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El dilema cambiario por Daniel Artana* Los indicadores de actividad confirman que la economía sigue en un receso moderado, pero ello contrasta con la importante recuperación en la confianza del consumidor. Esa aparente contradicción no es tal cuando se observa que la reducción en la tasa de inflación ha mejorado el poder adquisitivo de sueldos y jubilaciones, con incrementos calculados en base a la inflación pasada. Además, el Banco Central ha aumentado el ritmo de emisión acercándolo a la tasa de inflación real. Las condiciones para un aumento en la demanda están aunque no es claro que habrá las divisas suficientes que son necesarias para aumentar la oferta. 65% Confianza del Consumidor Universidad Di Tella 60% 55% 50% 45% 40% 35% 30% Mar-02 Sep-02 Mar-03 Sep-03 Mar-04 Sep-04 Mar-05 Sep-05 Mar-06 Sep-06 Mar-07 Sep-07 Mar-08 Sep-08 Mar-09 Sep-09 Mar-10 Sep-10 Mar-11 Sep-11 Mar-12 Sep-12 Mar-13 Sep-13 Mar-14 Sep-14 Mar-15 25% El tránsito hacia las elecciones y el cambio de gobierno puede generar otras dificultades para el manejo de la economía. En la medida en que gane consenso la idea de que el tipo de cambio está atrasado, la demanda de pesos puede resentirse si los depositantes esperan que se elimine el cepo cambiario. Además, eso puede alentar a los productores a postergar la venta de sus productos exportables. Por último, influirá la expectativa acerca de lo que hará el próximo presidente. Como la economía requiere correcciones importantes, si las encuestas muestran que aumenta la intención de voto para los candidatos que se espera que modifiquen menos las cosas, ello puede aumentar el riesgo país y limitar el espacio para la colocación de deuda externa. Paradojalmente, el manejo de la política económica por parte de la administración actual es más fácil cuánto más se perciba que el próximo presidente cambiará las cosas. La política cambiaria de la próxima administración es un tema central. Esta administración, por errores propios, no está en condiciones de reducir las restricciones que existen a las transacciones cambiarias -de hecho, las ha profundizado en los últimos meses- porque producto de la desconfianza que generan sus decisiones inconsistentes de política económica ha logrado que en un mundo donde sobraban dólares, en la Argentina escaseen. En definitiva, el cepo fue el instrumento utilizado para intentar demorar las correcciones necesarias en el frente fiscal y monetario, luego de años de excesos cuyos efectos eran tapados por el precio récord de la soja en el mercado internacional y por la apreciación del real brasilero. En la medida en que el próximo presidente busque volver a la normalidad, el cepo cambiario deberá desaparecer. Si ello ocurre el 11 de diciembre o algunos meses después no parece relevante, más teniendo en cuenta que hay varias dimensiones del cepo: la restricción a la libertad de comprar divisas para ahorrar, negociar bienes inmuebles o viajar al exterior, las demoras en los pagos de importaciones, regalías y dividendos al exterior y la obligación de los exportadores de liquidar divisas en plazos inusualmente cortos. La velocidad a la cual se puede levantar el cepo depende de varios factores. Obviamente, hay que modificar de cuajo la inconsistente trayectoria de la política fiscal y monetaria. No es necesario eliminar de golpe el déficit fiscal, pero no parece suficiente hacer sólo anuncios de correcciones a futuro. Además, al momento del cambio de gobierno, seguramente habrá atrasos importantes en los pagos de importaciones, se acumularán varios años de giros de dividendos por debajo de los normales y habrá pocas reservas líquidas. A favor, jugarían la normalización de las ventas de soja, si es que se retiene algo más de lo habitual en el camino a diciembre, y la posibilidad de que entren capitales apostando a la recuperación de la economía argentina. Sin algún “ordenamiento” inducido por la autoridad monetaria, los primeros días de la próxima administración es posible que haya, ex–ante, más demanda que oferta de dólares. De todos modos, hay otros temas más importantes que discutir si el cepo se elimina en uno o 100 días. Un primer tema a resolver es cómo se logra revertir la desconfianza en la Argentina que ha generado la actual administración. Los famosos primeros 100 días de un nuevo gobierno son clave. Pero ¿qué es necesario incluir en ese período para no desilusionar a los que quieren apostar a la recuperación del país? Soluciones graduales no parecen suficientes luego del shock externo negativo que ha sufrido la Argentina y que no ha sido corregido por la actual administración. Debe tenerse presente que la entrada de capitales es indispensable no sólo para acelerar la salida del cepo sino, mucho más importante, para que el necesario ajuste del sector público no sea recesivo. El segundo tema es el nivel del tipo de cambio. La eliminación total del cepo lleva por definición a la unificación. Si no llueven dólares –por la razón que sea- la convergencia se hará mucho más cerca del tipo de cambio “blue” que del oficial que haya en ese momento. En un contexto de bajas reservas líquidas la autoridad monetaria deberá preocuparse por tener disponibles los instrumentos adecuados que permitan controlar una depreciación mayor a la buscada. Pero ¿qué pasa si la entrada de capitales es de una magnitud tal que hay presiones de mercado para sostener el valor cerca del oficial? Aquí debemos recordar que el equilibrio financiero de corto plazo entre la demanda y la oferta de dólares puede no ser sostenible a mediano plazo. En particular, debemos recordar varios factores que sugieren que hoy tenemos un atraso cambiario significativo: entre los más importantes, la fuerte reducción de exportaciones no tradicionales y los costos laborales unitarios industriales, 75% mayores a los que había al final de la Convertibilidad. El impacto en los costos del sector transable de la economía es hoy compensado por tres elementos que desaparecerán tarde o temprano. Por un lado, los subsidios a la energía para la industria y el comercio superan hoy un punto del PIB. Dado que es más fácil políticamente eliminar estos subsidios que los que favorecen a los consumidores residenciales, en un marco de estrechez fiscal es razonable esperar que ese subsidio se pierda relativamente rápido. Además, la unificación cambiaria eliminará la posibilidad importar insumos a dólar comercial y vender los productos a precios calibrados a un tipo de cambio mayor. Finalmente, las restricciones para-arancelarias al comercio exterior deberían reducirse sustancialmente, luego de que los argumentos de la Argentina en su defensa fueron desestimados por la OMC. Si sólo hay una tenue garúa de dólares, el mercado hará el trabajo por sí sólo; pero si llueven dólares, es mejor que la autoridad monetaria vaya pensando en cómo evitar la apreciación respecto de la cotización del “blue”. Esa tarea será más fácil cuánto más se reduzca el pedido del Tesoro por financiamiento monetario. *Economista de FIEL