente de su antecesor, ya que para Bentham lo trascendente era el
placer cuantificado.
A partir de esta concepción de Mill, los placeres entre sí poseen diferencias cualitativas, ya que algunos placeres son de mayor calidad que otros, y
esto será de vital importancia al momento de tomar la decisión que a la postre será sujeta al juicio moral. Por ello para él, lo más importante no es la
cantidad de placer en sentido de suma, sino la importancia que, para el sujeto que ostenta el interés, posee dicho placer, unido o contrastado con la
cuantificación; en este sentido ese será el que te cause mayor felicidad.
Pero esta concepción no lo deja apartarse de la corriente utilitarista a la que pertenece, ya que señala refiriéndose a la calidad de los placeres y a la
decisión que individualmente toma un sujeto: “Sin embargo, no constituye en modo alguno una condición indispensable para la aceptación del criterio
utilitarista, ya que tal criterio no lo constituye la mayor felicidad del propio agente, sino de la mayor cantidad total de felicidad.”[15]
En esta misma obra refiere: “Conforme al Principio de la Mayor Felicidad, tal como se explicó anteriormente, el fin último, con relación al cual y por el
cual todas las demás cosas son deseables (ya estemos considerando nuestro propio bien o el de los demás), es una existencia libre, en la medida de
lo posible, de dolor y tan rica como sea posible en goces, tanto por lo que respecta a la cantidad como a la calidad[16], constituyendo el criterio
de la calidad y la regla para compararla con la cantidad, la preferencia experimentada por aquellos que, en sus oportunidades de experiencia (a lo
que debe añadirse su hábito de auto-reflexión y auto-observación están mejor dotados de los medios que permiten la comparación.”[17]
También señala la diferencia entre los términos satisfacción y felicidad, en el sentido de que esta es un sentimiento que se experimenta con respecto
a placeres superiores, y depende sustancialmente de la consideración que se tenga de los placeres, ya que una persona puede según su criterio
estar satisfecha con un resultado obtenido, mientras que para otra, ese mismo resultado es objeto de insatisfacción. Agregando que un sujeto puede
ser feliz y aun así estar insatisfecho.
En las últimas páginas de esta magistral obra, este filósofo utilitarista expone lo que considera el principio general aplicable a cualquier regla de
índole práctica: “(...) simplemente declaro mi convicción de que el principio general con el que deben conformarse todas las reglas de la práctica, y el
criterio por el cual deben ser probadas, es el de que conduzcan a la promoción de la felicidad de la humanidad, o más bien de todos los seres
sintientes: en otras palabras, que la promoción de la felicidad es el principio último de la Teleología.”[18]
I.3. Principales críticas realizadas al utilitarismo.
La teoría utilitarista ha recibido numerosas críticas a sus postulados, en el presente epígrafe realizaremos una síntesis de aquellas que más
trascendencia tienen a posteriori para la bioética.
Refiere José M. Serrano Ruiz-Calderón que: “La moral utilitarista, a pesar de su vigencia en los niveles populares, es aún más criticable.
Fundamentalmente no da razón de cual es la sensación placentera en que se traduce el bien, o de cómo ésta es evaluable por una pluralidad de
sujetos y comunicable entre ellos. Por otro lado, no consigue superar el axioma egoista y proponer interés por el bien social. El salto del interés
individual al mayor bien social, que ciertas posturas altruistas como la que venimos analizando consideran, no está explicado desde una óptica
utilitarista.La consecuencia de esto es que el sujeto es definido sin historia. Sin atender a los efectos de sus actos en el propio sujeto. No se le ayuda
a constituirse en el tipo de persona que tomaría la acción correcta en un caso dado.”[19]
- El utilitarismo no consigue explicar como la sensación placentera en la que se traduce el bien, es evaluable por la pluralidad de sujetos que fungen
como destinatarios o interesados en la acción. Además de que maximiza el bien de la mayoría, sin concebir al sujeto en su momento histórico, sin
tomar en cuenta a los individuos y sus particularidades, tomando siempre como referente la suma y obviando las diferencias individuales que tan
importantes son para las personas y el respeto de sus derechos. Un ejemplo de lo anterior se refleja en que muchos prefieren no sentir placer ni
alcanzarlo, en aras de otras consecuencias igualmente buenas o valiosas.
- Se pueden llegar a violar ciertos derechos individuales en aras de un bien superior, de tal manera que el consentimiento del individuo pasa a un
segundo plano.
- Otra crítica que se realiza a esta corriente filosófica, es la concepción de que las cosas son buenas o malas según como nos hagan sentir, lo cual es
más bien al revés, el placer o la felicidad, son la respuesta a la posesión de las cosas que reconocemos en sí mismas como buenas: las cosas no son
buenas porque nos placen sino que nos placen porque son buenas[20].
Por su parte Jean-Luc M.J. Antoine, señala que a su juicio: “La objeción más fuerte que suele hacerse al utilitarismo es que incurre en una falacia
naturalista. Stuart Mill dice que el placer y la liberación del dolor (es decir, la felicidad) son las únicas cosas deseables como fines. (...) Deseable
significa lo que debe o merece desearse. Que la mayor parte de la gente desee x no significa que x sea digno de ser deseado. Lo que se desea no es
ipso facto bueno, también son posibles los malos deseos.”[21]
- Otra cuestión cuestionable de la teoría utilitarista, es su consideración de persona. Partiendo de que la moral para ellos se fundamenta en la
búsqueda de la felicidad y el placer, qué ocurre entonces con aquellos seres humanos que aún no pueden sentir, o con aquellos que por estar un
estado vegetativo, ya no pueden sentir, no podemos encontrar en ellos la búsqueda del placer tal como la plantea la corriente utilitarista, ergo, para
los seguidores de esta teoría, el concepto de persona va ligado al de sentir, o sea se es persona si se siente, con todas las consecuencias que en el
orden práctico acarrea esta consideración, y en virtud de lo cual pudieran justificarse actos en extremo transgresores del ser humano, tanto en los
inicios, como en el fin de su existencia.
- Unida a la crítica anterior, se encuentra el hecho de que el utilitarismo niega la existencia de valores superiores, más allá del placer o la felicidad, ya
que estos no siempre poseen ab initio una fuente de lo que como ética de mínimos, ha reconocido la sociedad como bueno.
- La responsabilidad es otra de las críticas que se ha realizado al utilitarismo. En primer orden queda claro que todos somos responsables de las
consecuencias de nuestros actos, pero podríamos cuestionarnos si también somos responsables de las consecuencias de actos de otros en
respuesta a nuestro propios actos. Ya que según las concepciones utilitaristas, seríamos responsables ante todos los actos que se cometan a partir e
una amenaza que se nos haya realizado y que no hayamos estado dispuestos a cumplir.
- Por otra parte, se acusa al utilitarismo de provocar que las personas puedan llegar a tomar decisiones más allá de sus propias concepciones éticas,
o sea de su ética de máximos, en aras de la maximización del mayor bien, para el mayor número de personas.
- Para esta corriente filosófica lo trascendente son las consecuencias, obviando totalmente las intenciones, de tal manera que no importa con qué
objetivo hayas realizado una determinada acción, lo que se valora y toma en cuenta son los resultados obtenidos y no el por qué lo hiciste. En este
sentido el matar a una persona por venganza, no sería más reprochable que matarlo en defensa propia, porque lo que importa finalmente, no fue el
porque lo hiciste, sino la consecuencia que provocaste.
- En esta misma lógica de pensamiento se sitúa la siguiente crítica, en virtud de la cual a partir del consecuencialismo que lo caracteriza, el valor
moral de nuestros actos es incierto hasta tanto no se produzcan las consecuencias, ya que es solo en ese momento que podremos valorarlo como
bueno o malo, lo cual se traduce en una cuestión de suerte, ya que actos que consideramos buenos pudieran tener a la postre nefastas
consecuencias, y viceversa.
- Otra crítica se erige en el hecho de que para los utilitaristas es necesario realizar un cálculo preliminar, en base a las circunstancias señaladas
anteriormente, pero podríamos preguntarnos, quién realiza el cálculo, quién decide si fue o no beneficiosa o placentera la acción, porque a nuestro
juicio, no debería ser la misma persona que la realiza, ya que ab initio estaría viciada. Cuantas veces nuestros padres o un gobernante, argumentan
que las decisiones tomadas son las mejores, sin embargo hijos y ciudadanos no están de acuerdo con ellas, un ejemplo clásico lo constituyen
aquellos países que se encuentran bajo la dominación de otros, y cuando estos últimos deciden por los primeros, usualmente los ciudadanos no
están de acuerdo con los juicios hechos por los gobernantes. Y unido a ello, encontramos también la consideración de a quién incluimos en el
cálculo, porque esta elección la mayoría de las veces pudiera ser arbitraria y discriminatoria.
- Otra falencia que se le ha señalado a la teoría utilitarista, es que no propone soluciones con respecto a los beneficios a corto, mediano o largo
plazo, sino solo los beneficios inmediatos que provocará la acción, sin ponderar los efectos para el futuro.
I.4. Alternativas desde el utilitarismo ante tales críticas
a) Utilitarismo de regla
Una primera alternativa la encontramos en la nueva formulación del llamado utilitarismo de la regla, por contraste con la versión clásica, ahora
bautizada utilitarismo del acto. Estos intentan superar críticas realizadas, sin abandonar la idea central de la corriente utilitarista, o sea que las
consecuencias son lo único a tener en cuenta moralmente. El punto crítico del utilitarismo clásico, es la evaluación de cada una de las acciones
individuales con referencia a sus propias consecuencias particulares. Si en ocasiones por ejemplo, mentir puede tener buenas consecuencias, en
general ocurre lo contrario, son malas las derivaciones de la mentira. Por eso, en vez de evaluar cada acción individual siguiendo el principio de
utilidad, deben establecerse reglas conforme a ese principio, para maximizar las buenas consecuencias, y las acciones individuales deben entonces
juzgarse correctas o incorrectas por referencia a las reglas. Así, una acción puede ser incorrecta, aún cuando produce más beneficio que daño, si
viola una regla que en general y a la larga asegura los mejores resultados. El utilitarismo del acto por su parte, calcula las consecuencias del acto en
particular y calcula las consecuencias cada vez que el acto es realizado; mientras que el utilitarismo de regla observa las consecuencias de que todo
el mundo siga una regla única y lo que calcula es la utilidad global de haber aceptado o rechazado la regla.
Con esto tratan de superar la crítica realizada al utilitarismo de acto o clásico, de que en virtud de un caso concreto, pueden llegar a violar reglas o
mínimos morales e incluso derechos individuales de las personas.
No obstante, consideramos que el utilitarismo de regla coquetea en cierto sentido con la deontología cuando establece la existencia a priori, de
determinadas reglas que deben ser tomadas en cuenta para evaluar la acción en cuestión, que no sería más que un acercamiento leve al deber ser o
a lo moralmente acéptale, no ya analizando únicamente el resultado o las consecuencias, como en el utilitarismo clásico, sino poniendo bajo tela de
juicio el método que utilizaste para llegar a tomar la decisión, lo cual lo acerca un poco más a la valoración del acto. Pero aun así, no supera las
deficiencias del utilitarismo clásico.
b) Utilitarismo del interés
En un segundo orden encontramos el utilitarismo del interés, posición que defiende y así ha denominado Peter Singer. Uno de sus postulados
fundamentales es “el principio de igual consideración de los intereses”. Este exige que en las decisiones morales se asigne un peso igual a los
intereses iguales de todos aquellos a quienes esas decisiones afectan. De esta manera, el derecho a la igualdad que tienen todos los seres humanos
debería entenderse como un derecho a que sean igualmente reconocidos y valorados los intereses de todos. Tratando de superar una de las críticas
más fuertes a la teoría utilitarista, el hecho de que no considera intereses y derechos individuales a la hora de la toma de decisiones, tan siquiera en
la valoración de la moralidad del acto.
Ahora bien, lo peculiar de la posición ética de este autor es su pretensión de que el principio de igual consideración de los intereses no debe tener en
cuenta exclusivamente a los seres humanos. Y propone aceptar este mismo principio como base moral de nuestras relaciones con los miembros de
otras especies. Según esto, la negativa a tomar en consideración los intereses de especies animales diferentes sólo podría derivarse de prejuicios
valorativos de la “especie” similares a los que han inspirado las actitudes “racistas”. Y por tanto, con el mismo sentido peyorativo, debería hablarse de
“especieísmo”[22], como se habla de racismo.
Todo lo anterior nos permite arribar a la conclusión, de que las principales falencias de la doctrina utilitarista no han sido ni mucho menos sanadas y
que siguen siendo aplicadas cada día más, y la Bioética no escapa de este fenómeno.
Quisiéramos terminar realizando un reflexión final y exhortándolos a realizar un ejercicio interesante, qué pasaría si le aplicáramos a la corriente
utilitarista su propio método de cálculo de la valoración moral, para ver si ha producido más beneficios y placeres que penas y dolores al mayor
número de personas, y a partir de ahí considerar si ha sido bueno o malo su desempeño en la sociedad y especialmente en la bioética. La respuesta
queda en suspenso, de manera tal que cada uno, a partir de lo hasta aquí expuesto y lo que abordaremos a continuación, arribe a sus propias
conclusiones.
II. Las concepciones utilitaristas sobre la moral y su aplicación en la Bioética
Si partimos de la concepción ya expresada en la introducción de este trabajo, de que precisamente la razón de ser de la Bioética, es la aplicación de
juicios morales y concepciones éticas a las ciencias denominadas de la vida o ciencias naturales, y unido a ello comprendemos cuáles han sido los
principales postulados de la concepción moral de la teoría utilitarista, entonces tenemos abonado el camino para analizar ¿Cómo ha influido efectiva
y prácticamente ésta corriente en las decisiones y abordaje de temáticas en los distintos ámbitos de la Bioética?
Es claro que una de las concepciones éticas que más influencia ha tenido en la bioética, es el utilitarismo, casi a la par de la deontología de Kant.
Además de que ha sido abordada de una u otra forma por casi todos los autores, lo que hace en extremo difícil concretar en estas pocas páginas,
todo lo que del utilitarismo y su influencia en la Bioética se podría decir. Por ello ruego a mis lectores que sean piadosos, ya que he seleccionado
aquellos aspectos que a mi juicio poseen mayor trascendencia en la actualidad, elección con la que tal vez no estarán de acuerdo, pero de cualquier
manera, sirva este trabajo como una aproximación al tema, que por lo apasionante y útil que me ha resultado, retomaré y profundizaré en el futuro.
Realizar una mera enumeración de los ámbitos de la Bioética en los que ha tenido influencia el utilitarismo como corriente filosófica, no tendría
ninguna utilidad sino analizamos aunque sea de manera somera cada una de ellas, es por ello que he decidido sacrificar alguno de los tópicos, en
aras de poder realizar una pequeña referencia y análisis en aquellos que abordaré.
Debemos partir de la idea de que cada día son más las temáticas que son abordadas desde una perspectiva bioética, ya que se ha concientizado la
necesidad de superar la vieja concepción de que esta ciencia es solo aplicable a la medicina y su relación es solo con la bioética clínica; a contrario
sensu, aumentan cada día las materias que se estudian desde este nuevo saber, haciéndolo más complejo y amplio en sus debates, y aspectos tanto
teóricos, como prácticos. Por ello es amplia la gama de tópicos en los que podemos considerar ha influido el utilitarismo en esta nueva ciencia,
algunos de antaño y otros más actuales. Debo señalar, que la selección estuvo encaminada en ese orden, así se ha escogido temáticas un poco más
antiguas pero que no dejan de tener actualidad y otras de más reciente incorporación, algunas de índole estrictamente médica y otras de la
recientemente denominada bioética global, con lo cual se garantiza una vista panorámica y general del tema que se aborda en esta investigación.
Es este uno de los ámbitos donde con mayor frecuencia se han utilizado las concepciones de la corriente utilitarista. Esto se ha dado en dos
vertientes fundamentales, por una parte el actuar médico y las concepciones morales del utilitarismo en la relación médico-paciente, y por otra en el
campo de las investigaciones, y los adelantos y descubrimientos científico-técnicos.
a. En el ámbito de la relación médico paciente
Durante mucho tiempo, y en virtud de la formación y de la teoría a la que se acoja el profesional de la salud en cuestión, ha sido la ética utilitarista la
que ha marcado las pautas con mayor influencia en la relación médico paciente, y me permito decir esto precisamente, porque no pocos autores
señalan, que los principios de los norteamericanos Beauchamp y Childress están perneados de alguna de las concepciones de raigambre utilitarista.
Si realizamos un bosquejo sobre los principios enarbolados por estos autores, salta a la vista que sobre todo en el de beneficencia y no maleficencia,
está presente, aunque de manera indirecta la máxima de los utilitaristas de la búsqueda del placer y la felicidad y la ausencia de dolor, así cuando el
médico debe tomar una decisión tendrá en cuenta provocarle el mayo beneficio al paciente; y lo que se ponderará al final, no será si su decisión fue o
no correcta o moralmente aceptable o no, sino que en la mayoría de los casos lo que importa y trasciende es el resultado obtenido con el tratamiento
aplicado. Esto una clara aplicación del utlitarismo.
También encontramos las concepciones utilitaristas como un fantasma en torno a los debates y decisiones éticas en el marco de los criterios de
determinación de la muerte, de la eutanasia y la eugenesia.
Así señala Engelhardt, que: “El darwinismo social, la eugenesia y el utilitarismo entran en una relación fatal (...) Al lado del trabajo The new curefor
incurables del año 1873 de Lionel A. Tollemache, que se refiere a Moro, creado por el darwinismo utilitario: “la ciencia moderna nos dice que en un
mundo sobrepoblado se da una dura lucha por la existencia, de manera que al hombre enfermo, infeliz e inútil, de alguna manera se le empuja, por lo
menos, a no disfrutar o a no ser alguien que, probablemente, sería más feliz, más saludable y más útil.”[23]
Lo que si tiene que quedar claro en cualquier debate que decidamos emprender sobre la influencia del utilitarismo en estos tópicos, es que aquellos
que utilizan los presupuestos de esta corriente filosófica en los criterios sobre la determinación de la muerte, la eutanasia y eugenesia, lo hacen
enarbolando como fundamento la búsqueda de la felicidad y el placer para aquellos que sufren, pero sin ponderar en lo absoluto otros criterios de
igual peso en el orden moral. Un ejemplo clásico de aplicación del utilitarismo a los criterios sobre determinación de la muerte y una decisión en torno
a ella, sería la desconexión de una persona que está en estado vegetativo irreversible, ya que sería una decisión que provocaría mayores beneficios,
para un mayor número de personas, ya que los recursos que se estaban destinando a su cuidado ahora podrán redirigirse a alguien que le sea más
útil.
b. En el ámbito de las investigaciones biológicas, biomédicas y científicas en general
Es común que usen los postulados de la doctrina utilitarista como referente moral en las investigaciones biológicas o en cualquier ciencia, en el
sentido no ya de la decisión a un caso concreto, sino en la utilización de los avances tecnológicos alcanzados y en la experimentación e
investigaciones, para obtener otros logros, en este sentido téngase en cuenta a manera de ejemplo la investigaciones con células madres y troncales,
y piénsese en la justificación que a menudo se utiliza, y descubrirá que es de origen utilitarista. Ciencia con conciencia es el ideal que, como
defensores de la vida y debemos buscar. En este aspecto, las profundas transformaciones de la sociedad tecno-científica, tienen que estar
acompañadas de un movimiento ético claro y exacto que proteja lo esencial, la vida, pero no como supervivencia de la especie humana, sino como
supervivencia del planeta adoptando un estilo de vida sostenible y compatible con el medio ambiente que nos rodea.
II.2. Influencia en las políticas públicas
Uno de los términos que más llamó mi atención al realizar esta investigación es el que a continuación abordaré. Lo desarrolla Alejandra Zúñiga Fajuri
en su artículo “Entre la igualdad y la eficiencia en materia sanitaria” publicado en una reciente Acta Bioética del año 2008[24]. En su investigación ella
propone un acercamiento a la relación entrela economía de la salud y los conflictos bioéticos que giran en torno al racionamiento sanitario. Para ello
utiliza un interesante ejemplo, a partir de una experiencia desarrollada en el Estado de Oregón, Estados Unidos. La propia autora reconoce que se da
en esta experiencia una interesante interrelación entre las investigaciones en servicios sanitarios y la democracia deliberativa. En aras de la
economía a la que me obligan los marcos de esta investigación, solo recrearé superficialmente la experiencia y expondré las valoraciones que la
propia autora realiza al respecto.
En este Estado se elabora un plan de racionamiento, que se delineaba simultáneamente con el análisis ‘costo-beneficio’ y las preferencias de la
población, en virtud de cual se crea una categoría denominada QALYs. La característica clave del criterio de los QALYs es la valoración de la utilidad
de los estados sanitarios donde, mientras más baja es la calidad de vida asociada a un estado sanitario (de un paciente) más baja es la calificación
de utilidad en esa escala.
Como vimos, los QALYs tienen dos componentes: los “años de vida” y la “calidad de vida”. El primer componente envuelve los conflictos en torno a la
discriminación por edad, mientras que el segundo se relaciona con la discriminación por discapacidad, por sufrir enfermedades caras, por tener bajas
posibilidades de recuperación o menor capacidad para beneficiarse con los tratamientos.
Lo curioso es que mientras más QALYs la persona posee, más posibilidades de acceso tendrá a la asistencia médica financiada por el estado. Lo
que trasciende y evidencia el matiz claramente utlitarista de esta experiencia, son los criterios que se utilizan para la determinación de los QALYs,
que son a priori excluyentes y discriminatorios. Además de que la decisión se toma bajo criterios de dar mayor beneficio a un mayor número de
personas. Así, si una operación de transplante de médula equivale a 150 tratamientos bucales, preferiremos los últimos en tanto crean un mayor
beneficio, para un mayor numero de personas, obviando que en la primera de ellas, está en juego el bien más preciado de un ser humano, que es su
vida.
II.3. Influencia en materia de Bioética global, específicamente de seguridad alimentaria
Otro de los tópicos, donde con más frecuencia se encuentran concepciones utilitaristas, es en lo relativo a la seguridad alimentaria. Así lo refrenda un
artículo de Claudio Lara Cortés denominado Moral de mercado versus seguridad alimentaria: una aproximación desde la ética del bien común. En
este el autor realiza un análisis partiendo de concepciones económicas y morales del utilitarismo, en este sentido señala: “Debe tenerse presente que
el neoliberalismo también ha asimilado los principios fundamentales de bienestarismo utilitarista: el bien hedonista guía el comportamiento individual.
Desde esta perspectiva no es relevante la dotación inicial de las personas que participan en el mercado. Y, por consiguiente, no importa que la
capacidad de compra de quienes llegan al mercado sea muy desigual. Por lo demás, el utilitarismo al no considerar las capacidades de los individuos,
termina concentrándose únicamente en los resultados. Desconoce que la maximización de las utilidades individuales puede darse dentro
del marco de profundas y fundamentales desigualdades. Dicho de otra manera, la agudización de las carencias (alimenticias) de un grupo
importante de la población es compatible “moralmente” con la maximización de la suma de utilidades del conjunto de la sociedad.”[25]
Queda clara la idea del autor, sobre como la política neoliberal, se nutre de concepciones utilitaristas para justificar y hacer funcionar un mercado que
a constrario sensu de lo que pudiera pensarse, si estamos hablando de ética utilitarista, debería provocar un mayor beneficio para un mayor número
de personas y sus consecuencias son en todo sentido contrarias a beneficiar a la mayoría de la población mundial, que hoy está aquejada por la
crisis e inseguridad alimentaria.
Debemos y tenemos que luchar para alcanzar una bioética correctora y delimitadora, que se constituya en un instrumento que guíe los caminos a
seguir, para que estos sean acorde a la moral y lo bien hecho; y no una bioética, que sirva a los poderosos para legitimar el estatus quo existente.
Conclusiones
Podemos concluir a partir del análisis realizado de las concepciones de dos de sus exponentes fundamentales, que el utilitarismo es una doctrina
ética de carácter teleológica o lo que es lo mismo, consecuencialista, ya que a lo que da valor para la consideración de un acto como moral, o sea
como bueno o malo, es al resultado que este produzca. Qué para que sea bueno, debe buscar la mayor felicidad, lo cual se traduce en un mayor
placer, para el mayor número de personas, lo que se conoce dentro de esta corriente como maximización del bien.
Por otra parte es dable notar las numerosas críticas de las que ha sido objeto esta teoría, sobre todo haciendo énfasis en su consecuencialismo; la
violación de derechos individuales por la consecución de un bien mayor o superior, o sea para un mayor número de personas; la posibilidad de la
responsabilidad de un sujeto sobre un acto, aunque no haya sido cometido por él; la no proposición de soluciones a corto, mediano y largo plazo, sino
solo la valoración de los efectos inmediatos del acto para su consideración como bueno o malo y la incertidumbre que significa para el sujeto
actuante, no saber hasta tanto no se hayan producido los afectos, si su actuar fue moralmente correcto o no, o sea la existencia de una incertidumbre
moral hasta tanto no se verifiquen las consecuencias del acto.
También podemos afirmar, que es el utilitarismo, es una de las corrientes éticas más utilizadas en el campo de la Bioética. Prácticamente no existe
tópico dentro de este nuevo saber, al cual no se le hayan aplicado algunas de las principales concepciones morales del utilitarismo. Lo cual no
redunda en una cuestión positiva, sino que a contrario sensu, en la mayoría de los casos en que ha sido utilizada como argumentación moral de un
acto, se han visto vulnerados principios y derechos, que la mayoría de la población acepta como comportamientos buenos. Haciendo uso de ellas, se
han creado y fomentado la discriminación, la utilización a ultranza de técnicas científicas como la investigación con embriones, la justificación para la
eugenesia y la eutanasia, y el sustento o base la política neoliberal que provoca en el marco de la bioética el enconado debate sobre la crisis
alimentaria y las desigualdades y problemas que ella provoca per se.
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Programa Regional de Bioética, Número 6 – Agosto 1998. José Ferrer s.j., “Los principios de la bioética”, Cuadernos del Programa Regional de
Bioética, Número 7 – Diciembre 1998. Mariano Fazio y Francisco Fernández Labastida, Historia de la Filosofía IV. Filosofía Contemporánea,
Colección Albatros, Ediciones Palabra, Madrid, 2004. Notas: [1] Cuando refiero respetuoso quiero hacer notar el carácter que debe tener la relación
que se establece entre el ser humano y el medio ambiente que lo rodea. [2] Diego Gracia, Fundamentos de Bioética, 1ra. ed. Madrid, Ed. Eudema
Universidad, 1989: 11. [3] Citada por Jorge José Ferrer en su artículo La Bioética como quehacer filosófico, publicado en el Acta Bioética, Año XV, nº
1, 2009: 36. [4] Jorge J. Ferrer, en su artículo La Bioética como quehacer filosófico, publicado en el Acta Bioética, Año XV, nº 1, 2009: 36. [5]
Señalan Mariano Fazio y Francisco Fernández Labastida que la distinción entre filosofía moderna y contemporánea es más bien de orden
pedagógico que de contenidos, ya que hay mucha más continuidad que rupturas entre estos dos períodos. Mariano Fazio y Francisco Fernández
Labastida, Historia de la Filosofía IV. Filosofía Contemporánea, Colección Albatros, Ediciones Palabra, Madrid, 2004: 7. [6] Ibídem: 9. [7] En este
sentido si sobre lo que recae la valoración moral, es el sujeto, estaremos en presencia de la teoría de la virtud, si es sobre el acto estaremos
refiriéndonos a las teorías deontológicas, mientras que si recae sobre el resultado serán teleológicas. Bioética sistemática. Consultado el 20 de abril
de 2010 en: http://www.elabe.bioetica.org/42.htm . [8] Hugo Omar Seleme Conicet. ¿Puede el utilitarismo ser deontológico? Una respuesta a
kymlicka. Revista Hispanoamericana de Filosofía. Vol. 36, No. 107 (agosto 2004): 39–66. [9] J. Bentham. Antología. Edición de Joseph Colomer.
Barcelona, ediciones Península, 1991:178. [10] Jeremías Bentham, Tratados de Legislación Civil y Penal, Tomo I, traducidos al castellano con
comentarios por Ramón Salas, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, Dirección General de Anales de Jurisprudencia y Boletín Judicial,
México, D.F 2004: 5. [11] Ibídem: 11y 12. [12] Ibídem: 117 y 118. [13] Ibídem: 74-81. [14] Ibídem: 5. [15] J.S. Mill. El utilitarismo. Un sistema de
lógica. Madrid, Alianza Editorial, 1984: 53. [16] La negrita no es del autor, la coloco para hacer notar la idea que quiero resaltar, en relación con la
explicación que se venia dando arriba. [17] Ibídem: 54. [18] Ibídem: 61. [19] José M. Serrano Ruiz-Calderón. Los principios de la Bioética.
Consultado el 20 de abril en: http://www.bioeticaweb.com/content/view/69/40/ . [20] Bioética sistemática. Consultado el 20de abril de 2010 en:
http://www.elabe.bioetica.org/42.htm . [21] Jean-Luc M.J. Antoine, “Genoma y bioética: una visión holística de cómo vamos hacia el mundo feliz que
nos prometen las biociencias”. Acta Bioethica año X, nº 2, 2004:146. [22] Miguel Ángel Sánchez – González. “La Etica del Uso de Animales con
Fines Científicos”. Cuadernos del Programa Regional de Bioética. Número 3 - Noviembre 1996: 86. [23] Dietrich von Engelhardt, “La eutanasia entre
el acortamiento de la vida y el apoyo a morir: experiencias del pasado, retos del presente”, Acta Bioética, año VIII, nº 1. 2002: 60. [24] Alejandra
Zúñiga Fajuri, “Entre la igualdad y la eficiencia en materia sanitaria”, Acta Bioethica, Año XIV, nº 2, 2008: 176 a la 184. [25] Claudio Lara Cortés,
“Moral de mercado versus seguridad alimentaria: una aproximación desde la ética del bien común”, Acta Bioética, año VII, nº 2, 2001: 233 a la 248.