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La Tasa Tobin:
un impuesto de buenas acciones
Carlos Julio Ramírez Arboleda
Resumen
Palabras clave: Impuesto, Capita­­les especulativos, Tipo de cambio, Tasa de Tobin,
inversión interna, inversión externa
La proposición de concebir un impuesto regulador a los capitales especulativos, del
premio Nobel de eco­­nomía James Tobin, está destinada a proteger los be­­neficios
del mundo en general, a través de una pe­­queña medida disuasoria en contra de
los beneficios de los capitales especulativos. El impuesto se estructuró para frenar
la especulación responsable de grandes fluctuaciones en los tipos de cambio, y de
graves daños a las economías.
Abstract:
The proposition of Nobel Prize of Economy; James Tobin, to conceive a regulating
tax to speculative capitals, is destined to protect world’s benefit in ge­­neral through a
small dissuading measurement against the benefits of speculative capitals. The tax
was structured to brake the speculation responsible for major fluctuations in currency
exchange and serious damages to the economies.
*
Economista Industrial, Universidad de Medellín. Candidato a Maestría en Economía Internacional, Universidad Nacional
de Colombia. Profesor Universidad de Medellín. Correo electrónico: [email protected]
1
SEMESTRE ECONÓMICO vol. 5, No. 10
Carlos Julio Ramírez Arboleda
Introducción
La propuesta de crear un impuesto re­­gulador a los capitales especulativos del premio Nobel de
economía James Tobin está destinada a proteger los beneficios del mundo en general, a través
de una pequeña medida disuasoria en contra de los beneficios de los capitales espe­­culativos. Por
eso desde el punto de vis­­ta de la lucha contra el capitalismo, esta propuesta no tiene la mínima
intención de cortar el progreso de éste.
¿Si se aplicara la tasa Tobin sería real­­mente un problema para los especula­­dores? En lo mínimo.
Los grandes im­­perios financieros conocen miles de for­­mas para eludir los impuestos y sobre todo
un impuesto con un sujeto pasivo tan inestable de identificar1.
La tasa Tobin busca generar estabilidad y proteger los intereses tanto de los ca­­pitalistas como de
los pobladores de una región, ya que distribuye los bene­­ficios para ambos lados y de ninguna otra
manera busca perjudicarles. James Tobin decía: “el dinero recaudado con este impuesto puede
ser distribuido en buenas acciones”, por ejemplo para ayu­­dar a los países en vía de desarrollo.
En los discursos de Tobin, veremos la constante preocupación de lo que él consideraba como un
nivel insuficiente de inversión interna y externa en los EE.UU., durante la década de los seten­­
ta. Tobin consideraba que se podían conseguir fácilmente grandes cantida­­des de dinero por
los mercados finan­­cieros del mundo, gracias a los benefi­­cios que se podían conseguir con las
variaciones existentes en los diferentes tipos de cambio de las divisas; esto atraía a los capitales
en detrimento de las inversiones fijas; además, los ban­­cos centrales poseen poco tiempo para
ajusfar la política monetaria a los mo­­vimientos de capitales, porque los ca­­pitales especulativos
son rentables in­­cluso con pequeñas variaciones en los tipos de cambio.
Tobin propone sin vacilación la impo­­sición de un tributo mínimo a las tran­­sacciones financieras
internacionales. Pensaba, además, que el impuesto re­­trasaría el movimiento del capital, por­­que
obligaría a los especuladores a es­­perar más tiempo antes de conseguir la rentabilidad esperada
y, entonces, los bancos centrales tendrían más tiempo para defender el valor de sus divisas en
los mercados financieros.
Tobin desmitificó su teoría entre los especuladores al describirla como “un grano de arena en las
ruedas del mer­­cado financiero”, lo que no implica no asustar a los especuladores financieros del
mundo, y subrayó la naturaleza “simbólica” de este impuesto.
1. Argumentos políticos y prácticos
El impuesto se estructuró para frenar la especulación irresponsable de grandes fluctuaciones en
los tipos de cambio y de graves daños a las economías. En la década de los noventa, dos hechos
le abrieron la puerta a las pretensiones de Tobin.
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La Tasa Tobin: un impuesto de buenas acciones
En primer lugar, el elevado crecimien­­to de las transacciones en moneda ex­­tranjera en ciertos
países del mundo y el correspondiente incremento de la inestabilidad monetaria y sus conse­­cuentes
crisis financieras.
En segundo lugar, el impuesto debe generar grandes recaudos para los inte­­resados en financiar
el desarrollo (una preocupación ronda en sus pretensio­­nes y son los retos que afrontarán los
estados); es así como se hace un llama­­do a la cooperación internacional en temas tales como
terrorismo, pobreza y medio ambiente.
Algunos economistas argumentan que el recaudo del impuesto podría finan­­ciar algunas instituciones
de las Nacio­­nes Unidas. De todas formas, surge la disyuntiva entre los objetivos de esta­­bilizar el
mercado de divisas y el de generar ingresos; la mayor efectividad del impuesto está en detener la
especu­­lación. Sin embargo, ante una disminu­­ción significativa del intercambio de las divisas, el
ingreso continuaría siendo representativo dentro de las transaccio­­nes mundiales.
¿Funcionaría?
El impuesto es esencialmente una muy reducida tasa que estaría entre el rango de 0.1-0.5% sobre
todas las negociacio­­nes del mercado cambiario2. Esto gene­­raría una reducción en las transaccio­­
nes a corto plazo, sin esterilizar el mun­­do del comercio internacional, el flujo de capitales a largo
plazo, y los ajustes en los tipos de cambio como beneficio para la dinámica de la economía real.
Los defensores del impuesto afirman que su implicación ayudará a evitar las crisis que han afectado
tanto a los paí­­ses industrializados como en vía de desarrollo, particularmente los últimos países,
con graves consecuencias socia­­les. Destacan así mismo, que el impues­­to estimulará la inversión
productiva y, por consiguiente, el crecimiento.
Las voces críticas sostienen, por un lado, que su aplicación será complicada y que el impuesto no
detendrá los ataques contra monedas claramente sobrevaluadas, como ocurrió en Rusia y en el
Bra­­sil. Por otra parte, se considera muy di­­fícil alcanzar un consenso acerca de la distribución de
los ingresos. En este sen­­tido, los gobiernos pretenderían que­­darse con los recaudos, en detrimento
de promover el desarrollo equitativo en el mundo.
En la misma forma, los principales paí­­ses industriales no desearían perder el control financiero
de las organizaciones multilaterales como el FMI, y particu­­larmente los EE.UU. se opondrían a
pro­­puestas dirigidas a incrementar la finan­­ciación de las actuales organizaciones de la ONU.
Existen divisiones con relación a la efec­­tividad de un impuesto sobre las tran­­sacciones en el
mercado de cambio cuando se refiere a la reducción de su inestabilidad sistémica3. Se opina que
calmaría los mercados, pero como el dinero especulativo sólo es parte del problema en la crisis
de los últimos años, el efecto beneficioso del impues­­to por sí solo no debería sobre valuarse.
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Para conseguir una mayor estabilidad en el mercado de divisas se requieren también cambios en
las políticas que provocan una sobrevaluación de la moneda. Esto significaría, en primer lu­­gar,
la definición de medidas de con­­trol y reguladoras, tanto en países exportadores como importa­
dores de capital; así mismo, son necesarios cam­­bios en el panel de las instituciones fi­­nancieras
internacionales.
Es innegable que de existir tal impues­­to, existirían problemas en la aplicación de éste, pero no
son irresolubles. La ma­­yor parte del comercio de divisas tiene lugar en un puñado de centros,
las ins­­tituciones financieras están actuan­­do relativamente bien reguladas y los paraísos fiscales
pueden ser controla­­dos. Las autoridades tributarias están acostumbradas a manejar innovaciones
financieras y tecnológicas, dirigidas a controlar la evasión fiscal.
2. Disponiblidad política
A pesar de que las últimas crisis han abierto el debate sobre reformas en el sector financiero y
los agentes políticos están ansiosos de ideas, la posibilidad de instaurar un impuesto sobre las
tran­­sacciones de divisas no se contempla aún en la agenda internacional. Aun­­que el miedo de
futuras crisis ha aumen­­tado relativamente sobre todo en los EE.UU4; continúa la preocupación
en­­tre los gobiernos y los sectores de nego­­cios en Europa y Japón. Sin embargo, si los EE.UU.
entraran en aguas turbulen­­tas, el escenario político podría trans­­formarse significativamente.
En realidad, cualquier propuesta sobre la distribución de los ingresos del im­­puesto es susceptible
de contar con la oposición de alguna de las partes, as­­pecto que levanta la cuestión sobre la
disyuntiva política entre los dos objeti­­vos del impuesto. La alternativa políti­­camente más viable
permitiría a los go­­biernos quedarse con la mayor parte de la recaudación, cediendo una pequeña
parte a las organizaciones multilatera­­les y a otras “buenas causas”. En otras palabras, si se
quiere que el impuesto sea aprobado por su efecto estabiliza­­dor, es necesario comprometer
hasta cierto punto el objetivo de la financia­­ción para el desarrollo. Y esto, primordialmente, porque
independientemen­­te de cuestiones relacionadas con la efi­­cacia del impuesto y la financiación de
organizaciones internacionales, en la época actual se observa cómo la poca voluntad política
podría transformarse significativamente.
Entre las fuerzas potencialmente favo­­rables al impuesto Tobin se incluyen las organizaciones de
las Naciones Unidas, especialmente por el posible incremen­­to de sus ingresos, como aquellos
paí­­ses en desarrollo que sufren la volatilidad de sus capitales y están ávi­­dos de incrementar los
recursos en el área de desarrollo.
Finalmente, se incluyen aquellos que esperan ellos mismos asumir un papel clave en la recolección
de los beneficios del impuesto. Los países industrializa­­dos los cuales ya fueron afectados por la
crisis en su intento de trasladar sus capitales alrededor del mundo podrían identificarse con el
proyecto.
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La Tasa Tobin: un impuesto de buenas acciones
El concepto de un impuesto sobre tran­­sacciones de divisas llega fácilmente al público. Aunque
el propio nombre “Im­­puesto Tobin” tal vez no sea de gran ayuda para el lobbying, es una ventaja
en la realización de una campaña pú­­blica. Si muchos países desarrollados, incluyendo el Reino
Unido, han sufri­­do hasta hace poco la experiencia de la inestabilidad monetaria y los efectos de
la especulación, esto ayuda a los ciuda­­danos a darse cuenta de que son parte del problema y
de que necesitan enten­­der la dimensión del mismo. El éxito de las campañas de condonación y
ali­­geramiento de las deudas puede movi­­lizar al público y mostraría un marco de referencia para
abordar otros temas que para el futuro el Impuesto Tobin ya había planteado.
La campaña
Una muy buena campaña debería in­­cluir la propuesta del Impuesto Tobin dentro de un marco
de recomendacio­­nes sobre las reformas políticas e insti­­tucionales. El impuesto no representa la
panacea de la estabilización, pero la propuesta adquiere atención particular, cuando se integra a
su función de estabilizadora –la de generar ingresos–.
Las iniciativas sobre la distribución de los ingresos deben ser poco controverti­­das si la idea
pretende ser políticamente viable. También deberíamos considerar y promover otros impuestos
internacio­­nales sobre el movimiento de capital y empresas, para financiar mecanismos de desarrollo
económico y social.
3. Pensamiento socialista
La globalización de la economía no es nada nuevo. Desde hace ciento cincuen­­ta años Marx y
Engels5 describieron el desarrollo en los medios de producción y la unificación de la economía
mun­­dial a través del comercio. Era un pro­­ceso progresista desde el punto de vis­­ta de lo histórico
y además este proceso crearía las bases materiales para la fu­­tura sociedad socialista.
Mediante la división internacional del trabajo y la producción a gran escala las fuerzas productivas
han alcanzado un nivel impresionante. Esta conquista abre la posibilidad, por primera vez en la
historia de la humanidad, de satisfa­­cer todas las necesidades básicas de la población de todo el
planeta.
Si todavía viven en la pobreza más de las tres cuartas partes de la humanidad, si la riqueza está
cada vez más concentrada en las manos de una pequeña minoría capitalista, si el hambre mata
a millones de personas cada año, es porque los me­­dios de producción todavía son propie­­dad de
los capitalistas y por eso no se pueden utilizar de una forma racional y democrática en interés de
toda la huma­­nidad. Por eso, la solución a los males que aquejan a la humanidad se encuen­­tra
en la expropiación de los capitalistas y la organización de la economía en las líneas socialistas y
democráticas.
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Denunciar los efectos nocivos de los “movimientos de capital” es una cosa, pero la cuestión más
importante es quién ostenta y controla la riqueza. El capital es simplemente la acumulación de
la plusvalía generada por el trabajo. Cuando el capitalista invierte su “capi­­tal”6 para conseguir
beneficios, lo que hace es apropiarse de la riqueza gene­­rada por el trabajo.
La única forma de poner fin a la espe­­culación, la explotación, el militarismo, las guerras y la
corrupción, es poner la propiedad y el control del “capital” en manos de quien crea la riqueza: la
clase obrera.
4. Beneficios económicos del impuesto
El impuesto es una fórmula para redu­­cir los flujos desestabilizadores, relativa­­mente simple; su
base tributaria consis­­te en transacciones de muy corto plazo, de doble dirección especulativa
y de ar­­bitraje financiero en el mercado interbancario. A mayor frecuencia de las transac­­ciones,
mayor carga supone el impues­­to. Así se pretende desincentivar las tran­­sacciones a corto plazo
sin perjudicar el comercio internacional, los flujos de ca­­pital a largo plazo, ni los ajustes en el valor
de las monedas, consecuencias de cambio en la economía real.
El gravamen sobre los “negocios nor­­males” no sería significativo, gracias al reducido tipo impositivo
del 0.1-0.5%7. De acuerdo con los cálculos de los ami­­gos del impuesto, asumiendo un tipo del
0.2%, un especulador que trabaje con base en movimientos diarios se en­­frentará a un gravamen
en promedio del 48% anual; un inversionista con un ho­­rizonte temporal semanal pagará un 10%,
y si ampliamos el plazo a un hori­­zonte mensual la carga representaría solamente 2.4%.
Como el 40% de las transacciones de la divisas tienen un horizonte temporal de menos de dos
días, y el 80% no al­­canza la semana, el impuesto tendría un efecto sedante.8 Tiempo suficiente
para que los bancos centrales tomen medi­­das eficientes y acordes con sus objeti­­vos de política
cambiaría.
El impuesto apunta al centro de la ines­­tabilidad financiera de los últimos días. El paso a tipos de
cambio flexible, la desregulación de los mercados financie­­ros y de divisas y la introducción de
nuevas tecnologías han causado una enorme expansión de los mercados de divisas. Tipos de
cambio inestables ofre­­cen amplias oportunidades para el ávi­­do especulador en los mercados al
con­­tado y de opciones, así como en los mercados de arbitraje de interés correlacionados.
Los intentos unilaterales de los países para ganar estabilidad en sus tipos de cambio a través de
vinculaciones y anclajes conduce a unos costos crecien­­tes: es necesario acumular y mantener
disponibles reservas internacionales9 para intervenir en el mercado de divi­­sas y contar con unos
tipos de interés local extremadamente elevados para atraer al capital extranjero. Estos inten­­tos,
apoyados en países de Asia y Amé­­rica Latina por el FMI, generalmente han fracasado.
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La Tasa Tobin: un impuesto de buenas acciones
El reducir la inestabilidad conllevará los beneficios de una menor incertidumbre, de una menor
dispersión de recursos, de una reducida necesidad de transac­­ciones de protección “hedging”
y de una menor inestabilidad en las variables macroeconómicas en general. El capi­­tal debería
orientarse a tomar la forma de inversiones a largo plazo más pro­­ductivas y con claros beneficios
para el crecimiento económico.
Un impuesto sobre las transacciones de divisas sería un elemento estratégico de la gestión
financiera global, la cual lo­­graría:
• Reducir los flujos de divisas y capi­­tales de corto plazo y especulativos.
• Estimular la autónoma de la políti­­ca nacional.
• Restablecer la capacidad impositiva de los estados-nación, afectada por la internacionalización
de los mer­­cados.
Un impuesto sobre el mercado de divi­­sas es una imposición sobre los flujos internacionales de
capital y como tal, es un contrapunto fiscal y regulador frente a la globalización y a la liberali­­zación
del capital. En un entorno don­­de la soberanía económica de los esta­­dos-nación se ve reducida, la
idea es ofrecer la oportunidad de recuperar algo de la pérdida del poder fiscal de los gobiernos. Al
mismo tiempo abre la posibilidad de una política supranacional de impuestos y de redistribución
de los ingresos entre la comunidad inter­­nacional.
Además, cuenta con la ventaja de tra­­tarse de un impuesto sobre un sector relativamente poco
gravado actualmen­­te. Existe una disyuntiva entre los obje­­tivos de estabilización y financiación
del desarrollo –cuanto mayor éxito tenga el impuesto como freno de la especula­­ción, menores
ingresos generará–. Sin embargo, incluso si la compraventa de divisas diminuye radicalmente, el
ingre­­so continuaría siendo todavía muy sig­­nificativo. Cabe señalar que los impues­­tos sobre las
transacciones de divisas no son la única opción impositiva suscep­­tible de coordinación internacional,
pero sí la más lucrativa.
5. La variante de Spahn
Los críticos de la propuesta de Tobin señalan que en los mercados emergen­­tes, con altos riesgos
en sus monedas, los inversionistas esperan una devalua­­ción a corto plazo de un 3% al 5% y no se
detendrían ante un impuesto del 0.1-0.5%. De hecho, dada la envergadura de las devaluaciones
de los mercados emergentes (50% en Tailandia e Indonesia, 40% en Brasil), el impuesto sería
totalmente irrelevante. Aunque el impuesto Tobin reduciría los flujos es­­peculativos de corto plazo
y así ayuda­­ría a evitar el problema de tipos de cam­­bio sobre valuados. Un tipo impositivo superior
no es la solución, pues frena­­ría las transacciones “normales”.
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En respuesta a este problema, Paul Bernd Spahn, un economista alemán, propone una estructura
de dos bandas: un tipo impositivo mínimo y una so­­brecarga, que como dispositivo anties­­peculación,
se pondría en marcha úni­­camente durante períodos de turbulen­­cia en el tipo de cambio y basándose
en criterios cuantitativos bien establecidos.
El impuesto sobre transacciones con el mínimo tipo impositivo funcionaría de forma continua,
generando ingresos sustanciales y estables sin necesidad de afectar la función de liquidez de los
mercados financieros mundiales.
También serviría como dispositivo de aviso y control para la sobrecarga, que podría ser adminis­
trada conjuntamen­­te con el impuesto sobre las transaccio­­nes. La sobrecarga, latente mientras los
mercados de divisas operan con norma­­lidad, no sería utilizada para incremen­­tar la recaudación10;
ésta funcionaría como un freno automático ante los ata­­ques especulativos contra las mone­­das11.
De este modo, ambos impuestos estarían plenamente integrados.
Dineros especulativos
La propuesta de Spahn de aplicar una sobrecarga cuando una moneda fluctúe fuera de una banda
predeterminada es analíticamente similar y tendría esencial­­mente el mismo efecto que otras formas
de control de capitales. De hecho, el re­­ducido y permanente impuesto Tobin puede combinarse
con diversas formas de control unilateral sobre flujos de en­­trada y salida12.
La sobrecarga podría ser a menudo más predecible y transparente que muchos de estos controles
y menos provocado­­ras para los defensores de la libre circu­­lación de capitales. Sin embargo, ligar el
Impuesto Tobin a esta otra área de política podría añadir complejidad y controversia, reduciéndose
su factibilidad política.
Cualesquiera que sean los méritos rela­­tivos de las propuestas de Tobin/Spahn, no es difícil
afirmar que un Im­­puesto Tobin por si sólo no acaba con la especulación si una moneda está
significativamente sobrevaluada, pues no es la panacea para todas las enfer­­medades del sistema
financiero. El con­­seguir una mayor estabilidad en los mercados de divisas requiere, en primer lugar,
de cambios en las políticas que conduzcan a la sobrevaluación, así como el control y regulación
nacional e internacional de flujos de capitales.
Es bueno recordar que gran parte del capital potencialmente volátil en los mercados emergentes
está invertido en acciones, bonos, préstamos a corto pla­­zo y cuentas bancarias de depósito, por
lo que en principio carece de interés en beneficiarse de fluctuaciones en los ti­­pos de cambio,
aunque para anticipar­­se a una devaluación, bien puede huir del país.
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6. Mercado de divisas
Según el Banco Internacional de Pagos (BIS 2000) el movimiento medio diario en los mercados
de divisas fue de alre­­dedor de 2 billones de dólares. Menos del 5% de esta actividad estuvo
relacio­­nado con el comercio de bienes y servi­­cios. El número de monedas comercia­­bles en los
últimos 80 años ha crecido en un 1000% aproximadamente, lo cual le daría a los inversores y
especuladores la posibilidad de combinar hipotéticamen­­te más de 18000 tipos de cambio.
El peligro es más inminente para las débiles monedas de los países en desa­­rrollo, pero los países
desarrollados tampoco son inmunes a este tipo de problemas.
Por lo tanto, uno de los mecanismos tra­­dicionales de los bancos centrales es la compra y venta
de su propia divisa para mantenerla relativamente estable. En años anteriores, las reservas de
los ban­­cos centrales eran suficientes para com­­pensar cualquier venta o ataque: actual­­mente,
los especuladores tienen mayo­­res fondos líquidos que todos los ban­­cos centrales juntos (Halifax
1998). Esto significa que muchos bancos centrales del mundo no son capaces de proteger sus
monedas, y cuando un país no pue­­de defender el valor de su moneda, pier­­de el control de su
política monetaria.
Mientras que el peligro de inestabilidad en los tipos de cambio es generalizado, la actividad
negociadora se concentra en unos pocos mercados. En los últimos 3 años en promedio, el 65%
del comer­­cio de divisas tradicional tuvo lugar en: el Reino Unido 32%, Estados Unidos 18%, Japón
8% y Singapur 7%. Alema­­nia contó con más del 5%, seguida de cerca de Suiza, Hong Kong y
Francia con un 4% cada uno13. (BIS 2000).
Países en vías de desarrollo
La inestabilidad del mercado financie­­ro se centra en el efecto perturbador de la movilidad de los
capitales en las eco­­nomías industriales avanzadas. Sus es­­tructuras de producción menos flexibles
se ajustan más lentamente a los shocks “reales”, que las de las economías industrializadas y su
pequeño sector financiero absorbe los shocks financie­­ros con mayores dificultades.
Los gobiernos de los países en vía de desarrollo tienen menos capacidad que los países ricos para
contrarrestar los movimientos de capital nocivo, con políticas monetarias y fiscales conven­­cionales,
por lo que el impacto de estos movimientos es aún más dañino.
La vulnerabilidad de estos países tam­­bién depende de decisiones políticas nacionales, tomadas
frecuentemente bajo la tutela de instituciones financie­­ras internacionales. El FMI apoyó a Rusia en
sus políticas, las cuales con­­dujeron al colapso del rublo y de las finanzas en 1998. Brasil perdió
40 mil millones de dólares entre la suspensión de pagos rusa y su propia debacle, la inevitable
devaluación del real en ene­­ro de 1999; el impacto de la prolongada sobrevaluación y de los tipos
de interés demasiado altos que esto implica, fue desastroso para el sector privado y para las
finanzas públicas.
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Carlos Julio Ramírez Arboleda
Aunque la mayoría de las transaccio­­nes en el mercado de divisas tuvieron lugar entre monedas
de países desarro­­llados, la participación de los países en vía de desarrollo ha aumentado duran­­
te los últimos años. El volumen diario en monedas de países emergentes au­­mentó de US$25
mil millones en 1995 a más de US$60 mil millones a finales de la década de los noventa. En
contraparte el valor en dólares del volumen del ne­­gocio en Asia decayó en 1997 y otras monedas
fueron atacadas poco después.
En 1998 los datos de cambio de mone­­das de Gran Bretaña incluían por pri­­mera vez un apartado
“monedas de países emergentes”. El ranking de mo­­nedas asiáticas en Nueva York y Lon­­dres es
similar, pero las monedas de Europa del Este se negocian más en Londres, y las de Latinoamérica
en Nueva York14.
Conclusiones
Para introducir un impuesto sobre las divisas en la agenda internacional, ha­­brá que librar una
feroz batalla, aunque se tiene un amigo no muy especial: “las crisis financieras” en algunos países.
Las recientes crisis han abierto la discusión sobre todo un ramillete de posibilidades de reformas
financieras y los agentes políticos buscan respuestas; el Impuesto Tobin se perfila como una de
ellas.
Continúa la preocupación sobre la tur­­bulencia de los tipos de cambio en va­­rios gobiernos y entre
los empresarios. Continuamente algunos países desarro­­llados hacen llamados para la estabili­­
zación de los mercados por medio de la fijación de los tipos de cambio entre las tres divisas
principales –dólar, yen y euro–.
Cualquier propuesta sobre la distribu­­ción de los ingresos procedentes del impuesto (los gobiernos
que lo recau­­den, la ONU, las instituciones de Bretton Woods, programas de ayuda o de desarrollo,
entre otros) va a encon­­trar una dura oposición por parte de uno u otro de estos actores. En otras
palabras, si queremos que se acepte este impuesto debido a su efecto estabiliza­­dor, probablemente
sea necesario sacri­­ficar en cierto grado el aspecto de finan­­ciación del desarrollo, manteniendo
las expectativas y las propuestas en un ni­­vel modesto. Puede ser posible asignar gradualmente
más recursos hacia las “buenas acciones”.
James Tobin: Autobiography
I studied economics and made it my career for two reasons. The subject was and is in­­tellectually
fascinating and challenging, particularly to someone with taste and ta­­lent for theoretical reasoning
and quantita­­tive analysis. At the same time it offered the hope, as it still does, that improved unders­­
tanding could better the lot of mankind. For me, growing up in the1930s, the two motivation power
fully reinforced each other. The miserable failures of capitalist economies in the Great Depression
were root causes of world wide social and political disasters. The depression also spelled crisis for
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La Tasa Tobin: un impuesto de buenas acciones
an econo­­mic orthodoxy unable either to explain events or prescribe remedies. The crisis tri­­ggered
a fertile period of scientific ferment and revolution in economic theory. The exitement reached’
beginning under graduate students like myself. In1936, at the start of my sophomore year, a young
tutor at Har­­vard College, Spencer Pollard, suggested we read together a new book by an English
eco­­nomist, JM. Keynes, and I was hooked.
James Tobin: Autobiografía
Estudié economía e hice de ella mi ca­­rrera por dos razones: la materia era y es intelectualmente
fascinante y retado­­ra, particularmente para alguien con in­­clinación y talento para el razonamien­­to
teórico y el análisis cuantitativo. Al mismo tiempo, ella ofrecía la esperan­­za, como aún lo hace, de
que el mejor entendimiento podría mejorar el desti­­no de la Humanidad. Para mí, que cre­­cí durante
los 30, las dos motivaciones se reforzaban recíprocamente de mane­­ra poderosa.
Las miserables fallas de la economía ca­­pitalistas durante la Gran Depresión fue­­ron causas profun­
das de desastres políti­­cos y sociales a escala mundial. La depre­­sión también extendió la crisis a
una or­­todoxia económica incapaz tanto de ex­­plicar los sucesos, como de prescribir los remedios.
La crisis disparó un fértil pe­­ríodo de fermento y revolución científica en la teoría económica. La
excitación al­­canzó a los estudiantes principiantes de pregrado como yo. En 1936, al comienzo
de mi primer año de carrera, un joven tutor de Harvard, Spencer Pollard, sugi­­rió que leyésemos
juntos un libro nuevo, escrito por un economista inglés, J.M. Keynes, y quedé atrapado por él.
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Carlos Julio Ramírez Arboleda
BIBLIOGRAFÍA
¿Ha llegado la hora de un impuesto Tobin? OXFAM GRAN BRETAÑA. Heinz Stecher con contribuciones de
Michael Bailey. Mayo de 1999.
El movimiento antiglobalización abusa en mi nombre. Una entrevista a James Tobin publi­­cada en Der Spiegel.
Wisconsin Estados Unidos de Norte América.2000.
Debate entorno a la globalización; la “tasa Tobin” y el proteccionismo. Greg la Riposte (periódico Marxista
Francés). El país 3 de septiembre de 2001.
The Economist, “informe sobre las finazas Globales”.Estado Unidos 30 de enero de 1999.De­­bate de Halifax
(1996). Reunión de Halifax del G7.
J.TOBIN Y W.Buitre, “fiscal and monetary policies, capital formation, and economic activity”. M.I.T. Press,
Cambridge, 1979.
Notas
1
Los mercados de divisas por lo general son volátiles, en relación con los hechos económicos adyacen­­tes, tales como
crecimiento y empleo.
2
La frecuencia de las transacciones limitaría la senda de efectividad en el recaudo.
3
Fallos del mercado de divisas los cuales conducen a nerviosismo cambiario por su misma trayectoria histórica de “bola
de nieve”.
4
Sin dejar de lado sus problemas internos de los últimos días.
5
El manifiesto comunista.
6
En los mercados financieros, en la producción, en la venta de armas, en las fábricas o en otro lugar
7
En función del propósito específico.
8
El cálculo se basa en 240 días útiles al año; además no se tiene en cuenta que los mercados de divisas se basan en
“round trips”, debido a las operaciones centralizadas en dólares.”Cuando una empresa france­­sa llama a su banco ara
comprar dólares canadienses, el banco comprará dólares americanos con los francos franceses y con los dólares
americanos comprará dólares canadienses. El mercado está ligado al dólar y funciona de esta forma más simple y más
fácil, incluso si existe “double counting”, tratar de negociar directamente cualquier par de monedas sería demasiado
complicado. El Banco de Inglaterra, supervisor del mercado londinense, observó en el segundo trimestre del año 1995
que más del 80% de las operaciones hacían referencia al dólar (Valdez 1997: 162-163)
9
Normalmente en dólares.
10
Cuando se dispara el mecanismo, resultarían unos ingresos mínimos e impredecibles.
11
Siempre y cuando ocurra bajo este régimen
12
Hasta hace poco el requisito chileno de un depósito del 30% de las entradas de capital, durante el período de un año.
Como los especuladores de acciones, bonos y divisas mueven el dinero en minutos, horas o días, la política chilena
significó una barrera efectiva. Tras la crisis mejicana, mucho dinero salió de América Latina, pero permanecieron las
inversiones chilenas.
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En 1998, el comercio de divisa en el Reino Unido fue 118 veces mayor que su PIB.
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Paterson-Boustani 1998:351.
SEMESTRE ECONÓMICO vol. 5 No. 10
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