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República Dominicana: Modelo de éxito
Turismo todo incluido y nuevos desafíos
Excelentísima Señora Line Marie León Pernet, Embajadora de Suiza,
Sr. Jean Alain Rodríguez,
Sr. Federico Sommaruga,
Sr. Gaetan Bucher,
Señoras y señores,
Felicito a esta Cámara de Comercio y Turismo Domínico-Suiza por la iniciativa de
convocar este Foro para discutir las experiencias en desarrollo turístico de Suiza y de
República Dominicana.
Agradezco asimismo, en nombre de Asonahores, la
oportunidad de intervenir en el mismo y comentar sobre el turismo todo incluido como
fundamento del desarrollo de la actividad turística en nuestro país.
En deferencia al tiempo y a los demás panelistas, he preferido leer y no exponer para
asegurarme de dar solo pinceladas sobre el tema, circunscribiéndome al texto
preparado.
La historia del turismo dominicano se comienza a escribir hace solo 45 años, en 1970,
cuando, cada vez con más frecuencia, en los corrillos políticos se menciona como
actividad económica de interés la ‘industria sin chimeneas’. El empresariado comienza
también a enfocarse sobre esa nueva oportunidad, con iniciativas como la del Central
Romana y su hotel Romana.
En ese entonces, con una planta hotelera en el país de no más de 800 habitaciones,
muchas de ellas de dudosa calidad internacional, se promulga en 1971 la Ley 153 de
Incentivo al Desarrollo Turístico. Esta ley, por su generoso desgravamen a la renta
imponible de los contribuyentes locales, tiene como principal efecto el movilizar ahorro
interno hacia la actividad turística; no así el estímulo a la inversión extranjera. Motiva
asimismo a muchos emprendedores de otros sectores de la economía, con muy pocos
conocimientos sobre el negocio, hacia la actividad hotelera.
Se acomete así la actividad turística sin tradición empresarial y sin muchos
conocimientos técnicos sobre la misma.
El desarrollo se acomete casi simultáneamente en dos frentes geográficos principales,
la costa Norte y el Este profundo. En la costa Norte, y con los auspicios del Banco
Central de la República Dominicana y fondos del Banco Mundial, se inicia con el
proyecto turístico de Puerto Plata. Un esfuerzo de planificación regional y dotación de
infraestructura en todos los renglones: vías, aeropuerto, acueductos, alcantarillados,
electricidad, reglamentación urbana y turística, formación profesional, y en general,
todos los elementos que el manual de desarrollo turístico de la época indicaba. Antes
de terminar la década, en 1979 y con toda la infraestructura regional en su puesto, abre
el primer hotel en el enclave de Playa Dorada; el Jack Tar Village.
En la Costa Norte, pese a contarse con incentivos fiscales, financiación subsidiada,
tierra titulada, infraestructura de punta y amenidades diseñadas con el respaldo de
enjundiosos y copiosos estudios de mercado, no fuimos capaces de atraer ninguna
inversión extranjera del establishment de la época, ni logramos concitar el interés de
ninguna de las principales cadenas hoteleras internacionales. Siendo la efímera
presencia de poco más de un año de Holiday Inn en Playa Dorada, la excepción que
confirma esa aseveración.
We built it and they didn’t come. Emprendedores dominicanos, ajenos al liderazgo
empresarial del país, acometieron los proyectos de desarrollo turístico de la Costa
Norte. Sin experiencia y afortunadamente, sin ideas preconcebidas de lo que había
que hacer. El sentido práctico que la necesidad de despegar daba, permeó ese
proceso de despegue.
En el Este profundo el proceso tuvo un punto de partida simultáneo, hace 45 años, pero
muy diferente; aunque los resultados fueron muy similares. La total ausencia de
intervención estatal hizo posible que manos privadas se apalancaran en grandes
extensiones de tierra de baja productividad, propiedad de un grupo inversor extranjero
sin tradición inmobiliaria o turística; y en unas cabañitas que hoy quisiéramos evocar
como un boutique hotel en una playa paradisíaca a cincuenta kilómetros del
asentamiento humano más próximo, para lograr lo que hoy se reconoce como el
principal destino turístico del país.
Con casi una década de retraso con respecto a la Costa Norte, en el Este profundo,
rebautizado ya Punta Cana, se logró construir el primer aeropuerto internacional
privado del mundo, y concomitantemente con éste, se desarrolló el hotel Club
Mediterranée. Estas inversiones motivaron en los años siguientes a empresarios
hoteleros españoles que habían venido tomando posiciones inmobiliarias en la región a
impulsar en grande la actividad hotelera en la zona vecina de Bávaro.
Mientras se daba este proceso de desarrollo regional en el Norte y en el Este, el
Central Romana acometía con éxito su proyecto Casa de Campo. Este desarrollo
inmobiliario turístico complementario de las operaciones agrícolas y ganaderas de
dicha empresa, se realizaba con adecuada capitalización, visión clara y enfoque
estrecho – en cierta medida autárquico – persiguiendo el objetivo de ser el primer
desarrollo turístico integrado del país, colocándose en el segmento de lujo y
compitiendo entre los líderes mundiales.
Observo con curiosidad que en ambas regiones, los primeros hoteles, Jack Tar y Club
Med, operaban con sistemas incipientes de todo incluido. Ahora, ¿por qué todo
incluido?
Hay poderosas características particulares de la República Dominicana que han
motivado la adopción y el desarrollo del modelo operativo todo incluido en el país.
Estas son:
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Como hemos visto, en los inicios de nuestro desarrollo turístico los jugadores
convencionales del sector a nivel internacional, los Hilton y los Marriott, con los
capitales que los apoyan, desconfiaron de nuestro potencial turístico, dejando el
campo abierto para jugadores nuevos como Jack Tar y Club Med.
La ausencia de recursos económicos para una promoción que atrajera hacia
nuestros aeropuertos líneas aéreas regulares y que permitiera la colocación del
producto turístico dominicano con mínima intermediación en el mercado mundial,
hizo necesario que nuestro producto se introdujera a través de canales de tour
operación al por mayor. Este tipo de turoperación se hace más eficiente al
formular paquetes estandarizados todo incluido movidos a través de vuelos
chárter.
El deterioro casi inmediato de la infraestructura construida en la Costa Norte y la
carencia de servicios complementarios a la actividad turística en las
comunidades existentes en esa región, y la ausencia total tanto de
infraestructura como de servicios complementarios en el Este profundo,
motivaron que la actividad hotelera en sus inicios tuviera que realizarse en
enclaves auto-servidos. La operación todo incluido era la fórmula idónea para
enfrentar estas carencias con eficiencia en costos y con garantía de entrega del
servicio adecuado.
Ahora bien, si las particularidades de nuestra realidad económica y social en los inicios
del desarrollo turístico dieron origen al compromiso con el modelo todo incluido de
operación hotelera, movimientos en el mercado internacional y ventajas comparativas
de la economía dominicana no turística, han consolidado el modelo todo incluido como
nuestra ventaja.
Les he expuesto que por muchas razones nuestro destino turístico ‘no es cinco
estrellas’, para usar el cliché. Nuestro enfoque, que nos ha llevado a ser en 45 años el
principal destino turístico del Caribe y el dinamo de la economía nacional, ha sido el
posicionarnos en los mercados medios del turismo de alto volumen. Con ese
posicionamiento hemos participado como actores de importancia en lo que me gusta
definir como la ‘democratización de los viajes de vacaciones’. En las últimas décadas
las vacaciones a las playas del Caribe pasaron a ser un consumo conspicuo de las
élites para ser el producto obligado de las clases medias. El todo incluido es el
producto mejor adaptado a los patrones de consumo de las mayorías.
El ejemplo por excelencia de este fenómeno mundial se encuentra en la evolución de
los cruceros de placer, que pasaron de Cunard de super lujo a Carnival todo incluido.
Pero ese fenómeno se ve en casi todos los renglones del consumo donde las líneas de
lujo penetran los renglones de consumo masivo por diferentes vías. Tumi vende la
línea Tech y Brooks Brothers se mercadea en sus ‘premium outlets’.
Hay otro fenómeno económico que ha contribuido a consolidarnos como líderes en el
producto todo incluido. Uno de los fundamentos de ese sistema operativo es que los
costos sean bajos. La productividad de nuestro sector agrícola y agroalimentario, y, en
algunos casos, la productividad y eficiencia de nuestra manufactura ligera se han
eslabonado bien con la industria hotelera, ayudándola a mantener sus costos por
debajo de sus competidores. Eso ha hecho posible el todo incluido como ventaja
competitiva nuestra.
Se preguntarán ustedes, pues, ¿Qué del futuro?
turismo en los términos siguientes:
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Yo resumo nuestro futuro en el
El todo incluido continuará siendo nuestro producto básico, ampliándose en
regiones de infraestructura limitada que precisan de una inserción acelerada en
el turismo. Lo veo pues creciendo en el Sur y en la línea noroeste.
El valor agregado del producto todo incluido seguirá creciendo. La tendencia
hacia la excelencia y el alto valor que han marcado productos de lujo como el
Colorado Drowsy Water Ranch de EEUU, The Caves de Negril en Jamaica, o el
Nukubati Island en Fiji continuará y se afianzará. (Notarán que no he usado
ejemplos de hoteles dominicanos, que en el renglón de lujo son muchos y muy
buenos.)
Los consumidores norteamericanos que después de la gran recesión de los
últimos años vuelan en Jet Blue y siguen usando sus zapatos Prada, optarán por
el deal que el todo incluido ofrece.
Los consumidores de los países emergentes, los chinos por ejemplo, que se
movilizan como hordas de langostas y están acostumbrados a sus experiencias
regimentadas, están dando vida al todo incluido en el sudeste asiático y más
temprano que tarde llegarán al Caribe.
Nosotros continuaremos la diversificación del producto turístico en hoteles de
lujo de operación convencional; nos consagraremos como destino de reuniones
y convenciones; explotaremos los nichos del ecoturismo, turismo de salud, y de
jubilados.
También aprovecharemos cada vez más la demanda que proviene de golfistas,
buceadores, homosexuales, deportistas extremos, gastrónomos, etc.
Quiero reiterar para concluir, que el todo incluido es el bread and butter de nuestra
hotelería, que es la esencia de nuestra ventaja competitiva, el fundamento del bienestar
de nuestra industria, y un producto de gran futuro que sigue las tendencias más
progresistas de la industria de viajes.