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El neoliberalismo dinamitó todo: Axel Kicillof, ministro
de Economía argentino
La energía es un recurso nacional, y el Estado debe ejercer soberanía sobre sus
recursos
Con Néstor Kirchner advertimos que la política volvía a ser una posibilidad de
transformación real frente a los poderes que la limitaban, sean militares o económicos,
asegura el ministro de Economía de Argentina, Axel Kicillof, en entrevista con La
Jornada
JOSÉ STEINSLEGER
Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 3 de noviembre de 2014, p. 2
Buenos Aires.
En días pasados el ministro de Economía, Axel Kicillof, cumplió en Washington con
una agenda de locos en 48 horas: reunión con el comité de gobernadores del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID); con los representantes de los países no desarrollados
de América, Asia y Africa (G-24); exposición frente al Council of the Americas; junta con
los ministros y presidentes de los bancos centrales del G-20; asistencia a la asamblea anual
del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; encuentros bilaterales con expertos
en economía y finanzas, académicos, tanques pensantes.
Ámbitos resbaladizos, complejos, en los que el ministro se refirió, invariablemente, a
los fondos buitres. En la delegación argentina, observó: “intentaron embargar esta misma
embajada… esta tarima, todo”.
Ahora, en el legendario quinto pisodel Ministerio de Economía (edificio de estilo
mussoliniano o sovietista inaugurado en 1939 por el presidente conservador Roberto M.
Ortiz, y bombardeado con artillería pesada por los militares que en 1955 derrocaron a Juan
D. Perón), el clima resulta poco alentador para una entrevista distendida. El tiempo
apremia. Frenético es el ritmo de trabajo, los buitres internos y externos acechan, y el
termómetro marca 33 grados, clavando un puñal en la primavera porteña.
Hace un año, cuando Cristina Fernández de Kirchner nombró a Kicillof, un escriba
de La Nación aludió, insidiosamente, al origen rabínico del ministro. Observación distinta a
la que el centenario diario oligárquico prodigó en marzo de 1976 al ministro de Economía
de la Junta Militar, el muy católico y devoto José Alfredo Martínez de Hoz. Apellido
de origen patricio que, sin nombrarse, figura en placa de bronce a la entrada del edificio: en
homenaje a los desaparecidos que trabajaron en el Ministerio de Economía y Producción, y
en repudio a la instauración del plan económico de la dictadura militar.
Parábolas de la historia: en el amplio despacho donde Martínez de Hozmodernizaba la
economíadesapareciendo a los trabajadores, Kicillof abraza al enviado de La Jornadacon
un brazo extendido y el otro sosteniendo un teléfono celular. Surge, entonces, una situación
insólita: “perdone usted señor minist…doct… ¿puedo tutearlo?” Pegando un sorbo a la
bombilla del mate, el ministro sonríe: te saludé de beso, ¿no? Hábito que, en efecto, fue
impuesto por las juventudes argentinas en los años 80, con la vuelta a la democracia, el
abandono de la clandestinidad y el retorno de los exiliados. Una época que Kicillof evoca
así:
“Entré a la política en el centro de estudiantes de mi colegio, el Nacional Buenos Aires,
con la llamada ‘primavera alfonsinista’. El centro era conducido por el Partido Comunista,
que lo había mantenido en la clandestinidad. Apoyamos la orientación antimperialista de la
juventud radical, y su aliento yrigoyenista, popular, vinculado al eje de la campaña: los
derechos humanos. Aquello fue una explosión de militancia y ‘destape’.
“Me nombran delegado del Centro, dejamos de usar corbata (que era obligatoria), y el
pelo a dos dedos de la camisa. La Comisión Nacional de Desaparecidos difundía
masivamente hechos que la sociedad en su conjunto desconocía, o que no quería saber o
decir. Buena parte de la clase media profesional urbana, de la que provenía mi familia, tenía
un exiliado o un desaparecido. Los que hoy me acompañan en ‘La Cámpora’ (agrupación
kirchnerista) entraron con mucha confianza en la política. Tras ello, la rápida decepción con
el proceso alfonsinista. Con dos componentes: el alfonsinismo, que había llegado al
gobierno con la idea de castigar los crímenes de lesa humanidad, terminó decretando, por
razones fácticas, las leyes de obediencia debida y punto final. Y luego, la amnistía de
Menem a los pocos militares que estaban presos.”
–¿Qué te llamó la atención del kirchnerismo?
–Muchos de los que hoy estamos en este proceso, advertimos que con Néstor Kirchner
la política volvía a ser una posibilidad de transformación real frente a los poderes que la
limitaban, sean militares o económicos. El propio discurso alfonsinista reconoció que la
renuncia de Alfonsín fue un golpe de mercado. Los militares detuvieron el proceso de
juzgar los crímenes de lesa humanidad, y los banqueros se negaron a un crecimiento con
orientación más popular.
–¿Ahí es cuando descubres la inexistencia de la economía en abstracto?
–Claro, pero lo decisivo fue la resistencia contra el neoliberalismo, que había causado
un gran desprestigio de la política y los partidos. Época del zapatismo, del que se vayan
todos, de la horizontalidad en las organizaciones, de la discusión de la política clásica en
cualquiera de sus vertientes. Pero también de muchísimo retroceso en los movimientos
organizados, tanto políticos como obreros, y que a nivel de los intelectuales y las
universidades engendró una resistencia a la defensiva y bastante impotente.
El modelo K
–¿Es posible luchar contra el capitalismo dentro del capitalismo?
–En 2003, cuando arranca este proceso, muchos intuimos que se venía una posibilidad
de transformación real. Con el kirchnerismo renació la causa de los derechos humanos, y
las potencialidades de un proyecto económico transformador. Pero no delucha contra el
capitalismo dentro del capitalismo. Creo que en los países periféricos –y no quisiera ahora
abrir la clásica discusión sobre las etapas– hay que reconstruir el capitalismo. El desguace
del Estado y de la economía habían convertido a nuestro país y los de América Latina en
coto de caza de las finanzas, de los servicios, de reciclaje de los capitales de los países
centrales y de una pérdida de las propias reglas de acumulación del capital. Habían
dinamitado todo. Entonces, con base en los trabajadores, industriales y empresarios nuestro
proyecto apuntó a la reindustrialización, ampliando la base productiva y tecnológica que
permita la reproducción del capital, la inversión y, por sobre todo, la reconstitución de un
mercado interno.
–¿El empresario argentino entiende la importancia de cambiar la matriz productiva del
país?
–Ahí está el nudo. Al empresario que invierte, que toma riesgos, que siente apego por
su país, el Estado tiene que brindarle una suerte de biosfera para que pueda prosperar. A los
que en estos años apostaron a la inversión y la producción, les fue bien. La idea del
empresario ausentista (como alguna vez fue el terrateniente ausentista), que junta un capital
y lo resguarda en el exterior sacándolo del ciclo productivo, tuvo mucho que ver con el
Estado ausente que no genera condiciones de estabilidad y de acumulación. Dicen que el
gobierno no da seguridad jurídica,certidumbre, que no hay clima de negocios. Pero el
Estado argentino ya no está colonizado por los empresarios. La etapa en que nos hallamos
busca la reconstrucción del tejido social, de la clase trabajadora y de un sector empresarial
auténtico.
–Como fuere, el proyecto es capitalista...
–Así es. Pero no un capitalismo rentista, de saqueo, extranjerizado y hostil a que
Argentina crezca con base en su capacidad productiva, generando una mejor distribución de
la riqueza. O sea: crecimiento con inclusión social. Algo que no marcha separado, sino que
es la misma cosa. Durante décadas se nos dijo que primero había que crecer para después
distribuir. Sin embargo, creo que en países como el nuestro es a la inversa: hay que
distribuir para que, con base en el mayor poder adquisitivo de los salarios y la
reconstitución del mercado interno, aparezcan oportunidades de inversión que permitan el
crecimiento.
–Durante el proceso de recuperación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) decías
que la gestión del grupo Repsol incurrió en depredación, desinversión y desabastecimiento.
Y que lo grave no había sido la privatización, sino la desnacionalización de YPF...
–En efecto. Pero también otros elementos del sector energético se imbrican en la
política general. Nosotros entendemos que la energía es un recurso nacional, y que el
Estado tiene que ejercer soberanía sobre sus recursos. Esto quiere decir que no podemos
crecer con salarios bajos en dólares, o que nos convirtamos en plataforma internacional de
ensamblaje. La tradición industrial y trabajadora de los argentinos también cuenta.
Disponemos de energía, pero no somos un país exportador de petróleo y gas. Durante
mucho tiempo Argentina se autoabasteció. Entonces, a partir de 2003, fijamos a los
recursos energéticos precios internos, desdoblados de los externos. ¿Por qué? Porque las
empresas veían que los precios internos estaban muy por debajo de los internacionales.
Pero si poníamos el precio a escala internacional, matábamos la industria doméstica. Y esto
hizo crujir el esquema neoliberal heredado de los años 90. Al que no le interesaba,
obviamente, la participación del Estado.
“Cuando las empresas del sector energético analizaban los proyectos de inversión,
concluían que no era negocio vender el barril de petróleo interno a 40 dólares, mientras
afuera estaba a 90 dólares. Y cuando competían en los distintos proyectos de inversión
usaban la rentabilidad internacional y la producida en nuestro país para sus proyectos en el
exterior. Las petroleras eran rentables en el país, pero mucho menos rentables que en otros
lugares del mundo. Por tanto, se llevaban los recursos internos para sus proyectos externos,
financiándolos con las ganancias obtenidas en Argentina. Así, mientras menos invertían,
más rentabilidad tenían.
Era un problema estructural, y agravado porque la desregulación no ofrecía
instrumentos para dirigir las inversiones. Con lo cual, en estos años, llevamos una relación
tensa con las empresas, porque el gobierno presionaba para que reinvirtieran los excedentes
producidos en el país, y grupos como Repsol (que se había quedado con YPF) se llevaban
todas las utilidades al exterior.
–¿Todas las empresas energéticas actuaban igual que Repsol?
–Las de capital nacional respondieron mejor, y las extranjeras peor porque tenían, como
dije, otros proyectos de inversión a los que dirigían sus recursos. Argentina no requería de
recursos nuevos. Digámoslo con claridad: si el precio de salida de un barril de petróleo
podía ser de 17 dólares en Argentina, el de venta era de 70 dólares. Diferencia que generaba
una enorme rentabilidad. Pero a su vez especulaban con vender el barril a 100 dólares. Esto
llevó a despreciar las inversiones en nuestro país.
Inflación y emisión monetaria
–¿La emisión genera necesariamente inflación?
–Sí y no. Esa es una de las discusiones más antiguas de la teoría económica. Mi tesis
doctoral trató sobre Keynes, porque mis profesores aseguraban ser keynesianos. Pero nunca
nos enseñaron a Keynes. En los años 90 hubo una colonización tal en la teoría económica,
que en realidad eran todos monetaristas. Entonces, leo por mi cuenta la Teoría general del
empleo, el interés y el dinero de Keynes, y encuentro queel inventor de la idea de que no
hay proporcionalidad entre precios y emisión es Keynes. Un teórico monetario que explica
que si yo emito más dinero, hay que ver qué se hace con él. Los monetaristas de la Escuela
de Chicago –que fueron parte integrante de la dictadura militar– sostienen que el aumento
de la emisión se refleja en los precios. Pero hay algo que no dicen: primero, que en ninguna
economía periférica hay pleno empleo; segundo, que si hay más capacidad productiva se
puede generar más empleo.
–Sin embargo, los monetaristas continúan defendiendo a brazo partido sus teorías…
–Y hasta yo podría decir que la teoría monetarista conlleva algo de realidad. Sin
embargo, no la tiene. Porque cuando yo estudio, la tasa de desempleo era de 18 por ciento,
y después alcanzó 25 por ciento. Así es que nadie me va a convencer de que la emisión no
puede tener un efecto dinamizador sobre el crédito. En estos años recientes, Estados Unidos
triplicó la base monetaria, y están en una situación deflacionaria. Y Gran Bretaña la
quintuplicó. Por consiguiente, no hay una relación directa entre base monetaria y nivel de
precios. ¿Por qué? Porque no hay pleno empleo. La gran mentira del monetarismo asegura
que no se puede dinamizar el crédito, que no existe la política monetaria. Pero en Argentina
sí existió con la convertibilidad y la dolarización que amputaron, dolorosamente, las
atribuciones del Estado en su política económica y monetaria.
–¿Y el impacto de la emisión sobre la inflación?
–Podemos discutir el papel de la emisión en un proceso inflacionario. Indudablemente,
hay mucho que discutir. Pero la premisa de que la emisión se va a precios, es mentira. En
economía, nadie serio cree mecánicamente en la idea cuantitativa del dinero. Más bien se
trata de un lema para impedir que países como el nuestro apliquen una política monetaria
en su propio beneficio, y en beneficio de la producción y el empleo.
–¿Ha sido exitosa la política deprecios cuidados?
–Me parece que sí, porque en Argentina el sistema de comercialización concentrado
opera con márgenes muy altos de rentabilidad. De un lado, oprimen al consumidor; por el
otro, al productor. Esto no ocurre en los países desarrollados, con políticas de inversión y
competencia más fuerte, y cadenas comerciales más abiertas. Pero acá tenemos cinco
cadenas de supermercados, que si en el corto plazo quieren generar movimientos de los
precios, lo pueden hacer. Conducta que siempre justifican con el pretexto de que ven
peligros de devaluación, peligros de no sé qué y entonces, preventivamente, elevan los
precios.
–Los sectores de oposición emplean el vocablo control…
–La idea central de precios cuidados consiste en monitorear los costos para que no haya
abusos en los precios. No es un congelamiento de precios. Eso de que los precios se
mueven caóticamente también es funcional a las rentabilidades extraordinarias de la cadena
comercial y de los productores concentrados.
–Por último, ¿serán derrotados losfondos buitres?
–A finales de año, cuando desaparezcan los instrumentos que losfondos buitres han
utilizado para la extorsión, habrá mejores posibilidades para dialogar con los acreedores
que optaron por quedar fuera de la restructuración de la deuda. El defaultmás grande de
nuestra historia fue causado por el neoliberalismo. Y lo arreglamos muy bien. Pero ahí
apareció el pequeño grupo de abogados, más que de financistas, y un juez que se hizo eco
de esto. Muchos gobiernos, entre ellos México, acompañaron nuestra posición, y mostraron
buena disposición frente a un problema que no quisieran ver reflejado en el espejo de su
porvenir.