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Algunos apuntes en torno al mito de la competitividad en España El término “competitividad” se ha situado desde el discurso ortodoxo como principal elemento explicativo en la diagnosis y tratamiento de una crisis especialmente intensa en la periferia de la eurozona. Se habla de una pérdida de competitividad, expresada como encarecimiento relativo del factor trabajo en dichas economías (Grecia, Irlanda, Italia, España y Portugal) frente a sus competidores más eficientes, ejemplificadas en Alemania. En consecuencia, si tal es el problema, entonces la solución solo podría pasar por la reducción de esos mayores costes de producción. Y dado que el hecho de compartir una misma moneda impide el recurso a la política cambiaria, se trataría de llevar a cabo una “devaluación interna” mediante las reformas pertinentes que permitan reducir precios y salarios. De esta manera, se afirma, el efecto abaratamiento frente al exterior sería equivalente al de dicha devaluación, resultando con ello más atractivos sus productos en los mercados internacionales. Esta mayor demanda externa podría compensar a su vez la caída de la demanda interna e impulsar así una nueva dinámica de crecimiento económico. Dejaremos aquí a un lado las implicaciones reales que conlleva semejante argumento. Baste esbozar que se parte de una premisa falsa al identificar como equivalentes los efectos de esa devaluación interna, vía costes salariales, con la devaluación del tipo de cambio. Nos centraremos, por tanto, en atender a si esos indicadores miden lo que dicen que miden. Volviendo al argumento sobre la competitividad, el indicador utilizado por lo general es el del tipo de cambio efectivo real, no en vano conocido también como “índice de competitividad”. Este mide la evolución de los precios de una economía con respecto a los de sus principales socios comerciales. Gráfico 1. Índice del Tipo de Cambio Efectivo Real 1994-2000 (1999 = 100) 130 120 110 100 90 80 70 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 España Alemania Grecia Italia Reino Unido Irlanda Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat. Expresado como índice, conforme aumente revelará una progresiva merma en la posición competitiva del país en cuestión, al verse más encarecidos sus precios con relación al de sus competidores. El Gráfico 1 evidencia entonces un encarecimiento relativo de los precios, precisamente en las economías de la periferia, senda que también seguía Reino Unido pero que, como puede verse, quebró de manera abrupta mediante la devaluación moneda. El factor explicativo para esta pérdida de competitividad-precio consistiría en un aumento de los costes salariales, expresados en las cifras de costes laborales unitarios nominales (CLUn), tal como ilustra el siguiente gráfico: Gráfico 2. Evolución de los CLUn (en números índice. Año 2000 = 100) 150 140 130 120 110 100 90 80 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Alemania Irlanda Grecia España Italia Portugal Fuente: Elaboración propia a partir de datos de AMECO. Esta alza en los CLUn tendría por tanto un efecto inflacionario sobre los precios finales, lo que explicaría el deterioro en el índice de competitividad mostrado en el primer gráfico. Resulta sorprendente a tal respecto que, desde diferentes posicionamientos más o menos críticos se recurra a esta misma base argumental, aunque en este caso sea para denunciar ese ajuste salarial que, a su juicio, inevitablemente abocaría el euro1 (como si fuera de él no lo hubiera). No entramos aquí en consideración al respecto de la moneda única, sino a que se dé por bueno tal planteamiento sobre los CLUn. En primer lugar, habríamos de preguntarnos qué son los CLU y qué miden realmente. Siguiendo el artículo al respecto de Felipe y Kumar (2011) vemos que el citado indicador pone en relación la evolución de los salarios con la de la productividad. El cálculo sigue la siguiente expresión: CLUn = Wn/ L / VAr / L Donde Wn son el total de compensaciones salariales; VAr es el valor añadido en términos reales y L es el número de trabajadores. Tenemos así que los costes serán la relación entre el coste salarial por cada trabajador y el valor añadido que generan. Este último consiste a su vez en el valor agregado en términos nominales dividido entre un deflactor de precios P, y a su vez repartido entre el número de trabajadores: CLUn = Wn/L / (VAn/P)/L 1 Véase por ejemplo, Lapavitsas et al. (2011) o, desde otra perspectiva pero similar planteamiento a este respecto, de Krugman (2012). Desarrollando esta expresión tenemos que: CLUn = [Wn/L / VAn/L] · P La expresión entre corchetes no es sino la participación salarial en la renta (RA/Y) multiplicado por el deflactor de precios. O, dicho de otro modo, los costes laborales unitarios en términos reales (CLUr), multiplicado por los precios: CLUn = CLUr · P Por tanto, el incremento de los CLUn sería debido, bien a una mayor participación de las compensaciones salariales en la renta, bien a un incremento de precios ajeno a los costes laborales. El siguiente gráfico muestra lo sucedido en España, considerada la evolución comparada de CLUn, CLUr y el deflactor P. Mientras, el gráfico 4 explica qué ha podido pasar con la participación salarial en la renta. Gráfico 3. Evolución comparada entre CLUn, CLUr y P 1995-2011 (en números índice: 1995 = 100) 160 150 140 130 120 110 100 90 80 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 CLU Precios CLU reales Fuente: Elaboración propia a partir de datos de AMECO Como puede observarse, no han sido los salarios el factor que ha generado tensiones inflacionistas, habiendo aumentado los CLUn por debajo del nivel general de precios. Los CLUr han mostrado una inequívoca senda declinante lo que, si tenemos en consideración la relación entre los CLU nominales y reales referida en la última ecuación, evidencia una caída de los salarios en la renta (gráfico 4). En consecuencia, los CLUn han aumentado por la inflación y no a la inversa. Los salarios, de hecho, apenas se han visto beneficiados ante uno de los ciclos expansivos más intensos y prolongados de la economía española2. A partir de los índices calculados para el gráfico 3, podemos tratar de explicar el mayor crecimiento del deflactor de precios, P. Los precios finales son la suma de los costes más un 2 Véase Álvarez Peralta (2012: 5). Como muestra el autor con datos del Barómetro Social de España, la dinámica del salario promedio en términos reales ha tendido a ser más bien plana, sobre todo si se le compara con la fabulosa inflación de activos, inmobiliarios pero también financieros, durante el referido ciclo. margen de beneficio o mark up (µ), de tal modo que P = CLUn (1 + µ). Así pues, a partir de las tasas de variación de CLUn, CLUr y P podemos tener una idea de cómo se han comportado esos márgenes de beneficio, µ. Tabla 1. Margen de beneficios a partir de tasas de variación de precios y costes laborales (en números índice: 1995 = 100) y tasas de variación Años 1995 P = CLU (1 + µ) 100 CLUn = (RAsalariados/Y)*P 100 CLUr = (RA/Y) 100 Margen = P/CLU -1 100 1996 103,458647 104,4299616 99,5442952 99,02868494 1997 105,925148 103,1592101 99,1137075 102,6762557 1998 108,552188 104,2226309 98,4760673 104,3151596 1999 111,403808 106,7417318 97,8055312 104,7684938 2000 115,250371 109,7633735 97,217548 105,8326971 2001 120,081911 113,2769377 96,2927248 107,5583037 2002 125,309182 116,6850868 95,0521662 109,9445749 2003 130,525314 120,1025373 93,9262517 112,4593931 2004 135,801989 123,09657 92,5271939 115,5900126 2005 141,701145 127,268633 91,6806263 118,4912013 2006 147,568257 131,4271402 90,9120942 121,5715084 2007 152,390321 136,9114332 91,7089862 122,3607351 2008 156,009644 143,6014196 94,6638198 120,810379 2009 156,159691 145,566484 96,0005664 119,3384628 2010 156,78375 141,8343371 93,7397825 123,1428972 2011 158,285555 139,1276403 91,5222342 127,3422629 2000-2011 37% 27% -6% 20% Fuente: Elaboración propia a partir de datos de AMECO. Tenemos entonces que los incrementos de precios no han ido tanto a salarios, sino a los márgenes. Sería una inflación de beneficios en todo caso, con un incremento entre 2000 y 2011 del 20%. Mientras, en comparación, los escasos avances para las rentas del trabajo explican la marcada caída de participación mostrada en el gráfico 4. Gráfico 4. Participación salarial en el PIB (en %). 1995-2011 61 60 59 58 57 56 55 54 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 Fuente: AMECO. La relación entre incremento de los CLU y de precios propiciado por el mark up puede observarse también desde el lado de la participación de los beneficios. Si bien el comportamiento del Excedente Bruto de Explotación, EBE es más errático e inestable, resulta significativo comparar su evolución con la senda seguida por los CLU del gráfico 2. En ese sentido se observa que la convergencia real entre la centro y periferia es en el peso de las rentas del capital sobre el PIB, si acaso con la excepción de Portugal, quien parece más rezagado en esa senda, mientras Irlanda presenta un aumento espectacular. Gráfico 5. Evolución del EBE en % del PIB. 1995-2010 50% 45% 40% 35% 30% 25% 20% 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Alemania P Bajos España Portugal Grecia Irlanda Italia Fuente: Elaboración propia a partir de datos de AMECO. El análisis de la competitividad a partir de los CLU tiene presupuestos de partida perfectamente inasumibles. En primer lugar, sitúa a los salarios como único factor de costes sobre el que incidir para ganar en competitividad vía precios3. Esto es así porque se parte de la concepción ortodoxa por la que tan solo el factor trabajo es flexible a corto plazo, mientras el capital (definido como “todo lo demás”) se mantendría constante, lo que resulta del todo simplista. En segundo lugar, se da por hecho que los costes laborales son el único coste de producción o cuanto menos el más significativo, pero ni son lo mismo ni los costes laborales han de representar la proporción más importante de la factura. Si bien esto dependerá según la intensidad de uso de los factores productivos para cada caso, el componente salarial no es ni mucho menos el más importante dentro de la estructura de costes. No disponemos de datos totales para todas las empresas, pero sí podemos disponer de una aproximación a partir de los datos de las sociedades no financieras ofrecidos en la Central de Balances del Banco de España. Como indica al respecto Gutiérrez Calderón (2011: 22) el peso de los salarios sobre la estructura tendió a aminorarse entre 1995-2007. El leve repunte posterior, culminado en 2009, apenas si habría supuesto que estos costes laborales representaran de media un 15% sobre el total4. Muy por debajo en cualquier caso muy de otros costes consumo de mercaderías o consumos intermedios. En tercer lugar, se identifica de manera reduccionista la competitividad con el precio como único factor explicativo, cuando puede llegar a explicar más bien poco. Tal y como evidenciara Kaldor (1978) con su célebre paradoja, al menos en economías de capitalismo desarrollado no existe una correlación entre precios y cuota exportadora. 3 Al margen de quedar limitado a su acepción neoclásica, como mero coste de producción. El porcentaje correspondiente a 2011 sería de 13,2% frente al 14,6% de 2010, confirmando así la tendencia a la baja (fuente: Central de Balances del Banco de España). 4 En lo que al caso español se refiere, cumpliría fielmente con la paradoja5, pues según muestran los datos de la OMC, su cuota exportadora mundial se ha mantenido estable en torno a 1,8% entre 1994 y 2007, habiendo resistido tanto a la pérdida de su política monetaria como al “efecto China” (quien pasó nada menos que del 2,2% al 8,7% de cuota mundial para el citado período). La devaluación del tipo de cambio tampoco supuso mejoras relevantes a la balanza comercial española, más allá del corto plazo. Así, y pese a las seis devaluaciones implementadas desde 1959, el saldo comercial ha sido siempre negativo sin excepción, al menos desde 1966. Solo durante algunos años la balanza de servicios ha podido compensarlo hasta alcanzar un saldo positivo en la balanza por cuenta corriente. En todo caso, la tasa de cobertura, medida por el porcentaje entre exportaciones e importaciones (X/M) ha logrado mantenerse entre el 70% y el 80%. Sin embargo, en los últimos años de ciclo expansivo descendía hasta casi a un 60%. El problema al respecto no son tanto las exportaciones, sino las importaciones. Si analizamos estas por grupos de bienes, el que más creció entre 2000 y 2007 fue el de “bienes de consumo, seguido por “consumos intermedios”6. El dinamismo de este grupo viene explicado sobre todo por las adquisiciones de bienes intermedios energéticos, que llegaron a más que duplicarse. Agrupadas las importaciones de bienes entre “energéticos” y “no energéticos” las adquisiciones de los primeros han aumentado entre 2000 y 2011 a un ritmo anual promedio acumulado del 8,73% frente al 2,7% anual de los otros. A falta de mayores profundizaciones, el resultado apunta que el problema de los desequilibrios en la balanza por cuenta corriente está más en la estructura de su modelo productivo que en los costes laborales. Y más bien cabría preguntarse si no será que precisamente la presión a la baja sobre estos ahonde las deficiencias, pues incentiva el crecimiento actividades con menor valor añadido. Por último, los análisis de la competitividad entienden la situación como un problema de oferta7. De esta manera, al más puro estilo de la ley de Say, el mero hecho de abaratar costes generaría su propia demanda. Lo malo es que sus principales socios comerciales en la UE piensan lo mismo y mantienen fijo el rumbo al austericidio. 5 Para el caso del sector servicios en su conjunto también se cumpliría, si bien varía según ramas (Maroto y Rubalcaba, 2006). 6 Entre 2000 y 2007 las importaciones de bienes de consumo crecieron a una tasa acumulada del 80% y del 70,4% en el caso de los bienes intermedios (Fuente: cálculos a partir de la balanza de pagos, Banco de España). 7 A este planteamiento, como explica Garzón (2012) parece sumarse el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, entusiasmado porque el buen comportamiento del pequeño sector exportador (que ya venía de antes) bastaría para fijar un nuevo modelo de crecimiento orientado a las exportaciones al estilo alemán. Bibliografía -Álvarez Peralta, Nacho (2012): “La financiarización de la economía española: endeudamiento, crisis y recortes sociales. 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