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Clonación Humana: Oportunidades y Riesgos
Dr. Néstor V. Torres Darias
Dpto. Bioquímica y Biología Molecular
Universidad de La Laguna
“Beijing (República Popular China). Global Link Press. 12 de agosto de 2012. Un consorcio empresarial radicado en
Beijing, Clonequick Inc., en el que participan empresas europeas y norteamericanas acaba de reconocer que desde hace
tres años llevan ofreciendo servicios de clonación reproductiva a clientes interesados en tener clones de sí mismo o de
donantes voluntarios. Los precios de este servicio oscilan entre los 50.000 y los 150.000 euros según los casos. Hasta el
momento han “servido” más de cien criaturas e informan de que la lista de espera tiene comprometidas sus entregas para
los próximos dos años.
La empresa es propietaria de varias patentes relacionadas con los procesos de clonación reproductiva para animales y
humanos así como de protocolos de modificación génica y de genes sintéticos que confieren cualidades especiales a los
organismos portadores. Este anuncio coincide con el de la salida a bolsa de Clonequick, valorada según estimaciones
iniciales en más de un billón de euros ya que además de los servicios de clonación reproductiva prevé proporcionar
servicios de modificación génica y anuncia proyectos de expansión a otros países con legislaciones permisivas. Entre estos
se encuentran algunos países árabes y repúblicas africanas así como otras de la órbita de influencia de Rusia.”
Esta noticia ficticia, situada en un futuro próximo, no es un escenario
imposible, ni siquiera improbable. El 25 de noviembre de 2001, la compañía
norteamericana Advanced Cell Technology, hizo publica la obtención en sus
laboratorios del primer embrión clónico humano. El anuncio tuvo una gran e
inmediata repercusión mediática que se sumó a la serie noticias sobre este tema
que se venía produciendo desde que en 1997 nació la oveja Dolly, el primer
mamífero superior clonado.
La posibilidad de clonar seres humanos ha pasado a ser, súbitamente, un hecho
técnicamente posible y, muy probablemente, inminente. Por otra parte, este
desarrollo tecnológico abre expectativas y debates inusitadas en temas centrales
como son la identidad humana, la procreación, la salud, la calidad de vida, la
ética o las creencias religiosas. Como resultado de la combinación de estos
factores la sociedad se ve impelida a autorregularse a un ritmo superior a su
capacidad de asimilación. El debate, la reflexión y la subsiguiente toma de
decisiones en un tema en el que subyacen conceptos científicos y éticos
requiere conocer bien aquello de lo que estamos tratando. En este capítulo
trataremos de informar sobre los conceptos y la ciencia básica subyacente en el
tema de la clonación humana y propiciar la reflexión que sirva para conformar
nuestro propio punto de vista.
Fundamentos de la clonación
Un clon es un organismo con idéntica constitución genética que otro, obtenido por métodos asexuales. Clonación es por tanto
el proceso de producción de clones. Un caso bien conocido de clones naturales son los gemelos monocigóticos. Pero el hecho
de que dos clones sean genéticamente idénticos, no significa que sean idénticos. El medio ambiente, tanto natural como
cultural, determinará diferencias entre ellos. Esto quiere decir que un clon de Einstein no tendría por qué tener el mismo
coeficiente intelectual, personalidad y carácter que el Einstein original. El clon de Einstein, desarrollado en unas
determinadas condiciones podría llegar a ser más inteligente y genial que el original, o por el contrario, ser un disminuido
mental. Para que dos clones sean idénticos deberían desarrollarse exactamente en las mismas condiciones, desde la
composición de nutrientes y hormonas en el útero materno hasta la educación o el ambiente familiar. Y puesto que esto no es
posible, dos clones nunca serán idénticos.
Las técnicas de clonación
Existen dos tipos de clonación: la reproductiva y la terapéutica. La clonación reproductiva está dirigida al nacimiento de
individuos completos genéticamente idénticos. Implica la implantación del embrión clonado en el útero de una madre, el
desarrollo del mismo y el nacimiento de un individuo. La clonación terapéutica por su parte está limitada a la fase celular y
tiene como principal finalidad la obtención de las denominadas células madres. Estas son células capaces de reproducirse
indefinidamente y que, estimuladas adecuadamente, pueden evolucionar y diferenciarse hacia cualquier tipo de tejido (piel,
neuronas o músculo cardiaco). Estos tejidos se podrían utilizar para tratar a pacientes con una gran variedad de enfermedades
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sin problemas de rechazo. La clonación terapéutica es por lo tanto un medio para generar células madre, mientras que la
clonación reproductiva tiene como finalidad la reproducción de la especie.
La técnica de clonación por excelencia es la transferencia nuclear (TN). La TN es conceptualmente simple aunque
técnicamente complicada. Consiste en sustituir el núcleo de un óvulo por el núcleo de otra célula y provocar el desarrollo del
embrión. En el caso de la oveja Dolly se extrajeron células de glándula mamaria de un ejemplar de oveja de color blanco,
Finn Dorset. La células de glándula mamaria contienen todos los genes del organismo, pero al estar especializadas sólo están
activos aquellos que son necesarios para la función de la mama. Una vez extraídas fueron trasladadas a un medio de cultivo
en donde se les permitió crecer y dividirse. A continuación una de estas células se trasladó a otro medio de cultivo, en el que
la célula entra en un estado “durmiente”, en el que cesa la división celular. La generación de embriones por TN requiere que
el genoma del núcleo se “reprograme”, y pase de la función original de glándula mamaria a su nueva función de núcleo de
embrión. El siguiente paso consistió en extraer un óvulo sin fertilizar de otra oveja, en este caso de una Scotish Blackface,
que a diferencia de la Finn Dorset, tiene la cabeza de color negro. A este óvulo se le extrajo el núcleo de manera que quedó el
óvulo anucleado desprovisto de su genoma (los cromosomas del núcleo) pero con la maquinaria metabólica necesaria para
producir un embrión. Es en este momento en el que se produce la TN, insertando el núcleo de la célula donadora (en fase
“durmiente”) al óvulo anucleado. Esto se consiguió mediante un débil pulso eléctrico que provocó que se fundiera el óvulo
con el núcleo de la misma forma que dos pompas de jabón se funden en una. Al conjunto así obtenido (óvulo + núcleo de
otra célula) se le sometió a una segunda descarga eléctrica que sirvió para desencadenar los mecanismos que inician la
reprogramación del núcleo y la formación del embrión. Hasta aquí los pasos seguidos son comunes a la clonación
reproductiva y terapéutica. Es a partir de este momento que una y otra toman caminos diferentes.
Clonación reproductiva y clonación terapéutica: estado de la cuestión
En la clonación reproductiva el siguiente paso es la implantación en el útero de
una madre receptiva del embrión que ha comenzado a desarrollarse. En el caso
de Dolly, el embrión se implantó en el útero de una Scotish Blackface y al cabo
de 148 días de gestación nació Dolly, una Finn Dorset idéntica al animal donador
de núcleo. Fue con esta técnica con la que Iam Wilmut, del Instituto Roslin de
Edimburgo consiguió el nacimiento de Dolly. En la clonación terapéutica, se
desarrolla el embrión durante cuatro o cinco días hasta que se transforma en una
bola de 100 a 200 células denominada blastocito. El blastocito contiene en su
interior las células madre utilizables.
Dolly, una Fin Dorset blanca y su madre “de alquiler”
una Scotish Backface.
El éxito de la clonación reproductiva depende de muchos factores no todos bien
conocidos. Esta es la razón por la que el porcentaje de intentos fallidos en la
generación de clones viables es todavía muy alto. A las dificultades de la TN
propiamente dicha hay que añadir los problemas asociados con la implantación
del embrión al útero. De hecho Dolly es el único resultado satisfactorio de 277
intentos. En muchos casos se originaron fetos no viables, algunos llegaron a
nacer pero con graves malformaciones y murieron a las pocas horas. Más
recientemente se han clonado vacas, ratones, pollos, cerdos y monos, pero
siempre con porcentajes de éxito muy bajos.
En el mismo instante en que se hizo público el nacimiento de Dolly se inició la carrera por obtener el primer clon humano. El
año siguiente Advanced Cell Technology anunció la obtención de un embrión humano de doce días, clonado por
transferencia del núcleo de células de piel humana al óvulo de una vaca. En el 2000 un consorcio científico liderado por
Panaiotis Zavos, Severino Antinori y Cristine Boisselier anunció planes de clonar seres humanos para parejas estériles. El
penúltimo hito relevante en esta secuencia interminable tuvo lugar poco después, cuando Advanced Cell Technology
comunicó la obtención del primer embrión humano clonado con objeto de obtener del mismo células madres. Esta empresa,
después de asesorarse sobre los aspectos éticos del procedimiento recolectó óvulos de mujeres anónimas sanas de edades
comprendidas entre los 24 y 32 años que habían sido madres al menos una vez. Simultáneamente tomaron muestras de piel
de otros donantes anónimos que posteriormente servirían para aportar los núcleos. Los donantes de núcleos fueron individuos
de distintas edades, sanos unos y pero con diabetes o lesiones de médula espinal otros, ya que estos serían los primeros
candidatos a beneficiarse de la clonación terapéutica. Paralelamente al anuncio de estos resultados se inició el debate sobre
los aspectos éticos de la clonación humana y sus implicaciones económicas y sociales. En este debate se han esgrimido
razones a favor y en contra de cada una de ellas.
La clonación terapéutica es la que cuenta con más partidarios, entre ellos la inmensa mayoría de la comunidad científica. El
principal argumento a su favor es que servirá para avanzar en nuestro conocimiento sobre la expresión genética y la
diferenciación celular, así como para el desarrollo de tratamientos de numerosas dolencias y enfermedades. Los tejidos
embrionarios clonados pueden ser usados para la sustitución de tejidos enfermos; para la producción de proteínas de uso
terapéutico, el diagnóstico de enfermedades, el diseño de tratamientos de prevención de enfermedades genéticas, ensayos de
medicinas y procedimientos médicos, etc. La clonación reproductiva tiene sin embargo hoy por hoy muchos menos
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defensores. Entre estos se sitúan aquellos que esgrimen razones de índole personal: la clonación de adultos representa una
salida para aquellos que por diversas razones deseen niños genéticamente idénticos a ellos mismos o a alguien a quien
quieren o admiran. En este caso la clonación se justifica como una expresión de la libertad reproductiva individual que no
debe estar limitada por la legislación. En contra están los que esgrimen el carácter experimental de las técnicas empleadas y
el elevado riesgo de fracasos y de seres humanos defectuosos. Además esta baja tasa de éxito precisaría emplear un elevado
número de embriones, lo que agudizaría el problema del almacenamiento y uso de los embriones sobrantes. Sin embargo es
factible que si las investigaciones avanzan se puedan mejorar las técnicas y alcanzar niveles de éxito comparables a los
nacimientos naturales, con lo que en ese momento esta objeción dejaría de serlo. Otro tipo de objeciones se basa en el hecho
de que la clonación reproductiva pasaría a convertirse en un acto de consumo: se estaría propiciando la producción
caprichosa de un ser humano idéntico a otro. En este escenario es posible imaginar un mercado de genoma, en el que se
valore a los donantes dispuestos a permitir su clonación a cambio de dinero: estrellas de cine, atletas, o premios Nóbel. Y
surge un conflicto entre derechos individuales. Al derecho individual de reproducción esgrimido por los defensores de la
clonación reproductiva se contraponen los derechos de los que es titular el recién nacido. Así la clonación por TN atentaría
contra el derecho del hijo a tener un padre y una madre biológicos-genéticos. Por último no es descartable que los clones
lleguen a ser considerados ciudadanos de segunda clase; en algunos casos engendrados con la única finalidad de servir de
proveedores de órganos.
Desde una perspectiva religiosa la posición común es de rechazo. Para la Iglesia Católica y también para la mayoría de las
confesiones religiosas la vida humana es única y especial y sólo puede ser creada, determinada o controlada por sus deidades
correspondientes. Esto les lleva a oponerse a la clonación humana en cualquiera de sus variantes, incluida la clonación
terapéutica. La excepción más más extrema y heterodoxa es la representada por el culto de los raelianos. Para este grupo la
vida en la Tierra fue creada en laboratorios por seres extraterrestres. Los grandes profetas y fundadores de credos religiosos
como Buda, Mahoma o Jesucristo son clones de seres superiores traídos a la Tierra, y se podrá alcanzar la vida eterna por la
vía de la clonación. Se clonaría a una persona adulta sin tener que pasar por el proceso de crecimiento, transfiriéndole no sólo
su genoma sino también sus recuerdos y personalidad de manera que, en esta suerte de reencarnación, despertaría después de
la muerte en un nuevo cuerpo tal y como si de despertar de un sueño se tratara.
En línea con los argumentos a favor y en contra arriba expuestos, la mayor parte de los países de nuestro entorno cultural ha
desarrollado legislaciones que prohíben la clonación reproductiva pero que en algunos casos dejan abierta vías para la
clonación terapéutica. En España la clonación de seres humanos está expresamente prohibida desde 1995 en el Código Penal
(Art. 16: “se castigarán la creación de seres humanos por clonación u otros procedimientos dirigidos a la selección de la
raza”). Recientemente el Congreso de los Diputados rechazó la autorización a investigar con células madre embrionarias.
Una situación similar se da en Italia, Alemania, Francia, Bélgica o Japón. Por su parte el Consejo de Europa ha recomendado
la prohibición en varias ocasiones. En Europa la excepción hasta ahora es el Reino Unido. En este país la denominada Ley de
Fecundación Humana y Embriología autoriza la clonación y el cultivo de células madre humanas con finalidades terapéuticas
tales como obtención de cultivos celulares personalizados para transplantes.
En los Estados Unidos de América el Presidente Bill Clinton impuso en su momento una moratoria sobre investigaciones
encaminadas a la clonación humana y la Comisión Nacional Asesora de Bioética recomendó que se impusieran restricciones
legales al respecto. Más recientemente el Presidente George W. Bush, a pesar de su rechazo inicial, ha permitido la
investigación con fondos públicos en células madres clonadas extraídas de embriones de ciertas líneas ya existentes
(clonación terapéutica), aunque el Congreso aún no ha prohibido con una legislación específica la experimentación en
clonación con embriones humanos. Este vacío legal es el que permitió a la empresa Advanced Cell Technology llevar a cabo
sus experimentos y lo que sin duda propiciará que otras empresas lo hagan.
Conclusiones
Es indiscutible que la utilización de embriones clonados como fuente de células madre tiene una utilidad cierta en el
desarrollo de terapias regenerativas que permitirán tratar una amplia gama de enfermedades humanas hoy incurables como la
diabetes, el cáncer, el SIDA, el Parkinson o el Alzheimer. Igualmente es cierto que la clonación humana reproductiva es
prácticamente posible. De hecho el más importante argumento en contra de la clonación reproductiva viene de las
limitaciones de la técnica de cara a su viabilidad. Pero que estas limitaciones se superen es cuestión de tiempo y llegado ese
momento nada podrá impedir que se practique. Presumiblemente se abrirá un nuevo mercado (legal o ilegal) en el que
aquellos que puedan permitírselo podrán generar clones de sí mismos.
Ante este panorama compuesto a partes iguales de riesgos y posibilidades, ¿debe la comunidad renunciar a los beneficios
potenciales por el rechazo ético que generan las cuestiones asociadas con la clonación humana en cualquiera de sus
modalidades?; ¿condenaremos en su momento al nuevo Frankenstein como en la novela de Mary Shelley?; ¿adoptaremos la
solución de imponer a todos un juicio inspirado por principios religiosos o la de permitir a los ciudadanos juzgar por sí
mismos sobre cuestiones que, como las que surgen con relación a la clonación humana, son definitorias y nos afectan
íntimamente? Este es el debate que se ha abierto, en el que todos tenemos derecho a intervenir. Pero la participación exige
conocimiento e información. Sólo así estaremos a salvo de las manipulaciones a las que, por motivos religiosos, ideológicos,
económicos o por prejuicios basados en la ignorancia vamos a estar expuestos.
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En cualquier investigación científica y en sus posibles aplicaciones siempre hay riesgos, riesgos cada día más sutiles y
difíciles de comprender. Nuestra sociedad y nuestra cultura basada en los principios de democracia y respeto a la libertad
individual, han resuelto este antiguo dilema a través del debate democrático y del análisis ético. Y en ningún caso la solución
ha sido quemar el laboratorio, matar a Frankenstein y condenar a su criatura. Por el contrario la respuesta ha sido conocer las
consecuencias de lo que se investiga en él y aceptar y limitar sus riesgos. Lo que nos lleva a que la actividad científica debe
estar regulada por la sociedad a través sus instituciones y de la representación política. Instituciones y representación en los
que las únicas fuerzas y argumentos no deben ser las puras del mercado y del beneficio económico o las creencias algunos. El
miedo, ni siquiera el que nos podría inspirar el escenario que se describe en la noticia imaginada con la que iniciábamos este
capítulo, debe limitar la libertad y el progreso.
Bibliografía
Clone: The Road to Dolly, and the Path Ahead. Gina Kolata. William Morrow and company. Inc. New York. 1998.
Clones and Clones: Facts and Fantasies About Human Cloning. Martha Nussbaum and Cass Sunstein (Editores). W.W.
Norton & Company. 1998.