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V ENCUENTRO INTERNACIONAL
“LAS TRANSFORMACIONES DE LA PROFESIÓN DOCENTE
FRENTE A LOS ACTUALES DESAFÍOS”
Área temática:
“Desarrollo profesional y dimensiones de la profesión
docente”
Título:
“La dimensión ética de la profesión docente frente al
desarrollo de competencias”
Autora:
BETSI FERNÁNDEZ
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO DE CARACAS, VENEZUELA
Correo electrónico:
[email protected]
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V ENCUENTRO INTERNACIONAL
La dimensión ética de la profesión docente frente al
desarrollo de competencias
1.- INTRODUCCIÓN
Uno de los aspectos más importantes en esta época es la formación que se da a los
responsables de ayudar en la educación de las personas que contribuirán y construirán la
sociedad, como lo es el docente, cuyo rol se hace cada vez más relevante en virtud de la
necesidad de contar con un ciudadano profesional de la docencia, capaz de poseer
conocimiento, aplicarlo correctamente, reflexionar sobre su práctica diaria y además,
tomar decisiones justas y prudentes en función de las diversas situaciones que le
corresponda vivir.
Una forma de aproximación real a la formación de un docente con estas
características podría ser a través de la dimensión ética y la educación en valores como
estrategia orientadora del proceso que facilitará la toma de conciencia, relacionada con
la búsqueda de oportunidades en el contexto social, cultural, político, religioso,
económico y hasta ideológico; que oriente al ciudadano hacia su realización personal y
colectiva, en el entorno del ser, el hacer, el convivir, el conocer y el emprender.
En este sentido, se pretende realizar un acercamiento teórico hacia el complejo
mundo de la reflexión ética en el proceso de formación docente, para posibilitar caminos
orientadores a la sociedad en la cual se debaten ideas, conceptos, proyectos, planes,
programas, puntos de vistas, enfoques, paradigmas, ideologías y estilos de pensamiento,
que permeabilicen
un verdadero compromiso con los valores individuales y sociales,
orientadores de la acción humana, que al decir de Garza y Patiño (2000), parecen elegirse
de una manera acelerada, ...”arbitraria y azarosa”...(p.11), por lo que se observa cómo se
habla indistintamente de actitudes, normas, valores, cualidades valiosas y deseables en la
vida de cada persona.
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Esta propuesta reflexiva forma parte de los resultados de la tesis doctoral
presentada por la investigadora en Venezuela (2005), los cuales permitieron comprender la
importancia de la profesión docente desde la formación de un ciudadano profesional de la
docencia y generar así, espacios de discusión y debate en torno a la temática planteada,
con el objetivo de contribuir al fortalecimiento de la profesión.
Ética, valores y profesión docente
Hoy en día, la orientación de la ética se dirige hacia la conformación de un
ciudadano consciente, reflexivo, responsable de sus actos, participativo y feliz, amparado
bajo el signo de la libertad y la autoridad con las cuales ha de moverse continuamente y
para lo cual el docente tiene un alto porcentaje, compartido con la familia, la sociedad,
los medios de comunicación, la iglesia y los partidos políticos. De allí que para asumir el
deber ser de la ética en la profesión docente, es necesario plantear la consideración de la
libertad en tres aspectos: la libertad física, la libertad moral y la libertad política, las
cuales conforman lo que Rodríguez y otros (1992), llamaron libertad individual; y sin la que
es difícil establecer las relaciones necesarias para la comprensión de la libertad del
hombre y su relación con la sociedad, la autoridad y su identificación con la comunidad en
la cual convive, partiendo de la idea de que la autoridad como obediencia debe ser vista
como cumplimiento de normas o patrones establecidos y elegidos libremente en pro del
bien común.
Lo expresado anteriormente tiene vinculación con los planteamientos hechos por
Carlos Tunnerman de Nicaragua, Julio Cabero de España y Rafael Flores de Colombia,
durante la V Reunión de Currículo celebrada en la Universidad Central de Venezuela en
febrero del 2002, en la cual invitaron a reflexionar profundamente sobre el rol del docente
en la época actual, caracterizada por la incorporación activa de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación y un afianzamiento de las diferencias sociales entre los
pueblos, lo que amerita un reconocimiento de la cultura propia y un uso adecuado de las
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demás, para el enriquecimiento de cada pueblo, agregando una dimensión especial de la
ética y los valores como requisito para el mantenimiento de la identidad.
Es innegable que las sociedades se mantienen a través del tiempo, por la solidez que
presentan los valores sobre los cuales se levantan y por la dinámica interacción que
muestran en los diferentes escenarios o sectores sociales afianzados en la idea de lo
deseable, intangible, pero factible de ser expresado mediante la acción humana,
reconociendo lo justo, lo correcto, lo honesto, diferenciado en acciones concretas de lo
injusto, lo incorrecto y lo deshonesto, hasta llegar a escuchar expresiones como: los
valores se han perdido, hay una crisis de valores, la educación ya no es la misma, los
docentes no enseñan lo que deberían enseñar.
En las últimas dos décadas se ha intensificado la necesidad de generar cambios en
todos los ámbitos de la vida individual y colectivamente, cambios que al decir de Sarup
(1995, p. 268), ...“debe producirse a escala internacional. Ante el incremento de la
pobreza, el hambre, los sufrimientos y las guerras”..., de allí que países como Venezuela,
Colombia, Perú, Ecuador y Argentina, por ejemplo, han hecho grandes esfuerzos por
acercarse a la paz, la tolerancia, la participación, el respeto y la libertad promovidas a
través de acciones concretas fundamentadas en la justicia, la democracia, la autonomía y
el diálogo que pueden expresarse en políticas y estrategias promovidas por organismos
internacionales entre los cuales destaca la UNESCO.
De alguna manera, se puede observar que a pesar de los esfuerzos y las
disposiciones de tipo legal y jurídico dimensionadas en declaraciones de principios y
operacionalizadas en políticas y estrategias, se percibe un vacío que debe llenarse desde y
en la educación como proceso conducente a la adquisición, desarrollo y realización de los
valores a través de la conducta, la cual debe ser orientada por un recurso humano
verdaderamente formado para ello, como debe serlo el docente. Por lo que la formación
docente hoy, puede ser concebida como la preparación ...“para el cambio en las cuatro
dimensiones básicas del se humano”.... De La Torre (2000,p.7), lo que implica considerar
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aspectos tales como : habilidades, sentimientos, actitudes y conocimientos, que no pueden
desligarse de la dimensión ética que impregna la acción docente.
De allí la importancia de resaltar el alto grado de reflexión que se requiere para
llegar a garantizar la vigencia de los valores fundamentales de la educación a partir de la
ética como disciplina filosófica cuyo objeto de estudio ...“es la dimensión moral de la
existencia humana”...Rodríguez (2001, p.5), la cual puede orientarse a través de la
educación en valores como estrategia, vista como una forma de ordenar el proceso de
formación docente. Ésta misma, se asume de manera continua, articulada, holística y
globalizadora, y consiste según Buxarrais (2000, p. 81), ...“en crear las condiciones
necesarias para que cada persona descubra y realice la elección libre y lúcida entre
aquellos modelos y aspiraciones que le puedan conducir a la felicidad”...
En este sentido, se plantea que los valores se relacionan con las motivaciones y con
las emociones propias de cada persona, de acuerdo al contexto en el cual se encuentre,
tomando en consideración las costumbres, las tradiciones, las creencias, las normas y las
actitudes, por cuanto los valores tienen un origen social, valen por sí mismos, son
circunstanciales, dependen del momento histórico, cultura y social, en consecuencia, son
determinantes si la persona lo decide así.
De alguna manera, la educación en valores como estrategia en la formación
docente, supone una construcción
racional de los valores, es decir, los valores se
construyen libre y conscientemente, ya que el individuo en sí es un valor, elige, piensa y
decide de manera justa y prudente, asumiendo las consecuencias de sus acciones
responsablemente, utilizando la razón y el diálogo, para lo cual crea espacios de reflexión
individual y colectiva. Al asumir la educación en valores como una estrategia , se debe
asumir también que es necesario, generar a través de la formación docente, conductas y
hábitos coherentes con los principios establecidos en la sociedad, vinculados de alguna
manera a los aspectos morales que la caractericen; tendiendo así, a generar posturas en
las cuales la educación en valores se asume como sinónimo de educación moral , pero para
efectos de esta investigación serán planteados como aspectos diferentes o diferenciados,
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los cuales pueden ser objeto de reflexión, pues, lo ético ha de comprender las
disposiciones del hombre a partir de sus costumbres, creencias, carácter y forma de vida.
Así, se asume que la educación moral ...“supone un proceso que lleva a la persona
a construir racional y autónomamente sus valores”... Buxarrais, (2000, p. 84), ayuda de
alguna manera a desarrollar estructuras de juicio moral, como pronunciamientos que
pueden hacerse sobre la bondad o maldad de un acto, como lo señala Rodríguez (1993),
promoviendo de esta manera, la adquisición de competencias dialógicas, orientadas a la
construcción de una imagen de sí mismo en el ámbito del respeto y la construcción de
normas libremente aceptadas para el mantenimiento del orden público de forma creativa.
Del planteamiento anterior, se deslinda la necesidad de considerar los modelos de
educación moral y su relación con los modelos de educación en valores; entre los primeros
se encuentran los siguientes: (a) basado en valores absolutos, (b) basado en valores
relativos y (c) el basado en la construcción racional y autónoma; y entre los segundos se
encuentran: (a) el basado en la instrucción y el adoctrinamiento, (b) el basado en las
circunstancias y el entorno, (c) el basado en la autonomía, la racionalidad y el diálogo y
(d) el basado en normas y principios cognitivos y conductuales.
Ética y moral del docente, verdades y realidades
Se oye hablar, en alta clara e inteligible voz, de la ética y de la moral del docente, en
espacios como farmacias,
cines, supermercados, estacionamientos, hoteles, centros
comerciales, escuelas, liceos, universidades, carros, entre otros. En cada uno de ellos se
emiten opiniones tales como “el docente de hoy no es el mismo”, “ahora los docentes no
enseñan nada”,
persona”,
“no parecen docentes, eso me parece mal”, “hablan como cualquier
“se sientan mal”, “no se comportan correctamente”, “hasta dicen malas
palabras”.
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¿Es qué para ser docente, no solo basta con serlo, sino que hay que parecerlo? y ¿cómo
parecer docente hoy en día?, cuando los cambios económicos, políticos, sociales,
culturales y hasta tradicionales, parecen atentar contra el hecho de ser docente,
realmente, a todos nos preocupa la ética, pero ¿a todos nos ocupa realmente la ética?
Ante esta realidad, las exigencias éticas en el contexto de la profesión docente
requieren de una vinculación muy estrecha con
la Venezuela de hoy, más comprometida
con los desafíos que la humanidad plantea, tales como: a) la disminución del hambre y la
pobreza extrema a la mitad, b) la reducción de la mortalidad infantil y materna, c) el
garantizar la sostenibilidad del ambiente, d) la igualdad entre los sexos y e) lograr que
todos los niños tengan educación primaria, entre otros. Kliskberg. (2004).
Las expresiones que ocupan el inicio de estas reflexiones, están cargadas de criterios
morales con los cuales se designan la bondad o no de un acto que protagoniza el docente,
es decir, hay una exigencia ética referida por una parte a la necesidad de normas en
cualquier comunidad y la segunda referida a la necesidad de un cuerpo de normas que
tiene cada persona, con el fin de incorporarse a la comunidad, creando un ambiente de
armonía, que permita regular el comportamiento propio y el de los demás.
Aclarando este planteamiento entorno a la ética del docente, es preciso señalar que
más que referirse a la ética del docente, el colectivo se refiere a la moral del docente y en
especial a la moral cerrada que visualiza en el docente, un tipo de moral como bagaje de
normas que se han recibido para transitar por la sociedad, a veces impuestas y asumidas
más por rutina que por convencimiento propio. Y no como una moral abierta, creadora,
nueva, emprendedora, capaz de ayudar a romper patrones establecidos, e incorporar
nuevos escenarios de transformación.
Es innegable que ante la situación planteada, se puede afirmar que la colectividad
asume el comportamiento del docente como un hecho moral, entendido este como
...“aquel acto, que no solo no nos es indiferente, sino que provoca aceptación o
rechazo”...Rodríguez, Perdomo y Martín (1999. Es decir, se refiere a aquellos hechos que
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se considera bueno que ocurrieran o que no debieron ocurrir. Ante esta situación, también
es innegable que la colectividad se está refiriendo al docente como hombre social, que no
vive aislado, de la sociedad, que tiene contactos con otros hombres, estableciendo
relaciones de convivencia.
Realmente, los compromisos individuales y colectivos que contribuyan
al
fortalecimiento de la responsabilidad ciudadana para este nuevo orden social, se están
convirtiendo en el eje central para la revisión de la profesión docente, en la cual la
educación como proceso político y social juega un papel muy importante y de alta
significación para muchos sectores.
En las últimas décadas se ha escuchado hablar de la necesidad de generar cambios
que a la vista de Sarup (1995, p.268), ...“debe producirse a escala internacional. Ante el
incremento de la pobreza, el hambre, los sufrimientos y las guerras”... es decir, que la
prioridad en cuanto a la búsqueda de un cambio organizado no es exclusivamente de
Venezuela, sino del mundo entero, donde la educación y en especial la formación del
docente, es vital para la transformación y modernización de las sociedades; formación que
en el caso venezolano está asignada a la Educación Superior, como en España o Ecuador.
Son en efecto variados los compromisos que ha de confrontar la Educación Superior en
los últimos tiempos, y en especial las universidades, entre los cuales se tiene ...“el
incremento explosivo de los conocimientos por un lado, y el incremento explosivo de la
matrícula por otro”... Weinberg (1995, p.71), a los cuales se les puede agregar, el
problema del déficit presupuestario del cual han hablado muchos representantes
universitarios, entre ellos el ex-rector de la Universidad Central de Venezuela,
Trino
Alcides Díaz en julio de 1998, durante el Foro “La situación actual de las Universidades” y
hoy sigue siendo un tema de interés para todos los que de alguna manera reconocen el
valor de la educación e identifican los diferentes problemas que ella presenta, al punto de
llegar a dificultarse la puesta en práctica de los planes previstos por la UNESCO, dirigidos a
la transformación , modernización y autoevaluación de las universidades.
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Además de considerar los planteamientos hechos en el Seminario la Universidad ante
el Siglo XXI, ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?, celebrado en octubre de 1998, en la
ciudad de Caracas, en el cual se dejó claro que la universidad tiene que enfrentar los retos
del futuro y dejar de ser una comunidad de reformistas, para asumir que las herramientas
informáticas están cambiando las metodologías de enseñanza, los contenidos y los
estándares internacionales de descentralización y democratización.
Por otra parte, se tienen los señalamientos de Navarro (1998), representante del
Banco Interamericano de Desarrollo, referidos a los lineamientos para invertir en la
Educación Superior y a las prioridades establecidas por ella, tales como: la reforma de la
Educación Superior, las mejoras en la eficacia, los programas de equidad a los alumnos, los
proyectos innovadores pedagógicos y la diversidad de la Educación Superior, los cuales han
de servir para revisarla asumiendo nuevas tendencias, que según Contreras (1998), han de
centrarse en la búsqueda de los valores y las actitudes que contribuyan a mejorar la
situación de la Educación Superior. A partir de lo cual se generará la necesidad y el
compromiso, de los cuales
no escapan las casas de formación docente y en especial,
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), cuya misión se expresa en los
propósitos de ...“formar, capacitar, perfeccionar y actualizar los recursos humanos para
la educación que requiere el país”... UPEL (1993, p.12).
En este mismo escenario, se encuentra el problema de los valores que para 1995,
parecían haber desaparecido del contexto de la educación, tal y como lo indica Weinber
(1995, p.72), ...”los sistemas educativos en general – bastante anémicos por cierto –
parecen haberse vaciado de la preocupación por los valores”... pero hoy en día han
tomado especial interés, en diferentes ámbitos
y realidades como la española, la
colombiana y la venezolana, entre otras.
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Los valores y la valoración de la profesión docente
En Venezuela, el interés por los valores se incrementó a partir de la reforma
curricular de la I y II Etapa de Educación Básica, en 1987, mediante la incorporación de los
ejes transversales. Entre estos ejes transversales destaca el de los valores, lo que ha
generado una serie de inquietudes en las casas de formación docente, al punto no solo de
efectuar reajustes a sus diseños curriculares sino también de establecer delimitaciones y
concreciones en las dimensiones curriculares, para promover desde el desarrollo curricular,
una práctica pedagógica basada en la reflexión sobre la acción y retomados a partir del
2006, con la puesta en escena de una serie de propuestas vinculadas a la educación
bolivariana.
En este país, la UPEL no escapa de esta realidad, en la cual se observa que
actualmente los ciudadanos enfrentan múltiples problemas que los afectan en mayor o
menor grado, entre los cuales se encuentran: a) el deterioro de la salud, del ambiente y de
las relaciones interpersonales, b) el consumismo, c) la desigualdad, d) la pobreza extrema,
e) los prejuicios raciales, f) la violencia, g) la corrupción, h) la pérdida de la identidad
nacional y cultural. Estos, son entre otros, problemas que se manifiestan en las diferentes
culturas y que de alguna manera llegan a las casas de formadoras de docentes como
producto de la globalización y del desarrollo tecnológico que cada día se afianza más en la
supervivencia de los pueblos.
Junto
a
todo
esto,
se
encuentran
los
acelerados
cambios
científicos,
comunicacionales, industriales y de cualquier índole que obligan a una reorientación de la
educación sobre la base de un nuevo paradigma sustentado en valores y actitudes que
brinden sentido y armonía a la vida del hombre, impregnada de lo que algunos llaman crisis
de valores. Se procura así, una nueva forma de evitar expresiones tales como: “pérdida de
valores, ausencia de valores, falsos valores, o simplemente, antivalores o contravalores”
utilizadas indistintamente en cualquier contexto, inclusive, en el educativo, donde el
docente juega un papel muy importante, junto a la escuela, la familia, los medios de
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comunicación y por supuesto, las instituciones encargadas de la formación del recurso
humano para el sector educativo.
Referirse a la ética y a la moral personal
del docente, es sin duda alguna un
mundo complejo e interesante lleno de interrogantes entorno al “cómo es”
su
comportamiento y al “cómo debe ser”, expresado sin duda alguna, mediante un lenguaje
eminentemente prescriptivo y valorativo, que requiere del respeto por la vida moral del
ser humano.
Este escenario se convierte hoy por hoy en una visión del docente como persona
moral, con totalidad de actos y situaciones que orientan su acción como ser creativo,
dinámico, complejo y transformador de la realidad, quien ejerce una profesión digna de
reconocimiento y de admiración, más por lo que representa y significa que por las
actividades implícitas en ella.
Todo aquello que atente contra la dignidad del docente, contra su libertad, atenta
contra la vida, contra la realidad humana del ser y en consecuencia, atenta contra la
estabilidad social, por ser la profesión docente, la mediadora entre la sociedad que
tenemos y la sociedad que queremos. Así, la profesión docente, normada por el
reglamento del ejercicio de la profesión docente de fecha 04 de octubre de 2000, se
convierte en el instrumento rector de la profesión docente en Venezuela, al orientar el
ejercicio de la profesión desde el ingreso de estos profesionales al campo laboral, hasta su
desincorporación, una vez transitado el camino de las funciones previstas, “en las
condiciones, categorías y jerarquías” establecidas en el articulado de dicho reglamento.
Es por ello, que no es posible tolerar la manipulación, ni las actitudes impositivas
que coartan la libertad, mediante el uso del poder en detrimento del ejercicio de la
profesión docente, la cual demanda la pronta valoración de los actores involucrados en el
proceso educativo, a los fines de reconocer el lugar que ocupa el docente en la elevación
del nivel ético, científico, humanístico, técnico, estético y cultural de los miembros de la
sociedad.
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En estos momentos, es asfixiante el mundo que transita el docente, acelerado y sin
pausa, que a la vez le exige expresarse y desarrollarse profesionalmente en un diáfano
ambiente de libertad, comprensión, respeto y corresponsabilidad, con el desarrollo
universal y la armonía global como paradigmas emergentes.
Lanzar expresiones arbitrarias contra los docentes es un atentado contra su
personalidad, voluntad, inteligencia y emociones que afectan profundamente al ejercicio
de la profesión, pues el desarrollo no puede ser transferido, impuesto o donado, como bien
lo señaló Glenn Sanhatsing en septiembre de 2007, en Venezuela, durante su conferencia
referida al Paradigma del desarrollo universal y la alternativa de armonía global, el
desarrollo es un proceso de adentro, que puede ser estimulado, incentivado y apoyado,
pero que además, debe ser respetado en todas sus dimensiones.
En este sentido, se puede afirmar que el docente tiene derecho a desarrollarse
normalmente con dignidad, procurando dar sentido a su vida a través de los valores y
simultáneamente, promover el desarrollo como categoría fundamental, sin llegar a
imponerlo a otro.
La reflexión en el ejercicio de la profesión docente
La reflexión previa ayuda a actuar más correctamente, por lo que el docente
debería reflexionar de acuerdo a los siguientes pasos: Rodríguez, Frade y Albelo (1993). a)
Descubrimiento e identificación del verdadero problema, b) Análisis de las circunstancias o
el contexto del problema, c) Estudio de las posibilidades de solución o alternativas y d)
Dirección y compromiso para ejecutar o poner en práctica la opción escogida, ejerciendo
la ética, lo cual implica la deliberación previa de las razones en pro o en contra para tomar
o adoptar una actitud moral.
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El docente debe exigir su derecho a la vida en diferentes aspectos: a) orgánica
(salud, seguridad, higiene, alimentación, b) psíquica (madurez, personalidad psiquismo,
intelecto, afectividad, emociones) y c) moral (su propia imagen, el prestigio, la intimidad,
la verdad, lo cual implica a su vez, el deber que tiene el docente de respetar en las demás
personas estas mismas condiciones y de exigir su cumplimiento.
Cuando las convicciones del docente comienzan a tambalease, es porque aquellas
ideas que creía poseer tan firmes, comienzan a chocar con los obstáculos de las diversas
situaciones. La base de la conciencia ética es la libertad, interna, subjetiva, existencial es
comprender
¿quién soy yo?, aquí y ahora, ¿cuál es mi elección?, para luego poder
comprender la incertidumbre del medio, de la realidad, de lo desconocido, lo cual implica
en el docente escuchar y percibir con verdadera sensibilidad la complejidad de la realidad
educativa, es la carga de responsabilidad por haber querido ser docente, por tener su
propia idea de la docencia de manera responsable.
El docente debe proyectar todas sus capacidades y desarrollar sus competencias
éticas, abarcando todos los ámbitos del trabajo propio de la profesión docente, la cual se
basa en la conciencia de responsabilidad sobre el propio trabajo, lo que implica una
reflexión constante en torno a las normas que regulan el comportamiento en la profesión
docente, impregnada de libertad, responsabilidad, diálogo y respeto como dimensiones
éticas activadas en todos los contextos, lo que llega a convertirlo en el principal actor en
el proceso de salvaguarda de la libertad de todos los ciudadanos.
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Profesión docente y desarrollo de competencias desde la percepción
de los actores como informantes claves
El proyecto explícito de currículo, expuesto en el Documento Base del Diseño
Curricular, para la formación docente de la Universidad Pedagógica Experimental
Libertador (1999), muestra evidencias de cuáles son las características deseables en el
egresado de esta casa de estudios, ante los nuevos requerimientos, los cuales no se ajustan
a la definición de perfiles por competencias que impera en la actualidad. En este sentido,
se percibe la necesidad de promover cambios que respondan a las interrogantes de: (a)
¿cambiar qué?, (b) ¿cambiar para qué? y (c) ¿cambiar en qué? Fernández (2005).
El planteamiento anterior obedece a la falta de integración de las funciones de
docencia, investigación y extensión a partir de las cuales se da énfasis a la
profesionalización y a la especialización, en desmedro de la formación docente, tal y como
lo afirma el informante A “…es necesario integrar la investigación, la docencia y la
extensión”, por otra parte, el informante D da una afirmación que corrobora la necesidad
mostrada por el entrevistado anterior “... mis profesores de la especialidad nos dicen que
debemos dedicarle más tiempo a las materias de la especialidad que a las materias
pedagógicas, eso es una perdedera de tiempo, lo más importante es lo que aprendan de su
especialidad, porque de eso es que ustedes va a dar clases”.... evidenciándose una vez
más, una fragmentación y una segmentación del conocimiento que conduce a una
desvinculación de la universidad con la realidad.
Lo significativo es aprender una determinada disciplina y no aprender a enseñar una
determinada disciplina, contextualizada y vinculada al entorno, para dar respuesta a las
demandas de la sociedad, que reclaman un docente más comprometido, responsable y
capaz de enfrentar con lucidez, el universo de información que requiere ser evaluada para
asegurar su pertinencia.
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Se deriva de lo expuesto, que repensar el currículo de formación docente en la
UPEL, no es solo asumirlo como un proyecto institucional lo cual es compartido por la
investigadora, sino además, repensarlo en términos de compromisos y de responsabilidades
institucionales y sociales que den respuestas a las exigencias éticas de las personas y a las
exigencias éticas de la institución y la sociedad, como construcción colectiva y
compartida, producto del predominio de la razón dialógica por encima de la razón
monológica. Esto es, comprender que la formación docente es un proceso complejo y
multidimensional, que responde a un orden social, económico, cultural, político científico
y tecnológico, que debe tomar en cuenta además, el ámbito geográfico en el cual de
desarrolla.
Ante afirmaciones como las del informante E, “... lo que importa es saber de la
materia, lo demás se aprende después, total, lo que uno aprende no le sirve cuando va al
centro de trabajo, allí cada quien hace lo que le parece, llegan cuando quieren y nadie
dice nada… ”, obliga a los planificadores, legisladores y diseñadores de los procesos
propios del ámbito educativo, a repensar nuevamente su labor, ¿de qué sirve formar a un
docente que no esté comprometido con su rol como actor principal en el proceso de
cambio?
Una vez más, se impone la necesidad de construir un proyecto curricular que de
forma diáfana, deje palpable la visión ética y cívica que se requiere para la formación de
un ciudadano profesional de la docencia, con capacidades, habilidades, competencias,
valores, aptitudes y actitudes para que se conduzca como tal, generando estrategias y
creando formas de abordar la realidad, contribuyendo así a la solución de los problemas
locales, regionales, nacionales e internacionales que dificultan el desarrollo de los
pueblos.
Es posible así, llegar a una concepción de un currículo de formación docente cuyo
énfasis esté centrado en el desarrollo de la dimensión ética como construcción reflexiva de
la praxis educativa y por ende, la realización moral y axiológica de la tarea de ser docente,
lo que implica, plantearse un currículo integrado y desfragmentado, que responda a los
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requerimientos señalados por los profesores y los directivos entrevistados, de poder
incorporar no solo las tecnologías de la información y la comunicación al currículo, sino
también, incorporar la orientación axiológica y ética como parte del quehacer pedagógico,
que sea algo más que un curso.
Una construcción del currículo que se inicie con la deconstrucción del mismo es lo
que se impone como exigencia académica, capaz de orientarse desde la transversalidad y
la transdisciplinariedad como instrumento social y político para la formación docente en un
contexto cambiante, dinámico y agitado que avasalla sin distingo de raza, credo, color o
sexo, exigiendo transparencia y compromiso con el quehacer educativo, para generar el
cambio en y desde la cotidianidad de la realidad educativa, con pertinencia social y
académica, cambio que debe iniciarse desde el mismo escenario que plantea la UPEL como
casa de formación docente.
Todo proyecto curricular movido desde el cambio, se debe percibir como flexible,
heterogéneo, complejo y transdisciplinario, materializado en áreas, o campos del saber,
orientados por las exigencias éticas, el sentido ético, el compromiso, el diálogo, el
respeto, la responsabilidad y la libertad como dimensiones éticas, que conlleven a la
formación de un ciudadano profesional de la docencia con conocimientos generales bien
consolidados y con conocimientos consistentes de su disciplina, para su aplicación con
sentido ético, para enfrentar los retos del momento.
Es necesario contrarrestar lo afirmado por el informante clave I ...”los practicantes
se esfuerzan en dictar un tema descontextualizado, desagregado, llegan a mi plantel,
practicantes inseguros, ajustados plenamente a una planificación, sin pensar en salir de
ella”..., solo es posible aproximarse a esta realidad de la formación, con criterios claros
de lo que se desea para la Venezuela de hoy.
Ante la necesidad de mejorar la formación docente, el informante clave C señaló
que ...”se debe incorporar a los estudiantes al uso de las tecnologías de la información y
la comunicación ya que no manejan los recursos ni la forma de acceder a ellos par mejorar
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su trabajo”... , claro está, que al señalar los aspectos fundamentales en la formación
docente, no se puede obviar la urgente necesidad de incorpora las tecnologías de la
información y la comunicación al currículo, pues esto ayudaría a consolidar la idea de
concebir al hombre como un ser de posibilidades, capaz de generar los cambios requeridos.
Evidentemente que esta incursión en las tecnologías de la información y la
comunicación, también debe hacerse de manera conciente, para formar ciudadanos
profesionales de la docencia más humanos, conocedores de las técnicas y recursos
existentes, pero con un sentido amplio de la alteridad como principio orientador del
desarrollo profesional en los nuevos tiempos, caracterizados por la incertidumbre que
nubla constantemente las posibilidades de libertad y autonomía.
El informante clave B señaló...”se ha formado a un docente de espaldas a la vida, a
la realidad, un docente que ha dejado de vivir y ha empezado a sobrevivir”..., ante esta
afirmación surge una interrogante, ¿qué hacer? y respondió ...”construir una ética racional
de la vida, esto implica un respeto por la vida, la autonomía humana no puede desligarse
de la vida”..., de allí que surja un nuevo planteamiento y es la búsqueda por desarrollar la
dimensión ética en la formación docente, a partir de la comprensión holística de la vida, lo
que implica integrarse al cosmos, con visión de cooperación y ayuda mutua.
Es por ello que en estos momentos es perentorio reflexionar en y desde la
formación docente en la naturaleza intrínseca de la realidad del hecho educativo como
hecho moral, cargado de intencionalidad, en el cual, el saber parece estar supeditado a la
técnica, buscando sus rumbos en la globalización como indicadora de esta sociedad.
El informante clave k indicó que ...”es necesario enseñar a pensar y hablar a los
estudiantes; no saben expresarse, no tienen mística, no procuran mejorar las cosas, son
conformistas, como consiguen el aula así la dejan”..., este planteamiento conlleva a la
revisión de otro aspecto significativo en la formación docente y es el sentido de la
formación que se está administrando en la UPEL, valdría preguntar, ¿para qué estamos
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enseñando?, solo para informar sobre un tema en particular o para repetir contenidos que
no dejan nada en el aprendiz.
Conclusiones
La realidad educativa venezolana, se confunde con la realidad social y política de la
Venezuela de hoy, en el mejor de los sentidos, por la ausencia de compromisos y de
exigencias éticas que campean en medio del desconcierto y el asombro de hombres y
mujeres que buscan un mundo mejor.
La necesidad de normas y pautas de comportamiento que toda persona posee,
incluyendo al profesional de la docencia, mejor conocida como exigencia ética, Rodríguez
y otros (1993), parece mermada y desfigurada, dando paso a un comportamiento
desdibujado de la acuarela de la docencia, la misma que se manifiesta en el sentido ético
como la ...”necesidad personal de una normativa que nos suministre criterios mediante
los cuales podamos calificar nuestro comportamiento y el ajeno”... (p.3), merece la pena
retomarse para contribuir en algo, al deseo de formar un ciudadano profesional de la
docencia como el que se aspira.
El ciudadano profesional de la docencia que se pretende formar es un ser capaz de
anteponer el interés colectivo por encima del interés particular que lo motive en una
situación determinada. Expresiones como que falta de compromiso, hasta que punto ellos
se identifican con la profesión, están claros en su misión como personas, como ciudadanos
y profesionales de la docencia, dejan mucho que pensar.
El docente es antes que nada, un ciudadano, un hombre social, que convive con
otros hombres, que tiene deberes y derechos, capaz de comprender la clara necesidad de
vivir en sociedad, con profundo sentido social, para analizar, comprender e interpretar su
entorno y transformarlo.
El docente como persona es consciente de todos sus actos, realizados de manera
intencional y en consecuencia, es responsable de todos ellos. En este sentido, el desarrollo
de la dimensión ética en la formación docente debe orientarse hacia el estudio de los
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criterios valorativos de la conducta moral, como aquella que conduce a actuar de acuerdo
a unos criterios escogidos por la persona. De allí que la conducta moral del docente se
convierta en un comportamiento sobre el cual es posible hacer un pronunciamiento y
calificarlo de bueno o de malo, de justo o de injusto, de honesto o de deshonesto, como lo
apuntan
Rodríguez y otros (1993), percibiendo así la importancia de promover en la
formación docente, el ejercicio de la libertad, la tomo de conciencia del acto docente y la
responsabilidad de quien ejerce la docencia.
Todo currículo de formación docente debe considerar la posibilidad de ver al
docente como un ser moral, es decir, como un ser “honesto” lo cual quiere decir que: (a)
actúa en función del bien social antes que en función de sí mismo, haciendo esta actuación
en forma consciente y meditada, (b) plantea recomendaciones y sugerencias para mejorar
lo que ocurre en su cotidianidad, (c) no acepta sus obligaciones rutinarias como impuestas,
sino que medita constantemente sobre ellas y (d) él mismo es ejemplo de comportamiento
moral, sin que por ello, deba predicar o declarar su sentido moral.
Ver al docente como un ser moral ha de ser una constante en el desarrollo
curricular de un plan de estudios orientado hacia la formación de un docente
comprometido, justo y libre, cuya tendencia se oriente hacia la valoración de su propio
comportamiento y el ajeno, capaz de comprender la diferenciación existente entre la ética
y la moral en el ejercicio de la profesión.
La palabra moral, de origen latino mos moris, que en plural mores significa
costumbre, modo o manera de comportarse, mientras que la palabra ética es de origen
griego ethos y hace referencia al carácter o manera de ser de alguien, las cuales deben
diferenciarse para dar énfasis a los aspectos que las definen como categorías de análisis en
el contexto de la profesión.
Ética y moral no son expresiones sinónimas, aunque coinciden en tocar una misma
problemática, como lo señalan Rodríguez y otros (1993, p. 18) “La moral se refiere a la
conducta del hombre que obedece a unos criterios valorativos acerca del bien y del mal,
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mientras que la ética estudia la reflexión acerca de tales criterios, así como de todo lo
referente a la moralidad”.
De esta manera, se puede pensar claramente en un modelo para el desarrollo de la
dimensión ética en la formación docente, expresado en una concepción curricular que
oriente al docente hacia la posibilidad de hacerse a sí mismo, de forma autónoma dando
muestras constantes de sus rasgos morales, a través de su conducta, como resultado de su
capacidad para deliberar y elegir una acción moral determinada.
A partir de lo expresado anteriormente, se puede hacer el planteamiento siguiente
para el desarrollo de la dimensión ética en la formación docente, a través de un currículo
que contemple el imperativo de formar un ciudadano profesional de la docencia,
comprometido consigo mismo, con su profesión y con el estado, es necesario construirlo
colectivamente, como un proyecto institucional que abarque: (a) una ética y una moral
personal, (b) una ética y moral comunitaria y (c) una ética y moral social y política, las
cuales se deben desarrollar en cada unidad curricular que conforma el plan de estudios y
no en un solo curso obligatorio como hasta ahora se viene haciendo.
Es evidente que esto implicaría desarrollar una filosofía de la educación que
permita construir una teoría educativa que puede ser de dos clases, como las clasifica
Moore (1994), una sustentada en un argumento general de la educación, viéndola como la
manera más efectiva de lograr el desarrollo de las potencialidades morales e intelectuales;
esta teoría es de tipo descriptiva y con ella se pretende dar una explicación correcta de lo
que significa desarrollar la dimensión ética en la formación docente, como resultado de su
contrastación con la realidad observada. La otra teoría, es la que busca no definir el papel
de la educación sino, de los actores sociales que participan del hecho educativo, suele ser
una teoría de carácter práctico, pues pretende dar prescripciones para las acciones a
ejecutar en torno al desarrollo de la dimensión ética en la formación docente y por ende,
en la profesión docente.
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