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San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
Mujeres de Amatenango del Valle pilares de
la agricultura tradicional
Si bien la agricultura tradicional de Amatenango del Valle —comunidad indígena
tseltal de la región Altos de Chiapas— figura como un componente importante en
la estrategia de subsistencia de las unidades de producción familiar, se requieren
otras actividades para mantenerla, y en ellas las mujeres están posicionándose
como líderes, asegura, Lesly Georgina Maldonado López, egresada de la Maestría
en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de El Colegio de la Frontera
Sur (Ecosur).
En su tesis de maestría titulada “Mujeres: barro y maíz. Estrategias de
subsistencia de la agricultura tradicional de Amatenango del Valle”, explica que las
mujeres participan directamente en el sostenimiento de la agricultura tradicional
mediante la obtención de ingresos monetarios generados por su actividad
productiva como alfareras y que con los recursos económicos que obtienen
pueden tener acceso a los insumos requeridos para el tipo de agricultura
practicado en la comunidad. Asimismo destaca que con el empleo de su fuerza de
trabajo en tareas como el riego, la siembra de frijol, la cosecha de elote, maíz y
frijol y el manejo postcosecha, no solo generan un ahorro en los costos de
producción sino que mantienen la identidad campesina de toda la unidad de
producción familiar.
Las mujeres de Amatenango del Valle, además de participar de manera
importante en dos actividades base de la economía campesina —la agricultura y la
alfarería— tienen a su cargo el mantenimiento y cuidado del huerto familiar, la
elaboración de bordados tradicionales, el cuidado y mantenimiento de los
animales de traspatio, las actividades comunitarias como los comités de escuela e
iglesia, la recolección de leña destinada principalmente a las actividades
productivas y la venta y promoción de la alfarería.
En comparación con los hombres, llevan a cabo una triple jornada compuesta por
actividades productivas, reproductivas y comunitarias. Dentro de las actividades
reproductivas se encuentran la alimentación (selección, elaboración y distribución
de alimentos), el cuidado de la salud y el cuidado afectivo de niñas, niños,
ancianos y enfermos, las labores domésticas, la transmisión de la lengua y la
cultura, el aprovisionamiento de insumos para las necesidades de la familia en la
vida diaria, como el agua y la leña, el cuidado de los animales domésticos, el
cuidado de los sistemas naturales y los bienes comunes, la preservación de los
saberes y la biodiversidad.
Muchas de las estrategias de subsistencia como la economía familiar, la cohesión
social, la transmisión de conocimientos y la identidad cultural, pueden llevarse a
cabo gracias a las mujeres. Sin embargo, como actoras sociales han visto
limitadas las oportunidades de ejercer sus capacidades debido a las relaciones
desiguales que las coloca en una posición en las que no se valora la importancia
de todas las tareas que llevan a cabo para mantener la vida.
Desde la perspectiva de la egresada de Ecosur, si bien el tipo de participación
femenina en la vida campesina de Amatenango del Valle varía en función de
diferencias de carácter social, las alternativas de las mujeres siguen estando
claramente asociadas a instituciones permeadas por las desigualdades de género,
como la tenencia y extensión de la tierra, el acceso diferenciado a los recursos y
tecnologías, la composición de la unidad familiar, la no valorización del trabajo no
remunerado y la participación social condicionada de las mujeres en ámbitos
públicos y comunitarios.
La tesis enfatiza que las mujeres en Amatenango del Valle han reconfigurado sus
formas de organización social, adquiriendo un rol de mucha importancia, pues su
participación es efectiva, tangible, e imprescindible, y que el papel que han
adquirido puede generar efectos de carácter multiplicador (como el refuerzo de la
identidad campesina, la conservación y cuidado del germoplasma nativo, las
formas de organización comunitarias y la revalorización de los trabajos
reproductivos) en la familia, la comunidad y la región, siempre y cuando se
reconozca su aporte al conocimiento, a la identidad, y a la economía familiar.