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Jorge García-Arias*
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO
BIEN PÚBLICO GLOBAL. ALGUNAS
CONSIDERACIONES DE EFICIENCIA
En este trabajo, tras realizar un recorrido introductorio por la Teoría de los Bienes
Públicos Globales (BPG), se caracteriza a la estabilidad cambiaria como uno de ellos.
Asimismo, se presentan las condiciones que debiera verificar un esquema de
provisión/financiación eficiente de la misma y se analizan, a la luz de las conclusiones
extraídas del mismo, algunas de las propuestas más heterodoxas planteadas en relación
con la reforma de la estructura financiera internacional.
Palabras clave: mercados financieros, tipo de cambio, crisis financiera, bienes públicos.
Clasificación JEL: C61, F31, F42, H41.
1.
Introducción
Aunque la preocupación por el tipo de cambio es un
clásico en Economía, el tránsito hacia sistemas de tipos
de cambio más flexibles, la dificultad para encontrar modelos capaces de explicar —y mucho menos de predecir— la situación y la evolución de esta variable y los
episodios recurrentes de crisis cambiarias —básicamente los sucesos asiáticos que abren un nuevo modelo de crisis1— han reavivado el interés por el fenómeno
de la estabilidad cambiaria. En nuestra opinión, ésta
debe entenderse en una doble dimensión: i) en sistemas de tipos de cambio flexibles, como la ausencia de
volatilidad excesiva (variaciones en los tipos de cambio
no explicados por la evolución de las variables macroe-
* Departamento de Economía. Facultad de Ciencias Económicas.
Universidad de León.
1
Véase, por ejemplo, BUSTELO et al. (2000) y GARCÍA-ARIAS
(2002a) para un estudio de los recientes episodios asiáticos.
conómicas fundamentales) y de desalineamientos (desviaciones persistentes respecto de su tipo de cambio
fundamental); y ii) en sistemas de tipos de cambio no
flexibles, como la inexistencia de crisis cambiarias no
fundamentales (es decir, no relacionadas con la situación o evolución de los fundamentos).
Por otro lado, el modelo de globalización en presencia
ha traído aparejado un cúmulo de transformaciones
muy significativas en el desenvolvimiento de las economías y en las pautas de actuación de los agentes que en
ellas operan, incluidos, naturalmente, los Estados-nación y sus sectores públicos. En este sentido, la mundialización económica ha modificado de manera sustantiva
tanto las funciones tradicionalmente desempeñadas por
el Sector Público —básicamente, intervenir en presencia de fallos de mercado (bienes públicos, externalidades, imperfecciones de la competencia,...), modificar la
distribución primaria de la renta y la riqueza, favorecer el
crecimiento, el desarrollo y la estabilidad económica, e
influir en la evolución de las principales variables econó-
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micas—, como la disponibilidad y la efectividad de los
instrumentos de los que había venido disponiendo este
agente en el pasado —presupuestos públicos, regulación, producción pública y diseño de la política económica, principalmente—2.
Buena parte de estas transformaciones a las que aludimos han venido originadas por (y, paradójicamente,
intensifican) un desacoplamiento entre el marco en el
que se produce una parte creciente de las relaciones
económicas —internacional/mundial— y el ámbito en el
que, de manera casi exclusiva, tiene lugar la intervención pública en la economía —nacional—. Un ejemplo
paradigmático de este desacoplamiento es el de los bienes públicos, en tanto en cuanto algunos de ellos han
alcanzado una dimensión mundial, convirtiéndose en lo
que llamamos bienes públicos globales (BPG)3, mientras que las políticas de intervención pública diseñadas
para enfrentar el fallo de mercado que todo bien público
supone se mantienen, primordialmente, en el ámbito de
los Estados-nación, lo que provoca una provisión ineficiente de los mismos.
Pues bien, en este trabajo defendemos la idea de que
la estabilidad cambiaria puede ser considerada un BPG,
con las implicaciones que de ello se derivan para el diseño de una política pública de intervención tendente a
garantizar un nivel adecuado de provisión de la misma.
El resto del trabajo se articula del siguiente modo: en la
sección segunda, ofrecemos un recorrido por la teoría
de los BPG; en la tercera categorizamos a la estabilidad
cambiaria como BPG-Derivado de la acción política (Pública); en la parte cuarta presentamos un esquema de
provisión/financiación eficiente para este tipo de bienes;
en la sección quinta derivamos alguna implicación para
2
Un análisis de la relación entre mundialización e intervención pública
en la economía puede consultarse en GARCÍA-ARIAS (2004).
3
Una muy reciente —y fructífera— literatura, así como el interés en la
cuestión mostrado por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), ha dotado de su merecido protagonismo al tema de
los Bienes Públicos Globales. Consúltese, por ejemplo, KAUL et al.
(1999a, 2003) y FERRONI y MODY (2001).
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el diseño de la política económica; por último, el trabajo
se cierra con una serie de conclusiones.
2.
La Teoría de los bienes públicos globales
Los bienes públicos
Aunque el tema de los bienes públicos ya aparece
planteado en la obra de los filósofos y economistas políticos David Hume y Adam Smith, es la publicación de
los trabajos de Samuelson (1954, 1955) la que sienta
las bases del moderno tratamiento con el que la Economía aborda esta cuestión. En virtud de él, denominamos
bienes públicos puros a aquellos que exhiben plenamente y de forma simultánea dos características, la no
rivalidad en el consumo y la inaplicabilidad del principio
de exclusión (o no excluibilidad). La no rivalidad la presentan aquellos bienes en los que la participación de un
agente adicional en los beneficios derivados de su consumo no reduce los beneficios obtenidos por los demás
consumidores; esto es, el coste marginal de admitir un
usuario adicional es cero. Como consecuencia, dado
que la participación de un agente en los beneficios no
afecta a los que obtienen los demás, no es eficiente,
una vez provisto el bien, excluir a ningún agente de su
consumo. Nótese que, aunque el coste marginal de admitir un usuario adicional sea cero, el coste marginal de
proveer el bien es positivo, y debe ser cubierto a la vez
que se determina la cantidad de bien que se provee.
Dado que la exclusión no es deseable, esta función no
puede ser llevada a cabo de forma eficiente por el mercado, por lo que se hace necesario un proceso político
de determinación del output óptimo y de reparto del coste (en función de las preferencias de los consumidores
potenciales —aplicando el principio del beneficio— y/o
en función de su capacidad para soportar una carga fiscal —principio de capacidad de pago—). La no excluibilidad implica que no es posible (incluso aunque fuera
deseable/eficiente), una vez provisto el bien, excluir de
los beneficios de su consumo a ningún agente. Como
consecuencia, si la participación en el consumo no se
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supedita al pago, los agentes no se verán incentivados
a revelar sus preferencias, existiendo incentivos claros,
para todos y cada uno de los agentes, para participar
como usuario gratuito (free-rider) de la provisión realizada por otros; al actuar todos los agentes de esta forma,
el sistema de mercado tiene dificultades para funcionar.
Desde el punto de vista de la eficiencia, el problema
fundamental con el que nos encontramos en presencia
de un bien público es el de garantizar un nivel de provisión óptimo del mismo. Esta cuestión puede plantearse
formalmente a partir de un programa de optimización
condicionada4. En concreto, el problema pasaría por
maximizar la utilidad de un determinado individuo (p.e.
el número 1) sujeto a la restricción presupuestaria y al
hecho de que el resto de los (n-1) agentes alcancen un
determinado nivel de utilidad. Es decir:
Los bienes públicos globales: tipología
U 1( x1 ,Z )
Máx
{x1 ,...,x n ,Z}
n
s.a
n
å x i + pZ Z = å R i
i =1
U h ( x h ,Z )
[1]
i =1
= u h , "h ¹ 1
donde x representa al bien privado, Z al bien público, pz
el precio de Z y R1 la renta disponible del agente i.
Calculando y manipulando algebraicamente las condiciones de primer orden del problema [1] se obtiene fácilmente
n
RMTZ ,x = å RMSZn ,x
i =1
[2]
La expresión [2] recoge la llamada Condición de Samuelson que establece que la provisión de un bien público deberá llevarse hasta el punto en el que la relación
marginal de transformación se iguale a la suma de las
relaciones marginales de sustitución, para los n agen-
4
tes, entre el bien público y el privado. La intuición es
sencilla: la RMS de bienes públicos por privados nos indica a qué cantidad del bien privado está dispuesto a renunciar cada individuo para obtener una unidad más del
bien público. La suma de las relaciones marginales de
sustitución nos indica, por tanto, a qué cantidad del bien
privado están dispuestos a renunciar todos los miembros de la sociedad para obtener una unidad más del
bien público (que será consumido conjuntamente). La
RMT nos indica a qué cantidad del bien privado debe renunciarse para obtener una unidad más del bien público. La eficiencia exige que la cantidad total a la que están dispuestos a renunciar los individuos, esto es, la
suma de las relaciones marginales de sustitución, sea
igual a la cantidad a la que tienen que renunciar, es decir, la relación marginal de transformación.
Para un tratamiento detallado consúltese, por ejemplo, CORNES y
SANDLER (1996).
Los beneficios no rivales y no excluibles derivados de
la provisión y el consumo de bienes públicos, pueden
generarse en un ámbito que no necesariamente coincidirá con el marco jurisdiccional de un Estado-nación. En
concreto, y dependiendo de que los beneficios no rivales y no excluibles afecten a una parte del territorio de
un país, al conjunto de una nación, a un grupo de países
próximos y afines (económica, política, geográfica y/o
institucionalmente) o a un conjunto importante de países heterogéneos, hablamos, respectivamente, de bienes públicos locales, nacionales, regionales e internacionales.
Aunque este último tipo de bienes ha sido tradicionalmente poco estudiado, su relevancia ha experimentado
un crecimiento significativo en los últimos años. En efecto, el progreso tecnológico y el proceso de mundialización han provocado una creciente integración de los
mercados y, fundamentalmente, una creciente interdependencia entre las diferentes economías nacionales. Y
como consecuencia de dicha interdependencia y del
creciente incremento de los flujos internacionales de
toda índole, se ha generado —en algunos casos— y
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acentuado —en otros— una visión más global respecto
a las consideraciones de provisión eficiente y de financiación de los bienes públicos.
Varios factores se encuentran detrás del hecho de
que algunos bienes públicos hayan alcanzado una dimensión internacional: por un lado la apertura e interdependencia entre los países, sus ciudadanos y sus economías, que permiten un flujo creciente de factores, bienes, servicios, agentes, flujos financieros, avances
técnicos, etcétera, que rebasan los límites políticos de
los Estados; en segundo lugar, el propio avance tecnológico también ha permitido trascender la dimensión nacional tradicional de estos bienes; en tercer lugar, el desarrollo de relaciones sistémicas de interdependencia
que provocan que acciones desarrolladas en una determinada zona del globo se transmitan con enorme rapidez a otras; por último, la presencia creciente de agentes transnacionales no estatales, como las ONG o las
corporaciones multinacionales, que en su actuación
desbordan el marco económico nacional. Bajo estas circunstancias, las actividades desarrolladas por agentes
nacionales generan efectos que atraviesan las fronteras
políticas y geográficas y afectan a agentes y economías
enteras en otras zonas, pudiendo crear, si los problemas asignativos y de financiación no son resueltos de
forma adecuada, «males públicos internacionales»,
como el deterioro ambiental, los incidentes armados internacionales o la existencia de crisis económicas y financieras mundiales.
Sin embargo, no todos los bienes públicos cuyos
efectos trascienden los límites nacionales pueden ser
considerados BPG. En concreto, esta denominación
suele reservarse (Kaul, Grunberg y Stern, 1999b) para
aquellos bienes cuyas características de no rivalidad y
no excluibilidad se globalicen en una triple dimensión,
afectando a: i) un número suficientemente grande y heterogéneo de países, ii) diferentes grupos socio-económicos, y iii) diferentes generaciones.
Por tanto, un «bien público global» podría definirse
como aquel bien que verifica que, una vez provisto, sus
beneficios son no rivales y no excluibles para más de un
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grupo de países, para una parte importante y transversal de la población mundial y para más generaciones
que la actual5. Esta triple dimensión (internacional, interpersonal e intergeneracional) es también la significativa
a la hora de definir los males públicos globales (MPG),
como aquellos generadores de costes no rivales y no
excluibles en sendos planos.
Naturalmente, las interacciones que emergen entre
las propias características de no rivalidad y no excluibilidad de los bienes públicos y estas tres dimensiones a
las que nos acabamos de referir, son riquísimas y permiten establecer innumerables clasificaciones de los BPG
en virtud de diferentes argumentos. Por citar sólo alguna de las posibles:
1) En función de la intensidad con la que exhiban las
propiedades de no rivalidad y no excluibilidad, hablamos de (Sandler, 2001):
1.1) BPG puros: cuando los beneficios son plenamente no rivales y no excluibles en la triple dimensión
señalada. Éste sería el caso de la reducción del calentamiento global, de la recuperación de la capa de ozono,
de la investigación científica básica o del control de la
expansión de enfermedades contagiosas.
1.2) BPG Impuros, que no presentarían plenamente
ambas características. Podrían ser, a su vez:
1.2.1) parcialmente rivales (reducción del crimen organizado, reducción de la lluvia ácida,...).
1.2.2) parcialmente excluibles (protección por medio
de un sistema internacional de defensa, mecanismo de
ayuda en caso de desastre, difusión de la información,...).
1.3) Bienes de club globales: BPG en los que el coste neto de exclusión es lo suficientemente pequeño
como para constituir un club en el que los usuarios son
gravados con una cuota y disfrutan del bien, mientras
5
En puridad, y desde un punto de vista estrictamente teórico, tendría
sentido hablar de bienes públicos globales intergeneracionales y de
bienes públicos globales intrageneracionales; no obstante, en la
práctica, resulta difícil encontrar un BPG cuyas características no tengan
algún tipo de efecto sobre las generaciones futuras, salvo casos
extraordinariamente puntuales (como pudiera ser el reparto y uso de los
pasillos aéreos).
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que los no miembros son excluidos de los beneficios del
bien provisto por los miembros. De este modo, la cuota
internaliza la externalidad de congestión y se genera
una asignación más eficiente de los recursos. Por ejemplo: los parques naturales transnacionales, INTELSAT o
los canales marítimos internacionales.
2) En función de la tecnología de producción o agregación 6 podríamos hablar, entre otras, de [Hirshleifer
(1983), Cornes y Sandler (1996), Sandler (2001)]:
2.1) BPG con tecnología de producción aditiva
(summation): aquellos en los que la contribución de
cada agente al bien público se suma para obtener el nivel total de provisión del bien, de manera que la contribución de un agente concreto es un sustitutivo perfecto
de la de otro agente. O, dicho de otro modo, las contribuciones y las interdependencias entre los contribuyentes son «anónimas», en el sentido de que, en el margen,
cada contribuyente añade a la provisión total lo mismo,
independientemente de quién sea el que realice la aportación. Esta tecnología podría formularse así:
n
Z = å zi
i =1
,
donde Z representaría el nivel total de provisión del bien
público y zi las contribuciones individuales de cada uno de
los n agentes. Dentro de este tipo de BPG estarían la reducción de la polución atmosférica, la disminución del
efecto invernadero o la catalogación de nuevas especies.
6
Siguiendo el trabajo seminal de HIRSHLEIFER (1983), en Economía
Pública denominamos tecnología de agregación de la oferta pública
(technology of public supply agregation), función de composición social
(social composition function) o, sencillamente, tecnología de producción
(production technology) de un bien público, a la relación que se
establece entre las aportaciones de los agentes individuales y el nivel
total de provisión alcanzado por el bien público de que se trate; o, dicho
de otro modo, a la asociación entre las contribuciones individuales y la
cantidad total de bien público disponible para el consumo. Un supuesto
habitual, y extraordinariamente simplificador, en la corriente principal en
Economía consiste en establecer que todos los bienes públicos exhiben
una tecnología de producción aditiva.
2.2) BPG con tecnología de producción de eslabón
débil absoluto (weakest-link): aquellos en los que el nivel de provisión total del bien público coincide con la
menor de las contribuciones individuales realizadas;
esto es: Z = mín(z1, z2, ..., zn). Por ejemplo, controlar la
expansión de una enfermedad contagiosa o garantizar
la seguridad de un sistema en red.
2.3) BPG con tecnología de producción de mejor intento absoluto (best-shot): en los que la provisión total
del bien coincide con la mayor de las contribuciones individuales; es decir: Z = máx(z1, z2, ..., zn). Dentro de
esta categoría estaría, por ejemplo, el descubrimiento
de una vacuna contra una enfermedad.
3) En función de la naturaleza de los beneficios generados por el bien público, podemos distinguir entre
[Morrissey, te Velde y Hewitt (2001)].
3.1) BPG que proporcionan utilidad directa: aquellos
cuya provisión permite obtener beneficios directos que
incrementan la utilidad de agentes económicos o la productividad de factores. Entre ellos estarían: la reducción
de la degradación ambiental de un recurso de propiedad
común (aire, océano,...), la conservación de la biodiversidad, el mantenimiento de la paz, etcétera.
3.2) BPG que reducen riesgos: aquellos que proporcionan beneficios en la forma de reducción o eliminación de riesgos, entendiendo éstos como elementos que
generan desutilidad (o, en otras palabras, males públicos globales). Por ejemplo, la reducción del riesgo de
inestabilidad financiera.
3.3) BPG que permiten incrementar capacidades:
aquellos que mejoran o aumentan la capacidad para
producir otros bienes (públicos o privados), estando
esta mejora de la capacidad disponible para todos los
agentes. Este sería el caso, entre otros, de la generación de conocimiento básico o de la gobernanza.
4) Clasificando los BPG en función de su origen, podemos hablar de [Kaul, Grunberg y Stern (1999b)].
4.1) Bienes comunes globales naturales (natural global commons): aquellos no creados por la acción humana,
sino preexistentes a la misma; se trata de BPG impuros
que no exhiben plenamente la característica de no rivali-
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dad. Por ejemplo, la protección de la capa de ozono o el
mantenimiento de las pesquerías internacionales.
4.2) Bienes comunes globales producidos (human-made global commons): aquellos producidos o definidos por el ser humano; sus beneficios, que son no rivales pero parcialmente excluibles, están constituidos
por una variable stock. Entre ellos estarían: la definición
y aceptación de principios universales (derechos humanos), la generación de conocimiento científico, la dotación de infraestructuras internacionales (Internet), ...
4.3) BPG derivados de la acción política (pública)
(global policy outcomes): similares a los BPG anteriores,
salvo en el hecho de que, en este caso, los beneficios están constituidos por una variable flujo, es decir, se exige
un esfuerzo constante para mantener un nivel de dotación dado. En este caso, podríamos mencionar la paz, la
salud, la justicia y la equidad globales, etcétera.
5) En función de los sectores o campos en los que
se generan, puede hablarse de [Morrissey, te Velde y
Hewitt (2001)].
5.1) BPG en el sector medioambiental: aquellos relacionados con la mejora de las condiciones ambientales.
5.2) BPG en el ámbito de la salud: relacionados con
el incremento y la extensión de la salud.
5.3) BPG en el campo del conocimiento: relacionados con la generación y la difusión del conocimiento.
5.4) BPG en el ámbito de la paz y la seguridad: relacionados con el mantenimiento de la paz, el incremento
de la seguridad, la resolución de conflictos, etcétera.
5.5) BPG en el ámbito de la gobernanza: aquellos
relacionados con la gestión o la supervisión de los riesgos de un mundo globalizado e interdependiente, especialmente en el campo económico (reducción de la inestabilidad financiera, política, económica, etcétera).
3.
La (in)estabilidad cambiaria
La estabilidad cambiaria, entendida por un lado como
ausencia de volatilidad no fundamental y desalineamientos persistentes en los tipos de cambio, y por otro
como inexistencia de crisis cambiarias recurrentes, ex-
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hibe los dos elementos característicos de los bienes públicos: la no rivalidad en el consumo y la inaplicabilidad
del principio de exclusión.
En relación con la idea de no rivalidad, una vez que la
estabilidad cambiaria ha sido provista 7, todos los agentes económicos que participan en el mercado de divisas
pueden consumir las mismas «unidades» de estabilidad, sin afectar por ello a la estabilidad disponible para
el resto de los agentes; es decir, la participación de un
agente adicional en los beneficios derivados de la estabilidad cambiaria no afecta a los beneficios obtenidos
por los demás agentes: el coste marginal de admitir
usuarios adicionales es cero. Por lo que respecta a la
idea de no excluibilidad, una vez que el mercado se desenvuelve en un contexto de estabilidad, ningún agente
puede ser excluido de obtener los beneficios derivados
de su consumo 8. De forma análoga, la inestabilidad
cambiaria (en su doble dimensión: volatilidad/desalineamiento o crisis) puede ser considerada un mal público
global, en tanto en cuanto sus costes son no rivales y no
excluibles 9.
7
Entendemos que el término «proveer» es el más adecuado, en tanto
en cuanto la estabilidad no es la situación «natural» de los mercados
cambiarios, esto es, no existe per se, sino que es la consecuencia de
acciones positivas deliberadamente adoptadas por los agentes
económicos (privados y públicos).
8
Ciertamente, un determinado agente económico puede ser excluido
de la realización de una determinada operación en el mercado, de
participar en alguno de los submercados que lo componen e, incluso,
una divisa puede excluirse, de forma voluntaria o impuesta, de participar
en el mismo (en el primer caso si las autoridades monetarias declaran la
no convertibilidad de su moneda); pero, nótese que en estas
circunstancias los agentes son excluidos del consumo de bienes
privados (una determinada operación, submercado o divisa) y no del
consumo del bien público estabilidad cambiaria. Aunque podría argüirse
que al ser excluidos de dichos bienes privados son también, de facto,
excluidos del consumo del bien público, la exclusión, en este último
caso, es indirecta y, stricto sensu, la misma no es el objetivo
fundamental que se persigue.
9
Aunque no podemos desarrollar aquí esta cuestión, conviene notar
que algunos de los costes derivados de ambos procesos (volatilidad
excesiva vs. crisis) son diferentes. Entre los comunes a ambos se
encontrarían, entre otros muchos: los efectos sobre el volumen total de
inversión productiva canalizada hacia o desde el exterior; los derivados
de las perturbaciones en la composición de las inversiones exteriores
—potenciando la inversión financiera frente a la real, en la llamada
irreversibility distortion—; los asociados con el incremento de la
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO BIEN PÚBLICO GLOBAL
Más aún, entendemos que la estabilidad cambiaria
podría ser considerada un BPG, en tanto en cuanto
presenta la característica de globalidad en la triple dimensión que hemos definido: internacional, interpersonal e intergeneracional. La dimensión internacional de
la estabilidad cambiaria es, quizá, la más evidente de
todas ellas. La mundialización de los mercados cambiarios, unida a un proceso nacional (aunque auspiciado e incentivado internacionalmente) de liberalización
financiera inapropiado, asecuencial y disfuncional, ha
provocado que no sea ya posible construir «islas de estabilidad», zonas nacionales o regionales que no se
vean afectadas por las convulsiones cambiarias o financieras que tengan su epicentro en otras economías. Sí es posible, ciertamente, diseñar medidas de
política económica que minimicen los efectos de la
inestabilidad cambiaria en una determinada economía
o en una región económica concreta, pero no es factible aislar completamente un mercado cambiario determinado (y, por ende, una economía concreta) de dichos efectos. Por una parte, puede suceder que las
causas que provocan inestabilidad cambiaria sobre
una economía o zona económica determinada afecten
de forma análoga a otras economías (provocando lo
que Masson (1998), en su análisis del contagio de las
crisis cambiarias, ha llamado un efecto monzón), sobre
todo si entre aquéllas se encuentran causas «no fundamentales» (relacionadas con la existencia de especuladores con expectativas extrapolativas explosivas,
con el desarrollo de comportamientos estratégicos por
parte de los agentes, con el incumplimiento de las hipótesis de eficiencia de los mercados y de racionalidad
perfecta de los agentes, con la presencia de mercados
incertidumbre; los generados por la necesidad de desarrollar estrategias
de cobertura (que, en cualquier caso, siempre será imperfecta); los
efectos sobre el volumen y la composición del comercio internacional;...
Naturalmente, a todos ellos habría que añadir los costes directos en
términos de crecimiento, empleo, desarrollo, conquistas sociales,
rescates de las economías, pérdidas de los inversores, etcétera. Un
estudio detallado de los costes de la inestabilidad cambiaria puede
consultarse en GARCÍA-ARIAS (2002a).
cambiarios oligopólicos, etcétera 10); por otra parte,
con independencia de las causas primeras que se encuentren en el origen de la inestabilidad cambiaria, se
detecta un importante nivel de contagio desde las economías originariamente afectadas hacia el resto de la
economía global, bien como consecuencia de la existencia de lazos económicos y comerciales reales que
ligan a las economías (efecto extensión) o bien por las
propias expectativas autocumplidoras de los agentes
que operan en el mercado de divisas (efecto contagio
puro). Por tanto, un marco de estabilidad cambiaria es
siempre un marco global, pese a que determinados
países o grupos de ellos puedan diseñar ámbitos nacionales o regionales donde la estabilidad sea mayor
(o más duradera) que la global, y en los que se intente
minimizar los efectos de la inestabilidad.
Por otro lado, la estabilidad cambiaria tiene una clara
dimensión interpersonal; es decir, los efectos positivos
que se derivan de la misma no se circunscriben al reducido número de agentes que operan en el mercado
cambiario (aunque ellos obtengan, fundamentalmente,
los efectos pecuniarios); ni tampoco, como han puesto
de manifiesto los recientes episodios de crisis cambiarias, las nefastas consecuencias de la inestabilidad quedan constreñidas a ese ámbito. Tanto unos (efectos positivos de la estabilidad) como otros (efectos negativos
de la inestabilidad) afectan al conjunto de las economías y de los individuos que en ellas operan. De forma
añadida, se produce en esta cuestión un curioso caso
de asimetría: en los períodos en los que prevalece la estabilidad cambiaria, la economía en su conjunto (tanto a
nivel nacional como global) obtiene importantes beneficios, en la medida en que dicho marco estable incentiva
la asunción de riesgos, la inversión transnacional, el
transvase internacional de tecnología, el crecimiento,
etcétera, pero, sin duda, los principales beneficiarios
10
Un análisis de las características problemáticas de los mercados
financieros liberalizados (entre ellos el mercado de divisas) se ofrece en
AGÜERA SIRGO y GARCÍA-ARIAS (2000).
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son los agentes económicos que operan en los mercados financieros internacionales, entre ellos en el de divisas; no obstante, en períodos de inestabilidad (y básicamente en situaciones de crisis cambiarias) y como consecuencia del peculiar diseño de las políticas de
intervención de las organizaciones económicas internacionales (justificables, según sus defensores, por el intento de minimizar los efectos sistémicos de las crisis),
los agentes que operan en los mercados financieros internacionales son los principales beneficiarios de las líneas de crédito y de los programas de rescate puestos
en marcha 11, siendo el conjunto de la sociedad radicada en las economías afectadas la que suele soportar el
grueso de los costes, en forma de caídas en la producción y el empleo, deterioro de las políticas de gasto público, elevación de los tipos de interés, pérdida de valor
real en los mercados internacionales de sus activos nacionales, etcétera.
Por último, el componente intergeneracional está
también presente en el caso de la estabilidad cambiaria.
Por un lado, tanto los efectos de la estabilidad cuanto,
más evidentemente quizá, los de la inestabilidad, tienen
un claro componente de permanencia en el tiempo; si
nos centramos en esta última situación, si bien las variables financieras (incluidos los tipos de cambio) muestran una capacidad de recuperación más rápida, los
efectos negativos sobre las variables reales (producción, empleo y desarrollo, básicamente) se prolongan
en el tiempo y no se suelen recuperar los valores precrisis hasta varios años después de terminada ésta. La política monetaria fuertemente restrictiva, si bien suele
suavizarse superados los momentos de mayor tensión,
se convierte en una constante en el período postcrisis;
de forma añadida, el conjunto de la política económica
futura queda gravemente constreñida por la inestabilidad pasada, bien por la necesidad de cubrir los costes
financieros de la crisis, bien por el intento de «recuperar
11
Lo que, de forma añadida, potencia la presencia de otro fallo del
mercado, el riesgo moral.
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credibilidad» en los mercados por medio de la implementación de políticas (básicamente fiscales, en este
caso) extremadamente ortodoxas; la inversión productiva ( a diferencia de la financiera) tarda en recuperarse
—es que lo hace— en las economías afectadas; la inestabilidad en los tipos de cambio reales, aunque habitualmente más transitoria, provoca efectos más permanentes sobre las variables reales. Por otro lado, las economías que padecen importantes procesos de inestabilidad pierden la confianza de los mercados y agentes internacionales, quedando «marcadas» como economías
inestables, inseguras y poco fiables, habitualmente con
independencia de cuáles hayan sido las causas últimas
de la inestabilidad (fundamentales o no fundamentales),
e incluso aunque estas economías desarrollen importantes esfuerzos para recuperar la confianza de mercados y agentes 12. Este perverso efecto balizamiento no
sólo dificulta de forma importante el futuro de las economías que lo padecen, sino que también hace más factible (como consecuencia de la presencia de inestabilidad autocumplidora) que la inestabilidad cambiaria se
enquiste en estas economías y se reproduzca de forma
periódica.
De entre los diferentes tipos de bienes públicos globales, y recurriendo de nuevo a la clasificación de Kaul,
Grunberg y Stern (1999b), nosotros entendemos que la
estabilidad cambiaria sería un BPG-Derivado de la
Acción Política-Pública (BPG-DAP). Por una parte, se
trata de un bien público que requiere de una acción positiva de provisión, de un esfuerzo efectivo que garantice su existencia, por lo que no puede ser considerado
un Bien Público Natural, preexistente a la intervención
12
Dos evidencias pueden ser reveladoras en este sentido. Por un
lado, el hecho de que las agencias de rating no mejoran la calificación
crediticia y de deuda de las economías afectadas por un fuerte episodio
de inestabilidad cambiaria hasta pasados muchos años desde el último
suceso. Por otro, la evidencia mostrada en algunos trabajos empíricos
que han detectado que una de las variables que indica una mayor
probabilidad de padecer una crisis cambiaria en un determinado
momento de tiempo es, precisamente, el hecho de haber padecido crisis
de este tipo en los años anteriores [FRANKEL y ROSE (1996)].
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO BIEN PÚBLICO GLOBAL
humana; por otra, la estabilidad cambiaria no es una variable stock, en cuya generación un esfuerzo puntual
garantice, ad aeternum, el nivel de provisión alcanzado,
por lo que no puede ser considerada un bien común global producido, sino una variable flujo que exige esfuerzos, continuados y adaptados temporalmente a la evolución de otras variables económicas y financieras, que
garanticen su provisión de forma continua, lo que le convierte en un BPG-DAP.
Especial mención exige la idea de acción política (pública) al hablar de la estabilidad cambiaria. Si bien la
participación de los agentes económicos privados es
inexcusable para garantizar la provisión de este BPGDAP, la presencia de importantes fallos en los mercados
financieros en general y en los cambiarios en particular
(básicamente los relacionados con la existencia de información asimétrica —riesgo moral y selección adversa—, la ausencia de condiciones de competencia perfecta, la presencia de agentes con información imperfecta y racionalidad limitada y la posibilidad de
equilibrios múltiples), y la existencia de economías externas, exigen de la intervención pública —de la política
pública (entendida en el sentido de public policy)—, al
objeto de garantizar un adecuado nivel de dotación de
este bien público.
4.
Un esquema de provisión/financiación
eficiente para un BPG-DAP
La provisión de un BPG-DAP
Como se deduce de lo expuesto en la segunda parte
de este trabajo, existe una gran variedad de BPG notablemente diferentes entre sí, por lo que la provisión de
cada uno de ellos presentará peculiaridades muy significativas.
Así por ejemplo, si recurrimos a la taxonomía ofrecida
por Kaul et al. (1999b), resulta fácil detectar que los problemas de provisión a los que se enfrentan los tres tipos
de BPG son muy distintos. En efecto, en el caso de los
bienes comunes globales naturales, el problema a sol-
ventar no es el de una provisión eficiente, en tanto en
cuanto ya existen, sino el de mantener su dotación natural en niveles óptimos. O dicho de otro modo, el problema de acción colectiva a solucionar es el de la sobreexplotación del bien. Por el contrario, en el caso de los bienes comunes globales producidos su principal reto de
acción colectiva es de infrautilización; por ejemplo en el
caso de los derechos humanos, el problema no está en
alcanzar un consenso respecto a los mismos (problema
de coordinación), sino en la limitación de su ejercicio en
determinadas zonas del planeta (problema de represión) 13. Por último, en el caso de los BPG derivados de
la acción política (pública), el problema por el lado de la
oferta sí es, genuinamente, uno de provisión ineficientemente baja.
Si en vez de ceñirnos a la clasificación anterior, atendemos a la que distingue a los BPG en virtud de su función de composición social, las diferencias resultantes
desde la perspectiva de la provisión eficiente son también relevantes. Así por ejemplo, en la provisión de BPG
con tecnología aditiva subyacen problemas de comportamiento estratégico por parte de los agentes que están
relacionados con un juego de dilema del prisionero, en
el que, como se sabe, cada jugador (cada contribuyente
potencial a la provisión del BPG) tiene como estrategia
dominante convertirse en un free-rider. Esto se produce
porque cada agente toma en consideración, exclusivamente, la diferencia entre los beneficios y los costes que
se derivan para él/ella de cada unidad aportada, no introduciendo en su análisis los beneficios que su contribución genera para otros agentes. La vía de escape de
este dilema, para el caso de los BPG, es la existencia de
una nación o grupo de ellas que obtenga suficientes beneficios particulares de la provisión del BPG, o bien la
existencia de una organización supranacional que garantice el nivel adecuado de provisión de dicho bien.
13
En otros casos, por ejemplo en el de Internet, su infrautilización
está relacionada más con cuestiones de analfabetismo, barreras de
lenguaje o insuficiente nivel de renta (SPAR, 1999).
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
Julio-Agosto 2004. N.º 816
ICE
53
JORGE GARCÍA-ARIAS
Ineludiblemente, cuando nos enfrentamos a un bien con
beneficios plenamente no rivales y no excluibles y con
tecnología de producción aditiva, la eficiencia asignativa
exigirá la existencia de una estructura supranacional.
Por contra, en el caso de un BPG con tecnología weakest-link, existen incentivos mayores para que la nación
(o naciones) más favorecida(s) por la provisión del bien,
financie o transfiera recursos a otros países para garantizar que estos últimos también aportan su contribución
a la provisión del bien. Naturalmente, el juego estratégico que subyace tras esta tecnología es un juego de seguridad donde, contrariamente a lo que sucedía con el
dilema del prisionero, los agentes están más incentivados a cooperar, puesto que no pueden comportarse
como free-riders: en efecto, una vez que un agente
(país) realiza una contribución al bien, el resto sólo puede beneficiarse si también contribuye. O, dicho de otro
modo, no pueden existir consumidores libres de cargas,
puesto que si existe un solo usuario gratuito el bien no
se provee en absoluto (la mínima contribución en este
caso sería cero y, por tanto, cero sería también el nivel
de provisión total del BPG).
Para el caso de los BPG con tecnología best-shot,
el juego estratégico que subyace es uno de coordinación, en el que sólo se necesita un único contribuyente para garantizar la provisión, por lo que el problema
a enfrentar consiste en determinar cuál de los contribuyentes potenciales debe llevar a cabo esta función
(nótese que, con esta tecnología, varias contribuciones simultáneas serían ineficientes puesto que supondrían un despilfarro de recursos). Puesto que los
esfuerzos deberían concentrarse en los agentes mejor capacitados para garantizar una provisión adecuada, existiría una justificación desde la eficiencia para
transferir recursos para asistir los esfuerzos de los
agentes (naciones) más preparados (v. g. centros de
investigación contra el SIDA de los países más desarrollados), con las implicaciones para la equidad que
ello conlleva. Naturalmente el problema surge cuando
las naciones más desarrolladas no tienen incentivos
claros para proveer dicho bien (p. e. malaria), lo que,
54
ICE
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
Julio-Agosto 2004. N.º 816
de nuevo, justificaría la existencia de una organización supranacional coordinadora.
Por tanto, y por no extendernos más con esta cuestión, se observa que resulta difícil establecer unas condiciones generales de provisión eficiente para toda la
variedad de BPG existentes. Como consecuencia, es
preciso realizar un análisis diferencial para cada tipo de
bien. Dado que hemos categorizado a la estabilidad
cambiaria como BPG-DAP, este será el tipo a modelizar.
Siguiendo a Sandler (1999), podemos pensar en un
bien público Z cuyos beneficios son no rivales y no excluibles en una triple dimensión: afectan a un número
suficientemente grande de la población, a un número
importante de países y se extienden por más de una generación. Denotamos los países por r = 1, 2,...,n y las
generaciones por g = 1,2,...,m, de manera que el conjunto de individuos de la generación g radicados en el
país r los notamos con Wgr. Como BPG-DAP (y al exhibir, por tanto, un carácter intergeneracional) el bien público Z es provisto por cada país en el período 1 (g = 1) y
dicho nivel de provisión se mantiene en los períodos
subsiguientes. En el primer y subsiguientes períodos se
produce un bien privado x que es provisto y plenamente
consumido durante su período (esto es, suele evitarse
por simplicidad atribuirle connotaciones intergeneracionales al bien privado). Como en el caso canónico representado en [1], el objetivo es obtener un nivel de provisión de ambos bienes (x,Z) que maximice la utilidad de
los individuos. Consiguientemente, la función de utilidad
de un individuo cualquiera puede representarse en este
caso por:
u igr = u igr ( x igr ,Z ) "i Î Wgr ,g = 1,...,m y r = 1,...,n [3]
donde xigr representa el consumo del bien privado realizado por el individuo i en el período g en el país r.
En definitiva, lo que dice [3] es que la utilidad de un individuo, perteneciente a una generación y a un país
concretos, dependerá del consumo que realice del bien
privado y del bien público. Suponemos que dicha función es estrictamente creciente, cóncava y doblemente
diferenciable con respecto a sus dos argumentos.
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO BIEN PÚBLICO GLOBAL
Como hemos señalado, toda la cantidad del bien privado producida en el período g es consumida en dicho
período, por lo que la cantidad total producida del bien
privado en un período puede representarse como:
n
Xg = å
å
x igr
r =1 i ÎWgr
[4]
Máx
u111( x111 ,Z )
( x igr ,Z )
y la producción intergeneracional e internacional del
bien privado x como:
X =
tera de posibilidades de producción y al hecho de que
cualquier otro agente debe alcanzar un determinado nivel
de utilidad (que denotamos por uigr, "i ¹ 1). Es decir, hemos de adaptar el programa de optimización [1] al caso
de los BPG-DAP:
"i ÎWgr
g =1,...,m
r =1,...,n
[7]
F ( X ,Z ) = 0
s.a
u igr ( x igr ,Z ) = u igr , "i ¹ 1
m
å Xg
g =1
[5]
Existe una frontera de posibilidades de producción,
que indica que los recursos existentes pueden dedicarse a producir el bien privado o el público, que podemos
representar por:
F (X,Z) = 0
[6]
también estrictamente creciente y convexa para garantizar que las condiciones de maximización de primer orden
sean condiciones suficientes para obtener el máximo.
Para alcanzar la eficiencia Paretiana, que en este caso
será Eficiencia Paretiana Intergeneracional 14, habremos
de considerar los beneficios marginales que el BPG-DAP
confiere a todos los agentes, en todos los países y en todas las generaciones. La forma más evidente de hacerlo
es tratar de maximizar la utilidad de un agente dado (el
agente 1, del país 1, de la generación 1) sujeto a la fron-
14
PAGE (1977) define la Eficiencia Paretiana Intergeneracional (EPI)
como una situación en la que no es posible mejorar el bienestar de
ningún agente en ningún momento de tiempo sin reducir el de otro
agente perteneciente a la generación actual o a cualquier generación
futura. Sencillamente, la EPI expande la eficiencia Paretiana estándar a
lo largo del tiempo y del espacio y, por tanto, requiere la maximización
de la utilidad del resto de los agentes en todos los países y a lo largo de
todas las generaciones, además de cumplirse la eficiencia en la
producción.
La lagrangiana de [7] adoptaría la forma:
L = u111( x111 ,Z ) +
n
m
+ åå
å
r =1 g =1 i ÎWgr
i ¹1
l1igr éëu igr ( x igr ,Z ) - u igr ùû +
[8]
+ l 2 [F ( X ,Z )]
Y las condiciones de maximización de primer orden,
vendrían dadas por:
¶L
¶u111
¶F
= 111 + l 2
=0
111
¶x
¶x
¶X
n m
¶L
¶u igr
¶F
= å å å l1igr
+ l2
=0
igr
igr
¶x
¶
x
¶
X
r =1 g =1 i ÎWgr
ü
ï
ï
ï
ï
ï
i ¹1
ï
ïï
"i Î Wgr ,g = 1,...,m y r = 1,...,n
ý
i ¹1
ï
igr
ï
¶L ¶u111 n m
¶
u
¶
F
=
+ å å å l1igr
+ l2
= 0ï
¶Z
¶Z
¶Z
¶Z
ï
r =1 g =1 i ÎWgr
i ¹1
ï
ï
F ( X ,Z ) = 0
ï
u igr ( x igr ,Z ) - u igr = 0
ïþ
[9]
Resolviendo, obtendríamos:
n
m
RMTZ ,X = å å
å
r =1 g =1 i ÎWgr
RMSZigr,X
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
Julio-Agosto 2004. N.º 816
[10]
ICE
55
JORGE GARCÍA-ARIAS
que sería la Condición de Provisión Eficiente de un
BPG-DAP 15.
Tomar [10] como regla de optimización en la provisión
de un bien público global supone considerar todos los
efectos que, sobre los individuos, sobre el espacio y sobre el tiempo se deriven de la provisión del mismo. Por
tanto [10] es la condición de eficiencia Pareto-superior y
para ser llevada a cabo sería preciso una coordinación
de la acción de política pública entre los diferentes Estados nacionales o la existencia de un planificador supranacional que la aplicase.
Naturalmente, otras condiciones de provisión más
ineficientes son posibles (y, en realidad, más factibles)
que la representada por [10]. Aunque no podemos estudiarlas aquí, puede consultarse Sandler (1999) o García-Arias (2002b) para un desarrollo pormenorizado.
Por tanto, desde el punto de vista de la eficiencia, surge la necesidad de establecer algún tipo de interconexión
entre los diferentes agentes (países) implicados, desde
un simple mecanismo de coordinación hasta el establecimiento de organismos supranacionales, que permita garantizar la provisión eficiente de dichos bienes.
La financiación de un BPG-DAP
La cuestión de la financiación es siempre un aspecto
problemático en relación con los bienes públicos estándar 16. Además, para el caso de los BPG existen dificul-
15
SANDLER (1999) se refiere a ella como regla de concienciación
(awareness rule).
16
Como se sabe, estos problemas están relacionados en última
instancia con la elección del principio del beneficio o el principio de la
capacidad de pago como mecanismo de financiación. En virtud del
primero, los beneficiarios del bien pagan su valoración marginal del
mismo, con lo que, si la suma de las valoraciones marginales se iguala
con el coste marginal de provisión del bien, se alcanza un nivel óptimo
de provisión/financiación de éste. Además de los problemas
relacionados con el principio del beneficio y la equidad, en el caso de
bienes públicos puros éste es difícil de aplicar en la práctica como
consecuencia de la existencia de incentivos claros para falsear la
revelación de preferencias, aunque este problema puede abordarse por
medio de la aplicación de alguna variante del Mecanismo Groves-Clarke
[CLARKE (1971) y GROVES y LOEB (1975)]. Por contra, si el bien
permite cierto grado de exclusión, teóricamente podría garantizarse
56
ICE
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
Julio-Agosto 2004. N.º 816
tades adicionales en relación con este tema. Podemos
observar este hecho recurriendo a alguna de las clasificaciones introducidas en las secciones anteriores, por
ejemplo a la primera de ellas.
Así, la cuestión de la financiación es mucho más problemática para el caso de BPG puros. Uno de los escenarios de financiación apropiados consistiría en la existencia de una nación que obtuviese un volumen de beneficios suficientes que justificasen su provisión del
bien, incluso siendo la única en soportar los costes (salvo, naturalmente, si nos encontramos ante un bien con
tecnología weakest-link). En este último caso, o en ausencia de una nación «líder» (supuesto más probable),
la comunidad internacional debería recurrir ineludiblemente a una estructura supranacional que gravase a
sus miembros, lo que, evidentemente, introduce el problema de la existencia de agentes que no deseen cooperar en la provisión/financiación del BPG en cuestión.
La financiación de este tipo de bienes se complica de
forma añadida por el hecho de que, al presentar ambas
características de forma plena, se verifica el Teorema de
la Neutralidad [Warr (1983)], por lo que la provisión realizada por un agente es un sustitutivo perfecto de la de
cualquier otro, lo que incentiva el comportamiento de
free-rider en la financiación.
En cuanto a los BPG parcialmente rivales y plenamente no excluibles, las opciones de financiación son
prácticamente idénticas que en el caso anterior y, por
tanto, también heredan sus dificultades. La diferencia
fundamental es que ahora la rivalidad limita, al menos
parcialmente, la neutralidad puesto que las contribucio-
—por medio de la constitución de un club— un mecanismo apropiado de
financiación consistente en igualar el precio unitario al coste marginal de
congestión, —aunque en la práctica los problemas para constituir un
club son muy importantes, especialmente los relacionados con la
cuantificación de los costes de transacción—.
Por el contrario, el segundo de los principios no exige que el Sector
Público conozca (y, por tanto que los agentes revelen) las valoraciones
marginales de los beneficiarios, sino que éstos son llamados a
cofinanciar el bien en función de su capacidad para soportar un coste
fiscal (con implicaciones añadidas muy positivas para la equidad,
evidentemente).
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO BIEN PÚBLICO GLOBAL
nes son menos sustituibles, lo que puede incentivar al
conjunto de los agentes a contribuir a su financiación/provisión de forma voluntaria 17.
Por el contrario, los BPG impuros con beneficios parcialmente excluibles y, naturalmente, los Bienes de Club
Globales, presentan un pronóstico, en cuanto a la cuestión de su financiación, más favorable. En efecto, la posibilidad de excluir de los beneficios a los que no contribuyan es un incentivo claro a la participación voluntaria
en el mecanismo de financiación (si el coste de exclusión es suficientemente pequeño como para permitir el
diseño de instrumentos fiscales con los que gravar a los
usuarios y posibilitar la implementación de mecanismos
de control y de garantía del cumplimiento). Nótese, no
obstante, que los clubes no constituyen, en sentido estricto, una alternativa a la necesidad de crear instituciones supranacionales sino que, de hecho, son una clase
específica de las mismas; la ventaja es que, habitualmente, los costes de negociación dentro de ellos son
menores y las estructuras requeridas más simples
(siempre y cuando los mecanismos de medición del uso
sean fiables y el mecanismo de exclusión pueda realmente establecerse). La experiencia nos demuestra que
la provisión/financiación de aquellos BPG que pueden
convertirse en bienes de club (esto es, en los casos en
que existen per se o en los que pueda crearse un mecanismo de exclusión para los agentes que no cooperan
en su provisión) funciona razonablemente bien
—INTELSAT, canales navegables internacionales—.
En resumen, los esquemas de financiación para los
diferentes BPG no tienen por qué ser los mismos. Cuando nos enfrentamos a Bienes de Club Globales o a BPG
que pueden, por medio de la acción política (pública),
aproximarse a dicha condición, los usuarios pueden ga-
17
Piénsese, por ejemplo, que si los esfuerzos de un país para
controlar sus emisiones de ácido sulfúrico a la atmósfera reducen la
lluvia ácida especialmente sobre su territorio, como consecuencia de
esta rivalidad «espacial», cabe esperar un incentivo para cada país para
realizar contribuciones a la provisión/financiación del bien público global
«reducción de la lluvia ácida».
rantizar niveles adecuados de provisión y un esquema
apropiado de financiación.
5.
Algunas implicaciones de política económica
Esta posibilidad que acabamos de enunciar, consistente en «aproximar» BPG a Bienes de Club Globales,
podría darnos pistas acerca de cómo abordar el problema de la (in)estabilidad cambiaria y, aunque esta cuestión —popularizada bajo el epígrafe de «nueva arquitectura financiera internacional»— es tratada en profundidad en otros trabajos incluidos en este número de ICE y
no es objetivo específico de éste, no queremos sustraernos a la responsabilidad de ofrecer alguna reflexión
preliminar desde la perspectiva de la Economía Pública
Internacional.
Por un lado, la literatura ha alcanzado un acuerdo
bastante generalizado acerca de la responsabilidad de
los procesos de liberalización financiera inadecuada y
asecuencial en la presencia de inestabilidad cambiaria
(muy especialmente en el desencadenamiento de crisis
cambiarias). Por otro lado, la estabilidad cambiaria es
un BPG impuro, en el que es difícil establecer un mecanismo de exclusión, con tecnología de producción próxima a la de weakest-link, por lo que una de las estrategias para intentar que todos los países colaboren en su
provisión es excluyendo a los que no cooperen; y nótese que si bien no es posible excluir a los no cooperantes
del entorno de estabilidad global, sí puede excluírseles
de los mecanismos internacionales de ayuda establecidos para el caso de perturbaciones financieras.
En este sentido, una propuesta —entre otras muchas
destacables— que conecta estos dos vértices del problema es la formulada por Wyplosz (1999), que propone
la idea de que los países que deseen liberalizar sus
mercados soliciten autorización internacional para hacerlo. La justificación parece clara: la liberalización financiera debiera empezar a ser considerada, si acaso,
el último escalón de un largo recorrido, entre cuyas etapas iniciales se encontrarían el establecimiento de un
marco legal y contable adecuado, el desarrollo de unos
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
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JORGE GARCÍA-ARIAS
mercados financieros nacionales eficientes y profundos,
con mejor difusión de la información y más transparentes, la existencia de una sólida reglamentación financiera que exigiese el cumplimiento de estándares de prudencia más severos y de medidas de control selectivo
de los flujos de capitales, el control riguroso de los indicadores de vulnerabilidad (nivel de endeudamiento, período de vencimiento de la deuda, ratio M2/Reservas,...), etcétera. Es decir, habría que revertir la lógica
del proceso de liberalización: éste no debería ser nunca
el primer paso, sino el último. De tal manera que una autoridad económica internacional evaluaría la evolución
del proceso previo al que nos hemos referido, y sólo
aquellos países que recibiesen la autorización para liberalizar podrían solicitar la ayuda de las organizaciones
económicas internacionales en el caso de que, pese a
todas las medidas de prudencia, los animal spirits —ya
apuntados por Keynes (1980) hace casi 75 años como
las fuerzas determinantes de los mercados financieros— provocasen algún tipo de inestabilidad en sus
submercados financieros o cambiarios nacionales.
La conclusión que hemos obtenido en torno a la necesidad de llevar a cabo algún tipo de intervención supranacional para garantizar un nivel óptimo de provisión del
BPG estabilidad cambiaria, exige abordar la cuestión de
determinar el tipo de intervención requerida y la organización supranacional que debe llevarla a cabo. Evidentemente no podemos analizar aquí esta cuestión, que será
objeto de futuros trabajos, pero la propuesta que nos parece más interesante es la creación de una Organización
Financiera Mundial (World Financial Organization, WFA)
[Eatwell y Taylor (2000)], entendida como «(...) an effective regulator in the same domain as the markets it regulates (...) will need to perform the same tasks performed today by efficient national regulators, namely information,
authorization, surveillance, guidance, enforcement, and
policy.» 18. Para estos autores, la WFA debería desempeñar funciones a nivel macro (establecer y mantener un
18
58
Véase, EATWELL y TAYLOR (2000), página 220.
ICE
CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS INTERNACIONALES
Julio-Agosto 2004. N.º 816
tipo de cambio estable entre las tres principales divisas
que operan en el mercado y coordinar las restricciones
impuestas por las diferentes autoridades nacionales sobre sus mercados financieros y cambiarios, básicamente) y a nivel micro (principalmente, diseñar indicadores
apropiados de exposición al riesgo y establecer estándares obligatorios de prudencia).
Otras funciones posibles a desempeñar por esta WFA
habrán de ser analizadas por la literatura en el futuro;
entre ellas sugerimos —sin ánimo exhaustivo— las siguientes: constituirse en un foro mundial que garantizase niveles más adecuados de provisión de estabilidad
cambiaria —por ejemplo velando por la aplicación de la
Condición de Provisión Eficiente expuesta más arriba—,
regular y supervisar los mercados financieros internacionales y nacionales y los flujos que por ellos se canalizan [Griffith-Jones (1998)], desarrollar funciones de
Prestamista Internacional de Ultima Instancia [Sachs
(1995)] y/o de Corte Internacional de Quiebras y Suspensiones de Pago [Eichengreen y Portes (1995)] o
constituirse en la organización a la que las diferentes
economías deberían solicitar autorización para iniciar o
intensificar los procesos de liberalización de sus mercados financieros nacionales [Wyplosz (1999)].
6.
Conclusiones
En este artículo se muestra cómo la Teoría de los Bienes Públicos Globales (BPG) ofrece, dentro del campo
de la nueva Economía Pública Internacional, un marco
conceptual excepcional para analizar algunas de las
cuestiones nucleares en el discurrir económico del cambio de siglo. En concreto, buena parte de los temas que
esta teoría nos permite abordar conforman el catálogo
de «asuntos pendientes» del modelo de globalización
contemporánea —uno de entre otros que serían factibles—, auspiciado y defendido por la corriente principal
en Economía.
Entre estas cuestiones está la de la (in)estabilidad
cambiaria, entendida en la doble dimensión que hemos
apuntado en secciones anteriores. En este trabajo he-
LA ESTABILIDAD CAMBIARIA COMO BIEN PÚBLICO GLOBAL
mos defendido que la estabilidad cambiaria presenta las
características definitorias de los Bienes Públicos Globales, concretamente de los BPG-Derivados de la
Acción Política con una función de composición social
próxima a la de weakest-link, y hemos presentado un
esquema simple —embrionario y necesitado de consolidación en investigaciones futuras— de provisión/financiación. Concretamente, la condición de provisión eficiente de un BPG-DAP exige igualar la relación marginal de transformación con la suma de las relaciones
marginales de sustitución para todos los agentes, generaciones y países, lo que implica, necesariamente, dotarse de un mecanismo de cooperación internacional
y/o de una estructura supranacional de intervención que
permita garantizar que la asignación del bien público en
cuestión se aproxima a la óptima.
Esto, para el caso de la estabilidad cambiaria, exige,
junto con la presencia de otros fallos de mercado significativos en el comportamiento de los mercados financieros en general y cambiarios en particular, avanzar en la
dirección apuntada por alguna de las propuestas más
valientes y ambiciosas planteadas en el marco de la reforma de la arquitectura financiera internacional, entre
las que destacaríamos la puesta en marcha de una
Organización Financiera Mundial.
En cuanto a los mecanismos de financiación, indisolublemente ligados al esquema de provisión apuntado,
parece necesario, por mor de su aplicabilidad práctica,
intentar aproximar el BPG estabilidad cambiaria a un
bien de club global. Alguna guía para avanzar en este
sentido ha sido apuntada, así mismo, en este trabajo.
Por último, y fundamental, es preciso insistir en el hecho de que la presencia de las características de no rivalidad y no excluibilidad en la triple dimensión global
apuntada —internacional, interpersonal e intergeneracional— provoca que, en ningún caso, pueda considerarse la cuestión de la estabilidad cambiaria competencia exclusiva de los agentes privados que operan en el
mercado cambiario, ni tan siquiera de cada una de las
autoridades económicas nacionales (públicas). Aún
más, las decisiones en torno a esta cuestión (y a otras
analizadas por la Teoría de los BPG) deben dejar de ser
consideradas dentro del ámbito estricto de un ejercicio
autónomo de soberanía nacional, para pasar a ser abordadas desde una perspectiva genuinamente internacionalista. Si por razones políticas —o de otra índole— la
visión de intervención internacional/supranacional no
puede adoptarse, lo único que puede garantizarnos la
Teoría Económica es que el nivel de provisión de estabilidad cambiaria será subóptimo.
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