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INDUSTRIALES, PROTECCIONISMO Y POLÍTICA EN COLOMBIA. Intereses, Conflictos y Violencia* Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor de la Universidad de los Andes La mayor parte de la literatura sobre el desarrollo económico de Colombia durante las décadas de los años treintas y cuarentas del presente siglo argumenta que el Estado Nacional promovió el desarrollo industrial en esa época. Las administraciones liberales de Enrique Olaya Herrera 11930-1934), de Alfonso López Pumarejo (19341938 y 1942-1945! y de Eduardo Santos (19381942) son presentadas por muchos historiadores como las representantes de una naciente burguesía industrial y como agentes de un proceso de modernización de una nación supuestamente feudal, que había sido gobernada sin interrupciones por el Partido Conservador desde la década de los años ochenta en el siglo XIX. Dentro de esta línea de argumentación, para Jesús Antonio Bejarano el flujo de dólares y la proliferación de obras públicas en la década de los años veintes, seguidos por la crisis de 1929, debilitaron la hegemonía económica y política de la clase terrateniente, convirtiendo al Estado, por lo tanto, en un "instrumento" de los manufactureros, quienes estaban tratando de implementar un ' 'proyecto de industrialización " (1). Para José Escorcia, la burguesía industrial de ese período era socialmente progresista. Además, era el sector "más lúcido" e iluminado de * Este artículo hace parte de la tesis doctoral presentada por el autor ante la Universidad de Brandéis. Enrique Olaya Herrera, "café y petróleo". la clase dominante. Los industriales, según Escorcia, estaban empeñados en lograr la revolución democrático-burguesa a través del Partido Liberal (2). Según Gerardo Molina, López Pumarejo era el "capitán" de una "juvenil burguesía", que encarnaba la "decisión" de desarrollar e indus- 1 .Jesús Antonio Bejarano, "La Economía", en Jaime Jaramillo Uribe, wL, Manual de Historia de Colombia, Bogotá, Procul^ tura, 1982, Vol. II, pp. 42-4G, 57, 62-3, 77. 2. José Escorcia. Historia de Colombia. Siglo XX, Cali, Universidad del Valle, 1983, pp. 112, 121. 132, 167, 173. 85 trializar el país. Para Molina, Olaya Herrera había sido el precursor de esa tendencia; López Pumarejo, el ejecutor (3). Y tal como escribió Mario Arrubla a finales de los años setentas: "Después de la gran crisis del capitalismo, los dirigentes del país pusieron los resortes del Estado al servicio de la causa de la industrialización" (4). Este punto de vista es compartido por un texto reciente de historia económica de Colombia publicado en 1987; en él se señala que la Depresión de los años treintas y la Segunda Guerra Mundial le mostraron a la clase dominante que la industrialización era "la única alternativa viable de desarrollo". En consecuencia, según esta obra, ya en 1945 la meta de industrializar el país se había convertido en "una ideología nacional" (5). Puntos de vista similares a los ya anotados son mantenidos también por algunos historiadores norteamericanos. Por ejemplo, Thomas C. Tirado, en su libro sobre López Pumarejo, básicamente calca los mismos argumentos ya presentados (6). William McGreevey concluye que después de la consolidación del sector cafetero, los miembros de la élite colombiana simplemente decidieron continuar "desarrollando" la economía y, por lo tanto, procedieron a trasladar recursos del sector "tradicional" al "moderno", permitiendo así que el proceso de industrialización se llevase a cabo sin mucho conflicto (7). Albert Hirschman argumenta que el desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial fue "un proceso menos espontáneo y más deliberado que lo que fue el caso en los países donde el proceso ocurrió primero" (8). Siguiendo 3. Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1915-1934, Bogotá. Tercer Mundo, 1978, pp. 245-47. Las ideas liberales en Colombia. De 1935 a la iniciación del Frente Nacional, Bogotá, Tercer Mundo, 1978, p. 23. 4. Mario Arrubla, "Síntesis de Historia Política Contemporá nea", en Mario Arrubla et al. Colombia hoy, Bogotá, Siglo XXI, 1978, p. 188. 5. José Antonio Ocampo, Joaquín Bernal, Mauricio Avello y Ma ría Errázuriz, "La consolidación del capitalismo moderno (1945-1986)". en José Antonio Ocampo. ed., Historia econó mica de Colombia, Bogotá, Fedesarrollo y Siglo XXI, 1987, p. 260. Véase también Darío Mesa, Ensayos sobre historia contemporánea de Colombia, Medellín, La Carreta, 1977, p.134. 6. Thomas C. Tirado, Alfonso López Pumarejo el Conciliador. Bogotá, Planeta Colombiana, 1986, p. 115. 7. William Paul McGreevey, Historia económica de Colombia, 18451930, Bogotá, Tercer Mundo, 1975, pp. 302-303, 308. 8. Albert O. Hirschman, The Strategy of Economic Development, New Haven, Yale University Press, 1963, p. 8. Lauchlin Currie. El economista recomienda, pero otros deciden. esta línea de argumentación, se plantea que el crecimiento económico se convirtió en una meta para los líderes de los países menos desarrollados, líderes que a su vez tenían clara ' ia percepción de la naturaleza esencial del camino conducente al desarrollo " 19). Personalmente estoy en desacuerdo con la idea de que el "crecimiento" y el "desarrollo" eran metas compartidas por los miembros de la élite colombiana a mediados de este siglo. La misión del Banco Mundial, encabezada por Lauchlin Currie, presentó un plan de desarrollo para Colombia recomendando objetivos tales como "el logro de altas tasas de crecimiento" y "la disminución de las desigualdades" (10). Pero, de hecho, en una economía de mercado como la colombiana, donde las decisiones se toman esencialmente sobre la base de la rentabilidad económica privada, las recomendaciones de Currie, tales como aquellas referentes a las re9. Hirschman, op. cit., p. 10, 10. Lauchlin Currie, The Role of Economic Advisers in Developing Countries, Westport, Greenwood Press, 1981, p. 13. 86 formas sociales, así como el proyecto de cuál sería el mejor camino hacia el desarrollo, no fueron consideradas por el gobierno con mayor seriedad, como incluso el mismo Hirschman lo señala (11). Además, y quiero ser enfático en señalar esto, las políticas económicas de las administraciones liberales que precedieron al régimen de Mariano Ospina Pérez estaban muy lejos de proteger al sector manufacturero a expensas de otros sectores de la economía. Olaya Herrera, por ejemplo, quien pensaba que el principal problema que encaraba su gobierno era la caída en los ingresos fiscales como resultado de la crisis de 1929, estaba además especialmente preocupado por asegurar mercados internacionales y mejores precios para las exportaciones de café, y por atraer capital extranjero para explotar los recursos petroleros del país. Su experiencia como ministro (embajador) ante el Gobierno de Estados Unidos muy probablemente lo había convencido de no perseguir una política de autarquía económica, ya que él consideraba (además de sus vínculos personales con los círculos capitalistas de aquel país) que Norteamérica era la nación ideal como fuente de capital y tecnología, lo mismo que como mercado para los bienes primarios colombianos (12). Sin embargo, para aumentar los ingresos del gobierno y evitar la salida de las reservas de oro, su administración incrementó los aranceles y prohibió la entrada de una serie de importaciones de productos tanto industriales como agrícolas, y estableció un sistema de control de cambios en 1931. De cualquier modo, algunas restricciones a las importaciones fueron abolidas meses más tarde para evitar retaliaciones comerciales de otras naciones (13). Por lo tanto, la protección que los industriales recibieron no fue el resultado de un programa de sustitución de importaciones sino la consecuencia de una política comercial contraccionista promulgada por la administración de Olaya Herrera. Tal como su ministro, el antioqueño Esteban Jaramillo, lo estableció muy claramente, el café era aún el "factor predominante... en la economía del país y en su comercio internacional". En conformidad, los cafeteros fueron incluso apoyados por el gobierno a través de subsidios a las exportaciones de café (14). 11. Albert O. Hirschman, Journeys Toward New York, Greenwood Press. 1968, p.120. Progress, 12. Banco de la República, “ Discurso-programa pronunciado por el Excelentísimo señor doctor Enrique Olaya Hen-era al tomar posesión de la Presidencia de la República ante el Congreso de Colombia, el día 7 de agosto de 1930", en Suplemento de la Revista del Banco de la República, No. 34, agosto de 1930, pp. 3-4. 13. República de Colombia. Ministerio de Hacienda y Crédito Público Decretos de carácter extraordinario dictados por el Ejecutivo Nacional en desarrollo de las facultades económicas conferida» por las leyes 99 y 119 de 1931, Bogotá, Imprenta Nacional. 1931, pp, 11-13,45-61. República de Colombia, Memoria que presenta el ministro de Hacienda y Crédito Publico al Congreso Nacional en las sesiones ordinarias de 1931, Bogotá, Librería Nueva - Casa Editorial, 1931,p. 87. República de Colombia, Memoria de Hacienda, 1932, Bogotá, Imprenta Nacional, 1932, pp 55-57, 110. 1-4. Memoria de Hacienda, 1932, op. cit., pp. 106-109. República de Colombia. Memoria de Hacienda, 1933. Bogotá, Editorial Minerva, 1933, pp. 27-2M. Alfonso López Pumarejo estaba también muy lejos de ser el hombre que representaba los intereses de los industriales. La firma de su padre había controlado alrededor del cuarenta por ciento de las exportaciones de café colombiano en la década de los años diez. El mismo Alfonso había trabajado para un banco norteamericano 87 en Colombia y para otra compañía de aquel país que negociaba con café, antes de dedicarse de lleno a la política (15). Aún más, como jefe de la delegación colombiana a la Conferencia Panamericana en Montevideo en diciembre de 1933, López atacó las políticas proteccionistas de los países europeos y aplaudió las propuestas de Cordell Hull, secretario de Estado norteamericano, para promover el librecambio entre los países del hemisferio occidental. Según López, las economías de Colombia y Estados Unidos eran "complementarias" y, por lo tanto, alabó incondicionalmente la Política del Buen Vecino del presidente Roosevelt en un banquete meses más tarde (16). En 1935, ya como presidente, López dio instrucciones a su hermano Miguel, ministro colombiano en Washington, para que firmase un tratado comercia] entre los dos países. El acuerdo redujo los aranceles de casi 200 productos norteamericanos y los eximió de cualquier tipo de impuesto a las ventas en Colombia. A cambio, el café y los bananos colombianos no pagarían tarifas de aduana, ni impuestos domésticos en Estados Unidos (17). Como resultado de la drástica reducción del intercambio internacional durante la Depresión, Colombia aplicó una política de compensación comercial en sus negocios con otros países. Dicha política consistía en que Colombia sólo adquiriría bienes de un país en particular en una cantidad equivalente (en términos monetarios) a lo que este último importase de Colombia. Las exportaciones de Colombia consistían básicamente en café. Una consecuencia de esta política de compensación fue que Colombia denunció varios tratados comerciales, como los que tenía 15. Daniel Pécaut. "Politique du café et démocratie civüe restreinte: le cas de la Colombie", en Cultures et Développement. 12. No. 3-4. 1980. p. 484. Eduardo Zuleta Ángel, El presidente López Pumarejo. Bogotá. Ediciones Gamma, 1986, pp. 15-23. 16. República de Colombia, La política internacional. Bogotá, Imprenta Nacional, 193*. pp. 39-41, 57-59. 17. United States Congress. The Statutes at Large of the United States of America, 74th Congress 1935-1936, Volume XLK, Washington. U.S. Government Printing Office, 1936, pp. 3875-39 15. República de Colombia, Memoria de Hacienda, 1935-1936. Bogotá. Editorial Nueva Bogotá, 1936, pp. 102-103. Véase también Salomón Kalmanovitz. Economía y nación. Una breve historia de Colombia, Bogotá, Siglo XXI, 1985, p. 310. con Gran Bretaña y Japón, y redujo considerablemente su comercio con la mayoría de las naciones europeas y con los japoneses. Otro resultado de esta política fue que los alemanes se vieron estimulados a aumentar sus exportaciones de manufacturas a Colombia al triplicar, entre 1934 y 1938, sus importaciones de café colombiano (gran parte del cual reexportaron a otros países). La implementación del Tratado Comercial de 1935 con Estados Unidos y la aplicación de los acuerdos de compensación implicaron que, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría del intercambio internacional de Colombia se tuviese con los norteamericanos y con los alemanes. Este hecho tendría incluso importantes consecuencias en la política doméstica colombiana en los primeros años de la década de los cuarenta (18). En cuanto a la relación entre López Pumarejo y el sector manufacturero, el primero no solamente alienó a los industriales al centrar su política extranjera en la búsqueda de mercados cafeteros en el exterior (amén de sus viejas ideas librecambistas), sino también por sus políticas laborales y su insistencia en que las fábricas colombianas debían consumir materias primas nacionales, las cuales los industriales locales consideraban más caras y de menor calidad que las extranjeras (19). En junio de 1937, López Pumarejo concedió una prolongada entrevista a la publicación El Mes Económico y Financiero, en la cual enfatizó su defensa de los agricultores colombianos y justificó los aumentos al arancel en contra del algodón importado, aunque esto último, según sus palabras, fuese "contra el concepto muy decidido de los industriales" (201. Ese mismo año, su gobierno apoyó los intentos de la British American Tobacco Company para penetrar los mercados colombianos, a pesar de la fuerte oposición de la Compañía Colombiana 18. Memoria de Hacienda. 1935-1936. op. cit., pp. 102-103. 19094. Héctor José Vargas, Memoria de Hacienda, 1938, Bogotá, Ii- j tografia Colombiana, 1938, pp. 66-67, 70. Carlos Lleras Restrepo, Memoria de Hacienda, 1939, BogoU, Imprenta Nacional, 1939, pp. 126-29. 19. Alvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobien» de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938. Bogotá. Pr. 1981, pp. 79-80, 85-86 Vargas, op. cit., pp. 91-92. 20. República de Colombia, La política internacional, op. dt, pp. 92, 99-100. 88 de Tabaco, Coltabaco (monopolio de capital básicamente antioqueño) (21). En 1940, el presidente Eduardo Santos y su ministro de Hacienda, Carlos Lleras Restrepo, fundaron el Instituto de Fomento Industrial (IFI). El objetivo final del Instituto era el de promover la creación de factorías que produjesen bienes intermedios para la industria (los cuales eran casi imposibles de conseguir en el mercado internacional como consecuencia de la guerra). A su vez las industrias promovidas por el IFI debían supuestamente utilizar materias primas locales (22). De hecho, las políticas del Instituto 21. Véase "Sobre la industria del tabaco y el capital extranje ro", en Alvaro Tirado Mejia, ed., Estado y economía. 50 años de la Reforma del 36, Bogotá, Contraloría General de la Re pública, 1986, pp. 247-67. 22. Carlos Lleras Restrepo, Memoria de Hacienda, 1942, Bogotá, Imprenta Banco de la República, 1942, Vol. II, pp. 122-28. "El Instituto de Fomento Industrial", en Nueva Frontera, diciembre 17 de 1984, pp. 4-5. eran básicamente la continuación de una política vigente desde comienzos de la década de los años treinta, que ayudaba a coordinar la producción y las ventas del sector privado con el apoyo del Estado. Era la semilla de algún tipo de "planificación" (o más bien coordinación) entre el gobierno y los empresarios, orientada a favorecer los intereses económicos de estos últimos (23). Sin embargo, a pesar de que los industriales recibieron algún tipo de protección de Santos a través del control de cambios y de facilitarles dólares subsidiados por debajo de la tasa del mercado libre, el gobierno consistentemente defendió a los productores nacionales de insumos agrícolas (tales como el algodón, el cacao, los aceites vegetales, las grasas de origen animal y el trigo), siempre que se presentaba un conflicto de intereses entre terratenientes e industriales (24). Además, ganaderos y agricultores recibieron generosos incrementos en créditos subsidiados por parte del Estado (25). Y para disipar cualquier duda al respecto, el ministro de Hacienda, Lleras Restrepo, fue enfático en declarar que la defensa de los intereses de los cafeteros era ' 'la condición primera y fundamental" de la política económica del gobierno (26). Por ende, el gobierno les concedió a los cafeteros mayores subsidios y se comprometió en un fuerte esfuerzo diplomático para aumentar las exportaciones de café al mercado norteamericano (27). No sólo tenían los cafeteros el 23. Tal como escribió Marco Palacios: "La depresión casó a la burguesía cafetera con el Estado con la solidez de un matri monio católico tradicional". Citado por Rosemary Thorp y Carlos Londoño en "The Effect of the Great Depression in the Economies of Peni and Colombia", en Rosemary Thorp, ed., Latín America in the 1930's, London, The MacMillan Press, 1984, p. 100. 24. Lleras Restrepo, op. cit., 1942, p. 130. 25. Lleras Restrepo, op. cit., 1942, p. 113. 26. Carlos Lleras Restrepo, "Política económica y fiscal", en Revista de Hacienda, m (7), diciembre de 1941, p. 18. Lleras Restrepo también justificó el Tratado Comercial de 1935 con Estados Unidos, ya que dicho convenio protegía el mercado cafetero en Norteamérica. Véase, por ejemplo, su artículo "Los problemas de la economía antioqueña", en Revista de Hacienda, ID (7), diciembre de 1941, p. 37. Años más tarde, el mismo Lleras Restrepo denunció el Tratado cuando la ANDI lo contrató para que escribiese artículos pagados e in trigase ante el Congreso y el Ejecutivo a favor de los intere ses de los grandes industriales colombianos. 27. "La prima cafetera", en Revista de Hacienda, II (5), julio de 1940, pp. 95-99. Véase también, Carlos Lleras Restrepo, "La futura política cafetera", El Tiempo, abril lo. de 1941. 89 apoyo incondicional y la ilimitada solidaridad con sus intereses por parte de Lleras Restrepo, sino que también este político liberal advirtió a los industriales que "ocurre en muchas ocasio nes que la protección industrial que algunos solicitan significa para el país tan poco como beneficio económico, que realmente no vale la pena sobreponer el interés particular de algunos al interés del Fisco". Además, agregó que el gobierno no prohibiría en absoluto la importa ción de ciertas manufacturas, simplemente por la insistencia de los industriales en recibir ma yor protección (28). El segundo gobierno de López Pumarejo tampoco estaba en los mejores términos con los industriales, a pesar de lo que erróneamente argumentan autores como Gabriel Poveda Ramos y Miguel Urrutia (29). La tasa de inflación llegó a un 15 y a un 25 por ciento anual en 1942 y 1943, respectivamente (30). El gobierno diagnosticó que el incremento en el nivel de precios se debía en buena parte al superávit comercial y la resultante abundancia de dólares que aumentaban la oferta monetaria en pesos. Por lo tanto, el gobierno recurrió a una serie de medidas económicas de tipo ortodoxo tales como la liberación de importaciones, restricciones al crédito comercial y congelamiento de parte de las utilidades de firmas y de individuos con ingresos muy altos (31). Los industriales en particular fueron afectados por esas medidas restrictivas y muy renuentemente tuvieron que aceptarlas (32). Además, los grandes industriales no podían olvidar que durante la primera administración de López Pumarejo la reforma tributaria había afectado sus intereses. No podían ignorar tampoco la tolerancia del presidente hacia la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), la cual incluía entre sus miembros no solamente a liberales sino también a comunistas. El líder del Partido Conservador, Laureano Gómez, había desatado una agria campaña en contra del presidente a través de las páginas de El Siglo, periódico de derecha. Algunos escándalos que cubrían incluso a miembros de la familia de López Pumarejo se convirtieron en los principales temas de discusión tanto en la prensa conservadora como en el Congreso. Además, la política exterior del gobierno y su apoyo incondicional a Estados Unidos alienó a muchos conservadores que simpatizaban con las potencias del Eje, especialmente con la Alemania nazi. Esta actitud de muchos conservadores no se debía meramente a supuestas afinidades raciales con el pueblo alemán (de hecho, muchos de los derechistas criollos eran mulatos o mestizos, incluyendo al mismo Laureano Gómez), ni al resentimiento con el imperialismo yanqui por el recuerdo del robo de Panamá en 1903 (33). 33. Véase, por ejemplo, José de la Vega, El buen vecino, Bogotá, Voluntad, 1941,passim. David Bushnell, Eduardo Santos y la política del buen vecino Bogotá, El Ancora Editores, 1984, passim. 28. Lleras Restrepo, op. cit., 1939, pp. 67-68, 134. 29. Miguel Urrutia, Gremios, política económica y democracia, Bogotá, Fedesarrollo y Fondo Cultural Cafetero, 1983, p. 72. Gabriel Poveda Ramos, ANDI y la industria en Colombia, 1944-1984.40 años, MedeUín, Servigráficas, 1984, p. 13. 30. "índices del costo de la vida obrera - Bogotá, 1937-1949", en Archivo de la Presidencia de la República (APR). 31. Alfonso Araújo, Memoria de Hacienda, 1943, Bogotá, Im prenta del Banco de la República, 1943, pp. 22-23, 27-28. 32. Véase, ANDI-Medellín, Bancos. 90 Más bien su posición tenía que ver con el hecho de que muchos colombianos tenían negocios con firmas alemanas o con la colonia de origen ale mán en el país. Los alemanes eran prominentes en ciudades como Barranquilla y Medellín, don de existían —como en otras partes del país— células muy activas del Partido Nazi. La Emba jada Alemana, lo mismo que firmas de aquel país, como la Bayer, apoyaban económicamente a los grupos nazis en Colombia. Aún más, en Medellín existían fuertes capitales alemanes en el banco local, el Banco Alemán Antioqueño, y las grandes firmas textileras tenían no solamen te que contar con productos químicos alemanes para procesar las telas, sino que también em pleaban un buen número de técnicos alemanes en sus fábricas. Algunos antioqueños simpatiza ban con los nazis en grado tal que cuando el gobierno colombiano (presionado por el Depar tamento de Estado norteamericano) declaró ile gal el Partido Nazi, crearon su propia organiza ción de corte fascista. Entre los criollos nazis se contaban incluso algunos jóvenes Echavarría que habían estudiado recientemente en Alema nia.. Entre 1942 y 1945 importantes segmentos de los militares colombianos, simpatizantes de los nazis, participaron constantemente en planes e intentos de golpe de Estado en contra de López Pumarejo. Los militares derechistas recibían inspiración en muy buena parte de Laureano Gómez. No era sorprendente, tampoco, que los conspiradores tuviesen gran apoyo entre los industriales antioqueños. Fue tanta la presión en contra del gobierno que poco después de mediados de 1945 el presidente renunció a su cargo, dejando el poder hasta agosto de 1946 en manos de Alberto Lleras quien, a propósito, era apodado en la época como "el ministro con alma de secretario" por su irrestricta lealtad a intereses superiores (34). *** La pregunta inevitable de tipo historiografía) sería: ¿por qué gran parte de la literatura re4. Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia nazi, 1939-1945, Bogotá, Planeta, 1986, pp. 285-339. Véanse también los folios para 1940-1944 y 1945-1949, Washington, National Archives, RG 59, 821.00. cíente ha descrito a López Pumarejo y a los industriales como aliados políticos? Luis Ospina Vásquez, escribiendo en 1955, anotó que algún incipiente tipo de proteccionismo a la industria no comenzó en la década de los años treintas, sino más bien a comienzos de la década de los años ochentas en el siglo pasado y se confirmó en 1909 (35). Según Ospina Vásquez, fueron los liberales de mediados de este siglo quienes (por razones quizás políticas) reclamaron que el Partido Liberal había sido el primero en comprometerse con una seria política de protección a la industria (36). El historiador antioqueño señaló, sin embargo, que el proteccionismo no fue tomado en serio en los años treintas y principios de los cuarentas. Según él, en ese entonces sólo un grupo de intelectuales de clase media provenientes de ambos partidos propusieron un programa 35. Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930, Medellín, Editorial La Oveja Negra, 1974, capítu los 6-8. La primera edición de este libro fue publicada en Bo gotá en 1955. 36. Ospina Vásquez, op. cit., p. 546. 91 estatal de protección, ya que ellos tenían la idea de que Colombia debía industrializarse para ser un pais "normal" y "plenamente desarrollado" (37). De hecho, Ospina Vásquez demostró que el programa proteccionista comenzó a ser considerado seriamente sólo hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando existían temores entre algunas personas en el país de que las manufacturas extranjeras invadirían la economía colombiana (38). cambió de opinión hacia finales de la Segunda Guerra Mundial y comenzó a demandar alguna forma de coordinación estatal de la economía privada, la cual incluía el proteccionismo industrial (43). Pero como el mismo Ospina Vásquez sugirió, la agitación real y sostenida a favor del interés industrial sólo vendría en el gobierno conservador de su primo Mariano Ospina Pérez, de 1946 a 1950. Los industriales mismos comenzaron en esa época a agitar y a intrigar en todos los niveles a favor de la protección de su sector. De otra parte, la revista Anales de Economía y Estadística, publicada por la Contraloria General de la República, divulgó varios artículos en 1945 atacando el librecambio y la división internacional del trabajo (39). Incluso algunos miembros aislados del gobierno liberal de la época defendieron abiertamente el proteccionismo (40). *** De otra parte el Partido Conservador había, insistentemente, proclamado en la década de los años treintas que la agricultura era la base de la economía nacional (aunque ocasionalmente algunos conservadores habían recomendado la protección industrial, mientras ésta no afectase los intereses de agricultores, comerciantes y consumidores) (41). Aún más, Gonzalo Restrepo Jaramillo, uno de los líderes e ideólogos del Partido, atacó cualquier tipo de intervención estatal en la economía, en uno de sus escritos de 1936 (42). Sin embargo, el mismo Restrepo Jaramillo Ospina Pérez nació en Medellín en 1891. En su ciudad natal se graduó de ingeniero en la Escuela Nacional de Minas en 1912. Apoyado económicamente por su millonaria familia, Ospina Pérez realizó algunos estudios de postgrado en Estados Unidos y Bélgica. A su regreso a Colombia no solamente se dedicó a supervisar los negocios de la familia, especialmente en café, sino que también gozó de una exitosa y meteóri- 43. Gonzalo Restrepo Jaramillo, citado por Araújo, op. cit., 1943, p.33. 37. Ospina Vásquez. op. cit., p. 554. 38. Ospina Vásquez, op. cit., p. 571. 39. Véase, por ejemplo, Andrés Perea, "Ventajas de la indus trialización", Anales de Economía y Estadística, enero de 1945, pp. 47-48. Alfonso Palacio Rudas, "La estabilización de las monedas", Anales de Economía y Estadística, febrero de 1945, p. II. Diego Mejia, "Los controles en la post-guerra". Anales de Economía y Estadística, febrero de 1945, p. 1. Alfonso Palacio Rudas, "En torno a los controles". Anales de Economía y Estadística, abril de 1945, pp. I-IV. 40. Carlos Sanz de Santamaría, Memoria de Hacienda, 1945, Bogotá, Imprenta del Banco de lo República, pp. 33-34. República de Colombia, Ministerio de Comercio e Industrias. "Política económica de post-guerra", en Comercio e Indus trias. No. 14, 1946, pp. II. X. XIV 41. Fundación Futuro Colombiano. El pensamiento del conservatismo colombiano. Programas del partido, 1849-1985, Bogo tá, Fondo Cultural Futuro Colombiano, 1986, pp. 40-42. 49, 52. 59, 61, 42. Gonzalo Restrepo Jaramillo. El pensamiento conservador, Medellín, Bedout, 1936, p. 248. 92 ca carrera en la política y en los cargos de importancia a nivel local y nacional: superintendente del Ferrocarril de Antioquia, miembro del Concejo Municipal de Medellín, diputado a la Asamblea de Antioquia, senador, rector de la Escuela Nacional de Minas (de la cual su padre, Tulio, había sido el fundador) y ministro de Obras Públicas en el gobierno de su tío Pedro Nel. tan "generosa" visión de este empresario, laborar en el campo era una mejor alternativa que el trabajo mecánico y rutinario en las fábricas, el cual —según él— "atrofiaría" la iniciativa y la inteligencia del pueblo colombiano (46). Ospina Pérez fue también uno de los fundadores de la Federación Nacional de Cafeteros en 1927. Tres años después se trasladó a Bogotá, como gerente de la Federación. En esta ciudad no solamente se dedicó a defender hábilmente los intereses de los cafeteros, sino también a enriquecerse aún más especulando con propiedad raíz, fundando la firma constructora Ospinas, que rápidamente se convirtió en una de las empresas urbanizadoras más exitosas de la capital (44). El 24 de marzo de 1946 Ospina Pérez fue escogido como candidato presidencial del Partido Conservador para las elecciones de mayo de ese año. Ya que los liberales estaban divididos en dos campos irreconciliables, el uno encabezado por Gabriel Turbay y el otro dirigido por Jorge Eliécer Gaitán, los conservadores aprovecharon la oportunidad para recuperar la Presidencia de la República que habían perdido en 1930. A diferencia de Laureano Gómez, quien por sus ideas abiertamente derechistas y extremistas era temido y odiado por muchos liberales, Ospina Pérez era percibido como un político "moderado" y conciliador, que además ofrecía un gobierno de coalición bipartidista que él bautizaba como de "Unión Nacional". Luego de una campaña que escasamente duró cinco semanas y en la cual sólo pronunció siete discursos en público, Ospina Pérez derrotó a los dos candidatos liberales en los comicios electorales de mayo 5 (47). En la década de los años treintas Ospina Pérez había defendido una política de devaluación del peso, como una forma de incrementar los ingresos de los exportadores de café (45). En ese entonces, como acérrimo defensor de la división internacional del trabajo, Ospina Pérez insistió en que el futuro del país dependía de la expansión del sector cafetero, ya que él consideraba un "absurdo" que Colombia siguiese los mismos pasos hacia la industrialización, como lo habían hecho Estados Unidos y Europa Occidental. Consecuente con dicha perspectiva, este multimillonario cafetero consideraba que los campesinos no debían abandonar el campo y tendrían que permanecer cultivando las fincas cafeteras (especialmente aquellas muy extensas propiedades del clan de los Ospina), donde supuestamente los jornaleros podían tener control del proceso completo de la siembra, la cosecha y la comercialización del trabajo (a propósito, un exquisito anticipo de los planes de "humanización" del trabajo, tan en boga hoy en día entre capitalistas y administradores). De acuerdo con 44. Jaime Sanín Echeverri, Ospina supo esperar, Bogotá, Andes, 1978, passim. Ernesto Ramírez P., Poder económico y dominación política: el caso de la familia Ospina, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1984, pp. 219, 226. 45. Mariano Ospina Pérez, Carta abierta del doctor Mariano Ospina Pérez. Los cafeteros, el gobierno y los partidos políticos. A los hombres de trabajo del país, Bogotá, Editorial Minerva, 1934,p. 10. *** Aunque el nuevo presidente electo aceptó que "el factor decisivo" en su elección había sido el fuerte apoyo del sector cafetero, consciente del creciente poder económico de los industríales, reconoció que en su programa de gobierno debía existir algún lugar para un mínimo de proteccionismo industrial (48). El aceptó que los aranceles a las importaciones debían ser aumentados para proteger al sector manufacturero, y citó como ejemplo las ideas de Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro norteamericano, quien había implementado una política proteccionista a favor de la incipiente industria norteamericana desde finales del siglo XVIII, política que había 46. Mariano Ospina Pérez, Carta del doctor Mariano Ospina Pérez al doctor Alfonso López. La política cafetera de Colom bia, Bogotá, Editorial Minerva, 1934, pp. 11, 14-15, 19-20. 47. República de Colombia. Memoria del señor ministro de Go bierno, doctor Absalón Fernandez de Soto, al Congreso Na cional de 1946, Bogotá, Imprenta Nacional, 194fi. p. 56 Hugo Velasco A . , Mariano Ospina Pérez, Bogotá, Editorial Cosmos, 1953, pp. 88-86. 48. Sanín Echeverri, op. cit., p. 18. 93 expresado claramente en su "Report on Manufactures" en 1791 (49). En esta primera "Metamorfosis de Su Excelencia" (la segunda ocurriría políticamente en 1949), curiosamente para Ospina Pérez la máquina industrial ya no era alienante para el ser humano —algo sobre lo cual había estado tan firmemente convencido años atrás. Aún más, de acuerdo con su nueva versión (quizás influido en parte por Henry Fayol, cuya obra principal tradujo literalmente y publicó como suya bajo el título Economía industrial y administración, sin darle ningún crédito al autor francés), la máquina simplificaba la tarea del trabajador, le ayudaba a desarrollar su personalidad, hacía su trabajo "amable" e "interesante", incrementaba su productividad y contribuía a mejorar su nivel de vida al — supuestamente— abaratar el costo de los bienes de consumo (50). Pero a pesar de la invocación a las ideas de Hamilton y las tan loables profecías de un mundo mejor para las masas colombianas, Ospina Pérez era muy enfático en confirmar que él condicionaba la protección a los industriales en la medida en que ésta no afectase los intereses de los agricultores y mientras los manufactureros estuviesen dispuestos a utilizar materias primas nacionales en la elaboración de sus productos finales (51). 49. Mariano Ospina Pérez, Obras selectas, Bogotá, Cámara de Representantes, 1982, p. 257. 50. Mariano Ospina Pérez, La.política de Unión Nacional. El programa, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946, p. 155. Economía industrial y administración, Bogotá, Editorial Minerva, 1938. Vale la pena anotar que se podría cuestionar la idea del abaratamiento de los bienes de consumo industrial en la Colombia del segundo tercio de este siglo, dado el carácter oligopó-lico del sector manufacturero. Y a propósito de la "originalidad" de Ospina Pérez como el supuesto autor de Economía industrial y administración, no es extraño entre nuestros intelectuales de la élite el tomar algo prestado sin dar los créditos del caso. Viene a mi mente en este momento el poema de Rafael Pombo, "Simón el bobi-to", hoy en día un "clásico" de la poesía colombiana. "Simón el bobito" no es más que una buena y literal traducción del muy conocido "Simple Simón", lo cual haría de Pombo. al menos en este caso —como en el caso de Ospina Pérez—, un excelente traductor. 51. Ospina Pérez, op. cit., 1982, pp. 257-58. Op.cit., 1946, p. 73. Velasco, op. cit., p. 250. El Tiempo, marzo 26 de 1946. Es erróneo, pues, presentar a Ospina Pérez como "ligado directamente a los círculos económicos de la industria, el café y el latifundio", como si todos estos enlaces fuesen igualmente importantes (52). Ospina Pérez estaba, de lejos. más estrechamente ligado a los intereses de los cafeteros, intereses que él colocaba muy por encima de aquellos de los de otros "círculos económicos". Si para algunos académicos López Pumarejo representaba el interés industrial (concepto erróneo como ya he argumentado anteriormente), para otros historiadores los diferentes elementos de la burguesía supuestamente tienen intereses muy similares y por lo tanto no tienen contradicciones de importancia entre ellos. Así, según estos historiadores, los grupos "oligárquicos" estarían supuestamente de acuerdo sobre la conducción de la economía en general (53). Dentro de tal línea de análisis, Bernardo Tovar Zambrano (aunque es justo anotar que él no pretende aplicar su argumento a los años cuarenta) opina que el Estado colombiano ha intervenido meramente como un agente de modernización, permaneciendo neutral en relación con los diferentes grupos de la burguesía. Tal como él escribe: "...la intervención del Estado correspondía a la creación de las condiciones generales de acumulación que requería la 52. Alvaro Tirado Mejia, "Siglo y medio de bipartidismo", en Mario Arrublaet al., Colombia hoy, Bogotá, Siglo XXI, 1978, p. 172. 53. Carlos H. Urán, Rojas y la manipulación del poder Bogotá, Carlos Valencia Editores, 198a. p. 26. La idea del supuesto carácter de "maldad" y uniformidad de intereses de todos los miembros de la burguesía colombiana se puede leer en las palabras del sociólogo Gonzalo Bermúdez Rossi. Para él, "la clase dirigente" colombiana es la "escoria" que surgió como resultado de "innumerables traiciones y aberrantes conductas sociales". Siendo este grupo tan "bajo material humano", él los llama la "lumpen dingencia". Según él, todos son igualmente malos y se reúnen — sin contradicciones de ninguna clase entre ellos— a planear cómo explotar al resto de los colombianos. Ver su libro, El poder militar en Colombia. De la Colonia al Frente Nacional, Bogotá, Ediciones Expresión, 1982, p. 20. Obviamente los argumentos de Bermúdez Rossi son simplistas (aun teniendo en cuenta sus buenas intenciones y el momento politi-co en el cual el escribió su libro) y desconocen las contradicciones entre fracciones de la clase dominante. En cuanto a cuestión de! carácter "moral" o "inmoral" de la burguesía colombiana o de cualquier burguesía en cualquier lugar del mundo, que el lector —burgués o no burgués— juzgue pora mismo. Para esto no hace falta ser ni marxista, ni venerable intelectual, y ni siquiera un buen cristiano, sino un simple observado1:. (Es mejor evitar suspicacias de que quien esto escribe es "moralista" y añora algún tipo de idílico y lejano pasado pre-industrial en los trópicos o, aún más, alguno mucho más remoto entre clanes germánicos). 94 modernización capitalista del país", y tal intervención se inclinaba "a favorecer los diversos sectores de la economía o, si se quiere, del capital en su conjunto, pero sin entrar a ser el instrumento de un interés en particular de un sector, fracción o gremio... De tal manera que no es apreciable una instrumentalización del Estado ni por los terratenientes ni por la burguesía industrial, por lo menos en el período aquí estudiado" (54). En cuanto a este último argumento, estoy de acuerdo en que el Estado burgués defiende los intereses de la clase dominante propiciando las condiciones económicas, políticas, ideológicas y militares del caso. Pero no sobra reiterar, en lo que estaría en desacuerdo con Tovar Zambrano, que en el seno del Estado se dan fuertes contradicciones, las cuales son un reflejo de los conflictos entre diferentes fracciones de la burguesía, que en un momento dado logran mayor o menor grado de influencia dentro del aparato estatal, sea éste el Ejecutivo o el Legislativo. También es erróneo tratar el asunto de la protección industrial como el resultado de la conducta errática —e incluso demagógica— de algunos políticos, quienes aparentemente sin razones de importancia cambian de posición "alternativamente" entre "librecambistas y proteccionistas, amigos y enemigos del laissez-faire" (55). Ospina Vásquez, por ejemplo, simplifica, malinterpreta e incluso ridiculiza —¿razones de partido o de origen social quizás?— los puntos de vista de Gaitán sobre la protección estatal a los diferentes sectores de la economía en general, y su opi-¡ nión respecto al proteccionismo industrial en particular. El historiador antioqueño, en mi opinión, no supo percibir las diferencias y conflictos entre la clara posición de Gaitán y los intereses de la burguesía industrial (56). De otra parte Santiago Montenegro, muy correctamente, desecha la idea de que el Estado co- Gaitán, "frenó a los industriales". lombiano trató de promover la industrialización del país en la década de los años treintas. Sin embargo, Montenegro ignora que cuando la protección industrial se convirtió en parte importantísima del programa del gobierno a finales de 1949 y en 1950, esa política fue básicamente la consecuencia de una serie de presiones, conflictos, negociaciones, crisis políticas, e incluso imposiciones dentro de un pequeño círculo de poderosos empresarios y políticos importantes (57). No fue, pues, el resultado de una política económica "per se", de una decisión "neutral" y "técnica", de algo en lo que se alcanzó un consenso porque era un "programa" que le "convenía" al país. *** 54.Bernardo Tovar Zambrano, La intervención económica del Estado en Colombia, Bogotá, Banco Popular, 1984, pp. 1011,233. 55.Ospina Vásquez, op. cit., p. 524. 56.En una obvia simplificación, Ospina Vásquez describe los puntos de vista de Gaitán sobre el proteccionismo como: "Poco menos que milagroso[s] (...| evocaciones cuasi-místicas de una vida mejor (...) y de la cual participarían todos los colombianos". Véase Ospina Vásquez, op. cit., p. 572. El argumento central de este trabajo es que el proteccionismo a la industria no era un "objeti57. Santiago Montenegro, "La política arancelaria en la primera fase de la industrialización", en José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización, Bogotá, Cerec, 1984. pp. 310-11, 333. 95 dasen el país, excluyéndolos del negocio, o al menos forzándolos a reducir el muy alto nivel de ganancias del cual gozaban gracias a su control oligopolístico del mercado doméstico. En consecuencia, los temas del proteccionismo y los aranceles a las importaciones se convirtieron en los más candentes e importantes tópicos del debate sobre política económica en Colombia en la segunda mitad de los años cuarentas. Además, el asunto de quiénes tendrían acceso a las divisas extranjeras provenientes de las exportaciones — básicamente el café—, divisas que eran administradas por la Oficina de Control de Cambios, también se convirtió en un área de agudas disputas y conflictos entre industriales, cafeteros y comerciantes. Jesús Mora, industrial, "el poder detrás del poder", La gran burguesía industrial a través de la Asociación Nacional de Industriales, ANDI, creada en 1944, se comprometió en una vigorosa campaña a favor del proteccionismo a ultranza para el sector manufacturero nacional. A través de sus campañas, los industriales pretendieron identificar sus intereses particulares con los de la nación entera, alegando que la protección defendería no sólo sus industrias sino también vo nacional" ni a mediados ni a finales de la década de los años cuarentas. Además, reitero con esto que los gobiernos liberales que precedieron a la administración de Ospina Pérez no buscaron activamente proteger los intereses de los manufactureros nacionales. Al contrario, los intereses de firmas e individuos envueltos en el negocio del café, lo mismo que los intereses de los grandes comerciantes importadores y exportadores, prevalecieron sin mayor oposición hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. La industria había crecido tan rápidamente desde la década de los años veintes, que para 1945 los intereses de los grandes industriales eventualmente tenían que ser tomados en cuenta. Sin embargo, el poder económico del sector industrial no fue automáticamente igualado por una influencia política proporcional sobre los aparatos Ejecutivo y Legislativo. La Segunda Guerra Mundial había beneficiado a los industriales con una protección prácticamente accidental. Pero al tiempo que la guerra llegaba a su fin, los grandes industriales comenzaron a temer que las manufacturas extranjeras inun- 96 medios de radiodifusión del país, para que orientasen incondicionalmente sus políticas editoriales y sus "informaciones" económicas hacia la defensa de la "Industria Nacional". Además, la ANDI contrató también los servicios de un —supuestamente— muy selecto grupo de políticos, la mayoría de ellos exministros de Estado, senadores y representantes, para que intrigasen, presionasen —e incluso legislasen — a favor de sus intereses ante el Ejecutivo y el Congreso. Sin embargo, en este último cuerpo legislativo sus esfuerzos no fueron suficientes, ya que allí José Gutiérrez Gómez, Jorge Botero Ospina. Enrique Caballero Escovar, "los hombres de la ANDI. los intereses de la nación y de todos los colombianos. Como parte de sus esfuerzos por conservar y aumentar, tanto sus ganancias económicas como su poder político, la ANDI contrató a sueldo los servicios de conocidos periodistas e intelectuales, presionó económicamente y sin escrúpulos de ninguna clase a los principales periódicos y Diego Tobón Arbeláez. "De hombre de los industriales en la Comisión Tercera de la Cámara a vicepresidente de la ANDI". perdieron una dura y agria lucha con Gaitán, quien recientemente había sido ungido como jefe del Partido Liberal, después de su victoria en las elecciones parlamentarias de marzo de 1947. Allí, en el Congreso, Gaitán y sus seguidores defendieron los intereses de terratenientes, cafeteros, comerciantes y consumidores urbanos —en franca oposición a la gran burguesía industrial—, en los últimos meses de vida del jefe liberal, antes de que éste cayera asesinado. Curios Lleras Restrepo, "el dilema de servir a los cafeteros, o trabajar como lobbryist de los industriales..." 97 De otra parte, Ospina Pérez no estaba a favor de los industriales sobre los intereses de los otros grupos económicos, como lo he señalado antes. Pero a medida que la rivalidad partidista entre liberales y conservadores se volvía más aguda y violenta, Ospina Pérez tuvo que contar cada vez más con el apoyo tanto de Laureano Gómez como de la gran burguesía industrial. Como también he sugerido en este artículo, Gómez y los industriales habían sido aliados desde los años de su feroz oposición a López Pumarejo. cos, después como Ministro de Hacienda, se vio obligado a ceder con renuencia a muchas de las exigencias de los industriales. *** El funcionamiento del sector exportador es crucial para entender la política doméstica de Colombia. Lo que Rosemary Thorp argumenta para América Latina en los años treintas, puede ser también aplicado para el caso colombiano una década después. Tal como escribe Thorp: "Los choques externos son el factor precipitante que obliga a los grupos de la élite a definir y a proteger sus intereses: de una parte, las fuerzas que imp'ulsan la diversificación refuerzan otros grupos e incrementan el potencial para políticas opuestas a los grupos tradicionales..." (58). Dentro de esta línea de argumentación, Salomón Kalmanovitz y Mario Arrubla sugirieron que las contradicciones entre la vieja burguesía cafetera y exportadora-importadora y la gran burguesía industrial explotaron en la guerra civil de los años cuarentas y cincuentas, conocida como La Violencia. Lamentablemente ninguno de los dos autores elaboró más allá de esa idea (59). La existencia de grupos diferentes dentro de la burguesía colombiana es reconocida por Daniel Pécaut, quien señala una segmentación en el seno de la burguesía a mediados de este siglo entre los industriales, de una parte, y un eje de exportadores, importadores y cafeteros, de otra parte (60). Estoy de acuerdo con su descripción de la élite colombiana de la época, pero no concuerdo con su argumento de que se podía ' 'constatar un gran acuerdo entre los diversos sectores de la burguesía cuando se trata de políticas económicas", y que cuando existían "fricciones" entre ellos, éstas, según él, no se veían refleja- La creciente influencia de los poderosos industriales sobre el Poder Ejecutivo se vio reflejada también en el manejo de la política comercial de Colombia, la cual cayó rápidamente en manos de los directivos de la ANDI en los últimos años de la década de los cuarentas. Incluso Hernán Jaramillo Ocampo, un manizaleño que había estado fuertemente comprometido con los cafeteros en los comienzos de su vida profesional, y quien se vinculó al gobierno de Ospina Pérez, primero como Secretario para Asuntos Económi- 58. Rosemary Thorp, "Introduction", en Rosemary Thorp, ed., op. cit., p. 10. 59. Véase Mario Arrubla, Estudios sobre el subdesarrollo colom biano, Medellín, La Carreta, 1977, pp. 187-88, 192. Salomón Kalmanovitz, "La transición según McGreevey. Una interpretación alternativa", en Instituto de Estudios Colombianos, ed., Historia económica de Colombia. Un de bate en marcha, Bogotá, Banco Popular, 1979, p. 60. 60. Daniel Pécaut, "La constitution des Gremios en instance quasi-gouvernementale: L'exemple colombien dans les années 1945-1950", en Revue Francaise d'Histoire d'OutreMer, 65, Nos. 244-245, 1979, pp. 333-34. 98 Francisco José Ocampo, presidente de Fenalco. ' 'Atacó a laANDI". Gonzalo Restrepo Jaramillo, político, conservador, burgués, antioqueño, embajador en Washington. das en los conflictos económicos de la época (61). Por lo tanto, yo sugiero que los conflictos sobre problemas económicos, tanto domésticos como correspondientes al sector externo, no eran meras "fricciones", y que los dos partidos, Liberal y Conservador, se distanciaron rápidamente tanto en asuntos políticos como financie- ros desde 1947. Los ataques de Gaitán en contra de la burguesía industrial y de la ANDI en diciembre de 1947, lo mismo que la emergencia de un sólido frente anticonservador y antiproteccionista dentro de la mayoría del Partido Liberal en 1949 tampoco fueron meros accidentes. 61. Pécaut, op. dt., 1980, p. 494. Laureano Gómez y Mariano Ospina. ' 'Los comienzos de la dictadura..." Como Pécaut señala, hay que reconocer —por supuesto— que algunos conservadores permanecieron fieles a los intereses de los cafeteros y los grandes comerciantes, ya que varios de ellos no podían ignorar de un plumazo sus tradicionales vínculos con esos grupos (62). Pero también es cierto que Ospina Pérez declaró el estado de sitio, estableció una dictadura de facto y cerró un muy beligerante Congreso cuando los liberales amenazaron con juzgarlo a él y a su gobierno en el recinto de la Cámara, en noviembre de 1949. Este último acontecimiento facilitó la elección sin ninguna oposición del derechista Laureano Gómez como presidente, lo mismo que la aprobación por decreto presidencial de nuevos aranceles altamente proteccionistas a los intereses de los industriales, en junio de 1950. 62. Pécaut, op. cit., 1979, p. 337. 99 Estoy, pues, en desacuerdo con la noción de Pécaut de que habia una "autonomía relativa del escenario político" mientras los políticos no cuestionasen la hegemonía de la burguesía. Su afirmación de que López Pumarejo y Ospina Pérez eran "emanaciones directas" de la burguesía, mientras que Gómez y Gaitán no lo eran (63), da para formular más preguntas a tan simple afirmación, ya que los cuatro políticos de una forma o de otra, sin importar sus orígenes sociales, eran defensores de los intereses de diferentes grupos de la clase dominante, como ha sido argumentado en este ensayo. El hecho de que Gómez y Gaitán no hubiesen nacido en familias de la élite colombiana no significa que ellos poseyesen cualidades personales mágicas — aunque así parecían y parecen creerlo sus simpatizantes, e incluso más de un historiador— que les permitieran actuar casi que permanentemente como quisiesen dentro de un vacío político, libres de presiones económicas y de intereses de clase. La idea, pues, de que existía "autonomía" del escenario político en relación con el ámbito de los intereses de clase en Colombia a finales de los años cuarenta (o aún más para cualquier período de nuestra historia del siglo XX) debe ser seriamente cuestionada. * * * Los industriales, de una parte, y los grandes cafeteros y comerciantes, de otra, no eran necesariamente los mismos como generalmente se ha asumido. Sus intereses por lo tanto no coincidían, lo cual se vio reflejado en los grandes conflictos políticos de la época (64). 63 Daniel Pécaut, "Reflexiones sobre el fenómeno de la violencia", en Gonzalo Sánchez, ed., Once ensayos sobre La Violencia, Bogotá, Cerec y Centro Gaitán, 1985, pp. 187-88; y Pécaut, op. cit., 1980, p. 497. 64 Para el caso brasileño se ha argumentado que no existían "tensiones sociales significantes entre los sectores industrial y agrícola de la élite [Paulista]", y que las fracciones de la élite tendían a fusionarse. Véase Warren Dean, The Industrialization of Sao Paulo. 1880-1945, Austin, University of Texas Press, 1969, pp. 67-80. Este argumento ya había sido presentado por Fernando Henrique Cardoso. Véase Cardoso, "Condicóes e fatóres sociais da industrializado de Sao Paulo", en Revista Brasileira de Estudos Políticos, No. 11, june 1961, pp. 148-63; y Cardoso, Empresario Industrial e Desenvolvimento Económico no Brasil, Sao Paulo, Difusáo Europeía do Livro, 1964. No sólo argumento que éste no fue el caso para Colombia, sino que también sugiero la posibilidad de cuestionar la idea generalizada en el continente sobre la uniformidad de intereses y patrones de altísima diversificación y carencia de contradicciones entre las fracciones de las burguesías de los países americanos. 100 Entre 1945 y 1950, las ventas de café representaban más de las tres cuartas partes del valor de las exportaciones del país (65). Los ingresos eh dólares provenientes de las exportaciones cafeteras aumentaron rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, gracias al descongelamiento general de los precios en el mercado norteamericano. Por ejemplo, en enero de 1945 una libra de café colombiano tipo Manizales tenía un precio de alrededor de 15 centavos de dólar en el mercado de Nueva York. En enero de 1949 el precio había subido a 33 centavos, y ya en noviembre de ese mismo año el precio había saltado a 56 centavos (66). Por consiguiente, el valor anual total de las exportaciones cafeteras se triplicó entre 1945 y 1950: de alrededor de 100 millones de dólares en 1945 a más de 300 millones de dólares en 1950 (67). Ni los industriales ni los cafeteros colombianos fueron los responsables directos de esa nueva prosperidad. Más bien la "bonanza" fue el resultado de condiciones de mercado en el exterior que estaban fuera de su control. Sin embargo, ambos grupos trataron de aprovecharse al máximo de la situación. Por lo tanto, no sólo entraron en desacuerdo en asuntos de protección a la industria y el nivel de las tarifas arancelarias, sino también en temas críticos como tasas de cambio diferenciales, nivel de devaluación del peso, licencias de importación, subsidios a las exportaciones, control de precios y manejo de la oferta monetaria y el crédito. Para mediados de este siglo había, pues, una profunda división entre la antigua burguesía compradora y la recién consolidada gran burguesía industrial (68). Pero, a diferencia del caso "clásico" inglés, la burguesía industrial colombiana no podía ser considerada ni social ni políticamente "progresista"; todo lo contrario, dadas sus alianzas con la derecha del Partido Conservador, el carácter oligopólico del sector, sus fieros ataques y persecución tanto en contra del sindicalismo independiente como de la izquier- 65. Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 20 años de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 19371957, Bogotá, 1957, p. 165. 66.Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, op. cit. 67.Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, op. cit., p. 68. Arrubla, op. cit., p. 188. da, y su apoyo a la dictadura civil y a la repre sión establecidas por Ospina Pérez y continua das por Gómez (69). Aún menos calificaría a la burguesía "compradora" colombiana como la contraparte "feudal" de la burguesía industrial, tal como importantes autores han pretendido describir a ese segmento de la clase dominante en los países del así llamado "Tercer Mun do" (70). Aunque varios académicos han argumentado correctamente que las burguesías industriales locales en los países menos desarrollados son en buena parte el producto de la expansión del capitalismo mundial (71), estoy en desacuerdo con su hipótesis de que las clases industriales de los países dependientes —y casi que como regla universal— eventualmente entrarían en contradicciones con los intereses imperialistas y, por lo tanto, encabezarían coaliciones nacionalistas en contra de los capitalistas extranjeros (llegando incluso a la expropiación directa) (72). Y no coincido con este argumento ya que ése no fue el caso de la burguesía industrial colombiana. Tanto la burguesía industrial como la burguesía "compradora" colombianas podían ser consideradas como "agentes del imperialismo", utilizando la frase de Paul Baran. Prueba de lo anterior es que para mediados de este siglo Estados Unidos y Colombia se pusieron de acuerdo en un nuevo tratado comercial, el cual garantizaba condiciones más seguras para la inversión norteamericana en Colombia, entre otras cosas. Ese fue el "precio" que Colombia tuvo que "pagar" a cambio de la abolición del Tratado Comercial de 1935 y así proteger las manufacturas producidas localmente de la competencia extranjera. De esa forma, la gran burguesía industrial aseguró mercados domésticos cautivos y de carácter oligopolístico. Los industriales recibieron también con beneplácito la infusión de capital extranjero (y la correspon69. Maurice Dobb, Studies in the Development of Capitalism, London, Routledge & Kegan Paul Ltd., 1950, pp. 170-71. 70. Maurice Dobb, Economic Growth and Underdeveloped Countries, New York, International Publishers, 1963, p. 19. 71. Paul M. Sweezy, The Theory of Capitalist Development, New York, Oxford University Press, 1942, p. 320. Joan Robinson, The Accumulation of Capital, London, MacMillan, 1969, p. 371. 72. Sweezy, op. cit., pp. 326-27. Robinson, op. cit., p. 371. Paul A. Baran, The Political Economy of Growth, New York, Monthly Review Press, 1968, p. 219. 101 laboral independiente, como la izquierda, lo mismo que algunos incipientes Cepalinos colombianos (por supuesto, aquellos economistas no vinculados por afectos personales o económicos al sector industrial), estuvieron equivocados en el período de mediados de este siglo al esperar una alianza con una supuesta burguesía industrial "progresista" (74). Al fin y al cabo, los industriales colombianos apoyaron el advenimiento de la dictadura de facto conservadora en Colombia instaurada por Ospina Pérez. También se felicitaron por la elección, sin candidato de la oposición, del antiguo jefe fascista Laureano Gómez. Cuando este último asumió el poder oficialmente, el 7 de agosto de 1950, liberales y conservadores estaban luchando la más sangrienta de las guerras civiles en el continente desde los tiempos de la Revolución Mejicana. EPILOGO Laureano Gómez, "El Monstruo". diente entrada de divisas extranjeras), mientras éste no representase competencia en contra de ellos. Por encima de las diferencias partidistas y de los conflictos sobre problemas económicos, existió un consenso entre industriales, cafeteros, conservadores, la mayoría del Partido Liberal, el capital transnacional, el Departamento de Estado y la embajada norteamericana en Bogotá, en reprimir el movimiento sindical independiente, perseguir a sus líderes —sobre todo si éstos eran comunistas — y debilitar y purgar a la CTC de sus elementos progresistas y beligerantes (73). En consecuencia, tanto el movimiento 73. Sin embargo, Baran señaló en la Conferencia Anual de la American Economic Association en 1950 que en casos de conflictos de clase los gobiernos del Tercer Mundo formalizaban y representaban "un compromiso politico entre los intereses de los terratenientes y otros grupos de empresarios". Ver su articulo, "Economic Development of Backward Áreas", Monthly Review, agosto de 1951, Vol. 3, No. 4, p. 132. Arrubla, probablemente influido por los primeros años de la Revolución Cubana, también anotó en 1963 el carácter reaccionario de los industriales colombianos. Ver, Arrubla, op. cit., pp. 192-94. Poco después, André Gunder Frank (influido El nuevo Tratado de Amistad y Comercio fue firmado entre Colombia y Estados Unidos en 1951. Como ya he anotado, los norteamericanos obtuvieron concesiones a través de cláusulas que protegían a las multinacionales de un supuesto peligro de expropiación y que facilitaban la remisión de sus utilidades a la casa matriz con la ayuda de la Oficina de Control de Cambios en , Bogotá. A cambio, Colombia pudo mantener el j no solamente por el clima creado en América por la Revolución Cubana, sino también por los hechos del golpe de Estado militar derechista en Brasil, en 1964, y la violenta represión que siguió) criticó la "estrategia política de apoyar" a ciertas fracciones "progresistas" de la burguesía "para completar la revolución democrático-burguesa". Frank fue aún más explícito en sus ataques a los ' 'viejos partidos comunistas", los cuales "establecen sus programas y alianzas con la burguesía [nacional ] bajo la premisa de que la revolución burguesa está aún por hacer". Ver, André Gunder Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin America, New York, Monthly Review Press, 1967, pp. x, 270. 74. 74 . No sobra agregar que "La Violencia" urbana, generada en gran parte por las autoridades de la época, produjo, ademai de las persecuciones y hostigamientos de toda clase, un alto número de muertos y heridos. Es éste, pues, un episodio de la época que daría para más estudios históricos. Ver, por ejemplo: Medófilo Medina, "Bases urbanas de la violencia en Colombia", Historia Crítica, No. 1, enero-junio de 1989, pp. 20-32. Silvia Galvis y Alberto Donadlo, El Jefe Supremo. Rojas Pinilla en la Violencia y el poder, Bogotá, Planeta, 1988. especialmente capítulos 14 y 16. Eduardo Sáenz-Rovner, The Industrialista and Politics Colombia, 1945-1950 (Disertación doctoral, Brandéis Univer-sity, 1988), capítulo 7. 102 control sobre los mercados domésticos en lineas tradicionales de producción en el sector de las manufacturas "livianas" y recibió las garantías del Departamento de Estado de sostener los precios y la cuota del café colombiano en el mercado norteamericano. Esto último era beneficioso tanto para los industriales como para los cafeteros colombianos, ya que ambos necesitaban las divisas provenientes de las exportaciones de café (75). Laureano Gómez, como presidente, tuvo un giro político de 180 grados desde los días de su feroz y agresiva oposición a los norteamericanos en la década de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Como presidente, él era muy consciente de que después de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se había convertido, de lejos, en la principal fuente de capital y tecnología para Colombia, y en el mercado para casi todas sus exportaciones agrícolas y mineras. Más que nadie, el antiguo "nacionalista" ayudó a crear las condiciones para atraer las inversiones de las multinacionales norteameri-I canas (76). Esas condiciones fueron más allá de un mero tratado comercial y de compromisos diplomáticos entre los dos países. Incluyeron también la continuación de una política de represión laboral —a través de medios militares incluso— iniciada abiertamente por el presiden-te liberal Lleras Camargo en su corto período de gobierno. Como ya hemos visto, existía un consenso entre los conservadores y la mayoría de los liberales para destruir cualquier tipo de movimiento sindical independiente y, por lo tanto, minimizar el número de huelgas y conflictos laborales, reduciendo así los salarios reales y los derechos adquiridos por la clase obrera. Esta política coincidía con una estrategia global del Departamento de Estado de los Estados Unidos para controlar el sindicalismo latinoamericano bajo la estricta tutela de la ya domesticada y patronalista sindical norteamericana AFI-CIO (77). Lógicamente un movimiento laboral débil, a través del continente, purgado de izquierdistas y de antimperialistas, permitiría a las multinacionales aumentar sus ganancias. Los industriales colombianos actuaron como "Burguesía Nacional" brevemente, mientras ellos lucharon por mantener el control del mercado doméstico para sus manufacturas. Una vez lograda esa meta, ellos le dieron la bienvenida al capital norteamericano a condición de que éste no les hiciese competencia. *** En septiembre de 1947, la revista Life publicó un largo ensayo pleno de llamativas ilustracio77 . Sáenz Rovner, op. cit., pp. 162-63. 75 . Department of State, "Policy Statement", May 8, 1950, NA RG 59:611.21/5-850. Eduardo Zuleta Angel a Pre-exteriores, Min-Hacienda, Fedecafé, junio 20, 1950, Bogotá, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, AMRE. Informe del embajador de Colombia en Washington, agosto de l950(APR). Ministerio de Relaciones Exteriores, Departamento de Asuntos Económicos y Consulares, Sección de Comercio Exterior, "Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América", abril 27,1951 (AMRE). "Policy Statement Prepared in the Department of State", May 22,1951. NA RG59: 611.11/5-2251. 76 Willard Beaulac a State, enero 11, 1950. NA RG 59: 721.00/ 11150. 103 nes sobre Medellín. El articulo contenía fotografías mostrando los nuevos rascacielos en el centro de la ciudad, las fábricas en la zona metropolitana, los palacios construidos por los industriales en el exclusivo sector residencial de El Poblado (hoy en día hogar de otro tipo de empresarios no menos conservadores); contenía también el artículo fotos de miembros del clan industrial de los Echavarría, ya fuese descansando en casa o en el Club Campestre (viviendo, como anotaba el cronista, una vida de "estilo con donaire"), e incluso compartiendo un plato de arroz con fríjoles con sus 8.000 obreros en la cafetería de la empresa Coltejer. Life era muy enfática en describir a Medellín como un "paraíso capitalista" (quizás como ejemplo para muchos al sur del Río Grande), donde todos sus habitantes, desde el alcalde hasta el "Sr. Restrepo", promedio, llevaban ' 'vidas bien ordenadas y extremadamente conservadoras" (78). Pues bien, para comienzos de la década de los cincuentas y bajo la dictadura de Laureano Gó78. UFE, septiembre 29 de 1947, pp. 109-117. José María Berna], "de la junta directiva de la ANDI al Ministerio de Hacienda''. mez, con mercados cautivos, un movimiento laboral perseguido y fragmentado, además de la severa represión militar y policial en todo el país, ya no sólo Medellín podía ser considerado como el "paraíso capitalista" tan elegantemente idealizado por la revista Life. De hecho, Colombia entera se había convertido en un idílico jardín del Edén para las ganancias de los capitalistas tanto nativos como extranjeros. ANEXO Apartes del discurso de Jorge Eliécer Gaitán. Diciembre 10 de 1947 "Ahora todo el gobierno está dominado por la ANDI. Aquí hay un plan combinado y por eso hay que desarrollar todas las baterías. Es que yo no soy vulnerable. Ahora se compran escritores y desde hace días se prepara la opinión con artículos que parecen intelectuales y son pagados por la ANDI. Que rectifiquen y doy pruebas. No es sólo eso, es mucho más grave, es que se está haciendo una obra de dominio sobre el Estado... Gaitán, "atacaba a algunos oligarcas... pero defendía a otros". 104 "Oídme bien conservadores y liberales, comerciantes y agricultores, porque los términos van cambiando. Hoy la campaña se dirige a acabar con el comercio, con los productores de materias primas, por eso no aceptan nuestro proyecto y no permiten sino unas autorizaciones incondicionales, porque ya tienen hecho el arancel para producir una nueva alza en el costo de la vida... ¿Quién es el ministro de Hacienda? Un miembro de la ANDI. ¿Quién es el contralor de precios?, es otro de la ANDI. ¿Quiénes son los delegados a la Conferencia de La Habana?, ilustres muchachos ellos, pero agentes, escritores de la ANDI. Es una gran conspiración reaccionaria. Por eso el Partido Conservador en el Congreso se ha puesto del lado de la ANDI. "Yahora piden protección... Lo que se pretende es crear un monopolio, que no haya progreso, que sigamos entregados a veinte familias aun- que el desarrollo del país se detenga. Inicua política. Yo no pido que dejen de ganar sino que haya nuevas posibilidades económicas, nuevas industrias, que no se excluya, como se está excluyendo, al productor de tabaco, de cebada, al cultivador de algodón, que no haya esa inicua política contra los agricultores que nos revela el sabotaje que se ha revelado en el control de precios ejercitado por un miembro de la ANDI. "Id a Cartagena y ved una fábrica parada, ellos pagan los dividendos para sostener un artículo caro. Hay una conspiración contra la riqueza colombiana; hay deseo de un monopolio absoluto; ellos están corrompiendo las conciencias; yo sé de parlamentarios que se hicieron cambiar a comisiones donde se deciden esas cosas". Tomado de El Tiempo, diciembre 11 de 1947. 105