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FT ESPAÑOL
29/02/2016
¿La “maldición de los rascacielos” presagia una crisis en
China?
Los economistas han reflexionado durante mucho tiempo acerca de la llamada “maldición de los
rascacielos”, la extraña correlación entre la construcción del edificio más alto del mundo y un colapso
financiero que la acompaña.
Por Jamil Anderlini, Financial Times
La autopista que conduce al lugar de nacimiento de Mao
Zedong en China central está flanqueada por multitudes de
torres de apartamentos vacías o a medio construir. En el
recorrido para ir a rendir homenaje a “el Gran Timonel” se
puede visitar el lugar donde, hace menos de tres años, un
ambicioso multimillonario local aterrizó en su helicóptero
privado en medio de gran fanfarria para comenzar la
construcción de lo que estaba destinado a ser el edificio
más alto del mundo: el rascacielos Sky City, de 838 metros. Actualmente los cimientos excavados yacen
sumergidos en un estanque de piscicultura improvisado.
Los economistas han reflexionado durante mucho tiempo acerca de la llamada “maldición de los
rascacielos”, la extraña correlación entre la construcción del edificio más alto del mundo y un colapso
financiero que la acompaña. La construcción del Empire State Building (Nueva York) se inició en 1930; la
de la Torre Sears (Chicago) se inició en 1970; las Torres Petronas (Kuala Lumpur) se completaron en
1996; y el Burj Khalifa (Dubai) se completó en 2009. Desde finales de los “alocados años veinte” en EEUU
hasta la explosión crediticia en las arenas del Golfo, cada uno de los edificios “más altos del mundo”
predijo o coincidió con una crisis; cada uno siendo una evidente señal de que la exuberancia irracional
puede manifestarse en forma física.
Incentivos mal puestos
Hoy en día, algunos analistas describen el mercado inmobiliario chino como el sector más importante en
la economía mundial, y también como el mayor factor de riesgo. Esto es menos fantástico de lo que
parece si se considera que en dos años —2011 y 2012— China produjo más cemento que EEUU durante
todo el siglo XX.
Debido a esto, el destino de todo —desde el de las instituciones financieras de Hong Kong al de los
fabricantes de automóviles alemanes y al de las mineras australianas— se encuentra actualmente en
manos de los compradores de viviendas en lugares como Changsha, la ciudad donde se suponía que iba a
construirse el Sky City.
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Durante los últimos años, las autoridades locales han alentado el exceso de construcción, ya que ellos
reciben una gran parte de sus ingresos de la venta de terrenos. Los resultados son evidentes a lo largo y
ancho de China: desde ciudades fantasmas que se asoman entre las congeladas llanuras de Manchuria o
en la periferia de Lhasa, donde los nómadas tibetanos dejan pastar a sus yaks en los patios de lujosas
casas vacías.
La economía de China es extraordinariamente dependiente de la inversión, la cual representa casi la
mitad del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Sin embargo, la desaceleración de inversión en el sector
inmobiliario de China durante los últimos dos años ha contribuido a una caída de los precios mundiales
de las materias primas y a la disminución del crecimiento en los países exportadores de materias primas,
como Australia, Brasil, Sudáfrica e Indonesia.
Impacto pendiente
El auge de la construcción de los últimos años ha dado lugar a un enorme exceso de inventario, pero es
imposible estimar la verdadera escala porque los desarrolladores y los gobiernos locales reciben
incentivos por subreportar el problema. A pesar de una desaceleración en 2015, la inversión inmobiliaria
en China aumentó 1%, aunque los precios promedio de las viviendas cayeron en las 70 ciudades más
grandes.
De manera similar, las importaciones chinas de materias primas en términos de volumen aumentaron el
año pasado, pese a que las caídas de los precios causaron una gran contracción de las importaciones en
términos de valor.
En otras palabras, la economía de China se ha ralentizado en un par de puntos porcentuales, y los precios
de las materias primas a nivel mundial se han desplomado, incluso antes de que comenzara cualquier
corrección seria en el sector inmobiliario del país. Un descenso total de la inversión en bienes raíces, lo
que sin duda va a venir, también acarreará profundas implicancias para el tambaleante y endeudado
sistema financiero chino. Los analistas estiman que más de 60% de los préstamos bancarios chinos están
directa o indirectamente ligados al sector inmobiliario.
Con una relación deuda-PIB que es más alta que la de EEUU y que la de Alemania, serios problemas en el
sector inmobiliario chino repercutirían significativamente alrededor del mundo, y harían que los
recientes efectos producidos por la baja de los mercados de divisas y de acciones chinos parecieran una
tormenta de menor importancia.
La solución china
En lugares como Changsha, los gobiernos locales han comenzado a reconocer que muchos de los mal
construidos y costosos departamentos no se venderán nunca. Pero su respuesta es alarmante desde el
punto de vista de la economía en general.
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De acuerdo con funcionarios de varias ciudades chinas, su solución es empezar a construir en
ubicaciones completamente diferentes y ofrecer terrenos a desarrolladores inmobiliarios de “mejor
calidad” a precios reducidos. La esperanza es que los desarrolladores abandonen las propiedades vacías
existentes y construyan departamentos de mejor calidad que se pueden vender a los consumidores con
grandes descuentos debido a los costos inferiores de los terrenos.
En la retorcida estructura de incentivos de la burocracia china, esto es racional porque ocasionaría un
nuevo flujo de financiamiento; resucitaría las ganancias producidas por los terrenos; y aumentaría el PIB.
Pero si esa manera de pensar prevalece, puede que simplemente el haber comenzado la construcción del
Sky City haya sido suficiente para que la “maldición de los rascacielos” se cierne sobre China.
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