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Un Dalai Lama en la cabeza
Los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados
para la empatía, para sentir lo que sienten los otros. Esto es así gracias a unas
neuronas llamadas espejo. Dicen que su descubrimiento hará tanto por la
psicología como hizo el ADN por la biología.
ANGELA BOTO
EL PAIS SEMANAL - 25-06-2006
Bien es cierto que en muchas ocasiones no es más que una fórmula automática,
pero resulta que eso de “te acompaño en el sentimiento” tiene un lugar en el
cerebro y un fundamento científico. El mismo que explica la congoja que
experimentamos al ver que Bergman y Bogart van a separarse para siempre al
final de Casablanca, o el escalofrío que nos invade cuando al superhéroe Cruise
le insertan brutalmente un chip a través de la nariz en la enésima entrega de
Misión imposible. ¿No es cierto que basta que un niño comience a llorar para
que haya un estallido casi general en la guardería? En definitiva, que los
neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente equipados para la
empatía, para romper las barreras que nos separan de los otros y sentir como
ellos. Y aún más, el cerebro humano tiene herramientas para leer las mentes
ajenas y, en cierto modo, para predecir el futuro.
Tan delicadas tareas corren a cargo de las denominadas neuronas espejo,
rebautizas por Vilayanur Ramachandran, director del Centro de Cerebro y
Cognición de la Universidad de California, como “las neuronas Dalai Lama” por
su empatía y compasión. El mismo investigador ha llegado a afirmar que “el
descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por
la biología”. Por su parte, el padre del hallazgo, Giacomo Rizzolatti, de la
Universidad de Parma (Italia), se muestra modesto cuando se le pregunta su
opinión. “Es un poco exagerado, pero quizá Ramachandran tenga razón porque
el mecanismo de espejo explica muchas cosas que antes no se comprendían”.
El equipo de Rizzolatti las encontró por casualidad a principios de los años
noventa, aunque, como ha explicado en alguna ocasión el investigador italiano,
les costó varios años creerse lo que estaban viendo. Y no es para menos, porque
lo que en su momento parecía ser simplemente un sistema de imitación de
movimientos se está convirtiendo con los años y con los resultados de múltiples
trabajos en una potencial revolución dentro de las neurociencias. En el sistema
de espejo podría encontrarse la clave de nuestra condición como seres sociales,
de los procesos de aprendizaje, de trastornos tan complejos como el autismo e
incluso de la evolución del lenguaje.
Pero eso no es todo, las neuronas espejo se perfilan como un auténtico pozo de
sabiduría, hay quienes sugieren que en ellas se encuentran las bases de algo tan
alejado hasta ahora de la biología como los sistemas éticos, algunas tradiciones
místicas o la cultura.
Como el propio Rizzolatti admite, su equipo tuvo la suerte de estar en el lugar
justo para encontrar este tesoro neurológico. En aquella época estaban
estudiando en monos un área de la corteza cerebral asociada al movimiento.
Para ello habían conectado de forma permanente una serie de electrodos en la
cabeza de los animales de tal modo que cuando cogían o movían objetos, el
monitor emitía un chasquido que significaba que las neuronas se encendían,
que estaban trabajando. Un buen día, los científicos descubrieron con sorpresa
que los chasquidos no sólo aparecían cuando el propio animal recogía los
cacahuetes y los abría, sino que también se podían oír cuando veía a otro mono
o incluso a los investigadores hacerlo. Es decir, que para su cerebro era lo
mismo llevarse la golosina a la boca o que otro lo hiciera. Es más, los
investigadores comprobaron que el sonido de abrir el cacahuete era suficiente
para que las neuronas de “me lo voy a comer”, más tarde denominadas espejo,
se pusieran en marcha. Las técnicas de imagen confirmaron más tarde que los
humanos también disponen de un sistema de espejo, pero más sofisticado.
Aunque hay muchas preguntas por contestar en cuanto a la ubicación y
distribución de las neuronas espejo en el cerebro sapiens, lo que parece claro es
que la base del funcionamiento es la misma que en los simios. Cuando un
individuo ve a alguien coger una pelota, su cerebro la coge también y vive todo
el proceso de lanzarla como si realmente lo estuviera haciendo. De hecho, un
trabajo realizado en el University College London con bailarines del London’s
Royal Ballet y expertos en capoeira –una danza marcial brasileña– demostró
que el cerebro de ambos grupos ejecutaba exactamente el mismo baile que
estaban contemplando en una pantalla realizado por otros. Sus neuronas
danzaban solas porque ellos ya habían aprendido los pasos y no necesitaban
materializarlos con el movimiento de su cuerpo. La conclusión inmediata de
este hallazgo la daba uno de los investigadores del grupo británico, Patrick
Haggard: “Un bailarín lesionado podría conservar su destreza sin ni siquiera
moverse, simplemente mirando a otros bailar”. Obviamente, semejante ventaja
es aplicable a otras muchas disciplinas e incluso a la psicoterapia por medio de
las visualizaciones o de la práctica mental.
Pero el sistema de espejo no se detiene en los movimientos, sino que también
refleja aspectos más sutiles del comportamiento, como son las emociones. “El
mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que
verdaderamente somos seres sociales. Nos ponen en el lugar del otro, pero no de
forma abstracta o intelectual, sino sintiendo como él”, asegura Rizzolatti. Los
científicos han constatado que las personas que obtienen una mayor puntuación
en los tests que miden la empatía presentan mayor actividad en las neuronas
espejo. Por otro lado, numerosos experimentos han demostrado que la gente
tiene tendencia a imitar de forma inconsciente los movimientos de los
desconocidos porque esta especie de empatía motora facilita considerablemente
las relaciones y la aceptación mutua. Eso sí, también se ha descubierto que las
neuronas espejo no se dejan engañar por pantomimas; cuando se finge, estas
inteligentes células ni se inmutan.
Los múltiples estudios que experimentan con todo tipo de emociones no dejan
de confirmar que lo que ocurre en el exterior se vive de igual manera en el
interior. Por ejemplo, el asco. El cerebro se enciende del mismo modo cuando
un individuo pone delante de su nariz unos huevos podridos que si ve a otra
persona haciendo un gesto de repugnancia ante semejante olor. Lo bueno es que
con las emociones o sensaciones positivas también funciona. En un estudio
publicado el año pasado, Christian Keysers, de la Universidad de Groningen
(Holanda), pudo constatar que existe lo que se podría denominar empatía por
vía tópica, o si se quiere, empatía táctil. La corteza cerebral de un grupo de
voluntarios que se prestaron para el experimento reaccionó igual cuando les
tocaban suavemente la pierna que cuando veían que la caricia se hacía a otra
persona. De hecho, los científicos afirman que el sistema de espejo puede
explicar el gusto de algunos por la pornografía porque contemplar una escena
tórrida altera las neuronas del mismo modo que protagonizarla. Claro que en
este terreno y en el de las caricias hay otros muchos elementos que entran en
juego y que no se pueden explicar con el sistema de espejo, así que es
aconsejable seguir experimentando en directo.
Keysers también ha observado que emociones sociales como la culpa, la
vergüenza, el orgullo e incluso la humillación se reflejan en las neuronas espejo.
Este investigador ha registrado la reacción de empatía de un observador ante el
rechazo social. Todas esas emociones asociadas al contacto entre humanos
tienen un lugar muy específico en el cerebro. Y lo que realmente convierte el
sistema de espejo en el Dalai Lama que mencionaba Ramachandran es que una
representación mental de lo que acontece en el mundo es suficiente para que se
manifieste su empatía, o sea, que lo de “ojos que no ven, corazón que no siente”
parece no ser cierto científicamente. “Tenemos un sistema que resuena. El ser
humano está concebido para reaccionar ante los otros. El egoísmo, la idea de
que cada uno tiene que hacer su vida y no ocuparse del resto son aspectos de la
vida moderna. La naturaleza es justo lo contrario. Yo creo que cuando la gente
dice que no es feliz y que no sabe la razón, es porque no tiene contacto social”,
dice Rizzolatti. Eso sí, tal como afirma Marco Iacoboni, otro experto en esta área
de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA): “Sin la consciencia de uno
mismo y del otro no es posible ponerse en el lugar del otro”.
Las neuronas espejo están también estrechamente relacionadas con la
educación y la cultura. La imitación es un elemento clave para el aprendizaje, y
es precisamente el sistema de espejo el que permite imitar. “En Occidente, la
imitación está muy mal vista, pero es la base de la cultura. Se dice: “No imites,
tienes que ser original”. Es un error. Primero tienes que imitar, y después
puedes ser original”, dice Rizzolatti. Desde el momento en que abandonamos el
útero estamos en disposición de repetir lo que vemos en el entorno, se ha
observado que bebés de tan sólo unos minutos de vida son capaces de sacar la
lengua a un adulto que les está haciendo ese gesto.
Parece que las neuronas espejo aportan una parte más de verdad al dicho “de tal
palo, tal astilla” y añaden otra dosis de responsabilidad a los padres y
educadores, que podrán verse reflejados en las generaciones que los siguen por
la huella dejada en sus neuronas. En este sentido, los científicos hacen una
interesante observación relativa a la exposición a escenas de violencia, bien en
directo o en una pantalla. “El sistema de espejo puede activarse en el cerebro y
facilitar la tendencia a volverse violento”, explica Iacoboni. Este hecho, unido a
que algunos expertos afirman que estas neuronas son la base biológica de la
cultura porque gracias a ellas se transmite de una generación a las siguientes,
invita, cuando menos, a la reflexión sobre la herencia cultural y emocional. Y un
dato a considerar, un trabajo publicado el año pasado sugería que a partir de los
15 meses los niños son capaces de detectar las acciones de los demás que están
basadas en falsas creencias. “Nacemos con ciertas capacidades, pero la
educación es muy importante. La sociedad refuerza los instintos básicos o va en
contra de ellos”, afirma Rizzolatti.
Y puesto que el sistema de espejo parece ser el testigo del presente en su camino
hacia el futuro, es de suponer que también almacene el recorrido del pasado a
modo de un ADN neuronal que porta la herencia cultural. “La aparición de un
sofisticado sistema de espejo estableció las bases para la emergencia, en los
primeros homínidos, de numerosas habilidades específicamente humanas tales
como el lenguaje y la empatía”, asegura Ramachandran. De este modo, las
innovaciones surgidas entre nuestros ancestros no se perdieron como
peculiaridades exclusivas de un individuo que había logrado construir un raro
utensilio que cortaba, sino que gracias a la imitación se fueron propagando
entre los miembros del clan. Y de las herramientas a las construcciones, y del
lenguaje a los sistemas filosóficos, y todavía no hemos terminado.
Quizá una de las habilidades más llamativas de las neuronas espejo sea la de
leer el pensamiento y anticipar el futuro. “Permiten leer la mente de los otros
porque te ayudan a entender sus intenciones”, explica Iacoboni, líder del equipo
que hizo el descubrimiento. De hecho, lo que parecen realmente activar estas
células no es la acción en sí, sino su objetivo. Todo esto ocurre de forma
inconsciente, no es necesario ningún esfuerzo, nuestro cerebro interpreta y
responde a las intenciones sin que nos demos cuenta. “No pensamos lo que otra
persona está haciendo o sintiendo, simplemente lo sabemos”, dice Vittorio
Gallese, de la Universidad de Parma. Este baile de percepciones en el complejo
entramado de relaciones sociales es el que aporta la gama de colores a los
contactos entre individuos. Desde un punto de vista más básico también
permite sobrevivir, porque no es lo mismo que el vecino de enfrente levante la
mano para saludar que para golpear. Al igual que ocurre con la empatía,
también en este caso hay personas con mejores antenas que otras para captar a
los demás, presumiblemente su sistema de espejo es más activo.
Una cuestión muy interesante relativa a la percepción de emociones y
sensaciones es su relación con un estado corporal determinado. Antonio
Damasio, prestigioso neurólogo que recibió el Premio Príncipe de Asturias
2005, lleva años trabajando en la Universidad de Iowa sobre la conexión entre
mente y cuerpo. Para Damasio, el cerebro es una extensión del cuerpo, y hay
una clara consonancia entre los sentimientos, las emociones y el estado físico.
De forma sencilla, se podría decir que a cada emoción le corresponde un estado
físico. En consecuencia, la empatía no es sólo un proceso mental, sino que
implica a todo el cuerpo. Los espejos cerebrales captan lo que ocurre en el
exterior, lo integran en sus redes y a continuación las emociones descienden
desde las alturas neuronales como si de una ducha sensorial se tratara para
encarnarse en el cuerpo. “Esto es realmente tener empatía. Por medio de un
estado neural compartido en dos cuerpos diferentes […], el otro objeto se
convierte en otro yo”, escribía Gallese en un artículo.
La relación cuerpo y mente-emociones es algo muy presente desde hace mucho
tiempo en las denominadas medicinas complementarias. Ahora, los científicos
aseguran que semejante relación abre importantes perspectivas en el área de la
psicoterapia. Donde ya está clara la implicación de las neuronas espejo es en el
autismo. Numerosos trabajos indican que los individuos que padecen este
trastorno, caracterizado precisamente por la incapacidad para comprender las
acciones y las emociones de los demás, presentan una actividad anormalmente
reducida del sistema de espejo. Disolver las barreras entre el individuo y lo que
lo rodea es, según Ramachandran, la base de muchos sistemas éticos y,
particularmente, de las grandes tradiciones místicas orientales.
El sistema de espejo hace precisamente eso; por tanto, “puede usarse para
proporcionar una base racional en vez de religiosa para la ética”. Y esto es sólo el
principio de lo que se puede extraer de las neuronas espejo, porque se han
convertido en el centro de interés de neurocientíficos, psicólogos, filósofos y
antropólogos, sumergidos en un intenso debate sobre las implicaciones en
numerosas áreas del conocimiento. En cualquier caso, lo que ya es evidente es
que no hay excusa para no mostrar empatía y comprensión, todo el mundo lleva
un Dalai Lama en su cabeza.