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IV Ciclo de Formación de Dirigentes para una Argentina Productiva
Martes 6 de octubre de 2009
“La importancia de las estadísticas para la
planificación estratégica”
Adrián Ramos – Orlando Ferreres
Adrián Ramos:
La idea de hoy es hablar sobre las estadísticas -un tema que está bastante
de moda últimamente- y su rol en la planificación estratégica, en la economía y en
la sociedad argentina.
Hoy, mientras preparaba la charla, empecé a mirar algunos trabajos sobre
la historia de las estadísticas en la Argentina y surgió una frase que me pareció
interesante. Esta frase señala que, en 1952, se creó el Ministerio de Asuntos
Económicos, lo que es hoy el Ministerio de Economía, con la función especial de
formular y proponer política económica nacional. Era obvio que necesitaría una
información permanente de estadísticas económicas básicas para apreciar el
Estado y la evolución de la economía nacional en sus diversos aspectos. Me
impresionó la palabra obvio, es decir, como se daba por sentado que es imposible
diseñar y gestionar política económica sin entender estadísticas económicas
básicas.
Me gustaría que veamos por qué la necesidad de un Instituto Nacional de
Estadística. Desde sus orígenes, la palabra estadística proviene del término
Estado, de Concejo de Estado. Y, originalmente, se utilizaba la palabra estadística,
en el alemán, para designar a la ciencia del Estado, el análisis de las políticas
públicas. Es por ello, que la credibilidad de las estadísticas públicas no es más que
la credibilidad que tiene el propio Estado.
En primer lugar, es interesante ver que la naturaleza pública de las
estadísticas está desde el origen del término y, segundo, que la credibilidad en las
mismas está relacionada con la credibilidad del Estado. Hoy, esa credibilidad se ha
perdido.
Una de las consideraciones que uno debe tener en cuenta es que no hay
sustitutos cercanos a las estadísticas elaboradas por un instituto público, nacional
o estatal. ¿Y por qué decimos esto? Básicamente porque los relevamientos y las
estimaciones que realiza un instituto de estadísticas, según la experiencia
internacional y de la Argentina, demuestran que no hay nadie que pueda sustituir,
por un lado, la potestad que tiene el Estado para obtener datos basados en el
secreto propio estadístico y, por el otro, la alta complejidad que tienen las tareas
de relevamiento y estimación que realizan los organismos de este tipo. Esta tarea
requiere una formación y el empleo de profesionales relacionados con múltiples
disciplinas y, a la vez, la preparación de agentes especializados para el
relevamiento de campo. Además, es necesaria la confianza de los usuarios y de
aquellos quienes proveen los datos (empresas, entidades, personas), en cuanto a
que la utilización, el procesamiento y el resguardo de la información estén
garantizados. Este conjunto de cuestiones hace que no haya un sustituto para un
organismo público de elaboración de estadísticas básicas. Puede haber sustitutos
parciales, pero ninguno va a cumplir con todas las funciones que establece el
relevamiento de este tipo de información.
Cuando hablamos de estadísticas, nos referimos a datos económicos y
sociales de buena calidad que se utilizan, tanto para el diseño, como para la
gestión de las políticas públicas. Pero esto, no sólo está vinculado al sector
público, sino también a la toma de decisiones privadas. Las decisiones de
inversión, las decisiones de consumo, la realización de contratos entre privados,
entre otros, dependen de la confiabilidad de las estadísticas. Y, a la vez, forman
parte de lo que consideramos como los bienes públicos que una ciudadanía tiene
derecho a esperar para estar informada respecto a las actividades del Estado y al
funcionamiento de la economía y la sociedad. Y esto es una función que es
ineludible, propia del Estado.
La historia de las estadísticas, en la Argentina y a nivel internacional, tuvo
muchos vaivenes pero hubo un par de tendencias importantes que se vienen
dando desde hace unas décadas atrás. La primera es que la mayor apertura
económica, la creciente desregulación de las actividades y el abandono de
determinados controles hicieron que, lo que antes eran registros públicos,
tendieran a ser de menor magnitud. Es decir, cada vez hay mayor escasez de
registros públicos de las transacciones que se operan en la economía. Esto llevó a
que se tuvieran que reemplazar los registros por actividades de encuestas o de
estimación de las variables, tanto económicas, como sociales.
La otra tendencia que se verifica tiene que ver con la descentralización de
las funciones propias del Estado central que, como consecuencia de esto, se
fueron delegando a jurisdicciones subnacionales. Esto implica también esfuerzos
vinculados a la integración de las estadísticas dentro de un sistema nacional donde
participen los organismos, tanto provinciales, como municipales.
Este contexto conllevó cambios, en relación a la fuente de información y a
los métodos de recolección, que aumentaron la importancia de las encuestas y el
uso de las técnicas estadísticas. Esto es una tendencia que se observa, no sólo en
la Argentina, sino a nivel internacional.
La evolución de las estadísticas en la Argentina, si bien con sus avances y
retrocesos, implicó mayor información estadística disponible, mayor transparencia
en los métodos estadísticos, calendarios de publicación, el cumplimiento de
normas internacionales de compilación y difusión de datos -esto quiere decir que
los institutos de estadísticas nacionales adoptan normativas para hacer
homogéneos y comparables los datos básicos a nivel internacional- y una
tendencia a la integración de la producción de estadísticas socioeconómicas
fundamentalmente a través del sistema de cuentas nacionales.
Las características de la elaboración de datos socioeconómicos, en la
Argentina o en cualquier país del mundo, requiere una cantidad de recursos
vinculados al diseño, a los relevamientos, a las encuestas, al análisis y a la
difusión. No sólo cantidad, sino calidad, experiencia y entrenamiento específico; y
los sustitutos privados, en este sentido, son imperfectos.
¿Qué ha pasado en los últimos tiempos en la Argentina? Hubo como una
revitalización de algunos sustitutos privados. Si comparamos el Índice de Precios
oficial y el Índice de Precios de la Provincia de Mendoza, vemos que, hasta enero
de 2007, si bien hay discrepancias, evolucionaban de un modo relativamente
parecido. Sin embargo, a partir de enero de 2007, se verifica una discrepancia
muy importante en el Índice de Precios. Por ejemplo, para agosto del año 2007,
mientras el Índice de Precios de Mendoza indicaba tasas de inflación cercanas al
20%, el Índice de Precios de GBA publicado por INDEC se ubicaba en valores del
10%. Esto fue generando una sensación de desconfianza creciente respecto a las
estadísticas oficiales.
Para tener una comparación respecto a lo que ha sucedido en los últimos
tiempos, observemos el Índice de Precios oficial y un Índice de Precios elaborado
por un grupo de graduados de la Universidad de Buenos Aires. Así, en el año
2008, mientras que la inflación oficial señalaba alrededor del 7%, el otro Índice
mostraba más de un 20% de tasas de inflación. Estas discrepancias son las
acrecientan la pérdida de confianza en las estadísticas públicas.
Ahora bien, el hecho de que empiecen a estar cuestionadas, no sólo la
metodología, sino la confiabilidad de los datos básicos de las estadísticas públicas,
en primer lugar, nos afecta a los indicadores en sí mismos. Por ejemplo, la
medición de la inflación y la evolución de los precios relativos de la economía
comienzan a ser crecientemente difíciles de evaluar desde el punto de vista del
diseño y de la gestión de la política económica, incluso de la toma de decisiones
del sector privado -es decir, cómo evolucionan los bienes respecto a los servicios,
cómo evolucionan los bienes que son comerciables respecto a los que no lo son,
cómo evolucionan los alimentos respecto a la vestimenta o a los servicios de
educación, entre otros-.
Esto empieza a afectar una serie de precios básicos de la economía que van
generando mayor incertidumbre en la toma de decisiones. Pero, no sólo se ve
afectado el Índice de Precios, sino que el mismo es utilizado como insumo para el
cálculo de otros indicadores que elabora el propio Instituto Nacional de
Estadísticas. Por ejemplo, la pobreza y la indigencia se calculan a partir de una
Línea de Pobreza que se establece con un conjunto de bienes y servicios que
integran la Canasta Básica Total y que son valorizados según los precios que se
toman del Índice de Precios al Consumidor. Así, los problemas que se verifican en
el Índice de Precios se trasladan hacia otros indicadores. Otro indicador que se ve
afectado, por ejemplo, es el cálculo del producto que también utiliza como insumo
a los precios elaborados en el índice nacional.
Entonces, tenemos primero un problema en sí mismo en el Índice de Precios
y eso se traslada a otros indicadores que produce el INDEC. Posteriormente eso
repercute también en el cálculo de variables claves para el análisis y la toma de
decisiones de política económica, como son las variables calculadas en valores
reales: el salario real, el tipo de cambio real, la recaudación real. El salario real es
cuánto poder adquisitivo tiene el salario en términos de bienes. El tipo de cambio
real mide la competitividad que tiene la economía en un determinado momento. La
recaudación en valores reales calcula cuál es el poder de compra que tienen los
ingresos del sector público en términos de bienes y servicios. Entonces, no sólo
afecta al Índice de Precios, sino que afecta a otros indicadores y afecta también a
un determinado conjunto de variables que sirven para la toma de decisiones. Por
último, esto se derrama sobre otras estadísticas que elabora el propio INDEC,
como las estadísticas industriales.
Si se compara el salario real utilizando los datos del INDEC y una medición
alternativa del Índice de Precios al Consumidor, observamos que, mientras el
salario real subió 30% entre 2006 y 2009, según las estadísticas oficiales; el
salario real, tomando algunas de las mediciones alternativas, se mantuvo
relativamente estable.
Si observamos el tipo de cambio multilateral de la economía, mientras que,
según las estadísticas oficiales, tenemos un tipo de cambio muy competitivo en
valores históricos; un Índice de Precios alternativo muestra una cierta apreciación
del tipo de cambio. Si bien el valor sigue siendo significativamente alto, la
evolución es muy distinta en uno y otro caso.
Respecto de la recaudación del sector público, mientras que -en términos
reales- en el caso de las estadísticas oficiales, sube casi un 30% el primer
trimestre del 2008 y un 3% el primer trimestre del 2009; deflactado por otros
índices de precios, la evolución es totalmente distinta hasta ser, incluso,
fuertemente negativa en los últimos dos trimestres.
Los ejemplos anteriores demuestran que la toma de decisiones, tanto del
que hace política económica, como del que está tomando decisiones en el sector
privado se ve afectada por la incertidumbre que generan estas cifras. Veamos las
ventas de hipermercado para analizar alguna cuestión del consumo o la evolución
del crédito.
Observemos la tasa de pobreza, una estadística clave para la toma de
decisiones del sector público, que se convierte en otro ejemplo sobre los
problemas que se empiezan a identificar en el Índice de Precios: mientras que el
índice oficial muestra una caída permanente, los índices alternativos que surgen a
partir de estimaciones privadas muestran una evolución bastante distinta.
En cualquier caso, lo que tenemos en claro es que no hay sustituto para un
índice de estadísticas públicas que sea nacional y que la reconstrucción de un
sistema de estadísticas nacional requiere de diversas tareas vinculadas a la
definición de cuestiones tales como: la autarquía administrativa y presupuestaria,
cómo se hace la postulación y la selección de los cargos directivos y operativos en
estos organismos, cuáles son las cuestiones vinculadas a la mejora de las
estadísticas básicas, de los métodos y técnicas estadísticas, cómo se organizan y
se divulgan los datos, cuáles son los procesos administrativos con los cuales se
elabora la información, etcétera.
No hay sustitutos cercanos a las estadísticas elaboradas por un instituto
público, por lo tanto, es prioritario revertir esta situación planteada en la
producción de estadísticas. Me parece que el mayor riesgo que tenemos es que la
incertidumbre que generan las discrepancias que han tenido las estadísticas
oficiales, respecto a otras alternativas, impida aprovechar las condiciones
estructurales que hoy el mundo le está ofreciendo a la economía argentina o a la
producción nacional.
En el mediano plazo, lo que hay que tener es crecimiento y mejora en la
distribución, compatibilizar esos dos objetivos. Y, para que esto se logre, lo que
uno tiene que tener es, desde mi perspectiva, una visión compartida que oriente la
toma de decisiones, que permita algún tipo de orientación del debate que se está
dando. Y, para ello, es muy importante tener en cuenta que las estadísticas
cumplen un rol básico en esa discusión.
Orlando Ferreres:
Voy a tratar de complementar lo que dijo Adrián porque coincidimos
muchísimo en casi todos los puntos.
Tenemos que tener en cuenta que este asunto de tener una estadística nos
costó bastante a través de la historia. En el libro de Alejandro Bunge, “Una nueva
Argentina”, que fue publicado en 1940, él lucha mucho por la estadística pública y
trata de hacer una propuesta para el país. Y, en aquel momento, el autor decía
que la Argentina estaba en mejores condiciones que cualquier otro país del mundo
para llevar a término la obra de saneamiento administrativo, de justicia y de
equilibrio social.
Dos cosas eran esenciales para esta seria y urgente empresa nacional: el
conocimiento exacto de la realidad y la determinación para hacerlo después. Pero,
sin el conocimiento exacto de la realidad, es difícil que podamos llevarla a cabo,
aunque tengamos determinación. Por lo tanto, tener una estadística adecuada de
lo que debe ser el país, naturalmente, es una cuestión sumamente importante que
hemos perdido en los últimos tiempos. Y esto es necesario recuperarlo pronto.
En la planificación, esta estadística es un eslabonamiento de proceso similar
a la producción industrial, porque una cosa depende de otra: la recopilación de
datos, el procesamiento de información, la conformación de series, el proceso de
consistencia y, finalmente, la difusión entre los potenciales usuarios. Todo esto es
un proceso que va perfeccionando la gente que lo realiza.
Hay un manual de estadísticas de Naciones Unidas, “Manual de la
Organización Estadística”, que menciona varios aspectos: competencia profesional
y administrativa, imparcialidad de las oficinas estadísticas, comparabilidad
temporal, confidencialidad de los datos, orientación hacia el usuario, prioridad de
usuarios de estadística integrada, puntualidad y oportunidad de los resultados.
El Índice de Inflación se publica siempre en la misma fecha: el tercer día
hábil. Ahora no se sabe qué día se publica, puede ser el 10 ó el 12, según cómo
convenga. La difusión de los resultados en tiempo y forma también se ha perdido
bastante. Esto hace que se compliquen la elaboración de diagnósticos y los
procesos de toma de decisiones políticas en el campo económico y social, donde se
diseñan las políticas, los planes, los proyectos, etcétera. En la planificación
estratégica, la estadística interviene como un insumo y, sin ese insumo, falta la
clave. No obstante, la utilidad de la información estadística no se agota allí: una
vez que se ejecutan esos planes y proyectos, permite monitoréalos para
corregirlos y reordenarlos.
Como me he dedicado mucho a los modelos matemáticos de la economía,
les voy a explicar este proceso que está en el libro de Intrilligator, “Econometric
models”, y la técnica para calcularlos y sus aplicaciones, que se publicó en el año
1978. Por un lado, se encuentra la teoría económica y, a partir de allí, tenemos un
modelo de país para probar si funciona. Por otro lado, se ubican los hechos que,
en la Argentina, son los datos del INDEC. Y, por último, se considera la teoría
estadística. Con estos tres elementos, se puede elaborar un modelo econométrico.
De esta manera, depurando los datos que debería proveer el INDEC y utilizando
las técnicas econométricas, se puede obtener una representación de la realidad.
¿Cómo se explica esto? Básicamente, si fuéramos un ingeniero naval y
estuviéramos construyendo un barco, primero, haríamos un modelo a escala y
probaríamos los defectos que puede tener, metiéndolo en una pileta con agua. Sin
embargo, con los países no se puede probar. Existe gente que prueba con el país
y, luego, resulta que hay 56% de desempleo o de pobreza. Lo que tenemos que
hacer es probar con los modelos que nos representan la realidad, pero sin hundir a
la gente.
Si no se dispone de esa forma de representar exactamente la realidad,
como señalaba Bunge, puede pasar que, al poner el barco -el modelo- en el agua,
éste se hunda. A veces determinado modelo -el modelo de tipo de cambio real
alto, por ejemplo- se empieza a hundir y no se sabe por qué. Puede ser que estén
fallando algunas cosas. De este modo, encontramos, para el análisis estructural,
qué cuestiones debemos cambiar; para las proyecciones, a dónde puede ir la
economía y la evaluación y diseño de políticas públicas.
Una política pública, entonces, no puede ser experimentada con la gente.
Hay que experimentarla a través de pruebas en los modelos y observar su
desarrollo. Porque, aunque uno tenga mucho conocimiento al respecto y confianza
en la misma, puede fallar en la simulación y esto permite que sea corregida antes
de ser aplicada en la realidad.
En el Primer Plan Quinquenal de Perón, para el período 1947-1951, existen
diversos elementos de planificación y estadística. Me interesa destacar uno de
ellos que se refiere al aspecto de los censos: problemas demográficos, natalidad,
mortalidad, inmigración, colonización, conocimiento de la realidad demográfica,
tanto en un censo, como en la estadística permanente. Asimismo, las finalidades
políticas referían a grandeza, defensa nacional y equilibrio demográfico; las
sociales a elevar el nivel moral e intelectual de la población; y las económicas a
aumentar la producción y la renta nacional e incrementar la integridad territorial estos elementos se mencionan en el Tomo II pero, en el Tomo I, existen más
elementos en el mismo sentido. Es decir, que esta cuestión no es actual, sino que
se hace referencia a la misma, por parte del movimiento nacional, desde hace
bastante tiempo.
Así, cuando uno invierte los términos, en lugar de tener un conocimiento
exacto de la realidad, utiliza la estadística como marketing. Es decir, no se refleja
la realidad, sino que se realiza un marketing sobre cómo sería la realidad para que
la gente piense diferente. En otras palabras, si la inflación es alta, eso trae un
deterioro político para el que está gobernando, por lo tanto, ese dato no es
publicado o es publicado en valores reducidos. De este modo, se invierten los
términos: no como realidad, sino para influir o engañar a alguien.
Si observamos la inflación según las provincias, el promedio de Tierra del
Fuego, Misiones, La Pampa, Río Negro, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, Neuquén y San
Luis, anteriormente resultaba relativamente similar a la nacional. En la actualidad,
desde que se empezó a aplicar este marketing, se plantea una diferencia de
43,9%, es decir, un número que difiere en una cifra sustancial y que refleja una
exageración de lo que implicó esta decisión. Esto lo hace poco creíble.
Si tomamos la teoría cuantitativa del dinero, que supone lo siguiente: la
cantidad de dinero M por su velocidad de circulación es igual al nivel de precios por
el nivel de transacciones. Entonces, si pasamos los términos y despejamos el nivel
de precios, podemos calcular aproximadamente, porque no es exacto, cuál sería el
nivel de precios si se hubiera mantenido la velocidad constante. Hasta el año 2006
-en materia de inflación- tanto las cifras anuales del INDEC, como la que resulta
de la teoría cuantitativa del dinero, rondaban estimadamente el 10%. Sin
embargo, a partir de enero del 2007, empiezan a diferir y esta última se asemeja
a la inflación que muestan las provincias, que llegó al 22% ó 23%. En tanto, que
la oficial indica un 5,9% cuando, en realidad, se estima un 17% ó 18% de acuerdo
a la cantidad de dinero.
Entonces, ¿qué pasa con este marketing? Al principio, da resultados porque
la gente cree mucho en el INDEC. Sin embargo, después de un tiempo, es fácil
comprobar el nivel de precios porque las personas los chequean frecuentemente al
comprar y, allí, comprueban una realidad distinta.
La Universidad Di Tella realiza una estadística que consiste en averiguar cuál
es expectativa de inflación en los próximos doce meses. Hasta enero de 2007, el
resultado era de 6%. De este modo, coincidía con lo que estaba registrando el
INDEC de inflación que era un 10% ó 12%. Pero, a partir de marzo o abril, cuando
descubren que no coinciden por tres meses, la gente comienza a pensar que es
15% y, después, cree que es 20 en promedio -en algunos casos, el promedio es
mayor aún.. La mediana, que es el número que más se repite, es
aproximadamente 30% y la media es 35%. Luego, cuando bajaron las
commodities, el valor descendió -nunca a menos de 20%-, mientras que la
inflación oficial era de 15%.
Hoy en día tenemos esta situación: la inflación oficial indica un 5,9%; la
inflación real, un 14%; y la expectativa, un 30%. Esto hace que la gente tome
decisiones por 30%, porque lo hace según lo que cree que va a pasar. Por lo
tanto, el marketing está funcionando al revés: lo que se exige cuando hay un
convenio o un conflicto es 25% ó 30% de aumento. Sería más conveniente
publicar 14% y que tomemos como base la realidad, en lugar de basarnos en
estas cifras que ya ni siquiera funcionan como marketing.
Las consecuencias de la subestimación de la inflación, tomando las cuatro
principales -porque hay muchísimas otras variables que se deflactan- son: la
subestimación del nivel de pobreza e indigencia, no se sabe actualemente cuánta
gente se encuentra en estas condiciones; el ahorro en el pago de la deuda pública,
que son unos 19.000 millones de dólares, si tomáramos el CER correcto; la
subestimación del Producto Bruto y la subestimación del salario real.
Pero el INDEC no hace estas cosas solamente en materia de inflación, sino
también respecto del Producto Bruto. En mi estudio, llevamos el Índice General de
Actividades que se publicó mensualmente antes que saliera el IMAE. Después, el
Gobierno trató de copiarnos y sacó el Indicador Mensual de Actividad. De todas
formas, lo seguimos calculando porque lo hacíamos un mes antes. Las cifras del
año 2007 indicaban estimadamente un 8% ó 9% de aumento del producto, tanto
la cifra nuestra, como la del INDEC. A partir del 2008, empezó a resultar distinto,
sobre todo, cuando hubo recesión. Por ejemplo, en los últimos meses de 2008,
nuestra cifra llegó a -4, en tanto que el Gobierno indicaba +4 en el Producto Bruto
mensual. Y, todavía hoy, sigue habiendo una diferencia muy notable que va a
conllevar una complicación para este marketing.
¿Cuál es la idea? Si hay recesión, la gente se asusta, “no me va a votar”,
entonces, no se publica la recesión. Para ello, se dan a conocer cifras que no sean
negativas, es un marketing. Sin embargo, cuando lleguen los meses de noviembre
y diciembre, nuestro índice de diciembre posiblemente va a superar el de
diciembre del año pasado; mientras que el índice oficial no va a poder mostrar un
incremento, sino que va a reflejar una recesión -salvo que también se cambien las
cifras anteriores y, así, dé aumento también. Así, vemos que mentir tiene sus
consecuencias y que éstas son difíciles de revertir.
Entonces, las soluciones para el INDEC son: en primer lugar, retomar la
medición hasta diciembre del año 2006, la cual nadie discutía. Es decir, tomar las
mismas personas, la misma metodología y observar los resultados. Y, con todas
las cifras provinciales y de las consultoras, reconstruir el medio. Y ese será el
número. De lo contrario, no conoceremos el salario real, la pobreza, la indigencia,
el Producto Bruto ni ninguno de los elementos. En segundo lugar, recalcular el
Producto Bruto, también con el mismo criterio. Y, por último, que el INDEC sea
independiente. En esto se nos va la vida porque, con estas implicancias, la
credibilidad de la Argentina va declinando y esto hace que se complique mucho la
situación del país.
Por último, nosotros siempre hemos sido muy propensos a mirar la
continuidad de un país, aunque más no sea por las cifras. Así, hemos reconstruido
las cifras del país desde 1810 hasta ahora -que les digo que fue un trabajo que me
llevó 20 años para depurar las distintas fuentes, encontrar la que empalmaba y,
finalmente, llegar a una conclusión. Además, nosotros calculamos el Producto
Bruto desde 1810 a 1890, ya que no había ninguna cifra calculada.
De esta forma, observamos desde 1820, porque cifras oficiales de países
desarrollados no hay sino hasta ese momento -y está expresado en logaritmos-.
Lo que está en color violeta es el Ingreso per Cápita medido en moneda
comparable, es decir, dólares de 1990. Lo que está en celeste hace referencia a
los países emergentes, también desde 1820. Y lo que está en azul refiere a
nuestro país. En nuestro caso, en el primer siglo -de 1810 a 1910-, si bien al
principio presentamos un Ingreso per Cápita inferior al de los países desarrollados,
aproximadamente a partir de 1880, nos acercamos bastante a ese conjunto de
países -son unos 20 países que tomé acá. Así, venían los inmigrantes porque un
italiano, un español ganaba, en Argentina, el doble de lo que ganaba en España.
En aquel momento, nos parecimos más a un país desarrollado por Ingreso que a
un país subdesarrollado -que, ahora, se lo llama emergente pero, en ese entonces,
se los llamaba países nuevos. Después, se llamaron países pobres. Luego, países
en vías de desarrollo. Y, por último, porque nos aburrimos de llamarlos países en
vías de desarrollo, los llamamos países emergentes, pero somos los mismos
pobres desde el principio.
Entonces, hubo una diferencia en la política económica cuando perdimos un
poco de estadística y de precisión, sobre todo, a partir de 1955. Allí,
evolucionamos de forma muy diferente en comparación con los países
desarrollados. En realidad, más que parecernos a los países desarrollados,
empezamos a parecernos a los países pobres o emergentes. Y, así, estamos
estancados desde aquella época. Por ello, en esto se nos va la vida.
Tenemos que hacer un país serio porque, sin seriedad, no hay crecimiento
y, sin crecimiento, no hay proyecto común. Y, sin proyecto común, ¿qué hacemos?
Comenzamos a sacar el pasaporte de Italia o de España y, si no tenemos liturgia
de patria y un sentido nacional, no podemos hacer ni INDEC, ni ninguna otra cosa.
Preguntas del Auditorio
Silvina Viazzi:
Para el Dr. Ferreres: En su artículo de la Nación de hoy, usted habla de una
recesión de 4 a 5%, caída del empleo y aumento de la pobreza en 2009. Con una
estimación de inflación del 14%, ¿cómo es posible y de dónde surge que usted
calcule un aumento del PBI del 3% con este panorama para el año próximo? Y, en
el mismo artículo, usted dice que hay poco tiempo y es tarde, esto es imposible
ante la falta de confianza, a mi criterio. ¿De dónde salen los 13.000 millones sin
esta confianza y con este Gobierno y quién obtiene el cambio? Todo el mundo sabe
sobre la falsedad de las cifras.
O. F.:
En primer lugar, respecto del tema de la recesión en este año, las cifras
azules muestran una baja muy fuerte del Producto Bruto mensual en el 2009 y del
promedio anual también: 4 ó 5%. Este valor ya había caído en el 2008. Por ello,
las cifras de agosto, septiembre y octubre, que se han incrementado, van a indicar
valores mayores que las de aquellos últimos meses del año 2008, en donde la
caída fue muy fuerte.
Recordemos lo siguiente: la suma del comercio exterior argentino respecto
del Producto Bruto argentino normalmente era del 10% ó 15% desde el año 1950
ó 1955, es decir, desde el cierre de la economía que empezó en 1930. Pero, en los
últimos tres años, llegamos a tener un 43% de comercio exterior respecto del PBI
por la expansión del precio de las commodities y la expansión de los volúmenes de
la producción de granos, carne, leche, etcétera. Esto no ocurría desde la época
conservadora y liberal de 1880 a 1930. Entonces, el impacto de la crisis mundial,
cuando este valor indica 43%, destruye considerablemente la actividad.
A su vez, también cayó la actividad de países como Brasil y México, por lo
que no nos compraron nada de la industria: autos y todos los insumos
industriales. De esta forma, se produjeron la caída agropecuaria, la caída
energética y la caída industrial al mismo tiempo. Al Gobierno, no le convenía
mostrar esto porque tenía una elección prevista para octubre. Como observó que,
en octubre, la situación se iba a complicar aún más, adelantó las elecciones. El
Gobierno detectó esto en marzo y, al tener 90 días para hacerlo, las organizó para
junio. Al hacer eso, adelantó algunos problemas económicos recesivos también. En
ese momento, ya estaban recuperándose Brasil, México y el mundo en general,
por lo que comezaron a comprarnos más. Esto hizo que ese impactó tuviera una
menor repercusión.
Adicionalmente se ocasionó La Niña, que es la sequía, y provocó 20 millones
de toneladas menos de soja de lo que estaba previsto -en lugar de 50 millones de
toneladas, se produjeron unos 30 millones. Lo mismo sucedió con el trigo y otros
productos. Como esto no va a ocurrir el próximo año y de acuerdo a las
apreciaciones, vamos a tener una producción de soja de 52 millones de toneladas.
A su vez, ocurrirá El Niño, que causa mucha lluvia, por lo tanto, en lugar de
producir 6 millones de toneladas de trigo, se van a producir 9. De esta manera, el
Gobierno tuvo suerte con el clima y, por lo tanto, como dicen algunos
economistas, “con una buena cosecha, nos salvamos.” Es decir, no es que haya
una mejor gestión económica, sino que simplemente hay mejores resultados en
estos aspectos.
Y, respecto de la cuestión industrial, también México y Brasil están
mejorando, lo que hace que crezcamos un 3% ó 4%. Sin embargo, en la parte
fiscal, faltan entre 10.000 y 12.000 millones de dólares en dos años. Por ello, el
tema fiscal lo menciono, en ese artículo que salió hoy, como una incógnita. Si no
se consiguen, va a venir una crisis pero, no ya provocada por el mundo, sino
provocada por nuestros propios errores fiscales.
Carlos Brown:
Para Adrián: Salvo que se nutra de estadísticas secretas, no cabe duda que
el Gobierno renunció a la posibilidad de desarrollar políticas públicas, así nos va. Al
mismo tiempo, se ha especulado con una futura convergencia entre una presunta
disminución de la inflación con un dibujo más realista como un modo de terminar,
entre comillas, con el problema del INDEC. ¿Se puede confiar en la mentira para
sanear esta situación? ¿Qué hacer después para recuperar la confianza? Y otra
pregunta vinculada, ¿usted cree que el Fondo Monetario Internacional exigirá,
previo a cualquier acuerdo, que se transparenten seriamente los datos del INDEC?
A. R.:
Lo primero es cómo mirar al INDEC o a las estadísticas públicas hacia
delante. Me parece que, para esto, hay que tener en cuenta varios aspectos. El
primero es aquel vinculado estrictamente a las metodologías y los datos básicos. Y
refiere a un tema más institucional vinculado al funcionamiento interno de un
instituto de estadísticas y a lo que, en los últimos tiempos, ha sucedido en el
INDEC propiamente dicho.
Respecto a la primera parte, la elaboración de datos y de metodologías, de
lo que se trata es de recuperar confianza en los datos básicos y en el
procesamiento de los mismos, desde el momento en que los datos se recopilan
hasta la producción y la discusión final. Está verificado, de alguna manera, que
existe un grado de confianza, tanto para el usuario, como para aquel que provee
los datos. Lograr esto no es una cuestión que pueda pasar de un día para el otro,
sino que requiere mucho trabajo y me parece que el esfuerzo hay que aplicarlo,
sobre todo, en temas institucionales. Es decir, cómo se seleccionan las direcciones,
cómo se seleccionan los cargos directivos dentro del instituto, una mayor
transparencia requerida respecto a las bases de datos que se utilizan en la
elaboración de los indicadores, existen algunas estadísticas que -en los últimos
tiempos- se han dejado de publicar y que tienen que volver a publicarse. Eso va a
llevar un tiempo.
En relación al pasado, hay cuestiones abiertas en términos judiciales,
incluso, un rol que tienen que jugar los organismos públicos de auditoria. Es
necesario que éstos vayan, de alguna manera, permitiendo recobrar algún tipo de
confiabilidad en el funcionamiento institucional del INDEC.
A cerca del segundo punto, el tema del Fondo Monetario, creo que la
aproximación que está haciendo, tanto el Gobierno, como el organismo
multilateral va a conducir a que la Argentina vuelva a efectuar lo que se conoce
como el artículo 4° en la jerga del Fondo Monetario. Éste trata de una revisión de
la situación económica de las distintas cuentas que componen la evolución de la
economía y la sociedad argentina. En principio, lo que ha hecho el Fondo
Monetario es marcar que existen discrepancias entre algunos datos que se
publican oficialmente con algunos que se recopilan en otros ámbitos alternativos,
el sector privado, por ejemplo. Mi sensación es que va a haber un señalamiento
del organismo multilateral respecto a la necesidad de aumentar la confiabilidad de
las estadísticas públicas, pero que eso no necesariamente es un impedimento en
términos de lo que es la realización del artículo 4° del Fondo Monetario.
S. V.:
Para Orlando, ¿cuál fue, en su criterio, el rol del INDEC en las últimas
presidencias democráticas? Aquí citan a Menem y De La Rúa, yo agregaría también
la de Alfonsín y la corta transición de Duhalde, como para hacer una evaluación
general. La pregunta precisa es si hubo intervención desde el Ejecutivo o funcionó
de manera más imparcial.
O. F.:
El funcionamiento fue imparcial. No es que a los gobiernos les guste lo que
publica el INDEC, pero ninguno se atrevió a cambiar las cifras. Por más que las
cifras podían no gustarle a Alfonsín, en la época de la hiperinflación, por ejemplo.
Cuando yo estuve en el Ministerio, que publicaran una inflación bastante alta
tampoco me gustaba, intentaba ver por qué sucedía así, no para cambiarlo, sino
para ver cuál era el motivo. Pero ninguno hizo nada para eliminar a la gente que
estaba haciendo los trabajos, cambiar la metodología e implementar otra que diera
un resultado distinto. Ni Alfonsín, ni Menem, ni De La Rúa, ni Duhalde, etcétera,
hasta diciembre de 2006, cambiaron nada y publicaron lo que correspondía. Y
ninguno de los analistas, economistas, académicos o los que estamos en
consultoras hicimos un cuestionamiento de las cifras del INDEC.
De manera tal, podía mejorarse la metodología, haber refinamientos en los
cálculos, probar ángulos mejores para calcular las cosas, incorporar nuevas
fórmulas que suelen discutirse siempre en estadística, pero las personas de
estadística de Argentina eran muy reconocidas en el mundo entero. Tal es así que
aquellos que se fueron del INDEC fueron contratados en Chile y en Brasil para
mejorar las cosas en esos países. Esto demuestra que las cosas anduvieron bien
en aquellas épocas.
Lo que hubo fue una intervención excesiva y, ahora, no se sabe cómo volver
atrás. Creo que es más fácil subirse arriba del león, agarrarle las orejas y
quedarse un rato arriba. El problema es, dicen, cuando uno se baja porque el león
te puede comer. Entonces, ahora no se sabe cómo bajar de este león y ese es el
problema.
Carlos Brown:
Adrián, todos sabemos que hay un tema que refiere a la deuda argentina, a
la deuda externa y la deuda interna, en general, en relación con los bonos y las
cifras oficiales. La pregunta es: ¿Es real el hecho de que, si se dan las cifras
vinculadas con el INDEC en forma real, aumentará la deuda externa?
A. R.:
Primero, nadie sabe cuáles son las cifras reales. Lo que nosotros estuvimos
mostrando son estimaciones alternativas que durante un tiempo evolucionaban
como las estadísticas oficiales. Así que, hay que tener en cuenta eso: nadie sabe
cuáles son los números reales de la tasa de inflación en ese período.
Segundo, claramente la deuda argentina tenía una porción que estaba
indexada por el Coeficiente de Estabilización, el conocido CER, que se calcula a
partir del Índice de Precios al Consumidor. Si los valores del Índice de Precios al
Consumidor hubieran sido superiores a los establecidos oficialmente, eso se
hubiera visto reflejado en la evolución de la deuda del sector público. Hay cálculos
respecto a cuál sería la discrepancia entre la evolución de la deuda que se dio con
el IPC oficial y la que habría resultado en caso de que ese no hubiera sido el índice
adecuado, pero hay diferencias respecto a esas estimaciones porque, claramente,
nadie conoce cuál es el dato exacto. Esto implicó, en cierta medida, una mejor
evolución para las cifras de deuda, puesto que el stock de deuda se hubiera
incrementado de haber sido el Índice de Precios mayor al oficialmente exhibido.
De todos modos, uno tiene que tener en cuenta varios aspectos, no sólo
ese, sino también cuáles son los efectos que tiene la incertidumbre sobre las
estadísticas oficiales en variables como la tasa de interés que paga el sector
público al endeudarse o, por ejemplo, cómo afecta la capacidad de acceso al
crédito. En verdad, estas son sólo hipótesis, no sabemos que habría pasado si no
hubiese pasado lo que pasó, así que estas son conjeturas que uno debe hacer.
S. V.:
Voy con la última para ambos: Aquí quieren saber si podríamos decir que,
en la actualidad, estamos ante un escenario de estanflación ya que, al mismo
tiempo, existe un alza de precios, aumento de desempleo y estancamiento
económico. Podrían desarrollar brevemente si creen que esto es así y, quizás,
desarrollar mejor el concepto.
O. F.:
Básicamente, más que estancamiento, hay una recesión del 4% y la
inflación es de 14%. Es esa combinación la que se está dando. Y, quizás, el año
que viene tengamos un crecimiento moderado, de estimadamente un 3%, con una
inflación relativamente similar o un poco mayor. De manera tal, que a esa
combinación, hoy por hoy, la podemos llamar estanflación. Sin embargo, esto no
se produce porque el Banco Central emite mucho dinero. Sino que es un tema que
surge también de otras presiones sociales como el aumento de los costos. Es
decir, es una combinación de factores que hace que el nivel de precios sea más
alto. Por ejemplo, se deben aumentar las tarifas porque durante ocho años no han
sido aumentadas, entonces, hay que aumentar 300%. Eso es un aumento de
precios que, a su vez, me genera menor poder de compra porque, al no corregir
los salarios, la gente no podrá pagar las nuevas tarifas. Por ello, esta no es una
situación monetaria propiamente dicha, sino que se genera a partir de
correcciones de errores acumulandos. Por el contrario, si se hubieran hecho las
modificaciones todos los meses, este tema habría sido aceptado más
gradualmente. Sin embargo, se pretende reordenarlo de repente, lo cual frenteros
enfrenta a una crisis fiscal y este es el punto central.
En cuanto a la pregunta que le hicieron a Adrián anteriormente, ¿cuánto
sería la diferencia de deuda? Si se hiciera el cálculo del INDEC con la misma
metodología que había hasta diciembre de 2006, automáticamente mostraría la
diferencia acumulada de todo ese período. Hoy en día, serían unos 19.000
millones de dólares. Por eso, se está haciendo el Canje de la Deuda Ajustable por
CER. Son 47.000 millones para pasar todo lo Ajustable por CER a Tasa Badlar y
que, posteriormente, no haya reclamos sobre ese punto. Si bien no podemos
saber exactamente, podemos saber aproximadamente qué es lo que está
ocurriendo y cuál sería la estimación. Sin embargo, es una estimación bastante
estimada.
C. B.:
Hago la última pregunta para Adrián. Primero, quiero aclarar que hay una
cantidad inmensa de preguntas vinculadas con el tema del INDEC -cómo se sale,
qué es lo que pasa, cómo lo resolvemos, cuál va a ser el futuro- que, me parece,
han sido lo suficientemente explicadas por los disertantes. Esta pregunta dice: la
necesidad de aplicar el método científico en la gestión del Estado es una evidente
obvia necesidad ¿no le parece que es necesario generar nuevas camadas de
políticos y gobernantes con mayor formación al estilo de la Escuela de
Administración de Francia?
A. R.:
Aquí va mi opinión porque, en realidad, no es un tema en el que sea
especialista. No obstante, resulta claro que la calidad del servicio público de un
país es clave en términos del diseño y la gestión de las políticas públicas. En ese
sentido, me parece que la Argentina tiene bastante camino por recorrer en cuanto
a la formación de sus recursos humanos en el sector público. Esto tiene que ver
específicamente con el staff del Estado.
Sin embargo, en relación con los políticos o los representantes de los
ciudadanos en los cargos electivos -tanto nacionales, como en otros ámbitos
jurisdiccionales- me parece que, como la ciudadanía tiene el derecho de elegirlos,
no corresponde hacer ningún comentario al respecto.