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FT ESPAÑOL
07/12/2015
India, la única economía de los BRICS que todavía sigue
en pie, aún podría tropezar
India tiene muchos problemas debajo de la superficie, desde la morosidad en el sistema bancario a la
preocupante reticencia de los empresarios para invertir en su propia economía.
Por David Pilling
Ya es oficial. India es el único de los países BRICS que
permanece en pie. Brasil, que se contrajo 4,5% interanual
en el tercer trimestre y parece destinado a su peor recesión
desde la década de 1930. La economía dependiente del
petróleo de Rusia está al borde de una feroz contracción y
Sudáfrica apenas ha podido evitar la recesión. Incluso la
poderosa China, después de años de estímulo y la excesiva
dependencia de una industria pesada que destruye el
ozono, está creciendo a su ritmo más lento en 25 años.
Eso deja a India sola entre las naciones que una vez se jactaron de ser BRICS. Los datos oficiales
mostraron la semana pasada que su economía creció 7,4% en el tercer trimestre respecto al año anterior,
por encima del 7% en los tres meses anteriores.
La actuación, impulsada por la inversión de capital fijo y la producción industrial, fue más impresionante
aún teniendo en cuenta que la producción de la agricultura, que emplea a cerca de la mitad la fuerza
laboral de la India, está cojeando en el 2,2%. La tercera mayor economía del mundo en términos de
paridad de poder adquisitivo puede legítimamente reivindicar ser la economía global con el desempeño
más impresionante.
De hecho, muchas cosas le están yendo bien a India. Incluso antes que Narendra Modi llegara al poder el
año pasado en una llamarada de optimismo, sus fundamentos económicos estaban mejorando. Los bajos
precios del petróleo son una bendición: han ayudado a reparar la situación de la cuenta corriente que
una vez puso al país entre los más vulnerables a las salidas de capital inducidas por la Reserva Federal
de Estados Unidos. Su crecimiento es menos dependiente de las exportaciones que el de muchas
economías en desarrollo, con el 70% del Producto Interno Bruto impulsado por el consumo.
Raghuram Rajan, el gobernador del banco central, tiene una postura similar a la Paul Volcker, el ex
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presidente de la Fed, en su determinación de controlar la inflación, un fenómeno que es particularmente
dañino para los cientos de millones de pobres de la India. La mejora constante en ese frente significa
que India ahora tiene el espacio para bajar las tasas de interés que han llegado hasta el 1,25 punto
porcentual este año.
Tampoco el "efecto Modi" puede ser minimizado. Aunque algo del brillo de la victoria electoral del
primer ministro ha sido borrado por las derrotas posteriores -más recientemente en el estado de Bihar-,
India tiene un sentido de propósito mayor que el que tenía en los mediocres años finales del gobierno de
Manmohan Singh.
Modi ha incrementado el gasto en infraestructura y tomado medidas creíbles para hacer frente al legado
de corrupción en la licitación de activos del gobierno desde el carbón a las telecomunicaciones.
Sería un error, sin embargo, dar por sentado que la tendencia continuará. Eso es lo que países como
Brasil y Rusia hicieron y miren donde están ahora. India tiene muchos problemas bullendo debajo de la
superficie, desde la morosidad en el sistema bancario a la preocupante reticencia de los empresarios
para invertir en su propia, aparentemente exitosa, economía. La mayor parte del aumento de la inversión
ha sido dirigida por el gobierno.
Existen al menos tres razones para no cantar victoria en la India todavía. En primer lugar es la lentitud de
las reformas. A pesar de toda su energía y vigor, Modi ha encontrado dificultades para empujar su agenda
a través del proceso político de Delhi. Debido a una Cámara Alta hostil, casi nada de la pauta fue
aprobada en la última sesión parlamentaria. Los optimistas dicen que el astuto primer ministro logrará
imponerse. Una esperanza es que provocará la competencia entre los estados implementando, por
ejemplo, la más atractiva reforma agraria mientras compiten por la inversión. Muchos esperan que un
empujón más dará lugar a la promulgación de un impuesto sobre bienes y servicios. La reforma de las
leyes laborales restrictivas, que traba la ambición de Modi de hacer de la India un centro de fabricación,
ni siquiera se ha discutido.
Tampoco está claro si las cifras del PIB se pueden tomar en serio. El robusto rendimiento es difícil de
cuadrar con otros datos, tales como los beneficios empresariales débiles, las ventas lentas de
motocicletas y el tenue crecimiento de los préstamos.
Por último, incluso si nos creemos los números, el crecimiento del PIB no lo es todo. Por supuesto, los
países pobres necesitan crecer rápido si se quiere combatir la pobreza. Sin embargo, a menos que sienten
las bases para el desarrollo -no sólo a través de las reformas adecuadas, sino también a través de
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inversiones en salud y educación- el rápido crecimiento puede desaparecer.
India va a la zaga de sus pares en medidas de la salud, alfabetización y en la mejora de la posición de las
mujeres. Nada de esto es un buen augurio para un país en el que, gracias a la juventud de su población,
se creará casi uno de cada cinco de todos los puestos de trabajo a nivel mundial en las próximas
décadas.
Por el momento, India es un ejemplo destacado. Pero el desvanecimiento de las fortunas de sus
compañeros BRICS demuestra que eso no es garantía de éxito en el futuro.
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