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INDUSTRIALES, PROTECCIONISMO
Y POLÍTICA EN COLOMBIA.
Intereses, Conflictos y Violencia*
Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor
de la Universidad de los Andes
La mayor parte de la literatura sobre el desarrollo económico de Colombia durante las décadas
de los años treintas y cuarentas del presente siglo argumenta que el Estado Nacional promovió
el desarrollo industrial en esa época. Las administraciones liberales de Enrique Olaya Herrera
11930-1934), de Alfonso López Pumarejo (19341938 y 1942-1945! y de Eduardo Santos (19381942) son presentadas por muchos historiadores como las representantes de una naciente
burguesía industrial y como agentes de un proceso de modernización de una nación supuestamente feudal, que había sido gobernada sin interrupciones por el Partido Conservador desde
la década de los años ochenta en el siglo XIX.
Dentro de esta línea de argumentación, para
Jesús Antonio Bejarano el flujo de dólares y la
proliferación de obras públicas en la década de
los años veintes, seguidos por la crisis de 1929,
debilitaron la hegemonía económica y política de
la clase terrateniente, convirtiendo al Estado,
por lo tanto, en un "instrumento" de los manufactureros, quienes estaban tratando de implementar un ' 'proyecto de industrialización " (1).
Para José Escorcia, la burguesía industrial de
ese período era socialmente progresista. Además, era el sector "más lúcido" e iluminado de
* Este artículo hace parte de la tesis doctoral presentada por el
autor ante la Universidad de Brandéis.
Enrique Olaya Herrera, "café y petróleo".
la clase dominante. Los industriales, según
Escorcia, estaban empeñados en lograr la revolución democrático-burguesa a través del Partido Liberal (2).
Según Gerardo Molina, López Pumarejo era el
"capitán" de una "juvenil burguesía", que
encarnaba la "decisión" de desarrollar e indus-
1
.Jesús Antonio Bejarano, "La Economía", en Jaime Jaramillo
Uribe, wL, Manual de Historia de Colombia, Bogotá, Procul^
tura, 1982, Vol. II, pp. 42-4G, 57, 62-3, 77.
2. José Escorcia. Historia de Colombia. Siglo XX, Cali, Universidad del Valle, 1983, pp. 112, 121. 132, 167, 173.
85
trializar el país. Para Molina, Olaya Herrera
había sido el precursor de esa tendencia; López
Pumarejo, el ejecutor (3). Y tal como escribió
Mario Arrubla a finales de los años setentas:
"Después de la gran crisis del capitalismo, los
dirigentes del país pusieron los resortes del
Estado al servicio de la causa de la industrialización" (4). Este punto de vista es compartido por
un texto reciente de historia económica de Colombia publicado en 1987; en él se señala que la
Depresión de los años treintas y la Segunda
Guerra Mundial le mostraron a la clase dominante que la industrialización era "la única alternativa viable de desarrollo". En consecuencia, según esta obra, ya en 1945 la meta de industrializar el país se había convertido en "una
ideología nacional" (5).
Puntos de vista similares a los ya anotados son
mantenidos también por algunos historiadores
norteamericanos. Por ejemplo, Thomas C. Tirado, en su libro sobre López Pumarejo, básicamente calca los mismos argumentos ya presentados (6). William McGreevey concluye que
después de la consolidación del sector cafetero,
los miembros de la élite colombiana simplemente
decidieron continuar "desarrollando" la economía y, por lo tanto, procedieron a trasladar
recursos del sector "tradicional" al "moderno", permitiendo así que el proceso de industrialización se llevase a cabo sin mucho conflicto
(7). Albert Hirschman argumenta que el desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial
fue "un proceso menos espontáneo y más deliberado que lo que fue el caso en los países donde el proceso ocurrió primero" (8). Siguiendo
3. Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1915-1934,
Bogotá. Tercer Mundo, 1978, pp. 245-47.
Las ideas liberales en Colombia. De 1935 a la iniciación del
Frente Nacional, Bogotá, Tercer Mundo, 1978, p. 23.
4. Mario Arrubla, "Síntesis de Historia Política Contemporá
nea", en Mario Arrubla et al. Colombia hoy, Bogotá, Siglo
XXI, 1978, p. 188.
5. José Antonio Ocampo, Joaquín Bernal, Mauricio Avello y Ma
ría Errázuriz, "La consolidación del capitalismo moderno
(1945-1986)". en José Antonio Ocampo. ed., Historia econó
mica de Colombia, Bogotá, Fedesarrollo y Siglo XXI, 1987,
p. 260. Véase también Darío Mesa, Ensayos sobre historia
contemporánea de Colombia, Medellín, La Carreta, 1977,
p.134.
6. Thomas C. Tirado, Alfonso López Pumarejo el Conciliador.
Bogotá, Planeta Colombiana, 1986, p. 115.
7. William Paul McGreevey, Historia económica de Colombia,
18451930, Bogotá, Tercer Mundo, 1975, pp. 302-303, 308.
8. Albert O. Hirschman, The Strategy of Economic Development, New Haven, Yale University Press, 1963, p. 8.
Lauchlin Currie. El economista recomienda, pero otros
deciden.
esta línea de argumentación, se plantea que el
crecimiento económico se convirtió en una meta
para los líderes de los países menos desarrollados, líderes que a su vez tenían clara ' ia percepción de la naturaleza esencial del camino conducente al desarrollo " 19).
Personalmente estoy en desacuerdo con la idea
de que el "crecimiento" y el "desarrollo" eran
metas compartidas por los miembros de la élite
colombiana a mediados de este siglo. La misión
del Banco Mundial, encabezada por Lauchlin
Currie, presentó un plan de desarrollo para Colombia recomendando objetivos tales como "el
logro de altas tasas de crecimiento" y "la disminución de las desigualdades" (10). Pero, de
hecho, en una economía de mercado como la
colombiana, donde las decisiones se toman
esencialmente sobre la base de la rentabilidad
económica privada, las recomendaciones de
Currie, tales como aquellas referentes a las re9. Hirschman, op. cit., p. 10,
10. Lauchlin Currie, The Role of Economic Advisers in Developing Countries, Westport, Greenwood Press, 1981, p. 13.
86
formas sociales, así como el proyecto de cuál
sería el mejor camino hacia el desarrollo, no fueron consideradas por el gobierno con mayor seriedad, como incluso el mismo Hirschman lo
señala (11).
Además, y quiero ser enfático en señalar esto,
las políticas económicas de las administraciones
liberales que precedieron al régimen de Mariano
Ospina Pérez estaban muy lejos de proteger al
sector manufacturero a expensas de otros sectores
de la economía. Olaya Herrera, por ejemplo,
quien pensaba que el principal problema que
encaraba su gobierno era la caída en los ingresos
fiscales como resultado de la crisis de 1929,
estaba además especialmente preocupado por
asegurar mercados internacionales y mejores
precios para las exportaciones de café, y por
atraer capital extranjero para explotar los recursos petroleros del país. Su experiencia como
ministro (embajador) ante el Gobierno de Estados
Unidos muy probablemente lo había convencido
de no perseguir una política de autarquía
económica, ya que él consideraba (además de
sus vínculos personales con los círculos capitalistas de aquel país) que Norteamérica era la
nación ideal como fuente de capital y tecnología,
lo mismo que como mercado para los bienes primarios colombianos (12). Sin embargo, para
aumentar los ingresos del gobierno y evitar la
salida de las reservas de oro, su administración
incrementó los aranceles y prohibió la entrada
de una serie de importaciones de productos tanto
industriales como agrícolas, y estableció un
sistema de control de cambios en 1931. De cualquier modo, algunas restricciones a las importaciones fueron abolidas meses más tarde para
evitar retaliaciones comerciales de otras naciones
(13). Por lo tanto, la protección que los industriales recibieron no fue el resultado de un
programa de sustitución de importaciones sino
la consecuencia de una política comercial contraccionista promulgada por la administración
de Olaya Herrera. Tal como su ministro, el
antioqueño Esteban Jaramillo, lo estableció muy
claramente, el café era aún el "factor predominante... en la economía del país y en su comercio
internacional". En conformidad, los cafeteros
fueron incluso apoyados por el gobierno a través
de subsidios a las exportaciones de café (14).
11.
Albert O.
Hirschman,
Journeys Toward
New York, Greenwood Press. 1968, p.120.
Progress,
12.
Banco de la República, “ Discurso-programa pronunciado
por el Excelentísimo señor doctor Enrique Olaya Hen-era al tomar
posesión de la Presidencia de la República ante el Congreso de
Colombia, el día 7 de agosto de 1930", en Suplemento de la Revista
del Banco de la República, No. 34, agosto de 1930, pp. 3-4.
13.
República de Colombia. Ministerio de Hacienda y Crédito
Público
Decretos de carácter extraordinario dictados por el
Ejecutivo Nacional en desarrollo de las facultades económicas
conferida» por las leyes 99 y 119 de 1931, Bogotá, Imprenta
Nacional. 1931, pp, 11-13,45-61.
República de Colombia, Memoria que presenta el ministro de
Hacienda y Crédito Publico al Congreso Nacional en las sesiones
ordinarias de 1931, Bogotá, Librería Nueva - Casa Editorial, 1931,p.
87.
República de Colombia, Memoria de Hacienda, 1932, Bogotá,
Imprenta Nacional, 1932, pp 55-57, 110. 1-4. Memoria de Hacienda,
1932, op. cit., pp. 106-109.
República de Colombia. Memoria de Hacienda, 1933. Bogotá,
Editorial Minerva, 1933, pp. 27-2M.
Alfonso López Pumarejo estaba también muy
lejos de ser el hombre que representaba los intereses de los industriales. La firma de su padre
había controlado alrededor del cuarenta por
ciento de las exportaciones de café colombiano
en la década de los años diez. El mismo Alfonso
había trabajado para un banco norteamericano
87
en Colombia y para otra compañía de aquel país
que negociaba con café, antes de dedicarse de
lleno a la política (15). Aún más, como jefe de la
delegación colombiana a la Conferencia Panamericana en Montevideo en diciembre de 1933,
López atacó las políticas proteccionistas de los
países europeos y aplaudió las propuestas de
Cordell Hull, secretario de Estado norteamericano, para promover el librecambio entre los países del hemisferio occidental. Según López, las
economías de Colombia y Estados Unidos eran
"complementarias" y, por lo tanto, alabó incondicionalmente la Política del Buen Vecino del
presidente Roosevelt en un banquete meses más
tarde (16).
En 1935, ya como presidente, López dio instrucciones a su hermano Miguel, ministro colombiano en Washington, para que firmase un tratado
comercia] entre los dos países. El acuerdo redujo
los aranceles de casi 200 productos norteamericanos y los eximió de cualquier tipo de
impuesto a las ventas en Colombia. A cambio, el
café y los bananos colombianos no pagarían tarifas de aduana, ni impuestos domésticos en Estados Unidos (17).
Como resultado de la drástica reducción del
intercambio internacional durante la Depresión,
Colombia aplicó una política de compensación
comercial en sus negocios con otros países. Dicha política consistía en que Colombia sólo
adquiriría bienes de un país en particular en una
cantidad equivalente (en términos monetarios)
a lo que este último importase de Colombia. Las
exportaciones de Colombia consistían básicamente en café. Una consecuencia de esta política de compensación fue que Colombia denunció
varios tratados comerciales, como los que tenía
15. Daniel Pécaut. "Politique du café et démocratie civüe restreinte: le cas de la Colombie", en Cultures et Développement. 12. No. 3-4. 1980. p. 484.
Eduardo Zuleta Ángel, El presidente López Pumarejo. Bogotá. Ediciones Gamma, 1986, pp. 15-23.
16. República de Colombia, La política internacional. Bogotá,
Imprenta Nacional, 193*. pp. 39-41, 57-59.
17. United States Congress. The Statutes at Large of the United
States of America, 74th Congress 1935-1936, Volume XLK,
Washington. U.S. Government Printing Office, 1936, pp.
3875-39 15.
República de Colombia, Memoria de Hacienda, 1935-1936.
Bogotá. Editorial Nueva Bogotá, 1936, pp. 102-103. Véase
también Salomón Kalmanovitz. Economía y nación. Una breve historia de Colombia, Bogotá, Siglo XXI, 1985, p. 310.
con Gran Bretaña y Japón, y redujo considerablemente su comercio con la mayoría de las naciones europeas y con los japoneses. Otro resultado de esta política fue que los alemanes se vieron estimulados a aumentar sus exportaciones
de manufacturas a Colombia al triplicar, entre
1934 y 1938, sus importaciones de café colombiano (gran parte del cual reexportaron a otros
países). La implementación del Tratado Comercial de 1935 con Estados Unidos y la aplicación
de los acuerdos de compensación implicaron
que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial,
la mayoría del intercambio internacional de Colombia se tuviese con los norteamericanos y con
los alemanes. Este hecho tendría incluso importantes consecuencias en la política doméstica
colombiana en los primeros años de la década de
los cuarenta (18).
En cuanto a la relación entre López Pumarejo y
el sector manufacturero, el primero no solamente
alienó a los industriales al centrar su política
extranjera en la búsqueda de mercados cafeteros en el exterior (amén de sus viejas ideas librecambistas), sino también por sus políticas laborales y su insistencia en que las fábricas colombianas debían consumir materias primas nacionales, las cuales los industriales locales consideraban más caras y de menor calidad que las
extranjeras (19). En junio de 1937, López Pumarejo concedió una prolongada entrevista a la
publicación El Mes Económico y Financiero, en
la cual enfatizó su defensa de los agricultores
colombianos y justificó los aumentos al arancel
en contra del algodón importado, aunque esto
último, según sus palabras, fuese "contra el
concepto muy decidido de los industriales" (201.
Ese mismo año, su gobierno apoyó los intentos
de la British American Tobacco Company para
penetrar los mercados colombianos, a pesar de
la fuerte oposición de la Compañía Colombiana
18. Memoria de Hacienda. 1935-1936. op. cit., pp. 102-103. 19094.
Héctor José Vargas, Memoria de Hacienda, 1938, Bogotá, Ii- j
tografia Colombiana, 1938, pp. 66-67, 70. Carlos Lleras
Restrepo, Memoria de Hacienda, 1939, BogoU, Imprenta
Nacional, 1939, pp. 126-29.
19. Alvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobien»
de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938. Bogotá. Pr.
1981, pp. 79-80, 85-86
Vargas, op. cit., pp. 91-92.
20. República de Colombia, La política internacional, op. dt,
pp. 92, 99-100.
88
de Tabaco, Coltabaco (monopolio de capital
básicamente antioqueño) (21).
En 1940, el presidente Eduardo Santos y su
ministro de Hacienda, Carlos Lleras Restrepo,
fundaron el Instituto de Fomento Industrial
(IFI). El objetivo final del Instituto era el de promover la creación de factorías que produjesen
bienes intermedios para la industria (los cuales
eran casi imposibles de conseguir en el mercado
internacional como consecuencia de la guerra).
A su vez las industrias promovidas por el IFI
debían supuestamente utilizar materias primas
locales (22). De hecho, las políticas del Instituto
21. Véase "Sobre la industria del tabaco y el capital extranje
ro", en Alvaro Tirado Mejia, ed., Estado y economía. 50 años
de la Reforma del 36, Bogotá, Contraloría General de la Re
pública, 1986, pp. 247-67.
22. Carlos Lleras Restrepo, Memoria de Hacienda, 1942, Bogotá,
Imprenta Banco de la República, 1942, Vol. II, pp. 122-28.
"El Instituto de Fomento Industrial", en Nueva Frontera,
diciembre 17 de 1984, pp. 4-5.
eran básicamente la continuación de una política
vigente desde comienzos de la década de los
años treinta, que ayudaba a coordinar la producción y las ventas del sector privado con el apoyo
del Estado. Era la semilla de algún tipo de "planificación" (o más bien coordinación) entre el
gobierno y los empresarios, orientada a favorecer los intereses económicos de estos últimos (23).
Sin embargo, a pesar de que los industriales
recibieron algún tipo de protección de Santos a
través del control de cambios y de facilitarles
dólares subsidiados por debajo de la tasa del
mercado libre, el gobierno consistentemente
defendió a los productores nacionales de insumos agrícolas (tales como el algodón, el cacao,
los aceites vegetales, las grasas de origen animal y el trigo), siempre que se presentaba un
conflicto de intereses entre terratenientes e
industriales (24). Además, ganaderos y agricultores recibieron generosos incrementos en créditos subsidiados por parte del Estado (25). Y
para disipar cualquier duda al respecto, el ministro de Hacienda, Lleras Restrepo, fue enfático en declarar que la defensa de los intereses de
los cafeteros era ' 'la condición primera y fundamental" de la política económica del gobierno (26). Por ende, el gobierno les concedió a los
cafeteros mayores subsidios y se comprometió
en un fuerte esfuerzo diplomático para aumentar las exportaciones de café al mercado norteamericano (27). No sólo tenían los cafeteros el
23. Tal como escribió Marco Palacios: "La depresión casó a la
burguesía cafetera con el Estado con la solidez de un matri
monio católico tradicional". Citado por Rosemary Thorp y
Carlos Londoño en "The Effect of the Great Depression in
the Economies of Peni and Colombia", en Rosemary Thorp,
ed., Latín America in the 1930's, London, The MacMillan
Press, 1984, p. 100.
24. Lleras Restrepo, op. cit., 1942, p. 130.
25. Lleras Restrepo, op. cit., 1942, p. 113.
26. Carlos Lleras Restrepo, "Política económica y fiscal", en
Revista de Hacienda, m (7), diciembre de 1941, p. 18. Lleras
Restrepo también justificó el Tratado Comercial de 1935 con
Estados Unidos, ya que dicho convenio protegía el mercado
cafetero en Norteamérica. Véase, por ejemplo, su artículo
"Los problemas de la economía antioqueña", en Revista de
Hacienda, ID (7), diciembre de 1941, p. 37. Años más tarde,
el mismo Lleras Restrepo denunció el Tratado cuando la
ANDI lo contrató para que escribiese artículos pagados e in
trigase ante el Congreso y el Ejecutivo a favor de los intere
ses de los grandes industriales colombianos.
27. "La prima cafetera", en Revista de Hacienda, II (5), julio de
1940, pp. 95-99.
Véase también, Carlos Lleras Restrepo, "La futura política
cafetera", El Tiempo, abril lo. de 1941.
89
apoyo incondicional y la ilimitada solidaridad
con sus intereses por parte de Lleras Restrepo,
sino que también este político liberal advirtió a
los industriales que "ocurre en muchas ocasio
nes que la protección industrial que algunos
solicitan significa para el país tan poco como
beneficio económico, que realmente no vale la
pena sobreponer el interés particular de algunos
al interés del Fisco". Además, agregó que el
gobierno no prohibiría en absoluto la importa
ción de ciertas manufacturas, simplemente por
la insistencia de los industriales en recibir ma
yor protección (28).
El segundo gobierno de López Pumarejo tampoco estaba en los mejores términos con los industriales, a pesar de lo que erróneamente argumentan autores como Gabriel Poveda Ramos y
Miguel Urrutia (29). La tasa de inflación llegó a
un 15 y a un 25 por ciento anual en 1942 y 1943,
respectivamente (30). El gobierno diagnosticó
que el incremento en el nivel de precios se debía
en buena parte al superávit comercial y la resultante abundancia de dólares que aumentaban la
oferta monetaria en pesos. Por lo tanto, el gobierno recurrió a una serie de medidas económicas de tipo ortodoxo tales como la liberación de
importaciones, restricciones al crédito comercial
y congelamiento de parte de las utilidades de firmas y de individuos con ingresos muy altos (31).
Los industriales en particular fueron afectados
por esas medidas restrictivas y muy renuentemente tuvieron que aceptarlas (32). Además, los
grandes industriales no podían olvidar que durante la primera administración de López Pumarejo la reforma tributaria había afectado sus
intereses. No podían ignorar tampoco la tolerancia del presidente hacia la Confederación de
Trabajadores de Colombia (CTC), la cual incluía
entre sus miembros no solamente a liberales sino
también a comunistas.
El líder del Partido Conservador, Laureano
Gómez, había desatado una agria campaña en
contra del presidente a través de las páginas de
El Siglo, periódico de derecha. Algunos escándalos que cubrían incluso a miembros de la
familia de López Pumarejo se convirtieron en los
principales temas de discusión tanto en la prensa conservadora como en el Congreso.
Además, la política exterior del gobierno y su
apoyo incondicional a Estados Unidos alienó a
muchos conservadores que simpatizaban con las
potencias del Eje, especialmente con la Alemania nazi. Esta actitud de muchos conservadores
no se debía meramente a supuestas afinidades
raciales con el pueblo alemán (de hecho, muchos
de los derechistas criollos eran mulatos o mestizos, incluyendo al mismo Laureano Gómez), ni
al resentimiento con el imperialismo yanqui por
el recuerdo del robo de Panamá en 1903 (33).
33. Véase, por ejemplo, José de la Vega, El buen vecino, Bogotá,
Voluntad, 1941,passim. David Bushnell, Eduardo Santos y la
política del buen vecino Bogotá, El Ancora Editores, 1984,
passim.
28. Lleras Restrepo, op. cit., 1939, pp. 67-68, 134.
29. Miguel Urrutia, Gremios, política económica y democracia,
Bogotá, Fedesarrollo y Fondo Cultural Cafetero, 1983, p. 72.
Gabriel Poveda Ramos, ANDI y la industria en Colombia,
1944-1984.40 años, MedeUín, Servigráficas, 1984, p. 13.
30. "índices del costo de la vida obrera - Bogotá, 1937-1949", en
Archivo de la Presidencia de la República (APR).
31. Alfonso Araújo, Memoria de Hacienda, 1943, Bogotá, Im
prenta del Banco de la República, 1943, pp. 22-23, 27-28.
32. Véase, ANDI-Medellín, Bancos.
90
Más bien su posición tenía que ver con el hecho
de que muchos colombianos tenían negocios con
firmas alemanas o con la colonia de origen ale
mán en el país. Los alemanes eran prominentes
en ciudades como Barranquilla y Medellín, don
de existían —como en otras partes del país—
células muy activas del Partido Nazi. La Emba
jada Alemana, lo mismo que firmas de aquel
país, como la Bayer, apoyaban económicamente
a los grupos nazis en Colombia. Aún más, en
Medellín existían fuertes capitales alemanes en
el banco local, el Banco Alemán Antioqueño, y
las grandes firmas textileras tenían no solamen
te que contar con productos químicos alemanes
para procesar las telas, sino que también em
pleaban un buen número de técnicos alemanes
en sus fábricas. Algunos antioqueños simpatiza
ban con los nazis en grado tal que cuando el
gobierno colombiano (presionado por el Depar
tamento de Estado norteamericano) declaró ile
gal el Partido Nazi, crearon su propia organiza
ción de corte fascista. Entre los criollos nazis se
contaban incluso algunos jóvenes Echavarría
que habían estudiado recientemente en Alema
nia..
Entre 1942 y 1945 importantes segmentos de los
militares colombianos, simpatizantes de los nazis, participaron constantemente en planes e
intentos de golpe de Estado en contra de López
Pumarejo. Los militares derechistas recibían
inspiración en muy buena parte de Laureano
Gómez. No era sorprendente, tampoco, que los
conspiradores tuviesen gran apoyo entre los
industriales antioqueños. Fue tanta la presión
en contra del gobierno que poco después de
mediados de 1945 el presidente renunció a su
cargo, dejando el poder hasta agosto de 1946 en
manos de Alberto Lleras quien, a propósito, era
apodado en la época como "el ministro con alma
de secretario" por su irrestricta lealtad a intereses superiores (34).
***
La pregunta inevitable de tipo historiografía)
sería: ¿por qué gran parte de la literatura re4. Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia nazi, 1939-1945,
Bogotá, Planeta, 1986, pp. 285-339.
Véanse también los folios para 1940-1944 y 1945-1949, Washington, National Archives, RG 59, 821.00.
cíente ha descrito a López Pumarejo y a los industriales como aliados políticos? Luis Ospina
Vásquez, escribiendo en 1955, anotó que algún
incipiente tipo de proteccionismo a la industria
no comenzó en la década de los años treintas,
sino más bien a comienzos de la década de los
años ochentas en el siglo pasado y se confirmó
en 1909 (35). Según Ospina Vásquez, fueron los
liberales de mediados de este siglo quienes (por
razones quizás políticas) reclamaron que el Partido Liberal había sido el primero en comprometerse con una seria política de protección a la
industria (36). El historiador antioqueño señaló,
sin embargo, que el proteccionismo no fue tomado en serio en los años treintas y principios de
los cuarentas. Según él, en ese entonces sólo un
grupo de intelectuales de clase media provenientes de ambos partidos propusieron un programa
35. Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia,
1810-1930, Medellín, Editorial La Oveja Negra, 1974, capítu
los 6-8. La primera edición de este libro fue publicada en Bo
gotá en 1955.
36. Ospina Vásquez, op. cit., p. 546.
91
estatal de protección, ya que ellos tenían la idea
de que Colombia debía industrializarse para
ser un pais "normal" y "plenamente desarrollado" (37). De hecho, Ospina Vásquez demostró
que el programa proteccionista comenzó a ser
considerado seriamente sólo hacia finales de la
Segunda Guerra Mundial, cuando existían temores entre algunas personas en el país de que
las manufacturas extranjeras invadirían la economía colombiana (38).
cambió de opinión hacia finales de la Segunda
Guerra Mundial y comenzó a demandar alguna
forma de coordinación estatal de la economía
privada, la cual incluía el proteccionismo industrial (43). Pero como el mismo Ospina Vásquez
sugirió, la agitación real y sostenida a favor del
interés industrial sólo vendría en el gobierno
conservador de su primo Mariano Ospina Pérez,
de 1946 a 1950.
Los industriales mismos comenzaron en esa época a agitar y a intrigar en todos los niveles a favor de la protección de su sector. De otra parte,
la revista Anales de Economía y Estadística,
publicada por la Contraloria General de la República, divulgó varios artículos en 1945 atacando
el librecambio y la división internacional del
trabajo (39). Incluso algunos miembros aislados
del gobierno liberal de la época defendieron
abiertamente el proteccionismo (40).
***
De otra parte el Partido Conservador había, insistentemente, proclamado en la década de los
años treintas que la agricultura era la base de la
economía nacional (aunque ocasionalmente algunos conservadores habían recomendado la
protección industrial, mientras ésta no afectase
los intereses de agricultores, comerciantes y
consumidores) (41). Aún más, Gonzalo Restrepo
Jaramillo, uno de los líderes e ideólogos del Partido, atacó cualquier tipo de intervención estatal
en la economía, en uno de sus escritos de 1936
(42). Sin embargo, el mismo Restrepo Jaramillo
Ospina Pérez nació en Medellín en 1891. En su
ciudad natal se graduó de ingeniero en la Escuela Nacional de Minas en 1912. Apoyado económicamente por su millonaria familia, Ospina
Pérez realizó algunos estudios de postgrado en
Estados Unidos y Bélgica. A su regreso a Colombia no solamente se dedicó a supervisar los
negocios de la familia, especialmente en café,
sino que también gozó de una exitosa y meteóri-
43. Gonzalo Restrepo Jaramillo, citado por Araújo, op. cit., 1943,
p.33.
37. Ospina Vásquez. op. cit., p. 554.
38. Ospina Vásquez, op. cit., p. 571.
39. Véase, por ejemplo, Andrés Perea, "Ventajas de la indus
trialización", Anales de Economía y Estadística, enero de
1945, pp. 47-48.
Alfonso Palacio Rudas, "La estabilización de las monedas",
Anales de Economía y Estadística, febrero de 1945, p. II. Diego
Mejia, "Los controles en la post-guerra". Anales de
Economía y Estadística, febrero de 1945, p. 1. Alfonso Palacio
Rudas, "En torno a los controles". Anales de Economía y
Estadística, abril de 1945, pp. I-IV.
40. Carlos Sanz de Santamaría, Memoria de Hacienda, 1945,
Bogotá, Imprenta del Banco de lo República, pp. 33-34.
República de Colombia, Ministerio de Comercio e Industrias.
"Política económica de post-guerra", en Comercio e Indus
trias. No. 14, 1946, pp. II. X. XIV
41. Fundación Futuro Colombiano. El pensamiento del conservatismo colombiano. Programas del partido, 1849-1985, Bogo
tá, Fondo Cultural Futuro Colombiano, 1986, pp. 40-42. 49,
52. 59, 61,
42. Gonzalo Restrepo Jaramillo. El pensamiento conservador,
Medellín, Bedout, 1936, p. 248.
92
ca carrera en la política y en los cargos de importancia a nivel local y nacional: superintendente
del Ferrocarril de Antioquia, miembro del Concejo Municipal de Medellín, diputado a la Asamblea de Antioquia, senador, rector de la Escuela
Nacional de Minas (de la cual su padre, Tulio,
había sido el fundador) y ministro de Obras Públicas en el gobierno de su tío Pedro Nel.
tan "generosa" visión de este empresario, laborar en el campo era una mejor alternativa que el
trabajo mecánico y rutinario en las fábricas, el
cual —según él— "atrofiaría" la iniciativa y la
inteligencia del pueblo colombiano (46).
Ospina Pérez fue también uno de los fundadores
de la Federación Nacional de Cafeteros en 1927.
Tres años después se trasladó a Bogotá, como
gerente de la Federación. En esta ciudad no
solamente se dedicó a defender hábilmente los
intereses de los cafeteros, sino también a enriquecerse aún más especulando con propiedad
raíz, fundando la firma constructora Ospinas,
que rápidamente se convirtió en una de las
empresas urbanizadoras más exitosas de la capital
(44).
El 24 de marzo de 1946 Ospina Pérez fue escogido como candidato presidencial del Partido
Conservador para las elecciones de mayo de ese
año. Ya que los liberales estaban divididos en
dos campos irreconciliables, el uno encabezado
por Gabriel Turbay y el otro dirigido por Jorge
Eliécer Gaitán, los conservadores aprovecharon
la oportunidad para recuperar la Presidencia de
la República que habían perdido en 1930. A diferencia de Laureano Gómez, quien por sus ideas
abiertamente derechistas y extremistas era
temido y odiado por muchos liberales, Ospina
Pérez era percibido como un político "moderado" y conciliador, que además ofrecía un gobierno de coalición bipartidista que él bautizaba
como de "Unión Nacional". Luego de una campaña que escasamente duró cinco semanas y en
la cual sólo pronunció siete discursos en público,
Ospina Pérez derrotó a los dos candidatos liberales en los comicios electorales de mayo 5 (47).
En la década de los años treintas Ospina Pérez
había defendido una política de devaluación del
peso, como una forma de incrementar los ingresos
de los exportadores de café (45). En ese entonces, como acérrimo defensor de la división
internacional del trabajo, Ospina Pérez insistió
en que el futuro del país dependía de la expansión del sector cafetero, ya que él consideraba
un "absurdo" que Colombia siguiese los mismos pasos hacia la industrialización, como lo
habían hecho Estados Unidos y Europa Occidental.
Consecuente con dicha perspectiva, este
multimillonario cafetero consideraba que los
campesinos no debían abandonar el campo y
tendrían que permanecer cultivando las fincas
cafeteras (especialmente aquellas muy extensas
propiedades del clan de los Ospina), donde supuestamente los jornaleros podían tener control
del proceso completo de la siembra, la cosecha y
la comercialización del trabajo (a propósito, un
exquisito anticipo de los planes de "humanización" del trabajo, tan en boga hoy en día entre
capitalistas y administradores). De acuerdo con
44. Jaime Sanín Echeverri, Ospina supo esperar, Bogotá,
Andes, 1978, passim.
Ernesto Ramírez P., Poder económico y dominación política:
el caso de la familia Ospina, Bogotá, Universidad Nacional de
Colombia, 1984, pp. 219, 226.
45. Mariano Ospina Pérez, Carta abierta del doctor Mariano
Ospina Pérez. Los cafeteros, el gobierno y los partidos políticos. A los hombres de trabajo del país, Bogotá, Editorial Minerva, 1934,p. 10.
***
Aunque el nuevo presidente electo aceptó que
"el factor decisivo" en su elección había sido el
fuerte apoyo del sector cafetero, consciente del
creciente poder económico de los industríales,
reconoció que en su programa de gobierno debía
existir algún lugar para un mínimo de proteccionismo industrial (48). El aceptó que los aranceles a las importaciones debían ser aumentados
para proteger al sector manufacturero, y citó
como ejemplo las ideas de Alexander Hamilton,
Secretario del Tesoro norteamericano, quien
había implementado una política proteccionista
a favor de la incipiente industria norteamericana
desde finales del siglo XVIII, política que había
46. Mariano Ospina Pérez, Carta del doctor Mariano Ospina
Pérez al doctor Alfonso López. La política cafetera de Colom
bia, Bogotá, Editorial Minerva, 1934, pp. 11, 14-15, 19-20.
47. República de Colombia. Memoria del señor ministro de Go
bierno, doctor Absalón Fernandez de Soto, al Congreso Na
cional de 1946, Bogotá, Imprenta Nacional, 194fi. p. 56
Hugo Velasco A . , Mariano Ospina Pérez, Bogotá, Editorial
Cosmos, 1953, pp. 88-86.
48. Sanín Echeverri, op. cit., p. 18.
93
expresado claramente en su "Report on
Manufactures" en 1791 (49).
En esta primera "Metamorfosis de Su
Excelencia"
(la
segunda
ocurriría
políticamente en 1949), curiosamente para
Ospina Pérez la máquina industrial ya no era
alienante para el ser humano —algo sobre lo
cual había estado tan firmemente convencido
años atrás. Aún más, de acuerdo con su nueva
versión (quizás influido en parte por Henry
Fayol,
cuya
obra
principal
tradujo
literalmente y publicó como suya bajo el
título Economía industrial y administración,
sin darle ningún crédito al autor francés), la
máquina simplificaba la tarea del trabajador,
le ayudaba a desarrollar su personalidad,
hacía su trabajo "amable" e "interesante",
incrementaba su productividad y contribuía a
mejorar su nivel de vida al —
supuestamente— abaratar el costo de los
bienes de consumo (50).
Pero a pesar de la invocación a las ideas de
Hamilton y las tan loables profecías de un
mundo mejor para las masas colombianas,
Ospina Pérez era muy enfático en confirmar
que él condicionaba la protección a los
industriales en la medida en que ésta no
afectase los intereses de los agricultores y
mientras los manufactureros estuviesen
dispuestos a utilizar materias primas
nacionales en la elaboración de sus productos
finales (51).
49. Mariano Ospina Pérez, Obras selectas, Bogotá, Cámara
de Representantes, 1982, p. 257.
50. Mariano Ospina Pérez, La.política de Unión Nacional. El
programa, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946, p. 155.
Economía
industrial
y
administración,
Bogotá,
Editorial Minerva, 1938.
Vale la pena anotar que se podría cuestionar la idea del
abaratamiento de los bienes de consumo industrial en la
Colombia del segundo tercio de este siglo, dado el
carácter oligopó-lico del sector manufacturero.
Y a propósito de la "originalidad" de Ospina Pérez como
el supuesto autor de Economía industrial y
administración, no es extraño entre nuestros
intelectuales de la élite el tomar algo prestado sin dar los
créditos del caso. Viene a mi mente en este momento el
poema de Rafael Pombo, "Simón el bobi-to", hoy en día
un "clásico" de la poesía colombiana. "Simón el bobito"
no es más que una buena y literal traducción del muy
conocido "Simple Simón", lo cual haría de Pombo. al
menos en este caso —como en el caso de Ospina Pérez—,
un excelente traductor.
51. Ospina Pérez, op. cit., 1982, pp. 257-58. Op.cit., 1946, p.
73. Velasco, op. cit., p. 250. El Tiempo, marzo 26 de
1946.
Es erróneo, pues, presentar a Ospina Pérez
como "ligado directamente a los círculos económicos de la industria, el café y el latifundio",
como si todos estos enlaces fuesen igualmente
importantes (52). Ospina Pérez estaba, de lejos.
más estrechamente ligado a los intereses de los
cafeteros, intereses que él colocaba muy por
encima de aquellos de los de otros "círculos económicos". Si para algunos académicos López
Pumarejo representaba el interés industrial
(concepto erróneo como ya he argumentado
anteriormente), para otros historiadores los
diferentes elementos de la burguesía supuestamente tienen intereses muy similares y por lo
tanto no tienen contradicciones de importancia
entre ellos. Así, según estos historiadores, los
grupos "oligárquicos" estarían supuestamente
de acuerdo sobre la conducción de la economía
en general (53). Dentro de tal línea de análisis,
Bernardo Tovar Zambrano (aunque es justo
anotar que él no pretende aplicar su argumento
a los años cuarenta) opina que el Estado colombiano ha intervenido meramente como un agente
de modernización, permaneciendo neutral en
relación con los diferentes grupos de la burguesía. Tal como él escribe: "...la intervención del
Estado correspondía a la creación de las condiciones generales de acumulación que requería la
52. Alvaro Tirado Mejia, "Siglo y medio de bipartidismo", en
Mario Arrublaet al., Colombia hoy, Bogotá, Siglo XXI, 1978,
p. 172.
53. Carlos H. Urán, Rojas y la manipulación del poder Bogotá,
Carlos Valencia Editores, 198a. p. 26.
La idea del supuesto carácter de "maldad" y uniformidad de
intereses de todos los miembros de la burguesía colombiana
se puede leer en las palabras del sociólogo Gonzalo Bermúdez Rossi. Para él, "la clase dirigente" colombiana es la
"escoria" que surgió como resultado de "innumerables traiciones y aberrantes conductas sociales". Siendo este grupo
tan "bajo material humano", él los llama la "lumpen dingencia". Según él, todos son igualmente malos y se reúnen
— sin contradicciones de ninguna clase entre ellos— a planear cómo explotar al resto de los colombianos. Ver su libro,
El poder militar en Colombia. De la Colonia al Frente Nacional, Bogotá, Ediciones Expresión, 1982, p. 20. Obviamente
los argumentos de Bermúdez Rossi son simplistas (aun teniendo en cuenta sus buenas intenciones y el momento politi-co
en el cual el escribió su libro) y desconocen las contradicciones entre fracciones de la clase dominante. En cuanto a
cuestión de! carácter "moral" o "inmoral" de la burguesía
colombiana o de cualquier burguesía en cualquier lugar del
mundo, que el lector —burgués o no burgués— juzgue pora
mismo. Para esto no hace falta ser ni marxista, ni venerable
intelectual, y ni siquiera un buen cristiano, sino un simple
observado1:. (Es mejor evitar suspicacias de que quien esto
escribe es "moralista" y añora algún tipo de idílico y lejano
pasado pre-industrial en los trópicos o, aún más, alguno
mucho
más
remoto
entre
clanes
germánicos).
94
modernización capitalista del país", y tal intervención se inclinaba "a favorecer los diversos
sectores de la economía o, si se quiere, del capital en su conjunto, pero sin entrar a ser el instrumento de un interés en particular de un sector,
fracción o gremio... De tal manera que no es
apreciable una instrumentalización del Estado
ni por los terratenientes ni por la burguesía industrial, por lo menos en el período aquí estudiado" (54).
En cuanto a este último argumento, estoy de
acuerdo en que el Estado burgués defiende los
intereses de la clase dominante propiciando las
condiciones económicas, políticas, ideológicas y
militares del caso. Pero no sobra reiterar, en lo
que estaría en desacuerdo con Tovar Zambrano,
que en el seno del Estado se dan fuertes contradicciones, las cuales son un reflejo de los conflictos entre diferentes fracciones de la burguesía,
que en un momento dado logran mayor o menor
grado de influencia dentro del aparato estatal,
sea éste el Ejecutivo o el Legislativo.
También es erróneo tratar el asunto de la protección industrial como el resultado de la conducta
errática —e incluso demagógica— de algunos
políticos, quienes aparentemente sin razones de
importancia cambian de posición "alternativamente" entre "librecambistas y proteccionistas,
amigos y enemigos del laissez-faire" (55). Ospina Vásquez, por ejemplo, simplifica, malinterpreta e incluso ridiculiza —¿razones de partido o
de origen social quizás?— los puntos de vista de
Gaitán sobre la protección estatal a los diferentes
sectores de la economía en general, y su opi-¡
nión respecto al proteccionismo industrial en
particular. El historiador antioqueño, en mi opinión, no supo percibir las diferencias y conflictos
entre la clara posición de Gaitán y los intereses
de la burguesía industrial (56).
De otra parte Santiago Montenegro, muy correctamente, desecha la idea de que el Estado co-
Gaitán, "frenó a los industriales".
lombiano trató de promover la industrialización
del país en la década de los años treintas. Sin
embargo, Montenegro ignora que cuando la protección industrial se convirtió en parte importantísima del programa del gobierno a finales de
1949 y en 1950, esa política fue básicamente la
consecuencia de una serie de presiones, conflictos, negociaciones, crisis políticas, e incluso
imposiciones dentro de un pequeño círculo de
poderosos empresarios y políticos importantes (57). No fue, pues, el resultado de una política económica "per se", de una decisión "neutral" y "técnica", de algo en lo que se alcanzó
un consenso porque era un "programa" que le
"convenía" al país.
***
54.Bernardo Tovar Zambrano,
La intervención económica del
Estado en Colombia, Bogotá, Banco Popular, 1984, pp. 1011,233.
55.Ospina Vásquez, op. cit., p. 524.
56.En una obvia simplificación, Ospina Vásquez describe los
puntos de vista de Gaitán sobre el proteccionismo como:
"Poco menos que milagroso[s] (...| evocaciones cuasi-místicas de una vida mejor (...) y de la cual participarían todos los
colombianos". Véase Ospina Vásquez, op. cit., p. 572.
El argumento central de este trabajo es que el
proteccionismo a la industria no era un "objeti57. Santiago Montenegro, "La política arancelaria en la primera
fase de la industrialización", en José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización, Bogotá, Cerec, 1984. pp. 310-11, 333.
95
dasen el país, excluyéndolos del negocio, o al
menos forzándolos a reducir el muy alto nivel de
ganancias del cual gozaban gracias a su control
oligopolístico del mercado doméstico. En consecuencia, los temas del proteccionismo y los aranceles a las importaciones se convirtieron en los
más candentes e importantes tópicos del debate
sobre política económica en Colombia en la segunda mitad de los años cuarentas. Además, el
asunto de quiénes tendrían acceso a las divisas
extranjeras provenientes de las exportaciones
— básicamente el café—, divisas que eran
administradas por la Oficina de Control de Cambios, también se convirtió en un área de agudas
disputas y conflictos entre industriales, cafeteros y comerciantes.
Jesús Mora, industrial, "el poder detrás del poder",
La gran burguesía industrial a través de la Asociación Nacional de Industriales, ANDI, creada
en 1944, se comprometió en una vigorosa campaña a favor del proteccionismo a ultranza para
el sector manufacturero nacional. A través de
sus campañas, los industriales pretendieron
identificar sus intereses particulares con los de
la nación entera, alegando que la protección
defendería no sólo sus industrias sino también
vo nacional" ni a mediados ni a finales de la
década de los años cuarentas. Además, reitero
con esto que los gobiernos liberales que precedieron a la administración de Ospina Pérez no
buscaron activamente proteger los intereses de
los manufactureros nacionales. Al contrario, los
intereses de firmas e individuos envueltos en el
negocio del café, lo mismo que los intereses de
los grandes comerciantes importadores y exportadores, prevalecieron sin mayor oposición hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.
La industria había crecido tan rápidamente desde la década de los años veintes, que para 1945
los intereses de los grandes industriales eventualmente tenían que ser tomados en cuenta.
Sin embargo, el poder económico del sector industrial no fue automáticamente igualado por
una influencia política proporcional sobre los
aparatos Ejecutivo y Legislativo.
La Segunda Guerra Mundial había beneficiado a
los industriales con una protección prácticamente
accidental. Pero al tiempo que la guerra llegaba
a su fin, los grandes industriales comenzaron a
temer que las manufacturas extranjeras inun-
96
medios de radiodifusión del país, para que
orientasen incondicionalmente sus políticas editoriales y sus "informaciones" económicas hacia la defensa de la "Industria Nacional". Además, la ANDI contrató también los servicios de
un —supuestamente— muy selecto grupo de
políticos, la mayoría de ellos exministros de
Estado, senadores y representantes, para que
intrigasen, presionasen —e incluso legislasen —
a favor de sus intereses ante el Ejecutivo y el
Congreso.
Sin embargo, en este último cuerpo legislativo
sus esfuerzos no fueron suficientes, ya que allí
José Gutiérrez Gómez, Jorge Botero Ospina.
Enrique Caballero Escovar, "los hombres de la
ANDI.
los intereses de la nación y de todos los
colombianos. Como parte de sus esfuerzos
por conservar y aumentar, tanto sus
ganancias económicas como su poder
político, la ANDI contrató a sueldo los
servicios de conocidos periodistas e
intelectuales, presionó económicamente y
sin escrúpulos de ninguna clase a los
principales periódicos y
Diego Tobón Arbeláez. "De hombre de los industriales en
la Comisión Tercera de la Cámara a vicepresidente de la
ANDI".
perdieron una dura y agria lucha con Gaitán,
quien recientemente había sido ungido como
jefe del Partido Liberal, después de su victoria
en las elecciones parlamentarias de marzo de
1947. Allí, en el Congreso, Gaitán y sus seguidores defendieron los intereses de terratenientes,
cafeteros, comerciantes y consumidores urbanos
—en franca oposición a la gran burguesía industrial—, en los últimos meses de vida del jefe
liberal, antes de que éste cayera asesinado.
Curios Lleras Restrepo, "el dilema de servir a los
cafeteros, o trabajar como lobbryist de los
industriales..."
97
De otra parte, Ospina Pérez no estaba a favor de
los industriales sobre los intereses de los otros
grupos económicos, como lo he señalado antes.
Pero a medida que la rivalidad partidista entre
liberales y conservadores se volvía más aguda y
violenta, Ospina Pérez tuvo que contar cada vez
más con el apoyo tanto de Laureano Gómez
como de la gran burguesía industrial. Como
también he sugerido en este artículo, Gómez y
los industriales habían sido aliados desde los
años de su feroz oposición a López Pumarejo.
cos, después como Ministro de Hacienda, se vio
obligado a ceder con renuencia a muchas de las
exigencias de los industriales.
***
El funcionamiento del sector exportador es crucial para entender la política doméstica de Colombia. Lo que Rosemary Thorp argumenta para
América Latina en los años treintas, puede ser
también aplicado para el caso colombiano una
década después. Tal como escribe Thorp: "Los
choques externos son el factor precipitante que
obliga a los grupos de la élite a definir y a proteger sus intereses: de una parte, las fuerzas que
imp'ulsan la diversificación refuerzan otros grupos e incrementan el potencial para políticas
opuestas a los grupos tradicionales..." (58).
Dentro de esta línea de argumentación, Salomón
Kalmanovitz y Mario Arrubla sugirieron que las
contradicciones entre la vieja burguesía cafetera y exportadora-importadora y la gran burguesía industrial explotaron en la guerra civil de los
años cuarentas y cincuentas, conocida como La
Violencia. Lamentablemente ninguno de los dos
autores elaboró más allá de esa idea (59).
La existencia de grupos diferentes dentro de la
burguesía colombiana es reconocida por Daniel
Pécaut, quien señala una segmentación en el
seno de la burguesía a mediados de este siglo
entre los industriales, de una parte, y un eje de
exportadores, importadores y cafeteros, de otra
parte (60). Estoy de acuerdo con su descripción
de la élite colombiana de la época, pero no concuerdo con su argumento de que se podía ' 'constatar un gran acuerdo entre los diversos sectores
de la burguesía cuando se trata de políticas económicas", y que cuando existían "fricciones"
entre ellos, éstas, según él, no se veían refleja-
La creciente influencia de los poderosos industriales sobre el Poder Ejecutivo se vio reflejada
también en el manejo de la política comercial de
Colombia, la cual cayó rápidamente en manos
de los directivos de la ANDI en los últimos años
de la década de los cuarentas. Incluso Hernán
Jaramillo Ocampo, un manizaleño que había
estado fuertemente comprometido con los cafeteros en los comienzos de su vida profesional, y
quien se vinculó al gobierno de Ospina Pérez,
primero como Secretario para Asuntos Económi-
58. Rosemary Thorp, "Introduction", en Rosemary Thorp, ed.,
op. cit., p. 10.
59. Véase Mario Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colom
biano, Medellín, La Carreta, 1977, pp. 187-88, 192.
Salomón Kalmanovitz, "La transición según McGreevey.
Una interpretación alternativa", en Instituto de Estudios
Colombianos, ed., Historia económica de Colombia. Un de
bate en marcha, Bogotá, Banco Popular, 1979, p. 60.
60. Daniel Pécaut, "La constitution des Gremios en instance
quasi-gouvernementale: L'exemple colombien dans les
années 1945-1950", en Revue Francaise d'Histoire d'OutreMer, 65, Nos. 244-245, 1979, pp. 333-34.
98
Francisco José Ocampo, presidente de Fenalco. ' 'Atacó a
laANDI".
Gonzalo Restrepo Jaramillo, político, conservador, burgués,
antioqueño, embajador en Washington.
das en los conflictos económicos de la época (61). Por lo tanto, yo sugiero que los conflictos sobre problemas económicos, tanto domésticos como correspondientes al sector externo, no
eran meras "fricciones", y que los dos partidos,
Liberal y Conservador, se distanciaron rápidamente tanto en asuntos políticos como financie-
ros desde 1947. Los ataques de Gaitán en contra
de la burguesía industrial y de la ANDI en diciembre de 1947, lo mismo que la emergencia de
un sólido frente anticonservador y antiproteccionista dentro de la mayoría del Partido Liberal en
1949 tampoco fueron meros accidentes.
61. Pécaut, op. dt., 1980, p. 494.
Laureano Gómez y Mariano Ospina. ' 'Los comienzos de la
dictadura..."
Como Pécaut señala, hay que reconocer —por
supuesto— que algunos conservadores permanecieron fieles a los intereses de los cafeteros y
los grandes comerciantes, ya que varios de ellos
no podían ignorar de un plumazo sus tradicionales vínculos con esos grupos (62). Pero también
es cierto que Ospina Pérez declaró el estado de
sitio, estableció una dictadura de facto y cerró
un muy beligerante Congreso cuando los liberales amenazaron con juzgarlo a él y a su gobierno
en el recinto de la Cámara, en noviembre de
1949. Este último acontecimiento facilitó la elección sin ninguna oposición del derechista Laureano Gómez como presidente, lo mismo que la
aprobación por decreto presidencial de nuevos
aranceles altamente proteccionistas a los intereses de los industriales, en junio de 1950.
62. Pécaut, op. cit., 1979, p. 337.
99
Estoy, pues, en desacuerdo con la noción de
Pécaut de que habia una "autonomía relativa
del escenario político" mientras los políticos no
cuestionasen la hegemonía de la burguesía. Su
afirmación de que López Pumarejo y Ospina
Pérez eran "emanaciones directas" de la burguesía, mientras que Gómez y Gaitán no lo eran
(63), da para formular más preguntas a tan simple afirmación, ya que los cuatro políticos de una
forma o de otra, sin importar sus orígenes sociales, eran defensores de los intereses de diferentes grupos de la clase dominante, como ha sido
argumentado en este ensayo. El hecho de que
Gómez y Gaitán no hubiesen nacido en familias
de la élite colombiana no significa que ellos
poseyesen cualidades personales mágicas —
aunque así parecían y parecen creerlo sus
simpatizantes, e incluso más de un historiador—
que les permitieran actuar casi que permanentemente como quisiesen dentro de un vacío político, libres de presiones económicas y de intereses de clase. La idea, pues, de que existía
"autonomía" del escenario político en relación
con el ámbito de los intereses de clase en Colombia a finales de los años cuarenta (o aún más
para cualquier período de nuestra historia del
siglo XX) debe ser seriamente cuestionada.
* * *
Los industriales, de una parte, y los grandes
cafeteros y comerciantes, de otra, no eran necesariamente los mismos como generalmente se
ha asumido. Sus intereses por lo tanto no coincidían, lo cual se vio reflejado en los grandes conflictos políticos de la época (64).
63
Daniel Pécaut, "Reflexiones sobre el fenómeno de la
violencia", en Gonzalo Sánchez, ed., Once ensayos sobre La
Violencia, Bogotá, Cerec y Centro Gaitán, 1985, pp. 187-88;
y Pécaut, op. cit., 1980, p. 497.
64
Para el caso brasileño se ha argumentado que no existían
"tensiones sociales significantes entre los sectores industrial
y agrícola de la élite [Paulista]", y que las fracciones de la
élite tendían a fusionarse. Véase Warren Dean, The Industrialization of Sao Paulo. 1880-1945, Austin, University of
Texas Press, 1969, pp. 67-80. Este argumento ya había sido
presentado por Fernando Henrique Cardoso. Véase Cardoso,
"Condicóes e fatóres sociais da industrializado de Sao Paulo", en Revista Brasileira de Estudos Políticos, No. 11, june
1961, pp. 148-63; y Cardoso, Empresario Industrial e Desenvolvimento Económico no Brasil, Sao Paulo, Difusáo Europeía do Livro, 1964.
No sólo argumento que éste no fue el caso para Colombia,
sino que también sugiero la posibilidad de cuestionar la idea
generalizada en el continente sobre la uniformidad de intereses y patrones de altísima diversificación y carencia de contradicciones entre las fracciones de las burguesías de los
países americanos.
100
Entre 1945 y 1950, las ventas de café representaban más de las tres cuartas partes del valor de
las exportaciones del país (65). Los ingresos eh
dólares provenientes de las exportaciones cafeteras aumentaron rápidamente después de la
Segunda Guerra Mundial, gracias al descongelamiento general de los precios en el mercado
norteamericano. Por ejemplo, en enero de 1945
una libra de café colombiano tipo Manizales tenía un precio de alrededor de 15 centavos de
dólar en el mercado de Nueva York. En enero de
1949 el precio había subido a 33 centavos, y ya
en noviembre de ese mismo año el precio había
saltado a 56 centavos (66). Por consiguiente, el
valor anual total de las exportaciones cafeteras
se triplicó entre 1945 y 1950: de alrededor de 100
millones de dólares en 1945 a más de 300 millones de dólares en 1950 (67).
Ni los industriales ni los cafeteros colombianos
fueron los responsables directos de esa nueva
prosperidad. Más bien la "bonanza" fue el resultado de condiciones de mercado en el exterior
que estaban fuera de su control. Sin embargo,
ambos grupos trataron de aprovecharse al máximo de la situación. Por lo tanto, no sólo entraron
en desacuerdo en asuntos de protección a la
industria y el nivel de las tarifas arancelarias,
sino también en temas críticos como tasas de
cambio diferenciales, nivel de devaluación del
peso, licencias de importación, subsidios a las
exportaciones, control de precios y manejo de la
oferta monetaria y el crédito.
Para mediados de este siglo había, pues, una
profunda división entre la antigua burguesía
compradora y la recién consolidada gran burguesía industrial (68). Pero, a diferencia del caso
"clásico" inglés, la burguesía industrial colombiana no podía ser considerada ni social ni políticamente "progresista"; todo lo contrario, dadas
sus alianzas con la derecha del Partido Conservador, el carácter oligopólico del sector, sus fieros ataques y persecución tanto en contra del
sindicalismo independiente como de la izquier-
65. Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 20 años de
la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 19371957, Bogotá, 1957, p. 165.
66.Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, op. cit.
67.Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, op. cit., p.
68. Arrubla, op. cit., p. 188.
da, y su apoyo a la dictadura civil y a la repre
sión establecidas por Ospina Pérez y continua
das por Gómez (69). Aún menos calificaría a la
burguesía "compradora" colombiana como la
contraparte "feudal" de la burguesía industrial,
tal como importantes autores han pretendido
describir a ese segmento de la clase dominante
en los países del así llamado "Tercer Mun
do" (70).
Aunque varios académicos han argumentado
correctamente que las burguesías industriales
locales en los países menos desarrollados son en
buena parte el producto de la expansión del capitalismo mundial (71), estoy en desacuerdo con
su hipótesis de que las clases industriales de los
países dependientes —y casi que como regla
universal— eventualmente entrarían en contradicciones con los intereses imperialistas y, por lo
tanto, encabezarían coaliciones nacionalistas en
contra de los capitalistas extranjeros (llegando
incluso a la expropiación directa) (72). Y no coincido con este argumento ya que ése no fue el
caso de la burguesía industrial colombiana.
Tanto la burguesía industrial como la burguesía "compradora" colombianas podían ser
consideradas como "agentes del imperialismo",
utilizando la frase de Paul Baran. Prueba de lo
anterior es que para mediados de este siglo
Estados Unidos y Colombia se pusieron de
acuerdo en un nuevo tratado comercial, el cual
garantizaba condiciones más seguras para la
inversión norteamericana en Colombia, entre
otras cosas. Ese fue el "precio" que Colombia
tuvo que "pagar" a cambio de la abolición del
Tratado Comercial de 1935 y así proteger las
manufacturas producidas localmente de la competencia extranjera. De esa forma, la gran burguesía industrial aseguró mercados domésticos
cautivos y de carácter oligopolístico. Los industriales recibieron también con beneplácito la
infusión de capital extranjero (y la correspon69. Maurice Dobb, Studies in the Development of Capitalism,
London, Routledge & Kegan Paul Ltd., 1950, pp. 170-71.
70. Maurice Dobb, Economic Growth and Underdeveloped
Countries, New York, International Publishers, 1963, p. 19.
71. Paul M. Sweezy, The Theory of Capitalist Development, New
York, Oxford University Press, 1942, p. 320.
Joan Robinson, The Accumulation of Capital, London, MacMillan, 1969, p. 371.
72. Sweezy, op. cit., pp. 326-27.
Robinson, op. cit., p. 371.
Paul A. Baran, The Political Economy of Growth, New York,
Monthly Review Press, 1968, p. 219.
101
laboral independiente, como la izquierda, lo
mismo que algunos incipientes Cepalinos colombianos (por supuesto, aquellos economistas no
vinculados por afectos personales o económicos
al sector industrial), estuvieron equivocados en
el período de mediados de este siglo al esperar
una alianza con una supuesta burguesía industrial "progresista" (74). Al fin y al cabo, los
industriales colombianos apoyaron el advenimiento de la dictadura de facto conservadora en
Colombia instaurada por Ospina Pérez. También se felicitaron por la elección, sin candidato
de la oposición, del antiguo jefe fascista Laureano Gómez. Cuando este último asumió el poder
oficialmente, el 7 de agosto de 1950, liberales y
conservadores estaban luchando la más sangrienta de las guerras civiles en el continente
desde los tiempos de la Revolución Mejicana.
EPILOGO
Laureano Gómez, "El Monstruo".
diente entrada de divisas extranjeras), mientras
éste no representase competencia en contra de
ellos.
Por encima de las diferencias partidistas y de los
conflictos sobre problemas económicos, existió
un consenso entre industriales, cafeteros, conservadores, la mayoría del Partido Liberal, el
capital transnacional, el Departamento de Estado y la embajada norteamericana en Bogotá, en
reprimir el movimiento sindical independiente,
perseguir a sus líderes —sobre todo si éstos
eran comunistas — y debilitar y purgar a la CTC
de sus elementos progresistas y beligerantes (73). En consecuencia, tanto el movimiento
73. Sin embargo, Baran señaló en la Conferencia Anual de la
American Economic Association en 1950 que en casos de conflictos de clase los gobiernos del Tercer Mundo formalizaban
y representaban "un compromiso politico entre los intereses
de los terratenientes y otros grupos de empresarios". Ver su
articulo, "Economic Development of Backward Áreas",
Monthly Review, agosto de 1951, Vol. 3, No. 4, p. 132.
Arrubla, probablemente influido por los primeros años de la
Revolución Cubana, también anotó en 1963 el carácter reaccionario de los industriales colombianos. Ver, Arrubla, op.
cit., pp. 192-94. Poco después, André Gunder Frank (influido
El nuevo Tratado de Amistad y Comercio fue firmado entre Colombia y Estados Unidos en 1951.
Como ya he anotado, los norteamericanos obtuvieron concesiones a través de cláusulas que
protegían a las multinacionales de un supuesto
peligro de expropiación y que facilitaban la
remisión de sus utilidades a la casa matriz con la
ayuda de la Oficina de Control de Cambios en ,
Bogotá. A cambio, Colombia pudo mantener el j
no solamente por el clima creado en América por la Revolución
Cubana, sino también por los hechos del golpe de Estado militar
derechista en Brasil, en 1964, y la violenta represión que siguió)
criticó la "estrategia política de apoyar" a ciertas fracciones
"progresistas" de la burguesía "para completar la revolución
democrático-burguesa". Frank fue aún más explícito en sus
ataques a los ' 'viejos partidos comunistas", los cuales "establecen
sus programas y alianzas con la burguesía [nacional ] bajo la
premisa de que la revolución burguesa está aún por hacer". Ver,
André Gunder Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin
America, New York, Monthly Review Press, 1967, pp. x, 270. 74.
74
. No sobra agregar que "La Violencia" urbana, generada en
gran parte por las autoridades de la época, produjo, ademai de las
persecuciones y hostigamientos de toda clase, un alto número de
muertos y heridos. Es éste, pues, un episodio de la época que
daría para más estudios históricos. Ver, por ejemplo:
Medófilo Medina, "Bases urbanas de la violencia en Colombia",
Historia Crítica, No. 1, enero-junio de 1989, pp. 20-32. Silvia Galvis
y Alberto Donadlo, El Jefe Supremo. Rojas Pinilla en la Violencia y el
poder, Bogotá, Planeta, 1988. especialmente capítulos 14 y 16.
Eduardo Sáenz-Rovner, The Industrialista and Politics Colombia,
1945-1950 (Disertación doctoral, Brandéis Univer-sity, 1988),
capítulo 7.
102
control sobre los mercados domésticos en lineas
tradicionales de producción en el sector de las
manufacturas "livianas" y recibió las garantías
del Departamento de Estado de sostener los precios y la cuota del café colombiano en el mercado
norteamericano. Esto último era beneficioso
tanto para los industriales como para los cafeteros colombianos, ya que ambos necesitaban las
divisas provenientes de las exportaciones de
café (75).
Laureano Gómez, como presidente, tuvo un giro
político de 180 grados desde los días de su feroz y
agresiva oposición a los norteamericanos en la
década de los años treinta y comienzos de los
cuarenta. Como presidente, él era muy consciente de que después de la Segunda Guerra
Mundial Estados Unidos se había convertido,
de lejos, en la principal fuente de capital y tecnología para Colombia, y en el mercado para
casi todas sus exportaciones agrícolas y mineras. Más que nadie, el antiguo "nacionalista"
ayudó a crear las condiciones para atraer las
inversiones de las multinacionales norteameri-I
canas (76). Esas condiciones fueron más allá de
un mero tratado comercial y de compromisos
diplomáticos entre los dos países. Incluyeron
también la continuación de una política de represión laboral —a través de medios militares
incluso— iniciada abiertamente por el presiden-te
liberal Lleras Camargo en su corto período de
gobierno. Como ya hemos visto, existía un consenso entre los conservadores y la mayoría de
los liberales para destruir cualquier tipo de movimiento sindical independiente y, por lo tanto,
minimizar el número de huelgas y conflictos
laborales, reduciendo así los salarios reales y los
derechos adquiridos por la clase obrera. Esta
política coincidía con una estrategia global del
Departamento de Estado de los Estados Unidos
para controlar el sindicalismo latinoamericano
bajo la estricta tutela de la ya domesticada y patronalista sindical norteamericana AFI-CIO (77).
Lógicamente un movimiento laboral débil, a través
del continente, purgado de izquierdistas y de
antimperialistas, permitiría a las multinacionales
aumentar sus ganancias.
Los industriales colombianos actuaron como
"Burguesía Nacional" brevemente, mientras
ellos lucharon por mantener el control del mercado
doméstico para sus manufacturas. Una vez lograda
esa meta, ellos le dieron la bienvenida al capital
norteamericano a condición de que éste no les
hiciese competencia.
***
En septiembre de 1947, la revista Life publicó un
largo ensayo pleno de llamativas ilustracio77
. Sáenz Rovner, op. cit., pp. 162-63.
75
. Department of State, "Policy Statement", May 8, 1950, NA RG
59:611.21/5-850.
Eduardo Zuleta Angel a Pre-exteriores, Min-Hacienda,
Fedecafé, junio 20, 1950, Bogotá, Archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores, AMRE.
Informe del embajador de Colombia en Washington, agosto de
l950(APR).
Ministerio de Relaciones Exteriores, Departamento de Asuntos
Económicos y Consulares, Sección de Comercio Exterior, "Tratado
de Amistad, Comercio y Navegación entre la República de
Colombia y los Estados Unidos de América", abril 27,1951
(AMRE). "Policy Statement Prepared in the Department of
State", May 22,1951. NA RG59: 611.11/5-2251.
76
Willard Beaulac a State, enero 11, 1950. NA RG 59: 721.00/ 11150.
103
nes sobre Medellín. El articulo contenía fotografías mostrando los nuevos rascacielos en el centro de la ciudad, las fábricas en la zona metropolitana, los palacios construidos por los industriales en el exclusivo sector residencial de El Poblado (hoy en día hogar de otro tipo de empresarios no menos conservadores); contenía también
el artículo fotos de miembros del clan industrial
de los Echavarría, ya fuese descansando en casa
o en el Club Campestre (viviendo, como anotaba
el cronista, una vida de "estilo con donaire"), e
incluso compartiendo un plato de arroz con fríjoles con sus 8.000 obreros en la cafetería de la
empresa Coltejer. Life era muy enfática en describir a Medellín como un "paraíso capitalista"
(quizás como ejemplo para muchos al sur del Río
Grande), donde todos sus habitantes, desde el
alcalde hasta el "Sr. Restrepo", promedio, llevaban ' 'vidas bien ordenadas y extremadamente
conservadoras" (78).
Pues bien, para comienzos de la década de los
cincuentas y bajo la dictadura de Laureano Gó78. UFE, septiembre 29 de 1947, pp. 109-117.
José María Berna], "de la junta directiva de la
ANDI al Ministerio de Hacienda''.
mez, con mercados cautivos, un movimiento
laboral perseguido y fragmentado, además de la
severa represión militar y policial en todo el
país, ya no sólo Medellín podía ser considerado
como el "paraíso capitalista" tan elegantemente
idealizado por la revista Life. De hecho, Colombia entera se había convertido en un idílico
jardín del Edén para las ganancias de los capitalistas tanto nativos como extranjeros.
ANEXO
Apartes del discurso de Jorge Eliécer Gaitán.
Diciembre 10 de 1947
"Ahora todo el gobierno está dominado por la
ANDI. Aquí hay un plan combinado y por eso
hay que desarrollar todas las baterías. Es que yo
no soy vulnerable. Ahora se compran escritores
y desde hace días se prepara la opinión con artículos que parecen intelectuales y son pagados
por la ANDI. Que rectifiquen y doy pruebas. No
es sólo eso, es mucho más grave, es que se está
haciendo una obra de dominio sobre el Estado...
Gaitán, "atacaba a algunos oligarcas... pero
defendía a otros".
104
"Oídme bien conservadores y liberales, comerciantes y agricultores, porque los términos van
cambiando. Hoy la campaña se dirige a acabar
con el comercio, con los productores de materias
primas, por eso no aceptan nuestro proyecto y
no permiten sino unas autorizaciones incondicionales, porque ya tienen hecho el arancel para
producir una nueva alza en el costo de la vida...
¿Quién es el ministro de Hacienda? Un miembro
de la ANDI. ¿Quién es el contralor de precios?,
es otro de la ANDI. ¿Quiénes son los delegados
a la Conferencia de La Habana?, ilustres muchachos ellos, pero agentes, escritores de la ANDI.
Es una gran conspiración reaccionaria. Por eso
el Partido Conservador en el Congreso se ha
puesto del lado de la ANDI.
"Yahora piden protección... Lo que se pretende
es crear un monopolio, que no haya progreso,
que sigamos entregados a veinte familias aun-
que el desarrollo del país se detenga. Inicua
política. Yo no pido que dejen de ganar sino que
haya nuevas posibilidades económicas, nuevas
industrias, que no se excluya, como se está
excluyendo, al productor de tabaco, de cebada,
al cultivador de algodón, que no haya esa inicua
política contra los agricultores que nos revela el
sabotaje que se ha revelado en el control de precios ejercitado por un miembro de la ANDI.
"Id a Cartagena y ved una fábrica parada, ellos
pagan los dividendos para sostener un artículo
caro. Hay una conspiración contra la riqueza
colombiana; hay deseo de un monopolio absoluto; ellos están corrompiendo las conciencias; yo
sé de parlamentarios que se hicieron cambiar a
comisiones donde se deciden esas cosas".
Tomado de El Tiempo, diciembre 11 de 1947.
105